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ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA CRÍTICA


DEL SISTEMA PROSTITUCIONAL
Laura Nuño Gómez, Ana de Miguel Álvarez (Dirs.),
Lidia Fernández Montes (Coord.)
Comares, Granada, 2017, 265 páginas
Angélica Velasco Sesma
Profesora Ayudante Doctora de Ética y Filosofía Política
Universidad de Valladolid

Elementos para una teoría crítica del sistema prostitucional, dirigido por Laura Nuño
Gómez y Ana de Miguel Álvarez, coordinado por Lidia Fernández Montes y publicado
por la Editorial Comares, va a convertirse, sin duda alguna, en una obra de referencia
dentro de los estudios sobre la prostitución en clave de género, dada la calidad y pro-
fundidad de los veintidós artículos que la componen. En este brillante libro se aborda la
cuestión de la prostitución desde una perspectiva crítica multidisciplinar. Encontramos
en él reflexiones provenientes de ramas tan variadas como la Antropología, las Ciencias
de la Educación, las Ciencias de la Información, las Ciencias Políticas, la Crítica cinema-
tográfica y televisiva, el Derecho, la Filosofía, la Historia, la Medicina, la Pedagogía, el
Periodismo, la Publicidad, el Trabajo Social o la Sociología.
Fieles a la célebre idea de Celia Amorós según la cual conceptualizar es politizar, este
libro politiza la prostitución desde la perspectiva de género, partiendo del convencimiento
de que un estudio crítico de la misma no puede hacerse sin incluir esta perspectiva pues,
en caso contrario, se estarían invisibilizando las consecuencias que esta práctica tiene para
las mujeres (las prostituidas y las no prostituidas), para los varones y para la sociedad en
su conjunto. La prostitución, tal y como se defiende en esta obra, contribuye a forjar la
imagen que los hombres tienen sobre las mujeres, así como el significado que le dan a la
sexualidad, diametralmente distinto al que le conceden sus compañeras del sexo opuesto.
Dadas estas circunstancias, Laura Nuño y Ana de Miguel reivindican situar la sexuali-
dad patriarcal imperante bajo una mirada crítica. Rechazan la banalización actual de la
sexualidad, recordando que en ella y en nuestros cuerpos radica gran parte de nuestro
sentimiento de dignidad personal y autonomía. Parten, por lo tanto, de la convicción de
que la prostitución es una institución patriarcal que reproduce y profundiza la desigual-
dad entre mujeres y hombres. Sólo aceptando este presupuesto básico se podría explicar

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el paradójico hecho de que la industria del sexo se expanda cada vez más y aumente la
trata de mujeres con fines de explotación sexual en sociedades formalmente igualitarias.
La idea de que es imprescindible, a la hora de enfrentarse a la realidad de la pros-
titución, tener presentes la violencia de género, la cosificación de las mujeres, la femini-
zación de la pobreza en un mundo globalizado o el hecho mismo de la dominación de
los hombres sobre las mujeres, subyace a toda la obra. Observamos, por tanto, un firme
compromiso con la visibilización de los elementos que condicionan y determinan este
mercado de cuerpos que reproduce la idea de que las mujeres son objetos a disposición
del hombre que quiera comprarlos.
Este excelente libro está fundado, también, sobre el convencimiento de que un
análisis completo del mercado prostitucional exige alejarse del debate sobre el libre con-
sentimiento y centrarse en los componentes estructurales de este mercado de cuerpos
femeninos. La prostitución tendría que verse, por tanto, como una institución patriarcal
que reproduce —tanto simbólica como materialmente— la desigualdad y no como un
trabajo igual al resto. Pensar únicamente desde la visión individualista neoliberal que
pone el foco de atención en la elección libre y consentida dejaría sin examinar, tal y como
sostienen las directoras de la obra, elementos tan relevantes como la legitimidad del sis-
tema prostitucional, el rechazo que sufren las mujeres prostituidas o la invisibilización
del sujeto que convierte en algo socialmente aceptado la práctica de comprar a mujeres
como mercancías: el putero.
Tras una lúcida introducción de las directoras de la obra, comenzamos el recorrido
crítico con un esclarecedor artículo de María José Guerra Palmero, en el que se analiza de
forma detallada la geopolítica de la prostitución, indagando en circunstancias históricas y
sociales que nos han llevado a la situación actual. Señala Guerra que el factor migratorio
es un elemento constitutivo del mercado prostitucional globalizado, con lo que habrá que
analizarlo junto con la injusta redistribución de la riqueza, las políticas de fronteras y las
asimetrías de clase, raza y procedencia nacional, pues todos aumentan la vulnerabilidad
de mujeres y niñas. A continuación, Miriam Benterrak Ayensa examina los mecanismos
jurídicos, tanto nacionales como internacionales, que tratan de poner fin a la trata con fines
de explotación sexual como un grave delito que atenta contra los derechos humanos. A
través del recorrido por el que nos conduce Benterrak, podemos observar la evolución de
las políticas de prevención y lucha contra la trata y el desarrollo de instrumentos especí-
ficos para combatirla y proteger a las víctimas. En esta misma línea, Magaly Thill aporta
un análisis del marco jurídico y político europeo en lo que respecta a la explotación sexual,
pero señalando con contundencia que éste no contribuye a proteger los derechos de las
mujeres prostituidas, sino que beneficia al mercado del sexo y legitima a los prostituidores,
vulnerando de forma flagrante los derechos humanos de miles de mujeres y niñas prosti-
tuidas dentro de la Unión Europea. Se configuraría, de este modo, un imaginario colectivo
y unas relaciones de género basadas en la ideología neoliberal patriarcal.

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También Rut Bermejo Casado aborda el fenómeno del tráfico y la trata de seres
humanos, relacionándolo con el fenómeno migratorio y analizando las respuestas políticas
de la Unión Europea, que son diferentes según se refiera a la trata o al tráfico. Bermejo
defiende la necesidad de centrar todos los esfuerzos en mejorar las condiciones de vida
de las víctimas en sus países de origen y la cooperación tanto internacional como entre
las diversas instituciones, organizaciones, gobierno y ciudadanía de una misma nación.
Las políticas públicas en materia de prostitución son analizadas por Rosario Carra-
cedo Bullido. En Europa, el sistema que apuesta por la reglamentación trata de imponerse
al sistema abolicionista. Carracedo argumenta a favor de este último sistema, sosteniendo
que la prostitución contribuye a engrandecer a los prostituidores, que ejercen su poder y
su dominio de forma ilimitada. Este libro cuenta también con un examen crítico de las
leyes de protección de los derechos de las víctimas de trata en España, llevado a cabo por
Carmen Miguel Juan y Teresa Fernández Paredes. Estas autoras instan a la legislación y a
las autoridades a separarse de los estereotipos de género y a conocer el contexto concreto
de cada caso para proteger de forma efectiva los derechos humanos de las mujeres, favo-
reciendo su asistencia y protección.
Tras este completo estudio de la legislación y las políticas públicas, el artículo de
Miguel Lorente Acosta muestra las repercusiones negativas que la trata y la prostitución
tienen sobre la salud de las mujeres, resaltando que, además de suponer una violación
contra los derechos humanos de las mujeres víctimas de trata, éstas sufren violencia física,
sexual, psicológica, enfermedades de transmisión sexual, condiciones inhumanas de tra-
bajo o sometimiento a prácticas sexuales violentas. Defiende, por tanto, la necesidad de
formar adecuadamente al personal sanitario para identificar y ayudar a las víctimas de
trata y prostitución.
De la Medicina pasamos al análisis crítico que aporta Pilar Aguilar Carrasco sobre el
discurso audiovisual. Éste tiene una gran repercusión sobre la vida de las personas ya que
mueve las emociones y logra que pasen inadvertidos ciertos discursos que promueven la
desigualdad. Reproduce, tal y como muestra Aguilar, una idea de la masculinidad misó-
gina, violenta y homófoba, banalizando la prostitución y la violencia contra las mujeres
o, incluso, representándola como algo gracioso y placentero. Se reforzaría, así, la idea
romántica que la mayoría de las personas tienen sobre esta institución patriarcal.
Todas estas apreciaciones son completadas por el recorrido histórico del sistema
prostitucional llevado a cabo por Esther Torrado Martín-Palomino, M.ª Dolores Delgado
Rodríguez y Laura Pedernera. En este artículo se analizan diferentes narrativas que tratan
de legitimar un fenómeno que, tal y como defienden las autoras, no tiene nada que ver con
la sexualidad, sino con el machismo y el neoliberalismo salvaje. Siguiendo con el recorrido
histórico, Diana Sampedro atiende a la prostitución en el contexto neoliberal contem-
poráneo, centrándose concretamente en la manera en que inciden las nuevas tecnologías
en cuanto a la publicidad o el contacto con las mujeres prostituidas. Por su parte, Vanesa

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Saiz Echezarreta, Diana Fernández Romero y Maricruz Alvarado se centran en la figura


de la víctima de trata con fines de explotación sexual desde una perspectiva postcolonial
para favorecer la creación de herramientas de identificación y protección más efectivas que
acepten y visibilicen las luchas de estas mujeres. Para ello, proponen reconocer la agencia
de la víctima así como las identidades múltiples del sujeto periférico.
Dado que, como recuerdan Laura Nuño y Ana de Miguel en la introducción, la figura
del hombre que consume prostitución es la causa fundamental de la existencia de la misma,
el análisis de la masculinidad resulta fundamental en una obra de estas características.
Así lo plasma Beatriz Ranea Triviño en su crítica a la prostitución como una institución
masculina que existe por el simple hecho de que hay demanda. También Águeda Gómez
Suárez analiza la figura del putero y el modelo de identidad masculina tradicional y las
nuevas identidades masculinas hegemónicas emergentes, señalando que no hay un único
perfil sociológico del «cliente».
En esta misma línea del análisis de los sujetos prostituyentes, Octavio Salazar Benítez
critica la invisibilidad de los puteros y la idea de que los deseos tienen que traducirse en
derechos. Su artículo no es sólo una crítica a los que denomina «machos hegemónicos»,
sino que aporta también una serie de propuestas de acción feminista. En estrecha relación
con esto, Iván Sambade Baquerín aborda la masculinidad patriarcal en relación con la
sexualidad, la prostitución y la pornografía, llamando la atención sobre el hecho de que
el consumo de esta última está íntimamente relacionado con el desarrollo de conductas
sexuales violentas por parte de los varones. Como bien señala Mónica Alario Gavilán, la
sexualidad es una cuestión política y la pornografía hegemónica actúa como educación
sexual de niños y niñas a edades cada vez más tempranas. Alario expone su investigación
sobre las tres páginas pornográficas más utilizadas en España y concluye que la pornografía
normaliza y banaliza las violaciones y los abusos sexuales, moldeando, así, los deseos de
los hombres que consumen estos vídeos y generando un modelo normativo de sexualidad
que perpetúa la violencia contra las mujeres.
Otra cuestión que se analiza es la intersección entre trata, prostitución y turismo
sexual. En este caso, Clara Inés Guilló Girard y Paloma Santiago Gordillo sostienen que
el turismo sexual es un problema social que no se reduce a los «destinos exóticos», sino
que aparece como un turismo transnacional de masas en el que el sexo (en muchos casos
con niñas) aparece como el reclamo fundamental. Muestran que también España es un
destino para el turismo sexual, a pesar de la falta de datos y análisis específicos.
Por otro lado, Rodrigo Montero Cano examina el caso de Camboya por tratarse de un
país con un elevado consumo de prostitución, asociada con una tremenda violencia física
y sexual. Un altísimo porcentaje de las mujeres y las niñas prostituidas han sido víctimas
de violaciones, en muchos casos cometidas por grupos de policías o de clientes. Los datos
demuestran que el 30% de las mujeres prostituidas son menores de edad y que la mitad
de los hombres consumen prostitución (todos los hombres entrevistados consumían por-

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nografía). La violación de niñas es una práctica muy extendida, amparada por la cultura
de la violación imperante en Camboya. Como se puede comprobar, la violencia sexual
contra las mujeres es un fenómeno extendido a nivel global. María Ávila Bravo-Villasante
estudia esta realidad, centrándose en el uso de la violencia sexual como arma de guerra,
como un mecanismo para humillar y para sembrar el miedo entre toda la población civil
y no ya sólo entre las mujeres, como sucede en tiempos de paz.
Melania Moscoso Pérez, por su parte, examina la asistencia sexual mostrando que
ésta se puede concebir desde el modelo autoerótico, inspirado en el movimiento de Vida
independiente, en el que el asistente facilita la vivencia de la sexualidad para que la persona
con discapacidad pueda satisfacerse por sí misma. A pesar de todo, Moscoso resalta el
hecho de que la demanda de asistencia sexual suele provenir de activistas masculinos, de
que el asistente suele ser una mujer y de que la sexualidad de las mujeres con discapacidad
continúa sin tematizarse, olvidándose, incluso, que estas mujeres tienen un alto riesgo de
sufrir violencia sexual y que también tienen mucho que ofrecer como parejas.
Finalizan la obra dos artículos en los que se hace un repaso a momentos históricos
concretos: Eva Palomo Cermeño examina el pensamiento feminista del siglo XIX con
respecto a la crítica a la mercantilización de los cuerpos de las mujeres y a la doble moral
sexual de la época, centrándose en Josephine Butler. Y Mercedes Rivas Arjona estudia
el abolicionismo de la prostitución en la II República Española. Palomo resalta, por un
lado, la solidaridad internacional de mujeres unidas en movimientos contra el tráfico para
prostitución y, por otro, la crítica de estas feministas que entendían como injusta la realidad
social del momento y que fueron pioneras de los debates de los años 60 y 70 del siglo XX.
Rivas, por su parte, muestra los avances que se produjeron hacia el abolicionismo durante
la II República que, si bien no fue lo suficientemente contundente en esta cuestión, supuso
un gran cambio con respecto a regulaciones misóginas anteriores.
La lectura de este excelente libro aporta elementos y posturas valiosas para entender
los componentes estructurales del mercado prostitucional y para aceptar que un acerca-
miento al mismo que no incorpore la perspectiva de género será, cuanto menos, incom-
pleto. Como mantienen Laura Nuño y Ana de Miguel, el aumento de la trata de mujeres
con fines de explotación sexual exige un replanteamiento de los supuestos fundamentales
sobre los que se fundan nuestras sociedades de mercado, basadas en la satisfacción inme-
diata de los deseos. El análisis estructural de la prostitución como institución patriarcal
es el hilo conductor que aúna textos diversos con un objetivo común: entender que la
prostitución es una escuela de desigualdad humana y que, por lo tanto, debe ser abolida
si de lo que se trata es de lograr la justicia y la igualdad.

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