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“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO ESCUELA


PROFESIONAL DE FARMACIA Y BIOQUÍMICA

RESUMEN CAPÍTULO VII – VIII DEL LIBRO “POLÍTICA PARA


AMADOR” DE FERNANDO SAVATER

ESTUDIANTE:
Acosta Benites Piero Martín
Angulo Espino Nikolle Stephany
Campos Bazán Alessandra Victoria
Cruz Santos Margarito
López Alcántara César Oliver
DOCENTE:

Uceda Duclos Santiago Alberto


CURSO:

Ética, Convivencia Humana y Ciudadanía

CICLO:

II

Trujillo-Perú
2022
1. Título:
“POLÍTICA PARA AMADOR” DE FERNANDO SAVATER

2. Introducción:
Existen dos explicaciones sobre la libertad, la primera es que no somos libres de escoger
lo que nos pasa, sino libres con la manera que respondemos a lo que nos sucede. La
segunda explicación, es que la libertad no debe ser confundida con la omnipresencia.
Libertad no es conseguir todo lo que uno desea, sino la libertad de escoger dentro de
lo probable. Por eso mientras más capacidad en una actividad poseamos.

Si tomamos como ejemplo el deporte, y somos buenos para ello, mejores resultados
satisfactorios puedes conseguir con la libertad, como por ejemplo conquistar una
medalla olímpica. Poseemos la libertad de inventar y de escoger pero igualmente de
equivocarnos. Porque equivocarnos es de humanos y parte del transcurso para
“conocerse a uno mismo”, como ya decía el famoso refrán griego sobre la sabiduría.
EL autor nos invita a diferenciar los 3 impulsos básicos que nos hacen actuar, los
cuales corresponden a las órdenes, las tradiciones y los deseos.
3. Resumen:
CAPÍTULO VII: CÓMO HACER GUERRA A LA GUERRA

El autor señala que La culpa es del nitrógeno, debido a su participación imprescindible en la vida.
Las plantas han patentado su propio sistema para tener nitrógeno. Pero los animales, de manera
práctica, han resuelto el problema comiéndose las plantas o animales que comen de estas. Nosotros
aplicamos el «todo vale», porque ser capaces de sacar las más extremas consecuencias de la dicha
frase es a lo que puede llamarse razón y la razón es lo que diferencia al hombre de las bestias. El
hombre es el depredador total, la fiera más completa de las conocidas. La culpa original de esta
feroz condición, la tiene el nitrógeno: ¿no se podía haber fijado en las células él solito, sin tantos
melindres ni complicaciones?, cuestiona el autor.

Gracias al «todo vale» estamos arriba de la cadena alimenticia. Aprender a limitar el «todo vale» ha
resultado la mejor forma de sacar provecho de él. Una historia «verdaderamente» humana debería
prescindir de ciertos comportamientos (antropofagia, quema de herejes, tortura, guerra…) que
hasta hace nada se consideraban virtuosos y recomendables. Tengamos claro, que sin esas prácticas
que en el presente nos desagradan, la especie humana no sería lo que hoy es.

Centrémonos en la cuestión de la guerra. En los últimos cinco mil quinientos años de historia, se
han producido catorce mil quinientas trece guerras, que han costado mil doscientos cuarenta
millones de vidas y no han dejado respiro más que a doscientos noventa y dos años de paz. No hace
falta más para convencernos de que la guerra, ha sido una compañera inseparable de las sociedades
humanas. Siempre se la ha tenido juntamente como una ocasión gloriosa y magnífica, pero también
como una tragedia y una fuente de dolor. La guerra suele ser cosa «buena» cuando se la mira desde
el punto de vista colectivo: sirve para afirmar y potenciar los grupos humanos, para disciplinarlos,
para renovar sus élites, para fomentar los sentimientos de pertenencia incondicional de sus
miembros, para aumentar su extensión o influencia colectiva, para reforzar en todos los campos la
importancia de lo público. En cambio, la guerra es «mala» desde el punto de vista del individuo, la
única ventaja es que acaba con el aburrimiento y la rutina de lo cotidiano.

A medida que las sociedades se han ido haciendo más individualistas y sus miembros más egoístas
la guerra ha ido perdiendo su tradicional encanto. La gente no quiere que la metan en líos, quiere
que la dejen en paz. Sólo el nacionalismo extremo, la forma de colectivización mental más
compatible con el individualismo moderno, sigue bombeando adrenalina a descerebrados capaces
aún de matar o morir contentos a estas alturas del curso.

Pero, a pesar de que la guerra mayoritariamente ya no gusta, los colectivos aún se siguen
preparando para una. De lo que debería tratarse es de impedirlas. Durante varias décadas el llamado
«equilibrio del terror» entre los dos grandes imperios nucleares del reparto mundial mantuvo algo
parecido a una congelación de la guerra. Hoy, este equilibrio terrorífico se ha roto a causa del
síncope del sistema llamado comunista en la URSS: en lugar de la «lucha final» prometida en las
estrofas de la Internacional, lo que llegó por sorpresa para muchos fue la «podredumbre final» del
sistema totalitario. Ello no significa que la amenaza de destrucción masiva por armas nucleares
haya desaparecido del todo. Pero con todas las cosas han cambiado radicalmente. Se acabó la vieja
«guerra fría» y ahora vuelven a ser posibles los conflictos «calientes» con el consenso de los dos
antiguos rivales, como ha demostrado el choque bélico del golfo Pérsico. La actual actitud contra la
guerra debe tomar en cuenta las presentes circunstancias o resignarse a la estimulación
autocomplaciente. Para dirigirse hacia lo que debería haber es imprescindible partir de un buen
conocimiento de lo que hay.

Existen dos tipos de adversarios cuyo objetivo es resolver los conflictos bélicos sin tener que
recurrir al enfrentamiento armado. Primero están los "pacifistas" radicales, quienes siguen una
doctrina parecida a la religiosa respecto a que no hay nada que justifique el quitar vidas; dicha
postura es difícil de mantener con coherencia siendo que encima rechaza toda institución que esté a
favor de usar la violencia como método de defensa. Según el autor esta postura solo sirve para
enaltecerse ante los demás como una figura superior o "santa" pero que en términos prácticos de
nada ayuda a mejorar el mundo.

El segundo tipo son los "antimilitaristas" quienes, en vez de regirse por lo religioso, como el grupo
anterior, van más hacia lo político. Reconocen a la violencia bélica como un mal grave pero no el
peor de todo, para ellos ninguna institución política como la guerra o el ejército pueden ser
abolidos sin haber sido antes sustituida por otra más fuerte y eficiente. Para estos la solución es
reemplazar el servicio militar obligatorio por ejércitos profesionales, reducidos y enfocados en la
defensa, además de apoyar autoridades internacionales destinadas a hacer valer los derechos del ser
humano. A diferencia de los "pacifistas", los "antimilitaristas" están conscientes de que no se puede
lograr una utopía y aceptan que seguirán existiendo injusticias, mentiras, desastres y crímenes.

En sí la mentalidad liberal, antitotalitarista y anticolectivista acepta la existencia de estos males


dado que su supresión atenta contra la libertad del ser humano tanto de hacer el mal como de hacer
el bien. Lo que se pretende es que algún día se puedan evitar las vertebraciones militares y
agnósticas de las sociedades que conocemos hasta ahora, cerrando el capítulo el autor dándonos
varias citas de personajes históricos respecto a la guerra y con el mensaje de que, si los lectores no
estamos de acuerdo con el mundo bélico en el que vivimos, nos quejemos a las mismas armas.

CAPÍTULO VIII: LIBRES Y FELICES

En este capítulo el autor da explicar que vivir en una sociedad libre y democrática es algo muy
complicada en el cual da ejemplos de las reformas totalitarias (como el fascismo, nazismo,
comunismo en su tiempo determinado) que eran intentos de manejar a la sociedad mediante la
fuerza, la cual también estas reformas pretendían acabar las libertades individuales, pero no
solamente eran los enemigos de la libertad estas reformas particulares, sino que también lo era uno
mismo. Así algunos individuos llegan al punto de tener miedo de su propia libertad por la variedad
de opciones y tentaciones que pueden llevarlo a equivocarse y provocarse daño a sí mismo o a su
entorno lo cual es la razón principal de su miedo a su libertad, logrando que algunos de estos
individuos se aburren de su libertad abrumadora optando a seguir a mandatarios o al Estado para
oprimir parte de su libertad.
También el autor indica que la libertad debe ser netamente responsable , es decir ser responsable es
ser capaz de asumir los actos que uno realiza, del cual hay dos facetas importantes ; la 1ra es
responder " Yo he sido" es donde emerge el cuestionamientos de personas sobre el porqué de sus
acciones que fueron causa de ciertos efectos y la 2da es " Responder" a dar las razones del porque
realizo cierta acción, del cual la persona responsable debe ser aquella que pueda aceptar las razones
de otros.
sí llegamos a la irresponsabilidad la cual es el enemigo viscerales de la libertad, en donde esta
irresponsabilidad pueden ser muchos tipos como los que no aceptan lo que han hecho, también los
que rigen mediante su ignorancia, la del fanatismo pero unos de las irresponsabilidades más
importantes es la Burocrática. Esta es característica de las instituciones administrativas y
gubernamentales en las que nadie da la cara por lo que se hace o no se hace, también se caracteriza
porque casi nunca nadie se dimite pase lo que pase, es decir renunciar a algo, a una cosa.
También están las irresponsables infantiloides que son de dos tipos; los que tienen miedo a los
demás y los que se tiene miedo a sí mismo en donde ambas tienen una consecuencia final que es la
misma, entre más prohibiciones mejor para el autor, ellos llegan a ser infantiles por su consideración
a caer en tentaciones o hacer cosas prohibidas, etc. El autor explica que cuando asemeja a que ciertas
cosas son tentaciones o prohibidas uno llega al punto de no hacer nada ya que estas son esenciales
para uno mismo ya que se dan en todas partes y no se puede combatir.
El hombre tiene miedo a su libertad, a su propia libertad, y a la variedad de opiniones que se abren
ante él, a las barbaridades que puede cometer, pero sobre todo tiene miedo a la libertad de los demás.
La responsabilidad es ser capaz de responder por algo que se haya hecho, las libertades públicas
implican responsabilidad. En una democracia siempre hay que establecer un debate con el resto de
los socios, aunque uno tenga buenas razones para hacer algo siempre hay que escuchar otras
opiniones.
Las irresponsabilidades pueden ser de muchos tipos. Las hay que no aceptan la autoría de lo que han
hecho, yo no fui fueron las circunstancias. El individuo no quiere hacerse responsable del acto
cometido y siempre busca otro culpable: por una infancia desgraciada, porque me mimaron mucho,
por la casualidad. También está la irresponsabilidad por la ignorancia: como no sabía los resultados
que iba a dar, no me hago responsable de ellos. Otra forma de irresponsabilidad es el fanatismo, el
fanático se niega a dar ningún tipo de explicación, predica su verdad y no atiende a más
razonamientos. La irresponsabilidad burocrática, se caracteriza porque casi nunca dimite nadie pase
lo que pase, ni por las incompetencias ministeriales, por la corrupción política, por lo prometido y no
cumplido... Los irresponsables infantiloides, son de dos tipos: los que tienen miedo a los demás y los
que se tienen miedos así mismos. Cuantas más prohibiciones haya, más seguros y contentos están.
Porque todos los irresponsables, en lugar de creer en la libertad, creen en las tentaciones irresistibles.
Los irresponsables son los enemigos viscerales de la libertad.
4. Conclusiones:
1) Hay quienes piensan que la guerra solo se puede acabar con guerra, la
realidad es que la guerra nunca se acaba, buscar la forma de suprimirla es
cosa de valientes, los cuales aplican la estrategia y el intelecto. La guerra es
aquel todo vale que aniquila y destruye.

2) De todo lo anterior podemos concluir que el hombre es mandado porque


quiere y porque no puede hacerse cargo de sus propios asuntos, porque teme
enfrentarse a la vida tal como es, porque no sabe ni puede sostenerse solo,
porque necesita a la sociedad.
3) Del octavo capítulo de este libro se puede concluir que el hombre es mandado porque
quiere y porque no puede hacerse cargo de sus propios asuntos, porque teme
enfrentarse a la vida tal como es, porque no sabe ni puede vivir solo, porque necesita
a la sociedad.

5. Referencias bibliográficas:

- Savater, F. (1992). Política para Amador. https://cutt.ly/ZMdBPhc

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