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Ella comprende que el universo


escapa siempre a todo control,
y que intentar dominar los eventos
es ir a contracorriente del Tao.

ómo reaccionamos ante un mundo que parece fuera de control? El mundo

C parece así porque sí está fuera de control: el sol sale lo queramos o no; la
tostadora se estropea; alguien te corta el paso camino del trabajo. Nunca hemos
tenido el control. Tenemos la ilusión de control cuando las cosas van como
pensamos que deben ir. Y cuando no lo hacen, decimos que hemos perdido el
control, y ansiamos algún estado iluminado más allá de todo esto, donde ima­
ginamos que volveremos a tener el control. Pero lo que realmente queremos es
la paz. Pensamos que teniendo el control o alcanzando la «iluminación»
v nadie sabe lo que eso significa) encontraremos la paz.
Antes de que despertara a la realidad en 1986, tenía un símbolo para eso:
los calcetines de mis hijos. Cada mañana estaban en el suelo, y cada mañana
pensaba: «Mis hijos deberían recoger sus calcetines». Era mi religión. Se po­
dría decir que mi mundo se disparaba fuera de control: en mi mente había cal­
cetines por todas partes. Y me llenaba de rabia y depresión porque yo creía
que esos calcetines no debían estar en el suelo (aunque, mañana tras mañana,
es donde se encontraban) y que era la tarea de mis hijos recogerlos (aunque,
mañana tras mañana, no lo hacían). Yo uso el símbolo de los calcetines, pero
quizá tú podrías aplicar los mismos pensamientos en relación con el medio
ambiente o la política o el dinero. Pensamos que estas cosas deberían ser dife­
rentes de lo que son en este momento, y sufrimos porque creemos nuestros
pensamientos.
A los cuarenta y tres años, después de diez años de profunda depresión
v desesperación, mi vida real comenzó. Llegué a ver que mi sufrimiento no

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venía de no tener el control; resultaba de discutir con la realidad. Descubrí que
cuando creía mis pensamientos, sufría; y cuando no los creía, no sufría, y esto
es verdad para cada ser humano. La libertad es tan simple como eso. Descu­
brí que el sufrimiento es opcional. Encontré un gozo dentro de mí que no ha
vuelto a desaparecer, ni por un solo instante. Este gozo está dentro de todo el
mundo, siempre. Cuando cuestionas tu mente por amor a la verdad, tu vida
siempre se vuelve más feliz y amable.
La indagación ayuda a la mente que sufre a salirse de sus disputas con la
realidad. Nos ayuda a alinearnos con el cambio constante. Después de todo,
el cambio sucede de todas formas, nos guste o no. Todo cambia, al parecer.
Pero cuando estamos apegados a nuestros pensamientos acerca de cómo debe
ser ese cambio, el estar sin control nos hace sentir incómodos.
Mediante la indagación, entramos en el área donde sí tenemos control: nues­
tra forma de pensar. Cuestionamos nuestros pensamientos acerca de las mane­
ras en que el mundo parece haberse vuelto loco, por ejemplo. Y llegamos a ver
que la locura nunca estuvo en el mundo, sino en nosotros. El mundo es una
proyección de nuestro propio pensamiento. Cuando comprendemos nuestros
pensamientos, comprendemos el mundo y llegamos a amarlo. En eso está
la paz. ¿Quién sería sin el pensamiento de que el mundo necesita mejorar? Feliz
donde estoy en este momento: mujer sentada en silla al sol. Muy sencillo.
Mis hijos ahora recogen sus calcetines, según me dicen. Ahora compren­
den, me aman sin condiciones, porque cuando me volví callada ellos pudie­
ron escucharse a sí mismos. Todo lo que yo deshago, ellos tienen que
deshacerlo; ellos son yo, realizando lo que yo creía. El mundo aparente es
como un eco. El eco salió de mí durante cuarenta y tres años, y ahora vuelve
a mí. Es como una respiración, un lago cuando tiras una piedrecita, todas esas
ondas extendiéndose durante todos esos años y regresando ahora. Yo deshice
la confusión, y mis hijos la están perdiendo también. Están perdiendo su
apego a tantos conceptos que yo les enseñé; se están volviendo silenciosos.
Y eso es lo que El Trabajo hace para todo el mundo. Eso es lo que quiero
decir con volver a uno mismo.
La aparente locura del mundo, como todo lo demás, es un regalo que po­
demos usar para liberar nuestras mentes. Cualquier pensamiento estresante
que abrigues acerca del planeta, por ejemplo, te demuestra dónde estás atas­
cado, dónde estás agotando tu energía al no encontrarte de lleno con la vida
tal como es, sin condiciones. No puedes liberarte encontrando un supuesto es­
tado iluminado fuera de tu propia mente. Cuando cuestionas tus creencias, a

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la larga llegas a ver que tú eres la iluminación que buscabas. Hasta que logres
amar lo que es, o sea todo, incluyendo la violencia y locura aparentes, estarás
separado del mundo y lo verás como peligroso y atemorizador. Invito a todo
el mundo a poner estos pensamientos atemorizadores en el papel, cuestionar­
los y liberarse. Cuando la mente no está en guerra consigo misma, no existe se­
paración. Tengo sesenta y tres años y soy ilimitada. Si tuviera un nombre, sería
Servicio. Si tuviera un nombre, sería Gratitud.
Puede que encuentres que no necesitas planear un futuro, que lo que apa­
rece ahora es todo lo que tienes, y hasta eso desaparece de inmediato. Y cuando
has dejado de hacerle la guerra a la realidad, tú eres lo que cambia, totalmente
y sin control. El estado de cambio constante es creación sin límites: eficaz,
libre y bella más allá de cualquier descripción.

MIL NOMBRES PARA EL GOZO 83

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