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Apuntes de una caída

Siempre es, fue y será invierno; y el mismo frío que congela el


espacio también congela su asociado tiempo. Un cosmos
temporalmente estático en torno a un dichoso roble. Petrificación
total del tic-tac, el reloj manco de manillas, un desierto eterno
de permanencia. Únicamente el roble es heredero del pasado, quien
a duras penas se perpetúa a través de sus vástagos: presente y
futuro. Desde las raíces a su copa acontecen desafíos contra la
negación de la cuarta dimensión, insurrecciones ante la dictadura
del Tiempo 0. En un acto de rebeldía, una hoja se precipita al
vacío. ¡Trovadores y juglares difundirían entre generaciones las
hazañas heroicas de la hoja que desafió al tiempo!, aunque ya
nadie habría que pudiera apreciarlas. En su caída, tropieza con
todas y cada una de las ramas, como resistiéndose a la gravedad,
como ralentizando el descenso. Rebotando y rebotando, danza por
el aire totalmente libre creando belleza a base de movimiento.
Una hoja con ínfulas revolucionarias que se propone contagiar el
derecho universal al tiempo. Sus hermanas foliares, perplejas y
alienadas, observan desde la copa. La hoja, estando a la altura
del tronco, se restriega contra las muescas y curvaturas de la
superficie en un intento de procrastinar el suelo. El tronco,
indiferente, reparte soma a la masa foliar. Hasta el rozamiento
del aire disminuía para sabotear cuanto antes la indecente de la
caída. A nuestra heroína ya solo le queda el suelo, a quien mira
a los ojos para comprobar si le sostiene la mirada. El cementerio
de las valientes hojas del pasado ya solo se encuentra a un palmo,
y solo da tiempo a darse la vuelta para observar por última vez
el cielo que se entreveía entre sus hermanas. Murió tocando suelo,
la dominación del Tiempo 0 se volvía a imponer.

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