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1. Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los
judíos
2. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él.
3. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso
entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5. Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
No sabemos exactamente por qué llegó Nicodemo a Jesús, pero sin duda reconoció
que Jesús tenía el poder de Dios en Su vida.
Y tal vez Nicodemo pensó que Jesús podía darle alguna enseñanza nueva que
pudiera ayudarle a entender mejor las Escrituras.
Pero Nicodemo necesitaba algo más que enseñanzas: ¡Necesitaba nacer de nuevo!
Jesús le dijo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de
Dios (Juan 3:3).
El nuevo nacimiento es la obra del Espíritu Santo usando la Palabra de Dios. Nadie
puede nacer de nuevo sin escuchar y creer la Palabra de Dios, y nadie puede nacer
de nuevo sin la obra del Espíritu Santo. Aquí hay unos versículos que presentan esto
muy claro:
La Palabra
Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad… (Santiago 1:18).
El Espíritu
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es
(Juan 3:6).
Antes que una persona pueda nacer de nuevo, tiene que darse cuenta de que es
un pecador.
El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para enseñarnos que somos pecadores y
que necesitamos un Salvador. Luego, el Espíritu Santo usa la misma Palabra para
enseñarnos que el Señor Jesucristo es el Salvador que necesitamos.
El nuevo nacimiento es de Dios
Y QUE ES EL nuevo nacimiento. La Biblia dice que aquellos que reciben al Señor
Jesús como Salvador son nacidos
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios. (Juan 1:13).