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La marcha

Un alambre coincidía con el horizonte / donde se posaban unos pájaros enormes / y el hilo de la tierra
se encorvaba/. Cuando alzaban vuelo, de repente, / el alambre subía y bajaba, entre el cielo y el suelo /
en eso que llaman la marcha dialéctica.

DANIEL CALABRESE

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

JORGE LUIS BORGES

La identidad es la determinación de lo simple inmediato y estático, mientras que la contradicción es la


raíz de todo movimiento y vitalidad. La imaginación corriente capta la identidad, la diferencia y la
contradicción, pero no la transición de lo uno a lo otro, que es lo más importante, cómo lo uno se
convierte en lo otro.

FRIEDRICH HEGEL

2
.

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ESTRELLAS MUERTAS (TESIS)

Malgasté el tiempo. Ahora el tiempo me malgasta a mí.


WILLIAM SHAKESPEARE

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EXTINCIÓN DE DOMINIO

El primer piso tiene goteras en la sangre,


un corto circuito en cada célula,
humedad en los músculos.
La escalera cruje como una garganta seca,
a veces se duerme en mitad de la jornada.
En el sótano, ayer y apetito se marchitan
al vaivén de una canción melancólica.
¿Es un barco a la deriva,
el hogar del desterrado,
una copa sin fondo?
El segundo piso está intacto:
las dos ventanas abren al compás de los astros
y por la puerta solo cruza lo que no pesa.
La chimenea late como un corazón vigoroso,
a veces despierta a los vecinos a medianoche.
Flota un plato vacío en el desván.
A su lado, la máscara rota de cada día
atardece junto a la cúchara y el anhelo.
¿Es la estrella rendida a los pies del alba,
un ángel caído,
el alegato del jardín de las delicias?
Al trasluz de la claraboya,
algunos deseos demasiado humanos
–alhaja, cántaro, brújula–
se desvanecen en su insoportable belleza.
Desde las ventanas, se apaga la maquinaria
que traza fronteras en el aire.
Tras la puerta, la hamaca oscila si el huésped
atiza el silencio que enciende el fuego.

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¿Es un sol estéril,
una luna perpetua,
el símbolo abandonado por su amante?
Sobre el techo, las galaxias vibran.
Entre las paredes el idioma tiembla,
aferrado al vacío con dientes y uñas,
un segundo antes de su demolición.

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LISTA DE PENDIENTES

A primera hora tender el mantel de seda


para un desayuno de negocios con el último fracaso.
Llegar tarde a la cita, desnudo y sin afeitarse.
Desyerbar el jardín con un chasquido de dedos,
barrer la casa con la mirada,
prender la estufa con un abracadabra.
Mientras el mundo hierve, retozar junto al apetito.
Masticar sin prisa cada bocado de silencio.
Con el vientre lleno arrullar la hamaca,
entregarse a la voluptuosa siesta
y soñar que se está profundamente despierto.
Medir el cuerpo del cielo,
contar las gotas de lluvia,
numerar las bocanadas al ritmo del corazón:
uno, dos, tres por mí que me escondo
entrelíneas en la lista de pendientes.
Al atardecer, cerrar la boca con doble llave
y ponerle tranca a la puerta de la memoria
para que no se cuele el gesto de desgracia del vecindario.
Aceptar que la felicidad no desee abrigarse con poemas,
aunque sienta frío cuando el envejecido sol le da la espalda.
Cenar un puñado de geometría cruda:
respirar por el tragaluz entre bocados.
Olvidar la medicina,
lo que se posterga debe ser siempre lo más importante.
En la penumbra, no entablar diálogo con las sombras chinas.
Pescar en la bóveda del techo una estrella fugaz.
Poner la alarma para que despierte a la medianoche.
Saltar a tierra como el gato al que le resta una encarnación.

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Meter la basura del día que agoniza en la botella.
Trepar al tejado, lanzarla al cielo, gritar auxilio:
en los confines de la galaxia viven héroes
dispuestos a rescatarnos con una pócima telepática.

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DERECHOS DE AUTOR

Un poeta lame a tientas el talismán de la clarividencia


y un mendigo alardea el aroma del pan amargo ante sus fantasmas.
Ni siquiera la amable llovizna cuenta con camaradas
que le tiendan su piel como pista de aterrizaje.
Un loco jura ante la multitud haber inventado la soledad
y un gurú exhibe en la plaza desierta
los movimientos precisos para desandar la cuerda floja de la nueva era.
Somos siete mil millones de versiones contradictorias del mismo hecho.
En mis cinco sentidos, me retracto de todo lo que he dicho
ante el espejo del manicomio: la historia del arte es una cadena de plagios
y la mezquindad es la fortaleza humana más vigilada.
¡Brindo por quien arranca poesía de una boca ajena
para sembrarla en su jardín como si fuese mala hierba!
¡Salud por quien ve a otro lucir sus versos
como una guirnalda de fuego en la frente!
En mis cinco sentidos, los autorizo a mutilar a mis espaldas
o reproducir bajo su firma cualquiera de estas líneas.
Somos siete mil millones de cabezas
dentro de una caja de fósforos, a punto de ser rastrilladas.

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ACTA DE DEFUNCIÓN

Falleció tras la tortura de la autopsia,


al fondo de una penosa enfermedad
que la ciencia no ha logrado descifrar,
de muerte súbita después de dar a luz un siglo senil.
Al nacer era un cadáver, pero aún vaga en el limbo.
Lo asesinó su mano derecha,
fue en un macabro accidente,
sucumbió de muerte natural como las víctimas del tirano.
Encima de cada epitafio resplandece una estrella
y los despojos de un verbo son el manjar predilecto del buitre.
Se suicidó al precipitarse en un agujero negro,
sus partes nobles lo apalearon por la espalda,
se fue de bruces tras la zancadilla de la paranoia.
La prensa culpó al mal congénito y al virus de la memoria
sin revelar la identidad de su fuente.
No hubo testigos que confirmaran esa versión,
aunque transmitieron la agonía en horario estelar.
Alojó una bala perdida en el entrecejo;
la luz del harakiri, en las entrañas;
un fuego fatuo, en el cráneo.
Dijo adiós en el patíbulo con el último deseo
atascado en la garganta.
Tenía las botas puestas y una mueca de mártir en el ocaso.
Fue malherido por la súbita alza de los impuestos:
su bumerán tuvo el honor de rematarlo.
Cayó mientras afilaba los colmillos del hambre
contra el asfalto,
el principio de incertidumbre le dio un garrotazo en la nuca,
pisó una bomba por caminar distraído.

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Al nacer era un cadáver,
pero aún arde en la pira funeraria.
Lo mataron de no hablarle,
nadie recordaba su verdadero nombre,
nunca aprendió la lengua invisible en que se apela la muerte.

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DICCIONARIO INCONCLUSO

Uno es amor, dos es batalla, tres es diamante.


Muerte, un pez martillo que fulmina la cabeza;
poder, una serpiente que devora su propia cola.
Dios es un hecho que atestigua
cualquier tribu sentada alrededor de las llamas.
Austeridad, no caer dos veces al mismo hueco
trazado con el dedo índice sobre el polvo;
patrimonio, recordar de vez en cuando la estatura del ancestro.
Reloj es amnesia, melodía es recuerdo, cuerpo es odisea.
Lengua, la puntada que cose al creador con la criatura;
propiedad, la herramienta predilecta del adicto al asesinato.
Un dragón que fuma lumbre es el sexo,
la lujuria es un unicornio que ha perdido el cuerno.

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CARTA DE NAVEGACIÓN

Si zarpas desde tu ombligo, apareces.


Cada navío es un mar inabarcable;
sus tripulantes, olas de vuelta a la bahía.
El marinero asciende a capitán
al descubrir que perder el rumbo
es conquistar destinos baldíos,
el capitán desciende a marinero
al levar el ancla fondeada.
Vigila sin parpadear la Cruz del Sur:
mientras el cuerpo flota a la deriva,
la culpa se hunde entre la costa del nombre
y el silencio de ultramar.
Si atracas en tu ombligo, desapareces.
Cada embarcadero es una promesa de viaje;
sus visitantes, olas de vuelta al océano.
Vigila con los párpados caídos a Casiopea:
mientras el alma reposa en la playa,
la inocencia navega entre la corriente invisible
y la algarabía del puerto.
La marea alta es un salvavidas
que las constelaciones le arrojan
por compasión al viajero distraído,
la corriente mansa está condenada
a escribir una bitácora fúnebre.
Mar adentro, el soberano albatros
anuncia que la victoria es rendirse en el naufragio;
en tierra firme, el resplandor del plancton
señala que la derrota es lustrar insignias en el muelle.
Tu último deseo será la soledad que rodea la isla.

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No volverás a nacer si al final del viaje,
sobre aguas impasibles,
tu epitafio reza: Aquí no flota nadie.

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CERTIFICADO DE LIBERTAD

A las 12 y sin cuenta del reloj,


tras un precioso debate con el silencio,
otorgamos a quien nos lea la libertad
de corregir en voz alta lo que desee.
Vecinos de la alborada,
rodeados de cemento,
fabricados con materia prima mestiza,
declaramos a los cuatro vientos:
esta propiedad tiene nuevo dueño,
la nostalgia ha sido evacuada,
se ha fumigado la mala suerte.
A las 12 sin punto en ninguna parte,
otorgamos la libertad de caminar
en esta página a vivos y difuntos.
Limitamos al poniente con el eco;
al oriente, con el éter.
No tendremos norte mientras el sur
sea la esperanza en llamas.
Por el cenit titilan los astros,
por el nadir somos habitantes del ocio.
La teoría de cuerdas comunica los rincones.
A las 12 y sin cuenta del reloj en ninguna parte,
tras un precioso debate con el silencio,
junto a mi legión de pensamientos
otorgamos la libertad de partir al sedentario
y de radicarse al nómada.
Haz tu voluntad,
pero no dejes sobras en la mesa ni en el suelo.

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SIGNO ZODIACAL

Morir ha sido el error que más veces ha cometido.


Usted lo sabe, aunque pretenda esconderse tras de su nombre.
Acepte que está rodeado por las estrellas:
la contemplación del cielo es su única escapatoria.
Dadas las circunstancias,
lo más conveniente es acariciar el claroscuro de los rincones
y fregar el piso de la casa hasta que refleje con nitidez al visitante.
Es verdad que a veces la belleza estorba como perla en el zapato,
pero reserve la compasión para quien se encomienda al escapulario antes de disparar.
Aunque su espejo lo imagine en cada cita como la encarnación de la duda,
no se tome a sí mismo en serio.
Es verdad que nadie le ha explicado por qué está aquí,
pero le aseguramos que lo mismo les sucede a los otros signos.
Le sugerimos no tener hijos hasta que haya limpiado su desorden.
Si se siente solo, siembre una planta y hable con ella.
Al perro acarícielo con la mirada mientras sufre una pesadilla,
a la gata sírvale la luna nueva en la palma de la mano a medianoche.
Le recomendamos que se vista como si fuera para el infierno
cuando tenga una cita con el projimo: somos espejos impredecibles.
Si la balanza no tiene peso, podrá inclinarla hacia donde le convenga.
Una ramita de hierbabuena bajo la almohada le ayudará a olvidar su desastre.

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PRONÓSTICO DEL TIEMPO

Habrá precipitaciones constantes en cada mente.


Bajo la lengua del cielo, la noche será humedad.
A juzgar por la prisa del transeúnte
y por el tamaño de su paraguas,
se avecina un ácido temporal.
Los vientos de guerra indican
que la perturbación será permanente,
mientras algunas nubes errantes señalan
que el tercer ojo del huracán nos guiará hacia la salida.
No es verdad que el sol alumbre para todos
de igual manera ni que la lluvia nos moje sin distinciones.
Aquí, lo único que nos hermana es el picotazo del buitre
presto a alimentarse del fruto descompuesto tras la catástrofe.
Cada peatón será arrastrado por el vendaval de su historia:
escasearán la compasión, el agua y la luz.
Sentarse bajo un árbol de miedo,
vestir el último grito de la desnudez,
clamar por calor humano como el prócer de la estatua
no lograrán protegernos de la tormenta apocalíptica.
La actividad eléctrica arrancó el día en que la muerte
llenó nuestra boca de truenos y se prolongará
hasta el final de los tiempos, querido televidente.

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SERVICIO AL CLIENTE

Es un placer informarle que nuestra especie


marcha a paso firme hacia su extinción.
El despoblado tiranosaurio la espera con ansiedad
en los umbrales del universo,
mientras millones de estrellas muertas
bostezan en la antesala del juicio final.
El mito de la creación enmudeció al enterarse
de que su error más grave entraba en alerta roja.
Ni siquiera la infalible historia quiere opinar.
Dios no es responsable de este final cinematográfico:
desconoce la lengua en que rezan el amuleto y el bastón.
Es un placer informarle que está rodeado por espectros visibles.
La única salida es nuestro plan de banda estrecha
hacia el futuro ancestral.
Evacuaremos en el mismo orden en que llegamos:
su opinión es irrelevante para nosotros.
Es un placer informarle que la deuda nunca será saldada
porque ha desaparecido.
Como bono por preferirnos,
le obsequiaremos una antena invisible
a la medida de su necesidad
y a pesar de su remordimiento.
Le ofrecemos la respuesta antes de que pregunte.
La verdad es que no tiene otra opción:
aquí reina la teoría del caos.
En un instante,
recibirá un mensaje de texto con su nuevo nombre
para que nos visite cada vez que la luz
lo pronuncie sin necesidad de mover los labios.

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PROPIEDAD PRIVADA

Esta mañana volvió a vagar por el vecindario de la niñez:


los árboles se mudaron a barrios exclusivos,
las nubes edificaron prósperos rascacielos
que las desterraron del firmamento.
Ni siquiera la vieja tienda conservó el prestigio.
Un loco y un mendigo subastaron,
en los bancos del parque,
su extraordinaria versión de los hechos.
Esta mañana caminaban con ritmo desenfadado
hacia el cementerio del que brotó la ciudad.
La acera pedía limosna a pesar de ser tan afortunada,
el callejón devoraba transeúntes desprevenidos.
Ni siquiera la fresca lluvia conservó el patrimonio.
Un perro y un gato malgastaron,
en las fuentes de la plaza,
su salvaje versión de los hechos.
Esta mañana caminaban con ritmo desenfadado
hacia el cementerio del que brotó la ciudad.
Las escaleras se reservaban el derecho de admisión,
las ventanas imponían peaje a los curiosos,
los charcos cobraban la entrada
a quien quisiera contemplar su reflejo.
Esta mañana volvió a tocar a la puerta de la niñez:
se vio a sí mismo con las manos vacías
como un tal Dueño de Nada ante el espejo de las edades.

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SENTENCIA ANTICIPADA

Nací con mala puntería


y al perseguir un blanco más puro
solo atiné a empeorarla.
Le he disparado al reloj,
pero es un proyectil extraviado
que va tras de sí mismo.
En vidas anteriores,
puse en el objetivo mi propio cadáver
mientras me asediaba
la frustración de los dioses.
Tras el gatillazo,
resucitaba de la fosa con resaca.
El buitre se relamía,
sus garras rasguñaban
el rastro de la pólvora mojada.
Nunca le acerté al verbo transitivo
ni al vacío entre oraciones.
La mira se ha convertido en espejo:
cada nuevo disparo astilla mis nervios
y la sed de dar en el blanco.
No hay balas de salva
en el fusil de un fracasado
que hunde el cañón en la propia sien.

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ÚLTIMA CENA

Gasta las pocas monedas que te quedan:


compra un manojo de amantes ingratos
y una pizca de olvido
para aderezar el banquete solitario.
Comer en silencio y sin compañía
aquieta al paladar más exigente.
Prende en tu cueva la seductora hoguera,
comensal de ceniza y lumbre,
atiza con valentía la dicha de la candela.
De un hueso que se frota contra otro
nace la chispa: atesora la brasa ardiente
tanto como la llama tenue.
Reserva una silla para quien toque a la puerta,
aunque la sed derribe a los invitados.
No hay placer más tentador que ser el anfitrión de sí mismo.
Quémate la mano si es necesario
mover de prisa el caldero al rojo vivo.
Frente a la llama, mezcla los ingredientes
hasta que se ablande la nube de humo.
Todas las cenas son la última cena.
Evita que se evaporen el hambre y la saciedad:
no regatees frente al plato vacío ni ante la copa rebosante.
Revuelve con la palabra ermitaño,
prueba la sal de vez en cuando,
mantén el fogón en bajo mientras ardes.

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TESTAMENTO ABIERTO

A los que respiran por la boca


les dejo mi aliento al abandonar la tierra natal.
Gracias por arrastrar despacio su pellejo,
frente a la mansión del juego,
sin el gesto extasiado de la infancia.
A mis acreedores: mandíbula, pubis y sacro.
Ha sido ensordecedor aplaudir
mientras enardecen la deuda
con el sermón de los intereses.
Cóbrenle al esqueleto,
con su permiso me ausento antes de la condena.
A la deslumbrante muerte:
la resaca que deja cada emprendimiento.
Reconozco de antemano su buen ejemplo
al presentarse a tiempo a todas las citas.
A la luna el sol, al sol la luna:
cuánta diplomacia al cederse el turno
para trazar hastíos y apetitos.
Antes de armar maleta,
confieso que he gozado
al tenderme sobre la línea intermitente
de la autopista del sufrimiento.
Fuimos felices desperdiciando cada voluta
y atesorando todas las nubes.
A mis amados lobos fantasmas:
el llanto de alquitrán en el hambre
y la carcajada de la gula tras devorar nuestros colmillos.
A mis antepasados:
supernovas, antipartículas, quarks.

22
Aunque transmigraron de repente,
dejaron su profecía tatuada en el vientre de las cuevas.
A los hijos que no tuve ni tendré:
la certeza de que el deseo
no consumado es el único que nos colma.

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PLIEGO DE PETICIONES

Si me hubieras preguntado antes de bautizarme,


te habría pedido que no me llamaras hombre.
La tristeza que abrigamos es por arrebatarle
el anonimato a cada versión;
el libre albedrío, al recién llegado.
Si me hubieras preguntado antes del banquete,
te habría pedido que no sirvieras carne.
El hambre que nos agobia es por negarle
un bocado al manjar;
la venia del olvido, a quien se despide.
Víveme, mátame y entiérrame en el aire.

24
MEMORIAL DE DESAGRAVIOS

Pido perdón a la palabra pájaro


por convertirla en lugar común.
Al buitre, por el escalofrío.
El vuelo entre ambos es poesía.
Pido perdón de rodillas en el teatro de la miseria:
la muerte es un desenlace vulgar,
aunque sin duda todos la deseamos.
Pido perdón por sentenciar
a quien cree que defender una misma causa
implica tener siempre la razón.
Tras la condena,
hay un bosque invisible donde la araña
teje como un noble asesino
y la mosca que cae en su red es la víctima despiadada.
Pido perdón a mi antropofobia por la infidelidad,
pero después de cada insomnio amo al enemigo.
La condición humana es una enfermedad terminal:
quien lo acepta a tiempo esquiva un rato la tumba.
Pido perdón a mi madre
por no ser la prolongación de su bondad.
A mi padre, por derrochar su sudor.
A la demencia y la medicina,
por entretenerme alterando el orden de los factores.
También a la lluvia que ha de volver tras de mi rastro,
condenada a no encontrarlo.
Perdonénme todos: no sé por qué estamos aquí
ni cuál es la salida de emergencia más cercana.

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AUTOBIOGRAFÍA (ANTÍTESIS)

Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada.


MARK TWAIN

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ETERNO PRESENTE

Se fuma el último Pielroja de su vida en la boca del Hospital La Samaritana. Lanza volutas a la sonámbula
noche mientras espía el reflejo del charco. Pisotea la colilla como una cucaracha. Antes de enfundarse el
traje de enfermo, se despoja de la gabardina que resplandece al evocar las caricias de la plancha. Ni por
un segundo comparte el temblor de sus piernas con la porfiada muerte. Con la mano diestra levanta la
botella para brindar con el pronóstico de derrota. La empuña tras ordeñar la intemperie y darle vueltas al
volante del camión como si cada jornada de chofer fuese una inagotable pieza de baile. Con la izquierda
desenfunda el machete en la víspera de El Bogotazo, escribe con letra cursiva en el aire la afrenta de
quien no lo visita en el hospital y parte en dos trozos iguales el pan que su mujer ha amasado a espaldas
de la tuberculosis. Siembra en el regazo de cada vecino una mitad de sol efímero. El abuelo Aureliano
tiene la misma edad que yo tengo en esta página cuando deja atrás La Samaritana cien días después del
último Pielroja. Se aleja de la muerte rejuvenecido como un puñal recién afilado bajo la llovizna que
aplaca la sed de revancha. Mientras pongo punto final a su historia, afuera del hospital se desvanece otra
voluta y sobre la cama vacía muere la tos de pobre desterrada de su pecho a última hora.

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LINAJE SAGRADO

Antes de que rieras por primera vez, tu padre sepultó dos estrellas apagadas que nos vigilan desde el
reino del destierro. Nunca terminamos de despedir un muerto: tarde o temprano brotan de su tumba
azucenas. Dolores y Esperanza las bautizo en esta hoja. Aquí las amo con la tenacidad de la tormenta y
las añoro como se añora al sol en el altiplano. Juntos escribimos un juramento inmortal: nos adentramos
en el bosque de palabras hasta tendernos en la pradera de la nostalgia. Sus huesos crecen bajo la tierra
mestiza donde los taitas de los taitas criaban frutos de todas las edades. Sus almas flotan en nuestra
mirada como la cometa que al romperse la atadura se cose para siempre a la memoria del testigo. Son
hijas de sus hijas: madres de sus madres. Antes de que rieras por primera vez, el abuelo Francisco te
cargó de rodillas hasta el altar del Señor de Monserrate. Mientras la sed humedecía el calvario, le rogaba
al ídolo que escribiera tu destino con las letras adoloridas de la palabra padre. Eres tú quien atiende cada
día esa plegaria: aún te veo exorcizar la lejanía de tus hermanas lanzando conjuros de sahumerio a la
intemperie.

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ARGENTINA CAMPEÓN

Mientras escarbo en el grito de esa tarde tiembla la casa desdibujada de la memoria. Pregúntale a 1978
la voz del primer recuerdo. No es el coro de Vagabundo que aún vibra en la cuadra. Tampoco el parte de
victoria con que la cadena Melodía festeja la derrota de la viruela ni la pantalla que susurra al augurarnos
vida eterna en tecnicolor. No éramos multimillonarios como los Ewing de Dallas ni lo seremos en esta
vida. ¡A quién le importa! Nací en cuna rota y me alimentaron con mano dura. Pero esa es otra historia
que podría terminar con una palabra inédita: los mestizos noqueamos la mala suerte con puñetazos
sordociegos. Pregúntale a 1978 el color del primer recuerdo. No es el corbatín gris de Turbay ni la dorada
camándula de Wojtila. Tampoco la caricia blanca de la sopa de letras que escribe en los rincones de la
infancia la palabra mediodía. Pregúntale a 1978 la voz y el color del primer recuerdo. Áspera y celeste:
es papá que grita el segundo gol de Kempes mientras me envuelve en su pecho terrenal.

29
MIEDO DOMINICAL

Era un cuervo que picoteaba el diminuto sol del ombligo. Masticaba el vientre con indolencia como la
abuela al tejer la penumbra: puntada negra tras puntada blanca y sin reparar en los demás oficios. Nunca
le revelé a la almohada los caprichos de su vuelo ni delaté ante los amigos imaginarios su árida silueta
en la ventana. Fue la compañía más fiel de la niñez: al atardecer del séptimo día aterrizaba en el mezquino
desamparo. Nunca supe cómo se las arreglaba para enterarse de los itinerarios, mas donde quiera que
fuéramos llegaba a la cita con la puntualidad de un amante que presiente el adiós. Nunca supe en qué
paraje del bosque mi corazón lo desterró del nido, mas lo evoco cada día sin nostalgia. Basta un pellizco
para despertarme de la pesadilla en que sobrevuela el rastro de nuestra despedida. Cada vez que borro
ante el espejo su mirada de cuencas vacías, picotea la puerta clausurada por el viento.

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TAITA YAGÉ

Le arrancó el corazón a la noche enferma y lo puso a bailar en su mano como un trompo de fuego. Dijo
las mismas palabras con que fundaron el quechua en la nieve perpetua: amor sin mover la lengua ni los
labios y compasión con la cadencia del riachuelo que separaba su reino del mío. Vomité a sus pies una
piedra negra la que él bautizó Envidia, dijo que mis amigos la habían sembrado allí con su ojeroso
pensamiento. Quise haber nacido a ritmo de dulzaina y con un atado de plumas magenta y celeste en los
tobillos. Lamenté el río desbocado de la mente mientras las piedras fluían como agua. Vi un puñal en mi
mano ensangrentada y cabalgué sobre el lomo del pánico la travesía más fértil que recuerdo. Se
transformó en loro con un chasquido de dedos y abandonó su cuerpo para viajar hasta la constelación de
los ancestros. Trajo en su lengua el hálito de un ejército de cigarras que iluminaría las fronteras de la
Tierra hasta desvanecerlas. Arrulló el último aliento de una estrella fugaz que acababa de sucumbir al
imán de la selva. Al unísono, nacieron un árbol sin pasado ni futuro y su savia innombrable. Curó el
corazón de la noche enferma con un soplo de aguardiente y lo puso a latir de nuevo al amparo de plantas
de ortiga desvelada. Juntos lloramos al recordar que éramos forasteros bajo el techo del otro y reímos al
cantar con la voz recién nacida del alba.

31
RUEDA DEL HÁMSTER

Salí a dar una vuelta a la manzana y regresé a casa siete años después. De la boca de mi esposa salían
improperios: cenizas de un dragón que se ha tragado entero y telarañas conocidas como baba de diablo
en un pueblo fantasma llamado El Destino. A tientas, escondí bajo la lengua dos exóticos souvenires que
no quise entregarle: la sed del pan y el hambre del vino. Aunque su cuerpo era una queja vehemente, el
sonido languidecía antes de alcanzarme como el eco que se rinde en las calles empinadas. A tientas, cerré
la boca y el orgullo. Ella agitaba las manos como el predicador fanático que enrarecía con su furia el aire
de nuestro vecindario. A tientas, atravesé el sermón en puntillas. Sus ojos rojo carmesí reclamaban sin
pausa de atrás hacia adelante en un triste exorcismo. En vez de decir oído decían odio, en vez de pedir
amor sentenciaban Roma arde entre mis piernas, en vez de revelar la nueva edad del sol tras mi ausencia
vociferaban maldita soledad la de tu nombre. El televisor transmitía la misma película que veíamos la
noche de mi partida. La botella de cerveza era un testigo temerario. Por el aire aún vagaban las volutas
perezosas del cigarrillo que le había encendido un minuto antes de partir sin decir adiós. Acabo de
despertar tras otros siete años. A tientas, la busco en la cueva de la resaca mientras le pido perdón a su
ausencia por habernos abandonado en cámara lenta.

32
FILA DEL TEDIO

La fatigada luz del crepúsculo se colaba por una breve rendija que había en el techo del calabozo. Al
aterrizar, se posaba a sus pies sin que los demás condenados soñáramos siquiera con rozarla. El cartón
que domaba la luna de concreto también le pertenecía: los demás prisioneros no osábamos cruzar el
apacible reino de sus sueños. El primer turno para bañarse –mientras el sol se desperezaba y el gorrión
anunciaba la tierra prometida– era tan suyo como nuestra fe arisca en las leyes del mundo y de los
hombres. Al café lo bautizó sol negro, los frijoles con arroz eran barcos, el puñal afilado contra los
barrotes de la celda honraba el apodo Chispas. Le pertenecían el palo de mango que perfumaba el confeso
mediodía y la redención de la bocina que anunciaba el regreso de otro preso a la libertad. Suyas eran las
seis líneas verticales atravesadas por una despiadada diagonal que marcaba la derrota del almanaque.
Suyas también las fotos en llamas colgadas de los muros del encierro. Tras su señal, castigábamos al
anciano que negaba haber violado a su nieta. Tras su orden salomónica, poníamos en una olla común las
sobras de culpa que nos habían arrojado los evangélicos. El pecado se maquillaba de víctima ante la
excitada fila del tedio donde desnudábamos sin pudor la historia que nos tenía tras las rejas. Llegó por
darle una paliza al policía que maltrataba a su mujer, caí por caminar desde México con rumbo a casa sin
fotos en la billetera. Me llamaba Colombo en el ocaso. Le respondía Tico como un eco equivocado. De
los otros prisioneros no recuerdo el alias ni el delito: ninguno dio las gracias como él cuando el viento
me empujó al mundo antes de la hora señalada en el juicio.

33
ESTADO CIVIL

La primera vez me casé con la seductora voz de mi mente. Ambos llegamos borrachos a la boda. En la
luna de miel nos dimos garrotazos como un par de cavernícolas hambrientos tras una cacería frustrada.
Fue la peor noche de mi vida. Sin embargo, no renuncié a la tentación de formar un hogar. Tras cruzar la
cuerda floja del divorcio sin sucumbir a la atracción del abismo, me sentí listo para un segundo intento
de perderme en brazos ajenos. Elegí entonces a mi esbelta sombra como el alumno que no aprende la
lección, aunque la vida lo abofetea por su error frente a la pizarra y los condiscípulos. Debo confesarles
que nunca tuve una pareja con la que fuera tan fácil ponerse de acuerdo. Siempre aterrizábamos en el
mismo destino. Sin embargo, mi segundo matrimonio fue una noche enferma: apenas tuve tiempo de
palpar el cuerpo al que me había unido para siempre. Antes de despuntar la luz, ella partió sin agitar la
mano en señal de despedida. De herencia me dejó el mordisco de la viudez en los labios de un amanecer
sin sol.

34
TINTA INDELEBLE

El padre rector y sus secuaces no oyeron pasar frente a sus narices enrojecidas por el vino de consagrar
la flecha del Señor de las multitudes. No olieron el viento que la empujaba ni saborearon el aterrizaje en
el blanco. La sotana adormecía su piel como el humo de la pipa lo hacía con mi sueño: mientras ellos
sangraban en la cruz, el tatuaje de un dios índigo unía mis cejas con tinta indeleble. El padre rector y sus
secuaces no tocaron el rastro de la flecha que atravesó el atrio sordomudo. La humedad de la capilla
adormecía sin piedad su mirada: la naturaleza bendita del agua es escapar del dogma de los sentidos. El
padre rector y sus secuaces me expulsaron por fumar nubes en ayunas sin saber que así se condenaban al
destierro. Os perdono: ancianos infantiles, pobres diablos.

35
INFANTIL DERROTA

Se cayó el niño gritó Rosita desde la cantina donde los mineros adormecían la sed de fortuna jugando a
adivinar los caprichos de los naipes. Los cómplices de la primera borrachera quebraron la botella de ron
con una carcajada que penetró el vientre de la niebla. La luna llena dibujaba la silueta de los árboles
mientras volvía a casa antes de que el duende espantara en la senda de los trasnochadores. Resbalé al
pisar una piedra del riachuelo sin intuir que la sangre estaba a punto de asestarle una paliza a la inocencia.
La noche se aferró a las comisuras del sueño y los perros fueron un sordo aullido que trepaba desde el
eco de las burlas hasta el firmamento. Se cayó el niño repite en voz baja desde entonces el huésped que
atiza el miedo en mi cabeza cuando la sobriedad nos da la espalda. Rosita corrió sin despeinarse hasta la
derrota, me ordenó que esa noche durmiera en su casa y puso en mi mano vírgen las llaves de la selva.
Obedecí como un niño lejos del hogar, trastabillé hasta su puerta y me enjuagué las náuseas con un sorbo
de estrellas excitadas. Un instante después, su aliento le prendió fuego a la infancia.

36
GALLO CIEGO

En la adolescencia aprendí a esquivar la peluquería, la mirada y el charco donde me asaltara mi triste


imagen. El fantasma del bisabuelo me obligó a memorizar un trabalenguas vengativo que recitábamos
sin prisa ni pausa. También me educó en el arte de huir cuando los dados iban a caer a mi favor y la luz
deseaba posarse a mis pies. A su lado, aprendí a exigir caricias con un alarido metálico como lo hace la
fiera que azota el aire de su jaula. Me ejercité en la maestría de convertir el cuerpo en el hogar de las
derrotas tallando la cabeza contra muros afilados. En el recreo memorizaba plegarias ante la amenaza de
un latigazo sobre la palma extendida de mendigo. Aprendí, aunque apenas lo recuerdo, que el verbo
sobrevivir se conjuga y desanda con los ojos vendados.

37
FAMILIA DIVIDIDA

Afuera mataban el tiempo con la familia de espadas que presidía la inerte baraja. Adentro atravésabamos
túneles de papel vivo que conducían a otros mundos. Afuera el café se enfriaba en las tazas hastiadas del
ritual y el mal humor de los comensales avinagraba el paladar de la tarde. Adentro Bolívar reía si
dibujábamos sobre su majestad bigotes de felino y Santander nos ayudaba a calcular cuántas entradas de
cine compraríamos con su estampa herida por el lápiz. Afuera la tarde barajaba la derrota. Adentro
escribíamos exóticos destinos. Afuera sombra bajo las goteras del techo. Adentro luz bajo una bóveda
estrellada. Afuera los adultos gobernaban y adentro los billetes obedecían. Afuera disparates chillaban
entre dientes mientras la tarde era esclava de sí misma. Adentro prosperaba un reino habitado por la
carcajada soberana de los primos.

38
MEDIO ORIENTE

En Al Kahira perdí un zapato y arrojé el sobreviviente al inodoro, cuyas aguas viajaban tercamente al
revés al igual que las fábulas del beduino. Anduve descalzo las cinco llamaradas. En Ístanbul perdí la
tapa de un turbulento recipiente: no tuve más remedio que vaciar la fragancia en el aire mientras me
asediaba la hora de abordar el útlimo tren. En Jerusalem me perdí en un callejón que se empinaba sobre
sí mismo para escuchar los lamentos de un muro ciego. Al llegar al aeropuerto supe que ya había
despegado como otro pasajero sentado en mi piel. En Petra se esfumaron las ganas de escuchar la guía
turística que deliraba como falso gurú: la olvidé en la barca dibujada sobre una burka que ocultaba en
sus arrugas el crimen de la lujuria. A cambio traje una narguile de amanecer y rubí. Envuelto en humo,
regresé a casa presto a desandar con versos el viaje por aquellas ciudades imaginarias.

39
TUMBA AL AIRE LIBRE

Apago los ojos después de arropar la calavera de tu partida. Se ha esfumado el mediodía: repito la plegaria
de tu nombre y la llovizna es un telón plateado que cae en la ausencia de epitafio. El sol deja de golpear
mi cuello y reposa sobre los párpados caídos. No hay lápida en el páramo que anuncie la fecha de tu
último aliento. La dorada canción del frailejón silencia la trompeta fúnebre. A toda prisa, la luz abriga la
mano viuda que se agita al despedirte. Mi propia muerte me da el pésame sin pronunciar una palabra.
Partiste antes de decir adiós. Tus cenizas no se desvanecieron cual hojarasca en la niebla: viven en el aire
que te trae de vuelta y me mantiene en pie a tu lado y sin ti.

40
JUICIO FINAL

Nací en una tierra que se bebe la tempestad de un sorbo. Allí, el agua es como la luz que no se deja atrapar
mientras envuelve con su manto al mundo. Con mamá, aprendí a espiar las gotas de tarde que rodaban
sin prisa por la transparencia de las pupilas incendiadas. Con papá, aprendí a esquivar charcos urbanos
con la maestría de un saltimbanqui descalzo. No queda cuenta pendiente ni recinto secreto entre nosotros.
El aire supremo nos hermana como la memoria de la ortiga que alumbró la noche forastera en el traspatio
de la infancia. Los honro al terminar esta hoja bajo el resplandor de una vela que languidece al amanecer.

41
DOS MUNDOS

Donde la piel entre los mundos es traslúcida, te esperamos como al mismo otro de siempre. Donde el
velo se descorre con un soplido, las sombras del cuerpo cesan de habitarnos. Índigo, caminante de la
palma de tu mano, loco de fuego, espectro solar sobre el charco, la campana de la estación anuncia el
regreso anhelado en un tren repentino sin vagones. Donde el puente entre minutos se derrumba, el silencio
borra la multitud de símbolos. Donde el párpado de la luna cae sin peso, el alba nos recuerda la memoria
del ahora. Índigo, protagonista de una tierna pesadilla, espectador de su película de cine sordomudo, las
letras de la palabra fin ruedan por tus ojos en la sala solitaria mientras la luz se enciende. Donde la nota
extraviada vuelve a la canción y donde el arco dorado se cierra en un círculo, el susurro que despierta al
aprendiz llega a tu oído. Índigo, en tus dedos índices giran dos mundos que en verdad son uno solo como
el viejo derviche cuyo desierto se desvanece en el extásis del cielo.

42
INSTANTÁNEAS (SÍNTESIS)

No recordamos los días, recordamos los instantes.


CESARE PAVESE

43
SI FUERA EL OTRO
el que me habita
si en verdad fuera
quien escribe esto

al terminar el blanco
me montaría en la
barca de la muerte
y aguas arriba sonreiría

Si mañana fuera
al volver a nacer
un ojo sin cuerpo
o el eterno silencio

navegaría de pie
sobre un río de almas
sin principio ni final

44
ME INCLINO ANTE LA HORMIGA
que carga cuarenta veces
su peso sobre la espalda

Me rindo ante la abeja


que eligió el hexágono para alojar
en su hogar al terremoto

Me arrodillo ante el colibrí


cuyo corazón late
mil veces en un minuto

Me postro ante el camello


que atraviesa el desierto
sin desperdiciar una gota de sed

45
NO LOGRARON BORRARME
la bitácora de la tempestad
ni el augurio del oráculo

Acá estoy con un pie


en cualquier verso
y el otro entrelíneas

Llevo un fósforo en la mano


para prender sin remordimiento
los poemas que no he escrito

46
EL BUITRE ACECHA
en el campanario
y el perro husmea
puertas cerradas

La niebla atraca
al ciego en la esquina
y el frío le hunde
su puñal en la carne

Caminar de prisa
es la única trinchera
contra la noche
herida que nos persigue

47
EL MENDIGO LE ARROJA
migajas al hambriento
ocaso de las palomas

No es suficiente el pan
para los comensales:
solo al anfitrión oprime
la ley del más fuerte

48
EL GATO CAZA EN EL TEJADO
la hierba agrieta el alero
y la sed del mendigo
castiga como luz de neón

El loco exhibe su karma


a cambio de sobras
El aire estornuda
y de la estatua mana sangre

Aquí Dios es un borracho


abrazado al mismo poste
que el perro orina sin fe

49
LA LLUVIA SE EMPEÑA
en rociar con agua bendita
la boca del vecindario

Huele a orines de loco


A pánico de bocina
atrapada en el trancón

A la rata húmeda
que asoma por la alcantarilla
su mirada electrizante

A carne podrida
A la llaga de un alma
bajo el ciego bombillo
Apesta al cadáver del sol

50
LA LUZ DE MI VECINDARIO
es un puñal que rasga
la ropa raída del loco

Sin descomponerse
lo desnuda frente al público
que espía las pantallas

A nadie le duele la sed


ni el hiriente rayo de luz
sobre la piel erizada del loco

Bajo la cúpula del templete


y sobre la cabeza de la estatua
la paloma reza por nosotros

51
LE AÚLLA A LAS LLANTAS
al perfume que propicia
roces entre desconocidos
y al alegato del megáfono

El monólogo del loco


lo sostiene en pie
al borde del brutal tráfico

Hay algo de él
en cada uno de nosotros:
el hábito de insultar
a la obediente sombra

52
EL COPETÓN
al picotear el charco
dicta su poema

se seca en el cable
de alta tensión

53
EL TAZÓN DE ARROZ
sostiene al hombre
que lo saborea

su grávido aroma
alimenta el aire

54
ANTES DE QUE EL ROCÍO
arranque su jornada
la vela se extinguirá

el corazón late más despacio


ante una llama que parpadea

55
EL RELOJ ANUNCIA
que el polvo envejece
bajo el tapete rojo

el brindis de anoche
resuena en la copa vacía

56
SOBRE MI HOJA
la araña aguarda
una señal para dar

la puntada que envuelva


en su red el poema

57
TRAS LAS VACACIONES
regresan los estudiantes
a la tienda de la esquina

doy vuelta a la manzana


la muerdo y vuelvo a casa

58
A LA VERA
de la mesa de noche
reposan los zapatos

la pericia en el aterrizaje
nos conduce a la tumba

59
60

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