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Sobre la problemática de Apurimac

La Región Apurimac es una de las zonas del Perú más representativas


en cuanto a su identidad tanto cultural como social. Tiene una
geografía que alterna tanto la zona sierra como la selva, siendo el
ámbito del VRAEM una de las zonas conflictivas en el país debido a la
presencia del narcotráficos y remanentes de Sendero Luminoso que se
acentúa por la baja presencia del Estado.

En el Indice de Competitividad Regional del 2021, Apurimac está en el


puesto 17 así como en el puesto 20 de la percepción sobre la gestión
regional, como también en el segundo lugar de conflictividad social, lo
cual se ha manifestado en los últimos conflictos relacionado con la
actividad extractiva entre la Minera Las Bambas y las comunidades
vecinas.

El presupuesto regional se ha ejecutado en un 72% al 2020, lo cual la


presencia del Estado se reduce aun mas aunado a la falta de confianza
en la gestión pública. Esto genera un panorama de poca credibilidad
en las instituciones públicas posiblemente relacionado a la
incapacidad de gestión y la corrupción. Esto hace que la población,
especialmente las comunidades, proyecten sus aspiraciones en la
empresa privada y las compañías mineras.

Lo anterior, hace que la aumente la tensión entre la población rural y


la inversión privada con continuas demandas que las empresas no
están dispuestas a cumplir en su totalidad, ya que hay competencias
que corresponden al Estado. Esto se manifiesta en las reuniones de
consulta previa donde comunidades plantean una serie de demandas
que condicionan dicha presencia o actividad.

A lo anterior se involucra el tema ambiental, ante la legítima


preocupación de los impactos en el paisaje y las fuentes de agua. Esto
conlleva a que muchas de las demandas consideren la afectación de
los recursos que sostienen los medios de vida como la agricultura y la
ganadería que forman mayormente los medios de vida de la población
campesina
Referente a los medios de vida, la problemática del productor
apurimeño en sus actividades agropecuarios, se tienen problemas de
producción y productividad. Poseedor de conocimientos tradicionales,
el campesino mantiene una agricultura familiar que permite la
conservación de la biodiversidad y la base de la seguridad y soberanía
alimentaria, pero que a su vez, no recibe la retribución económica
suficiente en su relación con el mercado, lo que se traduce en bajos
precios con insumos cada vez más caros.

A lo anterior, los agricultores van perdiendo sus saberes culturales a


medida que los proyectos y programas van incorporando e
imponiendo nuevos sistemas, obviando la relación entre el poblador y
su entorno. Esta erosión cultural hace que el campesino se haga más
dependiente de la tecnología externa y aumenten sus costos de
producción lo cual conlleva que los más jóvenes dejen de ver la chacra
como una opción de vida y se alejen de ella.

Bajo ese panorama, se va repitiendo el contexto de la década de los


80, donde las ONGs empezaron a suplir al Estado con proyectos de la
Cooperación Internacional, situación que fue cambiando a medida que
la situación económica nacional fue mejorando y el Estado junto a las
empresas tuvieran mayor capacidad de satisfacer las demandas de la
población, mientras que la Cooperación Internacional fue retrayendo
su inyección de fondos. En ese contexto, las ONGs fueron
desapareciendo y las que quedaron se vieron hostilizadas por un
estado que empezó a verlas como agentes intrusivos y
obstaculizadores de la inversión privada, por lo que su presencia
disminuyó, especialmente en el área ambiental.

Esto conllevó a que las asesorías que las ONGs daban en ambiente,
fueran reemplazados por terceros, que incluyeron nuevas demandas
y expectativas económicas lo cual incrementó los conflictos sociales.
Esto significa que el diálogo y la coordinación interinstitucional se ha
ido dejando de lado y no existan puentes de concertación y resolución
de conflictos a nivel regional.

Las ONGs pueden participar en la vida regional fortaleciendo


justamente esos vínculos interinstitucionales que permitan una mejor
gestión territorial tendiendo puentes entre la población y el Estado e
incluyendo a la empresa privada sin claudicar en los derechos
legítimos tanto sociales, culturales y ambientales.

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