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Rarezas del tiempo y de la luz

Jaime Ceballos

Editorial Navaja

2019

Comprendí que somos rarezas

David Santos Arrieta

Monte Patria, 10 de noviembre de 2020

El poemario de Jaime Ceballos está dividido en tres partes: PO/ÉTICA, PAVESAS DE SU CUERPO y
RAREZAS DEL TIEMPO Y DE LA LUZ; pero bien podrían ser un recorrido por Ellos, Ella y Él.

Ellos, objetos del asombro. Ellos el canon, que a manera de insignias, el autor muestra
evidenciando un diálogo intimo con Ellos, poetas, grandes poetas todos. El autor establece una
conversación con personas que probamente nunca conoció, pero que leyó con esa fascinación con
que se leen los libros hallados bajo la magia de alguna feria, biblioteca o viaje. La primera parte del
libro Po/Ética diálogo sobre la poesía y muta desde una escapatoria del estereotipo o el
apadrinamiento, hasta la franqueza y la transmutación como en el caso del poema Cebajello,
donde el poeta, casi indio, se empareja con el poeta peruano. Este tipo de juego o de guiños, nos
pasearan por Lorca, Monterroso, Parra, entre otros. El poema Vicente Huidobro es simplemente
genial, logrando una imagen muy explicativa del poeta y su obra.

Ella. La pavesa son esas partes ligeras y pequeñas de la leña que se desprenden encendidas y se
elevan por el viento, llevando a veces el fuego a otros lados, pero la mayoría de las veces,
terminando en cenizas en el suelo. A esa pavesa le temíamos de pequeños cuando se encendía
fuego y las pisábamos cuando aterrizaban para asegurarnos que se han apagado. En la segunda
parte del libro: Pavesas de su cuerpo, Javier Ceballos le habla a Ella. Le habla y le dice cosas como:
Voy a bajar hasta tu altura/a sacarte hijos de la nada … Ábreme tu puerta dolorosa/tu casa de
viento tu patio de silencios … Qué hermosa muerte me regalas/cuando besas mi dedo señorial …
Hazme hablar la herida/tócame la luz en lo más oscuro. Es decir, una constante plegaria por
profundizar lo que es evidente: el deseo. Ella, objeto del deseo. Ella el canon, que a manera de
brújula indica nortes, pero no rutas. Los poemas de esta segunda parte le hablan en su mayoría a
Ella, pero entre estos, algunas confesiones afloran para resaltar aún más las pulsaciones
aceleradas: Entró como palabra/como imagen del deseo … Yo reconozco/que su mirada me
acobarda … Siempre supe que era peligrosa/a veces cansado a veces moribundo … Ella es así/me
asola, me devasta. ¿A qué juegos se resiste el poeta? ¿a qué resistencias del lector tocará este
verbo, que es cómo una sed que nos ahoga?
Él. Él, el poeta, Javier Ceballos, se devela pampa, niño, territorio, noche, estrellas, firmamento. De
ahí al asombro, un paso más y poesía: todo es luz y oscuridad. Dualidad que poética y físicamente
constituyen también el verbo y el tiempo, la vida y la muerte. Un conocimiento que pareciera ser
antiguo, muy antiguo, quizás cuando la pampa no era tal, sino un bosque de bendiciones Aymara.
En la tercera parte: Rarezas del tiempo y de la luz, Ceballos nos da un paseo por las tradiciones de
la cruz de mayo y las reflexiones sobre el ciclo vital, por la noche estrellada de la pampa, por la
casa de abajo, por las personas reales que le acompañan, una tal Antonieta, una Paola y al poeta
Julio Miralles que de seguro conoció el autor; pues se trata aquí de experiencias con la vida real, el
choque entre la ilusión poética y la realidad del trabajo cotidiano, rutinario, apoético, la muerte
concreta, el otoño de la vida... las concreciones que nos definen y nos delimitan. Lo hermoso de
este poemario es quizás el perpetuo tono de asombro y acogida. El mundo le penetra a Ceballos y
este nos devuelve un racimo bien podado de uva recién lavado, sonriente, diciendo: Soy el
cimarrón/que alzó su cabeza milenaria/y desesperado/huyó al fondo de la noche … Yo voy cuando
las horas vuelven/y en una esquina del tiempo, percibo/el duende de mi infancia trajinándome los
días.

Al terminar el libro sentí ser un niño en la noche pampina, mirando el firmamento y extasiado ante
el conocimiento ahí revelado: en la bastedad del universo este ser consciente es una rareza, y de
esa observación no puede nacer más que poesía: Soy el inasible, el imperecedero/el atravesado de
palabras/la rareza del tiempo y de la luz.

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