100

AÑOS
Revista bimestral para sacerdotes y agentes de pastoral
AD DE SAN PABLO

El Sínodo de los Obispos sobre la Familia

La atención pastoral a los
divorciados vueltos a casar
La familia: escuela de valores

Mayo฀-฀Junio฀de฀2015฀

PASTORAL
Año฀XL฀•฀No.฀244฀•฀$25
FAMILIAR
 Editorial
E n el contexto del próximo Sínodo
de los Obispos convocado por el
Papa Francisco, que se celebrará del
5 al 25 de octubre del presente año,
y que tendrá como tema de estudio
“La vocación y la misión de la familia en
la Iglesia y en el mundo contemporáneo”,
la revista Vida Pastoral ha preparado
una serie de artículos con el objetivo
de estimular la reflexión colectiva so-
bre la familia. Esa familia siempre en
cambio, que trata de adaptarse a unas
situaciones sociales nuevas.
Lo que se presenta en esta publica-
ción corresponde a los ejes neurálgi-
cos que deben ser sometidos a revisión
y crítica, sobre todo para efectuar una
atención verdaderamente evangélica de
la familia. Ésa fue la intención en la pro-
gramación de los contenidos y ésa es la
consigna con que se presenta a nuestro
público lector. Reconocemos, además,
que aun incorporando valiosos aportes
de especialistas en el campo, estamos
muy lejos de agotar todo el horizonte
de cuestiones que es preciso abordar
con profundo detalle y responsabilidad.
vida pastoral 1
 El Sínodo de los Obispos
sobre la Familia
Editor y Propietario:
EDICIONES PAULINAS, S.A. DE C.V.
Calz. Taxqueña 1792 – 04250, México, D.F.

1. Editorial Revista bimestral para sacerdotes

y agentes de pastoral, elaborada
por la Sociedad de San Pablo.
Consecuencias y compromisos
3. El Sínodo de los Obispos sobre la Familia Consecuencias y
compromisos para la evangelización actual
Umberto Mauro Marsich
La Sociedad de San Pablo sirve a la Iglesia
a través de los Medios de Comunicación
para la evangelización actual
Social.
Con aprobación eclesiástica.
10. Familias monoparentales: un nuevo reto pastoral Umberto Mauro Marsich
Abelardo Alvarado Alcántara Director Responsable:

E
P. Francisco Alcaraz Zavala, ssp
17. El Matrimonio: don de Dios, carisma del Espíritu
l reciente Sínodo extraordinario de los Obispos sobre los desafíos pastorales de la
y lugar de santificación
Director Ejecutivo:
Rafael Espino Guzmán, ssp
familia en el mundo contemporáneo constituye, sin duda, un signo de los tiempos
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández y una gracia del Espíritu. En su primera sesión ha descrito las nuevas situaciones del
Diseño y Diagramación:
27. La atención pastoral a los divorciados vueltos a casar DG José Alejandro García Gómez Matrimonio y de la familia actual. Posteriormente, en la sesión ordinaria de este 2015,
Juan Masiá Clavel Corrección de Estilo: elaborará las tan esperadas “orientaciones pastorales”. Mientras esto acontece, me he
35. La familia: escuela de valores
Rafael Espino Guzmán, ssp permitido reflexionar sobre cuatro de los compromisos evangelizadores más urgentes
Rafael González Beltrán Fotografía de portada: Shutterstock que han sido debatidos en el contexto del Sínodo.
Fotografía:
42. Educación y libertad. Breve reseña del libro:
El motor de la educación
Carlos Saliá Hernández
© Shutterstock
1. Evangelizar sin “descalificar”
Jesús Antonio Hdz.Taboada Somos evangelizadores insertados en la “ciudad de los hombres”, con todas sus riquezas y
Consejo Editorial:
44. La Familia en el Concilio Vaticano II: una visión pastoral Eduardo Rivera Tapia, ssp pobrezas morales, con aciertos y debilidades, con vivencias y tradiciones diferentes acerca
Julián Arturo López Amozurrutia
P. Mario Ángel Flores Ramos
P. Alberto Anguiano García de la sexualidad, el amor y la familia. Nuestra primera implicación, por tanto, a la luz del
P. Gregorio Hidalgo Chávez, ssp Sínodo, será la de una observación atenta, un estudio diligente y serio de las realidades
50. Revitalizando espacios y replanteando relaciones. El Sergio Argüello Vences, ssp
espacio doméstico y las relaciones familiares desde el Evangelio sexuales, matrimoniales y familiares de nuestros pueblos, evitando actitudes a priori de
El contenido de los artículos es
Toribio Tapia Bahena responsabilidad exclusiva de los autores. descalificación. Ninguna cultura, por cierto, es superior a las otras. En México, en efecto,
56.La familia como límite social y moral ante la“cultura de la muerte”
Suscripciones:
Atención al cliente:
hay culturas diferentes: urbana, rural e indígena. Pero creemos que, en los aspectos esen-
Ricardo Marcelino Rivas García Apartado Postal COM-042 ciales del Matrimonio y de la familia, sí hay puntos de convergencia entre los tres grupos
04460, México, D.F.
Tel/Fax: (01 55) 55-81-46-69 culturales, mientras algo diferente
66. La familia: un modelo para armar
José Antonio Marina
y 55-82-09-25
Tel. 56-46-10-52 es la conceptualización de la
atencionalcliente@sanpablo.com.mx
Calz. Taxqueña 1792, Col. Paseos de Taxque-
sexualidad y la ritualidad
celebrativa del Matrimo-
CONTACTO
ña, Delegación Coyoacán, C.P. 04250
e-mail: vidapastoral@sanpablo.com.mx
nio. El compromiso, por
Recomiéndanos nuevos temas y danos tus sugerencias a: La revista Vida Pastoral es bimestral.
Autorizada como correspondencia de segunda
tanto, consistirá en que
clase. Certificados otorgados por la Comisión nos clarifiquemos los valo-
Mensaje SMS:044 55 2699 5849 Calificadora de Publicaciones y Revistas
ATENCIÓN A SUSCRIPTORES: Ilustradas: Certificado de Licitud de Título res matrimoniales y familia-
vidapastoral@sanpablo.com.mx Nº 2574. Certificado de Licitud de
Contenido Nº 1647. Reserva de Título res comunes, detectemos los
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San Pablo México y 55-82-09-25 229241210. © Ediciones Paulinas, S.A. de
Vida Pastoral de lunes a viernes de C.V. Impreso en los talleres de Calz. Taxqueña todo cuando es enriquecedora.
1792, Col. Paseos de Taxqueña, México, D.F.
8 a 13 y de 14 a 17 horas
@sanpablomex
@vida_pastoral Umberto Mauro Marsich
2. Anunciar la “preciosidad” del
sacramento del Matrimonio
La reflexión sinodal acerca de la familia
ha sido rica y respetuosa, y el debate se
ha desarrollado con apertura y franque-
za (parresia). En efecto, no se han dado
descalificaciones, ni siquiera de los ma-
trimonios no sacramentales. En sí, el
Matrimonio es una realidad antropoló-
gica universal y natural, en cuya esencia
encontramos el amor y la apertura a la
vida. Por esta razón, todo matrimonio
merece respeto y consideración, y la
sospecha de pecaminosidad hay que ex-
cluirla. Se trata de una actitud tolerante
que los evangelizadores debemos asumir
necesariamente hacia todos los matri-
monios. Los esquemas diferentes del
matrimonio y de la familia no necesaria-
mente son perversos. Sin embargo, no
podemos renunciar a presentar a las pa-
rejas, en proceso de Matrimonio, la pre-
ciosidad del sacramento en cuanto “don
del amor de Dios” para los bautizados,
llamados a dar testimonio de la “alianza
de amor” entre Jesús y la Iglesia.
4 vida pastoral
3. Profesar la “teología de la
misericordia” en la verdad
En el Sínodo sobre la Familia ha preva-
lecido la “teología de la misericordia”.
Un resultado feliz y alentador, sobre
todo para quienes, como evangeliza-
dores, se encuentran inmersos en rea-
lidades humanas que no encajan con
los moldes morales tradicionales de la
Iglesia. Ser misericordiosos frente a la
vulnerabilidad y fragilidad humana no
significa –como bien ha aclarado el Sí-
nodo– favorecer “descuentos éticos”:
la misericordia no exenta del cumpli-
miento de los mandamientos divinos.
La postura de la “teología de la mise-
ricordia” e, inclusive, de la pastoral de
la tolerancia, de la clemencia y de la
indulgencia, interpretan correctamen-
te el pensamiento del Papa Francis-
co cuando define a la Iglesia como un
“hospital de campo” donde la primera
urgencia pastoral que se le pide es que
atienda y sane a los heridos. La pastoral
familiar, en suma, lejos de encerrarse
en una visión legalista, tiene la misión
prioritaria de no olvidar la gran voca-
ción al amor a la que to-
da persona es llamada, y
ayudarla a vivir a la al-
tura de su dignidad hu-
mana y cristiana. A este
punto, nos parece per-
cibir un decidido apo-
yo, por parte del Papa
Francisco, a la “teología
de la misericordia” pro-
movida por el cardenal
Walter Kasper, quien se
ha expresado favorable,
por ejemplo, a la admi-
Umberto Mauro Marsich
sión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar,
pero después de un “camino penitencial” en diálogo con
el ministro del sacramento y evitando actitudes com-
placientes: “La Iglesia –escribe el cardenal– ha tratado
continuamente de encontrar un camino más allá del
rigorismo o del laxismo, lo que quiere decir que ha
buscado realizar la verdad en la caridad”. Bien se ex-
presa, en esta línea, el Papa Francisco cuando, refirién-
dose a la actitud que debe tener la Iglesia hacia los que
sufren, escribe: “La Iglesia está llamada a ser siempre la
casa abierta del Padre… la casa paterna donde hay lugar
para cada uno con su vida a cuestas”. Los evangelizadores,
por tanto, en el variado escenario del mundo, tratarán
de poner en práctica la sugerencia del Sínodo actuan-
do como pastores misericordiosos y congruentes con el
verdadero espíritu ético del Evangelio, o sea, sin obse-
siones moralizantes ni afán de condenación. Además,
las situaciones esponsalicias de Occidente, abundantes
de convivencias temporales, divorcios, separaciones y
nuevos matrimonios, no pertenecen a todas las regiones
misioneras del mundo, donde los matrimonios, de facto,
son más estables y el sentido de familia es más extenso e
incluyente.
4. Evangelizar en “tiempos líquidos”
y en época de ideología de género
En el Sínodo se han evidenciado mentalidades y esquemas morales no siempre
convergentes. Por el contrario, ha sido una realidad en la que emanaron una
pluralidad de posturas morales sobre la vida, la sexualidad, el Matrimonio y la
familia. Sin embargo, esto no nos exime de seguir anunciando la verdad cristiana.
De hecho, no daríamos buen servicio pastoral si “abaratamos” la doctrina ética
cristiana con el fin de complacer a quien sea. El Sínodo, en efecto, ha puesto a
todo el mundo en alerta acerca de las implicaciones nefastas, por ejemplo, de
la “ideología de género”, adversa a la familia fundamentada en el matrimonio
heterosexual, y defensora de la preferencia sexual y del matrimonio paritario.
No olviden los evangelizadores que nos encontramos inmersos en una época de
“licuefacción”, es decir, de una cultura líquida, de descomposición moral y de
pluralismo cultural.
Esta “pluralidad” hace una mezcla de ideologías, confrontaciones de valores y
culturas; acarrea una cierta tolerancia religiosa, caída de costumbres y “licue-
facción” de todo aquello que habíamos considerado como algo sólido: institu-
Umberto Mauro Marsich vida pastoral 5
ciones, normas, leyes, tradiciones,
religión. La “pluralidad” también origi-
na el surgimiento de nuevos conceptos
relativos a la vivencia de la sexualidad
y a la constitución de la familia: apare-
ce un maremagno de nuevas realidades
sociales y de nuevos conceptos que no
siempre benefician ni fortalecen las ins-
tituciones y los valores éticos tradicio-
nalmente consolidados. Este es un gran
reto y desafío para toda la humanidad,
especialmente para las confesiones re-
ligiosas y los países cuyas legislaciones
se ven rebasadas por las corrientes de
pensamiento actual.
a) Evangelizadores de la
“equidad de género”
Desde hace algunas décadas ha entrado
en el lenguaje sociológico global la ter-
minología de “equidad de género”, en
referencia a la justa revalorización de
“Se debe superar aquella mentalidad que
pone al varón y al patriarcado al centro
de la vida social, cultural y religiosa”
6 vida pastoral
la mujer. Así se expresaba la feminista
Cristina Hoff Sommers: “El feminismo
de equidad es sencillamente la creencia
en la igualdad legal y moral de los se-
xos. Una feminista de equidad quiere
para la mujer lo que quiere para todos:
tratamiento justo y ausencia de discri-
minación”. Perspectiva de género quie-
re significar, entonces, “equidad” entre
varón y mujer. Se trata, por tanto, de
una nueva y sana perspectiva cultural
y social, orientada a superar la menta-
lidad milenariamente dominante, que
pone al varón y al patriarcado al centro
de la vida social, cultural y religiosa.
La perspectiva de equidad de géne-
ro, muy providencialmente, pide la su-
presión de la cultura androcéntrica en
beneficio de la equidad entre varón y
mujer. Dicha perspectiva, por tanto, es
una oportunidad para la desconstruc-
ción de los estereotipos y roles que per-
Umberto Mauro Marsich
petúan la desigualdad entre hombres y
mujeres. Además, esa misma perspecti-
va saca de lo “oscurito” a las personas
con orientación sexual diversa: homo-
sexuales, lesbianas y transexuales. En
efecto, son categorías de personas que,
prescindiendo de lo lícito o ilícito de su
conducta sexual, merecen respeto so-
cial. La perspectiva de género permite
el rescate de la dignidad de todo ser hu-
mano sin discriminaciones ni exclusio-
nes sociales.
b) Defensores de la verdad
de la sexualidad, del Matrimonio
y de la familia
Hasta hace poco tiempo nadie ponía
en tela de juicio a la heterosexualidad
como única forma moralmente acep-
tada y lícita; como la relación sexual
interpersonal apta para el Matrimonio,
fundamento de la familia natural. Hoy,
esta manera de pensar y juzgar ha sido
fuertemente cuestionada, dado que
existen muchas personas que no com-
parten la misma orientación sexual: ho-
mosexuales, transexuales y bisexuales.
Aparece, pues, la urgencia de reconsi-
derar los esquemas éticos tradicionales
para reconocer, social y jurídicamente,
los derechos de los gays y lesbianas.
Esta inédita situación nos impone una
nueva terminología que, en nombre
de una confusa comprensión de la li-
bertad, pretende reconocer a todo ser
humano el derecho a “preferir” su pro-
pia sexualidad y ejercerla con plena in-
dependencia, sin someterse a ninguna
valoración moral. Es así como surge la
“ideología de género”, un movimiento
cultural feminista tendiente a afirmar
Umberto Mauro Marsich
que las diferencias sexuales entre el va-
rón y la mujer, fuera de las obvias dife-
rencias anatómicas, no corresponden a
una naturaleza fija, que haga a unos se-
res humanos varones y a otras mujeres.
Se piensa, más bien, que las diferencias
entre la manera de pensar, obrar y va-
lorarse a sí mismos son producto de la
cultura. Los defensores de esta ideolo-
gía, desde luego, exigen libertad para
elegir (con su correspondiente reco-
nocimiento social) el tipo de género al
que quieren pertenecer: heterosexual,
homosexual, bisexual o transexual.
El concepto ideológico de género,
por tanto, ha trastocado la dualidad
hombre-mujer e introduce la ideología
de que el género es una construcción
social y no biológica. Para este caso, no
existen papeles sexuales biológicamen-
te inscritos en la naturaleza humana. Se
trata de una teoría exactamente contra-
ria a la que fundamenta la moral sexual
católica, matrimonial y familiar. Es un
pensamiento que ha sido propiciado
por la emotividad y la vigente manipu-
lación del lenguaje; pretende ratificar
los postulados del feminismo radical;
y su núcleo central es el “dogma” falsa-
mente científico que predica que el ser
humano nace sexualmente neutro.
A modo de conclusión
Como ya se ha visto, este conjunto de
ideologías subversivas y nefastas, fo-
mentadas acríticamente, incluso por las
Naciones Unidas, se están infiltrando
en todos los países, en algunas partes a
través de los contenidos de educación
sexual escolar. Corresponderá, enton-
ces, a los evangelizadores de hoy de-
vida pastoral 7
fender la verdad de la sexualidad, del
Matrimonio y de la familia en contra
de esta especie de colonización ideo-
lógica. Por cierto, téngase en cuenta
que dicho fenómeno es el resultado
de una cultura relativista y efímera.
El presidente de la Conferencia
Episcopal Italiana, Angelo Bagnasco,
justamente en una de sus intervencio-
nes sinodales, denunció este intento
global de destrucción de la familia e
invitó a la asamblea sinodal a levan-
tar su voz. La actitud y el mensaje de
este pensador y pastor católico alerta
también a los evangelizadores y misio-
neros actuales para que ¡no callen su
voz ante las irregularidades de la con-
dición humana y la degradación de los
valores cristianos!
“La pastoral familiar debe defender la verdad
de la sexualidad, del Matrimonio y de la familia
ante ideologías relativistas y efímeras”
8 vida pastoral
Acerca del autor
100
AÑOS
DAD DE SAN PABLO
Editorial San Pablo
Umberto Mauro Marsich es sacerdote y mi-
sionero xaveriano. Se licenció en Teología Dog-
mática y realizó un doctorado en Teología Moral Desafíos Pastorales
ACTAS
iii asamblea general extraordinaria
en la Pontificia Universidad Angelicum de Roma.
En 1975 llegó a México para ejercer su minis-
Y DOCUMENTOS
PONTIFICIOS
de la familia
terio entre los indígenas náhuatl l de la Huasteca En octubre del 2013 el Papa Francisco
eLaboris)
presente documento de trabajo (Instrumentum
hidalguense. Posteriormente se dedicaría surge de las respuestas al cuestionario del
documento preparatorio a lacon vistas
do-a la iii asamblea convocó la III Asamblea General Extraor-
general extraordinaria del sínodo de los obispos
cencia en el Colegio Centro Unión de San Juan
sobre el tema: “Desafíos pastorales de la familia en el
contexto de la evangelización”. de todo el mundo, las Desafíos pastorales
desafíos pastorales dinaria del Sínodo de los Obispos sobre el
conferencias episcopales y numerosas institu-
de la familia
de la familia
desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización
del Río, Querétaro (donde llegóciones
a ser director
han enviado al vaticanodesus respuestas y
propuestas sobre pastoral familiar, ante desafíos
dicho instituto), en la Universidad Autónoma de
como “divorciados vueltos a casar” o las “uniones en el contexto de la evangelización tema: Los desafíos pastorales de la familia en el
entre personas del mismo sexo”. las respuestas
Instrumentum Laboris contexto de la evangelización. Las respuestas
estructuradas en el presente documento de traba-
Querétaro (UAQ), en la Universidad
jo se proponen paraPontificia
estudio, reflexión e inspiración
pastoral, en preparación a la iii asamblea general
de México (UPM) y en el Instituto de Formación
extraordinaria del sínodo de los obispos.
estructuradas en el presente documento
Teológica Intercongregacional de México (IF- de trabajo, se proponen para estudio, re-
TIM). Actualmente es colaborador de revistas na-
flexión e inspiración pastoral.
cionales e internacionales y es maestro y miembro Sínodo de los Obispos
III Asamblea General Extraordinaria
activo del Instituto Mexicano de Doctrina Social isbn: 978-607-714-108-2
Cristiana (IMDOSOC).
La familia
en los tiempos
modernos
Exhortación apóstolica del Papa Juan
Pablo II sobre la familia y el Matri-
monio; nos habla de algunas situacio-
La f
nes irregulares como la unión libre,
La famiLia el matrimonio únicamente civil, la
en Los tiempos
modernos separación, el divorcio y los segun-
dos matrimonios.
Umberto Mauro Marsich

Familias monoparentales:
un nuevo reto pastoral
Abelardo Alvarado Alcántara
U n Sínodo (expresión que etimológi-
camente significa “caminar juntos”)
es una Asamblea de Obispos que repre-
senta al episcopado católico y cuya tarea
es la ayudar al Papa en el gobierno de la
Iglesia universal, dándole su consejo so-
bre los asuntos para los que se convoca.
En el Sínodo los Obispos, reunidos
con el Papa, tienen la oportunidad de
intercambiarse mutuamente informa-
ción y compartir experiencias, con el
objetivo común de buscar soluciones
pastorales que tengan validez y apli-
cación universales. En esta ocasión, el
próximo Sínodo, que se celebrará del
5 al 25 de octubre próximo, va a tener
como tema de estudio “La vocación y la
misión de la familia en la Iglesia y en el
mundo contemporáneo”.
Los obispos participantes en el Sínodo,
unos serán elegidos por las respectivas
conferencias episcopales y ratificados por
el Papa y otros serán designados directa-
mente por el Papa (cardenales, obispos,
expertos, auditores, auditoras, delegados
de otras Iglesias).
Entre los desafíos pastorales indicados
en el documento que servirá de base a
la reflexión y discusión de los sinodales,
está precisamente el problema pastoral
que representa “cuidar de las familias he-
ridas (separados, divorciados no vueltos
10 vida pastoral
a casar, divorciados vueltos a casar, fami-
lias monoparentales)”. Este es uno de los
cambios que se han venido dando y que
afectan a la familia. Se ha visto por ello ne-
cesario tratar este tema porque tiene que
ver con la transformación que se ha dado
tanto en la realidad como en el concepto
de familia en la sociedad contemporánea.
La estructura típica de la familia ha cam-
biado, en parte por influencia de la eco-
nomía que afecta las relaciones familiares.
Aunque el modelo de familia tradicional,
formada por los esposos, los hijos y her-
manos sigue siendo el que predomina en
la sociedad, el nuevo modelo de familia
monoparental ha despertado el interés de
la Iglesia porque plantea un nuevo proble-
ma para su misión evangelizadora.
Aquí vamos a referirnos a las “familias
monoparentales”. Este término designa
familias en las que hace cabeza un solo
progenitor, sea hombre o mujer –muje-
res en su mayoría– que se hacen cargo de
uno o varios hijos.
Las razones de la ausencia –perma-
nente o transitoria– del otro proge-
nitor son diversas. La tradicional es la
condición de viudez o madres solteras.
Las madres solteras han aumentado in-
cluso por los nuevos métodos de repro-
ducción asistida, lo que da lugar a hijos
sin padre biológico. Hay mujeres que
Abelardo Alvarado Alcántara
deciden ser madres, y solas se hacen cargo del hijo. Muchas de ellas se hacen a la
idea de no depender del hombre.
Pero en la actualidad hay varias razones por las que acontece el aumento de familias
monoparentales: matrimonios separados por dificultades para convivir o incompatibi-
lidad de caracteres –como suele aducirse–, divorcios, o por razones de trabajo como
en el caso de los que están privados de libertad o los migrantes. Una nueva situación
que ha surgido últimamente es la adopción de un hijo por un solo progenitor, de
acuerdo a la legislación que se ha venido dando en algunos países.
En los divorcios, en la mayoría de los casos, la patria
potestad de los hijos se otorga a la madre.
El hijo o los hijos son dependientes mientras son
menores de edad o cuando por razón de estudios,
de desempleo, de falta de vivienda o cuando tienen
alguna invalidez que los hace dependientes.
Es evidente que las situaciones que enfrentan
este tipo de familias implican diferentes experien-
cias, condiciones económicas, sociales y religio-
sas. Por ejemplo, no es lo mismo la situación de
una familia rica a una familia pobre.
¿Por qué este tipo de familias “heridas” –co-
mo las llama el Papa Francisco– constituyen
un nuevo reto pastoral para la Iglesia?
Analicemos cómo afecta a las personas la si-
tuación que se da en estas familias.
La familia es la principal transmisora de
valores humanos, tales como la seguri-
dad, la confianza, la responsabilidad, la
ayuda mutua, etc. Aunque frecuente-
mente los padres, por falta de tiempo,
delegan esta tarea a los maestros de la
escuela o dejan que sea la televisión, la
computadora y los actuales recursos tec-
nológicos de la comunicación (como las re-
des sociales) los que trasmitan modelos de
conducta.
Por principio, son los padres los
que tienen la misión de educar a los
hijos. De hecho, los hijos van adqui-
riendo hábitos de conducta instintiva-
mente por imitación de sus padres; si
bien los padres deben darles, poco a po-
Abelardo Alvarado Alcántara vida pastoral 11
co, indicaciones de cómo deben actuar,
razonando sus órdenes.
El papel que los padres desempeñan en la
familia es diferente en el hombre y la mu-
jer. Al papá se le atribuye la autoridad. És-
te necesita ser firme en las órdenes que da
a los hijos para corregirlos, pero siempre
con cariño y evitando hacerlos sentir mal.
Nunca debe maltratarlos.
Los hijos necesitan desarrollar su autoes-
tima y adquirir seguridad en sí mismos y
llegar a ser autónomos. El padre se relacio-
na más con la realidad exterior de los hijos;
la madre, en cambio, con los sentimientos
y afectos. El influjo de ambos es necesario
para un equilibrio psicológico de sus des-
cendientes.
Los riesgos que corren los padres al edu-
car a sus hijos es ser demasiado permisi-
vos, dejarlos que hagan lo que quieran, sin
llamarles la atención. Consentirlos, como
12 vida pastoral
vulgarmente se dice. Pero el otro extre-
mo es ser demasiado protectores, no de-
jando que los niños aprendan a valerse por
sí mismos. Las madres tienden a ser más
controladoras de la conducta de los hijos
(por ejemplo, sobre cómo vestirse).
Anteriormente se pensaba que el hom-
bre era a quien correspondía trabajar y
aportar lo necesario para el sostenimiento,
y a la mujer hacerse cargo de las labores
del hogar. Esto ha cambiado. Ahora los de-
rechos y obligaciones son los mismos para
el hombre y la mujer. Ambos deben com-
partir las obligaciones en la medida de lo
posible.
Por lo anterior nos damos cuenta de que
la presencia de ambos (hombre y mujer)
en la familia es decisiva para la educación
de los hijos. En las familias monoparentales
la ausencia del padre o de la madre afecta la
educación y el desarrollo de los hijos. Pre-
cisamente por esto las ventajas y desventa-
jas en relación a la presencia de un
solo progenitor son diferentes.
Ventajas de un solo progenitor:
a) Quien está al frente de la familia
dedica más cariño, cuidado y atención
del hijo o los hijos.
b) Su dedicación a los hijos es total y
absoluta, no tiene que atender a la pa-
reja.
c) En el caso de una familia monopa-
rental, no se van a dar discusiones ni
desacuerdos ni pleitos entre los espo-
sos. Hablamos de problemas conyuga-
les que afectan a los hijos y les causan
preocupación y ansiedad.
d) En algunos casos estas familias re-
ciben algún tipo de apoyo de institucio-
nes y gobierno.
Abelardo Alvarado Alcántara
Desventajas de un solo
progenitor:
a) Sólo un sueldo: en la fa-
milia monoparental sólo
existe un sueldo ya sea el
de la madre o el del padre.
b) Horarios: siendo só-
lo una persona la que se
dedica a la crianza del niño
(o niños), los horarios se pre-
sentan más ajustados para el tutor.
c) Imposibilidad de trabajar: el pa-
dre o la madre no pueden dejar de
trabajar para criar y cuidar a su hijo
(o hijos), puesto que dependen de
ese sueldo para vivir.
d) Imposibilidad de desconectar: la
vida del padre o madre gira en torno
a sus hijos, sin posibilidad de dedicarse a
otros temas o asuntos.
Para el próximo Sínodo, entre los pro-
blemas concretos que afectan a la fami-
lia, se ha señalado esta situación que aquí
hemos analizado. En el Mensaje, al final
de la Sesión preparatoria, se dijo:
“Pensamos en las dificultades económi-
cas causadas por sistemas perversos, ori-
ginados en el fetichismo del dinero y en
la dictadura de una economía sin rostro y
sin un objetivo verdaderamente humano
que humilla la dignidad de las personas.
Pensamos en el padre o en la madre sin
trabajo, impotentes frente a las necesida-
des aun primarias de su familia, o en los
jóvenes que transcurren días vacíos, sin
esperanza, susceptibles a ser presa de la
droga o de la criminalidad” (Evangelii Gau-
dium, no. 55).
La familia ha entrado en crisis. El concep-
to de familia es visto sin ninguna referencia
Abelardo Alvarado Alcántara
a Dios y según las modas de los tiempos. La
crisis de valores, el secularismo ateo, el he-
donismo y la ambición de poder erosionan
a la familia y cambian los valores de unión
entre el hombre y la mujer”.
El Sínodo pretende encontrar qué es lo
que la Iglesia puede aportar en favor de la
familia, de acuerdo con los designios divi-
nos, atendiendo a los signos de los tiem-
pos y en diálogo con la actual cultura de
los pueblos. La Iglesia quiere ser una Igle-
sia comprometida en servir a todos, anun-
ciando y haciendo realidad el anuncio de
la Buena Noticia; quiere testimoniar el
amor divino para con todos los hombres,
que se refleja en el amor de la pareja y en
la comunión abierta al don de los hijos. La
Iglesia quiere fortalecer, para el futuro del
mundo, la institución familiar como célu-
la vital de la sociedad. Su compromiso es
“acompañar a las familias más frágiles y a
los hogares lastimados, dándoles confian-
za y esperanza para iluminar a quienes han
perdido el camino”.
Es por eso tan importante crear familias
sanas, armoniosas y compasivas, para que
los niños puedan crecer y llegar a su ple-
nitud como seres humanos. Para el cris-
vida pastoral 13
tiano, formar una familia es una vocación, Acerca del autor
100
AÑOS

DAD DE SAN PABLO

Editorial San Pablo
una misión sagrada. Abelardo Alvarado Alcántara es Obispo Au-
Muchos viven en familias irregulares, o xiliar Emérito de la Arquidiócesis de México. Li-
sin familia alguna, no por decisión propia, cenciado en teología por la Pontificia Universidad
sino porque así aconteció; porque el papá Gregoriana en Roma. Se ha desempeñado como
o la mamá les dejaron en total abandono, profesor de varias asignaturas en el Seminario Mayor
porque nacieron fuera del matrimonio o de la Arquidiócesis de México (1959-1974), Prefec-
porque falleció la persona que debía ha- to de Disciplina de Teólogos en el mismo Seminario
cerse cargo de ellos. No por eso, Cristo los (1959-1966) yVicerrector (1966-1967).
abandona. La Iglesia no les puede cerrar las Examinador Pro-Sinodal desde 1967 y Director
puertas. Al contrario, la Iglesia acoge a los del Secretariado de Evangelización y Catequesis de
abandonados y los trata como sus hijos. la Arquidiócesis de México (SECAM, 1974-1984),
¿Qué se espera, pues, del próximo Sí- Presidente del Consejo Presbiteral (1979-1981),
nodo? Las enseñanzas de la Iglesia sobre Pro-Vicario Episcopal de la Sexta Zona Pastoral
el Matrimonio y la familia ciertamente no (1981-1984).
van a cambiar. Pero los obispos acordarán Ejerció durante dos trienios el Secretariado General
las líneas de acción para llevar a todos el en la Conferencia del Episcopado Mexicano: primer
anuncio del Evangelio. La doctrina de la trienio (1999-2001) y segundo trienio (2001-2003).
Iglesia sobre el Matrimonio y la familia Fue nombrado Vocal de la Comisión Episcopal de
necesitan ser presentadas y ofrecidas de Pastoral de la Comunicación y encargado del Depar-
manera que lleguen a todos, que penetren tamento Relaciones Iglesia-Estado en la Secretaría
sus corazones y los transformen según la General de la CEM durante el trienio 2004-2006.
voluntad de Dios manifiesta en Jesucristo. Fue nombrado durante la LXXXII Asamblea General Y despúes de separados qué
En esta obra se enfrentan con humildad y coraje la situa-
Hagamos oración para que así sea. como Responsable de la Dimensión Fe y Política de
ción de abandono en la que se llegan a encontrar los separa-
la Comisión Episcopal para la Pastoral Social para el dos; la describen en forma cercana e invitan a tomar rutas
trienio 2007-2009. concretas de solución para estos hermanos, para la comuni-
dad eclesial, para acompañar desde la fe y la misericordia el
camino nada fácil que muchas veces recorren solos.

Guia para un matrimonio feliz

Es un libro que responde a las dificultades que sorprenden a la
pareja en su relación conyugal; sugiere caminos para mejorar la rela-
ción de la pareja y favorecer un Matrimonio feliz.

experiencia de vida
para los matrimonios de hoY
Aquí se presenta la historia de algunas parejas de la Biblia. El autor toma
en cuenta el lado humano de los personajes y saca la enseñanza principal para
compartirla con los matrimonios de hoy.
 100
AÑOS

DAD DE SAN PABLO

Editorial San Pablo
TE RECOMIENDA El Matrimonio:
don de Dios, carisma del Espíritu
Don De sanación
márcio mendes
Don De fe y milagros
márcio mendes
y lugar de santificación
Estas páginas son un camino de sanación Un libro que nos enseña que la Sagrada
física e interior con Jesús. Pues él tiene el Escritura nos revela dónde está la fuente Javier Velasco-Arias y Quique Fernández
poder de sanar nuestra alma, y devolvernos para acercarnos a los dones de fe y milagros.
la salud del cuerpo.
Don De profecía
Don De lágrimas márcio mendes Perspectiva bíblica preguntas, que se han planteado en repe-
márcio mendes Hoy nuestros grupos de oración necesitan de tidas ocasiones a lo largo de poco más de
A través de esta obra, el Espíritu Santo nos profecías. Este libro nos ayudará a enterder 1. Hombre y mujer, dos mil años de cristianismo, tienen una
ayuda a tomar las decisiones correctas, este don que enraíza, edifica y afirma a la imagen de Dios sola respuesta para la mujer y el hombre
cura nuestro corazón y transforma nuestro
interior.
comunidad de Dios.

Dones De ciencia
¿ El Matrimonio es una vocación cris-
tiana de segunda categoría frente al
actual –también si son cristianos–, y la
respuesta es: no. El recorrido por algu-
Don De Discernimiento y sabiDuría celibato? ¿La vida conyugal dificulta o im- nos textos bíblicos nos puede ayudar en el
De espíritus márcio mendes posibilita la entrega incondicional a la cau- descubrimiento de esta respuesta.
márcio mendes Los dones de ciencia y de sabiduría se sa del Evangelio? ¿Las relaciones sexuales La relación entre un hombre y una mu-
Encuentra la cura y la liberacón a través del manifiestan en la oración. Un libro para son para aquellos que no saben dominar jer es vista, en muchas ocasiones, tanto en
discernimiento, pues éste nos revela lo que encontrarte con Dios y sanar tu interior.
es bueno para nosotros según la voluntad sus pasiones y, por tanto, no son aptos pa- el Antiguo como en el Nuevo Testamento
de Dios. ra vivir la grandeza de la virginidad? Estas como imagen del amor entre Dios y su
pueblo.
En los primeros textos del Antiguo Tes-
tamento, específicamente en los relatos
de la Creación, el amor conyugal es perci-
bido como algo bueno y bello que perte-
nece a la bondad de la Creación. Después
de repetirse en seis ocasiones la bondad
de la obra creadora de Dios (y vio Dios que
era bueno…), aparece el último eslabón de
la obra, el primordial, que es la creación
del ser humano, hombre y mujer, “ima-
gen y semejanza de Dios” (Gén 1,26).
Macho y hembra, ambos unidos indiso-
lublemente, se presentan como imagen
de la divinidad. El narrador bíblico quiso
culminar el relato de la Creación con este
acto supremo: la delineación de la perso-
na humana, y añadió: Vio Dios lo que había
Disponibles en su red
de librerías San Pablo Javier Velasco-Arias y Quique Fernández vida pastoral 17
www.sanpablo.com.mx
hecho: “y era muy bueno” (Gén 1,31). Se in-
fiere, pues, que el Matrimonio es una de
las más elocuentes imágenes de Dios en
toda la Biblia. De hecho, éste correspon-
de a la séptima (en el sentido de plenitud)
y última referencia a la bondad y belleza
de la obra creadora de Dios.
Ambos, mujer y hombre, en el desig-
nio original de Dios, gozan de la misma
dignidad, del mismo honor: ambos son
“imagen de Dios”; ambos son “de los mis-
mos huesos y de la misma carne” (cfr. Gén
2,23), que en un lenguaje actual se tradu-
ce como la mutua participación en digni-
dad y derechos.
Los profetas se harán, frecuentemente,
eco de la imagen matrimonial para expre-
sar la relación entre Dios y su pueblo. Una
relación en la que el Señor es presentado
como el que permanece siempre fiel, aun-
que no siempre haya una corresponden-
cia por la otra parte. Los textos de Oseas,
Isaías y Jeremías, junto con
otros, nos proponen esta lectu-
ra, donde Dios promete “amor
eterno” (cfr. Is 54,8) y siempre
está dispuesto a “volver a ena-
morar” a su pueblo, a “hablarle al
corazón” (cfr. Os 2,16).
El libro del Cantar de los
cantares, inspirado en los rela-
tos de la Creación, presenta el
amor apasionado de dos espo-
sos y descubre la bondad del
amor entre un hombre y una
mujer. El amor es descrito con
un lenguaje erótico, de atrac-
ción entre los sexos, de pasión.
Tanto judíos como cristianos
hemos visto en esta colección
de cantares la imagen del amor
18 vida pastoral
de Dios y su pueblo o, más recientemente,
de Cristo y la comunidad creyente. Cier-
tamente la última interpretación no es una
lectura original del texto (que se inserta en
la visión positiva de la sexualidad desde la
perspectiva creacional), pero es una inter-
pretación tipológica posible y legítima. El
amor en el Matrimonio, comentábamos,
es una de las mejores imágenes del amor
de Dios. Y Dios es presentado como Al-
guien que ama apasionadamente a su pue-
blo, a sus fieles, a la humanidad. La ternura,
el deseo mutuo, la entrega amorosa... son
valorados como constitutivos de la relación
entre el esposo y la esposa.Y es imposible
no ver en ello un reflejo del amor entraña-
ble de Dios.
Aunque podríamos hacer un recorrido
más exhaustivo por los libros del Anti-
guo Testamento, lo expuesto anterior-
mente sirve como “botón de muestra”
significativo.
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández
2. Don de Dios,
carisma del Espíritu
En el Nuevo Testamento, sobre todo en
los evangelios y en las cartas paulinas, en-
contraremos referencias al Matrimonio y
a la relación entre el hombre y la mujer.
Por cierto, no hallaremos ningún tratado
sobre el Matrimonio, pero sí algunos tex-
tos reveladores.
Los pasajes sobre la sexualidad y el Matri-
monio en los evangelios son escasos. Sólo
cuatro citas paralelas tratan la cuestión di-
rectamente y, según parece, se circunscri-
ben a una sola situación en la vida de Jesús,
seguramente a una controversia con los fa-
riseos: Mt 5,31-32; Mt 19,3-12; Lc 16,18;
y Mc 10,2-12. El tema, en las cuatro pe-
rícopas, se limita a la cuestión del repudio
(documento o libelo de repudio por el que
el marido se divorciaba de su mujer). No
entraremos en el análisis a profundidad de
los textos, que supera las expectativas de Será en Pablo de Tarso, de una mane-
este artículo, pero hay un par de detalles ra singular en el texto de 1Cor 7, donde
que no podemos permitirnos dejar de co- descubriremos una teología riquísima so-
mentar: a) Jesús lo que hace es posicionarse bre las relaciones entre hombre y mujer
en defensa de la mujer que, con el repudio, en el Matrimonio1. Pablo, en este carta a
quedaba condenada a la mendicidad o a la la comunidad de Corinto, mantendrá la
prostitución (y eso no lo quiere Dios); b) el máxima que encontramos en otro de sus
argumento principal, en boca de Jesús, es escritos: Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni
la referencia a los textos del Génesis, que libre;ni hombre ni mujer,ya que todos ustedes son
en líneas pasadas hemos mencionado: en el uno en Cristo Jesús (Gál 3,28). No hay dife-
plan original de Dios las cosas no funcionan rencias ni de derechos ni de dignidad en las
así. En el plan divino se respeta la igualdad comunidades paulinas y, por consiguiente,
y la dignidad de la mujer, igual que la del tampoco entre hombre y mujer.
hombre. Una igualdad que se quebrantaba En su carta, Pablo “cantará” la perfecta
con la ley de repudio. El Matrimonio es de- igualdad entre los cónyuges en sus rela-
fendido por Jesús, desde la perspectiva de 1. Para ampliar el tema es sugerente acudir a: Javier
la Creación y visto como un don de Dios, Velasco-Arias, 1Cor 7: La sexualidad como don, Revista
donde cada uno de los cónyuges es consi- Catalana de Teología, XXVIIIII (2003) pp. 59-87; Javier
derado como igual, en una relación de en- Velasco-Arias, “El matrimonio en la comunidad paulina de
Corinto”, en: A. Puig (coord.), El matrimoni i l’ús dels béns
trega total y para siempre. en la Bíblia, ABCat-PAM, Barcelona 2008, pp. 237-252.
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández vida pastoral 19
ciones mutuas: Cumpla el marido su deber con la mujer y lo mismo la mujer con el marido. La estos matrimonios, siempre que sea po- nos marca un cambio, llamémosle pasto-
mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; lo mismo el marido no es dueño de su cuerpo, sino sible vivir en la paz del Señor.Y si esa cir- ral, importante. En el evangelio de Mateo
la mujer. No se priven uno de otro, si no es de mutuo acuerdo y por un tiempo, para dedicarse a cunstancia favorable se da, afirmará que “el se nos relata lo siguiente: Y se le acercaron
la oración (1Cor 7,3-5). El Apóstol utiliza el adverbio o’moi,wj (lo mismo, igualmente, marido pagano queda ya santificado por su unos fariseos para ponerle a prueba […]:“¿Por
de la misma manera) para comentar cómo han de ser las relaciones entre los cónyu- mujer; y la mujer pagana, por el marido qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y la
ges: relaciones basadas en la igualdad. Cada cuerpo se hace don del otro y cada uno se creyente. De otra manera, sus hijos serían posibilidad de repudiar a la mujer?”. Les dijo Je-
convierte en posesión del otro a través de ese don, creando una “deuda” el uno para el impuros, cuando en realidad son santos” sús:“Moisés, teniendo en cuenta la dureza de su
otro.Y, de la misma forma, las decisiones se han de tomar, como leemos en el v. 5, de (v. 14). La actitud del cónyuge creyente corazón, les permitió repudiar a sus mujeres; pero
“mutuo acuerdo”. Esos dos criterios de actuación siguen siendo plenamente actuales: abre la esperanza de salvación para el no- al principio no fue así” (cfr. Mt 19,7-8).
igualdad y mutuo acuerdo. creyente (v. 16); y los hijos quedan santi- Fijémonos que este breve fragmento nos
El Matrimonio no es sólo don mutuo entre los cónyuges. Es, al mismo tiempo, un ficados. muestra tres respuestas distintas relaciona-
don de Dios: Cada uno recibe de Dios su propio don: unos de una manera, y otros de otra (1Cor El Apóstol está convencido que el Matri- das con tres periodos diferentes.Veámoslo
7,7). Pablo está hablando de su opción por el celibato, pero argumentará que cada uno monio, vivido como vocación cristiana, es con algo de detalle:
recibe de Dios un don diferente; es decir, unos reciben el don del celibato y otros el un lugar de santificación para los esposos y a) En el periodo que va de Moisés a Jesús
don del Matrimonio. Ambas vocaciones son dones de Dios: una no es mayor que la para los hijos y, por extensión, para la co- se permitía repudiar a la mujer.
otra. Cada uno ha de entender su propia llamada como un don, un regalo de Dios. La munidad cristiana y para la sociedad en ge- b) Jesús inaugura un nuevo periodo en
expresión griega que hemos traducido por “don” es “carisma”, con toda la carga teoló- neral. No está obligando a vivir situaciones el que afirma que “lo que Dios unió no lo
gica que tiene el término. Pablo entiende los carismas como dones de Dios, otorgados insostenibles, en las que mantener la rela- puede separar el hombre” (Mt 19,6).
por el Espíritu Santo y frecuentemente relacionados con la llamada de Dios (cfr. Rm ción es un auténtico infierno (Dios los ha lla- c) Y tal como nos dice el mismo Jesús,
11,29), dones al servicio del bien comunitario y subordinados al don por excelencia mado a vivir en paz, v. 15), pero sí a entender antes de Moisés no se permitía el repudio
del amor (1Cor 12,31–13,13). Los cónyuges cristianos están llamados a vivir su voca- el Matrimonio y la familia como un lugar de la mujer.
ción al Matrimonio desde esta perspectiva del amor de donación, abiertos al servicio en el que Dios se hace presente. El Matri- Es decir, que diferentes momentos requi-
comunitario. monio es un don de Dios, un carisma, una rieron adecuadas aplicaciones “pastorales”.
realidad de salvación y santificación. Y eso, en este y en otros temas, ha sido una
3. Lugar de constante en el caminar por la historia del
santificación Perspectiva pastoral Pueblo de Dios y por la Iglesia de Cristo.
El apóstol Pablo irá aún Pretender que el lugar excelso y absolu-
más lejos: presentará 1. Situación desde la Familiaris to de nuestra fe, en vez de ocuparlo Dios
el Matrimonio como Consortio hasta hoy Padre, Hijo y Espíritu Santo, lo ocupa una
un lugar de santifica- Desde que Juan Pablo II escribió la ex- época determinada y la praxis de ese mo-
ción para los esposos hortación postsinodal Familiaris Consortio mento es renunciar a la centralidad de Je-
y para los hijos. Con lo en 1981, la realidad familiar, en toda su sucristo y dejar que la usurpe el siempre
que queda plenamente amplitud, ha cambiado enormemente. “barato”, pero tristemente peligroso, fun-
subrayado el don de Dios, Y aunque es cierto que la situación no es damentalismo.
el carisma del Espíritu que igual en todos los países, sí que podemos
es esta vocación cristiana. convenir que en todos ellos existe una evo- 2. Familia ¿Qué es?
En sus comunidades se encuen- lución desfavorable respecto a la familia. Una vez más, “Es
gran parte
la razón della que
cordial problema
nos muevees
a cuidar de la naturaleza, a amar
tra con la realidad de matrimonios Esto, evidentemente, no es tan sólo un de planteamiento y comunicación. Mien-
y venerar a nuestra Madre Tierra
mixtos, en los que uno de los cónyu- fenómeno actual, ni tan siquiera lo es con- tras unos hablan desde una perspectiva,
y a mantener las bases físicaslos
y
ges ha abrazado la fe y el otro no (cfr. 1Cor temporáneo. El mismo Jesús propone la otros lo hacen desde otra.Y ni los unos ni
químicas que sustentan la vida”
7,12-16). Pablo apostará por salvar también manera de afrontar algunos problemas; él los otros están dispuestos a aceptar que las
20 vida pastoral Javier Velasco-Arias y Quique Fernández Javier Velasco-Arias y Quique Fernández vida pastoral 21
realidades que configuran la vida son po-
liédricas. Es decir, permiten varias inter-
pretaciones y de la que elegimos se derivan
todas las actitudes y todos los actos consi-
guientes.
Para algunos, hablar de familia es hablar
de papá, mamá, hermano o hermana. Es,
pues, hablar de la familia en su versión más
nuclear, de aquellos que viven y duermen en
casa, bajo el mismo techo, que comparten
completamente, o casi en totalidad, la eco-
nomía. Pero a esta visión clásica le podemos
sumar la visión de Jesús que, sin anular a la
familia nuclear, le otorga su verdadero signi-
ficado y la eleva a un nivel trascendente.
Desde la visión de Jesús, la familia está
llamada a no quedarse en lo meramente
ocasional e, incluso, superficial. Su pro-
puesta es que adquiera una dimensión
abierta y universal.
Cuando a Jesús le preguntaron sobre la
familia nuclear “le dijeron que su madre y
parientes le venían buscando”. Él respon-
dió desde otra perspectiva: ¿Quiénes son mi
madre y mis hermanos? El que cumple la volun-
tad de Dios ése es hermano mío, hermana y ma-
dre (cfr. Mc 3,31-35).
Jesús nos deja perplejos. Sobre todo a
aquellos que fuimos educados en los bue-
22 vida pastoral
nos valores cristianos de la familia, y que
se nos coló cierta imagen estereotipada,
muy conservadora y “algo cursi”. No hace
tanto que pastoralmente se defendía la idea
de que era mejor que la mujer no traba-
jara, que el hombre debía ser la cabeza de
familia y, por tanto, a quien correspondían
las decisiones importantes. Se considera-
ba a la mujer como el “sexo débil”… Es-
tos presupuestos han quedado largamente
superados, pero todavía hay quienes siguen
defendiendo un modelo de familia diverso
del modelo que defiende Jesús. Un amigo
mío llegó a decir que el modelo de familia
nuclear es un sistema cerrado en sí mismo,
un centro donde se “comparten egoísmos”.
El modelo nuclear guarda una altísima
preocupación por los derechos de mis hi-
jos, derechos bien legítimos como el dere-
cho a la vida o a la educación cristiana (y
eso es bueno), pero olvida fácilmente los
derechos de los “otros”, esos que el Evan-
gelio de Jesús nos presenta como nuestros
hermanos, hijos del mismo Padre Dios.
No debemos, pues, confundir la verdad
del Evangelio con doctrinas revestidas de
religiosidad o que están al servicio de ideo-
logías interesadas. Ya nos lo expresa con
sumo detalle el Papa Francisco en su ex-
hortación apostólica Evangelli Gaudium: No
debemos convertir nuestra fe en una barata ideo-
Javier Velasco-Arias
P. Alberto
y Quique
Torres
Leonardo
Fernández
Nieto, Boff
spp
logía, no debemos utilizar los valores familiares
cristianos como “pedrada” contra nadie. Me re-
cuerdo, a propósito, de una frase que me
ha tocado profundamente: “Dios no escoge
a los mejores, hace mejores a los que esco-
ge”. Porque ni somos los mejores ni pode-
mos creérnoslo.
Conocemos bien el pasaje en que le pre-
sentan a Jesús a una mujer pecadora, adúl-
tera. Sabemos qué es lo que querían hacer
con ella: lapidarla hasta la muerte, tal como
marcaba la Ley. Pero también sabemos de
memoria la respuesta de Jesús: El que no ten-
ga pecado que tire la primera piedra (Jn 8,7).
3. La actualidad marcada
por el Sínodo de la Familia
La actualidad de la pastoral familiar vie-
ne marcada por lo que aconteció en el pa-
sado Sínodo Extraordinario de la Familia.
Resumiendo mucho, quizá demasiado,
podemos decir que la asamblea sinodal se mento se mencionó cambiar la doctrina
preguntó cómo afrontar los grandes cam- moral, algunos padres sinodales espoleados
bios en la pastoral familiar. Ello incluía por grupos y medios tradicionalistas, se en-
preguntarse por la recepción de los sa- frentaron a cualquier propuesta de cambio
cramentos, y en especial de la Eucaristía, en cuanto a la aplicación pastoral.
por parte de los cristianos en situaciones Seguramente algo de esto ocurrió en la
familiares llamadas “irregulares” (específi- Asamblea de Jerusalén (cfr. Hch 15), con-
camente hablando, los divorciados vuel- siderado el primer Concilio de la historia
tos a casar o “las uniones de hecho”). de la Iglesia. Pablo se presentó con una
De esta manera, el Sínodo alertaba propuesta nueva, diferente, heterodoxa,
del peligro de centrar exclusivamente atrevida, revolucionaria… La propuesta
nuestros cuidados en los “nuestros”, los de Jesucristo es universal y, por tanto, no
“buenos”, sin fijar nuestra mirada en los hace falta ser judío o circuncidarse para
“otros”, a quienes solemos destacarles “sus abrazar y vivir la fe cristiana.
maldades”. Todos somos hijos amados de “Este Pablo, ¿quién se ha creído que es?”,
Dios, y hemos sido puestos bajo el cuida- se preguntaban los líderes de la comunidad
do amoroso de su Iglesia hasta que “todos cristiana, especialmente los de la comuni-
seamos un solo cuerpo” (cfr. Jn 17,21). dad de Jerusalén, liderados por Santiago.Y,
Pero, pese a que todo lo planteado per- sin embargo, se le escuchó. Pedro escuchó
tenecía al terreno pastoral y en ningún mo- a Pablo y Pablo ayudó a discernir a Pedro.
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández vida pastoral 23
Y lo que parecía una estrambótica idea del
loco de Pablo… resultó ser lo que la Asam-
blea presidida por Pedro entendió que era
la voluntad del Señor. Gracias a ello la Igle-
sia es católica, universal, y llegó a nosotros
la invitación de seguir a Jesucristo.
Al final, nos queramos dar cuenta o no,
lo que estamos discutiendo es de si en la
pastoral familiar, como en cualquier otra
aplicación pastoral de la doctrina de la
Iglesia, se sigue o no el mandato del Se-
ñor, el de atar y desatar: En verdad les digo
que todo lo que aten en la tierra quedará atado
en el cielo, y que todo lo que desaten en la tie-
rra será desatado en el cielo (Mt 18,18). De
esta cita casi siempre se aplica la mitad de
su contenido y, en ese recorte, les otorga-
mos a los Apóstoles, a la Iglesia, al Papa,
tan sólo la capacidad de “atar” (todo queda
atado y nada puede desatarse). Pero resul-
ta que la cita tiene una segunda parte y
que de ella se desprende que Jesús con-
templaba y quería que se pudiera desatar.
Algunos son muy aficionados a atar y no
permiten desatar. Ellos no dejan de utilizar
las expresiones “misa de siempre”, “liturgia
de siempre”, “doctrina de siempre”… y así
24 vida pastoral
pretenden que toda la pastoral sea “la de
siempre”. Pero resulta que lo que se llama
“misa de siempre” o “liturgia de siempre”
(sin aludir al valioso tesoro de la Revelación
yTradición cristiana) corresponde tan sólo a
algunos siglos, los menos, de la historia de la
Iglesia. Los primeros quince siglos de nues-
tra era contienen una liturgia que ni fue ni
pudo ser tridentina.Y si el Concilio deTren-
to pudo atar y desatar, ¿por qué no lo hizo
el Vaticano II en lo concerniente a la pasto-
ralidad de los sacramentos? ¿Y por qué no
puede hacerlo el Sínodo de la Familia? En el
relato de Pentecostés (Hch 2) se acusa a los
discípulos de Jesús de estar borrachos. Se-
guro que nos podemos imaginar el choque
que supone recibir un ataque como éste. No
es fácil de digerir. Por mucha mansedumbre
que se le aplique a este conflicto, está ahí y
habrá que desactivarlo. Otro tanto pasó en
la Asamblea de Jerusalén, a la que no resulta
difícil imaginarla llena de fariseos que abra-
zaron la fe en Jesús y que enfrentaron a Pa-
blo acaloradamente. De lo vehemente que
debió ser Pablo en aquel entonces no hace
falta imaginárselo, ya que en sus cartas deja
amplia muestra de ello.
“La Palabra de Dios es nuestra guía. De allí que
no debemos confundir la verdad del Evangelio
con doctrinas que se ponen al servicio
de ideologías o intereses particulares”
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández
Así pues, aparece una semejanza entre los dos mo-
mentos cruciales o de conflicto. Ante estos dos cua-
dros de situación eclesial, ante estos dos “nudos
bien apretados”, apareció la figura del que es-
taba llamado a ser “roca” y que debía apa-
centar el rebaño. Pedro se puso en pie y
tomó la palabra. Pedro desató los nudos
del conflicto en aquel contexto.
En el Sínodo de la Familia todavía se
están exponiendo una diversidad de
opiniones, “se está escuchando al Es-
píritu”. Hoy, como ayer, sólo después
de esta escucha, Pedro (en su represen-
tante el Papa Francisco) se pondrá en pie, tomará
la palabra y… unos y otros estaremos llamados
a formar parte, en comunión, de la misión de la
Iglesia de Cristo.
Acerca de los autores
Quique Fernández es laico, casado y padre de dos hijas. Co-coordinador de la Escuela de Animación Bíblica de
Barcelona (EABB); miembro del Departamento de Animación Bíblica de la Pastoral del Centre d’Estudis pastorals
de les Diòcesis Catalanes (CEP); Coordinador del Grupo Bíblico y Misionero Cinco panes y dos peces; Responsable
de Catequesis de la Parroquia Mare de Déu de la Medalla Miraculosa de Barcelona; Coordinador de Catequesis del
Arciprestazgo de Sant Josep Oriol de Barcelona; responsable de actos y presentaciones en Librería Paulinas-Barcelona;
Coordinador de la Semana Bíblica de la EABB. Es autor de Escuela de Animación Bíblica: un proyecto de animación y
renovación en la Palabra (en: J.Velasco-Arias, coord., Biblia y Pastoral, Reseña Bíblica 83,Verbo Divino 2014), Biblia,
parroquia y catequesis (en: J.Velasco-Arias, La Biblia compartida. Biblia y Pastoral, San Pablo 2012), María Magdalena,
Edimat 2005, y diversos artículos de animación bíblica en el semanario Catalunya Cristiana.
Javier Velasco-Arias es laico, casado y padre de dos hijos y una hija. Biblista, profesor de Biblia en el Institut Su-
perior de Ciències Religioses de Barcelona (ISCREB) y en el Centre d’Estudis Pastorals de les Diòcesis Catalanes
(CEP). Responsable del Departamento de Animación Bíblica de la Pastoral del CEP; Coordinador del seminario
Biblia y Pastoral de la Asociación Bíblica Española (ABE); Co-coordinador de la Escuela de Animación Bíblica de
Barcelona; miembro de la Asociación Bíblica Española y de la Associació Bíblica de Catalunya; miembro del Conse-
jo Científico de la revista Lógos de la Universidad Católica de Costa Rica. Es autor de diversas publicaciones bíbli-
cas, entre ellas: (Coord.) Biblia y Pastoral, Reseña Bíblica 83 (2014); (Ed.) La Biblia compartida. Biblia y Pastoral,
San Pablo, Madrid 2012; 1Cor 7: la sexualidad como don, en: AA.VV., Sexualidad. Ensayos y conferencias (aleteia
2), San José - Universidad Católica de Costa Rica 2011; El Matrimonio en la comunidad paulina de Corinto, en:
A. Puig (Ed.), El matrimoni i l’ús dels béns en la Bíblia, ABCat-Abadía Montserrat, Barcelona 2008; María, madre
de Jesús, Edimat, Madrid 2005, y de múltiples artículos de temas bíblicos en revistas especializadas e Internet.
Javier Velasco-Arias y Quique Fernández vida pastoral 25
 100
AÑOS

Editorial San Pablo

DAD DE SAN PABLO

La atención pastoral
a los divorciados vueltos a casar
TENEMOS Juan Masiá Clavel

PARA TI
SECRETOS PARA
EL ÉXITO EN LA
RELACIÓN DE PAREJA
Obra que nos demuestra que el
amor se va madurando en un pro-
ceso vital, a través de la aceptación,
el dialógo, el respeto, la empatía...
así es como se va desarrollando
una fuerza interior sobrecogedora,
llamada amor.
LA CRUZ DE LOS
DIVORCIADOS
VUELTOS A CASAR
Los divorciados vueltos a casar
han vivido situaciones dramáti-
cas. Este libro será vital para poder
orientarlos a ellos, o a cualquier
persona que los acompañe.
¿ En qué consiste la atención pastoral al
pueblo creyente que peregrina por la
La atención pastoral es el arte de discer-
nir las situaciones para acompañar a las
vida? En acompañarlo ayudándole para personas. “Discernimiento” y “acompaña-
que perciba, como dice el Papa Francis- miento” son dos palabras clave del Sínodo
co, “la presencia cercana y la mirada per- de los Obispos2. Si no se disciernen las di-
sonal de Jesús en nuestra vida, a nuestro versas situaciones y no se aplican acom-
lado, por el camino” (Evangelii Gaudium, pañamientos diferentes, se dificulta la
no. 169). atención pastoral y se entorpece el deba-
Según las necesidades y circunstan- te sobre la acogida pastoral de las familias
cias de las personas, habrá varias mane- heridas (separaciones, divorcios, nuevas
ras de acompañar. Por ejemplo: mostrar nupcias).
en el mapa el itinerario y meta; acoger a Dos confusiones a evitar: 1) La “juri-
alguien en casa para descansar del cami- dización” burocrática de la vida sacra-
no; auxiliar en accidentes; dar el brazo a mental, que somete la comunicación de
quien requiere apoyo para caminar; escu-
2. Relación final del Sínodo de 2014, y Lineamenta para el
char y conversar, acomodando el paso a Sínodo de 2015, nn. 45 y 46.
la otra persona. Si un herido
necesita cura, no le ayudará
mostrarle el código de cir-
culación para que reconozca
su error, causa del accidente.
Si alguien en la encrucijada
pregunta por la ruta, de nada
servirá entretenerle conver-
sando. Circunstancias diver-
sas exigen acompañamientos
diferentes. Por eso hace falta
“discernir las situaciones”1.

1. Juan Pablo II, Familiaris

Consortio, no. 84.
Juan Masiá Clavel vida pastoral 27

la gracia al control administrativo de las
normas canónicas vg. interpretar el Evan-
gelio a la luz del Código de Derecho Ca-
nónico, en vez de manejar el Código a la
luz del Evangelio. 2) El exagerado desa-
rrollo teórico de las doctrinas que sofo-
ca el crecimiento de la práctica pastoral
basada en el Evangelio vg. interpretar el
Evangelio de la misericordia a las órdenes
de normativas del Concilio de Trento so-
bre la penitencia, en vez de pasar al Con-
cilio por la criba del Evangelio.
Se confunden tres niveles de orientaciones:
1) la enseñanza de la Iglesia basada en el Evan-
gelio; 2) la disciplina canónica para el orden
de la sociedad eclesial; y 3) la práctica pastoral
para la vida sacramental de los fieles.
La enseñanza de la Iglesia, inspirada en el
Evangelio, propone el ideal de hacer de la
unión de los esposos una comunidad ínti-
ma de vida y amor en mutua fidelidad pa-
28 vida pastoral
ra siempre. El ordenamiento jurídico del
Derecho Canónico sobre la indisolubilidad
del Matrimonio rato y consumado entre
bautizados o las condiciones de su validez,
nulidad o disolución son normas discipli-
narias “que la Iglesia ha ido reformando y
renovando a fin de que se adapten mejor a
la misión salvífica que le ha sido confiada”3.
La atención pastoral acompaña la vida sa-
cramental de la Iglesia y el camino por la
vida de personas y familias creyentes.
Distingamos tres niveles de cuestiones.
La pregunta por lo propio del Matrimo-
nio cristiano es cuestión de enseñanza de
la Iglesia basada en el Evangelio. Las pre-
guntas sobre su validez o nulidad, disolu-
ción y segundas nupcias tras un divorcio
son cuestiones canónicas. Las preguntas
sobre acceso a sacramentos de personas
divorciadas son cuestión de pastoral sa-
cramental. Pero incluso quienes reducen
la mira solamente a la cuestión canónica,
han de recordar el texto final del Código:
“La salud de las almas debe ser siempre
la ley suprema en la Iglesia”. Este canon
(no. 1752) flexibiliza todos los anteriores
y deja margen para la praxis pastoral. Juan
Pablo II se cercioró de que estas palabras
figuraban como colofón del Código.
El acompañamiento pastoral de parejas
y familias abarca: acompañarles en el pro-
ceso de su enlace; en el eventual proceso
de un desenlace; y en el proceso de re-
hacer el camino de su vida, a veces me-
diante segundas nupcias. Estoy utilizando
intencionadamente las palabras “enlace”
y “desenlace”, porque facilitan el trata-
miento ético, jurídico y religioso de di-
versas uniones y desuniones desde un
3. Juan Pablo II, Sacrae Disciplinae Leges, Roma 1983.
Juan Masiá Clavel
triple punto de vista: personal, social y
eclesial. Para plantear correctamente el
reconocimiento ético, civil y religioso
de los enlaces y desenlaces de las pare-
jas, hay que ver el Matrimonio, divorcio
y variedad de formas matrimoniales des-
de una triple perspectiva: personal, jurí-
dica y religiosa. Si se distinguieran estas
tres perspectivas, se entenderá el signifi-
cado eclesial de atender pastoralmente a
las personas al bendecir un enlace; al re-
conocer un desenlace; y al acoger sacra-
mentalmente a las personas divorciadas
casadas civilmente.
El “enlace” y el “desenlace” me parecen
términos atinados para referirse a la unión
esponsal de dos personas. La noción de
“enlace” es mejor que las de vínculo, yu-
go, contrato o compromiso matrimonial.
Para referirse a una separación correcta,
responsable y respetuosa, lo recomenda-
ble sería “desenlazar” con cuidado el lazo,
aún no anudado por completo. Además,
la palabra “desenlace”, por sus connota-
ciones de “final” o “fallecimiento”, es un
término apropiado para reconocer la
muerte de una relación.
“Enlace” y “desenlace” expresan inicios
e interrupciones de un ca-
mino hacia la unión consu-
mada. Consumación no es
sinónimo de primera coha-
bitación, sino de proceso y
fin de un camino: estrechán-
dose los cuerpos y abrazán-
dose los ánimos, intentan
las personas crecer juntas
hacia la meta de convertir
la promesa renovada en lazo
irrompible. Lo que empezó
casualmente al entrecruzar-
Juan Masiá Clavel
se los caminos y se confirmó al decidir
el enlace, se cultiva viviendo la promesa
renovada de convertir azar en destino y
hacer del enlace consumado un lazo indi-
soluble. La indisolubilidad no es el punto
de partida, sino la meta de llegada. Pero
cuando la interrupción irreversible de es-
te proceso hace inevitable la separación,
se plantea la tarea de hacer que el “desen-
lace” sea responsable por parte de los cón-
yuges y que el acompañamiento humano
(por parte de la familia, las amistades y la
comunidad eclesial) que arropó en su día
la celebración del “enlace”, apoye también
ahora, en el “desenlace”, a las personas
que vuelven a emprender el camino para
rehacer su vida.
Presuponiendo esta interpretación de
lo que significa el enlace de la pareja me-
diante una promesa mutua personal, tes-
tificada ante la sociedad y en la Iglesia,
podremos integrar los puntos de vista éti-
co, civil y eclesial a la hora de discernir su
situación para acompañarles en su cami-
no. Desde esta triple perspectiva vemos,
en primer lugar, la promesa de los cónyu-
ges apoyada por la conciencia personal de
ambos; en segundo lugar, la vemos prote-
vida pastoral 29
gida por la seguridad jurídica del derecho civil o canónico; finalmente, la vemos am-
parada y animada por la fe religiosa. Ese es el marco para plantear correctamente las “La Iglesia debe brindar ayuda a quienes
se enfrentan al desenlace matrimonial,
preguntas acerca del reconocimiento responsable de la variedad de formas de enlace proporcionando elementos que fortalezcan el
(pareja en convivencia estable de hecho, matrimonio civil o religiosamente ratificado, duelo y conduzcan a la sanación religiosa”
o incluso otros modelos de enlace –como, por ejemplo, el de parejas homosexuales–
no considerados en algunos ordenamientos jurídicos), así como del reconocimiento
igualmente responsable de los desenlaces (separaciones y rupturas, culpables o inocen-
tes, remediables o irremediables).
Tanto en las convivencias de hecho como en las formalizadas civil o religiosamente, empobrece en versiones literales como,
el “desenlace” puede ser variopinto. Hay desenlaces dolorosos y otros sin pena ni glo- por ejemplo: “A quien perdonen los pe-
ria; los hay trágicos o dramáticos; a veces, hasta cómicos; los hay conflictivos y pacífi- cados les serán perdonados y a quien se
cos, por infidelidad o por incompatibilidad, por culpa de una parte o de la otra, o de los retengan les serán retenidos”. Está pe-
las dos, o de ninguna, sino por circunstancias externas. En cualquier caso, para que el sando en esta lectura una interpretación
“desenlace” sea correcto responsablemente, a pesar de ser desenlace, la ética lo pro- estrecha de la penitencia, que arrastramos
tegerá desde la conciencia y la sociedad desde la ley; las iglesias deberían protegerlo indisolubilidad abstracta, mágica e inmi- desde los días del Concilio de Trento, al
desde la fe, de acuerdo con el Evangelio de Jesús. sericorde”. utilizar el versículo 23 para fundamentar
En el caso de una convivencia estable de hecho, desde el punto de vista ético, cada La lectura demasiado legalista de las pa- la facultad canónica otorgada al ministe-
una de las partes se verá interpelada por su conciencia para ser honesta consigo mis- labras de Jesús a Pedro, transmitidas por rio ordenado para absolver o negar la ab-
ma y con la otra parte al decidir el “desenlace”. En el caso de la unión civil, el derecho el evangelista Mateo (Mt 18,18), como solución. Pero desarrollar este tema nos
garantizará que el “desenlace” no vulnere el bien jurídico de los cónyuges y la familia. “poder de atar y desatar” han dificultado llevaría demasiado lejos. Basten las sen-
En el caso de la unión celebrada religiosamente, la iglesia que antes acompañó a los la comprensión pastoral del encargo de cillas consideraciones de este esbozo de
esposos en su “enlace”, atestiguando su promesa con la bendición divina para animarles reconciliar y liberar dado por Jesús a toda respuesta al encargo del Papa para que
a cumplirla, puede y debe ahora, cuando se ha producido el “desenlace”, acompañarles la comunidad de discípulos, tal como las hagamos discernimiento sobre la acogi-
desde la fe para sanar, si las hubiera, las heridas que haya dejado la separación y apoyar transmite el evangelista Juan (Jn 20,23)4. da eclesial de los divorciados casados de
igualmente desde la fe a quienes emprenden el camino Dichas palabras las podríamos parafra- nuevo.
de rehacer su vida. sear así: “Les saludo dándoles la paz con
Lo mismo que hay un duelo religioso, no sólo civil, el soplo del Espíritu y los envío como Algunas notas del Magisterio
tras la muerte física del cónyuge, también tiene senti- yo fui enviado, para que hagan lo mismo eclesiástico
do el duelo por el “desenlace” en la mitad del camino que yo he hecho, es decir, estrechar lazos Permítanseme, finalmente, unas notas
de la vida. A los teólogos que se oponen a la acogida y desatar nudos. Vayan a estrechar lazos acerca del Magisterio eclesiástico reciente:
sacramental en la iglesia de las personas divorciadas y abrazos (reconciliar, recomponer, re- 1) En Familiaris Consortio (no. 84), Juan
y casadas de nuevo, hay que decirles: “Puede y debe unir lo separado). Vayan a desatar nudos Pablo II pone como premisa no abandonar
haber un camino de duelo y sanación religiosa tras (liberar y desencadenar lo aprisionado). a las personas, acogerlas y proporcionarles
el desenlace matrimonial. Reconocer de esta mane- Los lazos de misericordia que estrechen lo necesario para su salvación: “La Iglesia
ra sacramental el des- en la tierra, quedarán estrechados en el no puede abandonar a sí mismos a quie-
enlace y las nuevas cielo. Los nudos que desaten, las cadenas nes –unidos ya con el vínculo matrimonial
nupcias, estará que rompan y lo que liberen en la tierra, sacramental– han intentado pasar a nuevas
más de acuerdo quedará desanudado y liberado en los cie- nupcias. Por lo tanto, se procurará infati-
con el Evange- los”. La riqueza pastoral de este texto se gablemente poner a su disposición los me-
lio que la defen- 4. Véase el comentario exegético: Juan Mateos, El
dios de salvación”. ¿No contradice esto lo
sa canónica de una evangelio de Juan, Cristiandad, Madrid 1982, pp. 866-872. que afirma en párrafos siguientes sobre ne-
30 vida pastoral Juan Masiá Clavel Juan Masiá Clavel vida pastoral 31

garles el acceso a los sacramen-
tos? Me parece que sí.
2) En el mismo número
insiste en no hablar sobre
divorciados en general, si-
no reconocer situaciones
diferentes: “Los pastores es-
tán obligados a discernir bien
las situaciones”. ¿Es coherente
esto con la praxis eclesiástica ac-
tual? Me parece que no.
3) Un tercer párrafo contrasta
con el antiguo Código Canónico de
1917, porque hoy la Iglesia no consi-
dera excomulgados a los divorciados
casados de nuevo: “Exhorto a que
ayuden a los divorciados, procurando
que no se consideren separados de la
Iglesia”.
4) Sólo después de estos preám-
bulos, Juan Pablo II reafirmaba la
“praxis de no admitir a la comunión
eucarística a los divorciados que se
casan otra vez”. Pero lo hacía pre-
cisando que se trata de una “praxis
de la Iglesia”; por tanto, modificable
cuando las circunstancias lo requieran.
No la presenta, sin más, como prohibi-
ción o precepto, sino como algo que estas
personas deducirían si se descubrieran en
conciencia como estando fuera de la unión
del amor entre Cristo y la Iglesia, significa-
da y actualizada en la Eucaristía. Pero esto
es algo que está por demostrarse, porque
si echan de menos la participación plena
en la Eucaristía, están dando muestras de
estar en comunión con Cristo y su Iglesia.
Esta actitud contrasta con muchos otros ca-
sos de quienes, a pesar de hallarse en una
situación semejante, no echan de menos los
Juan Masiá Clavel
sacramentos, ya que ni siquiera vienen a la
Iglesia.
5) Añadía el Papa Juan Pablo II otra ra-
zón, compartida por bastantes obispos: el
miedo a que, ante la acogida sacramental
de esas personas, algunos se escandalizaran
o a que “fueran inducidos a error y confu-
sión acerca de la doctrina de la Iglesia so-
bre la indisolubilidad del Matrimonio”. En
realidad, lo que hoy día escandalizaría a una
gran mayoría de creyentes sería que no se
les acogiera.
6) El párrafo final dejó perplejos a pasto-
ralistas y moralistas, dado que condiciona el
acceso al sacramento de la Reconciliación y
obliga a los esposos a asumir “el compromi-
so de vivir en plena continencia”. Estimo
que tanto el penitente que viene al sacra-
mento de la Reconciliación como el sacer-
dote que le acoge para celebrarlo, pueden
y deben, con el debido respeto a la decla-
ración papal, disentir razonable y responsa-
blemente en conciencia de esta afirmación
del Magisterio eclesiástico ordinario.
7) El Papa Francisco, recogiendo el crite-
rio enunciado por Juan Pablo II en la Fami-
liaris Consortio (no. 34), lo amplía diciendo:
“Sin disminuir el valor del ideal evangéli-
co, hay que acompañar con misericordia y
paciencia las etapas posibles de crecimien-
to de las personas que se van construyen-
do día a día... el confesionario debe ser
el lugar de la misericordia del Señor que
nos estimula a hacer el bien posible... A to-
dos debe llegar el consuelo y el estímulo
del amor salvífico de Dios, que obra mis-
teriosamente en cada persona, más allá de
sus defectos y caídas” (EG, no. 44). “Todos
pueden participar de alguna manera en la
vida eclesial, todos pueden integrar la co-
munidad, y tampoco las puertas de los sa-
Juan Masiá Clavel
cramentos deberían cerrarse por una razón
cualquiera... La Eucaristía, si bien constitu-
ye la plenitud de la vida sacramental, no es
un premio para los perfectos sino un gene-
roso remedio y un alimento para los débi-
les” (EG, no. 47)... El Sínodo de Obispos
recoge estos criterios pastorales en su pro-
puesta de discernir las situaciones y acom-
pañar a las personas (Relatio, nn. 45-46),
así como en sus alusiones a la necesidad de
conjugar verdad y misericordia (Relatio,
nn. 11.14.19.24.26.28.29.44-46.51-52;
Jn 8,1-11; Benedicto XVI, Caritas in verita-
te, no. 44).
Acerca del autor
Juan Masiá Clavel, de origen español, es sacer-
dote, teólogo, escritor y profesor jesuita. Ha vivi-
do más de veinticinco años en Japón. Fue director
del Departamento de Bioética en el Instituto de
Ciencias de la Vida de la japonesa Universidad de
Sofía, y profesor de Bioética y Antropología en la
facultad de Teología de la misma universidad.
Fue profesor invitado de Antropología filosófica
de 1988 a 1998 en la Universidad Pontificia Co-
millas (España) y ha dirigido la Cátedra de Bioéti-
ca de la misma Universidad de 2004 a 2006.
Como consiliario de la Asociación de Médicos Ca-
tólicos de Japón y colaborador en comisiones de
bioética de la Conferencia Episcopal Japonesa se ha
ocupado de tratar en perspectiva teológica las cues-
tiones de ética de la vida. Hoy es coadjutor en la
parroquia de Rokko, de los jesuitas, en Kbe (Japón)
y profesor de Bioética en la Universidad Católica
Santo Tomás, de la diócesis de Osaka. También es
colaborador en Tokio de la Comisión Católica de
Justicia y Paz y de la sección japonesa de la Confe-
rencia Mundial de Religiones por la Paz. Es uno de
los firmantes del manifiesto Ante la crisis eclesial,
junto con otros 300 pensadores cristianos.
vida pastoral 33
La familia:
escuela de valores
Rafael González Beltrán

“En el Matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones

interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación,
fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda
introducida en la familia humana y en la familia de Dios, que es la Iglesia”
(San Juan Pablo II)

Introducción

N o se requieren muchas palabras para comprender toda la

riqueza que la familia encierra, no sólo para sus miem-
bros sino para toda la sociedad. Hoy estamos en condiciones
de constatar la profunda influencia positiva que una auténtica
comunión entre los esposos tiene, principalmente, en los hi-
jos y, después, en el ambiente que la rodea.Y, vicever-
sa, el incalculable daño que lo contrario
puede producir. Por consiguiente, es com-
prensible que la formación de una familia
exija una preparación, una sensibilidad, un
compromiso, un aprendizaje.
Esos aprendizajes no los podríamos
hacer en soledad, en una isla absolu-
tamente desierta. Los aprendizajes
los tenemos que hacer por nosotros
mismos, pero ayudados por otros cu-
yo caminar, vivir y saber nos sirven de
punto de referencia, de modelo, de tes-
timonio. Aprendemos a caminar por nosotros
mismos, pero dentro de un entorno donde otros ca-
minan y nos enseñan a caminar.
Los testimonios o modelos que admiramos se con-
vierten en punto de referencia para poder vivir los va-
lores. Al principio, los valores que se transmiten son
sólo pequeñas semillas. El primer lugar donde apren-
Rafael González Beltrán
demos con verdad –o errados y deforma-
dos– los valores, es la familia. Pero nunca es
tarde para mejorar nuestra comprensión de
dichos valores para que, luego de aprendi-
dos, se encarnen y se vivan.
¿Qué es un valor? ¿A qué
llamamos valores familiares?
Un valor es algo que es bueno, que por serlo
es valioso, y por valer provoca aprecio, esti-
ma y deseo de tenerlo. Un valor es algo bue-
no y valioso en sí mismo. La verdadera causa
de su valía y bondad no le viene de fuera
sino de dentro, del valor mismo. Ni siquiera
nuestra opinión le agrega o le quita nada.
Los valores han estado presentes desde an-
tiguo en la historia de la humanidad.Valores
como el bien, la verdad, la belleza, la felici-
dad, la justicia se han plasmado en vidas vir-
tuosas, bondadosas y justas. En la familia los
valores se convierten en los principios que
ayudarán a los hijos y a todos los miembros
a resistir las tempestades de la vida y a ilumi-
36 vida pastoral
nar las noches más oscuras con la luz de los
ejemplos virtuosos.
Por ejemplo en la familia: aquella fuerza
con la que se lucha y se persevera para con-
seguir la salud de un hijo enfermo es un valor
en sí mismo.Y no es de la misma naturaleza
con la que se aplica a un médico. Cuidando al
hijo los padres manifiestan la esencia misma
de ser padres. La familia encierra muchas de
estas bondades y valores de profundad ver-
dad. Muchas de esas verdades son su marca,
su sello propio. A esas verdades les podemos
llamar los valores familiares.
Otro valor que vivimos al interno de nues-
tra familia es la identidad de ser hijos, her-
manos, padres o madres, esposos… hasta
abuelos y tíos. Nuestra identidad familiar
es personal, exclusiva e irrepetible. Somos
seres de naturaleza familiar. Esta identidad
profundad, además, la vivimos en una rela-
ción de unión y de comunión. Por eso es que
la unión familiar es el principal bien o valor
de una familia y, al contrario, la desunión y
la desintegración su principal mal. Pero la
Rafael González Beltrán
unión no es prepotencia, dominio, some-
timiento y anulación.
Esta unión va logrando su plenitud cuan-
do, en familia, aprendemos a vivir en in-
timidad con personas que tal vez en otras
circunstancias ni siquiera les dirigiriamos la
palabra. Con el tiempo, llegamos a cono-
cernos íntimamente; aprendemos hábitos
y características particulares y privadas. Pe-
ro la vida de familia también conoce crisis
mayores y menores –problemas de salud,
fracasos y éxitos en la vida profesional, en
el trabajo, en el matrimonio–, en casi todos
los miembros de la familia. Con todo ello
la vida familiar se va grabando en la me-
moria y en la personalidad. Hablando cris-
tianamente, no hay otra realidad que nos
podamos imaginar que alimente más el al-
ma y la prepare para ser cristianos adultos.
Cuando en la sociedad las cosas van mal,
inmediatamente indagamos cuál es el esta-
do de la familia. Observamos una sociedad
desgarrada por el crimen y la violencia, y
exclamamos: “¡Ojalá regresaran los buenos
tiempos, cuando la familia era sagrada!”1
En cualquier época la familia ofrece apoyo
y entristece; nos protege y puede destruir-
nos; nos “apapacha” y nos marca… La fami-
lia es la primera manera de ver el mundo,
lo queramos o no; nos asigna un rol al mo-
mento de nacer, y el cual debemos respetar;
nos ofrece la posibilidad de poder demostrar
qué estamos en grado de hacer.
La familia es un micro sistema que vive
de comunicación continua: millones de pa-
labras, frases, sonidos, gestos que usamos,
1. Pero seamos críticos y no caigamos en la ingenuidad:
¿alguna vez la familia estuvo libre de peligros y problemas?
También en el pasado las familias y sus miembros sufrieron
malos tratos, desatención, presiones y exigencias que hoy
consideramos exageradas y nada sanas.
Rafael González Beltrán
repetimos e interpretamos de manera di-
versa, aún en el caso de los gemelos. Segu-
ramente conocemos historias de amigos o
quizás sea nuestro caso: nos podemos mos-
trar ambivalentes cuando se trata de regre-
sar a visitar a nuestra familia originaria y
pasar un tiempo con ella. Por un lado de-
seamos la gratificación emocional que nos
proporciona el hecho de volver a conectar-
nos íntimamente, pero también queremos
mantener distancia con los recuerdos dolo-
rosos y las situaciones difíciles.
Los valores están
dentro de la familia
Una idea predominante sobre los valores
familiares es que proceden desde los ám-
bitos de las normas morales y de la reli-
gión. A lo mejor proceden del terreno de
la cortesía, de la buena educación o desde
lo que es más útil y conveniente. ¿Será esto
cierto? Nadie duda, por ejemplo, que ser
justo, generoso, solidario y respetuoso son
virtudes que favorecen la vida social y ade-
más coinciden con lo que la mayoría de los
códigos éticos y mandamientos religiosos
exigen. Existen valores que surgen desde
lo más íntimo de la familia, de suerte que
sin tales valores se desmorona el mismo ser
de familia. Por ejemplo: ¿qué sucede con la
madre que abandona o mata a su hijo o le
maltrata con una violencia constante? ¿Qué
sucede con la madre biológica que renta su
cuerpo, aporta un óvulo o jamás se ocupa
de su hijo? ¿No hay en el fondo una cier-
ta repugnancia para llamarla madre? ¿Se
puede llamar madre una mala madre? ¿Es
padre un mal padre? ¿Es hijo un mal hijo?
Por otro lado, pensemos que no hay más
grande motivación para la vida que el amor
a los nuestros, a nuestros familiares, a los
vida pastoral 37
de nuestra misma carne y sangre. Compren-
der estos valores familiares sirve para mejo-
rar en familia, con los nuestros, con aquellos
a los que más amamos. Se trata de una
tarea capaz de mover todo nuestro ser,
toda nuestra ilusión y nuestro esfuerzo
por conseguir un resultado verdadera-
mente importante: amar a los nuestros
y ser amados por ellos con más verdad,
bondad y belleza. Aquí está encerrado el
valor del amor incondicional y el amor
justo.
Todos los seres humanos percibimos
que somos una persona, un sujeto per-
sonal singular, único e irrepetible. A esto
le llamamos intuición. Al mismo tiempo
tenemos una aspiración: que es nuestra
persona, valiosa en sí misma y que sólo
por ser ella, merece ser amada.
¿Dónde existe, dónde está el lugar en
donde somos amados incondicional-
mente por ser nuestra persona singular
y única y en donde hemos de amar de la
misma manera? Recordemos los espacios
sociales en donde transita nuestra vida: la
empresa o institución donde trabajamos,
la asociación a la que pertenecemos, el
banco donde depositamos nuestros aho-
rros, el sindicato o el partido político,
nuestros círculos sociales, etc. Pregun-
témonos por la causa o razón por la que
somos amados o, al menos aceptados. La
verdad es que somos aceptados en el tra-
bajo por nuestra competencia y utilidad,
en suma, por nuestra rentabilidad. En el
fondo, todas las relaciones tienen algo de
condicional, de útil y de conveniencia:
por ser inteligentes, competentes, ricos,
influyentes, y mil y otras razones de con-
veniencia. Pero por esas mismas razo-
nes somos radicalmente sustituibles por
38 vida pastoral
otros en nuestro mismo papel o rol. La
familia aparece como aquel lugar don-
de no se nos valora por la utilidad, sino
por el valor incondicional de ser úni-
ca y desnudamente hijos, hermanos o
padres. Los vínculos familiares están
anclados en nuestra persona desnuda.
Amamos a nuestros seres queridos no
por lo que tienen, sino por ser quienes
son. Porque son nuestros, y sólo por
eso mismo son dignos de ser amados2.
La vida engendrada debe
humanizarse
El don de la vida a los hijos es el don
de una vida digna de la persona, de una
vida que debe alcanzar su plena humani-
zación. Esta humanización exige de los
padres y de los hijos que unos y otros se
relacionen según el trato más excelente
y propio de la persona, que es el amor
incondicional, como ya anotamos.
Por la conyugalidad se manifiesta la
buena unión matrimonial. Una buena
unión conyugal se convierte en el nú-
cleo de máxima irradiación de amor y
unidad para toda la familia. Y al revés,
cuando los padres no son esposos, cuan-
do sólo existe una madre y el padre es
desconocido, esa unidad familiar es más
difícil. Cuando los padres se desinte-
gran como esposos y se divorcian, la ar-
monía y la fuerza de los lazos familiares
se cuartean y se produce un enraizado
sufrimiento. La identidad psicológica
de los hijos, con frecuencia, se vuelve
insegura, problemática y conflictiva; se
2. Sea cual sea nuestra experiencia, en el fondo de
nosotros y de nuestra familia pervive esa aspiración a ser
lo que la familia debe ser, porque es su forma verdadera,
buena y bella de ser.
Rafael González Beltrán
crea un ambiente hostil e inseguro con cada padre separado, con sus hermanos y con sus
demás semejantes3.
La responsabilidad de servicio a la vida digna tiene tres vertientes principales:
a) La crianza: que mira a la conservación y maduración física y psíquica de los hijos. Se
les alimenta, se les viste, se cuida su salud, su crecimiento.
b) La socialización: se procura en los hijos el aprendizaje de aquellos conocimientos ne-
cesarios para incorporarse a la sociedad como miembros activos, productivos y útiles.
c) La personalización ética: los hijos necesitan descubrir y comprender las consecuencias
de sus comportamientos, de sus actitudes y de sus relaciones con los demás. Sabemos que
la acción más excelente de la persona es amar de verdad. Esta es la tarea principal de la
familia y dura toda la vida. Se ejerce en cada edad del hijo, hasta la muerte de los padres,
con modalidades adecuadas y diferentes en el ejercicio de la autoridad de los padres: del
testimonio vivo de sus ejemplos, y mediante la compañía y el consejo.
El ejemplo y el testimonio
El primer motor de la educación es el ejemplo: los hijos necesitan no padres perfectos
(afortunadamente), sino padres en camino hacia la perfección. Necesitan
testigos vivos del amor de Dios, ejemplos creíbles por ser co-
herentes. Los hijos admiten que sus padres pueden caer y pecar
–incluso gravemente–, pero no pueden comprender que se jus-
tifiquen en lugar de recurrir a la misericordia infinita de Dios, ni
que mantengan un doble lenguaje (“Yo me porto bien, con us-
tedes practico la caridad… pero no en mi empresa”, etc.).
San Pablo, el apóstol que más evangelizó al mundo an-
tiguo, dice en su Carta a los Colosenses: Padres no
exasperen a sus hijos para que no se desalienten (3,18).
Con atención debemos esforzarnos por no ago-
biar a los hijos o a quienes esperan una formación
de nosotros con exigencias múltiples y a veces
contradictorias. No se puede ser firme en todo y
al mismo tiempo. Los niños y los jóvenes necesi-
tan firmeza, pero solamente en lo esencial.
3. Consideramos que el ambiente idóneo que favorece la vivencia
de los valores, en general, y de los valores familiares, en particular,
es la familia, formada por un hombre y una mujer. Todas las demás
sociedades vuelven sumamente difícil la construcción de auténticas
comunidades familiares. La familia encuentra en la fuerza de sus
relaciones el mejor motor para superar las deficiencias experimentadas.
Las actuales sociedades que se van abriendo paso en la esfera social
buscan llenar vacíos, afirmar batallas ideológicas, asegurar los
derechos de la pareja, mientras que la familia fundada en la fuerza de la
conyugalidad, consanguinidad, filiación y fraternidad busca y posibilita
la plena maduración de personas únicas, llamadas a vivir en plenitud.
Rafael González Beltrán vida pastoral 39
 La educación familiar funcio-
na por vía del ejemplo, no por
sesiones discursivas de trabajo,
y está apoyada por gestos, hu-
mores compartidos, hábitos del
corazón, chantajes afectivos jun-
to a la recompensa de cariño y
castigos distintos para cada cual.
Cuando la oscuridad parece envolver por todos lados
los esfuerzos por educar y transmitir lo mejor de la hu-
manidad y de la fe a los hijos, o cuando los hijos siguen Editorial San Pablo
sendas tan apartadas de lo mejor que deseábamos para
ellos, el Espíritu nos mueve a vaciar nuestras angustias y Relato de su vida,
temores en Dios y decirle: “Gracias Señor Jesús, por mi la historia de su
conversión, sus
pobreza que me conduce a no contar más que contigo”.

Conclusión
Y cuando contamos con Dios, nunca nos vemos decep-
cionados.
sufrimientos y su
experiencia con
el resucitado. SAN PABLO
Los padres de familia podrán Acerca del autor
considerar un éxito su servicio Rafael González Beltrán es sacerdote y religioso paulino. Li-
a la vida engendrada cuando cenciado en Ciencias de la Comunicación por el COMFIL, Maestro
el hijo conozca la verdad de la en Ciencias de la Educación por la Universidad del Valle de México
VIVO HOY…
vida, aprenda a practicar el bien y Doctor en Investigación de la Comunicación por la Universidad “El apóstol de los gentiles”
hecho amor y se conduzca con Pontificia Salesiana (Roma). Actualmente es Director del COMFIL
belleza de trato hacia su próji- y asesor de Pastoral de la Comunicación en la Diócesis de Nezahual-
A través de un
mo. Cuando los padres cumplen cóyotl (México), donde desarrolla principalmente programas de
esta misión, no hacen beneficen- formación para agentes de Pastoral de la Comunicación.
recorrido por
lugares donde Pablo
A travez de estos libros,
cia sino, sencillamente, justicia, trabajó y enseñó, conoce las facetas
pues ofrecen a sus hijos lo que Bibliografía y lecturas recomendadas profundizarás en
les corresponde como propio4. Rafael González Beltrán, La formación para encontrar el sentido de la
vida, en: Vida Pastoral, no. 233, San Pablo, México 2013.
el contenido de las
Cartas paulinas y de su personalidad,
los Hechos de los
4. Muchos de nuestros hogares,
entonces, no serán hoteles de cinco estrellas, Thomas Moore, El cuidado del alma. Cultivar lo profundo y lo sagrado Apóstoles. la historia de su conversión
ni restaurantes de tres tenedores, pero sí en la vida cotidiana, Urano, Barcelona 2009.
podrán ser espacios íntimos de verdadero
amor incondicional, cumpliendo así su tarea
Christine Ponsard, La educación. Una historia de amor, Rialp, Madrid
y su mensaje.
humanizadora. Cumplirán mil veces mejor 2011.
su misión que las grandes mansiones que no Jill Rigby, Educar hijos respetuosos en un mundo irrespetuoso, Lumen,
son hogares.
Buenos Aires 2008. 1. san pabLo apóstoL
Gino Rocca, No lo tengo claro. Respuestas sobre moral a jóvenes y a edu-
cadores, Ciudad Nueva, Madrid 1993. 2. pabLo y su mensaje
Fernando Savater, El valor de educar, Ariel, Barcelona1997.
Laboriosa
Pedro-Juan Viladrich, El valor de los amores familiares, Rialp, Madrid
investigación
3. jesús y pabLo,
2005. que ofrece vidas paraLeLas
un atractivo
paralelismo entre
la vida de Jesús y
Pablo.

40 vida pastoral
 Educación y libertad
Breve reseña del libro:
El motor de la educación
Jesús Antonio Hdz. Taboada
L a educación parte de la familia, se amplía en la escuela y
se abre a la sociedad. Padres y madres de familia necesitan
con urgencia nuevos referentes para guiar a sus hijos en su pro-
ceso de madurez, pero, ¿cómo hacer para que la libertad no
degenere en libertinaje? ¿Y cómo hacer para que la necesaria
autoridad no degenere en autoritarismo?
Antropología, pedagogía, religión, didáctica y varias ciencias
confluyen para retomar valiosas experiencias históricas (como
el rechazo a toda forma de autoridad, incluso la representada
por excelentes personas) y para recuperar los aportes de in-
vestigaciones recientes, sobre todo del autoconocimiento.
Educar no depende de una supuesta democracia en donde
cuenta el “verse” bien ante los demás: compañeros de la es-
cuela, del trabajo, amistades, etc. Depende de la estructura
cerebral: por ejemplo, un niño pequeño, al menos hasta los 8 o
9 años, es incapaz de comprender toda la argumentación o ex-
plicación de porqué debe hacer algo; un pre-adolescente tiene
entre sus muchos retos, el de completar incluso su capacidad
para asimilar y procesar las emociones.Y el desafío más difícil
de nuestra época: el de la falta de sentido entre los jóvenes,
que es causa de suicidios.
42 vida pastoral
Si se toma en cuenta el proceso del desarrollo huma-
no, las propias limitaciones como padre y madre, en
un diálogo propositivo con los otros actores educativos
como enseñantes, pastores y amistades de los hijos, se
podrá avanzar en el camino hacia la madurez, porque
la educación es un proceso interminable, y al educar
nos educamos. Así pues, la educación aquí propuesta,
busca la formación del propio “yo”, para abrirse a la
aceptación de otras personas, a través de los muchos
conflictos que pueden surgir: miedo, vergüenza, mani-
pulación ideológica, etc. Incluso las relaciones fraterna-
les deben crecer para convertirse en amistad.
En resumen, debemos aprender a amarnos, amar y
ser amados, y sólo en la formación simultánea, equi-
librada y abierta de la mente (como conjunto de las
capacidades y procesos cognitivos), de la voluntad (co-
mo la opción fundamental y los valores asumidos que
de ella se derivan), y del corazón (como el conjunto
de pasiones y toda la afectividad humana), podremos
hallar un camino seguro para este proceso.
No se trata de la simple recomen-
dación de un libro, sino de una ver-
dadera guía, incluso en la pastoral
familiar o escolar. Es grato encon-
trar una síntesis del pensamiento
con aplicaciones prácticas, en don-
de la fe y la razón, la religión y las
ciencias se conjugan para el bien de
la persona humana. Esto es parte
de lo que Laura Mattevi nos ofrece
en El motor de la educación. Progeni-
tores e hijos: crecer juntos, Ediciones
Paulinas (San Pablo), México 2014.
vida pastoral 43

La Familia en el
Concilio Vaticano II:
una visión pastoral
Julián Arturo López Amozurrutia
E l Concilio Vaticano II mostró su aprecio por
la institución familiar no sólo constituyéndo-
se como el primer pronunciamiento magisterial
en explayarse en el tema (cfr. LG, nn. 11.35.41;
GS, nn. 25.32.47-52.61.67.74; AA, nn. 11.30;
DH, no. 5; AG, no. 15), sino también por su con-
tinua referencia a él, ya sea para hablar de la Igle-
sia (“familia de Dios”, cfr. sobre todo LG), ya sea
para tratar sobre la humanidad entera (“familia
humana”, cfr. GS). La temática abordada en él es
abundante, e incorpora una perspectiva antro-
pológica, teológica y eclesial del más amplio al-
cance. Nos limitamos, a continuación, a señalar
algunos de sus principales derroteros.
1. La familia
Ante todo, se reconoce el carácter natural de la
familia, rubricado por la divina Revelación. “Fun-
dada por el Creador y en posesión de sus propias
leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y
amor se establece sobre la alianza de los cónyu-
ges, es decir, sobre su consentimiento personal e
irrevocable. Así, del acto humano por el cual los
esposos se dan y se reciben mutuamente, nace,
aun ante la sociedad, una institución confirmada
por la ley divina” (GS, no. 47). Su relevancia es tal
que de ella depende en buena medida la forma-
ción de las personas, así como la cohesión social.
Contemplada desde la fe, alcanza su peculiaridad
sacramental como signo de la unión del Señor
44 vida pastoral Julián Arturo López Amozurrutia
con su Iglesia y como espacio de realización 47), la perspectiva pastoral del Concilio
eclesial.
Conviene aún precisar un aspecto del ca-
permite simultáneamente contemplar la
doctrina sobre el Matrimonio y la familia
rácter “natural” de la institución familiar, de
acuerdo con el Concilio. Al tratar la índo-
y considerar la situación que enfrenta en la
actualidad, identificando tanto lo que os-
le social del ser humano, que “demuestra
que el desarrollo de la persona humana y
el crecimiento de la propia sociedad están
curece su verdad como lo que manifiesta
su auténtica naturaleza, con una actitud
básicamente positiva, de la que se deriva
mutuamente condicionados”, aunque en su lugar en la misión de la Iglesia.
todo caso “el principio, el sujeto y el fin de Ante todo, destaca el ser lugar de testi-
todas las instituciones sociales es y debe ser monio, anuncio y vivencia de la fe, como
la persona humana”, distingue dos tipos de
vínculos sociales: los que “proceden de su
libre voluntad”, que en varios momentos
espacio en el que se ejercita el sacerdocio
bautismal y se cumple la vocación a la santi-
dad.Al interno de la familia, esto se verifica
llama “asociaciones”, y los que “responden tanto en las relaciones conyugales como en
más inmediatamente a su naturaleza pro- las filiales, y más allá de ellas en referencia
funda”. Entre estos últimos ubica tanto a la a toda la Iglesia y a la sociedad en general.
familia como a la comunidad política. Enseña primero la Constitución dog-
Respecto a la configuración de la familia, mática sobre la Iglesia: “Los cónyuges
el Concilio identifica su estructura básica a cristianos, en virtud del sacramento del
partir de la unión matrimonial –que entre Matrimonio... se ayudan mutuamente
cristianos constituye un sacramento pecu- a santificarse en la vida conyugal y en la
liar–, ordenada por sí misma a la procrea- procreación y educación de la prole, y por
ción y a la educación de la prole. Tales son eso poseen su propio don, dentro del Pue-
sus “bienes y fines” (GS, no. 48). Como reali- blo de Dios, en su estado y forma de vida.
dad humana, está marcada por la fundamen- De este consorcio procede la familia, en
tal bondad de la persona creada a imagen y la que nacen nuevos ciudadanos de la so-
semejanza de Dios (cfr. GS, no. 12), pero ciedad humana, quienes, por la gracia del
también por la fractura del pecado (cfr. GS,
no. 13) y la necesidad de redención, así que
el Verbo encarnado, “sometiéndose volun-
tariamente a las leyes de su patria, santifi-
có los vínculos humanos, sobre todo los de
la familia, fuente de la vida social” (GS, no.
32).También en este campo “el misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del
Verbo encarnado” (GS, no. 22).
2. En la misión de la Iglesia
Atenta a las “profundas transformaciones
de la sociedad contemporánea” (GS, no.
Julián Arturo López Amozurrutia vida pastoral 45
Espíritu Santo, quedan constituidos en el Bautismo hijos de Dios, que perpetuarán a tra- social e impuestos; póngase
vés del tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de iglesia doméstica los padres deben enteramente a salvo la convi-
ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo, y vencia doméstica en la orga-
deben fomentar la vocación propia de cada uno...” (LG, no. 11). nización de las emigraciones”
Y después: “Los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, mediante la (AA, no. 11).
fidelidad en el amor, deben sostenerse mutuamente en la gracia a lo largo de toda la vida Aún más, puntualiza con
e inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas a los hijos amorosamente reci- abundantes ejemplos las posi-
bidos de Dios. De esta manera ofrecen a todos el ejemplo de un incansable y generoso bilidades de este compromiso,
amor, contribuyen al establecimiento de la fraternidad en la caridad y se constituyen en tanto al interno de la comuni-
testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia, como símbolo y partici- dad como hacia fuera de ella:
pación de aquel amor con que Cristo amó a su Esposa y se entregó a sí mismo por ella” “Esta misión de ser la célula
(LG, no. 41). primera y vital de la sociedad,
la familia la ha recibido direc-
3. Campo prioritario del apostolado laical tamente de Dios. Cumplirá esta misión si,
Conviene destacar que el cumplimiento de esta responsabilidad constituye un campo prio- por la mutua piedad de sus miembros y la
ritario del apostolado laical. En efecto, en la vida matrimonial y familiar “el apostolado de los oración en común dirigida a Dios, se ofrece
laicos halla una ocasión de ejercicio y una escuela preclara si la religión cristiana penetra toda como santuario doméstico de la Iglesia; si la
la organización de la vida y la transforma más cada día. Aquí los cónyuges tienen su propia familia entera se incorpora al culto litúrgico
vocación: el ser mutuamente y para sus hijos testigos de la fe y del amor de Cristo. La familia de la Iglesia; si, finalmente, la familia practica
cristiana proclama en voz muy alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la el ejercicio de la hospitalidad y promueve la
esperanza de la vida bienaventurada. De tal manera, con su ejemplo y su testimonio, arguye justicia y demás obras buenas al servicio de
al mundo de pecado e ilumina a los que buscan la verdad” (LG, no. 35). todos los hermanos que padecen necesidad.
Esta misma convicción se expresa en el Decreto sobre el Apostolado de los laicos, abun- Entre las diferentes obras del apostolado fa-
dando en ella y cualificándola con particular dignidad: “Siempre fue deber de los esposos, miliar pueden mencionarse las siguientes:
pero hoy constituye la parte más importante de su apos- adoptar como hijos a niños abandonados,
tolado, manifestar y demostrar con su vida la indisolu- acoger con benignidad a los forasteros, cola-
bilidad y santidad del vínculo matrimonial; afirmar con borar en la dirección de las escuelas, asistir a
valentía el derecho y la obligación que los padres y los los jóvenes con consejos y ayudas económi-
tutores tienen de educar cristianamente a la prole, y de- cas, ayudar a los novios a prepararse mejor
fender la dignidad y la legítima autonomía de la familia”. para el Matrimonio, colaborar en la cate-
De donde derivaba: “Cooperen, por tanto, los esposos y quesis, sostener a los esposos y a las familias
los demás cristianos con los hombres de buena voluntad que están en peligro material o moral, pro-
para que se conserven incólumes estos derechos en veer a los ancianos no sólo de lo indispensa-
la legislación civil; se tengan en cuenta en el ble, sino también de los justos beneficios del
gobierno de la sociedad las necesidades desarrollo económico” (AA, no. 11).
familiares en lo referente a vivien- Por si fuera poco, no se duda en reconocer
da, educación de los niños, con- la función de la familia en tierras de misión,
diciones de trabajo, seguridad donde “las familias cristianas dan al mundo
testimonio valiosísimo de Cristo cuando
ajustan toda su vida al Evangelio y dan ejem-
plo de Matrimonio cristiano” (AA, no. 11),
46 vida pastoral Julián Arturo López Amozurrutia Julián Arturo López Amozurrutia
y donde uno de los objetivos para “arraigar
profundamente en el pueblo” no es otro que
hacer florecer “familias henchidas de espíritu
evangélico” (AG, no. 15).
4. Familia y educación
Entre los espacios de formación cristiana,
y señaladamente para el apostolado, no se
duda poner en primer lugar a la misma fa-
milia. “A los padres corresponde el prepa-
rar en el seno de la familia a sus hijos desde
los primeros años para conocer el amor de
Dios hacia todos los hombres, el enseñar-
les gradualmente, sobre todo con el ejem-
plo, a preocuparse por las necesidades del
prójimo, tanto materiales como espiritua-
les. Toda la familia y su vida común sean,
pues, como iniciación al apostolado” (AA,
no. 30).
De hecho, la educación más en general
es un tema sobre el que el Concilio pro-
fundiza. Ante todo, se defiende que “la
madre nutricia de esta educación es ante
todo la familia: en ella los hijos, en un cli-
ma de amor, aprenden juntos con mayor
facilidad la recta jerarquía de las cosas, al
mismo tiempo que se imprimen de modo
vida pastoral 47
como natural en el alma de los adolescentes formas probadas de cultura a medida que
van creciendo” (GS, no. 61).
Sobre esta línea, la Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud reconoce “Un vigoroso anuncio de la belleza del
Matrimonio y la familia, un acompañamiento
el deber y derecho fundamentales e insustituibles de los padres en este campo: “Puesto cercano y diligente y una perseverante oración
que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la son los principios que debemos poner en
prole, y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores práctica para bien de la sociedad y la Iglesia”
de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia, que, cuando
falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de
familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca
la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera
escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan. Sobre todo en la fa-
milia cristiana, enriquecida con la gracia y los deberes del sacramento del Matrimonio,
importa que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y a adorar a Dios y a
amar al prójimo según la fe recibida en el Bautismo. Encuentren en la familia la primera
experiencia de una saludable sociedad humana y de la Iglesia. Por medio de la familia,
en fin, se introducen fácilmente en la sociedad civil y en el pueblo de Dios” (GE, no. 3).
Este principio se desglosa en el derecho de los padres, según su conciencia, de ele- La acción eclesial de nuestros
gir las escuelas de sus hijos (cfr. GE, no. 6), y sobre todo en el campo de la educación días sigue teniendo en la fami- Acerca del autor
religiosa. En efecto, “cada familia, en cuanto sociedad que goza de un derecho propio lia uno de sus puntos más sensi- Julián Arturo López Amozurrutia, sacerdote dioce-
y primordial, tiene derecho a ordenar libremente su vida religiosa domés- bles. El magisterio conciliar es un sano de la Arquidiócesis de México, es Doctor en Teolo-
tica bajo la dirección de los padres. A éstos corresponde el derecho de ejemplo tanto en su capacidad de gía Dogmática (Roma). Ha presentado sus servicios en la
determinar la forma de educación religiosa que se ha de dar a sus hijos formular con lucidez los proble- Secretaría del Sínodo de los Obispos durante el Asamblea
de acuerdo con su propia convicción religiosa. Así, pues, el poder civil mas como de profesar con claridad Especial para América (1997); ha sido Director Espiritual
debe reconocer el derecho de los padres a elegir con auténtica libertad la convicción creyente. Lo cierto Adjunto en el Seminario Conciliar de México, Coordina-
las escuelas u otros medios de educación, sin imponerles ni directa ni indi- es que la articulación de la pasto- dor Académico, Director General y Rector del Instituto
rectamente cargas injustas por esta libertad de elección. Se violan, además, ral familiar no ha logrado permear Superior de Estudios Eclesiásticos (México). Ha desem-
los derechos de los padres si se obliga a los hijos a asistir a lecciones que no en los diversos estratos de las co- peñado una constante labor académica desde el 2001 en
correspondan a la convicción religiosa de los padres o si se impone munidades cristianas. Un vigoroso el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos de la Uni-
un sistema único de educación del cual se excluya totalmente la for- anuncio de la belleza del Matri- versidad Católica Lumen Gentium, en la Universidad
mación religiosa” (DH, no. 5). monio y de la familia, una evan- Pontificia de México y en el Instituto Mexicano de Doc-
gelización franca y alegre sobre su trina Social Cristiana. Es miembro del Consejo de Bioé-
Conclusión naturaleza, un acompañamiento tica de la Conferencia del Episcopado Mexicano desde su
El Concilio Vaticano II no dudó en contar a la familia como cercano y diligente de las familias fundación, en 2004. Fue primer vocal de la Directiva de la
uno de los “problemas actuales al que debe atenderse con concretas, una perseverante ora- Organización de Seminarios de México de 2008 a 2011,
más urgencia, dado que los ataques e incomprensiones de ción y una apertura constante y y colaboró en la elaboración del actual Ordenamiento Bá-
su naturaleza afectan profundamente al género humano” (cfr. esperanzada a la gracia redentora sico de Estudios para los Seminarios de México y en las
GS, no. 46). Más aún, este fue el tema que trató en primer de Jesucristo, son siempre princi- Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en México.
lugar. Nuestro repaso nos ha permitido captar que, por un lado, pios vigentes que debemos poner Recientemente fue nombrado Canónigo de la Catedral
se trata de un punto neurálgico, y que además, padece ya desde en práctica, por el bien de las per- Metropolitana de México. Cuenta con varias publicacio-
hace cincuenta años fuertes presiones culturales, mismas que han sonas, de la sociedad y de la misma nes, tanto de Teología como de vida cristiana.
tendido a agravarse. Iglesia.
Julián Arturo López Amozurrutia Julián Arturo López Amozurrutia vida pastoral 49
Revitalizando espacios
y replanteando relaciones
El espacio doméstico y las relaciones
familiares desde el Evangelio
Toribio Tapia Bahena
“El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita
el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza
los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar todavía que la relación con nuestro
Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales”
H ablar de la familia desde la
perspectiva bíblica no es fá-
cil. Enfrentamos, por una parte,
un problema cultural a la vez que
temporal; la manera de enten-
der la familia en aquella cultura
y en aquel tiempo era, en aspec-
tos elementales, muy diferente
a la nuestra. Por otra parte, no
vale cualquier referente para la
valoración de la familia cristiana;
se necesita un principio absolu-
to que, desde la perspectiva del
Evangelio, sólo puede ser el Rei-
no o Reinado de Dios que pro-
puso Jesús con lo que dijo e hizo.
Teniendo en cuenta esta pro-
blemática y considerando las po-
sibilidades esperanzadoras del
Reino, propongo que reflexio-
nemos sobre el espacio, las rela-
ciones y los principios que deben
regir a cualquier familia que pre-
tenda ser cristiana.
50 vida pastoral
(Evangelii Gaudium, no. 67)
La casa: espacio privilegiado
que necesita revitalizarse
Todo grupo humano necesita espacios para sus re-
laciones; la familia no es la excepción y tiene, en
todas las culturas, un espacio real y simbólico que
identificamos con la casa. No hay familia que no ten-
ga –formal o convencionalmente– un espacio para
evidenciar sus relaciones. Para reflexionar sobre el
alcance y significado del espacio doméstico es im-
portante que acudamos a lo que hizo Jesús en la casa.
Si hacemos un recorrido global del evangelio de
Marcos percibimos la importancia que tiene la casa.
Así, por ejemplo, es en una casa –y no en la sina-
goga (vv. 21-28)– donde los discípulos ejercen su
primera tarea: identificar las necesidades de la gente
y presentárselas al Maestro. Han comenzado –aun-
que sea modestamente– su misión de trabajar en fa-
vor de la vida de las personas (v. 18) y lo hacen en
un espacio cotidiano1. Es también en la casa donde
Jesús cura y perdona los pecados; una acción dema-
siado atrevida para los escribas (2,1-12). Para ellos
no sólo era una blasfemia que Jesús curara y perdo-
1. Más aún, para Marcos la casa pudo ser también un espacio para un grupo
más amplio: “la población entera estaba agolpada a la puerta” (1,33).
Toribio Tapia Bahena
nara los pecados sino que al mismo tiempo lo hiciera en
un espacio “no oficial”.
Pero la casa no sólo era el lugar de la actuación
de Dios es incluyente. La Bue-
na Nueva del Reino está al al-
cance de todos (1,14-15), es
de Jesús; también era un espacio donde compartía
la mesa con publicanos y pecadores (2,15ss; 14,3)
decir, es algo real y para todos.
Este pasaje de Mc 7,24-31
y donde se discutían cuestiones de primera impor- también evidencia la casa co-
tancia como el ayuno (2,18-22) o el comporta- mo un espacio para el recono-
miento comunitario (9,33ss; 10,10)2. cimiento mutuo (v. 23) que,
Con el fin de esclarecer con más concreción este as- según Marcos, termina siendo
pecto vayamos a un texto paradigmático de Marcos la mejor manera de establecer
que con cierta seguridad corresponde a la vida de Je- una relación digna; de ahí que
sús. Este pasaje refiere el encuentro de Jesús con una el mismo evangelio insinúe
mujer griega, sirofenicia de nacimiento (7,24-31). Lo otra posibilidad: en la casa se
más interesante es que Marcos, a diferencia de Mateo, puede percibir que el “otro”,
ha ubicado este encuentro en una casa3. el diferente, tiene una palabra
El encuentro de Jesús con la mujer sirofenicia en el salvífica4.
espacio cotidiano de la casa evidencia que la soberanía Por eso, según Marcos, en el
2. La casa y la familia son también un espacio adecuado para recordar y
transmitir el kerigma y favorecer así la apertura de las familias a la fe en Jesús.
3. Mateo afirma: “Jesús salió de allí y se retiró hacia la región de Tiro y Sidón.
espacio doméstico se pueden
4. Las palabras de despedida por parte
En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio…” (15,21). La de Jesús suponen la palabra de la mujer
afirmación de Mateo evita decir que entró a territorio pagano; incluso presenta (cfr. v. 28); se reconoce que, en realidad,
a la mujer saliendo de su territorio con la intención de localizar el encuentro en quien ha obrado la expulsión del demonio
territorio judío reafirmando su judeo-centralismo ante los paganos. Por eso también de su hija –es decir la eliminación de las
evita mencionar como espacio de encuentro la casa. barreras de pureza– es la mujer misma.
Toribio Tapia Bahena vida pastoral 51
superar las distancias. Aquella mujer pertenecía a un grupo dominante que provenía de
la ciudad; su interlocutor, por el contrario, era un campesino judío. Quienes escucha-
ban el evangelio de Marcos pensaban que el cruce de barreras sociales y económicas
era imposible de lograr. Sin embargo, el evangelista logra convencer
de que es posible también romper este tipo de barreras fomentando
una interrelación digna, pues, según Marcos, la peor amenaza para
que el Reino se haga presente es el rechazo que conduce al dominio y
a la explotación de los demás.
De esta manera podríamos decir que Marcos presenta un ejemplo
de lo que pudo haber significado el espacio doméstico para Jesús y
el alcance de esta actitud en algunas de las primeras comunidades
cristianas.
No es suficiente pues el hecho de vivir en un mismo espacio; se
hace indispensable evidenciar en él otro tipo de relaciones entre las
personas. Para Marcos la casa puede ser un espacio para evidenciar
y hacer experimentar el Reino de Dios mediante la inclusión a
todos y a través del reconocimiento de las otras personas como
portadoras de palabras salvíficas. Esto permite pasar de la sim-
patía al encuentro, al grado de que hasta las barreras más deni-
grantes puedan superarse de manera adecuada.
La fraternidad: principio de relación
irrenunciable
Cuando Jesús eligió a sus discípulos no pensó en hacer un
grupo imitador de los comportamientos establecidos; se
dedicó por completo a formar una comunidad que fuera
capaz no de competir sino de presentarse como alter-
nativa ante el proyecto del mundo: ante el servilismo,
servicio; contra el odio, amor; ante el egoísmo, la entre-
ga de la vida; contra la marginación, la inclusión desde
el amor; ante el culto viciado por intereses, el culto en
Verdad.
No era suficiente con que la casa fuera un espacio don-
de se encontraran dignamente las personas; debería cons-
truirse la nueva familia de los hijos de Dios. De ahí que Jesús
y sus primeros discípulos fueron determinantes ante el gru-
po familiar de tipo patriarcal.
Un texto que permite entrever la nueva familia de Jesús
es Mc 10,28-31. Si comparamos la lista de renuncia
y de recompensa que menciona Jesús en los vv. 29
y 30 nos damos cuenta que en la segunda ocasión
52 vida pastoral Toribio Tapia Bahena
no se menciona al padre. Recordemos que (10,1-12), unos fa-
en la manera de comprender y de vivir en riseos se le acerca-
el grupo familiar de aquel tiempo el padre ron a Jesús –para
(paterfamilias) era la figura clave. Tenía una ponerlo a prueba–
autoridad casi absoluta como dueño de la y le preguntaron si
casa o familia, a la que daba su nombre; un marido podía
era como el jefe de Estado pero en la fa- repudiar a su mujer
milia; se desempeñaba como juez y único (v. 2). Lo más inte-
propietario de las cosas y de las personas. resante, de acuerdo
Si la comunidad de discípulos quería a nuestra reflexión
ser realmente alternativa no deberían só- sobre la familia, es
lo desplazarse en el espacio (del templo que mientras los
a la casa) sino optar por construir, en es- fariseos se aferran
te nuevo lugar, una verdadera familia de a un punto de vista
hermanos. Ellos habían abandonado la que además tenía
casa patriarcal, es decir, cierta manera de bastante respaldo
comprender y de organizar la vida co- en la práctica co-
munitaria; la recompensa que recibirían tidiana, Jesús acu-
se convertía en una gran responsabilidad: de a un principio5.
construir una comunidad familiar en la Mientras aquellos
que no exista alguien que se sienta dueño basan su comporta-
de las demás personas; crear un nuevo tipo miento en una opinión, Jesús fundamenta
de relaciones humanas en el que no haya va al origen, al comienzo, al fundamento
un dueño absoluto sino solamente herma- de cómo deben ser las cosas6.
nos (véase también Mt 23,1-12). Desde esta perspectiva, y con relación
Por eso, desde el proyecto de Jesús, a la familia, debemos estar muy atentos a
la casa, así como las relaciones entre sus lo que vamos decidiendo, pues en muchos
miembros, son un espacio y una oportuni- momentos nos puede ganar la convenien-
dad para compartir la vida. cia en lugar de la convicción; tenemos el
riesgo de guiarnos por la excepción en lu-
Exigencias gar de aceptar con madurez las exigencias
La revitalización del espacio doméstico y la de lo que hemos elegido. La vida no es un
aceptación de la fraternidad como principio juego; las personas no son juguetes que
ineludible de las relaciones familiares supo- podamos desechar a la hora en que se nos
nen ciertas exigencias que bien podríamos antoje. La vida matrimonial –y la de fami-
rastrear, desde algunos criterios adecuados,
5. Es innecesario mostrar que este pasaje de Marcos no
en el mismo mensaje del Evangelio. pretende ser un tratado sobre el Matrimonio o el divorcio;
Quiero señalar, por una parte, la exigen- es un relato que pretende enfatizar una serie de principios
para el Matrimonio desde la perspectiva del Reino (véanse
cia de regirse en la vida por principios, más los vv. 13-16).
que por opiniones secundarias. En cier- 6. Un recurso de la literatura antigua es precisamente
el de acudir a los orígenes. Lo antiguo vale principalmente
ta ocasión, según el evangelio de Marcos porque es fundamento más que porque tenga muchos años.
Toribio Tapia Bahena vida pastoral 53
lia– no puede regirse por opiniones secun-
darias que atenten contra los valores que
sirven de fundamento7.
Por otra parte, se puede considerar la
exigencia de ser discípulo auténtico y no
sólo una persona de honorabilidad o buena
reputación. El mismo evangelio de Marcos
sitúa este segundo principio (10,17-31)
en el contexto de la exigencia que hemos
señalado anteriormente. Nos referimos al
caso del hombre rico y su relación con las
exigencias y consecuencias del discipulado.
Para Jesús –y para el mismo evangelista y
sus comunidades– el cumplimiento indivi-
7. Se hace necesaria una aclaración: es cierto que los
principios están claros, los valoramos y promovemos. Sin
embargo, esta claridad de pensamiento y de convicción debe
hacernos profundamente misericordiosos ante nuestros
hermanos y hermanas que han sufrido la separación, el
divorcio o el abandono. La claridad de principios debe
hacernos más exigentes con nosotros mismos, más
comprometidos en la construcción de mejores familias y
matrimonios en nuestra comunidad, pero también, más
misericordiosos con las personas que sufren y padecen
alguna situación irregular en su Matrimonio.
54 vida pastoral
dualista de los mandamientos por parte del
joven rico no encaja en esta nueva mane-
ra de comprender la vida de los discípulos;
por eso, dice el evangelio: Una cosa te falta:
anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres
y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígue-
me (v. 21). Si tomamos en cuenta que todos
los mandamientos explicitados por Jesús
están relacionados con la fraternidad, cabe
una pregunta: ¿Cómo es posible que aquel
hombre los haya cumplido todos desde su
juventud y siga siendo rico?8.
Aquel hombre, de acuerdo a los pará-
metros mediterráneos de la antigüedad,
era una persona honorable pero no nece-
sariamente de bien; había acumulado sa-
tisfacción personal y respeto de quienes
lo conocían pero no el tesoro en el cielo.
8. Esta lista de mandamientos con un fuerte contenido
social fue conocido, aceptado y asumido en ciertos grupos
de judíos y cristianos. Estamos, pues, no ante una cita de
memoria del decálogo, sino ante una selección conocida
por Jesús y por el evangelista con la que se quiere enfatizar
la relación seria con los hermanos.
“La revitalización del espacio
doméstico y el fortalecimiento de
la fraternidad son exigencias que
derivan del Evangelio de Jesús”
Toribio Tapia Bahena
Le faltaba convertirse en hermano y segui-
dor de Jesús. Y es que, según el Maestro,
no basta el cumplimiento egoísta de cier-
tas normas; es indispensable vivir de prin-
cipios, construir la fraternidad, amar a las
personas. Los discípulos pensaban que el
cumplimiento de ciertos mandamientos
los hacía buenos; Jesús piensa que la frater-
nidad e ir detrás de él para construir una
auténtica comunidad de hermanos es lo
que realmente garantiza que se consiga la
vida eterna.
Desde la perspectiva del Evangelio, el es-
pacio doméstico y la misma familia tienen
que ir mucho más allá del mero cumpli-
miento de normas. Es indispensable pro-
mover la vivencia de principios. La misma
familia no se constituye sólo por la obser-
vación de una ley; le da sentido pleno la
vivencia de los valores del Evangelio. La
familia cristiana va mucho más allá de ser
un grupo generador de personas de buena
reputación o con carga de honorabilidad.
Cualquier familia que pretenda llamarse
cristiana debe estar generando nuevos y
mejores discípulos de Jesús.
Somos conscientes de que “la familia
en los tiempos modernos ha sufrido, qui-
zás como ninguna otra institución, la aco-
metida de las transformaciones amplias,
profundas y rápidas de la sociedad y la
cultura”. Sin embargo, nos llena de espe-
ranza el hecho de que “muchas familias vi-
ven esta situación permaneciendo fieles a
los valores que constituyen el fundamento
de la institución familiar”9. Estas tristezas y
alegrías deben animarnos a seguir reflexio-
nando sobre el modo de hacer del espacio
doméstico un auténtico lugar para revitali-
9. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, no. 11.
Toribio Tapia Bahena
zar, corregir y hasta buscar mejores actitu-
des y comportamientos que hagan de cada
familia un hogar auténtico. Esta tarea no se
puede cumplir desde cualquier parámetro;
desde el mensaje del Reino que proclamó
y vivió Jesús tenemos la ineludible y urgen-
te tarea de construir una verdadera comu-
nidad de hermanos; unas relaciones que sin
sacrificar ministerios y sin confundir fun-
ciones tengamos como punto de referen-
cia los principios de relación que ofrece el
Reino, a saber: la fraternidad, el respeto, la
dignidad, la reconciliación.
Acerca del autor
Toribio Tapia Bahena es sacerdote de la diócesis
de Ciudad Lázaro Cárdenas. Durante varios años
(2005-2010) colaboró en la Conferencia del Epis-
copado Mexicano como secretario ejecutivo de la
Dimensión para la Animación Bíblica de la Vida Pas-
toral. Actualmente es profesor de Sagrada Escritura
en la Universidad Pontificia de México así como en
el IFTIM (Instituto de Formación Teológica Inter-
congregacional de México). Colabora, además, en
las Obras Misionales Pontificias de México (OM-
PE) y es asesor de la FECCEFOBI (Federación Ca-
tólica de Centros de Formación Bíblica).
vida pastoral 55

La familia como límite
social y moral ante
la “cultura de la muerte”
Ricardo Marcelino Rivas García
1. “Cultura” y “cultura de la muerte”
a) La cultura puede ser definida como
la información transmitida por aprendiza-
je social, es decir, por imitación, educación,
enseñanza o asimilación. Es clásica la defini-
ción dada desde la antropología cultural:
“Toda esa compleja totalidad que incluye
el conocimiento, las creencias, el arte, la
moral, el derecho, las costumbres, hábi-
tos y capacidades cualesquiera adquiridos
por el hombre como miembro de una
sociedad”1. En general, se refiere al con-
junto de los diversos aspectos de la con-
ducta humana que son aprendidos y que
se transmiten a lo largo de la historia por
aprendizaje social.
b) El término cultura de la muerte es atri-
buido a Juan Pablo II en 19952. El con-
cepto estaba referido hacia todas aquellas
ideologías y prácticas que atentaban con-
tra la vida humana, desde el momento de
la concepción hasta su término natural.
Juan Pablo II se refería a todas aquellas
prácticas abortistas y eugenésicas que se
1. Cfr. E. B. Tylor, Cultura primitiva, tomo 1, Ayuso,
Madrid 1976, p. 19. Cfr. J. A. Pérez Tapias, Filosofía y
crítica de la cultura, Trotta, Madrid 1995, p. 20.
2. Juan Pablo II, Evangelium Vitae (Sobre el valor y el
carácter inviolable de la vida humana), Editrice Vaticana,
Roma 1995. Nota: en adelante se citará el documento con
la abreviación EV, seguida del número de parágrafo.
56 vida pastoral
realizan en países considerados “de avan-
zada” o “modernos”. Dichas prácticas pre-
suntamente se justifican en la defensa de
los derechos humanos, especialmente el
derecho a la libertad –entendida desde
una concepción materialista y reduccio-
nista–. Para los fines de este escrito segui-
mos empleando ese sentido del término
“cultura de la muerte”, pero lo ampliamos
más allá de estos dos casos que, sin du-
da, desde una posición de fe, merecen un
juicio crítico. Nuestra posición es que la
“cultura de la muerte” no se agota en esas
dos prácticas, sino que se extiende a todas
aquellas manifestaciones de las sociedades
en donde hay actos o ideas que atentan
contra la dignidad de la vida humana, para
las cuales “la muerte” o todo aquello que
se oponga a la vida se torna en el principal
valor. El mismo Juan Pablo II hacía suyas
las palabras de la constitución pastoral so-
bre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium
et Spes) para mostrar la amplitud del con-
cepto:
“Todo lo que se opone a la vida, como
los homicidios de cualquier género, los
genocidios, el aborto, la eutanasia y el
mismo suicidio voluntario; todo lo que
viola la integridad de la persona humana,
como las mutilaciones, las torturas cor-
Ricardo Marcelino Rivas García
porales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a
la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos
arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de
jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son
tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables;
todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la
civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la
injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador”3.
Ahora bien, recordemos que la cultura, a diferencia de la herencia genética, es trans-
mitida por aprendizaje social. ¿Cuáles son las razones que permiten explicar el predo-
minio de dicha cultura? El mismo Juan Pablo II sostiene que se debe a un “eclipse del
valor de la vida”.
c) Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma, y que se agravan por la desi-
dia culpable y la negligencia de los hombres; otras, sin embargo, son fruto de situacio-
nes de violencia, odio, intereses contrapuestos, que inducen a los individuos a agredirse
entre sí con homicidios, guerras, matanzas y genocidios.
¿Cómo no pensar también en la violencia contra la vida de millones de seres huma-
nos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición y al hambre, a causa
de una inicua distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales? ¿O en
la violencia derivada, incluso antes que de las guerras, de un comercio escandaloso
de armas, que favorece la espiral de tantos conflictos armados que ensangrientan el
mundo? ¿O en la siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los
equilibrios ecológicos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento de mo-
delos de práctica de la sexualidad que, además de ser moralmente inaceptables, son
también portadores de graves riesgos para
la vida? Es imposible enumerar completa-
mente la vasta gama de amenazas contra
la vida humana, ¡son tantas sus formas,
manifiestas o encubiertas, en nues-
tro tiempo!4
Si muchos y graves aspectos
de la actual problemática so-
cial pueden explicar en cierto
modo el clima de la extendida
incertidumbre moral y dismi-
nuir a veces en las personas la
responsabilidad objetiva, tam-
bién es cierto que estamos frente
3. Concilio Vaticano II, Constitución apostólica
Gaudium et Spes (GS), no. 27.
4. EV, no. 10.
Ricardo Marcelino Rivas García
a una realidad más amplia, que se puede
considerar como una verdadera y auténti-
ca estructura de pecado, caracterizada por la
difusión de una “cultura de muerte”. Es-
ta estructura está activamente promovida
por fuertes corrientes e ideologías cultu-
rales, económicas y políticas, portadoras
de una concepción de la sociedad basada
en el dominio y en el egoísmo5.
En la búsqueda de las raíces más profun-
das de la lucha entre la “cultura de la vida”
y la “cultura de la muerte”, es necesario
llegar al centro del drama vivido por el
hombre contemporáneo: el eclipse del sen-
tido de Dios y del hombre6, característico del
contexto social y cultural dominado por el se-
cularismo. Quien se deja contagiar por esta at-
mósfera, entra fácilmente en el torbellino de un
terrible círculo vicioso: perdiendo el sentido de
Dios, se tiende a perder también el sentido del
hombre, de su dignidad y de su vida. A su vez,
la violación sistemática de la ley moral,
5. EV, no. 12; EV, no. 18.
6. EV, no. 4.
58 vida pastoral
especialmente en el grave campo del res-
peto de la vida humana y su dignidad, pro-
duce una especie de progresiva ofuscación
de la capacidad de percibir la presencia de
lo sagrado7. Cuando se pierde el sentido
de Dios, también el sentido del hombre
queda amenazado y contaminado: “La
criatura sin el Creador desaparece... Más
aún, por el olvido de Dios la propia cria-
tura queda oscurecida”8. El hombre, en-
cerrado en el restringido horizonte de su
materialidad, se reduce a “una cosa”, y ya
no percibe el carácter trascendente de su
“existir como hombre”. No considera ya
la vida como un don, una realidad sagrada
confiada a su responsabilidad y, por tanto,
a su custodia amorosa, a su veneración. La
vida llega a ser simplemente “una cosa”,
que el hombre reivindica como su propie-
dad exclusiva, totalmente manipulable9.
El eclipse del sentido de Dios y del
hombre conduce inevitablemente al ma-
terialismo práctico, en el que prolifera el in-
dividualismo insolidario, el utilitarismo y
el hedonismo. Los valores del ser son sus-
tituidos por los del tener, olvidando las di-
mensiones más profundas –relacionales y
espirituales– de la existencia10.
2. La familia y sus funciones
socializadoras y moralizadoras
El tema de la familia es un tópico central
para la psicología, la sociología, la antro-
pología, inclusive para la teología. Debido
a las funciones que desde sus orígenes y
hasta nuestros días continúa realizando, la
familia difícilmente podrá desaparecer del
7. EV, no. 21.
8. GS, no. 36.
9. EV, no. 22.
10. EV, no. 23.
Ricardo Marcelino Rivas García
sistema social. Como señala Ralph Linton:
“Todo induce a pensar que la familia es la
más antigua de las instituciones sociales hu-
manas, una institución que sobrevivirá, de
una forma u otra, mientras exista nuestra
especie”11.
La familia es una institución que nace para
establecer progresivas regulaciones (y has-
ta prohibiciones) entre los miembros del
grupo social12 y favorecer la producción y la
reproducción de la vida inmediata13. Cons-
tituye la primera fuente de moralización y
de socialización porque es el primer espa-
cio cultural. En ella se inicia un proceso de
socialización en dos ejes: con relación a los
padres (vertical, de autoridad) y con rela-
ción a los hermanos (horizontal, de convi-
vencia y coexistencia). La familia implica la
recreación de una cultura particular (que
se organiza siguiendo los parámetros de esa
cultura); en ella se nos presentan modelos
11. R. Linton, “Introducción: La historia natural de
la familia”, en: E. Fromm, M. Horkheimer, T. Parsons y
otros, La familia, Barcelona 1986, p. 5. Como referencia
empírica actual sobre lo anterior, nos parece conveniente
señalar que en la Encuesta Nacional de Cultura y Práctica
Religiosa en México (2012), el 51 % de los encuestados
respondió que lo más importante es la familia; hay un 49
% que consideró irrelevante o medianamente importante
el papel de la familia; sin embargo, el 63 % consideró que
la familia es la principal fuente de transmisión de valores
(Imdosoc-Ipsos Public Affairs, Encuesta Nacional de Cultura
y Práctica Religiosa en México, 2012; en línea: http://
www.encuestacreerenmexico.mx/, 14.03.2014). Cfr. P.
Berger, “El matrimonio y la construcción de la realidad”,
Estudios Públicos, no. 41, México 1993, pp. 117-138; T.
Parsons, “Age and Sex in the Social Structure of the United
States”, American Sociological Review, EUA 1942, pp. 604-
616; P. Glick, “First Marriages and Remarriages”, American
Sociological Review, EUA 1949, pp. 726-734; W. Goode,
After Divorce, Nueva York 1956, pp. 269-285.
12. Cfr. M. Burin y Meler, I., Género y familia. Poder,
amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad, Buenos
Aires 2006.
13. Cfr. A. Giddens, Sociología, Madrid 1998, p. 190.
Sobre la producción y reproducción de la vida, podemos
señalar: 1) la producción de los medios de existir, de todo
lo que sirve para alimento, vestido, domicilio y de los
utensilios que para ello se necesitan, y 2) la producción del
hombre mismo, la propagación de la especie.
Ricardo Marcelino Rivas García
de vida buena, de lo justo y lo debido. Es
el primer espacio en donde se deposita y
transmite la herencia social y cultural. La
familia es la primera institución que comu-
nica al interior (familia conyugal o nuclear)
y al exterior (familia extensa, consanguí-
nea) todo el cúmulo cultural.
La cultura, como lo mencionamos al ini-
cio, es considerada –desde el punto de vista
de la formación de la personalidad– como
el conjunto de normas, pautas y “patrones
de conducta” que sobrepasan a la persona
individual; éstos no son simples ideales si-
no que existen realmente en las formas de
actuar y de pensar. Dichas pautas aprendi-
das de acción, sentimiento y pensamiento
se diferencian de la herencia biológica, es-
pecialmente por el proceso de enseñar y
aprender, que contrasta con la transmisión
de la información genética que pasa de una
generación a otra. En la institución familiar
se adquieren y transmiten pautas implícitas
y explícitas de y para la conducta. El nú-
cleo principal de estas pautas constituyen
los valores. Lo anterior pone de manifiesto
que la dimensión normativa de la familia
es el espacio de reproducción de la cul-
tura en pequeña escala. Los valores here-
dados y desarrollados en la familia son los
que caracterizan una cultura. Estos valores
son los modelos de conducta, y lo son en
cuanto que las formas de vida a las que se
atribuyen aparecen como guías a seguir. La
familia es, si se puede decir de este modo,
un mecanismo social y cultural de repro-
ducción de su propio sistema de vida. La
institución familiar a lo largo de la histo-
ria ha demostrado satisfacer necesidades
básicas, tanto individuales como sociales,
y además se caracteriza por su capacidad
para ajustarse a las condiciones más cam-
vida pastoral 59
biantes; ha sido capaz de sobrevivir, so-
breponerse y adaptarse.
La sociología del siglo XIX desarrolló el
concepto anomia, identificando el momen-
to en el que los vínculos sociales se debilitan
y la sociedad pierde su fuerza para integrar
y regular adecuadamente a las personas,
generando fenómenos sociales negativos y
destructivos14. La sociedad cumple dos fun-
ciones: la integración de sus miembros y su
regulación. Cuando la segunda función no
es ejercida adecuadamente, las personas se
encontrarán en una situación de anomia, es
decir, ausencia de un cuerpo de normas que
gobiernen las relaciones sociales que cada
vez se tornan más variadas. Esto se manifies-
ta como una situación de decadencia de los
controles a los que las personas estaban so-
metidas y a las que debían ajustar su acción
individual.A raíz de esta anomia las personas
dejan de tener clara la diferencia entre lo jus-
to y lo injusto, lo legítimo y lo ilegítimo15.
Lo que consideramos relevante es que una
de las razones de la anomia se debe al debi-
litamiento del vínculo marital y al deterioro
de las relaciones intrafamiliares. La familia
supone una fuente de estabilidad sobre todo
para los hombres: pone límites a sus accio-
nes, les da estabilidad y orden. Si las reglas
de la moral conyugal y del vínculo familiar
se debilitan, tal y como ha venido ocurrien-
do, los deberes por los cuales los miembros
de la familia están sujetos el uno al otro serán
menos respetados, y las pasiones y los ape-
titos se desenfrenarán debido a esa falta de
regulación, provocando desencanto, insatis-
14. El término anomia (de ’ανομία) se refiere al conjunto
de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales
o de su degradación: E. Durkheim, El Suicidio, Buenos
Aires 1998, pp. 10-15; E. Durkheim, La División del Trabajo
Social, México 1998, pp. 79-95.
15. El Suicidio, pp. 237-252.
60 vida pastoral
facción y vacío16. La anomia es considerada
como un mal crónico, caracterizado por la
falta de límites a las acciones individuales, ya
sea porque no hay normas que las regulen
o porque no hay fuerzas colectivas que sean
capaces de sostenerlas como tales y que se
preocupen por garantizar su cumplimiento.
Esta anomia puede comenzar a padecerse
en la ruptura de los vínculos familiares. La
familia es el espacio donde comienza a re-
conocerse una fuerza externa superior a la
persona individual encargada de imponér-
sele para lograr la cooperación, misma que
se reflejará en la salud de la sociedad. Sin
embargo, ha perdido fuerza y ha permitido
que se actúe de acuerdo a impulsos e inte-
reses personales sin consideración al grupo
del que se forma parte. La moral, entendida
como el conjunto de reglas externas que de-
terminan imperativamente la conducta, es
la encargada de fijar y regular las acciones de
los hombres. De esta forma, y a partir de la
determinación y regularización de compor-
tamientos desde el seno familiar, la moral
logra poco a poco la disciplina que estable-
ce los límites necesarios para contrarrestar
los deseos ilimitados de las personas17. La
disciplina recibida desde la familia tiene una
utilidad social, ya que es la encargada de or-
ganizar la vida colectiva en la que participan
las personas, mismas que necesitan que las
diversas esferas de su vida (doméstica, pro-
fesional, cívica, entre otras) estén reguladas
para evitar perder el sentido de sus accio-
nes. Las normas son necesarias, ya que de
lo contrario, un deseo libre de todo freno y
de toda regla sólo será causa de constantes
tormentos para cada persona, generándose
únicamente tristeza y desaliento. Ella no po-
16. E. Durkheim, La Educación Moral, Madrid 2002, p. 99.
17. Ibídem, pp. 93-94.
Ricardo Marcelino Rivas García
“Es en la familia donde el ser humano forja su
personalidad y adquiere la consistencia básica
para el desarrollo de sus capacidades”
drá sentirse feliz frente a la carrera ilimitada
en la que la anomia la aprisiona, ya que re-
quiere de objetivos específicos y definidos.
No implica ello que los objetivos no puedan
ser replanteados, sino únicamente que los lí-
mites son necesarios.
Un elemento adicional es el que se refie-
re a la complementariedad existente entre
la educación y la moral. La educación ocupa
un papel central en tanto que inculca en la
persona la auto contención de sus pasiones.
Esta capacidad deberá ser aprendida desde la
edad temprana, principalmente a partir de
las enseñanzas de los padres. Ellos deberán
inculcar en los hijos la importancia de mo-
derar los deseos, limitar los apetitos y defi-
nir objetivos de forma que se pueda lograr
la felicidad al llegar a la adultez, gracias a la
existencia e imposición de límites18.
De la relación entre la familia y la anomia
podemos extraer una perspectiva positiva;
en otras palabras, podemos identificar el ca-
rácter de la familia como un instrumento
18. Ibídem, pp. 97-99.
Ricardo Marcelino Rivas García
constructor del nomos (de la norma o de la
ley). En este sentido, la familia y el vínculo
marital aparecen como ordenamientos so-
ciales que le permiten a la persona experi-
mentar su vida como provista de sentido. La
familia se vuelve un “instrumento nómico”
mediante el cual las personas configuran su
identidad y la sociedad encuentra o constru-
ye sus referentes e instituciones19.
La familia supone el salto cualitativo de la
“animalidad” a la organización humana. Con
ella se marca la superación de la “horda” y
se indica el comienzo de lo humano. De
hecho, es necesario reconocer que la fami-
lia posibilitó el tránsito de la animalidad a la
hominización, y a su vez el paso de la homi-
nización a la humanización. La familia, en
este sentido, es el “segundo útero” donde
se culmina la gestación de la identidad de
la persona. Es en ella donde se conforma
la personalidad socio-cultural mediante la
19. Desde el punto de vista de la función nómica de la
familia, en especial del matrimonio, Cfr. P. Berger, “El
matrimonio y la construcción de la realidad”, en: Estudios
Públicos, no. 41, México 1993, pp. 117-138.
vida pastoral 61
primera socialización, el reparto de roles, la configura-
ción del sistema normativo y la incorporación a un uni-
verso axiológico20.
La familia tiene un papel decisivo en la construcción
de la personalidad del ser humano: primero, proporcio-
nando al individuo su “consistencia” básica (seguridad y
afecto); y segundo, propiciándole la estructura “comu-
nicativa” primordial (indispensable para el desarrollo de
sus capacidades).
3. La familia como espacio de
humanización y de vida
Es en la familia donde las personas comienzan a iden-
tificar ideales y modelos de vida, pautas de comporta-
miento y estructuras que darán cohesión y sentido a la
existencia. La familia es un hecho, una realidad de la cual
no podemos escapar. A través de ella hemos sido capaces
de trascender nuestra condición meramente biológica y
hemos construido nuestro universo simbólico.
Max Horkheimer señalaba que “la familia como ideolo-
gía [léase: como estereotipo autoritario] fomenta el autori-
tarismo represivo, pero al mismo tiempo como realidad
[léase: como hecho natural] es el obstáculo más fuerte y
20. R. König, La familia en nuestro tiempo, Madrid 1981, p. 52.
62 vida pastoral
efectivo contra la recaída en
la barbarie que amenaza a to-
dos los seres humanos en el
curso de su desarrollo”21.
Erich Fromm definió al ser
humano como un ser para-
dójico22, y desarrolló el con-
cepto de biofilia (que tiene
como contraparte la necrofi-
lia). Este concepto muestra
21. M. Horkheimer, “La Familia y
el autoritarismo”, en: E. Fromm, M.
Horkheimer, T. Parsons y otros, La
familia, p. 194. Para Horkheimer, durante
el fascismo la familia en su auténtico
significado, es decir, como institución
real, generaba desconfianza y era atacada
por considerarla una amenaza a la barbarie
preconizada por la nueva sociedad de masas.
22. E. Fromm, Ética y psicoanálisis,
México 2003. Para una introducción
a su concepción del ser humano, cfr.
Ricardo Rivas, “Erich Fromm: Bases
para una antropología paradójica y
una ética negativa”, EN-CLAVES del
pensamiento, VII, no. 14, 2013, pp. 103-
122. Cfr. S. Freud, “El malestar en la
cultura”, en: Obras completas XXI (1927-
1931), Buenos Aires 1976.
Ricardo Marcelino Rivas García
una tendencia u orientación a conservar la
vida y a luchar contra la muerte. La vida es
un acrecentamiento de modo estructural.
Unificación y crecimiento integrado son
atributos de todos los procesos vitales, no
sólo en lo que concierne a las células, si-
no también con respecto al sentimiento y
al pensamiento. Como ejemplo, se puede
aludir a la tendencia natural formada a lo
largo del desarrollo histórico: la tenden-
cia a la unión. Entonces, el ciclo de la vida
es unión, nacimiento y crecimiento23. Esta
orientación que tiende a conservar la vi-
da –tendencia biófila– se opone a aquella
que tiende a la destrucción –la tendencia
necrófila que está presente en la cultura
de la muerte–24. La orientación biófila se
manifiesta principalmente en un doble as-
pecto: primero, en cuanto a la tendencia
a vivir y a combatir la muerte; segundo,
en cuanto a la tendencia de integrar y unir.
Tal integración y unificación son caracte-
rísticas de todos los procesos vitales que
el ser humano adquiere de manera espe-
cial en la estructura familiar. En sí misma,
la institución familiar es el resultado de
esa tendencia biófila que une. Por su par-
te, la orientación necrófila es la oposición
a la vida: se inclina a la división, violencia
y destrucción; le atrae profundamente la
muerte y adora la hostilidad. La cultura de
la muerte es necrófila, ama todo lo que no
crece, reduce todo –procesos, sentimien-
tos y pensamientos de vida– a cosas que
se pueden poseer y controlar. De acuerdo
con lo anterior, la posibilidad de inclinarse
23. Por el contrario, el ciclo de la muerte es cesación
de crecimiento, desintegración y descomposición. Cfr.,
R. Solana, “Eros o Biofilia”, en: Revista intercontinental de
psicología y educación, v. 8, no. 2, 2006, pp. 163-165.
24. E. Fromm, El corazón del hombre. Su potencia para el
bien y para el mal, México 1995, pp. 40-48.
Ricardo Marcelino Rivas García
hacia la biofilia sólo se da en el seno fami-
liar. La alternativa fundamental en la fami-
lia es la elección entre la vida y la muerte,
considerando éstas no como estados bio-
lógicos, sino como estados de ser (onto-
lógicos). En este sentido, la vida significa
un cambio constante, a la manera de un
nacimiento continuo. La muerte, por el
contrario, significa un cese en el desarro-
llo o una tediosa repetición25. El contexto
actual, en el que predomina la cultura de
muerte, nos pone frente al dilema de ele-
gir entre vida y ocaso; entre humanización
o barbarie. Es evidente que las tendencias
biófilas tienen que imponerse sobre las ne-
crófilas. Será entonces el ámbito familiar
en donde podamos desarrollar, a través del
amor, la socialidad y la educación, nuestras
tendencias biófilas, nuestra reverencia ha-
cia la vida26.
Desde el punto de vista ético, dichas ten-
dencias son la medida del bien y del mal
y el criterio de moralidad. Podemos re-
sumir, como principio moral la siguiente
fórmula: “Bueno es la reverencia a la vida,
todo lo que fortifica la vida, el crecimiento
y el desarrollo de la misma. Malo es todo
lo que ahoga la vida, lo que la angos-
ta, lo que la parte en trozos”27. Será en
la estructura familiar donde se apren-
da socialmente a amar la vida, a buscar
su reproducción, desarrollo y preser-
vación. La vida debe prevalecer ante la
muerte: entre más vida, menos muer-
te; entre más vida, mayores posibilida-
25. E. Fromm, Ética y psicoanálisis, p. 145.
26. Fromm se ve influenciado por el concepto de
reverencia por la vida, acuñado por el premio Nobel de la
paz (1952), Albert Schweitzer. Cfr. E. Fromm, ¿Tener o
ser?, México 1994, p. 155; E. Fromm, La revolución de la
esperanza, p. 94.
27. E. Fromm, El corazón del hombre, p. 48.
vida pastoral 63
des de desarrollar las potencialidades
del espíritu y la plena humanización.

Conclusiones
La familia es una institución que
no puede desaparecer, porque es
una red imprescindible de apoyo,
garantía, gestión y promoción de
necesidades humanas básicas. Sin
la familia, la sociedad carecería del
sustrato básico en las fluctuaciones
sociales.
A pesar de las múltiples transfor-
maciones de la realidad social, histó-
rica y cultural, son imprescindibles
las funciones que realiza la familia
para configurar una sociedad ple-
na. No obstante sus limitaciones y
sus posibles defectos, la familia es
una institución humanizadora. De
hecho, no existe otra institución al-
ternativa que pueda garantizar las
funciones de humanización que és-
ta desempeña. Por ello dirá Juan Pablo tiempo”30. Es una institución que puede
II: “Cuando falta la familia, se crea en servir de resguardo y de freno ante la
la persona una carencia preocupante denominada “cultura de la muerte”.
y dolorosa que pesará durante toda su
vida”28. Acerca del autor
La familia está llamada a ser “san- Ricardo Marcelino Rivas García es Doctor
tuario de la vida”29. En ella nace el en Filosofía; Miembro del Sistema Nacional de
ciudadano que respeta la ley; ella es Investigadores (nivel 1); Profesor-Investigador y
posibilitadora de encuentros entre las Coordinador en la Universidad Intercontinental;
personas. Por ser un ámbito huma- Profesor de asignatura en la Universidad Pontifi-
no primigenio, “la familia es la única cia de México y en la Universidad Católica Lumen
comunidad a salvo en la sociedad in- Gentium. Sus líneas de trabajo son: Filosofía de
dividualizada y atomizada de nuestro la Religión, Ética y Filosofía Política. Es autor de
tres libros y una veintena de artículos académicos
y de divulgación.
28. Juan Pablo II, Carta a las familias, no. 2, 1994.
Versión on-line: http://www.vatican.va/holy_father/
john_paul_ii/letters/1994/documents/hf_jp-ii_
let_02021994_families_sp.html, 07.05.2014] 30. V. Camps, El siglo de las mujeres, Madrid 1998, p.
29. EV, no. 11. 55.
64 vida pastoral Ricardo Marcelino Rivas García

La familia:
un modelo para armar
José Antonio Marina
La familia y su desarrollo histórico
L a familia es una institución cultural
basada en una realidad biológica: la
relación sexual y la procreación. El aspec-
to biológico unifica sus manifestaciones
históricas, pero la cultura las diversifica.
Todas las sociedades se han enfrentado con
el problema de regular las relaciones se-
xuales, la paternidad, la convivencia, los
derechos de los padres y los derechos de
los hijos. Y lo han resuelto a su manera,
con mayor o menor fortuna. Ha habido
familias poliándricas, poligínicas, monóga-
mas permanentes y monógamas sucesivas.
En unas, el matrimonio podía disolverse,
en otras no. En aquellas, con frecuencia
sólo el hombre podía iniciar la separación,
el divorcio o el repudio. En muy pocas, y
como una conquista, la mujer consiguió el
derecho de comenzar esos procesos. Se-
gún los antropólogos, muchas sociedades
han tolerado la promiscuidad sexual, pero
ninguna ha permitido que los niños nazcan
promíscuamente, hasta el punto de que en
algunas culturas, cuando la madre no co-
nocía la identidad del padre de su hijo, las
autoridades designaban un padre oficial.
La familia ha cumplido diferentes fun-
ciones: económicas, educativas, sociales,
afectivas. A lo largo de la historia se ha
enfatizado un aspecto u otro. En las so-
ciedades primitivas, formar una familia
66 vida pastoral
era imprescindible para la supervivencia.
Claude Lévi-Strauss cuenta una divertida
anécdota:
“Una de las impresiones más profundas
que guardo de mis primeros trabajos de
campo es la del espectáculo, presenciado
en un villorrio indígena de Brasil, de un
hombre joven acuclillado durante horas
enteras en el rincón de una choza sombría
y descuidada, espantosamente flaco y que
parecía estar en total estado de abyección.
Le observé durante varios días: rara vez
salía, salvo para cazar, solitario, y, cuando
alrededor de los fuegos comenzaban las
comidas familiares, la mayoría de las veces
habría ayunado si no fuera porque, de vez
en cuando, una pariente depositaba a su la-
do un poco de alimento que él comía en
silencio. Cuando intrigado por este desti-
no singular pregunté por fin quién era ese
personaje, al que atribuía una grave en-
fermedad, me respondieron riéndose de
mis suposiciones: ‘No es un enfermo. Es
un soltero’. Ésa era la única razón de esta
aparente maldición”.
Durante milenios, la relación conyugal
no se basaba en una relación amorosa, co-
mo lo demuestra el hecho de que las bodas
las concertaran las familias, y a veces los
novios no se conocieran hasta el día de la
boda. Como decía un noble romano: “Pa-
ra el placer tengo a las cortesanas, para el
José Antonio Marina
amor a mi concubina y para mi descendencia legítima a mi es-
posa”. Durante el siglo XIX, fundamentalmente en Occidente, se
fomentó la familia fundada en el afecto y, también, en el sistema
patriarcal, que acabó resultando insoportable para las mujeres. De
todas formas, las razones para formar una familia eran muy diversas.
El deseo de independencia, por ejemplo, la búsqueda de un estatus
social, la supervivencia en el caso de muchas mujeres que no tenían
otra salida, el deseo de descendencia, una sexualidad fácil, la defensa
contra la soledad, una previsión para la vejez... Este tipo de familia
se fundaba en el modelo de la mujer como cuidadora. Es un
modelo que todavía permanece; se refleja hoy en el cuidado
transgeneracional –de niños y ancianos– realizado funda-
mentalmente por mujeres.
A lo largo de todo el siglo XX las cosas fueron cambian-
do poco a poco. La mujer se incorporó al mundo del tra-
bajo, comenzó a tener una mayor independencia, hubo un
cambio cultural profundo, un deseo de igualdad, una valora-
ción diferente de la sexualidad, una liberación de tabúes sexuales.
Gran parte de los varones no aceptaron (ni aceptan) esta situación
y, a partir de los años sesenta, se produce en todo el mundo desarro-
llado un aumento espectacular de las separaciones matrimoniales. A
partir de allí la familia se convierte en una institución frágil.
El factor de autosuficiencia en las familias modernas
La desaparición del modelo tradicional de familia provocó un sentimiento
de liberación, pero tuvo también sus complicaciones, en el sentido de que
se perdieron las tradiciones del modelo familiar, las cuales simplifican
la vida al proporcionar e imponer costumbres y modelos estándar
socialmente aceptados, rigiendo las expectativas y evitando que se
tomen continuamente decisiones. ¿Cómo entender esto? Las tradi-
ciones son ríos apacibles donde cada uno puede dedicarse a hacer
más agradable la travesía, sin tener que pensar a dónde se va. En años
pasados, los jóvenes se buscaban novia antes de ir al servicio militar y
se casaban a su vuelta (con lo que empezaban a tener hijos). Las chicas
iban preparando el ajuar desde que eran adolescentes y su proyecto vital era
encontrar un buen marido, casarse, tener una casa e hijos.
Al decaer el modelo tradicional, las parejas modernas tienen que tomar muchas
decisiones (“¿Queremos casarnos o convivir?” “¿Queremos vivir juntos, o bien ca-
da uno mantendrá su propia casa?” “¿Queremos tener hijos o no?” “¿Tendré un hijo
con mi marido o con la persona que amo pero con la que no vivo ni estoy casada?”
“¿Queremos tener hijos ahora o lo dejamos para más tarde, o preferimos no tener-
José Antonio Marina vida pastoral 67
los o posponemos la decisión dejándola
abierta?”, etc.)... Como ha escrito Zyg-
munt Bauman: “Creo que a los hombres
en este momento no les preocupa tanto
la necesidad de pertenecer a una comu-
nidad, como el tener que elegir y decidir
permanentemente”. Andrew Cherlin, uno
de los estudiosos de la familia más conoci-
dos en Estados Unidos, publicó en 1981
un libro titulado Marriage, divorce, remarria-
ge. En el prólogo a la reedición de 1992,
decía que le habría gustado actualizar el tí-
tulo y poner Cohabitation, marriage, divorce,
more cohabitation, and probably remarriage.
Al carecer de un modelo establecido,
que se sigue por inercia, cada decisión –
casarse, convivir, tener hijos, no tenerlos,
tenerlos sola, tenerlos en pareja– tiene
que justificarse. Antes de la aparición de
la píldora anticonceptiva, y sobre todo en
68 vida pastoral
un contexto católico, se tenían hijos co-
mo consecuencia natural del Matrimonio.
Después de la aparición de la píldora, hay
que decidir cuándo.Y después del diagnós-
tico prenatal hay que decidir si se continúa.
Estos factores tienen un aspecto positi-
vo: implican mayor libertad, autonomía
y responsabilidad, pero tienen un aspecto
negativo: están alimentando la espiral de
separaciones.
Me gustaría detenerme en esto por-
que muestra el complejo dinamismo de
la mente humana. Los psicólogos hablan
de las “profecías que se cumplen por el
hecho de enunciarlas”, lo que quiere de-
cir que si yo temo que algo vaya a suceder,
puedo tomar unas medidas que acaben
colaborando a que el hecho temido su-
ceda. Cuando dos personas creían que su
Matrimonio era indisoluble tenían una ra-
zón para invertir más esfuerzo en que la
vida matrimonial fuera soportable. En es-
te momento, las parejas tienen presente
desde el principio, como posibilidad, una
separación, lo que hace que, también des-
de el principio, establezcan una serie de
medidas de autoprotección. La filósofa y
socióloga alemana Elizabeth Beck escribe:
“Si los cónyuges tienen dudas sobre la du-
rabilidad de su unión, este escepticismo se
traducirá en la disminución de las ‘inver-
siones’ específicamente matrimoniales”.
Pero con ello aumenta a su vez el riesgo
de la separación. Previendo la separación,
ninguna de las dos partes se confiará del
todo, preferirá dejar abierta la línea de su-
pervivencia para cuando llegue lo que no
se quiere que llegue, pero se prevé que va
a llegar y, al final, mediante una actitud tan
cautelosa, acaba llegando.
José Antonio Marina
Se casarán –oficialmente o de hecho–
pero, por si acaso, mantendrán su traba-
jo y, si pueden, su casa, y sus amigos y sus
costumbres de solteros, y sus inversiones
económicas separadas. Y tal vez, como
suele suceder en Estados Unidos, harán un
contrato en que se especifique quién se va
a quedar con la casa, con los muebles, o
con el coche cuando se divorcien. Un aire
inhóspito de provisionalidad atraviesa toda
la relación.
Quien prevé que las relaciones no van a
durar, consigue, por mil caminos sutiles,
inconscientes y, con mucha frecuencia no
queridos, que no duren. Esto explica un
fenómeno que parece a primera vista mis-
terioso. Cualquier persona sensata se incli-
na a pensar que cuando una pareja se casa
después de haber convivido durante una
serie de años, ese Matrimonio está garanti-
zado, porque ya se conocen íntimamente.
Los sociólogos se quedaron sorprendidos
al comprobar que los cónyuges que antes
de casarse habían vivido juntos tenían un
riesgo de separación de un 40 a un 60%
mayor que los que se casaban sin coha-
bitación previa. ¿Cuál puede ser la causa
de un fenómeno tan sorprendente? Los
expertos dicen que en ambos casos, tan-
to en el Matrimonio a prueba como en el
divorcio, se puede reconocer un patrón de
conducta similar. En ambos subyace una
ética individualista. El Matrimonio ha sido
la unión formal de dos individuos que han
deseado mantener su independencia, y
cuya independencia, al final, ha triunfado.
La metáfora clásica del Matrimonio era “la
media naranja”. Una persona no se sentía
completa si no encontraba a su otra mitad.
Una versión más ramplona pero análoga
decía “lo que mantiene unido al Matrimo-
José Antonio Marina
nio es que los dos tiran del mismo carro”,
es decir, su vida depende de la coopera-
ción de los dos. Estas metáforas han fra-
casado y ahora nos encontramos con dos
individualidades autosuficientes que quie-
ren convivir, con lo que surge inmediata-
mente la pregunta: ¿Si son autosuficientes,
para qué quieren convivir?
El bricolage afectivo
y familiar en que vivimos
Si todo fuera exactamente así, nadie se
sentiría frustrado al comprobar que había
sucedido aquello con lo que contaban des-
de el principio. Ocurre, sin embargo, que
los deseos humanos son contradictorios.
Deseamos al mismo tiempo libertad y vin-
culación, autonomía y amor, independen-
cia y convivencia. No podemos librarnos
de la desconfianza, y no podemos vivir sin
confianza. Las parejas viven en un “esta vez
va a ser la definitiva”, pero “por si acaso”, o
en un “más vale no hacerse ilusiones, por
si acaso”. Las relaciones de pareja viven,
pues, en un régimen del “por si acaso”, que
acaba produciendo lo que temen.
Pero he empezado hablando de la familia
y he acabado hablando de la pareja. Esto
no es casual. Uno de los problemas de la
familia contemporánea es que ha sido su-
perada por la pareja.Y la pareja, a su vez,
por la individualidad que quería realizarse
en la pareja, sin dejar de ser individualidad.
El amor-fusión resulta casi monstruoso de
puro inverosímil. Una persona quiere afir-
mar su individualidad en la relación con
otra persona, de tal manera que si no sien-
te este feed-back (retroalimentación) con-
tinuo de realización lo mejor es buscar en
otro lado. Curiosamente, la fragilidad de
la familia ha surgido de las grandes expec-
vida pastoral 69
tativas puestas en la pareja que, a su vez, se ha vuelto frágil porque en el fondo se pone y social, de palabras que comienzan por
al servicio de una individualidad poderosa, autónoma, independiente, que busca la au- “auto”: autonomía, autoestima, autorrea-
toestima, y acababa en el narcisismo... lización, autoayuda, autosuficiencia. Las
Todas estas cosas dan la impresión de un puzzle (rompecabezas) del que no tenemos culturas orientales, africanas e islámicas
planos. Conocemos las piezas –realización personal, amor, desconfianza, necesidad de han acusado a Occidente, incluso a su con-
confiar, deseo de independencia, deseo de compañía, narcisismo, deseo de procrear, cepción de los derechos humanos, por ser
trabajo, vida íntima, pareja, familia– pero no sabemos cómo colocarlas. De ahí viene medularmente insolidarias, obscenamen-
ese bricolage afectivo y familiar en que estamos metidos. Falto de pautas claras, cada cual te individualistas. Esas culturas creen que
se las arregla para sobrevivir como puede. A la vista de que esto provoca muchas frus- la familia, el grupo, la comunidad, está
traciones y desdichas, aparece la pregunta fundamental: ¿Podemos esbozar al menos un por encima del individuo, y que una teo-
manual de instrucciones para armar un modelo de familia? ría individualista de los derechos humanos
rompe, destruye esas formas de sociabili-
El mundo afectivo: una clave para el funcionamiento dad. La familia debe estar por encima de
de la pareja y la familia los individuos (...). Lo cierto es que los
Lo primero que hay que decir es que un modelo de familia tiene que ser dos modelos. occidentales tenemos que saber cómo ha-
Un modelo de pareja y un modelo de familia propiamente dicho. Aunque nuestro siste- cer compatible la individualización, el cui-
ma jurídico no lo entienda así, antropológicamente la familia comienza con la aparición dado por uno mismo, con una convivencia
de un hijo. La procreación convierte una pareja en una familia. ¿A qué se debe este familiar, sin esperar que sólo la obligación
cambio? A que con el bebé aparece en la pareja un tercero con derechos reclamables moral hacia los hijos mantenga una rela-
respecto de los padres. Antes del nacimiento, las parejas son contratos entre adultos que ción que se hace insoportable y con fre-
ellos deben arreglar. El juego de dos individualidades que buscan su realización queda cuencia destructiva para los cónyuges.
interrumpido por las obligaciones que cada uno de los miembros ha contraído respecto Estamos en pleno tanteo moral. Supon-
de la nueva criatura. El buen funcionamiento de una familia go que antes o después encontraremos un
depende del buen funcionamiento de la pareja, pero lo nuevo tipo de relación afectiva, de modos
contrario no es verdad. Una pareja estupenda de convivencia, de familia. Tengo la con-
puede ver que sus relaciones se estropean vicción de que la solución dependerá de
con la aparición de los hijos. Esto tal vez la calidad humana, personal, psicológica,
sea un fenómeno moderno, porque afectiva y ética de la sociedad. Una socie-
antes posiblemente sucedería lo que dad noble buscará y encontrará modos
dice la frase popular: “Los hijos unen nobles de convivencia. Una sociedad enca-
mucho”. nallada establecerá modos canallas de con-
La dificultad más grave con que se vivencia. Antes de aventurar un modelo
encuentran las formas de vida en de relación de pareja o de familia tenemos
común es que hemos fomentado que aventurar un modelo de personalidad.
un ideal individualista de vida. Les pondré un ejemplo. La cultura oc-
No ha sido provocado, sin más, cidental, después de múltiples tanteos, ha
por un egoísmo desmesu-
rado. Las causas han sido
más complejas. Ha habido
una hipertrofia, lingüística
José Antonio Marina José Antonio Marina
erigido la libertad y la autonomía personal
como valor supremo. Pero la libertad se ha
entendido como desvinculación de toda
obligación, y la autonomía se ha entendi-
do como autosuficiencia. Esto convierte a
toda vinculación, por ejemplo afectiva, en
un fracaso de la libertad. Fueron las femi-
nistas americanas quienes señalaron que la
idea de autonomía como autosuficiencia y
de la libertad como desvinculación era una
idea propia de ideologías machistas, y que
ellas buscaban una libertad afectivamente
vinculada, y una autonomía que necesitara
de los demás para aumentar sus posibilida-
des. Esto tiene mucho que ver con la solu-
ción que voy a proponer al final.
¿Cómo podemos elegir un modelo de
personalidad? Tenemos que aprovechar lo
que la experiencia histórica nos dice. Sa-
bemos que el miedo es malo, y también
lo es la agresividad, la falta de control, la
carencia de compasión, la anestesia afec-
tiva, la pasividad, la deslealtad, la menti-
ra, la crueldad, la discriminación. Hay una
gigantesca masa de conocimientos que
nos han proporcionado incalculables
testimonios de vidas humanas, cuya
experiencia debemos aprovechar.
En especial la experiencia de
las víctimas.
Esa experiencia nos
enseña algunos mé-
vida pastoral 71
todos para tender puentes entre la indi-
vidualidad y la convivencia satisfactoria.
No me cabe ninguna duda de que todos
ellos pueden colaborar a la solución de
los problemas de la pareja y de la fami-
lia:
1. La buena educación. Me refiero
a la urbanidad, al cuidado de las mane-
ras, a la cortesía. El noviazgo suele ser
la época de la gentileza, de los detalles,
de las atenciones, de la comunicabili-
dad. Muchas veces es sustituida por una
tosquedad que endurece la relación.
2. El respeto a la individualidad
del otro. El afán de dominación o de
fagocitación del otro, olvida que cada
persona necesita un espacio que, como
el correo, sea inviolable. No hay una
simbiosis que anule la personalidad, si-
no una situación que aumenta las posi-
bilidades de cada personalidad.
3. La empatía. Es decir, la capacidad
para ponerse afectivamente en el lugar
72 vida pastoral
del otro, y participar en sus alegrías y
en su dolor.
4. La capacidad de cooperar en
metas comunes. La convivencia satis-
factoria, confortable, divertida, cálida
es una meta común. Quien no sepa
entrar en ese juego de negociaciones,
de ceder en unas cosas y mantenerse
firme en otras, de esforzarse en enten-
der y en convencer, difícilmente podrá
mantener una relación afectiva atrac-
tiva.
5. La búsqueda compartida de sen-
timientos agradables y positivos. La
vida diaria se teje con pequeñas satis-
facciones. Un ambiente cariñoso, dis-
tendido, bienhumorado, acompañado
de actos de reconocimiento y de afec-
to –una palabra de agradecimiento, un
regalo, un comentario halagador, un
gesto de cariño, una caricia, una bro-
ma en el momento oportuno– alegran
la convivencia. Nadie puede mantener
una relación que sólo produce sen-
timientos desagradables: inquietud,
miedo, tristeza, irritación, desconfian-
za, aburrimiento, desesperanza.
José Antonio Marina
6. Una ética de la
lealtad. Aquí vamos
más allá de la psicolo-
gía para adentrarnos
en la ética. Una rela-
ción afectiva tiene que
descansar en la con-
fianza. La mentira, la
infidelidad, la desleal-
tad son profundamen-
te injustas y ofensivas,
y destruyen psicológi-
camente.
7. La capacidad
para valorar lo bue-
no que se tiene. Por
desgracia, vivimos en
una cultura del con-
sumo, y del usar y ti-
rar, que valora lo que
no se tiene o lo que ya se ha perdido, to puede uno equivocarse hablando de
con lo que pasamos la vida ansiando o pasiones.
remordidos. En el mundo afectivo que se abre en
8. La inteligencia. Me refiero a la torno a la pareja y a la familia, hay que
inteligencia necesaria para aprovechar distinguir dos estirpes amorosas muy
los recursos que proporciona el amor. diferentes: una es el amor sexual, que fija
Menciono por primera vez la palabra el deseo en otra persona, de la que reci-
“amor”, lo que es posible que haya ex- be o espera recibir un gran placer, y que
trañado a muchas personas. ¿No arregla se manifiesta en una gran atracción, un
el amor todas las cosas? Pues depende afán de conquista o posesión, una fija-
de lo que se entienda por amor. ción extremada de la atención. Hasta la
Hay un libro de Aaron Beck, un inteli- aparición de la píldora anticonceptiva y
gente psicólogo americano, que se titu- otros procedimientos de control de la
la Con el amor no basta. La palabra se ha natalidad, ese impulso solía acabar en la
hecho tan equívoca que resulta casi in- procreación, o con la aparición de un
utilizable. Leemos en la prensa: “Roció objeto sexual más atractivo. Esta rela-
con gasolina y prendió fuego a su mu- ción se ha estabilizado por la presión
jer, por amor”. Que los crímenes pasio- de los modelos vigentes (incluidas las
nales se consideren crímenes por amor normas sociales), por la aparición del
es una buena muestra de hasta qué pun- apego y la costumbre, o por unas me-
tas económicas. Hasta muy reciente-
José Antonio Marina vida pastoral 73
mente, era más fácil vivir en familia que
solos, como expliqué antes. Cuando las
circunstancias económicas y sociales han
permitido una fácil supervivencia de los
solteros, el número ha aumentado, in-
cluso el número de mujeres que quieren
ser madres solas, siguiendo la antigua
consigna de “hijos sí, maridos no”. No es
casual que en países con un altísimo nivel
de protección social, como Suecia o Di-
namarca, la mitad de los niños nazcan de
madres voluntariamente solas.
La otra estirpe amorosa es muy di-
ferente. Estoy de acuerdo con el gran
antropólogo Iräeneus Eibll-Eibesfeldt
cuando dice que lo que llamamos “amor”
–es decir el cifrar mi propia felicidad en
la felicidad de otra persona, y en que ella
sienta lo mismo– aparece en el universo
con el amor maternal. Es un sentimien-
to estructural y permanente, fundado
en un apego firme, que se manifiesta en
la acción. El elemento esencial de este
amor es el cuidado. La madre cuida a su
bebé, lo cual, sin duda, le causa incomo-
didades y sacrificios, pero envueltos en
un aura de satisfacción personal. Esta
contradicción, ese altruismo egocéntri-
co, esa felicidad personal a través de una
personita interpuesta, constituye una
sorprendente novedad. Cuidar signifi-
ca atender, procurar el bien, fomentar
el bienestar y la alegría, curar los males,
amortiguar los dolores, estar pendiente
de la otra persona.
Este nuevo amor encajó con alguna
de las expectativas del corazón humano
y fue colonizando otros tipos de rela-
ciones, que estaban muy lejanas. Posi-
blemente produjo, en primer lugar, el
amor paternal, que no es tan natural
74 vida pastoral
como el materno. Los dos miembros
de la pareja se integraban así en una
“relación de cuidado compartido”. Tal
vez el siguiente paso fue la creación de
la amistad, un sentimiento que va más
allá de la utilidad, o de la cooperación
económica. Los amigos mantienen un
entendimiento mutuo, un deseo de co-
municación, valores, intereses y juegos
comunes, tutela mutua, ayuda. Cuando
el eros se unió con la filia –el erotismo
con la amistad– apareció un tipo más
completo de amor. Sin embargo, toda-
vía hay muchos hombres que creen que
no se puede ser amigo de una mujer.
El siguiente dominio colonizado fue
el amor sexual. Aparecía así la relación
amorosa de pareja tal como la entende-
mos, que integra algunos aspectos de
lo que he llamamos “amor maternal”.
Cada uno de los miembros de la pareja
alterna los roles de cuidador y cuidado,
integra la ternura –sentimiento propia-
mente dirigido hacia los niños– dentro
de relaciones de adultos. Aspira a una
estabilidad de apego que va más allá del
placer estrictamente sexual. Se senti-
mentaliza la sexualidad.
Conociendo la génesis de los amo-
res, creo que la solución a los proble-
mas de la familia está en reivindicar el
“cuidado”, el sentimiento, la actitud,
el deseo de cuidar, la atención, el estar
pendiente, como el sentimiento básico,
necesario y compartido, para regenerar
el modelo de pareja y de familia. Di-
suelve las contradicciones de la indivi-
dualización y de la comunicación, de la
misma manera que lo hace una madre,
que se individualiza, precisamente, te-
José Antonio Marina
niendo a su niño. El cuidado es una actitud respetuo-
sa y perspicaz, que capta lo valioso y lo protege, que
anima a la acción, que refuerza los vínculos entre las
personas, que se toma en serio las cosas serias. Lo que
necesitamos es “maternalizar” el mundo. Esta adopción
de una capacidad que procede de la mujer pero que es
universalizable, permitiría resolver también el enfrenta-
miento entre géneros. No se trata de que ambos sexos
se unifiquen en un tercer sexo indiferenciado. Se tra-
ta de que cada persona concreta, con sus característi-
cas personales, adopte esa actitud de cuidado hacia la
otra persona. Creo que una sociedad que profese
ese sentimiento acabará descubriendo un modelo
de relaciones afectivas, de pareja, familiares, más
profundo y satisfactorio que los anteriores, más
flexible y, al mismo tiempo, más responsable.
Al fin y al cabo, esto es lo que decía una can-
ción antigua: “El que tenga un amor, que lo
cuide, que lo cuide”...
Acerca del autor
José Antonio Marina Torres es
filósofo, ensayista y pedagogo espa-
ñol. Realizó sus estudios de filoso-
fía en la Universidad Complutense
de Madrid. Es catedrático exce-
dente de filosofía en el Instituto
Madrileño de La Cabrera y Doctor
Honoris Causa por la Universidad
Politécnica de Valencia.
Como discípulo de Edmund Hus-
serl se le puede considerar un ex-
ponente de la fenomenología española: ha
elaborado una teoría de la inteligencia que comienza en la neuro-
logía y concluye en la ética.
Colabora en prensa (en la Crónica de El Mundo, El Semanal, etc.),
radio y televisión. Ha escrito libros, ensayos y artículos periodís-
ticos.
José Antonio Marina vida pastoral 75