El amor y la familia
La palabra amor es una de las más
importantes del diccionario. Lo que
el ser humano necesita es amar y ser
amado. Pero vamos a entrar en la de-
finición. ¿Qué es amar? ¿Qué signifi-
ca? ¿En qué consiste? ¿Qué signifi-
cados cobija este concepto?
■ Afectividad
y psicología
La afectividad constituye uno de los
capítulos más importantes de la
Psicología y de la Psiquiatría. De las
dos funciones psíquicas principales
del comportamiento humano –la in-
teligencia y la afectividad– se derivan
y distinguen dos tipologías humanas:
el individuo predominantemente ce-
rebral, por un lado, y el hombre esen-
cialmente afectivo, por otro. Entre am-
bos se sitúa un estado intermedio de
estilos y formas de ser.
Las demás funciones psicológicas
–percepción, memoria, pensamien-
to, lenguaje, actividad…– tienen vida
propia; pero, de algún modo, están
supeditadas a estas dos: la inteli-
gencia y la afectividad. Y, tal vez, ten-
dríamos que mantener en esta misma
línea la conciencia, que es la herra-
mienta que hace que percibamos la
realidad.
¿Qué es la afectividad?
La definición de afectividad no es fá-
cil. Trazar un perfil claro y bien deli-
mitado de este concepto entraña se-
rias dificultades. Todos sabemos algo
de ella, pero pocos nos atrevemos a
establecer una noción rotunda y con
rasgos nítidos, que sintetice la fron-
dosidad de fenómenos que en ella
confluyen.
A continuación se explican algunos
de sus aspectos esenciales:
1. Es una experiencia personal. El in-
dividuo la vive. No es, pues, algo
que le cuentan a uno o de lo que es
informado por una tercera perso-
na, sino un sentimiento que él mis-
mo protagoniza. Esto es lo funda-
mental.
2. El contenido de la vivencia es un
estado de ánimo que se manifies-
ta a través de las principales ex-
presiones afectivas: emociones,
sentimientos, pasiones y motiva-
ciones. Esas cuatro categorías in-
ternas encierran las formas de ex-
perimentar la afectividad.
3. Toda vivencia deja una huella; y el
impacto de dicha experiencia, un
rastro, una especie de vestigio en la
personalidad. La significación del
mismo dependerá del tema, la in-
tensidad y la duración. Según esas
tres notas, así será el curso poste-
rior de la vivencia.
Tratemos de explicar de una forma
más clara qué es la afectividad. Un
ejemplo extraído de la vida diaria nos
dará la pista. Acuden a la consulta de
un psiquiatra tres personas: un en-
fermo, su mujer y un amigo.
El enfermo tiene una depresión: está
triste, decaído, sin ganas de nada.
Habla muy poco y, cuando lo hace, es
para decir que su problema no tiene
solución, que quiere morirse, que no
puede vivir así. Junto a este abatimiento
general se observa un enlentecimien-
to muy marcado de toda su conducta.
La mujer que le acompaña dice que
su problema es tan suyo, invade tan-
ta parte de ella, que podemos afir-
mar, sin temor a equivocarnos, que
es también actriz esencial en el cua-
dro que presenciamos. No lo con-
templa: lo vive. Sin embargo, el ami-
go está ya más distante lo que allí se
está viviendo; es evidente que algo
de lo que sucede le impregna –si no,
no estaría allí–; pero con otra densidad
y cualidades distintas.
Finalmente, nos encontramos con el
médico, presente en la escena por su
faceta profesional. Su misión es ayu-
dar a este hombre a que se cure y
supere ese estado melancólico. De
algún modo, se juega un poco su
prestigio.
Este recorrido nos muestra cómo un
mismo hecho se vive de muy distin-
tas maneras. La afectividad es el
modo en que somos afectados inte-
riormente por las circunstancias que
se producen en nuestro alrededor. En
cada uno de los personajes anterio-
res encontramos lo subjetivo.
Hoy el estudio de la afectividad ha
cambiado y se ha hecho más amplio.
Abarca tres dimensiones:
1. La fisiología de ese estado afectivo,
es decir, los síntomas y las sensa-
ciones físicas que la acompañan.
2. La conducta, el comportamiento
que se registra a través de la ob-
servación externa.
3. La vertiente cognitiva y las percep-
ciones, los contenidos de la me-
moria, las ideas, los pensamientos,
los juicios, etc., tal como son en el
curso de la misma.
Afectividad
y ámbito emocional
¿Sé encontrarme a mí mismo? Todo
lo referente a la afectividad consiste
en un violento cambio interior que se
lleva a cabo de forma brusca, en unos
casos, o paulatina y sucesivamente,
en otros; va a significar un estado sin-
gular de encontrarse uno consigo
mismo, de darse cuenta de la reali-
dad personal, pero partiendo de esa
modificación interior.
Definir la estructura de la afectividad
implica adentrarse en todos los an-
gostos y serpenteantes vericuetos y
buscar los aspectos principales que
definen el ámbito emocional de una
persona. No hay que olvidar que la
intimidad humana es densa y com-
pleja, está llena de parcelas desco-
nocidas y aspectos complejos. De ahí
que tantas veces los sentimientos
sean un enigma: los estudiamos, los
clasificamos, somos conscientes de
sus cambios y de sus consecuencias,
pero debemos tener presente que hay
muchos momentos imprevisibles. Éste
es el aspecto arriesgado de los sen-
timientos, puesto que no podemos
decidir sobre el momento de su ma-
nifestación.
¿Redifiniendo el amor?
El sentimiento más noble que puede
habitar en el ser humano es el amor,
palabra, falsificada en la actualidad
debido al abuso, la manipulación y la
adulteración que ha sufrido. Por ello,
convendría precisar, a la hora de re-
ferirnos a él, de qué tipo de amor es-
tamos hablando.
Hay que impedir a toda costa –toda-
vía estamos a tiempo– que este tér-
mino se trivialice y entre a formar par-
te del materialismo imperante.
Debemos volver a describir su au-
téntica grandeza, su fuerza, su belle-
za, su placidez, pero también sus exi-
gencias. En definitiva, descubrir su
profundidad y su misterio.
El amor para Platón era «el gozo y
el deseo de engendrar la belleza»;
para los neoplatónicos, la ruta fun-
damental del conocimiento. Platón
decía: «el amor es como una locu-
ra, un dios poderoso que lleva al co-
nocimiento».
Sin embargo, el sentimiento es un es-
tado subjetivo difuso que tiene siem-
pre una carga positiva o negativa.
Esto significa que no existen senti-
mientos neutros. Por tanto, la expe-
riencia interna es siempre de aproxi-
mación o rechazo. Los sentimientos
invitan al hombre a una excursión por
las partes y el interior de su intimi-
dad.
■ Las cuatro vivencias
afectivas más
importantes
Estos cuatro referentes son los sen-
timientos, las emociones, las pasiones
y las motivaciones. Estas distincio-
nes psicológicas son importantes si
queremos tener las ideas claras sobre
algo tan fundamental como la edifi-
cación personal de un amor inteli-
gente, cuyo camino más frecuente es
el sentimiento.
Los sentimientos
Los sentimientos son la vía regia de la
afectividad, el modo más frecuente
en que ésta se manifiesta. La amistad
sería uno de sus principales expo-
nentes, así como las relaciones afec-
tivas sólidas gracias a los años y las
raíces.
Las emociones
Las emociones son más fuertes e in-
tensas y se acompañan de manifes-
taciones físicas (taquicardia, pellizco
gástrico, sudoración, nerviosismo, di-
ficultad respiratoria, etc.), pero, por
esta manifestación física no es tan
usual, ya que aparece cuando alguien
vibra con algunas experiencias sin-
gulares de forma tal que se expresa
corporalmente. Entre estos estados
el miedo, la ansiedad, la crisis de pá-
nico, la alegría desbordante por haber
conseguido algo que se ha persegui-
do durante años…
Las pasiones
En una escala superior situamos la
pasión: tiene la misma intensidad –al
menos– que la emoción, pero la car-
ga afectiva o sentimental es tan alta
que, con frecuencia, conduce a des-
dibujar o emborronar la razón, así
como el acto de razonar.
Las pasiones tienen un origen intere-
sante: su origen es el latín passión,
que procede a su vez de pati, que sig-
nifica ‘padecer’ o ‘ánimo que pertur-
ba la razón’. La intensidad de la pa-
sión arrastra al arranque, a vivir esa
circunstancia que la produce con ar-
dor y vehemencia. Es, entonces,
cuando la inteligencia o la razón per-
manecen en un segundo plano, jun-
to con el conocimiento y el juicio.
Aristóteles decía que las pasiones
eran una de las cuatro categorías vi-
tales primordiales y las contraponía
a las que conducen a la acción.
La pasión es una modificación inten-
sa y de cierta permanencia de la afec-
tividad, que puede llegar a acompa-
ñarse de síntomas físicos como los
ya apuntados. Es posible que esta
modificación intensa conduzca a la
alteración –que en sentido etimológi-
co quiere decir ‘acción del otro’ o con-
ducta dirigida desde ese origen al ex-
terior–, que comporta una sacudida
capaz de romper la forma de ser ha-
bitual de cada uno.
Esta variante psicológica, extrapola-
da al terreno del amor conyugal, si no
se controla o sujeta a tiempo, puede
tener unas consecuencias muy ne-
gativas y llegar, incluso, a hacer me-
lla en nuestra trayectoria biográfica.
Las pasiones son más intensas y
fuertes que las emociones, suelen
nublar el entendimiento o hacer que
la razón se vaya a un tercer o cuar-
to lugar.
Las motivaciones
La cuarta vía de aproximación a la
afectividad es la motivación. Todo
aquello capaz de empujar la existen-
cia hacia el futuro, el mañana, aun-
que la meta esté lejana y no se vea o
se haya perdido la perspectiva y el
camino por donde encontrarla. La psi-
cología moderna tiene aquí un fuerte
punto de apoyo para explicar el por-
qué de muchas conductas. También
el amor se va a ver influido podero-
samente por ella.
■ El enamoramiento
El enamoramiento es una emoción
apasionada que se experimenta hacia
alguien y que, en la juventud, es más
fuerte que en épocas posteriores.
Puede ser un sentimiento, una emo-
ción, una pasión y una motivación.
Cuando una persona se está enamo-
rando, lo primero que sucede es una
emoción positiva de atracción, que
en la edad juvenil suele ser especial-
mente apasionada. Con ella nos mo-
tivamos. Con el paso de los años, se
transforma en un sentimiento: se hace
más suave y duradero. A medida que
el tiempo discurre, todo se desliza más
hacia el plano de los sentimientos, la
ruta normal de la afectividad tras los
momentos estelares. El tiempo o la
madurez se encargan de que seamos
capaces de consolidar un amor es-
table, rico, armonioso, tejido e hilva-
nado de reciprocidad.
¿En qué consiste enamorarse?
La raíz del núcleo afectivo es el ena-
moramiento. Este concepto ha sufri-
do una evolución desde los trovado-
res hasta el Romanticismo, aunque
siempre se mantiene un núcleo de
fondo, con variaciones sobre el pa-
pel de la mujer. Por ejemplo, Jaufré
Rudel, un poeta nostálgico, centraba
todo en el amor lejano. Sin embargo,
obviaba una de las principales difi-
cultades que, a la larga, presenta el
amor: la convivencia diaria, la verda-
dera asignatura pendiente que todos
debemos aprobar si queremos pasar
el examen de las relaciones conyu-
gales del día a día.
Es uno de esos momentos inolvida-
bles que van a vertebrar la existen-
cia, pues de las decisiones que en-
tonces se tomen se derivarán unos
hechos decisivos que nos marcarán
para bien o para mal.
Enamorarse es encontrarse a sí
mismo fuera de sí mismo. Es decir-
le a alguien: «¿Quieres compartir la
vida conmigo para siempre?». En los
tiempos actuales, al estar falsificada
la palabra amor, la expresión para
siempre connota algo excesivo.
Enamorarse es querer a alguien en
exclusividad y pensar con ella y
en ella para compartir el futuro. Ena-
morarse es necesitar a una perso-
na, no entender la vida sin ella. Eso
es algo grande y hermoso. Una de las
cosas que más enamora es la intimi-
dad, después de la natural atracción
física, más importante para el hombre
que para la mujer. La intimidad sig-
nifica sumergirse en el mundo del
otro y descubrir valores, ideales, sen-
timientos nobles, grandeza de es-
píritu.
Quien sólo se queda en la belleza ex-
terior permanece en las afueras. El
que, además, se enamora de la be-
lleza interior, está apostando por un
amor duradero, por algo que persis-
ta y que tenga cada vez más fuerza y
firmeza con el paso de los años.
Lo que no es
enamoramiento
Hay muchos estados que se parecen
al enamoramiento, pero no son tales.
Una gran mayoría de amores tienen en
realidad poco de amor. Hay en ellos
pasión, deseo, interés, empeño al ha-
ber aceptado o simplemente una
atracción física y sexual… Eso no es
verdadero amor. Alguien puede que-
darse deslumbrado ante ciertos as-
pectos parciales; la belleza, la ele-
gancia, la naturalidad, la sencillez, el
dinero, los valores espirituales, la in-
teligencia, la capacidad de compren-
sión…, o ante un conjunto de ellos, de
tal forma que le da a esa persona un
valor por encima de las demás. Esas
cualidades ponen en marcha el pro-
ceso del enamoramiento: lo que se
ve, lo que se insinúa, incluso lo que
se escucha o imagina.
Los primeros amores son inolvidables
por la huella que dejan; parecen un
río caudaloso que nos arrastra con
su corriente y al que es difícil resistir-
se, sobre todo si sucede en edades
tempranas, cuando la persona toda-
vía no conoce el mecanismo de los
sentimientos.
Características
del enamoramiento
Stendhal, uno de los grandes nove-
listas del Romanticismo francés, dis-
tinguía cuatro tipos de amor: amor-
pasión, amor-placer, amor-físico y
amor-vanidad. A este respecto decía:
«la inmensa mayoría de los hombres,
sobre todo en Francia, desea una mu-
jer de moda, como se posee un her-
moso caballo, como una cosa nece-
saria al lujo del mancebo. La vanidad
más o menos halagada». Por eso,
donde más se refleja o define el ser
humano es en la elección amorosa.
Al preferir a una persona hacemos
una selección en la que influyen di-
versos factores; pero en el hombre,
más que en la mujer, la belleza actúa
como reclamo, predispone a lo mejor,
sobre todo en algunos que necesitan
las alabanzas constantes de la mu-
jer. Una cierta admiración colectiva le
da alas a ese amor. La belleza actúa,
entonces, como catalizador y a la vez
abre las puertas de la ilusión. Y la fe-
licidad, como se sabe, consiste en
primer lugar en tener ilusión, que no
es más que la capacidad para mirar
hacia el futuro con esperanza y ale-
gría.
En definitiva, la raíz del enamora-
miento podría quedar definida por
tres notas esenciales:
1. Se puede afirmar que quien está
embargado por ese estado de áni-
mo le dice a la persona amada: «no
entiendo la vida sin ti, eres el prin-
cipal argumento de mi proyecto de
vida». Es decir, «no concibo la vida
sin que tú estés a mi lado. Te ne-
cesito. Eres fundamental para mí».
2. Se produce, de este modo, una
reacción de no dejar de pensar en
la otra persona, que está una y otra
vez en la cabeza: no se puede de-
jar de pensar en la persona ama-
da, que está una y otra vez circu-
lando por los escenarios de nuestra
mente. Asoma aquí y allá. Se inicia
una especie de diálogo interior con
ella, a sotto voce, de estirpe subli-
minal, inconsciente.
3. Se hace realidad la idea de que el
enamoramiento auténtico lo trans-
forma todo: disuelve las heridas del
pasado, las atenúa y favorece su
cicatrización; agranda y dilata el
presente; y, sobre todo, ilumina con
luces nuevas la vida personal, mez-
clando alegría, entusiasmo, deseo
de mejorar y buscar la comunica-
ción con la persona a la que ama-
mos. La vida se vuelve pletórica.
Por el enamoramiento merece la
pena vivir, y los sinsabores, las frus-
traciones y los reveses entran por
fin en vías de solución.
El amor verdadero
Es muy importante hacer este primer
recorrido: ver con relativa claridad a
quien tenemos ante nosotros, distin-
guiendo sus planos, facetas, aspec-
tos y valores. En este sentido, la pre-
cipitación siempre es mala. Muchas
veces puede ser resultado de ese
quedarse deslumbrado de entrada.
Se necesita tiempo, reposo, para ob-
servar y analizar el posible «nosotros»
que se va a formar.
Amar a una persona es creer en ella,
fiarse de su condición y brindarle lo
mejor que uno pueda darle. ¿Qué es
lo mejor? Pues hacerla libre y apro-
ximarla a la verdad. Esto hay que lle-
varlo a la práctica, no dejarlo sólo en
el plano intelectual. La libertad tiene
un objeto: el bien. Y, por otra parte, la
verdad conduce a estar en la realidad,
saber a qué atenerse y reconocer las
propias aptitudes y limitaciones.
Lo positivo y esencial es que el ena-
moramiento sea verdadero, que trai-
ga el amor y que llegue para quedar-
se. Cuando la vida levanta su oleaje
atraída por el mejor sentimiento, el
amor se convierte en la fuerza de las
fuerzas. Desde los reyes a los plebe-
yos, desde los intelectuales a la gen-
te de condición sencilla, lo que el
hombre necesita es amor verdadero.
Es fácil enamorarse y difícil
mantenerse enamorado
Todo amor auténtico encierra una as-
piración de absoluto. El amor huma-
no es una de las formas más excelsas
de amistad, con una importante con-
notación sexual. El amor verdadero
implica tratar a la otra persona de for-
ma casi excepcional. Cuando, con el
paso del tiempo, se produce la ero-
sión inevitable de la convivencia dia-
ria, se observan descuidos: es el mo-
mento de reaccionar. Si queremos
que este amor ilumine de verdad
nuestras vidas, hay que lograr que
permanezca atento, fino, generoso,
siempre dispuesto a lo mejor.
■ La familia es un
tema fundamental
La familia es la célula de la socie-
dad. Un elemento básico, esencial,
de vital importancia. La buena salud de
una familia, su funcionamiento ade-
cuado, es uno de los logros más des-
tacados de la vida.
¿Qué es la familia?
La familia es aquel grupo humano que
arranca de la unión de un hombre con
una mujer y los hijos venidos de esa
unión. Hoy hablamos de la familia am-
pliada, que incluye a los abuelos y que
hoy tienen una enorme importancia
porque ayudan a la educación de los
nietos. La familia constituida por un
hombre, una mujer y sus hijos cons-
tituye un fenómeno universal, presen-
te en cualquier tipo de sociedad.
Existe de verdad una familia allí don-
de se da la unión de una pareja hete-
rosexual o bien una relación de pa-
dres e hijos, que puede ser mediante
un acto público religioso, civil o como
pareja de hecho sin firmar ningún tipo
de documento. De aquí parten tres
ideas centrales:
1. En la familia están claros el papel
masculino y femenino, del padre y
de la madre, y se incluye la prohi-
bición del incesto.
2. La familia es el lugar ideal donde se
debe trabajar el amor de los espo-
sos (o la pareja) y en donde cada
hijo es tratado con dignidad, cariño
y como persona individualizada. La
familia es la ecología natural donde
el amor tiene que ser el hilo de unión,
para que esa pareja se haga fuerte
y estable y donde los hijos vayan
madurando y abriéndose a los gran-
des temas de la vida (el desarrollo ar-
mónico de su personalidad, el ir te-
niendo una afectividad sana, una
inteligencia ilustrada y una voluntad
que va creciendo para ganar en in-
dependencia y criterio propio).
3. Es muy provechoso hacer familia:
orientar y facilitar la comunicación
entre las distintas generaciones, en-
señando a dialogar y a vivir lo que
debe ser el concepto de hermano,
que no es otra cosa que descubrir al
otro. De ahí saldrán los conceptos
de hermandad y solidaridad, tan im-
portantes en la sociedad.
La sociedad actual se encuentra en
una profunda crisis negativa sobre lo
que debe ser la familia y se han ido
debilitando las ideas sobre su grande-
za y dignidad. Hoy, con cierta fre-
cuencia, a cualquier relación o unión
la llamamos familia. No son una au-
téntica familia las parejas homose-
xuales: son uniones de hecho respe-
tables, pero que no son matrimonio,
pues su esencia consiste en la unión
de un hombre con una mujer abierta
a la procreación de los hijos.
■ La labor de la madre
y del padre
Cada miembro de la pareja conyu-
gal tiene una cierta delimitación de
sus funciones, aunque los campos
de ambos se cruzan, se entre-
mezclan, se superponen y com-
plementan. La mujer ha sido siempre
la que ha transmitido los sentimien-
tos, el mundo de la afectividad, por
eso no hay amor como el de una ma-
dre. El amor materno es un icono de
generosidad, espejo donde se de-
ben mirar otros amores: es un amor
de donación, que no pide nada a
cambio, que busca el bien del hijo
por encima de todo y que está lleno
de comprensión, disculpa, apoyo,
perdón.
El hombre ha sido quien, tradicional-
mente, ha transmitido el sentido del
trabajo, la responsabilidad económi-
ca y el pilar material de la familia. Hoy,
en plena entrada del siglo XXI, esto si-
gue vigente, aunque con muchos ma-
tices. En muchos ambientes, la mujer
y el marido trabajan fuera de casa y
cada uno de ellos hace su aportación
económica.
En muchas parejas, la mujer gana más
dinero que el hombre y los papeles
clásicos se han invertido o mezcla-
do, lo cual da una vitalidad y un di-
namismo muy positivo a la familia: el
padre debe ayudar en las tareas do-
mésticas, conoce la importancia de
contar cuentos a sus hijos por la no-
che (lo que se llama en inglés el bed
time, ese tiempo en el que el niño está
en la cama y su padre, sentado en la
cabecera le cuenta un cuento, y lo
sumerge en un mundo agradable y
mágico, donde la fantasía se abre
paso en su cabeza) que, con el paso
de los años, deja un huella imborrable.
También el padre transmite senti-
mientos, alejándose de aquella sen-
tencia machista tantas veces oída,
de que «los hombres no lloran»; o
aquella otra de «los hombres no ex-
presan sus sentimientos, los guar-
dan». ¡Qué error! Esa forma de en-
tender las cosas ha llevado muchas
veces a fabricar un tipo de hombre
seco, distante, frío, inexpresivo de
afecto, que lo vuelve incapaz para la
vida conyugal.
El hombre también debe empeñarse
en la educación de los hijos: ayudán-
doles a que se vayan encontrando a
sí mismos, a que saquen lo mejor de
su persona, a pulir y a limar las aris-
tas de su personalidad.
La madre humaniza la familia. Es ella
el cemento de unión de unos y otros.
La ternura es el ungüento del amor; la
manera fina de ir dejando caer el afec-
to, el ponerse en el lugar del otro y
saber que la generosidad es darse,
pensar más en los demás que en uno
mismo.
Las responsabilidades
compartidas
Padre y madre deben tratar de
construir relaciones orientadas a
la comunicación, a la alegría y a fa-
cilitar el desarrollo integral de la
persona.
Unidad afectiva hecha de un amor
fuerte; unidad económica; saber cap-
tar las diferencias y desigualdades
entre el hombre y la mujer; espacio
emocional donde el niño es valorado
por sí mismo como un don y un bien,
como un ser indigente al principio y
maravilloso al que hay que convertir
en persona, con todo lo que eso sig-
nifica; y, finalmente, en la familia debe
enseñarse que la sexualidad es un
lenguaje del amor, no un juego di-
vertido, de usar y tirar; además, la
espiritualidad, que nunca puede es-
tar ausente en una educación que
merezca tal nombre: descubrir la tras-
cendencia, lo sobrenatural, que nun-
ca puede estar superado esto en una
sociedad que pretenda ser coheren-
te, atractiva y con valores que no pa-
san con el tiempo.
El lugar de los hijos
La familia ha cambiado hoy en día y
se ha enriquecido. Hemos pasado del
patriarcado al filiarcado. Antes, hace
unas décadas, en la familia mandaban
los padres, eran los que dirigían sus
pasos; hoy, en la familia, mandan los
hijos. Se ha producido una democra-
tización de la familia: las relaciones
verticales han pasado a ser horizon-
tales. Y con el paso de los años el
padre hace de hijo y la hija hace de
madre, y hay una rotación de funcio-
nes preciosa que está llena de gran-
deza.
El padre ausente
Hay que hacer mención al llamado
padre ausente en las familias esta-
bles: es aquel padre que existe, pero
que no aparece, no cuenta, no es ca-
paz de transmitir amor, afectividad,
conocimiento… que se ha ido con-
virtiendo en una figura vacía, sin re-
lieve, porque no se implica a fondo
con el resto de la familia. Esta situa-
ción es la de padres adictos al traba-
jo, que sólo tienen tiempo para tra-
bajar. Muchos hijos dicen: «papá,
vuelve pronto a casa; no queremos
que ganes más dinero ni que nos
compres más cosas: te queremos a
nuestro lado».
■ Las familias en crisis:
una realidad
de nuestros días
No existe una crisis de la familia en
sentido estricto, sino una crisis de
la persona. El mundo actual, tan
complejo y lleno de contradicciones,
ha ido produciendo un tipo humano
débil, vulnerable, quebradizo, poco
sólido, incapaz de amar de verdad a
otra persona y entregarse a ella de
por vida.
Efectos de la inmadurez
en la familia
Se ha producido en los últimos años
una socialización de la inmadurez: es
mucha la gente que no sabe lo bási-
co sobre cómo mantenerse enamo-
rado o construir una pareja estable
de por vida o cómo deben trabarse los
sentimientos.
De este modo, aparece un aumento
de divorcios. Hay que hacer una lla-
mada mundial para la educación para
el amor, con sus leyes y complicida-
des. El amor conyugal es alquimia,
magia y códigos secretos. Cuidar los
detalles pequeños es amor inteli-
gente.
Los problemas de la vida conyugal
dan lugar a parejas rotas, familias
monoparentales regidas por la ma-
dre (en la gran mayoría de los casos),
parejas de hecho, parejas pasaje-
ras… Todo esto tiene muchas con-
secuencias: el gran sufrimiento de
muchas personas durante años (el
padre, la madre y, especialmente, los
hijos).
¿Hay soluciones
para estas situaciones?
Hoy existen métodos de terapia con-
yugal para parejas en crisis, que son
eficaces y que ayudan a recompo-
ner esas relaciones. Las pautas van
desde el perdón, como gran acto de
amor, que es capaz de olvidar los as-
pectos negativos y evitar el rencor,
ese sentirse dolido y no olvidar.
También el adquirir habilidades en la
comunicación conyugal, evitar dis-
cusiones innecesarias, no sacar las
lista de agravios del pasado, tener
el don de la oportunidad para decir
algo crítico a la otra persona, el sa-
ber tener una sexualidad positiva ba-
sada en la comunicación profunda y
un largo etcétera en esa misma di-
rección.
Editorial Casals, fundada en 1870

Libro adaptado a los contenidos que prescribe la Ley Orgánica de Educación de 2006,
en la que se establece el currículum correspondiente a la Educación Secundaria Obligatoria.

Las actividades de este libro se proponen como

modelos de ejercicios que cada alumno/a debe
resolver en su libreta o cuaderno. En ningún caso
debe realizarlas en el propio libro.

Este libro ha recibido el Sello de Calidad otorgado

por la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE)

Coordinación editorial: Ramon Manté

Asesoramiento pedagógico: Miguel Ángel García, Enrique Rojas, Mariano Sáez
Revisión lingüística: Cristina Alario, María José Rueda
Diseño de cubierta: Eumogràfic
Diseño interior: Bassa &Trias
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Ilustración: Mercè Canals
Fotografía: Aci, Aisa, J.M. Barres, J. Carrera, Cordon Press, Firofoto, G. Mercader, Prisma
Obras de arte reproducidas: Las reproducciones se han realizado según el artículo 32
de la Ley de Propiedad Intelectual.

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ISBN: 978-84-218-3671-2
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