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Las Estrellas Ascendentes
Las Estrellas Ascendentes
ESTRELLAS
ASCENDEN
ASCENDENTES
(60 Compañeros del
Profeta Muḥammad s)
Dr. ʿAbdu
Abdur-Rah
Rahmān Ra
Raʿfat
Traducción
ʿAbdur-Razzāq Pérez Fernández
ÍNDICE
Capítulo página
GLOSARIO 391
CRONOLOGÍA 401
Mapas 404
2
Introducción
LOS EPISODIOS narrados en este libro representan, en su con-
junto, una de las épocas más luminosas de las que la humani-
dad tiene noticia, fruto de la intensidad de Luz Divina que se
derramó sobre los corazones de las gentes que fueron testi-
gos del descenso de la revelación a los hombres. No podía ser
de otro modo: la irrupción de la Verdad en una sociedad so-
mete a todos sus individuos a las pruebas más extremas; unos
son conscientes de ello y otros no, pero ninguno escapa...
Los capítulos presentan viñetas entrelazadas cuyo propó-
sito no es biográfico sino el de ilustrar el escenario profético.
Lo más valioso de este testimonio, en contraposición con
episodios similares en la historia de la conciencia religiosa de
la humanidad, es que en este caso, los episodios están docu-
mentados por testimonios de primera mano que han sido
autentificados con la máxima escrupulosidad, manteniéndo-
los en el terreno de lo humano y sin atisbos de santería ni de
excesiva veneración, dado que aunque se trata de personas
muchas de las cuales, en la cultura cristiano-occidental, pod-
ían ser consideradas santas, sus vidas permanecen reconoci-
bles y próximas a la condición humana, y eso hace que sus
virtudes nos sirvan de inspiración y ejemplo.
Es sabido que el Islam rechaza la veneración exagerada de
los santos que vemos por ejemplo en el cristianismo. La razón
de esto es que su función de servir de ejemplo a generaciones
posteriores y como modelos de rectitud, abnegación y cum-
plimiento de los deberes para con Dios, inspira inevitable-
mente en las gentes una adoración ciega que degenera pron-
to en idolatría. Pues, de ser considerados como algo más que
meros hombres y mujeres, pasan a ser vistos, por razón de su
excelencia, como allegados a Dios y tomados por intermedia-
rios entre Él y los hombres. De ello existen pruebas claras en
otras religiones, y esto es algo claramente repugnante y
ofensivo a la omnipotencia de Dios, ‘que conoce todo lo que
hay en los corazones de los hombres’ y no necesita, por tan-
to, de ningún mediador entre Él y los hombres.
Uno de los aspectos más interesantes en estas viñetas es el
de la conversión, la aceptación como verdad de la reformula-
ción de la doctrina eterna del mensaje de los profetas. El
Corán se refiere a los pueblos árabes como gentes cuyos an-
tepasados no habían sido advertidos y que por ello vivían
ignorantes del bien y el mal. La época anterior a la Profecía
de Muḥammad s se conoce como la era de la ignorancia, un
tiempo de tinieblas e idolatría. El impacto de la Revelación en
esa sociedad fue tremendo, separando a padres e hijos, espo-
sos y hermanos, y sometiendo al tejido social a fuertes ten-
siones en las que aparecen los comportamientos más extre-
mos: la vileza más brutal y execrable y el heroísmo más su-
blime. Este proceso purificador decanta los elementos a su
estado esencial, eliminando la escoria que sale a la superficie
en el crisol del enfrentamiento con el Criterio divino del bien
y el mal. Todo aquello que era considerado sagrado hasta
entonces en el legado transmitido de las generaciones ante-
riores y que no soporta la prueba de esta confrontación que-
da de manifiesto como un añadido humano producto de la
innovación y el compromiso temerario.
Una de las funciones esenciales de la Revelación es aclarar
aquello en lo que los hombres discrepan acerca de las cues-
tiones primordiales de la condición humana: la Unidad de
Dios, Su Revelación a los Profetas, el propósito de la vida y de
la creación, la realidad del Más Allá, la responsabilidad por
las propias acciones, la rendición de cuentas, la recompensa y
el castigo, etc. En ausencia de un criterio divino que las acla-
re, todas estas cuestiones quedan expuestas al trasiego de la
opinión y la especulación, y al fin y al cabo, a la discrepancia
y la confusión que las diluye hasta tal punto que son conside-
radas insolubles, y finalmente son apartadas del discurso
humano en aras de las cuestiones más urgentes del día a día.
En resumen, los ejemplos incluidos aquí son representati-
vos de una comunidad que Dios Altísimo describe en el Corán
como: Sois, ciertamente, la mejor comunidad que jamás se haya
ii
suscitado para [el bien de] la humanidad: ordenáis la conducta re-
cta, prohibís la conducta inmoral y creéis en Dios.
(Corán, 3:110)
iii
1. SAʿĪD IBN ʿĀMIR AL-ŶUMAḤ
UMAḤĪ
SAʿĪD IBN ʿĀMIR al-Ŷumāḥī fue una de las miles de personas que
acudieron a la zona de Tanʿim, en las afueras de Meca, invita-
das por los jefes de Quraiš para presenciar la ejecución de
Jubaib ibn ʿAdīy, uno de los Compañeros del Profeta -la paz y
las bendiciones de Dios sean con él-, al que habían capturado
a traición.
Con su exuberante juventud y vigor, Saʿīd se abrió paso
entre la multitud hasta llegar a la altura de los jefes de
Quraiš, hombres como Abū Sufyān ibn Ḥarb y Ṣafwān ibn
Umayya, que encabezaban la procesión.
Podía ver ahora al prisionero de Quraiš, sujeto con cade-
nas, y cómo las mujeres y los niños le empujaban, llevándolo
hacia el lugar fijado para su ejecución. La muerte de Jubaib
sería una venganza de Quraiš por sus caídos en la batalla de
Badr.
Cuando la muchedumbre congregada llegó con el prisio-
nero hasta el lugar señalado, Saʿīd ibn ʿĀmir se colocó en una
posición que estaba directamente encima de Jubaib mientras
éste se iba acercando a la cruz de madera. Desde allí pudo oír
la voz firme y tranquila de Jubaib en medio del bullicio de las
mujeres y los niños.
‘Quisiera rezar dos rakʿas antes de morir.’
Los Quraiš accedieron a su deseo.
Saʿīd miró a Jubaib mientras éste se situaba en dirección a
la Kaʿba, en Meca, y rezaba. ¡Qué hermosos y reposados le
parecieron aquellos dos rakʿas!
Vio luego cómo Jubaib se encaraba con los jefes de Quraiš.
‘¡Por Dios! Si creéis que os he pedido que me dejarais rezar
por miedo a la muerte, consideraría que mi oración no ha
valido nada,’ dijo.
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
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SAʿĪD IBN ʿĀMIR AL-ŶUMAḤĪ
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SAʿĪD IBN ʿĀMIR AL-ŶUMAḤĪ
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LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
quedé allí mirando sin prestarle ayuda, pienso sólo que Dios
jamás me perdonará y entonces me desmayo.’
ʿUmar dijo entonces: ‘¡Alabado sea Dios! Mi opinión de él
ha salido intacta.’ Más tarde envió mil dinares a Saʿīd para
aliviar su necesidad. Cuando su esposa vio tal cantidad de
monedas, dijo: ‘¡Alabado sea Dios que nos ha enriquecido y te
ha librado de tener que servir a la gente. Compra provisiones
para nosotros y consigue a alguien que nos ayude en la casa.’
‘¿Hay alguna forma mejor de gastarlos?’ -preguntó Saʿīd.
‘Gastémoslos en aquellos que acuden a nosotros buscando
ayuda y así conseguiremos algo mejor dedicándoselo a Dios.’
‘Eso es mejor,’ convino ella.
Saʿīd dividió los dinares en pequeñas bolsas y le dijo a un
miembro de su familia: ‘Llévale esto a la viuda de fulano, y a
los huérfanos de tal persona, a los necesitados de esa otra
familia, a los indigentes de aquella otra familia.’
Saʿīd ibn ʿĀmir al-Ŷumāḥī fue en verdad uno de esos que
rehúsan ayuda aun estando afligidos por una pobreza extre-
ma.
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2. ABŪ ʿUBAIDA IBN AL-ŶARRĀ
ARRĀḤ
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ABŪ ʿUBAIDA IBN AL-ŶARRĀḤ
complacido de ellos y ellos están complacidos con Él. Esos son los
partidarios de Dios: ¡sí, en verdad, son ellos, los partidarios de Dios,
los que alcanzarán la felicidad!” (Corán, 58:22)
La reacción de Abū ʿUbaida en Badr, al verse confrontado
por su padre, no fue una sorpresa. Había alcanzado una forta-
leza en su fe en Dios, en su entrega a la religión y un grado de
inquietud por la Umma de Muḥammad s que muchos de-
seaban para sí.
Muḥammad ibn Ŷaʿfar, uno de los Compañeros del Profeta
s, relató que una delegación de cristianos acudió al Profeta y
le dijeron: ‘Oh Abū ‘l-Qasim, envía con nosotros a uno de tus
Compañeros, alguien con quien tú estés complacido, para que
juzgue entre nosotros en ciertas cuestiones de propiedad en
las que nosotros discrepamos. Tenemos una elevada opinión
de vosotros, los musulmanes.’
‘Volved esta tarde,’ respondió el Profeta s, ‘y os reco-
mendaré a alguien que es fuerte y digno de toda confianza.’
ʿUmar ibn al-Jaṭṭāb oyó decir esto al Profeta y dijo después:
‘Fui a la oración de ḏuhr (mediodía) esperando ser yo
quien se ajustase a la descripción del Profeta s. Cuando el
Profeta hubo acabado la oración, empezó a mirar a derecha e
izquierda, y yo levanté la cabeza para que pudiera verme.
Pero siguió buscando entre nosotros hasta dar con Abū
ʿUbaida ibn al-Ŷarrāḥ. Le llamó y dijo: “Ve con ellos y juzga
con la verdad en eso en lo que discrepan.” Y fue Abū ʿUbaida
el escogido para aquella misión.’
Abū ʿUbaida no era sólo digno de confianza. Daba mues-
tras también de gran energía en el desempeño de las tareas
que le eran asignadas. Demostró esta fortaleza en varias oca-
siones.
Un día el Profeta s envió a un grupo de sus ṣaḥāba a in-
terceptar una caravana de los Quraiš. Nombró a Abū ʿUbaida
emir (jefe) del grupo y les entregó una bolsa de dátiles como
provisiones y nada más. Abū ʿUbaida daba sólo un dátil diario
a cada uno de los hombres bajo su mando. Estos chupaban el
dátil como un niño chupa el pecho de su madre. Luego bebían
un poco de agua y esto era suficiente para todo el día.
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ABŪ ʿUBAIDA IBN AL-ŶARRĀḤ
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3. JABBĀ
ABBĀB IBN AL-ARATT
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4. AṬ-ṬUFAIL IBN
IBN ʿAMR AD-DAUSĪ
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5. ABŪ ḎARR AL-GUIFĀ
IFĀRĪ
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6. UMM SALAMA
¡UMM SALAMA! ¡Qué extraordinaria vida la suya! Su verdadero
nombre era Hind. Era hija de uno de los nobles del clan
Majzūm, conocido como ‘Zād ar-Rākib’, por su espléndida y
famosa generosidad con los viajeros. El marido de Umm Sa-
lama era ʿAbdullāh ibn ʿAbdulasad y ambos fueron de los
primeros conversos al Islam. Sólo Abū Bakr y unos pocos
más, que pueden contarse con los dedos de una mano, se
hicieron musulmanes antes que ellos.
Tan pronto como se extendió la noticia de que se habían
hecho musulmanes, los Quraiš reaccionaron con furia. Empe-
zaron a hostigar y a perseguir a Umm Salama y a su marido.
Pero la pareja no vaciló ni desesperó y ambos se mantuvieron
firmes en su nueva fe.
La persecución se hizo cada día más intensa. La vida en
Meca se volvió insoportable para muchos de aquellos nuevos
musulmanes. El Profeta -la paz sea con él-, les dio entonces
permiso para emigrar a Abisinia. Umm Salama y su marido
estuvieron a la vanguardia de estos muhāŷirūn, refugiados en
una tierra extraña. Para Umm Salama significó abandonar su
espaciosa casa y renunciar a los tradicionales vínculos de
linaje y honor por algo nuevo –la esperanza de obtener la
complacencia y la recompensa de Dios.
A pesar de la protección que Umm Salama y sus compañe-
ros recibieron del gobernante de Abisinia, el deseo de regre-
sar a Meca, de estar cerca del Profeta s y de la fuente de la
revelación y la guía persistían.
Pasado un tiempo, les llegaron noticias de que el número
de musulmanes en Meca había aumentado. Entre ellos esta-
ban Hamza ibn ʿAbd al-Muṭṭalib y ʿUmar ibn al-Jaṭṭāb. Su fe
había fortalecido grandemente la comunidad y, según habían
UMM SALAMA
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7. ʿABDULLĀH IBN UMM MAKTŪ
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8. ʿUMAIR IBN WAHB
ʿUMAIR IBN WAHB al-Ŷumāḥī regresó ileso de la batalla de Badr.
Su hijo Wahb fue hecho prisionero y quedó en manos de los
musulmanes. ʿUmair temía que los musulmanes castigaran al
joven severamente en represalia por la persecución a que él
había sometido al Profeta s y la tortura que había infligido a
sus Compañeros.
Una mañana ʿUmair fue a la Mezquita Sagrada a hacer
ṭawāf alrededor de la Kaʿba y adorar a sus ídolos. Se encontró
allí a Ṣafwān ibn Umayya sentado cerca de la Kaʿba, se acercó
a él y le dijo:
“Im sabaḥan (Buenos días), jefe de los Quraiš.”
“Im sabaḥan, Ibn Wahb,” respondió Ṣafwān. “Hablemos un
poco. El tiempo pasa mejor en conversación.”
ʿUmair se sentó a su lado. Los dos hombres empezaron re-
cordando Badr, la gran derrota que habían sufrido y contaron
los prisioneros que habían caído en manos de Muḥammad s
y sus Compañeros. Se sintieron consternados por el gran
número de grandes hombres de Quraiš que habían caído bajo
las espadas de los musulmanes y habían sido enterrados en la
fosa común de al-Qalib, en Badr.
Ṣafwān ibn Umayya sacudió la cabeza y suspiró: “Por Dios,
no habrá nadie mejor para ocupar su lugar.”
“Tienes razón,” declaró ʿUmair. Luego se quedó en silen-
cio por un rato y después dijo: “Por el Dios de la Kaʿba, si no
tuviera deudas ni una familia que temo dejar desamparada,
iría a ver a Muḥammad y lo mataría, acabaría con su misión y
pondría fin a su mal.” Y prosiguió con voz tenue y apagada:
“Además, como tienen en su poder a mi hijo Wahb, mi viaje a
Yaṯrib no despertaría sospechas.”
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9. ABŪ AYYŪB
YYŪB AL-ANṢĀRĪ
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10.
10. SALMĀ
ALMĀN AL-FARSI
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11. ʿAMR IBN AL-ŶAMŪ
AMŪḤ
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12. ʿABDULLĀH IBN MASʿŪD
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13.
13. ʿIKRIMA IBN ABĪ ŶAHL
ESTABA CERCA de cumplir treinta años cuando el Profeta s
hizo público su llamamiento a la guía y la Verdad. Era tenido
en gran estima por los Quraiš por su riqueza y su noble linaje.
Otros como él, entre ellos Saʿd ibn Abī Waqqāṣ, Muṣʿab ibn
ʿUmair y otros hijos de familias nobles de Meca se habían
hecho musulmanes. También él hubiera seguido su ejemplo
de no haber sido por su padre. Su padre era Abū Ŷahl: el ma-
yor defensor del širk y uno de los grandes tiranos de Meca.
Mediante la tortura, había probado dolorosamente la fe de
los primeros creyentes, pero ellos se habían mantenido fir-
mes. Empleó todas las estratagemas para que se rindieran,
pero ellos siguieron afirmando la Verdad.
ʿIkrima defendía el liderazgo y la autoridad de su padre en
su enfrentamiento contra el Profeta s. Su hostilidad hacia el
Profeta, su persecución de sus seguidores y sus intentos por
detener el avance del Islam y los musulmanes le granjearon
la admiración de su padre.
En Badr, Abū Ŷahl dirigió el ejército de los politeístas de
Meca en su batalla contra los musulmanes. Juró por al-Lāt y
al-ʿUzzā que no regresaría a Meca si no conseguía derrotar a
Muḥammad s. En Badr sacrificó tres camellos a esas diosas.
Bebió vino y utilizó la música de las cantantes para espolear a
los Quraiš en su lucha.
Abū Ŷahl fue uno de los primeros en caer en la batalla. Su
hijo vio cómo las lanzas atravesaban su cuerpo y escuchó su
último grito de agonía. ʿIkrima regresó a Meca dejando atrás
el cadáver del cabecilla de Quraiš, su padre. Hubiera querido
enterrarle en Meca pero la aplastante derrota sufrida hizo
esto imposible.
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ARĀʿ IBN MĀLIK AL-ANṢĀRĪ
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15.
15. ASMĀ
SMĀʾ BINT ABŪ BAKR
es el Más Grande) y Lā ilāha il·lā Allāh (No hay más dios que
Dios) de felicidad y agradecimiento porque este era el primer
niño nacido a los Muhāŷirūn en Medina.
Asmāʾ adquirió fama por su sensibilidad, nobles cualida-
des y la agudeza de su inteligencia. Era una persona extre-
madamente generosa. Su hijo ʿAbdullāh dijo en una ocasión
de ella: “No he conocido dos mujeres más generosas que mi
tía ʿĀʾiša y mi madre Asmāʾ. Pero la generosidad de ambas se
expresaba de formas distintas. Mi tía acumulaba cosas, una
tras otra, hasta que sentía que era suficiente y luego lo distri-
buía entre los necesitados. Mi madre, por otra parte, no
guardaba nada, ni siquiera para el día siguiente.”
La fortaleza de ánimo de Asmāʾ en circunstancias difíciles
era extraordinaria. Cuando su padre se fue de Meca, se llevó
con él toda su fortuna, que se elevaba a unos seis mil dir-
hams, y no dejó nada para su familia. Cuando el padre de Abū
Bakr, Abū Quḥāfa (que era aún mušrik) supo de su partida, fue
a su casa y dijo a Asmāʾ:
“Veo que os dejado sin dinero, además de abandonaros.”
“No, abuelo,” respondió Asmāʾ, “de hecho nos ha dejado
mucho dinero.” Cogió algunas piedrecillas y las puso en un
nicho en la pared donde solían guardar el dinero. Puso enci-
ma un trozo de tela y cogió la mano de su abuelo –que era
ciego—y dijo: “Mira cuánto dinero nos ha dejado.”
Mediante esta estratagema, Asmāʾ pretendía tranquilizar
al anciano y evitar así que les diera de su dinero. Esto era
porque le desagradaba recibir ayuda de un mušrik aunque
fuese su propio abuelo.
Esa misma actitud adoptaba con su madre y no permitían
que su fe y su honor quedaran en entredicho. Su madre, Qu-
taila, vino una vez a visitarla en Medina. No era musulmana y
se había divorciado de su padre antes del Islam. Su madre
trajo para ella algunos regalos: uvas pasas, mantequilla clari-
ficada y qaraz (vainas de una especie de árbol). Al principio
Asmāʾ no quería dejarla entrar en su casa ni aceptar sus rega-
los. Envió entonces a ʿĀʾiša para que preguntase al Profeta -la
paz sea con él-, acerca de su actitud con su madre y él res-
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16. ʿABDULLĀH IBN ḤUḎĀFA AS-SAHMĪ
BDULLĀ AHMĪ
fue ʿAbdullāh ibn Ḥuḏāfa, que fue elegido para llevar la carta
del Profeta a Cosroes Parvez, rey de Persia.
ʿAbdullāh preparó su camello y se despidió de su esposa e
hijo. Se puso entonces en camino solo y atravesó montañas y
valles hasta llegar a la tierra de los persas.
Pidió permiso para acceder a la presencia del rey, infor-
mando a su guardia de que traía una carta para él. Cosroes
ordenó entonces que se dispusiera su cámara de audiencias y
convocó a sus consejeros principales. Cuando se hubieron
reunido, dio permiso para que entrase ʿAbdullāh.
ʿAbdullāh hizo su entrada y vio al potentado persa vestido
con ropas delicadas y elegantes y tocado con un turbante
grande y bien plegado. ʿAbdullāh vestía las ropas toscas y
simples del beduino. Llevaba, sin embargo, erguida la cabeza
y sus pasos eran firmes. El honor del Islam ardía con fuerza
en su pecho y el poder de la fe latía en su corazón.
Tan pronto como Cosroes le vio acercarse, indicó a uno de
sus hombres que recogiera la carta de sus manos.
“No,” dijo ʿAbdullāh. “El Profeta me ordenó entregarte es-
ta carta personalmente a ti y no iré en contra de una orden
del Enviado de Dios s.”
“Dejad que se acerque,” dijo Cosroes a su guardia y
ʿAbdullāh se adelantó y entregó la carta. Cosroes llamó en-
tonces a un secretario árabe, procedente de Ḥīra, y le ordenó
que abriera la carta en su presencia y leyera lo que decía.
Empezó su lectura:
“En el nombre de Dios, el Más Misericordioso, el Dispen-
sador de Gracia.
De Muḥammad, el Enviado de Dios, a Cosroes, gobernador
de Persia.
Paz sobre quien siga la guía... “
Cosroes escuchó sólo este comienzo de la carta y el fuego
de la ira estalló en su corazón. Su rostro en encendió y co-
menzó a sudar alrededor del cuello. Cogió la carta de manos
del secretario y empezó a romperla en pedazos sin esperar a
saber qué más decía, y gritó: “¡Se atreve a escribirme así, al-
guien que es esclavo mío!” Estaba irritado de que el Profeta
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Si vienes por las buenas, Cosroes ha dicho que será mejor para
ti y no serás castigado. Pero si te niegas, conocerás el rigor de
su castigo. Tiene poder para destruirte a ti y a tu pueblo.”
El Profeta s sonrió y les dijo: “Volved a vuestras montu-
ras y regresad mañana.”
Al día siguiente, acudieron al Profeta y le dijeron: “¿Estás
preparado para venir con nosotros a presentarte ante Cosro-
es?”
“No volveréis a ver a Cosroes después de hoy,” respondió
el Profeta s. “Dios le ha dado muerte y su hijo Šīrawaih ha
ocupado su trono en tal día de tal mes.”
Los dos hombres contemplaron atónitos el rostro del Pro-
feta. Estaban totalmente desencajados.
“¿Sabes lo que estás diciendo?” -le preguntaron. “¿Quieres
que escribamos a Bāḏān contándole lo que has dicho?”
“Sí,” respondió el Profeta, “y decidle que mi religión me
ha informado de lo ocurrido con el reino de Cosroes y que si
se hace musulmán, le nombraré gobernador de lo que ahora
gobierna.”
Los dos hombres regresaron al Yemen y contaron a Bāḏān
lo que había ocurrido. Bāḏān dijo: “Si lo que Muḥammad ha
dicho es cierto, entonces es un Profeta. Si no, sabremos lo
que le espera.”
Poco después, Bāḏān recibió una carta de Šīrawaih en la
que le decía: “Maté a Cosroes por su tiranía con la gente. Con-
sideraba lícito matar a los dirigentes, capturar a sus mujeres
y apropiarse de sus bienes. Cuando te llegue esta carta, toma
juramento de lealtad de quien esté contigo en mi nombre.”
Tan pronto como Bāḏān leyó la carta de Šīrawaih, la arrojó
a un lado y anunció su entrada en el Islam. Los persas que esta-
ban con él en Yemen se hicieron también musulmanes.
Esta es la historia del encuentro de ʿAbdullāh ibn Ḥuḏāfa
con el rey de Persia. Su encuentro con el emperador de Bi-
zancio se produjo durante el califato de ʿUmar ibn al-Jaṭṭāb y
es también una historia asombrosa.
En el año diecinueve de la hégira, ʿUmar despachó un
ejército para luchar contra los bizantinos. En él iba ʿAbdullāh
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BDULLĀ
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mado Najla, entre Ṭāʾif y Meca. Desde allí observa a los Quraiš
y recoge toda la información que puedas sobre ellos.”
“A tus órdenes, oh Profeta de Dios,” exclamó ʿAbdullāh
nada más acabar de leer la carta. Luego se dirigió a sus com-
pañeros:
“El Profeta s me ha ordenado seguir hasta Najla, obser-
var a los Quraiš y recoger información de ellos. Me ordena
también no seguir adelante con cualquiera de vosotros que
esté en contra del propósito de esta expedición. Así pues,
quien desee el martirio y esté en total acuerdo con esta expe-
dición podrá acompañarme. Quien no esté de acuerdo, puede
regresar sin reproche.”
“A tus órdenes, oh enviado de Dios,” respondieron todos.
“Iremos contigo, ʿAbdullāh, allí donde el Profeta de Dios s ha
ordenado.”
El grupo siguió su camino hasta llegar a Najla y empeza-
ron a internarse por los pasos de montaña buscando infor-
mación sobre los movimientos de Quraiš. Mientras estaban
ocupados en esto, vieron a lo lejos una caravana de Quraiš.
Había cuatro hombres en la caravana –ʿAmr ibn al-Ḥaḍramī,
Ḥukm ibn Kaisān, ʿUṯmān ibn ʿAbdullāh y su hermano
Muguīra. Transportaban mercancías para los Quraiš –pieles,
pasas y otros productos usuales de su comercio.
Los Ṣaḥāba se reunieron en consejo. Era el último día de
los meses sagrados. “Si los matásemos,” convinieron, “los
habríamos matado en uno de los meses inviolables. De hacer-
lo, habríamos violado la santidad de este mes y incurriríamos
en la ira de todos los árabes. Si los dejamos seguir otro día
para que se cumpla el fin de mes, habrán entrado ya en el
recinto sagrado de Meca y estarán a salvo de nosotros.”
Siguieron con sus consultas hasta que al fin se pusieron de
acuerdo en atacar a la caravana y coger toda la mercancía
que pudieran como botín. En la pequeña escaramuza que
siguió, dos de los hombres fueron capturados y uno muerto;
el cuarto consiguió huir.
ʿAbdullāh ibn Ŷaḥš y sus hombres se llevaron a los dos
prisioneros y la caravana a Medina. Fueron a ver al Profeta -
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18. MUʿĀḎ IBN ŶABAL
MUʿĀḎ IBN ŶABAL era un joven de Yaṯrib cuando la luz de la
guía y de la Verdad empezaba a extenderse por la península
Arábiga. Era apuesto e impresionante, de ojos negros y pelo
rizado, y causaba una impresión inmediata en cuantos se
encontraban con él. Destacaba entre los jóvenes de su edad
por la agudeza de su intelecto.
El joven Muʿāḏ se hizo musulmán con Muṣʿab ibn ʿUmair,
el daʿī (misionero) enviado por el Profeta s a Yaṯrib antes de
la hégira. Muʿāḏ fue uno de los setenta y dos musulmanes de
Yaṯrib que viajaron a Meca un año antes de la hégira y se en-
contraron con el Profeta en su casa y más tarde en el valle de
Minā, fuera de Meca, en ʿAqaba. Allí se realizó el segundo
Juramento de ʿAqaba, en el que los nuevos musulmanes de
Yaṯrib, incluidas algunas mujeres, se comprometieron a apo-
yar y defender al Profeta s a toda costa. Muʿāḏ estaba entre
los que entusiásticamente dieron la mano al Profeta y le jura-
ron lealtad.
Tan pronto como Muʿāḏ regresó de Meca a Medina, formó
un grupo junto con otros muchachos de su edad para sacar y
destruir los ídolos que había en las casas de los mušrikūn de
Yaṯrib. Uno de los efectos de esta campaña fue que un hom-
bre prominente de la ciudad, ʿAmr ibn al-Ŷamūḥ, se hizo mu-
sulmán.
Cuando el noble Profeta s llegó a Medina, Muʿāḏ ibn
Ŷabal le acompañaba siempre que podía. Estudió el Corán y
las leyes del Islam hasta llegar a ser uno de los mejor informa-
dos sobre la religión del Islam entre todos los Compañeros.
Allí donde Muʿāḏ iba, la gente acudía a él en busca de jui-
cios legales sobre asuntos en los que discrepaban. Esto no era
extraño porque había sido instruido por el propio Profeta s
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19. ṮUMĀ
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ṮUMĀMA IBN AṮAL
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20.
20. ZAYD AL-JAIR
“LA GENTE está compuesta de cualidades o ‘metales’ básicos.
Los mejores de ellos en Ŷahilīya son también los mejores en
el Islam,” -afirma el ḥadīṯ del Profeta s.
Lo que sigue son dos estampas de la vida de un noble
compañero –una de su vida en Ŷahilīya y la otra después de
hacerse musulmán.
En la Ŷahilīya, este ṣaḥābi era conocido como Zayd al-Jail.
Cuando se hizo musulmán, el Profeta s cambió su nombre
por el de Zayd al-Jair.
La tribu de ʿAmr se vio afligida un año por una grave sequ-
ía que destruyó las cosechas y causó la muerte de gran parte
de su ganado. Fue un año tan malo que un hombre dejó su
tribu junto con su familia y se fue a Ḥīra. Allí se separó de su
familia con las palabras: “Esperad aquí hasta que yo regrese.”
Se juró no volver hasta haber ganado algo de dinero para
ellos o morir en el intento.
El hombre se llevó consigo algunas provisiones y caminó
todo el día en busca de algo que llevar a su familia. Al llegar la
noche, se encontró frente a una tienda. Junto a ella había un
caballo atado y se dijo a sí mismo:
“Este es mi primer botín.” Fue hacia el caballo, lo desató y
estaba a punto de montarlo cuando oyó una voz que le decía:
“Déjalo y llévate tu vida como botín.” Dejó el caballo y se
alejó de allí aprisa.
Durante siete días siguió caminando hasta llegar a un lu-
gar donde había un pastizal para camellos. Cerca de allí había
una tienda enorme con una cúpula de cuero, signos de gran
riqueza y abundancia. El hombre se dijo a sí mismo:
“Sin duda, este pastizal tiene camellos y sin duda esta
tienda tiene ocupantes.” El sol estaba a punto de ponerse. El
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CUANDO ZAYD AL-JAIL tuvo noticias del Profeta -la paz sea con
él-, hizo sus propias averiguaciones y después decidió acudir
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21.
21. BARAKA
NO SABEMOS EXACTAMENTE cómo esta joven abisinia acabó en el
mercado de esclavos de Meca. No conocemos sus ‘raíces’, ni
quién fue su madre, su padre, o sus antepasados. Hubo mu-
chos como ella, muchachos y muchachas, árabes y no árabes,
que eran capturados y traídos al mercado de esclavos de la
ciudad para ser vendidos.
Un destino terrible aguardaba a algunos de los que acaba-
ban en manos de amos y amas crueles, que explotaban su
trabajo al máximo y les trataban con la mayor dureza.
Unos pocos en ese entorno inhumano fueron, sin embar-
go, bastante más afortunados, porque entraron a servir en
casas de gente más amable y bondadosa.
Baraka, la muchacha abisinia, fue una de las más afortu-
nadas, ya que fue rescatada por ʿAbdullāh, el generoso y
amable hijo de ʿAbd al-Muṭṭalib. Se convirtió en la única sir-
viente de su casa y cuando él se casó con la señora Āmina, se
ocupó eficientemente de sus necesidades.
Dos semanas después de su matrimonio, según cuenta Ba-
raka, el padre de ʿAbdullāh vino a su casa y ordenó a su hijo
acompañarle en una caravana comercial que partía hacia
Siria. Āmina estaba profundamente consternada y gritaba:
“¡Qué extraño! ¡Qué extraño! ¡Cómo es posible que mi ma-
rido se vaya a Siria en viaje de negocios siendo yo recién ca-
sada y mis manos muestren aún las huellas de la henna!”
La partida de ʿAbdullāh resultó desoladora para ella. Ven-
cida por la angustia, Āmina se desmayó. Poco después de su
marcha, Baraka dijo:
“Cuando vi a Āmina inconsciente, grité de dolor y de deso-
lación: ‘¡Oh, mi ama!’ Āmina abrió los ojos y me miró con
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22.
22. ʿUMAIR IBN SAʿD AL-ANṢĀRĪ
ʿUMAIR IBN SAʿD quedó huérfano siendo muy pequeño. Su pa-
dre murió dejándole a él y a su madre pobres y desampara-
dos. Su madre acabó casándose de nuevo, con uno de los
hombres más ricos de Medina. Su nombre era Ŷulās ibn Su-
waid y pertenecía a la poderosa tribu de Aus.
Ŷulās cuidaba bien de ʿUmair y éste le quería como un hijo
quiere a su padre. Tanto es así que empezó a olvidarse de que
era huérfano. A medida que ʿUmair fue creciendo, creció
también el apego y el amor de Ŷulās hacia él. Ŷulās estaba
asombrado de la inteligencia que mostraba en todo lo que
hacía, y de la honestidad y seriedad que caracterizaban su
conducta.
Cuando apenas tenía diez años, ʿUmair se hizo musulmán.
La fe encontró en su tierno corazón un nicho seguro y pe-
netró hondamente en su ser. A pesar de sus pocos años, ja-
más se retrasaba en hacer el ṣalā detrás del noble Profeta s.
A menudo se le veía en la primera fila de la congregación,
esperando recibir el ṯawāb prometido a los que acuden tem-
prano a las mezquitas y se sientan en las primeras filas. Su
madre estaba especialmente complacida de verle ir y venir de
la mezquita, a veces con su marido y otras solo.
La vida de ʿUmair transcurría de esta forma sin contra-
tiempos importantes que alterasen su calma y su satisfac-
ción. Este estado idílico, sin embargo, no podía durar para
siempre. ʿUmair tuvo pronto que enfrentarse a una prueba
durísima para un muchacho de su edad, una prueba que sa-
cudió la atmósfera serena y amorosa de su casa y puso a
prueba la firmeza de su fe.
En el noveno año de la hégira, el Profeta -la paz y las ben-
diciones de Dios sean con él-, hizo pública su intención de
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23.
23. ḤUḎAIFA IBN AL-YAMĀ
AMĀN
sobre él. Cuanto más sabía de él, más afecto sentía por el Pro-
feta y mayor era su anhelo de conocerle personalmente.
Finalmente, tuvo ocasión de viajar a Meca, y al encontrar-
se con el Profeta, le preguntó: “¿Qué soy yo, muhāŷir o anṣārī,
oh Rasūlullāh?”
“Si lo prefieres, puedes considerarte uno de los
Muhāŷirūn o, si quieres, puedes considerarte un Anṣārī. Elige
la opción que te sea más querida,” le respondió el Profeta.
“Entonces, soy un anṣārī, oh Rasūlullāh,” decidió Ḥuḏaifa.
En Medina, después de la hégira, Ḥuḏaifa se hizo muy asi-
duo del Profeta s. Participó en todas las campañas militares
excepto en Badr. Al explicar su ausencia de la batalla de Badr,
decía:
“No hubiera faltado a Badr si mi padre y yo no hubiéra-
mos estado fuera de Medina. Los incrédulos de Quraiš se to-
paron con nosotros y nos preguntaron adónde íbamos. Les
dijimos que íbamos a Medina, y ellos nos preguntaron si ten-
íamos intención de encontrarnos con Muḥammad s. Les
dijimos que sólo queríamos ir a Medina. No nos dejaron ir
hasta hacernos jurar que no ayudaríamos a Muḥammad en
contra de ellos ni lucharíamos de su parte.
“Cuando nos encontramos con el Profeta s, le hablamos
del juramento a los Quraiš y le preguntamos qué debíamos
hacer. Nos dijo que ignorásemos aquel juramento y que
buscásemos la ayuda de Dios en contra de ellos.”
Ḥuḏaifa participó en la batalla de Uḥud junto a su padre.
La presión sobre Ḥuḏaifa durante la batalla fue muy grande,
pero supo responder bien y salió sano y salvo. Un destino
distinto, sin embargo, aguardaba a su padre.
Antes de la batalla, el Profeta -la paz sea con él-, dejó a al-
Yamān, el padre de Ḥuḏaifa, y a Ṯābit ibn Waḥš al cargo de
otros no combatientes, incluidos mujeres y niños. Esto se
debía a que ambos eran bastante ancianos. Cuando el comba-
te se hizo más intenso, al-Yamān le dijo a su amigo:
“Tú no tienes padre (es decir, no tienes de qué preocupar-
te). ¿A qué estamos esperando? A ambos nos resta poco de
vida. ¿Por qué no cogemos nuestras espadas y nos unimos al
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Enviado de Dios -la paz sea con él? Puede que Dios nos con-
ceda el martirio junto a Su Profeta.”
Rápidamente se prepararon para la batalla y pronto esta-
ban inmersos en el fragor del combate. Ṯābit ibn Waḥš fue
bendecido con la šahāda a manos de los mušrikūn. El padre de
Ḥuḏaifa, sin embargo, fue atacado por un grupo de musul-
manes que no le reconocieron. Mientras le abatían con sus
espadas, Ḥuḏaifa gritaba:
“¡Mi padre! ¡Mi padre! ¡Es mi padre!”
Nadie le oyó. El anciano cayó al suelo, abatido por error
por las espadas de sus propios hermanos en la fe. Estos se
sintieron llenos de dolor y remordimiento. A pesar de su de-
solación, Ḥuḏaifa les dijo:
“Que Dios os perdone, pues Él es el más Misericordioso de
los misericordiosos.”
El Profeta -la paz sea con él-, exigió que se le pagase el diya
(compensación) a Ḥuḏaifa por la muerte de su padre, pero
Ḥuḏaifa dijo:
“Sólo buscaba el martirio y lo consiguió. Oh Dios, sé testi-
go de que entrego la compensación por él a los musulmanes.”
A causa de esta actitud, la valía de Ḥuḏaifa creció a los ojos
del Profeta -la paz sea con él.
Ḥuḏaifa poseía tres cualidades que impresionaron espe-
cialmente al Profeta s: su excepcional inteligencia, que usa-
ba para resolver situaciones difíciles, su rápido ingenio y su
respuesta espontánea a un llamamiento a la acción, y su ca-
pacidad para guardar un secreto aunque fuera sometido a un
interrogatorio persistente.
Una práctica notable del Profeta s era descubrir y hacer
uso de las cualidades y talentos especiales de cada uno de sus
Compañeros. Al encomendar una misión a uno de sus com-
pañeros, se cuidaba de escoger al mejor hombre para cada
tarea. Esto fue lo que hizo en el caso de Ḥuḏaifa, con excelen-
tes resultados.
Uno de los problemas más serios de los musulmanes en
Medina era enfrentarse a la presencia de hipócritas
(munāfiqūn) que vivían entre ellos, en especial los judíos y sus
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24.
24. ŶAʿFAR IBN ABĪ ṬĀLIB
A PESAR DE SU NOBLE ascendencia entre los Quraiš, Abū Ṭālib, el
tío del Profeta s, era bastante pobre. Tenía una familia nu-
merosa y no contaba con suficientes medios para cubrir ade-
cuadamente sus necesidades. Su situación de pobreza empe-
oró cuando una fuerte sequía asoló la península Arábiga. La
sequía destruyó la vegetación y el ganado murió y, se dice
que la gente llegó a comer huesos para mantenerse con vida.
Fue durante esta sequía cuando Muḥammad s, que aún
no había recibido la llamada a la Profecía, le dijo a su tío al-
ʿAbbās:
“Tu hermano Abū Ṭālib tiene una familia muy numerosa.
La gente está, como ves, afligida por esta terrible sequía y
sufren la hambruna. Vayamos a Abū Ṭālib y hagámonos car-
go de parte de su familia. Yo me haré cargo de uno de sus
hijos y tú puedes coger a otro y los criaremos nosotros.”
“Lo que me sugieres es ciertamente justo y loable,” res-
pondió al-ʿAbbās, y juntos fueron a hablar con Abū Ṭālib y le
dijeron:
“Queremos aligerarte la carga de tu familia hasta que pase
este período de dificultad.”
Abū Ṭālib estuvo de acuerdo.
“Si me permitís quedarme con ʿAqīl (uno de sus hijos, ma-
yor que ʿAlī), podéis hacer lo que queráis,” dijo.
Así fue como Muḥammad s se llevó a vivir con él a ʿAlī y
al-ʿAbbās se hizo cargo de Ŷaʿfar.
Ŷaʿfar se parecía mucho en su aspecto al Profeta. Se dice
que había cinco hombres del clan de Hāšim que se parecían
tanto al Profeta que la gente a menudo los confundía con él.
Estos eran: Abū Sufyān ibn al-Ḥāriṯ y Quḍam ibn al-ʿAbbās –
que eran ambos primos suyos; As-Saʾib ibn ʿUbaid, abuelo del
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Imām aš-Šafiʿ; al-Ḥasan ibn ʿAlī, nieto del Profeta, que era el
más parecido a él; y Ŷaʿfar ibn Abī Ṭālib.
Ŷaʿfar permaneció con su tío, al-ʿAbbās, hasta su mocedad.
Entonces se casó con Asmāʾ bint ʿUmais, hermana de Maimū-
na que más tarde se convertiría en esposa del Profeta s. Tras
su matrimonio, Ŷaʿfar se fue a vivir por su cuenta. Él y su es-
posa fueron de los primeros en aceptar el Islam. Se hizo mu-
sulmán con Abū Bakr aṣ-Ṣiddīq -Dios esté complacido de él.
El joven Ŷaʿfar y su esposa fueron seguidores devotos del
Islam. Tuvieron que soportar el trato inhumano y la persecu-
ción de los Quraiš con paciencia y firmeza porque ambos sab-
ían que el camino al Paraíso estaba sembrado de espinas y era
un camino de dolor y penalidades.
Los Quraiš les hacían la vida imposible a ellos dos y a sus
hermanos en la fe. Obstaculizaban su cumplimiento de las
obligaciones y los ritos del Islam. Les impedían disfrutar ple-
namente de la dulzura de la adoración sin trabas. Los Quraiš
les acechaban a cada paso y restringían duramente su liber-
tad de movimientos.
Ŷaʿfar finalmente fue a ver al Profeta s, y le pidió permi-
so para que él, su mujer y un pequeño grupo de ṣaḥāba hicie-
ran hiŷra al país de Abisinia. Con gran tristeza, el Profeta les
dio su permiso. Le dolía que esas almas puras y rectas se vie-
sen forzadas a abandonar sus hogares y los escenarios y re-
cuerdos queridos y familiares de su infancia y juventud, no
por haber cometido un crimen sino sólo por decir: “Nuestro
Señor es Uno. Dios es nuestro Señor.”
El grupo de muhāŷirūn abandonó Meca camino de las tie-
rras de Abisinia. Su jefe era Ŷaʿfar ibn Abī Ṭālib. Pronto con-
siguieron establecerse en esta nueva tierra bajo la protección
del Negus, el justo y recto dirigente de Abisinia. Por primera
vez desde que eran musulmanes, saborearon la libertad y la
seguridad, y disfrutaron la dulzura de la adoración sin ser
molestados.
Cuando los Quraiš se enteraron de la emigración del pe-
queño grupo de musulmanes y de la tranquila vida que dis-
frutaban bajo la protección del Negus, hicieron planes para
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grupo y acordaron que Ŷaʿfar ibn Abī Ṭālib, y sólo él, hablase
en su nombre.
En la corte del Negus, los obispos, vestidos con casullas
verdes y vistosas mitras, estaban sentados a su derecha y a su
izquierda. Los emisarios de Quraiš estaban también sentados
cuando los musulmanes entraron y tomaron asiento. El Ne-
gus se volvió hacia ellos y les preguntó:
“¿Qué es esta religión que habéis introducido y que ha
cortado vuestros lazos con la religión de vuestro pueblo?
Tampoco habéis entrado en mi religión ni en la religión de
ninguna otra comunidad.”
Ŷaʿfar ibn Abī Ṭālib se adelantó entonces y pronunció un
discurso emocionante y elocuente que se conserva como una
de las más brillantes presentaciones del Islam, de la invita-
ción del noble Profeta s y de las condiciones de la sociedad
de Meca en aquellos momentos. Dijo:
“Oh Rey, éramos un pueblo hundido en la ignorancia y la
inmoralidad; que adoraba ídolos y comía carroña; que comet-
ía toda clase de abominaciones y actos obscenos, cortando los
lazos del parentesco, tratando mal a los huéspedes, y entre
nosotros el fuerte abusaba del débil.
“Permanecimos en ese estado hasta que Dios nos envió un
Profeta: uno de nuestra propia gente, cuyo linaje, veracidad e
integridad nos eran bien conocidos.
“Él nos llamó a adorar a Dios solo y a renunciar a las pie-
dras y a los ídolos que nosotros y nuestros antepasados sol-
íamos adorar en vez de Dios.
“Nos ordenó decir la verdad, honrar nuestras promesas,
ser amables con nuestros familiares, ayudar a nuestros veci-
nos, abandonar todos los actos prohibidos, abstenernos de
derramar sangre, huir de las obscenidades y los falsos testi-
monios, no apropiarnos los bienes de los huérfanos ni ca-
lumniar a mujeres honestas.
“Nos ordenó adorar a Dios solo y no asociar nada con él-,
establecer la oración, dar limosnas y ayunar durante el mes
de Ramadán.
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25. ABŪ SUFYĀN
UFYĀN IBN AL-ḤĀRIṮ
RIṮ
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Cuando falleció el Profeta -la paz sea con él-, Abū Sufyān
sintió un intenso pesar y lloró amargamente.
Durante el califato de ʿUmar -Dios esté complacido de él-,
Abū Sufyān sintió cerca su fin. Un día, la gente le vio en al-
Baqīʿ -el cementerio que está junto a la mezquita del Profeta
y en el que están enterrados muchos de los Ṣaḥāba. Le vieron
cavando una tumba y quedaron sorprendidos. Tres días des-
pués, Abū Sufyān yacía en su casa. Su familia le rodeaba llo-
rando, pero él les dijo:
“No lloréis por mí. Por Dios, que no he cometido ninguna
falta desde que acepté el Islam.”
Después de estas palabras, falleció.
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26. ḤAKĪ
AKĪM IBN ḤAZM
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ḤAKĪM IBN ḤAZM
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27. SUHAIL IBN ʿAMR
EN LA BATALLA DE BADR, cuando Suhail cayó prisionero de los
musulmanes, ʿUmar ibn al-Jatṭāb se presentó ante el Profeta
s y le dijo:
“¡Enviado de Dios! Deja que le arranque los incisivos a Su-
hail ibn ʿAmr para que no pueda levantarse más y hablar con-
tra ti después de este día.”
“Desde luego que no, ʿUmar,” le advirtió el Profeta s. “No
mutilaré a nadie, no sea que Dios me mutile a mí aún siendo un
Profeta.” Y atrayendo hacia sí a ʿUmar, el noble Profeta le dijo:
“ʿUmar, quizá Suhail haga en el futuro algo de lo que estés
complacido.”
Suhail ibn ʿAmr era un personaje prominente entre los
Quraiš. Era listo y elocuente, y su opinión tenía gran peso
entre su gente. Era conocido como al-jaṭīb -el portavoz y ora-
dor de los Quraiš-, y habría de desempeñar un importante
papel en la firma del famoso tratado de Ḥudaibīya.
A finales del año sexto de la hégira, el Profeta y unos mil
quinientos de sus Ṣaḥāba salieron de Medina hacia Meca con
intención de realizar la ʿumra. Para proclamar que iban en
son de paz, los musulmanes no llevaban armas de batalla y
sólo portaban sus espadas de viaje. Llevaban asimismo ani-
males para el sacrificio para dejar claro que venían en pere-
grinación.
Los Quraiš supieron de su avance e inmediatamente se
prepararon para la batalla. Se juraron a sí mismos que nunca
permitirían a los musulmanes entrar en Meca. Jālid ibn al-
Walīd fue enviado a la cabeza de un destacamento de caba-
llería de Quraiš para cortar el avance de los musulmanes. El
ejército de Jālid se quedó esperándoles en un lugar llamado
Kurāʾu ‘l-Gamīm.
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28. ZAYD IBN ṮĀBIT
ESTAMOS EN EL SEGUNDO año de la hégira. Medina, la ciudad del
Profeta s, bulle de actividad mientras los musulmanes se
preparan para la larga marcha hacia el sur, hacia Badr.
El noble Profeta s realiza una última inspección del pri-
mer ejército en ser movilizado bajo su liderato para empren-
der el ŷihād en contra de los que habían perseguido a los mu-
sulmanes durante muchos años y que seguían aún empeña-
dos en acabar con su misión.
Un joven, que aún no habría alcanzado los trece años,
acudió dispuesto a unirse a las filas. Era un muchacho des-
pierto y seguro de sí. Sostenía en sus manos una espada que
era tan larga o posiblemente algo mayor que su propia esta-
tura. Se dirigió al Profeta -la paz y las bendiciones de Dios
sean con él-, y le dijo:
“Me entrego a tu servicio, oh Enviado de Dios. Déjame sa-
lir contigo y combatir a los enemigos de Dios bajo tu estan-
darte.”
El noble Profeta s le miró con admiración y le dio unos
golpecitos en el hombro con ternura. Elogió su valentía pero
rehusó enlistarle por considerarle aún demasiado joven.
El muchacho, Zayd ibn Ṯābit, dio media vuelta y se
marchó, abatido y triste. Mientras se iba, caminando con pa-
sos lentos y medidos, clavó la espada en la tierra como signo
de su enfado. Se le negaba el honor de acompañar al Profeta
s en su primera campaña. Detrás de él, se encontraba su
madre, an-Nuwar bint Mālik. Ella también se sentía abatida y
triste. Había deseado ver a su joven hijo salir con el ejército
de muŷāhidūn para que estuviese con el Profeta en aquel mo-
mento crítico.
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29. ʿABDULLĀH IBN ʿABBĀ
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30. RAMLA BINT ABĪ SUFYĀN
UFYĀN
ABŪ SUFYĀN IBN ḤARB no podía concebir que nadie entre los
Quraiš se atreviese a desafiar su autoridad u oponerse a sus
órdenes. Después de todo, él era el sayyid o jefe de Meca, y
debía ser obedecido y seguido.
Su hija Ramla, conocida como Umm Ḥabība, se atrevió sin
embargo a desafiar su autoridad al rechazar a las deidades de
Quraiš y sus prácticas idólatras. Junto con su marido,
ʿUbaidullāh ibn Ŷahš, puso su fe en Allāh solo y aceptó el
mensaje de Su Profeta, Muḥammad ibn ʿAbdullāh s.
Abū Sufyān usó de todos los medios y fuerza de que dis-
ponía para devolver a su hija y a su marido a su religión, a la
religión de sus antepasados, pero fue inútil. La fe que había
arraigado en el corazón de Ramla era demasiado fuerte para
ser desalojada por los vendavales de la furia de Abū Sufyān.
Abū Sufyān se sentía profundamente preocupado y ape-
nado de que su hija se hubiese convertido al Islam. No sabía
cómo presentarse ante los Quraiš después de que ella contra-
riase su voluntad, y se sentía impotente para evitar que si-
guiese a Muḥammad s. Cuando los Quraiš, sin embargo,
comprendieron que Abū Sufyān estaba enfadado con Ramla y
su esposo, se envalentonaron y empezaron a tratarles con
dureza. Desataron contra ellos toda la ferocidad de su perse-
cución hasta tal punto que su vida en Meca se hizo insopor-
table.
En el quinto año de su misión, el Profeta s dio permiso a
los musulmanes para que emigrasen a Abisinia. Ramla, su
pequeña hija Ḥabība, y su esposo marcharon entre los emi-
grantes.
Abū Sufyān y los jefes de Quraiš no podían aceptar que un
grupo de musulmanes hubiera escapado a su red de persecu-
RAMLA BINT ABĪ SUFIĀN
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LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
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RAMLA BINT ABĪ SUFIĀN
ellos estaban Ŷaʿfar ibn Abī Ṭālib, Jālid ibn Saʿīd, ʿAbdullāh
ibn Ḥuḏāfa as-Sahmī y otros. Se habían reunido para presen-
ciar la firma del contrato matrimonial entre Umm Ḥabība,
hija de Abū Sufyān, y Muḥammad, el Enviado de Dios s. Al
finalizar la ceremonia, el Negus se dirigió a los allí reunidos:
“Glorifico a Dios, el Santo, y declaro que no hay deidad sino
Allāh y que Muḥammad es Su Siervo y Su Enviado, y que
transmitió la buena nueva [el Evangelio] a Jesús hijo de María.
“El Enviado de Dios -la paz sea con él-, me ha pedido que
formalice el contrato matrimonial entre él y Umm Ḥabība, la
hija de Abū Sufyān. Acepto lo que me ha pedido y en su nom-
bre le hago entrega de un mahr, o dote, de cuatrocientos di-
nares de oro.” Entregó esta cantidad a Jālid ibn Saʿīd, el cual
se puso en pie y dijo:
“Alabado sea Dios. Le glorifico y solicito Su ayuda y Su
perdón y a Él me vuelvo en arrepentimiento. Declaro que
Muḥammad es Su Siervo y Enviado s, a quien Él ha enviado
con la religión de la recta guía y la verdad para que prevalez-
ca sobre todas las demás formas de religión, aunque esto dis-
guste a los incrédulos.
“He aceptado hacer lo que el Profeta -la paz sea con él-, ha
pedido y actúo como wakil en representación de Umm
Ḥabība, hija de Abū Sufyān. Que Dios bendiga a Su Enviado y
a su esposa.
“Mis felicitaciones a Umm Ḥabība por el bien que Dios ha
ordenado para ella.”
Jālid recogió el mahr y se lo entregó a Umm Ḥabība. En-
tonces los Ṣaḥāba se levantaron para irse, pero el Negus les
dijo:
“Sentaos, pues es costumbre de los profetas servir comida
en las bodas.”
Hubo regocijo general en la corte del Negus mientras los
huéspedes se sentaron de nuevo para comer y celebrar una
ocasión tan dichosa. Umm Ḥabība, especialmente, apenas
podía creerse su enorme fortuna y más tarde describiría lo
deseosa que estaba entonces de compartir su dicha. Dijo:
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31. ʿABDULLĀH IBN SAL·LĀM
BDULLĀ
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32. MUḤAMMAD IBN MASLAMA
NEGRO, ALTO Y ROBUSTO, Muḥammad ibn Maslama destacaba
por encima de sus contemporáneos. Era un gigante entre los
compañeros del Profeta s, un gigante en cuerpo y un gigan-
te en acciones.
Es curioso que su nombre fuera ya Muḥammad antes de
hacerse musulmán. Parece como si este nombre fuera en sí
una indicación de que iba a ser uno de los primeros entre los
habitantes de Yaṯrib en hacerse musulmán y en seguir las
enseñanzas del gran Profeta s. (El nombre Muḥammad era
prácticamente desconocido entonces, pero desde que el Pro-
feta animó a los musulmanes a usarlo, se ha convertido en
uno de los nombres más utilizados en el mundo.)
Muḥammad ibn Maslama era ḥalif, o aliado, de la tribu Aus
de Medina, lo que indica que no era árabe. Se convirtió al
Islam con Muṣʿab ibn ʿUmair, el primer misionero enviado
por el Profeta de Meca a Medina. Se hizo musulmán antes
aún que Usaid ibn Ḥuḍair y Saʿd ibn Muʿāḏ que eran hombres
influyentes en la ciudad.
Cuando el Profeta -la paz sea con él-, emigró a Medina,
utilizó un método único para fortalecer los lazos de herman-
dad entre los Muhāŷirūn y los Anṣār. Emparejó a cada
Muhāŷir con un Anṣār. Esta relación contribuyó también a
aliviar las necesidades inmediatas de los Muhāŷirūn en cuan-
to a vivienda y comida, y creó una comunidad de creyentes
integrada.
El Profeta s era un agudo observador del carácter y el
temperamento y procuró siempre emparejar en hermandad a
personas de actitudes y gustos similares. Hermanó a
Muḥammad ibn Maslama con Abū ʿUbaida ibn al-Ŷarrāḥ. Al
igual que Abū ʿUbaida, Muḥammad ibn Maslama era tranqui-
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una mujer judía de nombre Aqīla bint Abū ‘l-Ḥaqīq. Esta era
la madre de Kaʿb.
Kaʿb era alto y bien parecido. Era un poeta conocido y uno
de los hombres más ricos de los judíos. Vivía en un castillo en
las afueras de Medina, donde poseía extensos palmerales. Era
considerado en todo el Ḥiŷāz como uno de los principales
jefes de los judíos. Proveía de medios de vida a muchos rabi-
nos judíos y era su protector.
Kaʿb era enemigo declarado del Islam. Escribía sátiras con-
tra el Profeta s; calumniaba en verso el honor de mujeres
musulmanas e incitaba a las tribus de Medina y sus alrededo-
res en contra del Profeta y el Islam. Al oír la noticia de la vic-
toria de los musulmanes en Badr se sintió profundamente
consternado. Cuando vio al ejército que regresaba con los
Quraiš que había tomado prisioneros, se sintió amargado y
furioso. Se sintió impelido a emprender el largo viaje a Meca
a fin de expresar su dolor a los Quraiš e incitarles a tomar
venganza. Viajó asimismo a otras zonas, de una tribu a otra,
incitando a la gente a levantarse en armas contra el Profeta.
Las noticias de sus actividades llegaron a oídos del Profeta -la
paz sea con él-, que pidió en oración:
“¡Oh Señor, líbrame del hijo de Ašraf, en la forma que Tú
dispongas!”
Kaʿb se había convertido en una auténtica amenaza para la
paz y la confianza mutua que el Profeta s trataba de estable-
cer en Medina.
Kaʿb regresó a Medina y continuó con sus ataques verbales
contra el Profeta s y sus insultos a las mujeres musulmanas.
Al ser advertido por el Profeta, se negó a detener su sucia
campaña y sus siniestras intrigas. Estaba empeñado en fo-
mentar la rebelión contra el Profeta y los musulmanes en
Medina. Con todas estas acciones, Kaʿb había declarado abier-
tamente la guerra al Profeta. Era peligroso y un enemigo
público para el naciente Estado Islámico. El Profeta se sentía
exasperado por su conducta y dijo a los musulmanes:
“¿Quién va a ocuparse de Kaʿb ibn al-Ašraf? Ha ofendido a
Dios y a Su Enviado.”
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33. NUʿAIM IBN MASʿŪD
NUʿAIM IBN MASʿŪD provenía de Naŷd, las tierras del norte de
Arabia. Pertenecía a la poderosa tribu de Gaṭafān. Desde jo-
ven era listo y despierto. Era muy emprendedor y viajaba
mucho. Era ingenioso, estaba siempre dispuesto a aceptar un
desafío y no dejaba que ningún problema le hiciera perder la
confianza.
Este hijo del desierto estaba dotado de un extraordinario
dominio de sí y una finura poco usual. Sin embargo, disfruta-
ba de la vida y vivía con intensidad los afanes de la juventud.
Le gustaba la música y se deleitaba con la compañía de las
cantantes. A menudo, cuando sentía la necesidad de escuchar
el sonido de las cuerdas de un instrumento musical o de dis-
frutar de la compañía de cantantes, dejaba los hogares de su
gente en Naŷd y se dirigía a Yaṯrib y en concreto a la comu-
nidad judía que era muy conocida por sus canciones y su
música.
Mientras permanecía en Yaṯrib, Nuʿaim solía gastar su di-
nero generosamente y en consecuencia era entretenido con
todo lujo. De esta forma, Nuʿaim llegó a tener fuertes vínculos
de amistad con los judíos de la ciudad y en particular con los
Banū Quraiẓa.
En el período en que Dios agració a la humanidad envian-
do a Su Profeta s con la religión de la guía y la verdad, y los
valles de Meca brillaban con la luz del Islam, Nuʿaim ibn
Masʿūd vivía aún entregado a los placeres sensuales. Su pos-
tura era de firme oposición a la religión, en parte por temor a
tener que cambiar y abandonar con ello su búsqueda del pla-
cer. No habría de pasar mucho tiempo hasta que se vio en-
vuelto en la feroz oposición al Islam y en la lucha armada
contra el Profeta y sus compañeros.
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El Profeta -la paz sea con él-, glorificó y dio gracias a Dios
por librarles de la amenaza de la gran alianza. Nuʿaim consi-
guió, como resultado de su contribución sutil pero importan-
te en el descalabro de la alianza, la confianza del Profeta,
quien le confiaría en adelante otras muchas tareas difíciles.
Fue el portador del estandarte del Profeta en varias ocasiones.
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34.
34. ʿABBĀ
BBĀD IBN BIŠR
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35. ḤABĪB
ABĪB IBN ZAYD AL-ANṢĀRĪ
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36.
36. RABĪ
ABĪʿA IBN KAʿB
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37. ABU ‘L-ʿĀṢ IBN AR-RABĪ
ABĪʿA
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38.
38. RUMAISA BINT MILHAN
AUN ANTES de que el Islam fuera introducido en Yaṯrib, Ru-
maisa era conocida por su excelente carácter, la fuerza de su
intelecto y su actitud independiente. Era conocida por diver-
sos nombres además de Rumaisa y Gumaisa, pero se trataba
quizás de motes. Un historiador afirma que su verdadero
nombre era Sahla, pero más tarde sería conocida popular-
mente como Umm Sulaim.
Umm Sulaim se casó en primeras nupcias con Mālik ibn
an-Naḍr, y el hijo nacido de este matrimonio fue el famoso
Anas ibn Mālik, uno de los grandes compañeros del Profeta s.
Umm Sulaim fue una de las primeras mujeres en conver-
tirse al Islam en Yaṯrib. En esta decisión fue influenciada por
el refinado, entusiasta y persuasivo Muṣʿab ibn ʿUmair, que
había sido enviado como el primer misionero o embajador
del Islam por el noble Profeta s. Esto fue después del primer
Juramento de ʿAqaba. Doce hombres de Yaṯrib habían acudi-
do a ʿAqaba, en las afueras de Meca, a jurar lealtad al Profeta.
Este fue el más importante avance en la misión del Profeta
tras largos años de dificultades.
Umm Sulaim tomó la decisión de convertirse al Islam sin
que su marido, Mālik ibn an-Naḍr, lo supiese o diera su con-
sentimiento. Él se encontraba entonces fuera de Yaṯrib y al
volver sintió que se habían producido ciertos cambios en su
familia y le dijo a su mujer:
“¡Pareces rejuvenecida!”
“No,” dijo ella. “Pero [ahora] creo en este hombre [es de-
cir, el Profeta Muḥammad s].”
A Mālik esto no le sentó bien, especialmente cuando su
esposa empezó a anunciar en público su conversión al Islam
y a instruir a su hijo Anas en las enseñanzas y en la práctica
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39.
39. ṬALḤ
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tras leía el Corán. Este fue uno de los incidentes más terribles
de la historia de los comienzos del Islam.
Se propuso a ʿAlī para que asumiese la responsabilidad del
Califato, y todos los musulmanes le juraron lealtad, incluidos
Ṭalḥa y Zubair ibn al-ʿAwwām. Ṭalḥa y Zubair estaban pro-
fundamente afectados por el asesinato de ʿUṯmān. Estaban
horrorizados y sentían que era obligatorio que se castigase a
los asesinos y se hiciese justicia. Pero castigar a los asesinos
no era tarea fácil, porque el crimen no había sido perpetrado
por unos pocos individuos sino que estaban implicadas mu-
chas personas.
Ṭalḥa y Zubair pidieron permiso a ʿAlī para ir a Meca a
hacer ʿumra. Allí se entrevistaron con ʿĀʾiša, la esposa del Pro-
feta. Esta se quedó atónita al conocer la noticia del asesinato
de ʿUṯmān. Desde Meca, Ṭalḥa, Zubair y ʿĀʾiša se dirigieron a
Basora, donde una multitud se congregó para exigir vengan-
za por la muerte de ʿUṯmān.
Las fuerzas reunidas en Basora parecían presentar un de-
safío a ʿAlī. Como Califa de los musulmanes y cabeza del Esta-
do Islámico, ʿAlī no podía tolerar una insurrección o revuelta
armada contra el Estado. ¡Pero, qué difícil y terrible tarea a la
que se enfrentaba! Para derrotar la revuelta, debía combatir a
sus hermanos, a sus compañeros y a otros seguidores del Pro-
feta s y de su religión como él, los mismos que habían lu-
chado contra las fuerzas del širk, aquellos que él más amaba y
respetaba.
Las fuerzas que pedían venganza por la muerte de ʿUṯmān
y los que apoyaban a ʿAlī se encontraron en un lugar llamado
Kuraiba, cerca de Basora. ʿAlī deseaba evitar la guerra y solu-
cionar los asuntos por medios pacíficos. Hizo uso de todos los
recursos en su mano para lograr la paz. Se aferró a toda espe-
ranza de evitar una confrontación. Pero las fuerzas oscuras
que trabajaban contra el Islam -¡y cuán numerosas eran!-
estaban decididas a que aquel asunto llegase a un desenlace
terrible y sangriento.
ʿAlī lloró. Lloró amargamente al ver a ʿĀʾiša, ‘la Madre de
los Creyentes’ dentro de su haudaŷ, o palanquín, sobre un
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40.
40. ʿUQBA IBN ʿĀMIR
TRAS UN LARGO y agotador viaje, el Profeta -la paz sea con él-,
llega a las afueras de Yaṯrib. La buena gente de la ciudad sale
a recibirle. Muchos de ellos se agolpan en las estrechas calles.
Algunos, subidos a las azoteas, cantan Lā ilāha il·lā Allāh y
Allāhu Akbar de gozo por ver al Profeta de la Misericordia y a
su leal compañero, Abū Bakr aṣ-Ṣiddīq. Las niñas de la ciudad
salen alegres a su encuentro, batiendo sus daffs y cantando
una canción de bienvenida:
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41. MUṢʿAB IBN ʿUMAIR
MUṢʿAB nació y creció en medio de la riqueza y el lujo. Sus
prósperos padres prodigaron en él grandes atenciones y cui-
dados. Vestía siempre ropas caras y el calzado más elegante
de su tiempo. El calzado del Yemen era considerado muy ele-
gante y era un gran privilegio poder llevar siempre las mejo-
res sandalias.
Durante su juventud era admirado entre los Quraiš no sólo
por su buen aspecto y estilo sino también por su inteligencia.
Su aspecto elegante y su aguda mente le hacían querido entre
la nobleza de Meca, un ambiente en el que se desenvolvía con
facilidad. Desde muy joven, disfrutaba del privilegio de asistir
a las reuniones de los Quraiš. Estaba pues en posición de co-
nocer las cuestiones que más preocupaban a los dirigentes de
Meca y cuales eran sus actitudes y estrategias.
Entre los habitantes de Meca se produjo un repentino
arrebato de excitación y preocupación cuando Muḥammad
s, conocido como Al-Amīn (el Digno de Confianza), empezó
a declarar que Dios le había enviado como portador de bue-
nas nuevas y como advertidor. Advertía a los Quraiš de un
terrible castigo si no aceptaban la adoración y la obediencia a
Dios, y hablaba de la recompensa divina a la gente recta. To-
da Meca era un clamor por estas declaraciones. Los jefes de
Quraiš, sintiéndose atacados, pensaron en formas de acallar a
Muḥammad s, pero cuando vieron que el ridículo y la per-
suasión no daban resultado, se lanzaron a una campaña de
hostigamiento y persecución.
Muṣʿab supo que Muḥammad s y los que creían en su
mensaje se reunían en una casa cercana a la colina de aṣ-Ṣafā,
para así huir de la persecución de los Quraiš. Esta era la casa
de al-Arqam. Picado por la curiosidad, Muṣʿab fue allí a pesar
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Muṣʿab fue visto por un tal ʿUṯmān ibn Ṭalḥa cuando entraba
sigilosamente en la casa de al-Arqam.
En otra ocasión ʿUṯmān vio a Muṣʿab rezando de la misma
forma que lo hacía Muḥammad s. La conclusión era evidente.
Como el viento en una tormenta, la noticia de la conver-
sión de Muṣʿab al Islam se extendió entre los Quraiš y llegó
finalmente a oídos de su madre.
Muṣʿab tuvo que comparecer ante su madre, su clan y la
nobleza de Quraiš, reunidos para averiguar lo que había
hecho y lo que alegaba en su defensa.
Con cierta humildad y serena confianza en sí mismo,
Muṣʿab reconoció haberse convertido al Islam y explicó las
razones que le habían llevado a hacerlo. Luego recitó algunos
versículos del Corán –aquellos versículos que habían purifi-
cado los corazones de los creyentes y les habían devuelto a la
religión natural de Dios. Aunque eran sólo un pequeño grupo,
sus corazones estaban ahora llenos de sabiduría, honor, justi-
cia y valor.
Escuchando al hijo en quien había prodigado tantos cui-
dados y afecto, su madre se sintió cada vez más indignada.
Tenía ganas de hacerle callar de una bofetada. Pero la mano
que solía dispararse con ligereza vacilaba ahora dubitativa
ante la luz que irradiaba del rostro sereno de Muṣʿab. Quizás
fuera su amor de madre lo que le impedía golpearle en ese
momento, pero sentía que debía hacer algo para vengar a los
dioses a los que su hijo había abandonado. La solución que
decidió adoptar sería mucho peor para su hijo que unos po-
cos golpes. Encerró a Muṣʿab en un rincón de la casa, donde
fue atado fuertemente. Se había convertido en un prisionero
en su propio hogar.
Durante mucho tiempo, Muṣʿab permaneció atado y con-
finado bajo la atenta mirada de los guardianes a los que su
madre había confiado su custodia para evitar que tuviese
contacto con Muḥammad s y su religión. A pesar de esta
dura prueba, Muṣʿab se mantuvo firme. Ciertamente, había
tenido noticias de como otros musulmanes habían sido hos-
tigados y torturados por los idólatras. Para él, como para
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42. FĀṬIMA BINT MUḤAMMAD
FĀṬIMA fue la quinta de los hijos de Muḥammad s y Jadīŷa.
Nació en la época en la que su noble padre había comenzado
a pasar largos períodos en la soledad de las montañas alrede-
dor de la Meca, meditando y reflexionando sobre los grandes
secretos de la creación.
Por entonces, antes de la Biʿṯa, su hermana mayor Zainab
estaba ya casada con su primo, al-ʿĀṣ ibn ar-Rabīʿa. Luego
seguiría el matrimonio de sus otras dos hermanas, Ruqayya y
Umm Kulṯūm, con los hijos de Abū Lahab, el tío paterno del
Profeta. Tanto Abū Lahab como su esposa Umm Ŷamīl se
convirtieron en encarnizados enemigos del Profeta s desde
el comienzo mismo de su misión pública.
Así, la pequeña Fāṭima vio cómo sus hermanas se iban de
casa una tras otra para vivir con sus maridos. Ella era dema-
siado pequeña para entender el significado del matrimonio y
las razones por las cuales sus hermanas tenían que irse de
casa. Las quería mucho y se sentía triste y sola tras su parti-
da. Se dice que un cierto silencio y una dolorosa tristeza se
apoderó de ella entonces.
Por supuesto, aún después de casadas sus hermanas, no se
encontraba sola en la casa de sus padres. Baraka, la sirviente
de Āmina, madre del Profeta s, que había permanecido jun-
to al Profeta desde su nacimiento, Zayd ibn Ḥāriṯa y ʿAlī, el
hijo pequeño de Abū Ṭālib, formaban todos parte de la casa
de Muḥammad por aquel tiempo. Y por supuesto estaba su
afectuosa madre, la señora Jadīŷa.
En su madre y en Baraka, Fāṭima encontró un gran con-
suelo y solaz. En ʿAlī, que era unos dos años mayor que ella,
tenía un ‘hermano’ y un amigo que de alguna forma había
ocupado el lugar de su hermano al-Qāsim, muerto en la in-
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43. ṢUHAIB AR-RŪMĪ
UNOS VEINTE AÑOS antes del comienzo de la misión del Profeta,
es decir, hacia mediados del siglo VI d. C., un árabe llamado
Sinān ibn Mālik gobernaba la ciudad de al-Ubal·la, como tri-
butario del emperador de Persia. La ciudad, que en la actuali-
dad es parte de Basora, se asentaba sobre las orillas del río
Éufrates. Sinān vivía en un lujoso palacio situado en la orilla
del río. Tenía varios hijos y sentía un especial cariño por uno
de ellos que entonces contaba apenas cinco años. Su nombre
era Ṣuhaib. Era rubio y de piel blanca. Era activo y despierto y
era la delicia de su padre.
Un día, la madre de Ṣuhaib le llevó de excursión junto con
otros miembros de la familia a una aldea llamada az-Zani. Lo
que se había previsto como un día relajado y agradable, se
convirtió en una experiencia aterradora que cambiaría por
completo el curso de la vida del joven Ṣuhaib.
Ese día, la aldea de az-Zani fue atacada por una partida de
soldados bizantinos. Los guardias que escoltaban al grupo de
excursionistas, superados en número, cayeron muertos uno a
uno. Todas las posesiones que tenían consigo fueron requisa-
das y muchos de ellos fueron hechos prisioneros. Entre ellos
estaba Ṣuhaib ibn Sinān.
Ṣuhaib fue llevado a uno de los mercados de esclavos del
Imperio Bizantino, cuya capital era Constantinopla, para ser
vendido. Después fue pasando de manos de un amo a otro. Su
destino no era distinto al de miles de esclavos que llenaban
las casas, palacios y castillos de los gobernantes y aristócratas
bizantinos.
Ṣuhaib pasó su juventud como esclavo. Durante unos
veinte años permaneció en tierras bizantinas. Esto le dio la
oportunidad de adquirir un profundo conocimiento y com-
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44. ABU ‘D-DARDĀ
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45. ʿABDUR
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feta -la paz sea con él-, no estaba en ese momento con ellos.
Los musulmanes escogieron a ʿAbdur-Raḥmān como imām.
Habían acabado casi el primer rakʿa cuando el Profeta -la paz
sea con él-, se unió a la congregación y realizó la oración
detrás de ʿAbdur-Raḥmān ibn ʿAuf. ¡Podía existir mayor
honor para alguien que servir de imām al más exaltado de la
creación de Dios, al imām de los Profetas, el imām de
Muḥammad, el Enviado de Dios!
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46. SAʿĪD IBN ZAYD
ZAYD, el hijo de ʿAmr, se había mantenido alejado de los
Quraiš cuando estos se congregaban para celebrar uno de sus
festivales. Los hombres iban vestidos con espléndidos tur-
bantes de brocado y costosos burdas del Yemen. Los mujeres
y los niños iban también elegantemente vestidos con precio-
sos ropajes y brillantes joyas. Zayd observaba cómo los anima-
les de sacrificio, alegremente enjaezados eran conducidos al
sacrificio frente a los ídolos de Quraiš. Le resultaba difícil man-
tenerse callado. Apoyándose contra un muro de la Kaʿba, gritó:
“¡Oh gentes de Quraiš! Es Dios quien ha creado a las ove-
jas. Es Él quien ha hecho caer la lluvia de los cielos para que
beban y Él ha hecho que crezca en la tierra la hierba de la que
se alimentan. Aun así, las sacrificáis en un nombre distinto
del Suyo. En verdad, veo que sois unos ignorantes.”
Al-Jaṭṭāb, su tío y padre de ʿUmar ibn al-Jaṭṭāb, hervía de
cólera. Se acercó dando zancadas a Zayd, le dio una bofetada
en la cara y gritó:
“¡Maldito seas! Todavía tenemos que soportar estas estu-
pideces tuyas. Hemos estado aguantándolas hasta que has
agotado nuestra paciencia.”
Al-Jaṭṭāb incitó luego a un grupo de gente violenta para
que acosaran y persiguieran a Zayd y le hicieran la vida im-
posible.
Estos incidentes, ocurridos antes de que Muḥammad s
anunciase su llamamiento como Profeta, sirvieron de prólogo
a los amargos enfrentamientos que se producirían entre los
defensores de la verdad y los tercos seguidores de las prácti-
cas idólatras. Zayd fue uno de los pocos hombres, conocidos
como ḥunafāʾ, que vieron esas prácticas idólatras como lo que
eran realmente. No sólo se negó a participar en ellas sino que
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47.
47. UBAIY IBN KAʿB
“¡OH ABŪ MUNḎIR! ¿Qué versículo del Libro de Dios es el más
grande?” –preguntó el Enviado de Dios -Dios le bendiga y le
dé paz.
“Dios y Su Enviado lo saben mejor” –fue su respuesta.
El Profeta s repitió su pregunta, y Abū Munḏir respondió:
‘Dios -no hay deidad sino Él, el Viviente, la Fuente Autosubsis-
tente de Todo Ser. Ni la somnolencia ni el sueño se apoderan de Él.
Suyo es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra...’ -y pro-
bablemente siguió hasta completar el Versículo del Escabel
(Āyatu ‘l-Kursī, 2:255).
El Profeta s le dio una palmada en el pecho con la mano
derecha en señal de aprobación al oír la respuesta, y con el
rostro brillante de felicidad, le dijo a Abū Munḏir:
“¡Que el conocimiento te deleite y te aproveche, Abū
Munḏir!”
Este Abū Munḏir a quien el Profeta s felicitó por el cono-
cimiento y comprensión que Dios le había concedido era
Ubaiy ibn Kaʿb, uno de los principales compañeros y una per-
sona muy estimada en la primera comunidad musulmana.
Ubaiy era un Anṣār y pertenecía a la tribu de Jazraŷ. Fue
uno de los primeros en convertirse al Islam en Yaṯrib. Juró
fidelidad al Profeta s en ʿAqaba antes de la hégira. Participó
en la batalla de Badr y en otras batallas posteriores.
Ubaiy formó parte del selecto grupo encargado de escribir
las revelaciones coránicas y poseía un Muṣḥaf escrito de su
propia mano. Sirvió al Profeta s como escribano, escribien-
do cartas que él le dictaba. Cuando el Profeta falleció, era una
de las veinticinco personas, más o menos, que habían memo-
rizado todo el Corán. Su recitación era tan hermosa y su com-
prensión del mismo tan profunda que el Profeta animaba a
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48. SĀLIM, MAULA DE ABŪ ḤUḎAIFA
EN UNA OCASIÓN, el noble Profeta -la paz sea con él-, aconsejó
así a sus compañeros:
“Aprended el Corán de cuatro personas: ʿAbdullāh ibn
Masʿūd, Sālim, maula de Abū Ḥuḏaifa, Ubaiy ibn Kaʿb y Muʿāḏ
ibn Ŷabal.”
Ya hemos leído las historias de tres de esos compañeros.
Pero, ¿quién era este cuarto compañero, en quien el Profeta
había puesto tal confianza que lo consideraba un huŷŷa, es
decir, alguien capacitado para enseñar el Corán y servir como
fuente de consulta sobre el mismo?
Sālim era un esclavo y cuando se convirtió al Islam fue
adoptado como hijo por un musulmán que antes de eso era
uno de los principales nobles de Quraiš. Cuando fue abolida la
costumbre de la adopción (según la cual, el adoptado era lla-
mado hijo de su padre adoptivo), Sālim se convirtió sencilla-
mente en hermano, compañero y maula (cliente) de quien le
había adoptado: Abū Ḥuḏaifa ibn ʿUtba. Por la bendición del
Islam, Sālim ascendió a una posición de alta estima entre los
musulmanes gracias a su noble conducta y a su piedad.
Tanto Sālim como Abū Ḥuḏaifa se convirtieron al Islam
muy temprano. Abū Ḥuḏaifa lo hizo frente a la fuerte oposi-
ción de su padre, el famoso ʿUtba ibn Rabīʿa, que era espe-
cialmente virulento en sus ataques contra el Profeta -la paz
sea con él-, y sus compañeros.
Cuando fue revelado el versículo del Corán que abolía la
adopción, gentes como Zayd y Sālim tuvieron que cambiar de
nombre. Zayd, que era conocido como Zayd ibn Muḥammad,
tendría que llamarse por el nombre de su padre natural. En
adelante, fue conocido como Zayd ibn Ḥāriṯa. Sālim, sin em-
bargo, no conocía el nombre de su padre. De hecho, no sabía
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49.
49. ABŪ HURAIRA
“ʿAN ABĪ HURAIRATA raḍiya Allāhu ʿanhu qāl: Qāla Rasūlullāhi ṣal·la
Allāhu ʿalaihi wa sal·lam...”
Por esta frase, el nombre de Abū Huraira se ha hecho fa-
miliar para millones de musulmanes desde los primeros
tiempos del Islam hasta nuestros días. En discursos y confe-
rencias, en los jutbas del viernes y en seminarios, en libros de
aḥādīṯ y de sīra, de fiqh y de ʿibāda, el nombre de Abū Huraira
es mencionado con esta fórmula: “De Abū Huraira, que Dios
esté complacido de él, que dijo: ‘El Enviado de Dios, Dios le
bendiga y le dé paz, dijo...’”
Gracias a sus excepcionales esfuerzos, cientos de āḥadīṯ, o
dichos del Profeta s, han sido transmitidos a las generacio-
nes posteriores. Es el nombre más destacado en la lista de
transmisores de ḥadīṯ. Le siguen los nombres de otros com-
pañeros como ʿAbdullāh ibn ʿUmar, Anas ibn Mālik, Umm al-
muʾminīn, ʿĀʾiša, Ŷābir ibn ʿAbdullāh y Abū Saʿīd al-Judrī, que
juntos transmitieron en total más de mil dichos del Profeta.
Abū Huraira se convirtió al Islam con aṭ-Ṭufail ibn ʿAmr,
jefe de la tribu de Daus, a la que pertenecía. Los Daus habita-
ban la región de Tihāma, que se extiende a lo largo de la costa
del mar Rojo, en el sur de Arabia. Cuando aṭ-Ṭufail regresó a
su pueblo después de haberse encontrado con el Profeta s y
haberse hecho musulmán en los primeros años de su misión,
Abū Huraira fue uno de los primeros en responder a su invi-
tación al Islam. No fue como la mayoría de los Daus, que se
mantuvieron tercamente aferrados a sus antiguas creencias
durante mucho tiempo.
Cuando aṭ-Ṭufail viajó de nuevo a Meca, Abū Huraira fue
con él. Allí tuvo el honor y el privilegio de conocer al noble
Profeta s, quien le preguntó:
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
“¿Cómo te llamas?”
“ʿAbdu-Šams” – el siervo del Sol, respondió.
“Mejor será que te llames ʿAbdur-Raḥmān” – el siervo del
Más Misericordioso, dijo el Profeta s.
“Sí, ʿAbdur-Raḥmān [es mejor], oh Enviado de Dios,” res-
pondió él. Aun así, siguió siendo conocido como Abū Huraira,
que significa ‘padre del gatito’, pues al igual que el Profeta s
le gustaban mucho los gatos y desde niño solía tener un gato
con el que jugaba.
Abū Huraira siguió viviendo en Tihāma varios años y fue
sólo a comienzos del año séptimo de la hégira cuando se des-
plazó a Medina junto con otros de su tribu. El Profeta s hab-
ía partido para la campaña de Jaibar. Abū Huraira, que era
pobre, se quedó en la Mezquita junto con el resto de los Aṣḥāb
aṣ-Ṣuffa. Estaba soltero, sin esposa ni hijos. Sin embargo, le
acompañaba su madre, que era aún idólatra. Él deseaba que
se hiciese musulmana y rezaba por ella, pero ella se negaba
totalmente. Un día, la invitó a que creyese en Dios solo y que
siguiese a Su Profeta pero ella dijo unas palabras que le llena-
ron de tristeza. Con lágrimas en los ojos, fue a ver al noble
Profeta s, quien le preguntó:
“¿Qué te ha hecho llorar, oh Abū Huraira?”
“No he dejado de llamar a mi madre al Islam pero siempre
me ha rechazado. Hoy la invité de nuevo y escuché de su boca
palabras que me han disgustado. Pide a Dios Todopoderoso
que haga que el corazón de la madre de Abū Huraira se incli-
ne hacia el Islam.”
El Profeta s asintió a la petición de Abū Huraira y rezó
por su madre. Abū Huraira dijo:
“Fui a casa y me encontré la puerta cerrada. Oí el sonido
de agua salpicando y cuando iba a entrar mi madre dijo:
‘Quédate donde estás, Abū Huraira.’ Después de vestirse,
dijo: ‘¡Entra!’ Yo entré y ella dijo: ‘Atestigūo que no hay más
deidad que Dios, y Atestigüo que Muḥammad es Su Siervo y
Su Enviado.’
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ABŪ HURAIRA
“Fui de nuevo a ver al Profeta -la paz sea con él-, llorando
de alegría, igual que una hora antes había ido llorando de
tristeza, y le dije:
‘Tengo buenas noticias, oh Enviado de Dios. Dios ha escu-
chado tu plegaria y ha guiado al Islam a la madre de Abū
Huraira.’”
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50. ʿADĪY IBN ḤĀTIM
EN EL NOVENO AÑO de la hégira, un rey árabe realizó los prime-
ros acercamientos positivos hacia el Islam tras años de haber
sentido odio hacia él. Se aproximó a la fe (imān) después de
haberse opuesto a ella y de combatirla. Y finalmente juró
fidelidad al Profeta -la paz sea con él-, después de haber
rehusado hacerlo antes por arrogancia.
Este fue ʿAdīy, hijo del famoso Ḥātim at-Ṭayyiʾ conocido
por su caballerosidad y su fabulosa generosidad. ʿAdīy heredó
el dominio de su padre y fue confirmado en su posición por la
tribu de Ṭayyiʾ. Parte de su poder se debía al hecho de que
una cuarta parte de todo lo que obtenían como botín en las
expediciones de saqueo le era entregado a él.
Cuando el Profeta s anunció públicamente su llamamien-
to a la guía y a la Verdad, y los árabes de una región tras otra
fueron aceptando sus enseñanzas, ʿAdīy vio en la misión de
aquel una amenaza a su posición y autoridad. Aun sin cono-
cer personalmente al Profeta s, y sin haberle visto jamás,
surgieron en él fuertes sentimientos de enemistad hacia él.
Se mantuvo en su antagonismo hacia el Islam durante cerca
de veinte años hasta que finalmente Dios abrió su corazón a
la religión de la Verdad y la guía.
La forma en que ʿAdīy llegó a hacerse musulmán es una his-
toria extraordinaria, y nadie mejor que él para contarla. Dijo:
“No había nadie entre los árabes que detestase al Enviado
de Dios -Dios le bendiga y le dé paz-, más que yo cuando oí
hablar acerca de él. Yo era entonces un hombre de gran posi-
ción y nobleza, y era cristiano. Obtenía de mi pueblo una
cuarta parte de su botín, como era costumbre entre los reyes
árabes.
ʿADĪY IBN ḤĀTIM
“Cuando oí hablar del Enviado de Dios -la paz sea con él-,
le odié. Cuando su empresa fue cobrando fuerza y su poder se
incrementó, y sus ejércitos y fuerzas expedicionarias domi-
naban el este y el oeste del territorio de los árabes, le dije a
un sirviente mío que estaba al cuidado de mis camellos:
‘Prepárame un camello bien alimentado y fácil de montar
y mantenlo atado cerca de mí. Si oyes que un ejército o una
fuerza expedicionaria de Muḥammad se aproxima a esta tie-
rra, házmelo saber.’
“Una tarde, mi sirviente vino y me dijo:
‘¡Yā Maulaya! Lo que tuvierais pensado hacer cuando se acer-
cara a vuestras tierras la caballería de Muḥammad, hacedlo ya.’
‘¿Por qué? ¡Qué tu madre te pierda!’
‘He visto exploradores rondando cerca de nuestros terri-
torios. Cuando pregunté acerca de ellos, me dijeron que for-
maban parte del ejército de Muḥammad,’ –dijo.
‘Traeme el camello que te ordené tener preparado,’ –le di-
je. Al instante, reuní a mi familia [incluidos] mis hijos y les
ordené que salieran de las tierras que amábamos. Nos dirigi-
mos hacia Siria para reunirnos con gentes de nuestro misma
fe entre los cristianos y vivir entre ellos.
“Salimos tan deprisa que no me fue posible reunir a todos
mis familiares. Cuando pude hacerme cargo de nuestra situa-
ción, me di cuenta de que faltaba una parte de mi familia.
Había dejado a mi hermana en nuestros territorios de Naŷd,
junto con el resto de los Ṭayyiʾ, y no podía ya volver a reco-
gerla. Así que seguí camino con los que estaban conmigo has-
ta llegar a Siria y me establecí entre gentes de mi misma reli-
gión. En cuanto a mi hermana, ocurrió lo que me temía.
“Cuando me encontraba en Siria, me llegaron noticias de
que las fuerzas de Muḥammad habían entrado en nuestros
territorios y habían capturado a mi hermana y se la habían
llevado a Yaṯrib junto con otros prisioneros. La alojaron con
los otros prisioneros en un cercado junto a la puerta de la
Mezquita.
“El Profeta -la paz sea con él-, pasó al lado de ella. Ella se
levantó al pasar él y dijo:
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ʿADĪY IBN ḤĀTIM
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ʿADĪY IBN ḤĀTIM
ʿADĪY IBN ḤĀTIM -Dios esté complacido de él-, vivió hasta una
edad avanzada. Más tarde diría:
“Dos de las cosas [de las que el Profeta s habló], ocurrie-
ron y quedaba la tercera. Por Dios, ciertamente ha de ocurrir.
“He visto a la mujer que salió de Qādisīya a lomos de su
camello sin temer nada hasta que llegó a esta casa [del Profe-
ta en Medina].
“Yo mismo iba en la vanguardia de la caballería que cayó
sobre los tesoros de Cosroes y se apoderó de ellos. Y juro por
Dios que el tercero de los sucesos ha de llegar.”
Por voluntad de Dios, la tercera de las afirmaciones del
Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, se cum-
plió en tiempos de ʿUmar ibn ʿAbdul-ʿAzīz, el califa devoto y
asceta. La riqueza abundaba de tal forma entre los musulma-
nes que cuando los pregoneros llamaron a la gente en los
territorios de los musulmanes para que acudieran a recoger
el dinero del zakā, nadie se presentó a reclamarlo.
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51.
51. AN-NUʿMĀN IBN MUQARRIN
LA TRIBU DE MUZAINA tenía sus territorios a cierta distancia de
Yaṯrib, sobre la ruta de caravanas que unía esta ciudad con
Meca. Las noticias de la llegada del Profeta a Yaṯrib se exten-
dieron rápidamente y pronto llegaron a los Muzaina a través
de los miembros de la tribu que salían de viaje y regresaban.
Una tarde, el jefe de la tribu, an-Nuʿmān ibn Muqarrin, se
reunió con los ancianos y otros miembros de la tribu y les dijo:
“¡Oh mi gente! Por Dios, no hemos sabido sino cosas bue-
nas de Muḥammad s, y de su misión no hemos oído sino
misericordia, amabilidad y justicia. ¿Qué nos ocurre? ¿Por
qué nos quedamos parados mientras otra gente se apresura a
aceptarle?”
“Por lo que a mí respecta,” prosiguió, “estoy decidido a sa-
lir mañana por la mañana para unirme a él. Quien quiera ve-
nir conmigo, que se prepare.”
An-Nuʿmān debía ser un jefe muy persuasivo. Sus palabras
tuvieron un efecto maravilloso en los oídos de su gente. A la
mañana siguiente, los diez hermanos de an-Nuʿmān y cuatro-
cientos jinetes de Muzaina estaban preparados para ir con él
a Yaṯrib a encontrarse con el Profeta -la paz y las bendiciones
de Dios sean con él-, y convertirse al Islam.
An-Nuʿmān, sin embargo, se avergonzaba de presentarse
ante el Profeta s con un séquito tan numeroso sin llevar
regalos para él y para los musulmanes. No tenía en realidad
gran cosa que llevarles. Aquel año los Muzaina habían sufrido
sequía y hambruna y gran parte de sus ganados y cosechas se
habían perdido. Aun así, an-Nuʿmān visitó las casas de sus
vecinos y reunió las ovejas y cabras que quedaban. Con estas
por delante partió hacia Medina. Allí, en presencia del Profe-
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52. ʿUTBA IBN GAZWĀ
AZWĀN
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53. ABŪ MŪSĀ AL-AŠʿARĪ
ARĪ
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ABŪ MŪSĀ AL-AŠʿARĪ
ABŪ MŪSĀ era especialmente devoto del Corán, que leía cons-
tantemente, memorizándolo, meditando sobre él y poniéndo-
lo en práctica. Su consejo sobre el Corán está lleno de sabi-
duría:
“Seguid el Corán,” dijo, “y no deseéis que el Corán os siga
a vosotros.”
En la ʿibāda, dio muestras de gran fortaleza y resistencia.
En días en que el calor era muy intenso y casi insoportable,
Abū Mūsā solía ayunar y decía:
“Quizá la sed en el calor del mediodía sea frescura para
nosotros en el Día del Qiyāma.”
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54. SAʿD IBN ABĪ WAQQĀ
AQQĀṢ
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55. AN-NUʿAIMAN
AIMAN IBN ʿAMR
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56. ŶULAIBIB
SU NOMBRE era poco común, además de incompleto. Ŷulaibib
significa ‘pequeña chilaba’, ya que es el diminutivo de ‘ŷal-
bab’. Este nombre indica que Ŷulaibib era pequeño y bajo,
quizá enano. Además se le describe como ‘damīm’ que quiere
decir feo, deforme, o de aspecto repulsivo.
Y lo que era aún más embarazoso, dada la sociedad en que
vivía, el linaje de Ŷulaibib era desconocido. No existe testi-
monio de quién fue su madre o su padre, ni a qué tribu per-
tenecía. Esto era un grave impedimento en la sociedad en que
vivía. Ŷulaibib no podía esperar compasión o ayuda, ni
ningún tipo de protección o apoyo de una sociedad que daba
gran importancia a los vínculos familiares y tribales. Acerca
de esto, lo único que se sabía de él es que era árabe y que, por
lo que respecta a la nueva comunidad del Islam, era uno de
los Anṣār. Quizá perteneciera a una de las tribus de la perife-
ria de Medina y se había venido a la ciudad, o podría provenir
de los propios Anṣār de la ciudad.
Los impedimentos con los que Ŷulaibib tenía que vivir
hubieran bastado para que fuese ridiculizado y proscrito de
cualquier sociedad y de hecho una persona, un tal Abū Bar-
zaḥ de la tribu Aslam, le prohibió la entrada en su casa. En
una ocasión le dijo a su mujer:
“No dejéis que entre Ŷulaibib. Si lo hace, ciertamente haré
[con él un escarmiento].” Probablemente porque entre los
hombres era objeto de burlas e injurias, Ŷulaibib solía refu-
giarse en la compañía de mujeres.
¿Podía concebirse alguna esperanza de que Ŷulaibib fuera
tratado con respeto y consideración? ¿Podía concebir alguna
esperanza de encontrar satisfacción emocional como persona
y como hombre? ¿Podía concebir esperanzas de llegar a dis-
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57. ṮĀBIT IBN QAIS
ṮĀBIT IBN QAIS era un caudillo de los Jazraŷ y por tanto un
hombre de considerable influencia en Yaṯrib. Era conocido
por la agudeza de su intelecto y el poder de su oratoria. Fue
por esto por lo que se convirtió en el jaṭīb, o portavoz y ora-
dor del Profeta s y del Islam.
Se hizo musulmán con Muṣʿab ibn ʿUmair, cuya lógica se-
rena y persuasiva, y la dulzura y belleza de su recitación del
Corán eran siempre decisivas.
Cuando el Profeta s llegó a Medina después de su históri-
ca hégira, Ṯābit y un gran cortejo de jinetes le brindaron una
cálida y entusiasta bienvenida. Ṯābit actuó como su portavoz
y pronunció un discurso en presencia del Profeta y de su
compañero Abū Bakr aṣ-Ṣiddīq. Comenzó alabando a Dios
Todopoderoso e invocando paz y bendiciones para Su Profeta
s y concluyó diciendo:
“Juramos protegerte, oh Enviado de Dios, de todo aquello
de lo que nos protegemos a nosotros mismos, a nuestros hijos
y a nuestras mujeres. ¿Cuál será nuestra recompensa por
ello?”
El discurso recordaba las palabras pronunciadas en el se-
gundo Juramento de ʿAqaba y la respuesta del Profeta s fue
la misma que entonces:
“¡Al-Ŷanna – el Paraíso!”
Cuando los habitantes de Yaṯrib oyeron la palabra “al-
Ŷanna” sus rostros resplandecieron de felicidad y entusias-
mo, y su respuesta fue:
“¡Estamos complacidos, oh Enviado de Dios! ¡Estamos com-
placidos, oh Enviado de Dios!”
Desde ese día, el Profeta -la paz sea con él-, nombró a
Ṯābit su Jaṭīb, de la misma forma que Ḥasan ibn Ṯābit fue su
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58. FAIRŪ
AIRŪZ AD-DAILAMĪ
AILAMĪ
CUANDO EL PROFETA -la paz sea con él-, regresó a Medina des-
pués de la Peregrinación de la Despedida, en el año diez de la
hégira, cayó gravemente enfermo. La noticia de su enferme-
dad se extendió con rapidez por toda la península Arábiga.
Los musulmanes sinceros se sintieron muy tristes por esta
noticia, pero para otros fue el momento de manifestar espe-
ranzas y ambiciones ocultas y de revelar sus verdaderas acti-
tudes hacia el Islam y hacia el noble Profeta.
En al-Yamāma, Musailima el Impostor abandonó el Islam.
Lo mismo hizo Ṭulaiḥa al-Asadī en los territorios de los Asad.
En el Yemen, al-Aswad al-ʿAnsī apostató del Islam. Estos tres
impostores anunciaron además que eran profetas enviados a
sus respectivos pueblos, igual que Muḥammad s, el hijo de
ʿAbdullāh, había sido enviado a los Quraiš.
Al-Aswad al-ʿAnsī era un adivino que practicaba artes
mágicas. Pero no era un mago o adivinador común sino que
profundizaba en sus artes perversas a escondidas. Era pode-
roso e influyente y poseía un extraño poder de elocuencia
que hipnotizaba los corazones de sus oyentes y cautivaba las
mentes de las masas con sus falsas pretensiones. Usando su
riqueza y poder consiguió atraer a su causa no sólo a las ma-
sas sino también a gente de la nobleza. Cuando se presentaba
ante la gente llevaba puesta normalmente una máscara para
rodearse de un aire de misterio, temor y reverencia.
En ese tiempo, en el Yemen había un grupo de gente que
gozaba de gran prestigio e influencia, y que era conocido co-
mo los Abnāʾ. Estos eran descendientes de padres persas que
gobernaban el Yemen como súbditos del imperio Sasánida.
Sus madres eran árabes yemeníes. Fairūz ad-Dailamī era uno
de estos Abnāʾ del Yemen.
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59.
59. ʿABDULLĀH IBN ʿUMAR
BDULLĀ
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ʿABDULLĀH IBN ʿUMAR
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60. ʿĀʾIŠA BINT ABĪ BAKR
LA VIDA DE ʿĀʾIŠA demuestra que una mujer puede ser más sa-
bia que muchos hombres y que puede ser maestra de eruditos
y expertos. Su vida demuestra también que una mujer puede
ejercer gran influencia sobre hombres y mujeres, y ser para
ellos una fuente de inspiración y una autoridad. Su vida de-
muestra también que esa misma mujer puede ser plenamente
femenina y ser una fuente de placer, alegría y solaz para su
marido.
No se licenció en ninguna universidad –pues no había
universidades en su tiempo. Pero sus palabras son estudiadas
en facultades de Literatura, sus juicios legales se estudian en
facultades de Derecho, y su vida y obras son estudiadas e in-
vestigadas hoy por estudiantes y profesores de Historia islá-
mica como lo han sido durante más de mil años.
La mayor parte de su gran tesoro de conocimiento lo ad-
quirió siendo aún muy joven. En su infancia se crió con su
padre que era un hombre querido y respetado por ser alguien
de amplios conocimientos, cortés y de agradable presencia.
Además, era el mejor amigo del noble Profeta s, el cual visi-
taba con frecuencia su hogar desde los primeros días de su
misión profética.
En su juventud, cuando ya era conocida por su notable be-
lleza y su extraordinaria memoria, quedó bajo la amable
atención y custodia del propio Profeta s. Habiendo sido es-
posa y compañera íntima suya, adquirió de él un conocimien-
to y una capacidad de comprensión como ninguna otra mujer
haya adquirido jamás.
ʿĀʾiša se convirtió en la esposa del Profeta s en Meca,
cuando estaría en el décimo año de su vida, pero su boda no
tuvo lugar hasta el segundo año después de la hégira, cuando
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GLOSARIO
Abnā
Abnāʾ: (Literalmente: hijos.) Se refiere a los descendientes de
padres persas y madres árabes. Los persas gobernaron gran
parte del mundo árabe, incluido el Yemen, antes de la llegada
del Profeta s.
Ahl ar-
ar-Rāʾi: (lit.: gente de opinión.) Se describe así a la gente
erudita y de buen juicio a quienes se consulta en asuntos del
Islam y de gobierno del estado.
Aḥzāb:āb (lit.: partidos). Aliados, confederados. Alude a las tri-
bus que se aliaron para combatir al Profeta y a los musulma-
nes en la Batalla del Foso, en el 5 heg.
Al-
Al-ʿAšaratu al-mubaššara:
mubaššara Las diez personas a las que se dio
la ‘buena nueva’ o garantía de su entrada en el Paraíso. Fue-
ron: Abū Bakr, ʿUmar, ʿUṯmān, ʿAlī, ʿAbdur-Raḥmān ibn ʿAuf,
Abū ʿUbaida ibn al-Ŷarrāḥ, Ṭalḥa ibn ʿUbaidullāh, az-Zubair
ibn al-ʿAwwām, Saʿd ibn Abī Waqqāṣ y Saʿīd ibn Zayd.
lim (pl.: ʿulamāʾ). Erudito; persona docta en las ciencias del
ʿĀlim
ʿĀlim:
Islam.
Allā
llāhu Akbar:
Akbar Dios es lo Más Grande. En la guerra, es el grito
de batalla de los musulmanes.
Amīn
Amīn:īn Digno de confianza, leal, fiel; guardián, custodio.
Amīr
Amīr:īr Emir, jefe, comandante.
Amīr
Amīr al-al-muʾmin
muʾminī
ʾminīn: Jefe de los Creyentes. Este título fue usado
en un principio para designar al jefe de una expedición mili-
tar, pero más tarde se aplicó específicamente al líder del Es-
tado Islámico, es decir, al Califa.
Anṣ
Anṣār:ār (lit.: ayudantes.) Nombre dado al colectivo de musul-
manes naturales de Medina durante el tiempo del Profeta.
Anṣ
Anṣārī:
ārī Uno de los Anṣār.
ʿAqaba:
Aqaba Lugar situado en Minā, justo a las afueras de Meca,
donde los primeros musulmanes llegados de Yaṯrib (Medina)
juraron lealtad al Profeta antes de la Hégira.
ʿArafa:
Arafa Llanura que se haya a una corta distancia al norte de
Meca y donde se concentran los peregrinos el día 9 de Ḏu ‘l-
Ḥiŷŷa. El resto del año permanece desierta.
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
ʿAsabī
Asabīya:
ya Lealtad tribal, partidismo, solidaridad de grupo;
nacionalismo. Estimular la ʿasabīya y luchar sólo por su causa
fue condenado por el Profeta s.
Auqīya
Auqīya:
īya Medida de peso.
ʿAura:
Aura Las partes del cuerpo que no deben quedar expuestas a
la vista de otros. La ʿaura del hombre va desde el ombligo has-
ta la rodilla. El ʿaura de la mujer abarca todo su cuerpo, a ex-
cepción del rostro, las manos y los pies.
ya (pl.: āyāt). Signo o aspecto de la creación de Dios; versí-
Āya:
culo del Corán.
Āyatu ‘l-
‘l-Kursi:
Kursi El Versículo del Escabel. Versículo 256 del
segundo sura del Corán, Sura Al-Baqara. A menudo es recita-
do al final de cada una de las cinco oraciones diarias y al
acostarse.
398
GLOSARIO
Busr:
Busr Dátiles semi-maduros.
Dāff:
āff Pandero, pandereta.
ʿī (pl.: duʿāt). Alguien que llama a una creencia o misión
Daʿī
Daʿī:
concreta; misionero musulmán que se ocupa del daʿwa, o sea,
de invitar a otros al Islam.
Ḏikr:
ikr Recuerdo -especialmente de Dios. Cualquier palabra o
acción realizada por Dios es considerada dhikr.
Ḏimmī
immī: Persona que vive bajo la protección del Estado Islá-
mico sin ser musulmán. Está eximido de muchas obligaciones
impuestas a los musulmanes, como el pago del zakā y el ser-
vicio militar, y en su lugar debe pagar un impuesto especial,
denominado ŷizya que le garantiza la protección del estado.
Dīn: Religión; transacción vital; forma de vida.
Dirham:
Dirham Moneda de plata.
Diya:
Diya Compensación en pago por derramamiento de sangre.
Duʿā
Duʿāʾ
ʿāʾ: Petición o súplica a Dios; Oración.
Ḏu ‘n-
‘n-Nurain:
Nurain ‘Poseedor de las Dos Luces.’ Sobrenombre de
ʿUṯmān ibn ʿAffān por haber estado casado con dos hijas del
Profeta s: Ruqayya y, tras la muerte de esta, con Umm
Kulṯūm.
Duny
Dunyā: Este mundo. Esta vida en oposición a la vida del Más
Allá.
Gāzi:
āzi El que participa en una expedición militar; guerrero;
soldado musulmán.
399
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
Gazwa:
azwa Expedición militar.
Ḥadī
adīṯ: Dicho del Profeta, o descripción de sus acciones u omi-
siones. Hadiz.
Ḥalā
alāl: Lo que es legal o permisible según la Ley Islámica.
Ḥalī
alīf: Aliado o confederado de una tribu. Goza de la protec-
ción de la tribu aunque no pertenezca a ella por sangre.
Ḥalqa:
alqa (lit.: círculo.) Grupo o reunión de personas que estu-
dian asuntos relativos al Islam.
anīf: (pl.: ḥunafāʾ) Nombre dado a algunas personas en tiem-
Ḥanī
pos de Ŷahilīya, las cuales despreciaban las creencias falsas y
el culto idólatra. Se consideraban seguidores de la religión de
Abraham.
Ḥāram:
āram Santuario; recinto o territorio sagrado. Meca era con-
siderad un Ḥāram desde los días de Abraham. La protección
del santuario se extiende a todo lo que se encuentra dentro
de sus límites –por ejemplo, está prohibida la caza, y es ilegal
cualquier ofensa a quien busque protección dentro de los
límites del Ḥāram. La Masŷid al-Ḥāram o Mezquita Sagrada
alrededor de la Kaʿba no comprende la totalidad del santuario
sino que es una parte del territorio del Ḥāram de Meca.
Asimismo, el Profeta s declaró Ḥāram el territorio de Medina
cuando estableció los límites territoriales de su Ciudad-Estado.
Ḥarām
arām:
ām Prohibido según la Ley Islámica.
Haudaŷ
Haudaŷ: Litera montada sobre un camello; palanquín.
Ḥaŷŷ:
ŷŷ (lit.: esfuerzo.) Peregrinación Mayor a la Casa de Dios
en Meca, obligatoria una vez en la vida para todo musulmán
que posea los medios para hacer el viaje. Se realiza en el mes
de Ḏu ‘l-Ḥiŷŷa.
égira (en árabe, hiŷra) Emigración. Acto de abandonar un
Hégira:
lugar en busca de santuario o libertad de culto en otra parte o
por cualquier otro propósito. Asimismo, el abandono de un
mal hábito a fin de adoptar una forma más recta de vivir.
En particular, el término ‘hégira’ designa el viaje del Profeta
s de Meca a Medina en el mes de Rabiʿ al-Awwal del año do-
ce de su misión, y que corresponde a junio de 622 d. C. Esta
fecha señala el comienzo del calendario islámico.
400
GLOSARIO
Imām
Imām:
ām Jefe. Modelo. Designa al que dirige la Oración en con-
gregación, o ṣalā, y en sentido más amplio al jefe del Estado
Islámico.
Imā
Imān: Fe profunda y confianza en Dios.
Inŷīl
Inŷīl:
ŷīl Escritura sagrada revelada al Profeta ʿĪsa (Jesús). A me-
nudo traducido erróneamente por ‘Nuevo Testamento’.
āma (lit.: establecer, iniciar). Fórmula similar al aḏān al que
Iqāma
Iqāma:
se añade la frase qad qāmati ‘ṣ-ṣalā (dos veces) y con la que se
anuncia el inicio de una oración obligatoria.
Istigfār
Istigfār:
ār Pedir perdón a Dios –un aspecto importante de la
práctica islámica.
Ŷahannam:
ahannam Infierno.
Ŷahilī
ahilī: (lit.: ignorante). Referido a actitudes, prácticas, indi-
viduos o sociedades que son inmorales y paganas.
Ŷahilīya
ahilīya:
īya (lit.: ignorancia.) Nombre dado al período inmedia-
tamente anterior al inicio de la misión del Profeta, que a ve-
ces se traduce vagamente por ‘tiempos pre-islámicos.’
Ŷalbab:
albab Túnica holgada y larga.
Ŷanna:
anna Paraíso.
Ŷihād
ihād:
ād (lit.: gran esfuerzo.) Cualquier esfuerzo intenso por la
causa de Dios, tanto personal como material, tanto en recti-
tud como en lucha contra el mal, la injusticia y la opresión.
Ŷizya:
izya Impuesto pagado por los no musulmanes al Estado
Islámico a cambio de una garantía de seguridad y protección.
Estas gentes no están obligadas al servicio militar ni han de
pagar el impuesto obligatorio a los musulmanes. Si el Estado
es incapaz de garantizar su protección, debe devolver a esos
ciudadanos la cantidad pagada como ŷizya.
Jalī
Jalīfa:
fa Sucesor. En un principio designaba al sucesor del Pro-
feta, Abū Bakr. Luego, empezó a usarse como título del jefe del
Estado Islámico. En español se ha transformado en ‘Califa’.
Jandaq:
Jandaq Foso.
Jaṭīb: Orador. El que pronuncia un juṭba, o sermón.
Jaṭ
Julafāʾ: Plural de Jalīfa.
Julafā
401
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
Juṭba:
ba Discurso o sermón, especialmente el que se pronuncia
los Viernes en la Mezquita mayor de una localidad.
Kaʿ
Kaʿba:
ba Edificio de forma cúbica que se encuentra en Meca y
que el Corán describe como la primera Casa de Adoración
construida para la humanidad.
āfir (pl.: kuffār). El que es ingrato con Dios y se niega a so-
Kāfir:
meterse a Él; un incrédulo o ateo.
Kufr:
Kufr Ingratitud con Dios e incredulidad en Él y rechazo de Su
religión.
Magāzi
Magāzi:
āzi Expediciones militares; las campañas militares del
Profeta s.
Mahr:
Mahr Dote. Cantidad de dinero pagada por el novio a la no-
via como parte del contrato matrimonial entre musulmanes.
Marwa:
Marwa Colina cercana a la Kaʿba, descrita en el Corán como
uno de los ‘símbolos’ de Dios. Véase también “Ṣafā” y “Sāʿi”.
Masŷid
Masŷid:
ŷid Lugar de postración; mezquita.
Masŷid
Masŷid al-
al-Ḥāram:
āram La Mezquita del Santuario de Meca, o Mez-
quita Sagrada.
Maula (pl.: mawāli) Esta palabra tiene dos significados que
Maula:
son exactamente opuestos: protector y protegido o cliente.
Generalmente, un ex esclavo que carece de una conexión
tribal directa.
Maulā
Maulāya o Muley:
Muley (lit.: mi protector o patrón.) Forma de tra-
tamiento de un gobernante.
Miḥ
Miḥrāb: Nicho o hueco en el muro de una mezquita que seña-
la la dirección de la Oración (ṣalā).
Mimbar:
Mimbar Púlpito
Muʾ
Muʾaḏḏin in Almuédano; persona que llama el aḏān, o llamada a
ḏḏin:
la oración obligatoria.
Muhā ŷir (pl.: muhāŷirūn y muhāŷirīn) Persona que ha realiza-
Muhāŷir:
do la hégira o hiŷra.
402
GLOSARIO
Nasab:
Nasab Linaje; genealogía.
Nasiha:
Nasiha Lealtad; buen consejo; sinceridad.
Rakʿ
Rakʿa: Unidad completa de la Oración ritual.
Ramadán:
Ramadán Noveno mes del calendario islámico, que es el mes
de ayuno.
Rifā
Rifāda:
da El oficio de dar hospitalidad a las gentes, especial-
mente los necesitados, que realizan la peregrinación y ofre-
cerles comida y alojamiento.
403
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
Rukū
Rukūʿ: Inclinación. Postura de la oración en la que se inclina
el cuerpo hacia adelante y se ponen las manos en las rodillas.
birūn: Los que demuestran ṣabr es decir, los que son pa-
Ṣābirū
cientes, firmes y resueltos.
Ṣabr:
abr Paciencia, firmeza, resolución.
adaq Dote, véase mahr.
Ṣadaq:
Ṣadaqa:
adaqa Limosna, caridad.
Ṣafā
afā (aṣ
(aṣ-): Colina cercana a la Kaʿba, descrita en el Corán como
uno de los ‘símbolos’ de Dios. Véase también “Ṣafā” y “Sāʿi”.
āba Compañeros. Plural de ṣaḥābi.
Ṣaḥāba:
Sāʿi (as-
(as-): (lit.: esfuerzo). Ceremonia que consiste en recorrer
siete veces la distancia entre Ṣafā y Marwa durante la pere-
grinación, para conmemorar la búsqueda desesperada de
agua por parte de Haŷar para su sediento hijo Ismāʾil.
Salsabīl
Salsabīl:īl Refrescante manantial del Paraíso, mencionado en
el Corán. (76:18)
Ṣaquifa:
aquifa Galería techada, salón. Los Compañeros se reunieron
en la Ṣaquifa de Banū Sāʿida en Medina para jurar lealtad a
Abū Bakr después de la muerte del Profeta la paz y las bendi-
ciones de Dios sean sobre él. Ese día se conoce en la historia
como el ‘Día de la Ṣaquifa’.
Sayyid:
ayyid Caudillo; jefe.
Saŷda
Saŷda:
ŷda Postración. Una de las posiciones de la oración ritual o
ṣalā.
Sira:
Sira Biografía del Profeta.
Sirwal:
Sirwal Prenda interior larga.
āk Trozo de rama o raíz de un árbol (en Arabia, el arāk)
Siwāk
Siwāk:
usado para la higiene dental. Llamado también miswāk.
Ṣuffa:
uffa Estrado o plataforma. Parte de la mezquita del Profeta
en Medina usada como una especie de punto de acogida para
los recién llegados a la ciudad y los indigentes.
Ṣuḥuf: (pl.: de ṣaḥīfa). Páginas, manuscritos.
Sunna: (lit.: camino). El ejemplo del Profeta s, que incluye lo
que dijo, hizo, omitió o consintió.
Sura:
Sura Capítulo del Corán.
404
GLOSARIO
Šahā
ahāda:
da Testimonio; declaración de fe; martirio. Las palabras
de la Šahāda son: Ašhadu an lā ilāha il·lā Allāh wa ašhadu anna
Muḥammadan Rasūlul·lāh – Atestigüo que no hay deidad sino
Dios y que Muḥammad es el Enviado de Dios.
Šahīd
Šahīd:
īd Testigo; mártir.
Šar
Šarīʿa: Ley Islámica.
Širk:
Širk Asociación a Dios de otros dioses, ídolos, o cualquier
otra cosa en la adoración debida sólo a Él; es el más grave de
los pecados.
Šūrā: Consulta mutua.
Tahaŷŷud
Tahaŷŷud:
ŷŷud Derivado del verbo que significa ‘estar despierto
de noche, pasar la noche en oración’. El Tahaŷŷud es una ora-
ción voluntaria que se realiza entre la oración de ʿišāʾ y la del
alba. El Profeta ensalzaba sus méritos y animaba a sus segui-
dores a realizarla.
īya Es exclamar Labbaika Allāhumma Labbaik. Los pere-
Talbīya
Talbīya:
grinos lo repiten durante la peregrinación mayor y menor a
la Casa de Dios.
Tamr:
Tamr Dátiles.
Taqwā
Taqwā: Conciencia de Dios; ser cuidadoso de no traspasar los
límites establecidos por Dios: es una cualidad importante del
verdadero musulmán que comprende amor y temor de Dios y
el deseo de merecer Su complacencia y evitar Su enojo.
Tauhīd
Tauhīd:
īd Reconocimiento de la Unidad de Dios que es la base
de la fe islámica.
Ṭawāf
awāf:
āf Circunvalación ritual de la Kaʿba.
Ṯawāb
awāb:
āb Bendición, recompensa.
Umma:
Umma Comunidad; nación. Específicamente, la comunidad
de creyentes o Comunidad Musulmana universal.
Umm al- minīn: (lit.: Madre de los Creyentes; pl.: Ummahāt
al-muʾminī
al-muʾminīn) Término usado para referirse a una de las espo-
sas del Profeta. La posición de las esposas del Profeta como
‘madres de los creyentes’ (Véase Corán, 33:6) implicaba que
no podían casarse después de su muerte, puesto que todos los
creyentes eran espiritualmente ‘hijos’ suyos, y que eran dig-
405
LAS ESTRELLAS ASCENDENTES
Wakīl
Wakīl:
īl Agente, representante, tutor.
Walīīma:
Wal ma Banquete de bodas, que sirve en parte como anuncio
público de un matrimonio.
Wuḍ
Wuḍūʾ: Ablución ritual que debe realizarse antes de la ora-
ción, y es recomendable para actos como la lectura del Corán.
Zakā
Zakā: Impuesto de purificación obligatorio sobre la riqueza.
Es uno de los pilares del Islam.
406
CRONOLOGÍ
CRONOLOGÍA
408
CRONOLOGÍA
634-44 / 13-
13-24
Califato de ʿUmar ibn al-Jaṭṭāb.
635 / 14 Conquista de Damasco, seguida de otras ciudades
de Siria.
636 / 15 Batalla de Yarmūk contra los bizantinos. El her-
mano del emperador Heraclio muere en la batalla.
637 / 16 Batalla de Qādisīya, cerca de Ḥīra, contra el ejér-
cito persa de los sasánidas. Toma de la capital
sasánida, Tesifonte.
638 / 17 Plaga en Siria e Iraq en la que mueren Abū
ʿUbaida ibn al-Ŷarrāḥ, Muʿāḏ ibn Ŷabal y miles
de musulmanes. Jerusalén en poder de los mu-
sulmanes.
641 / 22 Batalla de Nihavand, en el centro de Persia, en la
cual fue derrotado finalmente el ejército sasáni-
da por los musulmanes comandados por Ḥuḏaifa
ibn al-Yamān. Babilonia de Egipto (emplaza-
miento posterior de Fusṭāṭ y El Cairo) es tomada
por ʿAmr ibn al-ʿĀṣ.
644-55 / 24-
24-36
Califato de ʿUṯmān ibn ʿAffān. Desarrollo del po-
derío naval de los musulmanes.
656-61 / 36-
36-41
Califato de ʿAlī ibn Abī Ṭālib.
673/ 54 ʿAbdullah ibn az-Zubair, reconocido generalmente
como Califa, muere combatiendo en Meca.
675-78?/ 56-
56-59
Asedio de Constantinopla dirigido por Yazīd ibn
Muʿāwiya. Abū Ayyūb al-Anṣārī tomó parte en
esta expedición.
409