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CASO N° 4:

Un juez instructor tiene en prisión preventiva a dos hombres, sospechosos de un robo a


mano armada. Pero las pruebas acumuladas no bastan para formalizar una acusación en
firme ante el tribunal. Ordena, por tanto, que se lleve a los presos a su presencia y les
dice
sin rodeos que para que poder procesarlos necesita una confesión. Les declara también
abiertamente que si niegan el robo a mano armada, sólo les puede acusar de posesión
ilícita de armas, delito por el que, en el peor de los casos, sólo pueden ser condenados a
seis meses de prisión. Ahora bien, si confiesan el robo, él procurará que se les aplique la
pena mínima por este hecho, es decir, dos años. Pero si sólo confiesa uno de ellos,
mientras que el otro se obstina en seguir negando, entonces el que confiesa será
considerado testigo de oficio y será puesto en libertad, mientras que al otro se les aplicará
la pena máxima, que es a saber, veinte años. Y sin darles la oportunidad de intercambiar
opiniones entre sí, ordena que se les encierre en celdas separadas y se les mantenga
incomunicados

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