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Ferro, Roberto Augusto

Jacques Derrida: El largo trazo del último adiós/


Roberto Augusto
Ferro; d'mg1
· 'do por Mariano Arzadún. - la ed.
Buenos Aires: Quadrata, 2009. PENSAMIENTOS LOCALES
160 p.; 21 x 14 cm. (Pensamientos locales)
ISBN 978-987-631-006-2
l. Filosofia Moderna. I. Arzadún, Mariano
dir. II. Título
CDD 190

Imaginamos una colección popular de filosofia en la tradición del


ensayo. Tradición que ha mantenido vivas las voces de la crítica y el
compromiso irrevocable con la insistencia y resistencia vitales. Recono­
Colección Pensamiéntu.frmzler cemos tanto las impresiones indecisas como las expresiones conceptua­
Dirigida por: Ariel Pennisi - Adrián Cangi les, tanto la silueta o el contorno en el que viven ritmos y figuras como
la fuerza de creación de conceptos que renuevan el sentido e imponen
nuevas circunscripciones a las cosas y acciones. Ambas tradiciones son
Diseño de cubierta: Kovalsky
parte del ensayo filosófico argentino y del cono sur, que no carece ni
Ilustraciones: Micael Queiroz [www.micaelqueiroz.com]
de ritmos locales ni de colores de época que definen una atmósfera en
Diseño de interiores: Natalia Brega
la que viven movimientos del pensamiento. Valoramos el ensayo de
Correción: Esteban Bértola intervención que no sólo se contenta con la precisión de los saberes
sino que discute experiencias existenciales y modos sensoriales frente a
Esta obra se edita en el marco de la cooperación con las la apropiación y uso del conocimiento para la vida.
ediciones de la Biblioteca Nacional. Confiamos en el pensamiento local de autor que, ocupándose de
otros pensamientos al parecer lejanos, crea de improviso un giro en la
© Editorial Quadrata de Incunable SRL lengua, un silencio capaz de provocar tempestades o una constelación
Av. Corrientes 1471 - (Cl042AAAJ proclive a traer del afuera potencias amputadas en el interior. Creemos
Buenos Aires - Argentina valiosa la composición en nuestro medio de tradiciones que avanzan
info@editorialquadrata.com.ar
hacia la construcción de conceptos o hacia impresiones personales vo­
luntariamente fragmentarias. Para el conocimiento y para la vida una mi­
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rada exhaustiva nos parece tan intensa como la primera impresión. Nos
interesa lo singular bajo la figura estilística del nombre propio y creemos
Dirección comercial: Mariano Arzadún
que es posible hacer convivir miradas dispares, tanto las que captan el
marzadun@editorialquadrata.com.ar mundo de cerca, comprometidas con el detalle, como las que permiten
Dirección Editorial: Pablo Giménez entrever de lejos, tramadas por los ojos entornados. No proponemos
aquí un estéril debate entre objetividad y subjetividad, sólo creemos que,
Impreso en Argentina por parcial que fuera una mirada, hay caminos hacia el concepto y los hay
Printed in A ,;gentine hacia la opinión. Nos interesa la posibilidad de hacer convivir en el ensa­
yo filosófico local los mil ojos de la diferencia sin que el prodigio del pen­
samiento se desvanezca. Por ello nos provocan a pensar tanto las miradas
directas como las oblicuas, las que creen atesorar una verdad y aquellas
otras que se disponen en el ángulo que entorpece menos el movimiento
del objeto. Nos aventuramos en una tradición de polemistas y estilistas

(3]
en la que las "ideas propias" yacen en el magma indiferenciad9 de voces
entremezcladas, haciendo convivir la fidelidad a las obras que interrogan
y el punto de vista que recrea los vínculos con las fuentes. Tradición en
la que el intérprete con criterio y movimiento afectivo personal inaugu­
ra pensamientos anunciadores de una época aún no avistada en todos
sus términos conceptuales. Como si dijéramos que en ésta conviven el
ímpetu expositivo instruido y la intuitiva y áspera incuria espontánea, la
apropiación fundada en citas de autoridad y el desvío creativo, los modos
JACQUES DERRIDA,
cultivados en tiempos de calma y otros imprecisos amasados en tiempos
de convulsión, los gestos serenos de una técnica filosófica y la intuición
EL LARGO TRAZO DEL ÚLTIMO ADIÓS
inaugural encarnada en la experiencia, la evocación de una ontología
definidora de un sentido y un modo de autogobierno práctico para la
vida. Nos interesan los escritores a contrapelo que, hablando idiomas
singulares y estableciendo posición crítica, hacen de los problemas que
plantean una dramaturgia. La filosofia es, para nosotros, una posición Roberto Ferro
singular de un singular, y por lo tanto, requiere ritmos, figuras y estilos
también singulares. Filosofia inseparable de un modo de escritura, de
apropiación y de transformación de una tradición a la que se valora, pero
no como última palabra, ya que nos interesan, en el conjunto, los puntos
de inestabilidad que sirvan de enlace con un futuro distinto. Cuando
imaginamos esta colección, un solo acto de conciencia y emoción acom­
pañó el entusiasmo. Sabíamos que nos dirigíamos a un público amplio.
Pero la constatación abrió la pregunta: quién será el destinatario de una
colección popular y local de filosofia.
Un texto de filosofia vive en nuestra contemporaneidad como una bo­
tella lanzada a las aguas movedizas de un mar indiferente; sin embargo,
esta colección no se reduce, para nosotros, a un conjunto de libros-bo­
tellas ajustados de antemano a un público acotado, en la medida en que
alcance la forma de una intervención, de una cierta capacidad para evocar
la palabra de pueblos por venir. Una intervención apela a la reserva vir­
tual frente a la actualidad de un estado de cosas dado porque enfrenta, al
mismo tiempo, al nihilismo según el cual "no hay mucho en que creer"
y a la política revocable que piensa de antemano todo lazo social como
precario. Ante una sociedad como la nuestra, constituida por identidades
efimeras -amenazada por vínculos sociales ti-agilizados, modelos laborales
deleznables y por una única velocidad de vencimiento de las mercancías­
elegimos imaginar una intervención capaz de hacer de la inestabilidad de
nuestro tiempo una apertura del sentido que resiste abierto y vigilante.
EDITORIAL QUADRATA - Biblioteca Nacional
Adrián Cangi - Ariel Pennisi

[4]
ADVERTENCIA DEL AUTOR

Las citas corresponden a las ediciones en español -cuando las


hay-, en las que he introducido algunas modificaciones, en parti­
cular para unificar términos en los que hay diversas versiones como
différance o deconstrucción; en los otros casos, salvo que se indique
expresamente, las traducciones me pertenecen. Las bastardillas res­
petan la tipografia de los textos citados. He preferido desconstruc­
ción, que respeta la morfología del castellano, sobre deconstrucción
que, en cambio, evoca, la lengua inglesa.

[7]
a Roberto Gárriz
en buena ley

Alguien me dijo: "¿Sabes que Derrida ha mue1'to?Y'


No lo sabía. Tuve la impresión de ver caer un telón
frente a mí. Yo estaba solo con el nombre del difunto,
solo con un llamado a lafidelidad, solo con la sensación
de que el mundo se había puesto más pesado y más in­
justo, solo con el sentimiento de gratitud por lo que ese
hombre nos había demostrado.
Peter Sloterdijk
LIMINARES

Mientras nosotros leíamos a Foucault y a Derrida,


Foucault y Derrida leían a Borges.
Héctor Libertella

La primera noticia que tuve de Derrida me llegó una tarde del


invierno de 1972, en una época en la que Buenos Aires no era
precisamente una fiesta; una tarde contradictoriamente fría, en la
que aún no podíamos saber lo que nos iba a deparar el horror de
un futuro inminente, un horror que nos hizo, a menudo, extrañar,
ese tiempo en que habíamos vivido en una antesala creyendo que ya
era el infierno. Estábamos reunidos en uno de los bares de la calle
Corrientes, no recuerdo cuál, como tampoco recuerdo quién fue el
que con un gesto a medio camino entre la soberbia y el asombro,
tiró sobre la mesa aquel grueso volumen amarillo de la Editorial
Siglo XXI, con el nombre del autor y el título en grandes letras ne­
gras: Jacques Derrida -De la Gramatología.
Lo que sí quedó grabado en mi recuerdo de manera indeleble
era que el recién llegado participaba en un grupo de estudio, una
modalidad alternativa de difusión del saber que comenzó a propa­
garse en aquellos años en Buenos Aires y que exigía ingresar en una
conspiración clandestina si uno pretendía tener un conocimiento
más o menos riguroso de las nuevas corrientes de la crítica y la teo­
ría literarias. Las cátedras universitarias de la carrera de Letras, que
yo estaba cursando por esos años en la Facultad de Filosofia, esta­
ban reservadas para profesores que, por ignorancia o por obsecuen­
cia, habían borrado a los formalistas por rusos y a los estructuralistas
por evocar al sedicioso Mayo Francés.
"Hay que leerlo" dijo, como bajando línea o imponiendo una
opción ineludible. Acepté el mandato e inicié una travesía de la que
este libro es, por ahora, la última ramificación de una larga secuen­
cia discontinua. Antes hubo otras estaciones, la primera fue la publi-

[11)
cación de Trazos, un libro de poemas de 1978, en el que las marcas dicado a Pacho O'Donell, por entonces Secretario de Cultura de la
en el blanco de la hoja, de alguna manera, evocaban el sedimento Municipalidad de Buenos Aires y a la sazón funcionario menemista,
de intensas lecturas de Derrida. Con el curso de los años, se fue tra­ que abrumado por el rechazo optó por retirarse del escenario. Des­
mando un diálogo incesante entre sus textos, que seguían viniendo, pués, por su iniciativa, el diálogo estuvo relacionado con cuestiones
con las obras de Juan Carlos Onetti, Macedonio Fernández, Salva­ referidas a la literatura argentina, de la que sólo conocía los nom­
dor Elizondo, Haroldo de Campos, Jorge Luis Borges, entre otros. bres canónicos; amablemente, me indagaba en busca de indicios
Era un Derrida leído una y otra vez, atravesado por una biblioteca para tener una idea más matizada. Una vez que el ida y vuelta de los
que privilegiaba la literatura latinoamericana, pero también una bi­ gestos y las voces fueron armando un clima de mayor cercanía, me
blioteca superpoblada de franceses como Sartre, Lévi-Strauss, Bar­ decidí a darle la segunda edición de mi "librito", así lo mencioné li­
thes, Deleuze, Foucault, Blanchot, en la que no estaban ausentes la teralmente, porque fue lo único que se me ocurrió decir mientras se
filosofia y el psicoanálisis. Luego, con el regreso de la democracia lo entregaba. Después vino una larga digresión en torno de la ma­
formal al país y de la democracia controlada a la Universidad, pude nera en la que él se refería a sus propios libros, "los diminutivos más
integrarme a equipos de trabajo académico en los que profundicé que una desvalorización funcionan en la intimidad como formas de
mis obsesiones por la especulación crítica sobre las teorías de la lec­ afecto profundo", dijo o creo recordar que dijo, ahora movido por
tura en estrecha relación con las ideas derridianas. los juegos de malabarismo de la memoria. Finalmente, hubo digre­
En 1992, Javier Riera se animó a publicar en la Editorial Biblos siones, preguntas y mutuos deseos de buena fortuna. La despedida
mi Escritura y desconstrucción. Lectura (h)errada con Jacques De­ afectuosa volvió a renovar el compromiso de un encuentro en París.
rrida. Un volumen de tapas azules de casi 250 páginas, que apenas A partir de 1998, cuando mi fortuna fue variando, empecé a ir con
salido de la imprenta viajó hasta la mano solidaria de María del frecuencia a Francia, pero mis viajes invariablemente coincidieron
Carmen Rodríguez, que desde hacía unos cuantos años perseveraba con la época en que él dictaba sus clases en Estados Unidos.
en subsistir en París. A las dos o tres semanas, recibí su llamado en El epígrafe de Peter Sloterdijk, que encabeza este libro, expresa,
el que me contaba el encuentro con Jacques Derrida a la salida de con incierta fidelidad, lo que sentí cuando una mañana de octubre
uno de sus seminarios y me anticipaba: "algo le pasó con tu libro, de 2004 abrí el diario y me encontré con la noticia del fallecimiento
se quedó hojeándolo y le llamó la atención la contratapa, con ese de Jacques Derrida.
glosario tan barroco".
Unos diez días después me llegó su carta, que luego aparece­
ría como prólogo en la segunda edición de mi libro. En el breve
intercambio epistolar posterior, quedamos, de común acuerdo, en
vernos más adelante, posiblemente en París durante alguno de mis
posibles viajes largamente planificados y urgentemente postergados.
Al fin, en noviembre de 1995, durante su segunda visita a Buenos
Aires, y luego de la conferencia que dictó en el Teatro Nacional
Cervantes, tuve oportunidad de conversar con él. Era más alto y
fornido de lo que las fotos me habían hecho imaginar, la cabeza
grande con una frondosa melena blanca, la voz pausada y firme.
Hablamos un largo rato; sus primeros comentarios, en tono de fina
ironía, fueron para el ruidoso abucheo que el público le había de-

[13]
[12]
APROXIMACIONES

¿Qué es lo que está «dentro"y qué es lo que está "fuera" de un texto,


de ese texto, y dentro yfuera de esos libros
de los que no se sabe si están abiei-tos o cerrados?
No selles, es decir no cierres; pero también no firmes.
Jacques Derrida

Debo comenzar con una precaución. Intentar "un acercamien­


to" al pensamiento de Jacques Derrida mediante esquemas y ca­
tegorías deudores de lo que él mismo cuestiona se complica si la
pretensión asume la retórica de una "introducción", es decir, la
presentación didáctica y resumida de la problemática del autor en
los términos de un resumen sistemático. Menciono al comienzo esa
posibilidad como modo explícito de conjurarla.
Una introducción que siguiera esos lineamientos supondría
desconocer o tergiversar un principio activo en torno del cual se
ha ido desplegando el trabajo intelectual de Derrida: deliberar y
confrontar críticamente con una constelación de ideas, conceptos y
discursos, establecidos por una larga tradición a partir de una rejilla
especulativa en la que emerge, una y otra vez, la figura clásica de
la oposición antagónica, presupuesto insoslayable para la instaura­
ción de una jerarquía violenta que subsume, diluye y funcionaliza la
oposición. En torno de ese diseño de contradicciones dicotómicas,
la historia del pensamiento ha ido sedimentando, con innumera­
bles variantes y modulaciones, debates funcionales y consecuentes
con ese alineamiento subyacente; por lo tanto, una aproximación
al pensamiento de Jacques Derrida para ser solidaria con su gesto
desconstructivo debe disponerse a promover una inquisición que
se instale más acá y más allá de las generalidades y que apunte a dar
cuenta de la diversidad de la problemática planteada tanto en los
sentidos como en las operaciones discursivas y retóricas puestas en
juego en sus textos.

[15]
La obra derridiana expone y tematiza que la configuración de textual en el que la lectura y la escritura aparecen como metáforas
los conceptos no puede ser escindida del tratamiento textual; es por intercambiables, el deslizamiento de una instancia a la otra implica
esa razón que los conceptos no aparecen libres ante la mirada crítica que el texto y el lector se interpenetran mutuamente; se impone
que los asedia de las entonaciones propias de la retórica discursiva; entonces, en este borde, precisar la idea de texto, tal como él la
es decir, no poseen unidad cerrada ni claridad específica y mucho concibe en su reflexión:
menos una idealidad distintiva.
Un Derrida legible y compactado en un resumen didáctico, su­ Lo que yo llamo texto es también lo que inscribe y desborda "prác­
pone no sólo desistir de un desafio, sino, sobre todo, convalidar una ticamente" los límites de tal discurso. Se encuentra tal texto gene­
asimilación sedante. ral dondequiera que (es decir en cualquier parte ) ese discurso y su
Una argumentación lineal que haga homogéneo su discurso, orden ( esencia, sentido, verdad, querer-decir, consciencia, ideali­
que alise los injertos y cubra las grietas, que explique al Derrida dad, etc . ) son desbordados, es decir donde su instancia se coloca en
segundo, más literario y político, por el Derrida primero, más filo­ posición de marca en una cadena de la que es estructuralmente su
sófico, sólo es posible en una lectura represiva. ilusión quererla y creerla dirigir. Este texto general, naturalmente,
Con el objeto de sortear los riesgos de una normalización con­ no se limita, como ya se habr(í)a comprendido, a los escritos sobre
soladora y reduccionista, mi exposición se despliega en un doble eje la página. Su escritura no tiene por otra parte más límite exterior,
asimétrico, muchas veces en pugna: una cierta fidelidad cronológica, que el de una cierta re-marca. La escritura sobre la página, luego
exigida por las redes de solidaridad, genealogía y debate, y una cierta la "literatura", son tipos determinados de i:sta re-marca. Hay que
fidelidad temática, exigida por el diseño expositivo de mi escritura. interrogarlas en su especificidad y, sobre nuevas bases, si se quiere,
Estas palabras de aproximación aluden a la rugosidad de esta en la especificidad de su "historia", y en su articulación con los
anunciación, para exhibirse desaforadamente como una imposición otros campos "históricos" del texto en general.
interpretativa que no reniega ni finge las dificultades del proyecto: Por eso, en suma, me sirvo tan a menudo de la palabra "historia",
hay un encuadre, pero el marco no existe; el objetivo es asumir la pero muy a menudo también entre comillas y con precauciones que
condición de prótesis, tratando de establecer deslizamientos de en­ han podido hacer creer (voy a abusar de esa fórmula que me hará
cuentro entre mi lectura y los textos de Derrida: gustar de esta otra: "la felicidad de la expresión") en un "rechazo
de la historia".2
Un páre,;gon se ubica contra, al lado y además del e,;gon del trabajo
hecho, del hecho, de la obra, pero no es ajeno, afecta el interior de la Los protocolos de lectura que me propongo seguir en el desa­
operación y coopera con él desde cierto afuera. Ni simplemente afuera, rrollo de este ensayo han comenzado efectivamente con dos incrus­
ni simplemente adentro. Como accesorio que uno está obligado a reci­ taciones, dos injertos, que puntualizan la perturbación y el desliza­
bir en el borde, a bordo. Es, en un primer abordaje, el a-bordo. 1 miento de los modos de lectura de Derrida. Se trata, entonces, de
la dificultad para aceptar sin crítica los axiomas que distinguen el
En ese orden, el primer movimiento consiste en exponer una co­ adentro y el afuera:
rrespondencia declarada con los modos en que se realiza ese pasaje,
tratando, en lo posible, de respetar los protocolos que ella misma Sin embargo, si la lectura no debe contentarse con duplicar el texto,
constituye o realiza. Los textos de Derrida trazan un entramado tampoco puede legítimamente transgredir el texto hacia otra cosa

1 Jacques Derrida, La verdad en pintura, Buenos Aires, Paidós, 200 1 . 2 Jacques Derrida, Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1 977.

í 1 "7 1
[16]
que él, (realidad metafísica, histórica, psicobiográfica, etc . ) o hacia personas han dicho o han sido bastante ingenuas para acusarme de
un significado fuera del texto cuyo contenido podría tener lugar, que yo lo creo así.�
habría podido tener lugar fuera de la lengua, es decir, en el sen­
tido que damos aquí a esta palabra, fuera de la escritura en general. La mayor dificultad radica en que la búsqueda de las zonas de
Por eso las consideraciones metodológicas que aquí arriesgamos intersección entre la escritura derridiana y mis maniobras de lectura
son estrechamente dependientes de las proposiciones generales que no se presente como una transmisión lisa y llana de un conjunto de
venimos elaborando, en cuanto a la ausencia de referente o del sig­ ideas que se pueden trasladar e imprimir en la letra de otros discur­
nificado trascendental. No hay afuera del texto [ . . . ] nunca ha habido sos, sino que junto con la diferencia asuma la solidaridad con los
otra cosa que escritura, nunca ha habido otra cosa que suplementos, presupuestos compartidos. Para perseverar en ese rumbo, apunto a
significaciones sustitutivas que no han podido surgir dentro de una sostener una vigilancia atenta y prudente que me permita una ne-
cadena de referencias diferenciales mientras que lo "real" no sobre­ gociación adecuada con los protocolos seductores y contagiosos de
viene, no se añade sino cobrando sentido a partir de una huella y de una discursividad reapropiadora de lo mismo, capaz de metamorfo­
un reclamo de suplemento [ . . . ] nuestra lectura debe ser interna y sear cualquier desvío en los términos más afines a su legado.
permanecer dentro del texto. 3 La metáfora del hilo reanudado, pertenece a una fábrica que pro­
duce un juego de reapropiación a partir del cual toda figuración que
La transcripción de la cita pretende situar una perspectiva desde se aparte de los moldes y modelos pre-vistos, es recuperado en las
la que mi lectura trace la cartografia de los puntos de convergencia extensiones de su tela para incorporarlo a sus variantes sin pertur­
y de correlación con el sentido re-situado. El concepto de texto bar el orden tradicional. El desafio consiste en tratar de mantener
general implica la exigencia de asumir la imposibilidad por parte del la grieta interruptora, frente a la posibilidad de que mi palabra sea
escritor de desplazarse a un lugar no formateado por la lengua y las seducida por los modos de asimilación discursiva que trastornan la
lógicas discursivas; por lo tanto, el concepto de texto en Derrida desgarradura en una forma alternada del continuo de su textura:
requiere una reformulación de la función del autor/enunciador, y
correlativamente las relaciones entre el texto y el mundo, por una los intervalos no son recuperados. El discurso, que suprime las inte­
parte, y entre la vida y la escritura, por otra. Lo que no puede ser rrupciones del discurso relatándolas, ¿no mantiene la discontinui­
interpretado, salvo en los decretos emitidos por los guardianes de dad bajo los nudos en los que se reanuda el hilo?
la defensa del pensamiento tradicional, como la instauración de una Las interrupciones del discurso reencontradas y relatadas en la
nueva teología que erige al texto en el lugar de lo absoluto: inmanencia de lo dicho se conservan como en los nudos de un hilo
reanudado, huella de una sincronía que no entra en el presente, que
Lo que yo llamo texto involucra todas las estructuras llamadas "rea­ se rehusa a la simultaneidad.
les", "económicas", "históricas", socio-culturales, en suma: todas Pero el último discurso, en el que se enuncian todos los discursos,
las referencias posibles. Otro modo de recordar que no hay nada lo vuelvo a interrumpir al decírselo a aquél que lo escucha y que
fuera del texto. Esto no quiere decir que todos los reterentes que­ se sitúa fuera de lo dicho que dice el discurso, fuera de lo que este
dan suspendidos, negados, encerrados en un libro, como algunas abarca. Lo cual es verdadero también respecto al discurso que en
este mismo momento estoy en trance de sostener. Esta referencia al

3 Jacques Derrida, De lagramatología, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971 . 4 Jacques Derrida Limited foc., Evanstons, Norrhwestern University Press, 1988.

( 18) (19)
interlocutor horada de modo permanente el texto que el discurso 1 rndida de su imperio. En la elaboración de ese dispositivo privi­
pretende tejer tematizando y envolviendo todas las cosas. 5 kgia el hilo conductor la huella, en torno del cual se articulan los
rnnceptos de escritura, texto, diseminación, suplemento, el juego
He considerado que para llevar a cabo esos objetivos, la vía más ,, d trabajo de la différance, cuyo papel era a la vez constituyente
propicia era abrir los textos de Derrida. En el curso de mi exposición v desconstituyente. Todo ese dispositivo se agrupó, luego, bajo el
he ido insertando fragmentos de sus textos para seguir el ritmo de 1 ítulo de la desconstrucción, en un proceso originado en la recep­
sus frases, la maquinación de sus argumentos, el modo en que trama L·ión del pensamiento derridiano en Estados Unidos; para analizar
sus confabulaciones retóricas. En un pensador tan atento y preocu­ ;1propiadamente este reduccionismo se impone una especificación
pado por la figuración de la escritura y tan ajeno a la transparencia q ue recoja la distancia progresiva que Derrida fue tomando frente
del lenguaje, pienso que sus citas funcionarán más como la modula­ a esa generalización.
ción de un vasto territorio de imágenes que como un repertorio de En esa primera sección se abordan los conceptos centrales que
intimaciones ejemplares. En el movimiento de los desplazamientos y caracterizan el programa derridiano, a partir de los cuales su pen­
transferencias, en los cambios y los desvíos, en las equivalencias y me­ samiento se desplaza desde la filosofia y la literatura hacia otros
tamorfosis, el lector tendrá la posibilidad de adentrarse en la esceno­ espacios discursivos; asimismo, hay múltiples referencias a textos
grafia de su textualidad y es posible que se anime a añadir sus propias posteriores de Derrida en los que sus operaciones y maniobras se
intervenciones en la urdimbre de ese vasto tejido incesante. modulan o transforman. Creo que esta elección es la que mejor
La exposición se divide en dos secciones. La primera y más ex­ responde a las exigencias de la colección en la que se incluye este
tensa, "Un dispositivo abierto en perpetua inquietud", se centra; volumen; una vez delineado en términos apropiados el dispositivo
básicamente, en los libros publicados en 1967 y en 1972 ( La voz abierto que Derrida compone entre 1967 y 1972, las posteriores
y el fenómeno, De la gramatología y La Escritura y la diferencia, derivaciones de su pensamiento resultan más comprensibles en su
de 1967; Má,;gcnes de la filosofía, La diseminación y Posiciones, de consistencia y en sus proyecciones.
1972 ), en los que Derrida va constituyendo una especie de disposi­ La segunda sección, "La palabra literaria. La errancia de la escri­
tivo (y no un sistema) estratégico abierto, sobre su propio abismo, tura leída y de la lectura escrita", está pensada desde otro enfoque.
un conjunto no cerrado, no clausurable y no totalmente formaliza­ Si en la primera parte la perspectiva elegida era, para decirlo en tér­
ble en reglas de lectura, de interpretación, de escritura. Tal dispo­ minos metafóricos, la de quien se sitúa con un binocular tratando
sitivo se centra en el develamiento de una evaluación negativa de la de caracterizar escenarios amplios, acercando con mayor precisión
escritura tanto en la historia de la filosofía y en el conjunto socio­ aquellos aspectos que mejor permiten dar cuenta del pensamiento
histórico en relación con ésta, como en la lingüística, la antropo­ derridiano, en esta segunda el instrumento adecuado es una lupa
logía, el psicoanálisis. Esa devaluación de la escritura cuyo carácter con un lente de gran aumento.
insistente, repetitivo, incluso oscuramente compulsivo, se orienta Ante todo, se asedian las ideas de Derrida acerca de la ilegibili­
a un conjunto de constricciones de larga duración ejercidas a tra­ dad en íntima relación con las de escritura y lectura; el objetivo es
vés de contradicciones, de denegaciones, de decretos dogmáticos. afinar el concepto de ilegible no planteándolo como lo contrario de
Al dispositivo abierto y atravesado de estas constricciones; Derrida lo legible, ni siquiera como una magnitud de la opacidad textual,
lo analiza bajo el nombre de logocentrismo en su forma filosófica sino como la condición de posibilidad de lo legible.
occidental, y bajo el nombre de fonocentrismo en el área más ex- En relación con ese objetivo, se presenta un relevamiento de la
oposición entre dos concepciones filosóficas, por una parte la que
5 Jacque;:s Derrida, La verdad en pintm·a, op. cit. proviene de la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer que hace de

[20) (2 l ]
la comprensión y la legibilidad principios centrales de las relaciones
entre lector y texto y, por otra, la que se constituye a partir de la l. UN DISPOSITIVO ABIERTO EN LA PERPETUA
desconstrucción y la diferencia que, a la inversa, ponen su énfasis en INQUIETUD
la errancia y la ilegibilidad.
En el último apartado, el más extenso, de esta sección, ha sido
necesario ajustar la precisión de la lupa para abordar las relaciones
entre literatura y filosofia en la obra de Jacques Derrida, indagan­ l. Fragmentos de una novela de aprendizaje
do la problemática de los géneros, por una parte, y, por otra, la
especificidad de los textos que se hacen participar de las diversas Durante la década del 50, en los años de formación de Derrida
formaciones discursivas. en Francia, la fenomenología y la dialéctica eran los ejes en tomo
Este ensayo se cierra con una Coda, "El largo trazo del último de los cuales se configuraba el espacio filosófico; las referencias a
adiós", que, en primer Jugar, detalla algunas de las actividades de Hegel, Husserl y Heidegger eran consideradas ineludibles.
Derrida en el campo académico internacional y de sus intervencio­ En ese período la lectura que hacen los franceses de Husserl
nes en aquellos foros institucionales vinculados a acciones directa reúne, ajusta y compara fenomenología y existencialismo, desde
o indirectamente políticas. Y, luego, se refiere a sus especulaciones una perspectiva que no oculta su interés por la psicología, tal como
sobre la cuestión biográfica y autobiográfica, en particular desde lo ponen de manifiesto los títulos de tres obras que se sitúan en el
los primeros años 80, mientras que, a lo largo de los años, escribía centro de la escena filosófica parisina: El ser y la nada, 1943, de Jean
textos de despedida a amigos y colegas como Roland Barthes, Mau­ Paul Sartre; Fenomenología de la percepción, 1945, de Maurice Mer­
rice Blanchot, Paul de Man, Gilles Deleuze, Michel Foucault, Ed­ leau-Ponty; y Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger,
mund Jabes, Jean-Frarn;ois Lyotard, Emmanuel Lévinas, que iban 1949, de Emmanuel Lévinas.
muriendo. Ese entrecruzamiento permite revisar el modo en que Estás líneas dominantes permiten establecer el conjunto de pro­
Derrida piensa la vida y la muerte. blemas que aparecían como un horizonte de expectativas para la
Finalmente, una confesión: Jaques Derrida. El la1¿Jo trazo de un especulación filosófica; en ese escenario Derrida elije una perspecti­
adiós no es una exégesis hagiográfica. Esto no es simplemente una va sesgada interesándose en la epistemología y, en particular, en la
declaración de principios, sino la formulación de otro trato posible cuestión de la génesis de los objetos ideales.
con los lectores del por-venir, prefiero sugerir otra modulación ge­ Mientras tanto, es posible advertir cambios progresivos que
nérica, acaso con el deseo de un diálogo sin fin. orientan la reflexión filosófica hacia otras preocupaciones. La dia­
léctica hegeliana comienza a ser pensada como una ilusión filosófica
que contrabandea una lógica de la identidad; es decir una forma de
pensamiento que no puede dar cuenta de lo otro si no lleva a cabo
operaciones de reducción que lo subordinan a lo mismo; lo que
implica privilegiar la identidad sobre cualquier manifestación de la
diferencia. La lógica dialéctica de la identidad es puesta en cuestión
por el pensamiento de la diferencia.
Ese cuestionamiento abre la posibilidad a nuevas lecturas de
Nietzsche preocupadas por el carácter resueltamente antidialéc­
tico de su filosofia. La dialéctica presenta, desde esa mirada, una

[ 22J (23]
imagen distorsionada de la diferencia, trastrocando la afirmación pecto de la idealidad; sino más bien un imprescindible componente
de la diferencia como tal por su negación, para someterla luego, lógico e ideal de la misma.
por una operación de articulación jerárquica, a una identidad supe­ Refiriéndose a los años de gestación de su Introducción a El
rior. Nietzsche opone, en cambio, a la negación, la afirmación de origen de la geometría de Husserl, Derrida señala:
la diferencia.
Esta relectura de Nietzsche no puede ser separada del creciente Por esa época, la fenomenología se orientaba de forma más espon­
interés por Heidegger, renovado por el impacto de la publicac�ón tánea, en Francia, hacia problemas de la existencia, de la conscien­
en 1957 de Identidad y diferencia: cia perceptiva o precientífica. Se hacía también necesaria una lectura
diferente de Husserl, que replantease cuestiones acerca de la verdad,
Para Hegel, el asunto del pensar es el pensamiento en tanto con­ la ciencia, la objetividad. ¿Cómo se constituye un objeto matemático
cepto absoluto. Para nosotros, el asunto del pensar es, en términos a partir o sin el suelo de la percepción? ¿Cuál es la historicidad ori­
provisionales, la diferencia en tanto que diferencia.6 ginal de un objeto, de una tradición y de una comunidad científica?
Para los estudiantes de mi generación esos temas tenían también una
Éste es un aspecto relevante teniendo en cuenta que cuando De­ implicación política; pienso que una señal de esta cuestión es la fas­
rrida se encuentra trabajando en la Memoria sobre El problema de cinación que ejercían en algunos de nosotros trabajos como los de
la génesis en lafilosofía de Husserl para obtener el Diplóme d) Études Tran Duc Thao (Fenomenología y materialismo dialéctico). Pero lo
Supérieures, analiza la instancia en la que la dialéctica se intersecta que ante todo me sedujo en el que casi fue el último texto de Husserl
con la fenomenología, lo que le abre camino para reflexionar sobre es lo que dice de la escritura, de forma a la vez nueva y confusa, un
el vínculo entre génesis material y estructura ideal; esto habilitaba poco enigmática: la notación gráfica no es un momento auxiliar en
un abordaje del modo en que las ideas son producto de las indivi­ la formalización científica. Aunque le hace correr un peligro, aquélla
dualidades materiales y concretas, por una parte, y en qué medida es indispensable a la constitución misma de la objetividad ideal, a la
participa esa génesis en la configuración de la idealidad, por otra. idealización. Esto me llevó a lo que parecía era el límite mismo de la
Derrida considera que lo individual concreto no establece un límite axiomática husserliana, de aquello que Husserl llama el "principio de
de lo universal abstracto, sino que ofrece la condición de posibili­ los principios" inruicionisra de la fenomenología. 7
dad para la génesis de la idea.
Unos años después, en la Introducción a El origen de la geome­ En 1962 se publica, El origen de la geometría de Edmund Hus­
tría, la cuestión está centrada en el modo en que se puede abordar serl, con un extenso ensayo introductorio y traducción de Jacques
la relación entre los objetos ideales y la transmisión histórica; en Derrida; allí analiza el esfuerzo por describir la apertura intencional,
tanto se hace prioritaria la dilucidación de los obstáculos que las que Husserl llama en ese texto Presente de la Vida, lo Absoluto, lo
formas de comunicación pueden imponer a la elaboración de un que revela una mayor valoración de la importancia del tiempo para
pensamiento científico genuino. Lo que expuesto en otras palabras esa configuración. Derrida expone que su proyecto es reconocer y
es la tensión entre lenguaje y escritura. Desde el comienzo mismo localizar una instancia del pensamiento de Husserl, a partir de sus
de su obra, Derrida se inclina por valorar el término excluido, pues presuposiciones específicas, otorgándole un valor preeminente a la
su conclusión es que la transmisión no es exterior y contingente res- circunstancia de que han quedado en un estado inconcluso.

7 "Jacques Derrida. Entrevista con Christian Deschamps", en Anthropos, N º 93,


6 Martin Heidegger, Identidad y diferencia, Barcelona, Anthropos, 1 989. Barcelona, febrero de 1989.

[24) [25]
La Introducción a El origen de lageometría me permitió una aproxi­ 110 se confunde con ninguno de sus ejemplos empíricos- la escritura
mación a algo así como la axiomática itnpensada de la fenomenología es indispensable.
husserliana, de su "principio de los principios", a saber el intuicio­ Husserl plantea en El origen de la geometría que la inscripción
nismo, el privilegio absoluto del presente viviente, la inatención al no es simplemente un momento suplementario o accesorio en la
problema de su propia enunciación fenomenológica, al discurso tras­ constitución de la objetividad ideal, por el contrario es un momento
cendental, como decía Fink, a la necesidad de recurrir, dentro de la indispensable. Derrida lee en el texto de Husserl las dificultades de
descripción eidética o trascendental, a un lenguaje que no podía estar esta afirmación, ya que, por una parte, reconoce que el objeto ideal
sometido él mismo a la epojé -sin ser él mismo simplemente mun­ debe recibir una especie de incorporación escrita, pero, sin lugar
dano-, y así a un lenguaje ingenuo justo cuando era éste el que hacía a dudas, esa incorporación escrita sigue siendo, al mismo tiempo,
posible todos los paréntesis o las comillas fenomenológicas. Esta considerada exterior, lo que supone que la escritura puede hacer
axiomática impensada me parecía que limitaba el despliegue de una entrar en crisis al objeto ideal.
problemática consecuente de la escritura y de la huella, cuya necesi­ El lugar que le otorga Husserl a la escritura implica una especie
dad estaba designada sin embargo en El origen de la geometría, y sin de tensión contradictoria: por una parte, retoma las interpretacio­
duda por primera vez con ese rigor en la historia de la filosoña. Efec­ nes clásicas de la escritura como algo secundario, sensible, corporal
tivamente, Husserl situaba el recurso a la escritura en la constitución respecto del eidos, a la idealidad matemática o científica; y por otra
incluso de los objetos ideales por excelencia, los objetos matemáticos, parte, reconoce que esa exterioridad es algo interior, ya que la su­
pero sin enfocar -y con motivo- la amenaza que la lógica de esta ins­ pone como condición esencial de la objetividad.
cripción hacía pesar sobre el proyecto fenomenológico mismo. Natu­ Derrida centra su atención en la escritura, lo que implica el des­
ralmente, todos los problemas elaborados en la Introducción a El encadenamiento de una serie de cuestiones que conmueve las bases
origen de lageometría no han dejado de organizar las investigaciones sobre las que se asienta la inconmovible monumentalidad filosófica,
que emprendí más adelante en torno a corpora filosóficos, literarios, pues avanza sobre las relaciones de presencia y representación. "En
incluso no-discursivos, especialmente picnirales: pienso por ejemplo el comienzo la repetición", "En el comienzo la representación" apa­
en la historicidad de los objetos ideales, en la tradición, en la heren­ recen como anuncios inquietantes para esos fundamentos; anuncios
cia, en la filiación o en el testamento, en el archivo, en la biblioteca y de que no hay tal re-presentación, pues la presentación no ha tenido
en el libro, en la escrin1ra y en la palabra viva, en las relaciones entre lugar. El original sólo puede ser pensado a su vez como copia. Derri­
semiótica y lingüística, en la cuestión de la verdad y de Jo indecidible, da mediante el principio del no principio desconstruye el principio de
en la irreductible alteridad que viene a dividir la identidad consigo del los principios de la fenomenología de Husserl, que implica la posibi­
presente viviente, en la necesidad de nuevos análisis concernientes a lidad de distinguir siempre entre el original ( o sea, la intuición de la
las idealidades no-matemáticas, etcétera.8 cosa misma en carne y hueso, la donación originaria) y la copia.
La versión semiológica de este principio se puede exponer como
Una de las problemáticas que Derrida elabora en su Introduc­ una consigna: en el comienzo, el signo. El origen en el signo (la
ción apunta a señalar el modo con que Husserl subraya que en la huella, la traza), y no en la cosa, el referente del que ese signo debe
historia de un objeto ideal -en la historia de la manera en que un ser representante. La intervención derridiana sobre esta versión se­
objeto científico se convierte en universal como objeto ideal, que miológica plantea una serie de desarrollos diversos, entre los cuales se
puede destacar como uno de los más relevantes, el desmontaje de la
pretensión de la semiología de aislar y distinguir signo y referente.
8 Jacques Derrida, "El tiempo de una tesis: puntuaciones", en Anthropos, Nº 93, op. cit.

(26 ]
(27]
En la obra derridiana se constituyen dos derivas distintas de esta ,·11 orden a una sucesión espacial homogénea, continua y lineal. Y,
versión semiológica. Una, en la de La voz y el fenómeno, que agrava por otra, la primacía que la fenomenología otorga a la consciencia,
las contradicciones de la fenomenología husserliana, exhibiendo la presencia de la consciencia a sí misma, presencia del sentido a la
imposibilidad de toda anterioridad de la consciencia frente al len­ rnnsciencia como una anterioridad al lenguaje.
guaje, desmontando la concepción de éste como representación o Estas disonancias surgen en el curso de una estrategia de lectura
expresión de una vivencia silenciosa y originaria que lo precede. que exhibe el espacio textual sobre el que se propone operar:
La otra, se da en De la gmmatología, que exhibe el modo en que
tradicionalmente se ha despreciado la escritura, degradándola a una [L]a elección entre dos tentativas. La una se asemejaría a la de J. Joyce:
simple función secundaria, instrumental y representativa del habla. repetir y retomar a su cargo la totalidad misma de lo equívoco, en un
Derrida apunta a buscar el componente reprimido sistemática­ lenguaje que haga aflorar en la mayor sincronía posible, la mayor
mente en la dialéctica entre los polos antagónicos que se inscriben potencia de las intenciones enterradas, acumuladas y entremezcladas
como lo individual y lo universal, que es la condición de posibilidad en el alma de cada átomo lingüístico, de cada vocablo, de cada pala­
de esas dos posiciones abstractas. De acuerdo con sus análisis en la In­ bra, de cada proposición simple, a través de la totalidad de las culturas
troducción al Origen de la geometría su reflexión culmina en que esa mundanas, en la mayor genialidad de sus formas (mitología, religión,
conexión se da en el signo, la marca singular que deviene universal, o ciencias, artes, literatura, política, filosofia, etc.); hacer aparecer la
también, el elemento empírico que habilita el pasaje a la idea. unidad estructural de la cultura empírica total en el equívoco gene­
Si se compara la Memoria con la Introducción se advierte que ralizado de una escritura que no traduce ya una lengua a otra a partir
existe un cambio decisivo para el desarrollo de su pensamiento, de núcleos de sentido comunes, sino que circula a través de todas
nombra específicamente como signo al elemento que en su interior las lenguas a la vez, acumula sus energías, actualiza sus consonancias
conlleva la tensión dialéctica; dicho en términos que tendrán una más secretas, descubre sus más lejanos horizontes comunes, cultiva
vasta resonancia en su, obra posterior, se establece una relación entre las síntesis asociativas en lugar de rehuirlas, y reencuentra el valor
Tales, el creador de la geometría, con T heut, la figura de la mito­ poético de la pasividad; brevemente, una escritura que, en lugar de
logía egipcia a quien Platón en el Fedro le atribuye la invención de ponerlo fuera de juego mediante comillas, en lugar de "reducirlo", se
la escritura. En la Introducción, Derrida denomina signo, y luego instala resueltamente en el campo laberíntico de la cultura "encade­
también huella, traza o rastro, a lo que en la Memoria era dialéctica. nada" por sus equívocos, a fin de recorrer y reconocer lo más actual­
Esta transformación expone con mayor productividad significativa mente posible la más profunda distancia histórica. El otro polo es el
el entrecruzamiento entre el pasado corno rastro con el modo dis­ de Husserl: reducir o empobrecer metódicamente la lengua empírica
cursivo con que será dicha en el futuro. hasta la transparencia de sus elementos unívocos y traducibles, a fin
Es posible señalar en la Introducción a El origen de la geometría de recuperar en su fuente pura una historicidad o una tradicionalidad
dos núcleos en torno de los cuales Derrida se propone la puesta en que ninguna totalidad histórica de hecho me entregará por sí misma,
cuestión de las dificultades que afectan el proyecto fenomenológico y que está ya siempre presupuesta por toda repetición odisiana de
y que lo constituyen en la forma más moderna, más crítica, más tipo joyciano, como por toda filosofía de la historia -en el sentido
vigilante de la historia de la metafísica. corriente- y por toda fenomenología del espíritu. 9
Por una parte, la problematízacíón y el desmontaje de la prima­
cía del ahora-presente en el concepto de tiempo configurado por
la metafisica, que se caracteriza por el privilegio del instante-pre­
9 Jacques Derrida, Introducción a El origen de lageometría, Buenos Aires, Manan­
sente del que dependen y al que se articulan el pasado y el futuro tial, 2000.

[28) [29]
La oposición Joyce-Husserl plantea no una confrontación entre \i g; nificantes en dirección a un sentido, abre la lectura hacia una
dos obras, sino antes bien, y de modo decisivo, aparecen como instancia en la que el sentido puede ser no accesible, que no se con­
los términos de dos paradigmas. La imposibilidad de concebir al figura como un secreto escondido detrás de los signos. El concepto
1 radicional de lectura no resiste a la experiencia de la textualización
lenguaje como un instrumento transparente, dócil, de transmisión
unívoca, sino un espacio de multiplicidades de sentido, lábil, en derridiana, estalla; leer, para Derrida, implica la aceptación de una
permanente transformación y desplazamiento, implica que la lectu­ cierta ilegibilidad.
ra derridiana asume las riesgos, las amenazas como instancias que En 1957, Derrida registra su primer tema de tesis, "La idealidad
devienen hacia constelaciones de puntos de fuga de los textos sobre del objeto literario" . Años después en referencia a ese tema dice:
los que interviene. Este gesto articula su propuesta en el recorri­
do de una deriva de lectura como un espacio de la interpretación La idealidad del objeto literario: este título se entendía un poco
productiva y transformadora, es decir, sin límites, inacabada y en mejor en 1957, en un contexto más marcado que hoy por el pen­
constante disposición de retomarse. samiento de Husserl. Para mí se trataba entonces de plegar, más o
Esta oposición entre Joyce-Husserl atraviesa la producción de menos violentamente, las técnicas de la fenomenología trascenden­
Jacques Derrida, y supone la puesta en confrontación de dos for­ tal a la elaboración de una nueva teoría de la literatura, de ese tipo
maciones discursivas: los textos que se hacen pertenecer al espacio de objeto ideal muy particular que es el objeto literario, idealidad
de legibilidad de la filosofía y los que se hacen pertenecer al espacio encadenada, habría dicho Husserl, encadenada a la lengua, a la len­
de legibilidad de la literatura. El vector que nos permitirá establecer gua llamada natural, objeto no matemático o no matematizable,
esta distinción, sobre el que volveremos luego, puede ser explicita­ pero diferente, sin embargo de los objetos de arte plástico o musi­
do como el gesto distintivo de los discursos filosóficos: la distinción cal, es decir, de todos los ejemplos privilegiados por Husserl en
del sentido propio y del sentido metafórico, que implica, asimismo, sus análisis de la objetividad ideal. Pues, tengo que señalarlo un
la afirmación de la preeminencia del sentido literal, y la sofocación poco toscamente y simplemente, mi interés más constante, diría
del sentido figurado, que dice en el desvío otra cosa diversa de su que anterior incluso al interés filosófico, si es posible, iba hacia la
"significación propia"; quedando en flotación, en perpetua vacila­ literatura, hacia la escritura llamada literaria.
ción, sin posibilidad alguna de clausura, abierto sólo al sentido lite­ ¿Qué es la literatura? Y en primer lugar, ¿qué es ''escribir"? ¿Cómo
rario, al sentido indecidible. el escribir llega a trastornar hasta la cuestión "qué es... "? E incluso
Derrida leerá en los textos filosóficos los enunciados indecidi­ la cuestión "qué quiere decir eso". Dicho de otra manera -y he
bles, aquellos sobre los que en un sistema formal no se puede de­ aquí el decir de otra manera que me importaba- ¿cuándo y cómo
cidir acerca de su valor de sentido. El pharmakon en el texto plató­ la inscripción se convierte en literatura y qué pasa entonces? ¿A qué
nico, el suplemento peligroso en Rousseau, al igual que el hymen en y a quién corresponde esto? ¿Qué pasa entre filosofia y literatura,
Mallarmé, aparecen como configuraciones de un exceso en el texto política y literatura, ciencia y literatura, teología y literatura, psicoa­
metafísico, exceso que pone en escena otro sentido, simulacro del nálisis y literatura, he aquí en la abstracción de su título la cuestión
"literal". La imposibilidad de establecer el parámetro que decida más insistente. Y sin duda se sostenía en mí sobre un deseo hacia el
sobre el sentido primero trastorna el texto filosófico, lo desborda, que asimismo se volvía la inquietud: ¿por qué finalmente me fascina
le quiebra los márgenes. También el paradigma Joyce-Husserl atrae la inscripción, me preocupa, me precede hasta ese punto?, ¿por qué
la oposición y/o la distinción entre lo legible y lo ilegible. me fascina la astucia literaria de la inscripción y toda la paradojici­
La lectura no excluye el espacio de lo ilegible. El leer derridia­ dad inexpugnable de una huella que no consigue sino arrebatarse,
no es un más allá del desciframiento, del atravesar las marcas o los borrarse ella misma en la consideración de sí, ella misma y su propio

[31)
[30)
idioma, el cual para alcanzar su realización debe borrarse y se pro­
1 idez lo s campos de lo que se afirmaba d ebía de ser el texto y lo
duce a costa de borrarse? 1 0
tJUe debía ser la realidad o los fenóme nos histórico- sociales. No �ay
afuera del texto implica una disidencia fundamental con e! parad1g-
2. La irrupción en la escena - Los libros del 67 1;1 a de la fen omenolo gía, que se expande hasta las cuest10nes que
constitu yen el sostén del ordenamiento fundame?tal de la �losofia
1 ale s como el e statuto de la conscie ncia, las cuestione s relacionadas
En 1967, cuando se publi can los primeros grandes textos de
De rrida : La voz y el fenómeno, De la gramatología y La escritura y (On los fenómenos y las del ser y las del tiempo.
Por lo tanto, esa afirmación no pu ede se r aislada del proyecto
la diferencia, el surgimiento y h egemoní a del estructuralismo, que
derridiano ni del dispositivo abierto que va a ir el aborando en es? s
se consti tuía e n paradigma rector de l as cie nci as sociales, h abía pro ­
añ os y que se afirmará con la aparición de lo.!_árgen_es de la filosofta,
ducido j unto con la declinación d el i nterés por l a f enomenolo gía,
una extensión d el e spaci o p ropio de l as espe cul aci ones filosóficas
La diseminación y Posiciones, en 1972. La d1s1denc1a respecto de la
fenomenología no abarca tan sólo el modo de filoso:ar �e H usserl
por el desplazamiento desde los reci ntos académicos a un escenario ,
más amplio constituido por l os medios de comuni cación. En ese
y Heidegger, y por extensión de todos aquellos q°:e mspirandos� o
contexto , De rrida comienza a trazar u n d esvío sin re torno r e specto
compar tiendo sus propuestas se proponían expandir esa ,P erspectiva
de pe nsamiento. Si bien es no torio, que la fe nomenol ogia ocupa un
de esas dos corrientes de pensamiento, lo que l o i nstala en una po­ _
lugar privilegiado e n la reflexión derridiana, las consecuencias _ de
sición alter nativa, q ue e n gran medida m ar cará l os años siguie nte s
sus pro puestas alcanzan a la filosofia en su conjunto en l� medida
con una impronta tanto de fuerte rech azo y resistencia como de :
de que la fenomenalidad ha sido abordada de las m as vanadas for-
tergiversación de sus pl anteos y reflexi ones.
mas del pe nsamiento filosófico.
La biblioteca de D errida se expande, sus lecturas literari as estarán .,
Es posible establecer un primer par alelo entre la reducc1on fen�-
matizadas por la cercanía e intimidad con el gr upo de la revista Tel
menológica como método que permite acceder al se: de los fe n� ­
Quel, que integraban entre otros Phillippe S ollers, Roland Barthes,
menos, y por esa vía alcanzar directamente las �� sas mismas; es decir
Jean Ricardou, Jean Thib audeau, M ar celin Pleynet, D enis Roche,
la búsqueda del describir la modalidad más mnda del aparecer, � or
Jean -Louis Baudry, Jean Pierr e F ay e , J acqueline Risset y Julia Kris­
una parte , con esta reducción en l a que el mundo queda subsumido
tev a . Además, p articipa de l a rel ectura d e l os tre s "maestros de la
en el texto. Pero, analizando con atención el asunto que esa corr�la­
sospecha", denominación con q ue P aul Ricoeur agru paba a Nie­
ción expone, se advierte que los términos no se corresponden, s1no
tzsche , Freud y Marx, que desde comienzos de los añ os cincuenta _
que más bien provocan una falsa simetría. En los textos que Derrida
y sesenta, movilizan diversas formas de i nterpretación desde Mer­ _
publica e n 1967 se pone de manifiesto el d� sp�1e_gue de un pensa­
leau -Ponty, F oucault, o Deleuze, pasand o por Ricoeur y Blanchot,
miento que procede al desmontaje de los p:m�i�1os funda�e,ntales
hasta los ensayos de Klossowski o B ataille. Asimismo , se consolida
d e la fenome nolo gía y, en p articular, del pnncipio de donacion ab­
su i nterés por la obra de Platón.
soluta de los fenómenos a la intuición originaria . Todo lo que supo­
La declaración no hay afuera del texto proferida en De la Gra­
ne que la conscienci a configura e l se ntido de los fe nómenos por la
matología signific a un seí smo general para el pensamiento tradicio­
reducción certificando l a prese ncia de los objetos como del mundo
nal porque conmu eve y trastorna l a relació n e stablecida, aceptada
en el que �artic ipan y de la conscie ncia que los recibe.
y proclamada casi como una verdad natural que delimitaba con ni-
El deslizamiento mutuo entre texto y mundo pone en cuestion�­
miento de mane ra radical l a concepción que instalaba a la presencia
10 Jacques Derrida, "El tiempo de una tesis: puntuaciones", op. cit.
de sí originaria de la consciencia. Llev ar el mundo al texto e s p os-

[32]
[33]
tular que el texto tiene una extensión tan abarcadora que excluye sí en la palabra que se dice viva y en la consciencia de sí? El ensayo
un más allá. Derrida permite que la reducción fenomenológica sea que plantea estas cuestiones puede también leerse como la otra cara
procedimiento textual; no hay, por lo tanto, posibilidad de acceder (recto o dorso, como usted quiera) de otro ensayo, publicado en
a las cosas mismas, los fenómenos en la inmediatez de su ocurren­ 1962, en Introducción a El origen de la geometría de Husserl. La
cia, que no se pueden localizar ni más acá ni más allá de los textos. problemática de la escritura estaba ya presente, como tal, y religada
La presencia de las cosas no tiene lugar (la metáfora es obligada) en a la estructura irreductible del "diferir" en sus relaciones a la cons­
el presente ya que se encuentra constantemente diferida. ciencia, a la presencia, a la ciencia, a la historia y a la historia de la
ciencia, a la desaparición o el retardo del origen, etcétera. 1 1
Podemos considerar De lagramatología como un largo ensayo arti­
culado en dos partes ( cuya soldadura es teórica, sistemática y no
empírica), en medio del que se podría encuadrar La escritu1•a y la 3. Perturbando el privilegio de la voz
diferencia, De lagramatología a menudo lo requiere. En este caso,
la interpretación de Rousseau sería también la doceava tabla de la La lectura de La voz y el fenómeno plantea la posibilidad de esta­
recopilación. Inversamente, podemos insertar De lagramatología en blecer dos redes de relaciones; una, articulándola con la deriva de
medio de La esci·itura y la diferencia, puesto que seis textos de esta la lectura derridiana de Husserl, que tiene su primer antecedente
obra son anteriores, de hecho y de derecho, a la publicación, hace en la presentación de su Memoire, en 1 950, en la École Normale
dos años, en Critique, de los artículos anunciando De lagramatolo­ Supérieur con una temática que reaparecería expuesta en 1959, en
gía: estando encuadrados los cinco últimos, a partir de "Freud y la " 'Génesis y estructura' y la fenomenología", conferencia pronun­
escena de la escritura", en la obertura gramatológica. Pero las cosas ciada en Cerisy-la Salle, que fue recogida luego en La escritura y la
no son tan fácilmente reconstruibles como usted lo imagina. En diferencia, y se continúa en "La forma y el querer decir", trabajo
cualquier caso, que dos "volúmenes" se inscriban en medio uno del incluido en Márgenes de la filosofia. La otra, abriendo el texto a
otro, reconocerá que participa de una extraña geometría, de la que un juego de remisiones múltiples, en los que los deslizamientos de
estos textos son, sin duda, los contemporáneos. la lectura tramen artificios de bordados, configuración de injertos
-¿ Y La voz y elfenómeno? en los bordes por estrategias de pliegues y repliegues, entrando y
-Lo olvidaba. Es quizás el ensayo que más estimo. Sin duda hubiera saliendo de La voz y elfenómeno hacia y desde La escritura y la dife­
podido unirlo como una nota extensa a cualquiera de las otras dos rencia, De lagramatología, La diseminación y Már;genes de la filoso­
obras. De la gramatología se refiere a él y economiza el desarro­ fía esta serie no supone ninguna clausura sino un diseño posible y
llo. Pero en una arquitectura filosófica clásica, La voz... vendría en como tal seguramente incompleto.
primer lugar: se sitúa en un punto en el que, por razones que no La posibilidad que plantea Derrida de que La voz y el fenómeno
puedo explicar aquí, parece jurídicamente decisiva la cuestión del podría leerse como la otra cara de la Introducción a El origen de la
privilegio de la voz y de !a escritura fonética en sus relaciones con geometría supone una exigencia, la de atender los movimientos de
toda la historia de Occidente tal como se representa en la historia de deslizamiento, de trastorno, de re-lectura de algunos motivos que
la metafisica, y en su forma más moderna, más crítica, más vigilante, forman una instancia de cruce entre ambos ensayos: el signo, la re­
la fenomenología trascendental de Husserl. ¿Qué es el "querer presentación, la repetición, así como las condiciones de decibilidad
decir", cuáles son sus relaciones históricas con lo que se cree iden­ del sentido y, de modo privilegiado, y básicamente pasa a llamar
tificar bajo el nombre de "voz" y como valor de la presencia, pre­
sencia del objeto, presencia del sentido a la consciencia, presencia a 1 1 Jacques Derrida, Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1977.

(34] [ 35 ]
différance lo que en la Introducción a El origen de la geometría Los puntos nodales que se van a desplegar en La voz y el fenóme-
aparece aún designado como "retraso originario". Pero además, y 110: el yo, la repetición, la muerte, aparecen
inscriptos como líneas
seguramente no menos importante, se trata de atender al modo en de modulación del otro gran tema derridiano, el cruce indiscernible
que en los momentos decisivos de La voz y el fenómeno la constela­ de la lectura y la escritura, la íntima trabazón que recorre, repite y
ción de significaciones con múltiples puntos de fuga que provoca la expande los sentidos: porque empezamos a escribir, a escribir de otro
textualidad de Edgar Allan Poe puesta en contacto con el edificio modo' debemos releer de otro modo, señala Derrida, como una divisa
husserliana, se da a leer como una insistencia que atrae y evoca la en De la gramatología.
oposición Jayee-Husserl. Entre la compleja red de motivaciones que impulsan la expansión
Los tres epígrafes de La voz y elfenómeno12 entran en escena en el del estructuralismo que en poco menos de dos décadas, teniendo
margen del marco, gesticulando un sentido que amplifica y desliza como centro de irradiación a París, sin lugar a dudas la que ocupa
los sentidos de los enunciados, el entramado inestable y lábil de la un lugar preponderante es la posibilidad que entrega este dispo�iti­
escritura y la lectura: vo teórico para contrarrestar el dominante positivista que atraviesa
la cultura francesa. Luego, correlativamente, el estructuralismo va
"Cuando leemos esta palabra yo) sin saber quién la ha diseñando un mapeo centrado principalmente en la literatura, el
escrito, tenemos una palabra, psicoanálisis, la antropología y la historia, qu_e s�ministra _una m�to­
si no desprovista de significación normal. )) dología atractiva, sostenida por un convenc1m1ento de nguros1dad
(Investigaciones lógicas). teórica respaldada en la noción de modelos. Pero, como contra­
partida, se reinstalaba un kantismo sin sujeto trascen�ental, c?mo
ccun nombre pronunciado ante nosotros nos hace pensar en lo señaló Ricoeur. La lingüística de Saussure, la matriz a partir de
la galería de Dresde y en la última visita que hemos hecho allí: la cual se consolida la efectividad metodológica del estructuralismo
andamos a través de las salas y no paramos ante un cuadro de tiene un vínculo indudable con la filosofia de las formas simbólicas
Teniers que representa una galería de cuadros. Supongamos de Ernest Cassírer, una de las figuras más destacadas del movimien­
además que los cuadros de esta galería representan a su vez to neokantiano.
cuadros, que por su parte harán ver inscripciones
que se pueden descifrar, etcétera. ))
(Ideas... , l.) 4. L�s fisuras en el paradigma estructuralista

ccHe hablado a la vez de sonido y de voz. Quiero decir que En los textos de 1 967, Derrida expone su crítica de los presu­
el sonido era una silabización distinta e incluso, terriblemen­ puestos centrales de los estructuralistas. La lect�ra derridiana de
_ _
te, espantosamente distinta. El señor Valdemar hablaba, evi­ Saussure y de Uvi-Strauss apunta a revelar la sohdandad que arti­
dentemente, para responder a la cuestión... Decía ahora: cula los principios centrales del estructuralismo con los principios
cc_Sí, no, estuve dormido -y ahora, ahora, estoy muerto. )) de la metafisica.
(Historias extraordinarias.)
El hecho de que el estructuralismo haya surgido y crecido bajo la
dependencia, más o menos directa y reconocida, de la fenomeno­
logía, bastaría para hacerlo tributario de la más pura tradicionalidad
1 2 Jacques Derrida, La voz y elfenómeno, Valencia, Pre-Textos, 198 5 .

[ 36 ) [37 )
de la filosofia occidental, aquella que, por encima de su antiplato­ no por una sustancia material, sino únicamente por las diferencias
nismo, reconduce de Husserl a Platón. B que separan su imagen acústica de todas las demás".
Privilegiando la formalización sobre toda insistencia sustancia­
En relación con la semiología de cuño saussuriano, Derrida se­ lista, tanto en lo que se refi ere al plano del significado como al
ñal� el doble papel que ha desempeñado. Por una parte, un papel del significante, que no es por excelencia ni exclusivamente fónico,
crítico absolutamente decisivo: ante todo, en contra de la tradición, Saussure otorga a la lingüística el rol de simple parte de la semiolo­
ha mostrado que el significado era inseparable del significante, que gía general. Lo que le permite afirmar que Saussure ha contribuido
ambos -el significado y el significante- son las dos caras de una sola poderosamente a volver contra la tradición metafisica el concepto
y única producción. de signo que le había tomado en préstamo.
Sau ssure, exhibiendo su gesto de ruptura frente a los concep­ Pero, a pesar de ello, Saussure no pudo dejar de afirmarse en esa
tos que articulaban el saber de su tiempo, rechazó explícitamente tradición en la medida en que elaboró su concepción teórica apo­
la posibilidad de configurar esa oposición, a esa "unidad de dos yándose en el concepto de signo, el cual inevitablemente atrae una
caras", de acuerdo al modelo "de un alma y un cuerpo" . En el serie de implicaciones que están inscriptas, qu e traman de manera
Curso de lingüísticagenera/14 dice explícitamente: "Muchas veces se decisiva el sistema configurado por esa tradición.
ha comparado esta unidad de dos caras con la unidad de la persona Después de haber justificado la introdu cción de las palabras "sig­
hu ?1ana, �omp�esta de cuerpo y alma. La comparación es poco nificado" y "significante", Sau ssure señala: "En cuanto al término
satisfactoria. Mas acertadamente se podría pensar en un compuesto signo, si nos contentamos con él es porque, no sugiriéndonos la
químico, el agua, por ejemplo: es una combinación de hidrógeno lengu a u sual cualquier otro, no sabemos con qué reemplazarlo".
Y de oxígeno; tomado aparte, ninguno de estos elementos tiene las Esto tiene por consecuencia una renuncia explícita al trabajo crí­
propiedades del agua". tico que supone su propuesta teórica: "la lengua usual" a la que re­
Asimismo, Saussure ha subrayado los caracteres diferencial y for­ curre Saussure no es un reservorio neutro, ni siquiera inocente. Los
i
mal del funcionamiento semiológico, demostrando la imposibilidad sentidos que compila esa lengua responden a la tradición metafsica
de que el sonido, que es un elemento material, pertenezca por sí a la occidental y se articulan en torno de presuposiciones inseparables
lengu a, y que el significante lingüístico de modo alguno sea fónico: que se configuran en sistema.
"es imposible que el sonido, elemento material, pertenezca por sí Los efectos de esa vacilación pueden ser rastreados en el discurso
a la lengu a. Para la lengua no es más qu e una cosa secundaria, una de Saussure, lo que implica la contraparte de lo expuesto acerca del
materia que pone en juego. Todos los valores convencionales pre­ trabajo crítico y los desplazamientos que en su obra han permitido
sentan este carácter de no confundirse con el elemento tangible que marcar y aflojar los supuestos inalterables, los límites del sistema
le sirve de soporte. Así, no es el metal de una moneda lo que fija su que su semiología contribuye a poner en cuestión. Lo que puede
valor; un escudo que vale nominalmente cinco francos no contiene exponerse siguiendo cierta disposición esquemática.
de plata más que la mitad de esa suma; y valdrá más o menos con En primer término acepta el mantenimiento de la distinción ri­
tal o cual efigie, más o menos a éste o al otro lado de una frontera gurosa, esencial y jurídica, entre el signans y el signatum, la ecua­
política. Esto es más cierto todavía en el significante lingüístico; en ción entre el signatum y el concepto abre la posibilidad de pensar
_
su esencia, de ningún modo es fónico, es incorpóreo, constituido, un concepto significado en sí mismo, en su presencia simple al pen -
samiento, independiente con relación a la lengu a, lo que lo sitúa
1 3 Jacq�es Derrida, La escritura J' la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1 989. en un orden de independencia con relación a cualquier sistema de
14 Ferdmand de Saussure, Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1945.

[38 ] [ 39 ]
significantes. La diferencia entre el significante y el significado es culo"- significante dejara virgen o incólume, de una lengua a otra,
solidaria con la diferencia entre lo sensible y lo inteligible. o en el interior de una sola y misma lengua.,;
Esta posibilidad, que radica en el principio de la oposición/
. . Luego, si bien Saussure se hace cargo de la necesidad de otorgar
s1gmficado, se contradice con los postulados críticos expuestos más
arriba. Impone por derecho 1a continuidad de la exigencia clásica una importancia relativa a la sustancia fónica: " lo esencial de la len­
de un "significado trascendental", que en sí mismo no remitiría, en gua -ya lo veremos- es extraño al carácter fónico del signo lingüís­
su esencia, a ningún significante, estaría más allá de toda cadena de tico". "En su esencia el significante lingüístico de ningún modo es
signos, y no podría funcionar, en caso alguno, como significante. fónico", privilegia, por sumisión, el pensamiento metafisico, todo
Si se cuestiona, por el contrario, la posibilidad de tal "signifi­ lo que liga el signo a la phoné. La relación entre el pensamiento y la
c�d� trascendental", con el reconocimiento implícito de que todo voz, el sentido y el sonido es para él un "vínculo natural", incluso la
significado está también en posición significante, aparece como plantea en términos de "pensamiento-sonido".
problemática en su mismo gesto fundante. Derrida señala las dos Aseveraciones que entran en contradicción con el motivo crítico
instancias de esta operación: decisivo del Curso de lingüísticageneral, pues implican la inversión del
lugar de la lingüística en relación con la semiología general; de este
Por supuesto que se trata de una operación que hay que practicar modo se la constituye en modelo regulador, en canon, cuando Saussu­
con prudencia, pues: a) debe pasar por la desconstrucción dificil de re la consideraba tan sólo parte de una ciencia general de los signos.
toda la historia de la metafisica que ha impuesto y no cesará jamás La arbitrariedad del signo que postula una posibilidad de forma­
de imponer a toda la ciencia semiológica esta instancia fundamental lización se atenúa y reduce en la sumisión a un esquema jerárquico
de un "significado trascendental" y de un concepto independiente de matriz metafisica: "Se puede, pues, decir que los signos entera­
de la lengua; esta instancia no viene impuesta desde el exterior por mente arbitrarios son los que mejor realizan el ideal del procedi­
algo como "la filosofía", sino por todo lo que liga nuestra lengua, miento semiológico; por eso la lengua, el más complejo y el más
nuestra cultura, nuestro "sistema de pensamiento" a la historia y extendido de los sistemas de expresión, es también el más caracte­
al sistema de la metafisica; b) no se trata tampoco de confundir, � rístico de todos; en este sentido la lingüística puede erigirse en el
todos los niveles y simplemente, el significante y el significado. Que modelo general de toda semiología, aunque la lengua no sea más
esta oposición en esta diferencia no puede ser radical y absoluta no que un sistema particular".
le impide funcionar, e incluso ser indispensable dentro de ciertos La contradicción se agrava cuando Saussure reconoce que no es
límites -vastos límites-. Por ejemplo, ninguna traducción sería posi­ el lenguaje hablado lo que es natural al hombre, sino su facultad de
ble sin ella. Y, en efecto, es en el horizonte de una traductibilidad constituir una lengua, es decir un sistema de signos distintos; lo que
absolutamente pura, transparente y unívoca, donde se constituye implica la posibilidad del código y de la articulación independiente
el tema de un significado trascendental. En los límites donde es de toda sustancia, incluso la sustancia fónica.
posible, donde al menos parece posible, la traducción practica la Asimismo, el concepto saussuriano de signo (significante/signi­
diferencia entre el significado y el significante. Pero si esta diferencia ficado) exige la necesidad de establecer una instancia jerárquica de
nunca es pura, tampoco lo es la traducción y habría que sustituir privilegio para la sustancia fónica y de instituir la lingüística como el
la noción de traducción por la de transformación: transformación canon único de la semiología:
regulada de una lengua por otra, de un texto por otro. No tendre­
mos, y de hecho nunca hemos tenido, que habérnoslas con ningún
"transporte" de significados puros que el instrumento -o el "vehí- 15 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.

[41 ]
[40]
La phoné es en efecto la sustancia significante que presenta a la cons­ en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan.
ciencia como la más íntimamente unida al pensamiento del con­ Puesto que todavía no existe, no se puede decir qué es lo determi­
cepto significado. La voz es, desde este punto de vista, la conscien­ nado de antemano. La lingüística no es más que una parte de esta
cia de estar presente en lo que pienso, sino también de guardar en ciencia general. Las leyes que la semiología descubra serán aplicables
lo más íntimo de mi pensamiento o del "concepto" un significante a la lingüística, y así es como la lingüística se encontrará ligada a un
que no cabe en el mundo, que oigo tan pronto como emito, que domino bien definido en el conjunto de los hechos humanos. Al psi-
parece depender de mi pura y libre espontaneidad, no exigir el uso .
cólogo toca determmar e1 puesto exacto de 1a sem10 . 1ogia
, " . 17
de ningún instrumento, de ningún accesorio, de ninguna fuerza
establecida en el mundo. No solamente el significante y el signifi­ La crítica derridiana señala el modo en que Saussure apunta a
cado parecen unirse, sino, en esta confusión, el significante parece señalar solamente el uso psicologista del concepto de signo que
borrarse o hacerse transparente para dejar al concepto presentarse supone una contradicción en sí misma, ya que tal psicologismo está
a sí mismo, como lo que es, no remitiendo a nada más que a su inscrito y exigido en el concepto mismo de signo. Esta postura su­
presencia. La exterioridad del significante parece reducida, natural­ pone, asimismo, el traslado de la contradicción al proyecto semio­
mente, esta experiencia es una ilusión, pero sobre la necesidad de lógico, con los conceptos y estrategias que constituyen su sistema
esta ilusión está organizada toda una estructura, o toda una época; conceptual, en particular el de la comunicación, que implica la ope­
sobre el fondo de esta época se ha constituido una semiología cuyos ración de traspaso de un sujeto a otro de la identidad de un refe­
conceptos y presupuestos fundamentales se encuentran de Platón a rente significado, de un sentido, o de un concepto, autónomos por
Husserl, pasando por Aristóteles, Rousseau, Hegel, etcétera. 16 derecho propio del proceso de pasaje y de la actividad significante.
Así se presuponen sujetos, de identidad y presencia anteriores a la
Y, finalmente , llevar a cabo la reducción de la exterioridad del actividad significante, y objetos , conceptos significados, un sentido
significante implica excluir todo lo que, en el campo semiótico, no pensado, que la comunicación ni constituye ni trastorna.
es psíquico. Tan sólo apoyándose en el privilegio otorgado al signo La lectura derridiana de Saussure apunta a exhibir que la obra
fonético y lingüístico se puede avalar la proposición de Saussure del lingüista ginebrino configuró una grieta, que se puede consi­
que asevera: "El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de derar desde la perspectiva del concepto de ruptura epistemológica,
dos caras". pero que las instancias críticas y revulsivas que ponían en cuestió� la
Asignándole a esta proposición un sentido riguroso en sí misma _
tradición metafisica occidental se producen tramadas con remscnp­
puede hacerse extensiva a todo signo, es decir incluso a aquéllos que ciones y presupuestos propios del sistema que problematiza.
no se configuran según el modelo fonético-lingüístico, sólo asignán­ Esa lectura de la teoría lingüística saussuriana establece nexos
dole al signo fonético el rango de canon modélico de todos los signos, necesarios entre sus dos tesis fundamentales: el carácter diferencial
Saussure puede inscribir la semiología general en una psicología: del sistema lingüístico y la naturaleza arbitraria e institucionalizada
del signo, que se deriva de la primera.
"Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los sig­ El concepto de arbitrariedad define a cada signo no por sus pro­
nos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología piedades esenciales o convencionales, sino por las diferencias q�e lo
social, y por consiguiente de la psicología general, nosotros la lla­ distinguen de los otros signos: el signo para Saussure es una umdad
maremos semiología (del griego semeion, "signo"). Ella nos enseñará

16 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit. 17 Fc:rdinand de Saussure, Curso de lingüística general, Madrid, Alianza, 198 3 .

[ 4-2] [4-3 l
relacional. La identidad del signo se define más por las ausencias que
Tal sería entonces la huella originaria. Sin una retención en la uni­
marcan las instancias de nexo y articulación que por su presencia.
dad mínima de la experiencia temporal, sin una huella que retuviera
En la lengua saussuriana, configurada como sistema, sólo las di­
al otro como otro en lo mismo, ninguna diferencia haría su obra y
ferencias son constitutivas del valor lingüístico:
ningún sentido aparecería. Por lo tanto aquí no se trata de una dife­
rencia constituida sino, previa a toda determinación de contenido,
Puesto que nunca la diferencia es en sí misma, y por definición,
del movimiento puro que produce la diferencia. La huella (pura) es
una plenitud sensible, su necesidad contradice la afirmación de una
la diferencia. No depende de ninguna plenitud sensible, audible o
esencia naturalmente fónica de la lengua. Niega simultáneamente la
visible, fónica o gráfica. Es, por el contrario, su condición. Inclu­
pretendida dependencia natural del significante gráfico. Ésta es una
sive aunque no exista, aunque no sea nunca un ente-presente fuera
consecuencia que incluso Saussure extrae contra las premisas que
de toda plenitud, su posibilidad es anterior, de derecho, a todo lo
definen el sistema interno de la lengua. 18
que se denomina signo (significado/significante, contenido/expre­
sión, etc.) concepto u operación, motriz o sensible. Esta diferencia,
El trabajo de la diferencia implica necesariamente la reducción de
que no es más sensible que inteligible, permite la articulación de los
la sustancia fónica, ya que no se sitúa en el eje de la oposición sensi­
signos entre sí en el interior de un mismo orden abstracto -de un
ble/inteligible sino que produce lo sensible como significante.
texto fónico o gráfico, por ejemplo- o entre dos órdenes de expre­
La reducción de la materialidad fónica supone la necesidad de
sión. Permite la articulación del habla y de la escritura -en sentido
pensar el trabajo de la diferencia como generador del valor lingüís­
corriente-, así como funda la oposición metafisica entre lo sensible y
tico; ello significa para Derrida la posibilidad de abrir el estudio de
lo inteligible, luego entre significante y significado, expresión y con­
la lingüística a la perspectiva gramatológica, pues permite otorgar
tenido, etc. Si la lengua no fuera ya, en este sentido, una escritura,
relevancia a la diferencia y a la huella.
ninguna "notación" derivada sería posible; y el problema clásico de
Para Saussure la impronta psíquica o imagen acústica es el lugar
las relaciones entre habla y escritura no podría surgir. Entendamos
de producción de sentido. El concepto de impronta psíquica abre a
bien que las ciencias positivas de la significación no pueden describir
la posibilidad de establecer la relación con el pensamiento de la hue­
si no la obra y el hecho de la diferencia, las diferencias determinadas y
lla. La idea de impronta psíquica es, en definitiva, la operación de
las presencias determinadas a las que dan lugar. No puede haber cien­
aparecer del sonido como aparición de la materia ya trabajada por la
cia de la différance misma en su operación, lo mismo que del origen
diferencia. El sistema lingüístico, entonces, se configura como una
de la presencia misma, vale decir de un cierto no-origen.
estructura de referencias infinitas donde sólo hay huellas previas a
La diferencia es, entonces, la formación de la forma. Pero es, por
cualquier entidad de la cual pudieran derivar.
otra parte, el ser-impuesto de la impronta. Se sabe que Saussure dis­
tingue entre la "imagen acústica" y el sonido objetivo (p. 128 ) . Se
Por una parte, el elemento fónico, el término, la plenitud que se
otorga así el derecho de "reducir", el sentido fenomenológico del
denomina sensible, no aparecerían como tales sin la diferencia o la
término, las ciencias de la acústica y de la fisiología al momento en
oposición que les dan forma. Ésta es la importancia más evidente del
que instituye la ciencia del lenguaje. La imagen acústica es la estruc­
llamado a la diferencia como reducción de la sustancia fónica. Ahora
tura del aparecer del sonido, la cual es nada menos que el sonido
bien, aquí el aparecer y el funcionamiento de la diferencia suponen
apareciendo. Es la imagen acústica lo que se llama el significante,
una síntesis originaria a la que ninguna simplicidad absoluta precede.
reservando el nombre de significado no a la cosa, bien entendido
( ella es reducida por el acto y la idealidad misma del lenguaje), sino
1 8 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.
al "concepto", noción sin duda desgraciada en este lugar; digamos,

(44]
[45]
mejor, a la idealidad del sentido. "Proponemos conservar la pala­ Según Saussure la pasividad del habla es, ante todo, su relación con
bra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen la lengua. La relación entre la pasividad y la diferencia no se distin­
acústica respectivamente con significado y significante". La imagen gue de la relación entre la inconsciencia fundamental del lenguaje
acústica es lo oído: no el sonido oído sino el ser-oído del sonido. ( como enraizamiento en la lengua) y el espaciamiento (pausa, blanco,
El ser-oído es estructuralmente fenoménico y pertenece a un orden puntuación, intervalo en general, etc. ) que constituye el origen de
radicalmente heterogéneo al del sonido real en el mundo. No se la significación. Porque "la lengua es una forma y no una sustan­
puede recortar esta heterogeneidad sutil pero absolutamente deci­ cia" (p. 206) es que, paradójicamente, la actividad del habla puede
siva, salvo mediante una reducción fenomenológica. Ésta es enton­ y debe abrevar siempre en ella. Pero si es una forma y no una sus­
ces indispensable para todo análisis del ser-oído, ya sea inspirado por tancia es porque "en la lengua no hay más que diterencias" (p. 203 ).
preocupaciones lingüísticas, psicoanalíticas o de otro tipo. El espaciamiento ( se notará que esta palabra dice la articulación del
Ahora bien, a la "imagen acústica", el aparecer estructurado del espacio y del tiempo, el devenir-espacio del tiempo y el devenir­
sonido, a la "manera sensible" ¡,ivida e informada por la différance, tiempo del espacio) es siempre lo no-percibido, lo no-presente y lo
a lo que Husserl llamaría la estructura hyle/morphé, distinta de toda no-consciente.20
realidad mundana, Saussure la llama "imagen psíquica": "La ima­
gen acústica no es el sonido material, cosa puramente fisica, sino su Teniendo en cuenta el carácter diferencial del sistema lingüís­
huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de tico, el signo puede ser pensado como un punto de inflexión en
nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si llegamos a llamarla relación a la huella, a la différance derridiana.
"materia" es solamente en este sentido y por oposición al otro tér­ El signo se constituye en la huella de la referencia que significa,
mino de la asociación, al concepto, generalmente más abstracto" de aquello que apunta a re-presentar, produciendo el diferir del
(p. 128) . Si bien la palabra "psíquica" tal vez no convenga, salvo pensamiento de la cosa misma.
tomando ante ella una precaución fenomenológica, la originalidad El signo saussuriano, como hemos visto más atrás, está articu­
de un cierto lugar está bien marcada. 19 lado con los conceptos básicos del logocentrismo, se inscribe en la
trama del pensamiento metafisico: se constituye en la distinción de
El carácter diferencial del sistema lingüístico implica la exigencia sus dos componentes, significado y significante, y esta oposición se
de determinarse únicamente a partir de la inscripción. La diferencia inscribe en el sistema de oposiciones jerárquicas de la metafisica; lo
como espaciamiento posibilita que una cadena espacial, la escritura, interior corresponde al significado, lo exterior al significante, que
sea capaz de articularse sobre una cadena fónica. En otros términos, es el representante del primero. La distancia queda subsumida en el
la diferencia como espaciamiento constituye a la lengua como un vector distintivo interior/exterior, que instalada en la matriz para­
sistema articulado. A su vez, la posibilidad de la articulación es la digmática inteligible/sensible, remite a un logos absoluto en el que
posibilidad de configurar una lengua, nos referimos a la posibilidad el significante encuentra su fundamento: la experiencia de la voz.
de una articulación lineal, gráfic a o fónica, de cada término. Para Derrida denominará "logocentrismo" a la tendencia del discurso
Saussure la pasividad del habla respecto de la impronta es lo que teórico a reprimir sus propias condiciones materiales. Por su parte,
constituye la posibilidad del habla respecto a la lengua: un discurso crítico .o desconstructivo deberá poner el acento justa­
mente sobre esa ceguera y sobre esa represión.

19 Jacques Derrida, De lagramatoloJfÍa, op. cit. 20 Jacques Derrida, De lagmmatología, op. cit.

[46] [47]
La relación significado/significante es metafisica, es una relación imagen/realidad, representación/presencia, tal es la vieja rejilla a la
de representación, el signo saussuriano es leído bajo sospecha por que se confia la responsabilidad de esbozar el campo de una ciencia.
Derrida. Esa sospecha abre la posibilidad de pensar la huella. ¡Y de qué ciencia! De una ciencia que ya no puede responder al con­
Saussure privilegia la dimensión estructural y sincrónica de las cepto clásico de la episteme pues su campo tiene como originalidad
distinciones lingüísticas en detrimento de la dimensión diacrónica y -una originalidad que la inaugura- el hecho de que la apertura de la
genética. La circunstancia de que los valores de los signos lingüísticos imagen en él aparezca allí como condición de la "realidad: relación
se constituyan por mutua negación y oposición supone concebir las que ya no se deja pensar en la diferencia simple y la exterioridad sin
distinciones lingüísticas como una operación sincrónica, es decir, la compromiso de la imagen y de la realidad, del afuera y del adentro,
oposición exige la co-presencia. Para Derrida esto articula toda ope­ de la apariencia y de la esencia, con todo el sistema de oposiciones
ración sincrónica al logocentrismo y a la metafisica de la presencia. que se encadena necesariamente a ello. Platón, que en esencia decía
El proceso de significación para Derrida, que privilegia la dimen­ lo mismo de las relaciones entre escritura, habla y ser ( o idea), tenía
sión diacrónica de las distinciones, se produce también en términos al menos una teoría de la imagen, de la pintura y de la imitación,
de relación temporal entre la huella y su "origen", que es una cade­ más sutil, más crítica y más inquieta que la teoría que preside el
na de remisiones infinitas, puesto que el origen de la huella es otra nacimiento de la lingüística saussuriana". 2 1
huella en una deriva sin clausura.
La arbitrariedad del signo saussuriano establece límites rigurosos Saussure inscribe su concepción del habla en la tradición me­
en el marco del sistema clásico de oposiciones metafísicas. Derri­ tafisica, el habla es la unión natural entre el pensamiento y la voz,
da distingue y privilegia para su crítica la distinción jerárquica que entre el significado y el sonido. Si bien Saussure opera críticamente
opone habla y escritura: y afloja las relaciones que sostienen el edificio de la tradición, no se
separa radicalmente del logofonocentrisrno, es decir, de la metafi­
Saussure introduce además otra tajante limitación: "Vamos a limitar sica. Son éstas las razones que fundamentan su concepción de la
nuestro estudio al sistema fonético, y muy especialmente al que hoy escritura como derivada, secundaria y restringida en relación con el
en día está en uso y cuyo prototipo es el alfabeto griego" (p. 75 ). habla; el signo gráfico no es más que una representación del habla,
Estas dos limitaciones son tanto más tranquilizadoras por cuanto una técnica auxiliar que expresa la plenitud del habla. Para Saussure
responden oportunamente a la más legítima de las exigencias: la ésa es la única razón de ser de la escritura.
cientificidad de la lingüística exige como condición, en efecto, que El rechazo de Saussure contra todo sistema de transcripción dis­
el campo lingüístico tenga fronteras rigurosas, que sea un sistema tinto del fonético por inadecuado o superado y su insistencia en
reglado por una necesidad interna y que, en cierto modo, su estruc­ considerar únicamente las formas habladas como objeto de conoci­
tura sea cerrada. miento de la lingüística, con exclusión del ámbito de estudio de la
El concepto representativista de la escritura facilita las cosas. Si la escritura, constituyen para Derrida un obstáculo importante cuan­
escritura sólo es la "representación" (p. 7 1 ) de la lengua, se tiene el do se trata de construir una semiología verdaderamente general.
derecho de excluirla de la interioridad del sistema (pues sería nece­ Es, justamente, a partir de la tesis de la naturaleza arbitraria del
sario creer que hay un adentro de la lengua), así como la imagen signo que la escritura no puede ser reducida a una representación
debe poder excluirse sin prejuicio del sistema de la realidad. Al pro­ auxiliar y secundaria del habla.
ponerse por tema "la representación de la lengua por la escritura",
Saussure comienza por plantear que la escritura es "por sí misma
extraña al sistema interno" de la lengua (p. 71 ). Externo/interno, 2 1 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.

[48 ] [49]
La distinción entre significado y significante opera tan sólo para El 27 de enero de 1968, Derrida pronuncia una conferencia
la lengua hablada, al excluir la escritura de la relación significado/ en la Sociedad Francesa de Filosofía, publicada simultáneamente
significante, ésta se constituye como instrumento para anotar la len­ en el Bulletin de la Societé fran;aise de philosophie ( julio/septiem­
gua, un signo de signo tal como lo era para la tradición. bre, 1 968) y en Théorie d' ensemble (Seuil, 1968), tomo colectivo
Derrida cuestiona la naturaleza de la relación significado/signi­ que compilaba trabajos teóricos del grupo Tel Quel. Desde el títu­
ficante que, en la lingüística saussuriana, es la relación natural entre lo mismo de la conferencia, "La différance", Derrida privilegiaba
contenido significado e imagen acústica. una de las articulaciones fundamentales del dispositivo abierto que
De igual modo, a partir de la tesis de la naturaleza arbitraria del estaba configurando. Différance ( se forma a partir del participio
signo, la escritura no puede quedar reducida a representación del presente del verbo différer) no es traducible al español, los intentos
habla. En consecuencia, Derrida se propone la revisión de la rela­ como diferencia, diferenzia o diferentia anulan el efecto del término
ción del habla ( sistema significado/significante) y de la escritura en la lengua francesa, escrito con a en lugar de e ( différence/diferen­
(signo de signo ). Esta intervención permite articular en el dispositi­ cia); el cambio es inaudible en francés -ya que se pronuncia de igual
vo derridiano la inmotivación de la huella. manera- sólo la marca de la escritura registra el trastorno, lo que
supone un modo de señalar las limitaciones del fonologismo.
La huella es, en efecto, el origm absoluto del sentido en general. Lo Derrida se sirve profusamente del concepto de différance en La
cual equivale a decir, una vez más, que no hay origen absoluto del voz y el fenómeno, en De la gramatología y en varios de los ensayos
sentido engeneral. La huella es la diffémnce que abre el aparecer y la que componen La escritura y la diferencia y, como hemos señalado
significación. Articulando lo viviente sobre lo no-viviente en gene­ más arriba, el concepto de retraso no-originario de la Introducción
ral, origen de toda repetición, origen de la idealidad, ella no es más a El origen de la geometría reenvía directamente a la différance; en
ideal que real, más inteligible que sensible, más una significación una nota al pie de "Freud y la escena de la escritura" dice:
transparente que una energía opaca, y ningún concepto de la metafí­
sica puede describirla. Y como es, a fortiori, anterior a la distinción Estos conceptos de différance y de retardo originarios son impen­
entre las regiones de la sensibilidad, del sonido tanto como de la sables bajo la autoridad de la lógica de la identidad o incluso bajo
luz, ¿hay-algún sentido en establecer una jerarquía "natural" entre el concepto de tiempo. El absurdo mismo que se señala así en los
la impronta acústica, por ejemplo, y la impronta visual (gráfica)? términos permite pensar, con tal que esté organizado de una cierta
La imagen gráfica no es vista; y la imagen acústica no es oída. La manera, el más allá de esta lógica y de este concepto. Bajo la pala­
diferencia entre las unidades plenas de la voz permanece inaudita. bra retardo, hay que pensar otra cosa que una relación entre dos
Invisible también la diferencia en el campo de la inscripción. 22 "presentes"; hay que evitar la representación siguiente: sólo ocurre
en un presente B lo que debía (habría debido) producirse en un
presente A ("anterior"). Los conceptos de différance y de ntardo
5. El trazo de la différance originarios se nos impusieron a partir de una lectura de Husserl
(Introducción a El origen de lageometría, 1962, pp. 170 y 1 7 1 ).23
El pensamiento de la huella no puede ser pensado separado de la
différance: son inseparables en el programa derridiano: "La huella La différance es una estructura y un movimiento que ya no se
(pura) es la diferencia". dejan pensar a partir de la oposición presencia/ausencia:

22 Jacques Derrida, De lagrnmatología, op. cit. 23 Jacques Derrida, La csaitura ,v la diferencia., op. cit.

(50] (51)
una posibilidad presente, que dispusiera por reserva o por cálculo la
La différance es el juego sistemático de las diferencias, de las trazas actividad del diferir.
de las diferencias, del espaciamiento por el que los elementos se Lo que la presencia difiere es, por el contrario, a partir de lo que
relacionan unos con otros. Este espaciamiento es la producción, la presencia es anunciada o deseada en su representante, su signo, su
a la vez activa y pasiva (la a de la différance indica esta indecisión huella, su traza; de este modo es que podemos pensar la différance
respecto a la actividad y a la pasividad, lo que todavía no se deja como una operación económica que remite a la estructura más ge­
ordenar y distribuir por esta oposición), de los intervalos sin los que neral de la economía.
los términos "plenos" no significarían, no funcionarían. Es también La actividad de la différance, producción de los diferentes, se
el devenir-espacio de la cadena hablada, que se ha dicho temporal constituye en el fundamento común de todas las oposiciones de
y lineal; devenir-espacio que sólo vuelve posibles la escritura y toda conceptos que escanden nuestra lengua: sensible/inteligible, intui­
correspondencia entre la palabra y la escritura, todo tránsito de la ción/significación, naturaleza/cultura. En tanto que fundamento
una a la otra. La actividad o la productividad connotadas por la a común, la différance es también el elemento de lo mismo en el que
de la différance remiten al movimiento generativo en el juego de las estas oposiciones se anunciaban.
diferencias. Estas diferencias no caen del cielo y no se inscriben de La différance es también la producción de toda diacriticidad
una vez por todas en un sistema cerrado, en una estructura estática opositiva de la que la lingüística saussuriana y todos los discursos de
que una operación sincrónica y taxonómica podría agotar. Las dife­ las ciencias sociales, que han aceptado el paradigma estructuralista,
rencias son los efectos de transformaciones y desde este punto de marcan como condición de toda significación y de toda estructura.
vista el tema de la différance es incompatible con el motivo estático, Estas oposiciones distintivas son los efectos del différance, no están
sincrónico, taxonómico, ahistórico, etc., del concepto de estruc­ escritas ni en el cielo, ni en la mente de los sujetos. Desde este
tura. Por supuesto que este motivo no es el único que define la punto de vista, la différance no es un concepto asimilable al estruc­
estructura y que la producción de las diferencias, la différance, no turalismo, ni simplemente genetista, sino que tal alternativa señala
es aestructural: produce transformaciones sistemáticas y reguladas, ella misma un efecto de différance.
pudiendo, hasta cierto punto, dar lugar a una ciencia estructural.24 La imposibilidad de salirse del sistema de conceptos que estruc­
turan la tradición metafisica, implica en todo discurso que se plan­
La grafia difffrance se instala en una red de otros términos que tea la posibilidad de trastornar esa tradición, la necesidad de tomar
apuntan a configurar esa especie de dispositivo estratégico abierto en préstamo, de manera económica y estratégica, los recursos sin­
que caracteriza la intervención derridiana, por lo tanto, no es po­ tácticos y léxicos del lenguaje de la metafisica en el momento en que
sible otorgarle un sentido propio, acotado, y los modos de asedio, se la desconstruye.
que exige su lectura, conllevan la necesaria insistencia acerca de su Esos discursos se autoimponen, entonces, un trabaío de reconoci­
pertenencia textual. miento de las influencias metafisicas y de reorganización de la forma
El término différance remite al movimiento, activo y pasivo, y de los lugares del cuestionamiento. La determinación última de la
que consiste en diferir por deslizamiento, dilación, sobreseimien­ diferencia en diferencia óntico-ontológica aparece como un núcleo
to, remisión, desplazamiento, retraso, reserva. En este sentido, la de resistencia de la metafisica. Derrida propone un gesto, que señala
différance no se da precedida por la unidad originaria e indivisa de como más nietzscheano que heideggeriano, que se dirigen al final de
ese pensamiento de la verdad y del ser, y se abren a una différance
que no está todavía determinada en la lengua de Occidente, corno
2 4 Jacques Derrida, Posicio11cs, op. cit. diferencia entre el ser y lo que no es. Derrida señala la obra de Hei-

[52 ] [53 ]
degger como el lugar de anuncio, de preparación de ese gesto. La no es más que un juego de diferencias y de cantidades. No habría
différance nombra ese despliegue de la diferencia en particular, pero fuerza en general sin la diferencia entre las fuerzas; y aquí la diferen­
no solamente, ni ante todo, de la diferencia óntico-ontológica. cia de cantidad cuenta más que el contenido de la cantidad, que la
Derrida trama en "La différance" su escritura con los desliza­ grandeza absoluta misma: "la cantidad misma no es, pues, separable
mientos, re-apropiaciones, trastornos y genealogías de la deriva del de la diferencia de cantidad. La diferencia de cantidad es la esencia
pensamiento que reconocemos en torno a tres nombres, a los que de la fuerza, la relación de la fuerza con la fuerza. Soñar con dos
cita profusamente: Nietzsche, Freud y Heidegger: füerzas igu ales, incluso si se le concede una oposición de sentido, es
un sueño aproximativo y grosero, sueño estadístico donde lo viviente
No se puede delimitar un tal cierre más que solicitando hoy este valor se sumerge, pero que disipa la química" (G. De!euze, Nietzsche et
de presencia del que Heidegger ha mostrado que es la determinación la philosophie, p. 49). Todo el pensamiento de Nietzsche ¿no es una
ontoteológica del ser; y al solicitar así este valor de presencia, por una crítica de la filosofia como indiferencia activa ante la différance, como
puesta en tela de juicio cuyo status debe ser completamente singular, sistema de reducción o de represión a-diaforística? Lo cual no excluye
interrogamos el privilegio absoluto de esta forma o de esta época de que según la misma lógica, según la lógica misma, la filosofia viva en
la presencia en general que es la consciencia como querer-decir en la y de la différance, cegándose así a lo mismo que no es lo idéntico. Lo
presencia para sí. mismo es precisamente la difjfrance (con una a) como paso alejado
Ahora bien, llegamos, pues, a plantear la presencia -y singularmente y equivocado de un diferente a otro, de un término de la oposición
la consciencia, el ser cerca de sí de la consciencia- no como la forma a otro. Podríamos así volver a tomar todas las parejas en oposición
matriz absoluta del ser, sino como una "determinación" y como un sobre las que se ha construido la filosofia y de las que vive nuestro
"efecto" . Determinación o decto en el interior de un sistema que ya discurso para ver ahí no borrarse la oposición, sino anunciarse una
no es el de la presencia, sino el de la différance, y que ya no tolera la necesidad tal que uno de los términos aparezca como la différance
oposición de la actividad y de la pasividad, en mayor medida que la del otro, como el otro diterido, en la economía del mismo (lo inteli­
de la causa y del efecto o de la indeterminación y de la determinación, gible como difiriendo de lo sensible, como sensible diferido, el con­
etc., de tal manera que al designar la consciencia como un efecto o cepto como intuición diferida-diferente; la cultura como naturaleza
una determinación se continúa, por razones estratégicas, que pueden diferida-diferente; todos los otros de la physis, techne, nomos, thesis,
ser más o menos lúcidamente deliberadas y sistemáticamente calcula­ sociedad, libertad, historia, espíritu, etcétera -como physis diferida o
das, a operar según un léxico de lo mismo que se de-limita. como physis diferente-. Physis en différance. Aquí se indica el lugar de
Antes de ser, tan radicalmente y tan expresamente, el de Heidegger, una reciente interpretación de la mímesis, en su pretendida oposición
este gesto ha sido también el de Nietzsche y el de Freud, quienes, a la physis). Es a partir de la muestra de este mismo como différance
uno y otro, como es sabido, y a veces de manera tan semejante, han cuando se anuncia la mismidad de la diferencia y de la repetición en
puesto en tela de juicio la consciencia en su certeza segura de sí. el eterno retorno. Tantos temas que se pueden poner en relación en
Ahora bien, ¿no es notable que lo hayan hecho uno y otro a partir del Nietzsche con la sintomatología que siempre diagnostica el rodeo o
motivo de la différance? la artimaña de una instancia disfrazada en su différance; o incluso con
Éste aparece casi señaladamente en sus textos y en esos lugares donde toda la temática de la interpretación activa que sustituye con el des­
se juega todo. No podría extenderme aquí; simplemente recordaré ciframiento incesante al desvelamiento de la verdad como presencia
que para Nietzsche la gran actividad principal es inconsciente y que de la cosa misma en su presencia, etc. Cifra sin verdad, o al menos
la consciencia es el efecto de las fuerzas cuya esencia y vías y modos sistema de cifras no dominado por el valor de verdad que se convierte
no le son propios. Ahora bien, la füerza misma nunca está presente: entonces en sólo una función comprendida, inscrita, circunscrita.

[ 54 ) [ 55]
Podremos, pues, llamar différance a esta discordia "activa", en movi­ Para Derrida el concepto de verdad ligado firmemente al logos,
miento, de fuerzas diferentes y de diferencias de fuerzas que opone al concepto de signo, es puesto en cuestión por el pensamiento
Nietzsche a todo el sistema de la gramática metafisica en todas partes de la différance en tanto que pura huella, rastro, que sólo exhibe
donde gobierna la cultura, la füosofia y la ciencia.25 la continuidad de su juego y se despliega en derivas que aluden a
puntos de fuga sin clausura.
La voluntad nietzscheana de situarse en un más allá de lo ver­
dadero y lo falso y, por lo tanto, más allá del bien y del mal, tiene Podremos, pues llamar différance a esta discordia "activa", de fuer­
por objeto desmembrar la matriz dogmático-idealista a partir de zas diferentes y de diferencias de fuerzas que opone Nietzsche a
la que la tradición metafisica constituyó la reflexión sobre el Ser. todo el sistema de la gramática metafisica en todas partes donde
La inversión violenta del platonismo, la superación de la metafisica gobierna la cultura, la filosofia y la ciencia.
tradicional, la solicitación del logocentrismo resultan imposibles sin
el cuestionamiento de los presupuestos de verdad. La crítica de la El texto de Derrida que habíamos citado más arriba imbrica y
moral tradicional que formula Nietzsche no se funda en el interro­ establece un pasaje de Nietzsche a Freud, en el que exhibe la re­
gante ¿qué moral1 , sino que se mueve hacia la crítica de los prejui­ apropiación y trastorno de sus operaciones de lectura:
cios morales como lo ya dado; del mismo modo, su pensamiento
no apunta a cuestionar la posibilidad de la metafisica, sino que se Es históricamente significante que esta diaforística en tanto que
interroga sobre la función de ese pensamiento para constituir los energética o economía de fuerzas, que se ordena según la puesta en
parámetros de comprensión de lo que constituye la verdad. tela de juicio de la primacía de la presencia como consciencia, sea
El método nietzscheano es una genealogía del conocimiento. también el motivo capital del pensamiento de Freud: otra diaforís­
Conocimiento que Nietzsche define como uno de los valores más tica, a la vez teoría de la cifra ( o de la marca) y energética. La puesta
antiguos puesto a disposición de los hombres "más infelices, delica­ en tela de juicio de la autoridad de la consciencia es inicialmente y
do y dimeros" que les permite engañarse sobre el valor contingente siempre diferencial.
de su existencia, lo que impide ver "cuán lastimoso, cuán sombrío, Los dos valores aparentemente diferentes de la différance se anu­
cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto dan en la teoría freudiana: el diferir como discernibilidad, distin­
humano dentro de la naturaleza" . 26 ción, desviación, diastema, espaciamiento, y el diferir como rodeo,
La verdad nietzscheana tiene una raíz subjetiva y está al servicio demora, reserva, temporización.
de la vida. Ése es el presupuesto fundamental a partir del que Nie­ l . Los conceptos de marca (Spur), de roce ( Bahnung) de fuerzas
tzsche opone a la voluntad de verdad, que se manifiesta tradicional­ de roce son desde el Entivurt inseparables del concepto de diferen­
mente en el carácter uniforme del conocimiento, una voluntad ra­ cia. No se puede describir el origen de la memoria y del psiquismo
dical de conocimiento plural, trágico, dionisíaco, un conocimiento como memoria en general ( consciente o inconsciente) más que
que es creatividad plena, que afirma la vida; presupuesto con el que tomando en consideración la diferencia entre los razonamientos.
la différance derridiana establece relaciones de linaje, reconoce la Freud lo dice expresamente. No hay roce sin diferencia ni diferencia
deuda genealógica y exhibe sin ambages las reapropiaciones. sin marca.
2 . Todas las diferencias en la producción de marcas inconscientes y
en los procesos de inscripción ( Niederschrift) pueden también ser
25 Jacques Derrida, Mái;_qcnes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1 988.
26 Friedrich Nietzsche, Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral, Valencia, interpretadas como momentos de la différance, en el sentido de la
Teorema, 1980. puesta en reserva. Según un esquema que no ha cesado de guiar

l56J [ 57)
el pensamiento de Freud, el movimiento de la marca se describe En "El block maravilloso" 29 Freud elige la descripción de la pi­
como un esfuerzo de la vida que se protege a sí misma difiriendo zarra mágica para dar cuenta de la relación entre lo consciente y
la inversión peligrosa, constituyendo una reserva ( Vorrat) y todas lo inconsciente. En la pizarra mágica, utensilio a menudo de uso
las oposiciones de conceptos que surcan el pensamiento freudiano doméstico, las huellas no aparecen nunca en la superficie, no pue­
relacionan cada uno de los conceptos a otro como los momentos den ser percibidas a simple vista, lo que no significa que no perma­
de un rodeo en la economía de la différance. El uno no es más nezcan inscriptas por debajo de esa superficie en una base de cera,
que el otro diferido, el uno diferente del otro. El tino es el otro en como reproducción del original. Este texto de Freud retoma uno
différance, el uno es la différance del otro. Así como toda oposi­ de los núcleos conceptuales presente en otros trabajos: la imposi­
ción aparentemente rigurosa e irreductible (por ejemplo, la de lo bilidad de traducción recíproca entre la instancia del inconsciente y
secundario y lo primario) se ve calificar, en uno u otro momento, del consciente. Lo que desmonta toda eventualidad de considerar
de "ficción teórica" . Es también así, por ejemplo (pero este ejemplo la textualidad inconsciente como una presencia última de la que el
gobierna todo, comunica todo), como la diferencia entre el prin­ consciente sería una traducción. Lo consciente no es, por lo tanto,
cipio del placer y el principio de la realidad no es sino la diferencia una representación de una presencia anterior, original, sino que su
como rodeo (Afschub).27 espacio es un presente ya reconstituido, una representación de un
presente que nunca ha sido presente. De modo que la imposibilidad
En "Freud y la escena de la escritura" (conferencia pronunciada de traducción al descartar toda insistencia en un código común que
en el Institut de Psychanalyse en marzo de 1 966, publicada en Te! facilite el traslado, el intercambio de equivalencias de significación,
Quel, N º 26, verano de 1966, y recogida en La escritura y la diferen­ hace que la relación entre los dos ámbitos se encuentre dominada
cia), Derrida expone de qué modo, en el campo del psicoanálisis, la por una heterogeneidad radical: un sistema de censura separa los
comprensión del lenguaje trastorna los límites habituales del mismo componentes que pueden configurarse como conscientes y los que
es decir expresión del pensamiento en palabras, para entenderlo e� son relegados al inconsciente.
toda su extensión, esto es, como manifestación de cualquier actividad Los estímulos con bajo grado de intensidad que no demandan
psíquica, en la que tiene un lugar relevante la escritura. un gasto excesivo de energía son reconstituidos en material cons­
Derrida hace especial hincapié en la importancia que el trabajo ciente. A su vez, los estímulos con excesivo grado de energía supo­
de la huella y de la facilitación28 tienen para Freud en el proceso de nen un riesgo, por lo que son excluidos por la instancia de censura
configuración de la vida psíquica: la base de todo psiquismo radica del ámbito consciente y son desplazados al inconsciente.
en la diferencia sin clausura e imposible de captar como un todo En la configuración y en la permanencia de las huellas, que pue­
entre las diversas huellas, entre las fuerzas. den actuar como estímulos, se da un esfuerzo de vida, que se protege
difiriendo una catexia excesiva que puede constituirse en un peligro
destructivo y mortal. Una catexia excesiva implica un mayor gasto
27 Jacques Derrida, Má1:5mes de la filosofía, op. cit. de energía para que desaparezca la tensión excesiva. Una catexia
2 8 «Faci�itació,�: Término utilizado por Freud cuando da un modelo neurológico plena significa la destrucción. Esa plenitud de intensidad se difiere
del fünc1onan11ento del aparato psíquico ( 1 895 ): la excitación, para pasar de una
y pospone constituyendo una red mnésica de huellas conservadas,
neuron� a otra, debe vencer cierta resistencia; cuando este paso implica una dis­
mmuc1on permanente de esta resistencia, se dice que hay facilitación: la excitación como un intervalo disponible para la defensa frente a un grado de
escogerá la vía facilitada con preferencia a la que no lo ha sido." J. Laplanche y J.
B . Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, Labor, 1971 . Para el abordaje
de los conceptos freudianos véase José Luis Valls, Dicciona1,io Freudiano' Buenos 29 Sigmund Freud, "El block maravilloso", en Obras completas, t. VII, Madrid,
Aires, Gaby Ediciones, 2008. Biblioteca Nueva, 1974, pp. 2 .808-2.8 1 1 .

[ 58 ) [ 59]
intensidad peligroso. La consciencia articula una disposición de ese puede suscribir la falacia teórica de lo originario. Lo originario es la
inventario de componentes conscientes, intensidades o fuerzas ya instancia del diferimiento, de la repetición. No hay antelación de la
inertes, evitando así toda posibilidad de amenaza. presencia como fuente de los procesos de retraso, sino, antes bien,
Toda amenaza de gasto excesivo que no pueda ser configurada es la repetición, el diferimiento lo que constituye al origen. Freud y
orno instancia neutra es condenada por la censura a la instancia del Derrida pueden ser leídos, por lo tanto, en la coincidencia de que el

mconsciente. originario es el no-origen, es la tachadura del origen:
De ello se desprende que los componentes constitutivos del
inconsciente, marcados por la intensidad, sean, por una parte, lo Indudablemente la vida se protege a sí misma mediante la repetición,
censurado, y por la otra, el campo de constitución del ámbito de la la huella, la dijférance. Pero hay que tener cuidado con esa formu­
consciencia, pues es el horizonte definido del placer como descarga lación: no hay vida primero presente, que a continuación llegase a
de intensidad. protegerse, a aplazarse, a reservarse en la dijférance. Esta constituye
La posibilidad del placer total equivale a la instancia de la muer­ la esencia de la vida. Más bien, como la dijférance no es una esencia,
te, lo que implica que el límite del principio del placer es el principio como no es nada, no es tampoco la vida, si el ser se determina como
de la realidad, de la conservación que elude la muerte y difiere la ausía, presencia, esencia/existencia, sustancia o sujeto. Hay que pen­
consecución del placer. sar la vida como huella antes de determinar el ser como presencia. Ésa
La muerte no es posible de ser escindida de la vida, debido es la única condición para poder decir que la vida es la muerte, que
a que se encuentra en el origen mismo de ésta. La vida tan sólo la repetición y el más allá del principio del placer son originarios, y
puede resguardarse de la muerte por medio de una economía de la congénitos de aquello que precisamente transgreden. Cuando Freud
muerte misma, por un sistema económico del gasto, fundado en el escribe en el Proyecto que "los pasos-abiertos sirven a la función pri­
diferimiento. maria", nos impide ya dejarnos sorprender por Más allá el principio
La vida despliega su continuidad merced a la configuración de la del placer. Freud hace justicia a una doble necesidad: reconocer la
economía de su propia muerte. Las rupturas que ponen en peligro différance en el origen, y al mismo tiempo tachar el concepto de
la vida, que la amenazan, tan sólo pueden ser conjuradas repitién­ primariedad: ya no habrá que sorprenderse por la Traumdeutung
dolas por medio de un rodeo. La memoria, como defensa, es aque­ que lo define como una "ficción teórica" es un parágrafo sobre el
Ilo que constituye originariamente la vida. La función primaria se da "retardo" ( Verspiitung) del proceso secundario. Así pues, es el retardo
en el ámbito de lo inconsciente, sin que haya simultaneidad entre el lo que es originario. Sin eso, la différance sería la demora que se le
darse de la consciencia y la constitución del inventario mnésico. concede a una consciencia, a una presencia así del presente. "Diferir"
No hay una serie cronológica que instaure una antelación de la no puede significar, pues retardar un presente posible, suspender un
vida originaria y luego se disponga a su defensa: la vida es origina­ acto, aplazar una percepción posible ya y al10ra. Ese posible no es
_ posible sino por la différance que. hay que concebir, pues, de otro
riamente marca, huella, traza, diferimiento, retraso. El pensamiento
freudiano como pensamiento de la diferencia otorga prioridad a modo que como un cálculo o una mecánica de la decisión. Decir de
la constitución de la vida como huella, antes de determinar el ser ella que es originaria es al mismo tiempo borrar el mito de un origen
como_ sujeto o como consciencia. En este sistema de relaciones que presente. Por eso hay que entender "originario" bajo tachadura, si
se articulan de acuerdo con dispositivos económicos, el diferimien­ no fuera así se derivaría la dijférance de un origen pleno. Es el no­
to es congénito a aquello que desmonta: la plenitud y la presencia. origen lo que es originario. 30
El pensamiento freudiano se caracteriza por la puesta en cues­
tión de todo presupuesto de privilegio al origen. Como Derrida, 30 Jacques Derrida, La esc1·itu1•a y la diferencia, op. cit.

[60] [61]
vilegiada del hegelianismo. Se doblega la Aufhebung -el relevo- a
El pensamiento freudiano acerca del origen y en particular el escribirse de otra manera. Quizá, simplemente, a escribirse. Mejor,
énfasis puesto en el gasto excesivo y destructor que es conjurado a tomar en consideración su consumación de escritura.
por la función económica de la reserva anuncia el punto nodal de la Pues el carácter económico de la différance no implica de ninguna
différance derridiana: manera que la presencia diferida pueda ser todavía reencontrada,
que no haya así más que una inversión que retarda provisionalmente
Aquí tocamos el punto de mayor oscuridad en el enigma mismo de y sin pérdida la presentación de la presencia, la percepción del bene­
la différance, lo que divide justamente el concepto en una extraña ficio o el beneficio de la percepción. Contrariamente a la interpreta­
partición. No es preciso apresurarse a decidir. ¿ Cómo pensar a la ción metafisica, dialéctica, "hegeliana" del movimiento económico
11ez la différance como rodeo económico que, en el elemento del de la différance, hay que admitir aquí un juego donde quien pierde
mismo, pretende siempre reencontrar el placer en el lugar en que la gana y donde se gana y pierde cada vez. Si la presentación desviada
presencia es diferida por cálculo (consciente o inconscientemente) sigue siendo definitiva e implacablemente rechazada, no es sino un
y por otra parte la différance como relación con la presencia impo­ cierto presente lo que permanece escondido o ausente; pero la diffé­
sible, como gasto sin reserva, como pérdida irreparable de la pre­ rance nos mantiene en relación con aquello que ignoramos necesa­
sencia, usura irreversible de la energía como pulsión de muerte y riamente que excede la alternativa de la presencia y de la ausencia.
relación con el otro que interrumpe en apariencia toda economía? Una cierta alteridad -Freud le da el nombre metafisico de incons­
Es evidente -es absolutamente evidente- que no se pueden pensar ciente- es definitivamente sustraída a todo proceso de presentación
juntos lo económico y lo no-económico, lo mismo y lo completa­ por el cual lo llamaríamos a mostrarse en persona. En este contexto
mente distinto, etc. Si la différance es este impensable, quizá no es y bajo este nombre del inconsciente, no es, como es sabido, una
necesario apresurarse a hacerlo evidente, en el elemento filosófico de presencia para sí escondida, virtual, potencial. Se difiere, esto quiere
la evidencia que habría hecho pronto disipar la ilusión y lo ilógico, decir sin duda que se teje de diferencias y también que envía, que
con la infalibilidad de un cálculo que conocemos bien, para haber delega representantes, mandatarios; pero no hay ninguna posibi­
reconocido precisamente su lugar, su necesidad, su función en la lidad de que el que manda "exista", esté presente, sea el mismo
estructura de la différance. Lo que en la fi!osofia sacaría provecho en algún sitio y todavía menos de que se haga consciente. En este
ya ha sido tomado en consideración en el sistema de la différance sentido, contrariamente a los términos de un viejo debate, el lado
tal como se calcula aquí. He tratado en otra parte, en una lectura de fuerte de todas las inversiones metafisicas que ha realizado siem­
Bataille, de indicar lo que podría ser una puesta en contacto, si se pre, el "inconsciente" no es más una "cosa" que otra cosa, no más
quiere, no sólo rigurosa, sino, en un nuevo sentido, "científica", de una cosa que una consciencia virtual o enmascarada. Esta alteridad
esta "economía limitada" que no deja lugar al gasto sin reserva, a la radical con relación a todo modo posible de presencia se señala en
muerte, a la exposición al sinsentido, etcétera, y de una economía efectos irreductibles de destiempo, de retardamiento. Y, para des­
general que toma en consideración la no-reserva, si se puede decir, cribirlos, para leer las marcas de las marcas "inconscientes" (no hay
que tiene reserva la no-reserva. Relación entre una différance que marca "consciente"), el lenguaje de la presencia o de la ausencia,
encuentra su cuenta y una différance que fracasa en encontrar su el discurso metafisico de la fenomenología es inadecuado (pero el
cuenta, la apuesta de la presencia pura y sin pérdida confundiéndose "fenomenólogo" no es el único que habla) .
con la de la pérdida absoluta, de la muerte. Por esta puesta en con­ La estructura del retardamiento ( Nachtraglichkeit) impide e n efecto
tacto de la economía limitada y de la economía general se desplaza que se haga de la temporización una simple complicación dialéctica
y se reinscribe el proyecto mismo de la filosofia, bajo la especie pri- del presente vivo como síntesis originaria e incesante, constante-

[62) [63)
mente reconducida a sí, concentrada sobre sí, concentrante, de
presencia diferida por cálculo, temporización, y a la vez �om� gasto
rastros que retienen y aberturas protencionales. Con la alteridad
excesivo, espaciamiento, es necesario situarse en un mas alla de la
del "inconsciente" entramos en contacto no con horizontes de pre­
metafisica de la presencia y de la ausencia:
sentes modificados -pasados o por venir-, sino con un "pasado"
que nunca ha sido presente y que no lo será jan1ás, cuyo "por­
La différance es Jo que hace que el movimiento de la significación
venir" nunca será la producción o la reproducción en la forma de la
no sea posible más que si cada elemento llamado "presente", que
presencia. El concepto de rastro es, pues, inconmensurable con el
aparece en la escena de la presencia, se relaciona con otra cosa, �uar­
de retención, de devenir-pasado de lo que ha sido presente. No se
dando en sí la marca del elemento pasado y dejándose ya hundir por
puede pensar el rastro -así la différance- a partir del presente o de
la marca de su relación con el elemento futuro, no relacionándose
la presencia del presente.
la marca menos con lo que se llama el futuro que con lo que se
Un pasado que nunca ha sido presente, ésta es la fórmula por la cual
llama el pasado, y constituyendo lo que se llama el presente por esa
E. Lévinas, según vías que ciertamente no son las del psicoanálisis,
misma relación con lo que no es él: no es absolutamente, es decir,
califica la marca y el enigma de la alteridad absoluta: el prójimo. En
ni siquiera un pasado o un futuro como presentes modificados. Es
estos límites, y desde este punto de vista al menos, el pensamiento
preciso que le separe un intervalo de lo que no es él para que sea él
de la différance implica toda crítica de la ontología clásica empren­
mismo, pero este intervalo que lo constituye en presente debe tam­
dida por Lévinas. Y el concepto de marca, como el de différance,
bién a la vez decidir el presente en sí mismo, compartiendo así, con
organiza así a través de estas marcas diferentes y estas diferencias
el presente, todo lo que se puede pensar a partir de él; es decir, todo
de marcas, en el sentido de Nietzsche, de Freud, de Lévinas ( estos
existente, en nuestra lengua metafisica, singularmente la sustancia
"nombres de autores" no son aquí más que indicios), la red que
0 el sujeto. Constituyéndose este intervalo, decidiéndose dinámica­
concentra y atraviesa nuestra "época" como delimitación de la
mente, es Jo que podernos llamar "espaciamiento", devenir-espacio
ontología (de la presencia). 3 l
del tiempo o devenir-tiempo del espacio (temporización). Y es esta
constitución del presente, como síntesis "originaria" e irreducti­
Para Derrida comprender la différance implica, en consecuencia,
blemente no-simple, pues, sensu estricto, no originaria, de marcas,
la necesidad de pensar la relación de los diferentes con la différance
de rastros de retenciones y de protenciones (para reproducir aquí,
en tanto que proceso productivo o economía:
analógicamente y de manera provisional, un lenguaje fenomenoló­
gico y trascendental que se revelará enseguida inadecuado) que yo
Yo diría que es el concepto de la economía, y puesto que no hay eco­
propongo llamar "archi-escritura", "archi-rastro" o différance. Esta
nomía sin différance, es la estructura más general de la economía, ' • I 33
(es) (a la vez) espaciamiento (y) temponzac1on.
siempre que se entienda bajo esta noción otra cosa que la economía
clásica de la metafisica o la metafisica clásica de la economía. 32
La trama de relaciones de reapropiación, de deslizamiento, de
trastorno, que la différance tiene con el pensamiento d� Heideg­
Así, la différance pensada como presencia diferida por cálculo
ger configura una deriva de insistencia en la que es pos1ble rec�­
supone instalar el concepto en el ámbito de la economía restringida. _
Para instalarla en la economía general, es decir, la différance como nocer genealogías y rupturas. En principio, el pensa�1ento filoso­
fico de Martin Heidegger está atravesado desde sus primeras obras
por una pregunta dominante que articula su reflexión, más allá de
31 J acques Derrida, Má,;genes de la filosofía, op. cit.
32 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.
33 Má,;genes de la filosofía, op. cit.

[64)
[ 65 ]
la diversidad de enfoques que presenta en el curso de su extenso -la entrevista a Jacques Derrida por Jean Louis Houdebine y Guy
desenvolvimiento. Scarpetta- en el volumen Posiciones y en Del espíritu Heidegger y
Para Derrida la pregunta por el ser y la relevancia otorgada a la pregunta, son textos en los que Derrida despliega su crítica del
la diferencia ontológica que plantea Heidegger son instancias que pensamiento heideggeriano de la proximidad que marca la relación
se imbrican con su propio proyecto, aunque como señalamos an­ entre el sentido del ser y el sentido del hombre. Crítica que, como
teriormente en una cita de Derrida, la determinación última de la ya señalamos, no pasa en ningún caso por rechazo o por la falta
diferencia en diferencia óntico-ontológica permanece aún retenida de reconocimiento de la importancia que tiene Heidegger para su
en la red metafisíca. Por eso propone un gesto de carácter más nie­ pensamiento.
tzscheano que heideggeriano, llegando hasta el final de este pen­ La différance derridiana no puede ser reducida ni a una pala­
samiento de la verdad del ser, produciendo una apertura a la diffé­ bra, ni a un concepto, ni puede ser pensada como una categoría, ni
rance, que todavía no está determinada en la lengua de Occidente como un principio. La différance no se presenta nunca, no implica
como deferencia entre el ser y el ente. la posibilidad de aprehensión, de exposición, totalidad, o plenitud,
Esto no significa que Derrida desconozca el peso de la proble­ puesto que todo ello supondría confirmar una presencia cuando ése
mática heideggeriana sino, antes bien, indica que el gesto de mos­ es el vector a desmontar, como hilo conductor de todo el edificio
trar nombrando la diferencia, différance, no implica la salida del de la metafisica tradicional.
entramado conceptual de la metafisica: La pregunta ¿qué es la différance?, no sólo no tiene respuesta,
antes bien, no es pertinente. De todos modos, la différance no es
Para nosotros, la différance sigue siendo un nombre metafisico y inefable, ya que la différance se escribe, y en tanto escritura exhibe
todos los nombres que recibe en nuestra lengua son todavía, en tanto la debilidad de la phoné, que no puede dar cuenta de la différance
que nombre, metafisicos. En particular cuando hablan de la deter­ de la a muda.
minación de la différance en diferencia de la presencia y el presente La différance es una estrategia cuya deriva está articulada como
(Amvesen/Anwesend), pero sobre todo, y ya de manera más general, una multiplicidad irreductible y generadora, que no reconoce los
cuando hablan de la determinación de la différance en diferencia del límites del sistema lingüístico, sino que se disemina por todas las
ser y el existente. experiencias.
Más "vieja" que el ser mismo, una tal différance no tiene ningún La différance imbrica las instancias de lectura y de escritura en
nombre en nuestra lengua. Pero sabemos ya que si es innombrable un dispositivo estratégico amplio que disemina y desmonta la auto­
no es por provisión, porque nuestra lengua todavía no ha encontrado ridad vigilante del logocentrismo en un movimiento inacabado que
o recibido este nombre, o porque sería necesario buscarlo en otra no se asigna ningún comienzo absoluto y que en sus maniobras de
lengua, fuera del sistema finito de la nuestra. Es porque no hay nom­ desvío, de retraso, de diferimiento supone la imposibilidad de cual­
bre para esto ni siquiera el de esencia o del de ser, ni siquiera el de quier tipo de horizonte de clausura.
différance, que no es nombre, que no es una unidad nominal pura y
se disloca sin cesar en una cadena de sustituciones que difieren. 34
6. La escritura. El retorno de lo reprimido
"La différance" y "Ousía y Gramme" en Má,;genes de lafilosofía,
"Los fines del hombre" en La escritura y la diferencia, "Posiciones" El lugar degradado y marginal al que se la relega a la escritura,
constituye una instancia fundamental en el programa derridiano de
34 Jacques Derrida, Má'lfenes de la filosofía, op. cit. solicitación de la filosofia occidental en tanto que metafisica ontoteo-

(66] [67]
lógica (platonismo y cristianismo) o racionalismo subjetivista ( kan­ Ya sea en el orden del discurso hablado o del discurso escrito, ningún
tismo y fenomenología). En De la gramatología Derrida se propone elemento puede funcionar como signo sin remitir a otro elemento
exhibir y revisar el lugar secundario, derivado y suplementario, que que él mismo tampoco está simplemente presente. Este encadena­
compulsivamente se le ha otorgado a la escritura respecto del logos, miento hace que cada "elemento" -fonema o grafema- se constituya
en íntima relación al etnocentrismo occidental y al logocentrismo. a partir de la traza que han dejado en él otros elementos de la cadena
Y, correlativamente, se propone pensar acerca de las condiciones de o del sistema. Este encadenamiento, este tejido, es el texto que sólo
emergencia de una nueva ciencia, la ciencia de la escritura, en un se produce en la trasformación de otro texto. No hay nada, ni en los
tiempo histórico de clausura de la época metafisica. elementos ni en el sistema, simplemente presente o ausente. No hay,
De la gramatología, al igual que toda la obra derridiana, no es de parte a parte, más que diterencias y trazas de trazas. El grama es,
fácilmente asimilable a las compartimentaciones taxonómicas del por lo tanto, el concepto más general de semiología -que se convierte
saber instituido. Su propuesta de una nueva cientificidad debe ser de este modo en gramatología- no sólo se ajusta al campo de la escri­
leída como un corrimiento de la relación habitual con la ciencia tura en el sentido estrecho y clásico, sino también al de la lingüística.
regida por la racionalidad logocéntrica. El gesto decisivo que ins­ Laventaja de este concepto -siempre que se rodee de cierto contexto
tala esa diferencia implica desconstrucción de la red de oposiciones interpretativo pues, ni más ni menos que cualquier otro elemento
jerárquicas que teje y legisla el pensamiento metafisico. Revelar la conceptual, ni significa ni se basta a sí mismo-, reside en que neu­
devaluación constante de la escritura que se manifiesta en las cons­ traliza desde el principio la propensión fonologista del "signo" y el
trucciones discursivas hegemónicas implica la puesta en cuestión del equilibrio de hecho por medio de la liberación de todo campo cientí­
logofonocentrismo solidario de la metafisica de la presencia, punto fico de la "sustancia gráfica" (historia y sistema de las escrituras más
de apoyo de todo el dogma metafisico. allá del área occidental) cuyo interés no es menor y ha permanecido
La gramatología no se anuncia ni como un nuevo estamento de hasta hoy en la sombra o en la indignidad. 35
las ciencias humanas, ni tampoco como una ciencia regional entre
otras; la ruptura con el esquema tradicional de la ciencia reside en La gramatología coloca el análisis de la escritura en una instancia
que la gramatología no se despliega como un programa que impli­ fundamental para llevar a cabo la desconstrucción de la metafisica de la
que la posibilidad de una teoría general de la escritura. presencia y todos los discursos derivados de ella: en particular, Derrida
El concepto de escritura, tal y como ha sido constituido por el elige la lingüística estructural, solidaria, para él, de esa metafisica.
pensamiento tradicional, está marcado por el estigma de la degrada­ En el mantenimiento de la diferencia entre significante y sig­
ción, la estrategia derridiana exige desmontar esa genealogía y des­ nificado, repetición de las opciones metafisicas centrales, y en la
plegar otra historia a partir de la noción de grama como instancia concepción del signo como una unidad diferenciada y arbitraria de
fundante de toda inscripción en general: esos dos planos, que se impone como simple presencia sin referen­
cia a una huella, Derrida marca las dependencias más fuertes con el
Por supuesto que no se trata de recurrir al mismo concepto de escri­ logocentrismo.
tura ni de invertir simplemente la disimetria que se ha puesto en duda. En 1967, en Francia en particular, el estructuralismo seguía
Se trata de producir un nuevo concepto de escritura. Se lo puede lla­ siendo un paradigma dominante para las ciencias sociales. La crí­
margrama o différance. El juego de las diferencias supone, en efecto, tica demoledora que los textos de Derrida despliegan para con ese
síntesis y remisiones que prohíben que en ningún momento, en nin­ canon privilegiado produce una cierta convergencia entre la tradi-
gún sentido, un elemento simple esté presente es sí mismo y no remita
más que a sí mismo. 35 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.

[68) [ 69]
c1on académica y la "modernidad establecida", que se escuda en las necesidades impuestas por la fonetización y el pensamiento lo­
argumentos compartidos tales como "hermetismo deliberado" o gocéntrico, lo cual implica el privilegio de la linealidad, que es a su
" exégesis metafórico ilusoria", para articular su condena al progra­ vez el modelo de la concepción vulgar del tiempo y, por lo tanto,
ma derridiano. de la historia; instancias solidarias con la escritura fonética que se
El privilegio de la presencia aparece éomo el elemento decisivo configura como una sucesión lineal, como la imagen gráfica de la
en toda teoría del lenguaje y de la comunicación. Privilegio corre­ sucesión irreversible del tiempo en el habla:
lativo al que se ha otorgado a la voz y, por lo tanto, solidario del
rol secundario de la escritura que es considerada como un testimo­ La producción de la norma lineal ha pesado, por tanto, sobre
nio vicario y aproximativo de la presencia. Pero la escritura siempre esos límites y marcado los conceptos de símbolo y de lenguaje. Es
supuso una instancia amenazadora y peligrosa, por lo que fue so­ necesario pensar juntos el proceso de linealización, tal como Leroi
metida a constricciones que Derrida devela como contradictorias Gourhan lo describe en una escala histórica muy vasta, y la crí­
y fundadas en decretos dogmáticos. El habla se presenta para la tica de Jakobson al concepto linealista de Saussure. La "línea" sólo
tradición occidental como la forma de expresión del pensamiento, representa un modelo particular, sea cual fuere su privilegio. Este
que, a pesar de su mediación, aparece como comunicación natural modelo ha devenido modelo y permanece, en tanto modelo, inacce­
y directa. Al respecto, Jonathan Culler señala: sible. Si se considera como establecido que la linealidad del lenguaje
va acompañada del concepto vulgar y mundano de la temporalidad
El habla se concibe en contacto directo con el significado: las palabras (homogéneo, dominado por la forma del ahora y el ideal del movi­
que emite el hablante como signos espontáneos y casi transparentes miento continuo, recto o circular) del que Heidegger demuestra
de su pensamiento actual, que el recepto que escucha espera captar. que determina desde el interior toda ontología, desde Aristóteles
i a Hegel, la meditación sobre la escritura y la desconstrucción de la
La escritura, por otra parte, se compone de marcas fsicas que están
divorciadas del pensamiento que puede haberla producido. Funciona historia de la filosofia se vuelven inseparables.
característicamente en ausencia de un hablante, ofrece un acceso Entonces el modelo enigmático de la línea es aquello que la filo­
incierto al pensamiento y puede aparecer incluso como del todo anó­ sofia no podía ver en tanto tenía los ojos abiertos sobre la interio­
nima y ajena a cualquier hablante o autor. La escritura, así, parece ser ridad de su propia historia. Esta oscuridad se deshace un poco en
i el momento en que la linealidad -que no es la pérdida o la ausen­
habla. Este juicio de la escritura es tan viejo como la filosofa misma.
En el Fedro, Platón condena la escritura como forma bastarda de cia sino la represión del pensamiento simbólico pluridimensional­
comunicación; separada del padre o momento de origen, la escritura afloja su opresión porque comienza a esterilizar la economía técnica
no está ahí para explicar al oyente lo que tiene en mente.36 y científica que durante mucho tiempo había favorecido. En efecto,
desde hace mucho tiempo su posibilidad fue estructuralmente soli­
El privilegio del habla se funda en el binarismo significado/sig­ daria de la economía, de la técnica y de la ideología. Esta solidari­
nificante, que implica una concepción secundaria para la escritu­ dad aparece en los procesos de tesaurización, de capitalización, de
ra en tanto que derivada, exterior y representativa; la escritura es sedentarización, de jerarquización, de la formación de la ideología
definida como un signo de un signo. Esta concepción toma a la por la clase de aquellos que escriben o más bien, que disponen de
escritura fonética ( silábica y alfabética) como modelo único de la escribas. No se trata de que la reaparición masiva de la escritura no
escritura en general, pues es la que, por su estructura, cumple mejor lineal interrumpa esta solidaridad estructural, sino por el contrario.
Pero transforma profundamente su naturaleza.
36 J onathan Culler, Sobre la desconstrucción, Madrid, Cátedra, 1 984.

[70] [71]
El fin de la escritura lineal es el fin del libro, incluso si en la actuali­
momento que se escribe, que escribe su identidad y alza su propie­
dad es todavía bajo la forma de libro que se dejan envolver, bien que
dad contra ese fondo de escritura? Esa "contradicción", que no es
mal, las nuevas escritura, ya sean literarias o teóricas. Por otra parte
otra que la relación consigo de la dicción que se opone a la inscrip­
se trata menos de confiar a la envoltura del libro las escrituras inédi­
ción, expulsándose a sí misma al perseguir a lo que es propiamente
tas que de leer lo que, en los volúmenes, se escribía ya entre líneas.
su añagaza esa contradicción no es contingente. Bastaría, para con­
Por esta razón es que al comenzar a escribir sin línea se vuelve a leer
venir en ello, con observar que lo que parece inaugurarse en la
la escrinira pasada según otra organización del espacio.
literatura occidental con Platón no dejará de reeditarse al menos
Si el problema de la lectura ocupa hoy la vanguardia de la ciencia,
en Rousseau v luego en Saussure. En esos tres casos, en esas tres
es en razón de ese suspenso entre dos épocas de la escritura. Puesto
"épocas" de 1� repetición del platonismo que nos da un nuevo hilo
que comenzamos a escribir, a escribir de otra manera, debemos leer
a seguir y a reconocer otros nudos en la historia de la filosofía o de
de otra manera.37
la episteme, la exclusión y la humillación de la escritura deben com­
ponerse en alguna parte, en su misma declaración, con:
La escritura fonética, sostiene Derrida, es una instancia funda­
1 . una escritura general, y en ella con
mental en la c onfiguración del saber occidental, ello lleva por nece­
2. una "contradicción": la proposición escrita del logocentrismo; la
sidad a concebir la escritura como técnica auxiliar, para c onstituirla
afirmación simultánea del estar-fuera del exterior y de su intrusión
en simple depositaria de la transmisión de sentido. El gesto inicial
nefasta en el interior;
de esta marginación se da en la Grecia clásica, en la obertura del
3. la construcción de una obra "literaria". Antes de los Anagramas
pensar filosófico entendido como episteme y de la verdad como uni­
dad de logos y phoné. La reducción de la escritura a un rol vicario, de Saussure hubo los de Rousseau; y la obra de Platón puede ser
leída, por encima y con independencia de su "contenido" logocén­
vista permanentemente como una amenaza para la trasparencia de
trico, que no resulta entonces más que una "función" inscrita, en
la presencia, no fue conmovida por las sucesivas transformaciones
su textura anagramática. 38
que en el campo epistemológico generaron entre los siglos xvn y
xvm , Leibniz, en primer término y, luego, Fréret y Warburton .
Revisar el lugar otorgado a la escritura implica la puesta en cues­
Derrida analiza esas nuevas configuraciones del pensamiento _
tión de la tradición occidental, y en particular el de la metafisica de
como intentos de clasificación que nunca abandonan el anclaje en
la tradición occidental, y en especial el de la metafisica representa­
las categorías logocéntricas del pensamiento occidental:
cionista y logocéntrica que le ha servido de cano1� privi�egiado . La
,
tradición occidental ha dado a la escritura una cons1deracion de algo
¿Por qué, subordinando o condenando la escritura y el juego, ha
sensible (cuerpo , materia) exterior al espíritu, al verbo , al lagos. En
escrito tanto Platón, presentando, a partir de la muerte de Sócra­
el Fedro' Platón c onsidera la escritura un fármaco peligroso. Aun-
tes, sus escritos como juegos y, acusando a los escritos en el escrito, . . .
que es un remedio necesario para ayudar a la �emona, asimismo es
presentando contra él esa acusación (grafe) que no ha dejado de _
peligroso porque no sirve para acrecentar las ideas en la m�mona,
razonar hasta nosotros?
sino que nos separa de la realidad: la escritura cura y contamma a la
¿Qué ley rige esta "contradicción", esta oposición consigo de lo
vez, Platón opone a ella las ideas ( eidos) que presentan al ser � a l:
dicho contra la escritura, dicho que se dice contra sí mismo desde el
realidad en sí mismos. De acuerdo con un esquema que dommara
toda la filosofia occidental, Sócrates, en el Fedro (276a), se refiere a
37 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.
38 Jacques Derrida, La diseminación, Madrid, Fundamentos, 1975.

(72]
(73 ]
la posibilidad de que este hijo bastardo que es la escritura-fármaco pleto po r sí mismo pero, a su vez, un suple me nto, por d efinición,
tenga un hermano bueno, este hijo bie n nacido no será otro que el se agrega para completar, para compensar una falta co�1 la �� e se
habla entendida como otro tipo de escritura: .
supone se genera la completud. Estas dos de rivas de s1gmficac1on de
suplemento están articuladas por una lógica muy fuert� , en am�as
Según un esquema que dominará toda la filosofia occidental, derivas significativas el suplemento aparece como extenor, extr:1110
toda una buena escritura ( natural, viva, sabia, inteligente, interior, a la naturale za ese ncial de lo que recibe la adición suplementana o
hablante) se opone a una mala escritura ( artificiosa, moribunda, e n que op e ra la sustitución.
ignorante, sensible, exterior, muda). Rousseau concibe la escritura como una técnica vicaria del habla,
Y la buena no puede ser designada más que en la metáfora de la un agregado que no es extraño a la naturaleza del lenguaje? p ero
mala. La metaforicidad es la lógica de la contaminación y la con­ no puede controlar el otro se ntido del suplemento que ase dia e ste
taminación de la lógica. La mal escritura es, a la buena, como un razonamiento. La escritura sólo se agrega al habla si ésta no es una
modelo de designación lingüística y un simulacro de esencia. Y si la plenitud natural, autosuficiente y comple ta; si hay una falta o au­
red de las oposiciones de predicados que relacionan una escritura sencia que la escritura deba comple tar la plenitud del habla a�are­
con la otra tiene en su malla a todas las oposiciones conceptuales ce comprometida y contradictoria. Rousseau condena la escritura
del "platonismo" -considerado aquí como la estructura dominante "como destrucción de la presencia y enfermedad del habla", pero
de la metafisica- se podrá decir que la filosofia se ha jugado en el a la vez su actividad de escritor se despliega como una tentativa de
juego de esas dos escrituras. Aun cuando no quería distinguir más restaurar mediante ausencia d e escritura una presencia que le ha
que entre habla y escritura. faltado al habla:
Se confirma a continuación que la conclusión del Fedro es menos
una condena de la escritura en nombre del habla presente que la Me gustaría la sociedad como a cualquier otro, si no estuviera
preferencia de una escritura a otra, de una huella fecunda a una seguro de mostrarme no sólo para mi desventaja, sino muy distinto
huella estéril, de una simiente generadora, porque depositada en el al que soy. La resolución de escribir y ocultarme es precisamente la
interior, a una simiente desperdigada en el exterior en pura pérdida que me convenía. Estando yo presente, nunca se hubiera sabido lo
a riesgo de la diseminación.39 que valía ( Confesiones).�0

Esta lógica del fármaco platónico se repite en la lógica d el suple­ Rousseau da cuenta de una ruptura con los otros, pero elegirá la
mento de Rousseau: inscriben la indecibilidad en el discurso, deses­ escritura para presentarse ante ellos. Con insistencia reescri?irá una
tabilizan el edificio de oposiciones d e la me tafisica con la introduc­ y o tra vez sus textos, prote gido por la sole dad y la ausencia como
ción de una cuña que pone en p eligro el equilibrio de la he ge monía modo privilegiado de desple gar su pensamiento.
logocéntríca de la filosofia de la presencia. Derrida se ñala que Rousseau también considera la masturbación
En su Ensayo sobre el origen de las lenguas, Rousseau considera como un suplemento peligroso: como la escritura, es una suerte de
que el habla es la e xpresión natural del pensamie nto, y la escritura adición perversa, una práctica que se agre ga a la sexualidad normal,
no es más que un suplemento, sustituto vicario d el habla, técnica ar­ de la misma manera que la escritura se agrega al habla. Ambos casos
tificial y p e ligrosa para hacer presente el habla cuando está ausente. implican la exhibición de una carencia originaria e n el núcleo de la
El suple mento es un extra no esencial; lo que se agrega a algo com- metafisica d e la presencia.

39 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit. 40 Jacques Derrida, De lagramatología, (cita de Rousseau), op. cit.

[74] [ 75 ]
Los textos de Rousseau muestran que la presencia está siempre una condición: que el lenguaje "original", "natural", etc., no haya
aplazada, diferida, que la suplementación es posible porque existe existido nunca, que nunca haya sido intacto, intocado por la escri­
una carencia original, y dan a leer lo que concebimos como "vida" tura, que él mismo haya sido siempre escritura. Archi-escritura cuya
sobre el modelo del texto, de la suplementación configurada por necesidad queremos indicar aquí y esbozar el nuevo concepto; y
procesos de sentido. Lo que plantean estos escritos no es que haya que sólo continuamos llamando escritura porque comunica esen­
un más allá de los textos empíricos de una cultura, sino que son los cialmente con el concepto vulgar de escritura. Éste no ha podido
suplementos, las cadenas sin clausura de suplementos, lo que queda imponerse históricamente sino mediante la disimulación de la archi­
afuera, instalando la marca de la imposibilidad en la seguridad de la escritura, mediante el deseo de un habla que expulsa su otro y su
diferencia entre lo interior y lo exterior. La matriz de lo que cono­ doble y trabaja en la reducción de su diferencia. Si persistimos en lla­
cemos como la vida real de Rousseau, la serie de sucesos públicos y mar escritura a esta diferencia es porque, en el trabajo, de represión
las condiciones sociohistóricas en que se desenvolvieron, sus expe­ histórica, la escritura estaba por su situación destinada a significar
riencias sexuales y su escritura, aparecen marcados, según Derrida, la más temible de las diferencias. Era lo que amenazaba desde más
por la lógica de la suplementación: cerca el deseo del habla viva, lo que la hería desde dentro y desde
su comienzo, Y la diferencia, lo probaremos progresivamente, no
Lo que hemos intentado demostrar siguiendo el hilo conductor puede pensarse sin la huclla.42
del "suplemento peligroso", es que dentro de lo que se llama la
vida real de esas existencias "de carne y hueso", más allá de ella, Archi-escritura designa el concepto derridiano de escritura, que
nunca ha habido otra cosa que escritura, de lo que se cree puede se diferencia del sentido tradicional y restringido de escritura tal
circunscribir como la obra de Rousseau, y detrás nunca ha habido como lo constituye el pensamiento logocéntrico. Pensamiento que
otra cosa que suplementos, significaciones sustitutivas que no han margina la escritura caracterizándola como un agregado, revesti­
podido surgir dentro de una cadena de referencias diterenciales, miento y/o disfraz externo de una presencia originaria.
mientras que lo "real" no sobreviene, no se añade sino cobrando Tomando como hilo conductor la interrelación del habla y la es­
sentido a partir de la huella y de un reclamo de suplemento, etc. Y critura en los textos de Platón, Rousseau, Condillac, Husserl, Saus­
así hasta el infinito, pues hemos leído, en el texto, que el presente sure y Lévi-Strauss, Derrida se propone desmontar los prejuicios
absoluto, la naturaleza, lo que nombran las palabras "madre real", más arraigados en la tradición occidental, que de modo compulsivo
etc., se han sustraído desde el comienzo, jamás han existido; que lo e insistente constituyen el estatuto y la naturaleza de la escritura de
que abre el sentido y el lenguaje, es esa escritura como desaparición modo vicario. No se trata de lograr una inversión a la manera de una
de la presencia natural.41 vuelta de campana sino de constituir la escritura pero no como un
sustituto que reproduce un otro real y presente situado en un más
La escritura pensada como compensatoria, como suplemento allá de ella. Este conjunto de operaciones -el dispositivo estratégico
del habla, implica que ésta, el habla, esté marcada con las cualidades abierto de Derrida- implica la ruptura con la noción canónica de
que se predican de la escritura: ausencia y malinterpretación: representación, que se funda en la necesidad imprescindible de la
ausencia de una presencia originaria. Esa presencia, cuya pérdida
Más bien querríamos sugerir que la pretendida derivación de la se pretende hacer presente, exhibe la matriz maniquea y jerárquica
escritura, por real y masiva que sea, no ha sido posible sino con entre el mundo sensible y el mundo inteligible, cuyo fin anuncia

4 1 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit. 42 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.

(76 ] [ 77 ]
Nietzsche bajo la fórmula la muerte de Dios que señala el ocaso de escritura subsumida que ha sido considerada como término inferior
la metafisica como platonismo. La representación aparece, de este por el pensamiento logocéntrico; el programa derridiano se despliega
modo, desprovista de todo fundamento, poniendo de manifiesto en y sobre la archi-escritura, como ámbito general de los signos.
un vacío esencial. Pero , la noción derridiana de signo no se circunscribe sólo al .
La dualidad "inteligible/sensible" sirve de fundamento a una campo lingüístico, de modo que la concepción de la archi-escn-
cadena de oposiciones que enmascaran un orden jerárquico, en las tura implica una consideración de todos los signos, sean o no sean
que un término aparece como lo fundamental, el centro, el prin­ lingüísticos. Por lo tanto, la archi-escrirura desborda y hace estallar
cipio, en detrimento del otro término: contenido/forma, alma/ el horizonte semántico que habitualmente gobierna la noción de
cuerpo, intuición/expresión, literal/metafórico, naturaleza/cultu­ comunicación y la revela como la condición de posibilidad del len­
ra, trascendente/fenoménico, el término privilegiado implica una guaje en tanto sistema articulado. Pone de manifiesto el principio
presencia superior, pertenece al orden del lagos; el inferior está de articulación, eminentemente la forma, que sirve de base a todo
marcado por la degradación. Una oposición de conceptos metafisi­ lenguaj e y señala la exterioridad o distancia esencial en relación con
cos nunca es el enfrentamiento de los términos, sino una jerarquía sí mismo, que todo lenguaje supone y que constituye a todos los
y el orden de una subordinación: sistemas posteriores de escritura.
Así, una secuencia de sonidos puede tener función significante
La tarea de volver "estratégicamente", en la idealización, a un ori­ tan sólo si es repetible, si es susceptible de ser reconocida como la
gen o a una "prioridad" concebida como simple, intacta, normal, misma en diferentes circunstancias. Sin embargo, a su vez, la posi­
pura, prototípica, idéntica a sí misma, para luego formarse un con­ bilidad de ser repetido y de funcionar más allá de una intención sig­
cepto de la derivación, complicación, deteriorización, accidente, nificativa concreta es la condición de todos los signos lingüísticos,
etc. Todos los metafisicos han procedido así, desde Platón a Rous­ no sólo de la escritura:
seau, desde Descartes a Husserl: el bien previo al mal, lo positivo
previo a lo negativo, lo puro previo a lo impuro, lo simple previo a Si "escritura" significa inscripción y ante todo institución durable
lo complejo, lo esencial previo a lo accidental, lo imitado previo a de un signo (y éste es el único núcleo irreductible del concepto de
la imitación, etc. Ésta no es sólo una demostración metafisica entre escritura ) , la escritura en general cubre todo el campo de los signos
otras: es la exigencia metafisica, el procedimiento más constante, lingüísticos. En este campo puede aparecer luego una cierta espe­
profundo y potente.43 cie de signíficnates instituido, por lo tanto "escritos" aun cuando
sean fónicos. La idea de institución -vale decir, de lo arbitrario del
La configuración de un saber metafisico articulado en base a opo­ signo- es impensable antes de la posibilidad de la escritura y fuera
siciones jerárquicas está en la raíz del rechazo de la escritura como de su horizonte. Es decir, simplemente, fuera del horizonte mismo,
la degradación de lo sensible, de lo externo, de la materialidad, del fuera del mundo como espacio de inscripción, apertura a la emisión
cuerpo, en la insistencia por la marginación del significante escrito. y a la distribución espacial de los signos, al juego regulado, de sus
La escritura , de la que apunta a dar cuenta la gramatología, es la diferencias, inclusive si éstas son fónicas ..¡.¡
escritura que se produce en el juego, en la deriva sinfin de la diffé­
rance. La gramatología no transforma en objeto de conocimiento la

43 Jacques Derrida, Limited !ne., op. cit. 44 Jacques Derrida, De lagnimatología, op. cit.

[78) (79]
En el espacio de un origen constantemente diferido hay una mo­ escritor en lo que ha escrito, todo el medio ambiente y el horizonte
dalidad de escritura, una archi-escritura , que funda el habla y la de su experiencia y sobre todo la intención, el querer decir, que ani­
escritura. Entonces, habla y escritura suponen una archi-escritura maría en un momento dado su inscripción. Pertenece al signo el ser
como condición de posibilidad de todo lenguaje. legible con derecho incluso si el momento de su producción se ha
En tanto institución de un sistema de signos, el lenguaje perdido irremediablemente e incluso si no sé lo que su pretendido
supone duración; cada signo, en tanto posee una duración, inscribe autor-escritor ha querido decir en consciencia y en intención en el
en una huella que lo constituye como diferente de todo otro signo momento en que ha escrito, es decir abandonado a su deriva, esen­
dentro del sistema de pertinencia. cial. Tratándose ahora del contexto semiótico e interno, la fuerza
La huella instituida es ya una escritura, de lo que se infiere de ruptura no es menor: a causa de su iterabilidad esencial, siempre
que ningún lenguaje es pensable füera del horizonte de la escritura. podemos tomar un sintagma escrito fuera del encadenamiento en
La gramatología es, en consecuencia una teoría general de la ins­ el que está tomado o dado, sin hacerle perder toda posibilidad de
cripción. El pensamiento de la huella, como despliegue de la deriva "comunicación", precisamente. Podemos, llegado el caso, recono­
inmotivada del signo, luego de agrietar, por medio de la operación cerle otras inscribiéndolo o injertándolo en otras cadenas. Ningún
de la différance, la primacía de la voz como consciencia, desmon - contexto puede cerrarse sobre él. Ningún código, siendo aquí el
tando la oposición jerárquica impuesta entre habla y escritura, abre código a la vez la posibilidad y la imposibilidad de la escritura, de su
el camino al campo de la gramatología. Constituye al habla, y al len­ iterabilidad esencial (repetición/alteridad ).
guaje en general, como escritura, en tanto que ambos son posibles 3. Esta fuerza de ruptura se refiere al espaciamiento que constituye
por la articulación de los signos como huellas instituidas. De modo el signo escrito: espaciamiento que lo separa de los otros elementos
que así definida, por las características que se le han atribuido, es la de la cadena contextual interna (posibilidad siempre abierta de ser
posibilidad de concebir todo lenguaje como escritura: sacado y de ser injertado), pero también de todas las formas de refe­
rente presente (pasado o por venir en la forma modificada del pre­
¿Cuáles son, en efecto, los predicados esenciales en una determina­ sente pasado o por venir), objetivo o subjetivo. Este espaciamiento
ción minimal del concepto clásico de escritura? no es la simple negatividad de una laguna, si no el surgimiento de la
l . Un signo escrito, en el sentido corriente de esta palabra, es así marca. No permanece, pues, como trabajo, de lo negativo al servi­
una marca que permanece, que no se agota en el presente de su cio del sentido, del concepto vivo, de telos, dependiente y reducible
inscripción y que puede dar lugar a una repetición en la ausencia en el Aufhebung de una dialéctica.
y más allá de la presencia del sujeto empíricamente determinado Estos tres predicados con todo el sistema que aquí se adjunta, ¿se
que en un contexto dado la ha emitido o producido. Por ello se reservan, como tan a menudo se cree, a la comunicación "escrita",
distingue, tradicionalmente al menos, la "comunicación escrita" de en el sentido estricto de esta palabra? ¿No los encontramos de
la "comunicación oral" . nuevo en todo el lenguaje, por ejemplo en el lenguaje hablado y en
2 . A l mismo tiempo, u n signo escrito comporta una fuerza d .: rup­ el límite en la totalidad de la "experiencia" en tanto que ésta no se
tura con su contexto, es decir, el conjunto de las presencias que separa de este campo de la marca, es decir, en la red de borrarse y
organizan el momento desde su inscripción. Esta fuerza de rup­ de la diferencia, de unidades de iterabilidad, de unidades separables
tura no es un predicado accidental, sino la estructura misma de lo de su contexto interno o externo y separables de sí mismas, en tanto
escrito. Si se trata del contexto denominado "real", lo que acabo de que la iterabilidad misma que constituye su identidad no les permite
adelantar es muy evidente. Forman parte de este pretendido con­ nunca ser una unidad de identidad consigo misma?
texto real un cierto "presente" de la inscripción, la presencia del

(80] (81)
Consideremos un elemento cualquiera del lenguaje hablado, una El programa derridiano no supone la simple y llana inversión
unidad pequeña o grande. La primera condición para que funcione: de las oposiciones jerárquicas, trastrocando las primacías y conser­
su localización respecto de un código; pero prefiero no comprome­ vando la lógica, sino, antes bien, despliega el pensamiento de que
ter demasiado este concepto de código que no me parece seguro; el proceso, temporización y espaciamiento, que constituye la escri­
digamos que una cierta identidad de este elemento (marca, signo, tura, es el mismo que hace posible cualquier lenguaje, la escritura
etc . ) debe permitir el reconocimiento y la repetición del mismo. A no aparece entonces, como accesoria y secundaria, sino como la
través de las variaciones empíricas del tono, de la voz, etc., llegado condición de posibilidad del lenguaje.
el caso de un cierto acento, por ejemplo, es preciso poder recono­ Constituir la archi-escritura como posibilidad de todo lenguaje
cer la identidad, digamos, de una forma significante. ¿Por qué es atrae la exigencia de una reflexión trascendental:
esta identidad paradójicamente la división o la disociación consigo
misma que va a hacer de este signo fónico un grafema? Esta unidad Para no recaer en este objetivismo ingenuo es que nos referimos a
de la forma significante no se constituye sino por su iterabilidad, una trascendentalidad que por otra parte ponemos en duda. Cree­
por la posibilidad de ser repetida en la ausencia no solamente de su mos que hay un más acá y un más allá de la crítica trascenden­
"referente", lo cual es evidente, si no en la ausencia de un signifi­ tal. Hacer de manera tal que el más allá no retorne al más acá, es
cado determinado o de la intención de significación actual, como de reconocer en la contorsión la necesidad de un recorrido. Este reco­
toda intención de comunicación presente. Esta posibilidad estruc­ rrido debe dejar en el texto su estela. Sin esta estela, abandonado
tural de ser separado del referente o del significado (por tanto, de la al simple contenido de sus conclusiones, el texto ultratrascendental
comunicación y de su contexto) me parece que hace de toda marca, se parecerá de manera equívoca al texto precrítico. Debemos darle
aunque sea oral, un grafema en general, es decir, como ya hemos forma y meditar, ahora, la ley de esta semejanza. Lo que aquí lla­
visto, la permanencia no-presente de una marca diferencial separada mamos la tachadura de los conceptos debe señalar el lugar de esta
de su pretendida "producción" u origen. futura meditación. Por ejemplo, el valor de arquía trascendental
Y yo extendería esta ley incluso a "toda experiencia" en general debe hacer experimentar su necesidad antes de dejarse tachar. El
si aceptamos que no hay experiencia de presencia pura, sino sólo concepto de archi-huella debe atender a esta necesidad y esta tacha­
cadenas de marcas diferenciales. dura. En efecto, eso es contradictorio e inadmisible en la lógica de
Quedémonos un poco en este punto y volvamos sobre esta ausencia la identidad. La huella no sólo es la desaparición del origen; quiere
de referente e incluso de sentido significado, por tanto de la inten­ decir aquí -en el discurso que sostenemos y de acuerdo al reco­
ción de significación correlativa. La ausencia del referente es una rrido que seguimos- que el origen ni siquiera ha desaparecido, que
posibilidad admitida con bastante facilidad hol' en día. Esta posibi­ nunca fue constituido salvo, en un movimiento retroactivo, por un
lidad no es sólo una eventualidad empírica. Construye la marca; y no-origen, la huella, que deviene así el origen del origen. A partir
la presencia eventual del referente en el momento en que es desig­ de esto, para sacar el concepto de huella del esquema clásico que lo
nado nada cambia de la estructura de una marca que implica que haría derivar de una presencia, o de una no-huella originaria y que
puede pasarse sin él.45 lo convertiría en una marca empírica, es completamente necesario
hablar de huella originaria o de archi-huella. No obstante sabemos
La dependencia del lenguaje respecto de la escritura no significa que este concepto destruye su nombre y que, si todo comienza
que Derrida la considere como una dimensión anterior al lenguaje. por la huella, no hay sobre todo huella originaria. Debemos situar,
como un simple mo1nento del discurso, la reducción fenomenológica
45 Jacques Derrida, Má,;genes de la filosofía, op. cit. y la referencia de estilo husserliana a una experiencia trascendental.

[82 ) [83 ]
1
En la medida en que el concepto de experiencia en general -y de la nes de desconstrucción que la archi-escritura, en cuanto différance,
experiencia trascendental particularmente en Husserl- permanece imprime y trastorna sobre el arquitrabe metafisico:
dirigido por el tema de la presencia, participa en el movimiento de
reducción de la huella. El Presente Viviente ( lebendige Gegenwart) 1 . La ruptura con el horizonte de la comunicación como comunica­
es la forma universal y absoluta de la experiencia trascendental a la ción de las conciencias o de la presencia o como transporte lingüís­
que nos remite Husserl. En las descripciones del movimiento de tico o semántico del querer-decir; 2. la sustracción de toda escritura
la temporización, todo aquello que nos perturbe la simplicidad y al horizonte semántico o al horizonte hermenéutico que, en tanto
el dominio de esta forma, nos parece señalar la pertenencia de la al menos que horizonte de sentido, se deja estallar por la escritura;
fenomenología trascendental a la metafisica. Pero esto debe inte­ 3. la necesidad de separar, de alguna manera, del concepto de poli­
grarse con fuerzas de ruptura. En la temporización originaria y en semia Jo que hemos llamado en otra parte diseminación y que es
el movimiento de relación con otro, tal como Husserl los describe también el concepto de escritura; 4) la descalificación o el límite
efectivamente, la no-representación o la des-presentación es tan del concepto de contexto "real" o "lingüístico", del que la escritura
"originaria" como la presentación. Es por esto que un pensamiento hace imposibles la determinación teórica o la saturación empírica
de la huella ya no puede romper con una fenomenología trascendental o insuficientes con todo rigor, yo quería demostrar que los rasgos
ni redttcirse a ella. Aquí como en lo demás plantear el problema en que se pueden reconocer en el concepto clásico y rigurosamente
términos de elección, obligar o creerse ante todo obligado a res­ definido de escritura son generalizables. Serían válidos no sólo para
ponder con sí o un no, concebir la pertenencia como un juramento todos los órdenes de signos y para todos los lenguajes en gene­
de fidelidad, o la no pertenencia como una libertad de expresión, es ral, sino incluso más allá de la comunicación semio-lingüística, para
confundir niveles, caminos y estilos muy diferentes. En la descons­ todo el campo de lo que la filosofia llamaría la experiencia, incluso
trucción de la arquía no se procede a una elección.46 la experiencia del ser: la llamad "presencia".47

El pasaje por la instancia de la trascendentalidad es transitorio La archi-escritura se refiere a todos los signos en general; en el
como lo dejan en evidencia en primer lugar, el concepto de archía programa derridiano la différance es el movimiento que se desplie­
tachada que refiere que los conceptos sólo permanecen en cuanto ga en la archi-escritura. La différance no se limita a la articulación
posibilidad de cancelación, a la manera de instancias estratégicas del de operaciones lingüísticas, es la articulación de toda experiencia,
discurso que actúan en el interior de la época logocéntrica como sin discriminación alguna.
anuncios de su agotamiento. Y, luego, debido a que el lenguaje que Derrida denomina escritura a la totalidad del lenguaje-experien­
la archi-escritura hace posible se encuentra libre de cualquier privi­ cia, a lo que designa también como "texto general", sin clausuras,
legio como articulación dependiente del sentido, de la consciencia, y en cuya interpretación el hombre está implicado incesantemente.
de la voz, esto es, de todo modo del querer-decir. Este lenguaje no A su vez, la concepción de la archi-escritura refiere toda una época
se constituye en sumisión al lagos, a la verdad, sino como un juego y/o una cultura, razón por la cual Derrida señala que "no hay nada
de diferencias sin clausura. fuera del texto", que un texto es también la historia. 48
Así, las derivas que la trascendentalidad revela no contribuyen
más que a desmontar las nociones de presencia, de sentido, de sig­
nificado trascendental, que sirven de manera decisiva a las operacio-
47 J acques Derrida, Mái:genes de la filosofta, op. cit.
46 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit. 48 Véase la nota 2.

[84] [85)
7. La descontrucción. En busca de la tela que envuelve la tela des; l a tarea d e elucidación de l o que s e mantiene en l a reserva del
secreto supone enfrentar a cada paso renovadas formas de represión
Para aludir a las maniobras y operaciones que convergen en la y la configuración de otras estratagemas de secreto.
descontrucción derridíana es necesario establecer una constelación La complejidad de la propuesta derridiana se acentúa dado que el
de relaciones con otros términos del dispositivo abierto que Derrida tratamiento de las cuestiones se sitúa en los bordes de una clausura
va componiendo en sus libros de 1967 y que se afirman en los que del pensamiento tradicional que no se transgrede jamás de una vez
publica en 1972. por todas. Derrida ha insistido, en cuanta oportunidad ha tenido de
Ante todo, la denuncia del logocentrismo que articula la metafi­ señalar, en la imposibilidad de operar desde fuera de la razón, "la
sica de la presencia, que Derrida revela con la puesta en cuestión de revolución contra la razón siempre tiene la extensión limitada de lo
la primacía moderna de la consciencia que se establece por medio de que se designa como agitación precisamente en el lenguaje del Mi­
la voz, como presencia del sentido en la consciencia del que habla. nisterio del Interior". Las operaciones derridianas no consisten en
Consecuentemente, el dispostivo opera sobre la primacía del con­ apelaciones contra ella, sino más bien a ella; es imposible protestar
cepto de origen, de primariedad y también de finalidad de sentido, sino es con la razón, queda, entonces, el recurso de la estratagema
lo que implica desmotar la fascinación por el querer-decir metafisico y la estrategia.
bajo la forma crítica del privilegio otorgado al lagos y a la phoné. Derrida no postula una línea divisoria, un límite preciso que se­
Todo ello en consonancia con las operaciones que ponen en pare la metafisica y su exterior o más allá:
juego el trabajo de la différance, no sólo como articulación intralin­
güística sino también como articulación de toda experiencia cual­ No hay transgresión si se entiende por eso la instalación pura y simple
quiera que ésta sea. en un más allá de la metafísica, en un punto que sería también, no
El dispositivo abierto derrridíano, que puede ser pensado como lo olvidemos y, en primer lugar, un punto de lenguaje o de escritura.
una estrategia en curso, se trama con un hilo conductor que expone Ahora bien, incluso en las agresiones o en las transgresiones, nos sos­
el carácter insistente y dogmático de degradación que la episteme tenemos con un código al que la metafisica está irreductiblemente
occidental le ha otorgado a la escritura relegándola en relación al ligada, de tal suerte que cualquier gesto transgresivo nos encierra,
habla. exponiéndonos, en el interior de la clausura. Pero, por el trabajo que
Un rasgo distintivo que caracteriza la estrategia en curso que se hace de una y de otra parte del límite, el campo interior se modifica
diseña su especulación inquisitiva consiste en mantener abiertos los y se produce una transgresión que, por consiguiente, no está en nin­
canales de diálogo entre una teoría de la subjetividad, por una parte, guna parte presente como un hecho consumado. Uno no se instala
y la historia de la metafisica, por el otro. En ese marco, la reflexión nunca en una transgresión, ni habita jamás en otra parte. La trans­
derridiana se propone indagar y exponer la represión subterránea gresión implica que el límite está siempre presente. Ahora bien, "el
que condiciona el pensamiento occidental. Es en este punto en el pensamiento-que-no-quiere-decir-nada", que excede, interrogán_do­
que la descontrucción aparece como la instancia del dispositivo que los, el querer-decir y el querer-oírse-hablar, este pensamiento que se
desmonta las sucesivas sedimentaciones que ocultan lo reprimido y anuncia en la gramatología se da justamente por lo que no está de
lo mantienen en un secreto bien guardado. ninguna manera asegurado por la oposición entre el afuera y el aden­
La descontrucción interviene buscando las grietas que la tradi­ tro. Al término de un cierto trabajo, el concepto mismo de exceso o
ción metafisica trata de ocultar; teniendo en cuenta que la represión de transgresión podría parecer sospechoso.49
es tan antigua como la propia filosofia, la búsqueda desconstructiva
no es una tarea simple, sino que debe atravesar múltiples dificulta- 49 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.

[8 6 J [87)
Las operaciones derridianas apuntan a intervenir desde el margen concede. El concepto de método, en tanto que conjunto de proce­
entre lo interior y lo exterior, bordar como juego metafórico que re­ dimientos determinados con precisión y que suponen operaciones
envía al espacio semántico de la actividad textil: bordado, costura, teji­ cerradas sobre sí mismas, ofrece dificultades en relación con el pen­
do; y desde su cálculo escapar al asedio de toda posible dicotomía me­ samiento de Derrida que somete a continua prueba y autocrítica la
tafisica, asumir el riesgo y enunciar el dilema de una escritura/lectura deriva de su reflexión. Sus textos revisan y marcan las dificultades
que se hace y/o deshace en los bordes. El riesgo reside en que todo de los procesos de construcción que exige su desarrollo. Es por eso
pensamiento no puede olvidar, ni puede prescindir del linaje del que que la apelación constante a la estrategia puede ser leída, antes que
forma parte, aunque su enunciación anuncie un marcar y un aflojar como apelación metodológica, como un dispositivo de instancias
esa construcción que profiere en una gestualidad de corrimiento: la de articulación y desmontaje interdependientes.
denuncia de las categorías metafisicas por medio de una terminología El uso derridíano de desconstrucción se da ya en algunos artÍ·
que se cristaliza repite la vocación de reforzar la actividad de los minis­ culos de La escritura y la diferencia. En La voz y el fenómeno y en
terios del Interior con proclamas transgresoras. El edificio logocéntri­ De la gramatología aparece con una frecuencia que marca tanto
co es contradictorio, no basta con proclamarlo, ese gesto es tranqui­ la insistencia como la necesidad, de igual modo se inscribe en los
lizador, funciona como una válvula de escape, distiende la presión. El textos de 1972, Már;genes de la filosofía y La diseminación; también
programa derridiano, las operaciones de lectura/escritura y las inter­ en Posiciones, de ese mismo año, volumen de entrevistas en el que,
venciones sobre los textos implican una articulación de presupuestos además, Derrida reflexiona largamente sobre el sentido del térmi­
metafisicos y de metodologías críticas que se revisan sin fin: no, dándole un estatuto similar a otros, tales como marca, huella,
hymen, différance.
La vacilación de estos pensamientos [los de Nietzsche y de Heíde­ En "Torres de Babel", 1980, y "Carta a un amigo japonés",
gger) no constituye una "incoherencia", es un temblor propio de 1985, recogidos luego en Psyché, 1 987; en L'oreille de Fautre. Textes
todas las tentativas posthegelianas y de ese pasaje entre dos épocas. et débats avec Jacques Derrida, 1 982, y en Memorias para Paul de
Los movimientos de desconstrucción no afectan a las estructuras Man, 1988, se marca ya un gesto diferente, aparece junto con la
desde afuera. Sólo son posibles y eficaces y pueden adecuar sus gol­ consideración retrospectiva de sus trabajos anteriores, la exigencia
pes habitando estas estructuras. Habitándolas de una determinada de una reflexión que contemple los nuevos espacios de "uso" de la
manera, puesto que se habita siempre y más aún cuando no se lo desconstrucción.
advierte. Obrando necesariamente desde el interior, extrayendo de En "Los fines del hombre", una conferencia pronunciada en
la antigua estructura todos los recursos estratégicos y económicos Nueva York en octubre de 1968, recogida luego en Már;genes de
de la subversión, extrayéndoselos estructuralmente, vale decir sin la filosofía, Derrida expone dos direcciones posibles para intentar
poder aislar en ellos elementos y átomos, la empresa de desconstruc­ conmover el pensamiento occidental:
ción siempre es en cierto modo arrastrada por su propio trabajo. Es
esto lo que, sin pérdida de tiempo, señala quien ha comenzado el 1. Intentar la salida y la desconstrucción sin cambiar de terreno, repi­
mismo trabajo en otro lugar de la misma habitación. 50 tiendo lo implícito de los conceptos fundadores y de la problemática
original, utilizando contra el edificio los instrumentos o las piedras
Las referencias al término estrategia son frecuentes en los textos disponibles en la casa, es decir, también la lengua. El riesgo aquí es
de Derrida, y casi sin excepción, diríamos, en las entrevistas que confirmar, consolidar o relevar sin cesar en una profundidad siempre
más segura aquello mismo que se pretende desconstruir. La expli-
50 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.

[88J [89]
citación continua hacia la apertura corre el riesgo de hundirse en el La desconstrucción derridiana se propone, en consecuencia, no
autismo de cierre. descartar ninguna de las dos alternativas, la elección misma es una
2. Decidir cambiar de terreno, de manera discontinua e irruptiva, alternativa asediada por los juegos de oposición metafisicos que
instalándose brutalmente fuera y afirmando la ruptura y la diferen­ ocultan una sumisión. Una estrategia de doble juego, que marca
cia absolutas. Sin hablar de todas las otras formas de perspectivas en en ciertos lugares decisivos una raspadura que deja leer lo que di­
trompe-toeil a las que se puede dejar tomar un desplazamiento como simulaba, revelando un corrimiento que exhiba en el texto lo que
ése, habitando más ingenuamente, más estrechamente que nunca el violentamente intentaba ordenarlo desde afuera. Por otra parte, el
adentro que se declara desertar, la simple práctica de la lengua reins­ doble juego implica el respeto riguroso de las articulaciones de los
tala sin cesar el "nuevo" terreno sobre el más viejo suelo. Se podría filosofemas o epistemas que son trasladados por deslizamiento hasta
mostrar sobre ejemplos numerosos y precisos los efectos de reinsta­ el punto de su no pertinencia, de su clausura; y por la otra, el juego
lación semejante o de una ceguera como ésa. Es evidente que estos de la desconstrucción implica pensar la genealogía estructurada de
efectos no bastan para anular la necesidad de un "cambio de terreno". sus conceptos desde un cierto exterior incalificable, innombrable,
Es evidente también que entre estas dos formas de desconstrucción la determinar lo que esta historia ha podido disimular o prohibir,
elección no puede ser simple y única. Una nueva escritura debe tejer constituyéndose en historia por esa represión interesada en alguna
y entrelazar los dos motivos. Lo que viene a decir de nuevo que es parte. El doble juego, la intervención a la vez fiel y violenta entre
i
necesario hablar varias lengua y producir varios textos a la vez. Quería el adentro y el afuera de la filosofa, se produce en un cierto trabajo
sobre todo señalar que el estilo de la primera desconstrucción es más textual, la desconstrucción es escritura.
bien el de las cuestiones heideggerianas, el otro es más bien el que La desconstrucción emerge en la deriva de un pensamiento que
domina en Francia actualmente. Hablo a propósito en términos de tiene como hilo conductor a la escritura, y se despliega como una
estilo dominante: porque hay también rupturas y cambios de terreno escritura de la escritura, que implica e insiste en "otra" lectura, no
en el texto heideggeriano; porque el "cambio de terreno" está lejos sometida a un campo de legibilidad dominado por la impronta her­
de trastornar todo el paisaje francés al que me refiero; porque es de menéutica del sentido del querer-decir de un discurso; una lectura
un cambio de estilo, lo decía Nietzsche, de lo que tenemos necesidad que revele su fondo de ilegibilidad, es decir las instancias no inten­
acaso; y si hay estilo, Nietzsche nos lo recordó, debe ser plural.51 cionales inscritas en los sistemas significantes de un discurso que lo
configuran como texto, una lectura que trastorne la posibilidad de
La desconstrucción derridiana no es una propuesta de salirse de ser compactada como expresión de un sentido, o que deliberada­
la metafisica por un gesto voluntarista, tampoco de un olvido del mente se presente como efecto sometiéndose a la legalidad forzada
peso de la tradición que no puede ser obliterada, borrada progra­ de la doble ilusión metafísica: la de la consciencia constitutiva del
máticamente. Se trata de marcar y aflojar los límites del sistema, sentido y la ilusión de la plenitud de la presencia del referente. Una
trastornar el edificio en sus propios desajustes. deriva de la marca de la traza sin clausura en la intervención de lec­
Supongamos un edificio con grietas, un edificio que es conti­ tura/escritura sobre la textualidad, sobre el deseo de la lengua:
nuamente redecorado, que cambia el diseño y el mobiliario, la des­
construcción apunta a agravar las fisuras, a mortificar la plenitud Si es verdad que la lectura abre la posibilidad de acceso a un sentido
adormecedora de la presencia, que es el centro alrededor del que se transmisible y, por ello, en su identidad propia y unívoca, traduci­
constituye la metafísica. ble, entonces ese título es ilegible. Pero con una ilegibilidad que no
se detiene en un frente de opacidad. Por el contrario, aquélla hace
51 Jacques Derrida, Mái-;genes de la filosofía, op. cit. que vuelva a dispararse tanto la lectura como la escritura y la traduc-

[90] (9 1 ]
ción. Lo ilegible no es lo contrario de lo legible, es la cuña que le da en un momento en que me fue preciso en este contexto. Estos dos
la ocasión o la fuerza para volver a empezar.;2 términos son Destruktion ( Heidegger utiliza la palabra Destruktion
y explica inmediatamente que la Destruktion no es una destrucción,
Los movimientos, los desplazamientos, las articulaciones des­ que es precisamente una des-estructuración para deshacer algunas
constructivas no pueden ser pensadas como un capítulo previo, un etapas estructurales dentro del sistema, etc.), o bien Abbau, que va
anticipo en el que se condensarían las reglas operativas y metodo­ en el mismo sentido; deshacer una edificación para ver cómo está
lógicas, para intervenir de modo alquímico en los textos que yacen constituida o desconstituida. Es lo clásico. Lo que no era clásico era a
en la espera. En cambio, la necesidad de dar cuenta de las trasfor­ lo que se aplicaba esta fuerza, esta Abbau, es decir, a toda la ontología
maciones de sus sentidos y la especificación de algunos contextos clásica, a toda la historia de la filosofía occidental, etc. Se ha valorado
en que se procesó y especificó su uso, implica la exigencia de no esta palabra en el contexto de la época en que dominaba en términos
exhibir su significado como un bloque sin otra variación más que la generales el estructuralismo; puesto que la palabra clave era estruc­
extensión progresiva: tura, estructura, estructura, cuando alguien habla de desestructura
o desestructuración, esto alcanza una pertinencia a la que, personal­
Cuando he utilizado la palabra "desconstrucción", rara vez, al prin­ mente, no había prestado tanta atención (por supuesto, tampoco me
cipio muy rara vez, una o dos veces -y aquí es donde la paradoja de había sentido totalmente ajeno respecto de dicha palabra), pero no
los destinatarios, que viene a transformar el mensaje juega a fondo-, me había, cómo decir, interesado tanto, no había centrado tanto la
tenía la impresión de que era una palabra entre otras muchas, una cosa en esta palabra. Cuando otros se han interesado por ella, he
palabra secundaria del texto, que iba a borrarse o que iba a ocupar un intentado determinar ese concepto a mi manera, es decir, según lo
lugar en el régimen en que no regiría nada. Para mí era una palabra que me parecía la mejor manera: insistiendo en el hecho de que no se
en una cadena con muchas otras palabras como: huella, différance, trata de una operación negativa.53
y además en todo un trabajo que no se limita simplemente al léxico,
si se quiere. Ocurre -y ello merece ser analizado- que esta palabra De la cita de Derrida surgen dos tipos de implicaciones, una
que sólo he escrito una o dos veces, ni siguiera me acuerdo muy bien que permite un acercamiento al linaje intertextual que configura la
dónde, ha saltado de pronto fuera del texto y otros se han apode­ elección del término desconstrucción; la otra, seguramente decisi­
rado de ella y le han otorgado la importancia que ya saben ustedes va, hace referencia a los contextos en los que produjo movimientos
y respecto a la cual yo he tenido que justificarme, explicarme, ban­ de interpretación, reapropiación, alineamiento, rechazo, y es esta
deanne; pero esta palabra, por las connotaciones técnicas y, cómo última implicación, al parecer, el motivo dominante por el que De­
decir, negativas que podía tener en ciertos contextos, por sí misma rrida se ve obligado a puntualizar la genealogía y marcar su posición
me molestaba. Creo asimismo, en la necesidad del desmontaje de frente a los usos que recibe. Estas dos instancias se encuentran arti­
sistemas, creo en la necesidad del análisis de las estructuras para ver culadas; las precisiones acerca de las cadenas de significación que in­
lo que ocurre allí donde funciona, allí donde no funciona, por qué tervienen en la elección de "desconstrucción" no pueden separarse
la estructura no llega a cerrarse, etc. Pero para mí no era en abso­ de una cierta toma de distancia de algunas interpretaciones, tanto
luto ni la primera ni la última palabra, sobre todo no era una palabra de manipulación reduccionista como de ataque polémico; una con­
clave para todo lo que venía después ( ... ]. Cuando he utilizado esta sideración que no atendiera a la interdependencia podría caer en
palabra, tenía la impresión de traducir dos términos de Heidegger
53 Jacques Derrida, L'oreille de Fatttre, Textes et débats, citado en Cristina de: Pe­
52 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit. retti, Jacques Derrida. Texto y desconstriicción, Barcelona, Anthropos, 1989.

(92 ) (93 ]
tro comprometido: que no me es menos propio por no detenerse aquí.
la ilusión hermenéutica de fijación y aquietamiento, desgajando la
Tal situación también debe ser leída. He ordenado estos intercam­
desconstrucción de la serie trópica inclausurable de operaciones Y
bios en su hecho, en su contenido, y en la forma de sus enunciados.
deslizamientos ( huella, hymen, pharmakon, différance,grama, etc . )
Ninguna modificación debía, por lo tanto, aportarse.54
con las que establece relaciones de solidaridad estratégica y compar­
te la múltiple vacilación indecidible.
El gesto de afirmación que mencionábamos antes se presenta en
Es posible distinguir, por lo tanto, tres momentos diferentes,
un doble movimiento: en los textos de Má t;genes de la filosofía y La
asumiendo el riesgo de la rigidez esquemática, en la deriva del sen­
diseminación, por una parte, el corpus de procedimientos que im­
tido de la desconstrucción. Inicialmente, en el momento en que
plica a la desconstrucción alcanza una dimensión importante; más
Derrida dice "Cuando he utilizado la palabra 'desconstrucción' rara
allá de la frecuencia de su uso, Derrida insiste en el despliegue de
vez al principio. .. " se refiere a los textos anteriores a 1967. El texto
las operaciones que la configuran. Si, hasta entonces, "desconstruc­
que marca la insistencia de su uso es De lagramatología: "Cuando
ción" como término, concepto u operación no había desempeñado
elegí esta palabra, o cuando se me impuso -{'.reo que fue en De la
un rol metódico y sistemático, o su importancia se relativizaba en
gramatología-... " en La voz y el fenómeno no aparece de modo tan
_ _ relación con otras operaciones derridianas que articulaban un dis­
frecuente, al igual que en los artículos de La escritura y la diferencia
positivo estratégico abierto, en los textos de 1972 su uso revela una
en los que además se pueden leer "desestructurar" y "desconstituir"
instancia establecida para designar las formas de lectura, de escritu­
como alternativas.
ra, de interpretación imbricadas en el programa derridiano.
En un ámbito dominado por el paradigma estructuralista: "des­
En Posiciones, de modo muy preciso, la desconstrucción tiene un
construcción" parecía una concesión de un discurso que cuestiona­
espacio de atención que revela su eficacia para designar instancias
ba y se diferenciaba del canon cuando, en realidad, era todo lo c?�1-
fundamentales del programa derridiano.
trario. De algún modo había una instancia de la desconstrucc1on
Las repuestas de Derrida no tienen el matiz de distanciamiento
que no era extraña a la problemática estructuralista, pero asimismo
con el que luego irá marcando cierta incomodidad por los sentidos
instalaba un gesto antiestructuralista. Si, aparentemente, se trataba
atribuidos a la desconstrucción:
de desmontar, deshacer estructuras, ese trabajo ponía en la mira las
oposiciones logocéntricas, fonocéntricas que sostenían el andamiaje
Lo que me interesaba en aquel momento, lo que trato de proseguir
estructuralista.
según otras vías ahora, es, al mismo tiempo que una "economía
Un segundo momento está marcado por un gesto de afirma­
general", una especie de estrategia general de la desconstrucción.
ción; los textos publicados en 1972 abarcan la producción derridia­
Ésta debería evitar a la vez neutralizar simplemente las oposiciones
na desde 1967. Mát;genes de la filosofía y La diseminación recogen
binarias de la metafísica y residir simplemente, confirmándolo, en el
artículos aparecidos en revistas, conferencias y comunicaciones en
campo cerrado de las oposiciones. 55
coloquios y congresos en el curso de esos cinco año�; Posiciones �l� va
una "Advertencia" preliminar de Derrida que exhibe las cond1C10-
Este doble movimiento de afirmación, la intervención en los dis­
nes de posibilidad de lectura de los textos incluidos en el volumen:
positivos estratégicos de los textos, y el modo relevante con que De­
rrida refiere algunos aspectos de su constitución, aparecen cuando
Estas tres entrevistas, las únicas en las que he tomado parte, con­
ciernen a publicaciones en curso. Forman sin duda, de parte de mis
interlocutores como de la mía, el gesto de una interpretación activa. 54 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.
5 5 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.
Determinada, cifrada, es la lectura de un trabajo en el que me encuen-

(95]
[94}
menos corno índices de una problemática más vasta cuando se los aire de "trasplante", ya que implicaban en su desarrollo otra tradi­
compara con sus afirmaciones posteriores, de relativización y distan­ ción filosófica, y aun filológica, ajena y diferente, con la excepción
ciamiento, en particular a partir de 1980, tal como lo indica la cita hecha de Paul de Man, que bien puede pensarse como compartien­
que transcribimos más arriba, que siempre esquemáticamente con­ do por igual ambos espacios.
figurarán otra etapa de su modo de referirse a la desconstrucción. La segunda etapa no se produce hasta entrados los setenta, co­
Pero esa posición varía alrededor de 1972, cuando Derrida co­ incidiendo con la actividad de Derrida en las universidades de Yale
mienza a dividir su tiempo entre la enseñanza en París y en diversas y John Hopkins. Si bien la versión inglesa de De la Gramatologie
universidades estadounidenses, en particular Yale y John Hopkins. no se publica hasta 1976 y la de VEcriture et la différence hasta
La influencia de su discurso en Estados Unidos tuvo una serie 1978, entre 1972 y 1975 ya se había producido la recepción de su
de derivaciones; en principio, no hubo homogeneidad en la re­ pensamiento en los llamados críticos de Yale, que no puede pensar­
cepción, y su figura fue pronto objeto tanto de exégesis como de se como una escuela crítica en términos estrictos, por el contrario,
denostaciones. reúne pensadores con formación y postura muy diferentes: Harold
La irrupción de la desconstrución en Estados Unidos puede Bloom, Hillis Millis, Geoffrey Hartman y Paul de Man. La publica­
fecharse en el coloquio organizado por la John Hopkins Univer­ ción en 1979 de un volumen colectivo, editado por Harold Bloom,
sity sobre el tema "Los lenguajes críticos y las ciencias del Hom­ bajo el título de Deconstruction and Criticism in America, ha con­
bre", llevado a cabo en octubre de 1966. Participaron, entre otros, tribuido a esa uniformidad, que tan sólo exhibe algunos matices de
Poulet, Goldmann, Donato, Todorov, Barthes, Ruwet y Lacan. En correspondencia en torno a la problemática abierta por Derrida.
verdad, el encuentro más que presentar la cuestión estructuralista, En verdad, estos movimientos provocados por el contacto con
sirvió para la exposición de algunas ponencias que planteaban la los textos derridianos aparecen como un modo de cuestionamien­
ruptura con el paradigma. La participación de Derrida fue "Estruc­ to a los lenguajes críticos entonces hegemónicos en el panorama
tura, signo y juego en el discurso de las ciencias humanas", incluido académico estadounidense: los historicistas tradicionales, los new
como ensayo final de su libro La escritura y la diferencia, que aún critics, los neoaristotélicos de Chicago, la crítica arquetípica a la
hoy sigue siendo un punto de inflexión para comprender el recorri­ manera de N. Frye. La relación entre estructuralismo y gramato­
do de su pensamiento. La aparición de Derrida en la escena univer­ logía que Derrida plantea en la apertura de De la gramatología se
sitaria estadounidense se produce en un coloquio sobre el estructu­ traslada a una polémica entre la posibilidad/imposibilidad de una
ralismo y ese contexto permite articular las relaciones abiertamente ciencia de la interpretación, de una crítica literaria que se propone
reduccionistas entre descontrucción y postestructuralismo, que se otros objetos de reflexión.
produjeron luego. Otro elemento que no debe pasar inadvertido De este modo, el motivo de la desconstrucción aparecerá vin­
es que la nómina de participantes en el coloquio era netamente culado al "postestructuralismo", término acuñado en Estados Uni­
europea, principalmente francesa. Teniendo en cuenta la ausencia dos, y que reforzó cierta percepción en Europa de la desconstruc­
de tradición estructuralista en el campo de los estudios literarios en ción como un engendro híbrido con una etiqueta estadounidense
Estados Unidos, el debate que se abre entonces se desplaza hacia la que designa tanto teoremas como escuelas o discursos, o sea una
dirección conocida como New Criticism, cuyas coincidencias con el especie de receta multiuso. A su vez, por postestructuralismo se
estructuralismo son menos importantes que las profundas diferen­ entiende, a menudo, la versión del posmodernismo en la crítica y la
cias que los separan. Esta dislocación, que situamos en los contextos teoría literaria universitaria.
iniciales de la recepción estadounidense de Derrida, es uno de los Una de las razones del cruce equívoco de ambos términos es
motivos principales por el cual sus primeras lecturas tienen un cierto el uso que de la crítica de la Modernidad ha efectuado el movi-

[ 96] (97]
miento neoconservador estadounidense (Daniel Bel!, Peter Berger, prt>pias, ya que como dijimos más arriba, la irrupción de la descon­
Nathan Glazer, entre otros). El neoconservadurismo adjudica los trucción provoca un conflicto de legitimación de los discursos acadé­
efectos negativos de la modernización a la modernidad cultural: micos en el espacio universitario estadounidense, desencadenando la
narcicismo, ausencia de competitividad, anomia social, hedonismo, puesta en cuestión de los paradigmas tradicionales que hegemonizan
insurrección, etc., lo que le permite un doble juego: apoyar la mo­ los departamentos universitarios de literatura y filosoffa.
dernización y condenar la modernidad cultural como socavadora En Memorias para Paul de Man Derrida expone su perspectiva.
de la base moral. Daniel Bel!, en Las contradicciones culturales del Señala que aquello que se denomina o autodenomina "descons­
capitalismo,56 denuncia cómo el movimiento capitalista, perdida su trucción" tiene en la configuración de su proceso una figura auto­
legitimidad original, se pliega a la de una cultura anteriormente an­ interpretativa que es siempre difícil de domesticar por un metadis­
tiburguesa para sostener la estabilidad de su orden institucional so­ curso o una descripción narrativa de carácter general. La descons­
cioeconómico, desvío erróneo que lleva al hedonismo y al anarquis­ trucción podrá imponer su necesidad siempre que pueda, sólo en
mo actual, y que se debe superar produciendo un rechazo frontal la medida en que -de acuerdo con una ley que se pueda verificar en
a la Modernidad. Esta cadena forzada y cuestionable de inferencias numerosas situaciones análogas- acumule dentro de sí esas mismas
legaliza un deslizamiento que lleva a confundir posmodernidad y fuerzas que tratan de reprimirla. Aunque esa acumulación no tiene
neconservadurismo, lo que no justifica, salvo ignorancia o reduc­ una instancia de totalización, esa dimensión de lo inacabado de la
cionismo periodístico, que la diversidad de tendencias posmodernas totalización es lo que no se puede inscribir en un relato, una historia
se identifique necesariamente con esa postura política, que procla­ o una narración:
ma 1m retorno a la moral, a la tradición y a la religión.
En el espacio de la confrontación polémica modernidad-posmo­ Aquí reconocemos uno de los temas -que es también un gesto- del
dernidad, Habermas se sirve de ese deslizamiento reduccionista y discurso desconstructivo. ¿Cómo podría una narración dar cuenta
califica a Derrida como "joven conservador". A propósito de esa de un fenómeno en marcha? Este fenómeno particular también
etiqueta, Derrida señala: procede como un conjunto de narrativas que no podrían tener clau­
sura, y que sería extremadamente dificil de situar. La geopolítica no
Creo que no soy joven ni conservador. Creo que Habermas no me basta. ¿Podemos hablar de "desconstrucción en los Estados Uni­
ha leído; él ha leído, si lo juzgo por su último libro, obras america­ dos"? ¿Tiene lugar en Estados Unidos? ¿Primero en Europa y luego
nas sobre mí, o traducciones americanas, pero no mis propios tex­ en América, como algunos se apresuran a concluir, planteando así
tos. Por el momento me reservo la cuestión del debate con Haber­ las preguntas ( que en sí mismas no carecen de interés) de la recep­
mas para cuando me haya leído efectivamente; en este momento es ción, la traducción, la apropiación, etcétera? 58
prematuro hablar de ello. "7
Apelando a un juego retórico, Derrida conjetura que si tuviera
Además, es posible puntualizar otra modulación de esta proble­ que arriesgar una sola definición de la desconstrucción, breve, elíp­
mática, seguramente articulada con la anterior pero con características tica y económica, esta sería: un plus de la tangue, es decir más que
un idioma y no más que un idioma.
La desconstrucción ha puesto en cuestión, ha exhibido la de­
56 Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Madrid, Alianza, bilidad de las certidumbres que sostenían la historia, la narrativa
1977.
5 7 Jacques Derrida, "Leer lo ilegible", entrevista de Cristina González Marín, en
Revista de Occidente, N º 62-63, Madrid, julio-agosto de 1 986. 5 8 Jacques Derrida, Memorias para Paitl de Man, Barcelona, Gedisa, 1989.

[98) (99)
genealógica y las periodizaciones de todo tipo, lo que impide una acusan a la desconstrucción de derivar su "poder" del "tecnicismo
elaboración de un cuadro genético del proceso desconstructivo. En de su procedimiento") ; y en sus aspectos académicos ( en el sentido
Memorias para Paul de Man, Derrida repasa algunas de las ceracte­ de "profesionalización": no en vano la desconstrucción ha acom­
rísticas que adopta el ataque a la desconstrucción: pañado a una trasformación crítica en las condiciones de ingreso
en las profesiones académicas desde los 60 hasta los 80) y también
Análogamente, no importa cuáles sean hoy sus. intereses ni su nece­ en el sentido de la "división del trabajo" entre departamentos, una
sidad, las ciencias sociales ( especialmente las que tratan sobre insti­ división cuya arquitectura clásica se ha cuestionado; pues la des­
tuciones culturales científicas y académicas) no pueden, en cuanto construcción es también, y cada vez más, un discurso y una prác­
tales, pretender "objetivar" un movimiento que esencialmente tica sobre el tema de la institución académica, la profesionalización,
cuestiona la axiomática filosófica, científica e institucional de esas y las estructuras departamentales que ya no pueden contenerla. Y
mismas ciencias sociales. cuando los filósofos profesionales fingen interesarse en el progreso
Aun si, por conveniencia, quisiéramos tomar una foto Instamatic de la desconstrucción en los departamentos de literatura, al extremo
de la desconstrucción en Estados Unidos, tendríamos que capturar de condenar la ingenuidad filosófica del pobre erudito literario, es
simultáneamente todos sus aspectos. Sus aspectos políticos (apare­ fácil concluir -y verificar de inmediato- que lo que inquieta tanto a
cen con mayor claridad, tanto en el mundo como en el discurso Searle, Danta y otros es lo que sucede alrededor de ellos, a sus cole­
político mismo, o al menos en la frontera entre lo político, lo eco­ gas, asistentes o estudiantes en departamentos de filosofia. 59
nómico y lo académico; esta frontera es original de Estados Unidos;
para comprender lo que está en juego, sólo es preciso leer lo que En la con-fabulación de los dos aspectos señalados, por una
se dice sobre la desconstrucción en Wall Street Journal, The New parte la vinculación de la desconstrucción con el postestructura­
Yorker o The Neiv York Re¡,ieiv of Books); sus aspectos éticos (los dis­ lismo, la posmodernidad y el desvío que suponen los debates en
cursos más ponzoñosos -y a veces los más obscurantistas- contra torno a ese eje y, por la otra, el detalle de cuestiones que puntualiza
la desconstrucción se hacen en nombre de la moralidad y contra la Derrida en Memorias para Paul de Man, relativos al campo acadé­
corrupción de las costumbres académicas, lo cual no excluye la fe, el mico de Estados Unidos, justifican la toma de distancia de Derrida
riguroso sentido ético, y aun lo que podríamos llamar la integridad frente a los usos de la desconstrucción y su insistencia en marcar los
puritana de ciertos partidarios de la desconstrucción); sus aspectos movimientos de recuperación, apaciguamiento y rechazo que ello
religiosos ( creo que es imposible comprender las formas norteame­ supone. Lo que es evidente es que la intervención desconstructiva
ricanas de desconstrucción sin tomar en cuenta las diversas tradi­ ha provocado múltiples resonancias, con mucha mayor intensidad
ciones religiosas, sus discursos, sus efectos institucionales y sobre que cualquiera de las otras operaciones derridianas.
todo sus efectos académicos; aunque la oposición a la desconstruc­ Memorias para Paul de Man se constituyó en un emergente que
ción se hace a menudo en nombre de la religión, vemos al mismo favoreció ciertas aristas agresivas del debate en torno a la figura de
tiempo el desarrollo de un movimiento poderoso, original y ya muy Derrida en Estados Unidos. La primera edición compilaba tres con­
diversificado que se autodenomina "teología desconstructiva"); sus ferencias: "Mnemosyne", "El arte de las memorias" y "Actos" dic­
aspectos tecnológicos (sin tomar en cuenta el obvio hecho de que la tadas en marzo de 1984 en la Universidad de Yale, algunos meses
desconstrucción es inseparable de un cuestionamiento general de la después de la muerte de Paul de Man. Las siguientes ediciones in-
tekhné y el razonamiento técnico que la desconstrucción no es nada
sin esta interrogación, y que no es nada salvo un conjunto de pro­
cedimientos técnicos y sistemáticos, algunos marxistas impacientes 59 Jacques Derrida, Memorias para Paul de Man, op. cit.

( lOOJ (101}
dimientos transportables, ya codificados. La distancia que Derrida
cluyen también un epílogo, "Como el ruido del mar en lo hondo de
pone de manifiesto cada vez que se refiere a la desconstrucción en
una caracola: la guerra de Paul de Man", publicado originalmente en
los últimos años apunta a conjurar, entre otras posibilidades, esta
Critica/ Inquiry (número 14, primavera de 1988), en eI que Derrida
seducción por el deslizamiento metafórico que reduce los efectos
responde a una acusación de colaboracionismo de Paul de Man du­
de las operaciones desconstructivas a fases integradas de una técnica
rante la ocupación nazi en Bélgica durante la guerra, esa circunstancia
metodológica; ello supone un gesto de reapropiación, por las insti­
fue aprovechada para reiterar ataques de todo tipo hacia él.
tuciones académicas.
El simple repaso de la extensión con que expusimos los tres con­
Pensar la desconstrucción en términos de estrategia, incluida la
textos que constituyen la configuración del sentido de la descons­
exigencia de minuciosidad, prudencia y, asimismo, el descarte de
t�ucción exhiben la complejidad de la última etapa ( en la que se ma­
todo gesto automático y repetido, abre una posibilidad menos dócil
mfiestan las aprensiones de Derrida) y comprometen la necesidad
a la domesticación. La desconstrucción es una práctica que no su­
de atender, en nuestra caracterización de la desconstrucción el ase­
pone término, no se compromete a un resultado, a la cancelación
dio de los debates, en los que tanto las posiciones de exégesi� como
de la actividad en un límite previamente establecido:
las de confrontación suponen gestos de aplanamiento y trastorno.
Nuestra �xposición ha señalado en diversos pasajes los puntos de
. En el interior de la clausura, a través de un movimiento oblicuo y
mira, el honzonte al que se dirige la desconstrucción derridiana en
siempre peligroso, corriendo el permanente riesgo de volver a caer
cuanto a que los caminos para alcanzarlos implican la necesidad de
más acá de aquello que desconstruye, es preciso rodear los con­
no ser arrastrado y apresado por el mismo movimiento de aquello
ceptos críticos con un discurso prudente y minucioso, marcar las
que se pretende desconstruir, cayendo en la fácil seducción de las
condiciones, el medio y los límites de su eficacia, designar rigurosa­
oposiciones desconstruidas para explicar los procedimientos de la
mente su pertinencia a la máquina que ellos permiten desconstituir:
desconstrucción.
y simultáneamente la falla a través de la que se entrevé, aún innomi­
En principio, es necesario superar las apariencias que asimilarían
nable, el resplandor del más allá de la clausura. 60
la desconstrucción al análisis; el desmontaje de una estructura no
implica un proceso de regresión hacia un elemento simple o hacia
La desconstrucción que opera sobre las rígidas oposiciones que
un origen indescomponible.
articulan el edificio de la metafísica tradicional no puede quedar
Tampoco corresponde pensar en términos de crítica, tanto en un
sometida a la reducción de la dicotomía interior/exterior, no se
sentido general como en un sentido kantiano. La instancia misma
juega su actividad en un único espacio. La desconstrucción de las
del krenein o de la krisis, en tanto decisión, elección, juicio, discer­
oposiciones jerárquicas de la metafísica no acarrea una borradura de
nimiento, se encuentra íntimamente ligada al aparato de la crítica
las mismas, no se trata de cambiar o simplemente de invertir simé­
trascendental, que constituye uno de los objetos privilegiados de la
tricamente los términos de la jerarquía dada, sino de transformar
desconstrucción.
las relaciones estructurales de lo jerárquico; este gesto implica un
A partir de la irrupción del estructuralismo en el espacio de las
desdoblamiento:
ciencias sociales (los estudios literarios son un caso paradigmáti­
co), el concepto de método adquiere un carácter alquímico, una
rec�ta �e fácil aplicación que aseguraba un resultado avalado por
la c1enc1a, una suerte de racionalización de la magia. La posibilidad
de considerar la desconstrucción como un método coloca la pers­
60 Jacques Derrida, De lagramatología, op. cit.
pectiva en el espacio de sentido técnico: una serie de reglas y proce-

[ 1 03]
( 102J
Hay que avanzar por lo tanto en un gesto doble, según una unidad escritura que a la vez provoca una inversión de la jerarquía palabra/
a la vez sistemática y como apartada de sí misma, una escritura des­ escritura, como todo sistema adyacente, y deja detonar una escri­
doblada, es decir multiplicada por ella misma, que he llamado en "La tura en el interior mismo de la palabra, desorganizando así todo el
doble sesión" una doble ciencia: por una parte, atravesar una fase de orden recibido e invadiendo todo el campo), no puede ya marcarse
inversión. Insisto mucho y sin cesar sobre la necesidad de esta fase más que en un campo textual que llamaré agrupado: en el límite, es
de inversión que quizá se ha buscado desacreditar prematuramente. imposible de precisa,,.._, un texto unilineal, una posición puntual, una
Dar derecho a esta necesidad significa reconocer que, en una oposi­ operación firmada por un solo autor son por definición incapaces de
ción filosófica clásica, no tenemos que vérnosla con la coexistencia practicar esta operación.61
pacífica de un vis-a-vis, sino con una jerarquía violenta. Uno de los
dos términos se impone al otro ( axiológicamente, lógicamente, etc.), La oposición de los conceptos metafísicos no es la simple con­
se encumbra. Desconstruir la oposición significa, en un momento frontación de dos posiciones simétricas en pugna, sino la inscripción
dado, invertir la jerarquía. Olvidar esta fase de inversión es olvidar la de una jerarquía y la legalización de una subordinación. La práctica
estructura conflictual y subordinante de la oposición. Significa pasar desconstructiva no supone la simple neutralización de esa subordina­
demasiado aprisa, sin detenerse sobre la oposición anterior a una neu­ ción, debe articular un doble gesto que exhiba la grieta en el texto
tralización que, prácticamente, dejaáa el campo anterior en su estado metafísico. La desconstrucción desencadena el juego de una doble
y se privaáa de todo medio de intervenir efectivamente. Se sabe cuá­ mirada, una doble escritura que invierte la oposición clásica y provoca
les han sido siempre los efectos prácticos ( en partimlar políticos) de un corrimiento general en el sistema. A partir de esta condición, la
los pasajes que saltan inmediatamente por encima de las oposiciones, práctica desconstructiva habilita una posibilidad de intervenir en el
y de las protestas en la simple forma del ni/ni. Cuando digo que esta campo de las oposiciones sobre las que opera, que es, asimismo un
fase es necesaria, la palabra fase no es quizás la más rigurosa. No se campo de fuerzas no discursivas. Cada concepto está imbricado a
trata aquí de un fase cronológica, de un momento dado o de una un cadena sistemática y constituye él mismo una red de predicados
página que un día podríamos volver para pasar simplemente a otra sistemáticos. No hay concepto metafisico en sí mismo. Hay un tra­
cosa. La necesidad de esta fase es estructural y es por lo tanto la de un bajo, metafisico o no, sobre las redes conceptuales sistemáticas. La
análisis interminable: la jerarquía de la oposición dual se reconstruye desconstrucción no consiste en el pasaje de un concepto a otro si no
siempre. A diferencia de los autores de los que se sabe que la muerte que supone, necesariamente una inversión y un desplazamiento, este
no espera el fallecimiento, el momento de la inversión nunca es un gesto implica una raspadura que deja leer lo que la jerarquía oblitera,
tiempo muerto. inscribiendo en el texto desconstruido los predicados subordinados,
Dicho esto -y por otra parte-, permanecer en esta fase, todavía excluidos o guardados en reserva por fuerzas y según exigencias que
es operar sobre el terreno y en el interior de un sistema descons­ se ponen a prueba en el mismo proceso doble.
truido. También es necesario, mediante esta escritura doble, justa­ Estas notas características permiten avalar la consideración en
mente, estratificada, cambiada y cambiante, marcar la separación términos de estrategia de la desconstrucción. De este modo, se
entre la inversión que pone abajo lo que está arriba, desconstruye conjura la instancia de preliminariedad que comporta la reflexión
la genealogía sublimante o idealizante, y la emergencia irruptiva de metodológica, para instalar la desconstrucción en el proceso mismo
un nuevo "concepto", concepto de lo que no se deja ya, no se ha del discurso derridiano, en el cruce inestable y sin escisiones de
dejado nunca, comprender en el régimen anterior. Si esta separa­ sus operaciones de lectura y de escritura, que configuran un texto
ción, esta bifaz o esta bifase, ya no puede inscribirse más que en una
escritura bífida (y vale en principio para un nuevo concepto de la 61 Jacques Derrida, Posiciones, op. cit.

[104] (105]
descentrado, sin clausura y atravesado por puntos de fuga, que re­ tud entre, conjurando la asimilación a un tercer término hegeliano,
niega de las transgresiones que refuerzan y legalizan los límites· un insistiendo en la vacilación de lo indecidible para que la diferencia
discurso que es recorrido por múltiples derivas, casi como est;ías' quede sin captura en una síntesis dialéctica:
. . .
1tmeranos sin destino previo, de un incesante, minucioso e indecli-
nable trabajo textual: Por lo tanto, para marcar mejor esta separación ( La diseminación,
el texto que lleva este título, puesto que me plantea una cuestión al
No oponemos aquí, por un mero movimiento de péndulo, de equi- respecto, es una exploración sistemática y jugada de "separación",
1ibramiento o de dar vuelta, la duración al espacio, la calidad a la cuadro, cuadrado, cartón, carta, cuatro, etc.), ha habido que anali­
cantidad, la fuerza a la forma, la profundidad del sentido o del valor zar, hacer trabajar, en el texto de la historia de la filosofia tanto como
a la superficie de las figuras. Todo lo contrario. Contra esta simple en el texto llamado "literario" (por ejemplo el de Mallarmé), ciertas
alternativa, contra la simple elección de uno de los términos o de marcas, digamos ( acabo de señalar algunas, hay otras muchas), que
una de las series, pensamos que hay que buscar nuevos conceptos he llamado por analogía (lo subrayo) indecidible, es decir, unidades
Y nuevos modelos, una economía que escape a este sistema de opo­ de simulacro, "falsas" propiedades verbales, nominales o semánticas,
siciones metafisicas. Esta economía no sería una energética de la que ya no se dejan comprender en la oposición filosófica (binaria) y
fuerza pura e informe. Las diferencias consideradas serían a la vez que no obstante la habitan, la resisten, la desorganiza, pero sin cons­
diferencias de lugares y diferencias de fuerza. Si aquí parece que tituir nunca un tercer término, sin dar lugar nunca a una solución
oponemos una serie a la otra, es porque dentro del sistema clásico en la forma de la dialéctica especulativa ( el pharmakon no es ni el
queremos hacer aparecer el privilegio no crítico atribuido de forma remedio, ni el veneno, ni el bien ni el mal, ni el adentro ni el afuera, ni
simple, por cierto estructuralismo, a la otra serie. Nuestro discurso la palabra ni la escritura; el suplemento no es ni un más ni un menos,
pertenece irreductiblemente al sistema de las oposiciones metafisi­ ni un afuera ni el complemento de un adentro, ni un accidente, ni
cas. No se puede anunciar la ruptura de esa pertenencia más que una ausencia, etc.; el hymen no es ni la confusión ni la distinción, ni
mediante una cierta organización, una cierta disposición estratégica la identidad ni la diferencia, ni la consumación ni la virginidad, ni
que dentro del campo y de los poderes propios, volviendo contra el velo ni el desvelamiento, ni el adentro ni el afuera, etc.; el grama
él sus propias estratagemas, produzca una fúerza de dislocación que no es ni un significante ni un significado, ni un signo ni una cosa, ni
se propague a través de todo el sistema, fisurándolo en todos los una presencia ni una ausencia, ni una posición ni una negación, etc.;
sentidos, y de-limitándolo de parte a parte.62 el espaciamiento no es ni el espacio ni el tiempo; la merma no es ni
la integridad mermada de un comienzo o de una cortadura simple
La posibilidad de pensar la desconstrucción como estrategia tex­ ni la simple secundariedad. Ni/ni, es a la vez o bien o bien; la marca
tual que desencadena la deriva, el deslizamiento y la insistencia del también es el límite ma1lJinal, la mancha, etcétera). 60
trabajo de escritura y el trabajo de lectura -cada uno como gesto
doble que aplaza, injerta y disuelve la diferencia que los constituye y La desconstrucción como estrategia incesante lee/escribe de
reduce-, articula los movimientos de inversión y corrimiento con la otro modo el texto de la filosofia y la imbricación de ese arquitrabe
irrupción de otros conceptos que no se dejan subsumir en la rejilla en la constitución de la cultura, en un juego que apela al cálculo
del sistema desconstruido. Conceptos nuevos que se bordan en los minucioso para minuciosamente calcularse en la deriva que rotura
márgenes, bordeando los márgenes, instalados en perpetua inquie-

62 Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, op. cit. 63 J acqucs Derrida, Posiciones, op. cit.

[106] [107]
una diseminación bífida en el cruce de relecturas y reescritura per­ 8. La diseminación. Lo que no vuelve al padre
petuamente asimétricas.
El debate y la confrontación promovidas en torno a la descons­ La diseminación reúne tres trabajos publicados anteriormente.
trucción derridiana constituye, al parecer, el testimonio más evidente "La farmacia de Platón" que había aparecido en Tel Q;,tel ( números
de que su actividad compromete la estabilidad de un orden y la cir­ 32 y 3 3 ) en 1968, "La doble sesión" en Tel Quel ( números 4 1 y 42)
culación estable de fuerzas y valores. La desconstrucción no opera en 1970, y "La diseminación" en Critique ( número 261-262) de
únicamente sobre los enunciados, no consiste en una actividad de de­ 1969. A los que antecede "Fuera del libro (Prefacios)" a modo de
nuncia de filosofemas, de su arquitectura formal, la desconstrucción introducción del volumen.
no se detiene allí, también opera sobre las relaciones y estructuras En ese ensayo Derrida reflexiona en torno de los problemas que
institucionales, así como sobre la genealogía de su articulación. se plantea acerca de Hegel. A lo largo de su obra, el filósofo alemán
El logocentrismo no sólo es una compleja red de remisiones es consciente de la inutilidad del prólogo, en particular de que no
que soporta la legitimidad del significado trascendental, también puede componer un inicio a su Enciclopedia de las cienciasfilosóficas.
da razón y fundamento al sistema institucional y normativo, y desa­ La lectura de Derrida hace hincapié en el desvío que Hegel procesa
rrolla un doble mecanismo: por un lado, una dimensión del saber: a través de la escritura, proscribiendo el prólogo como una forma
el sentido unívoco garantiza la verdad y la posibilidad de una voz vacía y como una precipitación significante; lo prescribe, por otro
que lo profiera; y por el otro, una dimensión de poder: la autoridad lado, en la medida en que en el prólogo el significado se anuncia,
legaliza la jerarquía y asegura dominación de la razón de una ley siendo que la filosofia siempre está implicada en el libro. Esto le
que diga y al decir resguarde la verdad. permite insistir acerca de la cuestión del afuera del texto:
La desconstrucción, en cambio, promueve una instancia política
que no puede ser obviada, reduciendo entonces su estrategia a un Adelantar que no hay fuera-del-texto absoluto, no es postular una
juego retórico: inmanencia ideal, la reconstitución incesante de una relación propia
de la escritura. Ya no se trata de la operación idealista y teológica que,
El monorritmo es siempre reapropiación inmediata, y el monocó­ a la manera hegeliana, suspende y establece y establece el exterior del
digo también. Hay que meterle, pues, mano al código; cuando digo discurso, del logos, del concepto, de la idea. El texto a.firma el exterior,
esto, hago hincapié tanto en la monovalencia y asimismo en la uni­ marca el límite de esa operación especulativa., desconstruye y reduce a
dad del código dominante como en su carácter de código, Hay que "efectos" todos los predicados mediante los cuales se apodera la espe­
meterle mano al código, a la homogeneidad y a la singularidad del culación del exterior. Si no hay fuera del texto, eso implica, con la
sistema que ordena y regula los lenguajes y las acciones. Hay que transformación del concepto de texto en general, que éste ya no sea el
meterle mano al hecho de que no hay más que un código. 64 interior cerrado de una interioridad o de una identidad propia (aunque
el motivo "exterior a cualquier costo" pueda a veces presentar un papel
La estrategia desconstructiva solicita la trama de relaciones y sumi­ tranquilizador: un cierto interior puede resultar terrible) sino otra dis­
siones que diseña tanto el sistema de saber como el de poder, su deri­ posición de los efectos de apertura y de cierre. 65
va de términos indecidibles conmueve los valores de homogeneidad y
múvocidad, raspa en la borradura la seguridad ilusoria de lo decible. La diseminación es una de las obras en la que Derrida da a leer
de modo más nítido el grado de relevancia que tiene la textualidad
64 Jacques Derrida, "Ja o la estacada . . ." entrevista, en Anthropos, Suplementos, Nº
13, Barcelona, marzo de 1989. 65 Jacques Derrida. La diseminación, op. cit.

[108] [ 109 ]
literaria para su especulación. La necesidad de transformar y sus­ los signos escritos como depósito de la memoria, cuando deberían
pender los usos tradicionales de la prosa ensayística, la inscripción confiar más en los trazos indelebles de su alma.
del texto como una esceno-grafia en la que se juegan incontables Para Derrida entablar un debate con Platón supone una instan­
desvíos y puntos de fuga de la significación, el apelar a procedi­ cia decisiva puesto que más que un filósofo mayor es el gran gestor
mientos propios de la escritura poética como la espacialización y los del programa de la metafisica occidental.
blancos, exhiben la atención vigilante puesta tanto a las figuraciones Platón centra la atención en la escritura porque ese concepto es
retóricas como a los procedimientos constructivos de su escritura. un rico yacimiento que permite explorar la cuestión de la verdad y
La diseminación se inscribe en el dispositivo abierto que está en de la no-verdad:
curso como la operación que designa la imposibilidad de asignar
una cadena de determinación entre escritor y texto, deshaciendo no La desaparición del bien -padre-capital-sol es, pues, la condición del
sólo la relación y el vínculo sino comprometiendo la metáfora del discurso, comprendido esta vez como momento y no como p1inci­
padre connotada por el semen encriptado en la palabra que nombra pio de la escritura general. Esta escritura ( es) epekeina tes usias. La
el movimiento irremediable de proliferación incesante del sentido: desaparición de la verdad como presencia es la condición de toda
(manifestación de) verdad. La no-verdad es la verdad. La no-pre­
La diseminación abre, sin fin, esta ruptura de la escritura que ya sencia es la presencia. La diffél-ance, desaparición de la presencia
no se deja recoser, el lugar en que el sentido, aunque fuese plural, originaria, es a la vez la condición de posibilidad y la condición de
ni ninguna forma de presencia sujeta ya la huella. La diseminación imposibilidad. A la vez "a la vez" quiere decir que el ser-presente
trata el punto en que el movimiento de la significación vendría regu­ ( on) en su verdad, en la presencia de su identidad y la identidad de
larmente a ligar el juego de la huella produciendo así la historia. su presencia se dobla desde que aparece, desde que presenta. Apa­
Salta la seguridad de este punto detenido en nombre de la ley. Es rece, en su esencia, como la posibilidad de su propia duplicación. Es
-al menos- a riesgo de ese hacer saltar como se entabla la disemina­ decir, en términos platónicos, de su no-verdad más propia, de su
ción. Y el rodeo de una escritura de donde no se vuelve.66 pseudo-verdad reflejada en el ícono, el fantasma o el simulacro. No
es lo que es, idéntico e idéntico a sí mismo, único, más que añadién­
"La farmacia de Platón" puede ser leído como una relectura di­ dose la posibilidad de ser repetido como tal. Y su identidad se ahueca
vergente del libro de Martín Heidegger La doctrina platónica de la con ese añadido, se hurta en el suplemento que la presenta.67
verdad, de 1 942. El olvido del ser velado por la presencia encan­
diladora de los entes se refigura como la represión de la escritura La escritura no puede ser concebida como el soporte natural y
por los discursos articuladores del logocentrismo. Derrida centra exterior del pensamiento; Platón sitúa a la escritura como su otro
su interés en la condena de la escritura que Platón despliega en el y como lo otro de la filosofia, aquello que el discurso filosófico
Fedro, en el que se la concibe tanto como un veneno para la memo­ debe aplacar y dominar. El platonismo concibe a la escritura como
ria como un remedio; esto es posible por la ambivalencia semántica el orden ejemplar de lo que no se puede pensar, de lo impensable,
del término pharmakon, que Sócrates esgrime como un argumento caracterizándola como la anti-sustancia: lo que resiste la filosofema,
determinante en el curso del diálogo. El platonismo abre el camino el excedente indefinido como la no-identidad, no-esencia.
de una consigna que atravesará el pensamiento y el imaginario de La filosofía toma el camino de la represión de la escritura por­
la cultura occidental: los hombres tienen demasiada confianza en que la inquieta, está, entonces, obligada a definir y fiscalizarla, a

66 Jacques Derrida, La diseminació11, op. cit. 67 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit..

[ 1 10 ] [111)
pretender imponerle la asignación de una verdad, mientras corre­ .Derrida da leer las operaciones a partir de las cuales la traducción
lativamente reconoce que la escritura es incalculable bajo la oposi­ del Fedro y las elecciones posibles de sus traductores están ya inscrip­
ción verdad/no-verdad. La estratagema de la filosofia consiste en tas en aq�ello que se traduce. Los límites del texto, es decir a�uello
adueñarse de la escritura para atenuar su amenaza y de ese modo que se establece a priori como el afuera y el adentro del tex�o deJan de
imponerle su dominación. ser los lindes de un borde único y absoluto. El afuera deviene como
Esa estratagema invierte simétricamente la negatividad de la escri­ tal porque el texto se abre y se expone como una unidad general.
tura, es decir su ausencia de esencia y de verdad, en una positividad
que consiste en invertir su potencial de olvido convirtiéndolo en re­ Si el pharmakon es "ambivalente", es, por lo tanto, por constituir el
medio que interviene en la operación del sentido. La astucia filosófica medio en que oponen los opuestos, el movimiento y el juego que los
se funda en la ambigüedad y la reversibilidad del sentido de phar­ relacionan mutuamente, los vuelve y los hace pasar uno a otro ( alma/
makon que de significar veneno puede pasar a significar remedio. cuerpo, bien/mal, interior/exterior, memoria/olvido, habla/escri­
En los albores de la filosofia, Platón emplaza en la problemática de tura, etc.). Es a partir de ese juego o de ese movimiento, el lugar Y el
la escritura el blanco privilegiado en el que concentra su ataque a la juego ( la producción de) la diferencia. Es la différance de la diferencia.
sofistica y, por ende, a la retórica. Derrida revela que la escritura es el Tiene en reserva, en su sombra y vigilia indecisas, a los diferentes Y a
núcleo constitutivo y secreto de la filosofia, porque exhibe su entidad las desavenencias que la discriminación vendrá a recortar. Las contra­
como un espacio amenazado por un peligro supremo: convertirse en dicciones y las parejas de opuesto se levantan sobre el fondo de esa
su oponente. En El Sofista, Platón define a la sofistica como lo otro de reserva, para "preceder" a la oposición de los efectos diferentes, para
la filosofia, lo que implica el grave peligro de quedar limitada a erigir­ preceder a las diferencias como efectos, no tiene, pues la simplicidad
se sólo como una recusación continua de su contrario. Ante el peligro puntual de una coincidcntia oppositorum. De ese fondo viene la dialéc­
de inminente contaminación por su oponente contradictorio, que la tica a extraer sus filosofemas. El pharmakon, sin ser nada por sí mismo,
amenaza con transformarla en un continuo indiferenciado, Platón los excede siempre como su fundo sin fondo. Se mantiene siempre en
entabla su combate haciendo proliferar en su texto derivaciones que reserva aunque no tenga profundidad fundamental ni última localidad.
hacen imposible establecer identidades unívocas. Su textualidad ad­ Vamos a verle prometerse al infinito y escaparse siempre por puertas
quiere su consistencia y su rentabilidad por estar tramado con más ocultas, brillantes como espejos y abiertas a un laberinto. Es tambié,;1
de una figuración discursiva, en ese entramado se teje con lo que se esa reserva de trastienda a lo que llamamos la farmacia.68
desbarata. Ese rasgar del texto en sí mismo se hace y deshace en los
múltiples sentidos y funciones de la escritura. Derrida revela hasta que punto la escritura perturba la articula­
Derrida pone de manifiesto la necesidad platónica de reprimir la ción del pensamiento platónico, exhibiendo de qué modo la propia
escritura para constituir legalmente a la filosofia; a partir de ese pre­ escritura de Platón trata de atenuar la peligrosa desmesura de . su
supuesto interroga los textos filosóficos para desmontar su arquitec­ proliferación. La pretensión del logos �losófi� o es libe�arse �e toda
tura secreta y oculta, lo que le permite conjeturar que los discursos sujeción a la escritura, pero le resulta 1mpos1ble la ex1stenc1a fuera
filosóficos antes que teorías o articulaciones argumentativas de tesis de la textualidad, lo que deviene en la inclusión en su interior de
son textos reversibles tejidos de manera ambivalente, coh el tejido aquello que manifiestamente está excluyendo.
de una escritura que se sirve múltiples hilos y arabescos. La oposi­ .,
En la "La farmacia de Platón", Derrida provoca una conmoc1on al
ciones dicotómicas y que ocultan imposiciones violentas tales como leer en el texto platónico que el proclamado objetivo de la búsqueda
forma y fondo o como significante y significado, se desconstruyen.
68 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit.

[1 12 ] [ 1 13)
de la verdad se alcanza a costa de borrase como escritura para enton­ Otra escuela declara que ha trascurrido ya todo el tiempo )' que nues­
ces dejar aparecer la verdad. De ahí que defina a la escritura como tra vida es apenas el recuerdo o el reflejo crepuscular, y sin duda
una pintura fantasmal que carece de esencia y no posee identidad, falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la his­
una no-entidad que no tiene consistencia alguna y que, por lo tanto, toria del universo -y en ellas nuestras vidas y el más tenue detalle de
no afecta ni perturba la presencia y la esencias de las cosas, que apa­ nuestras vidas- es la escritura que produce un dios subalterno p ara
rece en todo su esplendor en el habla. El modo de lectura derridiano entenderse como un demonio. Otra que el universo es comparable
pone de manifiesto la estratagema platónica que procura expulsar el a esa criptografias en las que no valen . . . 70
peligro de la escritura, pero que en su intento de borrarla deja huellas
indelebles que son la prueba de que la escritura es la materialización Derrida va había mencionado anteriormente a Borges en su en­
de la filosofia . Incluso cuando Platón recurre a la metáfora de la "ins­ sayo sobre ;l pensamiento de Emmanuel Lévinas, "Violencia Y Me­
cripción de la verdad en el alma", se sirve de una figuración retórica tafisica", allí cita dos veces el texto de Borges "La esfera de Pascal"
de aquello que se ha propuesto excluir y estigmatizar. El texto plató­ de Otras Inquisiciones-.
nico revela que, a pesar de la operación de disimulo y ocultamiento,
la verdad inteligible no tiene existencia posible sin la materialización Borges tiene razón: "Quizás l a historia universal no es más que la
de la escritura , es decir lo inteligible es subsidiario de lo sensible. La historia de algunas metáforas". l . . . ] Borges, unas páginas más ade­
filosofia exhibe desaforadamente que no puede desembarazarse (la lante, vuelve a tener razón: "Quizás la historia universal no es más
metáfora es obligada ) de ese exterior que la contamina, la parasita , que las diversas entonaciones de algunas metáforas".
pero sin la cual no tendría posibilidad alguna de existencia .
La tercera sección de "La farmacia de Platón" está precedida Incorpora a Borges al canon de aquellos escritores en los que en­
_
por tres epígrafes, uno de El retrato del artista adolescente de James cuentra motivos y figuraciones literari as que le resultan producnvos
Joyce, los otros dos de Jorge Luis Borges. El primero es una cita de para el despliegue de su pensamiento. Junto con Joyce, Poe, Kafka,
,
"La esfera de Pascal" del libro Otras Inqzeisiciones-. Mallarmé, Celan y otros, la impronta borgeana marc ara algunas de
las modulaciones más nota bles de su pensamiento.
La historia universal siguió su curso, los dioses demasiado huma­ La circulación de Borges en Francia coincide con los años de
nos que Jenófanes atacó fueron rebajados a ficciones poéticas o a formación de Derrida y sus preocupaciones acerca de la idealidad
demonios, pero se dijo que uno, Hermes Trimegistro, había dic­ literaria . En 19 5 3 , aparece una selección de cuentos de Borges con
tado un número variable de libros (42, según Clemente de Ale­ el título de Labyrinths con un prólogo de Roger Caillois, que había
jandría; 20.000, según Jámblico; 36.525, según los sacerdotes de conocido a Borges en Buenos Aires, y se constituirá en uno de los

Thoth, que también es Hermes ), en cuyas páginas estaban escritas mayores promotores de su obra en el plano internacional. En julio
todas las cosas. Fragmentos de esa biblioteca ilusoria, compilados de 1955 la revista dirigida por Jean Paul Sartre Temps Moderns
o fraguados desde el siglo 111, forman lo que se llama el Corpus publica algunos ensayos de Otras Inquisiciones, estos son l� s movi­
.
Hermeticum.69 mientos iniciales de la recepción de Borges en Francia. El imp acto
no se atenúa v aun se expandirá constantemente; en 1959, Maurice
El último de los epígrafes corresponde al cuento "Tlon, Uqbar, Blanchot publica Le libre a venir en el que incluye su trabajo "El
Orbis, Tertius" del libro Ficciones-.
70 Jbid.
69 Jorge Luis Borges, Obras Completas, Buenos Aires, Emecé, 1974.

l l l5 ]
[ 1 14]
infinito literario: El Aleph') y en 1 964, Michael Foucault toma una
cita de "El idioma analítico de John Wilkins" como punto de parti­ II. LA PALABRA LITERARIA.
da de su libro Las palabras)' las cosas. LA ERRANCIA DE LA ESCRITURA LEÍDA Y DE LA
Además de los vínculos entre las citas de los epígrafes y el desarro­ LECTURA ESCRITA
llo de la argumentación de los ensayos de Derrida, es posible leer el
desplazamiento de algunos motivos borgeanos a la urdimbre de su
escritura; en la cita de más arriba dice: "Vamos a verle prometerse al Hay en la literatura, en el secreto ejemplar de la
infinito y escaparse siempre por puertas ocultas, brillantes como espe­ literatura, una posibilidad de decirlo todo sin tocar el
jos y abiertas a un laberinto", que me exime de cualquier comentario secreto. Cuando todas las hipótesis están permitidas, sin
explicativo sobre la pertinencia de mi afirmación anterior. fondo e infinitamente) acerca del sentido de un texto,
Hay otros indicios elocuentes de que el interés de Derrida por la o acerca de las intenciones finales de un autor cuya
obra de Borges se mantuvo a lo largo del tiempo. En algunas entre­ persona no está ni más ni menos representada que no
vistas ha evocado su encuentro casual con Borges en un aeropuerto representada por un personaje o por un narrador, por
de Estados Unidos y su posterior viaje juntos a Nueva York en el que una frase poética o ficcional que se desgaja de sufuente
conversaron largamente como "viejos amigos". En octubre de 1985, presunta y permanece así en secreto; cuando ya no hay
con motivo de su visita a Montevideo donde participó en un semina­ siquiera un sentido a decidir sobre un secreto cubierto
rio sobre su obra, se cruzó a Buenos Aires exclusivamente para visitar tras la superficie de una manifestación textual (y es
al escritor argentino en su departamento de la calle Maipú.71 ésta la situación que yo llamo texto o huella); cuando se
Este diálogo Borges-Derrida permite establecer conjeturas sobre trata del llamado de ese secreto que, sin embar;go, remite
su recepción en la Argentina; la traducción de Osear del Barco y al otro o a otra cosa; cuando es eso mismo lo que man­
Conrado Ceretti De la gramatología, para la Editorial Siglo XXI de tiene nuestra pasión en suspenso y nos retiene en el otro,
Buenos Aires en 1971 -que se anticipa en cinco años a la traducción entonces el secreto nos apasiona. Inclusive si el secreto no
al inglés- revela un interés temprano por la obra de Derrida, moti­ es secreto, incluso si nunca hubo un secreto,
vado en gran medida por la lectura y difusión que algunos críticos un solo secreto. Ni uno.
literarios como Noé Jitrik y Nicolás Rosa hacen de su obra; índice Jacques Derrida
elocuente de que esa recepción está íntimamente vinculada con la
atención prestada al pensamiento derridiano en el campo de la teo­
ría y la crítica literarias, que se anticipa en varias décadas a la tardía l. La incesancia tendida entre la letra y la mirada
atención prestada a su obra en el espacio filosófico argentino.
Las maniobras especulativas de reflexión acerca de la literatu­
ra constituyen uno de los aspectos distintivos del pensamiento de­
rridiano, los límites institucionales, teóricos e históricos, tendidos
entre literatura y filosofia son desplazados, aflojados y transgredi­
dos en toda su obra. Esas rígidas particiones son constantemente
puestas a prueba, los bordes atraviesan el interior de aquello que
71 Enterados de la presencia de Derrida en Buenos Aires, algunos intelectuales supuestamente legitiman como constituido por un exterior a partir
propiciaron un encuentro que se llevó a cabo a última hora de la tarde en el Centro
Cultural Ricardo Rojas. del cual se separa y establece una entidad definida.

[116) [117)
El concepto de escritura, en tanto que urdimbre de diferencias La lectura como interpretación es un proceso sin fin, esa de­
y transformación incesante de textualidades, está en íntima relación riva perpetua es la manifestación desaforada de la incapacidad de
con la problemática literaria. Las operaciones que Derrida pone en cualquier discurso para condensar completamente, por medio de la
juego en la lectura de los textos transforman las categorías y los paráfrasis o el comentario, el sentido de un texto. Esa imposibilidad
conceptos establecidos y constitutivos tanto de la crítica y la teoría es producto de la diferencia que se tiende de manera irreductible
literarias como de la filosofía. entre literalidad y sentido. Para Derrida ningún texto es portador
La escritura de los textos de Derrida son escenas en las que se de una u otra verdad, sino que primordialmente es una puesta en
figura la posibilidad de otro modo de leer. La actividad de la lec­ escena de los sentidos, todo texto es una esceno-grafia; y en el caso
tura cuando es atravesada por las operaciones propias del disposi­ de aquellos textos que hacemos pertenecer al espacio de la literatura
tivo abierto que configura el pensamiento derridiano supone una lo propio de la significación es su inagotabilidad, que se exhibe aún
minuciosa atención por la consistencia distintiva de cada escritura, más cada vez que el anhelo de algunos discursos por reducirla a un
poniendo en cuestión los modelos generales que como códigos in­ ordenamiento conceptual culmina de modo jánico en una imposi­
violables de una imposición violenta sistematizada aseguran la uni­ ción dogmática o en un fracaso irremediable.
formidad y el control de la significación. Lo que caracteriza la significación, por lo tanto, es su inagota­
La especificidad gramatológica es lo que constituye al texto como bilidad, de lo que se pu�de inferir que toda pretensión de nombrar
tal, su estatuto de haber sido escrito y, por lo tanto, ofrecerse un definitivamente el sentido mediante la lectura de un texto, incluso
espacio de lectura y reproductibilidad. La materialidad de la letra es de aquellos textos que tratan de convalidar tal pretensión, es vana.
la condición de posibilidad de todo texto, lo que implica que nada Para Derrida la lectura al igual que la escritura, tendida sobre la
le es anterior ni determinante a la literalidad material del texto. incesancia, puede recomenzar y siempre, por ello mismo, es insatis­
La escritura como inscripción material, como consistencia que factoria, está siempre a punto de asir algo que no deja de evadirse.
permanece abierta a la lectura, es el espacio en el que se pone en El diseño que evoca su reflexión tiene la figura de una tercería, dos
tensión diferencial la literalidad y el sentido. territorios atravesados por la cala de la imposibilidad, el de la escrin1ra
En esta constatación, por supuesto, nada se revela como si estu­ tratando de asir el mundo mediante la inscripción del trazo y el de
viéramos pensando en una clausura que implique una coagulación la lectura buscando alcanzar el sentido que pone en movimiento las
en torno de un sentido privilegiado, sino que en la insistencia del marcas escriturarias; entre ellos se abre una fisura, de este modo pre­
retorno de lo mismo como otro, -remarco ahora en mi trazo una tendo nombrar con una metáfora impropia el espacio, el hueco o la
pausa en forma de fisura para retener la atención de los lectores y falta, que se extiende como una interestancia de límites inestables.
ese trazo tendrá inevitablemente la impronta de una repetición-, La tercería se suspende sobre un abismo entre dos imposibilida­
del retorno de lo mismo como otro, en tanto indicio inquietante de des, pero ese abismo es un llamado y una provocación constante;
la inagotabilidad del sentido en un gesto escriturario que lo presen­ por eso he preferido aludirlo desde la estrechez de la fisura por la
tifica, que lo da a leer como exceso, de modo tal que la insistencia que se cuela la conjunción entre la constatación de que el sentido
no se manifieste como un obstáculo sino más bien como un pasaje a no se ha dejado decir y la operación descante que anuncia la insis­
un más allá del texto localizado en otros textos y no en una exterio­ tencia del retorno; en la obra derridiana el resplandor de la palabra
ridad ilusoria; en esa impronta se juega la mirada del lector apenas literaria proviene de esa frotación interminable.
roza el sentido aunque nunca alcanza a cancelar definitivamente su Derrida otorga un lugar privilegiado a los textos literarios, pero
perpetua fuga. sus trabajos en ningún caso pertenecen al campo de la crítica lite­
raria, las operaciones y desplazamientos que lleva a cabo escapan

( 1 18) [119 ]
y trastornan esa práctica dominada, casi unánimemente, por una momento cristalice la significación para siempre; Gadamer sostiene
voluntad de legibilidad. De modo que esta idea de la lectura como que "el verdadero significado de una obra de arte está siempre inaca­
desciframiento, como una actividad que supone atravesar las mar­ bado; es en realidad un proceso infinito". Sin que esto último supon­
cas o los significantes en dirección al sentido o a un significado, es ga que la producción de sentido quede totalmente abierta e indeter­
puesta en cuestión y sometida a un corrimiento: Derrida considera minada. El lector y el texto están enmarcados en una preconcepción
que hay una instancia en la que leer consiste en experimentar la de la perfecta unidad que rige cualquier interpretación a tal punto
inaccesibilidad del sentido, que no hay sentido escondido detrás que fundamenta la condición formal de la comprensión, puesto que
de los signos, que el concepto tradicional de lectura no resiste la sólo es inteligible aquello que se puede establecer en los términos de
experiencia del texto; en consecuencia, que lo que se lee es una una unidad de significado.
cierta ilegibilidad que no es un límite exterior a lo legible, como si Para Gadamer la unidad de significado es una instancia precon­
el lector se topara con una pared síno que es en la lectura donde la cebida, interviene y condiciona todo acto de lectura, que descarta
ilegibílidad aparece como legible. cualquier posibilidad de incomprensión e impone a priori a la lectu­
ra la producción de un significado unitario.
El planteo de Gadamer, que se articula en torno de la idea de
2. De la unidad y la comprensión - De la errancia y la que el objetivo de todo entendimiento y toda comprensión es el
ilegibilidad resultado de un acuerdo, resulta problemático para Derrida ; ante
todo cuestiona la obligación absoluta de desear el consenso en la
La confrontación de la perspectiva derridiana acerca de la lectura comprensión. Este cuestionamiento de imponer un orden consen­
con los protocolos de la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer sual a la comprensión implica aceptar que toda comprensión debe
permiten establecer con mayor nitidez los rasgos distintivos de su consumarse como un acuerdo. Por el contrario, la exploración de­
concepción. El contraste puede ser expuesto en los siguientes tér­ rridiana de los límites de la inteligibilidad considera la posibilidad
minos: para la hermenéutica, las relaciones entre lector y texto tie­ de una relación de incomprensión. La fusión de horizontes no deja
nen como objetivo alcanzar la comprensión; por lo tanto, consisten alternativa alguna para concebir la posibilidad de la errancia, es decir
en acentuar los regímenes de legibilidad; por el contrario, la lectura de leer mal y de vagar sin rumbo en la búsqueda del sentido.
derridiana pone el énfasis en la errancia y en la ilegibilidad. Por lo tanto, para Derrida, leer siempre supone asumir el riesgo
En Verdad y método Gadamer considera que el lector de un texto de leer errando, lo que no significa no llegar a una comprensión,
actúa como un intermediario, un mediador que opera para esta­ sino señalar que no se puede descartar a priori la imposibilidad de
blecer vínculos entre lo que se escribió, históricamente distante, la incomprensión.
estableciendo un diálogo entre ese horizonte pasado del texto y el Consecuentemente, se pueden considerar sus respectivos proto­
horizonte presente del lector. Ese diálogo es una confluencia que colos de lectura como indicadores de la línea divisoria que separa a
Gadamer denomina "fusión de horizontes". 72 una concepción de la crítica que llamaremos unitaria, de los que se
Esa función es la instancia en la que se constituye una compren­ inscriben en la crítica de la diferencia. Los ejes de este debate pueden
sión tan ajustada que los dos horizontes desaparecen en tanto polos ser sintetizados en torno de dos cuestiones: por una parte, la cuestión
diferentes. El lector y el texto en la comprensión sellan un acuerdo, confrontada de que el significado pueda o no pueda ser descifrado
lo que no significa que la comprensión alcanzada en un determinado atento a que la inteligibilidad pueda o no puede ser pensada como un
priori; y, por otra, se refiere a la localización del sentido.
72 Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 199 1 .

[120] [121)
Desde la crítica unitaria, vinculada el pensamiento de Gadamer, 3. literaturafilosofiafilosofialiteraturaliteraturafilosofialiteratura
se sostiene que el significado es el producto de los innumerables
encuentros entre el texto y la lectura. Dado que la interpretación Los modos de lectura de Derrida operan sobre el concepto de
es por necesidad incesante, ya que consiste en continuas lecturas, la literatura para desmontar la trama de oposiciones que constituyen y
inagotabilidad localiza la multiplicidad del sentido en el marco del clausuran su espacio: sentido literal/sentido figurado, ficción/rea­
horizonte de la comprensión posible, lo que implica la expectativa lidad, serio/poco serio; pero, básicamente conduce a una determi­
cierta de que la verdad total de un texto se consumará en algún mo­ nación del campo de operaciones de las prácticas que la constituyen:
mento. Para Gadamer, esa verdad del texto tiene que ser pensada la escritura y la lectura.
como un todo y, por lo tanto, las innumerables interpretaciones se La teoría de los actos de habla instala una oposición que distin­
deberán emplazar de tal modo que converjan en ella, sin la preten­ gue las emisiones serias de las poco serias a las que constituye por
sión de excederla en la medida en que son interpretaciones unitarias exclusión como excepciones parasitarias, de las que la literatura es
de ese texto. En cambio, para una lectura derridiana, el sentido de el caso paradigmático. Ya en este terreno, la problemática de la fic­
un texto es una magnitud inestable e incalculable; de cada lectura ción, de la mimesis, del sentido figurado, del efecto retórico, queda
emana lo indecidible y en cada lectura se disemina. La lectura no in­ circunscrita y relegada a un campo marginal, en el que el juego lúdi­
crementa la multiplicidad de un significado textual intrínsecamente co legaliza el exceso y las contradicciones irresponsables; es a partir
estable, sino que disemina la inestabilidad, que establece zonas de de esa exclusión que es posible pensar la filosofia como depositaria
contacto y tensión de fuerzas que operan como en un campo elec­ de un lenguaje sin desvíos, sin suplementos peligrosos que amena­
tromagnético. Por ende, la diseminación de la indecidibilidad no cen la verdad unívoca del sentido discursivo. La literatura, entonces,
puede ser reducida a un significado pleno y final. es el suplemento que autoriza la constitución de un discurso que se
Dado que el texto es un espacio excesivo e incalculable, las lectu­ arroga, sostenido por la norma lingüística, la posibilidad de inscrip­
ras que lo atraviesan confrontan con instancias de indecidibilidad; la ción de la verdad.
grieta, la fisura tendida entre lector y texto no sólo supone que los En cambio, la desconstrucción opera las articulaciones de estas
significados son indeterminados sino que lejos de cualquier deriva­ jerarquías y trastorna el lugar de la literatura; la lectura de Derrida
ción hacia la clausura de una verdad total, están en perpetua disemi­ de la teoría de los actos de habla invierte la oposición serio/poco
nación. La ilegibilidad consecuente no es consecuencia del talento serio, demostrando que las emisiones serias son casos, especiales de
del escritor ni de las vacilaciones o de la ignorancia del lector, más las emisiones poco serias, en el mismo sentido, entonces, la literatu­
bien depende de la magnitud tropológica del texto. ra no aparece como un caso parasitario del lenguaje, sino que, por
Según Derrida, el lector en su errancia tiene la posibilidad de el contrario, se pueden considerar los otros discursos como casos de
establecer como el texto se autodesconstruye; esa contingencia una archiliteratura, architextualidad o textualidad generalizada.
nunca supone establecer una jerarquía del lector sobre el texto, sino En "QUAL. CUAL. ", conferencia pronunciada el 6 de septiembre
antes bien el reconocimiento de los límites de toda travesía hacia el de 1971 en la Universidad de John Hopkins, en ocasión del centé­
sentido. simo aniversario del nacimiento de Paul Valéry, recogida luego en
Márgenes de la filosofia, Derrida parte de la postura de Valéry: la

( 1 22 ] ( 1 2 3)
filosofia, considerada en tanto que corpus de escritos, es objetiva­ la différance, la cual abre los Mái:!Jenes ( no lejos del "Tímpano") y
mente un género literario particular, no muy alejado de la poesía: 73 no tiene ya, por consiguiente, el sentido de concepto. O, por el
contrario, sí, el de un concepto exacerbado, agujereado. Ya no es el
Se prescribe entonces una tarea: estudiar el texto filosófico en su concepto hegeliano que sale de sí mismo en sí mismo. Al reventar
estructura formal, en su organización retórica, en la especificidad y el tabique hacia lo otro del concepto, se intente dar un golpe o
la diversidad de sus tipos textuales, en sus modelos de exposición y hacer un tajo a fin de violentar todo tipo de cadenas seculares que,
de producción -más allá de lo gue se llamaba en otros tiempos los quizá, han hallado en el pensamiento hegeliano su representación,
géneros-, en el espacio también de sus puestas en escena y en una su forma y su fuerza más resistentes. La marca différance (interpo­
sintaxis gue no sea solamente la articulación de sus significados, sición activa del desplazamiento, operación incesante del diferir y
de sus referencias al ser o a la verdad, sino la disposición de sus generación, sin origen, de las diferencias) desconstruye los valores
procedimientos y todo lo que se coloca en él. En suma, considerar de concepto, de palabra y de significante. Ya no es, por lo tanto,
la filosofía como "un género literario particular", que bebe de la un signo ni opera nunca de frente, por simple inversión, sino -cual
reserva de una lengua, que dispone, fuerza o aparta un conjunto de cuña- esquinadamente. Forjando, imprimiendo, borrando sellos,
recursos trópicos, más viejos que la filosofía.74 efigies, firmas, tipos, trabaja en las esquinas. Ataca por las esquinas.
Atacar, combatir, aquí, ya no se reduce a la práctica de un discurso,
Trastornar, entonces, el campo de legibilidad de la filosofia y a una crítica conceptual, que, preocupada por la "verdad", arbitra
leerla como género literario produce un corrimiento que exige una entre varias tesis. El ataque está dirigido contra el orden mismo del
especificación. Derrida piensa el injerto como un modelo que im­ concepto y debería dejar sus puntas móviles y sus barrenas hundi­
brica las operaciones de inserción gráfica con las estrategias de des­ das en el espesor parietal de lo semántico: para operar una fractura
lizamiento y propagación de la mirada que lee; es decir, el injerto hacia aquello que la metafísica llamaría lo "real" (a la vez opuesto
pertenece a la serie de las "archi" derridianas -archihuella archi- y homogéneo con respecto al concepto), pero que nosotros ya no
escritura -. En consecuencia, la diferencia entre las operaciones de podemos designar de este modo precisamente porque dicha homo­
escritura y las de lectura subsume una jerarquía; el injerto es la con­ geneidad no tiene aquí ya nada que hacer. Esta perforación que
dición de posibilidad de la escritura y de la lectura, el injerto es la reinscribe, desplaza consigo el orden mismo de lo teórico, implica
condición de posibilidad de todo texto: no poder ser resumida en tesis filosóficas. Renunciemos a ello desde
el primer momento.
Al interrogar los límites de la filosofía, al preguntarse si tienen la Si dicha fractura no fuese practicada efectivamente, las ruidosas
forma de mái:!Jenes, al analizar la metafísica como un texto, es pre­ salidas fuera del discurso, del lenguaje o de la escritura en sentido
ciso a la vez transformar la noción de texto y solicitar el tabique tras obsoleto, e incluso fuera de la ideología en general, terminarían
el cual se protege y se constituye la historia de la filosofía. convirtiéndose en charla doméstica, en fraseología revolucionaria,
¿Qué es el sentido? ¿Qué es un concepto? ¿Qué es lo que confiere en bullicio escolar, en una serie de tracas, en cualquier caso, en
derecho a la pregunta "qué es ..." ? Este es el espacio en el que indaga entretenidas, es decir -y eso es imperdonable-, en aburridas ope­
raciones dentro de una combinatoria semántica determinada, den­
tro de un código de connotaciones poético-políticas archivadas:
73 Jorge Luis Borges, en un desplazamiento simétrico al de Valéry, ha especulado
ac�rc� de que la fil �sofia es una forma de la literatura fantástica. Digo esto para en resumen, siempre en tesis "universitarias" o en gesticulaciones
ms1st1r acerca de las 1ntersecciones entre Borges y Derrida. "literarias", espectáculo cuyo programa, impreso hace ya mucho
74 Jacques Derrida, Márgenes de la filosofía op. cit. tiempo, nos descorazona de antemano y nos induce, finalmente,

[ 124] [ 125 ]
a no molestarnos más. Acabo de nombrar un sistema de complici filosófica que subordina a sí misma las regiones del gran cuerpo
dades ideológicas e institucionales. A pesar de algunas oposiciones enciclopédico, sojuzgando, catalogando la cuestión de lo propio
superficiales (pour la galérie ), a veces gracias a ellas, eJ funciona­ como una especie ontológica. La architextualidad que deviene de
miento de dicho sistema es muy coherente. Grande, vieja y pesada la inversión y el corrimiento de la oposición filosofia/literatura in­
soldadura histórica de un aparato.75 forma y deforma en su movimiento oblicuo ese orden, lo dis-loca,
atraviesa los tabiques, pervierte la disposición topológica del edifi­
Ahora bien, presentar la oposición filosofia/literatura se apoya cio metafisico.
en el significado de los términos como argumento específico para Ese movimiento, que no se agota en la crítica discursiva, se des­
buscar el corrimiento y el desmontaje que ofrece el injerto de los pliega como una instancia inestable, correlativa y sincrónica con ope­
viejos nombres, los paleonomios, que arrastran la genealogía in­ raciones de injertos, de hibridaciones, de expropiaciones, de relevos,
sistente que constituye el recorte que funda la posibilidad de opo­ pasando hacia adentro y hacia afuera del código, bordando y/o bor­
sición. Lo cual no significa aceptar que cada uno de los nombres · deando sin límite regional en lo que es heterogéneo porque disloca
designe un concepto que conteste a la pregunta "qué es", tal cosa la topología que rige la homogeneidad; no se agota porque también
sería una claudicación ante el logocentrismo y una reinstalación del supone atender las imbricaciones múltiples de esa topología:
linaje de la metafisica de la presencia, para evitarla es preciso no
renunciar a una actitud de reserva para con el sistema de la presen­ El "indispositivo" debe acercarse a un punto de sutura, a ese lugar
cia, del origen, de la arqueología que diseñan el armazón en que se hacia el cual tienden, para aglutinarse conjunta y provisionalmente,
apoya la lógica de la definición. aparatos defensivos y reproductivos tales como: máquina-máquina,
Hay que oponer, en cambio, la economía abusiva de la différan­ máquina del ser, máquina socio-política, máquina editorial ( con sus
ce que como una cuña lateral desestabiliza el arquitrabe analítico de normas técnico-económicas de fabricación, de difusión, de almace­
las oposiciones de lo propio y lo impropio, los valores de propiedad, namiento, etc. ), máquina universitaria ( con sus tipos de discurso, de
de monumento, de custodia y de sepultura. Ese trastorno del arqui­ transmisión, de desciframiento, de re-aplicación), máquina periodís­
trabe analítico diseña y viola las barreras de la economía restringida tica ( aparentemente la más importante en los procesos de marketing,
de lo c ?nce�tual, corre los pilares, expropia los lugares otorgados, de recepción o de rechazo, pero cuyo poder considero yo, hoy en día,
,
los cod1gos impuestos, maltrata Jas líneas, deshace los márgenes. más espectacular que efectivo), máquina teórica ( disposición sistemá­
Nos servimos, pues, de los términos filosofia/literatura para soca­ tica de los discursos, procedimientos de selección y de exclusión de
var la imposición, no como un punto de partida firme, sino más bien los conceptos o de las cadenas conceptuales), todas esas máquinas de
como la trama que inviste un discurso heterogéneo trasvestido por lectura ( o no) que producen, en torno al foco de mayor concentra­
una homogeneidad que dispersa lo propio ( que la desconstrucción ción ( a veces, un individuo, un nombre, un grupo, una escuela, un
desfonda) en regiones diversas regidas por operaciones que se repar­ consorcio editorial, un movimiento) una aglomeración de "cliente­
ten en matices diferenciales de una mismidad: economía semio-lin­ las". Naturalmente, dentro de cada una de las categorías que acabo
güística, restringidas y acotadas por parcelamientos institucionales. de enumerar (pero voy de prisa, hay otras muchas y habría que afinar
El primer tabique que, desde esta perspectiva, hay que horadar más), hay varias sociedades más o menos anónimas con responsabili­
es el que se impone como modelo de las particiones: la autoridad dad más o menos limitada que compiten, o incluso están en conflicto,
entre sí. Toda una combinatoria de alianzas provisionales entre dichas
sociedades y máquinas forma un juego muy complejo y movido. Pero
75 "Tener oído par.. la filosoffa", entrevista, Anthropos, Suplementos, Nº 13, Bar­
celona, marzo de 1989. para acceder a aquello que forma la unidad del campo ( de esta com-

[ 1 2 6) [127)
binatoria) o, al menos (pues lo considero, finalmente no unificable) las bazas teórico-políticas de los combates que hay que entablar en
la unidad hacia la cual tiende ese campo a concentrarse para conce­ estos campos. Y dichas bazas atañen incluso el interior de lo que los
der a toda la clientela una-buena-vida o una-buena-muerte, hay que literatos consideran con toda naturalidad como el proceso autónomo
orientarse hacia aquello que los beligerantes, en el fragor de la guerra de la "producción literaria". Llamo literato aquí a aquel que no pierde
asoladora, se ponen de acuerdo en excluir.76 la ocasión de considerar, de querer, de hacer alarde de que él mismo
está afuera de, al lado ( de hecho, por encima) de los aparatos esco­
En el intento de desconstrucción de la oposición filosofia/litera­ lares universitarios y no ve hasta qué punto ese mismo funtasma es
tura existen múltiples posibilidades de recuperación y parálisis, pero un producto que la escuela reproduce constantemente en él. Ignorar
hay dos que al hacer explícitas nos proponemos conjurar. que los efectos crecientes (y, en verdad, ilinútados en el campo de la
La primera tiene que ver con la configuración de un imaginario "ideología" ) del aparto escolar en un determinado tipo de sociedad,
tramado en una proliferación de enunciados, que no nos animamos la nuestra, del aparato escolar con sus funcionanúentos complejos y
a situar como propios de una escuela, época o movimiento, ya que abarcantes, con sus luchas internas, sus contradicciones y heterogenei­
atraviesa, acompaña y refuerza la imposición logocéntrica: el lugar dades, considerar dicho aparato como un sistema cerrado de reproduc­
del literato como aquel que se hace fuerte en la exclusión, que pro­ ción simple o, incluso, separarlo del de la edición, por ejemplo literaria,
fiere en soledad ( a veces en el gesto bucólico, a veces en la bohemia es una funfarronada idealista o una ilusión irrisoria. 77
romántica, a veces en la torre de marfil del decadentismo, a veces
en la proclama del compromiso político frente al autoritarismo). El Y segunda, sin que el orden de la exposición implique un orden
i
corrimiento de la oposición filosofa/literatura implica arrastrar en de valores, el corrimiento y desmontaje de la oposición filosofia/
el gesto desconstructivo esas figuras sumisas y satélites, y no una literatura deviene en movimientos de clausura que pueden ser so­
lisonja al oropel de la "eterna libertad creadora de la literatura": focados o absorbidos por la retórica pedagógica tan proclive a la
jibarización y a la recuperación logocéntrica:
De no ser así, no habría más que coartadas y comodidades para
mortecinas elocuencias revolucionarias. Un "ideólogo" o un "inte­ Los enunciados discursivos de clausura son necesarios pero insufi­
lectual" que no trate de transformar efectivamente los aparatos cientes si se quiere deformar la clausura, y también desplazarla. No
culturales o editoriales en los que trabaja, ya sea porque esté plá­ sólo ésta o aquella clausura sino la forma "clausura", la estructura
cidamente instalado en ellos o porque pretenda seguir "errando" clausurante. En este sentido no hay clausura de un conjunto (por
por ahí ("dentro de los márgenes minoritarios", por supuesto, ejemplo, la metafisica que pueda ser retrotraída a su otro o a su
un amigo mío llama a esto el nomadismo retribuido), está siempre opuesto). El esquema de dicha clausura oposicional es justamente
poniendo orden en tan siniestra máquina. A veces, eso va acom­ aquello por medio de lo cual la metafisica o el falogocentrismo
pañado -se lo garantizo- de un alarde moralizante de desinterés, intentan en vano volver a centrarse, es su lógica; su relación con lo
de desprecio por las cuestiones de la enseñanza o de la edición. Se otro no debe pues, obedecer a ésta sino que debe poseer otra estruc­
ignoran, entonces -esta ignorancia es tradicional en los literatos, es tura. A esta forma clausura es a la que, a través de cada clausura,
la herencia mejor transmitida de las vanguardias literarias, el código se trata quizá de coger en la trampa. Se trata, actúa: a menudo he
que más obliga en lo que podemos llamar el mundo de las letras-, privilegiado con toda intención esta locución. Evita la prescripción

76 Jacques Derrida, "Ja, o en la estacada ... ", op. cit. 77 !bid.

[ 12 8] [129]
ético-pedagógico-profesora! del hay que y reconduce el efecto de ley La escritura es el término relegado, subsumido en la oposición
a una instancia que un sujeto no podría dominar. Actúa siempre una logocéntrica habla/escritura; pero a su turno integra otra oposición
trampa, pues: coger la clausura en la trampa hasta el punto de que no como término dominante: la buena escritura siempre fue compren­
sea posible asegurarse con la circunsprescripción de un código, y de dida. Comprendida como aquello mismo que debía ser compren­
que, cuando uno que está leyendo una "tesis", le endosen una pró­ dido en el interior de una naturaleza o de una ley natural, creada o
tesis que obligue a transformar el código, a desbaratar la traducción no, pero ante todo pensada en una presencia eterna. Esa escritura
para poner de manifiesto los intereses que ahí laten. Cuando uno impone sólo un modo de lectura, recorta toda posibilidad de leer
cree que está leyendo literatura ( eventualmente de vanguardia), se los sentidos textuales que trastornen la trasmisión de la verdad uní­
traga una demostración sobre lo trasnochada que está la vanguardia. voca. La escritura se presenta como portadora de una anterioridad,
Y, a la inversa: cuando cree que puede agarrarse a una conclusión la lectura como una tarea derivada, exigida por el saber retenido en
manipulable, uno se ve (o no se ve) desasi(sti)do por la fuerza intra­ la letra. Las operaciones de intervención de la tarea desconstructiva
table de un simulacro. 78 no reconocen posiciones estables para los términos que soportan el
edificio logocéntrico, mantener los viejos nombres significa desple­
Leer la filosofia como si se tratara de un discurso literario supone gar la genealogía de los valores que representan, marcar ciertos lu­
desconstruir la imposición jerárquica de la escritura sobre la lectura. gares decisivos con una raspadura que permite leer lo que ordenaba
El discurso filosófico injerta en la especificidad de las cuestiones el el texto desde afuera.
proyecto de eclipsarse a sí mismo frente al concepto que presenta, La oposición filosofia-literatura se trastorna y desplaza, cuan­
limitando toda lectura que se aparte de esa restricción. do es sometida al trabajo desconstructivo, no se convierte en una
La escritura filosófica se da a leer como homogénea, obliterando inversión simétrica que devenga en una nueva sumisión y, por lo
en la instancia de lectura las estrategias retóricas. La escritura filo­ tanto, una nueva imposición jerárquica, operación que restablecería
sófica trata la lectura desde una operación de recorte, a la lectura el dominio logocéntirco; ni tampoco implica que la architextuali­
se le impone un límite, se debe leer sólo un sentido o en todo dad sea un monismo en el que se eliminan todas las distinciones.
caso un sentido que devenga clausura, la diversidad metafórica se Se trata en cambio, de desmontar la oposición entre un discurso
elide, se excluye. La lectura del discurso filosófico es una actividad filosófico serio y un discurso literario marginal y parasitario que se
suplementaria, una búsqueda de un único sentido verdadero que constituye en el entramado de confabulaciones ficticias.
transporta la escritura. Conservar los viejos nombres: escritura/habla, filosofia/litera­
El trastorno del campo de legibilidad de la filosofia tiene por tura, escritura/lectura, es mantener la articulación del injerto, la
consecuencia la abolición de la prioridad jerárquica de la escritura, imbricación y la adherencia que permite la intervención efectiva en
como lo anterior, sobre la lectura, ejercicio de confirmación y acata­ el campo histórico constituido.
miento; leer la filosofia como texto literario es desconocer las restric­ En el Congreso General de la Sociedad de Filosofia de Lengua
ciones impuestas para retener y asegurar el sentido único. Los de­ Francesa, llevado a cabo en Montreal, en 1971, sobre el tema "La
cretos de la filosofia ponen coto a los desvíos textuales figurados. comunicación", Derrida lee "Firma, acontecimiento y contexto",
luego recogido en Má,;genes de la filosofía. En este ensayo conver­
gen varios de sus temas cruciales: por una parte, su refutación a la
teoría de la escritura de Condíllac y a la concepción del significado
78 "Entre corchetes", entrevista, Anthropos, Suplementos, Nº 1 3, Barcelona, marzo en Husserl, y, por la otra, la importancia que le otorga a la repetibi­
de 1 989. lidad del signo; en la articulación de estas cuestiones hay un rechazo

[ 130] ( 131 ]
a toda concepción del significado como algo directamente accesible El significado se genera en el proceso de injerto, "Pierre Menard,
y una afirmación de la imposibilidad de pensar la comunicación en autor del Quijote" es un modelo de intervenciones significativas
términos de medio de trasporte del sentido, como el intercambio imbricadas por injerto:
de las intenciones y del querer decir, el pasaje de un sentido de una
consciencia a otra. Pero, además, en "Firma, acontecimiento y con­ "Es una revelación cotejar el don Quijote de Menard con el de Cer­
texto", despliega una serie de argumentos críticos sobre la teoría de vantes. Éste, por ejemplo, escribió ( Don Quijote, primera parte, noveno
las condiciones de felicidad de los actos de habla, de John Austin, capítulo): ... la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo,
que provocó luego un debate entre Derrida y John Searle. depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo pre­
En la lectura derridiana de Austin converge una serie de proble­ sente, advertencia de lo porvenir.
mas que son, asimismo, núcleos de algunos de los debates centrales
de la crítica y la teoría literarias: la interdependencia del significado Redactada en el siglo XVII, redactada por el "ingenio lego" Cer­
determinado por el contexto, y el contexto que no puede ser especi­ vantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia.
ficado nunca; la instancia de la intención y su relación con el autor, Menard, en cambio, escribe:
con el nombre del autor; son cuestiones que implican la indetermi­
nación última de significado y que en el lenguaje de la teoría siempre ...la verdad, cuya madres es la historia, émula del tiempo, depósito de
dejan un residuo que no es ni formalizable ni idealizable en términos las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, adver­
de teoría del lenguaje. Estas razones sin embargo, no detienen la tencia de Jo porvenir.
interpretación teórica ni la actividad de lectura, antes bien postulan
que el campo de legibilidad literaria es el más comprehensivo, en el La historia, madre, de la verdad; la idea es asombrosa. Menard,
que se reconocen los juegos de sentido de modo más amplio y sin las contemporáneo de William James, no define la historia como una
restricciones que asedian a otros espacios discursivos. indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica,
La oposición entre las emisiones performativas y aseverativas, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las
que plantea Austin, exhibe la complejidad y las restricciones de una cláusulas finales -ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por­
distinción cerrada entre dos clases de emisión, pero las dificultades venir- son descaradamente pragmáticas.
están dadas por la elección de la perspectiva; la diferencia reside También es vívido el contraste de estilos. El estilo arcaizante de
dentro de cada emisión y no entre diferentes tipos de emisión. Menard -extranjero al fin- adolece de alguna afectación. No así el
Distinguir las performativas de las aseverativas no se constituye del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su
en una tipología confiable sino, antes bien, parece el señalamiento época".79
de la vacilación incontrolable del lenguaje, una confrontación entre
los puntos de fuga de los tropos y la imposición de los decretos En "La doble sesión"8º Derrida hace converger en el injerto las
restrictivos de la filosofia. operaciones gráficas y las derivas de la mirada como procesos de
En "Pierre Menard, autor del Quijote", Jorge Luis Borges des­ inserción y movimientos de proliferación:
plaza la ficción, o sea que agrava toda esta problemática; la indeter­
minación del significado no implica que queda librado al arbitrio
de la invención del lector, el juego del significado es el producto
siempre inestable e irrepetible del juego de interrelaciones textua­ 79 Jorge Luis Borges, Obras completas, op. cit.
les, siempre abierto a nuevas conexiones, correlaciones y contextos. 80 Jacques Derrida, La diseminación, op.cit.

[ 1 32] [ 133]
Habría que explorar sistemáticamente lo que se da como simple uni­ corrimiento en la configuración logocéntrica tramados con articula­
dad etimológica del injerto y de la grafé ( del g1·afion: punzón para ciones que confirman la tradición metafisica del lagos.
escribir), pero también la analogía entre las formas de injerto textual La homogeneidad discursiva, entonces, se despliega en la lisu­
Y los injertos denominados vegetales o, cada vez más, animales. No ra de la letra, una letra sin rugosidad, siempre legible y transpa­
contentarse con un catálogo enciclopédico de los injertos (injerto de rente, que no ofrece a la mirada de la lectura ninguna vacilación,
la yema de un árbol en otro, injerto por acercamiento, injerto por no prolifera, desaparece una vez que ha trasmitido el sentido, es
ramas o brotes, injerto en hendidura, injerto en coronas, injerto por un mensajero efimero que tenazmente insiste en ser unívoco, no
yemas o en escudo, injerto a yema crecida o yema dormida, injertos en tiene variaciones, aparece y desaparece sin deslizamientos, está fij a­
flauta, en silbato, en anillo, injerto sobre rodillas, etc.), sino elaborar da definitivamente.
un tratado sistemático del injerto textual. Entre otras cosas, nos ayu­ Derrida lee la teoría de Kant como un entramado de injertos:
daría a comprender el funcionamiento de una nota al pie de página,
por ejemplo, así como de un exergo, y en qué, para quien sabe leer, Algunos de sus motivos pertenece a una secuencia larga, a una pode­
importan en ocasiones más que el texto llamado principal o capital. y rosa cadena tradicional que se extiende hasta Platón y Aristóteles.
cuando el título capital se convierte también en un injerto, no se tiene Entretejida con ellos de forma muy estricta y en principio inextricable,
para elegir más que entre la presencia o la ausencia del título. 81 hay otras secuencias más breves que serían inadmisibles para la con­
cepción platónica o aristotélica del arte. Pero no es suficiente ordenar
Un tratado del injerto textual puede ser pensado como un inten­ o medir longitudes. Envueltas en un nuevo sistema, las secuencias
to de dar cuenta de los modos inestables en que las fuerzas proba­ largas cambian de situación: cambia su sentido y su función.82
bles de reflexión y refracción de las instancias de lectura y escritura
convergen y proliferan en las diferentes texturas discursivas. En "Tympan", recogido en Má-l;genes de la filosofía, Derrida da
Las texturas discursivas son producto de variantes de integración a leer un texto que trama en cada página dos columnas de diferente
de combinaciones e inserciones. La lectura desconstructiva se desli­ ancho y tipografia, mientras la columna de la derecha es un texto de
za en la superficie rugosa de los textos, uno de sus gestos constitu­ Derrida, "Criticar -la fi.losofia", el de la izquierda es una extensa cita
tivos lo constituyen las diversas modalidades de los injertos que se de Michel Leiris instalada en los límites (bordes/márgenes/topes/
van tramando en su textura. balizas/cotas/mojones/hitos) gráficos de la fi.losofia, las columnas
La desconstrucción derridiana opera poniendo en cuestión el se injertan una en la otra, las ramificaciones se imbrican recíproca­
campo de legibilidad dominante, que es regido por el logocentrismo mente y la configuración diseña juegos de consonancias y reverbe­
y la metafisica de la presencia; donde la estrategia desconstructiva re­ raciones. El significado de tímpano remite a la doble función de una
vela una inserción, la marca de un desvío, la mixtura de un hibridaje, membrana que divide y actúa de eco para transmitir las vibraciones
antes se ha leído una superficie lisa homogénea, sin grietas. De modo del sonido, lugar de pasaje en el proceso de transmisión entre lo
que el doble movimiento contradictorio que constituyen la lingüísti­ interno y lo externo, que ella constituye al escindir el espacio.
ca de Saussure y el suplemento peligroso de Rousseau, aparece como Además la columna de la derecha está escandida por frecuentes
modelo de la heterogeneidad textual y de la imbricación de un injer­ notas al pie de página en una tipografia diferente, y en la página 28
to en el que convergen lógicas de argumentación que producen un figuran dos grabados del tímpano de Lafaye. Los múltiples injertos

8 1 Ibid.. 82 Jacques Derrida, "Economimésis" en Mimésis, Aubier-Flammarion, París, 1975.

[ 1 34] ( 1 35]
bordan una proliferación de puntos de fuga en los que la lectura y enciclopedia, sin que el status de esta observación y la partición de
la escritura son instancias entre las que no se puede reconocer una la parte den lugar a una deformación general del espacio.
prioridad original. Estos dos tipos de domino apropiante, la jerarquía y el envoltorio,
Derrida escribe el recorte, la cita, la injerta una vez leída, pero se comunican entre sí. .. 83
el texto de Leiris está articulado en la misma deriva: las huellas, las
repeticiones, reenvían unas a otras en un juego de ecos, resonancias Pero la filosofia se escribe, la intervención derridiana señala tres
y desbordes que no reconoce principio ni fin, ya que prolifera y se instancias fundamentales que surgen de esa circunstancia;
disemina en la repetición de este texto escrito por Roberto Ferro l. La escritura filosófica implica una ruptura con el régimen cir­
que ha leído a Derrida que ha escrito una cita leída en un texto de cular del oírse-hablar, con esa presencia a sí del sentido en una fuen­
Leiris, y en la mirada que ahora lee. A partir de que la trama textual te cuya verdad se abastece a sí misma continuamente.
desborda, sin someterlos a una homogeneidad indiferenciada, los En la escritura se pierde esa plenitud de sentido presente en la
trazos, las huellas dividiendo y multiplicando los efectos de sentido, voz que transporta la verdad, único tema del filósofo. El discurso
todos los límites que aseguraban una completud se complican y filósofico está atravesado por un gesto esencial: se escribe contra la
revelan su insistencia metafisica. escritura, se escribe para reparar la pérdida de verdad en la escritu­
ra, olvidando y negando lo que está trazando la mano. El olvido
¿Cuál es la resistencia específica del discurso filosófico a la descons­ alcanza también a la discontinuidad, la demora, la heterogeneidad,
trucción? Es el domino infinito que parece asegurarle la instancia de la alteridad, que marcan la voz desde el primer movimiento con un
ser (y de lo) propio; ello le permite interiorizar todo límite como sistema de huellas diferenciales, esto es como una escritura antes
algo que es como siendo suyo propio. Excederlo al mismo tiempo y de la letra. La escritura filosófica repa.ra la grieta, controlando la
así guardarlo en sí. Ahora bien, en su dominio y su discurso sobre el proliferación de sentidos de la letra, cortando todo brote parásito,
dominio (pues el domino es una significación que todavía le debe­ deslindando el sentido verdadero del figurado.
mos), el poder filosófico parece siempre combinar dos tipos. 2. La filosofia se escribe, por lo tanto se despliega en una ins­
Por una parte una jerarquía: las ciencias particulares y las ontolo­ tancia formal, no puede sustraerse a ella. La desconstrucción lee el
gías regionales son subordinadas a la ontología general luego a la texto filosófico en sus injertos, solicita en su intervención el control
ontología fundamental. Desde este punto de vista, todas las pre­ sobre las proliferaciones de la organización retórica, de los juegos
guntas que solicitan el ser y lo propio descomponen el orden que textuales, de la sintaxis que excede la articulación de los significa­
somete los campos determinados de la ciencia, sus objetos formales dos, de las figuraciones referenciales, de los tropos; en definitiva
o materiales (lógica y matemática o semántica, lingüística, retórica, lo lee como una recurrencia genérica particular que se abastece en
ciencia de la literatura, economía política, psicoanálisis, etc . ), a la la reserva de una lengua, que organiza o desvía un conjunto de
jurisdicción filosófica. Son previas con derecho a la constitución, recursos trópicos más viejos que la filosofia. La lectura deshace el
en estos dominios ( que no son simplemente dominios, regiones travestismo filosófico de fina envoltura lisa y homogénea, revela el
circunscritas, delimitadas y asignadas del afuera y de más arriba), de injerto, trastorna la linealidad unívoca del querer-decir-la-verdad en
un discurso teórico riguroso, sistemático y consecuente. un juego de cruces y resonancias sin clausura.
Por otra parte, una envoltura: el todo está implicado, en el modo
especulativo de la reflexión y de la expresión, en cada parte. Homo­
géneo, concéntrico, circulando indefinidamente, el movimiento del
todo se nota en las determinaciones parciales del sistema o de la 83 Jacques Derrida, Már,genes de la filosofía, op. cit.

[ 1 36) [ 1 37)
3. La filosofia se escribe desde el momento en que sus opera­ vacilante e inestable; siempre inscriben una réplica más, un repliegue
ciones y sus formas ya no son sólo orientadas y vigiladas desde un o un bordado más, bordando y bordeando el límite desde adentro y
afuera por la ley del sentido, de la metafisica de la presencia. desde afuera, como el hymen, como el tímpano.
El hecho de que la filosofia se escriba implica la necesidad de La cita de Borges, insertada más arriba, es un modelo de repeti­
considerar esa escritura como texto, articulado en la estrategia eco­ ción en abismo del injerto como lectura y/o como escritura.
nómica de la différance. Discurso escrito concebido en términos de El narrador escribe que leyó a Menard que escribe lo que leyó en
producción transformadora, configuración de injertos de lectura y Cervantes, y cada intervención deshace la trama de sentido, injertán­
de escritura (que no reconocen una prioridad original) que desplie­ dola en pliegue que no reconoce la diferencia entre el ojo que lee la
gan una escena, siempre otra cada vez, donde queda borrada la cen­ repetición de la marca y la mano que escribe y repite la marca.
tralidad de la presencia, de la verdad y de la identidad del sentido. La filosofía es una escritura que juega a desaparecer ante la mi­
La escritura filosófica es un texto; esta generalización no da, sin rada del lector, desaparecer sin residuo para mostrar la verdad, ése
embargo, lugar a un nuevo idealismo del concepto de texto, con lo es el gesto que condena a la lectura, se escribe el mandato, pero se
que el logocentrismo lograría un travestismo de segundo grado; lo hace homogéneo, liso, se trasviste la rugosidad, se elide sin aludir
el injerto del mandato e instaura una jerarquía solidaria con la tra­
En un campo muy determinado de la situación más actual, me parece dición logocéntrica.
que puede tener por función (la instancia materialista) evitar que la El texto de Borges exhibe desaforadamente el cruce inestable de
generalización necesaria del concepto de texto, su extensión sin límite las superficies textuales que se traman y superponen, en las que los
simplemente exterior ( que supone también esta travesía de la oposi­ juegos de inserción de lecturas y escrituras se pliegan y repliegan
ción metafisica) no desembocase, bajo el efecto de intereses precisos, incesantemente.
de fuerzas reactivas motivadas a perder el trabajo en la confusión, no El texto literario no imprime junto a la letra la amenaza de los
desembocase, pues, en la definición de una nueva interioridad a sí, de decretos de clausura del sentido, lo que no significa no reconocer
un nuevo "idealismo", si quiere, del texto. Hay que evitar, en efecto, los múltiples intentos de sofocación (las lecturas biografistas, las va­
que la crítica indispensable de cierta ingenua relación al significado o riantes de la hermenéutica, la crítica del reflejo, las sujeciones al
al referente, al sentido o a la cosa, no se fije en una suspensión, hasta psicoanálisis, etc . ) de discursos que se solidarizan con la metafisica,
una supresión pura y simple del sentido y de la referencia.84 sometiendo la escritura literaria al rigor de un sentido previo, de un
querer decir que instalan en diferentes regiones del saber logocén­
El texto es una esceno-grafia, una puesta en escena de las huellas, trico la voluntad de control.
las trazas, las estrías, de todas las modalidades posibles de una tipo­ Afirmamos que la marginalidad del discurso literario reside en
logía del injerto; cada texto es un entramado con múltiples cabezas esa gestualidad de su escritura, que da a leer la inestabilidad y la
de lectura para otros textos, una deriva de convergencia de operacio­ diseminación sin control del sentido.
nes de desplazamiento y proliferación en las que no sólo desaparece Los textos de Derrida dan a leer, exhiben en su escritura los
el ori�e�, el orige� ?i siquiera ha des�p�:ecido: n���a h¡i quedado juegos de inserción de múltiples discursos que se imbrican en la
constltmdo. En el IDJerto textual, condic1on de pos1b1lidad"del texto, textualidad que se lee/escribe/escribe/lee y/o se escribe/lee/lee/
la lectura y la escritura tejen mutuamente un doble suplementario, escribe, en cadenas de proliferación sin clausura y que se abren a
puntos de fuga indecidibles.
Glas exacerba los procedimientos de "Tímpano". En la columna
84 Jacques Derrida, Posiciones , op. cit. izquierda de cada página la escritura de Derrida pone en la letra su

[ 1 38] (139]
lectura del concepto de familia en Hegel articulado con la proble ­ todo caso, el mayor número posible de ellas, el mayor número que
mática de la autoridad paterna, de la Santa Familia, del Conoci­ sea (por ejemplo para Glas o para mí) soportable, rentable.8'
miento Absoluto, de la Inmaculada Concepción, de referencias a las
relaciones familiares del propio Hegel. En la columna de la derecha Las citas, las remisiones, los tejidos y las con-fabulaciones inter­
la escritura/lectura se hace en la cita, la proliferación, el montaje de discursivas e intertextuales, las observaciones acerca de la significa­
la textualidad de Jean Genet: ción literaria de los nombres propios y de las firmas, los juegos de
articulación de las ataduras dobles, la insistencia en los nexos sig­
Glas propone también, a su manera, un programa, un conjunto pro­ nificativos entre las palabras asociadas con parecidos fonológicos o
blemático, un sistema, de anticipaciones respecto de los "efectos de linajes etimológicos se insertan en la textualidad de Glas, exhiben la
lectura", de su recepción o no-recepción. No me queda más que marca de la rugosidad, de la diferencia, no hay lisura lisible, el texto
remitir a él añadiendo que la cuestión más sorprendente y, por consi­ no trasviste un mandato de lectura.
guiente, la única que sigue siendo, aquí al menos, nueva, inédita, por ¿Qué opone Glas a la escritura filosófica? Opone, en tanto que
ende necesaria, sería, quizá, la siguiente: ¿qué tipo de efecto ( de lec­ marca distintiva: la ausencia de un gesto perlocutorio enmascarado.
tura o de no-lectura) es absolutamente inanticipable, queda fuera de La escritura filosófica exige una actividad de lectura dominada por
la vista, estructuralmente fuera de la vista, no diré para mí o para el/ una fuerza perlocutoria que demanda que el ojo lector aprehenda la
los supuesto(s) firmantes( s) de tal texto, sino desde la lógica (galác­ cadena de filosofemas en el acto mismo en que la letra desaparece
tica y/o dialéctica) de las escenas en donde Glas prevé, se adelanta de sin residuos, sin restos, sin excesos. Los desvíos textuales deben ser
cabo a cabo como la previsión, el organismo previsor de su lectura regidos por una tipología dominada por el logocentrismo, y por una
y de su no-lectura, que pueden a veces no ser más que la misma, en topología que distribuye la localización del sentido. El texto litera­
donde Glas se lee o se sobrelee en sí mismo y fuera de sí mismo? rio se expande más allá de la codificación establecida en las reglas de
Estas cuestiones, a las que por definición no puedo contestar, sólo la verdad, es un caso de proliferación de sentido, de excedente sin
puedo plantearlas ciega, sordamente, privado de lenguaje para decir control, sólo se lo acepta en dosis controlando sus excesos, expul­
"la-cosa-que-no-es". sando su multiplicación parasitaria o relegándola al ámbito lúdico u
Una precisión más al respecto, una precisión de principio respecto ornamental que justifique y legalice su control.
a la paradoja del "efecto de lectura". Cuando digo que Glas trabaja La lectura de Glas se hace contranatural, la mirada que se des­
asimismo sobre el "efecto de lectura", me refiero sobre todo a que pliega en la letra de una columna está atrapada por la letra de la
uno de sus temas principales es el de la recepción ( asimilación, diges­ otra columna, el recuerdo, la evocación con-fabulan el sentido en
tión, absorción, introyección, incorporación), o el de la no-recepción la vacilación, en el vaivén inestable, en recorridos que bordean a
( exclusión, proscripción, rechazo e incluso, pero esta vez en tanto borbotones las reminiscencias, los ecos, las resonancias. La escritura
que expulsión intestina, incorporación), por consiguiente, el vómito hace el margen en el blanco, la vacilación insiste en la imposibilidad
interno o externo, el trabajo-de-duelo y todo lo que consiste en de leer lo escrito en el margen como un suplemento o un agregado,
vomitar. Pero Glas no sólo trata de estos temas, sino que se presta en la sutura que pliega las dos columnas se erige la inserción del
en cierto modo a todas estas operaciones. Por eso, habrá habido que injerto, que es la multiplicación exacerbada de múltiples injertos en
calcular, al mismo tiempo y con la mayor deliberación posible, todas la marca de la ausencia o en la insistencia de la cicatriz que separa a
las fuerzas de rechazo activas en el campo ( inmediato o no) de pro­
ducción y que acumular todas las condiciones de indecibilidad o, en
8 5 Jacques Derrida, "Ja, o en la estacada. . . ", op. cit.

[ 140) [ 14 1 )
Hegel de Genet. La grieta que recorre Glas y lo escinde en colum­ antes ignorado, "Nota sobre el block maravilloso". "La farmacia de
nas injerta la estrategia de la inversión. Platón", en La diseminación, parte de una disquisición acerca de la
La di\·isión por columnas, la letra o el desfiladero oponen la li­ escritura al final del Fedro. En De la gramatología toma un ensayo
teratura y la filosofia en la figura del filósofo supremo, excelso y relativamente olvidado de Rousseau de fecha incierta, Ensayo sobre
sublime, y la figura del literato invertido, obsceno y ladrón; espí­ el origen de las lenguas, y dentro de éste, toma como eje un capítulo
ritu y cuerpo, ortodoxia y heterodoxia, el águila (Hegel-aigle) y "extra" sobre la escritura. En Espolones desplaza una nota doméstica
la flor (Genet-genet); la autoridad paterna y la autoridad materna; de Nietzsche: "He olvidado mi paraguas", a un espacio de atención
lo instituido y lo subvertido; la propiedad y el robo. La mirada que la topología del saber reserva a otro tipo de escrituras.
del lector que vacila de una columna a la otra despliega en acto Esta intervención en lo que se ha legalizado como marginal se
la interdicción del sentido como fijación, como concepto envuelto articula con la lógica de la suplementariedad como estrategia inter­
y etiquetado que se articula en argumentaciones que refieren una pretativa: lo que ha sido instalado en el afuera del margen, dejado de
instancia exterior autónoma y exterior al texto; Glas pone en acción lado por interpretaciones sucesivas y solidarias, puede ser testimo­
el corrimiento de la jerarquía escritura (anterioridad)/lectura (con­ nio e indicio de las razones y valores que validaron su marginación.
secuencia); el ojo que lee y la mano que escribe se textualizan en La estrategia de este injerto se despliega en una doble dirección.
interpenetraciones, nomadismos que se abren a derivas erráticas, sin La interpretación, la legalización de lo legible, se fundamenta en
clausura, son inserciones en las que no es posible reconocer el tallo oposiciones en las que se asoma la autoridad logocéntrica: central/
original, sólo las marcas, las trazas que se desplazan de una a otra en marginal, esencial/contingente, interpretar es desvelar, des-cubrir
un juego infinito, sin destino. lo que es central, la clave de un texto, operación que no es más que
En varios de sus numerosos ensayos, Derrida toma un texto un ritual que repite su insistencia: lo que se des-cubre es la exigencia
desconocido o desplazado y lo inserta en una textualidad mayor, de con-firmar los significados que legalmente aparecen como legi­
reconocida como principal por la tradición, o parte de una nota al ble y/o interpretables. Por una parte, el injerto marginal interviene
pie de página y la trasplanta en el centro de un discurso; esta estra­ en el propio juego de los términos de la oposición para invertir la
tegia hace coincidir las operaciones de desconstrucción discursivas jerarquía, para exhibir que lo que se había instituido como marginal
con los movimientos de lectura/escritura que invierten y asedian es de hecho más central que el propio centro que lo desplazaba.
la oposición central/marginal, que se extiende y legaliza en las dis­ Pero, a su vez, por otra parte, esa inversión, al dislocar la relación
tinciones que oponen lo esencial y lo contingente, lo interior y lo margen/centro, es articulada de tal modo que no suponga la simple
exterior. y llana identificación de un nuevo centro, sino la subversión de las
"Ousia y Gramme", un ensayo sobre Heidegger, recogido en distinciones entre lo esencial y lo contingente, lo interior y lo exte­
Már;genes de la filosofía, se subtitula "Nota sobre una nota de Sein rior. La pregunta acerca de la posibilidad de configurar un concep­
und Zeit',. "Le Parergon", en La Verdad en pintura, toma un pasaje to de centro queda desbaratada por la interpretación excesiva que
de La crítica del juicio de Kant relacionado con los ornamentos deshace esa pretensión en el juego de injerto desconstructivo, que
como marcos de cuadros. "Cogito e historia de la locura", en La asedia desde otro interrogante:
escritura y la diferencia, se despliega a partir de un breve comenta­ ¿Cómo definir el centro, si, a su turno, sus márgenes se revelan
rio del tratamiento de la locura que hace Descartes, en un trabajo como más centrales que ese centro?
que tiene a la Historia de la locura en la Edad Clásica de Michel Esta práctica de operaciones bífidas, imbricadas, que se apoyan
Foucault como referencia dominante. "Freud y la escena de la escri­ en los términos de una oposición como argumento propio para
tura", en La escritura y la diferencia, trata de un ensayo freudiano, provocar el trastorno de esa oposición, es una instancia de injerto

[142) [143)
específico que Derrida vincula con la lógica de los paleonomios: la La intervención que supone el cuestionamiento de la jerarquía
permanencia de nombres arcaicos en los que se injerta un nuevo filosofia/literatura no está escindida del nomadismo y trastorno al
significado. Las redes de relaciones que atraen y retienen la etimo­ que sometemos a la escritura, término sojuzgado en relación con el
logía o la morfología de una palabra o los predicados con los que habla, término dominante en relación con la lectura; ambas oposi­
queda amalgamada, son operaciones que dislocan la estratificación ciones revelan la misma legalización metafisica, el trastorno de una
de un concepto, afectan las fuerzas que le otorgan cohesión a su exige la revisión de la otra.
argamasa, abren la brecha de cuñas desestabilizadoras. Concebir la filosofia y la literatura como formas de una archi­
Derrida plantea que, atendiendo a las notas distintivas con que textualidad generalizada, en la que el injerto se constituye como la
se ha caracterizado la escritura, el habla también es una forma de condición de posibilidad de la lectura y/o la escritura, no implica
escritura, abriendo así la posibilidad de un nuevo modo de concep­ un movimiento de simplificación y de abolición de toda distinción
tualizar la escritura, una escritura generalizada que incluye también en una textualidad global e indiferenciada. Por el contrario, esa dis­
el habla, pero no trastorna el antiguo nombre, lo retiene con el tinción es fundamental para insistir en una lectura que asuma la
fin de mantener un apoyo para la intervención, lo que permite el heterogeneidad del texto filosófico, que subvierta las directivas per­
injerto que trastorna la organización de fuerzas anterior y, a la vez locutorias de constitución de un significado verdadero, que se abra
lo conserva como testimonio del residuo irreductible de resistencia al juego de la esceno-grafia del texto literario, que deslice la piel de
que ese nombre mantuvo adherido. la mirada en la rugosidad sin límite de los injertos, laberinto inter­
La intervención en la oposición filosofia/literatura implica la exi­ minable de la con-fabulación que la mano y el ojo tejen y traman
gencia de suspender los gestos de sofocación de los elementos poéti­ sin clausura y sin destino.
cos en los textos filosóficos y abre la posibilidad de tratar a la filoso­ La inversión de la relación jerárquica entre filosofia y literatura
fia como una forma específica de una architextualidad generalizada. no implica, insistimos una vez más, un monismo que arrase y borre
Esto supone el tratamiento de los textos filosóficos no tan sólo como todas las distinciones. El dislocamiento de esa jerarquía desaloja la
informes de "verdad", sino como textos, es decir cruces, injertos de legalidad de una asimetría entre un discurso filosófico serio, que
lectura y/o escritura de múltiples discursos heterogéneos estructura­ trasmite una verdad, que sofoca los desvíos con recortes perlocuto­
dos y dislocados, más allá de la consciencia y la voluntad del autor. rios, custodios vigilantes del sentido unívoco, y un discurso literario
Los textos gesticulan, despliegan las operaciones interpretativas y sus marginal que no puede ser aceptado como portador de un saber
múltiples derivas y por lo tanto exhiben la esceno-grafia que propo­ "serio" porque su escritura aparece a la mirada lectora tejida de
nen a la interpretación, siempre otra(s) cada vez. estrategias sin retorno, de complicaciones indecidibles, y, asimismo,
Las lecturas de un texto que multiplican insistentemente recorridos postula la necesidad de sostener la distinción, siempre inestable y
irreconciliables a menudo reponen un juego de transformación despla­ lábil, en el espacio de una architextualidad, en la que el injerto es la
zada de los conflictos que se dramatizan y configuran en el texto: condición de posibilidad de la lectura y/o escritura:

Escribir quiere decir injertar. Es la misma palabra, el decir de la cosa Y no se leen más que en la operación de reinscripción, en el injerto.
es devuelto a su ser-injertado. El injerto no sobreviene a lo propio Violencia insistente y discreta de una incisión inaparente en el espe­
de la cosa. No hay cosa como tampoco hay texto original.86 sor del texto, inseminación calculada del alógeno en la prolifera­
ción, gracias a la cual ambos textos se transforman, se deforman uno
con el otro, contaminan su contenido, tienden a veces a rechazarse,
86 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit. pasan elípticamente de uno a otro y así se regeneran en la repeti-

( 144] [145]
ción, en el borde de un sobrehilado. Cada texto injertado continúa "La doble sesión" se trata de un ensayo centrado en la teoría de
irradiando hacia el lugar de su extracción y transforma asimismo al la escritura de Mallarmé y su compleja relación con ella. Derrida
afectar al nuevo terreno. Es definido (pensado) por dicha operación confiesa que no tendrá el valor de decir que abordará la pregunta
a la vez que él define (piensa) la regla y el efecto de la operación. 87 qué es literatura:

Una lectura filosófica, aquella que cuestiona continuamente los La doble sesión de la que no tendré nunca el atrevimiento o el
soportes y argumentos del discurso, se abre entonces a la posibili­ aplomo de decir que está reservada a la pregunta qué es la litera­
dad de deslizarse por los múltiples pliegues y repliegues de la escri­ tura, debiendo ya desde ahora ser recibida esa pregunta como una
tura, deja que el ojo erre por los juegos retóricos, por los injertos de cita en que se dejaría solicitar el lugar del qué es, así como la auto­
la ficción, por el andamiaje siempre inestable que hace la textualidad ridad supuesta por la que se somete lo que sea, singularmente la
como encuentro y conflicto de fuerzas en constante mutación. La literatura, a la forma de su inquisición, esa doble sesión, que yo no
lectura literaria, a su vez, puede llevar la mirada a errar por las marcas tendré nunca la inocencia militante de anunciar que está concernida
insistentes que tejen alianzas entre las configuraciones de su esceno­ por la pregunta qué es la literatura, hallará su rincón ENTRE la
grafia y las coagulaciones más persistentes y solidarias de la metafi­ literatura y la verdad, entre la literatura y lo que hay que responder
sica. Filosofía y literatura traman una diferencia sin imposición je­ a la pregunta ¿ qué es?89
rárquica, configuradas en el entrelazamiento indecidible de lecturas
y/o escrituras que injertan su pluralidad de recorridos en el espacio Derrida sitúa la posibilidad de conjeturar acerca de una aproxi­
de una architextualidad en la que los decretos de restricción de la mación a la pregunta por la literatura situándola en el desfiladero
proliferación textual permanecen desvelados y desconstruidos: que se tiende entre esa pregunta y la pregunta por la verdad, es
decir, entre lo que es la literatura y lo que hay que responder a la
Por lectura normal entiendo toda lectura capaz de asegurar un saber pregunta ¿qué es? Mallarmé tenía conciencia de la indecidibilidad
transmisible en su propia lengua, en una lengua idéntica consigo de la pregunta acerca de qué es la literatura y Derrida despliega
misma, en una escuela o una academia, saber sostenido, asegurado su estrategia textual cartografiando la espacialidad en el libro de
en construcciones institucionales de acuerdo con leyes hechas para Mallarmé, deteniéndose en su lectura en el blanco, la suspensión, la
resistir, precisamente por ser más débiles, a las amenazas equívocas relación de estas preguntas con el Filebo de Platón. En ese desfilade­
que hace pesar la sentencia de muerte sobre tantas oposiciones con­ ro la otra pared, la pared que esgrime junto con la pregunta sobre
ceptuales, límites, bordes. 88 el qué es una retórica discursiva de la respuesta que define la verdad,
se conmueve porque la literatura aparece como un territorio textual
Y, al deslizarse al yo, el lector injerta la errancia de su lectura en perpetua inestabilidad y mutación, entonces las voces arraigadas
en la pared opuesta del laberinto como una traza, reúno, pliego en en esa convicción dictada por decretos de control y sofocación del
el gesto indecidible entre el ojo y la mirada, la ceniza como Jo que sentido desorientan y subvierten la pregunta tradicional de la filoso­
permanece de lo que no es. fía, la que está en el centro de los diálogos platónicos. La literatura
es un yacimiento al que no se puede acceder guiado por la luz del
qué es. En La tarjeta postal la literatura es pensada, la idea es de
James Joyce, como una "tarjeta postal", en esa figura se condensa la
87 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit.
88 Jacques Derrida, Parages,París, Galilée, 1 986. 89 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit.

[ 146] ( 147]
indeterminación de su especificidad la esencia de su sin esencia. Una
tarjeta postal, como la escritura literaria, puede no llegar a destino, CODA - EL LARGO TRAZO DEL ÚLTIMO ADIÓS
entonces, puede ser deceptiva. Esa posibilidad constitutiva del texto
literario de ofrecer una magnitud de sentido inalcanzable hace que
la errancia del lector tenga como destino final la incompletud. La
literatura es posible en una red de comunicaciones sin destino y, por
lo tanto, sin destinatario ni destinador, en la que toda carta, tele­ Desde mediados de la década del 70, las publicaciones de Derri­
grama, envío con mensaje se dirige sólo a aquellos que se animen a da estarán íntimamente ligadas a los seminarios, congresos, partici­
leer sin fin, sin saber quiénes son, dónde están, ni siquiera si existen, paciones públicas, en las que va intervenir constantemente. Estados
una red que privilegia el ruido o la invención imaginaria por sobre Unidos se convertirá en un espacio privilegiado para la recepción
los sentidos claros y transparentes. La escritura literaria demanda ser y difusión de su pensamiento. El congreso de Baltimore en 1966
leída y no simula ni oculta su condición de ilegible. La ilegilidad es había sido su desembarco en el nuevo escenario académico. En
la condición de posibilidad de la legibilidad literaria. 1975, Paul de Man participa activamente para lograr que la Uni­
versidad de Yale le otorgue una beca como profesor visitante, allí
Habría, pues, con un solo gesto, pero desdoblado, que leer y escri­ ejerció la docencia hasta 1986, dictando clases en los trimestres de
bir. Y no habría entendido nada del juego quien se sintiese por ellos primavera y otoño. En 1978 dio clases en Berkeley y desde 1982
autorizado a añadir, es decir, a añadir cualquier cosa. No añadiría fue nombrado profesor en el programa Andrew D. White Proffe­
nada, la costura no se mantendría. Recíprocamente tampoco leería sors al Large en la Universidad de Cornell; en 1987 dictó confe­
aquel a quien la "prudencia metodológica", las "normas de la obje­ rencias en la Universidad de Darthmouth y en Hannover. Desde
tividad" y las "barandillas del saber" le contuvieran de poner algo 1986 empezó a dar clases en diferentes facultades y universidades
de lo suyo. Misma bobería, igual esterilidad de lo "no serio" y de de Nueva York como la CUNY. Desde 1992 fue contratado como
lo serio". El suplemento de lectura o de escritura debe ser rigurosa­ docente en la Universidad de Nueva York, en Nueva Facultad para
mente prescrito, pero por la necesidad de un juego, signo al que hay la Investigación Social; a partir del año 2000, comenzó a dar cursos
que otorgar el sistema de todos los poderes.90 regularmente en Irvine.
Los departamentos de literatura de las universidades estadouni­
denses fueron los recintos desde los que se expandieron las resonan­
cias y las polémicas provocadas por el pensanúento derridiano; la re­
cepción de sus teorías en Estados Unidos contribuyó en gran medida
a la amplificación de la visibilidad y la atención que recibía su persona
y su obra. En 198 1 , viajó a Praga con el objetivo de apoyar la tarea
que llevaba a cabo la Fundación educativa Jan Hus. Durante ese viaje
fue detenido por las autoridades checoslovacas bajo la falsa acusación
de tenencia de drogas, lo que disparó inmediatamente la solidaridad
de innumerables intelectuales de todo el mundo y la intervención del
gobierno francés que logró su liberación. Tras ese episodio, Derrida
acentúo una fama extendida más allá de los campos académicos e
90 Jacques Derrida, La diseminación, op. cit. intelectuales, lo que no le resultaba ni agradable ni placentero.

( 148) ( 149)
La proyección de su obra se reflejó en el interés de la universi­ interviene en tres películas. Y, asimismo, sus teorías resultan pro­
dades de todo del mundo de contar con su participación y también ductivas para el feminismo y para los grupos subalternos.
por el profundo rechazo que sus teorías movilizaban, expresado Esta enumeración, que no pretende ser exhaustiva, sino antes
tanto en polémicas universitarias como en diatribas de las que se bien dar cuenta de las intensas actividades de Jacques Derrida desde
hacían eco en las páginas de los grandes diarios, siempre tan ajenas mediados de 1975, que abarcan un amplio espectro de institucio­
a los avatares del pensamiento teórico. nes, campos de interés, modos de participación, tuvo como resulta­
Correlativamente con una intensa labor docente y académica, do una gran cantidad de publicaciones que son el testimonio de una
Derrida participó activamente en la organización de agrupaciones vida intelectual vivída con gran intensidad.
que promovieran el estudio de la filosofia. Junto con Sarah Kofman, En esa existencia tan activa y en esa obra tan prolífica, hay un
Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe, fundó en 1975 un hilo conductor que vincula la amplia gama de la diversidad de los
grupo de investigación sobre la enseñanza de la filosofia ( Groupe espacios y las actividades en las que interviene. Un hilo insistente
de recherche sur l' enseignement philosophique - GREPH ) . En 1979 que se va tendiendo a lo largo de esos años de manera notoria: una
participa en los États Généraux de la Philosophie, nombre que aludía perseverante reflexión de Derrida acerca de la muerte, que con el
a los consejos revolucionarios de los primeros tiempos de la Revo­ correr de los años se fue acentuando y profundizando.
lución Francesa en los que no se tenían en cuenta las distinciones La idea de "viajar con", desarrollada en Viajar con ]acques Derri­
de clase, eran reuniones convocadas con el objeto de programar las da texto escrito en colaboración con Catherine Malabou, alude al
actividades para enfrentar los acontecimientos. Las preocupaciones viajar en el sentido de vivir y compartir cada momento de su vida con
que movían a los impulsores de ese proyecto estaban relacionadas alguien más. Reflexión que se vincula tanto con el recuerdo y la fama
con la marginación de la enseñanza de la filosofia en los planes de como con el instante de la muerte, ese instante que Derrida concibe
estudio de la secundaria y el bachillerato en Francia. En 1983, por como el más personal, en el que toda la vida queda instalada en una
expreso encargo del ministro de Educación Jean Pierre Chevene­ perspectiva única. La idea de "viajar con" supone pensar que más allá
ment se organizó el Colegio Internacional de Filosofia que tuvo de que el individuo siempre es un viajero, en la circunstancia de la
a Derrida como su primer director electo durante un año, siendo muerte, el final del tiempo de cada uno nunca se alcanza en soledad,
luego sucedido por Jean-Frans:ois Lyotard. Si el GREPH tuvo una porque para Derrida no existe el aislamiento absoluto. El otro es ne­
vida efimera, el Colegio, en cambio, tendría una más extensa du­ cesario e imprescindible para ser conocido adecuadamente.
ración, hasta el año 2000 sería el escenario de los actividades orga­ A partir de 1980, Derrida asiste como ese otro a la muerte de mu­
nizadas por la UNEsco en Francia; allí Derridá continuaría dando chos de sus amigos y colegas. La insistencia de indagar en la biografia
conferencias durante muchos años. y en la autobiografia tiene una larga tradición en la filosofia y en la li­
Estas actividades relacionadas íntimamente con la atención que teratura, Derrida se aparta de los dualismos propios del vitalismo que
las instituciones del Estado debían otorgar a la enseñanza y difusión oponen radicalmente vida a muerte. Tal como ya había señalado en
de la filosofia, junto con otras numerosas intervenciones en alinea­ "Freud y la escena de la escritura", es necesario pensar la vida como
ciones más estrictamente políticas como la organización de Ciu­ huella, es decir no como una presencia plena, inmediata, originaria;
dades de Asilo, La Fundación contra el Apartheid y el Comité de Derrida concibe la vida como escritura. Por lo tanto, ese texto en
Escritores a favor de Nelson Mandela, permiten echar luz sobre su obra no se deja controlar por cualquier forma de taxonomía sedante
compromiso político que en estos casos es más directo y explícito. que pretenda relegarlo a una parcelación acotada, ese texto no es
A partir de los años 80, Derrida extiende sus intereses, trabaja un componente más de la vida, no forma parte de la vida como una
sobre arquitectura, fotografia, dibujo y pintura. Entre 1982 y 1987, instancia ajena y complementaria. La vida es textualidad urdida como

( 1 50] (151]
una escritura, no hay presencia plena ni inmediatez, sino posterga­
ción y diferencia. La vida se repite en el retorno de lo mismo como ÜBRAS DE JACQUES DERRIDA
otro. Citaba más arriba "La huella es, en efecto, el origen absoluto
del sentido en general. Lo cual equivale a decir, una vez más, que
no hay origen absoluto del sentido en general. La huella es la diffé­
rance", la presencia está marcada por la ausencia, es una incesante
reverberación de apariciones que son incesantemente desapariciones, L'origine de la géométrie de Husserl, Introducción y traducción, París, PUF,
una continuidad atravesada por elisiones en la que todos los instantes 1962. Introducción al origen de lageometría, Buenos Aires, Manantial,
son sucesivos y simultáneos, sin contradicción. Los vivos no son vivos 2000 (trad. de Diana Cohen) .
ni muertos sino sobrevivientes; la vida, pensada como una escritura La voix et le phénomene, París, PUF, 1 967. La voz y el fenómeno, Valencia,
surcada de huellas, posterga y difiere la muerte. La vida es la demora Pre-textos, 1985 (trad. de P. Peñalver).
de la muerte, en la que escribir siempre es un gesto testamentario. La L'écriture et la différence, París, Seuil, 1 967. La escritura y la diferencia,
memoria es una escena imaginaria poblada de fantasmas. Barcelona, Anthropos, 1989 (trad. de P. Peñalver).
De la grammatologie, París, Minuit, 1 967. De la gramatología, Buenos
Pues cada vez, y cada vez de manera singular, cada vez en forma Aires, Siglo XXI, 1971 ( trad. de Osear del Barco y Conrado Ceretti) .
irreemplazable, cada vez infinitamente, la muerte es nada menos que La dissémination, París, Seuil, 1972. La diseminación, Madrid,
un fin del mundo. No sólo un fin entre nosotros, el fin de una vida o Fundamentos, 1975 (trad. de J. Martín) .
de un ser vivo. La muerte no pone término a alguien en el mundo, ni Ma,;ges de la philosophie, París, Minuit, 1972. Má,;genes de la filosofía,
a un mundo entre otros: ella marca cada vez, cada vez desafiando a Madrid, Cátedra, 1988 (trad. de C. González Marín).
la aritmética, el absoluto fin del solo y mismo mundo, de lo que cada Positions, París, Minuit, 1972. Posiciones, Valencia, Pre-textos, 1985 ( trad.
cual abre como un solo y mismo mundo, el fin del único mundo, el de P. Peñalver).
fin de la totalidad de lo que es o puede presentarse como el origen del L'archéologie du frivole ( Introducción al Essai sur !'origine des connaisances
mundo para un cierto y único viviente, sea o no humano. humaines de Condillac), París, Galilée, 1973.
El superviviente, pues, queda solo. Más allá del mundo del otro, tam­ Glas, París, Galilée, 1974. "Glas" ( Extractos), en Anthropos, Suplementos
bién está de algún modo más allá o más acá del mundo mismo.9l N º 32, Barcelona, mayo 1992 (trad. de C. de Peretti y L. Ferrero).
"Economimésis", en Mimésis, París, Aubier-Flammarion, 1975.
En la madrugada del 9 de octubre de 2004, Jacques Derrida "Fors", prefacio a Le Verbier de l'Homme aux loups de N. Abraham y M.
murió en un hospital de París, tenía setenta y cuatro años. Había Torok, París, Aubier-Flammarion, 1976.
nacido el 15 de julio de 1930, en El-Biar, Argelia; era hijo de Geor­ "Scribble", prefacio al Essai sur les hiéroglyphes de Warburton, París, Aubier­
gette Sultana Esther Safar y de Aimé Derrida. Llegó a la vida tam­ Flammarion, 1978.
bién en la madrugada, mientras su madre jugaba una partida de Éperons. Lesstyles de Nietzsche, París, Flammarion, 1 978. Espolones. Los estilos
póquer, que no había querido interrumpir porque para ella el juego de Nietzsche, Valencia, Pre-textos, 1981 (trad. de Arranz Lázaro) .
era una gran pasión impostergable. La vérité e n peinture, París, Flammarion, 1978. La verdad e n pintura,
Buenos Aires, Paidós, 2001 (trad. de M. C. Gozález y D. Scavino).
Buenos Aires, Coghlan, julio de 2009. La carte posta/e, de Socrate a Freud et au-dela, París, Aubier-Flammarion,
1980. La tarjeta postal, de Freud a Lacan y más allá, México, Siglo XXI,
91 Jacques Derrida, Carneros, Buenos Aires, Amorrortu, 2009. 1986 (trad. de Tomás Segovia).

[152] [ 153]
Ocelle comme pas un, prefacio a Uenfant au chien-assis, de Jos Joliet, París, Mémoii•es d'aveugle, l'autoportrait et autres ruines, París, Louvre. Réunion
Galilée, 1980. des Musés nationaux, 1990.
L'oreille de l'autre. Textes et débats, Cl. Lévesque y Ch. McDonald (eds. ), Heidegger et la question, París, Flammarion, 1990.
Montréal,vLB, 1 982. Limited InC., París, Galilée, 1990.
D'un ton apocalyptique abordé ruiguére en philosophie, París, Galilée, 1983. L'a1•cheologie dufrivole, París, Galílée, 1990.
Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en Filosofía, México, Du droit a la philosop ie, París, Galilée, 1990.
Siglo xx1, 1994 (trad. de Ana María Palos). L'autre cap, París, Minuit, 199 1 . El otro cabo, Barcelona, Serbal, 1992
Otobiographie. Uenseignement de Nietzsche et la politique du nom propre, (trad. de P. Peñalver).
París, Galilée, 1984. Otobiografias. La enseñanza de Nietzsche y la política Qu'est-ce que la poésie? ( ed. cuadrilingüe ), Berlín, Brinkmann & Bose, 199 1 .
del nombre propio, Buenos Aires, Amorrortu, 2009 (trad. de H. Pons). "¿Qué es la poesía?", e n ER. Revista de Filosofía, N º 9-10, 1989- 1 990,
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[ 157]
[ 1 56]
ÍNDICE

PENSAMIENTOS LOCALES , UNA INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5


ADVERTENCIA DEL AUTOR . . • • . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . • . . . • • • . • . . . . . . . . . . . • • 7

LIMINARES . . . • . . . • . . . . . . . . . . . . • . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . • . . . . . . . . . . . . • . . . • . • . . . • . . . . . . . • . . . 1 1
.APROXIMACIONES · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·· · · · · · · · · · · · · · l 5
I . U N DISPOSITIVO ABIERTO EN LA PERPETUA INQUIETUD . . . . . . . . . . • . . . • . . . 23
l . Fragmentos de una novela de aprendizaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
2 . La irrupción e n la escena - Los libros del 6 7 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
3. Perturbando el privilegio de la voz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
4. Las fisuras en el paradigma estructuralista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
5. El trazo de la différance . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 50
6. La escritura. El retorno de lo reprimido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
7. La descontrucción. En busca de la tela que envuelve la tela . . . . . . . . . . . . 85
8 . La diseminación. Lo que no vuelve al padre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

II. LA PALABRA LITERARIA.


LA ERRANCIA DE LA ESCRITURA LEÍDA Y
DE LA LECTURA ESCRITA . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 17
l . La incesancia tendida entre la letra y la mirada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 7
2. De la unidad y la comprensión - De la errancia y la ilegibilidad . . . . 120
3. literaturafilosofiafilosofialiteramraliteraturafilosofia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 3

CODA - EL LARGO TRAZO DEL ÚLTIMO ADIÓS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . • . . . . . 149


ÜBRAS DE JACQUES DERRIDA . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . • . . . • . . . • . . . . . . . . . . . . . • • 15 3

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