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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al


VIH, VHC y Consumo de Drogas

Módulo 8
Reducción de riesgos en el consumo de
drogas asociado a prácticas sexuales
Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

Colaboradores
Huerta Lozano F. Iván

Subdirector de Seguimiento Operativo a Tratamiento. Centros de Integración Juvenil.

López Salas David Alberto

Prestador de servicios profesionales de la Dirección de Prevención y Participación Social del


Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/Sida.

Mendoza Velázquez José Javier

Director de la Coordinación de Estrategias Nacionales de la Comisión Nacional contra las


Adicciones.
Módulo 8 Reducción de riesgos en el consumo de drogas asociado a prácticas sexuales

Contenido

1. Introducción
2. Objetivo del módulo
3. Prácticas sexuales no normativas/traumáticas (Fisting,
bareback, chemsex, bugchaising)
4. Combatir el estigma de la asociación entre las Infecciones de
Transmisión Sexual, el uso de sustancias y las enfermedades
mentales
5. Consecuencias de los estigmas psicosociales y discriminación
en la salud y Como combatirlos
6. Filias y parafilias: definición, tipos y características
7. Consumo de sustancias en el trabajo sexual
8. Conclusiones
9. Resumen
10. Glosario
11. Referencias
Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

Módulo 8
Reducción de riesgos en el
consumo de drogas asociado a
prácticas sexuales

Objetivo de aprendizaje

Al finalizar el módulo, el participante será capaz de:


 Determinar la relación entre el consumo de drogas y las prácticas sexuales de riesgo,
analizando propuestas de intervención profesionales, sin estigma ni discriminación.

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1. Introducción

La asociación entre prácticas sexuales y drogas no es un concepto nuevo. No


obstante, en los últimos años, con la aparición de las denominadas “nuevas drogas”,
se ha intensificado entre algunos grupos de la población el consumo de drogas
sintéticas en el contexto del denominado “chemsex” o sexo químico. Éste como su
nombre lo indica involucra actividad sexual bajo el influjo de sustancias psicoactivas.
Existen en el contexto del chemsex, tres elementos sustanciales que facilitan su
proceso:

1) Nuevos perfiles de consumidor y nuevas prácticas de consumo de drogas.

2) Nuevas formas de vinculación. Interacción vía redes sociales, principalmente a


través de aplicaciones (apps).

3) Factores psicoemocionales involucrados en la práctica de chemsex.

El término chemsex nace de la asociación de las palabras “chems”, abreviatura del


inglés chemicals (químicos) que en la jerga pasó a connotar “drogas”, y “Sex” (sexo).
No es simplemente consumo recreacional de drogas, es una forma específica de
uso: intencionada, desadaptativa e intensiva en contextos sexuales (antes o durante
la sesión), con el objetivo de mejorar, facilitar y/o alargar la práctica o prácticas
sexuales (Sanz M. 2020).

Los encuentros de chemsex pueden durar varios días, en los cuales las personas
involucradas al encontrarse bajo los efectos de las sustancias mencionadas, pierden
el apetito y la necesidad de dormir, a lo que se suma el componente de
desinhibición sexual. Esto facilita la práctica de sexo sin protección, con más de una
persona, generando un evidente riesgo para los participantes, de contraer una
enfermedad de transmisión sexual como el Virus de la Inmunodeficiencia Humana
y la Hepatitis C.

Es importante especificar que los principales participantes del chemsex son


hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Diferentes estudios señalan que el
consumo asociado con conductas sexuales de riesgo es más alto en este grupo de
población que en el resto de ciudadanos (Soriano 2017). La causa sociológica es que
este colectivo tiene un ciclo vital distinto, una diferente socialización (Garín 2016), y

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por ende otras maneras de relacionarse y entablar vínculos erótico-sexuales y


afectivos.

Otro de los factores clave para la práctica del sexo químico, es el contacto a través
de las nuevas tecnologías de la información, específicamente a través de las
aplicaciones (apps). Las APPS incorporan en su estructura, sistemas de
geolocalización, que al indicar de manera precisa la distancia a la cual se encuentra
cada persona, favorecen la organización de los encuentros grupales para la
realización de esta práctica.

Actualmente, esta tendencia ha atraído la atención clínica e investigadora


internacional, dando pie a la existencia de un campo emergente de conocimiento
en diferentes aspectos que tienen impacto sobre el fenómeno, y sus consecuencias.
El chemsex presenta algunas características muy diferenciadoras, como el tipo de
usuario habitual, especialmente vinculado al colectivo de hombres homosexuales,
bisexuales y otros hombres que mantienen sexo con hombres (HSH), aunque
también comienza a emerger en colectivos heterosexuales, y en otros entornos
como la prostitución. Se realiza, generalmente, en sesiones o fiestas de sexo, que
acontecen en lugares concretos (saunas, clubs o domicilios particulares). Estos
encuentros pueden ser en parejas, tríos o, más comúnmente, grupales y es habitual
que se prolonguen varias horas o días. El contacto entre los participantes se realiza
generalmente a través de internet, aunque no necesariamente se utilizan
aplicaciones móviles para buscar o invitar a más usuarios. Los organizadores en
algunos casos hacen uso de sus agendas personales para convocar a otros hombres,
a quienes se conocieron en otros encuentros (Sanz 2020).

Uno de los principales problemas para establecer intervenciones prioritarias de


política de salud para chemsex es la falta de datos epidemiológicos disponibles
sobre el tema. Se deben emprender acciones sociales para derribar las barreras que
existen actualmente entre los consumidores de drogas de chemsex para acceder a
los servicios, incluida la vergüenza y el estigma que a menudo se asocian con el
consumo de drogas. Se requieren recursos más específicos para enfrentar altos
riesgos de infecciones y transmisión del VIH en personas bisexuales y homosexuales
que padecen SUID: sexo bajo la influencia de drogas (Giorgetti R. et. al 2017).

Es así que el personal de salud especialista en adicciones, tendría que prepararse


también en el tema del respeto a los derechos humanos, específicamente de la
comunidad LGBT, quienes en muchas veces no se acercan a servicios de salud por

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el estigma social asociado a su condición, a la cual se agrega en algunos casos el ser


portador de VIH, así como el consumo de drogas; por lo que temor a ser
discriminado crece, ocasionando que la salud física y mental de estas personas,
queda sin ser atendida. Prácticas como el chemsex plantean entonces un reto en
materia de la prevención y tratamiento de las adicciones, a las instituciones
encargadas de dicha tarea.

2. Objetivo del módulo

Determinar la relación entre el consumo de drogas y las prácticas sexuales de riesgo,


analizando propuestas de intervención profesionales, sin estigma ni discriminación.

3. Prácticas sexuales no normativas/traumáticas


(Fisting, bareback, chemsex, bugchaising)

El uso de drogas recreativas en el colectivo de hombres que tienen sexo con


hombres (HSH) no es en absoluto reciente. Las drogas han sido tradicionalmente
utilizadas en contextos de diversión nocturna, en locales de ocio, como un elemento
más de desinhibición conductual, siendo esta realidad aplicable también para la
población heterosexual. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un
cambio importante en estos patrones de consumo de drogas, tanto en el tipo de
sustancias utilizadas como en los escenarios donde se produce el consumo y el
significado que se da al mismo. Así, se viene observando una nueva tendencia de
consumo de drogas asociadas con la actividad sexual. Este fenómeno, denominado
“chemsex” en inglés (combinación de la abreviatura de chemicals y sex), consiste en
el consumo de drogas psicoactivas antes o durante la actividad sexual.

Estas prácticas pueden realizarse tanto en fiestas de sexo en casas privadas como
en locales comerciales de sexo (clubs de sexo, saunas). Pueden ser fiestas de sexo
en grupo, pero no necesariamente. También pueden utilizarse en pareja. Estas
fiestas de sexo en grupo en ocasiones son organizadas a través de apps (como por
ejemplo el Scruff o Grindr), o por invitación entre amigos o conocidos. Estas

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prácticas se asocian a un aumento del riesgo de infección por VIH y otras infecciones
de transmisión sexual (ITS), así como a un incremento de los problemas de salud
mental y de drogodependencia entre algunas de las personas que las realizan.

En este sentido algunos autores han encontrado que los jóvenes aprenden a
manejarse con los riesgos y a valorar más las ventajas que les aporta el consumo
que los posibles problemas. Se ha explorado la relación de los jóvenes con los
contextos recreativos, la música, su grupo de iguales, sus motivaciones para salir y
se ha constatado la necesidad de consumir alcohol y otras drogas para involucrarse
rápidamente en la diversión, estar activos durante muchas horas, así como
integrarse y comunicarse. Así mismo, se ha observado que en estos contextos los
jóvenes tienden a buscar un placer inmediato y sin vínculos emocionales; esto es,
un tipo de experiencia que ellos definen como sexo del momento, “sexo
instantáneo”, en que las drogas son valoradas como una vía que ayuda a tener
acceso y a “mejorar la experiencia (Fernández C., Rodríguez S., Pérez B., Córdova A.
2016).

De acuerdo con estos autores, aunque los jóvenes tienden al policonsumo de


sustancias dentro de los contextos recreativos, el alcohol sigue ocupando un lugar
central en estos espacios. A este respecto, Castaño y colaboradores (2013) señalan
que el alcohol es la sustancia de mayor consumo y la que más influencia tiene sobre
la conducta sexual de los jóvenes, pero también refieren los usos de marihuana,
cocaína, poppers (nitritos), éxtasis y heroína con fines sexuales, los cuales van desde
reducir la inhibición, incrementar la excitación, aumentar el placer y prolongar la
relación, hasta evitar la eyaculación precoz, como sucede con la heroína. (Fernández
C. et al. 2016).

Bellis y colaboradores (en Fernández C. et al. 2016) estudiaron algunos de los riesgos
sexuales asociados con el consumo de alcohol y otras drogas, encontrando que los
jóvenes que se habían emborrachado alguna vez durante las últimas cuatro
semanas reportaban con mayor frecuencia haberse involucrado con cinco o más
parejas sexuales sin utilizar condón, así como haber tenido, durante los últimos doce
meses, relaciones sexuales bajo el efecto de alcohol o drogas, experiencia de la que
posteriormente se arrepintieron. El consumo de sustancias como cannabis, cocaína
y éxtasis se asoció con tener más de cinco parejas sexuales en los últimos doce
meses; así como haber tenido sexo sin protección y experiencias sexuales bajo el
efecto del alcohol o de alguna droga, de las que se arrepintieron posteriormente. Así

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mismo, el intercambio de sexo por drogas estuvo fuertemente asociado con el uso
regular de cocaína y éxtasis.

En cuanto al chemsex, las principales sustancias que han experimentado un


aumento de consumo son las drogas sintéticas como la metanfetamina cristalizada
(conocida como tina o crystal meth), γ-hidroxibutirato (GHB), γ butirolactona (GBL)
y mefedrona, aunque otras drogas como la cocaína, ketamina, speed, éxtasis o
MDMA pueden ser utilizadas también en contextos de chemsex. Los motivos para
el consumo pueden ser diversos: aumentar la libido, intensificar o potenciar el placer
sexual, facilitar la desinhibición, prolongar la duración de las sesiones de sexo,
facilitar ciertas prácticas sexuales que podrían ser dolorosas (por ejemplo la
introducción del puño en el ano y recto, práctica llamada fisting), búsqueda de
conexión con otros (sensación de pertenencia a grupo), búsqueda de intimidad
emocional (especialmente en sesiones uno a uno), o aliviar estados disfóricos como
estrés, ansiedad y depresión (Coll, J. y Fumaz, C.R. 2016).

El asunto es que aun cuando en la mayoría de los casos, la mayoría de los


practicantes de chemsex, inician el consumo por curiosidad, y siempre en relación
al sexo, muchos de ellos terminan desarrollando algún trastorno por consumo de
sustancias, una adicción, la cual en muchos casos termina por sustituir al binomio
consumo de drogas y sexo, a pasar únicamente al consumo de la sustancia que ha
“enganchado” al usuario, sin entablar ya una relación sexual, pues la dependencia a
la droga se ha instaurado.

La adicción o dependencia a sustancias de abuso, según la Organización Mundial


de la Salud (OMS), es una enfermedad cerebral que provoca la búsqueda y uso
compulsivo de la droga, a pesar de las consecuencias adversas que ésta provoque
(Méndez M., Romero B., Cortés J., Ruiz A. y Prospéro O. 2017).

Sentir placer cuando llevamos a cabo conductas que son críticas para nuestra
existencia nos motiva a repetirlas. A nivel neurobiológico, el placer se produce
porque disponemos de un sistema cerebral que nos permite experimentarlo, el cual
fue descubierto en 1954 por James Olds y Peter Milner. Los investigadores
implantaron en las ratas un electrodo para estimulación eléctrica en la zona cerebral
que ahora conocemos como sistema de motivación y recompensa o de
reforzamiento. Ahora sabemos que la sensación placentera que experimentamos al
llevar a cabo conductas como comer, beber o tener sexo es regulada por diversos
sistemas. El más estudiado es el sistema de Olds y Milner, el sistema de motivación

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y recompensa, que está anatómicamente constituido por neuronas


dopaminérgicas agrupadas en la llamada área ventral tegmental (AVT). Estas
neuronas del AVT proyectan al núcleo accumbens (NAcc) y a la amígdala (AMI),
constituyendo la vía mesolímbica, y a la corteza prefrontal (CPF) constituyendo la
vía mesocortical, en donde la dopamina ejerce su acción sobre los receptores
dopaminérgicos D1 y D2 expresados en las neuronas del núcleo accumbens y sobre
terminales glutamatérgicas que llegan de otras estructuras, como la CPF y la AMI.
Cabe señalar que no son las únicas vías dopaminérgicas en el cerebro, pero sí las
importantes para el sistema de motivación y recompensa (Méndez M. et al 2017).

Este mismo sistema es activado por drogas de abuso (a las drogas las llamamos
reforzadores vacíos, porque no responden a una necesidad homeostática). A
diferencia de los reforzadores necesarios, las drogas de abuso activan intensamente
al AVT, promoviendo una mayor liberación de dopamina y facilitando una mayor
sensación placentera. Estas sustancias afectan al sistema de motivación y
recompensa, generando una liberación masiva de dopamina asociada al consumo
y una reducción en su liberación, incluso por debajo de la liberación basal al cesar el
consumo. Durante la abstinencia del consumo de la droga se manifiesta esta
reducción en la liberación de dopamina, que se ha relacionado con el estado de
ánimo disfórico que afecta al usuario, que puede ser craving o síndrome de
abstinencia y que frecuentemente lo obliga a consumir la sustancia de nuevo.

Es decir, hay que entender que en muchos casos, el chemsex, puede ser la puerta
de entrada para desarrollar una adicción, pues el sistema de recompensa del sujeto
se ha visto afectado, a introducir reforzamientos químicos externos, que han
alterado el equilibrio de dicho sistema, y lo que antes le producía placer, justo como
comer o tener relaciones sexuales, ha dejado de producirlo, pues la droga ha
generado una sobre recompensa por decirlo de alguna manera, a la cual el cerebro
se niega a renunciar, provocando la repetición de la conducta. Por ello la
importancia de una conceptualización de salud pública en estos fenómenos
sociales.

Las drogas utilizadas en este contexto presentan además otros riesgos potenciales
asociados a su uso, que pueden agruparse en distintas categorías: prácticas
sexuales de riesgo (relaciones sin preservativo entre parejas sexuales
serodiscordantes en las que la persona con VIH no está en tratamiento o presenta

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una carga viral detectable, o con una ITS reciente); trastorno por consumo de
sustancias (los efectos sobre el SNC de estas drogas pueden variar desde cuadros
leves de ansiedad, agitación, depresión, hasta cuadros psiquiátricos más serios,
como trastornos psicóticos, tanto agudos por consumo puntual como por consumo
crónico, con la aparición de agresividad, alteraciones de la conducta, alucinaciones
visuales y/o auditivas, paranoia.

Otros problemas se derivan del potencial adictivo de estas drogas. En el caso de


metanfetamina y mefedrona se puede generar una importante dependencia
psicológica, que puede retroalimentarse al continuar usándose después de las
sesiones de sexo con la finalidad de contrarrestar el “bajón” posterior, o para poder
continuar con su actividad laboral después de una larga sesión de chemsex);
interacciones farmacológicas (aunque no existen estudios en humanos, hay un
riesgo potencial de interacción con los inhibidores de la proteasa o de la integrasa
potenciados con ritonavir o cobicistat, que podrían aumentar las concentraciones
de metanfetamina, mefedrona, MDMA y GHB o GBL, provocando así un aumento
de toxicidad. La utilización conjunta de inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 y
poppers puede provocar hipotensión, que en algunos casos podría ser grave); y con
respecto a la adherencia al tratamiento retroviral, un estudio publicado en 2012 halló
que las personas infectadas por el VIH y con un diagnóstico de dependencia/ abuso
de metanfetamina tenían una adherencia a su tratamiento antirretroviral
significativamente más baja que los no adictos (Coll J. y Fumaz, C.R. 2016).

Además, se ha demostrado que la actividad sexual durante un período prolongado


bajo la influencia de las drogas chemsex puede provocar un traumatismo rectal o
abrasiones del pene y un aumento significativo del riesgo de transmisión de
enfermedades de transmisión sexual, especialmente en el caso de relaciones
sexuales sin condón, que son frecuentes en este contexto, lo que representa una
grave amenaza para la salud (Giorgetti R et. al 2017).

Otro de los efectos problemáticos asociados al chemsex, es que los usuarios


reportan incapacidad para poder establecer sexo sobrio, es decir sexo sin consumo
de drogas, pues la asociación entre ambas conductas se ha establecido a un nivel
en el que la persona sufre efectos psicológicos y físicos que le imposibilitan
prácticamente el poder sostener relaciones sexuales si es que no ha consumido
alguna sustancia.

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Uno de los subgrupos que con mayor frecuencia se puede encontrar en el ámbito
del chemsex son aquellos que practican slamming, que consiste de igual manera
en combinar sexo y drogas, pero en este caso la vía de aplicación de las sustancias
es específicamente por vía intravenosa, lo que potencializa el riesgo de infección por
virus transmitidos por sangre, como el VIH, hepatitis B y C, sobre todo al compartir
material de inyección.

En inglés, la palabra slamming es un eufemismo de “inyectar”. Las drogas con las


que se suele hacer slamming son tina y mefedrona, aunque hay algunos hombres
que la hacen también con MDMA o cocaína. Se suele hacer con jeringuillas para
diabéticos, droga disuelta en suero fisiológico e inyectársela en vena, músculo o
debajo de la piel. El efecto es casi inmediato (entre 15 y 30 segundos) y potente.

Hacer slamming puede involucrar varios riesgos para la salud: Generar abscesos si
la piel en donde se inyecta tiene alguna bacteria. Compartir jeringas con aguja
contribuye a la transmisión de enfermedades como VHB, VHC y el VIH. Si hay una
burbuja de aire, puede viajar dentro de las venas hacia el corazón y provocar que el
corazón deje de latir. Si la droga contiene algún contaminante, este también será
inyectado directamente dentro del torrente sanguíneo. (Fernández-Dávila, P. 2016).

Otra forma en que se puede hacer uso de sustancias psicotrópicas es por medio del
Booty Bumping o rectal; la sustancia entra en el torrente sanguíneo a través de los
capilares subsuperficiales en la membrana mucosa que recubre el recto y el colon.
La absorción en el torrente sanguíneo se produce gradualmente en comparación
con fumar o slamming. El efecto es menos poderoso, aunque la cantidad absorbida
es mayor que si se inhala o fuma.

En este tema, no se puede obviar la presencia constante de las siglas VIH, y es que
el Virus de la Inmunodeficiencia Humana adquirida aparece constantemente en los
relatos de quienes mezclan drogas con sexo. Es decir, otros de los subgrupos que
participan en dicha práctica son personas portadoras de VIH. Una de las principales
razones de esto, es que dicha población expresa estar cansada del estigma y
rechazo que implica el expresar ser cero positivo, por lo que una actividad como el
chemsex, abre para ellos un espacio de anonimato en muchos sentidos, en donde
no se sienten obligados a hablar de su condición, pues a prácticamente nadie le
interesa si alguien es cero positivo. Lo que no habría que ignorar, es que tampoco
hay interés por las otras dimensiones de la personalidad de quienes participan en
las sesiones de chemsex, es decir, las personas acaban convirtiéndose en una

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especie de objetos que, junto con la droga, están sólo para proveer placer, por lo que
la aparición de un vínculo psicosocial de mayor profundidad, prácticamente no
tendría lugar.

Atendiendo a aquellos pacientes infectados por el VIH que practican chemsex;


existe una mayor incidencia de contagios de todas las ITS. Esto parece estar
asociados con las prácticas de riesgo, ya que estas drogas supone un factor
determinante para desinhibir y provocar una hipersexualidad, lo cual facilitaría
sesiones con múltiples parejas, más largas y prácticas sexuales de mayor riesgo,
mala adherencia al tratamiento antirretroviral por los efectos derivados del
consumo de drogas (como pérdida de la noción del tiempo), e interacciones
farmacológicas relevantes entre las drogas recreativas y los fármacos utilizados
como TAR, que comprometen la seguridad del paciente al aumentar la
concentración de drogas en el organismo, y su toxicidad (Losilla B., López M.,
Espadafor B. y López M. 2019).

Los riesgos del consumo de drogas se intensifican para la población portadora de


VIH, ya que además de la propagación de este virus y de otras enfermedades de
transmisión sexual, está el peligro de sufrir alguna intoxicación provocada por las
sustancias psicoactivas, o por la interacción que éstas pudieran tener con los
medicamentos antiretrovirales que dichas personas consumen, como se observa en
la siguiente figura de Garín (2016).

Existe otro grupo denominado como bugchasers o cazadores del bicho. Son
aquellos que están en la búsqueda de ser infectados de VIH (Virus de la
Inmunodeficiencia Humana); dicho fenómeno surgió alrededor de los años
noventa, principalmente en los Estados Unidos de Norteamérica y es actualmente
una práctica que está creciendo en muchos países. Todo inicia por lo general en
foros online o aplicaciones de encuentros sexuales entre gays, donde tras un
seudónimo, aquel que quiere contraer el virus, pide recibir ese “regalo”, tal como le
llaman al VIH. Por lo regular en estos espacios se organizan fiestas, donde se
entablará relaciones sexuales grupales y sin protección, con el fin de adquirir el virus.

Los motivos pueden ser muchos, el principal que mencionan los asistentes es que
están hartos tener relacionales sexuales con miedo, de sentirse perseguidos por el
fantasma del VIH, sobre todos aquellos que empezaron su vida sexual activa en la
década de los ochentas y noventas cuando el sida apareció, lo que permeó su vida

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sexual de mucha ansiedad y estrés, debido además de la enfermedad, al grave


estigma que se dirigió inmediatamente a la comunidad gay.

Por otro lado, existe otro subgrupo en la población practicante de chemsex,


compuesto por personas que no son portadoras de VIH, y que expresan cierto nivel
de percepción de riesgo al respecto. Estas personas en una aparente conducta de
autocuidado, recurren a la profilaxis post-exposición (PEP), es decir, el tratamiento
antirretroviral que se puede dar hasta las 72 horas de la práctica de riesgo, con
prioridad en las primeras 24 horas (Redondo, Picazo, Docavo y del Castillo 2018). Sin
embargo, es importante decir que la PEP, sólo puede incidir en la evitación de un
posible contagio de VIH, lo que no significa que la persona esté protegida de la
exposición a las demás enfermedades de transmisión sexual que existen, ni de los
daños que el consumo de drogas genera en su organismo.

4. Combatir el estigma de la asociación entre las


Infecciones de Transmisión Sexual, el uso de
sustancias y las enfermedades mentales

Un estigma sucede cuando alguien señala a otra persona de manera negativa por
alguna característica distintiva o por un rasgo personal que se considera una
desventaja, esto es, un estereotipo.

El estigma asociado a la enfermedad mental es el principal obstáculo para la


prestación de atención a personas con este trastorno. Además, en las infecciones de
transmisión sexual (ITS) y en el uso de sustancias, también se involucra el estigma.

El estigma marca a aquellas personas que están enfermas, al que es señalado y a


sus familias a través de generaciones, en la sociedad, en las instituciones que
brindan tratamiento, en la necesidad de usar tratamientos. Además, a partir del
estigma, aumentan los riesgos. La falta de confianza y las consecuencias sociales del
estigma alejan a las personas de la atención. La exclusión y el estigma también
marcan a la comunidad y los responsables de la toma de decisiones en materia de
salud ven a personas con enfermedades mentales como minoría. A esto, las
infecciones de transmisión sexual y el uso de sustancias, como parte de una

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consecuencia del ejercicio de la voluntad, lo que resulta en la renuencia a invertir


recursos en el cuidado de estas áreas de la salud.

El estigma conduce a la discriminación en la prestación de servicios y a la


complicación derivada de esto. Es importante hablar abiertamente de cualquier
condición de salud, identificar y tomar una posición a favor de la igualdad, de las
personas y en contra del estigma. Es importante referirnos a la persona y no a la
enfermedad, brindar apoyo e información basada en las evidencias y consensos no
solo a las personas que cursan con estas enfermedades con fin de empoderarlos,
sino a los servidores y a tomadores de decisiones para la correcta planeación del
sistema de salud.

5. Consecuencias de los estigmas psicosociales y


discriminación en la salud y cómo combatirlos

En la actualidad, existen potencialmente muchas más substancias disponibles que


tengan efectos sobre el sexo que en cualquier otra época. Además, acceder a ellas
es relativamente fácil y el conocimiento de sus efectos está muy extendido. Sin
embargo, a pesar de esto y de los cientos de años que llevan conociéndose los
vínculos entre sexo y consumo de drogas, la mayoría de los enfoques que tratan de
resolver el deterioro de la salud sexual (por ejemplo, las enfermedades de
transmisión sexual y los embarazos no deseados) o el aumento en los niveles de
consumo de droga y alcohol siguen tratando ambos problemas como si fueran
independientes.

Es así que habría que diseñar modelos de intervención para el binomio consumo de
drogas y prácticas sexuales de riesgo, no de forma aislada como muchas veces pasa
en el sistema de salud, si no de manera integrar, pues ambos elementos están
interactuando de forma permanente en una sola persona.

Uno de los enfoques que más se ha utilizado en el contexto del chemsex es el


modelo de reducción de daños, dado que como se explicó anteriormente, la
mayoría de los practicantes no problematizan su consumo al considerarlo
puramente recreativo. En este sentido es importante considerar que aun en el
consumo de sustancias, se pueden tener medidas de autoprotección sanitarias, que

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ayuden a minimizar los riesgos y consecuencias asociados a esta práctica, ya que un


enfoque de salud pública, no debe dejar fuera a ninguna persona, y por supuesto
menos a aquellas que se exponen a prácticas sexuales de riesgo y consumo de
drogas.

Durante muchos años, gobiernos e instituciones se enfocaron primordialmente en


la búsqueda de un mundo sin drogas por medio de la prohibición y la
criminalización del consumo (disminución de la oferta o guerra contra el
narcotráfico); sin embargo, las acciones de ese enfoque están más vinculadas con el
enfrentamiento al crimen organizado que con la atención de la salud.
Afortunadamente la evolución de los modelos de tratamiento se ha dirigido a
formas de intervención basadas en derechos humanos, leyes nacionales, sustento
científico, costo-efectividad, y un enfoque en el cuidado de la salud.

Al ir cambiando el enfoque de las drogas a las personas, se hizo notoria una


población omitida por las políticas en materia de drogas; personas que no dejan de
consumir y/o que no acuden a buscar tratamiento. El reto era ayudarles a proteger
su salud; para lograrlo, un grupo de medidas sanitarias y sociales se empezaron a
unir conceptualmente y a compartir objetivos, como resultado se delimitó lo que
con el tiempo se nombró Enfoque o Modelo de Reducción de Daños (Bosque-Prous
M., Brugal M. 2016).

La Reducción de Daños (RD) es el conjunto de políticas, programas e intervenciones


que buscan minimizar las consecuencias adversas en la salud individual o bienestar
social derivadas del consumo de sustancias psicoactivas legales o ilegales (Bosque-
Prous M., Brugal M. 2016).

El campo de acción de la RD ha crecido, y se empieza a consolidar como un nuevo


paradigma que busca aminorar las consecuencias del consumo de drogas legales
e ilegales. Treinta millones de personas en el mundo tienen un consumo de drogas
de alto riesgo (se inyectan o utilizan la droga diariamente) como resultado se
registran 450,000 muertes prematuras cada año. Un porcentaje de esas muertes
pueden evitarse con RD utilizando por ejemplo el programa de intercambio de
jeringas, y hay que recordar que dentro del contexto del chemsex, hay quienes
practican slamming, por lo que este tipo de programas para evitar que compartan
jeringas, es de suma importancia.

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El enfoque de RD plantea que la abstinencia no es la única meta con las personas


que tienen un trastorno por uso de sustancias, brindar una consejería para pasar de
consumir varias drogas a sólo consumir una; o prevenir riesgos como el contagio de
VIH y Hepatitis, son dos alternativas valiosas de RD muy accesibles a la mayoría de
los profesionales de la salud.

Bosque-Prous y Brugal identifican en 2016 cuatro tipos de intervenciones que


cuentan con evidencia científica de que funcionan y son costo-efectivas:

 Los programas de intercambio de jeringas: evitan la reutilización de jeringas


viejas y permiten disminuir los daños derivados de drogas inyectables. Estos
programas, trabajan generalmente con personas que viven en la calle o en
condiciones de vulnerabilidad extrema. En 2014, 90 países y regiones habían
implementado este programa con diferentes grados de cobertura.

 El tratamiento de mantenimiento con agonistas opioides: consiste en el


suministro constante de un fármaco, principalmente la metadona, para evitar
el síndrome de abstinencia derivado del consumo de heroína. Hay una fuerte
evidencia científica que indica que estos programas reducen los
comportamientos relacionados con la infección por VIH y por los virus de la
hepatitis B y C. En 2014, 80 países y regiones habían implantado este
tratamiento.

 Las salas de consumo supervisado: son espacios controlados por profesionales


de la salud cuyo objetivo es evitar las sobredosis y brindar otros servicios para
el cuidado de la salud y la reinserción social. Este tipo de instalaciones ha
demostrado mejorar el entorno local, al reducir el consumo en lugares
abiertos. En 2014 estaban activas 88 salas de consumo supervisado en
diferentes ciudades de ocho países (Alemania, Australia, Canadá, Dinamarca,
España, Noruega, Países Bajos y Suiza).

 La reducción de sobredosis mediante iguales: es una capacitación que


reciben los consumidores de drogas. Estos programas se han dirigido
principalmente a consumidores de heroína, los cuales además de recibir
información también se les provee de Naloxona, fármaco utilizado para
atender una sobredosis. Estos programas han mostrado su eficacia en el
tratamiento de sobredosis aguda por opiáceos; se ha observado que esta
intervención puede reducir la mortalidad anual por sobredosis de 10 a 20%.

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Módulo 8 Reducción de riesgos en el consumo de drogas asociado a prácticas sexuales

El aumento significativo en el uso de drogas chemsex entre los HSH en el SHCS y la


fuerte asociación con las coinfecciones y la depresión, resalta la necesidad de
programas de reducción de daños adaptados a los HSH. Según nuestros resultados,
mejorar el conocimiento sobre las drogas recreativas es importante para todos los
profesionales de la salud que trabajan con personas que viven con el VIH (Hampel
B. et. al 2018).

Hay que considerar además que en población que practica chemsex, muchos
usuarios no tienen contacto con los servicios de salud, excepto en situaciones
puntuales, como cuando presentan alguna ITS, o acuden a urgencias por cuadros
de toxicidad o sobredosis, o para recibir profilaxis post-exposición del VIH. Es en
estos momentos cuando es fundamental efectuar estas preguntas sin ningún tipo
de actitud juzgadora o inquisidora (hay que considerar la doble y hasta triple
estigmatización, gay, consumidor de drogas y/o VIH+ que padece dicha población),
por lo que saber cómo abordar el tema de manera adecuada, es esencial.

Además, hay que considerar la culpa y vergüenza asociada a estas prácticas, lo cual
opera como una barrera para el acceso a servicios de salud. Por ejemplo, en un
estudio realizado en Londres a hombres homosexuales, aunque una proporción
significativa de hombres había experimentado una variedad de daños físicos y de
salud mental, pocos habían accedido al apoyo profesional por temor a ser juzgados
o preocupados por la experiencia en chemsex (Bourne A. et. al. 2015).

Es decir, lo que se busca con la implementación de las estrategias de Reducción de


Daños es dar visibilidad a una parte de la población atendida, que aún no puede o
quiere dejar el consumo, pero que no por ello, deban ser sujetos de exclusión de los
procesos de tratamiento, sino que por el contrario, puedan aprender estrategias de
autocuidado aún en el contexto del consumo, tales como el no combinar drogas, no
usar jeringas previamente usadas, usar preservativo, etc.; siempre haciendo énfasis
en que el tratamiento está disponible para ellos en el momento que así lo requieran,
es decir, proveer a los usuarios de drogas de información asociada a su consumo, no
es excluyente de un constante trabajo de sensibilización, para que en algún
momento decidan iniciar un tratamiento para su adicción.

6. Filias y parafilias: definición, tipos y


características

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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

La conducta sexual humana comprende una compleja interrelación entre


determinados factores, desde los más puramente biológicos, con intención
reproductiva, a los psicosociales (culturales, personalidad, circunstancias vitales),
adquiridos desde la aparición del hombre como especie. La conducta sexual, al igual
que el comportamiento humano, es plural y compleja, por lo que no es fácil
delimitar el concepto de normalidad. Su distinción es un tanto arbitraria y
generalmente presupone juicios de valor en uno u otro género.

La mayoría de pacientes con conductas sexuales atípicas no padecen una


enfermedad mental.

Las parafilias implican la excitación sexual ante objetos, situaciones y/o destinatarios
atípicos (p. ej., niños, cadáveres, animales). No obstante, algunas prácticas sexuales
que parecen inusuales a otras personas o a algún personal sanitario no constituyen
un trastorno parafílico simplemente porque sean inusuales. Las personas pueden
tener intereses parafílicos, pero no cumplen los criterios para un trastorno parafílico.

Los patrones de excitación sexual no convencionales en las parafilias se consideran


trastornos patológicos sólo cuando ambas de las siguientes características aplican:

 Son intensos y persistentes.

 Provocan una angustia o un deterioro significativo en las áreas social, laboral


o de otras áreas importantes de funcionalidad, o dañan o tienen el potencial
de dañar a otros.

El patrón de la excitación erótica suele estar desarrollado antes de la pubertad.

Se han descrito múltiples parafilias, la mayoría poco frecuentes o raras. Las más
frecuentes son:

 Pedofilia

 Coprofagía, escatofagia o escatofilia

 Voyeurismo

 Trastorno travestista

 Exhibicionismo

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Módulo 8 Reducción de riesgos en el consumo de drogas asociado a prácticas sexuales

 Otros incluyen masoquismo sexual y sadismo sexual

7. Consumo de sustancias en el trabajo sexual

Históricamente, el trabajo sexual ha existido desde épocas antiguas, ligado al


intercambio de algún bien o protección a cambio de sexo o el brindar placer sexual.
En la actualidad, el trabajo sexual se puede presentar de forma urbana (en las calles)
es la más frecuente o por el uso de recursos digitales como en páginas de internet
dedicadas a la “compañía”; sin embargo, aunque es sumamente penalizada e ilegal
por atentar contra las garantías individuales de las personas, la trata forzada y el
tráfico de mujeres e infantes es una práctica común en muchos países.

El trabajo sexual ha aumentado y diversificado en los últimos años debido entre


otros, a los problemas económicos, la migración, la modernización tecnológica, la
expansión de la industria del sexo y de la pandemia por la COVID-19.

La escasez de oportunidades que prevalece actualmente en la ciudad de México


aunada a la desigualdad social que afecta a la mayoría de las personas habitantes,
ha generado la existencia de amplios sectores sociales que construyen estrategias
de sobrevivencia a través de actividades que se desarrollan al margen de la
economía informal, tal es el caso del trabajo sexual.

En dicha práctica, contrae en muchos de los casos altos factores e indicadores de


desarrollo y/o aumento de la ansiedad, el estrés y la depresión en las personas que
lo ejercen como de desarrollo económico. Se ha observado que existe una relación
entre el trabajo sexual y el consumo de sustancias como forma de afrontamiento
ante las situaciones de estrés, ansiedad y depresión.

Las estrategias para el afrontamiento del estrés se pueden dividir en tres tipos:

 Adaptativas: Planificación y afrontamiento activo, búsqueda del apoyo social,


concentrar esfuerzos para resolver la situación, reinterpretación positiva y el
crecimiento personal.

 Desadaptativas: Negación, abandono de esfuerzos de solución, refrenar el


afrontamiento, uso del alcohol y las drogas.

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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

 Neutras: Religión, humor, centrarse en las emociones y el desahogo,


aceptación, actividades distractoras, evadirse.

Se puede observar que el consumo de sustancias es una estrategia desadaptativa


para la persona y con consecuencias que le pueden llevar a mantener o incluso
empeorar la situación psicoemocional.

Resultados demostrados por la OMS a través del desarrollo, implementación y la


aplicación de la prueba “The Alcohol, Smoking and Substance Involvement
Screening Test (ASSIST)” (1997), a personas que ejercer el trabajo sexual, arrojaron
que las sustancias consumidas antes, durante o después de realizar el trabajo sexual
son:

 Tabaco

 Alcohol

 Cannabis

 Cocaína

 Estimulantes (tipo anfetamina, inhalantes, sedantes o pastillas para dormir


como las benzodiacepinas)

 Alucinógenos

 Opiáceos

8. Conclusiones

Ante un escenario tan complejo como el del consumo de sustancias, los modelos
de tratamiento deben buscar adaptarse a nuevos perfiles de consumidores de
drogas, ya que en el contexto del chemsex se requiere de intervenciones diseñadas
específicamente para personas de la comunidad LBGT que no problematizan su
consumo al considerarlo puramente recreativo. Se debe considerar también que
sus vínculos son a través de las redes sociales, lo que agrega un factor de anonimato
e incluso de poder mostrar una imagen muy distinta a lo que verdaderamente se

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Módulo 8 Reducción de riesgos en el consumo de drogas asociado a prácticas sexuales

está viviendo; y por último, que muchos de los participantes son portadores de VIH,
que cansados del estigma asociado a esta enfermedad, recurren a estas prácticas
como una forma de evadir el rechazo y en algunos casos la depresión y/ansiedad
asociadas a esta condición.

Las organizaciones comunitarias pueden desempeñar un papel importante en la


detección de problemas asociados al chemsex y en su abordaje, ya que en muchos
casos es más fácil que entren antes en contacto con estas organizaciones que con
los servicios de salud (por ejemplo, para realizarse el test de VIH o cribado de otra
ITS, o para solicitar información).

Para abordar adecuadamente el chemsex, primero, hay que entenderlo, y el


entendimiento pasa por preguntarle directamente a la población por lo que hace,
piensa y siente sobre su práctica. El chemsex es, ante todo, un fenómeno psicosocio-
cultural, y no puede tener sólo una mirada parcial (médica/clínica, adicción,
psiquiátrica, etc.). La mirada de la propia comunidad debe de ser incluida en el
diseño de cualquier propuesta de investigación o intervención. Las organizaciones
comunitarias que trabajan desde y para la comunidad LGTB+ promueven y facilitan
la participación de la comunidad en la detección de necesidades, la creación de
estrategias de respuesta y la toma de decisiones sobre la implementación de las
mismas. Para las organizaciones LGTB+ que trabajan directamente con el colectivo
y que tienen la experiencia y los conocimientos acumulados sobre este aspecto,
resulta frustrante que no se les tenga en cuenta, porque, precisamente, uno de sus
roles es el ser puente entre la población con la que trabajan y otras instancias de la
sociedad civil, incluidos los organismos gubernamentales (Fernández-Dávila, P.
2018).

El abordaje de los problemas asociados al chemsex requiere un enfoque


multidisciplinario (profesionales sanitarios, organizaciones comunitarias,
responsables de salud pública, autoridades políticas). Es necesaria además la
formación de los profesionales implicados, con el objetivo de familiarizarlos con
estas drogas, el contexto de su consumo, riesgos asociados y causas de estas
conductas. Esto porque es aconsejable realizar una anamnesis, preguntando sobre
actividad sexual y prácticas de riesgo, antecedentes de ITS, consumo de drogas
durante el sexo, y en caso afirmativo tipo de drogas, frecuencia y vías de
administración, antecedentes de sobredosis, aparición de problemas relacionados
con su consumo. Todo ello sin una actitud moralizante o de juicio, sino con un

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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

enfoque de salud pública, que considere siempre, que aún en el contexto del
consumo de drogas, toda persona tiene derecho a la salud.

Es así que el personal de salud especialista en adicciones, tendría que prepararse


también en el tema del respeto a los derechos humanos, específicamente de la
comunidad LGBT, quienes en muchas veces no se acercan a servicios de salud por
el estigma social asociado a su condición, a la cual se agrega en algunos casos el ser
portador de VIH, así como el consumo de drogas; por lo que temor a ser
discriminado crece, ocasionando que la salud física y mental de estas personas,
queda sin ser atendida. Prácticas como el chemsex plantean entonces un reto en
materia de la prevención y tratamiento de las adicciones, a las instituciones
encargadas de dicha tarea.

9. Resumen

La asociación entre prácticas sexuales y drogas no es un concepto nuevo. No


obstante, en los últimos años, con la aparición de las denominadas “nuevas drogas”,
se ha intensificado entre algunos grupos de la población el consumo de drogas
sintéticas en el contexto del denominado “chemsex” o sexo químico.

Los encuentros de chemsex pueden durar varios días, en los cuales las personas
involucradas al encontrarse bajo los efectos de las sustancias mencionadas, pierden
el apetito y la necesidad de dormir, a lo que se suma el componente de
desinhibición sexual. Esto facilita la práctica de sexo sin protección, con más de una
persona, generando un evidente riesgo para los participantes, de contraer una
enfermedad de transmisión sexual como el Virus de la Inmunodeficiencia Humana
y la Hepatitis C. Es importante especificar que los principales participantes del
chemsex son hombres que tienen sexo con hombres (HSH).

Uno de los principales problemas para establecer intervenciones prioritarias de


política de salud para chemsex es la falta de datos epidemiológicos disponibles
sobre el tema. Se deben emprender acciones sociales para derribar las barreras que
existen actualmente entre los consumidores de drogas de chemsex para acceder a
los servicios, incluida la vergüenza y el estigma que a menudo se asocian con el
consumo de drogas. Se requieren recursos más específicos para enfrentar altos

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Módulo 8 Reducción de riesgos en el consumo de drogas asociado a prácticas sexuales

riesgos de infecciones y transmisión del VIH en personas bisexuales y homosexuales


que padecen SUID: sexo bajo la influencia de drogas (Giorgetti R. et. al 2017).

Es así que el personal de salud especialista en adicciones, tendría que prepararse


también en el tema del respeto a los derechos humanos, específicamente de la
comunidad LGBT, quienes en muchas veces no se acercan a servicios de salud por
el estigma social asociado a su condición, a la cual se agrega en algunos casos el ser
portador de VIH, así como el consumo de drogas; por lo que temor a ser
discriminado crece, ocasionando que la salud física y mental de estas personas,
queda sin ser atendida. Prácticas como el chemsex plantean entonces un reto en
materia de la prevención y tratamiento de las adicciones, a las instituciones
encargadas de dicha tarea.

Las drogas han sido tradicionalmente utilizadas en contextos de diversión nocturna,


en locales de ocio, como un elemento más de desinhibición conductual, siendo esta
realidad aplicable también para la población heterosexual. Estás prácticas pueden
realizarse tanto en fiestas de sexo en casas privadas como en locales comerciales de
sexo (clubs de sexo, saunas). Pueden ser fiestas de sexo en grupo, pero no
necesariamente. También pueden utilizarse en pareja.

En cuanto al chemsex, las principales sustancias que han experimentado un


aumento de consumo son las drogas sintéticas como la metanfetamina cristalizada
(conocida como tina o crystal meth), γ-hidroxibutirato (GHB), γ butirolactona (GBL)
y mefedrona, aunque otras drogas como la cocaína, ketamina, speed, éxtasis o
MDMA pueden ser utilizadas también en contextos de chemsex. Los motivos para
el consumo pueden ser diversos: aumentar la libido, intensificar o potenciar el placer
sexual, facilitar la desinhibición, prolongar la duración de las sesiones de sexo,
facilitar ciertas prácticas sexuales que podrían ser dolorosas (por ejemplo la
introducción del puño en el ano y recto, práctica llamada fisting), búsqueda de
conexión con otros (sensación de pertenencia a grupo), búsqueda de intimidad
emocional (especialmente en sesiones uno a uno), o aliviar estados disfóricos como
estrés, ansiedad y depresión (Coll, J. y Fumaz, C.R. 2016).

Uno de los subgrupos que con mayor frecuencia se puede encontrar en el ámbito
del chemsex son aquellos que practican slamming, que consiste de igual manera
en combinar sexo y drogas, pero en este caso la vía de aplicación de las sustancias
es específicamente por vía intravenosa, lo que potencializa el riesgo de infección por

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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

virus transmitidos por sangre, como el VIH, hepatitis B y C, sobre todo al compartir
material de inyección.

El estigma sucede cuando alguien señala a otra persona de manera negativa por
alguna característica distintiva o por un rasgo personal que se considera una
desventaja, esto es, un estereotipo, cuando es asociado a la enfermedad mental es
el principal obstáculo para la prestación de atención a personas con este trastorno.
Además, en las infecciones de transmisión sexual (ITS) y en el uso de sustancias,
también se involucra el estigma.

El estigma conduce a la discriminación en la prestación de servicios y a la


complicación derivada de esto. Es importante hablar abiertamente de cualquier
condición de salud, identificar y tomar una posición a favor de la igualdad, de las
personas y en contra del estigma.

La Reducción de Daños (RD) es el conjunto de políticas, programas e intervenciones


que buscan minimizar las consecuencias adversas en la salud individual o bienestar
social derivadas del consumo de sustancias psicoactivas legales o ilegales (Bosque-
Prous M., Brugal M. 2016).

La conducta sexual humana comprende una compleja interrelación entre


determinados factores, desde los más puramente biológicos, con intención
reproductiva, a los psicosociales (culturales, personalidad, circunstancias vitales),
adquiridos desde la aparición del hombre como especie. La conducta sexual, al igual
que el comportamiento humano, es plural y compleja, por lo que no es fácil
delimitar el concepto de normalidad. Su distinción es un tanto arbitraria y
generalmente presupone juicios de valor en uno u otro género.

La mayoría de pacientes con conductas sexuales atípicas no padecen una


enfermedad mental.

Las parafilias implican la excitación sexual ante objetos, situaciones y/o destinatarios
atípicos (p. ej., niños, cadáveres, animales). No obstante, algunas prácticas sexuales
que parecen inusuales a otras personas o a algún personal sanitario no constituyen
un trastorno parafílico simplemente porque sean inusuales. Las personas pueden
tener intereses parafílicos, pero no cumplen los criterios para un trastorno parafílico.

Históricamente, el trabajo sexual ha existido desde épocas antiguas, ligado al


intercambio de algún bien o protección a cambio de sexo o el brindar placer sexual.

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En la actualidad, el trabajo sexual se puede presentar de forma urbana (en las calles)
es la más frecuente o por el uso de recursos digitales como en páginas de internet
dedicadas a la “compañía”.

En dicha práctica, contrae en muchos de los casos altos factores e indicadores de


desarrollo y/o aumento en los indicadores de la ansiedad, el estrés y la depresión en
las personas que lo ejercen como de desarrollo económico. Se ha observado que
existe una relación entre el trabajo sexual y el consumo de sustancias como forma
de afrontamiento ante las situaciones de estrés, ansiedad y depresión.

10. Glosario

Apps: Aplicación es una alternativa adecuada en español para referirse a app, un


acortamiento del término inglés application, que se utiliza para aludir a un 'tipo de
programa informático diseñado como herramienta que permite al usuario realizar
diversos trabajos'.

AVT: Área ventral tegmental, sistema de motivación y recompensa.

Bugchasers: Persona busca ser infectada por el VIH consciente y deliberadamente.

Chemsex: Consumo de drogas asociadas con la actividad sexual, esto es de manera


intencional, con fines recreativos, en búsqueda de intensificar el placer e
incrementar la duración de los encuentros sexuales.

Discriminación: Práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de


desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces no percibimos,
pero que en algún momento la hemos causado o recibido.

Estigma: Comportamiento, el rasgo o la condición que posee un individuo y que


genera su inclusión en un grupo social cuyos miembros son vistos como inferiores
o inaceptables.

Fisting: Práctica sexual traumática/no normativa, que consiste en introducir el puño


en la vagina o el ano. Es practicada tanto por personas heterosexuales y
homosexuales.

HSH: Hombre que tiene Sexo con otros Hombres.

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Reducción y Prevención de Daños y Riesgos Asociado al VIH, VHC y Consumo de Drogas

ITS: Infección de Transmisión Sexual.

LGBT: Lésbico, gay, bisexual y transexual.

Parafilias: Excitación sexual ante objetos, situaciones y/o destinatarios atípicos

Redes sociales: Estructuras formadas en Internet por personas u organizaciones


que se conectan a partir de intereses o valores comunes. A través de ellas, se crean
relaciones entre individuos o empresas de forma rápida, sin jerarquía o límites
físicos.

Reducción de daños: Conjunto de políticas, programas e intervenciones que


buscan minimizar las consecuencias adversas del consumo de sustancias
psicoactivas legales e ilegales.

Slamming: Consiste en combinar sexo y drogas, pero en este caso la vía de


aplicación de las sustancias es específicamente por vía intravenosa.

SNC: Sistema Nervioso Central

VHC: Virus de la Hepatitis C

VIH: Virus de la Inmunodeficiencia Humana

10. Referencias

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