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UNIVERSIDAD NACIONAL DE UCAYALI

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS,

ADMINISTRATIVAS Y

CONTABLES

ESCUELA PROFESIONAL DE ECONOMÍA Y NEGOCIOS INTERNACIONALES

GRUPO :3

TEMA : PROBLEMAS ECONÓMICOS PARA PAISES SUBDESARROLLADOS:


POBREZA, CORRUPCIÓN, MEDIO AMBIENTE Y FALTA DE
INDEPENDENCIA

ALUMNA : HIROMI GUILIANA MACEDO CÁRDENAS

PROFESOR : Dr. MIGUEL OSCAR LÓPEZ Y OJEDA

CURSO : ECONOMÍA INTERNACIONAL

PUCALLPA – PERÚ
2022

i
INDICE DE CONTENIDO
RESUMEN.......................................................................................................................................iv

INTRODUCCIÓN.............................................................................................................................4

CAPITULO I.....................................................................................................................................6

PROBLEMAS ECONÓMICOS PARA PAISES SUBDESARROLLADOS.............................6

Subdesarrollo como ausencia del desarrollo....................................................................6

El subdesarrollo como producto del desarrollo................................................................6

El Subdesarrollo y la desigualdad internacional...............................................................8

Los inconvenientes de la economía del subdesarrollo.................................................10

¿Cómo superar el declive de la economía del subdesarrollo?....................................12

CAPITULO II..................................................................................................................................14

LA POBREZA................................................................................................................................14

Aproximación conceptual: Definición de pobreza..........................................................17

El efecto del crecimiento sobre la desigualdad...............................................................23

El efecto de la desigualdad sobre el crecimiento............................................................25

Crecimiento económico y lucha contra la pobreza........................................................27

Implicaciones para la política macroeconómica.............................................................29

CAPITULO III.................................................................................................................................34

LA CORRUPCIÓN........................................................................................................................34

El concepto de corrupción....................................................................................................35

Causas de la corrupción........................................................................................................38

Corrupción y sus Impactos económicos...........................................................................39

Corrupción y desarrollo.........................................................................................................43

CAPITULO IV................................................................................................................................45

MEDIO AMBIENTE.......................................................................................................................45

La ecología frente al desarrollo...........................................................................................46

ii
¿Desarrollo primero, ecología después?..........................................................................46

CAPITULO V.................................................................................................................................49

FALTA DE INDEPENDENCIA....................................................................................................49

¿Qué entendemos por dependencia económica?..........................................................49

Dependencia económica: cómo se manifiesta................................................................49

Países pobres: claves para eliminar la dependencia económica................................50

CONCLUSIÓN...............................................................................................................................52

RECOMENDACIONES................................................................................................................54

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................................55

ANEXO...........................................................................................................................................54

Caso de Perú- país subdesarrollado..................................................................................54

Pobreza..................................................................................................................................54

Corrupción............................................................................................................................62

Medio ambiente....................................................................................................................63

iii
RESUMEN

Este trabajo aborda el fenómeno del subdesarrollo y sus secuelas de pobreza,


desigualdad y privaciones que sigue padeciendo buena parte de la población mundial. No
obstante, también abordará otros problemas como la corrupción, el medio ambiente y la
falta de independencia de los países subdesarrollados. Dado que estos son catalogados
como obstáculos para el crecimiento, nos resulta necesario abordarla en un sentido
amplio, ya que en el mundo actual persiste el subdesarrollo extremo y masivo junto con
una enorme brecha entre los países ricos y pobres. Por lo que, hay que tomar conciencia
del subdesarrollo y, en un plano más académico, ser conscientes de los inconvenientes
que representa el predominio de la ortodoxia en la disciplina de la economía del
desarrollo, centrada en fórmulas anacrónicas que no se han mostrado eficaces en la
superación de las desigualdades. Se concluyó que los países pobres tienen que
desarrollarse, pero deben hacerlo de manera sostenible, ya que no parece posible
extender a todo el mundo un modo de vida y de producción (el que han tenido hasta
ahora los países ricos) que se basa en el consumo a gran escala de energía y materias
primas y que provoca una gran contaminación. Además, se explicó que la pobreza es un
problema económico independiente de la condición de subdesarrollo de los países,
puesto que el objeto de estudio se define desde las condiciones de vida de un grupo de
individuos, no desde las circunstancias nacionales o colectivas. La caracterización de
desarrollo o subdesarrollo es innecesaria para el análisis. Así mismo, señaló que el
crecimiento económico influye sobre la asignación de recursos entre sectores productivos,
sobre los precios relativos de los bienes, sobre las remuneraciones que reciben los
factores productivos (trabajo, capital físico, capital humano, tierra) y, por consiguiente,
también sobre la distribución de la renta la cual guarda una estrecha relación con la
pobreza. También que la corrupción puede tener un importante efecto negativo en los
niveles de inversión, crecimiento, igualdad y bienestar de una economía, aunque también
puede ser entendido natural como parte del proceso de desarrollo político y económico de
un país. Por último, que las condiciones de pobreza, desigualdad y precariedad han
hecho que a lo largo de las décadas se genere una dependencia económica de los países
que se encuentran en el Sur hacia los considerados "potencias mundiales" u otros
organismos internacionales crediticios como, por ejemplo, el Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional.

iv
INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se habla sobre los problemas económicos para países


subdesarrollados: como la pobreza, la corrupción, el medio ambiente y la falta de
independencia.

Se habla de «economía del subdesarrollo», y no de «economía del desarrollo», esto


debido a que es como habitualmente se conoce en el mundo académico a la disciplina de
la Ciencia Económica que se ocupa de los problemas de los países que se encuentran
atrasados y marginados. Junto a esto se les pone énfasis la realidad material y concreta
de dichos países. Además, dado la crisis de la economía del subdesarrollo se debe a
distintos factores, entre los que figura el propio subdesarrollo de la disciplina de la que
forma parte, esto es, de la Economía en general.

En relación a esto, es que se introduce el término “pobreza” como uno de esos problemas
económicos, argumentando que según la economía clásica el crecimiento de largo plazo
logra mejorar las condiciones de vida de las personas debido al aumento en la demanda
de trabajo, que tiene efectos positivos en el empleo y los salarios, aunado con la
disminución de los precios de bienes y servicios a causa del aumento en la oferta de
productos. Sin embargo, estas teorías no tienen un asidero empírico en todos los casos,
por lo cual las economías pueden tener amplios periodos de crecimiento, sin efectos
significativos en la pobreza estructural.

Por otra parte, también se incluye a la “corrupción”. Donde se señala que este se
convierte en un problema económico que afecta a los países en desarrollo, dado que por
un lado la percepción de desconfianza de la población en las instituciones desfavorece los
incentivos para invertir o hacer negocios, también la corrupción, específicamente en el
ámbito público, trae consigo serios problemas a nuestra economía. Ya que este tipo de
corrupción incrementa el atraso de obras públicas, a través de su incidencia en las
contrataciones del Estado.

Así mismo, se alude como otro problema de los países subdesarrollados es que no
captan adecuadamente la relación entre la liberalización del comercio y los objetivos del
desarrollo sostenible, entendido este en su concepción integradora de bienestar en las
esferas económica, social, ambiental, y de participación de la sociedad en las decisiones
relevantes de política, lo que desencadena de manera natural la reducción de la pobreza

4
y la mejora progresiva de las condiciones de equidad, y que esos efectos llevan
automáticamente a reducir las presiones sobre el ambiente. Por lo tanto, responden a los
eventuales conflictos entre estrategias comerciales y prioridades de desarrollo, otorgando
primacía a las primeras y dando a las últimas un tratamiento residual.

En ese contexto, se el presente trabajo dividió de la siguiente manera:

En el capítulo I se hablará sobre todo lo relacionado a los países subdesarrollados.

En el capítulo II, se hablará todo lo relacionado a la pobreza y como este se entiende en


un contexto económico.

En el capítulo III, se hablará todo lo relacionado a la corrupción y como este se entiende


en un contexto económico.

En el capítulo IV, se hablará todo lo relacionado al medio ambiente y como este se


entiende en un contexto económico.

En el capítulo V, se hablará todo lo relacionado a la falta de independencia y como este


se entiende en un contexto económico.

Se tendrán conclusiones, se explicarán las conclusiones comprendidas.

Se tendrán recomendaciones, se expondrán a las recomendaciones que se llegaron.

5
CAPITULO I

PROBLEMAS ECONÓMICOS PARA PAISES SUBDESARROLLADOS

Subdesarrollo como ausencia del desarrollo

El segundo grupo de críticas de la “maravilla” del desarrollo vienen del pensamiento sobre
el desarrollo. Siempre ha habido personas que reconocen que el desarrollo tiene
normalmente sus víctimas y beneficiaros. Lo reconoció Adam Smith, y aún más Marx que
observó como el capital debía el éxito en su nacimiento al sufrimiento de muchos (los
esclavos transportados de África, los campesinos expulsados de su tierra, los niños que
trabajaban en las minas, etc.). El proceso de “acumulación primaria y primitiva” fue muy
sangrienta. Sin embargo, tanto Marx como Smith eran optimistas sobre las posibilidades
de crecimiento económico. Marx esperaba que el capitalismo, un sistema sumamente
progresista a nivel histórico, pudiera cumplir una misión histórica: el desarrollo de las
fuerzas productivas hasta niveles suficientes como para formar una base material de
abundancia para el socialismo. Esperaba que esto sucediera no solamente en el hogar
del capitalismo en Europa, sino en todo el mundo. Hay momentos en que sus escritos
sobre el desarrollo de la India nos parecen ahora realmente sorprendentes.

Progresivamente, la observación sobre todo del Tercer Mundo, ha introducido dudas en


esta perspectiva. A pesar de la gran maravilla del crecimiento económico, hay hoy más
personas que mueren de hambre que en ningún momento anterior en la historia mundial,
ay más gente sin tierra o medios de vivir, más desempleados, más enfermos, etc.

Cuando el estudio del subdesarrollo surgió, en primer lugar, como un asunto


independiente dentro de las ciencias sociales, se solía decir que el problema de la
pobreza se podría eliminar con un esfuerzo más intenso para repetir más rápidamente las
experiencias de los países desarrollados. El “despegue” se produciría por medio de los
famosos planes quincenales que favorecerían a través de proceso de inversión
concentrado (un “impulso grande”, “un esfuerzo mínimo crítico”, el crecimiento
“equilibrado”, el crecimiento “desequilibrado”, con la industrialización basada en la
sustitución de las importaciones) la ruptura de los círculos viciosos de la pobreza y
generaría “el crecimiento autosostenido”.

6
El subdesarrollo como producto del desarrollo

Al mismo tiempo que estas ideas surgieron otros puntos de vista más críticos de las
posibilidades de lograr el desarrollo deseado. Empezamos a escuchar sobre el
“crecimiento sin desarrollo”, el “crecimiento empobrecedor”, la degradación de los
términos de intercambio de los productos primarios, etc. Estos críticos produjeron dos
resultados: uno, la propuesta de un enorme paquete de reformas a favor de los países
pobres que finalmente se llamó Nuevo Orden Económico Internacional. Y, el otro, era un
resultado más radical y teóricamente más profundo” la teoría de la dependencia”.

Unos dependentistas (como André Gurder Frank) presentaron un punto de vista


totalmente novedosa del subdesarrollo. Dijeron que no era un estado original, una
economía tradicional, una sencilla ausencia o preludio al desarrollo. Al contrario, el
subdesarrollo era otro lado de la moneda del desarrollo. Era un estado creado como
consecuencia del desarrollo. El desarrollo no era solamente un proceso desigual en su
momento de impacto, era un proceso polarizador. A pesar de las reservas que voy a
hacer más tarde, hay en esta idea una parte muy importante de la realidad del mundo,
que tenemos que mantener para entender el funcionamiento de nuestro planeta.

La conclusión lógica de la teoría de la dependencia a nivel político era que resultaba


aconsejable buscar una manera de seguir a los países desarrollados en su camino hacia
el desarrollo. Esa pista ahora estaba cerrada y no había posibilidad de más despegues en
ella. Había que buscar otro camino, un camino donde los países subdesarrollados
pudieran estar más protegidos de las nefastas consecuencias de su relación explotadora
con los países desarrollados. Más desarrollo autónomo, más aislamiento de la economía
y quizás más interrelación económica dentro del Tercer Mundo.

Los dependistas rechazaron el camino, pero no el destino. La tradición contiene críticas,


desde luego, de la naturaleza de los países desarrollados, pero básicamente aceptan los
objetivos tradicionales de la industrialización, la transformación tecnológica, el alto
consumo de masas. No han ofrecido una crítica radical de la relación entre la producción
y las necesidades humanas. De hecho, a veces ha sucedido, al contrario. Algún
cuestionamiento de las metas tradicionales se ha condenado como el sentimentalismo
hacia una edad de oro que nunca existió o como un esfuerzo para prevenir que los países
subdesarrollados lleguen al mismo nivel de los desarrollados, con sus supuestas ventajas.

7
En otras palabras, la búsqueda de una forma de desarrollo alternativo muchas veces se
condena desde posturas progresistas como otra forma de preservar el estado no
avanzado de los países pobres.

Hasta muy recientemente, casi todas las corrientes dominantes de pensamiento sobre el
desarrollado han planteado explícitamente o implícitamente la misma meta del desarrollo,
y eso es más o menos llegar al estado económico de los Estados Unidos (eliminando
algunas de sus deficiencias): un mundo de electricidad y automóviles, autopistas y
televisores, calefacción en casas bonitas y solidas con mucha carne en el refrigerados y
grandes centros urbanos donde se comercializa de toso. Un mundo desarrollado, en
palabras más precisas.

El Subdesarrollo y la desigualdad internacional

Los problemas del subdesarrollo siguen siendo tan acuciantes o más que en el pasado.
Pese a los avances técnicos y al progreso material que ha experimentado la humanidad,
persisten el subdesarrollo extremo en buena parte del planeta y la injusta desigualdad
entre los países ricos y los países pobres. Estoy hablando de las enormes privaciones y
penalidades que sufre una gran parte de la población del mundo y de la también enorme
brecha entre los países ricos y los países pobres. Esos aspectos fueron expuestos, en el
caso de España, por José Luis Sampedro (1972), y actualizados en una segunda edición
de 1996, de su Conciencia del subdesarrollo (Sampedro y Berzosa, 1996). Más
recientemente, en el manual de Estructura económica mundial (Berzosa et al., 2001) y en
el libro sobre Los desafíos de la economía mundial en el siglo XXI (Berzosa, 2002), se
han retomado esas cuestiones.

Sirvan, para ilustrar esos aspectos, algunos datos del reciente informe del Proyecto del
Milenio de las Naciones Unidas (enero de 2005) sobre los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) (Sachs, dir., 2005). Ese informe estima que en el año 2005 hay en el
mundo unos 1.200 millones de personas pobres (con ingresos diarios inferiores a 1 dólar).
Esos 1.200 millones suponen el 23% de la población del Tercer Mundo y la sexta parte de
la población del mundo3. Además, siempre de acuerdo con ese informe, hay también 825
millones de personas desnutridas (16% de la población del Tercer Mundo), 940 millones
de personas sin acceso fácil a agua potable (18%), 2.500 millones de personas sin
acceso a sistemas de saneamiento mejorado (48%), 850 millones de personas

8
analfabetas (22% de la población adulta), 115 millones de niños y niñas no asisten a la
escuela primaria (18% de la población en edad escolar primaria), etc.

Hoy en día mueren al año unos 8 millones de personas (22.000 personas al día) como
consecuencia directa de la pobreza, es decir, simplemente porque son demasiado pobres
para mantenerse con vida. Esto es, mueren porque son atendidas en hospitales que no
tienen medicinas suficientes o porque malviven en hogares en los que no hay ni siquiera
mosquiteras para evitar la malaria o acceso a agua potable.

Así, no es de extrañar que, según datos del Banco Mundial, la tasa de mortalidad infantil
(de menores de 5 años) fuese en 2002 de 7 por mil en los países desarrollados y de 88
por mil en los países subdesarrollados (y de 174 por mil, o 17,4%, en el África
Subsahariana). Es decir, mueren al año casi 10 millones de niños y niñas menores de
cinco años, muertes de las que más de 9 millones (25.000 al día) se deben a la
malnutrición o a enfermedades erradicables. Tampoco es de extrañar que la esperanza de
vida al nacer fuese, también en 2002, de 78 años en los países ricos, de 65 años en los
países pobres y de apenas 46 años en el África Subsahariana.

En cuanto al abismo entre ricos y pobres, baste señalar que, según los datos del Informe
sobre el desarrollo mundial 2005 (Banco Mundial, 2004), en el mundo había en 2003 unos
6.270 millones de personas. De esa población total, 5.300 millones de personas vivían en
países de ingreso bajo y medio (con un ingreso nacional bruto por habitante de menos de
9.386 dólares) y sólo 703 millones habitaban en países de ingreso alto (con una renta per
cápita superior o igual a 9.386 dólares)4. En otras palabras, en ese año 2003 el 85% de la
población mundial vivía en países pobres mientras que sólo el resto (15%) habitaba en
países ricos. Además, los datos del Banco Mundial permiten cuantificar la distancia entre
unos y otros. Los países de ingreso bajo y mediano (con el 85%, repito, de la población
mundial) recibían apenas el 20% de la renta bruta mundial, de manera que los países de
ingreso alto (con el 15% de la población mundial) recibían el 80% de la renta bruta
mundial. La renta media por habitante de los países de ingreso bajo y mediano fue en
2003 de 1.280 dólares mientras que la renta media por habitante de los países de ingreso
alto fue de 28.550 dólares. En otras palabras, la renta por habitante de los países ricos es
22 veces mayor que la renta por habitante del resto del mundo. La brecha, por tanto, es
enorme.

Pero la brecha no es sólo enorme, sino que también es creciente. Con arreglo a los datos
de los Informes sobre desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el

9
Desarrollo (PNUD), el cociente entre la renta de la quinta parte más rica y la renta de la
quinta parte más pobre de la población mundial (el llamado cociente 20/20) ha pasado de
30 en 1960 a 60 en 1990 y a 80 en 2000 (PNUD, VV.AA.). Otros indicadores de la enorme
desigualdad que impera hoy en el mundo son que el 1% más rico de la población mundial
(unos 30 millones de personas) tiene unos ingresos equivalentes a los ingresos del 57%
más pobre (3.200 millones de personas) o que las 25 personas más ricas de Estados
Unidos tienen unos activos equivalentes a los que poseen los 2.000 millones de personas
más pobres del mundo.

Una magnífica presentación gráfica del subdesarrollo y de la desigualdad es la de Sutcliffe


(1998).

Pese a los avances técnicos, lo cierto es que no han desaparecido las privaciones y
penalidades que sufre gran parte de la población mundial. Pese a la creciente integración
económica mundial, la brecha entre los países ricos y los países pobres se amplía
(Berzosa, 2003). Eso quiere decir, dicho sea de paso, que tenemos un tipo de
globalización económica incapaz de evitar el mantenimiento del subdesarrollo y el
aumento de la desigualdad (Martínez González-Tablas, 2000). La persistencia del
subdesarrollo y el incremento de la desigualdad son tanto más graves porque no son en
absoluto ineluctables. Por ejemplo, la experiencia de algunos países de Asia oriental
(Bustelo et al., 2004) demuestra que el desarrollo económico es posible y que ese
desarrollo puede conllevar mejoras sustanciales en lo relativo a la distribución de la renta
dentro de cada país (Watkins, 1999) y un acercamiento a la renta per cápita de los países
ricos (Maddison, 2002). Por ejemplo, según los datos del Banco Mundial (y pese a que,
como es sabido, sus estadísticas sobre pobreza son controvertidas), la proporción de
personas pobres en Asia oriental se redujo del 58% en 1981 al 15% en 2001, en una
evolución sin precedentes. Sin embargo, siempre con arreglo a los datos del Banco
Mundial, la incidencia de la pobreza extrema en el África Subsahariana ha aumentado del
42% en 1981 al 46% en 2001, como consecuencia, entre otros factores, del SIDA, las
sequías, el aislamiento económico y las guerras civiles (Chen y Ravallion, 2004).

Es decir, el desarrollo de las regiones más pobres del mundo es a la vez posible, como
han demostrado algunos países asiáticos, y urgente, como recuerda cada día la
estremecedora situación de África Subsahariana.

Los inconvenientes de la economía del subdesarrollo

En otro orden de cosas, la economía del subdesarrollo presenta varios inconvenientes:

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- Es una subdisciplina marginada en el campo de la Economía académica, que,
como decía José Luis Sampedro, prefiere mirar al norte antes que al sur.
- Es una especialidad que, al igual que muchas otras de la Economía, no tiene
todavía suficientemente en cuenta la dimensión medioambiental. Tal cosa es
grave, porque la Economía en general no puede ignorar los crecientes problemas
ecológicos (desertización, extensión excesiva de las zonas urbanas, erosión del
suelo, contaminación del agua y del aire, calentamiento global, ensanchamiento
del agujero en la capa de ozono, etc.) y también porque se trata de problemas que
tienen una relación estrecha con el desarrollo de los países pobres. Sin duda los
países pobres tienen que desarrollarse, pero deben hacerlo de manera sostenible,
ya que no parece posible extender a todo el mundo un modo de vida y de
producción (el que han tenido hasta ahora los países ricos) que se basa en el
consumo a gran escala de energía y materias primas y que provoca una gran
contaminación.
- Pese a que la economía del desarrollo ha sido siempre un mundo de controversias
(Bustelo, 1998; Hidalgo, 1999, y, en términos más generales, Guerrero, 1997,
Barceló, 1998, Berzosa y Santos, 2000), las propuestas heterodoxas han sido
arrinconadas por la ortodoxia; eso ocurre incluso con las propuestas de los
economistas que, procedentes del campo de la ortodoxia, se han atrevido a
criticarla y a distanciarse de ella, como es el caso de Joseph Stiglitz, ex
economista-jefe del Banco Mundial y premio Nobel de Economía; entre los
enfoques críticos, además del Post-Consenso de Washington defendido por
Stiglitz (2002), entre muchos otros, cabe destacar dos: el del desarrollo humano
del PNUD (véase PNUD, VV.AA. e Ibarra y Unceta, comps., 2001 y el de parte del
movimiento por una globalización alternativa (por ejemplo, el defendido por
autores vinculados a ATTAC)6.
- Se ha impuesto un enfoque dominante que no es capaz ni de explicar
adecuadamente ni de dar las soluciones necesarias al subdesarrollo y a la
desigualdad: el Consenso de Washington «Plus» o «con rostro humano» (Bustelo,
2003). Ese Consenso de Washington con rostro humano es simplemente el viejo
Consenso de Washington envuelto en un discurso políticamente correcto: se
insiste en los temas de pobreza, equidad e inclusión social y se actualiza el
lenguaje (se mencionan la importancia de la sociedad civil, de la «pertenencia» de
las estrategias de desarrollo, de la creación de capacidades y de la transparencia),

11
pero no se abandonan las políticas tradicionales de ajuste estructural. En realidad,
esas políticas son incompletas y contraproducentes, como ha señalado, entre
otros, el propio Stiglitz, quien sin duda sabe de lo que habla, pues fue nada menos
que economista-jefe del Banco Mundial entre 1996 y 2001. Las limitaciones
analíticas del Consenso de Washington son diversas y no entraré en ellas aquí,
aunque basta con ver el amplio espectro ideológico de los firmantes de la reciente
Agenda de Desarrollo de Barcelona (aprobada en septiembre de 2004 durante el
Fórum de Barcelona) para darse cuenta de que el Consenso de Washington
genera un rechazo cada vez más extendido7. En lo que se refiere a las medidas
para luchar eficazmente contra el subdesarrollo, los economistas deben plantearse
seriamente cuestiones como las siguientes (Berzosa, 2002): en el plano
internacional, el aumento de la ayuda oficial al desarrollo, la solución a los
problemas de deuda externa, el acceso a los mercados solventes de los países
ricos y la creación de mecanismos de compensación por la caída de la relación
real de intercambio y por las subidas de los tipos de interés internacionales, así
como fórmulas para permitir que los países pobres puedan recurrir a la protección
de sus mercados interiores. En cuanto a los cambios internos, son necesarios un
sistema fiscal progresivo que permita aumentar los ingresos públicos para
financiar los gastos en educación, salud y protección social; una auténtica reforma
agraria que permita el reparto de la tierra; una intervención del Estado que
considere seriamente que la planificación y la programación pueden ser
necesarias, etc.
- La economía del desarrollo, como subdisciplina, no se escapa de los serios
problemas de la Economía en general, asunto sobre el que insistiré en el tercer
epígrafe de este texto.

¿Cómo superar el declive de la economía del subdesarrollo?

En lo que se refiere al comercio internacional, hace falta un nuevo marco comercial que
favorezca el desarrollo. Para tal fin, resulta necesario, por lo menos:

- Garantizar el acceso de los bienes de los países en desarrollo a los mercados de


los países ricos. Hay que reducir los subsidios agrícolas (a la producción y a las
exportaciones) de los países ricos. Esos subsidios superan los 1.000 millones de
dólares al día y generan sobreproducción y dumping en los mercados
internacionales; también hay que disminuir la protección de los mercados agrícolas

12
y rebajar aranceles y barreras no arancelarias en algunos productos
manufacturados, como los productos textiles, los artículos de vestuario y el acero.
- Asegurar un acceso sin trabas a los mercados solventes de los países ricos para
los países de ingreso bajo: los países menos adelantados (PMA), sin duda, pero
también otros países de ingreso bajo deberían poder vender sus productos sin
aranceles ni barreras no arancelarias (cuotas, contingentes, medidas anti-dumping
o anti-subsidio, salvaguardias, etc.) en los mercados de los países desarrollados.
- Crear mecanismos para estabilizar las cotizaciones de los productos primarios y,
por tanto, para contener la caída de la relación real de intercambio para los países
exportadores de esos productos.
- Promover una reforma de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para que
se oriente principalmente a promover el desarrollo, esto es, a erradicar la pobreza
y a crear empleo.

13
CAPITULO II

LA POBREZA
La pobreza es tan antigua como el género humano; es el polo opuesto de la riqueza. A lo
largo de la historia la confrontación de intereses entre pobres y ricos ha provocado toda
clase de acontecimientos que, pese a los avances en favor de los menos favorecidos, no
han logrado modificar sustancialmente la situación de desigualdad en que vive la mayor
parte de la población mundial. Aunque los estudios en su gran mayoría centran su
atención en los estratos más pobres de la población, entre ricos y pobres se acomoda la
llamada clase media, que se debate permanentemente entre el dilema de ascender en la
escala social o de caer al precipicio de la pobreza. Esto es especialmente notorio en
épocas de crisis, cuando el Estado descarga sobre la clase media el mayor peso del
reajuste fiscal.

La pobreza depende del desarrollo relativo alcanzado por determinada región o país. Así,
tanto el carácter como la magnitud de la pobreza en los llamados países en desarrollo
difieren cuantitativa y cualitativamente de la misma categoría en los países más
avanzados. Igualmente, dentro del grupo de los primeros la pobreza no se presenta con la
misma intensidad; así, la pobreza en los países africanos y asiáticos reviste
características cercanas a la miseria, incluso a la miseria absoluta, como en el caso de
Asia Meridional y Norte de África. En otras regiones, como América Latina, la pobreza es
menos pobre. Es decir, sin que se logre satisfacer plenamente las necesidades de un alto
porcentaje de la población, la pobreza aquí no alcanza el dramatismo de otras latitudes.

Durante los años 40, la ciencia económica reconoció que las economías nacionales se
diferenciaban a partir de factores tales como el nivel de ingresos y de bienestar de sus
poblaciones o el de la igualdad económica entre sus habitantes. A éstos se agregaron
otros objetos de estudio, entendidos como consecuencias de la condición de
subdesarrollo de algunos países, como el fenómeno de la pobreza, que a veces eran
abordados desde la sociología o la antropología de la mano de la economía (Lewis,
1964). Tal condición de subdesarrollo de las sociedades y las economías se explicó —a
su vez— como resultado de circunstancias particulares de aquéllas, como el conjunto de
relaciones mantenidas por cada país con la economía mundial, el tipo de bienes que

14
producía mayormente cada uno de ellos (manufacturas o bienes primarios), las relaciones
de producción entre los distintos grupos de población y los factores (relaciones
plenamente monetarias o no, por ejemplo), el origen nacional o extranjero de los factores
en la producción, principalmente el capital y la tecnología, entre muchos otros. Es decir, la
teoría del desarrollo y múltiples estudios empíricos buscaban las causas profundas del
subdesarrollo y de sus consecuencias.

El acuerdo tácito entre la sociedad, los estudiosos y los encargados de la política


económica en los países caracterizados como “subdesarrollados” era que el camino para
asegurar el bienestar de la población en general era alcanzar el desarrollo económico.
Desde este punto de vista no es posible resolver el problema de la pobreza mientras el
producto por habitante es reducido. De otro modo, es preciso implantar actividades de
mayor productividad en las economías, hacia las que debería emigrar la fuerza de trabajo
dedicada a ocupaciones de subsistencia, que puede caracterizarse como excedentaria.
En efecto, hacia los años 40 muchas economías subdesarrolladas podían caracterizarse
como rurales, que empleaban tecnologías “tradicionales”, con salarios no determinados
por la productividad (en caso de que hubiera relaciones capitalistas en el mercado de
trabajo y existiera el salario). Industrializar a estos países haría posible incrementar la
productividad, los ingresos y el bienestar de la población. El desarrollo consiste
justamente en cambiar profundamente la estructura de la economía, a partir del
crecimiento del sector manufacturero y de los servicios asociados a aquél (servicios
tecnificados), ambos con mayor productividad y con relaciones capitalistas entre los
factores. Diversos países emprendieron el camino de la industrialización y del desarrollo,
con resultados dispares, desde la cuenca del Mediterráneo a América, el este de Asia y
África.

No obstante, en los años 70 toma cuerpo una crítica basada en las teorías libertarias —y
en alguna medida en la teoría neoclásica— contra esta concepción del desarrollo
económico (Aroche y Ugarteche, 2018). Los autores relacionados con este punto de vista
exaltan los síntomas del subdesarrollo, principalmente la pobreza o la débil
institucionalidad de los países como evidencia del fracaso de la aplicación de políticas
calificadas como “erradas” y basadas en la supuesta “prevalencia del Estado sobre los
individuos” (exempli gratia, Bauer, 1972, Krueger, 1974). De allí que estos autores
concluyen que la mejor política de desarrollo es aquella ausente. De acuerdo con este
punto de vista, los desequilibrios en la economía, e incluso los ciclos de negocios, se
deben a las políticas que impiden la marcha natural del sistema económico, además de
15
que tales estrategias muchas veces se identifican con los intereses particulares de las
burocracias. Entonces, el desarrollo económico se beneficia de un Estado “esbelto”.

Friedrich von Hayek (1944), pilar de las teorías libertarias, proclama que la sociedad es
una suma de individuos, cada uno independiente que busca su propio bienestar; de otro
modo, la sociedad no existe, como diría Margaret Thatcher, Premier de la Gran Bretaña
(Rodríguez, 2011). No obstante, reconoce el mismo von Hayek (1944), existen individuos
no aptos para tomar las mejores decisiones económicas, aquellas que les permitan
optimizar su bienestar, por lo que el Estado debe tomar medidas que aseguren su
supervivencia. En realidad, la existencia de las políticas sociales se debe a las
consideraciones éticas de los aptos.

De acuerdo con esta perspectiva, la pobreza es entonces un problema económico


independiente de la condición de subdesarrollo de los países, puesto que el objeto de
estudio se define desde las condiciones de vida de un grupo de individuos, no desde las
circunstancias nacionales o colectivas. La caracterización de desarrollo o subdesarrollo es
innecesaria para el análisis. El Banco Mundial lleva estas ideas como bandera a partir de
los años 70 por lo menos (Mendoza, 2011; Romero, 2016). Como ejemplo de ello, a partir
de una recomendación de este organismo, en 1973 el Estado mexicano instituye el
Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (PIDER), con la finalidad
expresa de compensar a la población rural afectada por el lento crecimiento del sector
agropecuario (y la incapacidad del sector industrial para absorber a la población rural
excedentaria), explicado por las políticas de desarrollo practicadas a partir de los años 40,
que pusieron en desventaja a este sector (Valencia y Aguirre, 1988).

Una característica singular de la investigación sobre la pobreza es su énfasis sobre la


definición y las formas de identificar a su objeto de estudio: la población afectada. A partir
de la literatura sobre el tema no es fácil, sin embargo, comprender las causas del
fenómeno de la pobreza (Mendoza, 2011, Valencia, 2003), ya que el problema se aborda
desde el estudio de los individuos que no son parte de un grupo, de una clase social o de
un sistema socioeconómico. Es decir, de acuerdo con la literatura, el individuo
caracterizado como “pobre” muestra ciertos rasgos particulares que lo condenan a la
pobreza. El modelo de equilibrio general aproxima al individuo por medio del modelo de
consumidor, quien elige libremente su canasta de consumo (Debreu, 1973). Allí puede
incluirse su lugar de residencia, el idioma que habla, los recursos de los que se apropia,

16
entre otros, además de los bienes que en efecto consume. Es decir, puede decirse que el
pobre elige una canasta de consumo “errada”. Entonces, los programas sociales dirigidos
a solucionar los problemas de los pobres procuran cambiar su patrón de elección:
estimulan e incentivan las conductas “correctas” y desincentivan aquellas que los
condenan a la pobreza (Araujo y Suárez, 2013); por ejemplo, las familias deben procurar
la educación de las niñas o bien, los subsidios se dirigen a las amas de casa, modificando
la relación entre los géneros. Más allá de los méritos de estos programas, es necesario
entender las motivaciones para adoptarlos de manera generalizada.

Sería quizás interesante asociar al fenómeno de la pobreza con algunos otros a fin de
entender mejor. De este modo, es probable que la mayor parte de la población definida
como “pobre” en los países antes llamados “subdesarrollados” se dedique a actividades
de baja productividad, como las agropecuarias o los servicios de escasa tecnificación, ya
sea rurales o urbanos. En esas condiciones, es difícil imaginar el camino desde propiciar
el cambio de las elecciones individuales hasta llegar a una situación donde la población
goce de mejores condiciones de vida, porque se precisa un mayor nivel de producto para
hacer posible un nivel de ingreso mayor para los afectados por la pobreza, sin desmedro
a la importancia de distribuir más equitativamente la riqueza y los flujos de ingreso. Paul
Rosenstein-Rodan (1943) consideró la necesidad de crear fuentes de empleo altamente
remunerado allí donde estaba la población afectada por la falta de oportunidades, de
modo que sería más fácil a los individuos elegir canastas de consumo distintas (incluidas
las variables relativas a su ocupación) y acceder a mayores ingresos. En síntesis, si bien
debe reconocerse que las estrategias de desarrollo industrializador no necesariamente
corrigen los problemas sociales y económicos que aquejan a los países, quizá sea tiempo
de revisar algunos planteamientos de la vieja teoría del desarrollo y reconsiderar que las
sociedades existen y son distintas a la aglutinación de individuos disímiles. Entonces,
debemos reconstruir la manera de abordar a las sociedades subdesarrolladas y reordenar
la falta de desarrollo y sus consecuencias indeseadas como la pobreza.

Aproximación conceptual: Definición de pobreza.

Nada más difícil que definir el concepto de pobreza, pues esta involucra múltiples factores
determinantes, los cuales varían dependiendo las circunstancias de cada país, región o
época. Para entender mejor la naturaleza de la pobreza es necesario conocer, así sea
grosso modo, los diferentes enfoques que existen sobre la misma y que reflejan, de una u
otra manera, determinados intereses que son respaldados por los respectivos

17
planteamientos teóricos o técnicos. Por eso no siempre coinciden los enfoques de
pobreza manejados por los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional, y los expresados por instituciones como la Cepal, el
PNUD, o por las diferentes ONGs, organizaciones políticas y sindicales e investigadores
independientes. Según el Banco Mundial la pobreza es hambre; es la carencia de
protección; es estar enfermo y no tener con qué ir al médico; es no poder asistir a la
escuela, no saber leer, no poder hablar correctamente; no tener un trabajo; es tener
miedo al futuro, es vivir al día; la pobreza es perder un hijo debido a enfermedades
provocadas por el uso de agua contaminada; es impotencia, es carecer de representación
y libertad. (WORLD BANK, 2000b). En otro documento la entidad define la pobreza como
"un fenómeno multidimensional, que incluye incapacidad para satisfacer las necesidades
básicas, falta de control sobre los recursos, falta de educación y desarrollo de destrezas,
deficiente salud, desnutrición, falta de vivienda, acceso limitado al agua y a los servicios
sanitarios, vulnerabilidad a los cambios bruscos, violencia y crimen, falta de libertad
política y de expresión". (The World Bank Group, 1999: 2)

De acuerdo con la Cepal, "La noción de pobreza expresa situaciones de carencia de


recursos económicos o de condiciones de vida que la sociedad considera básicos de
acuerdo con normas sociales de referencia que reflejan derechos sociales mínimos y
objetivos públicos. Estas normas se expresan en términos tanto absolutos como relativos,
y son variables en el tiempo y los diferentes espacios nacionales" (CEPAL, 2000a: 83).

En términos monetarios la pobreza significa la carencia de ingresos suficientes con


respecto al umbral de ingreso absoluto, o línea de pobreza, "que corresponde al costo de
una canasta de consumo básico". Relacionada con la línea de pobreza está la línea de
indigencia, para la cual el umbral de ingresos apenas alcanza para satisfacer los
requerimientos nutricionales básicos de una familia. La conceptualización de la pobreza a
partir de los niveles de ingreso no permite explicar el acceso efectivo a los bienes y
servicios fundamentales, ni a la capacidad de elección por parte del consumidor y, por lo
tanto, "revela sólo parcialmente el impacto de la disponibilidad monetaria sobre el
bienestar, aunque se supone que el ingreso permite satisfacer las necesidades
fundamentales" (CEPAL, 2000a: 83).

De otra parte, "la disponibilidad de ingresos de la mayor parte de la población está


directamente relacionada con los activos que posee y, en particular, con el capital humano
remunerado, incluso si el ingreso no proviene del pago de salarios como en el caso de los

18
empleos por cuenta propia". Debido a esto, la carencia de ingresos suficientes "está
asociada a la carencia del capital humano necesario para acceder a ciertos empleos", o a
la falta de "capital financiero, tierra y conocimientos gerenciales y tecnológicos para
desarrollar una actividad empresarial" (CEPAL, 2000a: 83).

En contra del enfoque de la pobreza basada solamente en los niveles de ingreso se


manifestaron los países más desarrollados en la cumbre de los ocho, celebrada en
Okinawa este año. Allí se afirmó que la pobreza "va más allá de la carencia de ingresos",
pues esta es de carácter multidimensional e incluye lo económico, lo social y lo
gubernamental. "Económicamente los pobres están privados no solo de ingreso y
recursos, sino también de oportunidades. Los mercados y los empleos a menudo son de
difícil acceso debido a las bajas capacidades y a la exclusión social y geográfica. La poca
educación afecta las posibilidades de conseguir empleo y de acceder a información que
podría contribuir a mejorar la calidad de sus vidas. La asistencia sanitaria y los servicios
de salud insuficientes, más la inadecuada nutrición, limitan las posibilidades de trabajar y
realizar su potencial físico y mental" La anterior situación se complica aún más "debido a
la estructura de sociedades e instituciones que tienden a excluir a los pobres de su
participación en la toma de decisiones sobre los direccionamientos del desarrollo
económico y social" (Global Poverty Report, 2000: 3).

Otra definición de la pobreza está relacionada con el grado de satisfacción de las


llamadas necesidades básicas, consideradas universales y que comprenden "una canasta
mínima de consumo individual o familiar (alimentos, vivienda, vestuario, artículos del
hogar), el acceso a los servicios básicos (salud y educación, agua potable, recolección de
basura, alcantarillado, energía y transporte público), o ambos componentes". A partir de lo
anterior "la pobreza y su magnitud dependen del número y las características de las
necesidades básicas consideradas." Por su carácter generalmente discreto los índices de
necesidades básicas "presentan limitaciones para estimar la dispersión de la pobreza,
porque tienden a igualar a quien está apenas cerca del límite con quien se encuentra
mucho más alejado" (CEPAL, 2000a: 83).

Un enfoque más complejo de pobreza es el que propone el premio Nóbelbde Economía,


Amartya Sen, para quien la pobreza es ante todo la privación de las capacidades y
derechos de las personas. Es decir, en palabras de Sen, se trata de la privación de las
libertades fundamentales de que disfruta el individuo "para llevar el tipo de vida que tiene
razones para valorar" (Sen, 2000:114). Desde este punto de vista, "la pobreza debe

19
concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de
ingresos, que es el criterio habitual con el que se identifica la pobreza" (Sen, 2000:114).
Esto no significa un rechazo a la idea de que la falta de ingreso sea una de las principales
causas de la pobreza, pues "la falta de renta puede ser una importante razón por la que
una persona está privada de capacidades" (Sen, 2000:114). No obstante, como lo enfatiza
el autor, "lo que hace la perspectiva de las capacidades en el análisis de la pobreza es
contribuir a comprender mejor la naturaleza y las causas de la pobreza y la privación,
trasladando la atención principal de los medios (y de determinado medio que suele ser
objeto de una atención exclusiva, a saber, la renta) a los fines que los individuos tienen
razones para perseguir y, por lo tanto, a las libertades necesarias para poder satisfacer
estos fines"(Sen, 2000:117). Según el autor, solo así "podemos comprender mejor la
pobreza de las vidas humanas y las libertades a partir de una base de información
diferente (que implica un tipo de estadísticas que la perspectiva de la renta tiende a dejar
de lado como punto de referencia para analizar la política económica y social)" (Sen,
2000:37).

El autor trae varios ejemplos que ilustran esta afirmación. Por ejemplo, "ser relativamente
pobre en un país rico puede ser una gran desventaja desde el punto de vista de las
capacidades, incluso cuando la renta es alta según los parámetros mundiales", pues "se
necesita más renta para comprar suficientes bienes que permitan lograr las mismas
funciones sociales" (Sen, 2000: 116). Igualmente, "la mejora de la educación básica y de
la asistencia sanitaria no sólo aumenta la calidad de vida directamente sino también la
capacidad de una persona para ganar una renta y librarse, asimismo, de la pobreza de
renta", por eso, "cuanto mayor sea la cobertura de la educación básica y de la asistencia
sanitaria, más probable es que incluso las personas potencialmente pobres tengan más
oportunidades de vencer la miseria" (Sen, 2000: 118).

De acuerdo con la CEPAL para Sen importa más la calidad de vida que la cantidad de
bienes y servicios a que puedan acceder las personas. Su análisis se fundamenta "en las
capacidades o potencialidades de que disponen los individuos para desarrollar una vida
digna, e incorpora los vacíos en los procesos de distribución y de acceso a los recursos
privados y colectivos", de ahí que el bienestar no se identifica con los bienes y servicios,
ni con el ingreso, sino con la adecuación de los medios económicos con respecto a la
propensión de las personas a convertirlos en capacidades para funcionar en ambientes
sociales, económicos y culturales particulares" (CEPAL, 2000a: 83).

20
Al hablar de capacidades Sen se refiere a "las combinaciones alternativas que una
persona puede hacer o ser: los distintos funcionamientos que puede lograr". Se trata de
evaluar a la persona "en términos de su habilidad real para lograr funcionamientos
valiosos como parte de la vida". Cuando la evaluación se refiere a la totalidad de la
sociedad, a la ventaja social, se toma el conjunto de las capacidades individuales, "como
si constituyeran una parte indispensable y central de la base de información pertinente de
tal evaluación" (Sen)

En cuanto a los funcionamientos, el autor considera que estos "representan partes del
estado de una persona: en particular, las cosas que logra hacer o ser al vivir. La
capacidad de una persona refleja combinaciones alternativas de los funcionamientos que
ésta pueda lograr, entre los cuales puede elegir una colección" (Sen). Estos
funcionamientos pueden ser elementales como estar adecuadamente nutrido, tener buena
salud, etc., a los cuales "podemos darles evaluaciones altas, por razones obvias", o más
complejos, aunque "ampliamente apreciados como para alcanzar la autodignidad o
integrarse socialmente", como, por ejemplo, "la habilidad para estar bien nutrido y tener
buena vivienda, la posibilidad de escapar de la morbilidad evitable y de la mortalidad
prematura, y así sucesivamente" (CEPAL, 2000a: 83).

La pobreza tiene que ver también con fenómenos como la exclusión social, la cual
involucra aspectos sociales, económicos, políticos y culturales, enmarcados en "cuatro
grandes sistemas de integración social: el sistema democrático y jurídico, el mercado de
trabajo, el sistema de protección social, y la familia y la comunidad." Como señala el
informe de la CEPAL, "la exclusión se plasma en trayectorias individuales en las que se
acumulan y refuerzan privaciones y rupturas, acompañadas de mecanismos de rechazo,
que en muchos casos son comunes a grupos de personas que comparten cierta
característica (de género, étnica, religiosa)" (CEPAL, 2000a: 83-84). Es el caso de la
discriminación a que son sometidas las minorías étnicas, las mujeres y los trabajadores
extranjeros, la cual se manifiesta en el desempeño de ciertos oficios, la inmovilidad social
y la baja remuneración salarial.

Otro enfoque de la pobreza es el de la llamada pobreza humana, propuesto por el


Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este enfoque se refiere a la
privación en cuanto a tener una vida larga y saludable; poder acceder al conocimiento;
alcanzar un nivel de vida decente y a acceder a la participación. Este concepto se
diferencia de la definición de pobreza de ingreso, que parte de la privación de un solo

21
factor: el ingreso, "ya sea porque se considera que ese es el único empobrecimiento que
interesa o que toda privación puede reducirse a un denominador común". De acuerdo con
el PNUD, "el concepto de pobreza humana considera que la falta de ingreso suficiente es
un factor importante de privación humana, pero no el único", y que por lo tanto no todo
empobrecimiento puede reducirse al ingreso. "Si el ingreso no es la suma total de la vida
humana, la falta de ingreso no puede ser la suma total de la privación humana" (PNUD,
2000: p.17).

Para el PNUD esta definición de pobreza está estrechamente ligada al concepto de


desarrollo humano, el cual es entendido como un proceso de ampliación de las opciones
de la gente, a través del aumento de sus funciones y capacidades. "De esta manera el
desarrollo humano refleja además los resultados de esas funciones y capacidades en
cuanto se relacionan con los seres humanos. Representa un proceso a la vez que un fin.
En todos los niveles del desarrollo las tres capacidades esenciales consisten en que la
gente viva una vida larga y saludable, tenga conocimientos y acceso a recursos
necesarios para un nivel de vida decente. Pero el ámbito del desarrollo humano va mucho
más allá: otras esferas de opciones que la gente considera en alta medida incluyen la
participación, la seguridad, la sostenibilidad, las garantías de los derechos humanos,
todas necesarias para ser creativo y productivo y para gozar de respeto por sí mismo,
potenciación y una sensación de pertenecer a una comunidad. En definitiva, el desarrollo
humano es el desarrollo de la gente, para la gente y por la gente". Como se puede
observar, la influencia seniana en esta definición obvia (PNUD, 2000: p.17).

Igualmente, el concepto de pobreza está relacionado con los derechos humanos, en la


medida en que facultan a los pobres para que reivindiquen sus derechos económicos y
sociales: alimentos, vivienda, educación, atención de salud, un trabajo digno y
adecuadamente remunerado, seguridad social y participación en la toma de decisiones.
"Esos derechos los facultan para exigir que se les rindan cuentas por la prestación de
buenos servicios públicos, por políticas públicas en favor de los pobres y por un proceso
participatorio transparente abierto a que se escuchen sus opiniones. Esto impulsa una
política pública dinámica en favor del desarrollo equitativo y el desarrollo humano
acelerado" (PNUD, 2000:86).

En otros ámbitos la pobreza se plantea como un problema moral, más que económico.
"La teoría económica contempla solamente aquellas interacciones humanas que
involucran el intercambio monetario y de bienes; de hecho, ignora gran parte de la

22
existencia humana. La economía no tiene en cuenta el amor, la familia, la cultura, la
salud, la espiritualidad, el medio ambiente o cualquier otra cosa que haga la vida rica y
significativa"(World Faiths Development Council, 1999). Al respecto Amartya Sen señala
que "la economía moderna ha sido sustancialmente empobrecida por la creciente brecha
entre la economía y la ética" (Panos, 2000).

Como hemos podido observar, la definición de pobreza no es tarea fácil. No obstante,


todo parece apuntar a que la pobreza es una categoría multidimensional y por que lo tanto
no se la puede abordar desde un solo ángulo, sino que debe ser planteada como un
problema complejo que involucra factores de índole económica, social, cultural, moral,
política e incluso natural, como es el caso de los desastres naturales, así como también el
desplazamiento forzoso de la población debido a las guerras intestinas, que anualmente
empobrecen a millones en el mundo. En este sentido, las políticas encaminadas a
disminuir la pobreza, deben igualmente ser de carácter integral, centrando su atención no
solo en el mejoramiento material de las personas sino también en el desarrollo real de sus
capacidades, así como en el fortalecimiento de sus derechos.

El efecto del crecimiento sobre la desigualdad

Parece razonable pensar que la preocupación última de un gobierno debe ser el bienestar
de sus ciudadanos. Por consiguiente, si la política macroeconómica se define en torno a
la tasa de crecimiento del Producto Interior Bruto es porque se considera que establecer
el entorno que permita desarrollar las posibilidades de crecimiento de una economía y
mantenerlas de manera estable es un buen modo de maximizar el bienestar. Y, sin
embargo, la tasa de crecimiento del PIB, utilizada en la presentación y seguimiento de la
política macroeconómica, proporciona una indicación muy incompleta de lo que sucede en
el país, al no recoger el modo en que la renta generada por dicho crecimiento se
distribuye entre la población.

El crecimiento económico influye sobre la asignación de recursos entre sectores


productivos, sobre los precios relativos de los bienes, sobre las remuneraciones que
reciben los factores productivos (trabajo, capital físico, capital humano, tierra) y, por
consiguiente, también sobre la distribución de la renta. Salvo que ésta creciera en la
misma proporción para todos los ciudadanos, su distribución variará con el crecimiento,
aunque es fácil imaginar circunstancias bajo las cuales dicho crecimiento pueda conducir
tanto a una distribución de la renta más igualitaria como a una distribución más desigual.
Cuál sea el sentido de tal efecto dependerá de muchos factores, como cuáles sean las

23
fuentes del crecimiento, la participación de los factores en la generación de la renta, o el
grado de concentración en la propiedad de los medios de producción y, en definitiva, de
los mecanismos de distribución. Pero es claro que, si se persigue la reducción de la
pobreza, el efecto que el crecimiento pueda tener sobre la distribución de la renta es un
aspecto fundamental, por lo que también lo es entender los condicionantes del impacto
redistributivo del crecimiento económico. Pasemos a analizar esta cuestión.

Hasta hace no muchos años, la hipótesis de Kuznets (1955) y Lewis (1954)2 era la ley
más conocida acerca de dicho impacto redistributivo: en las fases iniciales de desarrollo
se produce un trasvase de trabajadores desde sectores de baja productividad y baja
desigualdad a sectores de alta productividad y desigualdad media, generándose así un
aumento en la desigualdad global. Este proceso desaparece con el mayor desarrollo, por
lo que incrementos adicionales de renta reducen entonces la desigualdad. El resultado
final es que la desigualdad aumenta inicialmente con el desarrollo, reduciéndose
posteriormente a partir de niveles suficientemente altos de renta.

Pero, como explicó nuestro compañero Jaime Terceiro Lomba en su ponencia de 2006 en
esta Academia (“Sobre la desigualdad”), contrariamente a los resultados obtenidos en los
estudios iniciales, la evidencia empírica no ha sido favorable a esta hipótesis. Conviene
hacer un paréntesis metodológico: Hay tres razones por las que puede no aparecer
evidencia empírica acerca de una hipótesis de este tipo: una, que el efecto que se busca
no exista prácticamente en ningún país; otra, que el efecto exista y sea del mismo signo
en todos los países, pero siendo muy heterogéneo en intensidad, su magnitud se mida
con una precisión muy reducida; una tercera, que el efecto exista en unos países,
mientras que en otros se produzca el efecto contrario, y la Compensación de resultados
puede generar un efecto estimado nulo, que puede conducir a interpretaciones equívocas.
Lo que sugiere además que, como muestra un número creciente de trabajos, el análisis
del desarrollo de cada país como un caso específico puede resultar más fructífero.

Esta última interpretación es la que considero aplicable a la hipótesis de Kuznets‐Lewis.


La dificultad para detectar empíricamente un efecto del ritmo de crecimiento económico
sobre la desigualdad no se debe a que dicho efecto no exista, sino a que es específico de
las condiciones de cada país, como muestran los estudios de casos disponibles. A modo
de ejemplo, Ferreira y Paes de Barros (1998) y Bourguignon, Ferreira y Lustig (2003)
explican cómo el débil crecimiento en Brasil durante el prolongado período desde 1976 a
1996 no tuvo grandes consecuencias negativas sobre la desigualdad debido a que una

24
mayor escolarización, unida a un descenso en la tasa de natalidad, ambos con un efecto
reductor de la desigualdad, compensaron el incremento en ésta que pudiera haberse
derivado del débil crecimiento.

Este es el primer resultado que quiero resaltar: el crecimiento económico tiene efectos
prácticamente inevitables sobre la desigualdad, aunque el signo e intensidad de tales
efectos dependen, por un lado, de la velocidad y de los aspectos estructurales del
crecimiento y, muy en particular, del mecanismo distributivo dominante, que está
determinado en buena medida por la calidad de las instituciones políticas y económicas.
Pero, de acuerdo con la conceptualización de la dinámica institucional de Acemoglu,
Johnson y Robinson (2005)4 las instituciones políticas y económicas son de naturaleza
endógena, evolucionando en un proceso en el que las instituciones políticas de facto, o
instituciones políticas informales, junto con los valores sociales vigentes, delimitan la
estructura de las instituciones económicas; éstas, a su vez, influyen sobre el resultado
económico y determinan la distribución de la renta, y el mecanismo distributivo determina
la estructura futura de las instituciones políticas y los valores sociales dominantes.

Precisamente la peculiaridad de efectos que el crecimiento económico tiene sobre la


desigualdad sugiere que, si bien hay lugar para políticas intervencionistas que favorezcan
un posible impacto redistributivo del crecimiento, a las que luego me referiré, éstas deben
ser diseñadas específicamente para cada caso, y no tiene sentido trasplantar políticas de
un contexto económico institucional a otro muy diferente.

El efecto de la desigualdad sobre el crecimiento

A diferencia de la diversidad de efectos que el crecimiento puede tener sobre la


desigualdad de la renta, parece claro que la desigualdad puede ser un freno al
crecimiento económico, a través del deterioro institucional y de la ausencia de incentivos
al esfuerzo. Hay varios canales a través de los cuales se produce este impacto.

Una primera línea explicativa se basa en argumentos de calidad institucional. El


crecimiento está determinado por la acumulación de distintos tipos de activos productivos,
incluyendo capital físico y capital humano, y del conocimiento preciso para la producción.
Los incentivos para poner en marcha tales procesos de acumulación, aprendizaje e
innovación descansan en la capacidad de los ciudadanos de apropiarse privadamente del
fruto de su esfuerzo y esta capacidad depende, a su vez, de las políticas impositivas y
regulatorias y de la calidad de las instituciones económicas y políticas, en definitiva. La
desigualdad contribuye al deterioro institucional, con instituciones políticas informales (de

25
facto) deficientes. En tales sociedades, pequeños grupos acumulan un importante poder
político que les permite hacer lobby proponiendo políticas que les benefician, pero que
pueden ser dañinas para el resto de la economía y para el crecimiento, y su capacidad
para bloquear cambios normativos que podrían contribuir a reducir significativamente la
pobreza es enormemente contraproducente. El clientelismo político excluye entonces de
la generación de rentas a una parte de la población, los no afines a la clase dirigente, que
pueden tener mayor potencial de dinamismo. En estas sociedades con importantes
conflictos distributivos se aplicarán políticas menos propensas a la apropiación privada y
más favorables a la desviación de rentas (rent‐seeking) por parte de los grupos afines al
poder, con una menor protección de los derechos de propiedad, y con la natural
consecuencia de una menor acumulación de activos y un menor crecimiento. En estas
condiciones, plantearse “políticas de corrección de la desigualdad” para mejorar el
crecimiento es un ejercicio académico fútil.

Un segundo canal lo constituyen las imperfecciones en los mercados de capitales. Los


individuos pobres no tienen las mismas oportunidades que los ricos porque no pueden
permitirse los mismos niveles de educación, o porque no pueden acceder a los créditos
que precisan para comenzar sus negocios, o al seguro que permita cubrir las posibles
contingencias de una hipotética actividad productiva. La imperfección de los mercados
puede venir en la forma de un mayor coste de acceso al crédito, o de mayores exigencias
de colateral. Por este mecanismo, la asimetría informativa característica de los mercados
financieros hace que los países con mayor desigualdad y alta pobreza absoluta
infrautilicen su potencial productivo y de crecimiento respecto de los países con un menor
número de pobres o con una distribución de renta más igualitaria, pues préstamos que
serían buenos no son concedidos, y los solicitantes continúan siendo más pobres de lo
que podrían ser si el mercado de crédito hubiese funcionado correctamente. Este
mecanismo no explica cómo se origina la desigualdad inicial, pero explica que la
denominada “trampa de pobreza” o “poverty trap” pueda persistir durante mucho tiempo.

Un tercer mecanismo surge como consecuencia de la ausencia de incentivos que ayuda a


explicar cómo un nivel” muy reducido” de desigualdad de rendimientos son
contraproducentes para el crecimiento: por un lado, una distribución de renta
artificialmente igualitaria, al imponer la igualdad de remuneración al esfuerzo (como se ha
observado en economías de Europa del Este durante el régimen comunista) difiere de la
distribución óptima, que se basa en valorar las diferencias de talento, mérito y esfuerzo y,

26
por ello, inhibe el crecimiento al reducir los incentivos al esfuerzo y estimular un
comportamiento de free‐rider. Sin embargo, también existe evidencia empírica acerca de
que una cierta desigualdad de rendimientos en la parte alta de la distribución de la renta,
que refleje la capacidad de los potenciales inversores de apropiarse de la rentabilidad de
sus proyectos de innovación, puede ser positiva para el crecimiento.

Por último, los costes asociados a una elevada desigualdad pueden asimismo erosionar la
cohesión social, pues al aumentar la brecha entre ricos y pobres, aumentan las
actividades criminales e ilegales junto con los costes de transacción relativos a la
seguridad en la actividad empresarial y al cumplimiento de los contratos. Una desigualdad
elevada puede generar asimismo una mayor inestabilidad política, conduciendo a niveles
de inversión subóptimos.6 Adicionalmente, los niveles de violencia, generalmente más
elevados en sociedades más desiguales7 (Latinoamérica, África sub‐Sahariana) y en
regiones de rápido crecimiento (Europa del Este, Asia Central, Rusia) constituyen una
carga social y económica que puede frenar el crecimiento, tanto por los recursos
necesarios para su eliminación, como por la incertidumbre que generan acerca del
respeto a los derechos de propiedad, entre otros aspectos.

El segundo resultado que quiero resaltar es que el efecto negativo de la desigualdad


sobre el crecimiento se debe a tres factores: a) la dificultad de acceso a los medios
económicos que posibiliten el desarrollo, b) una excesiva igualdad de rendimientos del
esfuerzo y c) la naturaleza de las instituciones políticas y económicas. Así pues, las
instituciones vigentes juegan un doble papel, condicionando tanto los efectos distributivos
del crecimiento, como el freno que la desigualdad puede imponer sobre el crecimiento
económico.

Crecimiento económico y lucha contra la pobreza

Aun con todos los condicionantes que imponen los niveles de desigualdad, existe clara
evidencia empírica acerca de que un crecimiento económico más rápido viene
generalmente asociado con una mayor reducción de la pobreza. De hecho, es difícil
encontrar países en los que la pobreza y la renta per cápita hayan crecido o decrecido
simultáneamente durante periodos amplios de tiempo. ¿Pero qué grado de reducción de
pobreza puede esperarse mediante un impulso al crecimiento? Las estimaciones
disponibles sugieren que un 1% de incremento en renta o en el gasto en consumo en la
población total reduce la proporción de personas viviendo por debajo del umbral de
pobreza, en media, entre un 2% y un 3%, y este es un efecto notable. Sin embargo, no es

27
el único factor explicativo de las variaciones en pobreza pues, como muestra F.
Borguignon (2003), el ritmo de crecimiento de una economía explica sólo un 26% de los
descensos en el número de pobres, reflejando la existencia de otros factores
determinantes relevantes, posiblemente las diferencias en calidad institucional.

Esto explica que exista mucha heterogeneidad: unos países experimentan rachas de
crecimiento elevado sin apenas reducción de pobreza, mientras otros han conseguido
descensos en pobreza con un crecimiento limitado. El tercer resultado que quería
destacar, se obtiene en el análisis comparado de los episodios de reducción de pobreza
en una amplia muestra de países9 indica que la capacidad del crecimiento económico
para reducir la pobreza es menor cuanto mayor sea el grado de desarrollo del país, y
también cuanto mayor sea el nivel inicial de desigualdad pues, como ya he analizado, la
desigualdad condiciona la distribución de los nuevos recursos. Pero existe un efecto
adicional, pues como comenté al inicio, la desigualdad varía con el crecimiento, si bien en
un sentido no unívocamente determinado; de modo que, si el crecimiento económico
genera desigualdad, entonces el efecto total del crecimiento sobre la pobreza será menor
que el efecto parcial, que resultaría manteniendo constante la distribución de la renta. Si
se produce un fuerte deterioro en desigualdad, la pobreza podría llegar a aumentar en
respuesta al crecimiento económico. En definitiva, los cambios en desigualdad inducidos
por el crecimiento, favorables o desfavorables, son totalmente relevantes en la lucha
contra la pobreza.

La desigualdad es éticamente cuestionable en sí misma, y como tal surge con frecuencia


en los debates en esta Academia y, por sí solos, los aspectos éticos ya justificarían una
intervención sobre el posible efecto redistributivo del crecimiento Existe también una
creciente inquietud entre los investigadores en ciencias sociales acerca de la desigualdad
como fuente de problemas y conflictos sociales y económicos de muy diverso cariz, desde
sanitarios a educativos y de seguridad, suficientes para justificar la lucha contra la
desigualdad. En su libro “The Spirit Level”, Richard Wilkinson y Kate Pickett aportan
evidencia empírica a este respecto, argumentando que la desigualdad dentro de un país
está en la raíz de muchos males, desde la incidencia de enfermedades, a los malos
resultados escolares, la violencia, la esperanza de vida, los embarazos de adolescentes,
resultados educativos, consumo de drogas, etc., una visión que parece estar ganando en
aceptación. Que la evidencia empírica en su libro provenga de economías desarrolladas
(los países de la OCDE) o de los estados de EEUU, la hace aún más significativa, pues
no cabe sino esperar que la influencia de la desigualdad como posible causa de tales
28
problemas sea aún mayor en economías menos desarrolladas. Pero, desde la óptica de la
lucha por la eliminación de la pobreza, los resultados que antes apunté confieren pleno
sentido a dedicar esfuerzos en la reducción de la desigualdad, logrando lo que se conoce
como un doble dividendo: en igualdad de condiciones, una menor desigualdad permite
lograr un mayor crecimiento, y también que éste tenga un mayor impacto reductor de la
pobreza.

Al definir los elementos de la batalla para reducir la desigualdad, considero importantes


los recientes enfoques que sugieren distinguir entre desigualdad de oportunidades, por un
lado, y desigualdad en el rendimiento económico obtenido del esfuerzo, por otro. Discutir
acerca de qué entendemos por igualdad de oportunidades podría llevarnos a un debate
de enorme interés, pero muy lejos del objetivo de esta intervención, y de la capacidad de
quien les habla. En un sentido ético o de justicia social, podríamos quizá vincular la
igualdad de oportunidades a las “capacidades” definidas por Sen y Nussbaum.10 Pero
desde una perspectiva estrictamente económica, que es la que me orienta en esta
intervención, cabe entender la igualdad de oportunidades en un triple plano: a) igualdad
de acceso a la educación, b) igualdad en el acceso al crédito, c) igualdad en el
tratamiento de todos los ciudadanos por parte de la Administración, con un cumplimiento
anónimo de las normas.

No cabe sino esperar que la desigualdad de oportunidades tenga un efecto negativo


sobre el crecimiento; de hecho, ya comenté sobre las dificultades de acceso al crédito por
parte de la población como un canal por el cual la desigualdad frena e crecimiento
económico. Por otro lado, la desigualdad de rendimientos del esfuerzo puede tener una
relación positiva o negativa con el crecimiento. En tal situación, la relación empírica entre
desigualdad global y crecimiento es ambigua y puede resultar nula, en función de cuál de
los dos componentes predomine en un país. Trabajar en aras de la igualdad de
oportunidades es central en la lucha contra la pobreza, aunque se trate de un proceso
lento, porque este tipo de desigualdad puede frenar el proceso de reformas que impulsa el
crecimiento, mientras que las políticas contra la desigualdad de rendimientos suelen ser
contraproducentes.

Implicaciones para la política macroeconómica

Desde la perspectiva de la política económica, ¿cómo debe establecerse la lucha contra


la pobreza? En países donde hay una clase dominante próxima a los gobernantes, las
instituciones políticas y económicas pondrán en marcha un mecanismo redistributivo

29
deficiente, en el que la clase dirigente se apropiará de la renta generada con el
crecimiento económico, y la reducción de la pobreza será mínima. Desafortunadamente,
existe una notable correlación entre el grado de desigualdad y la existencia de tal clase
dominante, por lo que los países con una mayor incidencia de pobreza absoluta son los
que tienen mayores problemas institucionales para salir de tal situación. En estos casos,
el crecimiento económico sólo reducirá la pobreza si el mecanismo distributivo de la renta
es suficientemente equitativo, permitiendo el acceso de nuevos ciudadanos a las clases
dirigentes y posibilitando con ello que sus valores sociales pasen a jugar un papel en el
proceso de definición de las instituciones formales e informales. Por esto es necesario
combinar políticas de crecimiento con políticas redistributivas que eliminen los posibles
efectos negativos del crecimiento económico sobre la desigualdad.

Desde la visión que he desarrollado, la lucha contra la pobreza requiere de una decidida
actuación en tres áreas: 1) diseñando normas y políticas macroeconómicas adecuadas
para impulsar el crecimiento, 2) impulsando la seguridad jurídica que posibilite el
desarrollo económico, y 3) aliviando el efecto que sobre la desigualdad tiene el
crecimiento mediante una mejoría en la igualdad de oportunidades. Examinemos los tres
tipos de actuación.

Como nos recuerda el profesor Carlos Sebastián en su excelente trabajo “Instituciones y


Economía” realizado para la Fundación Areces, la promulgación de normas que regulan la
actividad de los agentes económicos puede estar justificada en muchos casos por la
existencia de información imperfecta entre los participantes en distintos mercados, pero
pueden resultar ineficientes para la inversión productiva y la innovación. Así, una
deficiente regulación industrial puede potenciar situaciones de falta de competencia; el
sistema impositivo puede condicionar negativamente las decisiones de inversión y el
esfuerzo laboral, y la regulación del comercio exterior puede generar un excesivo
proteccionismo o dificultar la competitividad exterior. Una correcta política
macroeconómica acerca de la inflación, el endeudamiento, el tipo de cambio y los tipos de
interés, debe evitar distorsiones macroeconómicas mediante las cuales los grupos
dirigentes pueden desviar rentas a su favor. Generalmente las normas de mala calidad,
entorpecedoras del crecimiento, son consecuencia de intereses de grupos de poder
político o económico, o del interés recaudatorio del propio Estado, quienes se benefician
de las malas regulaciones. Tales distorsiones reducen el crecimiento económico, pero,
por otra parte, su eliminación no acelera el crecimiento. Y, como he podido mostrar en
investigación realizada con C. Sebastián, para explicar las tasas de crecimiento
30
observadas en países en desarrollo son más importantes los factores institucionales que
los indicadores de las políticas macroeconómicas puestas en práctica.

La segunda línea de actuaciones se refiere a mejorar la seguridad jurídica y a configurar


una Administración de Justicia eficaz e independiente, y todo ello subordinado a los
valores sociales y códigos de conducta que influyen en la aplicación e interpretación de
las normas. Si se opta por luchar contra la pobreza mediante el crecimiento económico,
se precisa generar actividad productiva. Pero las decisiones de creación de empresas,
inversión, innovación y trabajo están condicionadas por las normas en vigor, por la
seguridad que se perciba en dicho marco normativo, y por la confianza en poder disfrutar
del fruto del esfuerzo, ya que la actividad empresarial y especialmente la innovación, son
apuestas a futuro. Si los agentes perciben la posibilidad de obtener una rentabilidad
mayor y menos incierta acercándose al poder cuando éste se ejerce de forma sesgada, y
llevando a cabo actividades ineficientes o incluso actividades que no conllevan generación
de rentas, preferirán hacerlo a acometer actividades innovadoras. Para evitarlo, es
necesario que exista una cultura de cumplimiento de contratos y acuerdos, debido a que
los incumplidores reciben la censura social y la acción correctiva de la justicia. No se
puede esperar que aparezcan empresarios innovadores en equipos y procesos
productivos, mejorando la productividad de los actuales procesos y abriendo nuevos
mercados, si estos no confían en el cumplimiento de las leyes y de los contratos. Por la
misma razón, la protección de los acreedores es fundamental para que se desarrollen
unos mercados de capitales donde los empresarios puedan financiarse.

La tercera línea de actuación se refiere a la búsqueda de la igualdad de oportunidades,


que debe hacer posible el acceso de todos los ciudadanos al crédito y, con él, al sistema
educativo y a las oportunidades de inversión y de creación de empresas y, para ello, los
mecanismos redistributivos deben ser adecuados. Conviene resaltar que es la
redistribución de riqueza, no la distribución de la renta lo que puede generar tal efecto
positivo para el crecimiento. De hecho, transferencias de renta no finalistas pueden tener
un efecto negativo sobre el crecimiento, al reducir la rentabilidad del capital físico y
humano y desincentivar el ahorro y la inversión, lo que ha llevado a cuestionar algunos de
los formatos tradicionales de la Ayuda al Desarrollo.

Existen diversos sistemas adicionales que pueden favorecer la acumulación de activos


productivos o de conocimiento y, con ello, la igualdad de oportunidades. Entre ellos, un
cierto tipo de banca concentrada en la concesión de los denominados microcréditos

31
puede tener un elevado impacto reductor de la pobreza. Otro mecanismo en esta
dirección es la concesión de seguros frente a posibles fluctuaciones de renta, que eviten
que en una situación económica desfavorable las familias precisen desahorrar o sacar a
los hijos de la escuela para ponerlos a trabajar, a la vez que permitan asumir
oportunidades productivas de autoempleo. Desde hace unos años viene creciendo
asimismo la importancia de las llamadas transferencias inteligentes de renta (“smart
transfers”) que incluyen algún elemento de condicionalidad, como el compromiso de
asistencia de los niños a la escuela o las visitas al médico.

Pero no conviene olvidar que, aunque determinadas políticas redistributivas pueden


beneficiar a los pobres directa e indirectamente, lo harán solo si la redistribución no
dificulta la inversión. Esto puede explicar que, en el pasado, algunas políticas
redistributivas hayan fracasado a menudo en su intento de beneficiar a los más pobres.
Por ejemplo, la redistribución de la tierra entre campesinos pobres como se llevó a cabo
en Perú, no trae como inevitable consecuencia ni el desarrollo económico ni la derrota de
la pobreza. Debe garantizarse la difusión del ‘know how’ empresarial. La pérdida del
personal técnico y gerencial que laboraban en las haciendas más modernas fue, al
convertirse en cooperativas de producción, una de las razones principales para que estas
fracasaran. No hubo una política decidida de formación de cuadros técnicos que
reemplazaran a los desplazados.

La igualdad de oportunidades requiere asimismo eficacia y transparencia de las


Administraciones públicas, evitando los sesgos en la aplicación de las normas, la venta de
derechos públicos y licencias, el clientelismo político, y la intervención directa de los
gobiernos. Es preciso que las normas se apliquen de manera anónima, que se cumplan
sin distinción, y que la regulación no imponga restricciones innecesarias. Los sesgos se
producen a favor de grupos o empresas ya establecidos, que gozan de relaciones
especiales con los poderes públicos, por lo que entorpecen o incluso impiden el desarrollo
de emprendedores que pudieran dinamizar los mercados y los sectores productivos.
También es precisa una eficiente dotación de capital público y una adecuada distribución
territorial del mismo, así como una Administración Pública preparada, elementos estos
que pueden ir en contra de los intereses de grupos afines al poder.

Cuando se buscan elementos concretos con los que configurar las políticas económicas
en las tres líneas de actuación que he descrito: normas y políticas macroeconómicas
adecuadas, seguridad jurídica e igualdad de oportunidades, se aprecia que la experiencia

32
reciente de éxitos de crecimiento es tan diversa en cuanto a la base de políticas
económicas que la sustenta, que no permite una simple caracterización de
recomendaciones. Esta observación ha movido a investigadores de la Universidad de
Harvard a puntualizar convincentemente la inefectividad de políticas excesivamente
genéricas como las basadas en la triple recomendación de estabilizar, liberalizar y
privatizar, que constituyeron el núcleo del denominado “consenso de Washington”, y que
no han sido una garantía de éxito. Ni los países que las pusieron en marcha
experimentaron un claro crecimiento, ni los países que crecieron significativamente
habían aplicado este tipo de políticas.

Por el contrario, estos investigadores enfatizan la conveniencia de centrarse en la


capacidad de los países de alcanzar cuatro objetivos generales de política económica que
podrían enmarcarse dentro de las tres líneas de actuación que he descrito. Proponen
asimismo que las estrategias de crecimiento sean diseñadas según el diagnóstico
obtenido en el análisis de tres aspectos: a) la posible escasez de fondos para la inversión
junto, posiblemente, con el alto coste del capital, b) una rentabilidad social a la inversión
privada excesivamente reducida, c) una rentabilidad social elevada, pero con dificultad
para que los inversores privados hagan suya dicha rentabilidad. Una vez identificada cuál
de las tres áreas plantea la restricción más severa, procede analizar cuáles son las
causas de la misma. Si es el elevado coste doméstico del capital, puede deberse a un
bajo nivel de ahorro doméstico, a una deficiente intermediación financiera, o una escasa
integración en los mercados financieros internacionales; si se identificó el reducido
rendimiento social como restricción más severa, podría deberse a una baja calidad del
factor trabajo, a deficientes infraestructuras o a una difícil geografía; mientras que si el
principal problema reside en la dificultad de apropiación de la rentabilidad de una
inversión privada, ésta puede deberse a unos impuestos elevados, una alta corrupción,
fuertes riesgos macroeconómicos, o a externalidades de mercado: información asimétrica,
fallos de coordinación.

Tal descripción no hace sino ilustrar las limitaciones de los modelos económicos
existentes, insuficientes para considerar tan amplia gama de posibilidades de actuación, y
silenciosos en aspectos tan centrales como la calidad institucional o el nivel de seguridad
jurídica. Los economistas tenemos por delante un difícil reto metodológico cuyas enormes
implicaciones sociales deben constituir el estímulo preciso para acometerlo

33
CAPITULO III

LA CORRUPCIÓN
La corrupción es un tópico que está siendo discutido de manera creciente en el contexto
del desarrollo económico y político de los países latinoamericanos (Banco Mundial,
1997)1. No existe, sin embargo, una visión unitaria sobre este problema. Para algunos, la
corrupción generalmente reduce la efectividad y calidad de las políticas económicas y la
calidad de las mismas, distorsiona el diseño y la aplicación de las regulaciones, y entraba
y ensucia el accionar de la justicia (Transparency International, 1999). Investigaciones
realizadas en un vasto número de países sugieren que la corrupción puede tener un
importante efecto negativo en los niveles de inversión, crecimiento, igualdad y bienestar
de una economía (Mauro, 1995). Para otros, por el contrario, la corrupción permite aceitar
el funcionamiento de la economía cuando el exceso de regulación sofoca el accionar de la
empresa privada o cuando las normas han sido mal dictadas (Lui, 1985). Finalmente,
algunos autores señalan que la corrupción resulta de modo natural del proceso de
desarrollo político y económico de un país. Cuando las economías comienzan a
enriquecerse, aparecen primeramente las rentas que justifican la corrupción y,
posteriormente, cuando el costo alternativo es muy alto, se desarrollan las instituciones
que inhiben y sancionan la corrupción (Bayley, 1966). En este sentido, el hecho de que la
corrupción se haya expandido de manera alarmante en los países ex socialistas ha
llevado a algunos autores a conjeturar que las economías de mercado podrían tener una
tendencia hacia mayores niveles de corrupción y que las recientes reformas económicas
han favorecido su expansión. En consecuencia, pareciera no existir consenso en la
literatura económica respecto de, al menos, tres elementos importantes:

1. ¿Es la corrupción buena, mala o irrelevante para el proceso de desarrollo?

2. ¿Es posible erradicar la corrupción en cualquier momento o sólo se la puede eliminar


después de que los países han alcanzado un alto nivel de ingreso per cápita?

34
3. ¿Son las reformas de mercado causa de la corrupción o pueden ser su cura?

La corrupción es ciertamente un problema complejo en el que intervienen numerosas


fuerzas que son difíciles de describir y evaluar. Entre ellas, factores sociales, culturales,
políticos, económicos e históricos.

La corrupción, sus formas y maneras no son privativas de ningún país. La corrupción en


América Latina, donde muchos burócratas han comercializado sus poderes
administrativos, no es diferente a la existente en Europa, donde algunos funcionarios
públicos obtienen grandes comisiones en proyectos de obras públicas y contratos de
defensa.

Sin embargo, los problemas y las soluciones serán distintos según se trate de una
sociedad en que sólo hay casos aislados de corrupción o de una sociedad en que la
corrupción es generalizada. La corrupción en Canadá no es igual a la de México, no sólo
por una cuestión de grado sino también de causas y efectos diferentes. De ahí que el uso
de la misma palabra para dos situaciones completamente distintas genere confusión. Para
evitar esto hay que distinguir entre los casos en que la corrupción es marginal y los casos
en que la corrupción es generalizada. La corrupción, como la enfermedad, se encuentra
en todas partes del mundo.

La corrupción también tiene implicancias éticas, políticas y sociales y puede ser analizada
desde esas perspectivas. No obstante, el análisis de la corrupción desde una óptica
económica aporta elementos para el diseño de estrategias que permitan combatirla y
mitigar sus efectos más dañinos. Asimismo, el análisis económico nos advierte acerca de
qué condiciones pueden fomentar el surgimiento o la generalización de prácticas
corruptas.

No existe aún un cuerpo de estudios suficientemente desarrollado, con modelos bien


fundados, que permita un análisis sistemático y consistente del fenómeno de la
corrupción. Las principales contribuciones se concentran en analizar casos de equilibrios
múltiples en contextos dinámicos (Lui, 1985), la existencia de persistencia e histéresis
como resultado de efectos de reputación (Tirole, 1996), la dinámica de tipo agente-
principal (Eskelund y Thiele, 1999), y el papel que juegan las jerarquías y el poder
monopólico (Shleifer y Vishny, 1993; Carbonara, 2000).

35
El concepto de corrupción

Definir qué constituye exactamente corrupción es una tarea compleja y no existe una
acepción general del término. Las distintas sociedades tienen diferentes visiones morales,
políticas y administrativas sobre qué prácticas son corruptas. No obstante, para efectos
del análisis económico, la mayoría de las definiciones propuestas da una noción que sin
ser exhaustiva resulta suficiente para caracterizar sus principales causas, modalidades de
operación y efectos. Bayley (1966) señala que la corrupción, que frecuentemente se
refleja en actos de soborno, es un término general que comprende el mal uso de la
autoridad derivado de consideraciones de beneficio personal que no necesariamente se
traduce en ganancias monetarias. Werlin (1973) define corrupción de manera más
restringida como el desvío de fondos públicos hacia propósitos privados. Van Klaveren
(1990) define al burócrata corrupto como aquel que utiliza su cargo público como una
plataforma para obtener ingresos ilegales. De este modo, los ingresos del servidor público
corrupto no dependen de una evaluación social de su contribución al bien común sino de
las condiciones del mercado y de sus habilidades para extraer la mayor cantidad de
recursos de la demanda del público. En este caso, el funcionario público opera como un
monopolista que maximiza su renta. Friedrich (1990) complementa la definición anterior
señalando que la corrupción se produce cuando un servidor público al que la sociedad le
ha dado atribuciones para cumplir un determinado deber, realiza actividades en beneficio
personal que reducen el bienestar social o dañan el interés público.

Otros autores, como Harch (1993), llevan la definición a un terreno más práctico y la
definen mediante una serie de acciones que son corruptas. Entre ellas el robo abierto, la
apropiación indebida de fondos o propiedad estatal, el nepotismo y la obtención de
favores a amigos o familiares, y el abuso de la autoridad pública con el fin de obtener
pagos o beneficios personales. Se puede extender la definición de Harch para incluir el
tráfico de influencias, el uso de información privilegiada, la aceptación de dádivas y
regalos, el lobby y otras actividades para influir en el sistema político de modo tal de
obtener beneficios personales o para grupos de interés.

Resulta notable que estas definiciones de corrupción únicamente consideren situaciones


en las que interactúan servidores públicos y distintos grupos o individuos de la sociedad.
Pareciera, aparentemente, que con ello se niega que la corrupción exista en el sector
privado. Pero ello no es así. Sin embargo, hay muchos actos de agentes privados que
afectan negativamente a la sociedad, como sucede, por ejemplo, cuando algunas

36
empresas se conciertan para elevar precios. Estas acciones debieran estar tipificadas y
ser sancionadas por los reguladores de los mercados o directamente por el sistema
judicial. Por ello, éstas no constituyen corrupción sino más bien actos ilegales (faltas o
delitos).

No obstante, hay acciones corruptas que ocurren exclusivamente en el sector privado y


no causan una externalidad a la sociedad (un ejemplo muy simple de éstas es dar
propinas a un mozo para conseguir la mejor mesa en un restaurant). En este caso resulta
difícil justificar la acción del Estado pues ellas sólo implican transferencias de rentas entre
agentes privados. Como en este caso las pérdidas económicas que sufre alguna de las
partes son únicamente privadas, existen todos los incentivos para evitar la corrupción sin
que se requiera mayor intervención del Estado. Por ejemplo, es responsabilidad del dueño
de una empresa velar por que su patrimonio no se vea perjudicado por actos de
corrupción de sus empleados. No obstante, debe reconocerse que en una sociedad en la
que existe un sólido código ético en el sector privado, habrá menores incentivos a
corromper funcionarios públicos para obtener rentas ilícitas y un ambiente de negocios
más sano. Valdés (2000) explora la responsabilidad que le cabe al sector privado en lo
que respecta al alcance y profundidad del problema de la corrupción, y analiza el valor
privado que tiene la probidad.

Es importante también separar el concepto de corrupción de aquellos actos que son


simplemente ilegales o inmorales de acuerdo a algún código de conducta. No todas las
acciones ilegales son corruptas (por ejemplo, el robo) y no todas las prácticas corruptas
son ilegales. Como señala Wagner (1994), lo que caracteriza a la corrupción es que el
intercambio es voluntario entre ambas partes —corruptor y corrupto—. En el caso de un
crimen, naturalmente, la víctima no participa voluntariamente del “intercambio”. Por otro
lado, en muchas sociedades la costumbre de que los funcionarios públicos acepten
regalos o dádivas es legalmente tolerada hasta ciertos niveles, como atestigua la
existencia de regulaciones respecto del valor máximo permitido para ellas. Es igualmente
importante distinguir entre actos de corrupción e inmoralidad, pues si bien la corrupción
tiene una sanción social, hay muchos actos de inmoralidad que no son corruptos.

Por estas razones, en este trabajo la corrupción se entenderá como la utilización de un


cargo público en beneficio propio o de terceros y en contra de los intereses de la
institución o comunidad. Resulta difícil especificar claramente los límites de esta
definición, pues debe reconocerse que hay actividades en las que la genuina labor de un

37
funcionario público puede confundirse con el interés personal (por ejemplo, para obtener
su reelección). En general, se consideran actos de corrupción el abuso de funciones, el
cobro de comisiones y obsequios ilegales, la exacción de contribuciones ilegales para
financiar a los partidos políticos, la evasión o fraude total o parcial de los impuestos, el
cohecho, el soborno, seducción o corrupción de un juez o funcionario público, y el
nepotismo.

A un nivel más profundo, la corrupción puede ser interpretada como una falla en la
estructura institucional de la sociedad, en particular de su capacidad de gobernabilidad. Si
la estructura institucional fuese efectiva, los actos de corrupción serían detectados y
sancionados como regla general y, a la vez, las normas rápidamente serían adaptadas
para inhibir los actos de corrupción. Bajo esta óptica, algunos autores distinguen dos
categorías de corrupción (Maegher, 1996). La primera categoría comprende situaciones
en que las instituciones funcionan de manera ineficiente por efecto de la corrupción, pero
los actos de corrupción son esporádicos, aislados, o de impacto restringido. La segunda
categoría comprende situaciones en que las instituciones son inoperantes debido a que la
corrupción es la norma de comportamiento dominante y el principal objetivo de los
funcionarios es obtener rentas. En este último caso, típicamente, parte sustancial de los
trabajadores no acude al trabajo o sólo lo hace por pocas horas, la mayor parte de los
ingresos del individuo provienen de prácticas corruptas, no existen mecanismos de control
y el sistema de incentivos se encuentra gravemente distorsionado.

Alternativamente, otros autores distinguen aquellos actos de corrupción que se cometen


“de acuerdo con las reglas” de las acciones que se desarrollan “en contra de las reglas”
(Transparency International, 1996). En el primer caso, un funcionario está recibiendo un
beneficio de parte de un particular por llevar a cabo algo que debe hacer, según lo
dispone la ley. En el segundo caso, se cometen actos de corrupción para obtener
servicios que el funcionario tiene prohibido proporcionar.

Finalmente, es importante separar la corrupción política de la corrupción burocrática. La


primera se refiere a las actividades de corrupción de entes políticos que, mediante el
cohecho, la adulteración de registros de votantes y la falsificación de resultados
electorales consiguen cuotas ilegítimas de representación y poder. A través de ellas,
estas elites obtienen beneficios y, frecuentemente, inducen la corrupción burocrática
descrita más arriba (Goodman, 1990).

38
Causas de la corrupción

Aparte de los incentivos individuales a la corrupción, a nivel colectivo se requiere además


un análisis de la forma en que cada sociedad enfrenta el problema y cómo éstas
reaccionan frente a ella cuando aumenta su intensidad. Ello lleva a estudiar el papel que
les cabe a los sistemas de administración pública, político y legal en inhibir la corrupción.
En términos generales, los siguientes elementos favorecen la aparición de la corrupción y
están presentes en buena parte de los países en desarrollo:

• la falta de una clara delimitación entre lo público y lo privado,


• la existencia de un ordenamiento jurídico e institucional inadecuado a la realidad
nacional,
• la inoperancia práctica de las instituciones públicas.

Las recientes reformas en los países en desarrollo, por otro lado, han dejado al
descubierto que la corrupción puede ser una respuesta al conflicto que se produce
cuando formas de organización y de sistemas normativos tradicionales se enfrentan a un
orden económico moderno. Frecuentemente se producen brechas sustanciales entre los
requerimientos impuestos por la dinámica del mercado y la capacidad de intervención
pública, entre los recursos de la administración pública y la dinámica social. Rubio (1999)
plantea que pareciera existir un dilema de política entre la modernización y desarrollo
reciente de las economías de América Latina y la adopción de sistemas de administración
pública basados en desarrollos culturales muy distintos a los de la región
(extranjerizantes).

Corrupción y sus Impactos económicos

Los impactos económicos de la corrupción se ramifican en muchas áreas del sistema


económico. La primera área que se ve afectada son las decisiones de los productores
respecto del esfuerzo productivo y el tipo de objetivos de producción que se persiguen.
Adicionalmente, como se describe más abajo, se distorsionan las decisiones de inversión
y la producción de largo plazo. Una segunda área afectada es el funcionamiento
administrativo del Estado, pues los funcionarios corruptos desarrollan mecanismos de
preservación que erosionan la capacidad de gestión pública. Más aún, la corrupción incide
en los procesos de toma de decisiones del Estado distorsionando la asignación de
recursos.

39
La corrupción distorsiona los incentivos con los cuales opera la empresa privada
reduciendo la eficiencia económica. Cuando se percibe la posibilidad de corromper a un
funcionario público, hay un desvío de recursos desde actividades netamente productivas
hacia aquellas denominadas de búsqueda de renta (´rent seeking’), las que no aumentan
el bienestar de la sociedad. Así, los negocios más productivos no dependen de la
competitividad de las empresas sino de su capacidad de influir en los responsables de
tomar las decisiones respecto a la regulación o el destino de los fondos públicos.

Es frecuente que en economías con alta corrupción se desarrollen y perpetúen


estructuras monopólicas u oligopólicas en los mercados. En particular cuando las
economías son pequeñas o cerradas al comercio internacional. Esto se debe, por un lado,
a que el corruptor debe recuperar a través de mayores precios los costos asociados a la
corrupción y, por otro lado, porque el oficial corrupto reduce su riesgo de detección si
negocia siempre con las mismas empresas. Una visión opuesta es la de Leff (1964) que
señala que la corrupción podría introducir un elemento de competencia en mercados
monopolísticos si es que potenciales entrantes sobornan a los oficiales para entrar al
mercado y capturar parte de la renta monopólica. Debe reconocerse que el argumento es
débil porque es más probable que el mismo monopolista use parte de dicha renta para
evitar que alguien entre el mercado.

Los problemas de corrupción derivados de rentas monopólicas podrían ser mitigados si se


abre la economía al comercio externo y éste actúa como un elemento disciplinador de la
competencia y, por esta vía, reductor de las eventuales cuasi-rentas de la corrupción.
Ades y Di Tella (1997) usan como indicador de la apertura comercial la razón
importaciones sobre el PGB y encuentran que, entre 55 países, aquellos más abiertos
tienden a tener menores niveles de corrupción. Un problema evidente de este indicador,
sin embargo, es que en los países más grandes el comercio exterior es menos importante
por razones de mercado que no están relacionadas con la corrupción. Treisman (2000)
documenta este problema y señala que el efecto disciplinador es en cualquier caso
menor.

Adicionalmente, la corrupción deteriora el ambiente de negocios en el cual actúa el sector


privado, lo que deriva en la búsqueda de ganancias rápidas y excesivas en momentos de
incertidumbre (rentismo). En muchos casos, el rentismo ha significado un aumento en los
niveles de endeudamiento de los países, con su consiguiente mayor costo en el servicio
del crédito, en la medida en que los beneficios de actividades corruptas han sido

40
depositados en el extranjero. Particularmente, a principios de los años 1980 la fuga de
capitales fue una dramática secuela de la corrupción en la región.

Mercados que operan en ambientes marcados por la corrupción tienen incentivos a


proveer bienes y servicios en cantidades insuficientes, de menor calidad o más costosos.
El costo de producción se encarece de manera directa cuando la corrupción se vuelve
necesaria para adquirir un insumo productivo. Debido a que los “contratos” con sobornos
no pueden ser reclamados a través del sistema judicial, existe un mayor riesgo y costo por
cuanto un funcionario corrupto puede negar el trato después de haber recolectado el
soborno. Ello es reforzado por el hecho de que la corrupción se usa muchas veces para
evitar regulaciones de calidad mínima o de condiciones de producción y venta seguras.

La corrupción reduce el crecimiento económico al reducir los incentivos a la inversión.


Este mecanismo opera en varias formas. Primero, los negocios hechos sobre la base de
sobornos son más riesgosos que los proyectos legales porque no hay derechos de
propiedad legales y por lo tanto la cartera de inversiones de la economía tiene mayores
niveles de riesgo del óptimo. Segundo, si los negocios se obtienen por conexiones o
pagos ilegales, se desincentiva la entrada de potenciales empresarios a los mercados —
en particular, los inversionistas extranjeros—. De hecho, la calidad de los potenciales
entrantes se deteriora precisamente porque los únicos interesados son aquellos que
tienen mayores habilidades para la corrupción y no los más eficientes5. Tercero, los
proyectos corruptos se convierten en competidores de, y frecuentemente desplazan a, los
otros proyectos de inversión disponibles. En particular, las actividades de rentseeking se
hacen relativamente más atractivas que los proyectos productivos que maduran más
lentamente.

La corrupción actúa como un freno a la innovación y el desarrollo creativo porque se


desprotege la propiedad intelectual, el desarrollo de nuevas ideas debe pagar el impuesto
del soborno para ser implementado (permisos, patentes, etc.), y las firmas prefieren
invertir sobornos para mantener su competitividad (por ejemplo, consiguiendo protección
arancelaria o créditos subvencionados) que para desarrollar nuevos productos o procesos
productivos. Los innovadores son presa fácil de los funcionarios públicos corruptos porque
nuevos productos suelen requerir patentes o permisos de funcionamiento.

El análisis de la corrupción, mirado desde la óptica del sector público, frecuentemente


olvida que la corrupción representa un robo de recursos públicos. No es inusual encontrar
análisis que igualan la corrupción a un impuesto. En primer lugar, aunque tanto los

41
impuestos como la corrupción imponen mayores costos al productor, la recaudación de
esta última es “privada” y, por lo tanto, se pierde el potencial uso de dichos recursos en
fines socialmente más productivos. En segundo lugar, la corrupción es costosa para la
sociedad por el hecho mismo de ser ilegítima. Por un lado, hay recursos destinados a
evitar la corrupción y sancionarla, y, por otro lado, quienes participan en actos corruptos
deben destinar recursos a evitar ser descubiertos. La necesidad de mantener en secreto
la corrupción hace que se deban gastar más recursos para recolectar un cierto monto de
“recaudación” que si se usa directamente un impuesto. Peor aún, a diferencia de un
impuesto, la corrupción genera distorsiones sociales y políticas potencialmente mucho
más graves que las inducidas por un impuesto.

Un elemento crucial en el análisis de los costos de la corrupción es que el daño hecho


usualmente es considerablemente superior al monto del soborno mismo. Frecuentemente,
la recaudación de sobornos es sólo una fracción menor de lo que la sociedad paga por la
práctica corrupta tanto en ineficiencia como en extracción directa de rentas.
Evidentemente, la corrupción representa un aumento en el precio de la administración
porque el contribuyente que se somete al pago de sobornos tiene que pagar varias veces
por el mismo servicio. Adicionalmente, la sociedad paga por las externalidades asociadas
a la corrupción que ya hemos descrito. Es por ello que el argumento de que un soborno
podría favorecer el desarrollo económico está viciado, aún en el contexto de que éste sea
usado para evitar regulación inadecuada o excesiva. “El problema de la corrupción en
México”, comentó un funcionario público, “es que aquí se derrocha un millón de pesos
para robar mil” (Transparency International, 1999). La sociedad paga el costo alternativo
de dichos recursos —que depende de las necesidades de la comunidad y no del
funcionario corrupto— y, en aquellas sociedades donde la corrupción es generalizada,
enfrenta mayores riesgos de inestabilidad macroeconómica.

La toma de decisiones en el sector público puede ser dramáticamente adulterada cuando


los servidores públicos son corruptos. Por un lado, la corrupción suele conducir a la
aprobación de proyectos públicos basados en la capacidad que tiene el funcionario
corrupto de extraer beneficios del mismo y no en su necesidad social. Prueba de ello es la
tendencia en los países en desarrollo a financiar megaproyectos de infraestructura de
dudoso valor social, usualmente llamados “elefantes blancos”. Ello lleva a decisiones de
inversión y tecnología inadecuadas. Por otro lado, cuando las decisiones no son
honestas, se tiende a una falsificación de la información y los datos que hace difícil la
planificación e implementación de las políticas económicas. En último lugar, la corrupción
42
lleva una pérdida de confianza en la capacidad del gobierno para implementar las
políticas económicas. La población acepta y apoya políticas públicas cuando los
funcionarios públicos son competentes, imparciales y actúan de manera honesta. Por el
contrario, cuando el Estado es corrupto, apoyar una política o cumplir una normativa es
generalmente menos beneficioso para los individuos que pagar un soborno. Se produce,
así, un equilibrio de no-cooperación entre los individuos, en el que para todos es más
beneficioso individualmente aceptar la corrupción.

Así, por ejemplo, mientras mayor sea la posibilidad de recibir sobornos, es posible que se
realice un mayor número de proyectos de inversión pública que lo razonable, que éstos
sean más grandes que el óptimo —pues ello maximiza la probabilidad de obtener pagos
ilegales en la forma de incentivos (kickbacks), sobrefacturación, uso de materiales de
mala calidad, etc.— y que los proyectos se retrasen como resultado de funcionarios
públicos que aumentan la tramitación de los mismos para incentivar dichos pagos.
Adicionalmente, los gobiernos deben gastar mayores sumas para detectar e inhibir la
corrupción.

Finalmente, Mauro (1995) encuentra evidencia de que la corrupción puede llevar a


distorsionar la asignación del gasto público porque se observa que países más corruptos
tienden a gastar menos en educación pública, es decir, se desincentiva la formación de
capital humano. Éste es un canal adicional por el cual la corrupción reduce la tasa de
crecimiento de una economía.

Corrupción y desarrollo

La corrupción es el mayor obstáculo al desarrollo económico y social en todo el mundo.


Cada año se paga un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2,6 billones
de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del 5% del producto
interior bruto mundial. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se
calcula que en los países en desarrollo se pierde, debido a la corrupción, una cantidad de
dinero diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el desarrollo. Pero la
corrupción no solo se lleva el dinero de donde más se necesita, sino que, además, debilita
a los gobiernos y ello, a su vez, puede exacerbar el problema de las redes de
delincuencia organizada y fomentar delitos como la trata de personas, el tráfico de armas
y migrantes, la falsificación y el comercio de especies en peligro de extinción.

En consecuencia, la corrupción nos afecta a todos y puede provocar:

43
• Menos prosperidad: La corrupción impide el desarrollo económico, debilita el estado de
derecho y despilfarra el talento y los recursos valiosos. Cuando la corrupción está muy
extendida, las empresas son reacias a invertir, porque los costos de hacer negocios son
considerablemente mayores. En los países corruptos que son ricos en recursos naturales
la población no suele beneficiarse de esa riqueza. La corrupción, además, debilita las
estructuras de seguridad como, por ejemplo, la policía. A la larga, la corrupción impide a
las personas, a los países y a las empresas desarrollar su potencial.

• Menos respeto por los derechos: La corrupción socava la democracia, la gobernanza y


los derechos humanos debilitando las instituciones públicas que son la base de una
sociedad justa y equitativa. La compra de votos en las elecciones perjudica al proceso
democrático, y la justicia queda en entredicho cuando los delincuentes pueden librarse de
las consecuencias de sus actos mediante sobornos. Los pueblos indígenas y las mujeres
son especialmente vulnerables a la corrupción. Dada su exclusión geográfica y social y su
falta de acceso a la protección jurídica de que disponen otros miembros de la sociedad,
sus derechos económicos, sociales y culturales se ven amenazados por la corrupción.

• Menos prestación de servicios: La corrupción desvía los fondos destinados a prestar


servicios básicos como la atención sanitaria, la educación, el suministro de agua limpia y
la vivienda. Un funcionariado corrupto obstaculiza enormemente la capacidad del
gobierno de cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos. En los países en que la
ayuda internacional tiene por objeto mejorar la calidad de vida, la corrupción lo imposibilita
y puede poner en peligro financiaciones futuras.

• Menos empleo: Cuando se adjudican empleos sin tener en cuenta los méritos de los
candidatos, sino recurriendo al nepotismo, se deniegan oportunidades. Muchas veces la
corrupción significa todavía menos acceso al empleo para los pobres, las mujeres y las
minorías. Además, como la corrupción desalienta la inversión extranjera, se crean todavía
menos oportunidades de empleo.

Erradicar la corrupción se ha convertido en un elemento fundamental para alcanzar metas


como los Objetivos de las Naciones Unidas de Desarrollo del Milenio. Combatir ese
flagelo es una gran prioridad estratégica para los organismos de desarrollo y un número
cada vez mayor de países.

44
CAPITULO IV

MEDIO AMBIENTE
El ambiente es el conjunto de factores externos (re cursos y condiciones) que actúan
sobre un organismo, una población o una comunidad. Estos factores inciden directamente
en la supervivencia, crecimiento, desarrollo y reproducción de los seres vivos, y en la
estructura y dinámica de las poblaciones y de las comunidades bióticas; por ello, sin
ambiente no hay vida.

En un sentido antropológico, el concepto de ambiente y su estudio forma parte de la


problemática cultural ya que el hombre utiliza ambientes con distintas condiciones y
recursos, desarrollando estilos característicos de vida, lenguajes, interacciones sociales,
sistemas económicos y de gobierno, creencias, etc. que definen cada cultura. Así cada
sociedad humana tiene un entorno ecológico definido por las posibilidades de usufructo
que posee cada cultura en particular.

Los problemas ambientales se originan en el desajuste de las culturas con el ambiente y a


su vez influyen o son influenciados por otras culturas puesto que los cambios producidos

45
en una región del planeta pueden tener su efecto a distancia. En los países avanzados el
desajuste se observa en un mal desarrollo, en el empleo de métodos inadecuados y en
conocimientos equívocos sobre el sistema a utilizar, mientras que en los países
subdesarrollados se funda en la pobreza, marginación, aculturación, malas acciones de
gobierno y/o en la dependencia.

Todo el planeta sufre las consecuencias del deterioro ambiental no obstante lo cual la
contribución al mismo es diferente según se trate de países del 1er. o 3er. mundo.

El desarrollo del Norte ha generado el subdesarrollo del Sur en el cual la principal causa
de contaminación es el mismo subdesarrollo traducido en viviendas precarias, escasez de
agua potable, enfermedades endémicas y epidémicas, degradación social, desocupación
y analfabetismo. A esto debe sumarse la contaminación originada en los países centrales,
los residuos tóxicos y radiactivos volcados con frecuencia en los mares del Sur o
introducidos, legal o ilegalmente, en tierras firmes, y la importación de tecnologías
obsoletas.

Los problemas ambientales de los países en desarrollo son más urgentes que los que
atraviesan los países ricos ya que plantean una amenaza directa para la salud y la vida
humanas. Ellos son los servicios inadecuados de saneamiento y agua potable, la
contaminación del aire en el interior de las viviendas a causa del uso de combustible de
biomasa, a su vez relacionado con la deforestación, y la mayoría de los tipos de
degradación de los suelos que tienen su origen en la pobreza.

La ecología frente al desarrollo

La cuestión ecológica es un debate dentro del desarrollo que a estado latente, debido a
que este realmente comprende un conjunto de cuestiones distintas pero que están
interrelacionadas. La primera de estas cuestiones es el peligro de cambiar radicalmente
las condiciones físicas de la vida humana por medio de grandes cambios en la atmósfera
del planeta producidos por la producción industrial (ósea el efeto invernadero y la capa de
ozono). Estos son los efectos mas comentados, aunque nadie sabe muy bien cuales
pueden ser sus efectos sobre la vida económica.

La segunda preocupación ecológica es la posibilidad de agotamiento de los recursos


físicos sobre los que se basan las economías. Ay que reconocer que este temor no es
nada nuevo y ha habido momentos de pánico en el pasado sobre la posible desaparición
inminente de alguna materia prima. De eco algunas ya han desaparecido. Dentro de los

46
economistas, tanto la izquierda como la derecha, tienen una tendencia a despreciar el
problema. Dice la izquierda que el capitalismo produce desperdicios y que en el
socialismo esto no sucederá. La derecha afirma que con mas escasez de un determinado
producto subirá su precio y por eso el mercado genera incentivos para economizarlo y
sustituirlo. En la practica es posible que estos dos argumentos tengan algo de verdad. Sin
embargo, no constituyen ninguna solución mágica y garantizada del problema del
agotamiento de los recursos.

La tercera cuestión ecológica versa sobre los efectos nefastos de determinadas


actividades económicas sobre la calidad de la vida actual; la contaminación del aire, las
presiones psicológicas, la degradación de la comida, etc. Y la cuarta, mucho más difícil de
definir, es el efecto del desarrollo económico moderno sobre la vida social, cultural y
psíquica.

¿Desarrollo primero, ecología después?


Ha habido una tendencia a considerar que la resolución de las contradicciones
medioambientales del desarrollo económico es algo lujoso que puede postergarse hasta
que un país llegue a niveles de renta muy altos. Parece lógico pensar que, si es el
desarrollo el que produce el daño ecológico, donde no hay mucho desarrollo tampoco
habrá mucho daño ecológico.

Desde muchos puntos de vista parece que esto es falso. De hecho, los problemas
ecológicos del Tercer Mundo pueden ser aún más serios que los de los países
desarrollados. Y eso por razones un tanto contradictoras. En primer lugar, así como hay
problemas ecológicos propios del desarrollo, también hay problemas ecológicos propios
del subdesarrollo. En segundo lugar, algunos de los éxitos ecológicos en los países
desarrollados agudizan loe problemas del Tercer Mundo. En tercer lugar, la coyuntura
económica incentiva el daño ecológico en los países pobres.

El agotamiento de las materias mencionadas no es uno de los problemas del Tercer


Mundo, porque no utiliza mucho de esas materias al no estar muy industrializado. Pero
eso no quiere decir que el Tercer Mundo no tenga sus propios problemas de agotamiento,
que son de hecho mucho más serios que los que hasta ahora han encontrado los países
desarrollados. Destacan dos: la leña y el suelo. La leña es con mucho el combustible más
empleado en los países pobres. Y en muchos lugares se está agotando. En muchas
partes del Tercer Mundo hay una crisis de combustible mucho más severa que la famosa
crisis del petróleo de los años 70. Los esfuerzos para resolverla acentúan otros

47
problemas: la tala de más árboles desestabiliza el suelo; el uso de excrementos como
combustible supone la imposibilidad de utilizarlo como fertilizante. El problema del suelo
puede ser aún más peligroso. La tala de bosques para leña y para tierra, los monocultivos
de las agriculturas exportadoras traen como consecuencia el deterioro de la fertilidad del
suelo y la pérdida de la capa superficial. Todo esto en definitiva amenaza la producción
agrícola y bloquea los sistemas de irrigación que dañan aun más la producción agrícola y
al mismo tiempo aumenta la probabilidad de inundaciones destructivas.

No es desde luego solamente un fenómeno del Tercer Mundo. Algunas estimaciones de


las pérdidas de la capa superficial mundial implican que con la tasa actual de pérdidas
todo el suelo desaparecerá en 150 años. Pero en cierto sentido la situación es más aguda
en el Tercer Mundo porque gran parte de la población depende directamente de la tierra
debido a su tipo de vida. Estos son, entonces, los problemas a los que, de no darse una
respuesta urgente, supondrá que el sub- desarrollo actual se convertirá en algo aún peor.

Hay deterioros ecológicos de otro tipo que son menos domésticos y más transferidos de
los países desarrollados. Eso resulta en parte de la estructura del movimiento político
ecológico: que es mucho más avanzado en los países desarrollados y casi inexistente en
los países donde la pobreza material todavía domina y el estado de la atmósfera o el
peligro de un accidente nuclear o los peligros de comer demasiada grasa animal o beber
agua contaminada no parecen profundamente significativos a gente que no sabe si va a
comer mañana, ni ha tenido nunca un grifo en su casa.

Esta diferencia está propiciando un tipo de imperialismo ecológico, aunque esta no sea la
intención del movimiento ecológico. Por ejemplo, la imposición de más normas
anticontaminantes sobre la producción en los países desarrollados produce efectos en el
Tercer Mundo. De hecho, ha provocado la exportación y promoción de productos
considerados perjudiciales en los países desarrollados pero cuyos productores todavía
quieren vender. También alienta la exportación de desperdicios industriales peligrosos a
países del Tercer Mundo para su tratamiento o almacenamiento. Asimismo, se traslada a
los países subdesarrollados procesos industriales considerados como no deseables en
los países desarrolla- dos. Estos efectos perjudiciales resultan de las medidas impulsadas
en los países desarrollados.

Hay otros que resultan de las propias necesidades de los países del Tercer Mundo. Casi
todos esos países tienen una sed insaciable de divisas que se ha aumentado mucho

48
como resultado de la crisis de endeudamiento que exige divisas para satisfacer a sus
acreedores. Por eso hay una competencia bárbara para exportar lo que se pueda de los
recursos nacionales y para atraer inversiones extranjeras al país. Ganar divisas, aunque
sea con la tala de los bosques es evidentemente más urgente que preservar el oxígeno
del planeta. Construir una nueva fábrica es mucho más importante que imponer reglas
restrictivas sobre la contaminación que una determinada fábrica pueda producir. Todo eso
supone que el país funciona según sus necesidades económicas. Otros elementos
adicionales de la realidad como la corrupción y el soborno intensifican aún más las
presiones en el mismo sentido.

El resultado es que el orden económico internacional y político contiene fuertes incentivos


hacia las actividades perjudiciales al medio ambiente, tanto en el ámbito global como en
e1 de los países propios del Tercer Mundo.

Parece que las condiciones de la industrialización en loe países del Tercer Mundo
producen consecuencias medioambientales aún peores que las de los países
desarrollados. Además, cuanto mayor éxito tenga la industrialización más grave es el
peligro de la contaminación y mayor el riesgo.

CAPITULO V

FALTA DE INDEPENDENCIA

¿Qué entendemos por dependencia económica?

Antes de entrar de lleno a ver qué significa la dependencia económica de unos países a
otros, empecemos por mirar cómo surgió el concepto de subdesarrollo y qué implica para
el desarrollo social y los derechos fundamentales de las personas.

¿Sabías que el concepto de país del Tercer Mundo se materializó inmediatamente


después de la II Guerra Mundial? Con ella, el mapa internacional quedó dividido en dos
grandes bloques: el socialismo (liderado por la desaparecida Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, la URSS) y el capitalismo (comandado por Estados Unidos,
Francia y el Reino Unido).

49
A los países que por razones políticas, económicas o militares quedaron excluidos de
estos dos grupos, se les aglutinó en un tercer grupo llamado Tercer Mundo, muchos de
los cuales, por no decir la mayoría, compartían una característica: niveles de desarrollo
social y económico más bajos, así como la situación de pobreza en la que se encontraban
sus habitantes.

Desde entonces se acuñó el término tercermundistas para nombrar a estos países, los
cuales, azarosamente, estaban ubicados en la parte sur del globo terráqueo. De ahí que
en la actualidad se hable de las relaciones Norte-Sur. ¿Te suena el concepto?

Las condiciones de pobreza, desigualdad y precariedad han hecho que a lo largo de las
décadas se genere una dependencia económica de los países que se encuentran en el
Sur hacia los considerados "potencias mundiales" u otros organismos internacionales
crediticios como, por ejemplo, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

Hablamos de deudas millonarias que no siempre se pueden suplir debido a sus


condiciones o por los cuantiosos intereses que conllevan, y que algunos países proyectan
a largo plazo, empeñando el futuro de las generaciones venideras. ¡Veamos ahora en qué
se materializa!

Dependencia económica: cómo se manifiesta

La pobreza no es, como muchos creen, la causa de la dependencia económica. De


hecho, en el mundo existen varios ejemplos de países potencialmente ricos que, sin
embargo, tienen bajísimos niveles de desarrollo y bienestar social. ¡Te sorprenderías!

En realidad, dicha dependencia es el resultado de situaciones políticas que han


caracterizado momentos específicos de nuestra historia, las cuales han permitido que
unos países se impongan sobre otros en condiciones inequitativas; lo han hecho, más
bien, sacando provecho de ellas e impidiendo que los denominados países
tercermundistas se gobiernen a sí mismos.

Una forma clara de apreciar el dominio que una potencia ejerce sobre otros países es a
través de la imposición de políticas económicas, las cuales, antes que favorecer a los
habitantes de dichos países, suponen cuantiosos réditos para los segundos. Algunos
tratados de libre comercio son el mejor ejemplo de estas relaciones desiguales.

Es decir, existe dependencia económica cuando los países no pueden decidir por sí
mismos sus propias políticas de desarrollo y, por el contrario, obedecen lo que mercados
mucho más fuertes les imponen. ¡Así de simple y complejo a la vez!

50
Países pobres: claves para eliminar la dependencia económica

En América Latina, África y Asia están ubicados la gran mayoría de los países del
denominado Tercer Mundo, casi todos con enormes compromisos crediticios que les
obligan a adoptar las medidas que les imponen las potencias de sus respectivas regiones.
Son países que están en una clara desventaja comercial.

Además, las medidas que les son impuestas, lejos de contribuir a la reducción de los
niveles de pobreza y desigualdad, en casi todos los casos ahondan aún más la brecha
social y la precariedad de sus habitantes. En realidad, es una especie de círculo vicioso
que genera beneficios para ciertos grupos económicos.

¿Cómo romper dicho círculo? ¿Qué medidas se pueden implementar para reducir la
dependencia económica de los países del Sur hacia los del Norte? No es una cuestión
sencilla, pero trataremos de responder a ella proponiendo un par de decisiones que
seguramente contribuirían a alcanzar dicho objetivo:

1. Perseguir el fraude tributario y eliminar los paraísos fiscales

Muchas de las grandes fortunas de los países más pobres del mundo no tributan lo que
legalmente deberían. Evaden impuestos y se fugan hacia paraísos fiscales que les
ofrecen enormes beneficios y confidencialidad. Una buena manera de mejorar los niveles
de vida de las personas es reinvirtiendo dichos capitales en políticas sociales, lo cual, a
largo plazo, supone un fortalecimiento económico a nivel interno que hará más difícil el
sometimiento a políticas externas.

2. Aprovechar la ventaja demográfica

América Latina es la región del mundo con mayores índices de desigualdad, pero a la vez
es una de las que cuenta con más población laboralmente activa. La idea es encauzar
esta fuerza productiva en el crecimiento y fortalecimiento de sectores que puedan
sustentar las economías nacionales.

3. Impulsar un comercio basado en la solidaridad y la colaboración

Además de mejorar los indicadores económicos y fortalecer ciertos sectores, los países
más pobres deben apostar por un modelo productivo cuya prioridad no sea la
competitividad. Todo lo contrario, como el objetivo es afianzar el mercado interno y
eliminar la dependencia hacia mercados externos, las políticas deben apuntar a valores

51
como la solidaridad, la equidad y las relaciones comerciales justas. Es decir, un poco lo
que ya propone el modelo de Comercio Justo, pero en este caso aplicado a gran escala.

4. Fortalecer los tejidos empresariales internos

No se trata de caer en el proteccionismo o el aislamiento comercial, pero sí de proteger y


dar prioridad a los productos de origen nacional. Es necesario abrir las fronteras, ¡pero no
de cualquier forma!

5. Diversificar y abrirse a nuevos mercados

La gran mayoría de los países del Tercer Mundo dependen de uno o dos socios
comerciales, bien sea por decisión propia o porque los compromisos que han adquirido en
el pasado así se lo exigen. Pues bien, eliminar la dependencia económica también puede
empezar por abrirse a nuevos mercados y buscar socios alternativos con los que
comerciar, lo que garantizaría, además, la diversificación de las inversiones nacionales.

Como habrás podido imaginar, la dependencia económica de los países más pobres no
desaparecerá de la noche a la mañana. Es un proceso largo que exige constancia y
voluntad y que puede tardar décadas. Sin embargo, se puede reducir progresivamente
con la aplicación de medidas como las que hemos descrito anteriormente.

CONCLUSIÓN

- El subdesarrollo es un estado creado como consecuencia del desarrollo, el cual a


un largo o corto plazo genera la dependencia a nivel político hacia los países
desarrollados en su camino hacia el desarrollo, dado que los países
subdesarrollados buscan estar más protegidos, aun si esto origina la obtención de
una serie de nefastas consecuencias de su relación explotadora con los países
desarrollados.
- Los países en subdesarrollo referente al ámbito medioambiental no pueden ignorar
los crecientes problemas ecológicos (desertización, extensión excesiva de las
zonas urbanas, erosión del suelo, contaminación del agua y del aire,
calentamiento global, ensanchamiento del agujero en la capa de ozono, etc.), dado

52
que también se trata de problemas que tienen una relación estrecha con el
desarrollo de los países pobres.
- Los países pobres tienen que desarrollarse, pero deben hacerlo de manera
sostenible, ya que no parece posible extender a todo el mundo un modo de vida y
de producción (el que han tenido hasta ahora los países ricos) que se basa en el
consumo a gran escala de energía y materias primas y que provoca una gran
contaminación.
- La pobreza es un problema económico independiente de la condición de
subdesarrollo de los países, puesto que el objeto de estudio se define desde las
condiciones de vida de un grupo de individuos, no desde las circunstancias
nacionales o colectivas. La caracterización de desarrollo o subdesarrollo es
innecesaria para el análisis.
- El crecimiento económico influye sobre la asignación de recursos entre sectores
productivos, sobre los precios relativos de los bienes, sobre las remuneraciones
que reciben los factores productivos (trabajo, capital físico, capital humano, tierra)
y, por consiguiente, también sobre la distribución de la renta la cual guarda una
estrecha relación con la pobreza.
- La corrupción puede tener un importante efecto negativo en los niveles de
inversión, crecimiento, igualdad y bienestar de una economía, aunque también
puede ser entendido natural como parte del proceso de desarrollo político y
económico de un país.
- La corrupción es ciertamente un problema complejo en el que intervienen
numerosas fuerzas que son difíciles de describir y evaluar. Entre ellas, factores
sociales, culturales, políticos, económicos e históricos.
- Los problemas ambientales de los países en desarrollo son más urgentes que los
que atraviesan los países ricos ya que plantean una amenaza directa para la salud
y la vida humanas. Ellos son los servicios inadecuados de saneamiento y agua
potable, la contaminación del aire en el interior de las viviendas a causa del uso de
combustible de biomasa, a su vez relacionado con la deforestación, y la mayoría
de los tipos de degradación de los suelos que tienen su origen en la pobreza.
- Las condiciones de pobreza, desigualdad y precariedad han hecho que a lo largo
de las décadas se genere una dependencia económica de los países que se
encuentran en el Sur hacia los considerados "potencias mundiales" u otros

53
organismos internacionales crediticios como, por ejemplo, el Banco Mundial o el
Fondo Monetario Internacional.

RECOMENDACIONES

- Para poder generar lo que es el desarrollo de los países pobres, es recomendable


garantizar el acceso de los bienes de estos a los mercados de los países ricos.
- Se recomienda crear mecanismos para estabilizar las cotizaciones de los
productos primarios y, por tanto, para contener la caída de la relación real de
intercambio para los países exportadores de esos productos.
- En base a lo expuesto en el presente trabajo, es recomendable que los países
subdesarrollados para disminuir su índice de pobreza den primero partir por la
educación de sus ciudadanos para luego implantar estrategias que eviten la
generación de la sobrepoblación.

54
- Con respecto al medio ambiente, es recomendables aconsejar a los países
subdesarrollados que implanten estrategias de sostenibilidad, las cuales no
necesariamente deben ser nuevas e innovadoras sino cumplir con las ya dados
por organizaciones que están comprometidas con el medioambiente.
- En relación a la corrupción, se muy recomendable que dichos países en desarrollo
sean capaces de establecer estándares que selecciones específicamente buenos
políticos, dado que, como antes ya dicho la corrupción de alguna manera parte del
propio gobierno.
- Referente a la falta de independencia, se recomendaría contar con condiciones
que les permita a los países dependientes de potencias poder actuar con un poco
más de libertad con el propósito de originar su crecimiento.

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56
57
ANEXO
Caso de Perú- país subdesarrollado

Pobreza

54
55
56
57
58
59
60
61
Corrupción

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Medio ambiente

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66

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