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Estetización de la política
1930 hace una reseña sobre la colección de ensayos compilada por Ernst Jünger que lleva
por título War And Warrior. Durante su trabajo, Benjamin toma nota de cómo los autores
forma de expresión como la “transferencia de los principios de l’ art pour l’ art a la guerra
misma”. Cuando en 1936 presenta su ensayo célebre, “La obra de arte en la época de su
política” a la que se refiere. Si bien estas ideas no se difunden rápidamente según Jay, el
vínculo negativo que se establece entre estética y política es captado por variados sectores
fascismo.
En el centro de este tipo de análisis podemos ubicar a figuras como Bill Kinser y Neil
Kleinman con sus explicaciones sobre posibles causas del nazismo; los comentarios de J. P.
Stern y las críticas al respecto de Susan Sontag. Así mismo, Alice Yaeger Kaplan,
Estos análisis, entre otros, establecen entonces una plena conexión entre “la estetización de
la política” y el fascismo, de tal modo que, al llegar esta idea a ocupar un lugar común, se
traslada del campo de los historiadores al de los críticos literarios, en “una indagación […]
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Primera y segunda Guerra Mundial.
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sobre lo que se ha dado en llamar “la ideología estética”. Esta expresión fue acuñada por
razón es que Jay se propone indagar algunos usos alternativos de un término tan ambiguo
como estética, para poder comprender “por qué se estima problemático que se lo extienda
al terreno de la política”.
El autor identifica así, un uso de la estética que de acuerdo con Benjamín se vincula a “la
tradición de l’ art pour l’ art de diferenciar una esfera llamada arte de aquellas otras
búsquedas humanas […] Una política estetizada en este sentido tiene como único criterio
de valor el mérito estético.” A tal punto dice el autor, de glorificar la destrucción, “las
bellas ideas que matan”, como aparecen en el Manifiesto Futurista de Marineti. Para Jay,
otro uso del término “estética” deriva de la idea del político como un artista capaz de
modelar la sociedad. Un uso de este tipo, dice el autor, reduce al público activo a una masa
sin voluntad capaz de ser creada por el artista/político. Por último, advierte un uso del
Pero desde otra perspectiva, afirma Jay, de acuerdo con la crítica de la “ideología estética”
de racionalidad superior. Para de Man, ciertas expresiones del arte implican una política,
tienen una ideología, y la búsqueda de armonía en la estética lleva a una política autoritaria.
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Esta idea de Paul de Man, ha sido suscripta con mayor o menor adhesión u hostilidad en
Sin embargo, existen otras respuestas más atractivas que abordan el vínculo entre estética y
política según Jay. Una de ellas es la que se inspira en la distinción absoluta que hace de
como un conjunto de ideas a través de las cuales explicamos el mundo. La ideología estaría
Dos posturas más benignas respecto del vínculo entre estética y política son, para Jay, la de
Jean-Françoise Lyotard por un lado, de cuyas ideas el autor concluye que “la práctica
política, como la estética, no puede llegar nunca a subordinarse a una teoría totalizadora.”
Y por otro, como la versión más promisoria, Hannah Arendt propone “reemplazar la
temeraria creencia de que el político, como el artista creador, puede comenzar con una tela
limpia […], por el reconocimiento de que la política necesita elegir entre una cantidad
Para finalizar, más allá de las limitaciones que Jay encuentra en estas dos últimas
respuestas respecto del vínculo entre estética y política, el autor concluye que ambas “son
útiles referencias que nos hacen recordar que no toda variante de la estetización de la
política debe conducir al mismo tenebroso final”. No todas las implicancias del arte tienen
Revolución Francesa
Hunt analiza los símbolos visuales que surgen en un período histórico controvertido,
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marcado por la ruptura con el Antiguo Régimen y la construcción de nuevos “marcos
culturales”. En un contexto de cambio drástico del régimen político, se produce una crisis
La autora critica los enfoques tradicionales de los estudios 2 sobre la Revolución Francesa,
en los que el objetivo ha estado puesto más en las causas y en las consecuencias de la
expectativas compartidas” así como de “reglas implícitas que expresaban y formaban las
revolucionario por romper con el pasado, creó la ideología más que expresarla. Así, la
Revolución puede interpretarse como una “interacción entre ideas y realidad, entre
simbólicas propias “como lenguaje, imágenes y gestos”, las que constituyeron una nueva
clase política, una nueva e impactante cultura política. Estas prácticas, según la autora, no
(Hunt, 1986).
De acuerdo con Clifford Geertz, Hunt, en el Capítulo 3: Las imágenes del radicalismo,
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Estudios marxistas, revisionistas y toquevillianos.
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libertad en reemplazo de la servidumbre, la razón sobre lo “divino”, la soberanía del pueblo
distintas representaciones que se hicieron en cada caso. De este modo, se inició un debate
aceptada y difundida al principio en Francia. Pero pronto, en medio de los esfuerzos por
remodelar la República, Marianne fue reemplazada en las monedas y en el sello estatal por
un símbolo que representaría al pueblo, inspirado en una colosal estatua de Hércules que el
artista-diputado David sugirió a la Convención que erigiera con tal objetivo. Sin embargo,
sus diferentes etapas. Un Hércules colosal que nunca sería identificado con el rey en un
con un garrote apaleando una serpiente, u otro con ropas de sans-culotte, más cercano a la
imagen del pueblo. Un Hércules que fue representado en el Festival del Ser Supremo
Sin embargo, como consecuencia del fin de la radicalización de la Revolución tras la caída
la caída de los radicales, los diputados decidieron el uso de símbolos abstractos. Si bien
Hércules no desaparece por completo de las representaciones, es quitado del sello Estatal y
Según Hunt, después de 1799, “la memoria de Hércules se desvaneció. Marianne, la figura
Realismo Socialista
Soviéticas (URSS) se identifica con un tipo de representación que intenta romper con el
antiguo orden zarista. De este modo, nuevas estructuras para el arte instalan formas nuevas
con un sentido político. Un arte nuevo para una sociedad nueva. Pero ¿Qué tipo de arte
estos dos tipos de trabajadores? Son algunos de los interrogantes que se presentan.
En un primer momento, grupos de vanguardia dan una respuesta. Durante los primeros años
como símbolo de esa nueva sociedad. Sin embargo, una vez afianzada la URSS, hacia fines
ruptura con el pasado, sino más bien que mira hacia el futuro, y con la realidad de una
colectivo unificado en la heterogeneidad de “la sexta parte del mundo”, como la denominó
Dziga Vertov en su film homólogo. La idea de una estética nueva que identifique a un
Según Toby Clark (1997), a partir de 1934, en la URSS bajo la conducción de Stalin, el
Realismo Socialista se convierte en la estética oficial del arte soviético. Un arte que
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produce imágenes de obreros y campesinos idealizados, rodeados de progreso, que miran
hacia el futuro, y con un culto a la personalidad del líder. Con bases en cuatro principios
concretas; y Fidelidad a los puntos de vista del Partido Comunista. La imposición de este
estilo significó, para el autor, el control del Estado soviético sobre el arte.
Ya en 1932, habían sido abolidos los grupos de arte independiente, “acompañado por la
como la continuación natural del legado de los revolucionarios rusos del siglo XIX. Sin
embargo, a pesar del estilo realista, el tema soviético va a ser nuevo, ya que, a diferencia
del realismo ruso del siglo XIX que criticaba duramente al zarismo, el nuevo arte “oficial”
“oficial”, el único permitido, mientras que los vanguardistas que actuaron durante los
primeros años debieron adaptarse al nuevo estilo. Pero no todos pudieron hacerlo, algunos
Deineka (1899-1969), quien ya en la década de 1920 producía obras realistas pero con
técnicas de vanguardia. Las tres obras de este artista que analizamos, nos permiten
identificar de qué modo con sus pinturas formó parte del aparato de propaganda soviético,
en dos momentos muy diferentes, y dentro de los parámetros del nuevo estilo estatal. Nos
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referimos a Trabajadores textiles3, de 1926, una obra que, por el año de su creación, revela
el ideal del artista de una fábrica muy moderna, algo que posiblemente distara
Socialista no era aún el estilo único adoptado por el Estado. Un trabajo más influenciado
por las vanguardias, en contraste con sus obras posteriores; Carrera de relevos4, de 1947,
una obra que permite decodificar, según Clark (1997), que “[…] El deporte estuvo también
deportiva que fue una característica constante […] de la vida cotidiana.”; y Cuenca del
Don5, también de 1947, presenta a las mujeres en el rol de trabajadoras equiparables con los
hombres, como parte de la gran fuerza de trabajo humano que impulsa y genera a la URSS.
Estas dos últimas obras, a diferencia de Trabajadores textiles de la década del ‘20, fueron
creadas luego de la Segunda Guerra Mundial. Es evidente que el ideal físico es distinto en
los dos momentos, con figuras humanas más realistas en las obras de 1947, mientras que en
Es posible que Deineka, por estar asociado al poder y la propaganda, no haya tenido el
estudio merecido por parte de la Historia del Arte. Este artista comprometido con la
Revolución desde sus comienzos, trasciende en alguna medida los ideales soviéticos al
servicio del Partido Comunista y sus trabajos posiblemente reflejan los propios. Por lo
tanto, la idealización del artista permite, en un punto, cuestionar el realismo de sus obras.
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Ver imagen en: https://lamuruexposiciones.wordpress.com/2011/10/23/%C2%BFrealismo-sovietico/
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Ver imagen en: http://poeticas.es/?attachment_id=270
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Ver imagen en: https://emmatrinidad.wordpress.com/2011/11/05/cuando-el-arte-se-convirtio-en-revolucion-
aleksandr-deineka-1899-1969-una-vanguardia-para-el-proletariado/
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Referencias bibliográficas:
CLARK, Toby (1997), Arte y propaganda en el siglo XX. La imagen política en la era de
la cultura de masas, Madrid, Akal, 2000, Cap 3: “La propaganda del estado
comunista”, pp. 73-101.
HUNT, Lynn (1986), Política, cultura y clase durante la Revolución Francesa, Córdoba,
Universidad Nacional de Córdoba, 2004, “Introducción: Interpretando la
Revolución Francesa” pp. 33-55 y Cap 3 “ Las Imágenes del Radicalismo” pp. 147-
191.
JAY, Martin (1993), “La ideología estética como ideología o ¿qué significa estetizar la
política”, en: Campus de fuerza. Entre la historia intelectual y la crítica cultural,
Buenos Aires, Paidós, 2003, pp. 143-166.