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Gilles Lipovetsky: La felicidad paradójica

Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo

El eje central de la obra de Gilles Lipovetsky (1944) es el análisis del paso de la


modernidad a la hipermodernidad en las sociedades desarrolladas. Francés de
origen polaco, es profesor agregado de filosofía en la Universidad de Grenoble.
En 1983 publicó La era del vacío, un texto en el que ya están puestos los
cimientos de su visión de la sociedad actual. En él articula los grandes
conceptos que le han proporcionado una reputación intelectual bien ganada:
proceso de personalización, destrucción de las estructuras colectivas de sentido,
hedonismo, consumismo, tensiones paradójicas en los individuos y en la
sociedad civil, la seducción como forma de regulación social, rechazo de la
violencia política y aumento de la consideración ciudadana de los valores
esenciales de la democracia. La aparición en 1987 de El imperio de lo efímero
convirtió a Lipovetsky en un intelectual globalizado con una inmensa capacidad
de convocatoria.
 
Cuando Lyotard acuña el concepto de ‘postmodernidad’ a finales de los años
setenta y escribe que ya “se han acabado los grandes relatos”, se palpa en las
sociedades desarrolladas de todo el mundo una potente sensación de
liberación. El “narciso” cool, individualista y consumista que tan bien retrata
Lipovetsky en La era del vacío y El imperio de lo efímero es un ser optimista en
su gozo, un individuo que vive el presente, olvidado del pasado y sin
preocupación por el futuro.

Veinte años después, esa euforia de los años postmodernos ya no es la misma.


En Los tiempos hipermodernos, Lipovetsky advierte al lector del fin de la
euforia. El hedonismo del presente que caracterizó los años ochenta –la movida
madrileña constituye una magnífica ilustración- ya no existe. En la
hipermodernidad, el desempleo, la preocupación por la salud, las crisis
económicas y un largo sinfín de virus que provocan ansiedad individual y
colectiva se han introducido en el cuerpo social.

Para Lipovetsky el desarrollo de la globalización y de la sociedad de mercado ha


producido en estos años nuevas formas de pobreza, marginación, precarización
del trabajo y un considerable aumento de temores e inquietudes de todo tipo.
Sin embargo, la sociedad hipermoderna no ha supuesto la aniquilación de los
valores. Al contrario, el hedonismo ya no estimula tanto, la extrema derecha no
ha tomado el poder y el conjunto de la sociedad no ha caído en desviaciones
xenófobas y nacionalistas. La dinámica de la individualización personal no ha
supuesto que la democracia pierda firmeza o se aleje de sus principios
humanistas y plurales. Los derechos humanos siguen constituyendo uno de los
principios morales básicos de la democracia. La dinámica del individualismo
refuerza, en opinión de Lipovetsky, la identificación con el otro. El culto al
bienestar conduce, aunque parezca paradójico, a que los individuos sean más
sensibles al sufrimiento.

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La producción de bienes se centra en las personas, como es el caso del teléfono
móvil. Las culturas de clase se erosionan, se hacen menos legibles y la
pertenencia a un grupo social no determina ya los modos de consumo
En la sociedad hipermoderna el peligro no viene por algo que precisamente la
caracteriza, lo que Lipovetsky denomina hiperconsumo. “Cuanto más se impone
la comercialización de la vida, más celebramos los derechos humanos. Al mismo
tiempo, el voluntariado, el amor y la amistad son valores que se perpetúan e
incluso se fortalecen”.

El peligro viene para Lipovetsky de otra parte. Procede de lo que él denomina


una inquietante fragilización y desestabilización emocional de los individuos. La
debilidad de cada uno de nosotros tendría su origen en el hecho de que cada
vez estamos menos pertrechados para soportar las desgracias de la existencia,
y ello no porque el culto al éxito o al consumo provoque esa fragilidad, sino
porque las grandes instituciones sociales han dejado de proporcionar la sólida
armazón estructuradora de antaño. De ahí vendría la ola de trastornos
psicosomáticos, depresiones y demás angustias con las que las distintas
industrias que producen psicofármacos se enriquecen.

En la arquitectura de La felicidad paradójica, cuyo subtítulo es enormemente


significativo –Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo-, se entra con la
aparición de un nuevo arquetipo social, el hiperconsumidor, un ser que ya no
desea sólo el bienestar, lo que ahora anhela es armonía, sensación de plenitud,
felicidad y sabiduría. Dicho hiperconsumidor es la consecuencia, según
Lipovetsky, del desarrollo de las tres etapas a través de las cuales se despliega
la sociedad contemporánea.

La primera de ellas, comprendida entre 1880 y la Segunda Guerra Mundial,


marca el inicio de la sociedad de consumo. Son los años de la producción a
gran escala y de la puesta a punto de las máquinas de fabricación continua que
producen bienes con vocación de durabilidad.
Para su desgracia, el hiperconsumidor se apoya tanto en sus emociones que
éstas no acaban nunca de ser satisfechas, y la experiencia de la decepción
asoma y amenaza a distintas capas de la sociedad

En torno a 1950 es cuando se inicia el nuevo ciclo histórico de las economías de


consumo. En esta segunda etapa, la capacidad de producción aumenta tanto
que se genera una mutación social que da lugar a la aparición de la sociedad de
consumo de masas. Se abren supermercados, centros comerciales,
hipermercados y, aunque de naturaleza básicamente fordista, el orden
económico se rige ya en buena medida por los principios de la seducción y de lo
efímero. En este período se vienen abajo las antiguas resistencias culturales y
se expande la sociedad del deseo.

En la tercera etapa, la vida de las sociedades desarrolladas no hace sino


acumular signos de placer y felicidad. En este estado de cosas la cultura del
consumo promete felicidad y evasión de los problemas. La producción de
bienes se centra en las personas, como es el caso del teléfono móvil. Las

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culturas de clase se erosionan, se hacen menos legibles y la pertenencia a un
grupo social no determina ya los modos de consumo. Sin embargo –y ahí
aparece la paradoja anunciada en el título de esta obra- el hiperconsumidor se
vuelve desconfiado e infiel. Ya no sigue sólo a una marca, ahora entra en
internet y compara, analiza, reflexiona y orienta sus deseos hacia lo que más le
gratifica.

Para su desgracia, el hiperconsumidor se apoya tanto en sus emociones que


éstas no acaban nunca de ser satisfechas, y la experiencia de la decepción
asoma - del análisis de la decepción se ocupó el siguiente libro de Lipovetsky
aparecido en Francia --La société de déception (2006) - y amenaza a distintas
capas de la sociedad. Jóvenes violentos, ancianos desprotegidos o inmigrantes
son colectivos sobre los que el autor reflexiona. Desde este análisis y desde los
excesos del hedonismo del capitalismo de consumo, Lipovetsky se atreve a
predecir una mutación cultural que ha de revisar la importancia de los goces
inmediatos y contener el frenesí consumista.

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