Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CIENCIAS SOCIALES
Selección de Textos,
Estudio Introductorio y
Resúmenes
Beatriz Villarreal
Ciudad Universitaria
Octubre 2019
TEORIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES
Publicaciones orientadas a la docencia universitaria
Diseño de Portada: Laura Gonzáles
Corrección de textos: María Mazariegos Lanseros
Impreso en
Presentación ....................................................................................................... 3
Bibliografía........................................................................................... 428
Presentación 3
PRESENTACIÓN
El objetivo de esta antología es generar discusión, reflexión y análisis en
las diferentes ciencias sociales sobre el desarrollo que éstas presentan. La
discusión que se pretende llevar a cabo de las teorías y autores es sobre la
conceptualización actual y sobre la calidad científica que han alcanzado las
ciencias sociales en el ámbito global, y sobre la vigencia de sus contenidos
para sociedades como la guatemalteca.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
1. La problemática actual de las ciencias sociales: Martin Hollis
Para iniciar es importante afirmar que los esfuerzos teóricos que se realizaron
en diferentes momentos y periodos, pero fundamentalmente a principios del
siglo veinte en Europa por autores como Max Weber, E. Durkheim o Pareto,
así como los llevados a cabo por autores, filósofos y científicos sociales
en diferentes partes del mundo, para fortalecer las ciencias sociales en lo
que siguió y a lo largo de todo el siglo veinte, no han dado los resultados
esperados. A inicios del tercer milenio no podemos afirmar que las ciencias
sociales tienen su propio estatuto científico y que expresan una madurez
propia.
Una de las razones para hablar de tales resultados es que parte de esta
generación de estudiosos de la política, la sociología, la economía, la historia
o la antropología consideraron que éstas eran ciencias iniciales o en proceso
de madurez. Además, que con la aplicación de métodos y de instrumentos
analíticos y conceptuales semejantes a los de las disciplinas científico-
naturales y a sus objetos de estudios, podrían obtener el rigor conceptual
y empírico necesario para acceder al estatuto científico reconocido como:
capacidad explicativa, conceptualización, rigormetodológico, y posibilidades
de compartir con otros investigadores las mismas perspectivas analíticas.
Con los criterios anteriores, el panorama que exhibieron estas ciencias a fines
del siglo veinte, tomando en cuenta los resultados de las investigaciones y de
las discusiones sobre estas temáticas, los aportes continúan siendo exiguos.
Por ello es importante continuar el estudio de las razones que han impedido
lograr dicha pretensión y abordar los diferentes caminos que han llevado
a este encerramiento alas teorías, metodologías de investigación y a las
conceptualizaciones más ensayadas en las ciencias sociales.
En segundo lugar, adoptar una teoría de la acción práctica en la que las razones
para la acción fueran causas para la acción. Lo cual es bastante complejo,
pero es necesario hacer echando mano de autores neowittgensteinianos para
comprender el significado de las palabras en su contexto, sin correr en el
peligro de no poder entender las acciones de los autores. Lo que se debe
lograr es reconvertir en causas de la acción las razones de los agentes sociales.
Esto es difícil pues todavía no es posible unir conceptualmente la causalidad
con la intencionalidad. Habría que redefinir esos estados intencionales del
sujeto como los deseos y las creencias, en términos causales.
dieron durante los últimos treinta años del siglo veinte. Torna y recorre otro
camino diferente al de Hollis, por las fuentes teóricas y a los autores a los
cuales hace referencia.
En este ámbito de habla inglesa Marx fue utilizado por autores como Ralf
Dahrendorf, John Rex y David Lockwood para contrastar a Parsons. Weber
era visto como continuación de Marx y Engels por las diferentes escuelas
marxistas que se desarrollaron posteriormente. En Europa la influencia del
empirismo eclipsó a la sociología, en especial el pensamiento antropológico
de Radcliffe-Brown y su grupo dentro de los cuales se puede mencionar a
Bronislaw Malinowski, Raymond Firth y Autrey Richards.
Los debates que durante varias décadas se dieron en la sociología, así como
la pérdida de influencia de Marxy de Parsons causó un nuevo comienzo o
punto de partida, aceptando que fue con la generación de 1890-1920 cuando
se estableció la sociología, como una nueva disciplina dentro de las ciencias
sociales. A partir de autores consideradores fundadores y que en sociología
se reconocen como clásicos -Marx, Weber y Durkheim- pues según Giddens
“se les puede leer y releer, y constituyen un foco de reflexión sobre las
cuestiones y los problemas de la actualidad”. Y porque gozan de una fuerza
en particular que es su metodología, al no contar estas con un conocimiento
acumulativo como ocurre en las ciencias naturales.
Giddens incluye autores tanto clásicos como actuales, por ejemplo a Augusto
Comte y los orígenes del positivismo que proporcionan o son vigentes para
14 Teoría de las Ciencias Sociales
establecer lazos entre el siglo XIX y las preocupaciones actuales, ya que las
ideas del positivismo recorren la columna vertebral de la sociología desde
mediados del siglo XIX, y hasta por lo menos tres cuartas partes del siglo
XX, en lo referente al carácter científico de los problemas sociales.
Considera que para Comte, el positivismo significaba tanto una lógica de las
ciencias como un programa práctico de reformas sociales. La perspectiva que
desarrolló tanto acerca de la lógica como de la práctica fue un planteamiento
avanzado.
Tanto Mardones como Giddens consideran que la filosofía del lenguaje como
praxis ha dado fuerza a esta reorientación, aunque la sociedad no es como
un lenguaje, puede ser conceptualizada en términos parecidos a la práctica
del lenguaje, y a su vez es conceptualizada por el lenguaje. Puede decirse
Estudio Introductorio 15
Es importante señalar que los últimos debates que se han dado en estas
esferas no han estado interesados en cuestiones metodológicas, sino que
han enfatizado en la reinterpretación de la sociedad contemporánea, su
estilo de desarrollo y posibilidades de subsistencia, que ha requerido de un
cambio terminológico dentro de las diferentes tendencias intelectuales. La
terminología que más se ha usado es la que toma en cuenta conceptos como
modernidad y postmodernidad, sobre todo en los países desarrollados,
donde dichos fenómenos y expresiones sociales han tomado relevancia.
Mardones señala la existencia de posiciones que tratan de unificar sus
diferencias con el “todo vale” postmoderno, mientras otras se alejan cada
vez más entre sí, y se diferencian con el resto.
Por o ante las represiones sociales que sufre la modernidad orientarse a una
ecología de la vida, que combata la plasticidad o la materialidad social con
iniciativas políticas diferentes a las concepciones clásicas del socialismo.
Porque buena parte de lo que Marx propuso ha dejado de tener sentido, al ser
16 Teoría de las Ciencias Sociales
Resumen
Beatriz Villarreal
* Tornado de: Martin Hollis, Filosofía de las ciencias sociales. Editorial Ariel. Barcelona,
España,1998. Capítulo 4.
20 Teoría de las Ciencias Sociales
principios básicos han de ser evidentes por sí mismos (racionales), pues todos
los sistemas de fundamentación necesitan suponer la validez de sus axiomas y
de su método de construcción.
La crítica que hace Hollis es que según Bacon la abeja combina los axiomas
conocidos por nuestras facultades racionales y experimentales, pero utiliza
cualquier prueba (arbitraria) o evidencia disponible de una u otra facultad.
Su comentario sobre cómo la mente transforma y digiere el material dado
por medio de una capacidad propia, plantea un serio problema sobre la
objetividad. Agrega que en la primera vía, la mente es una observadora para
ver cómo la realidad causa apariencia, y en la segunda vía, la mente identifica
las regularidades en los fenómenos, o sea en esas apariencias, sin necesidad
de especular sobre las causas ocultas. En ambas, la mente busca la verdad,
sin tomar partido, sin interpretar. Es decir, busca las verdades descubiertas,
objetivas e incontaminadas por la participación humana. La mente actúa
como una cámara fotográfica que registra las cosas como son, sin juzgar. Pero
la mente nunca es un registro neutral, ni las fotografías son una representación
neutral. Siempre interpretamos las escenas fotografiadas.
Para Hollis, cuando Bacon dice que la abeja almacena hasta alterar o digerir la
información, hace que la alianza entre la experimentación y la racionalización
no sirva, por lo tanto, se debe de encontrar una tercera vía.
Para que una teoría sea falseable tienen que darse condiciones en las que
sea posible demostrarse que es falsa. El pensamiento crítico se adscribe a la
refutación por la vía de la experiencia.
Hollis afirma que los empiristas tratan de acatar sumisamente los resultados
de la experiencia y que los hombres de dogmas o sea las arañas de Bacon hilan
las telarañas en su propia sustancia. Lo nuevo de Popper es que a partir de
Hume de que “todo razonamiento sobre cuestiones de hecho se funda en última
instancia en la costumbre” como la “asociación de ideas”, produce un esquema
conceptual que refleja el mundo tal como lo encontramos, siempre y cuando
nos atengamos a la experiencia. Hollis dice que el edificio del conocimiento
depende de las regularidades de la naturaleza que se imponen en la mente. Y
Popper le critica a Hume que al señalar que el proceso de inducción no se da
si se parte únicamente de observaciones puras, sin nada que se asemeje a una
teoría, lo considera absurdo.
ningún proceso que registre las impresiones y los patrones de las impresiones,
ni ningún proceso de inducción. Es absurdo creer que una teoría parta solo de
observaciones puras. A pesar de lo anterior, Hollis da ejemplos donde Popper no
hace razonamiento deductivo sino solo plantea inferencias verdaderas. Llega
a afirmar que por lo tanto, no puede hacer una objeción semejante a la lógica
de la falsación. Cuando se demuestra esto, Hollis dice que ésta es la inferencia
válida que los dogmáticos tratan de minimizar, mientras para Popper es la
diferencia crucial entre validación y falsación. Además Popper, considera que
la lógica de la validación establece que algunas teorías son falsas. Presenta
las refutaciones como momentos decisivos cuando una teoría choca con la
observación y es eliminada. Hollis dice que esos momentos decisivos no se dan
si la inducción no sirve. Y que no es posible conformarnos con la lógica de la
falsación, ya que esta puede conducir al escepticismo o sea a la imposibilidad
de conocer.
Por otra parte, los popperianos intentan sostener la idea de que la falsación es
un proceso objetivo que avanza con el conocimiento, a pesar de la dependencia
de la observación que acusa a la teoría y ala aparente vulnerabilidad de los
paradigmas. Finalmente Paul Feyerabend, en 1975 introduce el “todo vale”
metodológico y Hollis manifiesta que los caminos racionalistas con Bacon que
al igual que las arañas hilan sus redes en su propia sustancia, y los empiristas
parecen estar agotados, dando espacio a este todo vale.
24 Teoría de las Ciencias Sociales
Esos gráficos símiles subrayan nuestros dos capítulos anteriores. Los sistemas
formales y las teorías abstractas también son como telarañas al servicio
de los deseos racionalistas que correspondan al orden real y necesario del
mundo. Los empiristas puros, que únicamente recogen y utilizan, no hacen
justicia al papel que desempeña la teoría como guía de nuestros pasos. Por
supuesto que este último punto carecería de importancia si fuera posible
separar nítidamente los procesos de descubrimiento de los procesos de
validación. Pero dentro de un momento plantearemos dudas al respecto.
Mientras tanto, Bacon sugiere que «una alianza más pura e íntima entre
dichas dos facultades, lo experimental y lo racional» hará lo necesario.
Nos asemejaremos a la abeja «que toma el camino de en medio, recoge su
material de entre las flores del jardín y del campo, pero lo altera y digiere
mediante una capacidad propia». Esta atractiva idea ciertamente capta la
creencia general de que, en cierta forma, el conocimiento es una mezcla de
teoría y experiencia en la que cada una de ellas contribuye a algo que supera
el alcance de la otra.
en cierto sentido combina los «axiomas» derivados de los sentidos con los
«axiomas» revelados al intelecto. Esto parece un vuelco muy perspicaz.
Tradicionalmente se presentan dos serias limitaciones en aquello que
racionalmente cabe pensar sobre qué es el mundo. Una es que las creencias
han de ser consistentes con todo hecho conocido mediante la observación.
La otra es que éstas deben ser lógicamente coherentes. Dentro de esos límites,
las creencias pueden ser más o menos probables, dependiendo de los grados
de constatación o evidencia. Las limitaciones mismas, no obstante, parece
que se dan sin que necesitemos prueba alguna de ello. Por eso Bacon las
denomina axiomas y muchos filósofos han sostenido que el conocimiento
no puede darse sin alguna clase de «fundamento».
Ahoravamosasuponerqueencuentrounsubconjuntodeentradas autónomo,
puesto que todas están señaladas y cada una de ellas sólo depende de las
otras. Un sub conjunto que concerniera a las hadas podría ser un ejemplo.
Anticipándome a un capítulo posterior, también podría considerarse un
esquema conceptual que entretejiera la brujería con los oráculos y la magia,
o un conjunto de creencias religiosas que se completaran con una teología.
Tendría que concluir que no conozco la verdad de ninguna de esas entradas.
Porque si conozco la verdad de P sólo si conozco la verdad de Q, y si, además,
la garantía que avalara mi pretensión de conocer Q es la propia P, entonces
no conocería la verdad de P ni la de Q. El diámetro del círculo es irrelevante,
y si toda mi lista resulta de configurar tal complejo conjunto, entonces
no sé nada en absoluto. Por tanto, tendrá que haber algunas entradas no
señaladas. Porque para que el conocimiento sea posible debe haber algunas
Hormigas, arañas y abejas ¿una tercera via?
Martin Hollis 27
básicos de la lógica, la única respuesta que evitaría dar por sentado lo mismo
que se trata de probar, parece ser, que éstos son evidentes por sí mismos.
El desconcierto que genera la evidencia por sí misma no es peculiar de los
empiristas ni de los racionalistas. En último término, todos los sistemas
de fundamentación necesitan suponer la validez de sus «axiomas» y de su
método de construcción.
Interpretación
ciencia. La cuestión que planteaba era: ¿cuándo debe considerase una teoría
científica? La respuesta más ampliamente aceptada, apunta Popper, es que
«la ciencia se distingue de la seudociencia, o de la metafísica, por su método
empírico, el cual es esencialmente inductivo, y avanza desde la observación y
el experimento. Esto no me satisface» (p. 33). Porque, si lo que contara fuese
la cantidad de evidencia empírica que confirma una teoría, entonces habría
que tomar por científicas muchas teorías seudocientíficas. Los ejemplos
que desde hacía tiempo le rondaban y enfurecían se centraban en la teoría
de la historia de Marx, la teoría psicoanalítica de Freud y la psicología de
Adler. Dichas teorías estaban anegadas en evidencia ratificatoria, pero por
la insatisfactoria razón de que sus adheridos las podían acoplar a todo lo
que sucediera. «Un marxista no podría abrir un periódico sin encontrar en
cada página una evidencia que confirme su interpretación de la historia»
(p. 35). En una palabra, eran irrefutables. Pero, puesto que ello era debido a
la imposibilidad de correr el riesgo de la refutación, no representaba virtud
alguna. Por lo tanto, «el criterio del estatus científico de una teoría es su
falsabilidad, o refutabilidad o comprobabilidad» (p. 37, subrayado suyo).
Para que una teoría sea falsable han de darse las condiciones en las que sea
posible demostrar que es falsa. Dichas condiciones han de ser especificadas
antes de someterla a prueba, y mantenidas si la prueba va en contra de la
teoría. No debe darse ninguna «estratagema convencional» que conjure
razones especiales a modo de presupuestos extras ad hoc, interpretaciones
o reinterpretaciones para salvaguardarla teoría. Las teorías científicas
asumen auténticos riesgos, no así las teorías seudocientíficas o metafísicas.
En consecuencia, ésta es la diferencia entre el pensamiento crítico y el
pensamiento dogmático (y, cabría añadir, entre las sociedades abiertas y
las cerradas). El pensamiento crítico se adapta a la refutación por vía de
experiencia; el pensamiento dogmático rechaza los contraejemplos.
las expectativas que levantan las conjunciones constantes. Esto apunta a una
mente menos pasiva de la que acabo de sugerir. Pero no es nada fácil integrar
esos elementos activos en el resto de la ciencia humana de la mente, en la que
las asociaciones suelen ocurrir pasivamente. Y Popper, ciertamente, asume
que Hume basa todo en la dadivosidad de las impresiones. Su crítica de
Hume es por consiguiente radical y absoluta: simplemente no existe ningún
proceso que registre las impresiones y los patrones de impresiones: y, por
tanto, ningún proceso de inducción. En consecuencia, «creer que es posible
partir únicamente de observaciones puras, sin nada que se asemeje a una
teoría, es absurdo» (p. 35).
(1) H O
(2) O
por consiguiente: (3) H
(1) H O
(2) no-O
por consiguiente: (3) no-H
sólo establece que algunas teorías son falsas. Aunque la ciencia elimina
teorías y sólo aprueba a las sobrevivientes, las aprueba «no como dogmas,
sino más bien cono un reto para discutirlas y mejorarlas» (p. 50). La imagen
de la ciencia que entonces aparece ya no es la de una ciencia que traza el
único mapa acertado de un paisaje parcialmente conocido, ni tampoco es la
de la constructora de un edificio sobre fundamentos seguros, en el sentido
tradicional. En La lógica del descubrimiento científico (1959), Popper declara:
Las ideas de Popper son muy sugerentes y las redacta en una prosa espléndida.
Pero no son tan radicales como presume. Presenta las refutaciones como
los momentos decisivos, cuando una teoría choca con la observación y es
eliminada. Ésos son, supuestamente, los inequívocos momentos de la verdad.
Aun si la verdad es la contraria, aun si una teoría es falsa. Sin embargo, no
existe posibilidad alguna de que se den tales momentos decisivos, salvo que
estemos seguros de que siempre ocurriría lo mismo si repitiéramos la prueba.
Pero eso depende de una inferencia inductiva que va desde la presente
ocasión a la siguiente. De lo contrario, ¿por qué no, sencillamente, ensayarlo
una vez más? Niéguese la solvencia de la inducción y no habrá razón alguna
para eliminar una teoría sólo porque sus predicciones no se hayan sostenido
en ocasiones concretas. Si Popper, en efecto, ha demostrado que la inducción
es un mito, no podemos conformarnos con la lógica de la falsación. Porque,
si en verdad significa lo que dice, no habrá razón alguna para preferir las
teorías no falsadas y habremos sido conducidos a un escepticismo general.
Pero tan pronto veamos que la falsación apoya en la inducción su pretensión
de ser decisiva, resurgirá el enigma de la inducción, y Popper ya no podrá
afirmar que «Así se resuelve el problema de la inducción» (1969, p. 55).
36 Teoría de las Ciencias Sociales
Esto lleva la idea de que la observación sin teoría es absurda, mucho más
lejos de donde la lleva Popper. La observación ha que dado tan ligada a la
interpretación, y, por consiguiente, a la teoría, que, a la hora de decidir cuáles
son los hechos de la observación, podríamos estar decidiendo entre teorías
opuestas. No perseguiré el tema hasta las profundidades del pragmatismo en
general, puesto que su historia y sus ramificaciones son demasiado complejas
para el presente libro. Para robustecer nuestras intuiciones al respecto, he
aquí tres gloriosos párrafos de los «Two Dogmas» de Quine, que presentan
Vívidamente el pragmatismo. Nótese cómo hasta los objetos físicos serían
inobservables de no ser tratados como «convenientes intermediarios»,
y cómo se les otorga el mismo estatus epistemológico que a los dioses
homéricos.
Como empirista que soy, sigo pensando que en último término el esquema
conceptual de la ciencia es un instrumento para predecir experiencias futuras a la
luz de experiencias pretéritas. Los objetos físicos son introducidos conceptualmente
en una situación como convenientes intermediarios, no por definición en términos
de experiencia, sino, sencillamente, como postulados irreductibles comparables,
epistemológicamente, a los dioses de Homero. Por mi parte, yo, como físico profano,
creo en los objetos físicos y no en los dioses de Homero; y considero un error
científico pensar de otra forma. Pero en lo que alabase epistemológica se refiere, los
objetos físicos y los dioses sólo difieren en el grado, no en la índole. Ambas clases
de entidades entran en nuestra concepción sólo como postulados culturales. El mito
de los objetos físicos es epistemológicamente superior a la mayoría de los mitos
por haber probado ser más eficaz que otros mitos como ardid para elaborar una
estructura manejable en el flujo de la experiencia (1953, sec. 6, apartado 1.2.4).
Una hipótesis fundamental de la ciencia es que las apariencias son engañosas y que
existe una forma de mirar, o interpretar, u organizar la evidencia que revelará que
fenómenos, aparentemente diversos y desconectados entre sí, son manifestaciones
de una estructura más fundamental y relativamente simple (1954, p. 33).
Muy bien; per O; exactamente; ¿por qué debemos preferir las teorías
que muestren las virtudes pragmáticas de economía; claridad; precisión;
elegancia; simplicidad y capacidad de ser sugerentes? Si los fenómenos
diversos y desconectados no son manifestaciones de una realidad
fundamental y más simple; dichos criterios no son necesariamente una
guía hacia la verdad. ¿Por qué las teorías más elegantes habrían de superar
con mayor probabilidad el tribunal de la experiencia? La respuesta tendrá
que ser intrínseca a la urdimbre de creencias. Todo cuanto la abeja había
almacenado en el entendimiento se ha visto alterado y digerido por la mente;
operando con una facultad propia. Las afirmaciones sobre la estructura
de la realidad no son excepciones. Una cosa es mostrar que la teoría está
irreductiblemente involucrada en toda comprensión; y otra harto diferente
es vincular esa actividad a la búsqueda de la verdad.
Pero una conclusión puede sacarse sin temor a equivocarse. Si Quine tiene
razón; y cualquier enunciado está abierto a revisión; deben existir más
formas de organizar la experiencia que las que acometemos. ¿Qué es lo que
limita nuestros esfuerzos? La respuesta tradicional; expresada al comienzo
del capítulo; es que la razón y la experiencia nos confinan a teorías que
concuerdan con los hechos conocidos y las reglas de la lógica. Pero el
pragmatismo ha hecho revisables esas dos clases de constricciones. ¿Por qué;
entonces; suscribimos el mito de los objetos físicos y las teorías generales que
van con ellos? El mismo Quine ha conjeturado que la respuesta habría que
encontrarla en la biología de la mente y la constitución humana: estamos;
por así decirlo; preprogramados para construir la experiencia al modo
amplio en que lo hacemos. Pero otros se han mostrado más inclinados a dar
a los postulados culturales una explicación cultural.
La historia del libro de Kuhn ilustra sus propias tesis. El proyecto fue
originalmente concebido en los años cuarenta como parte de la International
Encyclopedia of Unified Science. Se trataba de una serie que los positivistas
lógicos habían comenzado en los años treinta con el objetivo de poner al día
y completar L’Encyclopédie, el proyecto de compendiar todo el conocimiento
que había surgido de Les Philosophes en el cénit del optimismo ilustrado.
La estructura de las revoluciones científicas se proponía sugerir cierta
información puntual sobre la historia de la ciencia, llenando así una laguna
con, supuestamente, enunciados sintéticos verdaderos. La primera edición
(1962) atrajo poca atención. No obstante, sus tesis, en efecto, amenazaron
con cancelar todo un proyecto positivista demostrando que la ciencia
dependía de elementos que no tenían la más mínima cabida en el esquema
de los positivistas lógicos. La segunda edición, con una nueva introducción,
fue el detonante de una bomba de relojería, y el libro se ha convertido en
lectura obligada. Admitir sus tesis es pensar en la ciencia, y, de hecho, en
el conocimiento en general, de un modo nuevo, puesto que los inevitables
paradigmas que regulan la ciencia normal no están abiertos a la refutación
directa, no son simples sistemas o tautologías, y son demasiado mutables
para que puedan atribuirse a la razón universal y externa. En una palabra, la
tesis es revolucionaria.
Pero el dragón ha enseñado los dientes y puede que a los guerreros no les
quede honestamente sino destruirse entre sí. A mi juicio, la distinción entre
proyectos de investigación «progresivos» y «degenerados» carece de sentido,
salvo que ello implique la opinión tradicional de que hay una verdad objetiva
sobre el independiente mundo natural, una verdad que debemos encontrar.
Sin embargo, eso parecería admitir que la intrusión de la teoría en los hechos
y la influencia de los paradigmas concernientes a los criterios de una teoría
válida destruyen todo acceso tradicional de la razón al mundo independiente
de los conceptos y las teorías que sobre éstos sostenemos. La esperanza de
ser capaces de rescatar la objetividad, reconociendo el papel intelectual e
Hormigas, arañas y abejas ¿una tercera via?
Martin Hollis 51
No viendo cómo decir más sin escribir un libro diferente, vuelvo ahora a las
lecciones de los capítulos 2, 3, y 4.
Conclusión
«Reason is the pace, increase of science the way, and the benefit of mankind
the end» («La razón es la andadura, incrementar la ciencia, el camino y el
beneficio de la humanidad, el fin»), declaraba Hobbes (Leviathan, 1652,
cap. 5). Nos pusimos en marcha por el sendero de la Ilustración con gran
regocijo. Pero los caminos racionalistas y empiristas para descubrir la verdad
parecen haberse agotado, y los intentos de combinarlos nos han dejado con
el temor de que «todo vale». Aunque sea demasiado pronto para desesperar,
ciertamente ha llegado el momento de hacer balance.
¿Por qué no combinar las dos vías? El intento pronto amenazó con socavar
por completo la idea del conocimiento a modo de templo construido sobre
fundamentos evidentes por sí mismos, a priori, o empíricos. De hecho,
amenazaba cualquier idea de objetividad. Hasta los mínimos requisitos de
falsación objetiva de Popper probaron ser vulnerables ala insistencia de Quine
de que ninguna conceptualización es inmune a la revisión. El conocimiento
humano surgió como «una urdimbre tejida por el hombre, que sólo en su
periferia roza la experiencia», y, dada la omnipresente intrusión de la
interpretación, hasta la periferia resultó ser problemática. Al hacer la mente
impenitentemente activa como intérprete de la experiencia, bloqueamos
definitivamente las dos vías hacia la verdad propuestas por Bacon.
Holismo Comprensión
Figura 1.2
EXPLICAR Y COMPRENDER*
Martin Hollis
Resumen
Beatriz Villarreal
Ante lo complejo que resulta esta discusión, en este capítulo Hollis trata de
llegar a una síntesis sobre las posibilidades que les ofrecen a las ciencias sociales
una relación entre la explicación y la comprensión, en su pretendido camino
a la cientificidad. Toma la definición de explicación como la probabilidad
estadística de que algo ocurra, y la comprensión referida a cómo lograr la
cognición sociológica. Para Weber esta posibilidad se da en el nivel de la
causalidad. Las acciones no se explican solo por medio de las estadísticas
como es la explicación que pretende el empirismo del voto de M. Rouget, de un
80% la probabilidad de que vote...Esto es parcialmente válido pues también se
tiene que recurrir a la comprensión para lograr una explicación más amplia
y verdadera.
* Tomado del libro: Filosofía de las Ciencias Sociales. Editorial Ariel. Barcelona España,
1998. Capítulo 9.
58 Teoría de las Ciencias Sociales
maneras de lograr que este homo economicus sea menos miope, sin con ello
destruir el modelo, para que sigan siendo acatadores de leyes inteligentes,
u homo sociologicus. Esto permite concluir que las elecciones puedan ser
individuales (comprensión) y razonadas (explicación), sin ser necesariamente
instrumentales según reza la teoría inicial de que la empresa social no era
posible.
Reglas, razones y causas: Hollis considera que si se puede afirmar sin lugar
a dudas que para los agentes racionales es la teoría de la elección racional
el estándar, las razones de hechos son causas (explicación) y la noción
wittgensteiniana del juego encaja perfectamente en la comprensión. Esto
lleva a pensar que las acciones son jugadas, en un juego motivadas por si
significado (comprensión) al reconstruir las reglas acatadas, y descubrir con
ello, el significado de la acción. Hace posible una pequeña síntesis entre ambas
teorías, entre la explicación y la comprensión.
Aprendemos todo lo que se debe saber en cuanto a lo que hace la gente, y saber
para qué lo hace. La insistencia en que los acatadores de reglas pueden ser
inteligentes y creativos, ha contribuido más a enriquecer el grado de significado
que a sugerir que las razones tienen causas externas. Permite concluir que las
razones para la acción que brotan de la comprensión del autor de que el juego
carece de toda clase de juegos, es defendible.
En conclusión, puede decirse que la idea de que las expectativas permiten que
funcione el mundo social. Conduce también el propio material del que está
hecho el mundo social. Hace a los hombres hacer promesas y comprender su
significado. Es lo que los hacen más humanos. Ello fortalece a la hermenéutica
(comprensión), pero a manera de un atajo, de un camino más corto. Sobre si es
posible la expectativa del espectador con referencia a la expectativa del agente,
ven las ventajas de una reconstrucción del nivel del significado, donde el trabajo
explícito se tiene que realizar. Para Hollis en la teoría del conocimiento, la
respuesta está en cómo saber que la acción en cuestión tomó verdaderamente
el curso que se afirma ser el significado adecuado.
Explicar y comprender
Martin Hollis 61
Sin exactitud en el nivel del significado, las generalidades no dejan de ser enunciados
de probabilidad estadística, o bien no inteligibles a todos, o bien sólo imperfectamente
inteligibles... por otro lado, desde el punto de vista de la cognición sociológica, hasta
la más certera exactitud en el nivel del significado no es sino una proposición causal,
aceptable sólo en la medida en que exista una probabilidad... de que la acción en
cuestión tome verdaderamente la dirección que se presume es la apropiada desde el
punto de vista del significado.
flexibles. En segundo lugar, en el nivel causal aún está por decidir qué idea
de causalidad aporta más a las ciencias sociales, especialmente en lo que
concierne a los modelos de ideal-típicos de los quehaceres del mundo real.
En tercer lugar, aún no está claro cómo hemos de relacionar en el mundo
real las nociones interpretativas con las causales, entre otras razones por la
importante razón de que no estamos seguros dé lo lejos que pueda llevarse
la sugerencia de que la vida social es lo que significa.
Reglas y razones
Por ejemplo, si Jack y Jill son vecinos, estarán sujetos alas reglas de esa relación,
que abarcan desde los requisitos jurisdiccionales sobre el mantenimiento
Explicar y comprender
Martin Hollis 63
Sin embargo, pensándolo bien, el margen así procurado parece más amplio
de lo que el homo sociológicas puede abarcar. También el homo economicus,
el maximizador de utilidad del capítulo 6, cuenta con un margen, incluso
si las reglas nos vienen dadas al completo, con razones engranadas en ellas
para la acción, razones que subdeterminan las elecciones racionales. Las
expectativas normativas permiten opciones que dependen de la utilidad
que el agente atribuye al cumplir con ellas. Así, pues, las utilidades que Jill
atribuye a sus acciones cuando planifica una fiesta, dependerán, en parte,
de lo que ella misma desee y, en parte, del contexto normativo. Dichos
elementos podrían considerarse filtros sucesivos, y el contexto normativo
ofrece un abanico de opciones, y la particular elección se hará dentro de
ese abanico mediante un cálculo racional. Esta visión es complicada,
mas no es saboteada por las ideas que terminamos de apuntar respecto a
la interdependencia de los filtros. Lo que Jill desee, sin duda, dependerá
parcialmente de sus aspiraciones como persona socializada y socialmente
ubicada, pero cuán exactamente responda a las expectativas normativas y qué
prioridad les atribuya, es cosa suya. Esto no pasa de ser una complicación,
siempre y cuando el momento de decisión siga dependiendo de su cálculo
estratégico maximizador, una vez identificadas las utilidades que entraña.
64 Teoría de las Ciencias Sociales
Ahoraseplantealaobviacuestióndecómoserelacionaunateoríatanabstracta
con un mundo real más embrollado, y con la confusa gente que lo habita.
Presumiblemente, esos habitantes tienen una psicología, una psicología
que hace de ellos individuos distintos, no meras cestas de preferencias, y
gobierna sus verdaderos procedimientos de toma de decisión. Mas en la
medida en que se piense que la psicología es una ciencia generalizadora que
Explicar y comprender
Martin Hollis 65
El ciempiés
A B
(1,1)
(0,0) (-1,2)
Fig.9.1 El ciempiés
Su maíz ya ha madurado hoy; el mío madurará mañana. Para ambos sería provechoso
que yo recolectara hoy con usted y que usted me ayudara mañana en mi recolección.
No tengo ninguna simpatía por usted, y sé que usted tiene poca por mí. Por tanto,
no me afanaré en su favor, y si recolectara con usted pensando en mi beneficio, sé
que usted no quedaría conforme y sería inútil depender de su gratitud. Así pues, le
dejo solo con su trabajo: tráteme usted a mí de igual manera. Cambiará la estación
y usted y yo perderemos la cosecha por falta de confianza y seguridad mutua (1739,
libro III, parte 2, sec. 5).
A B A B A B A B A
(5,5)
El juego de la figura 9.1 equivale al dilema del prisionero, salvo que aquí
los jugadores no juegan simultáneamente, y el segundo jugador no tiene
garantizada su jugada. El carácter se revela en eso que los teóricos de los juegos
llaman «forma extensiva». Por qué se le llama «ciempiés» resulta evidente al
utilizar un ejemplo que posibilite muchos más turnos. Supongamos que Jack
y Jill tienen frente a ellos un montón de monedas de diez peniques, regalados
por un amigo generoso. Cada uno de ellos va a jugar su turno tomando uno
o dos peniques. Cada vez que se toma un penique, pasa el turno; tan pronto
como uno de ellos tome dos peniques, termina el juego y desaparecen los
restantes peniques. Los jugadores se quedan con los peniques que cada uno
de ellos ha conseguido hasta ese momento.
utilidad enunciado de modo correcto, sin duda tendría que ahondar muy
profundamente.
Hay una gran diferencia entre enunciar de nuevo las cifras de utilidad y
cambiar los puntos de vista. Una cosa es enunciar de nuevo los resultados
en las figuras 9.1 y 9.2, de forma que una vez incluidas todas las fuentes
de utilidad no se plantee el problema, y otra, harto diferente, es sugerir
que los agentes verdaderamente racionales puedan escapar a la lógica
del predominio después de haber planteado el problema: mientras que la
preocupación por los demás sigue siendo instrumental en el preciso sentido
definido, los proyectos personales frecuentemente avanzarán mejor jugando
a la estrategia del gorrón. Luego, sigue siendo racional hacer esa jugada, y
no veo razón alguna para poner en duda que los resultados de las figuras 9.1
y 9.2 representan situaciones suficientemente corrientes, incluso después de
haber tenido en cuenta todas las consecuencias.
(1971) propone una psicología en la que el agente cuenta con dos niveles
de preferencias: uno que abarca a los resultados, como antes, y otro que
abarca a las preferencias de primer orden. Por ejemplo, Jack es un alcohólico
que prefiere la ginebra al agua, mas también es un alcohólico renuente que
preferiría preferir el agua a la ginebra. Quizás el juicio y el entendimiento
puedan conducirle a actuar sobre las preferencias de segundo orden. De
manera similar, John Harsanyi (1955) presume que tenemos «preferencias
éticas», además de las preferencias más corrientes. Así, Jill generalmente
preferiría las alfombras persas tejidas a mano a las imitaciones industriales,
pero también tiene una preferencia decisiva opuesta, dado su conocimiento
del papel del trabajo infantil en el artículo genuino. En vena parecida, Jack y
Jill juntos podrían ser capaces de encontrar un camino al través en el juego
de los «peniques» de la figura 9.2, si su «juicio y entendimiento» lograra
implícitamente aguijonearlos para hacer y mantener un acuerdo.
Lasugerenciainicialfuequelaacciónsocialesunaeleccióninstrumentalmente
racional, dentro de las capacitaciones y constricciones sociales. Resultado
de lo cual es que das elecciones pueden ser individuales y razonadas, sin
Explicar y comprender
Martin Hollis 75
¿Son las razones para la acción causas de la acción? Una primera reacción
ante esta controvertida cuestión filosófica sería decir que, desde luego, lo son:
difícilmente se pondría en duda que la gente actúa porque deséalo que desea
y cree lo que cree. Mas esa respuesta no hace sino provocar otra pregunta:
aplicado a la explicación de la acción, ¿tiene el «porque» un significado
distinto al habitual en el resto de explicaciones? Ésa podría ser una movida
útil, si, en general, ya tuviéramos claro cuál es el análisis naturalista correcto
del «porque». Los capítulos 2, 3 y 4 dejaron bien establecido que la explicación
causal es algo más que la invocación de correlaciones empíricas vigentes
en las condiciones relevantes. No obstante, incluso si la piedra de toque no
fueran las predicciones acertadas, no estaba claro qué hacer con las nociones
de «derecho natural» o «necesidad natural», ni con las pretensiones realistas
acerca de la existencia de mecanismos causales con factibilidades causales.
76 Teoría de las Ciencias Sociales
Sin embargo, lo que sí podemos afirmar sin lugar a dudas es que para los
agentes racionales de la teoría de la elección racional estándar, las razones,
de hecho, son causas. Si las preferencias y las elecciones son calculadas
sin ambages, el funcionamiento interno de los agentes es una etapa en el
procedimiento causal de cualquier definición de «causal». Cierto que la parte
que desempeñan las creencias puede complicarla idea, si se presupone que a
las creencias se llega racionalmente, en lugar de tratarlas simplemente como
otro elemento subjetivo a sumar al procedimiento de la decisión. Ciertamente,
no deberíamos dar por sentado que la deliberación racional pueda analizarse
correctamente como una serie de causas y efectos psicológicos. Sin embargo,
existe la fuerte pretensión de que un agente concebido como una especie
de contabilidad de flujo entre los inputs externos y un output generado por
cálculo computado es aquel para quien las razones para la acción son las
causas de la acción.
Ésta es una llamativa idea (muy bien expuesta por Hahn [1980]). Como
propuesta de teoría económica supera nuestro alcance, especialmente dado
que ni siquiera los keynesianos suponen que pueda darse una economía
floreciente sólo por lograr compartir la idea de que la prosperidad está a la
vuelta de la esquina. No obstante, nos percataremos mejor de su fuerza e
interés si damos la vuelta al ejemplo. Que se produzca un embotellamiento
de tráfico suele depender de si los conductores creen que se está formando
uno. Si lo creen, y si su única forma de evitarlo es intentando llegar a un
determinado punto antes de que se produzca, ya pueden estar seguros de que
se formará el embotellamiento. Por otro lado, si hay rutas alternativas, esa
idea podría brindar una vía libre para cualquier conductor lo suficientemente
estúpido —o demasiado listo— para prestarles atención. Los pronósticos
de tráfico son, pues, muy diferentes de los pronósticos del tiempo. Si los
marineros prestan atención a la advertencia de tormenta, la tormenta ocurre
igualmente, sólo que ellos se han puesto a salvo; pero si los conductores
prestan atención, no hay embotellamiento que evitar. La sugerencia es, pues,
que en cualquier caso los acontecimientos sociales suelen estar configurados
por la forma que los actores sociales esperan que asuman.
cada competidor tiene que elegir, no las caras que en su opinión son más bonitas,
sino las que él cree que probablemente llamen más la atención de los otros
concursantes, cada uno de los cuales aprecia el problema desde el mismo ángulo.
Aquí no se trata de elegir a quienes, a su juicio, son . verdaderamente las más bonitas,
ni siquiera aquellas que el promedio piense que son auténticamente las más bonitas.
Alcanzamos el tercer grado cuando dedicamos muestra inteligencia a anticipar lo
que el promedio de opinión espera sea el promedio de opinión (1936, p. 154).
Conclusión
La idea de que las expectativas no sólo hacen que funcione el mundo social,
sino que son el propio material del que está hecho ese mundo, no encontrará
el beneplácito de los naturalistas; a modo de balance, vamos a resumir el
punto de vista de éstos.
Confieso que aquí el resultado sigue estando oscuro. Los naturalistas, que
son realistas en lo concerniente a los mecanismos y estructuras subyacentes,
siguen debiéndonos una justificación epistemológica. Otros naturalistas, que
antes se inclinaron por el pragmatismo, siguen incómodamente inclinados a
convertir los objetos físicos en postulados culturales, y a traducir el mundo,
tal como lo conocemos, en una red de creencias. En ese caso, es posible que,
después de todo, sean los hermeneutas quienes tengan los ases en la mano.
Por lo tanto y, como de costumbre, el capítulo deja muchos cabos sueltos.
84 Teoría de las Ciencias Sociales
El optimismo racionalista del siglo XVII
Leiser Madanes 85
EL OPTIMISMO RACIONALISTA
DEL SIGLO XVII*
Leiser Madanes
Resumen
Beatriz Villarreal
1. Introducción
Elcomúndenominadordelasprincipalesfilosofíasdelsiglo XVIIquepermitió
una fructífera discusión entre las diversas corrientes fue lo que se llamó «el
camino de las ideas». Esta doctrina, que presenta R. Descartes (1596-1650)
y se desarrolla tanto entre pensadores racionalistas como empiristas, afirma
que no percibimos directa e inmediatamente las cosas del mundo, sino que
los objetos del mundo causan en nosotros ideas, imágenes o sensaciones.
Lo que nosotros percibimos, por lo tanto, no son los objetos directamente,
sino estas representaciones mentales causadas por ellos. Esta teoría, que,
como tantas otras de la modernidad, nos aleja de nuestras concepciones
más vulgares e intuitivas del sentido común, no es caprichosa en su origen.
Responde a la necesidad de resolver diferentes problemas presentados por la
nueva ciencia y también por el propio sentido común. Nuestra experiencia
88 Teoría de las Ciencias Sociales
cotidiana nos muestra que desde el muelle vemos cada vez más pequeño el
barco que se aleja, aunque sepamos que no disminuye su tamaño. Vemos
que el palo recto parece quebrarse al hundirse en el agua pero sabemos que
no se quiebra. De estos y otros muchos ejemplos que ilustran la falibilidad
e imperfección de nuestra experiencia cotidiana podemos concluir que el
mundo, tal como aparece a nuestros sentidos, difiere mucho del mundo tal
como sabemos que es, y más aún difiere del mundo tal como las ciencias nos
cuentan que es. Ahora bien, si lo que sabemos acerca del mundo y el mundo
tal como lo percibimos resulta tan diferente, podemos razonablemente
suponer que lo que percibimos no es el mundo. Las nuevas ciencias proveen
otra buena razón para inclinarse por «el camino de las ideas». Durante los
siglos XVI y XVII progresa enormemente no sólo el conocimiento de la
naturaleza en general, sino también el conocimiento de los procesos físicos
y fisiológicos que tienen lugar durante la percepción. Fenómenos tales
como la vista o la audición son examinados por filósofos de la naturaleza
con inclinaciones hacia la fisiología y el arte. El sonido se descompone en
una serie de movimientos que van desde las vibraciones de la atmósfera
hasta los movimientos propios de las membranas del oído, los nervios y el
cerebro. Sin embargo, la melodía que oímos no resulta satisfactoriamente
descrita si sólo se mencionan movimientos del aire o de una membrana.
Nos inclinamos entonces a pensar que no percibimos el mundo de manera
inmediata y directa, sino que percibimos una representación mental (i. e.,
un sonido) causado por materia en movimiento (Ursom, 1984).
Tanto los racionalistas como sus críticos compartieron este suelo común
gracias al cual fue posible que entablaran una discusión. Ambos creían que
la tarea propia del filósofo consistía en el examen de las ideas en la mente.
Dado que conocer algo consistía en formarse una representación mental
adecuada del objeto conocido y dado que la tarea de la filosofía consistía en
examinar estas ideas o representaciones mentales, la filosofía se convertía
en tribunal supremo de todo conocimiento. El primer problema que se
presenta en la filosofía moderna consistirá, entonces, en determinar qué
significa comprender, cuáles son los requisitos que deberán satisfacerse
El optimismo racionalista del siglo XVII
Leiser Madanes 89
para que podamos afirmar que hemos entendido algo y que podemos estar
seguros de que conocemos y comprendemos. El terreno donde se dirime
esta cuestión es la mente con sus ideas o representaciones. Descartes, B. de
Spinoza (1632-1677) y G. W. Leibniz (1646-1716) son los pensadores más
destacados del optimismo racionalista en el siglo XVII. Los tres consideraron
que, tal como es posible comprender plenamente un teorema de geometría,
resultará igualmente comprensible el universo en su totalidad. La exitosa
aplicación de la matemática a la física así lo augura. Difieren, sin embargo,
en la caracterización de aquello en lo que, según cada uno de ellos, consiste
la tarea de comprender. La respuesta que cada uno de ellos dé a esta cuestión
determinará su metafísica, pues la estructura general del universo debe ser
tal que resulte comprensible a la razón.
2. La comprensión
Platón supuso que las ideas tenían existencia propia y que guardaban entre sí
un orden propio e independiente de quien las pensara. Descartes, en cambio,
considera que las ideas sólo existen como contenidos mentales, estados o
modificaciones del propio yo que piensa. Platón puede comparar la tarea de
conocer a la de contemplar ideas que están allí fuera, ordenadas y esperando
ser aprehendidas por el alma del hombre. Descartes, en cambio, supone
90 Teoría de las Ciencias Sociales
las cosas que ocurren en él carecieran de necesidad lógica —esto es, que
pudieran no haber existido o haber sucedido de otra manera—, sería una
tarea inútil tratar de comprenderlo buscando razones necesarias. El modo
geométrico en que está escrita la Ética (1677) no es un recurso estilístico, sino
que pretende reflejar la manera en que el universo mismo está estructurado.
Comprender el universo y nuestro lugar en él equivale a examinar nuestras
ideas, deshacemos de las que se originan en la imaginación, y ordenar
coherentemente las ideas del entendimiento, tal como, Spinoza hizo en la
Ética. También Leibniz toma la matemática como modelo de comprensión
y sostiene que todas las proposiciones verdaderas son analíticas. Incluso si
se trata de una afirmación acerca de hechos —por ejemplo: «Juan estudia
en la biblioteca»—, en el concepto completo de «Juan» está implícitamente
incluido el predicado «estudia en la biblioteca». Cualquier otra concepción
que se aparte del modelo matemático de verdad entendida como inclusión
del predicado en el sujeto —i.e., del principio de identidad— deja de ser
plenamente inteligible. Si hay una razón (y debe haberla) para que Juan en
este momento esté estudiando en la biblioteca en vez de estar paseando por el
bosque, en el sujeto «Juan» debe estar incluido el predicado «está estudiando
en la biblioteca». ¿Cómo debe ser el universo y cómo deben ser las cosas
que lo habitan para que cualquier afirmación que hagamos acerca de él sea
analítica?, ¿Cómo debe ser el universo para que, según Spinoza, podamos
comprenderlo que sucede tal como entendemos un teorema en geometría?,
¿Cómo debe serlo para que el orden de las ideas en nuestra mente resulte
adecuado a una realidad exterior, como pretendía Descartes? El requisito
de inteligibilidad matemática, que se expresa de diferentes maneras en
Descartes, Spinoza y Leibniz, determina que cada uno de estos autores
proponga un sistema metafísico diferente. Estos sistemas se articulan en
torno a la noción de «substancia». Examinando las diferentes acepciones que
esta noción tiene en los respectivos autores comprenderemos sus diferentes
sistemas metafísicos.
El optimismo racionalista del siglo XVII
Leiser Madanes 93
3. Substancia
5. La causalidad
Las teorías más apartadas del sentido común que se forjan durante la
Edad Moderna (i. e., ocasionalismo, paralelismo, armonía preestablecida)
surgieron cuando se pretendió dar una única explicación a diferentes clases
de relaciones causales. A comienzos de la Edad Moderna surge la necesidad
de explicar la naturaleza de las relaciones de causa y efecto de manera tal que
incluya en una sola teoría tanto la relación causal entre un Dios trascendente
y el mundo en el acto de creación, la transmisión de movimiento entre
los cuerpos de la naturaleza, y las relaciones entre el cuerpo y el alma. Si
Dios es omnipotente, tal como lo muestra no sólo el acto de la creación
sino además la continua sustentación de su obra en la existencia, ¿cómo
podríamos concebir que los seres finitos tuvieran una eficacia causal real, sin
restarle omnipotencia a Dios? Pero si le negamos eficacia causal al mundo
físico, ¿cómo explicamos los fenómenos de la naturaleza? Si Dios sostiene el
mundo en la existencia, ¿qué sentido tiene afirmar que, independientemente
100 Teoría de las Ciencias Sociales
entre una causa y su efecto. Advierte que no podemos sino pensar que lo
contrario de un hecho siempre es posible y que carecemos de una intuición
que corresponda al influjo causal propiamente dicho. Cuando examinamos
la relación entre dos eventos cualesquiera de la naturaleza no logramos
descubrir una conexión necesaria. Sin embargo; es en la relación entre
Dios y el mundo; entre lo infinito y lo finito; donde Malebranche encuentra
aquel requisito de necesidad lógica que inútilmente buscó en las relaciones
causales naturales. Si Dios es infinito y omnipotente; necesariamente se
sigue que puede producir cualquier efecto. Nada existiría ni nada ocurriría
en la naturaleza si Dios no lo hubiera así dispuesto. El único agente causal
propiamente dicho es; por lo tanto; Dios. Ningún ser creado y finito posee;
propiamente hablando; un poder causal ni puede; por esa razón; producir
cambios en otros seres. Dios dispuso la creación de manera tal que; cuando
una bola en movimiento choca con otra; la colisión de las dos bolas no sea la
causa del movimiento de la segunda sino la ocasión que Dios dispuso para
mover la segunda bola. La causa de que mi brazo se levante no es mi deseo de
levantarlo; este deseo no es más que la ocasión que Dios dispuso para que él
actúe y levante mi brazo. Si aceptamos que Dios es creador y todopoderoso;
no podemos concluir sino que es la única causa verdadera de todo lo que
ocurre; y si aceptamos esta conclusión; se sigue que las relaciones de causa
y efecto que creemos percibir no son más que ocasiones en las que actúa
la verdadera causa, i. e., Dios. El ocasionalismo es una teoría que pretende
explicar todas las relaciones causales, tanto entre fenómenos físicos como
entre cuerpo y alma.
Según estas explicaciones que buscan ser coherentes con la doctrina cristiana,
el acto mismo de la creación escapa a nuestra comprensión; no hay un por qué
ni un cómo racionales que lo expliquen. Por el contrario, Spinoza se propuso
comprender esta actividad creadora infinita. No llegamos a comprender con
claridad la dependencia de los seres finitos y creados con respecto al creador
infinito debido a nuestra experiencia incierta del mundo natural y a las ideas
confusas que nos formamos acerca de Dios. Pero Spinoza no aceptará esta
renuncia a la razón que implica fundamentar la causalidad en una voluntad
trascendente e intentará llevar el racionalismo hasta sus límites, mostrando
que es absurdo pensar en un Dios trascendente y en una naturaleza que no
El optimismo racionalista del siglo XVII
Leiser Madanes 103
Bibliografía
Las referencias a las ediciones eruditas de las obras de los filósofos en sus
lenguas originales se pueden encontrar en la mayoría de los trabajos citados
a continuación y en volúmenes anteriores de esta Enciclopedia.
EL EMPIRISMO BRITÁNICO*
Plinio Junqueira Smith
Resumen
Beatriz Villarreal
Para Locke existen dos tipos de proposiciones, una que contienen información
sobre las cosas que amplían nuestros conocimientos sobre ellas, y, la metafísica
que solo nos instruye sobre el significado de las palabras, por medio del lenguaje,
lo que la torna superficial, ya que la metafísica trata solamente la esencia real
(idea) de las cosas, y no su existencia. Por lo que de esas cosas tenemos certeza
de su existencia, pero no de su esencia, de su idea. Al ser las cosas diferentes de
las ideas, por lo tanto no podemos conocer la mente ni las ideas.
las cosas. Por lo tanto no es una relación causal real. Al prescindir del mundo
real, es imposible conocerlo, además, las ideas abstractas tampoco son objetos
del conocimiento, al ser inmateriales e incorpóreas.
I. Introducción
II. Desarrollo
1. La interpretación tradicional
externa e interna, que vaya más allá de nuestras percepciones nos es posible,
si razonamos de la manera más rigurosa a través exclusivamente de lo dado
por la experiencia, esto es, de los datos inmediatos de la conciencia y de la
reflexión que se inclina sobre esa experiencia. Así, la metafísica, entendida
como un pretendido conocimiento de algo real absoluto e independiente de
nosotros, sería inviable desde el principio y no pasaría de una mera ilusión
filosófica.
La metafísica parece ser, ante todo, un discurso que a pesar de estar muy
bien articulado con proposiciones, raciocinios y conclusiones indudables no
contiene ninguna información sobre las cosas o substancias (AEHU, IV, viii,
9). Locke distingue entre dos tipos de proposiciones, unas que contienen
informaciones sobre las cosas, haciendo ampliar nuestro conocimiento
sobre ellas, y otras que simplemente explicitan aquello que sabíamos
El empirismo británico
Plinio Junqueira Smith 117
¿Sobre qué cosas versaría la metafísica?; ¿Cuáles son los objetos que
supuestamente ella nos hace conocer? Después de leer los libros dé metafísica;
de escolástica (school-divinity) e incluso de filosofía natural; dice Locke que
continuaríamos sin saber nada sobre Dios, los espíritus y los cuerpos (ibíd.)
No está claro; aunque parezca la lectura natural; que Locke se refiera a Dios;
el alma y el cuerpo como los tres objetos de la metafísica. Parece menos
seguro aun suponer que la metafísica estudie a Dios y al alma o solamente al
alma; dejando el cuerpo para la filosofía natural; sobre todo si dirigimos la
atención a los pasajes en los que se menciona la «verdad metafísica». ¿Qué
entiende Locke por verdad metafísica? Una primera definición es la de que
118 Teoría de las Ciencias Sociales
Tal vez valga la pena resaltar el doble error apuntado por Locke en esa
concepción metafísica de la verdad. Por un lado; la verdad se piensa por el
lado de la cosa misma; haciendo de la verdad un equivalente de la existencia
real de la cosa y, por otro; como una consecuencia de este primer punto; se
considera que la verdad es algo que se refiere ala cosa aislada. Pero la verdad
es una propiedad de la proposición; cuando se compara con el mundo y se
percibe que ella corresponde con lo que es el caso. Y en la medida en que una
proposición afirma o niega algo de alguna cosa; la verdad no se dice respecto
de la cosa aislada; sino respecto de la articulación entre las dos cosas que
son unidas o separadas por la proposición. Ese es el sentido más corriente
de verdad; el único por el que se interesa Locke (AEHU; 11; xxxxii, 3; IV; v,
ll). Implícitamente; entretanto; la noción metafísica de verdad reconoce su
carácter preposicional; como confirmando con su revelación la concepción
ordinaria. «Ésa, aunque parezca consistir en el propio ser de las cosas, con
todo, cuando se la considera un poco más de cerca, aparecerá incluyendo una
proposición tácita, por medio de la cual la mente une aquella cosa particular
con la idea para la cual antes había establecido un nombre» (AEHU, IV, v, ll).
1
Gueroult (1953) sostiene que la influencia de Locke sobre Berkeley se hizo menor de
forma progresiva, a medida que aumentaba la influencia de Malebranche sobre él.
122 Teoría de las Ciencias Sociales
Denunciar las ideas abstractas como la gran ilusión metafísica permite que
se reconstruya la metafísica sobre principios sólidos y verdaderos. Este es
uno de los aspectos empiristas de la filosofía de Berkeley y aquel que más le
opone a la metafísica tradicional, por eliminar de ésta su objeto privilegiado.
Si la metafísica pretende conocer objetos separados de la materia, entonces
la crítica de las ideas abstractas alcanzará el corazón mismo de la metafísica,
al negar la existencia de aquello mismo que ella pretende desvelarnos. En
este punto, Hume se situará completamente al lado de Berkeley, al reconocer
que éste es uno de los mayores descubrimientos filosóficos de su tiempo (T,
17).
El metafísico tradicional convierte las ideas de, por ejemplo, tiempo, lugar
o movimiento en ideas demasiado abstractas para ser apreciadas por
el hombre común, en realidad para cualquier hombre que las examine
El empirismo británico
Plinio Junqueira Smith 123
Aunque esta vuelta al sentido común sea una vuelta al punto de partida de
la reflexión filosófica, hay algo que se ha ganado al pasar por la filosofía,
ya que, si admitimos con el sentido común que lo que percibimos son las
propias cosas, tenemos que admitir con los filósofos que esas cosas son ideas
en la mente. No se trata de atribuir a Berkeley un «idealismo delirante» (en
expresión de Kant), ya que su intención es la de asegurar la existencia de las
cosas reales. «No estoy a favor de transformar las cosas en ideas, sino más bien
las ideas en cosas» (DHP 111,244).2 El sentido común insiste correctamente
en que aquello que percibimos es real, que nuestra sensibilidad nos da
acceso a la cosa misma, pero, curiosamente, también infiere la existencia
de cosas reales independientes y externas a la mente, dada la pasividad de
la mente en las percepciones sensibles; y es un error común al vulgo y a los
filósofos recurrir a la materia y no al espíritu en la identificación de la causa
de nuestras sensaciones (PHK1,56-57). En otras palabras, podríamos decir
2
Gueroult (1955) hace de este punto el tema de sus dos primeros estudios sobre
Berkeley.
El empirismo británico
Plinio Junqueira Smith 125
3
La epistemología del sentido común es correcta; pero su metafísica es incoherente; y
solamente abandonando esta última podemos preservar la primera. (Foster y Robinson;
1988; 3).
126 Teoría de las Ciencias Sociales
¿Qué ciencia o tipo de ciencia, entonces, sería la metafísica? Dos parecen ser
las respuestas. Por un lado, la metafísica es identificada con la «lógica», como
parece ser el caso de EPM, 173 y de la carta a Elliot (a lo largo de todo su
libro, Norton [1982], por ejemplo, emplea «metafísica» como sinónimo de
«lógica» o de «epistemología»); y, por otro, con la ciencia del hombre como
un todo («lógica», moral, política, estética), como parece ser el caso en EHU,
26, 48, en la primera sección de la Investigación y en la introducción del
Tratado. El ensayo «De la inmortalidad del alma» aporta otros elementos en
apoyo de la identificación entre «lógica» y metafísica. En él, Hume examina,
entre otros tipos de argumentos, los argumentos metafísicos que se pueden
invocar a favor de nuestra eternidad. Estos suponen que el alma es inmaterial
y que no puede existir en una substancia material. Pero, dice Hume, «la
metafísica nos enseña que lanoción de substancia es completamente confusa
e imperfecta, y que no tenemos otra idea de cualquier substancia que la de
un agregado de cualidades particulares inherentes en una cosa desconocida.
Bibliografía
Aristóteles (Met), Metafísica, ed. García Yebra, Gredos, Madrid, 1987. Ayer,
A. J. (1980), Hume, Hill and Wang, New York; v. e.: Hume, Alianza, Madrid,
1988.
Berkeley, G. (DHP), Three Dialogues between Hylas and Philonous en
Philosophical Works, Everyman's Library, London/Melbourne, 1975; v. e.:
Tres diálogos, Espasa-Calpe, Madrid, 1996.
Berkeley, G. (PC), Philosophical Commentaries en Philosophical Works.
Everyman's Library, London/Melboune, 1975.
Berkeley, G. (PHK), A Treatiseconcerning The Principies of HumanKnowledge,
en Philosophical Works, Everyman's Library, London/Melboume, 1975; v.
e.: Tratado sobre los principios del conocimiento humano, Alianza, Madrid,
1992.
Berkeley, G. (TWE), The Theory ofVision Vindicated and Explained en
Philosophical Works.
Berkeley, G. (De Motu), De Motu, en Philosophical Works, Everyman's
Library, London/Melbourne, 1975; v. e.: De Motu, Universidad Complutense
(Excerpta Philosophica), Madrid, 1993.
Bolzani, F. R. (1990), «Ceticismo e Empirismo»: Discurso 18.
Chaimovich, F. (1994), Locke e o Conhecimento do Mundo Exterior,
Disertación de maestrado, USP, Sáo Paulo.
Flage, D. (1987), Berkeley's Doctrine of Notions: A Reconstruction Based on
his Theory of Meaning, Croon Helm, London/ Sidney.
Fogelin, R, J., (1985), Humes Skepticism in the Treatise of Human Nature,
Routledge and Kegan Paul, London/Boston/Melboume/Henley.
Foster, J.y Robinson, H. (orgs.) (1985), Essays on Berkeley, Clarendon Press,
Oxford.
136 Teoría de las Ciencias Sociales
Es una de las corrientes más conocidas y estudiadas en las ciencias sociales por la
influencia que han tenido sus planteamientos sobre la ciencia y la importancia
del conocimiento empírico, así como por su rechazo a la metafísica, y su apoyo
a la ciencia inductiva, o sea la ciencia que se inicia o se basa en la observación
de los hechos, rechaza al esquema deductivo aristotélico y al carácter finalista
de esta ciencia.
1. Antecedentes
2. El positivismo de Comte
La ley de los tres estados revela además una jerarquía natural dentro de
las ciencias mismas, que queda manifiesta en el orden histórico en que las
ciencias han llegado al estado positivo: primero las matemáticas, después
la astronomía, la física, la química, la fisiología y, finalmente, la sociología.
En otras palabras, llegan a ser positivas primero las ciencias que abarcan
conocimientos universales, siguiéndoles aquellas que dependen del
desarrollo de las más generales: la química es necesaria para comprender
la fisiología, la astronomía para comprender la física y las matemáticas para
todas Comte, 1907, 1,30-31; 1963,74-75). La literatura y las artes, como
obras de la imaginación, quedan fuera de esta jerarquía.
De este modo de pensar surge la ciencia positiva. Ella describe los fenómenos
con leyes que afirman relaciones invariables de semejanza y sucesión. No trata
de explicar el por qué de las cosas, sólo describe el cómo; colecciona datos,
los organiza y los enlaza con otros datos para crear un cuadro conceptual
coherente. Por ejemplo, la ley de la gravedad enunciada por Newton clasifica
un número inmenso de datos bajo un principio —la ley de los cuadrados
inversos—. Pero ¿qué son la gravedad y el peso mismos? Comte considera
que éstas son cuestiones metafísicas y están fuera del dominio de la ciencia
positiva.
Es más, para Mili hasta la lógica está basada en la experiencia. Las reglas
de inferencia, o sea, las reglas del silogismo, son inducciones derivadas
de asociaciones de ideas que han demostrado su utilidad. Si la deducción
procediera de una premisa general a una conclusión particular, el silogismo
clásico nunca suministraría conocimientos nuevos (la veracidad de la
conclusión depende de la de la premisa), y si la conclusión fuera general,
nunca se podría verificar. La única alternativa es insistir en que toda
inferencia procede de lo particular a lo particular:
Las proposiciones generales son simplemente registros de las inferencias hechas y
fórmulas sumarias para hacer más inferencias. La premisa mayor del silogismo es, en
consecuencia, una fórmula de esta descripción; y la conclusión no es una inferencia
sacada de la fórmula sino una inferencia sacada según la fórmula el verdadero
antecedente lógico o premisa son los hechos particulares de los que la proposición
general se derivó por medio de la inducción (Mili, 1900, II, iii, 4).
Puede que hayamos olvidado los casos individuales que sirvieron como
antecedentes, pero es de ellos de los que sacamos las conclusiones.
4. Herbert Spencer
significa que todo cambio biológico, individual, social, químico, físico, hasta
galáctico que muestre tal integración, está en proceso de evolución.
5. El positivismo científico
Este empirismo radical presupone una teoría del conocimiento que estudia
detalladamente los mecanismos de la observación, eliminando sus elementos
subjetivos y dejando solamente lo fenoménico (las sensaciones). Para Mach,
las sensaciones son los colores, sabores, olores, sonidos, etc., Que sentimos.
Las llamamos colectivamente la experiencia y, al enfocarlas en una dirección,
se denominan observación. Gon ellas se construye la realidad: «el mundo
consiste en nuestras sensaciones» (Mach, 1906, 12). Para Mach no hay
evidencia de que, detrás de las sensaciones, exista una realidad que las cause.
Las sensaciones son, por lo tanto, irrefutables. Los errores perceptivos y las
ilusiones son, simplemente, malas interpretaciones de lo que observamos.
operaciones correspondientes y luego vienen las reglas teóricas que no pueden ser
otra cosa sino la sistematización y el perfeccionamiento de aquello mismo que antes
se había ejecutado de una manera puramente espontánea y empírica (Barreda, 1877,
36).
A pesar de ello, al afirmar que el estudiante debe comenzar con las ciencias
particulares y específicas —las que estudian los fenómenos inmediatos— y
después proceder a las más abstractas, Barreda invierte el orden histórico de
la ley de los tres estados. De nuevo, en el positivismo de Barreda, la práctica
determina la doctrina.
Para Ingenieros, la metafísica del futuro será una metafísica a posteriori que,
partiendo de las leyes más fundamentales de la ciencia, haga conjeturas sobre
lo inexperiencial —lo que no se sabe todavía—; conjeturas que se verificarán
con la experiencia y que llegarán a constituir un sistema de hipótesis que
concuerden con los resultados generales de la experiencia. Busca explicar
lo que todavía no se ha explicado y ser una fuente de inspiración científica.
Pero Ingenieros no se libera completamente de las líneas biológicas del
evolucionismo spenceriano, pues si todo conocimiento es reducible a la
experiencia, toda experiencia se reduce a lo biológico, a transacciones entre
el organismo y el ambiente: «Las conclusiones generales de la psicología,
es decir, las más filosóficas, tienen que asentarse en las conclusiones más
generales de la biología» (Ingenieros, 1975, 63).
7. Conclusión
Bibliografía
* Tomado de: Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Editorial Anthropos, Barcelona,
1991.
172 Teoría de las Ciencias Sociales
En los últimos años; ante las relaciones que se establecen entre ambas vertientes
surgen autores con nuevas propuestas para quienes no existen diferencias
importantes; sino por el contrario; todo es válido, ya que el postmodernismo
174 Teoría de las Ciencias Sociales
Para unos lo eran y para otros no. Unos exigían que las nuevas ciencias se
acomodaran al paradigma o modelo de las ciencias verdaderas, es decir, de
las físico-naturales, y otros defendían la autonomía de las nacientes ciencias.
Vemos que, desde la cuna, les acompaña a las incipientes disciplinas la
disputa acerca del estatuto científico que posean o no.
Pero más allá de esta disputa se advierte otra polémica mayor, más antigua,
profunda y abarcadora: ¿qué es la ciencia? Porque lo verdaderamente
problemático e inquietante es observar la diversidad de criterios que se
aplican tras la palabra ciencia.
1
Cfr. G.H. van Wright: Explicación y comprensión,.Madrid, Alianza, 1980, p. 18. Véase
la aceptación de esta tipología en KO. Apél; Die Erklären-Verstehen-Kontroverse in
Transzendental-pragmatisdie Sicht, Frankfurt, Subrkamp, 1979, p. 56.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 177
2
Sobre la filosofía de la ciencia de Aristóteles, cfr. J. Losee; introducción histórica a la
filosofía de la ciencia, Madrid, Alianza, 1976, pp. 5 -25; M.W. Wartofsky: Introducción a
la filosofía de la Ciencia, Madrid, Alianza, 1978, vol. 1, cap. 4. También B. Farrington:
Ciencia y filosofía en la Antigüedad, Barcelona, Ariel, 1971.
178 Teoría de las Ciencias Sociales
3
T.S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Madrid, FCE, 1975, p. 19.
180 Teoría de las Ciencias Sociales
4
Sobre este interés dominador que acompaña la ciencia moderna y se alza con
pretensiones cada vez más absolutas, cfr. Horkheirner y Adorno: Dialéctica del
Iluminismo, Buenos Aires, Sur, 1971, esp. cap. 1.
5
Entre las teorías o explicaciones del surgimiento de la ciencia y pensamiento moderno
se hallan: F.Borkenau: Der Übergang von feudalen zum BürgerMchen Weltbil,
Paris, 1934; ídem: Zur Soziologie des mechanistischen Weltbildes, en Zeitschrift
Für Sozialforschung, 1,3 (1932), reeditada en Múnich, Kósel, 1970. Para Borkenau,
la ciencia moderna, la nueva mecánica galileana y newtoniana, tendría sus raíces
en la producción técnica manufacturada; G.H. Grossmann escribió, corrigiendo a
Borkenau, «Die geseHschaftlichen Grundlagen des mechanistischen Philosophie
und die Manufaktur», en Zeitschrift Fur Sozialforschung, IV, 2 (1935). En esta línea
continúa también E. Zilsel. Para estos autores la ciencia moderna surge de la unión
delhumanismo con el artesanado y el capitalismo primitivo. Posteriormente, A Kojeve
y W. Kem verán la ciencia moderna como fruto del cristianismo. Cfr. A Kojeve: Origine
chrétienne de la science modeme, Sciences et Lenseignement des Sciences, 5, 37
(946).
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 181
Pero los humanistas solos no hubiesen logrado mucho. Junto a ellos aparecen
unas condiciones sociales engendradas por el capitalismo incipiente nacido
ya en el siglo XIII alrededor de las ciudades italianas y su comercio con
Oriente; que rompe el control de la producción y distribución instaurada
por los gremios. La incipiente producción, según el esquema de la oferta y
la demanda, favorece la acumulación del capital y el fortalecimiento de una
nueva clase social urbana: la burguesía. Propio de esta clase social va a ser el
gusto por una cultura más secular, una propensión a los hechos concretos y
su sentido del orden y lo positivo; lo positivo, que es lo que nuestro lenguaje
popular ha recogido en expresiones como «ir a lo positivo», esto es, a lo
útil y pragmático. La nueva ciencia recoge este interés pragmático, acorde
con el intento de dominar la naturaleza; y señala una actitud tecnológica del
conocimiento y sus aplicaciones. F. Bacon será el gran apóstol de esta actitud
«científica».
Más de un siglo después, dirá Kant que la actitud del científico : galileano
no es la de un escolar a quien la naturaleza enseña, sino la de un juez
que ciertamente va a aprender de un testigo, pero sometiéndolo a un
interrogatorio, previamente forjado por el juez, el cual prefija, por tanto,
lo que quiere averiguar. Dicho de otro modo, la física griega y, en general,
toda la ciencia hasta Galileo, se ha montado sobre el supuesto: de que el
entendimiento gira en torno a las cosas. Galileo, dirá Kant, ha montado su
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 183
física sobre un supuesto inverso: el supuesto de que las cosas giran en torno
al entendimiento, y, por paradójico que parezca, entonces y solo entonces
ha descubierto lo que son las cosas. Se ha consumado lo que Kant llama la
revolución copernicana en la ciencia.6
Nos situamos en el siglo XIX Hay un paralelismo entre este siglo y la centuria
de la ciencia moderna: acontece para las ciencias del hombre un despertar
análogo al conocido por las ciencias naturales en aquella época. El estudio
sistemático del hombre, de su historia, lengua, usos e instituciones sociales,
6
I. Kant: Critica de la razón pura, Buenos Aires, Losada, 1970, p. 130; X. Zubiri: Cinco
lecciones de filosofía, Madrid, Alianza, 1980, pp. 72,74. Sobre Galileo, cfr. A. Koyré:
Estudios galileanos, Madrid, siglo XXI, 1980.
7
K.O. Apel: Die Erklären-Verstehen Kontroverse... ob. Cit., pp. 15-57.
184 Teoría de las Ciencias Sociales
Nos encontramos, por tanto, a mediados del siglo XIX con una ciencia
natural asentada cada vez más fuertemente sobre los pilares de la tradición
galileana, y unas ciencias humanas con grandes logros y con pretensiones
científicas. En estas circunstancias, dirá Von Wright, «resultó natural que
8
Sobre el nacimiento de las ciencias humanas y el contexto sociohistórico de crisis, cfr.
M. Foucault: Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo XXI, 1971, pp. 334 s.; J. Habermas:
Teoría y praxis, Buenos Aires, Sur, 1966, pp. 105 s.; A. Touraine: La production de la
société, Paris, Seuil, 1973, pp. 62 s.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 185
2º. El modelo o canon de las ciencias naturales exactas. Para Comte, Mill,
la unidad de método, el llamado método positivo, tenía un canon o
ideal metodológico frente al que se confrontaba el grado de desarrollo
y perfección de todas las demás ciencias. Este baremo lo constituía la
ciencia físico-matemática. Por él vendría medida la cientificidad de las
nacientes ciencias del hombre.
9
G.H. von Wright: Explicación y compresión, p. 20.
186 Teoría de las Ciencias Sociales
10
Así .sucede, por ejemplo con la traducción de la recopilación de textos de P.H. Hidditch:
Filosofía de la ciencia, México, FCE, 1975, cfr. pp. 100 s. Habría que unificar la
terminología y reservar el término técnico explicar para la explicación de tipo causal.
11
F. Bacon: Novum Organum (1620) libro I, aforismo 3.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 187
Droysenfueelprimeroqueutilizóladistinciónentre explicaciónycomprensión
(en alemán Erklären y Verstehen) con intención de fundamentar el método
de la historia, comprender, en contraposición al de la física matemática,
explicar, y al de la tecnología y filosofía, conocer (Erkennen). Desde entonces
el término Verstehen, «comprender», viene a representar una concepción
metodológica propia de las ciencias humanas. El contenido positivo del
término comprender varia y tiene énfasis diversos según los autores; así,
a título de ejemplo, para Simmel (y el primer Dilthey) la comprensión,
tiene una resonancia psicológica, es una forma de empatía (Einfühlung)
o identificación afectivo- mental que reactualiza la atmósfera espiritual,
12
G. Droysen: Grundriss der historik (1858), citado en K.O. Apel: Die Erklären Verstehen
Kontroverse, ob. cit., p.15.
188 Teoría de las Ciencias Sociales
13
Hacemos notar que este rasgo psicológico es el más vulgarizado cuando se habla
de la comprensión. Hasta autores como Stegmüller, cuando tratan de esquematizar
la concepción del Verstehen de Dilthey, acuden a esta teoría psicológica de la
comprensión. Lo menos que se puede decir frente a esta interpretación es que se toma
abusivamente la parte por el todo.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 189
De todo este esfuerzo por precisar una filosofía de la ciencia que no caiga
en las redes del positivismo y haga justicia a la peculiaridad de las ciencias
humanas, culturales o del espíritu, una cosa queda clara: el rechazo a aceptar
el modelo de explicación científica triunfante en Occidente desde Galileo.
Hay una recuperación de la tradición aristotélica, a través de Hegel. «Para
ciertos filósofos la explicación (científica) consiste en procurar que los
fenómenos sean inteligibles teleológicamente, más bien que en determinar
su predicibilidad a partir del conocimiento de sus causas eficientes.»15
14
Cfr. w. Dilthey: Der Aufbau der gerschichtlichen Welt in der Geisteswissenschaften,
Frankurt, 1970. Para una buena presentación del pensamiento de Dilthey e incluso de
la problemática que vinimos abordando, E. Imaz: El pensamiento de Dilthey, México,
FCE, 1978; K.O. Apel: Die Erkláren-Verstehen Kontroverse, pp. 17 s.; J. Freund: Las
teorías de las ciencias humanas, Barcelona, Península, 1975. .
15
G.H. Wright: Explicación y compresión, p. 27.
190 Teoría de las Ciencias Sociales
Nos hallamos entre las dos guerras mundiales. Este tiempo conoce el
resurgimiento de la lógica, iniciado en 1850, tras un estancamiento que se
remonta a 1350. Por una serie de azares, el desarrollo de la lógica se vinculó
con el positivismo y dio como resultado, en la década de los años veinte, el
denominado positivismo lógico. A esta corriente pertenecen B. Russel, el
primer Wittgenstein (o del Tractatus logico-philosophicus) y el denominado
neopositivismo del circulo de Viena.
16
W. Stegmüller: Hauptstromungen der Gegenwarts-philosophie, Kroner, Stuttgart, 1976,
XXX, 11, obra muy recomendada de la que hay trad, cast.: Corrientes actuales de la
filosofía actual, Buenos Aires, Nova, 1967.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 191
Ya se advierte que, por este camino, muy poco del pensamiento filosófico
y de las ciencias humanas quedaría en pie. Sería rechazado como
Pseudociencia. De hecho los filósofos del positivismo lógico se ocuparon,
casi exclusivamente, de cuestiones relativas a los fundamentos de las
17
K. Popper: La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1973.
192 Teoría de las Ciencias Sociales
18
O. Neurath: Empirische Soziologie, Viena, 1931. En castellano puede verse su obra de
1944: Fundamentos de las ciencias sociales, Madrid, Taller de Ediciones J.B., Í973.
19
Sobre el positivismo de K. Popper, cfr. G.H. Wright: explicación y compresión, p. 29;
K.O. Apel: Die Erkláren, Verstehen Kontroverse, pp. 45, 92, 291, matiza la posición
última de Popper, que exigiría también una hermenéutica; cfr. K Popper: Conocimiento
objetivo, Madrid, Tecnos, 1974, cap. 4, pp. 147 s. Para una introducción al pensamiento
de K. Popper, Madrid, Grijalbo, 1974; J.E. Malherbe: La Philosophie de K. Popper
et le positivisme logique, París, PUF, 1976; K. Popper: Búsqueda sin término. Una
autobiografía intelectual, Madrid, Tecnos, 1977. Popper rechaza enérgicamente el
apelativo de «positivista» que le endosan los críticos de la escuela de Frankfurt; cfr. K.
Popper: «Reason o Revolution?», Archives Europeénnes de Sociologie, XI, 2 (1970) pp.
252-265, 253. Victor Kraft, miembro del círculo de Viena, le ve, por el contrario, como
continuador «en lo esencial» de dicha orientación neo-positivista, cfr. V. Kraff: El círculo
de Viena, Madrid, Taurus, 1966, p. 18 y nota 13 bis.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 193
Popper les descubrirá a los hombres del círculo de Viena que su verificación
está ligada a un dogma empirista que no se puede sostener: la certeza última
proporcionada por la percepción de los sentidos. Para el positivismo lógico;
el edificio de la ciencia se construía sobre las piedras elementales de los
enunciados elementales; básicos; protocolarios; cuya certeza venía dada
por la percepción inmediata de los sentidos. Pero; aunque es innegable que
una relación importante une las experiencias perceptivas a los enunciados
de base o protocolarios; no hay tal justificación empírica. Los enunciados
elementales solo se pueden justificar mediante otros enunciados. Además no
hay percepción de los sentidos que no suponga una interpretación. Así pues;
nuestro saber es, desde el comienzo; conjetural; hipotético; siempre sometido
a revisión. Que los enunciados de la ciencia tengan una fundamentación
última; exenta de toda ulterior crítica., es una fe; una ciencia que desemboca
en el famoso trilema de Münchhausen.20
20
Cfr. H. Albert: Tratado de la razón crítica, Buenos Aires, Sur, 1973.
194 Teoría de las Ciencias Sociales
Por estas razones; dirá Popper; los enunciados científicos hay que
entenderlos como esbozos arbitrarios; creativos; que solo tienen un valor
conjetural e hipotético y necesitan la comprobación ulterior. Y puesto
que no podemos comprobar todos los posibles casos subsumidos por una
hipótesis científica; no podremos utilizar la verificación; sino la falsificación.
Es decir; lo que podemos hacer no será verificar si «todos los cisnes son
blancos», sino comprobar «si algún cisne no es blanco»; por ejemplo, negro.
Si encontramos algún caso que contradiga nuestra hipótesis, esta quedará
falsificada. El fundamento lógico de esta teoría es que de un enunciado o
frase singular se puede seguir la negación de una frase o enunciado general,
pero no una frase general.
Para Popper, este es el método científico al que se tienen que someter también
las ciencias sociales humanas.23 Hay, pues, un monismo metodológico.24 Toda
explicación científica adopta en último término, la forma de un esquema
21
Cfr. K. Popper: La lógica de la investigación científica, p. 38.
22
Ver el título de su autobiografía: Búsqueda sin término.
23
Cfr. K. Popper: La lógica de las ciencias sociales. En Adorno y otros, la disputa del
positivismo en la sociología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1973, pp. 101-119.
24
K. Popper: La miseria del historicismo, Madrid, Alianza, 1973, pp. 145-158.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 195
lógico básico, donde el hecho o fenómeno que hay que explicar (explicandum)
será la conclusión de una inferencia lógica deductiva, cuyas premisas están
constituidas por la teoría y las condiciones iniciales (explicans),25 El tipo de
explicación es causal en sentido amplio.
25
K. Popper: La lógica de las ciencias sociales, tesis vigésima. Volveremos más adelante
sobre esté modelo nomológico-deductivo.
26
Las exposiciones de K. Popper y T. Adorno, así como la polémica posterior están
recogidas casi íntegramente en la disputa del positivismo en la sociología alemana, ob.
cit.
196 Teoría de las Ciencias Sociales
27
Cfr. M. Horkheimer: Teoría crítica. Buenos Aires, Amorrortu, 1974, pp. 223-272. Para una
exposición de los orígenes de la teoría crítica, cfr. M.Jay: La imaginación dialéctica,
Madrid, Taurus, 1974. Para una presentación amplia del concepto de ciencia social que
detenta M. Horkheimer, cfr.J.M. Mardones: Dialéctica y sociedad irracional. La teoría
crítica de la sociedad de M. Horkheimer, Bilbao, Univ. Deusto/Mensajero, 1979.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 197
b) El método científico
El método científico es único. Pero no se acepta el monismo metodológico
de K. Popper que eleva el modelo de las ciencias fisiconaturales a canon
28
Cfr. la coponencia ya citada de T.W. Adorno a K. Popper, en La disputa del positivismo,
ob. cit.pp. 121-138.
198 Teoría de las Ciencias Sociales
c) La objetividad de la ciencia
Para Popper y el racionalismo crítico, radica en el método científico de
la falsificación. Horkheimer y Adorno no rechazan las aportaciones de
la: lógica científica y del falsificacionismo; pero acentúan la peculiaridad
de las ciencias humanas y sociales. La sociedad no puede concebirse
como un objeto más. La sociedad es también algo subjetivo. En razón
de su estructura, es algo objetivo y subjetivo. Olvidar este aspecto
conduce a poner el énfasis en la sociedad como objeto, como algo que
29
Horkheimer y Adorno: La sociedad, lecciones de sociología, Buenos Aires, Proteo,
1969.
30
Adorno: Sobre la lógica de las ciencias sociales, en la disputa del positivismo, ob. cit.,
p. 123.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 199
yace ahí, enfrente de nosotros, y que solo puede ser captado mediante
unos métodos determinados. La prepotencia del método sobre el objeto
deriva de esta consideración reificadora de la realidad social. Al final,
la pretensión de subsumir toda explicación racional en el esquema
nomológico-deductivo priva sobre la verdad misma de la cosa, que es
contradictoria e irracional.31
31
Adorno: introducción a la disputa del positivismo, ob. cit. pp. 41. 54.
32
ibíd.p. 130.
33
Horkheimer: Teoría tradicional y teoría crítica, ob. cit. p. 270.
200 Teoría de las Ciencias Sociales
34
Cfr. K. Popper: Reason or Revolution?, en Archives Europeénnes de Sociologie, V, XI, 2
(1970), pp. 252-265; también H. Albert: Traktat über Kritischen Rationalismus, Munich,
Piper, 1971. Asimismo, los artículos de Albert y J. Habermas en la disputa del positivismo,
ob. cit. Desde la teoría crítica, A. Wellmer: Methodlogie ais Erkenntnistheorie, Frankfurt,
1967.
35
Para G. Radnitzky: Tres estilos de pensar en la actual teoría de la ciencia. Sus creadores:
Wittgenstein I, Popper y Wittgenstein II, Pensamiento, 35 (1979), 5-35, los principales
críticos actuales de la metodología popperiana están muy influidos por la filosofía tardía
de Wittgenstein. La confrontación de K.O. Apel con G.H. von Wright seda una prueba de
la verdad de este aserto.
36
Hay incluso una disputa por la prioridad (Merton) del descubrimiento de este modelo
entre C.G. HempelyK. Popper, cfr. las aportaciones de G.H. von Wright: Explicación y
compresión, p. 29, nota 35, que lo hace remontar hasta Mili.
37
C.G. Hempel: The Function of General Laws in History; Journal of Philosophy (1942).
En castellano se puede ver su famosa exposición de 1962: La explanación en la ciencia
y en la historia; en P.H. Hidditsch (ed.); Filosofía de la ciencia; México; FCE; 1975;
100-144. Aquí se reelbhora de nuevo su modelo explicativo. En las lecturas se recoge
la versión hempeliana en confrontación con W. Dray a través de la exposición de W.
Stegmüller; la explicación racional.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 201
Para Hempel, una leyes una implicación universal (todos los A son B) o bien
una correlación probabilística.38 Es decir; las leyes enuncian la concomitancia
(correlación) regular o uniforme de fenómenos.
Pero hoy cada vez más se cuestiona entre los lógicos la universalidad de
la necesidad. Parece haber una verdad universal accidental (empírica;
contingente) que es distinta de una lógicamente necesaria. El problema
consiste en cómo discernir entre ambas. Pero por este camino se llega a la
conclusión de que es la necesidad y no la universalidad lo que constituye la
marca de una conexión nómica o legaliforme. 39 Volvemos a toparnos con
las concepciones «aristotélica» y «galileana»; que están en el fondo de una u
otra respuesta.
38
Véase un resumen crítico en G.H. von Wright: Explicación y comprensión; pp. 29 s.; K.O.
Apel: Die Erkláren-Verstehen Kontroverse; pp. 76 s.
39
Ibíd.;p.43.
202 Teoría de las Ciencias Sociales
Explicar una acción es, según Dray, mostrar que esa acción fue el proceder
adecuado o racional en la ocasión considerada.40 En opinión de G.H. van
Wright,41 Dray ha visto con toda justicia que la explicación histórica tiene
sus propias peculiaridades lógicas. Pero ha quedado preso de las cuestiones
valorativas, sin acertar a plantear el problema en la dirección teleológica. Su
modelo de explicación es muy deudor de los planteamientos tradicionales de
las ciencias del espíritu, es decir del cometido metodológico de la empatía y
de la comprensión, sin atender a los desarrollos modernos de esta dirección.
40
W. Dray: Philosophy of History, Englewood Cliffs (Nj), Prentice-Hall, 1964.
41
G.H. von Wright: Explicación y comprensión, p. 47.
42
E. Anscombe: Intention.
43
Cfr. como ejemplo el libro que venimos citando de G.H. von Wright: Explicación y
comprensión, pp. 48 s. La discusión a que ha dado origen manifiesta asimismo el
interés e importancia del intento; cfr. Apel/ Manninen/Toumela (eds.): Neue Versuche
über Erkláren und Verstehen, Frankfurt, Suhrkamp, 1978; K.O. Apel: Die Erkláren-
Verstehen Kontroverse in tranzendental-pragmatischer Sicht, ob cit; A. Wellmer: C.H.
von Wright über Erkláren und Verstehen, Philó sophie Rundschau, 26,1/2 (1979).
44
Cfr. la forma que adopta tal silogismo practico en G.H. von Wright: Explicación y
comprensión, p. 132.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 203
45
ibíd.p.49.
46
Ch. Taylor, the Explanation of Behavior (1964).
47
P. Winch: ciencia social y filosofia, Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
204 Teoría de las Ciencias Sociales
48
Cfr.A.Schütz:Fenomenología del mundo social.Introducción a la sociología comprensiva,
Buenos Aires, Paidós, 1972; ídem: El problema de la realidad social, Buenos Aires,
Amorrortu, 1974; ídem ( con Luckmann): Las estructuras del mundo de la vida, Buenos
Aires, Amorrortu, 1977. Desde la perspectiva fenomenológica también habría que tener
en cuenta a Merleau-Ponty, La fenomenología y las ciencias del hombre, Buenos Aires,
Nova, 1969; S. Strasser: Phánomenologie und ErfahrungswissenSchaft von Menschen.
Grundgedanken zu einen neuen ideal der Wissenschaftlichkeit, Berlín, de Gruyter,
1964.
49
Cfr. A. Schütz: El sentido común y la interpretación científica de la acción humana.
(1953), en el problema de la realidad social, ob. cit., 67-68.
50
Cfr. por ejemplo P. Filmer/M. Philipson/D. Silverman/D. Walsh (eds.): New Directions in
Sociologicae theory, Londres, Crowell, Collier and McMillan, 1972; P. McHugh: Defining
the Situation. The Organization of Meaning in social Interaction, Nueva York, Bobbs-
Merill, 1968; A.V. Cicourel: Method and Measurement in Sociology, Nueva York, Free
Press, 1964.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 205
51
Habermas: Erkenntnis und Interesse, Frankfurt, Suhrkamp, 1973, pp. 59,85-86.
52
ídem; cfr. El art. Erkenntnis und Interesse», en Technik und Wissenschaft ais Ideologic,
Frankfurt, Suhrkamp, pp. 19, 146-168. Sobre la teoría de los actos del habla (speech
acts) cfr. J. Searle: Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1980; ídem: ¿Qué es un acto
de habla?, Valencia, C. Teorema, 1977. En la misma línea quej. Habermas, K.O. Apel:
Transformation der Philosophie, 2 vol., Frankfurt, Suhrkamp, 1976.
206 Teoría de las Ciencias Sociales
53
K.O. Apel: Das Kommunikationsapriori und die Begründung der Geisteswissenschaften.,
en R. Simón Schaefer/W.Ch. Zimmerli (eds.): Wissenschaftstheorie der
Geisteswissenschaften, Hamburgo, Hoffmsan und Campe, 1975, p. 2.356; ídem: El
problema de la fundamentación última filosófica a la luz de una pragmática trascendental
del lenguaje., Dianoia. Anuario de la Filosofía (México), 1975,140-173.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 207
54
Cfr.J. Habermas: Erkenntnis und Interesse, pp. 262 s.
55
Cfr. P. Lorenzen: Pensamiento metódico, Buenos Aires; Sur, 1973; ídem (con W. Kamlah):
logiche Propádeutik oder Vorschule des vernünftigen Redeñs, Manhein/Viena/ Zurich,
BIH; N. Ursúa: Ciencia y verdad en la leona constructivista de la escuela de Erlangen.,
Teorema, X, 2/3 (1980) ,175-191.
56
G. Gadamer: Método y verdad, Salamanca, Sígueme, p. 197.
208 Teoría de las Ciencias Sociales
57
J. Piaget: Epistemología genética, Barcelona, Redondo, 1970.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 209
58
M. Hesse: Revolutions and Reconstructions in the Philosophy or Science, Brighton,
Haverster, 1980. Esta «revolución en el marco de la filosofía empirista de la ciencia»
hizo, por ejemplo, que J. Habermas no prosiguiera su proyecto de ajuste de cuentas
con el positivismo que iniciara en conocimiento e interés (Madrid, T auras, 1982). La
crítica estaba realizada desde dentro.
59
I. Lakatos: Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales, Madrid, Tecnos,
1974, pp. 26 y ss.; ídem (y Musgrave, A.): la crítica y el desarrollo del conocimiento,
Barcelona, Grijalbo, 1975.
60
H, Putnam: Meaning and the Moral Science, Londres-Boston, Routledge & Kegan
Paul, 1982; ídem: Razón, verdad e historia, Madrid, Tecnos, 1988; ídem: Racionalidad
y metafísica, Valencia, Teoréma, 1965; idem: Realism with a Human face, Cambridge,
Harvard Univ. Press, 1990.
210 Teoría de las Ciencias Sociales
Las estrategias de inmunización,62 por tanto, a las que son tan sensibles los
ojos del racionalismo crítico, resulta que se encuentran en su propia casa.
Se va dando así un giro en la atención de las cuestiones de la filosofía de
la ciencia: la misma tradición empirista comienza a subrayar los aspectos
históricos y sociológicos. La filosofía y metodología de la ciencia empírica se
apresta a conceder mayor atención al proceso de la ciencia. Ya no se sostiene
tajantemente la división entre contexto de descubrimiento y de justificación
(Reichenbach).
61
I. Lakatos: Historia de la Ciencia y sus reconstrucciones racionales, ob. cit., p. 28.
62
H. Albert: Traktat aber Kritische Venrnunft, Tubinga, Mohr, 4. ed. 1980, trad. Cast, de la
1. ed. de 1968, Tratado sobre la razón crítica, Buenos Aires, Sur, 1973.
63
Cfr. N.R Hanson: Patrones de descubrimiento. Observación y explicación, Madrid,
Alianza, 1977; ídem: constelaciones y conjeturas, Madrid, Alianza, 1978.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 211
64
Th. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas, ob. cit., pp. 25 s., Madrid, Taurus,
1978; ídem: La tensión esencial, Madrid, FCE, 1983; ídem, Segundos pensamientos
sobre paradigmas, Madrid, Tecnos, 1978.
212 Teoría de las Ciencias Sociales
Hay que atreverse a pensar a la contra si se quiere ser fructífero. Esta sería una
de las máximas que guían el quehacer científico, como el creativo literario o
artístico, dirá insistentemente P.K Feyerabend.65 Los repetidores no logran
más que un eco de lo ya visto y conocido.
65
P.K. Feyerabend: contra el método, Barcelona. Ariel, 1974; ídem: Tratado contra el
método. Madrid, Tecnos, 1981.
66
Cfr. J.F. Lyotard: La condición postmoderna, Madrid, Cátedra, 1984, cap. 12.
67
R Bernstein: Beyond Objetivism and Relativism, Oxford, Blackwell, 1984, pp. 62. S.;
P. Munz, Our Knowledge of the Growth of Knowledge, Londres/Boston, Routledge &
Kegan Paul, 1985.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 213
68
E. Morin: El método. La naturaleza de la naturaleza, Madrid. Cátedra, 1977, pp. 103 s.,
443 S.; ídem: Ciencia con consciencia, Barcelona, Anthropos. 1984, pp. 47 s.
214 Teoría de las Ciencias Sociales
Una versión más objetivista de la complejidad, que propone una teoría de los
sistemas donde el sujeto desaparece, es la de N. Luhmann. Este «sociólogo
de los sistemas» presenta una teoría de la sociedad sin sujetos.69 Predomina
una visión de un funcionalismo radical que hace del sistema el elemento
central de su análisis y de su propuesta teórica. Reaparece el, ideal de una
auto-comprensión objetivista del hombre y de su mundo. Una forma, dirá
Habermas, superior de conciencia tecnocrática.
69
N. Luhmann: Soziale Sisteme. Grundriss einer allgemeinen theorie, Frankfurt, Suhrkamp,
1984; ídem: La ilustración sociológica y otros ensayos, Buenas Aires, Sur, 1973. Para
una introducción general a este autor, cfr. I. lzurquiza: La sociedad sin hombres. N.
Luhmann o la teoría como escándalo, Barcelona, Anthropas, 1991. Una confrontación
critica enj. Habermas: La lógica de las Ciencias sociales, Madrid, Tecnos, 1988, pp.
307 s. Cercanas a las propuestas epistemológicas de N. Luhmann y que han influido
sobre él: H. Maturana y F. Varela: El árbol del conocimiento. Las bases, biológicas del
Conocimiento humano, Madrid, Debate; 1990.
70
Cfr.J.R. Brown (ed.): Scientific Rationality: the Sociological Turn, Dordrecht, D. Reidel,
1984; A. Donovany otros (eds.): Scrutintizing Science. Empirical Studies of Scientific
Change, Dordrecht, Kluwer Academic Publisher, 1988; E. Medina: Conocimiento y
sociología de la ciencia, Madrid, CIS,1989.
Nota introductoria de una polémica incesante
J. M. Mardones 215
H) Algunas conclusiones
3. El debate ha tenido sus momentos álgidos para una y otra tradición. Desde
finales del siglo XIX; se registra una reacción dé la tradición aristotélica
71
Cfr. J. Watkins: Sciencie and Scepticism, Princeton, Princeton Univ. Press, 1984; R.
Boyd: Realism and Scientific Epistemology, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1985;
L. Laudan: El progreso y sus problemas, Madrid, Encuentro, 1986; W.H. Newton-Smith:
The Rationality of Science, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1981; F. Fernandez Buey:
La ilusión del método. Ideas para un racionalismo bien temperado, Barcelona, Critica,
1991.
216 Teoría de las Ciencias Sociales
* Tomado de: Michel Foucault y Las palabras y las cosas. Editorial Siglo Veintiuno.
Madrid. 1997 Capítulo décimo.
218 Teoría de las Ciencias Sociales
(matemático), al ser diferentes las ciencias del hombre a las otras ciencias,
y donde las ciencias del hombre pretenden imponerse como conocimientos
universales. En la época clásica las mathesis universales era un saber
homogéneo, la verdad era matemática y la ciencias eran las naturales según
Descartes y Spinoza.
Se podría hablar de ciencias humanas una vez que se intente definir la manera
en que los individuos o los grupos se representan las palabras, utilizan su forma
y sus sentidos. Componen sus discursos reales, muestran y ocultan en ellos lo
que piensan. El objetivo de las ciencias del hombre es el lenguaje, es ese ser que
desde el interior del lenguaje se representa al hablar, el sentido de las palabras
o de las proposiciones que enuncia y se da, por último la representación del
lenguaje mismo.
Los tres modelos que se relacionan y son afectados o dominados por las ciencias
humanas son: 1- la biología, 2- la economía, y 3- la filología. La psicología se
corresponde con la biología, la sociología con la economía y la antropología
con la filología. Son tres regiones. La psicología es donde el ser vivo prolonga
las funciones de sus esquemas neuro motores y las regulaciones fisiológicas. La
sociología encuentra su lugar donde el hombre trabaja, produce y consume. Se
da la representación de la sociedad en la que el hombre y los grupos ejercen
esta actividad. Y la antropología es el espacio donde reinan las leyes y las
formas de un lenguaje. Nace el estudio de la literatura, mitos, el análisis de las
manifestaciones orales y de documentos escritos, o sea la cultura.
Estos conceptos son comunes a las ciencias humanas. Pero la psicología estudia
al hombre en sus funciones y normas, la sociología en sus reglas y conflictos,
y la antropología las significaciones y los sistemas significativos. Aunque se
entrecruzan, la psicología de manera secundaria estudia los conflictos y las
significaciones, o reglas y los sistemas. La sociología ha sido interpretada a
partir de funciones como hombres orgánicamente ligados a sí mismos a partir
de sistemas de significaciones como si fueran textos escritos o hablados.
Desde entonces, todo puedes ser pensado desde el orden del sistema, de la
regla y de la norma. Esto unificó el campo de las ciencias del hombre. Por
ejemplo Freud para el conocimiento del hombre utilizó el modelo filológico
lingüístico, trató de borrar radicalmente lo positivo de lo negativo, lo normal
de lo patológico, lo comprensible de lo incomunicable, y lo significante de lo
insignificante. Pasó de un análisis en términos de funciones, de conflictos y
de significación a un análisis en términos de normas, reglas y de sistemas.
La pareja significación —sistema es la que asegura la representa- tividad
del lenguaje. La pareja conflicto— regla asegura la representatividad de la
necesidad que estudia la economía, como proceso objetivo en el trabajo y en la
producción.
debate entre las ciencias del hombre y las ciencias sin más, teniendo las
primeras la pretensión invencible de fundamentar a las segundas que, sin
cesar, se ven obligadas a buscar su propio fundamento, la justificación de
su método y la purificación de su historia, contra el “psicologismo”, contra
el “sociologismo”, contra el “historicismo”; y aquella que forma el perpetuo
debate entre la filosofía que objeta a las ciencias humanas la ingenuidad
con la que intentan fundamentarse a sí mismas, y esas ciencias humanas
que reivindican como su objeto propio lo que en otro tiempo constituyó el
dominio de la filosofía.
En otros términos, entre las tres dimensiones que abren a las ciencias
humanas su espacio propio y les procuran el volumen del que forman parte, la
de las matemáticas es quizá la menos problemática; en todo caso, las ciencias
humanas mantienen con ellas sus relaciones más claras, más serenas y, en
Las ciencias humanas
Michel Foucault 231
De modo más general, el hombre no es, para las ciencias humanas, este ser
vivo que tiene una forma muy particular (una fisiología muy especial y una
autonomía casi única); es ese ser vivo que, desde el interior de la vida a
la cual pertenece por completo y por la cual está atravesado todo su ser,
constituye representaciones gracias a las cuales vive y a partir de las cuales
posee, esta extraña capacidad de poder representarse precisamente la vida.
De igual modo, el hombre es quizá en el mundo si no la única especie que
trabaja, sí cuando menos aquella en la que la producción, la distribución
y el consumo de los bienes han tomado tanta importancia y han recibido
tantas formas y tan diferenciadas, pero la economía no es por ello una
ciencia humana. Se dirá, quizá, que tiene recurso para definir las leyes que
son, sin embargo, interiores a los mecanismos de la producción (cómo la
acumulación del capital o las relaciones entre la tasa de salarios y el precio
de costo), a los comportamientos humanos y una representación que
Las ciencias humanas
Michel Foucault 233
permite a este mismo ser saber (o tratar de saber) lo que es la vida, en qué
consisten la esencia del trabajo y sus leyes y de qué manera puede hablar. Las
ciencias humanas ocupan, pues, esta distancia que separa (no sin unirlas)
la biología, la economía, la filología de aquello que les da posibilidad en el
ser mismo del hombre. Así sería una equivocación el hacer de las ciencias
humanas la prolongación, interiorizada en la especie humana, en su complejo
organismo; en su conducta y en su conciencia, de los mecanismos biológicos;
y no sería una equivocación menor el colocar en el interior de las ciencias
humanas a la ciencia de la economía y del lenguaje (cuya irreductibilidad a las
ciencias humanas se manifiesta en el esfuerzo por constituir una economía
y una lingüística puras). De hecho, las ciencias humanas no están ya en el
interior de esas ciencias que no interiorizan al doblarlas hacia la subjetividad
del hombre; si las toman de nuevo en la dimensión de la representación es
más bien al reaprehenderlas sobre su vertiente exterior, dejándolas en su
opacidad recibiendo como cosas los mecanismos y las funciones que aíslan,
interrogando éstos no en cuanto a lo que son, sino en cuanto a lo que dejan de
ser al abrirse el espacio de la representación; ya partir de allí muestran cómo
puede nacer y desplegarse una representación de lo que son. Reconducen
subrepticiamente a las ciencias de la vida, del trabajo y del lenguaje al lado
de esta analítica dé la finitud que muestra cómo puede el hombre habérselas
en su ser con esas cosas que conoce y conocer esas cosas que determinan,
en la positividad, su modo de ser. Pero lo que la analítica requiere en la
interioridad o, cuando menos en la pertenencia profunda de un ser que no
debe su finitud más que a sí mismo, lo desarrollan las ciencias humanas: en
la exterioridad del conocimiento. Por ello, lo propio de las ciencias humanas
no es la dirección hacia un cierto contenido (ese objeto singular que es el
ser humano); es más bien un carácter puramente formal: el simple hecho de
que están, en relación con las ciencias a las que el ser humano se da como
objeto (exclusivo en el caso de la economía y de la filología, parcial en el de la
biología), en una posición de duplicación y que esta duplicación puede valer
a fortiori para ellas mismas.
Esta posición se hace sensible en dos niveles: las ciencias humanas no tratan
la vida, el trabajo y el lenguaje del hombre en la mayor transparencia en que
Las ciencias humanas
Michel Foucault 235
Son bien conocidos los debates a los que ha dado lugar la búsqueda de una
positividad específica en el campo de las ciencias humanas: ¿análisis genético
Las ciencias humanas
Michel Foucault 237
Sin embargo, no hay que creer que cada una de estas parejas de conceptos
permanece localizada en la superficie de proyección en la que pudo aparecer:
la función y la norma no son conceptos psicológicos ni exclusivamente tales;
el conflicto y la regla no tienen una aplicación limitada al solo dominio
sociológico; la significación y el sistema no valen únicamente para los
fenómenos más o menos aparentes del lenguaje. Todos estos conceptos son
tomados de nuevo en el volumen común de las ciencias humanas, valen
en cada una de las regiones que comprende: de allí que, con frecuencia,
sea difícil fijar los límites no solamente entre los objetos, sino también
entre los métodos propios de la psicología, la sociología y el análisis de la
literatura y de los mitos. Sin embargo, puede decirse, de manera global, que
la psicología es fundamentalmente un estudio del hombre en términos de
Las ciencias humanas
Michel Foucault 239
permite definir cada uno de los tres modelos en relación con los otros dos.
El oponer la génesis a la estructura es oponer la función (en su desarrollo,
en sus operaciones progresivamente diversificadas, en sus adaptaciones
adquiridas y equilibradas en el tiempo) al sincronismo del conflicto y de la
regla, de la significación y del sistema; el oponer el análisis por lo “inferior”
al que se mantiene al nivel de su objeto es oponer el conflicto (como dato
primero, arcaico, inscrito desde las necesidades fundamentales del hombre)
a la función ya la significación tal como se despliegan en su realización
propia; el oponer la comprehensión a la explicación es oponer la técnica que
permite descifrar un sentido, a partir del sistema significante, a aquellos que
permiten dar cuenta de un conflicto con sus consecuencias o de las formas
y deformaciones que puede sufrir una función con sus órganos. Pero es
necesario ir más lejos. Se sabe que en las ciencias humanas el punto de vista
de la discontinuidad umbral entre la naturaleza y la cultura, irreductibilidad
de unos a otros de los equilibrios o las soluciones encontrados por cada
sociedad o cada individuo, ausencia de formas intermedias, inexistencia de
un continuum dado en el espacio o en el tiempo se opone al punto de vista
de la continuidad. La existencia de esta oposición se explica por el carácter
bipolar de los modelos: el análisis en el estilo de la continuidad se apoya
sobre la permanencia de las funciones (se reencuentra después el fondo de
la vida en una identidad que autoriza y enraiza las adaptaciones sucesivas),
sobre un encadenamiento de los conflictos (en vano tomarán formas
diversas, su ruido básico no cesa jamás), sobre la trama de las significaciones
(que se retornan unas a otras y constituyen como la capa de un discurso);
por el contrario, el análisis de las discontinuidades busca más bien hacer
surgir la coherencia interna de los sistemas significantes, la especificidad dé
los conjuntos de reglas y el carácter de decisión que toman en relación con
lo que han de reglamentar, la emergencia de la norma por debajo de las
oscilaciones funcionales.
En todo caso, este paso al punto de vista de la norma, de la regla y del sistema
nos acerca a un problema que se había dejado en suspenso: el del papel de
la representación en las ciencias humanas. Desde luego podía parecer muy
cuestionable el incluir a éstas (para oponerlas a la biología, a la economía y
a la filología) en el espacio de la representación; ¿acaso no era menester ya
el hacer valer el que una función puede ejercerse, un conflicto desarrollar
Las ciencias humanas
Michel Foucault 243
les prescribe su regla, sino que los hace posibles a partir de una regla. La
pareja conflicto regla, asegura la representabilidad de la necesidad (de esa
necesidad que estudia la economía como proceso objetivo en el trabajo y la
producción) y la representabilidad de este impensado que devela la analítica
de la finitud. Por último, el concepto de función tiene por papel el mostrar
cómo las estructuras de la vida pueden dar lugar a la representación (aun
cuando no sean conscientes) y el concepto de norma cómo se da la función a
sí misma sus propias condiciones de posibilidad y los límites de su ejercicio.
Así se comprende cómo estas grandes categorías pueden organizar todo el
campo de las ciencias humanas: lo atraviesan de un cabo a otro, lo mantienen
a distancia, pero añaden también las positividades empíricas de la vida, del
trabajo y del lenguaje (a partir de las cuales, se ha separado históricamente
el hombre como figura de un saber posible) a las formas de la finitud que
caracterizan el modo de ser del hombre (tal como se constituyó el día en que
la representación dejó de definir el espacio general del conocimiento). Estas
categorías no son, pues, simples conceptos empíricos de una generalidad
bastante grande; son más bien aquello a partir de lo cual el hombre puede
ofrecerse a un saber posible; recorren todo el campo de su posibilidad y lo
articulan fuertemente sobre las dos dimensiones que lo limitan.
Si es verdad que toda ciencia, sea la que fuere, al ser interrogada en el nivel
arqueológico y cuando se trata de desencallar, el suelo de su positividad,
revela siempre la configuración epistemológica que la ha hecho posible, en
cambio toda configuración epistemológica, aun cuando sea perfectamente
asignable en su positividad, puede muy bien no ser una ciencia: pero rio
por este hecho se reduce a una impostura. Hay que distinguir con cuidado
tres cosas: hay temas con pretensiones científicas que pueden encontrarse
en el nivel de las opiniones y que no forman parte (o ya no la forman) de
la red epistemológica de una cultura: a partir del siglo XVII, por ejemplo,
la magia natural dejó de pertenecer a la episteme occidental, pero se
prolongó durante largo tiempo en el juego de las creencias y las valoraciones
afectivas. En seguida encontramos las figuras epistemológicas cuyo dibujo,
posición y funcionamiento pueden ser restituidos en su positividad por un
análisis de tipo arqueológico; y a su vez, pueden obedecer a dos grandes
organizaciones diferentes: las unas presentan los caracteres de objetividad
y de sistematización que permiten definirlas como ciencias; las otras no
responden a estos criterios, es decir, su forma de coherencia y su relación
con su objeto están determinadas por su positividad sola. Este bien puede no
poseer los criterios formales de un conocimiento científico: pertenecen, sin
embargo, al dominio positivo del saber. Sería, pues, igualmente vano e injusto
el analizarlas como fenómenos de opinión o el confrontarlas por medio de la
248 Teoría de las Ciencias Sociales
tiempo, fuera del estado de ser de las ciencias; y si se pregunta entonces por
qué han tomado este título, bastará con recordar que pertenece a la definición
arqueológica de su enraizamiento, que llaman y acogen la transferencia de
modelos tomados de las ciencias. Por lo tanto, no es la irreductibilidad del
hombre lo que se designa como su invencible trascendencia, ni aun su gran
complejidad lo que les impide convertirse en objeto de la ciencia. La cultura
occidental ha constituido, con frecuencia, bajo el nombre de hombre, un ser
que, por un solo y único juego de razones, debe ser dominio positivo del
saber y no puede ser objeto de ciencia.
4. LA HISTORIA
lisa, uniforme: en cada uno de sus puntos que entrañarían en una misma
deriva, una misma caída o una misma ascensión, un mismo ciclo, a todos
los hombres y con ellos a las cosas, los animales, todo ser vivo o inerte, y
hasta los rostros más calmados de la tierra. Ahora bien, esta unidad es la
que se fracturó a principios del siglo XIX en el gran trastorno de la episteme
occidental: se descubrió una historicidad propia de la naturaleza; se llegó a
definir aun, para cada gran tipo de lo vivo, formas de ajuste al medio que
permitirían definir en consecuencia su perfil de evolución; además se pudo
mostrar que actividades tan singularmente humanas como el trabajo o el
lenguaje detentaban, en sí mismas, una historicidad que no podía encontrar
su lugar en el gran relato común de las cosas y de los hombres: la producción
tiene modos de desarrollo, el capital modos de acumulación, el precio leyes
de oscilación y cambios que no pueden ni rebajarse a las leyes naturales ni
reducirse a la marcha general de la humanidad; así también, el lenguaje no
se modifica con las migraciones, el comercio y las guerras, según lo que le
ocurre al hombre o la fantasía de lo que puede inventar, sino bajo condiciones
que pertenecen propiamente a las formas fonéticas y gramaticales de las que
está constituido; y si se ha podido decir que los diversos lenguajes nacen,
viven, pierden su fuerza al envejecer y acaban por morir, esta metáfora
biológica no se creó para disolver su historia en un tiempo que sería el de
la vida, sino más bien para subrayar que tienen también leyes internas de
funcionamiento y que su cronología se desarrolla de acuerdo con un tiempo
que destaca desde luego su coherencia singular:
De ordinario, se inclina uno a creer que el siglo XIX prestó, por razones en
su mayor parte políticas y sociales, una atención más aguda a la historia
humana, que se abandonó la idea de un orden o un plan continuo del
tiempo y también la de un progreso ininterrumpido, y que, al querer relatar
su propia ascensión, la burguesía volvió a encontrar, en el calendario de su
victoria, el espesor histórico de las instituciones, la pesantez de los hábitos
y de las creencias, la violencia de las luchas, la alternancia de los éxitos y
de los fracasos. Y se supone que a partir de allí se extendió la historicidad
descubierta en el hombre hasta los objetos que había fabricado, al lenguaje
Las ciencias humanas
Michel Foucault 251
que hablaba y, más lejos aún, hasta la vida. El estudio de las economías, la
historia de las literaturas y de las gramáticas, a fin de cuentas la evolución de lo
vivo no serían más que el efecto de la difusión, sobre playas del conocimiento
cada vez más lejanas, de una historicidad descubierta primero en el hombre
lo que pasó fue en realidad lo contrario. Las cosas recibieron primero una
historicidad propia que las liberó de este espacio continuo que les imponía
la misma cronología que a los hombres. Tanto que el hombre se encontró
como despojado de lo que constituía los contenidos más manifiestos de su
Historia: la naturaleza no le habla ya dé la creación o del fin del mundo, de
su dependencia o de su juicio próximo; no hace de un tiempo natural; sus
riquezas no le indican ya la antigüedad o el próximo retomo de una edad de
oro; no hablan más que de las condiciones de la producción que se modifican
en la historia; el lenguaje no lleva ya las marcas de antes de Babel o de los
primeros gritos que pudieron resonar en el bosque; lleva las armas de su
propia filiación. El ser humano no tiene ya historia o más bien, dado que
habla, trabaja y vive, se encuentra, en su ser propio, enmarañado en historias
que no le están subordinadas ni le son homogéneas. Por la fragmentación
del espacio en el que se extendía en forma continua el saber clásico, por
el enrollamiento de cada dominio así liberado sobre su propio devenir, el
hombre que aparece a principios del siglo XIX está “deshistorizado”.
Y los valores imaginarios que tomó entonces el pasado, todo el halo lírico
que rodeó, por esta época, a la conciencia de la historia, la viva curiosidad
por los documentos o las huellas que el tiempo haya podido dejar tras de sí
todo esto manifiesta superficialmente el hecho desnudo de que el hombre se
encontró vacío de historia; pero que trabajaba ya por reencontrar en el fondo
de sí mismo, y entre todas las cosas que podían aún remitirle su imagen (las
otras se habían callado y replegado sobre sí mismas), una historicidad que le
estaba ligada esencialmente. Pero esta historicidad es ambigua de inmediato.
Dado que el hombre no se da al saber positivo sino en la medida en que
habla, trabaja o vive, ¿podrá ser su historia otra cosa que el nudo inextricable
de tiempos diferentes, que le son extranjeros y son heterogéneos unos a
otros? ¿No será más bien la historia del hombre una especie de modulación
252 Teoría de las Ciencias Sociales
común a los cambios en las condiciones de vida (china, fecundidad del suelo,
modo de cultura, explotación de las riquezas), a las transformaciones de la
economía (y a título de consecuencia de la sociedad y de las instituciones) y
a la sucesión de las formas y los usos de la lengua? Pero entonces el hombre
mismo no es histórico: el tiempo le viene de fuera de sí mismo, no se
constituye como sujeto de Historia sino por la superposición de la historia
de los seres, de la historia de las cosas, de la historia de las palabras. Está
sometido a sus acontecimientos puros. Pero pronto se invierte esta relación
de pasividad pura; pues quien habla en el lenguaje, quien trabaja y consume
en la economía, quien vive en la vida humana, es el hombre mismo; y con
este título, tiene derecho él también a un devenir tan positivo como el de
los seres y las cosas, no menos autónomo, y quizá aún más fundamental: no
es una historicidad propia del hombre e inscrita profundamente en su ser,
que le permite adaptarse como todo ser vivo y evolucionar también él (pero
gracias a los útiles, a las técnicas, a las organizaciones que no pertenecen
a ningún otro ser vivo), que le permite inventar formas de producción,
estabilizar, prolongar o abreviar la validez de las leyes económicas por
medio de la conciencia que toma de ellas y por medio de las instituciones
que distribuye a partir de ellas, o alrededor de ellas, que le permite en fin
ejercer sobre el lenguaje, en cada una de las palabras que pronuncia, una
especie de presión interior constante que lo hace deslizarse insensiblemente
sobre sí mismo en cada instante del tiempo. Así aparece detrás de la historia
de las positividades aquella, más radical, del hombre mismo. Historia que
concierne ahora al ser mismo del hombre, ya que él comprueba que no sólo
"tiene” en torno a sí mismo "historia”, sino que es en su historicidad propia
aquello por lo que se dibuja una historia de la vida humana, una historia de
la economía, una historia de los lenguajes. Habría, pues, en un nivel muy
profundo, una historicidad del hombre que sería con respecto a sí misma
su propia historia pero también la dispersión radical que fundamenta
todas las demás. Es esta primera erosión la que el siglo XIX buscó en su
preocupación de historizarlo todo, de escribir a propósito de cualquier cosa
una historia general, de remontar el tiempo sin cesar y de recolocar las cosas
más estables en la liberación del tiempo. Aun allí es necesario sin duda algún
Las ciencias humanas
Michel Foucault 253
Así; pues, la historia forma, con respecto a las ciencias humanas, un medio
de acogida que es, a la vez, privilegiado y peligroso. Da a cada ciencia del
hombre un trasfondo que la establece, que le fija un suelo y como una patria:
determina la playa cultural, el episodio cronológico, la inserción geográfica,
en que puede reconocerse su validez a este saber; pero las discierne de una
frontera que las limita y arruina desde el principio su pretensión de tener
validez en el elemento de la universalidad. Revela, de esta manera, que si
el hombre, aun antes mismo de saberlo, ha estado sometido siempre a
determinaciones que pueden manifestar la psicología, la sociología y el
análisis de las lenguas no es, sin embargo, el objeto in temporal de un saber
que, cuando menos en el nivel de sus derechos, carecería él mismo de edad.
Aun si evitan toda referencia a la historia, las ciencias humanas (y bajo este
título puede colocarse a la historia entre ellas) no hacen nunca otra cosa
que poner un episodio cultural en relación con otro (aquel al que se aplican
como su objeto y aquel en el que se enraízan en cuanto a su existencia, su
modo de ser, sus métodos y sus conceptos); y si ellas se aplican a su propia
sincronía, relacionan consigo mismo el episodio cultural del que han surgido.
Tanto que el hombre no aparece nunca en su positividad sin que ésta esté de
inmediato limitada por lo ilimitado de la historia.
5. PSICOANÁLISIS, ETNOLOGÍA
sobre la finitud del hombre. Es decir que, a diferencia de las ciencias humanas
que, a la vez que desandan el camino de lo inconsciente, permanecer siempre
en el espacio de lo representable, el psicoanálisis avanza para franquear de
un solo paso la representación, desbordarla por un lado de la finitud y hacer
surgir así, allí donde se esperaban las funciones portadoras de sus normas,
los conflictos cargados de reglas y las significaciones que forman sistema, el
hecho desnudo de que pudiera haber un sistema (así, pues, significación),
regla (en consecuencia, oposición), norma (por tanto, función). Y en esta
región en la que la representación permanece en suspenso, al borde de sí
misma, abierta en cierta forma sobre la cerradura de la finitud, dibujándose
las tres figuras por las que la vida, con sus funciones y sus normas, viene
a fundarse en la repetición muda de la Muerte, los conflictos y las reglas,
en la apertura desatada del deseo, las significaciones y los sistemas en
un lenguaje que es, al mismo tiempo, ley. Se sabe cómo han llamado los
psicólogos y los filósofos a todo esto: mitología freudiana. Era muy necesario
que esta gestión de Freud les pareciese tal; para un saber que se aloja en la
representación, lo que limita y define, hacia el exterior, la posibilidad misma
de la representación no puede ser más que mitología. Pero cuando se sigue,
en su paso, el movimiento del psicoanálisis, o cuando se recorre el espacio
epistemológico en su conjunto, se ve bien que esas figuras, imaginarias
sin duda para una mirada miope, son las formas mismas de la finitud, tal
como es analizada en el pensamiento moderno: ¿no es la muerte aquello a
partir de lo cual es posible el saber general, a tal grado que sería, por el lado
del psicoanálisis, la figura de esa duplicación empírico trascendental que
caracteriza en la finitud el modo de ser del hombre? ¿Acaso no es el deseo lo
que permanece siempre impensado en el corazón del pensamiento? Y esta
ley-lenguaje (a la vez palabra y sistema de la palabra) que el psicoanálisis se
esfuerza por hacer hablar ¿no es aquello en lo que toda significación toma
un origen más lejano que él mismo, pero también aquello cuyo retorno ha
sido prometido en el acto mismo del análisis? Es muy cierto que nunca ni
esta muerte, ni este deseo, ni esta ley pueden encontrarse en el interior del
saber que recorre en su positividad el dominio empírico del hombre; pero la
razón de ello es que designan las condiciones de posibilidad de todo saber
sobre el hombre.
Las ciencias humanas
Michel Foucault 259
Pero esta relación del psicoanálisis con lo que hace posible cualquier saber
en general en el orden de las ciencias humanas tiene una consecuencia más.
Se trata de que no puede desplegarse como puro conocimiento especulativo
o teoría general del hombre. No puede atravesar el campo completo de la
representación, intentar dibujarlos contornos de sus fronteras, señalar hacia
260 Teoría de las Ciencias Sociales
Entonces se forma el terna de una teoría pura del lenguaje que daría a la
etnología y al psicoanálisis así concebidos su modelo formal. Existiría así
una disciplina que podría cubrir en su solo recorrido tanto esta dimensión
de la etnología que relaciona las ciencias humanas con las positividades que
las limitan, como esta dimensión del psicoanálisis que relaciona el saber del
hombre con la finitud que lo fundamenta. Con la lingüística se tendría una
ciencia perfectamente fundada en el orden de las positividades exteriores
al hombre (ya que se trata del lenguaje puro) y que, atravesando todo el
espacio de las ciencias humanas, llegaría a la cuestión de la finitud (ya que es
a través del lenguaje y en él mismo donde el pensamiento puede pensar: de
suerte que en sí mismo es una positividad que vale como fundamental). Por
encima de la etnología y del psicoanálisis, más exactamente, intricada con
ellos, una tercera “contraciencia” vendría a recorrer, animar e inquietar todo
el campo constituido de las ciencias humanas y, desbordándolo tanto por el
lado de las positividades como por el de la finitud, formaría su impugnación
266 Teoría de las Ciencias Sociales
más general. Al igual que las otras dos contraciencias, haría aparecer, de
modo discursivo, las formas-límites de las ciencias humanas; al igual que
estas dos, alojaría su experiencia en esas regiones claras y peligrosas en las
que el saber del hombre establece, por debajo de las especies del inconsciente
y de la historicidad, su relación con aquello que las hace posibles. Las tres se
arriesgan, al “exponerlo”, a aquello mismo que ha permitido que el hombre
sea conocido. Así se hila, bajo nuestra mirada, el destino del hombre, pero
se hila por el revés; estos extraños husos lo reconducen a las formas de su
nacimiento, a la patria que lo ha hecho posible. Pero, ¿acaso no es ésta una
manera de conducirlo a su fin?, Pues la lingüística no habla ya del hombre
mismo, como tampoco el psicoanálisis o la etnología.
En este punto en el que la cuestión del lenguaje resurge con una sobre
determinación tan fuerte y en el que parece investir por todas partes la figura
del hombre (esta figura que justo por entonces había tomado el lugar del
discurso clásico), la cultura contemporánea está en obra por lo que respecta
a una parte importante de su presente y quizá de su porvenir. Por una parte
aparecen de pronto como muy próximas a todos esos dominios empíricos,
cuestiones que hasta entonces parecían estar muy alejadas de ellos: esas
cuestiones son las de una formalización general del pensamiento y del
conocimiento; y en el momento en que aún se las creía dedicadas a la sola
268 Teoría de las Ciencias Sociales
muy disfrazada); después, cada vez de modo más puro, con Kafha, Bataille,
Blanchot, se da como experiencia: como experiencia de la muerte (y en el
elemento de la muerte), del pensamiento impensable (y en su presencia
inaccesible), de la repetición (de la inocencia original, siempre en el término
más cercano del lenguaje y siempre más alejado); como experiencia de la
finitud (tomada en la apertura y constricción de esta finitud).
Vemos, pues, que este "retorno" del lenguaje no tiene, en nuestra cultura, el
valor de una interrupción súbita; no es en modo alguno el descubrimiento
irruptivo de una evidencia desaparecida desde hace tiempo; no es la marca
de un repliegue del pensamiento sobre sí mismo en el movimiento por el
cual se libera de todo contenido, ni de un narcisismo de la literatura que se
liberara al fin de lo que tendría que decir, para no hablar más que del hecho
de que es lenguaje puesto al desnudo. En realidad, se trata del despliegue
riguroso de la cultura occidental de acuerdo con la necesidad que se dio a
sí misma a principios del siglo XIX. Sería falso ver en este índice general de
nuestra experiencia, al que podemos llamar "formalismo", el signo de un
desecamiento, de una rarefacción del pensamiento incapaz de reaprehender
la plenitud de los contenidos; no sería menos falso el colocarlo de golpe
sobre el horizonte de un nuevo pensamiento y de un nuevo saber. En el
interior del dibujo muy cerrado, muy coherente de la episteme moderna
encuentra su posibilidad esta experiencia contemporánea; es ella misma la
que, por su lógica, la ha suscitado, la ha constituido de un cabo a otro y
ha hecho imposible que no exista. Lo que pasó en la época de Ricardo, de
Cuvier y de Bopp, esta forma de saber que se instauró con la economía,
con la biología y con la filología, el pensamiento de la finitud que la crítica
kantiana prescribiera como tarea de la filosofía, todo esto forma aún el
espacio inmediato de nuestra reflexión. Pensamos en ese lugar.
este sentimiento y esta impresión no están quizá mal fundados. Se dirá que
existen, que no han dejado de formularse siempre de nuevo desde principios
del siglo XIX; se dirá que Hólderlin, Hegel, Feuerbach y Marx tenían ya
esta certeza de que en ellos terminaba un pensamiento y, quizá, una cultura
y que, desde el fondo de una distancia que quizá no fuera invencible, se
aproximaba otra, en la reserva del alba, en el estallido del mediodía o en la
disensión del día que termina. Pero esta inminencia cercana, peligrosa, de
cuya promesa dudamos hoy en día, cuyo peligro acogemos, no es sin duda
del mismo orden. Entonces, lo que este anuncio prescribía al pensamiento
era el establecer una morada estable para el hombre sobre esta tierra de la
que los dioses se habían ido o borrado. En nuestros días, y Nietzsche señala
aquí también el punto de inflexión, lo que se afirma no es tanto la ausencia
o la muerte de Dios, sino el fin del hombre (este desplazamiento mínimo,
imperceptible, este retroceso hacia la forma de la identidad que hacen que
la finitud del hombre se haya convertido en su fin); se descubre entonces
que la muerte de Dios y el último hombre han partido unidos: ¿acaso no
es el último hombre el que anuncia que ha matado a Dios, colocando así
su lenguaje, su pensamiento, su risa en el espacio del Dios ya muerto, pero
dándose también como aquel que ha matado a Dios y cuya existencia implica
la libertad y la decisión de este asesinato? Así, el último hombre es a la vez
más viejo y más joven que la muerte de Dios; dado que ha matado a Dios, es
él mismo quien debe responder de su propia finitud; pero dado que habla,
piensa y existe en la muerte de Dios, su asesino está avocado él mismo a
morir; dioses nuevos, los mismos, hinchan ya el Océano futuro; el hombre
va a desaparecer. Más que la muerte de Dios, o más bien, en el surco de esta
muerte y de acuerdo con una profunda correlación con ella, lo que anuncia
el pensamiento de Nietzsche es el fin de su asesino; es el estallido del rostro
del hombre en la risa y el retorno de las máscaras; es la dispersión de la
profunda corriente del tiempo por la que se sentía llevado y cuya presión
presuponía en el ser mismo de las cosas; es la identidad del retorno de lo
mismo y de la dispersión absoluta del hombre. Durante todo el siglo XIX, el
fin de la filosofía y la promesa de una próxima cultura no fueron sin duda
sino una sola y única cosa con el pensamiento de la finitud y la aparición del
Las ciencias humanas
Michel Foucault 271
La razón es que toda la episteme moderna, la que se formó hacia fines del siglo
XVIII y sirve aún de suelo positivo a nuestro saber, la que constituyó el modo
de ser singular del hombre y la posibilidad; de conocerlo empíricamente,
toda esta episteme estaba ligada a la desaparición del Discurso y de su
monótono reinado, al deslizamiento del lenguaje hacia el lado de la
objetividad y a su reaparición múltiple. Si ahora este mismo lenguaje surge
con una insistencia cada vez mayor en una unidad que debemos pero que
aún no podemos pensar, ¿no es esto el signo de que toda esta configuración
va a oscilar ahora y que el hombre está en peligro de perecer a medida que
brilla más fuertemente el ser del lenguaje en nuestro horizonte? El hombre,
constituido cuando el lenguaje estaba avocado a la dispersión, ¿no se
dispersará acaso cuando el lenguaje se recomponga? Y si esto fuera cierto,
¿no sería un error, un error profundo ya que nos ocultaría lo que se necesita
pensar ahora, el interpretar la experiencia actual como una aplicación de las
formas del lenguaje al orden de lo humano? ¿No sería necesario más bien
el renunciar a pensar el hombre o, para ser más rigurosos, pensar lo más
de cerca esta desaparición del hombre, y el suelo de posibilidad de todas
las ciencias del hombre, en su correlación con nuestra preocupación por
el lenguaje? ¿No sería necesario admitir que, dado que el lenguaje está de
nuevo allí, el hombre ha de volver a esta inexistencia serena en la que lo
mantuvo en otro tiempo la unidad imperiosa del discurso? El hombre había
sido una figura entre dos modos de ser del lenguaje; o por mejor decir, no
se constituyó sino por el tiempo en que el lenguaje, después de haber estado
alojado en el interior de la representación y como disuelto en ella, se liberó
fragmentándose: el hombre ha compuesto su propia figura en los intersticios
de un lenguaje fragmentado. Con certeza, no son éstas afirmaciones, cuando
más son cuestiones a las que no es posible responder; es necesario dejarlas
272 Teoría de las Ciencias Sociales
6.
EL CONCEPTO DE SUJETO EN EL
PENSAMIENTO FEMINISTA ACTUAL*
Page Dubois
Resumen
Beatriz Villarreal
Para ella, esto distorsiona el ideal de democracia griega, ya que al tomarlo como
un modelo homogéneo de sociedad conformado por personas iguales, con una
misma lengua hablada para todos, sin migrantes sino por personas estables,
hace que se desvirtúe y se debilite este sistema político y sea poco adaptable
a la situación actual. En lugar de mostrar sus virtudes, en esta época enseña
sus deformaciones. Lo cual no fue tan cierto, pues los atenienses fueron una
sociedad bastante abierta a la migración y al reconocimiento de lo extranjero.
Platón dice que un ciudadano es un niño y un servidor de las leyes, que debe
controlar sus pasiones, no codiciar riquezas, que no se le debe elogiar hasta
su muerte; que no debe llevar una vida ociosa ni dedicarse al comercio o al
trabajo manual, ni participar en representaciones teatrales:
Ordenaremos que tales representaciones se dejen para los esclavos o los trabajadores
extranjeros, y que no reciban ninguna consideración en absoluto por ello (Leyes,
8l6e).
A diferencia del retrato del buen ciudadano, dibujado por Platón y Aristóteles
y recogido por los neoconservadores, que se basa en la antigüedad para
legitimar su programa político en la actualidad, en una imagen que celebra
la homogeneidad, los derechos de propiedad y el aislacionismo, rechazando
la inmigración, el nomadismo, el internacionalismo, quiero plantear aquí
otra genealogía, una que desciende de la antigua poeta griega Safo, y que
podría calificar polémicamente como contra-clásica, anti-clásica, con ciertas
afinidades con las ideas postmodernas de identidad.
Safo es, en primer lugar, una mujer y, por tanto, no podía ser elegida por
la ciudadanía en los términos de Aristóteles y Platón. Podría haber dado a
luz a un ciudadano si el padre fuera ciudadano, pero en la Atenas clásica
284 Teoría de las Ciencias Sociales
Muchos de los hermanos (de Paris) soportan (¿la negra tierra?), postrados en las
planicies troyanas por culpa de esa mujer (fr. 283).
Para Alceo, que en otros poemas alaba los barcos del Estado y las armas de
sus soldados, Helena es una peligrosa destructora loca que traiciona los
valores de la incipiente ciudad. Para Safo, es el ejemplo de alguien que
sigue su deseo, y a la poeta le trae a la memoria su propio objeto de deseo,
Anactoria, a quien Safo prefiere por encima de carros e infantería.
africanos y europeos, siendo ellos mismos híbridos, marcados por esas tres
culturas.
Desde el momento en que Safo navegó en su exilio [epleuse phugousa] desde Mitilene
a Sicilia el primer Critias era gobernante de Atenas, y en Siracusa los Gamoroi
[«terratenientes»] tenían el poder político (Campbell, 1982, 8-9).
Este relato del viaje de Safo, que debió tener lugar entre el 605 y el 591 a.e.,
se redactó mucho después de aquel acontecimiento, pero deja constancia de
una tradición persistente. El romano Cicerón menciona una estatua de Safo
que estuvo en el ayuntamiento de Siracusa, en Sicilia, hasta que fue robada,
quizá por el funcionario corrupto Verres. Se dijo que Safo había decidido
embarcarse en este largo viaje, desde la región más oriental del Mediterráneo,
la parte más cercana a Asia, hasta Sicilia, en la parte occidental, con motivo
de los enfrentamientos políticos en su ciudad de Mitilene, y la victoria
temporal del partido de la oposición. Ella también, como su hermano, fue
emigrante, renunciando a la inmovilidad en lo nativo y a la inmutabilidad
del ciudadano ateniense Sócrates.
No hace falta decir que la lesbiana Safo no aparece entre las historias
inspiradoras recopiladas por William Bennett en su Libro de Virtudes, ni en
los relatos de Donald Kagan sobre los griegos y las guerras, ni cuando Victor
Hanson dibuja su malhumorada relación genealógica desde los griegos
Hesiodo y Aristófanes, ni en la conferencia de historia pronunciada ante
la Asamblea Nacional de Francia. Sí aparece, sin embargo, en la narrativa
caótica e indulgente de Camille Paglia, que parece presentarse como la
culminación de la civilización occidental. Paglia menciona a Safo varias
veces, como en este párrafo en el que enumera algunos de los rasgos que
señale más arriba como característicos del neoconservadurismo:
El concepto del sujeto en el pensamiento feminista actual
Page Dubois 287
El amor occidental ha sido ambivalente desde el principio. Ya desde Safo (600 a.e.) o
incluso antes con la leyenda épica de Helena de Troya, el arte
registra el tira y afloja de atracción y hostilidad presente en esa perversa fascinación
que llamamos amor: Hay una atracción magnética hacia el erotismo en el oeste,
debido a la severidad de la personalidad occidental (Paglia, 1991,38).
Bibliografía
Con ello, Gallagher inicia una importante discusión con la escritora inglesa
Mary Wollstonecraft al rebatirle que con sus argumentos afirma que sería con
el fortalecimiento del modelo racional-legal de Weber con el que las mujeres
lograrían su plena ciudadanía y su reconocimiento como autoras. Esto lo dice al
tomar en su análisis como punto central y de arranque al racionalismo del siglo
XVII. Wollstonecraft, al dejar de lado a la categoría tradicional weberiana, no
tomó en cuenta a las primeras mujeres escritoras. En esta segunda categoría
la inclusión de las escritoras precedentes no tiene ninguna importancia, para
Wollstonecraft la excepción es contraria a la masa o a la generalización desde
1
Están esbozados en Weber, 1947,324-392.
292 Teoría de las Ciencias Sociales
Las mujeres, como argumentaré, reclamaron autoridad bajo los tres tipos
de legitimación; no esperaron al discurso racional-legal de la ilustración.
Para ejemplificar este punto, dejadme que llame vuestra atención sobre la
justificación que Margaret Tyler hizo en 1578 para la traducción y publicación
de Espejo de príncipes y cavalleros (El cavallero de Febo)2 de Diego Ortúnez
de Calahorra, que fue la primera defensa de la autoría femenina aparecida en
lengua inglesa bajo el título Mirror of Princely Deedes. La traducción de Tyler
y el texto que la precedía no tenían, en ese sentido importante, precedente,
y, sin embargo, en su dedicatoria explicativa subraya la normalidad de su
trabajo: el hecho de que las mujeres escriban historias y la práctica común
de los hombres de dedicar sus historias a las mujeres son, dice, «todo uno».3
No hay nada extraño o funesto en su comportamiento, explica Tyler; ella
simplemente está entrando a formar parte de una empresa legitimada y
aceptada. La retórica de Tyler se acomoda a la categoría de autorización
«tradicional» de Weber, puesto que pone el acento en su conformidad con
respecto a prácticas ya establecidas toleradas por quienes están en lo más
alto de la jerarquía social.
2
Reimpreso en Espasa-Calpe, Madrid; 1975.
3
La «dedicatoria» de la traducción de The first Part of the Mirror of Princely Deedes and
Knyghthood fue reimpresa en Ferguson; 1985,51-57.
El sujeto del feminismo o una historia del precedente
Catherine Gallagher 293
Al señalar las causas que, en mi opinión, han degradado a la mujer, he limitado mis
observaciones a las que actúan de modo universal sobre la moral y los modales de todo
sexo, y para mí es evidente que todas ellas surgen de la carencia de entendimiento.
Si esto resulta de un debilidad física o accidental de sus facultades, sólo el tiempo
lo puede determinar; por eso, yo no pondré demasiado el acento en el ejemplo de
unas pocas mujeres que, habiendo recibido una educación masculina, han adquirido
valor y resolución... (Wollstonecraft, 1975, 77; ed. esp. 214).
La omisión aquí es doble. En primer lugar, quien lee esto debe comprender
que las observaciones y descubrimientos que siguen, como enfatizan
el insistente pronombre de primera persona y frases similares ( « en mi
opinión», «para mí es evidente»), son de Mary Wollstonecraft. El hecho
de que docenas de mujeres escritoras de los siglos XVII y XVIII tuvieran
idénticas observaciones y opiniones no viene al caso.
En vez de rechazar todos nuestros viejos prejuicios [nosotros, ingleses] [...] los
tenemos en considerable estima, y para nuestra mayor vergüenza los apreciamos
precisamente porque son prejuicios; y cuanto más tiempo hayan perdurado, y
mayor generalidad hayan alcanzado, más los apreciamos. Nos da miedo exponer a
los hombres a vivir y a comerciar sobre su provisión privada de razón, porque
sospechamos que esa provisión es pequeña en cada hombre y que los individuos
El sujeto del feminismo o una historia del precedente
Catherine Gallagher 299
harían mejor acogiéndose a la banca general y al capital de las naciones y de los siglos
(Burke, 1960, 136; ed. esp. 215-216).
Este miedo, que sólo se insinúa en sus comentarios sobre Burke, se explicita
en su constante tratamiento de Rousseau. Rousseau es su mayor antagonista
en Vindicación de los derechos de la mujer porque la suya fue la posición no
tradicionalista más influyente sobre la educación de las mujeres de las que
estaban entonces en circulación. Profundamente inspirada en gran parte
de la obra de Rousseau, Wollstonecraft reconoce su talento y su capacidad
visionaria al mismo tiempo que nos previene contra ello:
Tan efusivamente ha dibujado lo que sentía con tanta fuerza, que, despertando interés
en el corazón e inflamando la imaginación de sus lectores, de forma proporcional a
la fuerza de su fantasía, se creen que lo que entienden les convence cuando sólo
simpatizan con un escritor poético, que hábilmente muestra los propósitos de
sentido, los más voluptuosamente indefinidos o elegantemente velados. Y así, al
hacemos creer que razonamos mientras soñamos, nos deja conclusiones erróneas en
la mente (1975, 91; ed. esp. 235).
Todos los errores de Rousseau emanan de la sensibilidad, y ¡las mujeres están muy
dispuestas a perdonar la sensibilidad hacia sus encantos! Nacido con una cálida
constitución y con una viva fantasía, la naturaleza le condujo hacia el otro sexo con
tal afectividad vehemente que pronto llegó a ser lascivo. Si hubiera dado rienda
302 Teoría de las Ciencias Sociales
suelta a esos deseos, el fuego se habría extinguido de una forma natural; pero la
virtud y una forma romántica de delicadeza le llevaron a practicar la abnegación; así,
cuando el miedo, la delicadeza o la virtud le . reprimieron, dejó volar su imaginación,
y pensando en las sensaciones a las que dio fuerza su imaginación, las trazó con los
colores más vivos, y las sumergió en lo más profundo de su alma (1975, 91; ed. esp.
235).
Pero para dar cumplida satisfacción [...] voy a desarrollar ante vosotras; con el mayor
detalle y la mayor libertad que pueda; la cadena de ideas que me lleva a pensar esto.
Quizá si pongo al descubierto las ideas; los prejuicios; que sé esconden tras esta
afirmación descubriréis que tienen que ver en parte con las mujeres y en parte con
la ficción. De todas formas; cuando un tema es muy controvertido —y cualquier
cuestión sobre los sexos lo es— no se puede pretender decir la verdad. Sólo se puede
enseñar cómo se llega a tener la opinión que efectivamente se tiene. Sólo se puede
dar al público la oportunidad de extraer sus propias conclusiones al examinar las
limitaciones; los prejuicios y las idiosincrasias de quien habla (Woolf; 1957; 4; ed.
esp. 9).
Os dije a lo largo de esta ponencia que Shakespeare tenía una hermana [...] Ella
murió joven; desafortunadamente nunca escribió una sola palabra. Ahora mi
convicción es que esta poeta que nunca escribió una palabra y que fue enterrada en
una encrucijada todavía vive. Ella vive en ti y en mí, y en muchas otras mujeres que
no están aquí esta noche [...] Pero vive; ya que los grandes poetas no mueren; están
continuamente presentes; sólo necesitan una oportunidad para andar entre nosotras
en carne y hueso (Woolf, 1957, 117; ed. esp. 79).
Bibliografía
FEMINISMO; ILUSTRACIÓN Y
POSTMODERNIDAD.
NOTAS PARA UN DEBATE*
Celia Amorós
Resumen
Beatriz Villarreal
1. Exequias
2. Amores
Estas diferencias entre las feministas ¿en qué medida son un problema de
novios? Dicho de otro modo, las mujeres feministas, por razones de todo
tipo (generacionales, de formación, de opciones filosóficas forjadas al hilo
de nuestra biografía personal e intelectual), tematizamos nuestro
feminismo en las claves y en los marcos interpretativos, así como con los
instrumentos analíticos que nos proporcionan aquellos referentes teóricos
que manejamos con más soltura y con los que nos sentimos más —a
veces apasionadamente— identificadas. Es natural e inevitable: la teoría
feminista no se hace —afortunadamente—en un invernadero ni en un
páramo, sino en diálogo, más o menos fluido o más o menos tenso, con
los grandes paradigmas emancipatorios del pensamiento. En este «diálogo»,
todo hay que decirlo, nos desdoblamos y suplimos a los —inexistentes—
interlocutores: tenemos que hacerlo porque ellos rara vez se dignan tomar
a las teóricas feministas por interlocutoras; podemos hacerlo porque hemos
debido adquirir esa competencia para llegar a ser escuchadas por quienes
definen qué competencias son ineludibles para convertirse en interlocutor/a
316 Teoría de las Ciencias Sociales
Tenemos, pues —la, frase es de Collin—, «lo femenino sin las mujeres».
Una nueva edición del despotismo ilustrado, esta vez por parte de los anti-
ilustrados. Las feministas que, como Collin, planteamos la intempestiva
y hortera pregunta de en qué se traduce la inversión de las posiciones
tradicionales del ámbito de la simbólica al de las posiciones efectivas de
poder no somos respondidas sino descalificadas por traidoras a «lo Mujer»
(García Calvo) o por falocéntricas (Derrida). Nuestro filósofo «travestido»
—original y nuevo, por otra parte— se permite afirmar que «las feministas
320 Teoría de las Ciencias Sociales
Pues bien, el feminismo, para saber con quién debe o no aliarse, ha de definir
con claridad sus necesidades teóricas y prácticas; si pone en cuestión y quiere
transformar el sistema género-sexo como sistema jerárquico o patriarcado,
tendría que clarificar:
b) Qué concepción del sujeto es la más adecuada para llevar a cabo esta
transformación (se apunta, naturalmente, al problema del sujeto político
del feminismo).
324 Teoría de las Ciencias Sociales
de la asunción del discurso del otro como un discurso constitutivo del género,
o sea, de las implicaciones culturales normativas de la pertenencia al sexo
biológico femenino). Esta existencia reflexiva del ser-mujer se caracteriza
por una permanente reinterpretación, una resignificación bajo el signo de
lo problemático, la impugnación, la transgresión, la desidentificación, el
desmarque, la renormativización siempre tentativa. Todo ello requiere un
sujeto si por tal se entiende alguien que pueda interrumpir reflexivamente la
cadena del significado constituida tomando distancia crítica y « alterándola
creativamente». O sea, que hemos podido objetivar «las figuras de la
heteronomía» y dar pasos en dirección a la autonomía. Obviamente, esta
reflexión no se lleva a cabo en el vacío y la transparencia abstractos, sino
que es mediada por determinados instrumentos culturales, por discursos
existentes (como el propio discurso ilustrado y los discursos críticos del
feminismo). Pero tales discursos constituidos no se han «discurseado» solos
cómo se narrarían a sí mismos los mitos de Lévi-Strauss: los ha plasmado en
discurso —naturalmente, con ayuda de otros discursos— una experiencia de
sujeto/a, es decir, de tomar distancia, de rechazar y de redefinir cualesquiera
predicados adjudicados en función de una hermenéutica constituyente
en última instancia... El hecho del feminismo impugna, pues, la «muerte
del sujeto»: si ha sido y sigue siendo posible un discurso impugnador de
tal calibre en el medio discursivo más colonizado, más heterosignificado,
a fortiori... Por su parte, Benhabib admite que hay códigos biográficos,
narrativas convencionales, pero, añade, «quiero preguntar cómo sería ni
siquiera pensable, de hecho, el proyecto mismo de la emancipación femenina
sin un principio regulativo de acción, autonomía e identidad».
—lo que me parece más discutible—, pues ¿cómo concebir las sin una
estructura de la subjetividad que implique lo que hemos llamado cierta
capacidad hermenéutica constituyente, capacidad de transcender lo dado al
descifrarlo como significación? ¿Cómo podríamos siquiera resignificar?
Por otra parte, desde un sano nominalismo constructivista, Butler propone
que lo que haya de resignificar la nueva identidad colectiva de las mujeres
no sea una sola rúbrica unificadora (por ejemplo, la maternidad, la sujeción
a la explotación económica patriarcal, a la explotación sexual, etc.), porque
en ese caso siempre sería excluyente de algunas mujeres y «nunca puede
mantenerse como fundamento de la unidad de un movimiento político
feminista la identidad como punto de partida». Además, tales identidades
nunca son meramente descriptivas sino normativas. Debe, pues, dejarse
abierto el término a múltiples «sentidos no anticipados». Incluso hay que
correr el riesgo de que esta apertura sirva a propósitos no feministas...
¿Es suficiente, como quiere Nancy Fraser, la «crítica situada» que asume el
feminismo como una tradición crítica históricamente constituida, sin más
fundamento para nuestras pretensiones emencipatorias? ¿O sería preciso,
como lo pretende Benhabib, convalidar filosóficamente los valores de esta
tradición para que esté a la altura de sus propias necesidades de legitimación,
así como de impugnación del poder patriarcal? Nos ha parecido que quizás
sería ilustrativo contrastar por medio de un diálogo —imaginario, aunque
con fundamento in re— las necesidades de la estrategia argumentativa del
feminismo con vistas a poner de manifiesto algunas de las implicaciones
teóricas de este debate.
Las mujeres queremos cambiar esas reglas, que son para nosotras oprimentes
y discriminatorias, y pondremos en juego para ello si es preciso criterios
metainterpretativos: por ejemplo, criticaremos en nombre de las «estrategias
de invisibilidad de las mujeres» por parte del poder patriarcal tanto la
exclusión de Yourcenar como la imposición del velo a las musulmanas.
332 Teoría de las Ciencias Sociales
Bibliografía
LIDERAZGO Y DOMINACIÓN
CARISMÁTICOS1 *
Reinhard Bendix
Resumen
Beatriz Villarreal
1
Expongo los tres tipos de dominación invirtiendo el orden en que Weber los presenta,
aunque él atribuía cierta importancia al hecho de analizar en primer término la
dominación legal, para señalar después el contraste con las otras formas. El propósito
se pierde en su propio análisis y la presente reestructuración de sus materiales lo
hace superfluo. Salvo indicación precisa de lo contrario, la exposición de este capítulo
se basa en WuG, vol. caps. 9-10, cuyos títulos.son, respectivamente, «Carisma» y
«Transformación del Carisma». Ver Essays, págs. 245-52, donde hay una traducción
inglesa del primero.
* Tomado de: Reinhard Bendix, Max Weber. Amorrortu editores, Buenos Aires
336 Teoría de las Ciencias Sociales
2
La distinción entre liderazgo y autoridad ha sido destacada por Robert Bierstedt: «Un
líder solo puede reclamar, una autoridad puede exigir... El liderazgo depende de las
cualidades del conductor en la situación en que conduce. En el caso de la autoridad,
la relación deja de ser personal y, si esa autoridad se reconoce como legítima, el
subordinado debe obedecer la orden, aunque no conozca a la persona que la emite.
En una relación de liderazgo, la persona es. esencial; en una relación de autoridad, la
persona es meramente un símbolo». Ver «The Problem of Authority». En la compilación
deMorroe Berger. Theodore Abel y Charles Page, Freedom and Control in Modern
Society (Nueva York, D. Van Nostrand Inc., 1954. Págs. 71-72). Debo a Bierstedt
esta distinción, que está implícita en el análisis de Weber, aunque no se desprende
claramente de su terminología.
3
Cf. la definición de «carisma» previamente citada en lapág. 97, nota 15.
338 Teoría de las Ciencias Sociales
A. LIDERAZGO CARISMÁTICO
4
Lucas, 14-26.
5
Elaboró el análisis de esta última forma de comunismo al referirse al papel histórico de
las organizaciones monásticas, pero el tema pertenece a la exposición del «carisma
institucional» que desarrolla la sección inmediata de este capítulo.
342 Teoría de las Ciencias Sociales
6
Weber no atiende a la posibilidad contraria: que los discípulos y la comunidad no
deseen preservar el carisma del líder, y de hecho lo repudien como a un «falso profeta».
Según su criterio, esta eventualidad demostraría que ha perdido el carisma; el pueblo
lo repudia porque no ha logrado «corroborarse», o ha probado ser «falso».
344 Teoría de las Ciencias Sociales
Por supuesto que los tres métodos se desvían del liderazgo carismático en
cuanto este entraña una misión exclusivamente personal. Seleccionar un
sucesor con arreglo a indicios y criterios es objetivar lo que fue personal
en su origen. Cuando el líder en persona designa sucesor se constituye en
fuente de autoridad legítima, carácter que incumbe al «poder superior»
del que procedía la legitimidad de su propia misión. Si los discípulos hacen
la designación, aun alteran más el significado del carisma. A pesar de todo,
los tres métodos conservan el único elemento que distingue el liderazgo
carismático de todos los otros tipos de dominación: el ejercicio de la
autoridad está ligado esencialmente a una persona concreta y a las
cualidades que la singularizan.
7
Theory, págs. 364-66, y WuG, vol. II, págs. 763-65.
346 Teoría de las Ciencias Sociales
8
Véase en el capítulo XVIII, C, un examen más completo del liderazgo carismático
dentro de un sistema de dominación legal.
348 Teoría de las Ciencias Sociales
CAPÍTULO III
DEMOCRACIA Y
CIUDADANÍA
<<<<<<<<
¿Decadencia de la democracia?
Alain Touraine 351
¿DECADENCIA DE LA DEMOCRACIA?*
Alain Touraine
Resumen
Beatriz Villarreal
* Tomado de: Alain Toraine, ¿Podremos vivir juntos?. Editorial Fondo de Cultura
Económica. México 2000, capítulo VIL
352 Teoría de las Ciencias Sociales
Son los sujetos con derechos humanos, los actores o ciudadanos, que en el
pasado fueron los trabajadores y hoy son las mujeres. Son las personas que
conforman los grupos sociales sobre los cuales la sociedad, por medio de la
actualización de sus instituciones, debe generalizar y posibilitar los derechos
universales.
LA SÍNTESIS REPUBLICANA
Las democracias más antiguas, tanto las de los Países Bajos y Gran Bretaña
como las de Estados Unidos y Francia, asociaron constantemente civismo e
individualismo, república y laicismo. Si desde hace algunos años se asiste
en Francia a un resurgimiento tan vigoroso de la idea republicana —cuya
fuerza un dignatario de la francmasonería llegó a oponer a la confusión de
la idea democrática—, es en parte porque esta idea aparece como la única
capaz de mantener la supremacía de un orden político libremente elegido
sobre unas fuerzas económicas o religiosas, tan ajenas unas como las otras a
las libertades de opinión, expresión y organización.
LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA
elecciones que son significativas para ellos, e incluso puede pensarse que se
hacen o se harán intentos serios de reconstruir una política democrática.
al ascenso del poder de los jueces, que aparecen desde este momento como
la única barrera al mercantilismo y la corrupción nacidos de la colusión de
los dirigentes políticos y económicos. Entre otros países, Italia, Francia y
España fueron testigos del desarrollo de ese poder de los jueces al mismo
tiempo que el rechazo, por parte de la opinión, de la “clase política”.
La yuxtaposición de estas tres corrientes ocupa una gran parte del horizonte
político en los países cuyos estados no procuran movilizar masivamente los
recursos culturales en torno de una ideología o una religión. Y su fuerza
contrasta con el debilitamiento prolongado de las corrientes que apelaban a
la democracia social. Mientras que los partidos socialistas con frecuencia se
debilitaron hasta desaparecer, como en Italia, y el sindicalismo perdió una
gran parte de sus fuerzas en Estados Unidos, España, Gran Bretaña y sobre
todo Francia, el espíritu democrático se compromete más en la lucha contra
la exclusión que al servicio de categorías definidas por la dominación social
que sufren.
Muchos objetarán que este cuadro corresponde sobre todo a la parte del
mundo más comprometida en la economía mundializada, y en particular a
los estados naciones más antiguos: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos.
Y como en Gran Bretaña las instituciones siempre fueron más fuertes que
los movimientos democráticos y en Estados Unidos, al contrario, existe una
364 Teoría de las Ciencias Sociales
La tarea principal de los estados actuales es cada vez más la defensa de las
empresas y la moneda nacional en los mercados internacionales, mientras
que el mundo del consumo se fragmenta en géneros de vida diversificados,
subculturas. Pero aceptar esta separación conduce también a buscar
nuevas mediaciones entre la economía y las culturas, y por ende a recrear
o fortalecer el sistema político. Lo que sólo es posible si éste se separa cada
vez más de lo que hay que llamar el Estado, si renunciamos a dar a esta
palabra el sentido mucho más amplio que tiene en francés, en que designa
el conjunto de las instituciones políticas, los poderes y la nación misma a la
que supuestamente representa. El mundo a la vez globalizado y fragmentado
en que vivimos la democracia está amenazado por un lado por la reducción
de las sociedades a mercados y por el otro por las diversas formas de política
totalitaria que hemos conocido, desde los fascismos y el leninismo maoísmo
hasta los regímenes neocomunitarios, ya sean nacionalistas o teocráticos.
Sólo puede evitarse este escollo si se separan sociedad civil, sociedad política
y Estado. Éste se asocia cada vez más al sistema económico; la sociedad civil
se define hoy en términos culturales y ya no económicos como en el siglo
366 Teoría de las Ciencias Sociales
El sistema político que se forma ante nuestros ojos se aleja del Estado y se
apoya más directamente en la opinión pública. Cosa que explica los temores,
que muchos experimentan con respecto a los medios de comunicación
temores que hoy se dirigen contra la televisión, como hace un siglo contra
la prensa. Los medios, en efecto, están bajo la constante amenaza de ser
dominados por los mercaderes o los dictadores; pero también son el
lugar en que se expresan con mayor libertad las demandas culturales, las
restricciones económicas, los problemas de la integración social y los de la
seguridad pública. Es el fortalecimiento de las asociaciones y movimientos
culturales, y el apoyo que pueden darles los medios, lo que mejor permite
la penetración de las demandas sociales en el campo político, y por lo tanto
la reconstrucción de la democracia. De la democracia política a la social
y luego a la cultural, la acción democrática desciende dé la cima hacia la
base, se descentraliza y al mismo tiempo reduce la distancia entre los actores
sociales y los agentes políticos. Frente a la concentración excesiva de la
acción política en unos partidos convertidos en centros de gestión de una
clientela y de conquista de cargos electivos, no hay que temer a los medios
más que cuando se someten a un poder político autoritario o están ligados a
una coalición dominante de intereses económicos.
EL PRINCIPIO DEMOCRÁTICO
Bretaña y Alemania a fines del siglo XIX y hasta el gran desarrollo del
Estado-providencia luego de la Segunda Guerra Mundial, la democracia
social no dejó de extenderse, a punto tal que muchas generaciones la
consideraron como la democracia real opuesta a la democracia formal, y
también a los regímenes autoritarios originados en las revoluciones. Nuestra
democracia industrial extrajo su fuerza de conflictos sociales a los cuales
aportaba respuestas legales o contractuales. Los países industriales que se
demoraron en instaurarla, como Estados Unidos o Francia, no podían,
hasta el New Deal o el Frente Popular, considerarse como profundamente
democráticos, pese a los discursos que emitían sobre sí mismos. A la inversa,
Gran Bretaña, donde sin embargo las distancias entre las clases siguieron
siendo más grandes que en otros lugares, podía ser considerado como el
país democrático por excelencia, debido a que allí los conflictos laborales
habían sido tratados tempranamente de manera institucional. En tanto
que la tradición tocquevilliana estimaba que la destrucción de las barreras
sociales definía la igualdad y por lo tanto la democracia, lo que mejor define
el combate actual por aquélla y en consecuencia por ésta es más bien la
limitación de la dominación social, económica o nacional mediante la ley
y el contrato.
De tal modo que nada es más peligroso (para los movimientos sociales y a
la vez para la democracia) que la idea de una sociedad libre y justa. El sueño
de una sociedad y una cultura completamente transformadas por la idea
socialista o por tal o cual fuerza íntimamente asociada a un movimiento
social, no puede conducir más que a soluciones autoritarias. La combinación
de la democracia y los movimientos sociales sólo es posible si se mantienen
separados y, por consiguiente, si cada uno de los dos términos se define
dentro de ciertos límites. La obra de Norberto Bobbio es un esfuerzo para
dar una definición de la democracia que desborde el dominio del Estado y
se extienda a todos los aspectos de la vida social —y en particular, dice en
El futuro de la democracia, a la empresa y la administración pública—, al
mismo tiempo que se mantiene una definición propiamente institucional
de ella. Esta última definición incluso se refuerza, desde ¿Qué socialismo?
(escrito en los años setenta) hasta El futuro de la democracia (publicado en
1984). El análisis que Bobbio propone, en especial en el primero de los libros,
está bastante cerca del planteado por mí, mucho más adelante, en ¿Qué es
la democracia? (1994), en que definía los tres elementos indispensables de
toda democracia: la limitación del poder, la representatividad social de
¿Decadencia de la democracia?
Alain Touraine 379
Lo que hoy experimentamos con mayor fuerza es el riesgo de que una parte
de la población del mundo y de cada país sea excluida de la civilización
globalizada. En los países occidentales, en particular, donde el nivel medio
de los salarios y la protección social es elevado, existe una fuerte tendencia
a sostener el sector competitivo, de mucho valor agregado, y aceptar la
marginación de los sectores de escasa productividad y bajos salarios, que
están más expuestos a la competencia de los nuevos países industriales.
del consumo, pero están privadas de los medios de construirse como Sujetos;
son arrastradas por ese consumo masivo y los medios a encerrarse en un
territorio local que tiende a convertirse en un gueto.
Me parece que la expresión "una política del Sujeto” define mejor que
cualquier otra fórmula la democracia de hoy: reconocimiento de la
diversidad cultural, rechazo de la exclusión, derecho de cada individuo a
una historia de vida en que se realice, al menos parcialmente, un proyecto
personal (y colectivo), tales son las nuevas formas asumidas en la actualidad
por los principios generales "Libertad, Igualdad, Fraternidad”.
1
En castellano en el original (n. del t.).
384 Teoría de las Ciencias Sociales
best way histórico. Sin duda no existe una historia separada de las mujeres,
los negros, los indios y los norteamericanos varones y blancos que viven
en Estados Unidos, pero las categorías utilizadas por los historiadores se
identificaron en gran medida con la visión del grupo dominante. Es urgente
poner a plena luz del día lo que Nathan Wachtel llamó "la visión de los
vencidos”.
Hasta hace poco, estos temas habrían sido considerados como ajenos a la
reflexión sobre la democracia. Hoy nos parece que están en el centro de esa
reflexión, ya que se trata de liberarse de los efectos de dominación y facilitar
el diálogo de las culturas que son —lo repito— no universos completamente
separados, sino otros tantos intentos de dar un sentido general a una
combinación entre identidad cultural y acción racional instrumental.
Es cierto: existe el riesgo de que ese principio de equidad sea utilizado por
grupos de interés que rechazan la disminución de las desigualdades. Pero
ninguna fatalidad empuja a nuestras sociedades a reducir su gestión política
a la de un mercado de los intereses particulares. La equidad y el respeto por
la dignidad de cada uno son principios de organización social al servicio de
la libertad del mayor número posible de personas.
¿Decadencia de la democracia?
Alain Touraine 385
define por la relación de las instituciones; por un lado con el poder político;
por el otro con unos objetivos privados tan diversos como el enriquecimiento;
la seguridad o las relaciones interpersonales. Nuestra libertad depende de la
separación de la razón de estado y el interés privado; nuestra servidumbre
es completa cuando un Estado todopoderoso está en manos de intereses
privados. Hablamos entonces de corrupción; esa enfermedad mortal de la
democracia.
libremente entre sí” (p. 145)— me parecen demasiado cercanas una a la otra,
mientras que la naturaleza del conflicto en que se traba un actor democrático
es una dimensión que hay que incorporar decididamente al análisis, pues
ninguna acción democrática está despojada de conflictividad.
LA INTEGRACIÓN SOCIAL
.
Un modelo democrático de educación para la ciudadanía
Antonio Bolívar 399
* Tomado de: Antonio Bolívar, Educación para la ciudadanía algo más que una asignatura.
Editorial GRAO de IRIF, S. L. Barcelona 2007, capítulo 5.
400 Teoría de las Ciencias Sociales
El aula tiene que ser igual a una comunidad escolar, debe funcionar de
acuerdo con los principios democráticos de participación, representación
y organización democrática. El autor del texto establece cuatro núcleos o
ejes para la enseñanza de la educación ciudadana en la escuela que son: 1.
Sociopolítico: la educación para la ciudadanía; 2. Sociocultural: igualdad,
equidad y solidaridad; 3. Socio económico: justicia y solidaridad y 4. Socio
afectivo: autonomía y responsabilidad.
Esto nos lleva también a defender que; en sentido amplio; educar para la
ciudadanía comprende todo aquel conjunto de saberes y competencias
que posibilitan la integración y participación activa en la vida pública; no
reduciéndose a los valores cívicos y éticos. Desde esta perspectiva; la EpC
democrática se identifica con el currículo común básico; que nosotros
llamamos «currículo democrático» (Guarro; 2002); que todos los ciudadanos
deben poseer al término de la escolaridad obligatoria. No cabe; pues; como
hemos argumentado antes; considerar que se ha educado para el oficio de
ciudadano si no se posee el capital cultural mínimo y activo competencial
necesario para moverse e integrarse en la vida colectiva; lo que comprende
también los comportamientos y valores deseables.
Por último; el Proyecto Atlántida; para tomar la EpC como una tarea
integrada y compartida; apuesta decididamente por crear proyectos y
espacios participativos, ligados al entorno y con la implicación de los
principales agentes educativos. En Enea con una investigación-acción
participativa de desarrollo comunitario (Villasante y otros; 2000); después
de crear las condiciones iniciales para iniciar un proceso de mejora; se parte
de un diagnóstico común de las situaciones; se priorizan; ámbitos y tareas;
se ponen; en marcha las acciones acordadas; que se van revisando; con el
objetivo de que el proceso sea sostenible en el tiempo (Luengo; 2006). Se
construye ciudadanía mediante la participación e implicación de la mayoría
de los sectores implicados en la investigación conjunta para mejorar su
realidad; en nuestro caso la educación. En nuestras experiencias se pone de
manifiesto que en el proyecto educativo de un barrio o zona; más importante
que el proyecto como resultado o documento; es el proceso seguido; que
justo es el que asegura su sostenibilidad.
Un modelo democrático de educación para la ciudadanía
Antonio Bolívar 403
Podemos mantener; como hace Callan (1997); que sin democracia no hay
ciudadanos; pero sin ciudadanos tampoco hay democracia. Dado que la
ciudadanía no es una condición natural; sino una construcción cultural
y social; ¿qué papel juega el currículo en la conformación de las nuevas
generaciones para incorporar los valores democráticos? En primer lugar;
una EpC; adecuadamente orientada; es algo más que el aprendizaje dé los
hechos básicos relacionados con las instituciones y los procedimientos de
la vida política; debe afectar a todo el sistema educativo; incluidas acciones
paralelas en otras instancias sociales. Si bien precisa conocimientos; éstos no
garantizan el ejercicio de una ciudadanía democrática.
alumnas que en ella aprenden, qué finalidad debe perseguir ese aprendizaje,
qué elementos culturales son más relevantes para actualizar ese papel.
Desde una opción comprometida y crítica, educar para el ejercicio pleno
de la ciudadanía debe posibilitar la profundización social de la democracia,
capacitando a los ciudadanos con las habilidades y conocimientos
necesarios para una participación activa en la arena pública. Una educación
democrática adquiere, así, su pleno sentido como forma de participación
y deliberación en los asuntos comunes de la ciudadanía, y se plasma en
valores tales como la solidaridad, la cooperación, la justicia, la tolerancia o
el desarrollo sostenible, que deben formar parte del currículo escolar. Por
eso, la escuela tiene que dejar de ser la institución donde no se puede hablar
de ciertos temas, para convertirse en la plaza pública donde se discute, se
delibera, se valora y se actúa de acuerdo con lo acordado.
Esto significa tomar la ciudadanía más que como un resultado, que puede
dar lugar al aprendizaje conjunto de derechos y deberes, tomarla como una
práctica que es aprendida en los contextos en que se mueven los jóvenes.
En lugar de un estatus particular, que puede ser objeto de enseñanza-
aprendizaje, se pone en primer plano el aprendizaje de la democracia, que
no se limita a la acción escolar sino que acontece en todos los espacios y
lugares de las vidas cotidianas de los estudiantes, así como en los procesos
y prácticas sociales mediante los que aprenden los valores de la ciudadanía
democrática. Al final, la ciudadanía se juega en los modos en cómo se
experiencia en la vida cotidiana. Señalan Lawy y Biesta (2006):
Si bien la acción escolar, sea por una asignatura, por la acción conjunta
o por la propia vida escolar, es relevante, no se puede olvidar que —en
último extremo— se juega en las experiencias cotidianas. Las prácticas
democráticas han de tomarse como oportunidades de aprendizaje de los
valores democráticos. Desengañados de que se puedan enseñar hábitos,
actitudes y comportamientos sólo por medio de contenidos explícitos en el
currículo escolar, menos aún porque exista una materia propia dedicada al
tema, la educación para la ciudadanía, como queremos entenderla aquí, se
juega en los modos mismos con los que se trabajan los saberes escolares y se
construyen los conocimientos en clase.
En primer lugar; la escuela tiene que ser una comunidad de vida con todo lo que
esto implica. Las percepciones y los intereses sociales sólo pueden desarrollar se en
un medio auténticamente moral: en el que se da y se toma en la formación de una
experiencia común. [...] En vez de una escuela puesta aparte de la vida como un
lugar para aprender lecciones, tenemos un grupo social en miniatura en el cual el
estudio y el desarrollo son incidentes de una experiencia presente compartida [...].
En segundo lugar; el aprender en la escuela debería continuar se con el de fuera
de ella. Debería haber un libre juego entre los dos. Esto es sólo posible cuando hay
numerosos puntos de contacto entre los intereses sociales del uno y del otro.
Desarrollo
Sociopolítico
Convivencia
Democracia
Virtudes Cívicas
Derechos Humanos
Desarrollo Desarrollo
Socioeconómico Sociocultural
Desarrollo humano y Intercultural
Sostenible CURRÍCULO Y Equidad/Diversidad
Justicia distribuida CIUDADANÍA Genero-etnia-clase y
Consumo responsable Capacidad/discapacidad
Empleo, Vivienda Uso TIC
Desarrollo
Sociofacetico
Desarrollo personal y
Humano
Autoestima-autonomía
Igualdad de género
En este ámbito común se asienta, en primer lugar, todas las competencias base
que hacen posible que el alumno sea un ciudadano, integrado socialmente
y capaz de participar activamente; como tal comprende el currículo básico
que el sistema educativo debe asegurar para todo ciudadano, en ejercicio
de su derecho a la educación. En segundo lugar, más específicamente, en
torno a este ámbito se agrupa lo referente a la colaboración y participación
social e individual, de acuerdo con los derechos humanos, las cuestiones
referidas a derechos y deberes ciudadanos (conflicto, derechos y deberes,
declaración derechos del niño, convenciones sobre igualdad, etc.) así como
su vivencia en el centro y aula (procesos de reglamento de régimen interior
y constitución o norma de aula).
Entre los valores más generales que son precisos vivir en el centro escolar
están; sin duda, también el sentido de justicia y, como contrapunto; la
solidaridad. La justicia social permite articular la libertad e igualdad; en
la medida en que el objetivo es lograr el máximo de libertad dentro de
Un modelo democrático de educación para la ciudadanía
Antonio Bolívar 415
que queremos resaltar es que de poco vale una presencia curricular explícita
«en» la escuela, cuando los valores «de» la escuela, vividos implícitamente,
y —más allá— los valores de la propia comunidad social y política, no vayan
en paralelo. En fin, por todo ello, es la cultura democrática la expresión de
los posibles valores que la constituyen.
Valores y actitudes
Habilidades y
competencias
Actividades Relación
transversales escuela-comunidad
Podría decirse que las redes han creado y sostenido una poderosa alternativa al
desarrollo profesional tradicional, un mejor modo para acomodarse a los rápidos
cambios de nuestra cultura, así como hacer frente a la creciente complejidad del
trabajo docente. (Lieberman y Wood, 2002, p. 334)
Keith (1997, 1999) identifica dos tipos de discursos, uno dominante y otro
emergente, en la teoría y práctica de la relación entre escuela- comunidad,
dependiendo de cómo sea encarada la participación:
Por eso, la tipología puede ser variada, desde el nivel más básico al
facilitar compartir las buenas prácticas, al más alto formando parte de una
renovación del sistema educativo. Una red, a este nivel básico, puede ser
un grupo de profesores que trabajan juntos para desarrollar mejor el
currículo y compartir sus buenas prácticas. A un nivel superior, varios
grupos de profesores y escuelas trabajan juntos para la mejora escolar de sus
respectivos centros y enseñanza. Pueden también establecerse tales redes
para implementar determinadas políticas educativas en los ámbitos local o
autonómico. En otros casos las redes se constituyen explícitamente como un
medio de lucha contra la exclusión y para promover la justicia social, o para
una renovación del propio sistema escolar.
Un modelo democrático de educación para la ciudadanía
Antonio Bolívar 423
BIBLIOGRAFÍA
Abbgnano; Nicola. Diccionario de Filosofía, Fondo de Cultura Económica;
primera reimpresión; 1997; Bogotá; Colombia.
Bendix; Reinhard. Max Weber, Amorrortu editores; traducción de María
Antonia Oyuela de Grant; edición única autorizada; Buenos Aires; Argentina;
1960.
Bernal; John. La ciencia en la historia, Editorial Nueva Imagen; Universidad
Autónoma de México; 1979; México.
Bolívar; Antonio. Educación para la ciudadanía, editorial GRAO; de IRIF;
S.L. Barcelona; España; 2007.
España Calderón; Olmedo. Pensamiento filosófico contemporáneo de la
América Central, editorial Oscar de León Palacios; 1999; Guatemala,
Foucault; Michel. Las palabras y las cosas, editorial Siglo XXI; México; 1989.
García Selgas; Fernando J. y Monleón; José B. Editores. Retos de la
postmodernidad. Editorial Trotta; S. A.; 1999; Madrid; España.
Gracia; J. E. Jorge. Editor. Concepciones de la metafísica, editorial Trotta;
Madrid; 1998.
Giddens; Anthony. Las nuevas reglas del método sociológico, Amorrortu
editores; segunda edición corregida por el autor; traducción de Salomón
Merecer; 2007; Buenos Aires; Argentina.
Giddens; Anthony. Política, sociología y teoría social, ediciones Paidós
Ibérica; S. A.; Barcelona; España; Traducción de Caries Salazar Carrasco;
1977.
Giddens; Anthony. Sociología, editorial Alianza; cuarta edición; versión
castellana de José Cuéllar Menezo; Madrid; España; 2001.
Hollis; Martin. Filosofía de las ciencias sociales, S. A., traducción de Ana
Lizón; Barcelona; España; 1998.
Bibliografía 429