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TRADICIONES DEL DÍA DE MUERTOS EN EL ISTMO DE TEHUANTEPEC

Durante la festividad del Día de Muertos se rescatan los recuerdos más antiguos. Los
que no están de cuerpo presente lo están en pensamiento y espíritu. En las ofrendas se
escucha la música y se aprecia la gastronomía dedicadas a recibir a los difuntos en su
día.
Los días más importantes de la ceremonia son el 30 y 31 de octubre y el 1 de noviembre.
En la primera noche se espera a las almas de los pequeños difuntos, mientas que en la
segunda se recibe a los adultos. El Día de Muertos se considera una celebración a la
memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.

ANTE LA MUERTE, LA TRADICIÓN QUEDA ENTRE LOS VIVOS


El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los
difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares
y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su
honor.
Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos
traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas
realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos,
zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país,
trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el
final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
Guendanabani es una canción tradicional del Istmo oaxaqueño. En específico de la
región zapoteca del Istmo de Tehuantepec: Juchitán, Ixtepec y Santo Domingo
Tehuantepec. Con la canción Guendanabani los familiares y amigos se despiden de sus
difuntos, demuestran afecto y enfrentan la muerte como algo inevitable.
Son menos de cuatro minutos que representan no el final, sino el principio: la muerte es
sólo el inicio. Y la vida, contrario al oro y los bienes materiales, se queda. Lo bailado
nadie te lo quita.
Según la mediateca del Instituto de Antropología, en 1909, el compositor musical
istmeño, Daniel C. Pineda, tocó su mandolina e interpretó “La última palabra”, cuya
letra expresa el estilo poético de finales del siglo XIX. Luego, el también compositor
istmeño, Juan Stubi, escribió la letra en zapoteco de esta tradicional canción.
Durante el Xandú, nombre que deriva de la festividad católica de Todos los Santos, se
recibe a los muertos en casa, una ley no escrita que dice que entre los últimos días de
octubre y los primeros de noviembre se tiende un camino entre vivos y muertos.
Un camino es la música, sin olvidar el humo de copal, las veladoras, los retratos, las
flores y las frutas, los novenarios o el pan de muerto. En el Istmo de Tehuantepec los
altares son una obra de arte, una imagen creativa y protectora que dan continuidad a la
vida social y a la cultura de la región. ¡Porque ante la muerte la tradición queda entre los
vivos!

SE JUNTÓ PIEDRA CON COYOL


Otro camino es la gastronomía. En el Día de Muertos se aprovecha para cocinar platillos
típicos y tener qué ofrecer a los difuntos en su visita. Se prepara desde lo más elaborado
como tamales o mole, hasta lo más sencillo como agua y sal, pero también se convidan
dulces, cigarros, café, cerveza, chocolate.
En esta ocasión hablaremos de una bebida típica mexicana elaborada con una fruta
común de la región del istmo veracruzano: el atole de coyol.
En general, el atole se elabora de diversas maneras y por eso recibe una gran variedad
de nombres alrededor del país. Existe el atole de amaranto, el atole blanco, atole de
pinole o de capulín, por mencionar algunos.0
Los coyoles representan un símbolo ancestral, están ligados al sonido de la serpiente de
cascabel por lo que denotan la presencia de la naturaleza en rituales como danzas y
limpias espirituales. No es de extrañar que en la parte sur de Veracruz los coyoles
ocupen un espacio en la ofrenda para la festividad de los muertos.
El atole de coyol es conocido como atole de coco en otras partes de la República
Mexicana. De hecho, el coyol da la impresión de ser un coco en miniatura. Según la
receta de Gregoria López, del municipio de Hueyapan de Ocampo, el atole de coyol se
prepara con coyol, masa de maíz, azúcar o piloncillo, leche y agua.
Para extraer la almendra, o nuez del coyol, es necesario partirla con algo duro. La
mayoría de las veces se utiliza una piedra. La frase popular: “se juntó piedra con coyol”
hace alusión al carácter de dos o más personas que chocan por muy tercas o por muy
valientes. Antes de doblarse el coyol, dicen, se hace pedazos la piedra.
Tanto la música como la gastronomía llevan un sello distintivo de cada región. En este
caso llevan un sello relacionado a la muerte. La cultura popular alrededor del Día de
Muertos, en el Istmo de Tehuantepec, es muestra de la diversidad de sabores y sonidos,
de dichos y refranes, de olores y colores para recibir de la mejor manera a nuestros
seres queridos del más allá.

PALABRAS CLAVE E ZAPOTECO:


Bii yooxho, viento viejo del norte, acompaña a los muertos en su visita a los vivos.
Biguié, ofrenda de flores y frutas para los muertos.
Guie’ bigaraagu’, flor de coyol Náhuatl.
Coyolli, cascabel.
Atolli, bebida hecha a base de maíz.

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