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40 DÍAS CON PROPÓSITO

Semana 3 – Comunión
PROPÓSITO 2: Fuiste hecho para la familia de Dios

Bienvenido a la sesión tres de nuestro estudio “Una vida con propósito”. La semana
pasada vimos el primer propósito: Amar a Dios, y tratamos el tema de la adoración.
¿Pero sabía que usted también fue hecho para mantener relaciones con otras
personas? Por cierto, Jesús una vez resumió la Biblia entera en dos principios:
amar a Dios y amar a otros.

I. INTRODUCCIÓN

En esta sesión veremos el segundo propósito de Dios para su vida: Fuiste hecho
para la familia de Dios, es decir, para amar a otros. Dios es amor, y quiere que
usted aprenda a amar tal como él lo hace, por eso creó un laboratorio en la tierra
para que podamos practicar el aprender a amarnos unos a otros. Ese lugar se llama
“iglesia” y la acción de amarnos unos a otros se llama “comunión” o
“compañerismo”.

La vida cristiana implica mucho más que usted creer: también significa “pertenecer”.

Dios quiere que sea parte de su familia, la iglesia. Este estudio tiene como intención
hacerle ver cómo puede construir diferentes tipos de relaciones que provean
compañerismo profundo, satisfactorio y significativo con otros.

La palabra griega para definir compañerismo en la Biblia es la palabra koinonía,


que significa estar comprometidos unos con otros como lo estamos con Jesucristo.
De eso se trata la verdadera comunión.

¿Cómo experimentamos compañerismo genuino, relaciones significativas y una


conexión profunda con otras personas? Afortunadamente, la Biblia nos lo dice
específicamente. Pablo escribe en 1 Timoteo 3:14,15 (NVI): “Escribo estas
instrucciones para que … sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que
es la Iglesia del Dios viviente”.

Fíjese en la frase “cómo hay que comportarse”. ¿Cómo viviría en la familia de Dios?
¿Cómo ejercería y profundizaría sus relaciones con otros creyentes?

II. CINCO PASOS QUE CONSTITUYEN LA COMUNIÓN

Romanos 12:9-16 (NVI) dice: “El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal;
aférrense al bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y
honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien sirvan al Señor
con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en
el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados.
Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no
maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en
armonía unos con otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los
humildes. No se crean los únicos que saben”.

Este pasaje revela cierto número de características de lo que es el compañerismo


genuino. En nuestro estudio de hoy veremos cinco:

A. El primer ladrillo para la comunión es la AUTENTICIDAD.

La comunión es genuina. Las personas que viven en comunidad no usan


máscaras. El versículo 9 comienza diciendo: “El amor debe ser sincero”. La
Nueva Versión Standard Americana dice: “El amor es sin hipocresía”, en
otras palabras, sin máscara. En la cultura del tiempo en que se escribió este
versículo, la palabra “hipocresía” hacía referencia a los actores griegos que
utilizaban máscaras en los escenarios. Para interpretar un personaje, un
actor tenía que usar una máscara. Luego iba tras bastidores, se ponía otra
máscara, y desempeñaba un papel diferente. Los actores eran llamados
“hipócritas” porque cambiaban de máscaras.

En este versículo Pablo está diciendo, “El amor no utiliza máscaras”. Si


alguna vez queremos tener verdadera comunión, tenemos que quitarnos las
máscaras que solemos ponernos. Si va amar a otros, debe ser usted mismo.
El problema es que muchas veces nosotros ni siquiera nos damos cuenta de
que estamos utilizando una máscara.

En un compañerismo real se comparten sentimientos verdaderos. La Biblia


dice: “Si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos
con otros … [Pero] si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y no tenemos la verdad”. 1 Juan 1:7-8 (NVI)

En realidad no engañamos a nadie; usted nos engañamos a nosotros


mismos. Sea auténtico y admita en qué áreas es débil, en cuáles tiene
pecados, dónde lo ha estropeado todo. Una intimidad profunda no ocurre en
la oscuridad sino en la luz.

Cuando permanecemos en la oscuridad escondemos cosas, no queremos


que las personas vean nuestras faltas, nuestros fracasos o fallas. En la luz
estamos totalmente abiertos y visibles a lo que realmente somos. A eso lo
llamamos autenticidad.

Si vivimos en la luz de la verdad de Dios, no vamos a tratar de esconder


nuestras faltas. Los Ministerios de Restauración tienen un dicho que dice:
“Usted usted está tan enfermo como sus secretos”. Revelar sus sentimientos
es usted el comienzo de su sanidad. De eso se trata la autenticidad. Cuando
se es auténtico simplemente se dice: “Aquí estoy y esto es lo que soy”.

La manera más rápida de fomentar la autenticidad en su vida y en su grupo


es mediante el estudio y la aplicación de la Palabra de Dios a su vida.
Hebreos 4:12 (NVI) dice: “La palabra de Dios es viva y poderosa, y más
cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo
del alma y del Espíritu y juzga los pensamientos y las intenciones del
corazón”. No es la psicología rápida lo que le hace auténtico. Tampoco es la
terapia. No son los sentimentalismos baratos los que le dan autenticidad. Le
que le hace auténtico es ponerse en contacto con la Palabra de Dios. Cuando
vemos la Palabra de Dios y dejamos que toque nuestra alma y nos muestre
en qué no estamos bien y en qué áreas necesitamos crecer, entonces
estamos forzados a ser auténticos.

B. El segundo ladrillo para la comunión es la AMABILIDAD.

Sea amable. Sea sensible a las necesidades de los demás. El versículo 10


dice: “Ámense unos a otros en amor fraternal”.

En el lenguaje griego, la palabra “fraternal” es realmente una palabra


compuesta. Literalmente significa “una relación de familia”. Esto quiere decir
que como creyentes debemos tener una especie de amor familiar.

El compañerismo se edifica en la amabilidad. Lo que significa que si tenemos


compañerismo, mostramos respeto aun cuando no estemos de acuerdo unos
con otros. Podemos estar en desacuerdo sin ser desagradables. La Biblia
dice en Tito 3:1-2 (NVI) que “los creyentes deben estar dispuestos a hacer lo
bueno: a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser respetuosos,
demostrando plena humildad en su trato con todo el mundo”.

Hay cierto secreto inconveniente en los grupos pequeños: cada uno tiene por
lo menos una persona difícil. Él o ella piensa o se comunica usted un poco
diferente de los demás. Quizá tienen necesidades emocionales especiales e
inseguridades. Tal vez nos irriten sus manías o rarezas. Quizá tengan hábitos
del tipo de bicho raro que molestan un poquito. Son un poco raros y ridículos.
Son de los que tienden a dominar al grupo entero con sus asuntos. También
son personas con muy pocas habilidades sociales. Estas personas son
llamadas NGE: Necesitan Gracia Extra. Cada grupo tiene por lo menos un
NGE. Si no puede pensar inmediatamente en una persona así en su grupo,
puede que sea usted.

Un problema común de los grupos pequeños es su tendencia a tratar de


arreglar los problemas de otras personas muy rápido, antes de simplemente
escucharlos. Los hombres particularmente hacen esto.

La siguiente ilustración personal puede ilustrar lo que se ha dicho.


“He aprendido algo en los 25 años que llevo de matrimonio. Siempre que mi
esposa venía a mí con un problema, yo solía tratar de arreglarlo
inmediatamente. Antes de que ella terminara la oración ya estaba diciendo:
‘Lo que tienes que hacer es esto y esto. ¿Cuál es el siguiente problema?’ Eso
siempre la enojaba. Gracias a Dios, descubrí algo a lo largo del camino,
cuando mi esposa viene a mí con un problema, ella no quiere una solución,
por lo menos no al comienzo. Ella simplemente está tratando de procesar la
situación en voz alta. Usted quiere que yo la escuche, valore sus sentimientos
y diga: ‘Sí, eso es un problema. En realidad es un gran problema. Creo que
nunca he visto un problema así de grande. Si yo fuera tú no sabría cómo
solucionar algo así’. Entonces ella se siente amada y segura. No resuelvo
nada, pero ella no quiere que lo resuelva en su lugar. Quiere que la escuche.
Quiere que la valore. Ella no quiere que yo vaya con un arma y sea ‘el Sr.
Arréglalo Todo’.
Las claves son estas: (1) no trate de resolver problemas muy rápido; (2)
escuche; y (3) valore los sentimientos de los demás”.

C. El tercer ladrillo para la comunión es la RECIPROCIDAD.

Romanos 12:12 (NVI) dice: "Alégrense en la esperanza, muestren paciencia


en el sufrimiento y perseveren en la oración".

La verdadera comunión se edifica sobre la reciprocidad. Comunidad significa


ayudarnos mutuamente a crecer. Somos más fuertes si estamos juntos que
si estamos solos. No puedes llegar a ser lo que Dios quiere que seas sin
otras personas.

La Biblia dice en Eclesiastés 4:9-10 (DHH): “Más valen dos que uno, pues
mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo
levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante!”

El compañerismo por lo tanto se construye sobre el principio de que todos


trabajamos juntos. Nos edificamos unos a otros en reciprocidad.

La reciprocidad tiene tres componentes:

1. ALIENTO recíproco.

Esta ilustración personal ejemplifica esto:


“Vi una imagen perfecta del aliento recíproco en la iglesia un fin de semana.
Al mismo tiempo que decía la oración final, una mujer estalló en lágrimas.
Sollozaba descontroladamente muy, muy fuerte, a unas diez filas de la parte
de atrás. Cada hueso de mi cuerpo quería saltar del escenario, correr hacia
la mujer, darle un abrazo y orar con ella. Luego pensé, si hago eso y voy
atrás, las damas se van a quebrantar y habrá cien personas llorando también.
Luego algo sucedió que fue un gran ejemplo de lo que es el ánimo recíproco.
Todos los que estaban alrededor de esta mujer (ella era nueva en
Saddleback y no conocía a nadie) la rodearon y la cubrieron con mucho amor.
Mientras estaba sentada ahí llorando, toda la iglesia podía escucharla, las
personas que estaban detrás y delante de ella le daban palmaditas en la
espalda. Cuando al final todos nos pusimos de pie, estas mismas personas
la rodearon y comenzaron a hablar con ella. Yo pensé: ‘Esto es la iglesia en
acción’. Nadie tuvo que decir: ‘Por favor que alguien atienda a esa dama’.
Eso fue algo espontáneo.

La clave para el aliento recíproco es responder a las necesidades de otros


ofreciéndoles consuelo, aliento y oración. La idea es que apoyemos a
quienes nos rodean a lo largo de su viaje espiritual.

2. HONOR RECÍPROCO.

Una segunda clase de reciprocidad es el honor recíproco. Romanos 12:10b


(NVI) dice: “respetándose y honrándose mutuamente”. ¿Alguna vez jugó el
juego del asiento caliente en su grupo pequeño? Consiste en escribir el
nombre de una persona del grupo en una hoja de papel. Luego la pasan
alrededor de la habitación y hacen que anónimamente todos escriban una
frase u oración que comience con: “Esto es lo que aprendí a apreciar de
usted”. Una vez que la hoja pasó por todos, alguien lee lo que se escribió en
voz alta al individuo.

3. RESPONSABILIDAD recíproca.

Responsabilidad recíproca significa tener un compañero espiritual, alguien a


quien esté personalmente alentando en sus tiempos tranquilos, en su fe y
crecimiento espiritual y alguien que haría lo mismo por usted. Esta es una
persona con la que se reuniría regularmente y con la que se comprometería
a consultarse el uno al otro. Hebreos 10:24 (NVI) dice: “Preocupémonos los
unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras”. Si
consigue un compañero espiritual que se quiera hacer responsable de usted,
y por quien usted se responsabilice, va a crecer más rápidamente que si no
tiene a nadie que le anime.

D. El cuarto ladrillo para la comunión es la HOSPITALIDAD.

Romanos 12:13 nos dice: "Practiquen la hospitalidad".


En Hechos 2 se expresa: “No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día.
De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría”. Observe
la frase “compartían la comida”. Note que no solamente se reunían juntos
cada fin de semana, tomaban el pan juntos, o se reunían en grupos
pequeños; ellos comían juntos. Si quiere profundizar en la vida en comunidad
en su grupo pequeño aquí está la clave: invite a las personas a comer con
usted. ¿Cuántos de ustedes dirían que sus grupos pequeños estrecharon sus
relaciones cada vez más por compartir las comidas juntos?
Si estudia el ministerio de Jesús encontrará que él constantemente enseñaba
a las personas mientras comían. ¿Por qué? Porque cuando las personas
comen, están relajadas. Y cuando están relajadas, son más francas, sus
barreras están bajas, tienen menos miedo, están más sensibles a la
comunicación. Necesita pasar más tiempo y divertirse con las personas con
las cuales le gustaría desarrollar una amistad, no usted encontrarse con ellos
de vez en cuando.

E. El quinto ladrillo para la comunión es la UNIDAD.

Romanos 12:16 (NVI) dice: “Vivan en armonía unos con otros, no sean
arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos
que saben”.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de armonía?


Aquí hay dos elementos de unidad.

1. Unidad de propósito.
El primero es la unidad de propósito, no la unidad de personalidad. Puede
tener unidad sin tener uniformidad. ¿Dios quiere que seamos parecidos?
No. ¿Dios quiere que estemos unidos? Sí.
Diez veces en los cinco primeros capítulos del libro de los Hechos en la
Biblia se dice: “Estaban unidos”,“Estaban todos juntos”, “Eran de un solo
corazón”. El libro de los Hechos es un tremendo ejemplo de la iglesia llena
de poder. En él tuvo lugar todo tipo de milagros. Cuando tengamos esta
unidad del libro de los Hechos en nuestras iglesias, también tendremos el
poder que se muestra en el libro en ellas. Dios puede pasar por alto la
falta de programas, la falta de infraestructura, o la falta de talento. Pero
algo que Dios no va a pasar por alto es la desarmonía o la división.
Cuando una iglesia está unida, hay un enorme poder.

1 Corintios 1:10 (NVI) dice: “Que todos vivan en armonía y que no haya
divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo
pensar y en un mismo propósito”.

2. Humildad.
El segundo elemento de la unidad es la humildad. Necesitamos entender
que nosotros no entendemos todo. La humildad es tener la buena
voluntad para admitir cuándo cometimos un error, porque todos los
tenemos. La humildad nos permite decir las tres palabras que más nos
cuestan decir: “Necesito su ayuda”; las dos palabras difíciles: “Estaba
equivocado” y la palabra más difícil aun: “Perdóneme”.

a. ¿Por qué es tan importante la humildad?


Santiago 4:6b (NVI) dice: “Dios se opone a los orgullosos pero da gracia
a los humildes”. Yo quiero la gracia de Dios en mi vida ¿y usted? Muchos
de nosotros podemos decir que queremos la gracia de Dios como
fundamento diario en nuestras vidas. ¿Y de dónde proviene esta?
Proviene de la humildad en la vida. Viene cuando reconocemos la
necesidad de la gracia de Dios en nuestras vidas.

b. ¿Cómo se vive en humildad?


Una cosa es hablar de humildad, eso lo hacemos todo el tiempo. Todos
sabemos que debemos ser humildes. Pero al pasar a ser un poco
prácticos acerca de esto, ¿cómo podría usted vivir o demostrar humildad
en un grupo pequeño y en sus relaciones con otras personas?

 Usted vive la humildad cuando acepta la debilidad de otros. No espera


que la gente sea perfecta porque usted mismo no lo es. Acepta el
hecho de que los demás tienen debilidades como todos. Al aceptarlos
a pesar de sus debilidades, les está expresando su humildad.
 Usted expresa su humildad cuando admite que también tiene un
montón de debilidades en su vida. No unas poquitas, todos nosotros
tenemos un montón de debilidades.

Hay cinco ladrillos para edificar una verdadera comunidad. Cada uno de nosotros
los quiere. Deseamos un lugar donde podamos ser capaces de compartir nuestros
verdaderos sentimientos (autenticidad); donde seamos respetados (amabilidad);
donde seamos animados (reciprocidad); donde podamos permanecer algún tiempo
con las personas, aprendiendo a conocerlas (hospitalidad); y donde podamos
encontrar apoyo para nuestros propósitos y seamos aceptados, a pesar de nuestras
debilidades (unidad).

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