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De alguien decimos que no es en realidad lo que parece ser o, en general, que las cosas no
son lo que parecen a simple vista, relacionando lo aparente con la experiencia de
la percepción, y significando que llegar al fondo de la realidad supone una consideración más
atenta y reflexiva de lo que hacemos normalmente. La historia de la filosofía es, en buena
medida, la serie de preguntas y respuestas, hechas desde diversas perspectivas, acerca de
quées verdaderamente la realidad, o de qué es lo aparente y qué lo real y en qué estriba la
diferencia entre una y otra cosa.
La filosofía comenzó entre los presocráticos como investigación de la verdadera sustancia -el
elemento primero, la physis- que se manifestaba a través de la diversidad de lo múltiple y
que daba razón de su constante cambio. A quienes se dedicaron a esta actividad reflexiva los
llamó Aristóteles «los primeros que filosofaron».
La metafísica, rama principal de la filosofía a todo lo largo de su historia hasta que entró en
crisis con el período de la Ilustración, ha consistido tradicionalmente en el intento de explicar
la razón de la diferencia entre apariencia y realidad y la causa de esta dicotomía.
El racionalismo ha puesto de relieve que sólo por la razón conocemos en realidad las cosas,
aun las sensibles, mientras que el empirismo ha destacado que sólo lo sensible es objeto de
verdadero conocimiento.
Con la filosofía crítica de Kant, que funde racionalismo y empirismo en una misma actividad
de conocimiento (trascendental), remite la oposición entre apariencia y realidad y se produce
un cambio radical de perspectiva al hacer definitiva la distinción entre fenómeno (apariencia)
y cosa en sí: no es que sean engañosas las apariencias, es que son el único objeto posible
de conocimiento de la razón teórica; lo en sí está más allá de nuestro conocer y sólo puede
ser pensado o alcanzado por la razón práctica.
A partir de este momento, la metafísica indaga, más que en la realidad situada más allá de la
experiencia, en la posibilidad de conocer la experiencia. No faltan tampoco sistemas
filosóficos que inviertan la relación apariencia-realidad, reduciendo a la primera todo el
posible alcance del entendimiento humano y el verdadero sentido de lo que se entiende
como real; así hace Nietzsche, por ejemplo.
En teoría del arte, la apariencia no se opone como una percepción incompleta al objeto bello
que pudiera estar más allá de ella; la apariencia es la característica estética. Lo bello es
apariencia, imagen, forma que se percibe inmediatamente por los sentidos y el arte no busca
otra realidad más allá de la apariencia, a la que exalta y cultiva.