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Resurrección

Definición: A·naʹsta·sis, la palabra griega que se traduce


“resurrección”, significa literalmente “un ponerse de pie
nuevamente” y se refiere a un levantarse de entre los
muertos. Una expresión más específica: “resurrección de (de
entre) los muertos”, se usa muchas veces en las Escrituras
(Mat. 22:31; Hech. 4:2; 1 Cor. 15:12).
La palabra hebrea es techi·yathʹ ham·me·thimʹ, que significa
“revivificación de los muertos” (Mat. 22:23, nota sobre el
versículo, NM, edición con referencias, en inglés).
La resurrección envuelve el reactivar el patrón de vida de
una persona, un patrón de vida que Dios ha conservado en
su memoria. De acuerdo con lo que sea la voluntad de Dios
para el individuo implicado, la persona es restaurada ya sea
en cuerpo humano o en cuerpo espiritual, pero retiene su
identidad personal y tiene la misma personalidad y
recuerdos que tenía cuando murió. La provisión de la
resurrección de los muertos es una maravillosa expresión de
la bondad inmerecida de Jehová; despliega su sabiduría y
poder y es un medio por el cual se ha de llevar a cabo su
propósito original con relación a la Tierra.
¿Es la resurrección el acto de reunir un alma inmaterial con el cuerpo
físico?
Por supuesto, para que esto fuera posible los humanos tendrían que tener un alma
inmaterial que se pudiera separar del cuerpo físico. La Biblia no enseña tal cosa.
Esa noción se tomó de la filosofía griega. La enseñanza bíblica con relación al alma
se expone en las páginas 32-35. Si desea pruebas en cuanto al origen de la
creencia de la cristiandad en un alma inmaterial e inmortal, sírvase ver
la página 36.
¿Se resucitó a Jesús en un cuerpo de carne, y posee ahora esa clase de cuerpo en el
cielo?
1 Ped. 3:18: “Cristo murió una vez para siempre respecto a pecados, un justo por los injustos,
para conducir a ustedes a Dios, habiendo sido muerto en la carne, pero hecho vivo en el
espíritu [“por el Espíritu”, TA; “en el espíritu”, CI, LT, EMN, BJ].” (Al tiempo de su resurrección
de entre los muertos, Jesús fue levantado con un cuerpo celestial. En el texto griego las
palabras “carne” y “espíritu” se ponen en contraste una con la otra, y ambas están en dativo;
por consiguiente, si un traductor vierte “por el espíritu”, también debe traducir
consecuentemente “porla carne”, pero si traduce “en la carne”, también debe traducir “en el
espíritu”.)
Hech. 10:40, 41: “Dios levantó a Este [Jesucristo] al tercer día y le concedió manifestarse, no
a todo el pueblo, sino a testigos nombrados de antemano por Dios.” (¿Por qué no lo vieron
otros también? Porque era una criatura celestial, y cuando materializó cuerpos de carne para
hacerse visible, como lo habían hecho ángeles en el pasado, lo hizo sólo en la presencia de
sus discípulos.)
1 Cor. 15:45: “Así también está escrito: ‘El primer hombre Adán vino a ser alma viviente.’ El
último Adán [Jesucristo, quien fue perfecto como lo fue Adán cuando fue creado] vino a ser un
espíritu dador de vida.”
¿Qué quiere decir Lucas 24:36-39 con relación al cuerpo con el cual Jesús
fue resucitado?
Luc. 24:36-39: “Mientras [los discípulos] estaban hablando de estas cosas él
mismo se puso de pie en medio de ellos y les dijo: ‘Tengan paz.’ Pero porque
estaban aterrados, y se habían atemorizado, se imaginaban que contemplaban un
espíritu. Por eso les dijo: ‘¿Por qué están perturbados, y por qué se suscitan dudas
en su corazón? Vean mis manos y mis pies, que yo mismo soy; pálpenme y vean,
porque un espíritu no tiene carne y huesos así como contemplan que yo tengo.’”
Los humanos no pueden ver a los espíritus, de modo que es patente que los
discípulos creían que habían visto una aparición o una visión. (Compárese
con Marcos 6:49, 50.) Jesús les aseguró que él no era ninguna aparición; ellos
podían ver su cuerpo de carne, podían tocarlo y palparle los huesos; también
comió en presencia de ellos. De manera semejante, en el pasado algunos ángeles
se habían materializado para que los hombres los pudieran ver; habían comido, y
algunos hasta se habían casado y procreado hijos (Gén. 6:4; 19:1-3). Jesús,
después de su resurrección, no siempre se apareció en el mismo cuerpo de carne
(quizás para reforzar en la mente de ellos el hecho de que entonces era un
espíritu), y por eso ni siquiera sus compañeros íntimos lo reconocían
inmediatamente (Juan 20:14, 15; 21:4-7). Sin embargo, al aparecérseles varias
veces en cuerpos materializados y al decir y hacer cosas que ellos identificarían
con el Jesús a quien conocían, fortaleció la fe de ellos en el hecho de que en
verdad había resucitado de entre los muertos.
Si los discípulos en realidad hubieran visto a Jesús en el cuerpo que ahora tiene en
el cielo, Pablo no habría dicho más tarde que Cristo glorificado es ‘la
representación exacta del mismo ser de Dios’, porque Dios es un Espíritu y nunca
ha estado en la carne. (Heb. 1:3; compárese con 1 Timoteo 6:16.)
Al leer los informes sobre las ocasiones en que Jesús se hizo visible después de su
resurrección, podremos entenderlos correctamente si tenemos presente lo que
dicen 1 Pedro 3:18 y 1 Corintios 15:45, citados en la página 327.
Véanse también las páginas 214, 215, en la sección “Jesucristo”.
¿Quiénes serán resucitados para participar de la vida celestial con
Cristo, y qué harán allí?
Luc. 12:32: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado
darles el reino.” (Entre estos no está toda persona que haya ejercido fe; se
trata de una cantidad limitada. Estarán en el cielo con un propósito.)
Rev. 20:4, 6: “Vi tronos, y hubo quienes se sentaron sobre ellos, y se les
dio poder para juzgar. [...] Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la
primera resurrección; sobre éstos no tiene autoridad la muerte segunda,
sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y gobernarán como reyes
con él por los mil años.”
Véanse también las páginas 72-78, en la sección titulada “Cielo”.
¿Tendrán allí con el tiempo cuerpos físicos glorificados las personas
que sean levantadas a la vida celestial?
Fili. 3:20, 21: “El Señor Jesucristo, [...] amoldará de nuevo nuestro cuerpo
humillado para que sea conforme a su cuerpo glorioso según la operación
del poder que él tiene.” (¿Significa esto que es el cuerpo de carne que ellos
tienen lo que con el tiempo será hecho glorioso en los cielos? ¿O significa
que, en lugar de tener un cuerpo de carne inferior, serán vestidos de un
glorioso cuerpo espiritual cuando sean levantados a la vida celestial?
Dejemos que el siguiente texto bíblico conteste.)
1 Cor. 15:40, 42-44, 47-50: “Hay cuerpos celestes, y cuerpos terrestres;
mas la gloria de los cuerpos celestes es de una clase, y la de los cuerpos
terrestres es de una clase diferente. [...] Así también es la resurrección de
los muertos. [...] Se siembra cuerpo físico, se levanta cuerpo
espiritual. [...] El primer hombre [Adán] procede de la tierra y es hecho de
polvo; el segundo hombre [Jesucristo] procede del cielo. Tal como el que
fue hecho de polvo es, así aquellos hechos de polvo son también; y tal
como el celestial es, así los que son celestiales son también. Y así como
hemos llevado la imagen de aquel hecho de polvo, llevaremos también la
imagen del celestial. Sin embargo, esto digo, hermanos, que carne y
sangre no pueden heredar el reino de Dios.” (Estas palabras no dejan
margen a la posibilidad de que se mezclen las dos clases de cuerpos, o a
que un cuerpo de carne se pueda llevar al cielo.)
¿Cómo demostró Jesús lo que significará la resurrección para la
humanidad en general?
Juan 11:11, 14-44: “[Jesús dijo a sus discípulos:] ‘Nuestro amigo Lázaro
está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño.’ [...]
Jesús les dijo francamente: ‘Lázaro ha muerto.’ [...] Cuando Jesús llegó,
halló que hacía ya cuatro días que estaba en la tumba conmemorativa. [...]
Le dijo Jesús [a Marta, la hermana de Lázaro]: ‘Yo soy la resurrección y la
vida.’ [...] Clamó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal!’ El hombre que había estado
muerto salió con los pies y manos envueltos con envolturas, y su
semblante estaba envuelto en un paño. Jesús les dijo: ‘Desátenlo y déjenlo
ir.’” (Si Jesús hubiera llamado así a Lázaro de vuelta de un estado bendito
en otra vida, eso no habría sido un acto bondadoso. Pero el que Jesús
levantara a Lázaro de un estado inanimado fue un acto bondadoso
tanto para él como para sus hermanas. Nuevamente Lázaro llegó a ser un
humano viviente.)
Mar. 5:35-42: “Vinieron algunos hombres de la casa del presidente de la
sinagoga y dijeron: ‘¡Tu hija murió! ¿Por qué molestar ya al maestro?’ Mas
Jesús, oyendo por casualidad la palabra que se hablaba, dijo al presidente
de la sinagoga: ‘No temas, ejerce fe solamente.’ [...] Tomó consigo al
padre y a la madre de la niñita y a los que estaban con él, y entró a donde
estaba la niñita. Y, tomando la mano de la niñita, le dijo: ‘Talitha
cumi,’ que, traducido, significa: ‘Jovencita, te digo: ¡Levántate!’ Y al
instante la jovencita se levantó y echó a andar, pues tenía doce años. Y en
seguida estuvieron fuera de sí con gran éxtasis.” (Cuando tenga lugar la
resurrección general en la Tierra durante el Reinado Milenario de Cristo, sin
duda muchos millones de padres y sus hijos se regocijarán en gran manera
al volver a verse.)
¿Qué perspectivas hay para los que sean levantados a la vida en la
Tierra?
Luc. 23:43: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso.”
(Toda la Tierra será transformada en un paraíso bajo la gobernación de
Cristo como Rey.)
Rev. 20:12, 13: “Vi a los muertos, los grandes y los pequeños, de pie
delante del trono, y se abrieron rollos. Pero se abrió otro rollo; es el rollo
de la vida. Y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas
en los rollos según sus hechos. [...] Fueron juzgados individualmente según
sus hechos.” (El que se abran rollos evidentemente señala a un tiempo en
que se impartirá educación sobre la voluntad divina, en conformidad
con Isaías 26:9. El hecho de que el “rollo de la vida” se abra indica que los
que presten atención a dicha educación tendrán la oportunidad de que su
nombre se escriba en ese rollo. Tendrán ante sí la perspectiva de vivir
eternamente en perfección humana.)
Véanse también las páginas 302-306, en la sección “Reino”.
¿Se resucitará a algunos solo para pronunciar juicio contra ellos y
condenarlos entonces a la muerte segunda?
¿Qué significa Juan 5:28, 29? Allí dice: “Todos los que están en las tumbas
conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a
una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección
de juicio”. Lo que Jesús dijo aquí debe entenderse a la luz de la revelación
que dio más tarde a Juan. (Véase Revelación 20:12, 13, citado en
la página 330.) Tanto los que en el pasado hicieron cosas buenas como los
que practicaron cosas malas serán “juzgados individualmente según sus
hechos”. ¿Qué hechos? Si fuéramos a adoptar el punto de vista de que la
gente habría de ser condenada sobre la base de los hechos de su vida
anterior, eso no estaría de acuerdo con Romanos 6:7: “El que ha muerto ha
sido absuelto de su pecado”. Tampoco sería razonable resucitar a algunas
personas sencillamente para destruirlas. Por eso, en Juan 5:28, 29a Jesús
estaba señalando a la resurrección futura; después, en el resto
del versículo 29, expresó el resultado final que habrá después que hayan
sido elevados a la perfección humana y hayan sido sometidos a juicio.
¿Qué indica Revelación 20:4-6 en cuanto a los que serán
resucitados en la Tierra?
Rev. 20:4-6: “Vi tronos, y hubo quienes se sentaron sobre ellos, y se les
dio poder para juzgar. Sí, vi las almas de los que fueron ejecutados con
hacha por el testimonio que dieron de Jesús y por hablar acerca de
Dios [...] Y llegaron a vivir y gobernaron como reyes con el Cristo por mil
años. (Los demás de los muertos no llegaron a vivir sino hasta que fueron
terminados los mil años.) Esta es la primera resurrección. Feliz y santo es
cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre éstos no tiene
autoridad la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y del
Cristo, y gobernarán como reyes con él por los mil años.”
En NM y NBE se usa el paréntesis para ayudar al lector a conectar lo que
viene tras la declaración en paréntesis con lo que la precede. Como se dice
claramente, no son “los demás de los muertos” los que participan de la
primera resurrección. Esa resurrección es para los que gobiernan con Cristo
durante los mil años. ¿Significa eso que nadie más de entre la humanidad
vivirá durante los mil años excepto los que gobiernen en el cielo con Cristo?
No; porque, si así fuera, eso significaría que no habría personas a favor de
las cuales ellos hubieran de servir como sacerdotes, y que su dominio sería
sencillamente un planeta desolado.
Entonces, ¿quiénes, son “los demás de los muertos”? Son los de la
humanidad que han muerto como resultado del pecado adámico y los que,
aunque sobreviven a la gran tribulación o tal vez nacen durante el Milenio,
necesitan que se les libere de los efectos mortíferos de dicho pecado.
(Compárese con Efesios 2:1.)
¿En qué sentido es que no ‘llegan a vivir’ sino hasta el fin de los mil
años? Esto no significa su resurrección. Este ‘llegar a vivir’ implica mucho
más que el sencillamente existir como humanos. Significa obtener la
perfección humana, libre de todos los efectos del pecado adámico. Observe
que la referencia a esto en el versículo 5 se halla inmediatamente después
que el versículo anterior dice que los que están en el cielo “llegaron a vivir”.
En el caso de ellos significa vida sin ninguno de los efectos del pecado;
hasta se les otorga el favor especial de la inmortalidad (1 Cor. 15:54).
Entonces, para “los demás de los muertos”, esto debe significar plenitud de
vida en perfección humana.
¿Quiénes tendrán parte en la resurrección terrestre?
Juan 5:28, 29: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que
todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz [la voz de
Jesús] y saldrán.” (La palabra griega que se traduce “tumbas
conmemorativas” no es la forma plural de taʹphos [sepultura, una tumba
individual] ni haiʹdes [fosa, la sepultura común de la humanidad muerta],
sino el plural de la forma dativa mne·meiʹon [recordatorio, tumba
conmemorativa]. Esto recalca que se conserva el recuerdo del difunto. No
aquellos cuya memoria es borrada en el Gehena a causa de los pecados
imperdonables, sino las personas recordadas por Dios serán resucitadas y
tendrán la oportunidad de vivir para siempre. (Mat. 10:28;Mar. 3:29; Heb.
10:26; Mal. 3:16.)
Hech. 24:15: “Tengo esperanza en cuanto a Dios [...] de que va a
haber resurrección así de justos como de injustos.” (Tanto los que
hayan vivido en conformidad con los justos caminos de Dios como
los que, por ignorancia, hayan hecho lo que es injusto serán
resucitados. La Biblia no contesta todas nuestras preguntas en
cuanto a si específicamente ciertas personas que han muerto serán
resucitadas. Pero podemos confiar en que Dios, que conoce todos
los hechos, obrará imparcialmente, con una justicia templada con
misericordia que no pasa por alto las normas justas de Él.
Compárese con Génesis 18:25.)
Rev. 20:13, 14: “El mar entregó los muertos que había en él, y
la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos,
y fueron juzgados individualmente según sus hechos. Y la
muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esto
significa la muerte segunda: el lago de fuego.” (Por eso, todos
aquellos cuya muerte se debió al pecado adámico serán
levantados, sea que hayan sido sepultados en el mar o en el
Hades, la sepultura terrestre común de la humanidad muerta.)
Véase también la sección amplia titulada “Salvación”.
Si se ha de resucitar a miles de millones de personas de
entre los muertos, ¿dónde vivirán todos?
Un cálculo muy liberal de la cantidad de personas que ha vivido en la Tierra
es de 20.000.000.000. Como hemos visto, no todos estos individuos serán
resucitados. Pero aunque supusiéramos que todos fueran resucitados,
habría suficiente lugar para todos. La superficie de la Tierra, en la
actualidad, es de 147.600.000 kilómetros cuadrados (57.000.000 de millas
cuadradas). Si la mitad de esa superficie se apartara para otros fines,
todavía quedaría lugar para unos 3.700 metros cuadrados (poco menos de
1 acre) por persona... cantidad de terreno que puede proveer más que
suficiente alimento. La raíz del problema de la escasez de alimento actual
no es que la Tierra no pueda producir suficiente alimento, sino, más bien,
la rivalidad política y el egoísmo comercial.
Resurreccion –
Hispano-Americano de la Mision
Punto cardinal del kerygma apostolico y base
fundamental de la fe cristiana. Hay siete, y quizás ocho,
diferentes registros de la r de Jesús en el NT (Mt 28:2),
(Mr 16:2),(Jn 20:2),(Jn 21); (1 Co 15:3–8),(Hch 1:2–3;
Lc 24:13–32) y las alusiones son constantes. El registro
más importante es el de Pablo en 1 Co. 15, por ser el
primero en el sentido cronológico y porque repite el
testimonio de otros apóstoles.

Su relato coincide con las narraciones de los


evangelios. Cristo resucitó al tercer día; apareció
primero a Pedro (Lc 24:34); y, por la mención de
Jacobo y la aparición «a más de quinientos hermanos
a la vez» se puede inferir que la mayor parte de las
apariciones tuvieron lugar en Galilea.
No obstante, el relato paulino es singular. Pone
énfasis en las apariciones más que en la tumba vacía; y,
las apariciones se suceden durante cierto espacio de
tiempo ( Hch 1:3), incluida la propia aparición a
Pablo en el camino a Damasco. De las narraciones en
los evangelios, la de Marcos es una de las más
tempranas y la más simple. Su énfasis está en la tumba
vacía. 2.
La predicación y el testimonio evangélico en AL ha
puesto un gran énfasis en la resurrección. En contraste
con el Cristo crucificado y vencido de la religiosidad
propia de la ICR , los evangélicos han enfatizado el
poder del Cristo vivo. Sin embargo, fuertes tendencias
docéticas han neutralizado la influencia que la fe en el
Cristo vivo puede ejercer sobre la fe y la práctica de los
creyentes y las iglesias.

Resurrección - Douglas Tenney


(gr., anastasis, levantamiento, egersis, un levantarse).
Es un regreso a la vida posterior a la muerte. El negar la
resurrección es, en el pensamiento bíblico, el negar
cualquiera inmortalidad digna del carácter de nuestra fe
en Dios (Mt 22:31-32),( Mr 12:26-27),( Lc 20:37-38).
Entre la muerte y la resurrección, el hombre en el
estado intermedio está incompleto y espera la
redención de nuestros cuerpos (Rom 8:23;
comparar ( 2 Co 5:3 ),(Ap 6:9-11).

En el AT, el pasaje más explícito sobre la


resurrección es( Dn 12:2). Casi igualmente explícito
es Isa 26:19. En su contexto, este v. es paralelo a los
vv.( Dn 11-15 (comparar (Job 19:23-27).
La doctrina de la resurrección consta claramente
en su forma más sencilla en las palabras de Pablo
ante la corte de ley romana presidida por Félix
(Hch 24:15). La declaración más detallada de la
doctrina de la doble resurrección se encuentra en
(Ap 20:4-15.
En las palabras de Jesús, la única alusión clara a la
doble resurrección se encuentra en (Jn 5:25),( Jn
5:28-29). Algunos eruditos ven en (1 Ti 4:16-17
una implicación de que los muertos quienes no
están en Cristo no serán levantados al mismo
tiempo como los redimidos. Esta es posiblemente
también la implicación de( 1 Co 15:20-28). Con (1
Co 15:23), Pablo comienza una enumeración de
tres órdenes de resurrección, una de la cuales, la
resurrección de Cristo, es del pasado. La segunda
y tercera orden de resurrección de Pablo coincide
con la futura primera resurrección de Juan y su
resurrección de los demás muertos (Ap 20:4-15).

Resurrección - Diccionario Bíblico Sencillo


tip, DOCT ESCA ver, MILENIO, JESUCRISTO, MUERTE
vet,
Es el principio fundamental de los tratos de Dios
en gracia hacia el hombre, por cuanto el hombre está
bajo sentencia de muerte, y en la muerte misma, debido
al pecado (Ef 2:1),( Ef 4:6),( Col 3:1-4). La expresión
«la resurrección general» se halla en obras de
teología, y hay una creencia general de que todos
los muertos serán levantados simultáneamente.

Sin embargo, esta idea no se halla en las


Escrituras. El Señor habla de «resurrección para
vida» (Jn 5:29).
El orden de la resurrección definitiva, dejando a un lado
las resurrecciones «temporales» con que Dios
manifestó su poder, es: «Cada uno en su debido
orden: Cristo, las primicias; luego los que son de
Cristo, en su venida. Luego el fin...» (1 Co 15:23-
24).
Este «fin» es evidentemente el levantamiento de los
malvados a juicio, o, en otras palabras, «a resurrección
de condenación» (Jn 5:29).

En (Ap 20:4-5) se ve una estrecha


correspondencia con el pasaje de (1 Co 15:23-24);
en ambos se aprecia, con la frase clave «cada uno
en su debido orden», cómo se interpone el reinado
milenial de Cristo (véase MILENIO) entre la
resurrección de los Suyos y la resurrección de
condenación, o «el fin». Así, siguiendo el orden de
resurrecciones establecido en las Escrituras, se
pueden considerar, sucesivamente:
(a) La resurrección del Señor Jesucristo.
El retomo de Cristo a una vida corporal glorificada, tres
días después de su muerte, constituye, junto con la
cruz, la base misma del Evangelio (1 Co 15:3-4).
Sin este hecho glorioso, la fe del cristiano sería
totalmente vana (1 Co 14:14-19). La resurrección del
Mesías está ya anunciada en el AT (Lc 24:44-46),( Gn
22:2-5),( He 11:19),( Nm 17:1-11),( Ro 1:4),( Is
53:10-12),( Mt 12:39-40),( Sal 16:9-10),( Sal 110:1),
(Hch 2:29-36). El mismo Jesús había advertido a sus
discípulos de ello (Mt 16:21),(Mt 17:22-23),( Mt 20:19),
( Jn 2:18-22),( Mr 9:9-10).

Después de que Su muerte hubiera sido


debidamente constatada y que las autoridades
hubieran tomado todas las precauciones para
evitar toda superchería, el hecho de la
resurrección ha quedado demostrado con pruebas
indudables.
Los testimonios son numerosos y concordantes:
las mujeres, María Magdalena; los discípulos,
Pedro, Juan, Santiago, Tomás; los guardias, los
ancianos, los discípulos de Emaús, los quinientos
hermanos mencionados en (1 Co 15:6), los once
apóstoles, Saulo de Tarso (cfr. los Evangelios,
(Hch 10:40-41),( 1 Co 15:5-8). Los discípulos, bien
lejos de inventarse apariciones imaginarias, fueron
difícilmente persuadidos de un hecho tan extraordinario.
El Señor Jesús tuvo que reprocharles vivamente su
incredulidad y dureza de corazón (Mr 16:13-14),( Lc
24:22-25),( Lc 37-39), y les dio unas pruebas tales que
finalmente quedaron totalmente persuadidos. Su fe
consiguiente los transformó y los capacitó para ir hasta
el mismo martirio por su Señor resucitado.
Por otra parte, el sepulcro había quedado vacío, y
los mismos enemigos de la naciente Iglesia, que
tenían en sus manos todos los resortes del poder,
no pudieron jamás presentar el cadáver del Crucificado.
Después de los cuarenta días transcurridos con
Sus apóstoles, el Señor los dejó, y glorificado en
las alturas les envió el Espíritu Santo (Hch 1:3-9).
Desde entonces, los discípulos vinieron a ser, en
todo lugar, testigos de la resurrección (Hch 1:22),
(Hch 2:32),( Hch 3:15),( Hch 4:10),( Hch 5:31-32),
( Hch 10:40-42),( Hch 13:30-37),(Hch 25:19).
Consecuencias de la resurrección:
(A) Para el mismo Jesucristo: Él ha sido declarado
Hijo de Dios con poder (Ro 1:4); le ha sido dado todo
poder en los cielos y en la tierra (Mt 28:18); desde
entonces está sentado a la diestra de Dios, coronado de
gloria y de honra (Hch 2:32-34),( He 2:9), esperando el
momento de Su venida para establecer Su reino (Hch.
17:31).
(B) Para los creyentes: la resurrección hace posible
nuestra salvación (Ro 4:25). El Cristo viviente intercede
por nosotros y nos da plena salvación (He 7:23-25),( 1
P 3:21). Cristo, el último Adán, crea una nueva
humanidad, de la que el creyente viene a formar parte
(1 Co 15:45-49). Él es las primicias de los muertos, y Su
resurrección es la firme garantía de la del creyente. Él es
la resurrección y la vida; ciertamente, ha resucitado (1
Co 15:20-23),( Jn 11:25-26). (véase JESUCRISTO.)
(b) La resurrección de los creyentes. Éste es un
artículo fundamental de la fe cristiana, y la Biblia la
muestra de una manera multiforme. Aunque se afirma
con frecuencia que en el AT no se halla mencionada de
una manera explícita, contiene, sin embargo, alusiones
directas a ella, y claras profecías. Hay los relatos de tres
resurrecciones que demuestran que el poder de Dios
triunfa sobre la muerte (1 R 17:21),( 2 R 4:34),( 2 R
13:21). Dos arrebatamientos demuestran que los
amados del Señor pueden escapar a la tumba (Gn
5:24),( 2 R 2:11). Tres tipos de la resurrección ya han
sido mencionados en el apartado (a) anterior acerca de
Jesucristo (Gn 22:5),( He 11:19),( Nm 17:8),( Mt
12:39-40). Ezequiel da una visión imponente de una
resurrección nacional.

Aunque se trate de la resurrección de Israel como


nación (Ez 37:1-10),( Ez 37:11-14), no deja de ser
notable que la imagen usada para ello es la de la
resurrección. Job proclama, en uno de los libros más
antiguos de la Biblia, si no el que más, su fe en la
resurrección basada en la vida de su Redentor (Job
19:23-27). El salmista sabe que Dios lo sacará de la
morada de los muertos (Sal 49:15). Isaías anuncia la
victoria definitiva sobre la muerte (Is 25:7-8). Si bien
(Is 26:19) es entendido por algunos como refiriéndose a
la resurrección nacional de Israel, otra vez se aplica la
observación referente a Ezequiel: el hecho mismo de
que se use la imagen de la resurrección es sumamente
significativo. Daniel habla claramente de dos tipos de
resurrección (Dn 12:2), y él recibe personalmente la
certeza de que se levantará para recibir su heredad (Dn
12:13). (Para una exégesis detallada de( Dn
12:2),véase apéndice al final de este artículo.)
Finalmente, Oseas canta el triunfo sobre el sepulcro.
Jesús mismo ve en( Ex 3:6) una afirmación de la
resurrección (Lc 20:37-38). En realidad, la idea de la
resurrección subyace en todas las enseñanzas del AT. En
el judaísmo del tiempo del Señor era aceptada como un
artículo de la fe ortodoxa (Jn 11:24), y el hecho de que
los saduceos no creyeran en ella se presenta como una
anomalía (Mt 22:23),( Hch 23:6-8).
En el NT se hallan otros seis casos de resurrección (Lc
7:13-16),( Lc 8:55),( Jn 11:44),( Mt 27:52-53),( Hch
9:40),( Hch 20:9-10). Pero es evidente que cada una de
estas personas devueltas a la vida volvió a morir, con la
posible excepción de los mencionados en (Mt 27:52-53).
Sólo Cristo ha resucitado definitivamente, con la posible
excepción de un puñado, después de Su resurrección,
para prenda de Su obra futura. En cuanto a nosotros,
esperamos «una mejor resurrección» (He 11:35). Todos
estos ejemplos y promesas constituyen una base para la
revelación más plena de Pablo acerca de esta
enseñanza. Manera en que operará la resurrección.
(A) Siguiendo la analogía de la naturaleza. En efecto, en
ella podemos observar cómo a partir de la muerte surge
la vida (Jn 12:24), cómo la pequeña semilla es mucho
más pequeña que la futura planta, cómo el Creador
tiene la capacidad de suscitar una infinidad de diversos
cuerpos (1 Co 15:35-41). (B) Según (1 Co 15:42-44 )el
cuerpo nuevo será incorruptible, glorioso, lleno de
poder, espiritual. (C) De hecho, será a semejanza del de
Cristo resucitado (1 Co 15:45-49),( Fil 3:20-21). Así
como en el cuerpo terrenal la adecuación tenía su
énfasis en el alma, siendo un cuerpo «animal», psíquico,
en el cuerpo nuevo el acento se pone en su adecuación
al espíritu (1 Co 15:44-45). Tiempo de la resurrección.
Tendrá lugar a la venida de Cristo (1 Co 15:23), en «el
día postrero» (Jn 6:39)), en el momento del
arrebatamiento de la iglesia (1 Co 15:51-53),( 1 Ts
4:13-18). Los creyentes que en aquel momento vivan
sobre la tierra no morirán: transformados en un abrir y
cerrar de ojos, serán arrebatados a los aires al
encuentro del Señor junto con los creyentes antes
muertos y ahora resucitados. Ésta será la gloriosa
primera resurrección, en la que tendrán parte los
mártires de la Gran Tribulación que serán llamados a la
vida al comienzo de los mil años, junto con los santos
del AT (ver apéndice a este artículo; cfr.( Ap 2:4-6). Ya
ahora el creyente ya tiene vida de resurrección,
habiendo resucitado espiritualmente en su nuevo
nacimiento (Jn 5:24),( Ro 6:1),( Ef 2:4-6),( Col 1:3-4);
pero todavía tiene pendiente la adopción, la resurrección
del cuerpo (Ro 8:23). Los que tendrán parte en esta
resurrección son «los de Cristo» (1 Co 15:22-23),
aquellos que el Padre le ha dado (Jn 6:39-44). Pero no
todos participarán de ella, porque no lo tienen a Él. Esta
es la razón de que se hable de una «resurrección de
entre los muertos» (Fil 3:11),( Mr 9:9-10).
Esta doctrina es notable no sólo por su plenitud y
espiritualidad, sino también por lo alejada que está de
las concepciones filosóficas surgidas al margen de la
Revelación. En efecto, es absolutamente distinta de la
concepción griega que pretende que el alma es
preexistente al cuerpo e inmortal para vivir eternamente
independiente del cuerpo; la salvación, en estos
sistemas, consiste en la liberación definitiva, desligada
del cuerpo. Los maniqueos (herejes de los primeros
siglos d.C.) establecían un antagonismo irreductible
entre el cuerpo y el espíritu, siendo que el cuerpo
material representaba al mal, y que el alma quedaba
degradada por su unión con el cuerpo. Frente a ello, las
Escrituras enseñan que el cuerpo y el alma, creados
ambos por Dios, son buenos en sí mismos, y destinados
el uno para la otra, y para la inmortalidad (1 Co 6:15).
(c) La resurrección de los impíos. En las Escrituras se
enseña claramente que habrá dos resurrecciones: la de
los creyentes, para vida eterna, y la de aquellos que no
se han acogido al Salvador, para juicio y confusión
eterna (Dn 12:2),( Jn 5:28-29),( Hch 24:15),( Ap 20:4-
5). La primera resurrección tiene lugar antes del
comienzo del Milenio, y la otra inmediatamente después,
par a dar lugar al Juicio Final (Ap 20:5). De estos textos
se desprende que en este momento resucitarán los
injustos, los que han vivido el mal, los que no
pertenecen a Cristo, y que no han sido tenidos por
dignos de tomar parte en la primera resurrección; los
que, al no haber sido salvos por la fe en la obra
redentora de Cristo, serán juzgados por sus obras.
¡Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera
resurrección! (Ap 20:6).
(d) Apéndice: exégesis de( Dn 12:2). Es preciso señalar
que la traducción comúnmente dada en diversas
versiones no es correcta. En la Reina-Valera se traduce
así: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra
serán despertados, unos para vida eterna, y otros para
vergüenza y confusión perpetua». De este pasaje se
puede sacar la impresión de que habrá una resurrección
simultánea de ambos grupos. Pero en esta traducción el
lenguaje es incoherente. Se afirma que «muchos» serán
despertados, y parece que se refiere a «muchos» de dos
grupos, pero evidentemente no todos. En realidad, como
muestra N. West en su obra «The Thousand Years in
Both Testaments», la traducción correcta del pasaje, en
relación con el contexto, es: «Y (en aquel tiempo)
muchos (de tu pueblo) despertarán (o, serán separados)
de entre los que duermen en el polvo de la tierra. Éstos
(que se despiertan) serán para vida eterna, pero
aquéllos (los que no despiertan en este tiempo) serán
para vergüenza y confusión eterna». Así, en realidad, en
Daniel se enseña la resurrección de una de las dos
clases a que pertenece el pueblo de Israel en aquel
tiempo (Dn 12:1). Para una consideración plena de la
redacción de este pasaje y de su relación con el marco
escatológico del AT y del NT, cfr. N. West, op. cit., PP.
265-268. (véase MUERTE.)
Bibliografía: Chafer, L. S.: «Teología Sistemática»
(Publicaciones Españolas, Dalton, 1974); Green, M.:
«¡Jesucristo vive hoy!» (Ed. Certeza, Buenos Aires,
1976); Lacueva, F.: «Escatología II» (Clíe, Terrassa,
1983); Ladd, E.: «Creo en la resurrección de Jesús»
(Caribe, Miami, 1977); McDowell, J.: «Evidencia que
exige un veredicto» (Vida, Miami, 1982); Morris, H. M.:
«Many Infallible Proofs» (CLP, San Diego, Calif., 1974);
Morrison, F.: «¿Quién movió la piedra?» (Ed. Caribe,
Miami, 1977); Pentecost, J. D.: «Eventos del Porvenir»
(Ed. Libertador, Maracaibo, 1977); Sherlock, T.:
«Proceso a la resurrección de Cristo» (Clíe, Terrassa,
1981); Stott, J. R. W.: «Cristianismo básico» (Ed.
Certeza, Buenos Aires, 1977); West, N.: «The Thousand
Years in Both Testaments» (Kregel Pub., Grand Rapids,
reimpr. s/f edición 1889).
Resurrección - Diccionario Alfonso Lockward
En el AT no existe una palabra equivalente a r. Este
término vino a aparecer en el judaísmo en tiempos
intertestamentarios, como puede verse por el hecho de
que ya en la época del NT existía la discusión entre
saduceos y fariseos sobre el tema. No debe confundirse
el concepto de inmortalidad con el de r. En algunas
fuentes del pensamiento extrabíblico se cree que el alma
o el espíritu del hombre son inmortales. La idea de
inmortalidad que así se propaga pone énfasis en que el
alma sigue existiendo aún después de la muerte.
Algunas filosofías y religiones presentan ideas muy
vagas que hablan de que el alma es básicamente
material, y vuelve a vivir en el universo al cual se
reintegra. O que el alma no se destruye, pero que
reencarna en otra persona o en un animal, según la
bondad o ausencia de bondad de las obras del individuo.
La r. que presenta el cristianismo, en cambio, habla de
una vuelta a la vida en cuerpo y alma de las personas,
con identidad propia, en la presencia de Dios. La Biblia
habla de que el hombre puede recibir, como un don de
Dios, un “cuerpo espiritual” en la r., que no conocerá
deterioro ni corrupción. La r., pues, hace énfasis en el
retorno a la vida del todo del hombre, en alma y cuerpo.
No se debe pensar que en el AT no se tuviera ninguna
noción sobre la vida después de la •muerte. Job habla
de una vida posterior (“Yo sé que mi Redentor vive, y al
fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha
esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” [Dan 12:2 :
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra
serán despertados, unos para vida eterna, y otros para
vergüenza y confusión perpetua”.
pensamiento hebreo sobre el destino de los hombres
después de la muerte fue evolucionando hasta llegar a
algunos atisbos de la doctrina de la r. en la literatura
apócrifa y pseudoepigráfica. ( •Apócrifos y
pseudoepigráficos del AT, Libros). Así, en 2 Macabeos,
cuando se refiere la muerte de unos mártires judíos,
éstos hablan de una r. (“... y cuando estaba ya para
expirar, dijo: Tú, ¡oh perversísimo príncipe!, nos quitas
la vida presente; pero el rey del universo nos resucitará
algún día para la vida eterna, por haber muerto en
defensa de sus leyes”[2Ti 1:10)
el NT la palabra que se usa es anastasia. Se registra en
los Evangelios las diferentes opiniones que se tenían
entre los judíos acerca del tema. En el pueblo había,
como se ha dicho, cierta idea sobre la r., porque el
Señor Jesús hablaba de ella en una forma que da a
entender que su auditorio sabía a qué se refería. En
efecto, dos de las principales sectas de los judíos, los
fariseos y los saduceos, discutían mucho sobre el
particular. Los fariseos creían en la r., y en que Dios
daba recompensas en esta vida y en la posterior (“los
fariseos afirman estas cosas” [Mat 22:29-32).
tema de la r., entonces, aunque se conocía y se discutía
sobre él, no estaba muy claro en la mente de los sabios
de aquella época. Los mismos discípulos, cuando el
Señor les hablaba de que tendría que morir y resucitar,
“guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería
aquello de resucitar de los muertos” (Hch 2:32]).
la enorme trascendencia del hecho de la r. del Señor
Jesús, desde el principio se han realizado esfuerzos por
negarla de diversas maneras. Los líderes religiosos
judíos propalaron la especie de que habían venido sus
discípulos y habían robado el cuerpo (“Este dicho se ha
divulgado entre los judíos hasta el día de hoy” [1Co
15:20).
r. de Cristo es la garantía de que aquellos que creen en
él también resucitarán (“Yo soy la r. y la vida; el que
cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” [1Co 15:13-14).
que debe también pensarse con mucha seriedad es el
hecho de que la r. no será exclusivamente para los
creyentes. Todos resucitarán. Lo que aparece en Jua
5:28-29 (“... porque vendrá hora cuando todos los que
están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo
bueno, saldrán a r. de vida; mas los que hicieron lo
malo, a r. de condenación”).
Resurrección - Diccionario de Jerusalen
Los israelitas creían firmemente que Yahvéh tiene poder
sobre el seol (Dt 32,22 Is 7,11 Am 9,2 Sal 139,8 Job
26,6 Prov 15,11). Por eso se atribuye a Yahvéh el poder
de librar a uno del reino de los muertos. Es verdad que
muchas veces «librar a uno del reino de los muertos» no
significa más que librarlo de un peligro de muerte (Sal
30,4 86,13 Eclo 51,2). Pero en otros lugares se da
evidentemente a entender que Yahvéh libra del seol a
los muertos (sobre todo: Sab 16,13; cf. también 1Sam
2,6 Tob 13,12). En el AT se cuentan dos resurrecciones
de muertos: por la oración de Elías, Yahvéh resucita al
hijo de la viuda de Sareftá (1Re 17,17-24) y, por la
oración de Eliseo, al hijo de la viuda de Sunam (2Re
4,32-37).
Resurrección - Diccionario Mundo Hispano
(gr., anastasis, levantamiento, egersis, un levantarse).
Es un regreso a la vida posterior a la muerte. El negar la
resurrección es, en el pensamiento bíblico, el negar
cualquiera inmortalidad digna del carácter de nuestra fe
en Dios (Rev 6:9-11).
En el AT, el pasaje más explícito sobre la resurrección es
Job 19:23-27).
La doctrina de la resurrección consta claramente en su
forma más sencilla en las palabras de Pablo ante la corte
de ley romana presidida por Félix (Rev 20:4-15.
En las palabras de Jesús, la única alusión clara a la
doble resurrección se encuentra en Rev 20:4-15).
Resurrección - Diccionario Pastoral
Victoria del hombre sobre la muerte, recuperando la
vida para siempre también en su dimensión corporal. Es
obra exclusiva de Dios, afirmada ya en el AT [Dan_12,2-
3]; [2Mac_7,9-14]. La creencia en la resurrección,
compartida por los ambientes más religiosos del tiempo
de Jesús [Jn_11,24]; ver [Mc_12,18], [He_23,6-8],
recibe el espaldarazo definitivo con la resurrección del
propio Jesucristo [Mt_28,6]; [Mc_16,6]; [Lc_24,6];
[Jn_20,8-9]; [He_2,24]; [He_3,15]; [He_4,10]...;
[Rom_6,4]; [1Cor_15,4]; [1Cor_15,20]; [1Pe_1,21].
Jesucristo se proclama a sí mismo como «la resurrección
y la vida» [Jn_11,25], afirma contundentemente la
resurrección de todos los hombres [Mc_12,25-27];
[Jn_5,28-29]; [Jn_6,39-40]; [Jn_6,54], realiza
resurrecciones provisionales como signo de la
resurrección definitiva [Mt_9,23-25]; [Lc_7,12-15];
[Jn_11,38-44] y es presentado por los autores del NT
como fundamento, primicia y modelo de la resurrección
de los cristianos [Rom_6,5-8]; [Rom_8,11];
[1Cor_6,14]; [1Cor_15,12]; [2Cor_4,14]; [Ef_2,5-6];
[Flp_3,10-11]; [Col_1,18], [1Tes_4,14-16].
Resurrección - Diccionario Biblico Torres Amat
En el antiguo testamento se proclama al Dios viviente.
La expresión Yo soy el que soy se puede entender como
Yo soy el que hago vivir. Ex 3,14-15. Los Salmos están
llenos de expresiones que cantan al Dios de la vida y
suplican que aleje las calamidades que puedan causar la
muerte. Israel, sometido a duras pruebas como el
destierro, siente la necesidad de que Dios realice una
resurrección colectiva, para que el pueblo vuelva a su
esplendor. Es impresionante el relato de los huesos
secos que se convierten en un pueblo inmenso en
marcha. Ez 37, 1-14. Ante la dura realidad de la
persecución y el martirio, el libro de los Macabeos
proclama la fe en la resurrección de los individuos. 2
Mac 7,9-14. La verdad fundamental del nuevo
testamento es la resurrección de Jesucristo. El anunció
su muerte y su resurrección. Mar 8,31; Mat 12,40; Jn
2,19. Los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles
recogen los testimonios de quienes han visto vivo, al
que había muerto. Mar 16,14; Luc 24,21-24; Hech
13,31. La presentación que hacen los Evangelios de
Jesucristo es fruto de una fe pascual: la proclamación de
Jesús como Salvador en definitiva descansa en que Él
resucitó y que venció a la muerte. Rom 6,4-11. El
anuncio fundamental de la fe cristiana, llamado
kerygma, se encierra en una breve fórmula que, entre
otros lugares, se encuentra en 1 Cor 15, 3-4 Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
Fue sepultado y resucitó al tercer día, según las mismas
Escrituras. La vida cristiana participa de la fuerza de
Cristo resucitado. Muertos por el bautismo, hemos
resucitado con Él a una vida nueva. Rom 6,4; Col 2,12.
Esta verdad tiene sus consecuencias en el orden moral.
Ef 5,14; Col 3,1. Es fuente de esperanza en que se
manifestará claramente lo que es todavía un misterio.
Rom 8,23; 2 Cor 5,5
Resurrección - Dicionario Biblico Adventista
Resurrección (gr. anástasis, 'levantarse', 'resurrección';
exanástasis, 'levantarse de [la tumba]'; éguersis,
'levantarse', 'resurrección'). Restauración de la vida,
junto con la plenitud del ser y la personalidad, posterior
a la muerte. El efecto final del pecado es la muerte (), y
'todos pecaron' (3:23); la salvación del pecado es la
vida eterna (-17). Pero una vez que ocurrió la muerte,
debe haber una resurrección de los muertos, para que el
que encontró la liberación del pecado mediante
Jesucristo pueda tener vida eterna. Por ello, el cristiano
devoto pone la mira en la 'esperanza de la vida eterna'
prometida 'antes del principio de los siglos' (Tit. 1:2; cf
3:7). Por cuanto no se la explícita en ninguno de los 5
libros de Moisés, los saduceos rechazaron la doctrina de
la resurrección (; ). Por otro lado, los fariseos y otros
judíos generalmente creían en 'una resurrección de los
muertos, así de justos como de injustos' (; cf 23:6-8).
Aunque está mencionada implícitamente, y algunas
veces también explícitamente (Job 14:13-15; 19:25-27;
; 17:15; 49:15; 73:24; ; ), no fue hasta tiempos del NT
cuando la resurrección de Jesucristo hizo de la doctrina
una realidad concreta, y la enseñanza sobre este
importantísimo tema llegó a ser clara y completa (-56; -
17; -6, 11-15; cf -33; -29; 11:23-26). En realidad, sin
la esperanza de la resurrección, todo el andamiaje de la
fe cristiana se desploma (-19). La declaración de Isaías:
'Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán' (), es la
1ª declaración clara y sin ambigüedades con respecto a
la resurrección como tal, aun cuando Job, mucho antes,
había esperado con fe y esperanza este gran evento
(Job 14:13-17; 19:25-27). La 1ª afirmación explícita de
que algunos impíos, por lo menos, como también
algunos justos, se levantarán de la muerte se encuentra
en Comparado con el NT, el AT tiene pocas y muy
breves referencias al tema, sin duda porque esta gran
verdad no fue claramente comprendida antes que la
resurrección de nuestro Señor demostrara la posibilidad
y la realidad de la resurrección. Jesús siempre destacó
en sus enseñanzas la vida futura como premio por el
bien hacer (: 25:31-46; -31; etc.). Al dirigirse a un
fariseo explicó que la recompensa por un interés
compasivo ante las necesidades de sus semejantes la
concretaría Dios 'en la resurrección de los justos' (- 14).
Hablando a algunos dirigentes judíos declaró que
vendría la hora en que 'los muertos oirán la voz del Hijo
de Dios: y los que la 986 oyeren vivirán' (). En realidad,
'todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los
que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida;
mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación' (vs 28, 29). La certeza de la resurrección
de Cristo dio poder y precisión a la predicación del
evangelio (cf , 11). Pedro afirmó que 'la resurrección de
Jesucristo de los muertos' produce 'una esperanza viva'
en los creyentes (). Los apóstoles se consideraron
ordenados para ser testigos 'de su resurrección' (), y
basaron sus enseñanzas de ella sobre las predicciones
mesiánicas del AT (2:31). Fue su conocimiento personal
de 'la resurrección del Señor Jesús' lo que dio 'gran
poder' a su testimonio (4:33). Los apóstoles despertaron
la oposición de los dirigentes judíos cuando salieron a
predicar 'en Jesús la resurrección de entre los muertos'
(v 2). Para los filosóficos griegos la idea de una
'resurrección de los muertos' era locura (17:18, 32).
Cuando fue llevado ante el Sanedrín, Pablo declaró que
por causa de su 'esperanza y de la resurrección de los
muertos' se lo juzgaba (23:6; cf 24:21). A los romanos,
Pablo escribió que Jesucristo fue 'declarado Hijo de Dios
con poder... por la resurrección de entre los muertos' ().
En el bautismo, explicó, el cristiano da testimonio de su
fe en la resurrección de Cristo (6:4, 5). El gran capítulo
sobre el tema en el NT se encuentra en 1Co_15 Allí
Pablo trata extensamente acerca de su certeza y su
importancia vital en la creencia y la fe cristianas (vs 1-
22), de la época del suceso (v 23), y de la forma (vs 35-
56). Comienza su estudio enumerando los testigos de la
resurrección de nuestro Señor (vs 4-8), y sigue
mostrando que el evangelio de Cristo sería totalmente
vano y la fe cristiana también vana (v 14) 'si Cristo no
resucitó' y 'si no hay resurrección de los muertos' (vs
14, 13). Afirma que los justos vuelven a la vida sobre la
base de la anterior de Cristo, siendo aquello tan seguro
como ésta (vs 13-22). 'Los que son de Cristo' serán
'vivificados' 'en su venida' (vs 23, 22). Afirma que el
cuerpo resucitado será un 'cuerpo espiritual', que
diferirá en ciertos aspectos esenciales de nuestro cuerpo
actual, pero que de todos modos será real (vs 35-44,
49, 50). En los vs 51-54 enseña que el cambio de
mortalidad a inmortalidad ocurrirá en la resurrección y
será instantáneo. Juan el Revelador habla de que los
justos muertos vuelven a la vida y reinan con Cristo
durante 1.000 años (-6), y que los impíos muertos
resurgen al final del milenio (vs 5, 12, 13) para
comparecer en el juicio ante Dios (vs 11, 13, 15).
Véanse Alma; Milenio; Muerte. Bib.: FJ-AJ xviii. 1.4.
Retama. Traducción del: 1. Heb. arâr, quizás una
especie de junípero, en vez de la retama verdadera, la
mayoría de cuyas variedades no se ven en Palestina ().
Este junípero, o cedro de bayas pardas, es una planta
que rara vez alcanza una altura de más de 6 m aun en
las mejores tierras. Generalmente se lo encuentra en las
partes estériles y rocosas de los desiertos o en vallecitos
montañosos inaccesibles. La apariencia del arbusto y su
hábitat sirven como una poderosa ilustración de la
desolación que experimenta quien pone su confianza en
el hombre. 2. Heb. arôêr, 'Aroer', o 'junípero' (véase
arriba; ); sin embargo, la LXX traduce 'asno silvestre' el
heb. arôd, que en el contexto resulta más apropiada y
que la BJ incorpora ('onagro'). Algunos eruditos creen
ver en arâr y arôêr al Juniperus phoenicia, un arbusto
que forma grupos de plantas en las regiones desérticas
de Sinaí y Edom (; 48:6). Sus hojas son diminutas,
como laminitas delgadas, y tiene pequeños conos
redondos de color tostado. Algunos investigadores lo
confundieron con el brezo, pero ningún brezal crece en
el desierto. 3. Heb. rôthem, un arbusto cupresáceo
(también llamado enebro*) de ramas muy abiertas,
hojas punzantes en verticilos triples y gálbulas carnosas
con semillas del tamaño de un guisante. Bib.: PB 121,
122.

Resurrección - Diccionario Perspicacia


La palabra griega a·ná·sta·sis, que significa literalmente
“levantamiento; alzamiento”, se emplea con frecuencia
en las Escrituras Griegas Cristianas para referirse a la
resurrección de los muertos. El apóstol Pablo citó unas
palabras de las Escrituras Hebreas —Oseas 13:14— que
indican que se abolirá la muerte y se dejará sin poder al
Seol (heb. sche´óhl; gr. hái·des). (1Co 15:54, 55.)
Algunas versiones traducen el término sche´óhl por
“sepultura” y “hoyo”. Las Escrituras dicen que es el lugar
adonde van los muertos. (Gé 37:35; 1Re 2:6; Ec 9:10.)
Los usos de este término en las Escrituras Hebreas y los
de su equivalente hái·des en las Escrituras Griegas
Cristianas muestran que no se refiere a una sepultura
individual, sino a la sepultura común de toda la
humanidad. (Eze 32:21-32; Rev 20:13; véanse HADES;
SEOL.) Dejar sin poder al Seol significaría liberar a los
que están en él, es decir, vaciar la sepultura común de
la humanidad. Por supuesto, esto requeriría una
resurrección, es decir, que se levantara de su condición
inanimada de muerte o de la sepultura a los que están
allí.
Por medio de Jesucristo. Lo expuesto indica que en las
Escrituras Hebreas aparece la enseñanza de la
resurrección. Sin embargo, quedó en manos de
Jesucristo el “[arrojar] luz sobre la vida y la incorrupción
mediante las buenas nuevas”. (2Ti 1:10.) Jesús dijo: “Yo
soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre
sino por mí”. (Jn 14:6.) Por medio de las buenas nuevas
acerca de Jesucristo, se aclaró cómo vendría la vida
eterna y, más aún, cómo recibirían algunos incorrupción.
El apóstol afirma que la resurrección es una esperanza
segura, y arguye: “Ahora bien, si de Cristo se está
predicando que él ha sido levantado de entre los
muertos, ¿cómo dicen algunos entre ustedes que no hay
resurrección de los muertos? Realmente, si no hay
resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado
Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra
predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en
vano. Además, también se nos halla falsos testigos de
Dios, porque hemos dado testimonio contra Dios de que
él levantó al Cristo, pero a quien no levantó si los
muertos verdaderamente no han de ser levantados. [...]
Además, si Cristo no ha sido levantado, la fe de ustedes
es inútil; todavía están en sus pecados. [...] Sin
embargo, ahora Cristo ha sido levantado de entre los
muertos, las primicias de los que se han dormido en la
muerte. Pues, dado que la muerte es mediante un
hombre, la resurrección de los muertos también es
mediante un hombre”. (1Co 15:12-21.)

El propio Cristo resucitó a varias personas cuando


estuvo en la Tierra. (Lu 7:11-15; 8:49-56; Jn
11:38-44.) La resurrección seguida de vida eterna solo
será posible mediante él. (Jn 5:26.)

Un firme propósito de Dios. Jesucristo señaló a los


saduceos, una secta que no creía en la resurrección, que
los escritos de Moisés registrados en las Escrituras
Hebreas —Escrituras que ellos poseían y en las que
afirmaban creer— prueban que hay una
resurrección; alegó que cuando Jehová dijo que
era “el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob”, personajes que en realidad estaban
muertos, indicó que para Él era como si aquellos
hombres estuvieran vivos, porque Él, “el Dios, no de
los muertos, sino de los vivos”, se proponía
resucitarlos. Mediante su poder, Dios “vivifica a
los muertos y llama las cosas que no son como si
fueran”.
Pablo subraya este hecho cuando habla de la fe de
Abrahán. (Mt 22:23, 31-33; Ro 4:17.)
Dios tiene el poder de resucitar. Para Aquel que tiene el
poder de crear al hombre a su propia imagen, con un
cuerpo perfecto y con el potencial de expresar a plenitud
las maravillosas características implantadas en la
personalidad humana, no supone ningún problema
insuperable resucitar a una persona. Si el hombre puede
grabar y conservar en una videocinta las imágenes y
sonidos de una escena y luego reproducirla gracias a los
principios científicos que Dios ha creado, ¡cuánto más
fácil será para el gran Soberano Universal y Creador
resucitar a una persona reproduciendo la misma
personalidad en un cuerpo recién formado! Con respecto
a la revivificación de las facultades reproductivas de
Sara en su edad avanzada, el ángel dijo: “¿Hay cosa
alguna demasiado extraordinaria para Jehová?”. (Gé
18:14; Jer 32:17, 27.)
Cómo surgió la necesidad de la resurrección. En el
principio no era necesaria la resurrección, no era parte
del propósito original de Dios para la humanidad, puesto
que a los hombres no se les había creado para morir. El
propósito de Dios, según Él mismo indicó, era llenar la
Tierra de seres humanos vivos, no de una raza que se
deteriorara y muriera. Su obra era perfecta, y, por ende,
sin defecto, imperfección ni enfermedad. (Dt 32:4.)
Jehová bendijo a la primera pareja humana y le dijo que
se multiplicara y llenara la tierra. (Gé 1:28.) Esta
bendición excluía la enfermedad y la muerte; Dios no
fijó una duración limitada de vida para el hombre, sino
que le dijo que moriría si desobedecía. De modo que si
no desobedecía, viviría para siempre. Por su
desobediencia, incurriría en el disfavor de Dios, perdería
su bendición y se acarrearía una maldición. (Gé 2:17;
3:17-19.)
Por consiguiente, la muerte se introdujo en la raza
humana por la transgresión de Adán. (Ro 5:12.) Debido
al pecado de su padre y a la imperfección resultante, la
descendencia de Adán no podía heredar de él la vida
eterna, ni siquiera la esperanza de vivir para siempre.
Jesús dijo que ‘un árbol podrido no puede producir fruto
excelente’. (Mt 7:17, 18; Job 14:1, 2.) El concepto de la
resurrección fue necesario, o se añadió, para superar
esta incapacidad que tendrían los hijos de Adán que
desearan obedecer a Dios.
El propósito de la resurrección. La resurrección no solo
muestra el poder y la sabiduría ilimitados de Jehová,
sino también su amor y misericordia, y lo vindica,
además, como Aquel que conserva la vida de los que le
sirven. (1Sa 2:6.) Como tiene el poder de resucitar,
puede llegar al punto de mostrar que sus siervos le
serán fieles hasta la mismísima muerte, y puede así
responder a la acusación de Satanás que aseveraba:
“Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene
lo dará en el interés de su alma”. (Job 2:4.) Jehová
puede permitir que Satanás llegue hasta el extremo de
matar a algunos en un esfuerzo vano por apoyar sus
falsas acusaciones. (Mt 24:9; Rev 2:10; 6:11.) El hecho
de que los siervos de Jehová estén dispuestos a
entregar la vida en Su servicio prueba que no le sirven
por razones egoístas, sino por amor. (Rev 12:11.)
También prueba que reconocen a Jehová como el
Todopoderoso, el Soberano Universal y el Dios de amor
que es capaz de resucitarlos. Prueba, en definitiva, que
rinden devoción exclusiva a Jehová por sus maravillosas
cualidades, no por razones materiales egoístas.
(Considérense algunas exclamaciones de los siervos de
Dios registradas en Ro 11:33-36; Rev 4:11; 7:12.)
Además, la resurrección es un medio del que se vale
Jehová a fin de que se lleve a cabo su propósito para la
Tierra, según le había declarado a Adán. (Gé 1:28.)
Esencial para la felicidad del hombre. La resurrección de
los muertos, una bondad inmerecida de parte de Dios,
es esencial para la felicidad de la humanidad y para
reparar todo el daño, sufrimiento y opresión que le ha
sobrevenido a la raza humana como resultado de la
imperfección y las enfermedades, las guerras que ha
peleado, los asesinatos y las acciones inhumanas
cometidas por los inicuos a instigación de Satanás el
Diablo. No podemos ser totalmente felices si no creemos
en una resurrección. El apóstol Pablo expresó este
sentimiento en las siguientes palabras: “Si solo en esta
vida hemos esperado en Cristo, de todos los hombres
somos los más dignos de lástima”. (1Co 15:19.)
¿Cuándo se dio por primera vez la esperanza de la
resurrección? Después que Adán pecó y como
consecuencia se acarreó la muerte a sí mismo y la
introdujo entre sus futuros descendientes, Dios dijo a la
serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y
entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te
magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón”.
(Gé 3:15.)
El que causó originalmente la muerte tiene que ser
eliminado. Jesús dijo a los judíos religiosos que se
oponían a él: “Ustedes proceden de su padre el Diablo, y
quieren hacer los deseos de su padre. Ese era homicida
cuando principió, y no permaneció firme en la verdad,
porque la verdad no está en él”. (Jn 8:44.) Estas
palabras prueban que fue el Diablo quien habló por
medio de la serpiente, y que fue un homicida desde el
principio de su proceder mentiroso y diabólico. En la
visión que posteriormente Cristo dio a Juan, reveló que
a Satanás el Diablo también se le llama “la serpiente
original”. (Rev 12:9.) Satanás se apoderó de la
humanidad, pues al inducir a Adán a rebelarse contra
Dios, consiguió tener bajo su influencia a los hijos de
Adán. De modo que en la primera profecía, registrada
en Génesis 3:15, Jehová dio la esperanza de que esta
serpiente sería eliminada. (Compárese con Ro 16:20.)
No solo se aplastará a Satanás la cabeza, sino que se
desbaratarán, destruirán o desharán todas sus obras.
(1Jn 3:8; NM, BAS, CI.) El cumplimiento de esta
profecía exige que se anule la muerte adámica, lo que
implica una resurrección de los descendientes de Adán
que están en el Seol (Hades) como resultado de los
efectos heredados del pecado. (1Co 15:26.)
La esperanza de libertad implica una resurrección. El
apóstol Pablo habla de la situación que Dios permitió
que existiese después que el hombre pecó, así como del
propósito que tuvo al permitirla: “Porque la creación fue
sujetada a futilidad [por haber nacido todos en pecado y
haber sido condenados a la muerte], no de su propia
voluntad [a los hijos de Adán se les trajo al mundo en
esta situación, aunque no lo habían elegido ni podían
cambiar lo que Adán había hecho], sino por aquel [Dios,
en su sabiduría] que la sujetó, sobre la base de la
esperanza de que la creación misma también será
libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la
gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Ro 8:20, 21; Sl
51:5.) Con el fin de experimentar el cumplimiento de
esta esperanza de gloriosa libertad, los que han muerto
tendrían que ser resucitados, libertados de la muerte y
de la sepultura. Así que mediante su promesa de una
“descendencia” venidera que aplastaría la cabeza de la
serpiente, Dios colocó una maravillosa esperanza ante la
humanidad. (Véase DESCENDENCIA, SEMILLA.)
El fundamento de la fe de Abrahán. Del registro bíblico
se desprende que cuando Abrahán intentó ofrecer a su
hijo Isaac, tenía fe en el poder y el propósito de Dios de
levantar a los muertos. Como se declara en Hebreos
11:17-19, recibió a Isaac de entre los muertos “a
manera de ilustración”. (Gé 22:1-3, 10-13.) El
fundamento de la fe de Abrahán en una resurrección era
la promesa que Dios le había hecho en cuanto a la
“descendencia”. (Gé 3:15.) Además, tanto Abrahán
como Sara ya habían experimentado algo comparable a
una resurrección cuando Dios revivificó sus facultades
reproductivas. (Gé 18:9-11; 21:1, 2, 12; Ro 4:19-21.)
Job expresó una fe similar al decir cuando sufría
intensamente: “¡Oh que en el Seol me ocultaras, [...]
que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí!
Si un hombre físicamente capacitado muere, ¿puede
volver a vivir? [...] Tú llamarás, y yo mismo te
responderé. Por la obra de tus manos sentirás anhelo”.
(Job 14:13-15.)
Resurrecciones anteriores al rescate. Los profetas Elías y
Eliseo resucitaron a algunas personas. (1Re 17:17-24;
2Re 4:32-37; 13:20, 21.) Sin embargo, los resucitados
volvieron a morir, al igual que les ocurrió a los que
resucitó Jesús cuando estuvo en la Tierra y a los que
posteriormente resucitaron los apóstoles. Esto muestra
que la resurrección no siempre es para vida eterna.
Puesto que Jesús había resucitado a su amigo Lázaro, es
posible que este estuviera vivo para el Pentecostés de
33 E.C., cuando se derramó el espíritu santo y se ungió
y engendró por espíritu (Hch 2:1-4, 33, 38) a los
primeros en recibir el llamamiento celestial. (Heb 3:1.)
Aunque la resurrección de Lázaro fue parecida a la que
realizaron los profetas Elías y Eliseo, probablemente le
dio la oportunidad de recibir una resurrección como la
de Cristo, que de otro modo no hubiera tenido. ¡Cuánto
amor demostró Jesús con esta acción! (Jn 11:38-44.)
“Una resurrección mejor.” Pablo dice sobre ciertas
personas fieles de tiempos antiguos: “Hubo mujeres que
recibieron a sus muertos por resurrección; pero otros
hombres fueron atormentados porque rehusaron aceptar
la liberación por algún rescate, con el fin de alcanzar
una resurrección mejor”. (Heb 11:35.) Estos hombres
demostraron su fe en la esperanza de la resurrección,
pues sabían que la vida que tenían en aquel tiempo no
era lo más importante. La resurrección que estas y otras
personas experimentaron mediante Cristo tiene lugar
después de la resurrección de este y su comparecencia
en el cielo ante su Padre con el valor de su sacrificio de
rescate. En ese tiempo, recompró el derecho a la vida de
la raza humana, y pasó a ser el “Padre Eterno” en
potencia. (Heb 9:11, 12, 24; Isa 9:6.) Él es “un espíritu
dador de vida”. (1Co 15:45.) Tiene “las llaves de la
muerte y del Hades [Seol]”. (Rev 1:18.) Con la
autoridad que ahora tiene de conceder vida eterna, al
debido tiempo de Dios llevará a cabo una “resurrección
mejor”, pues los que la experimenten podrán vivir para
siempre, sin que tengan que volver a morir
inevitablemente. Si son obedientes, continuarán
viviendo.
Resurrección celestial. A Jesucristo se le llama “el
primogénito de entre los muertos” (Col 1:18), porque
fue el primero en ser resucitado para vida eterna. Su
resurrección fue “en el espíritu”, es decir, para vivir en
el cielo. (1Pe 3:18.) Además, cuando se le resucitó, se le
concedió una forma superior de vida y una posición
superior a la que había tenido en los cielos antes de
venir a la Tierra. Recibió inmortalidad e incorrupción,
algo que ninguna criatura carnal puede tener, y fue
hecho “más alto que los cielos”, para ocupar, después
de Jehová Dios, la posición más alta del universo. (Heb
7:26; 1Ti 6:14-16; Flp 2:9-11; Hch 2:34; 1Co 15:27.)
Fue el propio Jehová Dios quien lo resucitó. (Hch 3:15;
5:30; Ro 4:24; 10:9.)
Sin embargo, durante los cuarenta días que siguieron a
su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos en
diferentes ocasiones y con diversos cuerpos carnales, tal
como algunos ángeles habían hecho para aparecerse a
ciertos hombres de tiempos antiguos. Al igual que
aquellos ángeles, Jesús tenía el poder de formar y
desintegrar esos cuerpos a voluntad con el fin de probar
visiblemente que había sido resucitado. (Mt 28:8-10,
16-20; Lu 24:13-32, 36-43; Jn 20:14-29; Gé 18:1, 2;
19:1; Jos 5:13-15; Jue 6:11, 12; 13:3, 13.) Las muchas
veces que se apareció, especialmente aquella en la que
se manifestó ante más de 500 personas, constituyen un
testimonio convincente de que verdaderamente resucitó.
(1Co 15:3-8.) Por ello, su resurrección está muy bien
atestiguada y proporciona “a todos los hombres una
garantía” de que en el futuro habrá un día de juicio o
ajuste de cuentas. (Hch 17:31.)
La resurrección de los “hermanos” de Cristo. Los que
son “llamados y escogidos y fieles”, seguidores de las
pisadas de Cristo, sus “hermanos”, que han sido
engendrados espiritualmente como “hijos de Dios”, han
recibido la promesa de una resurrección como la de
Cristo. (Rev 17:14; Ro 6:5; 8:15, 16; Heb 2:11.) El
apóstol Pedro escribió lo siguiente a sus compañeros
cristianos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, porque, según su gran misericordia,
nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e
inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes”.
(1Pe 1:3, 4.)
Pedro también dijo que la esperanza que poseen son
“preciosas y grandiosísimas promesas, para que por
estas [...] lleguen a ser partícipes de la naturaleza
divina”. (2Pe 1:4.) Los “hermanos” de Cristo tienen que
experimentar un cambio de naturaleza, de humana a
“divina”, a fin de participar con él en su gloria. Han de
pasar por una muerte como la de Cristo —manteniendo
integridad y renunciando para siempre a la vida humana
— para luego recibir por medio de la resurrección un
cuerpo inmortal e incorruptible como el de él. (Ro 6:3-5;
1Co 15:50-57; 2Co 5:1-3.) El apóstol Pablo explica que
no se resucita el cuerpo; asemeja esa experiencia a una
semilla que se planta y brota, pues “Dios le da un
cuerpo así como le ha agradado”. (1Co 15:35-40.) Dios
resucita al alma, a la persona, con un cuerpo adecuado
para el ámbito en el que resucita.
En el caso de Jesucristo, entregó su vida humana como
sacrificio de rescate en beneficio de la humanidad. El
escritor cristiano del libro de Hebreos aplica a Jesús el
Salmo 40, y dice que cuando vino al “mundo” como el
Mesías de Dios, dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste,
pero me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.) El propio
Jesús comentó: “De hecho, el pan que yo daré es mi
carne a favor de la vida del mundo”. (Jn 6:51.) De esto
se desprende que Cristo no podía volver a recibir su
cuerpo cuando resucitase y retirar así el sacrificio que
había ofrecido a Dios en favor de los hombres. Además,
ya no tenía que vivir más en la Tierra. Su “casa” está en
los cielos, con su Padre, quien no es de carne, sino un
espíritu. (Jn 14:3; 4:24.) Por lo tanto, Jesucristo recibió
un glorioso cuerpo inmortal e incorruptible, porque “él
es el reflejo de [la] gloria [de Jehová] y la
representación exacta de su mismo ser, y sostiene todas
las cosas por la palabra de su poder; y después de
haber hecho una purificación por nuestros pecados se
sentó a la diestra de la Majestad en lugares
encumbrados. De modo que ha llegado a ser mejor que
los ángeles [que son poderosas personas celestiales], al
grado que ha heredado un nombre más admirable que el
de ellos”. (Heb 1:3, 4; 10:12, 13.)
Los hermanos fieles de Cristo, que se unen a él en los
cielos, renuncian a la vida humana. El apóstol Pablo
muestra que habrán de tener un nuevo cuerpo
transformado, o amoldado, para su nueva existencia:
“En cuanto a nosotros, nuestra ciudadanía existe en los
cielos, lugar de donde también aguardamos con intenso
anhelo a un salvador, el Señor Jesucristo, que amoldará
de nuevo nuestro cuerpo humillado para que se
conforme a su cuerpo glorioso, según la operación del
poder que él tiene”. (Flp 3:20, 21.)
Cuándo acontece la resurrección celestial. La
resurrección celestial de los coherederos de Cristo da
comienzo después que Jesucristo regresa en gloria
celestial para dar atención, en primer lugar, a sus
hermanos espirituales. Al propio Cristo se le llama “las
primicias de los que se han dormido en la muerte”.
Luego Pablo dice que cada uno será resucitado según su
propia categoría: “Cristo las primicias, después los que
pertenecen al Cristo durante su presencia”. (1Co 15:20,
23.) Estos, como “la casa de Dios”, han estado bajo
juicio durante su derrotero de vida cristiano, empezando
con los primeros de ellos en Pentecostés. (1Pe 4:17.)
Son “ciertas [literalmente, “algunas”] primicias”. (Snt
1:18, Besson; Rev 14:4.) A Jesucristo se le puede
comparar a las primicias de la cebada que los israelitas
ofrecían el 16 de Nisán (“Cristo las primicias”), y a sus
hermanos espirituales como “primicias” (“ciertas
primicias”) se les puede comparar a las primicias del
trigo que se ofrecían en el día del Pentecostés, el día
quincuagésimo a partir del 16 de Nisán. (Le 23:4-12,
15-20.)
Como los fieles ungidos han estado bajo juicio, cuando
Cristo regresa es el tiempo para darles la recompensa,
como prometió a sus once apóstoles fieles la noche
antes de morir: “Voy a preparar un lugar para ustedes.
También, [...] vengo otra vez y los recibiré en casa a mí
mismo, para que donde yo estoy también estén
ustedes”. (Jn 14:2, 3; Lu 19:12-23; compárese con 2Ti
4:1, 8; Rev 11:17, 18.)
“Las bodas del Cordero.” A estos cristianos como cuerpo
se les llama su “esposa” (en perspectiva). (Rev 21:9.)
Están prometidos a él en matrimonio y deben ser
resucitados para vida en los cielos a fin de tomar parte
en “las bodas del Cordero”. (2Co 11:2; Rev 19:7, 8.)
Esta era la resurrección que esperaba el apóstol Pablo,
una resurrección celestial. (2Ti 4:8.) Para el tiempo de
la “presencia” de Cristo, todavía están en la Tierra
algunos de sus hermanos espirituales, “invitados a la
cena de las bodas del Cordero”, pero los de ese grupo
que ya han muerto reciben el galardón en primer lugar
por medio de una resurrección. (Rev 19:9.) Este hecho
se explica en 1 Tesalonicenses 4:15, 16: “Porque esto
les decimos por palabra de Jehová: que nosotros los
vivientes que sobrevivamos hasta la presencia del Señor
no precederemos de ninguna manera a los que se han
dormido en la muerte; porque el Señor mismo
descenderá del cielo con una llamada imperativa, con
voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los que están
muertos en unión con Cristo se levantarán primero”.
Pablo añade a continuación: “Después nosotros los
vivientes que sobrevivamos seremos arrebatados,
juntamente con ellos, en nubes al encuentro del Señor
en el aire; y así siempre estaremos con el Señor”. (1Te
4:17.) De modo que cuando la muerte da fin a su
carrera fiel en la Tierra, los restantes invitados a “la
cena de las bodas del Cordero” son resucitados
inmediatamente para unirse a sus compañeros de la
clase de la novia en los cielos. No se ‘duermen en la
muerte’ en el sentido de tener que aguardar su
resurrección durante un largo sueño, como fue el caso
de los apóstoles, sino que cuando mueren, son
“cambiados, en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos, durante la última trompeta. Porque sonará la
trompeta, y los muertos serán levantados incorruptibles,
y nosotros seremos cambiados”. (1Co 15:51, 52.) De
todos modos, “las bodas del Cordero” no tendrán lugar
hasta después que se haya ejecutado juicio sobre
“Babilonia la Grande”. (Rev 18.) Tras describir la
destrucción de esta “gran ramera”, Revelación 19:7
dice: “Regocijémonos y llenémonos de gran gozo, y
démosle la gloria, porque han llegado las bodas del
Cordero, y su esposa se ha preparado”. Una vez que
todos los 144.000 sean finalmente aprobados y
“sellados” como fieles y resucitados a los cielos, las
bodas podrán realizarse.
Primera resurrección. En Revelación 20:5, 6 se llama
“primera resurrección” a la resurrección de los que
reinarán con Cristo. El apóstol Pablo también se refiere a
ella como “la resurrección más temprana de entre los
muertos [literalmente, la fuera-resurrección la fuera de
los muertos]”. (Flp 3:11, NM; Rotherham [en inglés];
Int.) La obra Imágenes verbales en el Nuevo
Testamento (de Robertson, 1989, vol. 4, pág. 603) dice
sobre la expresión que Pablo utiliza en este versículo:
“Aparentemente, Pablo está aquí pensando sólo [en] la
resurrección de los creyentes de entre los muertos,
empleando por ello un doble ex [fuera] (ten exanastasin
ten ek nekron). Pablo no está negando una resurrección
general con este lenguaje, pero destaca la de los
creyentes”. La obra Commentaries (de Charles Ellicott,
1865, vol. 2, pág. 87) hace la siguiente observación
sobre Filipenses 3:11: “La resurrección de los muertos:
i. e., como sugiere el contexto, la primera resurrección
(Rev. XX. 5), cuando, en el advenimiento del Señor, los
muertos en Él se levantarán primero (1Tesalon. IV. 16),
y los vivos serán arrebatados para encontrarse con él en
las nubes (1Tes. IV. 17); compárese con Lucas XX. 35.
La primera resurrección incluirá solo a los verdaderos
creyentes, y al parecer precederá en el tiempo a la
segunda, la de los no creyentes e incrédulos. [...] Está
fuera de lugar en este pasaje toda referencia a una
resurrección meramente de tipo ético (Cocceius)”. Como
uno de los significados básicos de la palabra
e·xa·ná·sta·sis es la “acción de levantarse [de la cama
por la mañana]”, puede significar muy bien una
resurrección que ocurre temprano o, con otras palabras,
“la primera resurrección”. La traducción inglesa de
Rotherham lee en Filipenses 3:11: “Si de algún modo
puedo adelantar a la resurrección más temprana que es
de entre los muertos”.
Resurrección terrestre. Mientras Jesús colgaba del
madero, uno de los malhechores que estaban junto a él
comentó que Jesús no merecía tal castigo, y a
continuación le solicitó: “Acuérdate de mí cuando entres
en tu reino”. Jesús respondió: “Verdaderamente te digo
hoy: Estarás conmigo en el Paraíso”. (Lu 23:42, 43.)
Jesús le estaba diciendo en realidad: ‘En este día
sombrío, cuando el que yo pretenda tener un reino
parece muy improbable, tú expresas fe. Efectivamente,
cuando yo entre en mi reino, me acordaré de ti’. (Véase
PARAÍSO.) Esta promesa hacía necesario que el
malhechor resucitase. Este hombre no era un fiel
seguidor de Jesucristo. Había tenido una mala conducta,
había transgredido la Ley, por lo que merecía la pena de
muerte. (Lu 23:40, 41.) De modo que no podía esperar
que fuese a recibir la primera resurrección. Además,
murió cuarenta días antes de que Jesús ascendiera al
cielo y, por lo tanto, antes del Pentecostés, que se
celebró diez días después de la ascensión y fue cuando
Dios ungió por medio de Jesús a las primeras personas
que recibirían la resurrección celestial. (Hch 1:3; 2:1-4,
33.)
Jesús dijo que el malhechor estaría en el Paraíso. Esa
palabra significa “parque; jardín o finca de recreo”. En
Génesis 2:8, la Septuaginta traduce la palabra hebrea
para “jardín” (gan) por la griega pa·rá·dei·sos. El paraíso
en el que estará el malhechor no es el “paraíso de Dios”
que se promete en Revelación 2:7 “al que venza”, pues
el malhechor no había vencido al mundo con Jesucristo.
(Jn 16:33.) Por consiguiente, el malhechor no será
miembro del Reino celestial (Lu 22:28-30), sino que
será un súbdito de ese Reino cuando los que
experimentan la “primera resurrección” se sienten sobre
tronos para gobernar con Cristo mil años en calidad de
reyes establecidos de Dios y de Cristo. (Rev 20:4, 6.)
‘Los justos y los injustos.’ El apóstol Pablo dijo a un
grupo de judíos que también abrigaban la esperanza de
la resurrección: “Va a haber resurrección así de justos
como de injustos”. (Hch 24:15.)
La Biblia muestra con claridad quiénes son los “justos”.
Los primeros en ser declarados justos son los que van a
recibir una resurrección celestial. (Ro 8:28-30.)
La Biblia también llama justos a hombres fieles de la
antigüedad, como Abrahán. (Gé 15:6; Snt 2:21.)
Muchos de estos hombres se encuentran en la lista del
capítulo 11 de Hebreos, y el escritor dice de ellos: “Y, no
obstante, todos estos, aunque recibieron testimonio por
su fe, no obtuvieron el cumplimiento de la promesa,
puesto que Dios previó algo mejor para nosotros, para
que ellos no fueran perfeccionados aparte de nosotros”.
(Heb 11:39, 40.) De modo que se les perfeccionará
después que se perfeccione a los que tienen parte en “la
primera resurrección”.
Después está la gran muchedumbre, de la que se habla
en el capítulo 7 de Revelación, cuyos integrantes no
forman parte de los 144.000 “sellados”, y por
consiguiente no tienen la “prenda” del espíritu al no
haber sido engendrados por él. (Ef 1:13, 14; 2Co 5:5.)
Las Escrituras dicen que “salen de la gran tribulación”
como sobrevivientes de ella, lo que permite ubicar el
recogimiento de este grupo en los últimos días, poco
antes de esa tribulación. Estas personas son justas por
fe, y están vestidas con largas ropas blancas lavadas en
la sangre del Cordero. (Rev 7:1, 9-17.) No será
necesario resucitarlas como clase, pero Dios resucitará a
su debido tiempo a los fieles de ese grupo que mueran
antes de la gran tribulación.
Además, hay muchos “injustos” enterrados en el Seol
(Hades), el sepulcro común de la humanidad, o en “el
mar”, bajo las aguas. En Revelación 20:12, 13 se habla
del juicio de estos y de los “justos” a los que se resucita
en la Tierra. “Y vi a los muertos, los grandes y los
pequeños, de pie delante del trono, y se abrieron rollos.
Pero se abrió otro rollo; es el rollo de la vida. Y los
muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas
escritas en los rollos según sus hechos. Y el mar entregó
los muertos que había en él, y la muerte y el Hades
entregaron los muertos que había en ellos, y fueron
juzgados individualmente según sus hechos.”
Cuándo acontece la resurrección terrestre. Este juicio se
ubica en la Biblia durante el reinado milenario de Cristo
y sus reyes y sacerdotes asociados. El apóstol Pablo dijo
que estos “juzgarán al mundo”. (1Co 6:2.) “Los grandes
y los pequeños”, personas de toda condición, estarán allí
para ser juzgados imparcialmente. Se les juzgará “de
acuerdo con las cosas escritas en los rollos” que se
abrirán entonces. Estos no pueden referirse al registro
de su vida pasada ni a un conjunto de normas con el
que juzgar los hechos de su vida pasada. Como el
“salario que el pecado paga es muerte”, estas personas
ya habrán saldado con su muerte sus pecados pasados.
(Ro 6:7, 23.) Entonces se les resucitará a fin de que
puedan demostrar su actitud hacia Dios y si desean
beneficiarse del sacrificio de rescate de Jesucristo para
toda la humanidad. (Mt 20:28; Jn 3:16.) Aunque no se
les contarán sus pecados pasados, necesitarán el
rescate para ser elevados a la perfección. Tendrán que
cambiar su modo de pensar y vivir anterior y amoldarlo
a la voluntad y disposiciones divinas para la Tierra y su
población. Por ello, “los rollos” deberán contener la
voluntad y la ley de Dios para ellos durante el Día de
Juicio, y su fe y obediencia a las instrucciones escritas
en estos rollos suministrarán la base para el juicio y
para al fin escribir sus nombres indeleblemente en el
“rollo de la vida”.
Resurrección para vida y para juicio. Jesús dio esta
consoladora seguridad a la humanidad: “La hora viene,
y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de
Dios, y los que hayan hecho caso vivirán. [...] No se
maravillen de esto, porque viene la hora en que todos
los que están en las tumbas conmemorativas oirán su
voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una
resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a
una resurrección de juicio”. (Jn 5:25-29.)
Un juicio de condenación. En las susodichas palabras de
Jesús, “juicio” traduce el término griego krí·sis. El
helenista Parkhurst, en su obra A Greek and English
Lexicon to the New Testament (Londres, 1845, pág.
342), da los siguientes significados para krí·sis en las
Escrituras Griegas Cristianas: “I. Juicio; [...] II. Juicio,
justicia, Mat. XXIII. 23. Comp. con XII. 20; [...] III.
Sentencia condenatoria, condenación, perdición. Marcos
III. 29; Juan V. 24, 29; [...] IV. La causa o base de
condenación o castigo. Juan III. 19; V. Un determinado
tribunal de justicia de los judíos. [...] Mat. V. 21, 22”.
Si Jesús hubiera tenido presente un juicio que podría
resultar en vida al hablar de una resurrección de juicio,
no habría habido ningún contraste entre esta y la
“resurrección de vida”. Por lo tanto, el contexto indica
que por “juicio” Jesús se refería a un juicio con sentencia
condenatoria.
Los “muertos” que oyeron hablar a Jesús cuando estuvo
en la Tierra. Cuando examinamos las palabras de Jesús,
notamos que algunos de los “muertos” estaban
escuchando su voz mientras hablaba. Pedro usó un
lenguaje similar cuando dijo: “De hecho, con este
propósito las buenas nuevas fueron declaradas también
a los muertos, para que fueran juzgados en cuanto a la
carne desde el punto de vista de los hombres, pero
vivieran en cuanto al espíritu desde el punto de vista de
Dios”. (1Pe 4:6.) Esto es así porque los que escuchaban
a Cristo estaban ‘muertos en ofensas y pecados’ antes
de oírle, pero empezarían a ‘vivir’ espiritualmente al
ejercer fe en las buenas nuevas. (Ef 2:1; compárese con
Mt 8:22; 1Ti 5:6.)
Juan 5:29 se refiere al fin de un período de juicio. Para
comprender bien en qué momento se sitúan la
‘resurrección de vida y la resurrección de juicio’ de que
habló Jesús, es muy importante recordar lo que dijo un
poco antes en ese mismo contexto respecto a los que
vivían entonces y que estaban muertos espiritualmente
(como se explica en el subtema ‘Pasar de muerte a
vida’). Dijo: “La hora viene, y ahora es, cuando los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan
hecho caso [literalmente, “los que hayan oído”] vivirán”.
(Jn 5:25, Int.) Esto indica que no hablaba de los que
oyeran audiblemente su voz, sino, más bien, de ‘los que
habían oído’, es decir, los que después de oír, aceptaron
como verdad lo que habían oído. Los términos “oír” y
“escuchar” se usan con mucha frecuencia en la Biblia
con el significado de “hacer caso” u “obedecer”. (Véase
OBEDIENCIA.) Los que resulten ser obedientes vivirán.
(Compárese con el uso del mismo término griego
[a·kóu·o], “oír” o “escuchar”, como en Jn 6:60; 8:43,
47; 10:3, 27.) No se les juzga teniendo en cuenta lo que
hicieron antes de oír su voz, sino lo que hicieron
después de oírla.
Por lo tanto, cuando Jesús habló de “los que hicieron
cosas buenas” y de “los que practicaron cosas viles”, se
debía estar colocando al final del período de juicio, como
si mirase atrás en retrospección o en repaso de las
acciones de estos resucitados después de tener la
oportunidad de obedecer o desobedecer las “cosas
escritas en los rollos”. Solo al final del período de juicio
se demostraría quién había hecho bien o mal. El
resultado para “los que hicieron cosas buenas” (según
las “cosas escritas en los rollos”) sería la recompensa de
vida; para “los que practicaron cosas viles”, un juicio
con sentencia condenatoria. De modo que la
resurrección habría resultado ser de vida o de
condenación.
En la Biblia es frecuente hablar de cosas como si ya se
hubieran cumplido, verlas retrospectivamente, desde la
óptica de su realización. No en vano Dios es “Aquel que
declara desde el principio el final, y desde hace mucho
las cosas que no se han hecho”. (Isa 46:10.) Así lo hace
Judas cuando dice sobre ciertos hombres que se habían
introducido en la congregación: “¡Ay de ellos, porque
han ido en la senda de Caín, y por la paga se han
precipitado en el curso erróneo de Balaam, y han
perecido [literalmente, “se destruyeron”] en el habla
rebelde de Coré!”. (Jud 11.) Algunas profecías emplean
lenguaje similar. (Compárese con Isa 40:1, 2; 46:1; Jer
48:1-4.)
Por consiguiente, en Juan 5:29 no se hace referencia al
mismo asunto que en Hechos 24:15, donde Pablo habla
de la resurrección de ‘justos y de injustos’. Pablo alude
claramente a los que han tenido una posición justa o
injusta delante de Dios durante esta vida, y que serán
resucitados. Ellos son “los que están en las tumbas
conmemorativas”. (Jn 5:28; véase TUMBA
CONMEMORATIVA.) En Juan 5:29, Jesús habla de esas
personas después que salen de las tumbas
conmemorativas y después que, por su proceder
durante el reinado de Jesucristo y sus reyes y
sacerdotes asociados, hayan resultado ser obedientes,
con la “vida” eterna como recompensa, o desobedientes
y, por lo tanto, merecedores de “juicio [de
condenación]” de parte de Dios.
La recuperación del alma del Seol. El rey David de Israel
escribió: “Preveía al Señor delante de mí
continuamente; porque está a mi diestra, para que yo
no sea conmovido [...] y además también mi carne
residirá en esperanza. Porque no dejarás mi alma en el
Hades, ni permitirás que tu Santo vea la corrupción”. (Sl
15:8-11, LXX [16:8-11 NM].) En el día del Pentecostés
del año 33 E.C., el apóstol Pedro aplicó este salmo a
Jesucristo cuando explicó a los judíos la verdad sobre su
resurrección. (Hch 2:25-31.) Por consiguiente, tanto las
Escrituras Hebreas como las Griegas muestran que el
“alma” de Jesucristo resucitó. Fue “muerto en la carne,
pero hecho vivo en el espíritu”. (1Pe 3:18.) “Carne y
sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1Co
15:50), lo que también excluye carne y huesos, que no
tienen vida a menos que tengan sangre. Esto se debe a
que en ella está el “alma”, es decir, que es necesaria
para la vida de la criatura carnal. (Gé 9:4.)
Las Escrituras muestran sin ambages que no hay un
“alma inmaterial” separada y distinta del cuerpo. El alma
muere cuando muere el cuerpo. Hasta de Jesucristo está
escrito que “derramó su alma hasta la mismísima
muerte”. Su alma estaba en el Seol. Él no existía como
alma o persona durante ese tiempo. (Isa 53:12; Hch
2:27; compárese con Eze 18:4; véase ALMA.) Por
consiguiente, en la resurrección no se efectúa ninguna
unión entre alma y cuerpo. Sin embargo, la persona ha
de tener un cuerpo, sea espiritual o terrestre, pues
todas las personas, tanto celestiales como terrestres,
poseen un cuerpo. Para que vuelva a ser una persona, el
que ha muerto debe tener un cuerpo, sea físico o
espiritual. La Biblia dice: “Si hay cuerpo físico, también
lo hay espiritual”. (1Co 15:44.)
Pero, ¿vuelven a juntarse las células del cuerpo anterior
en la resurrección? ¿Es acaso una reproducción exacta
del cuerpo anterior, hecho precisamente tal como era
cuando la persona murió? Las Escrituras responden de
manera negativa cuando hablan de la resurrección de
los hermanos ungidos de Cristo: “No obstante, alguien
dirá: ‘¿Cómo han de ser levantados los muertos? Sí,
¿con qué clase de cuerpo vienen?’. ¡Persona irrazonable!
Lo que siembras no es vivificado a menos que primero
muera; y en cuanto a lo que siembras, no siembras el
cuerpo que se desarrollará, sino un grano desnudo, sea
de trigo o cualquiera de los demás; pero Dios le da un
cuerpo así como le ha agradado, y a cada una de las
semillas su propio cuerpo”. (1Co 15:35-38.)
Los que alcanzan la herencia celestial reciben un cuerpo
espiritual, pues Dios se complace en que tengan cuerpos
que correspondan al ámbito celestial. Pero ¿qué cuerpo
reciben aquellos a quienes Jehová se deleita en dar una
resurrección terrestre? No podría ser el mismo cuerpo,
con exactamente los mismos átomos. Cuando una
persona muere y es enterrada, el proceso de
descomposición convierte el cuerpo en elementos
químicos orgánicos que la vegetación absorbe. Cabe la
posibilidad de que otras personas coman de esa
vegetación, de modo que los elementos, los átomos de
la persona muerta, pueden estar en otras muchas
personas. Es obvio que cuando se produzca la
resurrección, esos mismos átomos no podrán estar en la
persona resucitada y en todas las demás al mismo
tiempo.
El cuerpo resucitado tampoco tiene por qué ser una
copia exacta del cuerpo al momento de la muerte. Si el
cuerpo de una persona antes de morir estaba mutilado,
¿volverá de la misma manera? Sería irrazonable, porque
pudiera darse el caso de que no estuviera ni siquiera en
condición de oír y hacer “las cosas escritas en los rollos”.
(Rev 20:12.) Digamos que una persona murió por
haberse desangrado. ¿Volverá sin sangre? No, porque
no podría vivir con un cuerpo humano sin sangre. (Le
17:11, 14.) Más bien, recibirá un cuerpo del agrado de
Dios. Como la voluntad y el gusto de Dios es que la
persona resucitada obedezca las “cosas escritas en los
rollos”, deberá tener un cuerpo sano, que posea todas
sus facultades. (Jesús resucitó a Lázaro con un cuerpo
entero y sano, aunque ya había empezado a
descomponerse; Jn 11:39.) De esta manera, toda
persona podrá ser considerada, debida y justamente,
responsable de sus hechos durante el período de juicio.
Sin embargo, no será perfecto en el momento en que se
le resucite, pues tendrá que ejercer fe en el sacrificio de
rescate de Cristo y recibir los servicios sacerdotales de
Cristo y su “sacerdocio real”. (1Pe 2:9; Rev 5:10; 20:6.)
‘Pasar de muerte a vida.’ Jesús habló de los que ‘tienen
vida eterna’ porque oyen sus palabras con fe y
obediencia y creen en el Padre que le envió. Dijo en
cuanto a cada uno de ellos: “No entra en juicio, sino que
ha pasado de la muerte a la vida. Muy verdaderamente
les digo: La hora viene, y ahora es, cuando los muertos
oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan hecho caso
vivirán”. (Jn 5:24, 25.)
Los que han ‘pasado de la muerte a la vida ahora’ no
son los que habían muerto literalmente y estaban en las
sepulturas. Cuando Jesús dijo estas palabras, toda la
humanidad estaba condenada a muerte ante Dios el
Juez de todos. Por lo tanto, Jesús se refería a personas
que estaban muertas en sentido espiritual, a la clase de
muertos espirituales que debió tener presente cuando
dijo al judío que quería ir primero a su casa a enterrar a
su padre: “Continúa siguiéndome, y deja que los
muertos entierren a sus muertos”. (Mt 8:21, 22.)
Los que se han hecho cristianos verdaderos se
encontraron en un tiempo entre las personas del mundo
que estaban muertas espiritualmente. El apóstol Pablo
recordó a la congregación este hecho, diciendo: “A
ustedes Dios los vivificó aunque estaban muertos en sus
ofensas y pecados, en los cuales en un tiempo
anduvieron conforme al sistema de cosas de este mundo
[...]. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran
amor con que nos amó, nos vivificó junto con el Cristo,
aun cuando estábamos muertos en ofensas —por
bondad inmerecida han sido salvados ustedes— y nos
levantó juntos y nos sentó juntos en los lugares
celestiales en unión con Cristo Jesús”. (Ef 2:1, 2, 4-6.)
De modo que Jehová retiró su condenación debido a que
ya no andaban en ofensas y pecados contra Dios y por
su fe en Cristo. Los levantó de la muerte espiritual y les
dio la esperanza de vida eterna. (1Pe 4:3-6.) El apóstol
Juan describe este cambio de muerte en ofensas y
pecados a vida espiritual con estas palabras: “No se
maravillen, hermanos, de que el mundo los odie.
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
porque amamos a los hermanos”. (1Jn 3:13, 14.)
Una bondad inmerecida de parte de Dios. La provisión
de la resurrección para la humanidad es realmente una
bondad inmerecida de Dios, pues Él no estaba obligado
a suministrarla. Su amor al mundo de la humanidad le
impulsó a dar a su Hijo unigénito a fin de que millones
de personas —es más: miles de millones que han
muerto sin tener un verdadero conocimiento de Dios—
pudieran recibir la oportunidad de conocerle y amarle, y
a fin de que los que le aman y le sirven puedan tener
esta esperanza e incentivo para aguantar con fidelidad,
incluso hasta la muerte. (Jn 3:16.) Con el fin de consolar
a sus compañeros cristianos con la esperanza de la
resurrección, el apóstol Pablo escribió a la congregación
de Tesalónica sobre los que habían muerto con la
esperanza de una resurrección celestial: “Además,
hermanos, no queremos que estén en ignorancia
respecto a los que están durmiendo en la muerte; para
que no se apesadumbren ustedes como lo hacen
también los demás que no tienen esperanza. Porque si
nuestra fe es que Jesús murió y volvió a levantarse, así,
también, a los que se han dormido en la muerte
mediante Jesús, Dios los traerá con él.” (1Te 4:13, 14.)
De igual manera, los cristianos no deben
apesadumbrarse, como les ocurre a los que no tienen
esperanza, por aquellas personas fieles a Dios que han
muerto con la esperanza de vivir en la Tierra durante Su
Reino mesiánico o por los que han muerto sin haber
conocido a Dios. Cuando se abra el Seol (Hades),
saldrán todos los que estén allí. La Biblia menciona a
muchos de los que allí se encuentran, entre ellos gente
de los antiguos Egipto, Asiria, Elam, Mesec, Tubal, Edom
y Sidón. (Eze 32:18-31.) Jesús indicó que al menos
algunas personas impenitentes de Betsaida, Corazín y
Capernaum estarán presentes en el Día de Juicio.
Aunque su actitud anterior hará muy difícil que se
arrepientan, se les dará la oportunidad de hacerlo. (Mt
11:20-24; Lu 10:13-15.)
El rescate se aplicará a todos aquellos por los que se ha
pagado. La grandeza y generosidad del amor y la
bondad inmerecida de Dios al dar a su Hijo para que
‘todo el que crea en él tenga vida’ no permite una
aplicación limitada del rescate solo a los que Dios escoge
para el llamamiento celestial. (Jn 3:16.) De hecho, el
sacrificio de rescate de Jesucristo no sería completo si
únicamente beneficiase a los que pasan a ser miembros
del Reino de los cielos. No cumpliría todo el propósito
para el que Dios lo ha provisto, pues Él se propuso que
el Reino tuviera súbditos terrestres. Jesucristo no solo es
el Sumo Sacerdote de los sacerdotes que están con él,
sino del mundo de la humanidad que vivirá cuando sus
asociados también gobiernen con él como reyes y
sacerdotes. (Rev 20:4, 6.) Él “ha sido probado en todo
sentido igual que nosotros [sus hermanos espirituales],
pero sin pecado”. Por consiguiente, puede condolerse de
las debilidades de las personas que se esfuerzan a
conciencia por servir a Dios; y a sus reyes y sacerdotes
asociados se les ha probado de la misma manera. (Heb
4:15, 16; 1Pe 4:12, 13.) ¿A favor de quiénes podrían
ser sacerdotes, si no fuera a favor de la humanidad,
entre la que se cuenta a los que serán resucitados
durante el reinado y juicio de mil años?
Los siervos de Dios han esperado ansiosos el día de la
resurrección. En el planteamiento de sus propósitos,
Dios ha fijado el tiempo exacto para ello, cuando su
sabiduría y gran paciencia serán completamente
vindicadas. (Ec 3:1-8.) Tanto Dios como su Hijo pueden
y desean efectuar la resurrección y la completarán en
ese tiempo fijado.
Jehová espera gozoso la resurrección. Jehová y su Hijo
deben esperar con gran gozo la completa realización de
esa obra. Jesús mostró esta disposición y deseo cuando
un leproso le suplicó: “‘Si tan solo quieres, puedes
limpiarme.’ Con esto, él se enterneció, y extendió la
mano y lo tocó, y le dijo: ‘Quiero. Sé limpio’. E
inmediatamente la lepra desapareció de él, y quedó
limpio”. Este conmovedor incidente, que demuestra la
bondad y el amor de Cristo a la humanidad, se registró
en tres evangelios. (Mr 1:40-42; Mt 8:2, 3; Lu 5:12,
13.) Y sobre el amor de Dios a la humanidad y su deseo
de ayudarla, el fiel Job reflexionó: “Si un hombre
físicamente capacitado muere, ¿puede volver a vivir?
[...] Tú llamarás, y yo mismo te responderé. Por la obra
de tus manos sentirás anhelo”. (Job 14: 14, 15.)
Algunos no serán resucitados. Aunque es verdad que el
sacrificio de rescate de Cristo se ofreció para beneficio
de toda la humanidad, Jesús indicó que su verdadera
aplicación estaría limitada. Dijo: “Así como el Hijo del
hombre no vino para que se le ministrara, sino para
ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por
muchos”. (Mt 20:28.) Jehová Dios tiene el derecho de
negarse a aceptar un rescate a favor de cualquiera que
no considere merecedor. El rescate de Cristo cubre los
pecados cometidos como consecuencia de la herencia
pecaminosa de Adán; pero una persona puede añadir a
esos pecados un proceder de pecado deliberado y
voluntario, en cuyo caso su muerte se debería a ese
proceder que el rescate no cubre.
El pecado contra el espíritu santo. Jesucristo dijo que el
que peque contra el espíritu santo no tendrá perdón ni
en este sistema de cosas ni en el venidero. (Mt 12:31,
32.) La persona que, según el juicio de Dios, peque
contra el espíritu santo en este sistema de cosas no
obtendría ningún beneficio de resucitar, pues como es
imposible que se le perdonen los pecados, tal
resurrección resultaría inútil. Jesús dictó sentencia en el
caso de Judas Iscariote al llamarle “el hijo de
destrucción”. A él no le aplicará el rescate, de modo que
no resucitará, pues su destrucción es una sentencia
establecida judicialmente. (Jn 17:12.)
Jesucristo dijo a sus opositores, los líderes religiosos
judíos: “¿Cómo habrán de huir del juicio del Gehena [un
símbolo de destrucción eterna]?”. (Mt 23:33; véase
GEHENA.) Sus palabras indican que si no se volvían a
Dios antes de morir, recibirían un juicio final adverso. La
resurrección no tendría sentido para ellos, pues no les
serviría de nada. Ese también parece ser el caso del
“hombre del desafuero”. (2Te 2:3, 8; véase HOMBRE
DEL DESAFUERO.)
Pablo dice que los que han conocido la verdad, han sido
partícipes del espíritu santo y luego han apostatado, han
caído en un estado del que es imposible “revivificarlos
otra vez al arrepentimiento, porque de nuevo fijan en un
madero al Hijo de Dios para sí mismos y lo exponen a
vergüenza pública”. El rescate ya no puede ayudarlos;
por esa razón, no serán resucitados. El apóstol los
asemeja a un campo que solo produce espinos y cardos,
por lo que se le rechaza y al fin se le quema. Esto ilustra
el futuro que tienen ante ellos: aniquilación completa.
(Heb 6:4-8.)
Pablo vuelve a manifestar que para los que
“voluntariosamente [practican] el pecado después de
haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no
queda ya sacrificio alguno por los pecados, sino que hay
cierta horrenda expectación de juicio y hay un celo
ardiente que va a consumir a los que están en
oposición”. Luego pone una ilustración: “Cualquiera que
ha desatendido la ley de Moisés muere sin compasión,
por el testimonio de dos o tres. ¿De cuánto más severo
castigo piensan ustedes que será considerado digno el
que ha hollado al Hijo de Dios y que ha estimado como
de valor ordinario la sangre del pacto por la cual fue
santificado, y que ha ultrajado con desdén el espíritu de
bondad inmerecida? [...] Es cosa horrenda caer en las
manos del Dios vivo”. El juicio es más severo porque a
ellos no solo se les da muerte y se les entierra en el
Seol, como les sucedía a los violadores de la ley de
Moisés, sino que van al Gehena, de donde no hay
resurrección. (Heb 10:26-31.)
Pedro indica a sus hermanos que por ser “casa de Dios”,
están bajo juicio, y luego cita de Proverbios 11:31 (LXX)
y les advierte del peligro de la desobediencia. En esos
versículos muestra que el juicio actual de ellos podría
finalizar con una sentencia de destrucción eterna, tal
como Pablo había escrito. (1Pe 4:17, 18.)
El apóstol Pablo también menciona que algunos “sufrirán
el castigo judicial de destrucción eterna de delante del
Señor y de la gloria de su fuerza, al tiempo en que él
viene para ser glorificado con relación a sus santos”.
(2Te 1:9, 10.) Estas personas no sobrevivirán para
hallarse bajo el reinado milenario de Cristo, y como su
destrucción es “eterna”, no serán resucitados.
Resurrección durante los mil años. Se calcula que la
cantidad de personas que han vivido en la Tierra
asciende a unos 20.000 millones. Este es un cálculo muy
liberal, y muchos estudiosos de la materia creen que el
total ni siquiera se aproxima a esa cifra. Como ya se ha
mostrado anteriormente, no todas esas personas
resucitarán, pero aun suponiendo que así fuera, no se
producirían problemas alimentarios ni de habitabilidad
del planeta. La tierra seca tiene una superficie de unos
148 millones de Km2 (14.800 millones de hectáreas).
Incluso si se dedicara la mitad de esa superficie a otros
propósitos, todavía le correspondería a cada persona
más de la tercera parte de una hectárea. Esta superficie
bastaría para proveer alimento a una persona, sobre
todo si se tiene en cuenta que, como ya quedó
demostrado en el caso de la nación de Israel, la
bendición de Dios resulta en abundancia de alimento.
(1Re 4:20; Eze 34:27.)
Con respecto a la cuestión de si la Tierra podrá producir
suficiente alimento, la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura sostiene que
con solo algunas mejoras básicas en la agricultura, la
Tierra podría alimentar hasta nueve veces la población
que se prevé para el año 2000, incluso en las zonas en
desarrollo. (Land, Food and People, Roma, 1984, págs.
16, 17.)
Pero, ¿cómo se podrá atender adecuadamente a los
miles de millones de resucitados, si se tiene en cuenta
que la mayoría de ellos no conocían a Dios en el pasado
y deberán aprender a conformarse a Sus leyes? En
primer lugar, la Biblia dice que el reino del mundo llega
a ser “el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él
[reina] para siempre jamás”. (Rev 11:15.) Y el principio
bíblico indica que “cuando hay juicios procedentes de
[Jehová] para la tierra, justicia es lo que los habitantes
de la tierra productiva ciertamente aprenden”. (Isa
26:9.) A su debido tiempo, cuando sea necesario
hacérselo saber a Sus siervos, Dios revelará cómo se
propone realizar esta obra. (Am 3:7.)
¿Cómo será posible resucitar y educar en solo mil años a
los millones de personas que en la actualidad están
muertas?
Supongamos, no con ánimo de profetizar, sino
únicamente a modo de ejemplo, que la “gran
muchedumbre” de personas justas que sobreviven a “la
gran tribulación” (Rev 7:9, 14) se compone de unos
3.000.000 de personas (aproximadamente 1/1666 de la
población mundial actual). Si tras permitir unos cien
años para su formación y para que ‘sojuzguen’ parte de
la Tierra (Gé 1:28), Dios decidiese devolver a la vida a
un 3% de esa cantidad, entonces por cada resucitado,
habría 33 personas que podrían atenderle. Puesto que
un incremento anual del 3% duplica la cantidad
aproximadamente cada veinticuatro años, el número
total de 20.000 millones de personas podría resucitar
antes de que hubiesen transcurrido cuatrocientos años
del Reino de mil años de Cristo, con lo que se daría
suficiente tiempo para educar y juzgar a los resucitados
sin afectar la armonía ni el orden de la Tierra. De esta
manera, Dios, con su poder y sabiduría infinitos, puede
llevar su propósito a un fin glorioso dentro del marco de
las leyes y disposiciones que ha dado a la humanidad
desde su comienzo, con la bondad inmerecida añadida
de la resurrección. (Ro 11:33-36.)

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