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DE LA HORA SEXTA A LA HORA NOVENA

Mateo 27:35-50

Nos habla de la grandeza de un sacrificio.

Un sacrificio que manifiesta un amor perfecto un amor eterno, el amor de Dios.

Los seres humanos por lo general no asociamos el amor al sacrificio, no obstante,


en nuestro caminar cristiano, y porqué de alguna manera vamos siendo
transformados a una naturaleza mejor, inevitablemente el amor se reflejará en un
sacrificio.

La palabra dice que Dios nos amó desde el principio, pero como Dios respalda ese
amor con nosotros, lo hace por medio de un sacrificio.

El amor debe estar respaldado entonces por un sacrificio, y si queremos nosotros


manifestar el amor de Dios, como consecuencia debemos adquirir un espíritu de
sacrificio.

Esta historia nos habla de los últimos momentos vividos por el Señor. El lugar
físico donde se produjo fue en el Gólgota, lugar donde se iba a realizar la
crucifixión.

Toda la vida del Señor Jesús estaba destinada a llegar a ese lugar.

El objetivo era cumplir con una de sus metas la de salvar a la humanidad.

Ya en el Getsemaní, él había aceptado, la definitiva voluntad de Dios, aceptación


que le había llevado a derramar lágrimas de sangre.

Porque lo que venía por delante para Jesucristo iba a ser muy difícil.

La palabra enseña que una vez él entendido cuál era su destino, y lo duro de su
realización, él adquirió un rostro de pedernal. Simbolizando la palabra de Dios con
esto, que Cristo asumió un carácter definitivo y decidido, lleno de convicción que lo
llevará de esa manera a cumplir su destino, sin ser sacado de su objetivo.
El enemigo de Dios desde que él nació intentó sacarlo del objetivo que él venía a
cumplir en la tierra.

Ya desde pequeño, a los dos años, el enemigo utilizó al rey Herodes, influyendo
en él en su humanidad carnal, para tratar de detener a este formidable adversario.

Cristo en todo momento tanto en su ministerio no público como también el público,


siempre tuvo que enfrentar situaciones que buscaban alejarlo de su destino.

El enemigo siempre buscó en forma directa e indirecta. Utilizando todos los


instrumentos que rodearon al Señor, y por medio de la influencia que él tenía
sobre la naturaleza humana, troncar con el plan de Dios, o dicho de otra manera
que el Señor no terminara con su vida santa en la cruz.

Directamente lo intentó en el desierto donde lo llevó el Espíritu para ser probado,


indirectamente con los discípulos que trataban de convencerlo que no muriera,
que se quedara con ellos.

Pero el enemigo, al no poder lograr su deseo, encolerizado y enrabiado,


finalmente utilizando a Judas apresuró la experiencia para llevarla a su
culminación, confiando que en ese momento cuando el dolor y la angustia lo
acompañaran, podría disuadirlo de ello.

Sin embargo, Jesucristo, no obstante, lo anterior, y por su naturaleza renovada,


que había sido manufacturada por Dios para que, cumpliera con su destino,
finalmente llegó a la cruz. Lo anterior para enfrentar el último ataque del diablo.

Versos 39 -40

Y los que pasaban le injuriaban meneando la cabeza, y diciendo tú que derribas el


templo y en tres días lo reedificas sálvate a ti mismo si eres hijo de Dios desciende
de la cruz.
Este suceso que relata el texto ocurre justo en el proceso de crucifixión. Y son
palabras que utiliza el enemigo para volver a retomar su intención, de desbaratar
el sacrificio que estaba realizando Jesús.

Y por medio de ellas, el enemigo escarnecía al Señor diciéndole, Jesús, el pueblo


que tú amas, esa muchedumbre que te seguía cuando comenzaste tu ministerio.
Esos que por el entusiasmo que manifestaban por tu persona, no te permitía
entrar tranquilamente a las ciudades. Aquellos que buscaban tus milagros.
Aquellos que, a tu entrada a Jerusalén, te fueron a recibir con palmas, y cantaban
Hosana, Hosana, bendito es el que viene en el nombre del Señor, ese pueblo hoy,
te rechaza.

Porqué te quedas en la cruz. Porque no te bajas de ahí. Vale la pena esta


humanidad. Vale la pena morir por ella.

Ese pueblo que decía que te amaba. Vale la pena morir por él. Jesús callaba.

Versos 41-43

De esta manera también los principales sacerdotes escarneciéndoles con los


escribas y los fariseos y los ancianos decían, a otros salvó a sí mismo no se
puede salvar, si es el rey de Israel, que descienda ahora de la cruz y creeremos
en él.

Y con esto el enemigo acercándose a Jesús le decía. Jesús los sacerdotes, los
escribas y fariseos, tus enemigos, aquellos que con los cuales te enfrentaste.
Porque intentaban desviar tu mensaje del pueblo. Aquellos que, con sus vidas de
apariencia sin tener ninguna autoridad, te juzgaron. Aquellos hipócritas que te
resistían, también están aquí, también ellos te están injuriando.

Quizás el pueblo podría motivarte a tan bello sacrificio, pero por tus enemigos que
no tienen ninguna excusa, vas a morir también por ellos.

Aquellos traicioneros e hipócritas, que tenía consciencia de su maldad, se


merecen eso. Jesús no decía nada.

Verso 44
Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaba crucificados con él.

Y esta fue otra oportunidad para el enemigo, para acercarse a Jesús, para tratar
de desactivarlo. Para tratar de impedir que cumpliera su objetivo.

Jesús por Dios, los ladrones, lo peor del mundo, la lacra de toda civilización.
Aquellos que están acompañándote en esta crucifixión. Ellos fueron crucificados
porque lo merecían. Y esta se le da a lo más bajo, a lo más terrible, a la escoria.
Aún por ellos morirías,

Por ellos te quedaría en la cruz. Ni siquiera ellos te reconocen. Te injurian, lo peor


del mundo te ofenden. Acaso este mundo tiene esperanza, si la lacra de él te
injuria puede este mundo tener esperanza.

Después de todo eso tiene algún sentido tu sacrificio le decía el diablo. Jesús
callaba.

Y el enemigo pensando que lo estaba acorralando, proseguía machacando e


introduciéndolo en un tema que era de mayor sensibilidad para Cristo.

Jesús y tus discípulos, donde están tus discípulos.

Los 11 que quedan porque uno de ellos ya te traicionó.

Qué pasó con ellos no eran acaso tu esperanza para transformar un mundo
entenebrecido por la maldad.

Acaso no los preparaste durante 3 años y medio entregándoles toda tu verdad y


de alguna manera también tu vida. Aquellos que cuidaste, que amaste, dónde
están.

Huyeron, todos te abandonaron.

Ni siquiera ellos están aquí. Que esperanza tiene tu sacrificio. Estás haciendo algo
que valga la pena. Esto que te empeñas en llevar a cabo acaso tiene futuro. Jesús
callaba.
Muchas veces el enemigo habla a través de las personas. A través de los
hermanos. Utiliza su naturaleza carnal para hacerlo. La carnalidad de todo hombre
es el taller donde labora el diablo.

Él puede influir en nuestras vidas y en los planes de la iglesia por medio de esa
naturaleza no transformada.

El objetivo del enemigo es el mismo que utilizó con Jesús, su intención es


desanimarnos, troncar nuestras vidas oponerse a los planes que tiene el Señor
con la iglesia.

Que Jesús no aceptara la muerte en la cruz, que se arrepintiera de lo que iba a


hacer por el mundo.

Verso 46

Cerca de la hora novena Jesús clamó a gran voz diciendo, Eli Eli lama sabastani,
esto es Dios mío Dios mío porqué me has desamparado.

Estas palabras vinieron luego de todos los argumentos que había utilizado el
diablo para detener al Señor de su meta. Luego de los múltiples intentos fallidos
de desarticular el plan de Dios, aparece esta exclamación del Señor Dios mío Dios
mío porque me has desamparado.

Y en una primera instancia pareciera que todo lo que le ha metido en diablo en su


cabeza está dando resultados. Pareciera que el Señor comenzara a derrumbarse.
A desanimarse y a quejarse de su condición.

Sin embargo, Jesús no estaba haciendo eso. No se estaba quejando, Jesús tenía
claro su objetivo. El Señor conocía hasta donde debía llegar por nosotros.

Sin embargo, él en estos momentos difíciles quería decir algo. Quería que
nosotros los que hemos sido testigos de esos hechos no personalmente, sino que,
por medio de los registros bíblicos, conociéramos lo que estaba sintiendo él en
ese momento. Él conocía éstos hechos con anterioridad de vivirlos, los había leído
cuando niño. Cuando escudriñaba las escrituras.
Y para que entendiéramos con profundidad lo que estaba viviendo en ese
momento citaba el Salmo 22. Ahí aparece lo que sentía el Señor en esos
momentos difíciles de su vida.

Versos 6-8

Más yo soy gusano y no hombre. Oprobio de los hombres y despreciado del


pueblo. Todos los que me ven me escarnecen, estiran la boca menean la cabeza
diciendo se encomendó a Jehová líbrele sálvele Él puesto que en él se
complacía.

Así me siento decía Jesús, así me siento en estos momentos, oprobio de los
hombres, despreciado por el pueblo que yo amé, que yo sané. Todos ellos me
escarnecen olvidando cuando estando necesitados, los bendije. Todos me juzgan
y reprueban mis acciones, a los que ayudé a los que liberé. Ellos estiran la boca
menean la cabeza.

Verso 11

No te alejes de mí porque la angustia está cerca, porque no hay quien ayude.

Porque estoy solo dice Jesús nadie está conmigo, ningún conocido tengo, ningún
amigo me acompaña el miedo los paralizó a todos, todos huyeron. En estos
momentos se han vuelto todos contra mí, me han dado la espalda aquellos que
decían que darían la vida por mi persona. En esta gran soledad solo te tengo a ti
Padre. Y la angustia se acerca a mi ser.

Versos 14-15

He sido derramado como aguas y todos mis huesos se descoyuntaron, mi corazón


fue como cera derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi
vigor y mi lengua se pegó a mi paladar y me has puesto en el polvo de la muerte.

Porque se, decía Jesús, que estás manejando mi vida, la estás llevando a su
culminación, sé que estoy llegando a mi destino. Pero se hace tan difícil, la
experiencia sobrepasa por creces lo que me imaginaba. Los dolores y la angustia
me sobrepasan.
Versos 16-18

Porque perros me han rodeado, me ha cercado cuadrilla de malignos, horadaron


mis manos y mis pies, contar puedo todos mis huesos entre tanto ellos me miran y
me observan, repartieron entre si mis vestidos y sobre mi ropa echaron suerte.

Oh Dios me encuentro rodeados de gente gobernada por el enemigo, los que me


hacen daño y me torturan. Todos me miran como esperando que desista de la
intención de mi corazón. Y aunque estoy solo, si tú estás conmigo nada más
importa. Por eso es que clamo para que tú no me desampares, si bien sé también
que en algún momento lo tendrás que hacer, me preparo para ese momento.

Había una condición física terrible, Jesús se sentía descoyuntado, mermado,


delgado, flagelado. Pero además había una condición espiritual fuerte, solo, sin
apoyos, angustiado, olvidado, desamparado.

Volvamos a Mateo 27:45

Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

Dice la palabra que, en ese preciso momento, se comenzó a oscurecer el cielo. Se


comenzó a producir un eclipse del sol, producido por las nubes. Todo se oscureció
desde la hora sexta a la hora novena.

Y esto es extraordinario y muy singular, porque la hora sexta es aproximadamente


las 12 del día y la hora novena, de tres a cuatro de la tarde. Es el momento donde
hay más luz en el día. Sin embargo, una gran oscuridad cubrió ese lugar. Y no
solamente ese lugar, porque la palabra nos dice que esa oscuridad cubrió toda la
tierra.

Y esa oscuridad manifestada en la naturaleza, era también la manifestación del


dolor del Padre por la condición de su Hijo. Esa oscuridad manifestaba el
semblante eclipsado del Padre al ver el terrible espectáculo.
De la hora sexta a la hora novena paulatinamente todo el pecado del mundo
comenzó a derramarse en Jesús.

Nuestra maldad, nuestra rebeldía, nuestras inmundicias, nuestros enojos, nuestras


envidias.

Nuestros odios, nuestros asesinatos, nuestras traiciones.

Todos eso, comenzó a derramarse dentro del corazón de Jesús.

Y el Señor Jesús sabía lo que venía a continuación, lo sabía porque el Padre se lo


había revelado. Pero no entendía lo que significaba porque nunca lo había
experimentado.

Cuando su corazón estuvo lleno de pecado, el Padre, paulatinamente comenzó a


alejarse. Porque el Hijo entró a una condición de muerte espiritual. Porque la paga
del pecado es muerte. Y Jesús cargaba todas nuestras culpas en ese momento.

Por eso el Padre no pudo soportar estar más cerca del Hijo. Tendría que
apartarse, y alejarse de Dios es muerte espiritual.

Y cuando el Hijo se colmó del pecado de todos, El Padre se alejó definitivamente,


y aunque amaba con todo el corazón al Hijo, también odiaba con toda su alma al
sustituto. Porque ese hombre crucificado, portaba en su ser todo lo que lo
separaba de lo que había sido robado en el Edén.

Jesús paulatinamente comenzó a sentir su ausencia. La ausencia de quién


amaba. La ausencia del único que faltaba por rechazarlo.

Dios mío, Dios mío, no me desampares. Es tan dolorosa esta situación, tan difícil
de soportar. No conozco otra existencia que no sea el estar unido a ti. Desde
siempre hemos estado unidos, desde la eternidad solo ha sido así.

Desde antes que el mundo fuese has habitado en mí y yo en ti. Nunca nos hemos
separado, y ahora producto del pecado te separas, te alejas. Y lo siento como si
algo es arrebatado de mi ser. No conozco otra existencia que no sea estar unido a
ti.
Dios mío, Dios mío porque me has desamparado.

Muero en completa soledad, ellos me dejaron y ahora eres tú, quién te vas. Muero
solo en este monte tormentoso, muero por los que vine a salvar. Muero como un
criminal. Nunca sentí tanto odio como aquí.

Termino en este lugar mi vida, consumado es Señor.

Tremendo relato, de un gran sacrificio hermanos.

Cristo todo lo soportó por nosotros.

El rechazo de la humanidad, el abandono de sus más cercanos.

La traición de los que comían con él.

La separación de su Padre.

Y la muerte espiritual.

Y todo eso lo hizo por nosotros, por amor a nuestras personas.

En nuestra humanidad finita podemos entender eso, podemos sopesar realmente


lo que ocurrió en el Gólgota.

El que logra entender a cabalidad lo que ocurrió ahí, abrirá sus oídos a escuchar
lo que tiene que decirles ahora el Señor.

El Señor les dice a los que se encuentran en responsabilidad de hermanos, que


ocurra lo que ocurra, no pueden abandonar su responsabilidad adquirida.

Porque ejemplo de amor él nos ha dejado.

Por lo que ninguna persona que ama de verdad, puede dejar su compromiso, pase
lo que pase, debe mantenerse firme allí donde lo pusieron.

Aunque le escupan el rostro, aunque lo abofeteen, aunque le den 40 latigazos, no


puede claudicar en su compromiso. Porque eso espera Dios de ustedes.

Por eso al igual que él ustedes deben dejarse clavar en la cruz y luego de eso, no
se pueden bajar de ella.
El Señor también les dice a los discípulos.

Que él enseñó que lo que le hiciéramos a otros, a Cristo se lo estamos haciendo.

Por lo que, si te pones contra un hermano, contra Cristo te pones.

Por lo que, si te pones contra una autoridad, contra la autoridad de Cristo te estás
poniendo.

Y al finalizar esta historia y poder de alguna manera identificarnos con aquellas


personas que estaban experimentando ese espectáculo, Cristo crucificado.

No podemos dejar de preguntarnos, a que grupo nosotros pertenecíamos de


aquellos que estaban viendo ese suceso.

Acaso somos de la gente del pueblo. Aquellos que estaban comprometidos al


principio, pero que luego se alejaron cuando faltó el pan, que se apartaron cuando
escaseo el pez. Eso son los del pueblo, ellos no siguieron una vez que vieron que
se acabaron los milagros. Los del pueblo son aquellos que le dieron vuelta la cara
al Señor cuando las cosas se comenzaron a complicar, somos de aquellos.

O a lo mejor somos de los sacerdotes, de los escribas y fariseos. Aquellos que


critican sin tener autoridad de vida. Aquellos que viven de la apariencia, que se
auto engañan creyéndose justos sin serlos. Los que nunca están conformes de
cómo se hacen las cosas, los legalistas que aplican a todos, la ley, y no revisan el
corazón de los que están juzgando. Somos de esos, son de esos ustedes. Si
critican, son de los sacerdotes, escribas y fariseos. Si se creen mejor que los
demás, si se siente autosuficiente y no necesitan ser enseñados, porque se
consideran maduros sin serlo aún, entonces son de los fariseos, de los sacerdotes
de los ancianos. Aquellos que eran los enemigos de Cristo.

O a lo mejor son del grupo de los ladrones, de aquellos que buscan siempre
beneficiarse de los demás, que buscan lograr ventajas que le generen
recompensas materiales. Son acaso de ellos. Aquellos que aparecen solo cuando
pueden lograr obtener una ganancia material. Son acaso aquellos que entregan el
diezmo no buscando despojarse y bendecir a los que menos tienen, sino que
buscando ser recompensados con el doble de lo que entregan. Si son esos, son
de los ladrones.

Pero sino pertenecen a ninguno de los grupos anteriores, entonces ustedes son
de los discípulos. Claro porque es el único grupo que queda.

Y aunque ellos se habían alejados de Jesús, no comportándose a la altura de la


ocasión, a Jesús no le importaba, porque antes se los había anticipado, escrito
está decía. Jesús sabía que luego ellos se convertirían en sus testigos, porque
Jesús creía en sus discípulos.

Y al final entonces que somos, somos creyentes o somos discípulos. Cómo nos
catalogamos, creemos no más, y cuando escuchamos que hay que tomar la cruz y
negarnos a nosotros mismos desechamos el mandamiento.

Cristo no quiere creyentes, él desea discípulos. Él dijo ir y haced discípulos no dijo


ir y haced creyentes, dijo discípulos.

No dijo simpatizantes, dijo discípulos.

Porque mi sacrificio vale discípulos.

Porque un amor tan grande en sacrificio, demanda de nosotros sacrificio.

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