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Yo ideal

Concepto freudiano que alude a un narcicismo primario “normal”, estructural a todo humano: “…Nos formamos
así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada
en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que
emite.” S. Freud, Introducción…, pág. 73, Amorrortu.

El autor investiga una instancia infantil, originaria en la constitución subjetiva, en la que el yo sería al principio
investido de libido, antes de cederla a los objetos. Esa investidura originaria del yo, fue descubierta a través de

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indagar la conducta de los parafrénicos, la psiquis de los primitivos y de los niños.

Con respecto a los parafrénicos o esquizofrénicos, éstos padecen de “delirios de grandeza” y un extrañamiento
de su interés sobre el mundo externo –personas y cosas. Estado que obedece a que la libido se encuentra, en
estos casos, estancada en el yo, -estasis.

En cuanto a los primitivos, presentan una sobreestimación del poder de sus deseos y de sus pensamientos, lo
que se denomina: omnipotencia del pensamiento. Por ejemplo, si piensan en hacer mal a otra persona, algo

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malo sucederá en la realidad a esta última. Algo que también sucede con la mente infantil.

En resumen, esa primaria investidura de libido en el yo, el narcisismo primario, corresponde al primer yo, al yo
ideal, y se caracteriza por poseer determinadas características: “delirio de grandeza”, desinterés por el mundo
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externo, omnipotencia del pensamiento, magia, etc.

¿De dónde procede ese yo ideal, esa carga primaria de libido en el yo?

Para Freud, no se nace con ella, sino que el yo ideal se tiene que desarrollar, se tiene que construir. Aunque, lo
primario serían las pulsiones autoeróticas.
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Se lee en Freud: “Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo, el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales,
primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el
narcisismo se constituya.” S. Freud, Introducción…, pág. 74, Amorrortu.
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En el autoerotismo habría pulsiones parciales. Un estado erótico en el cual las pulsiones se satisfacen
parcialmente en cada zona erógena. Quiere decir, que cada pulsión se satisface por su cuenta en una parte o
zona del cuerpo, como la boca o el ano. Sobre este estado primitivo de satisfacción parcial y autoerótica, se va
a implantar el narcisismo primario, el yo ideal, que va a gestar un cuerpo unificado. A partir de allí, a pesar de


que el infans apenas se sostiene en pie y posee inmadurez neurológica, se va a empezar a reconocer en una
imagen especular como una persona humana.

¿De dónde proviene esa investidura primitiva del yo infantil, de dónde viene ese nuevo acto psíquico, que según
el autor, hace que se constituya el primer narcisismo?

El narcisismo primario supuesto en toda alma infantil, proviene de la actitud de los padres tiernos hacia sus
hijos… En ese vínculo primario gobierna la sobreestimación del niño, que pasa a ser Su Majestad el bebé.

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Se supone que “el nuevo acto psíquico” proviene del exterior, de la sexualidad de los padres, sobretodo de las
caricias y de la seducción materna. A esto último, Freud lo llama: sobreestimacion parental sobre el recién
nacido. El nuevo acto psíquico, va a dibujar o desdibujar un cuerpo y un yo primitivo, yo ideal.

La sobreestimacion parental hacia el hijo, sería una reproducción del narcisismo de los padres, ya abandonado
por los mismos. Se atribuye el niño, toda la perfección posible, porque se revive un antiguo estado de felicidad
que contenía el narcisismo inicial de los padres: “…El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es
otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca
su prístina naturaleza”. –S. Freud, Introducción…, pág. 88, Amorrortu.

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Más adelante -pág. 91-, se confirma que el narcisismo primario está ligado al yo ideal.

El yo ideal, para el autor, constituye un narcicismo infantil como “poseedor de todas las perfecciones”. Estado
de satisfacción que el hombre gozó una vez. Y si lo tuvo, será porque lo perdió.

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Ideal del yo
¿Qué pasó, en el adulto, con ese estado de perfección que otorga el yo ideal? Ya que, en el adulto “normal” se
encuentra “amortiguado”, amenguada la omnipotencia que una vez tuvo. ¿Qué sucedió con la libido yoica
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inicial?

Como es sabido, la pulsión sexual encuentra un freno a la pura satisfacción a través de la represión. La represión,
parte del yo, es decir, de una parte del yo que se ha levantado contra él mismo: un ideal que mide al yo actual y
le impone ciertas exigencias.
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Aparecería una nueva división entre instancias, si se entiende que, la función de la conciencia moral no se
confunde con la del ideal del yo. Éste último es “lo que quiero alcanzar en el futuro”, “lo que quiero llegar a ser”.

Cierto “puerto” o “meta” que me va a aportar un monto de satisfacción narcisista, a mi disgusto por mi propio
ser, a mi disconformidad actual, a la “falta” que me habita. “Observación” y crítica, que mide si es que se han
alcanzado o no las metas trazadas por el ideal. La conciencia moral sería como un “tutor”, una función de
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“autoridad”, dentro del psiquismo, a la que Freud va a denominar más delante: Super-yo.

“La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la
influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los
educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del medio –


los prójimos, la opinión pública. “ –S. Freud, Introducción…, pág. 92, Amorrortu.

Quiere decir que, el mecanismo de la represión, -mediado por la conciencia moral-, da nacimiento al ideal del
yo. Es la represión la que instalaría una separación, una “herida narcisista”, que nos distanciaría de nuestro yo
ideal.

Sobre ese ideal del yo, que se forma luego de la represión, recae el narcisismo y la libido que antes investía al
yo ideal.

“… El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de
todas las perfecciones valiosas. Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado
incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de la perfección narcisista de su

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infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y
por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que proyecta frente
a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal”. S. Freud,
Introducción…, pág. 91, Amorrortu.

El ideal del yo, sería una instancia interna al individuo, que se constituye como un proyecto futuro, “aquellas
realizaciones que el sujeto quiere alcanzar en el mañana, que le faltan en la actualidad” –aquello que querría
ser y no es por estar limitado en su narcisismo.

Como ejemplos, diríamos que en el yo ideal aparece un campo en el que prima el “universo materno”. El niño

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queda “preso” de identificaciones totales o absolutas a ese universo. En cambio, en el ideal del yo, el infans, por
mediación de la ley paterna y de la represión, se suelta de esa soldadura materna. Queda prohibida la vinculación
incestuosa para buscar identificarse en forma parcial, a los ideales que transmite la civilización. Identificación
parcial, porque ahora no se “funde” en la imagen de un otro absoluto, sino que se adquiere solamente un
“rasgo” del otro: una parte del mismo. Po ejemplo, un síntoma del padre –la tos, en el caso Dora.

Entonces, tanto el niño como la niña van a buscar como ideal del yo, ciertos rasgos o marcas que le han sido

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transmitidas… por ejemplo: cómo “llegar a ser un hombre o una mujer” en el futuro. Ambos, tanto el niño como
la niña, se van a vestir bajo el ropaje de esos hábitos tejidos por la madeja del ideal del yo, “títulos”, o “insignias”,
tanto de la masculinidad como de la femineidad.
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