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A lo largo de la historia han existido impuestos realmente singulares. Sin ir más lejos, en el
siglo XVII Inglaterra impuso un gravamen sobre los edificios en función del número de
ventanas, así como al uso de sombreros.
GIPTO
Durante los varios reinos de los faraones egipcios, los recaudadores de impuestos eran conocidos como escribas.
En un período los escribas impusieron un impuesto en el aceite de cocina. Para asegurarse de que los ciudadanos
no estaban burlando el impuesto, los escribas auditaban las cantidades apropiadas de aceite de cocina que eran
consumidas, y que los ciudadanos no estaban usando residuos generados por otros procesos de cocina como
sustitutos para el aceite gravado.
GRECIA
En tiempos de Guerra los atenienses creaban un impuesto conocido como eisfora. Nadie estaba exento del
impuesto, que era usado para pagar gastos especiales de guerra. Los griegos fueron una de las pocas sociedades
capaces de rescindir el impuesto una vez que la emergencia de guerra había pasado. Cuando por el esfuerzo de
guerra se generaban ingresos adicionales, los recursos eran utilizados para devolver el impuesto.
Atenas imponía un impuesto mensual de censo a los extranjeros-gente que no tenían madre y padre atenienses- de
un dracma para hombres y medio dracma para mujeres. El impuesto era llamado metoikion.
IMPERIO ROMANO
Los primeros impuestos en Roma fueron derechos de aduana de importación y exportación llamados portoria.
César Augusto fue considerado por muchos como el más brillante estratega fiscal del Imperio Romano. Durante su
gobierno como “Primer Ciudadano”, los publicanos fueron virtualmente eliminados como recaudadores de
impuestos por el gobierno central. Durante este período se dio a las ciudades la responsabilidad de recaudar
impuestos. César Augusto instituyó un impuesto sobre la herencia a fin de proveer fondos de retiro para los
militares. El impuesto era de 5% para todas las herencias, exceptuando donaciones para hijos y esposas.
Los ingleses y holandeses se referían al impuesto de Augusto sobre la herencia para desarrollar sus propios
impuestos sobre herencias.
Durante el tiempo de Julio César se impuso un impuesto de un uno por ciento sobre las ventas. Durante el tiempo
de César Augusto el impuesto sobre las ventas era de un 4% y de un 1% para todo lo demás.
San Mateo fue un publicano (recaudador de impuestos) en Cafarnaum durante el reino de César Augusto. Él no era
de los viejos publicanos sino un contratado por el gobierno local para recaudar impuestos.
En el año 60 D.C., Boadicea, reina de la Inglaterra Oriental, dirigió una revuelta que puede ser atribuída a corruptos
recaudadores de impuestos en las islas británicas. Se afirma que su revuelta ocasionó la muerte de todos los
soldados romanos en cien kilómetros a la redonda, ocupó Londres y ocasionó más de 80,000 muertos. La Reina
pudo reclutar un ejercito de 230,000 hombres. La revuelta fue aplastada por el Emperador Nerón, y ocasionó el
nombramiento de nuevos administradores para las Islas Británicas.
GRAN BRETAÑA
El primer impuesto comprobado en Inglaterra tuvo lugar durante la ocupación por el Imperio Romano.
Lady Godiva
La Sra. Godiva fue una mujer anglosajona que vivió en Inglaterra durante el siglo XI. De acuerdo con la leyenda, el
esposo de la Sra. Godiva, Leofric, Barón de Mercia, prometió reducir los altos impuestos que había establecido
sobre los residentes de Coventry, cuando ella accedió a cabalgar desnuda por las calles de la ciudad.
Cuando cayó Roma, los reyes sajones impusieron impuestos, conocidos como Danegeld, sobre tierras y
propiedades. Los reyes impusieron asimismo sustanciales derechos de aduana.
La Guerra de los cien años (el conflicto entre Inglaterra y Francia) comenzó en 1337 y terminó en 1453. Uno de los
factores claves que renovó la lucha en 1369 fue la rebelión de los nobles de Aquitania contra las opresivas políticas
fiscales de Edward, El Príncipe Negro.
Los impuestos durante el siglo XIV eran muy progresistas. La encuesta sobre el impuesto de 1377 mostró que el
impuesto sobre el Duque de Lancaster era 520 veces mayor que el que gravaba al campesino corriente.
Bajo los primeros esquemas fiscales se impusieron impuestos a los acaudalados, los que tenían cargos públicos, y
el clero. Se gravó a los comerciantes con un impuesto sobre los bienes muebles. Los pobres pagaban poco o ningún
impuesto.
Carlos I fue finalmente acusado de traición, y decapitado. Sin embargo, sus problemas con el Parlamento resultaron
a causa de un desacuerdo, en 1629, sobre los derechos de imponer impuestos otorgados al Rey y los otorgados al
Parlamento.
El mandato real establecía que a los individuos se les gravaría de acuerdo con su posición y recursos. De ahí que la
idea de impuesto progresivo sobre los que tenían capacidad para pagar se desarrolló muy temprano.
Otros impuestos notables impuestos durante este período fueron los de la tierra y otros diversos sobre consumo.
Para pagar al ejercito mandado por Oliver Cromwell, el Parlamento, en 1643, impuso impuestos sobre consumo de
artículos esenciales (granos, carnes, etc.) Los impuestos por el Parlamento allegaron aun más fondos que los
impuestos por Carlos I, especialmente de los pobres. El impuesto sobre el consumo fue muy regresivo, pesando
tanto sobre los pobres que ocasionó los motines de Smithfield en 1647. Los disturbios ocurrieron porque los nuevos
impuestos disminuyeron la capacidad que tenían los trabajadores rurales de comprar trigo, al extremo de que una
familia de cuatro moriría de inanición. Además del impuesto sobre consumo, fueron cercadas las tierras comunes
usadas por los campesinos para cazar, y les fue prohibido hacerlo. (¡Viva Robin Hood!)
Un precursor del impuesto moderno que hoy conocemos, fue creado por los británicos en 1800, para financiar la
guerra contra Napoleón. El impuesto fue abolido en 1816, y sus oponentes, que pensaban que sólo debía ser usado
para financiar guerras, querían que todos los informes sobre el impuesto fueran destruídos, junto con su abolición.
Los informes fueron quemados públicamente por el Secretario del Tesoro, pero se conservaron copias en los
sótanos del Tribunal de Impuestos.
AMERICA COLONIAL
L:os colonos pagaban impuestos según la Ley de Melados, que fue modificada en 1764 para incluír derechos de
importación sobre melados extranjeros, azúcar, vino, y otros artículos. La nueva legislación fue conocida como Ley
del Azúcar.
Debido a que la Ley del Azúcar no rendía cantidades sustanciales de ingresos, se añadió la Ley del Timbre de
1765. La Ley del Timbre imponía impuesto directo sobre todos los periódicos impresos en las colonias y la
mayoría de los documentos comerciales y legales.
En 1794, colonos al occidente de las Alleghenies, en oposición al impuesto de 1791 sobre consumo, de Alexander
Hamilton , comenzaron lo que es ahora conocida como “La Rebelión del Whiskey”, un impuesto sobre consumo
que era considerado discriminatorio y los colonos se rebelaron contra los recaudadores de impuestos.
Eventualmente el Presidente Washington envió tropas para extinguir los motines. Aunque dos colonos fueron
condenados por traición, el Presidente les concedió perdón.
En 1798 el Congreso promulgó el Impuesto sobre la Propiedad, para pagar la expansión del Ejército y la Marina en
caso de una posible guerra con Francia. El mismo año, John Fries comenzó lo que es conocido como “La Rebelión
de Fries”, en oposición al nuevo impuesto. Nadie resultó herido o muerto en la insurrección y Fries fue arrestado
por traición, pero fue eventualmente perdonado por el Presidente Adams en 1800. Sorprende el hecho de que Fries
fue el líder de una unidad de milicias llamada para suprimir la “Rebelión del Whiskey”.
Fue en 1812 que se sugirió el primer impuesto en Estados Unidos. El impuesto estaba basado en la Ley Británica
de Impuestos de 1798 y aplicaba tasas progresivas a los ingresos. Las tasas eran de .08% en ingresos superiores a
60 libras esterlinas, y 10% en ingresos superiores a 200 libras esterlinas. El impuesto se elaboró en 1814, pero
nunca se impuso, porque el Tratado de Ghent fue firmado en 1815, terminando las hostilidades y la necesidad de
ingresos adicionales.
La ley de impuestos de 1861 proponía que “se gravará, recaudará y pagará, sobre el ingreso anual de todas las
personas residentes de Estados Unidos, que se derive de cualquier tipo de propiedad, ocupación profesional,
empleo, o vocación efectuada en Estados Unidos o cualquier otro lugar, o de cualquier otra fuente.”
La Ley de Impuestos de 1861 fue aprobada, pero nunca implementada. Las tasas según la ley eran de 3% sobre
ingresos de más de $800.00, y de 5% sobre individuos viviendo fuera de Estados Unidos.
La Ley de Impuestos fue aprobada y firmada por el Presidente Lincoln en Julio 1o de 1862. Las tasas eran de 3%
sobre ingresos mayores de $600.00 y de 5% sobre ingresos mayores de $10,000.00. La renta o valor de renta de su
hogar podía ser deducida de los ingresos para determinar la obligación tributaria. El Comisionado de Impuestos
declaró “El pueblo de este país lo ha aceptado con júbilo, para afrontar una exigencia temporal, y no ha provocado
serias quejas en esta Administración”. La aceptación fue debida mayormente debido a la necesidad de ingresos para
financiar la guerra civil.
Aunque la gente aceptó el impuesto de buena gana, no fue alto su cumplimiento. Las cifras dadas después de la
guerra civil, indicaban que 276,661 personas llenaron en realidad las declaraciones de impuestos en 1870, (el año
que tuvo más declaraciones), cuando la población del país era de aproximadamente 38 millones.
La ley de impuestos de 1864 fue aprobada para allegar ingresos adicionales en apoyo de la guerra civil.
El Senador Garret Davis, al comentar el principio guía de los impuestos, mencionó el “reconocimiento de la idea de
que los impuestos deben ser pagados de acuerdo con la capacidad de la persona para pagar”.
La tasa de impuestos para la Ley de Impuestos de 1864 era de 5% para ingresos entre $600.00 y $5,000.00, 7.5%
para ingresos entre $5001.00 y $10,000, y de 10% para ingresos mayores de $10,000.00. La deducción de renta o
valor de renta fue limitada a $200.00. Se permitió una deducción para reparaciones.
Con el final de la guerra civil, la aceptación placentera de los impuestos se desvaneció. La ley de impuestos de
1764 fue modificada después de la guerra. Las tasas fueron cambiadas a un 5% fijo con la cifra de exención
elevada a $1,000.00. Se hicieron algunas tentativas para hacer permanente el impuesto, pero para 1869 “no había
hombre de negocios que pudiera pasar el día sin sufrir de esas cargas” (The Times). De 1870 a 1872 la tasa era un
2.5% fijo y la cifra de exención se elevó a $2,000.00.
El impuesto fue derogado en 1872 y en su lugar fueron establecidas significativas restricciónes de tarifas que
fungieron como la mayor fuente de ingresos para los Estados hasta 1913. En 1913 se aprobó la décimo sexta
enmienda, que concedía autoridad al Congreso para gravar los ingresos de la ciudadanía derivadas de cualquier
fuente.
Debe notarse que la Ley de Impuestos de 1864 fue cuestionada varias veces. El Tribunal Supremo unánimemente
apoyó el impuesto. Después de la guerra el impuesto fue declarado inconstitucional por el mismo Tribunal, porque
representaba un impuesto directo sobre el ciudadano, que no estaba permitido según la Constitución.
1930s
Durante los 1930, los impuestos federales individuales nunca fueron mayores del 1.4% del PDB . Los impuestos a
las corporaciones nunca fueron más del 1.6 % del PDB. En 1990, esos mismos impuestos eran 8.77 y 1.9% del
PDB respectivamente.
He aquí alguna información interesante sobre la Ley de Contribuciones de la Seguridad Federal (FICA). Gracias a
Harold Eyer por señalar este sitio.
Hojas sobre hechos: Impuestos
Los sistemas de impuestos federales, estatales y locales se han señalado por cambios significativos al paso de los
años, en respuesta a circunstancias cambiantes y a cambios en el papel del Gobierno. El tipo de impuestos
recaudados, sus proporciones relativas, y la magnitud de los ingresos recaudados son todos muy diferentes de lo
que eran hace 50 o 100 años. Algunos de esos cambios podían vincularse a eventos históricos específicos, tales
como la guerra o la aprobación de la Décimo Sexta Enmienda de la Constitución, que otorgaba al congreso el poder
de gravar con un impuesto el ingreso personal. Otros cambios fueron más graduales, respondiendo a cambios en la
sociedad, en nuestra economía, y los papeles y responsabilidades que el gobierno se ha atribuído.
Tiempos coloniales
Por la mayor parte de la historia de nuestra nación, los contribuyentes individuales raramente han tenido algún
contacto significativo con las autoridades fiscales federales, ya que los más de los ingresos fiscales del gobierno
federal se derivaban de impuestos sobre consumo, tarifas, y derechos de aduana. Antes de la guerra revolucionaria,
el gobierno colonial tenía sólo una necesidad limitada de ingresos, puesto que cada una de las colonias tenía
mayores responsabilidades y por lo tanto más necesidades de ingresos, las que afrontaban con distintos tipos de
impuestos. Por ejemplo, las colonias sureñas gravaban principalmente las importaciones y exportaciones, las
colonias del centro a veces imponían un impuesto sobre la propiedad y uno “por cabeza” o impuesto censual,
gravando a cada varón adulto, y las colonias de Nueva Inglaterra recaudaban ingresos principalmente a través de
impuestos sobre bienes inmuebles, impuesto sobre consumo, e impuestos basados en la ocupación.
La necesidad que tuvo Inglaterra de pagar sus guerras con Francia la condujo a imponer una serie de impuestos
sobre las colonias americanas. En 1765, el Parlamento inglés aprobó la Ley del Timbre, que fue el primer impuesto
gravando directamente a las colonias americanas, y después el Parlamento impuso un impuesto al té. Aunque los
colonos estaban forzados a pagar esos impuestos, carecían de representación en el Parlamento Inglés. Esto condujo
al grito de movilización de la Revolución Americana – “Impuestos sin representación es tiranía” y estableció una
preocupación persistente en cuanto a impuestos como parte de la cultura americana.
Los artículos de la Confederación, aprobados en 1781, reflejaban el temor Americano a un gobierno central fuerte,
y por tanto retuvieron mucho del poder político en los Estados. El Gobierno Nacional tiene pocas
responsabilidades, y carece de sistema de impuestos nacional, basándose en aportaciones de los Estados para sus
ingresos. Bajo esos artículos, cada Estado era un entidad soberana y podía gravar impuestos como quisiese.
Cuando la Constitución fue adoptada en 1789, los padres fundadores reconocieron que ningún gobierno podía
funcionar si dependía completamente de otros gobiernos. Para sus recursos, pues, se concedió autoridad al
Gobierno Federal de establecer impuestos. La Constitución dotó al Congreso con el poder de “establecer y recaudar
impuestos, derechos, impuestos sobre consumo, pagar deudas y proveer a la defensa y bienestar general de Estados
Unidos”. Siempre en guardia contra el poder del Gobierno Central para eclipsar el poder de los Estados, la
recaudación de impuestos quedó como responsabilidad de los gobiernos estatales.
Para pagar las deudas de la Guerra revolucionaria, el Congreso estableció impuestos sobre consumo de licores
destilados, tabaco y rapé, azúcar refinada, carruajes, propiedad vendida en subastas, y diversos docmentos legales.
Aún en los primeros días de la República, sin embargo, los propósitos sociales influyeron sobre lo que sería
gravado. Por ejemplo, Pennsylvania decretó un impuesto de consumo “para restringir su uso inmoderado a
personas de bajas circunstancias”. Los dueños de propiedades dieron apoyo adicional a ese impuesto específico,
pues esperaban así mantener a bajo nivel las tasas de impuestos a la propiedad, ofreciendo un ejemplo temprano de
las tensiones políticas que subyacen las decisiones sobre política de impuestos.
Aunque las políticas sociales a veces gobernaron el curso de las políticas fiscales aun en los días tempranos de la
República, la naturaleza de esas políticas no se extendieron a la recaudación de impuestos a fin de igualar ingresos
y fortunas, o con el propósito de redistribuir ingresos o fortuna. Según escribió Thomas Jefferson refiriéndose a la
cláusula del “bienestar general”:
Tomar de alguien, porque se piensa que su propia industria y la de su padre han adquirido demasiado, a fin de
salvar para otros (o sus padres) que no ejercieron la misma industria y habilidad, es violar arbitrariamente el primer
principio de la asociación, “garantizar a todos un ejercicio libre de su industria y los frutos por ella adquiridos”.
Con el establecimiento de la nueva nación, los ciudadanos de las varias colonias tenían ahora una adecuada
representación democrática, sin embargo muchos americanos aún se oponían y resistían impuestos que estimaban
injustos o impropios. En 1794, un grupo de granjeros del suroeste de Pennsylvania se opuso físicamente al
impuesto del whiskey, forzando al Presidente Washington a enviar tropas federales para extinguir la rebelión del
whisky, estableciendo así el importante precedente de que el gobierno federal estaba decidido a imponer sus leyes
fiscales. La rebelión del whisky también confirmó, sin embargo, que la resistencia a impuestos injustos o más altos,
que condujo a la declaración de independencia, no se evaporaba con la formación de un gobierno nuevo,
representativo.
El gobierno federal impuso los primeros impuestos directos en los propietarios de casas, tierras, esclavos, y
haciendas. Estos impuestos eran llamados directos porque son impuestos recurrentes pagados directamente al
gobierno por el contribuyente, basado en el valor del artículo que es la razón del impuesto.. El tema de los
impuestos directos, en oposición a los indirectos, jugó un papel crucial en la evolución de la política de impuesto
federal en los años siguientes. Cuando Thomas Jefferson fue electo presidente en 1802, los impuestos directos
fueron abolidos y por los siguientes 10 años no hubo impuestos de ingresos internos más que los impuestos sobre
consumo.
Para allegar dineros para la guerra de 1812, el Congreso impuso impuestos adicionales sobre consumo, elevó
ciertos derechos aduanales, y allegó fondos mediante la emisión de bonos de tesorería. En 1918 el Congreso abolió
esos impuestos y por los siguientes 44 años el Gobierno Federal no recaudó ingresos internos. En su lugar, el
Gobierno recibió los más de sus ingresos a través de altos derechos de aduana y la venta de tierras públicas.
La Guerra Civil.
Cuando estalló la Guerra Civil, el Congreso aprobó la Ley de Ingresos de 1861, que restauró anteriores impuestos
sobre consumo e impuso impuestos sobre ingresos personales. El impuesto dispuso un gravamen de 3% sobre todos
los ingresos superiores a $800.00 al año. Este impuesto sobre ingreso personal fue una nueva dirección para un
sistema de impuesto federal basado principalmente en impuestos sobre consumos y derechos de aduana. Ciertas
inconveniencias del impuesto fueron rápidamente reconocidas por el Congreso y por tanto ninguno fue recaudado
hasta el año siguiente.
Hacia la primavera de 1862 se hizo claro que la guerra no terminaría rápidamente y con la deuda de la Unión
aumentando a un ritmo de $2 millones diarios, fue igualmente claro que el Gobierno Federal necesitaría ingresos
adicionales. En Julio 1, 1862, el Congreso aprobó nuevos impuestos sobre consumo en artículos como juegos de
naipes, pólvora para armas, plumas, telegramas, hierro, cuero, pianos, yates, mesas de billar, drogas, medicinas de
patentes, y whisky. Muchos documentos legales fueron también gravados, y se cobraron derechos de licencia sobre
casi todas las profesiones y ocupaciones.
La ley de 1862 hizo también importantes reformas al impuesto federal sobre ingresos, que presagiaron rasgos
importantes del impuesto actual. Por ejemplo, se legisló una estructura de dos niveles, con tasas de gravamen de
3% sobre ingresos de hasta $10,000.00, e ingresos mayores gravados a un 5%. Se aprobó una deducción normal de
$600.00 y una variedad de deducciones fueron hechas adecuadas a cosas como rentas de alquiler, reparaciones,
pérdidas, y otros impuestos pagados. Además, a fin de asegurar una recaudación puntual, los impuestos fueron
“retenidos en la fuente” por los empleadores.
La necesidad de ingresos federales declinó rápidamente después de la guerra, y la mayoría de los impuestos fue
abolida. Hacia 1868, la fuente principal de ingresos gubernamentales se derivaba de los impuestos sobre alcohol y
tabaco. El impuesto sobre ingresos fue abolido en 1872. De 1868 a 1913, casi el 90% de todos los ingresos se
recaudaba de los impuestos de consumo todavía vigentes.
La Enmienda 16.
De acuerdo con la Constitución, el Congreso sólo podía gravar con impuestos directos si eran decretados en
proporción a la población de cada Estado. De tal manera que cuando un impuesto federal uniforme fue promulgado
en 1894, fue inmediatamente impugnado y en 1895 el Tribunal Supremo lo declaró inconstitucional, porque era un
impuesto directo no proporcionado de acuerdo a la población de cada Estado.
Careciendo de los fondos de un impuesto sobre ingresos y con rígida resistencia contra toda otra forma de
impuestos internos, desde 1896 hasta 1910 el Gobierno Federal dependía fuertemente de altas tarifas para sus
recaudaciones. La Ley de Ingresos de Guerra de 1899 trató de levantar fondos para la Guerra Hispano-Americana
mediante la venta de bonos, impuestos sobre instalaciones de recreo usadas por los obreros, y prodigó impuestos
sobre la cerveza y el tabaco. Inclusive se creó un impuesto para la goma de mascar. La ley expiró en 1902, de
manera que las entradas de impuestos federales descendieron de un 1.7% a un 1.3% del PDB.
Mientras que La Ley de Ingresos de Guerra volvió a fuentes tradicionales de ingresos de acuerdo con la decisión de
1895 del Tribunal Supremo en cuanto a impuesto sobre ingresos, el debate sobre fuentes alternativas de ingresos se
mantuvo intenso. La nación se hacía crecientemente consciente de que las altas tarifas e impuestos sobre consumo
no eran política económica sana y frecuentemente gravaban desproporcionalmente a los menos favorecidos. Se
presentaron propuestas por congresistas de áreas rurales para reinstaurar el impuesto sobre ingresos, pues sus
electores temían un impuesto federal sobre las propiedades, especialmente sobre la tierra, como reemplazo por los
impuestos sobre consumo.
Eventualmente el debate sobre el impuesto a ingresos enfrentó a congresistas del sur y del oeste, representando
áreas mayormente agrícolas y rurales contra el industrial noreste. El debate produjo un acuerdo que pedía un
impuesto, llamado impuesto al consumo, que se impondría a los ingresos de los negocios, y una enmienda
constitucional que permitiera al Gobierno Federal gravar con impuestos los legítimos ingresos individuales,
independientemente de la población de cada Estado.
Hacia 1913, 36 Estados habían ratificado la Enmienda Constitucional 16. En Octubre el Congreso aprobó un nuevo
impuesto sobre ingresos con tasas comenzando por un 1% y subiendo hasta un 7% para contribuyentes con
ingresos que excedieran $500,000.00. Menos de un 1% de la población pagaba impuesto sobre ingresos por aquel
entonces. El modelo 1040 fue establecido como la declaración normal de impuestos que, aunque cambiada en
muchas formas a través de los años, permanece en uso hoy día.
Uno de los problemas con la ley de impuesto sobre ingresos fue cómo definir ingreso “legítimo”. El Congreso
resolvió este problema enmendando la ley en 1916 y suprimiendo la palabra “legítimo” al definir ingresos. Como
resultado, todos los ingresos estaban sujeto a gravamen, aunque fuera obtenido por medios ilegales. Algunos años
después el Tribunal Supremo declaró que la quinta enmienda no podía ser usada por contrabandistas y otros que
derivaban ingresos con actividades ilegales, a fin de eludir el pago de impuestos. En consecuencia, muchos que
infringieron varias leyes asociadas con actividades ilícitas, y pudieron escapara a la justicia por esos crímenes,
fueron encarcelados por evasión de impuestos.
Con anterioridad a la promulgación del impuesto sobre ingresos, muchos ciudadanos pudieron proseguir sus
asuntos financieros sin conocimiento directo del Gobierno. Individuos ganaban sus salarios, los negocios ganaban
sus utilidades, y la fortuna era acumulada o gastada con poca o ninguna interacción con entidades gubernamentales.
El impuesto sobre ingresos cambió fundamentalmente esta relación, dando al Gobierno el derecho y la necesidad
de conocer todas las formas de la vida económica de individuos o negocios. El Congreso reconoció la inherente
intromisión del impuesto sobre ingresos en los asuntos personales de los contribuyentes y así, en 1916, proveyó a
los ciudadanos con algún grado de protección, al requerir que la información de impuestos sobre ingresos fuera
mantenida confidencial.
La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial incrementó grandemente la necesidad de ingresos y el
Congreso respondió aprobando la Ley de Ingresos de 1916. La Ley de 1916 aumentó la menor tasa de impuestos
de un 1 a un 2 por ciento, y elevó la tasa mayor al quince por ciento en contribuyentes con ingresos de más de $1.5
millones de dólares. La ley de 1916 también impuso gravámenes en haciendas y ganacias comerciales excesivas.
Impulsado por la Guerra y mayormente financiado por el Nuevo impuesto sobre ingresos, hacia 1917 el
Presupuesto Federal era casi igual al presupuesto total de todos los años entre 1791 y 1916. Con necesidad de aún
mas ingresos, la Ley de Ingresos de Guerra disminuyó las exenciones y aumentó grandemente las tasas de
impuestos. En 1916, un contribuyente necesitaba un ingreso gravable de $1.5 millones para pagar una tasa de 15%.
Hacia 1917, un contribuyente con sólo $40,000.00 afrontaba una tasa de 16% y el individuo con $1.5 millones .
afrontaba una tasa de impuestos de 67%.
Otra ley sobre ingresos fue aprobada en 1918, que una vez más aumentó los impuestos, esta vez elevando la tasa
más baja hasta un 6%, y la más alta a un 77%. Estos cambios aumentaron el ingreso de $716 millones en 1916 a
3,600 millones en 1918, que representaba alrededor de un 25% del PDB. Sin embargo, aún en 1918, sólo un cinco
por ciento de la población pagaba impuestos sobre ingresos, y aún así el impuesto sobre ingresos cubría una tercera
parte del costo de la guerra.
La economía floreció durante los 1920s, a lo que siguieron recaudaciones crecientes del impuesto sobre ingresos.
Esto permitió al Congreso disminuir los impuestos cinco veces, finalmente regresando a la tasa menor de un 1% y a
disminuyendo la mayor a un 25%, reduciendo la carga del Presupuesto Federal como parte del PDB a un trece por
ciento. Al disminuir las tasas de gravámenes, y declinar las recaudaciones de impuestos, la economías se fortaleció
aún más.
En Octubre de 1929 el desplome del mercado de valores marcó el inicio de la gran depresión. A, reducirse la
economía, se redujeron también los ingresos del Gobierno. En 1932 el Gobierno Federal recaudó sólo $1.900
millones, comparado con $6.600 millones en 1920. Ante los crecientes déficits presupuestales, que alcanzaron
$2,700 millones en 1931, el Congreso siguió la prevaleciente sabiduría económica de ese tiempo, y aprobó la Ley
de Impuestos de 1932, que aumentó dramáticamente las tasas de impuestos una vez más. Esto fue seguido de otro
aumento de impuestos en 1936 que mejoró nuevamente las finanzas gubernamentales a tiempo que debilitaba más
la economía. Hacia 1936 la tasa de impuestos más baja había alcanzado un 4% y la máxima hasta un 79%. En 1939
el Gobierno codificó sistemáticamente las leyes de impuestos de forma que todas las subsiguientes legislaciones
impositivas hasta 1954 enmendaron ese código básico. La combinación de una economía deprimida y los repetidos
aumentos de impuestos elevaron la carga de impuestos gubernamentales a un 6.8% del PDB hacia 1940.
El estado de la economía durante La Gran Depresión condujo en 1935 a la aprobación de la Ley de Seguridad
Social. La ley proveía pagos conocidos como “compensación por desempleo”, a los trabajadores que hubieran
perdido sus trabajos. Otras secciones de la ley daban ayuda pública a los ancianos, los necesitados, los
incapacitados y a ciertos menores. Estos programas fueron financiados por un impuesto de 2%, mitad del cual sería
deducido directamente del pago del empleado y la otra mitad recaudado de los empleadores a favor de los
empleados. Este impuesto era recaudado de los primeros $3,000 del salario o sueldo del empleado.
Aún antes de que Estados Unidos entrará en la Segunda Guerra Mundial, los crecientes gastos para la defensa y la
necesidad de dineros para ayudar a los oponentes a la agresión del Eje, condujo a la aprobación en 1940 de dos
leyes de impuestos que aumentaron los impuestos personales y de corporaciones, a las que siguió un nuevo
aumento de impuestos en 1941. Hacia el fin de la guerra, la naturaleza del impuesto sobre ingresos había sido
cambiada fundamentalmente. La reducción en los niveles de exención significaba que los contribuyentes con
ingresos gravados de sólo $500.00 tenian la más baja tasa de impuestos de un 23%, mientras que contribuyentes
con ingresos de más de $1 millón afrontaban una tasa de un 94%. Esos cambios de impuestos aumentaron las
recaudaciones de $8,700 millones en 1941 a $45,200 millones en 1945. Aun con una economía estimulada por la
producción de tiempos de guerra, los impuestos federales como parte del PDB crecieron de un 7.6% en 1941 a un
20.4% en 1945. Más allá de las tasas y recaudaciones, sin embargo, otro aspecto que cambió en el impuesto sobre
ingresos fue el aumento en el número de contribuyentes de 4 millones en 1939 a 43 millones en 1945.
Otro rasgo importante que cambió en el impuesto sobre ingresos fue la vuelta a la retención de ese impuesto como
se había hecho en la Guerra Civil. Esto facilitó grandemente la recaudación del impuesto tanto para el
contribuyente como para la Oficina de Ingresos Internos. Sin embargo, también redujo grandemente la percepción
del contribuyente de la cantidad de impuesto que estaba siendo recaudada, es decir, redujo la transparencia del
impuesto, lo que facilitó aumentar impuestos en el futuro.
Las rebajas de impuestos que siguieron a la Guerra redujeron la carga de impuestos federales, como proporción del
PDB, de un máximo de 20.9% en 1944 a un 14.4% en 1950. Sin embargo, la Guerra de Corea creó una necesidad
de ingresos adicionales que, combinada con la extensión de la cobertura de la Seguridad Social a personas
autoempleadas, significó que para 1952 la carga de impuestos había regresado a un 19.0% del PDB.
En 1953 la Oficina de Recaudaciones Internas recibió un nuevo nombre: Servicio de Recaudaciones Internas (IRS).
El nuevo nombre fue escogido para enfatizar el aspecto de servicio de su trabajo. Para 1959, el IRS se había
convertido en la organización de contabilidad, recaudación y procesamiento de declaraciones más grande del
mundo. Se introdujeron computadores para automatizar y hacer más eficiente su trabajo y para mejorar el servicio a
los contribuyentes. En 1961 el Congreso aprobó una ley requiriendo que los contribuyentes individuales usaran su
número de seguridad social como una forma de identificar su declaración de impuestos. Para 1967, todas las
declaraciones de impuestos personales y de negocios se procesaban por medio de computadores, y para los últimos
1960s el IRS había desarrollado un método computadorizado para seleccionar las declaraciones de impuestos que
debían ser examinadas. Esto hizo que la selección de declaraciones para ser auditadas fueran más justas para el
contribuyente y permitió al IRS enfocar sus recursos de auditoría sobre aquellas declaraciones con más
probabilidad de ser auditadas.
A través de los 1950s, la política de impuestos fue crecientemente vista como un instrumento para aumentar las
recaudaciones y cambiar los incentivos en la economía, pero también como herramienta para estabilizar la
actividad de la macroeconomía. La economía permaneció como objeto de ciclos de auge y desplome y muchos
políticos aceptaron sin reparos la nueva política económica de aumentar o disminuir los impuestos y gastos para
ajustar la demanda agregada y asi suavizar el ciclo de negocios. Áun así, sin embargo, la máxima tasa de interés en
1954 permaneció a un 87% de impuesto sobre ingresos. A tiempo que el impuesto sobre ingresos experimentó
algún tipo de revisión o enmienda, casi todos los años, desde la gran reorganización de 1954, algunos años
marcaron cambios significativos. Por ejemplo, la Ley de Reforma de Impuestos de 1969 redujo las tasas de
impuesto sobre ingresos para individuos y fundaciones privadas.
Comenzando en los finales de los 1960s., y continuando a través de los 1970s., Estados Unidos experimentó
persistentes y crecientes tasas de inflación, llegando últimamente a un 13.3% en 1979. La inflación tiene un efecto
destructor en muchos aspectos de la economía, pero también puede crear caos en un sistema de impuestos sobre
ingresos, a menos que se tomen precauciones adecuadas. Específicamente, a menos que las coordenadas del
sistema de impuestos, es decir, los niveles impositivos y sus exenciones determinadas, deducciones y créditos, sean
reguladas para la inflación, un alza continua del nivel de precios moverá a los contribuyentes a más altos niveles de
contribución al reducir los valores de sus exenciones y deducciones.
Durante este tiempo los impuestos sobre ingresos no tenían regulados los indices de inflación y, movidos por una
inflación creciente, y a pesar de repetidas leyes de disminución de impuestos, la carga de impuestos se elevó de un
19.4% del PDB a un 20.8% del PDB. Combinados con altas tasas de impuestos, inflación creciente, y una pesada
carga regulatoria, esta alta carga de impuestos causó que la economía disminuyera seriamente su actuación, todo lo
cual creó las bases para la rebaja de impuestos de Reagan, también conocida como La Ley de Recuperación
Económica de 1981.
La Ley de Recuperación Económica de 1981, que disfrutó de fuerte apoyo bipartidista en el Congreso, representó
un cambio fundamental en el curso de la política federal de impuesto sobre ingresos. Promovida inicialmente
durante muchos años por el entonces representante Jack Kemp (R-NY) y el entonces senador Hill Roth (R-DE),
presentaba una reducción de un 25% en los niveles de impuestos, implementados en un plazo de tres años, y con
indices de inflación de ahí en adelante. Esto disminuyó en un 50% el nivel más alto de impuestos.
La Ley de 1981 también presentó un abandono dramático en el tratamiento de los desembolsos para plantas y
equipos que hacían los negocios, es decir, recuperación del costo de capital, o depreciación del impuesto. Hasta
entonces, la recuperación del costo de capital trataba, en términos generales, de seguir un concepto conocido como
depreciación económica, que se refiere al descenso que tienen en el valor de mercado los recursos de producción
después de un período específico de tiempo. La Ley de 1981 desplazó explícitamente el concepto de depreciación
económica, creando en su lugar el Sistema de Recuperación Acelerada de Costos, que redujo grandemente la
pérdida de incentivos que afrontaban las inversiones de negocios, y finalmente preparando el camino para el
subsiguiente auge en la formación de capital. En adición a la acelerada recuperación de costos, la Ley de 1981
instituyó un Crédito de impuestos de un 10% de la inversión, para estimular la formación adicional de capital.
Antes de la rebaja de impuestos de 1981, y en muchos círculos aún después, la opinión prevaleciente era que la
política de impuestos es más efectiva cuando modula la demanda agregada que cuando la demanda y la oferta no
concuerdan, esto es, cuando la economía va hacia la recesión o cuando se sobrecalienta. La rebaja de impuestos de
1981 representó una nueva forma de considerar la política de impuestos, aunque era de hecho un regreso a una
forma más tradicional, o neoclásica, de perspectiva económica. La idea esencial era que los impuestos tienen su
primero y principal efecto en los incentivos económicos que afrontan individuos y negocios. De modo que la tasa
de impuesto del último dólar ganado, esto es, el dólar marginal, es mucho más importante para la actividad
económica que la tasa de impuestos que afronta el primer dólar ganado o que la tasa de impuestos media.
Reduciendo las tasas de impuesto marginal, se creía que las fuerzas naturales del crecimiento económico estarían
menos restringidas. Los individuos más productivos dirigirían entonces más energías hacia actividades productivas
que hacia el ocio, y los negocios tomarían entonces ventaja de muchos más oportunidades lucrativas. También se
pensaba que al reducir las tasas de impuesto marginal, ampliaría la base impositiva puesto que entonces los
individuos dirigirían más de sus ingresos y actividades hacia formas sujetas a impuestos que hacia las exentas.
La rebaja de impuestos de 1981 representó el alejamiento de previas filosofías políticas sobre impuestos, una
explícita y deseada y la segunda por implicación. El primer cambio fue el nuevo enfoque sobre las tasas del
impuesto marginal e incentivos, como factores claves en como el sistema de impuestos afecta la actividad
económica. El segundo alejamiento político fue apartarse del impuesto sobre ingresos e ir hacia el impuesto sobre
consumo. El cobro de costos acelerado fue una manifestación de este cambio en el lado de los negocios, pero el
lado individual también vió un cambio significativo en la implementación de varios preceptos para reducir el
impuesto múltiple sobre el ahorro individual. La Cuenta de Retiro Individual, por ejemplo, fue promulgada en
1981.
Simultáneamente con la promulgación de las rebajas de impuestos en 1981, el Consejo de la Reserva Federal, con
el completo apoyo de la Administración Reagan, alteró la política monetaria a fin de traer la inflación bajo control.
Las acciones de la Reserva Federal disminuyeron la inflación más rápido y más lejos de lo que se previó en aquel
momento, y una consecuencia fue que la economía cayó en una honda recesión en 1982. Otra consecuencia del
colapso de la inflación fueron los niveles de gastos federales , que por haber sido considerados a un nivel superior a
la prevista inflación, resultaron ser muchos más altos en términos ajustados a la inflación. La combinación de las
rebajas de impuestos, la recesión, y el aumento por una vez de gastos federales ajustados a la inflación, produjo
déficits presupuestales históricamente altos que, a su vez, condujeron a un aumento de impuestos en 1984 que se
igualaban a algunas de las rebajas de impuestos dispuestas en 1981, especialmente del lado de los negocios.
Al bajar la inflación y entrar en efecto más y más de las rebajas de impuestos de la Ley de 1891, la economía
comenzó un fuerte y sostenido modelo de crecimiento. Aunque la penosa medicina de la desinflación hizo lento e
inicialmente escondió el proceso, los efectos beneficiosos de las rebajas de la tasa marginal y las reducciones de los
incentivos negativos a la inversión se enraizaron, según lo prometido.
El sistema de Seguridad Social se mantuvo esencialmente igual desde su promulgación hasta 1956. Sin embargo, a
partir de 1956 la Seguridad Social comenzó una casi continua evolución al irse añadiendo más y más beneficios,
comenzando con la adición de los beneficios del Seguro de Incapacidad. En 1958 se extendieron los beneficios a
los que dependían de trabajadores incapacitados. En 1967, los beneficios de incapacidad fueron extendidos a viudas
y viudos. Las enmiendas de 1972 proveyeron beneficios automáticos de costo de la vida.
En 1965 el Congreso promulgó el programa de Cuidados Médicos, que proveía para las necesidades médicas de
personas de 65 o más años, independientemente de sus ingresos. Las enmiendas crearon también el Programa de
Ayuda Médica, que provee asistencia médica para personas de bajos ingresos y recursos.
Por supuesto, la expansion de la Seguridad Social y la creación de Cuidados Médicos y Ayuda Médica requirieron
impuestos para ingresos adicionales, de forma que el impuesto básico sobre la nómina se aumentó repetidamente a
través de los años. Entre 1949 y 1962 la tasa de impuesto sobre la nómina ascendió continuamente desde su tasa
inicial de 2 por ciento a un 6 por ciento. Las expansiones de 1965 condujeron a mayores aumentos en la tasa
combinada de impuestos a la nómina subiendo a un 12.3% en 1980. De forma que en 31 años la carga máxima de
impuestos de la Seguridad Social aumentó de unos meros $60.00 en 1949 a $3,175.00 en 1980.
A pesar del aumento de la carga del impuesto sobre la nómina, las expansiones de beneficios que el Congreso
promulgó en años anteriores llevaron a profundas crisis de fondos en el programa de Seguridad Social en los
primeros 1980s. Eventualmente el Congreso legisló algunos pequeños cambios programáticos en los beneficios de
Seguridad Social, junto a un aumento en la tasa de impuesto sobre la nómina hasta un 15.3% en 1990. Entre 1980
y 1990, la carga máxima de impuesto sobre la nómina más que se duplicó hasta $7,849.00.
Siguiendo a la promulgación de los cambios de impuestos en 1981, 1982 y 1984, había un sentimiento creciente de
que el impuesto sobre ingresos necesitaba de una revisión más fundamental. El auge económico que siguió a la
recesión de 1982 convenció a muchos dirigentes políticos de ambos partidos que tasas de impuestos más bajas
eran esenciales a una economía fuerte, a tiempo que el constante cambio de la Ley hizo llegar a muchos una
apreciación de la complejidad del sistema de impuestos. Más aún, los debates durante este período llevaron a un
entendimiento general de las distorsiones impuestas a la economía, y la pérdida de empleos y salarios, que surgían
de las muchas peculiaridades en la definición de la base de impuestos. Se desarrolló una nueva y más amplia
filosofía de la política de impuestos de que el impuesto sobre ingresos mejoraría grandemente si se rechazaban
todas estas disposiciones especiales y se disminuían aún más las tasas de impuestos. De forma que en el mensaje de
1984 sobre el Estado de La Unión, el Presidente Reagan abogó por una reforma total del impuesto sobre los
ingresos, de forma que tuviera una base más amplia y tasas más bajas, y fuera más justo, más simple y más
consistente con la eficiencia económica.
La culminación de este esfuerzo fue la Ley de Reformas de Impuestos de 1986, que disminuyó la más alta tasa de
impuesto estatutorio desde un 50% a un 28%, a la vez que el impuesto sobre las corporaciones fue reducido de un
50 a un 35%. El número de niveles de impuestos fue reducido y la exención personal y las cantidades de deducción
normal fueron aumentadas y reguladas de acuerdo con la inflación, aliviando así a millones de contribuyentes de
cualquier carga de impuesto federal. Sin embargo, la Ley también creó nuevos impuestos mínimos alternativos,
personales y de corporaciones, que demostraron ser demasiado complicados, innecesarios y económicamente
dañinos.
La Ley de Reformas de Impuestos de 1986 fue esencialmente neutra en cuanto a ingresos, es decir, no tenía el
propósito de aumentar o disminuir los impuestos; pero pasó de los individuos a las corporaciones algunas de las
cargas impositivas. Mucho del aumento del impuesto sobre los negocios fue el resultado de un aumento en el
impuesto sobre la formación de capital de negocios. Logró algunas simplificaciones para los individuos a través de
la eliminación de cosas tales como promedio de ingresos, la deducción por el interés del consumidor, y la
deducción de los impuestos locales y estatales sobre ventas. Pero en muchos aspectos la Ley añadió complejidad al
impuesto sobre negocios, especialmente en el área de impuestos internacionales. Algunas de las disposiciones de
demasiado alcance de la Ley condujeron también a una baja en los mercados inmobiliarios, que jugaron un papel
importante en el subsiguiente colapso de la industria de Ahorros y Préstamos.
Contemplada en un contexto más amplio, la Ley de Impuestos de 1986 representó el penúltimo pago de un proceso
extraordinario de reducción de tasas de interés. En el período de 22 años de 1964 a 1986, la máxima tasa de
impuesto individual fue reducida de un 91 a un 28 por ciento. Sin embargo, a causa de que los contribuyentes de
mayores ingresos escogían cada vez más el recibir sus ingresos en forma sujeta a impuestos, y a causa de la
ampliación de la base de impuestos, la progresividad del sistema de impuestos en realidad aumentó durante este
período.
La Ley de Impuestos de 1986 también representó un regreso temporal en la evolución del sistema de impuestos.
Aunque llamado impuesto sobre ingresos, el sistema federal de impuestos ha sido en realidad, por muchos años, un
impuesto híbrido de ingreso y consumo, con el balance inclinándose hacia un impuesto de consumo ol alejándose
de él, con muchas de las principales leyes de impuestos. La Ley de Impuestos de 1986 inclinó el balance, una vez
más, hacia el impuesto sobre ingresos. De mayor importancia en este sentido fue el regreso a referencias a la
depreciación económica en la formulación del sistema de recuperación de costo de capital, y las significativas
nuevas restricciones en el uso de las Cuentas de Retiro Individual.
Entre 1986 y 1990 la carga de impuesto federal se elevó, como parte del PDB, desde un 17.5 a un 18 por ciento. A
pesar del incremento en la carga general de impuestos, déficits federales persistentes, debido a todavía mayores
niveles de gasto gubernamental, crearon presiones casi constantes para aumentar los impuestos. De forma que en
1990 el Congreso aprobó un significativo aumento de impuestos presentando una tasa de impuestos máxima de 31
por ciento. Poco después de su elección, el Presidente Clinton insistió en que el Congreso aprobara un segundo
gran aumento en 1993, en el cual la máxima tasa de interés fue elevada a 36% y aun fue añadido un sobrecargo de
10%, dejando la máxima tasa de impuestos efectiva en un 39.6 por ciento. Claramente, la tendencia hacia menores
tasas de interés marginales había sido revocada, pero, como resultó más tarde, sólo temporalmente.
La ley de Alivio al Contribuyente de 1997 hizo cambios adicionales al código de impuestos, dando una modesta
rebaja de impuestos. La pieza central de la Ley de 1997 fue un significativo nuevo beneficio impositivo a ciertas
familias con niños, a través del Crédito de Impuestos por Niño. Sin embargo, el factor realmente significativo de
este alivio impositivo fue que el crédito era reintegrable a familias de más bajos ingresos. Es decir, en casos en que
la familia hubiera pagado un impuesto “negativo”, o recibido un crédito en exceso de su responsabilidad anterior a
la ley. Aunque el sistema impositivo había otorgado anteriormente créditos impositivos personales, como el Crédito
Sobre el Ingreso Ganado, el Crédito Impositivo por Niño comenzó una tendencia en la política de impuesto federal.
Los alivios impositivos anteriores fueron generalmente otorgados en la forma de tasas de impuesto menores o
aumentos en deducciones o exenciones. La Ley de 1997 lanzó una moderna proliferación de créditos impositivos
individuales y especialmente créditos reintegrables que son, en esencia, programas de gastos funcionando a través
del sistema impositivo.
Los años inmediatamente posteriores al aumento de impuestos de 1993 vieron también continuar otra tendencia que
fue, una vez más, cambiar de nuevo el balance del híbrido impuesto ingreso-consumo hacia el impuesto sobre
consumo. En este caso el movimiento fue enteramente en la parte individual, en la forma de una proliferación de
vehículos impositivos para promover ahorros de propósito específico. Por ejemplo, Las Cuentas de Ahorros
Médicos fueron promulgadas para facilitar el ahorro en gastos médicos. Se promulgó una cuenta de retiro
individual (IRA .Individual Retirement Account) para la educación, en la Sección 529 del Programa de Tutoría
Calificada, con el objeto de ayudar a los contribuyentes a pagar futuros gastos de educación. Adicionalmente, se
promulgó una nueva forma de vehículo de ahorro, llamada ROTH IRA, que se diferenciaba de otros vehículos de
ahorro como el IRA tradicional, y planes 401(k) basados en el empleador, en que las contribuciones eran hechas en
dólares posteriores al pago de impuestos y en que las distribuciones estaban libres de impuestos.
A pesar de las más altas tasas de impuestos, otros aspectos fundamentales de la economía tales como la baja
inflación y las bajas tasas de interés, un mejor cuadro internacional con el colapso de la Unión Soviética, y la
llegada de informaciones tecnológicas cuantitativamente nuevas, condujeron a fuertes resultados económicos a
través de los 1990s. Esto, a su vez, llevó a un aumento extraordinario de la carga impositiva agregada, con los
impuestos federales, en razón del PDB, llegando a una cima de postguerra de 20.08 en 2000.
Hacia 2001, los ingresos totales de los impuestos habían producido un supuesto superávit unificado de presupuesto
federal de $281,000 millones, con un acumulado superávit proyectado de $5.6 billones. Mucho de este superávit
reflejaba una creciente carga impositiva como parte del PDB, debido a la interacción de resonancias crecientes de
los ingresos y una estructura de progresivas tasas de impuestos. En consecuencia, bajo la dirección del Presidente
Bush, el Congreso detuvo los proyectados aumentos futuros de la carga de impuestos, aprobando la “Ley de Alivio
de Impuestos y Reconciliación” de 2001. La pieza central de la rebaja de impuestos de 2001 fue la recuperación de
algo del terreno perdido en los 1990s en cuanto a menores tasas de interés de impuestos. Aunque la tasa de
reducciones tendría efecto en un período de varios años, la máxima tasa de interés caerá de un 39.6 a un 33 por
ciento.
La rebaja de impuestos de 2001 representó una vuelta a un número de tendencias distintas en la política de
impuestos. Por ejemplo, amplió la Ley de Crédito de Impuestos de Apoyo Infantil, de $500.00 a $1,000.00 por
niño. También aumentó el Crédito de Impuestos a los Niños Dependientes. La rebaja de impuestos de 2001
también continuó a moverse hacia un impuesto de consumo, expandiendo una serie de incentivos de ahorros. Otro
rasgo de la rebaja de impuestos de 2001, particularmente digno de mención, es que pone los impuestos de
haciendas, regalos y saltos generacionales en un curso de eventual abolición, que es también otro paso hacia un
impuesto al consumo. Un rasgo nuevo en la rebaja de impuestos de 2001, comparada con la mayoría de las grandes
leyes de impuestos, es que está casi desprovista de clásulas de impuesto a negocios.
La rebaja de impuestos de 2001 dará fuerza adicional a la economía en los próximos años, a medida que sus
disposiciones se vayan haciendo efectivas y, en verdad, un argumento para su aprobación ha sido siempre el que es
una forma de seguro contra un revés económico. Sin embargo, ignorada por la Administración Bush y por el
Congreso, la economía ya estaba en descenso mientras la Ley estaba siendo debatida. Afortunadamente, el
descenso fue breve y poco profundo, pero ya está claro que las rebajas de impuestos que fueron aprobadas y
entraron en efecto en 2001, jugaron un papel significativo en apoyar la economía, abreviar la duración del
descenso, y prepararla para una recuperación robusta.
Una lección del descenso económico fue el peligro de considerar una economía fuerte como cosa dada. El fuerte
crecimiento de los 1990s condujo a hablar de una “nueva economía” que muchos estimaban estaba virtualmente a
prueba de recesión. La popularidad de este supuesto era fácil de entender cuando se considera que sólo ha habido
una muy leve recesión en los 18 años previos. Tomando a pecho esta lección, y a pesar de los crecientes beneficios
de la rebaja de impuestos de 2001, y las tempranas señales de recuperación, el Presidente Bush hizo un llamado, y
el Congreso aprobó, una ley de estímulo económico. La ley incluía una extensión de los beneficios de desempleo
para ayudar a aquellos trabajadores y familias que estaban tensos debido a la depresión. La ley también incluía una
disposición para proveer una temporal pero significativa aceleración de las concesiones por depreciación en las
inversiones comerciales, asegurando así que la recuperación y expansión serán fuertes y equilibradas. Es
interesante que la disposición sobre depreciación significa también que el impuesto federal sobre los negocios ha
vuelto a su tendencia hacia un impuesto sobre consumo, haciéndose paralelo una vez más a la tendencia del
impuesto individual.
Así, según los programas económicos del 2013, en Baja California se aprobaron
aumentos en las tasas de varios impuestos, como el que gravaría la explotación de
materiales pétreos, el de casinos y el de la educación media y superior.
Para el estado de Nuevo León, se aumentó la tasa del Impuesto Sobre Nóminas y la del
impuesto Predial. Y en Chiapas se reactivó el cobro de la Tenencia vehicular, luego de
un año de no cobrarse.
Pero dicen que van a ser muy cuidados del destino del gasto público, es
decir, crean leyes privativas con un destino fuera del gato público, reprueba el doctor
Mancera de entrada, y si la tenencia deriva de la ley ya abrogada es inconstitucional de
entrada, ya que su fundamento es un artículo transitorio de una ley derogada.
La persona que creó e impuesto de extracción de minerales del subsuelo
debe haber sufrido un colapso nervioso por el esfuerzo mental al idear este nuevo
tributo, o se le debe haber fundido parte de su materia gris, después de alcanzar una idea
solo superada y eso con mucho trabajo por Albert Einstein al cambiar la física con la
Teoría de la relatividad.
16. IMPUESTO POR SER GUAPO- En Japón el economista Takuro Morinaga propuso
aumentar los impuestos a los hombres solteros y físicamente agradables. La propuesta
también abarca la reducción del gravamen a los que no son tan agraciados físicamente.
De acuerdo con la propuesta de Morinaga, la población japonesa se dividiría en cuatro
categorías: los guapos, los normales, los feos, y claro los muy feos. A los primeros se
les duplicaría el pago de 'taxes', mientras que a los últimos se les reduciría en un 20%.
Un consejo de cinco mujeres, elegidas al azar, sería el encargado de catalogar a los
hombres en esas posiciones
17. IMPUESTO POR CONSUMIR DROGAS. Los 'taxes' iban de 200 dólares a tres
dólares. Aquellos que consumieran anfetaminas tenían que pagar $200, los que
preferían cocaína debían aportar $50, y aquellos que gustaran de la marihuana sólo
debían pagar $3. Durante el tiempo que estuvo activa esta medida, el gobierno local
recaudó $6 mil millones.
18. IMPUESTOS POR GRASAS SATURADAS- Como una medida para prevenir
problemas de salud entre su población, el gobierno de Dinamarca anunció en octubre de
2011 el aumento de impuestos a productos como la mantequilla o el aceite. Autoridades
locales determinaron imponer un impuesto al aceite y a la mantequilla de poco más de
16 coronas (alrededor de $2.69). El gobierno justificó esta medida argumentando una
lucha contra la obesidad y la oportunidad de mejorar la calidad de vida
19. IMPUESTO POR CONTAMINACIÓN POR VACAS. Las vacas producen grandes
cantidades de dióxido de carbono y amoniaco, según lo publicado en Infobae.com esa
cifra es muy superior a lo emitido por todos los vehículos de dicho país.
21. IMPUESTO POR OBESIDAD- En Finlandia no procedió una propuesta para cobrar
más impuestos a las personas que padecieran obesidad, esto por considerarla
discriminatoria. La medida contemplaba también cobrarles un porcentaje extra en todos
los aspectos relacionados con la salud. Según el gobierno la propuesta pretendía premiar
a los ciudadanos "que se mantienen en forma", y alentar a todos a ejercitarse y cuidar su
salud.
24. IMPUESTO A LAS VENTANAS- A finales del siglo XVII el Rey Guillermo III de
Inglaterra decidió aplicar un impuesto a todos los dueños de casas con más de seis
ventanas, para evitar este 'tax' muchos prefirieron tapar cualquier entrada de luz a sus
hogares. El dinero sería destinado a pagar los gastos de guerra de aquél país.
25. IMPUESTO POR TATUAJES- En Arkansas, a partir de 2002, se impuso un impuesto
a las personas que decidan hacerse un tatuaje. Y TAMBIÉN FALTARÍA EN MÉXICO
IMPUESTO POR PIERCING. La medida establece que los locales que ofrecen
servicios de 'piercings' y tatuajes deben cobrar 6% más de sus honorarios a los usuarios
que quieran hacerse uno.
26. Impuesto sobre bigotes y barbas, Pedro el Grande en Rusia en el siglo XVII puso este
impuesto como una medida de que buscar occidentalizar a su país, aquí podemos revivir
en aras de la amistad México rusa.
29. Impuesto ‘del crack’. Los traficantes de drogas estaban sujetos a tasas por la venta de
sustancias ilegalesque se sustentan en cada gramo de estas drogas. 3,50 dólares por
marihuana, 50 por cocaína, 200 por metadona y crack. Este impuesto desapareció en
2009.
30. Impuesto a las bengalas del 4 de julio. Una tasa anual de 15 dólares para los
propietarios de negocios que venden una lista determinada de productos, muchos de
ellos destinados a la fiesta del cuatro de julio. Eso incluye dispositivos para crear
chispas y otros ruidosos aparatos.
31. Impuesto de ventas sexuales (sex sales tax). En Utah y desde el año 2004. Los
propietarios de negocios que implican sexo explícito, o donde personas desnudas o
parcialmente desnudas realizan cualquier actividad, pagan un 10% de sus ventas.
32. Tasa de las cartas (playing card tax). Desde 1975 Maryland aplica otro 10% a la
adquisición de juegos de cartas que contentan hasta 54, y además el minorista debe
pagar una licencia anual de 3 dólares y 1 dólar adicional de honorarios para el estado de
Alabama.
33. Impuesto a los Arándanos. En Maine y desde 1997 se aplica este impuesto de un 10%
adicional a la compra de ricos arándanos procedentes de la zona en cuestión.
34. Impuesto a los abrigos de piel. Desde 2002 en Minnesota aplican un 6,5 por ciento de
la compra a la venta, envío y otros cargos financieros asociados a la venta de
determinado tipo de ropa de piel de calidad.
35. Impuesto al dispensador de gaseosa. Desde 2009 en Chicago se aplica este extraño
impuesto del 9% adicional a la compra de fuentes dispensadoras de soda, una carga que
contrasta con el escaso 3% aplicado a si tomas la misma bebida en una botella o lata.
36. Impuesto a la fruta del vending. En California existe este gravamen del 33% por
ciento del precio para la fruta dispensada en las máquinas de vending. No obstante, el
resto de la fruta fresca está exenta de impuestos en dicho estado.
37. Impuesto a las mascotas. Carolina del Norte, desde el 2009. En Durham deben
registrar sus mascotas para que puedan cobrarles el conveniente impuesto. La cantidad
en cuestión es de diez dólares si el animal esterilizado o castrado, y de 75 si no. Sólo
afecta a residentes del condado con perros o gatos de a partir de cuatro meses.
38. Impuesto del bágel (Bagel Tax). Los bollos bagel que han sido cortados en rebanadas
están sometidos a impuestos adicionales de ocho céntimos adicionales por cada uno.
Mejor comprarlos enteros y cortarlos en casa.
39. Impuesto por litigio (litigation tax). En Nueva York y desde 2008 los pleitos salen
más caros. Allí se aplica una tasa adicional de 25 dólares a todos aquellos envueltos en
un enjuiciamiento civil o criminal.
40. La tasa Nutella: en Francia, consumir chocolate puede convertirse en un hábito solo
para los bolsillos más pudientes. El Senado francés ha presentado una enmienda para
gravar en un 300% el impuesto que se aplica a los productos que contienen aceite de
palma (la famosa crema Nutella, las galletas y barritas de chocolate...). El objetivo,
restringir el consumo de grasas saturadas, y de paso, recaudar 40 millones euros más.
41. El impuesto Coca-Cola: Italia ha sido el último país en plantearse introducir un nuevo
impuesto a las bebidas alcohólicas que llevan azúcar y a los refrescos edulcorados.
Dinamarca, Finlandia, Hungría o Francia ya cuentan con una legislación contra los
azúcares.
42. El impuesto sobre la cobardía. También fue forjada en Inglaterra en tiempos de
Enrique I (años 1100-1135), Fue la contribución especial impuesta contra las personas
que optaron por no luchar por el Rey (y no sólo por razones de cobardía). En principio
fue relativamente barato, pero un siglo después subió en 300%. El impuesto se prolongó
durante unos 300 años y finalmente fue reemplazado por otros métodos de recaudación
de fondos de los militares. (Listverse.com).
44. Tener perro, un lujo. Un reporte de la revista Semana de Colombia refiere que a partir
del próximo año la alcaldía de Sant Feliu de Llobregat (localidad catalana) cobrará entre
15 y 35 euros a las personas que tengan un perro. El objetivo es mantener la ciudad
limpia y contribuir con los gastos de los expendedores de bolsas de basura para los
excrementos caninos. La cuota variaría según el tamaño y la peligrosidad de cada
animal y el tope serían 35 euros para quienes tengan un Dobermann, Rottweiler, Pitbull,
Bull terrier o Akita como mejor amigo.
48. EL DIEZMO, LA IGLESIA COMO NO. La Iglesia también resultó beneficiada con la
creación de diversos impuestos. El diezmo era la décima parte de lo que cada quien
ganaba o producía. Se distribuía de la siguiente manera: la cuarta episcopal
correspondía al obispo; la cuarta capitular era para pagar a todo el cabildo eclesiástico;
el resto del producto del diezmo se destinaba para pagar los gastos de construcción y
conservación de templos, hospitales y pago de ministros y oficiales de la catedral. Con
las indulgencias se “compraba su pedacito de cielo”, el sacerdote determinaba cuánto
había que pagar por cada pecado cometido.
49. Para los alimentos variaba cada impuesto, dependía el tipo de producto: sisa, caldos,
pulpería, grana, entre otros. El anclaje se pagaba por permanecer embarcado en los
puertos que pertenecían a la Corona. Los oficios se pagaban para comprar algún cargo
público, pero aún después de adquirido, había que pagar por mantener el puesto, era
la media anata. Todos los indios y castas debían pagar tributo, independientemente de
la capacidad contributiva.
50. Existían un sinfín de impuestos recaudados (el tabaco, los naipes, el papel sellado, el
pulque, la pólvora, el derecho de unión de armas, la navegación, la piel de cabra, y
donativos exigidos cuando la Corona tenía “alguna urgencia”) y muchos de ellos son
los antecedentes de las obligaciones que hoy en día debemos seguir cumpliendo, sólo
cambió la institución a la que hay que mantener.
Ministerio de hacienda.-S.A.S. el general, presidente de la República se ha servido
dirigirme el decreto que sigue:
Antonio López de Santa-Anna, etc., sabed: Que en uso de las facultades que la
nacion se ha servido conferirme, he tenido á bien decretar lo siguiente:
Art. 1. Se establece una contribución por las puertas y ventanas exteriores de los
edificios urbanos y rústicos de la República.
4. Toda casa construida con piedra, ladrillo ó adobe fuera de las garitas de las ciudades,
villas y pueblos, ya sea en sitio próximo á éstos ó en despoblado, pagarán un real por
cada puerta y cuatro octavos por cada ventana exterior. Las casas situadas de la misma
manera, fabricadas de cualquiera otra materia, pagarán cuatro octavos por contribucion
de cada puerta y dos por cada ventana exterior. Las casas de los jornaleros y gentes
pobres, formadas con adobes, caña, palma ó cualquiera otra materia semejante, quedan
exceptuadas de la contribucion de que se trata.
6. Esta contribucion la pagarán los inquilinos, ó los propietarios cuando vivan en sus
propias casas. Por el tiempo que éstas estén deshabitadas, no se cobrará la presente
contribucion, de la que igualmente quedan exceptuadas las fincas nacionales, las
iglesias , palacios episcopales, casas municipales, conventos de religiosos de ambos
sexos, hospitales, hospicios, escuelas gratuitas y colegios que dependan del gobierno ó
de las sagradas mitras.
Por ejemplo, un hombre apuesto, con ingresos importantes, sería castigado con un
aumento de 80% por permanecer soltero. Esta idea políticamente incorrecta, según su
ideólogo,
En Bucarest, Rumania, se determinó el 2011 que las personas que se dedican a la
brujería y clarividencia, deben pagar un impuesto del 16% de todos sus ingresos,
además de aportar al servicio de salud y jubilación, para tener acceso a esos servicios.
Por otro lado, estos dos últimos, son impuestos que existieron hace muchos años. En
Reino Unido, durante el siglo XVII, se creó un impuesto sobre los sombreros, donde los
que usaran sombreros y los vendedores de ellos debían pagar un porcentaje extra.
El impuesto fue diseñado simplemente para que el gobierno recolectara más dinero
en concordancia con la pobreza o riqueza de las personas. Se asumía que las personas
con mayor capital tenían muchos sombreros, muchos de ellos muy caros. Los más
pobres por otra parte, sólo tenía uno o ninguno. En el siglo XVII, Inglaterra impuso un
gravamen sobre los edificios en función del número de ventanas.
Principalmente los gobiernos se justifican con que estos impuestos ayudan al medio
ambiente, a la salud y a la disminución de ciertas actividades.
En Nueva Zelanda, se creó un impuesto por contaminación por vacas, con el fin de
frenar el crecimiento del ganado, ya que las vacas producen mucho dióxido de carbono
y amoníaco.
En Francia, consumir chocolate puede llegar a ser un lujo. Se presentó una enmienda
para gravar en un 300% el impuesto a productos que contienen aceite de palma (crema
Nutella, galletas y chocolates) llamada Tasa Nutella, con el objetivo de restringir el
consumo de grasas saturadas y, de paso, recaudar 40 millones de euros más.
Hay un gravamen a las grasas saturadas, para prevenir problemas de salud como la
obesidad, en la población de Dinamarca. Fue anunciado el 2011, diciendo que se subiría
el impuesto a productos como la mantequilla y el aceite, de más o menos US$2,69.
Mientras tanto, Finlandia quiso abordar el tema de la alimentación de manera aún más
drástica: se intentó crear un impuesto por obesidad, pero se desechó por considerarse
discriminatoria.
En todo caso, si hay un país que tiene una colección de tributos curiosos, ese es Estados
Unidos: El Estado de Alabama aplica un 10% de impuesto a la llamada tasa de los
naipes (playing card tax), desde 1975, a la adquisición de juegos de cartas que
contengan hasta 54 naipes, y el minorista debe pagar una licencia anual de 3 dólares y 1
dólar adicional de honorarios.
También en Maryland, se paga un impuesto por cada inodoro instalado en una casa
desde el 2005, que es de casi US$30 al año por tirar la cadena del baño.
Desde el 2009, en Durham, Carolina del Norte, se deben registrar las mascotas para
cobrar el impuesto a las mascotas. La cantidad depende de si el animal está
esterilizado (US$ 10) o no (US$ 75), y solo afecta a residentes con perros o gatos a
partir de los 4 meses.
Desde 1997, el estado de Maine existe un impuesto a los arándanos. Resulta que este
estado produce el 99% de estas frutas en Estados Unidos. Por eso decidió agregar un
10% de impuesto a todos quienes produzcan, vendan o procesen este tipo de fruta. El
impuesto está destinado a crear estudios que le permitan a Maine seguir siendo
competitivo frente a otros lugares productores de arándanos, como Canadá.
Además, en este estado se cobra, desde el mismo año un impuesto a las golosinas,
donde se usa como definición de golosina "un producto que no contiene harina y no
necesita refrigerarse".
Los que leerás a continuación son impuestos que llaman la atención no por lo que
gravan, sino por su monto... ¿te imaginas que se te descuente más de la mitad de tu
sueldo en impuestos? Esto ocurre en más de un país:
Holanda es el país de Europa Occidental que tiene la tasa más alta de impuesto a la
renta, siendo esta del 52% y el ingreso promedio por persona es de US$57.000.
Aruba, tiene un impuesto a la renta de un 58.95%, con un ingreso promedio por persona es de
US$ 21.475. Es el único país de América que pertenece a los países que más aportan con
impuestos, aunque hay que destacar que es de origen holandés. Este país tiene uno de los
niveles de vida más altos en el Caribe y su economía depende en un 70% del turismo.
1. HISTORIA DE LA TRIBUTACIÓN
Desde esta perspectiva, el desarrollo del proceso, a través del cual el Estado recibe
bienes (moneda, especie, o trabajo) para cumplir con las funciones que le son propias
(como realizar obras o brindar servicios para el bien común), fue distinto en ambos
períodos.
Mundo Andino
La tributación se realizó a través de la reciprocidad, entendida como un intercambio de
energía humana, fuerza de trabajo o de “favores”.
Mundo Occidental
Tributo entendido como una entrega de dinero o productos a la autoridad en términos
muchas veces coercitivos.
Existen diversas fuentes bibliográficas en la cuales se desarrolla este tema. Por ejemplo,
Alfonso Klauer (2005) en su obra “El Cóndor herido de muerte” reagrupa en tres
subconjuntos los tributos que estaban obligados a aportar los Incas, según fuentes del
historiador Franklin Pease (ver Cuadro N° 1).
Cuadro N° 1
Clasificación de los Tributos al Inca
En sus inicios, el poder del Inca (Estado) se sustentó en una constante renovación de los
ritos de la reciprocidad, para lo cual debió tener objetos suntuarios y de subsistencia en
sus depósitos en cantidad suficiente para cumplir con los curacas y jefes militares que se
hallaban dentro del sistema de la reciprocidad. En la medida que creció el
Tawantinsuyo, se incrementó el número de personas por agasajar, lo que dio lugar a la
búsqueda de nuevas formas de acceder a la mano de obra, obviando los ritos de la
reciprocidad. Así aparecieron los centros administrativos y, más adelante, los yanas que
eran representantes del Inca.
Ideas clave
• En la sociedad y economía andina prehispánica no existieron el comercio, la moneda
ni el mercado. Sin embargo, sí existió el intercambio.
• El alto desarrollo social del mundo andino prehispánico radicó en una redistribución
equitativa de la acumulación de recursos.
• La principal riqueza fue la fuerza de trabajo. La contribución de la población fue
fundamentalmente su fuerza de trabajo.
• La redistribución de recursos y la contribución de fuerza de trabajo se sustentaron en
dos principios organizadores de la sociedad andina: la reciprocidad y la redistribución.
Estos principios constituyeron el fundamento para exigir la contribución.
Todos contribuían con el Estado y el monto del aporte en trabajo o especies se
determinaba a nivel de Ayllu, jefe étnico/ macro étnico e Inca.
La recaudación del tributo era responsabilidad del corregidor, quien para evitarse
trabajo “vendía” dicha responsabilidad a un rentista o se la encargaba al encomendero al
inicio de la colonia y posteriormente al hacendado y a los curacas.
Ideas clave
• El enfoque occidental a partir del cual se realizó la economía colonial rompió con la
lógica redistributiva del Estado Inca. Así, se instala la explotación y enormes brechas de
desigualdad entre españoles y el pueblo indígena.
• El cobro de tributos se fundamentó en la legislación colonial.
• El sistema tributario tenía como principal objetivo el enriquecimiento de los invasores.
La inversión en servicios para la población fue mínimo. Esto confirma el carácter no
redistributivo del Estado Colonial.
El único impuesto directo fue el tributo indígena. Fue el de mayor rentabilidad. Los
indígenas soportaron la mayor carga tributaria.
En esta concepción, los impuestos estaban dados por la contribución personal, sin
considerarse capitales, rentas ni la riqueza del contribuyente.
Finalidad de la tributación
• Proveer al Estado del dinero necesario para la defensa nacional, la conservación del
orden público y la administración de sus diferentes servicios.
• Recién con Piérola, a fines del siglo XIX, el Estado asume, además de los fines
mencionados, otros de índole social, tales como la educación y la salud públicas. Por
ejemplo, los subsidios a la alimentación y el inicio de la construcción de las llamadas
viviendas populares.
Principales Tributos
2. LA TRIBUTACIÓN EN LA ACTUALIDAD
Las leyes tributarias se refieren a hechos económicos de los cuales se derivan aportes de
los individuos a su Estado.
Un sistema tributario es el conjunto, racional, coherente de normas, principios e
instituciones que regula las relaciones que se originan por la aplicación de los tributos
en un país.
No siempre se puede decir que el sistema tributario vigente de un país, en una época
determinada, es igual al de otro país. Tampoco lo es en un mismo país, pero en épocas
diferentes. Por lo tanto, un sistema tributario podrá variar de un tiempo a otro o de un
país a otro.
El sistema tributario nacional peruano tiene una estructura básica, estándar a nivel
internacional, y está orientado por:
Comprende:
• Impuestos,
• Contribuciones y
• Tasas.
1.- Es el segundo país más pequeño del mundo: Mónaco con una superficie de solo 2
kilómetros cuadrados solo es más grande que El Vaticano.
2.- Es el país más densamente poblado del mundo: con una población de 30.000
habitantes este país en su pequeña extensión es el que más densidad de población tiene
en el mundo.
3.- Grande esperanza de vida: Mónaco es uno de los países en el que sus ciudadanos
gozan de una larga esperanza de vida. La esperanza de vida media es de 90 años. Esto
es debido al buen clima y a la vida que llevan los ciudadanos.
4.- El 100% del país está edificado: a causa de lo pequeño que es este país el 100% de
su territorio está edificado, con lo cual no hay zonas verdes.
5.- Casas más caras del mundo: debido a que el 100% del territorio de Mónaco está
edificado, el metro cuadrado de la vivienda en este país es el más caro del mundo.
6.- Tasa de paro nula: la tasa de paro en Mónaco es del 0%, osea que toda su
población activa tiene trabajo.
7.- Es el país del mundo con más policias por habitante: Mónaco cuenta con algo
más de 500 policias para velar por la seguridad de 30.000 habitantes (aunque realmente
la población de turístas hace aumentar esta cifra).
8.- Tasa de criminalidad nula: la tasa de criminalidad de Mónaco es del 0% así que es
el país más seguro del mundo.
9.- Prohibido jugar: Aunque el juego en los casinos es una de sus principales fuentes
de ingresos los habitantes del principado de Mónaco tienen prohibido el juego.
Como podéis ver, a juzagar por estas curiosidades sobre Mónaco, este es un buen país
para vivir.
Mónaco
Alberto de Mónaco
Realeza
Gente
Sociedad
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Al anochecer de un día gélido de enero, dos Rolls Royce (uno matriculado en Bahamas,
el otro en Mónaco) circulan por la plaza del casino de Montecarlo, barrida por el viento.
Hay pocos transeúntes. Tres hombres con pinta de eslavos, uno de ellos enfundado en
un abrigo de astracán, cruzan hacia el paseo que bordea el puerto. La plaza brilla
iluminada por las luces del Hotel de París, el casino y el Café de París, con sus
escaparates de tiendas lujosas.
Toda la magia de Montecarlo se concentra en estos pocos metros cuadrados: los que van
del mar al hotel Hermitage, que se alza un poco más lejos. Este pedazo de Mónaco es
casi la única seña de identidad en pie de los tiempos gloriosos del Principado. Cuando
los ricos del mundo se dejaban caer por el casino, y probaban suerte en la ruleta, bajo
las deslumbrantes arañas. Hoy la piqueta amenaza a algunos de los edificios art déco,
porque el espacio vale aquí millones. Comprar un apartamento (con precios medios de
40.000 euros el metro cuadrado) es prohibitivo, pero también un negocio seguro. El
sector inmobiliario no decae, alimentado por el dinero de los superricos, incluidos
antiguos dictadores, como el tunecino Ben Ali, que poseía un edificio entero en el
Principado. Los rascacielos surgen entre las villas antiguas, con un cierto desorden,
complicando un poco más el trazado enrevesado de la ciudad: un entramado de túneles
y pasos subterráneos, de calles a distinto nivel unidas por escalinatas y ascensores.
“Somos una especie de Hong Kong mediterráneo, es cierto”, reconoce una monegasca.
Un Estado de juguete, con apenas dos kilómetros cuadrados de superficie, donde viven,
siquiera nominalmente, casi 36.000 personas. Mónaco es único. Una Babel con gente de
más de 120 países, con el catolicismo como religión de Estado, sin conflictos de ningún
tipo, porque el dinero engrasa las relaciones en este lugar con la mayor densidad de
ricos del mundo.
La cifra de delitos es insignificante: hay más de 500 policías y cámaras de vídeo en cada
esquina. Mónaco es seguro como una caja fuerte
Aquí el dinero se siente acompañado y seguro. Cualquier señora que coge el autobús
lleva zapatos de Louboutin y un bolso de Prada colgado del brazo. “No todos somos
ricos. Yo no lo soy, ni frecuento a los millonarios”, protesta Benito Pérez-Barbadillo,
uno de los 284 residentes españoles en el Principado. Casi todos veteranos, porque la
actual legislación obliga a tributar en España los cinco primeros años de residencia.
Llegó hace 16 años, para trabajar en la Asociación de Tenis Profesional (ATP), y
terminó montando su propia agencia de comunicación, Communications & Sport
Marketing, con una cartera de clientes que incluye a Rafael Nadal. Del país de adopción
tiene pocas quejas. Si acaso, le molestan las prebendas de los monegascos, apenas 8.000
personas, que son por ley los primeros en las listas de contratación de personal. Casi
todo lo demás le encanta. “El clima es agradable, y la seguridad, total”. Un servicio a
coste cero porque en Mónaco no hay impuestos directos, ni están tasados los beneficios
de las empresas, siempre que las tres cuartas partes de las ganancias se produzcan en el
territorio. “Para mí eso no es lo importante”, dice Pérez-Barbadillo, que tenía entre sus
clientes, hasta el año pasado, a Novak Djokovic, otro monegasco adoptivo.
La añorada Grace
Grace Kelly y Rainiero III saludan a los monegascos desde el balcón de palacio tras su
boda, en 1956. / EVERETT COLLECTION
La boda de Rainiero III con la actriz estadounidense Grace Kelly marca uno de los
momentos álgidos en la historia del Principado de Mónaco. La estrella de Hollywood
aportó grandes dosis de ‘glamour’ y, según las malas lenguas, dinero a las arcas algo
maltrechas del país. La princesa se convirtió en un adalid de las causas caritativas,
colocó en primer plano a la Cruz Roja monegasca, que estrenó en sus años una
magnífica sede, y proyectó sobre el Principado una imagen exquisita de juventud,
bondad y belleza. Los tres hijos de la pareja principesca, Carolina, Alberto y Estefanía,
pusieron broche de oro al Mónaco de postal, que se ha quedado vieja.
El número uno del tenis mundial tiene en el Principado un confortable refugio donde
vive con su novia, Jelena Ristic, y sus dos perritos. Aunque los premios de las
competiciones están sujetos a la tasación fiscal del país donde se reciben, Novak
disfruta del nulo peso impositivo del Principado sobre su considerable fortuna, y del
olvido de los periodistas. Más o menos las mismas ventajas que han encontrado otros
colegas de la raqueta como Caroline Wozniacki, ex número uno del tenis femenino; el
croata Ivan Ljubičić, el checo Radek Štěpánek o el sueco Robin Söderling.
En Mónaco residió Luciano Pavarotti y viven hoy Novak Djokovic, Roger Moore y
varios millonarios rusos
“Nosotros desaconsejamos esa fórmula de residencia solo nominal. Entre otras cosas,
porque queremos que los ricos vivan aquí y consuman”, protesta el consejero (ministro)
de Finanzas y Economía del Principado, Marco Piccinini. El consejero, romano de casi
60 años, vive en Mónaco desde la adolescencia y ha tenido el honor, explica, de que el
príncipe le concediera la nacionalidad monegasca. Piccinini, que usa gafas de
hipermetropía y viste traje ligero en beis tostado, tiene una elocuencia persuasiva, digna
de un monseñor vaticano. Todo en su conducta parece ajustarse a un protocolo
largamente estudiado. Desde el tiempo que hace esperar a la periodista hasta la
interrupción, una vez comenzada la entrevista, para firmar una pila de documentos
“urgentísimos”. Su despacho, amplio y un poco desordenado, está presidido por una
fotografía de Alberto II y la bandera del Principado. Antes de llegar a ministro, ha sido
director deportivo de Ferrari y miembro del consejo de administración de la gran
empresa nacional, la Société des Bains de Mer (SBM), que gestiona los principales
establecimientos turísticos de lujo, incluido el casino, en la que el Estado monegasco,
que es tanto como decir los Grimaldi, posee el 69% de las acciones. La sociedad
financia también instituciones culturales como los ballets de Montecarlo, la ópera local
y la orquesta filarmónica. El edificio del Gobierno (hay cinco ministros en total) está en
la Roca, el promontorio donde se alza el Mónaco viejo, y el palacio principesco, con un
aire a parque temático que cautiva a los siempre deseados turistas.
Aunque el país existe como tal desde el siglo XIII, cuando Francesco Grimaldi, alias
‘Malizia’, un bucanero derrotado por la familia Doria en Génova, tomó la ciudadela
disfrazado de monje, el príncipe Carlo III fue el verdadero inventor, a finales del siglo
XIX, del paraíso fiscal monegasco. El país había perdido gran parte de su territorio y
había que encontrar alguna forma para salir adelante. Su idea estaba clara: convertir el
Principado en un refugio selecto para los más ricos. Así surgió la Société des Bains de
Mer (SBM) para gestionar las joyas que fueron surgiendo en el nuevo barrio de
Montecarlo. En 1863 se inauguró el casino en el actual edificio (en la imagen),
gestionado por dos franceses: los hermanos Blanc, y el Hotel de París, el colmo del lujo
y del refinamiento. Más tarde, un modesto hotel, el Hermitage, fue transformado y
convertido en un cinco estrellas, cerrando así el cuadrado de oro del Principado.
Paralelamente comenzó el ‘boom’ del ladrillo, que no ha dejado de crecer pese a la
angustiosa falta de terreno. Un hábil empresario, Jean-Baptiste Pastor, monegasco de
origen catalán, fue comprando las huertas y las casitas que había al borde del mar,
dispuesto a levantar en su lugar grandes y lujosos edificios que permitieran a los más
ricos instalarse en Mónaco o pasar en él unas vacaciones inolvidables. El éxito del
casino fue tal que el príncipe optó por liberar de cargas fiscales a los residentes. Así
creció la fortuna de Mónaco. La SBM sigue siendo un puntal económico del Principado
y, con 3.000 trabajadores a su cargo, el mayor empleador del país. Los Pastor se han
convertido en un gigantesco clan que controla construcción, seguros, servicios
inmobiliarios…
“Pero la fuerza de Mónaco está en una economía diversificada que se apoya en varias
patas. Los servicios financieros, el casino, el turismo, el sector inmobiliario. Tenemos
también un sector industrial que produce piezas de excelencia en componentes del
automóvil”, explica el responsable de las finanzas. Los ricos son bienvenidos, claro que
sí, pero no a cualquier precio. “En Mónaco, uno no puede comprar una sociedad a través
de Internet. No queremos sociedades que sean una mera dirección postal, queremos que
haya actividad real. El dinero no viene a esconderse a Mónaco. Aquí el que quiere venir
a residir lo hace abiertamente, notificándolo en su consulado”.
Pero este paraíso del lujo parece haber dejado atrás sus mejores tiempos y lucha ahora
por reinventarse como guarida de una nueva generación de fortunas surgidas del
deporte, o llegadas de Oriente, que consumen de otra manera y no se sienten atraídas
por la ruleta. Pensando en ellos se han abierto restaurantes asiáticos y cuatro casinos al
estilo de Las Vegas, con moquetas llamativas y máquinas tragaperras. Pero la
competencia es fuerte. El dinero tiene muchos sitios a los que emigrar. En Reino Unido,
los millonarios pueden eludir al fisco inscribiéndose allí como residentes no
domiciliados.
Una oferta especialmente tentadora para los franceses, porque vivir en Mónaco no les
libra de pagar impuestos en Francia. Pese a ello, son mayoría en el Principado y tienen
un papel relevante. Teóricamente, tras el cambio de la Constitución monegasca, en
2002, y la modificación de un par de tratados con Francia, ya no es obligatorio que el
jefe del Gobierno sea francés, como en el pasado. Aun así, el príncipe Alberto ha
escogido para el cargo a Michel Roger, un antiguo asesor del ex primer ministro galo
Jean-Pierre Raffarin. Son franceses también el ministro del Interior, el jefe de Policía, el
fiscal general, un largo etcétera de jueces, además del director de los servicios fiscales.
Francia, con la que existe unión aduanera, está detrás del Principado allá donde se mire.
Mónaco no puede despegarse del poderoso vecino con el que comparte idioma y
frontera, hasta el punto de parecer un peculiar añadido, un Estado un poco ficticio, pese
a su pertenencia a las grandes instituciones internacionales.
Y poco importa que la mayor parte de la cúpula dirigente carezca de derecho al voto,
reservado a los monegascos, que eligen cada cinco años al Consejo Nacional
(parlamento unicameral). El verdadero poder lo ostenta Alberto II Grimaldi, que
designa al Gobierno.
Los Grimaldi inventaron la fórmula de éxito: lujo, casino, paraíso fiscal. Pero las cosas
están cambiando. El juego genera hoy apenas el 3% de la riqueza
Los Grimaldi son la historia de Mónaco. Los que mantuvieron su delicada
independencia e inventaron la fórmula del éxito que ha funcionado hasta ahora: lujo,
casino, paraíso fiscal. Pero las cosas están cambiando. El juego genera hoy apenas el
3% de la riqueza, frente al 15% que aportan los servicios financieros. Un sector que
gestiona unos 75.000 millones de euros y que ha levantado siempre muchas suspicacias.
“Son estereotipos sobre Mónaco. Aquí está todo controlado, los bancos, las agencias
inmobiliarias, los intermediarios financieros. Y tenemos muchos contactos con la banca
de Francia”, subraya el ministro Piccinini.
En Mónaco no existe la menor conciencia de que no pagar impuestos sea algo anómalo.
El ministro de Finanzas, Piccinini, tiene además a mano su propia argumentación. “Los
impuestos se crearon en Europa y en Estados Unidos para financiar la Primera Guerra
Mundial y las guerras coloniales. Lo cruel es que los ricos pagaban y los pobres
combatían”. Lo cierto es que en Mónaco se aplica el IVA. Y las tasas en el fabuloso
negocio inmobiliario son esenciales en las cuentas del Principado. Mónaco figuró hasta
2009 entre los paraísos fiscales “no cooperadores”, según la OCDE. Una lista negra de
la que salió tras firmar 12 acuerdos de cooperación bilateral. “La mitad con países
considerados paraísos fiscales también”, dice el portavoz de los inspectores de Hacienda
españoles, Francisco de la Torre. “Mónaco ha sido durante décadas un lugar opaco. Con
el casino más importante de Europa, que permitía camuflar como ganancias del juego el
dinero ‘negro’, y un país sin registro de sociedades, además. Lo que pasa es que han
sabido darse una imagen distinta, con sus premios deportivos y sus princesas”.
Y es que la crisis no ha tocado a las firmas de lujo. “Pero ha dejado a trabajadores sin
empleo. Lo que pasa es que aquí no hay parados, porque se inscriben en las oficinas de
desempleo de Francia e Italia”, proclaman los dos sindicalistas de la USM. Algo así no
pasaba en sus tiempos. En la época de Rainiero III, conocido como el patrón. “Una
persona dictatorial, que trataba con mucha dureza a su hijo”, comentan. Rainiero fue
también el que supo dar con la clave del éxito al casarse con Grace Kelly. El Principado
languidecía cuando llegó la bella actriz estadounidense. Su presencia le dio nueva vida,
aunque hay quien dice que lo fundamental fue la dote que aportó al matrimonio.
Mónaco renació. Alberto II se enfrenta ahora al gran reto de mantener aquel éxito. Y
aunque el negocio va viento en popa, el príncipe debería estar atento. “A Mónaco puede
pasarle como al jerez”, dice Pérez-Barbadillo. “Triunfaba en el mundo, hasta que llegó
una generación que bebía otras cosas”.
http://elpais.com/elpais/2012/02/16/gente/1329417189_666580.html