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Sin embargo, no todos los reptiles desprovistos de extremidades son serpientes: estas
últimas se reconocen por carecer de párpados móviles y de aberturas auditivas
externas, así como por su lengua bífida que sacuden continuamente hacia
adelante, para percibir su entorno.
Las serpientes figuran entre los animales más antiguamente conocidos por el ser
humano, y tienen presencia en mitologías e imaginarios de las
diversas culturas antiguas, ya sea como animal sagrado y representante divino (como
la serpiente emplumada de los pueblos mesoamericanos: Quetzalcóatl), o como
criatura maligna y sediciosa (como en la tradición judeocristiana, en la que
representa a Satanás y se le acusa de haber tentado a Eva a pecar).
Las serpientes son un clado muy diverso de animales, que se puede clasificar de la
siguiente manera:
Boas y pitones, las serpientes más primitivas (algunas poseen todavía vestigios
de patas) y más voluminosas, desprovistas de veneno, que se enroscan en torno a
sus presas y las asfixian aprisionándolas con su cuerpo (constricción).
Culebras, la gran mayoría inofensivas y de tamaño mediano, adaptadas a
diversos hábitats (acuáticos, arborícolas, terrestres), en donde hacen
de depredadores de pequeños animales. Algunas pocas especies son venenosas y
pueden suponer un peligro para el ser humano.
Elápidos, como las cobras, corales y mambas, son las serpientes más venenosas
y peligrosas de todas, dotadas de pequeños colmillos que inoculan con cada
mordida una dosis de neurotoxinas. Muy diversas entre sí, algunas poseen un
aspecto amenazante o colores brillantes que denotan su peligrosidad.
Crótalos y víboras, serpientes muy venenosas que inyectan con cada mordida
una toxina hemolítica, gracias a dos grandes colmillos acanalados que se pliegan
en el interior de la boca cuando ésta se cierra. Poseen una reconocible cabeza
triangular y ancha.
Fuente: https://concepto.de/serpiente/#ixzz7oJFQ7MUF