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Ni las formas discordantes (ustedes [se vais]) ni las que mantienen la concordancia
como forma de cercanía (ustedes se van) pasan a la escritura, salvo en las personas
con poca instrucción.
No son muchas más las particularidades morfológicas del andaluz y los pocos rasgos
que se pueden señalar no suelen gozar de prestigio entre los propios andaluces: es lo
que sucede con el arcaísmo “fuera” en lugar de “hubiera”: “si yo fuera estado allí, no
fuera pasado esto”.
Este fenómeno, que se encuentra aún sin explicar, parece que no sobrepasa en
Andalucía de la población no instruida.
Lo mismo podría decirse del empleo arcaico de “haber” por “hacer”, o los usos de
“ser” o “estar” en construcciones como “habíamos muchos” o “semos a martes”.
En las hablas meridionales entre las que se encuentran las andaluzas, los pronombres
átonos de tercera persona se han mantenido, en general, con sus funciones
etimológicas, sin incurrir en los desajustes del leísmo no personal y del laísmo (¿qué la
pongo?; el coche ¿dónde le aparco?), fenómenos muy rechazados en Andalucía.
Con todo, bastante de los hechos que se suelen señalar como característicos de las
hablas andaluzas son incorrecciones más o menos extendidas también fuera de las
fronteras andaluzas. Algunos pueden ser tildados de vulgarismos generales: el empleo
de “caer” como verbo transitivo (la vas a caer), la utilización como imperativos de
“irse”, “sentarse”, “sentaros”, el creciente dequeísmo (creo de que), los usos de la
preposición “de” en lo “lo vi de venir”, “estoy deseando de llegar”, o “contra/contri
más”, el empleo del artículo antes de un nombre propio (la Mari), el orden “me se ha
roto”, el uso de “más nunca” o “más nadie”.
2- Sintaxis y construcción en el habla
Es muy difícil hablar de fenómenos sintácticos propios de las hablas andaluzas.
Las observaciones que se arrojan en muchos manuales se refieren, más bien, al
español coloquial en general (p. ej. La simplicidad, la economía, la afectividad o
expresividad).
Las observaciones que se analizan a continuación se refieren al nivel exclusivo del
habla (oralidad). Tradicionalmente, las gramáticas del español se han centrado en
proporcionar descripciones y explicaciones (lengua como código formal y abstracto),
mientras que se ha descuidado hasta hace poco tiempo, el estudio del habla coloquial
para observar cómo funciona y se usa una lengua como instrumento de comunicación
y de interacción social.
El tipo discursivo básico y más común: la conversación coloquial (ello ha supuesto no
solo redefinir las unidades de análisis, sino también el acercamiento entre disciplinas
como la filosofía, la psicología, la sociología, etc.).
El primero de los enunciados no se limita a dar dos informaciones (que, además sus
interlocutores ya poseían): sabe que el menú no agrada a sus interlocutores y no
parece que la charla de X les interese especialmente.
Esto se capta al vuelo por el segundo de los interlocutores, que hace una propuesta,
pero no simplemente de ir a “pasear” (la zona que menciona es conocida por su buen
pescado).
El tercero menciona a Manolo, porque sabe cocinar muy bien (no pretende que se una
a la paella).
Los gramáticos han tardado mucho en considerar el contexto y el papel que este juega,
junto con otros recursos; se han centrado en secuencias tenidas por normales como: Si
no apruebas, no te compro la moto.
Cuando tratamos una modalidad hablada como la andaluza, los procesos
contextualizadores y la situación no se pueden dejar al margen, pus son los que
marcan las diferentes explotaciones de las mismas construcciones o parecidas.
“Para ganar cuarenta mil pesetas, prefiero seguir en el PER (Plan de Empleo Rural).
Algunos estudios han rastreado la huella oral en textos escritos, sobre todo los
dramáticos, o las conversaciones que los escritores recrean en sus novelas;
actualmente, ya se hace uso de grabaciones para analizar de una forma más correcta y
directa el habla: negaciones que afirman (¡No te calles!), insultos amables (¡el hijo de
puta este, lo que sabe!).
Los usos hablados no responden, sin más, a simple falta de control estructural. Desde
el punto de vista diacrónico, no resulta sencillo rastrear muchos de los giros y
construcciones propios del habla, sencillamente porque no pasaban a la escritura.
Ejemplo: el uso de “por” con valor concesivo apenas aparece atestiguando antes del
siglo XV porque, probablemente, era rechazado por los que escribían “por mucho que
llores, no me vas a ablandar”.
Tampoco se pueden olvidar otros usos corrientes en el habla general que no aparecen
descritos en las gramáticas más tradicionales. El análisis de tales usos ayuda mucho a
describir las tendencias generales que se observan en la sintaxis de la lengua coloquial.
Ejemplo: el empleo de los relativos en el habla, que se apartan mucho de los usos
codificados y relegados al plano escrito de la lengua: “cuyo” casi no aparece en el
habla; casi no se usa “el cual”; “quien” solo se emplea como relativo personal para la
generalización compitiendo con “el que”.
No es probable, por último, que las hablas andaluzas presenten grandes discrepancias
en los recursos y procedimientos sintácticos más habituales. El estudio del español
coloquial está casi enteramente por hacer (análisis de la conversación coloquial).
Con todo, es posible que “los andaluces” destaquen por su agudeza y sus ocurrencias,
pero no parece que esa “expresividad” sea dueña de la sintaxis ni de esquemas
constructivos específicos. Parece ser, más bien, que lo que refuerza esa idea que se
tiene de los andaluces está en el empleo de abundantes clichés, expresiones fijas y
repetidas, fórmulas estereotipadas que se encuentran en numerosos vocabularios de
localidades y municipios.
Rara vez alguien que pregunta por una dirección recibirá una respuesta escueta; lo
más probable es que se le proporcione todo un plano dibujado con palabras y gestos:
- Usted coge esta calle y tira pa(ra) (ade)lante…; cuando llegue al primer cruce, no;
al segundo, tampoco; a tercer, tuerce usted pa(ra) l derecha.
- Así me gusta a mí viajar. Por la mañana, se levanta uno, se levanta uno, como uno
un poquillo… y pa(ra) (ade)lante; y parándose donde a uno le gusta.
Tal gusto por el exceso verbal y por los recursos no verbales no es sólo lúdico, sino que
cumple un claro papel socializador (uno de los objetivos más importantes del uso de la
lengua es comunicación humana).
a) No sé si te gusta la paella
b) ¡Que si me gusta la paella! ¡A quién no le gusta la paella!
No son simples tautologías, las inflexiones tonales y las pausas se encargan de reflejar
el complejo proceso de enunciación subyacente.
Con todo, parece que los hablantes no nos decidimos por unos determinados
esquemas constructivos exclusivamente por economía o comodidad, sino que las
motivaciones de determinados usos tienen que ver con el propósito y la eficacia de la
comunicación.
Otro ejemplo: se afirma que en la llamada pasiva refleja se prefiere la posposición del
sujeto (se venden pisos, se llama grúa, etc.); sin embargo, esas secuencias no
pertenecen a la lengua hablada (cuando se da esta construcción en el habla, lo normal
o frecuente es su anteposición):
Estos enunciados están modalizados no solo por el orden, también por el valor
generalizado del presente de indicativo y la configuración melódica.
Se explican sin perder de vista el tipo de discurso al que pertenecen. El sentido total no
resulta de la mera suma de los significados de los enunciados. En apariencia se
suceden sin trabazón y de forma incoherente.
To(do) está igual. Mira tú el tráfico. Yo no sé, desde luego, qué arreglo le pueden dar a
esto. To(dos) los días, los periódicos, venga muertos, venga muertos, venga muertos; y
na(da), que no hay quien lo arregle. Y ahora la droga ¿Tú te crees que pueden terminar
miles de criaturas como terminan?
Por tanto, son los rasgos prosódicos los que van estableciendo las unidades de
contenido y configuran el sentido de lo que se dice.
Otro ejemplo:
La pausa y la inflexión melódica sostenida final son claves para descifrar el sentido
contrastivo del enunciado.
¿Son realmente más fáciles que “estaba tan fría que no me la podía beber”?
¿por qué?¿Para quién? ¿Desde qué punto de vista?
Otros ejemplos: los usos extendidos de los tiempos verbales de indicativo cuando las
situaciones son claramente hipotéticas o irreales:
Estas construcciones no son más costosas, sino que responden a una solución de
mayor relevancia por implicar más supuestos.
Toda conversación, por más trivial que resulte, tiene mucho de negación constante, de
confrontación de pareceres e intenciones, en la que cada uno trata de imponerse
(mecanismos de atenuación y de intensificación).
Conclusiones:
En suma, la gramática del andaluz es básicamente la del español hablado. Mientras esa
gramática no sea mejor conocida, será muy arriesgado hablar de las peculiaridades
andaluzas.