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Carlota Rodríguez Fernández 2B

ÉTICA Y POLÍTICA:
Contexto histórico:
Aristóteles fue un filósofo y científico de la Antigua Grecia que tuvo una enorme
influencia. Fue discípulo de Platón y de otros pensadores. Fue maestro de Alejandro
Magno y fundó el Liceo de Atenas.
Tras las Guerras del Peloponeso sucede en Grecia una alternancia hegemónica de
distintas polis hasta ser sometidas por Filipo II, rey de Macedonia, quién las unificará bajo
su poder tras vencer en la batalla de Queronea. Esto ocasiona que se genere un fuerte
sentimiento antimaceidónico.
Al ser asesinado Filipo, hereda el trono Alejandro Magno, que tras sus conquistas dio
como resultado el fenómeno cultural conocido como Helenismo. Dichas conquistas y su
muerte prematura dan lugar a los Estados Helenísticos.
Contexto filosófico:
Su influencia más destacada es la herencia directa de Platón y a través de este de
Sócrates, así como de los problemas físicos de los presocráticos.
De Platón hereda el problema metafísico y lingüístico de los particulares y los universales
(frente a las ideas de Platón hablará de formas y de substancias primera y segunda). Su
filosofía está marcada por el rechazo a la duplicación platónica de la realidad y su intento
de constituir una ciencia de lo sensible.
En cuanto a la filosofía práctica, destaca el rechazo al intelectualismo moral platónico y
la importancia del hábito y la práxis en su ética.
De los presocráticos hereda el interés por el estudio de la naturaleza y del arché, así como
el problema del movimiento que se deriva de la polémica entre Heráclito y Parménides;
rechazando la respuesta platónica, por duplicar la realidad, responde a este problema
con los conceptos potencia y acto.
Las obras de Aristóteles se dividen entre las exotéricas (mayoritariamente diálogos) y las
pedagógicas, que eran resúmenes de las lecciones dadas en el Liceo. Estas últimas se
dieron a conocer gracias a la recopilación realizada por Andrónico de Rodas. En ellas hay
tratados lógicos, físicos, biológicos, metafísicos y de ética y política
Comentario:
1. La idea de polis y la naturaleza social del ser humano
Aristóteles comienza afirmando que el hombre se asocia en comunidades políticas, que
son entidades naturales. Esto es así porque el hombre es por naturaleza un ser político.
Por tanto, esta tesis es contraria al convencionalismo de algunos sofistas, ya que sitúa en
el origen de la sociabilidad lejos del propio interés de las personas. Además, Aristóteles
expone que el hombre aislado es antinatural, ya que el individuo aislado no puede
alcanzar su perfección, puesto que no se basta a sí mismo, siguiendo el carácter
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teleológico del pensamiento aristotélico. También hay otros animales que viven en
sociedad, pero, a diferencia de estos, el hombre tiene la razón y la palabra, lo que implica
la comunicación. El “logos” sirve para “expresar lo conveniente y lo dañoso, así como lo
justo y lo injusto”. Además, el hombre es el único animal que puede distinguir entre el
bien y el mal y por ello, puede manifestarlo mediante el lenguaje. De este modo, la
sociedad aparece a partir de la propia naturaleza humana.
Por esta razón, el hombre se agrupó en diversas comunidades con un telos específico .
La familia es la unidad social básica creada para solventar las necesidades cotidianas y
perpetuar la especie. La aldea es la agrupación de familias, formada para atender
necesidades administrativas y culturales. La ciudad-estado resulta de la agrupación de
varias aldeas y tiene la finalidad más alta: la vida feliz de la comunidad.
La polis se caracteriza por la autosuficiencia, es decir, la capacidad de satisfacer todas las
necesidades humanas. Por tanto, intenta alcanzar la armonía de los ciudadanos, la
autarquía y la educación de los individuos para crear mejores ciudadanos. Además,
Aristóteles describe su polis ideal siguiendo su concepción del término medio.
Por otro lado, las funciones de la ciudad dividen a los habitantes. Únicamente los
ciudadanos se ocupan de la guerra, el gobierno y el culto divino. Por tanto, un ciudadano
se caracteriza por participar en la defensa de la ciudad y pertenecer a la asamblea, por lo
que puede gobernar y juzgar en los diversos tribunales. Uno se hace ciudadano si tiene
las virtudes necesarias para estas tareas: el valor, la prudencia, pero sobre todo la justicia,
ya que en ella el individuo busca el bien de los demás y no solo el suyo.
2. La justicia La justicia es la virtud que posee todas las virtudes.
Aristóteles la denomina justicia legal y consiste en el cumplimiento de las leyes, por lo
que abarca a las demás virtudes. El origen de estas es la sabiduría práctica aplicada a la
ordenación de la ciudad, por lo que son la expresión de las virtudes de la ciudadanía, no
son simples convenciones.
Aristóteles también se refiere a la justicia como una virtud particular que consiste en el
trato equitativo, es decir, los iguales deben ser tratados igual. La equidad se convierte en
el fundamento de la armonía social y en el principio básico de la legislación. Pero este
autor distingue entre la justicia conmutativa, que exige que a cada uno se le dé
exactamente lo mismo, y la distributiva, que exige que a cada uno se le dé en proporción
a sus méritos.
Esta idea de justicia puede parecer contradictoria con la exclusión de la condición de
ciudadanos que sufren las mujeres, esclavos, artesanos, etc. Aristóteles justifica esto
afirmando que existen razones en la misma naturaleza de las personas que explican ese
trato diferencial.
3. Las formas de Gobierno
Aristóteles no tiene un ideal absoluto para la constitución del Estado como Platón, sino
que la forma más conveniente de gobierno depende del carácter del pueblo. No
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obstante, Aristóteles prefiere una república con una clase media numerosa y provista de
bienes. Segundo esto, diferencia tres formas de gobierno legítimas (monarquía,
aristocracia y democracia) y tres ilegítimas (tiranía, oligarquía y demagogia).
La superioridad de la democracia se debe a que el pueblo representa una suma de
competencia superior a la del mejor hombre solo. Además, el pueblo puede juzgar mejor
al Estado por ser usuario de él. Unido a esto, un número grande de hombres es más
difícilmente corruptible que uno pequeño y la libertad se asegura mejor cuando se
alternan las condiciones de gobernante y gobernado.
4. Introducción ética y política
Así, el buen gobierno de la ciudad es una garantía para la vida feliz. Por ello, la política es
la continuación de la ética, que quedaría vinculada y subordinada a ella. La ética forma
parte de la política porque el individuo sólo no se puede desarrollar en la sociedad: el fin
de la ética (la vida feliz) sólo puede alcanzarse dentro de un orden social adecuado. El fin
de la política es también la propia vida buena de los ciudadanos, para lo que crea las
condiciones sociales más adecuadas para los ciudadanos.
5. Eudemonismo
La ética aristotélica es teleológica, es decir, que entiende que la vida humana tiende
hacia un fin que es su bien, por lo que fin y bien coinciden. Para alcanzarlo, proponen
normas que orienten nuestra conducta hacia su consecución. No obstante, Aristóteles
niega la trascendencia de este bien en sí, oponiéndose a Platón, aunque estos fines están
relacionados jerárquicamente. Para que este orden sea completo debe haber un fin final,
algo que queremos por sí mismo y a lo cual deben subordinarse todos los demás. Esto es
la felicidad, que se dice en griego “eudaimonía”, por lo que esta posición ética se conoce
como eudemonismo.
Sin embargo, para algunos la felicidad consiste en las riquezas, los honores o los placeres.
Pero estos caminos no son verdaderos porque tales cosas no pueden ser buscadas por sí
mismas. Si algo que es un medio es buscado como lo fundamental, entonces la conducta
está mal ordenada y no puede alcanzar la felicidad. Por tanto, la felicidad tiene que ser
el resultado del correcto desempeño de lo que es propio. La perfección de la actividad
propia de cada cosa se denomina virtud. Lo propio del hombre es la razón.
6. Virtud, Noción y Clases
Existen dos tipos de virtudes (intelectuales y morales) puesto que se puede vivir guiado
por la razón o dedicado a la razón. Las denominadas virtudes intelectuales hacen que
nuestro conocimiento sea excelente. Se adquieren mediante el aprendizaje y necesitan
de experiencia y tiempo. Entre ellas hay también una virtud ética con especial
importancia: la prudencia o sabiduría práctica, que se encarga de determinar lo que es
correcto o adecuado.
A lo hora de hablar de las virtudes morales o excelencias del carácter, Aristóteles
entiende por carácter el modo de ser de una persona que se expresa en sus acciones,
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que reflejan así el carácter. Para que estas acciones sean reveladoras de nuestro
carácter, deben ser habituales en nosotros. El hábito es una disposición a obrar de
determinada manera. De este modo, el carácter de una persona se adquiere con el
hábito y este se manifiesta en las acciones.
Por tanto, una virtud es una disposición adquirida de la voluntad, consistente en un justo
punto medio relativo a nosotros, determinado por la recta razón y tal como lo
concretaría el hombre dotado de prudencia. Es una “disposición adquirida de la
voluntad” porque es un hábito que se adquiere a partir de una aptitud inicial y se
desarrolla mediante el aprendizaje (virtudes intelectuales) y la repetición de buenos
actos (virtudes morales). Para adquirir virtudes se requiere el esfuerzo de la voluntad: la
perseverancia; de esta manera Aristóteles supera el intelectualismo moral de Sócrates.
Además, la virtud consiste en “un justo punto medio relativo a nosotros” porque es un
punto óptimo entre dos extremos viciosos, con lo que se recoge el ideal de moderación.
Este punto medio es relativo a nosotros, por lo que será la sabiduría práctica la que
aconseje sobre lo conveniente. De este modo, la función de la razón es regular la pasión.
Las virtudes morales son consideradas por Aristóteles como excelencias del ser humano
individual imprescindibles para su felicidad. No obstante, también son útiles socialmente,
porque son fuente de bienestar social

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