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Cristianos en la política ¿Sí

o No?
Por
 TercerAngel
 -
30 mayo, 2019

El Gran Peligro: El éxito en la política involucra transigencias, la exaltación


personal, el ocultar debilidades y el juego de papeles partidarios.
En 2018, las iglesias evangélicas confirmaron su rol de nuevos actores políticos en
América Latina: un diputado evangélico, Fabricio Alvarado, ganó
sorpresivamente la 1ra. vuelta electoral en Costa Rica con un discurso religioso y
moral, consiguiendo 25% del Poder Legislativo costarricense; un candidato de
izquierda, Andrés Manuel López Obrador, ganó las elecciones en México con el
apoyo del evangélico Partido Encuentro Social (PES), y se comprometió a crear
una “Constitución moral”; y Jair Messias Bolsonaro ganó las elecciones
en Brasil con el apoyo oficial de grandes iglesias pentecostales y
neopentecostales.
Para muchos, esta descripción es una respuesta al interrogante: ¿Cuál es la
relación posible entre el cristiano y la política?
En el catolicismo nunca existió semejante dilema.
Pero entre otros cultos cristianos a menudo se tomaron como referencia los
textos de Romanos 13:1–7, y 1 Pedro 2:13–17, que advierten no rebelarse
contra las autoridades establecidas. Tanto Pablo como Pedro exhortan a la
sumisión aún en un gobierno autocrático como el del Imperio Romano, porque el
foco debía estar puesto en la tarea de predicar el Evangelio para que regresara
Jesús.
Sin embargo, en tiempos posteriores también aparecieron otras necesidades
vinculadas a lo coyuntural, y faltaron las respuestas unánimes.
Desde el cristianismo no denominacional agrupado en los Ministerios Got
Question, se preguntó: ¿Cómo debe ver la política un cristiano?
Una respuesta:
"(…) Dios quien "quita reyes y pone reyes" (Daniel 2:21), porque "el Altísimo
gobierna el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da." (Daniel 4:17). Una
clara comprensión de esta verdad, nos ayudará a ver que la política es
meramente un método que Dios usa para llevar a cabo Su voluntad. Aunque
hombres perversos abusen de su poder político, utilizándolo para el mal, Dios lo
usa para bien, "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan
a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos
8:28).
En segundo lugar, debemos estar conscientes del hecho de que nuestro gobierno
no puede salvarnos. ¡Solo Dios lo puede hacer! Nunca leemos en el Nuevo
Testamento, que Jesús, o cualquiera de los apóstoles invirtiera ni tiempo ni
energía enseñando a los creyentes cómo reformar al mundo pagano de su
idolatría, inmoralidad y prácticas corruptas por medio del gobierno. Los
apóstoles jamás instaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para
protestar contra las injustas leyes o los regímenes brutales del Imperio Romano.
En cambio, los apóstoles les ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como
a nosotros hoy, proclamar el Evangelio y vivir vidas que den una clara evidencia
del poder transformador del Evangelio.
El objetivo de la iglesia, de acuerdo al propósito de Dios, no se encuentra en
el activismo político. En ninguna parte de la Escritura se nos ordena invertir
nuestra energía, nuestro tiempo, o nuestro dinero en los asuntos
gubernamentales. Nuestra misión radica, no en cambiar a la nación a través
de reformas políticas, sino en cambiar los corazones a través de la Palabra
de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de
Cristo puede de alguna manera ser aliada de la política gubernamental,
corrompen la misión de la iglesia. (…)".
Obviamente, no es la única opinión al respecto.
Hay
alguna bibliografía disponible. En el mercado digital Mercado Libre aparece
a la venta el siguiente ensayo.
El deber de estar informados
En Puerto Rico, el pastor William Hernández Ortiz tiene una columna
permanente en el diario El Nuevo Día, donde también abordó el vínculo entre
cristiano y política. Aquí un fragmento de su reflexión:
"(…) La relación entre la política y el cristianismo ha sido una fuente frecuente
de desacuerdos a través de la historia del cristianismo. Ha habido muchos
pensamientos relacionados con la forma de concebir la relación entre el
cristianismo y la política, prevaleciendo los que creen que el cristianismo debe
tener poco interés o participación en la política o el gobierno. Una cosa no
debemos perder de perspectiva, y es que los tiempos cambian y con el tiempo
también la cultura. Esto conlleva la responsabilidad de interactuar en la forma
más efectiva para el bienestar de nuestros semejantes y el legado a futuras
generaciones.
Quisiera recomendarles cuatro cosas que debemos hacer:
** Primero, un mandato bíblico, el deber de siempre orar. Especialmente en
favor de los que ocupan cargos públicos. Las oraciones de los fieles son más
efectivas que cualquier gestión intelectual, por más elaborada que sea.
** Lo segundo, no podemos ignorar el deber de votar. Los cristianos debiéramos
votar, aun cuando a veces tengamos que hacerlo escogiendo entre el menor de
dos males.
** También es sumamente importante el deber de estar educados e informados.
Los cristianos necesitamos estar educados con respecto a los problemas que
afectan la vida presente y futura de nuestro país.
** Y finalmente, tenemos el deber de aspirar a puestos públicos. El ocupar
puestos gubernamentales como creyentes beneficia al pueblo cuando
mantenemos firmes nuestras convicciones. No existe nada malo en aspirar a
sentarnos y ser parte de la estructura gubernamental de un país. (…)".
La polémica subsiste y es
muy válida.
El doble nacimiento
Rubén Dri, profesor titular de la Cátedra de Sociología de la Religión en la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, profesor titular
en el Doctorado de la misma Facultad, y fue el director de los 9 números que
publicó Diaporías, revista de Filosofía y Ciencias Sociales, escribió:
"(…) con el emperador Constantino, a principios del siglo IV (Edicto de Milán en
el 312) y Teodosio a fines de dicho siglo (Edicto de Tesalónica, 380) el proyecto
político-religioso que con Pablo había sido a favor del dominado, se cambia a
favor del dominador. Es el proyecto del imperio cristiano. Del siglo IV al VIII, los
ocho concilios ecuménicos, así reconocidos por la Iglesia, fueron todos
convocados por el emperador de turno.
Del siglo I, en el que tuvieron lugar tanto la narración de las tentaciones de
Jesús como el accionar de Pablo, hemos pasado al siglo IV. Son los momentos de
lo que podríamos denominar el doble nacimiento del cristianismo, el de las
asambleas o ekklesíai cristianas y el de la Iglesia, la institución, sede del poder
religioso en alianza y competencia con el poder político.
De esa manera, por una parte aparece con claridad que el surgimiento del
cristianismo se da entrelazado con el accionar político y, por otra, que hay una
diferencia fundamental en el sujeto en quien reside dicho accionar.
** ¿Puede ser diferente?
** ¿Se ha dado alguna vez, en alguna cultura, una completa escisión entre lo
político y lo religioso?
** ¿Se han dado experiencias religiosas puras, sin entrelazamiento con lo
político?
No, eso nunca se ha dado por la sencilla razón de que no puede darse. Tanto lo
religioso como lo político, son momentos de la totalidad social. La sociedad es
un todo en el que lo económico, lo político y lo religioso constituyen momentos
esenciales. Entre ambos momentos hay mediaciones. No hay un paso directo de
un momento al otro. Ni lo político es directamente o inmediatamente religioso,
ni éste es inmediatamente aquél, pero la co-implicación es inevitable. (…)".
El
emperador Teodosio I el Grande promulgó el edicto de Constantinopla, con el
que prohibía totalmente el paganismo.
El denario
Es muy interesante el abordaje de Dri de un texto bíblico tradicional para
introducir todo debate entre cristianismo y política: la parábola de la moneda
del César.
"(…) Hay un texto en las narraciones evangélicas que parece contradecir entre
entrelazamiento y mutua implicancia de lo religioso y lo político. Es el texto en
el que parece que Jesús escinde claramente lo religioso de lo político cuando se
le pregunta sobre la licitud de pagar el tributo a Roma:
Envían a Jesús a algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo
sorprendieran -agréusosin- en alguna palabra. Y vienen y le dicen: ‘Maestro,
sabemos que eres hombre veraz y no te cuidas de nadie, porque no moras a la
apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios: ¿es
lícito dar tributo al César o no? ¿Daremos (pagaremos) o no daremos?’.
Pero él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me tientan?
Tráiganme un denario para que lo vea’.
Ellos lo trajeron. Entonces les dice: ‘¿De quién es esta imagen -eikón- y la
inscripción?’. Ellos le dijeron: ‘Del César’.
Jesús les dijo entonces: ‘Lo del César devuélvanlo -apódote- al César, y lo de
Dios, a Dios’. Y se maravillaban de él.” (Marcos 12:13-17).
El contexto en el que se inserta este pasaje es el de las disputas ideológico-
políticas entre Jesús y los dirigentes del pueblo judío, sacerdotes, escribas,
herodianos y saduceos, que tienen lugar luego de la “entrada” de Jesús a
Jerusalén al frente de una verdadera multitud. Dichos dirigentes tratan de
poner en aprieto a Jesús para enemistarlo ya sea con el imperio romano,
ya con el pueblo.
En ese contexto, el pago del tributo era un tema fundamental. Los que le
plantean a Jesús el problema-trampa son los fariseos y los herodianos, los
mismos que al inicio de la actividad de Jesús se confabulan para “eliminarlo” -
apolésosin- (Marcos 3:6).
Es evidente que Jesús no puede responder directamente, jugándose por una de
las alternativas que le presenta la pregunta, porque si se decide por la
afirmativa, se enemista con el pueblo, pierde su autoridad. Si lo hace por la
negativa, cae en manos del poder imperial. Es por ello que Jesús, mostrando su
cintura política, como ya lo había hecho en otros pasajes de la disputa, no da
una respuesta directa. La mediatiza con la mostración del denario, la moneda
con la que se debía efectivizar el pago.
Jesús, consciente de la hipocresía de la pregunta, se hace traer el denario
porque quiere trabajar sobre la moneda y, como si no conociese la imagen del
emperador, pregunta de quién es la imagen y la inscripción.
Jesús juega con la respuesta de sus adversarios. La toma al pie de la letra,
dándole el sentido contrario que tenía para los que preguntaban.
Éstos responden que tanto la imagen como la inscripción son del César, por lo
cual, les dice Jesús que hay que devolvérsela al César. Esa moneda no tiene
nada que hacer allí. En el denario estaba la inscripción:
Ti (berius) Caesar Divi Aug(usti) F(ilius) Augustus,
o sea, “Tiberio Augusto, César, hijo del divino Augusto”.
“Devuélvanlo al César”. El verbo utilizado es apodídomi, compuesto por la
preposición apó y el verbo dídomi, en imperativo apódote. El verbo simple
significa “dar”, y con la preposición “dar de vuelta”, “devolver”.
Jesús no ha caído en la trampa. No lo pueden acusar frente al imperio porque no
ha hecho otra cosa que darles la razón a los interlocutores. Son ellos quienes
han dicho que esa moneda era del César.
Pero además Jesús agrega: “y lo de Dios, a Dios”, o sea, de la misma manera hay
que devolver a Dios lo suyo.
¿Qué es lo de Dios que es necesario devolvérselo porque se lo han quitado? (…)
Devolver a Dios el pueblo significa practicar la justicia, volver a la sociedad
basada en el don o la solidaridad, como siempre lo predicaron los grandes
profetas, Amós, Oseas, Miqueas. El pueblo es de Dios, pero de Dios-en-el-
pueblo. Es el Reino de Dios, contrapuesto al Reino del César.
No hay, en consecuencia, ningún asidero para la pretendida separación entre la
religión y la política. (…)".
Denario de plata romano: “Devuélvanlo al César”. El verbo utilizado es
apodídomi, compuesto por la preposición apó y el verbo dídomi.
El caso Brasil
La Iglesia Católica Apostólica Romana quedó muy impresionada por el proceso
electoral de 2018 en Brasil. Una candidata presidencial, Marina Silva, es
evangélica, de las canteras del pentecostalismo. Y el ganador, hoy Presidente de
Brasil, Jair Messias Bolsonaro, es un excatólico, luego rebautizado por el
pastor Everaldo Días Pereira, miembro de las Asambleas de Dios y presidente
del Partido Social Cristiano, por el que fue candidato a la Presidencia de la
República en 2014.
Esto sucede en un país estratégico para el catolicismo, donde tiene la mayor
cantidad de fieles pero también donde 10 millones de brasileños han dejado
el catolicismo desde 2014.
El sociólogo y educador peruano José Luis Pérez Guadalupe, exministro del
Interior durante el gobierno de Ollanta Humala fue apoyado por la Fundación
Konrad Adenauer, de la católica Unión Demócrata Cristiana de Alemania, para
estudiar el ingreso de los evangélicos a la política en Latinoamérica en
general, y en Brasil en particular.
Según Pérez Guadalupe, "en las dos últimas décadas los evangélicos pasaron de
ser marginados sociales a ser protagonistas políticos, de la ‘huida del mundo’ a
la ‘conquista del mundo’, de preguntarse si participan en política a preguntarse
cómo deben participar, de guiarse por la consigna “el hermano no se contamina
en política”, a “el hermano vota por el hermano”, del premilenarismo celestial
al postmilenarismo contemporizador con el mundo, del modelo ‘misionero-
protestante-extranjero’ al modelo ‘pastor-evangélico-nacional’."
De acuerdo a Vatican Insider, suplemento cotidiano del diario italiano La
Stampa, Pérez Guadalupe trabaja en un proyecto de investigación titulado “Los
evangélicos y el poder político en Brasil”.
Las iglesias evangélicas en Brasil iniciaron su participación política en 1985
cuando la Asamblea de Iglesias Pentecostales decidió presentar candidatos a la
elección de convencionales constituyentes en 1986, pasando de 12
representantes (la mayoría bautistas) a 32 (la mayoría pentecostales). Desde
entonces es convencional que las iglesias evangélicas incursionen en política: hay
candidatos evangélicos en todas las listas de los partidos políticos. En los
comicios de 2018 hubo candidatos evangélicos de 26 denominaciones en 22
agrupaciones políticas diferentes.
En la política brasilera existe la “facción evangélica”, un concepto que permite
presentar candidatos en casi todos los partidos políticos existentes, o dentro de
partidos políticos confesionales (Partido Republicano Brasileño, Partido Social
Cristiano, etc.), y hasta conforman una bancada parlamentaria.
Y se desarrolló como práctica habitual el ‘modelo corporativo de participación
electoral’, con “candidaturas oficiales” dentro de las denominaciones
pentecostales, evitando así la dispersión del voto de los feligreses.
Estudiando el proceso electoral de 2014, resulta que los evangélicos eran el
25% de la población brasilera y sólo pudieron conseguir el 13% en las
elecciones federales, el 7% en las estaduales y el 4% en el Senado. Pero en las
elecciones de 2018, ya 32% de la población, consiguieron 82 diputados, el
16% de los 513, en base a una anti-“ideología de género” o “agenda moral”,
próvida y profamilia.
Bautismo evangélico de Jair Messias Bolsonaro.
Concilio Vaticano II
El educador católico chileno José Johnson Mardones redactó un documento
titulado "Los cristianos y su compromiso político", en el apoya con fervor la
participación. Aquí un fragmento:
"(…) Si comprendemos la Encarnación realmente, comprenderemos que no es
sólo dogma o misterio, sino práctica. El cristiano, a imitación del Maestro, debe
encarnarse en el mundo, en su circunstancia, en medio de los pobres y oprimidos
de nuestra época, luchando por su liberación y dignidad.
La encarnación es camino, no teoría. Al encarnarse Jesús mostró la falsedad de
la separación entre sagrado y profano, divino y humano, historia humana e
historia sagrada, acción social o política y consecuencia religiosa. La práctica
cristiana debe también, encarnarse, y encarnarse para liberar, para resucitar.
Resultan ilustrativas las palabras del pontífice Pablo VI:
“No se salva el mundo desde fuera. Es necesario, como el Verbo de Dios que se
ha hecho hombre, hacerse una misma cosa, en cierta medida, con las formas de
vida de aquellos a quienes se quiere llevar el mensaje de Cristo”.
(…) La mirada a la historia humana, y a la política dentro de ella, fue tratada
por el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en
el mundo actual. En este texto se manifiesta que “El mensaje cristiano no
aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse
del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo1”, es
decir, el ser cristiano implica el preocuparse porque el mundo y la sociedad se
ordenen hacia el bien común. La indiferencia política o social es opuesta al
Evangelio de Cristo.
(…) Con todo, la acción política de los cristianos no debe ser ingenua. Ningún
sistema logrará la plena felicidad de los seres humanos y tampoco existe el
sistema perfecto. Por ello, una visión crítica del mundo político y social, de
la economía y el trabajo, evitará las distorsiones y males mayores. El reino
de Dios va siempre más allá de la historia, pero no sin ella. Es por ello que
el Concilio llama a una participación crítica al señalar: “Aunque hay que
distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de
Cristo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad
humana, interesa en gran medida al reino de Dios (…) El reino está ya
misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se
consumará su perfección”.
Apertura del Concilio Vaticano II, un cambio radical en la Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Buscando un gris, entre el blanco y el negro
Un texto interesante acerca de política y cristianismo -aunque provocó mucha
polémica entre sus allegados, lo elaboró en 1997 el por entonces ya retirado
pastor Bert B. Beach, quien se había desempeñado como director de Libertad
Religiosa y de Relaciones públicas en la Asociación General de los Adventistas
del 7mo. Día (debe recordarse que en la Administración Trump, el secretario de
Vivienda y Desarrollo Urbano es, a título personal, el neurocirujano
adventista Ben Carson, ex precandidato presidencial republicano):
"(…) Algunos adventistas creen que la iglesia no tiene ningún papel político que
desempeñar, y que el papel del cristiano, como individuo, es insignificante. Esta
idea está fundada en el concepto de que el reino de Cristo no es de este mundo.
Otros adventistas insisten que tanto los individuos como la iglesia tienen
responsabilidades sociopolíticas indiscutibles para mejorar las condiciones de
vida. Algunos cristianos van varios pasos más allá alegando que la tarea más
grande del cristianismo es trabajar para lograr un orden político cristiano que
conduzca al establecimiento del reino de Dios en la tierra. Entre estas dos
tendencias extremas existe una gran gama de variaciones.
#El ejemplo de Cristo
Solamente en muy raras ocasiones Jesús hizo referencia al tipo de sociedad
política a la cual debían aspirar él y sus discípulos. El no asumió la posición de
ser un reformador o defensor sociopolítico. Tampoco enunció ninguna
plataforma política. Las tentaciones en el desierto tenían una clara dimensión
política y él las resistió. A pesar de que tuvo más de una oportunidad para
asumir el mando del pueblo aprovechando situaciones en que se podría dar un
golpe de Estado (por ejemplo, la alimentación de la multitud y la entrada
triunfal a Jerusalén), no escogió esa opción.
Al mismo tiempo, las enseñanzas de Jesús pueden conducir a un significativo
acontecimiento sociopolítico cuando son vividas por la comunidad cristiana.
El les ofreció buenas nuevas a los pobres, libertad a los oprimidos y “vida
en abundancia” (Juan 10:10). Por lo tanto, los adventistas contemporáneos,
al seguir el ejemplo de los cristianos a través de los siglos, deben reconocer
que pesa sobre sus hombros cierta responsabilidad social. Los pioneros
predicaban no solamente el evangelio de la salvación personal, sino que
también estaban interesados en los alcohólicos, los esclavos, las mujeres
oprimidas y en las necesidades educacionales de los niños y los jóvenes.
#La Biblia y la responsabilidad sociopolítica
La responsabilidad sociopolítica del cristiano está basada en dos fundamentos
bíblicos.
Primero, la doctrina de la creación. Dios creó ex nihilo un universo y nos
estableció como mayordomos gobernantes de este mundo. La mayordomía
incluye responsabilidad y obligación de responder por medio del dominio sobre
la jurisdicción que le ha sido asignada.
Segundo, la doctrina de la humanidad. Los seres humanos han sido creados a la
imagen de Dios. Los parámetros de la responsabilidad humana con respecto al
servicio descansan dentro de este concepto bíblico de la naturaleza humana. El
punto de vista cristiano es que los hombres y mujeres no son una resaca que
flota en el mar de la vida, sino personas con un papel responsable que
desempeñar y con un futuro brillante. Este potencial humano ofrece propósito,
dirección y optimismo a los cristianos que sirven a otros en el ambiente
comunal.
Por lo tanto, el cristianismo no es una religión de un individualismo insular o de
una introversión aislante, sino que es una religión de comunidad. Los dones y las
virtudes cristianas conllevan implicaciones sociales. La dedicación a Jesucristo
significa dedicación a todos los hijos de Dios, lo cual engendra la responsabilidad
por el bienestar de otros.

"El reino de Dios no está aislado del mundo presente; “entre vosotros
está” (Lucas 17:21) .
#El dilema de la doble ciudadanía
Los cristianos sinceros afrontan el dilema de la doble ciudadanía. Por un
lado, pertenecen al reino de Dios y por otro, a su país de ciudadanía. Son
parte de la “nueva humanidad” y viven en medio de la “vieja humanidad”.
¿Existe aquí un conflicto inherente? ¿Debe la juventud adventista escoger
una ciudadanía y renunciar a la otra? No cabe duda de que en algunas
ocasiones puede haber un conflicto cuando las demandas o deberes de una
ciudadanía chocan con los de la otra. En tales casos la Escritura es clara:
“Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).
Sin embargo, el reino de Dios no está aislado del mundo presente; “entre
vosotros está” (Lucas 17:21). En otras palabras, el reino de Dios es una esfera,
una dedicación, una actitud y una manera de vida y pensamiento que se infiltra
en la totalidad de nuestra existencia y da especial significado a nuestra
ciudadanía nacional. Es la soberanía de Dios que invade la vida humana.
#El “no hacer nada” es una acción política
El orden político de la sociedad es la provisión providencial de Dios para la
humanidad caída. Dios no le pide a la “gente buena” de la sociedad que se
mantenga fuera del proceso gubernamental y se aleje del control socio-político
y económico, dejándolo en manos de los “malhechores”. Los cristianos deben ser
la sal y la luz de un mundo social y por lo tanto no pueden optar sencillamente
por salirse del proceso político. En realidad, una abdicación tal sería en sí una
acción política que abre el camino para el control político por aquellos que
apoyan algo menos que los valores cristianos. El “no hacer nada” es una receta
segura para que el pecado llegue a ser el amo.
(…) Habiendo subrayado las responsabilidades y privilegios del ciudadano, se
hace necesario dar una advertencia contra el peligro de la politización tanto de
los individuos como de la iglesia. Los adventistas, al igual que otros cristianos,
corren el peligro de ser engañados por César. El éxito en la política involucra
transigencias, la exaltación personal, el ocultar debilidades y el juego de
papeles partidarios. A veces, se vuelve necesario aceptar un curso de acción que
no se corresponde con las mejores convicciones morales del individuo. La
política es un jefe exigente y puede convertirse en algo totalmente absorbente.
Los políticos cristianos caminan sobre una cuerda floja. Deben evitar
contaminarse por la característica irónica y totalmente absorbente del activismo
político que puede degradar sus esfuerzos a tal punto que podría parecer que no
hay un Dios involucrado en los asuntos del hombre.
Hay un creciente aumento del peligro de politización dentro de las iglesias.
Esto no solamente ha conducido a la participación de la iglesia en
actividades políticas, sino también a la interpretación de la fe cristiana y
del evangelio en términos de valores políticos. En muchas iglesias el interés
parece haberse desviado de la moralidad individual a la moralidad social. El
resultado ha sido que en ciertos segmentos de la iglesia se ha permitido que
las ideas seculares sirvan para modelar los valores cristianos de manera que
hay muy poca diferencia entre lo secular y lo sagrado. Es triste ver que por
lo general, a menudo las actitudes cristianas son las mismas que las de la
sociedad en general. (…)".

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