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El Nuevo Nacimiento: La puerta para ingresar a la

familia de Dios.

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de


nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Juan 3:3

INTRODUCCIÓN

                 Otro de los temas importantes de la doctrina de la salvación es el


Nuevo Nacimiento. Como en el caso de la conversión, el nuevo nacimiento ocurre
en el momento que la persona se arrepiente de sus pecados y se vuelve a Cristo.
Tan importante es este tema que el mismo Jesús le dijo a Nicodemo la necesidad
que todos tenemos de nacer de nuevo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Todos los seres humanos
necesitamos nacer de nuevo, ya que de lo contrario jamás llegaremos a ser hijos
de Dios, ni se creará en nosotros la nueva naturaleza que nos capacita para
buscar su presencia. Veamos todo lo concerniente al nuevo nacimiento.

TODOS NECESITAMOS NACER DE NUEVO

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los
judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de
Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no
está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo
puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el
vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el
que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de
donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así
es todo aquel que es nacido del Espíritu”.
Juan 3:1-8
EL NUEVO NACIMIENTO

                    Juan nos relata la ocasión cuando un hombre llamado Nicodemo


visito de noche a Jesús. Este hombre era un principal entre los judíos y aparte de
eso era fariseo, es decir, una persona que pertenecía a una secta religiosa muy
importante de los tiempos de Jesús, este fue de noche para hablar con
Jesús: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede
hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Sin embargo, lo que le
contesto Jesús fue algo inesperado: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Esta afirmación confundió mucho
a Nicodemo el cual creía que era salva, de hecho, a los ojos humanos era un buen
hombre, era un principal entre los judíos y era fariseo, cómo es posible que si no
nace de nuevo no va a poder ver el reino de los cielos, pero estas palabras
confundieron a aquel hombre: Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer? La duda le queda a Nicodemo por ello Jesús trata de aclarárselo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es. Una vez más Jesús le reafirma la necesidad de
nacer de nuevo, ya que de ello depende la salvación: De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios, y aparte de eso, el hombre en su estado original le es imposible que se
acerque a Dios: Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es. Este es el problema, el hombre en su estado natural está
totalmente perdido ya que su naturaleza pecaminosa lo impulsa a pecar y es
incapaz por sí mismo de acerca a Dios: “Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”, (Romanos 8:7-8). Por
ello es necesario que el hombre vuelva a nacer, porque así como su primer
nacimiento, el físico, el dio una naturaleza pecaminosa como herencia de Adán,
así el nuevo nacimiento, el espiritual, le dará una nueva naturaleza, una que lo
capacita para buscar de Dios y a abandonar las obras de la carne: “Y él os dio
vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme
al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en
los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero
Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos)”, (Efesios 2:1-5). Por tanto, el nuevo nacimiento es el hecho
sobrenatural por medio del cual Dios crea en el hombre un nuevo ser, una
nueva naturaleza, el nuevo hombre, el cual lo capacita para establecer una
relación con Dios y buscar todo lo que es del Espíritu. Esto es el nuevo
nacimiento, es una obra sobrenatural que difícilmente será explicado a través de
teorías científicas o razones humanas, sino es una experiencia personal que
aquellos que se arrepienten de sus pecados y se convierten al evangelio
experimentan: No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a
dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

¿CÓMO OPERA EL NUEVO NACIMIENTO?

                El nuevo nacimiento es una operación sobrenatural de Dios, no es


producto de un convencimiento humano, mucho menos resultado de la persuasión
religiosa, sino proviene de Dios. Es un hecho milagro que cambia al hombre
transformándolo en una nueva criatura. En el nuevo nacimiento participan tres
elementos importantes.

                Nacemos de nuevo por medio de la palabra.

“El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos
primicias de sus criaturas”.
Santiago 1:18

El primer elemento que interviene es la palabra, ya que un elemento


decisivo a través del cual Dios comunica su mensaje al hombre es por las
Sagradas Escrituras. La Biblia es el método a través del cual el Señor habla al
hombre y le comunica el plan de salvación a través de su Hijo Jesús: “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y
ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39). Santiago nos dice que un
elemento indispensable para el nuevo nacimiento en la palabra de Dios: “El, de su
voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de
sus criaturas”, (Santiago 1:18). También Pedro lo confirma en su primera
carta: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre”, (1 Pedro 1:23). Por eso un
elemento indispensable para nacer de nuevo es la palabra la cual tiene el poder
para hacer que el hombre reconozca su situación de ruina espiritual y considere la
oportunidad de ser salvo que tiene a través de Cristo.

                Nacemos de nuevo por medio de la fe.

“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”.


Gálatas 3:26
El otro elemento que interviene en el nuevo nacimiento es la fe. No basta
solo escuchar la palabra y estar de acuerdo con ella, es necesario creerla para
nacer de nuevo y tener la vida eterna: Pues todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús.  El conocimiento de su palabra está íntimamente ligado con nuestra
fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” , (Romanos 10:17),
ya que a través de la palabra no solo conocemos nuestra situación de pecado,
sino el plan de salvación y todas las promesas de Dios las cuales debemos creer
para llegar a ser salvos.

Nacemos de nuevo por medio del Espíritu Santo.

“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
Juan 3:5

                Finalmente, nacemos de nuevo gracias a la intervención del Espíritu


Santo, tal y como Jesús lo dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Aquí se menciona que
hay que nacer del agua y del Espíritu, pero que significa eso. En este pasaje el
agua está relacionada con la limpieza de todos los pecados de la persona. En la
Biblia encontramos otros pasajes donde podemos ver que es a través de la
palabra de Dios que el hombre puede limpiar su vida de pecados. Nuestro Señor
Jesús dijo que sus discípulos estaban limpios por la palabra que les había
hablado: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, (Juan
15:3), también el salmista se preguntó cómo puede el joven limpiar su vida: “¿Con
qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”, (Salmo 119:9). De aquí
que se diga que cuando Jesús hablaba de nacer del agua se refería
figurativamente a nacer de la palabra de Dios lo cual ya lo vimos anteriormente.
Ahora bien, el Texto Sagrado nos dice también que debemos nacer del Espíritu y
aquí vemos la intervención del Espíritu Santo para operar este glorioso
milagro. “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (Juan 1:12-13). De
esta forma, aquellos que se arrepienten de sus pecados y se convierten a Cristo
nacen de nuevo, habiendo tenido fe en la palabra de Dios abren su corazón a
Cristo para que el Espíritu Santo venga a ellos y los convierta en nueva criatura.

RESULTADOS DEL NUEVO NACIMIENTO

                 El nuevo nacimiento es muy importante en la vida del hombre porque


este provoca cambios importantes en aquellos que se convierten de corazón
sincero al evangelio. En primer lugar, el nuevo nacimiento nos convierte en
hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (Juan
1:12-12). La enseñanza del nuevo nacimiento contradice la idea popular de que
todos somos hijos de Dios. Lo cierto es que la única forma de ser hechos sus hijos
es a través del nuevo nacimiento. Como hijos de Dios llegamos a desarrollar una
verdadera relación con Él y nos convierte en herederos del reino de los
cielos: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados”, (Romanos 8:15-17). Así como los padres desarrollan una
relación de amor con sus hijos, así ocurre con aquellos que hemos nacido de
nuevo. Antes esto era imposible porque por causa de nuestros pecados
estábamos enemistados con Dios, pero gracias a la fe en Cristo podemos llegar a
ser salvos, nacer de nuevo y ser hechos sus hijos. Lo segundo es que al nacer de
nuevo podemos ser salvos de la condenación eterna: “Respondió Jesús y le
dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios”, (Juan 3:3). Cuando una persona se arrepiente de sus pecados y se
convierte a Cristo, Dios opera en ella el milagro del nuevo nacimiento, y a partir de
allí es salvo de la condenación eterna. y ente tercer lugar, el nuevo nacimiento
crea en nosotros una nueva naturaleza que nos ayudará a vivir en el
Espíritu: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”,
(Romanos 8:1-4). A partir del momento que nacemos de nuevo tenemos dos
naturalezas, la vieja que está viciada con toda clase de prácticas pecaminosas, y
la espiritual, es nuestra responsabilidad alimentar la nueva naturaleza para que
esta gobierne nuestra vida: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en
el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad”, (Efesios 4:22-24). Finalmente, el nuevo
nacimiento nos ayuda a abandonar nuestra vieja vida e iniciar una
nueva: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, (2 Corintios 5:17). La obra de
salvación que Dios opera en nosotros es completa, ya que al crear en nosotros
una nueva naturaleza nos capacita para buscar de su presencia y poder huir de la
vida de pecado que antes llevábamos. La palabra griega que se traduce en la
RV60 como criatura es ktisis (κτίσις), y literalmente significa creación por lo que
una mejor traducción de este pasaje sería decir que aquel que está en Cristo es
una nueva creación, tal y como la NVI lo traduce: “Por lo tanto, si alguno está en
Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!”, (2
Corintios 5:17, NVI). Prácticamente esto es lo que Dios hace, una nueva creación,
no se trata de un proceso de renovación de lo viejo, sino de hacer en nosotros
todo nuevo, un nuevo comienzo, una nueva relación con Dios, una nueva
naturaleza, una nueva fe, una nueva familia espiritual. Esta misma idea de todo
nuevo se considera en el vocablo griego que Jesús usa al decirle a Nicodemo la
necesidad que tenia de nacer de nuevo: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”,
(Juan 3:2). En el griego original las palabras que se traducen en la Reina Valera
como nacer de nuevo se escriben: gennáo ánozen  (γεννάω
ἄνωθεν). Gennáo definitivamente significa nacer, pero ánozen es una palabra
cuyo significado encierra al menos tres aspectos importantes que no se puede
describir en una sola palabra en el español. En primer lugar, ánozen describe
una nueva creación, algo que ya existía pero se volvió a crear. Para poder ver el
reino de los cielos es necesario que nuestra antigua naturaleza sea cambiada, y
Cristo lo hace creando en nosotros una nueva naturaleza que nos impulsa a
glorificar el nombre de Dios. En segundo lugar, ánozen describe algo que vuelve
a comenzar. En Cristo Jesús el creyente tiene un nuevo comienzo, su vida
antigua y sus pecados quedan en el pasado y Dios le permite comenzar una
nueva vida en dirección contraria a la del mundo. Finalmente, ánozen describe
algo que viene de arriba, es decir, del reino de Dios. Por tanto, el nuevo
nacimiento es una operación sobrenatural que opera de manera divina, no es la
acción del hombre lo que la provoca, sino la mano de Dios, haciendo nuevas todas
las cosas, permitiendo así un nuevo comienzo y creando en él una nueva
naturaleza que le permite vencer el pecado y acercarse más al Señor.

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