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1- Aspectos morfológicos

En la morfología de las variedades andaluzas se observan hechos que implican una


simplificación de ciertos paradigmas del español estándar o culto, si bien es cierto que
estamos ante la coexistencia de realizaciones diversas más que ante un nuevo
paradigma.
“ustedes” = vosotros + 2ª/3ª persona plural.
El empleo o no de “vosotros” en el habla, a pesar de que es un rasgo que claramente
divide lingüísticamente a Andalucía en 2, no es general y, de nuevo, el criterio
únicamente geográfico no puede ser el único.
El uso de “ustedes” como única forma plural de segunda persona está muy extendido
en Andalucía occidental, pero la combinación de este pronombre con la segunda
persona verbal plural (ustedes vais) no es general.
Las vacilaciones son muy frecuentes, incluso en un mismo hablante. Ç

Ni las formas discordantes (ustedes [se vais]) ni las que mantienen la concordancia
como forma de cercanía (ustedes se van) pasan a la escritura, salvo en las personas
con poca instrucción.

El desuso de “vosotros” en el HABLA parece haber arrastrado (aunque no


sistemáticamente) el posesivo “vuestro”, aunque no parece que “su” o “suyo” haya
ocupado su lugar > es más frecuente la forma analítica “de ustedes” (¿es de ustedes el
coche que está aparcado en la puerta?).

No son muchas más las particularidades morfológicas del andaluz y los pocos rasgos
que se pueden señalar no suelen gozar de prestigio entre los propios andaluces: es lo
que sucede con el arcaísmo “fuera” en lugar de “hubiera”: “si yo fuera estado allí, no
fuera pasado esto”.

Este fenómeno, que se encuentra aún sin explicar, parece que no sobrepasa en
Andalucía de la población no instruida.

Lo mismo podría decirse del empleo arcaico de “haber” por “hacer”, o los usos de
“ser” o “estar” en construcciones como “habíamos muchos” o “semos a martes”.

En las hablas meridionales entre las que se encuentran las andaluzas, los pronombres
átonos de tercera persona se han mantenido, en general, con sus funciones
etimológicas, sin incurrir en los desajustes del leísmo no personal y del laísmo (¿qué la
pongo?; el coche ¿dónde le aparco?), fenómenos muy rechazados en Andalucía.

Con todo, bastante de los hechos que se suelen señalar como característicos de las
hablas andaluzas son incorrecciones más o menos extendidas también fuera de las
fronteras andaluzas. Algunos pueden ser tildados de vulgarismos generales: el empleo
de “caer” como verbo transitivo (la vas a caer), la utilización como imperativos de
“irse”, “sentarse”, “sentaros”, el creciente dequeísmo (creo de que), los usos de la
preposición “de” en lo “lo vi de venir”, “estoy deseando de llegar”, o “contra/contri
más”, el empleo del artículo antes de un nombre propio (la Mari), el orden “me se ha
roto”, el uso de “más nunca” o “más nadie”.
2- Sintaxis y construcción en el habla
Es muy difícil hablar de fenómenos sintácticos propios de las hablas andaluzas.
Las observaciones que se arrojan en muchos manuales se refieren, más bien, al
español coloquial en general (p. ej. La simplicidad, la economía, la afectividad o
expresividad).
Las observaciones que se analizan a continuación se refieren al nivel exclusivo del
habla (oralidad). Tradicionalmente, las gramáticas del español se han centrado en
proporcionar descripciones y explicaciones (lengua como código formal y abstracto),
mientras que se ha descuidado hasta hace poco tiempo, el estudio del habla coloquial
para observar cómo funciona y se usa una lengua como instrumento de comunicación
y de interacción social.
El tipo discursivo básico y más común: la conversación coloquial (ello ha supuesto no
solo redefinir las unidades de análisis, sino también el acercamiento entre disciplinas
como la filosofía, la psicología, la sociología, etc.).

Factores verbales y no verbales van configurando el sentido de los enunciados en una


conversación. Algunos ejemplos:
Tres profesores que siguen un curso fuera de sus lugares de residencia mantienen
durante la comida una conversación de la que se extrae este fragmento:

a) Mañana es la conferencia de X y, además, hay otra vez paella para comer.


b) Buena ocasión para darse un paseo por la Cirihuela.
c) Pues yo, si llego a saber que hay paella, llamo a Manolo.

El primero de los enunciados no se limita a dar dos informaciones (que, además sus
interlocutores ya poseían): sabe que el menú no agrada a sus interlocutores y no
parece que la charla de X les interese especialmente.

Esto se capta al vuelo por el segundo de los interlocutores, que hace una propuesta,
pero no simplemente de ir a “pasear” (la zona que menciona es conocida por su buen
pescado).

El tercero menciona a Manolo, porque sabe cocinar muy bien (no pretende que se una
a la paella).

Ejemplo 2: dos íntimos amigos conversan telefónicamente.

a) ¿Qué? ¿Has ido mucho a la feria?


b) ¡Todos los días!
c) Pues yo, tampoco. Cada vez me gustan menos los follones.

El auténtico sentido y propósito de los ejemplos analizados (que no son exclusivos ni


específicos del andaluz) no está en lo dicho, sino en lo implicado o inferido por los
destinatarios que comparten un contexto, una situación, unos conocimientos o
saberes comunes.

Los gramáticos han tardado mucho en considerar el contexto y el papel que este juega,
junto con otros recursos; se han centrado en secuencias tenidas por normales como: Si
no apruebas, no te compro la moto.
Cuando tratamos una modalidad hablada como la andaluza, los procesos
contextualizadores y la situación no se pueden dejar al margen, pus son los que
marcan las diferentes explotaciones de las mismas construcciones o parecidas.

Una estructura como:

“Si tú estás harta de aguantar a tu suegra, yo tengo en casa a mi suegro y a mi cuñada.

[no es propiamente un período condicional, tampoco expresa hipótesis]

“Para ganar cuarenta mil pesetas, prefiero seguir en el PER (Plan de Empleo Rural).

[no es una oración que exprese finalidad]

3- Hablar frente a escribir


Los gramáticos han venido poniendo el foco en los textos escritos (escribir nunca ha
sido simplemente “poner por escrito” lo que se habla, es una técnica que lleva mucho
tiempo dominar).
La escritura es un invento relativamente reciente // durante muchísimo tiempo el
único medio de expresión y comunicación lingüística de la humanidad fue la oralidad
(todavía existen lenguas que solo se hablan, que carecen de escritura).
A pesar de que la escritura es un hecho muy posterior al humano, no se puede negar
que gracias a su generalización se produjo una indiscutible y extraordinaria
transformación en la capacidad cognitiva de los humanos.

Hablar y escribir son, con todo, PROCESOS DISTINTOS.


Se aprende a hablar naturalmente, oyendo y escuchando a otros, cosa que no sucede
en la escritura.

Algunos estudios han rastreado la huella oral en textos escritos, sobre todo los
dramáticos, o las conversaciones que los escritores recrean en sus novelas;
actualmente, ya se hace uso de grabaciones para analizar de una forma más correcta y
directa el habla: negaciones que afirman (¡No te calles!), insultos amables (¡el hijo de
puta este, lo que sabe!).

No se puede decir casi nada de cómo hablamos si prescindimos de las condiciones


situacionales. El carácter interlocutivo e intersubjetivo de la comunicación “cara a
cara” implica siempre alteridad (se sabe lo que el otro piensa).
Las interrelaciones entre hablar y escribir se han ido haciendo cada vez más estrechas
e intensas (sobre todo en las sociedades altamente alfabetizadas, donde ambos modos
se entrecruzan constantemente). Pensemos en lo que supuso el teléfono en su día, o
la reciente capacidad de “conversar” por escrito.
Distintos tipos de textos y géneros discursivos deben verse de forma gradual
(conversación familiar, carta privada, un debate televisado, una conferencia científica,
un texto jurídico). La conversación coloquial espontánea es donde debe centrarse el
análisis de la modalidad hablada andaluza y estaría en uno de los extremos de esa
escala gradual.
Además, necesariamente se tiene que atender a todo aquello que configura la
personalidad de los interlocutores: el sexo, la edad, el nivel de instrucción, la relación
previa que se tenga.
Por tanto, un hablante adopta registros distintos según se dirija a familiares, a amigos,
a conocidos, a desconocidos, a superiores, etc.
Cuando se estudian las hablas andaluzas si tiene que efectuar una drástica
simplificación de algo que en realidad es muy complejo. Suele centrarse la atención en
casos prototípicos, es decir, en uso, que afloran frecuentemente cuando la convivencia
entre interlocutores es máxima y no hay nada planificado.

4- Lo correcto y lo incorrecto. Lo adecuado y lo inadecuado


Si hablar y escribir no son susceptibles de ser planificados de la misma forma, no debe
calificarse algo de idiomáticamente incorrecto sin comprobar su adecuación a las
circunstancias y condiciones del tipo concreto de acto comunicativo en que aparece.
No pueden analizarse los esquemas constructivos de una conversación, esto es, desde
la óptica de la gramática tradicional. El discurso conversacional responde a reglas y
estrategias específicas, pero tan regulares como las de la escritura.

Los usos hablados no responden, sin más, a simple falta de control estructural. Desde
el punto de vista diacrónico, no resulta sencillo rastrear muchos de los giros y
construcciones propios del habla, sencillamente porque no pasaban a la escritura.
Ejemplo: el uso de “por” con valor concesivo apenas aparece atestiguando antes del
siglo XV porque, probablemente, era rechazado por los que escribían “por mucho que
llores, no me vas a ablandar”.

Tampoco se pueden olvidar otros usos corrientes en el habla general que no aparecen
descritos en las gramáticas más tradicionales. El análisis de tales usos ayuda mucho a
describir las tendencias generales que se observan en la sintaxis de la lengua coloquial.
Ejemplo: el empleo de los relativos en el habla, que se apartan mucho de los usos
codificados y relegados al plano escrito de la lengua: “cuyo” casi no aparece en el
habla; casi no se usa “el cual”; “quien” solo se emplea como relativo personal para la
generalización compitiendo con “el que”.

En los siguientes ejemplos se prescinde de la proposición que debería preceder al


relativo por su función:
- Está saliendo con ese chico que (el, su) padre es médico.
- Es un jugador que solo lo saca el entrenador en el segundo tiempo.
- Su padre es un hombre que siempre le ha gustado mucho luchar por la vida.

Reflexiones similares podrían señalarse para algunas combinaciones tachadas de


inadecuadas como (“voy a por los niños”) o de anacolutos muy extendidos (“yo me
parece que no tienes razón”).

Los dialectólogos, pioneros en el estudio de las hablas vivas, se han interesado


fundamentalmente por los rasgos de la pronunciación y por el léxico más característico
de las variedades geográficas, basándose, sobre todo, en los datos proporcionados por
personas mayores y de menor nivel cultural.
Las investigaciones no deben quedarse ahí, todavía resulta necesario explicar todos los
usos regulares y correctos que son ampliamente compartidos y aceptados por la
mayoría de los hablantes.

El proceso hacia una nivelación y homogenización a que está conduciendo la


redistribución de la población y la creciente instrucción y educación en la actual
sociedad, no favorece el mantenimiento de los rasgos más marcados y de menos
aceptación.

Esta nivelación se hace más patente en el plano léxico, en la fonética y en la


morfología (el polimorfismo va desapareciendo poco a poco), pero, además, también
se comprueba en la sintaxis.

No es probable, por último, que las hablas andaluzas presenten grandes discrepancias
en los recursos y procedimientos sintácticos más habituales. El estudio del español
coloquial está casi enteramente por hacer (análisis de la conversación coloquial).

5- Sobre expresividad y afectividad

Se dice que la expresividad y la afectividad, junto con la economía o comodidad,


dominan nuestro modo de hablar conversacionalmente, y de forma especialmente
marcada en las hablas andaluzas.
Muchos ejemplos que sirven para ilustrar estas observaciones sobre el español
coloquial han sido extraídos de obras literarias de autores andaluces (estereotipo).
A pesar de que un fenómeno como la ironía no es exclusivo de ninguna región o grupo
de hablantes, a los andaluces se atribuye un particular “ingenio” y “gracia”.

Muchas veces, la habilidad para improvisar asociaciones metafóricas o comparaciones


insólitas, no tiene por qué requerir el uso de una sintaxis especial:

[contexto: un trabajador sevillano, al ver pasar a una joven especialmente agraciada,


se dirige a su compañero y exclama]  “Oye, Pepe… pero ¿¡la Macarena no sale en
Semana Santa!?
Lo que potencia y enriquece el contenido es precisamente lo que no aparece explícito;
lo dicho se considera suficiente para que el receptor recupere todo aquello que no se
dice peros e comunica. Con frecuencia, mucho de lo que se quiere transmitir se hace
de modo indirecto, sugerido, insinuado, forzando al receptor a que haga las
correspondientes conexiones.

Con todo, es posible que “los andaluces” destaquen por su agudeza y sus ocurrencias,
pero no parece que esa “expresividad” sea dueña de la sintaxis ni de esquemas
constructivos específicos. Parece ser, más bien, que lo que refuerza esa idea que se
tiene de los andaluces está en el empleo de abundantes clichés, expresiones fijas y
repetidas, fórmulas estereotipadas que se encuentran en numerosos vocabularios de
localidades y municipios.

Si parece que lo que tiene un papel decisivo en las hablas andaluzas, es el


aprovechamiento de recursos prosódicos.
6- Hablar no es una cuestión de economía
Idea más difundida: hay un ahorro en el habla de las personas, se evita lo innecesario,
se prescinde de lo que se da por sabido o se supone.
Evidentemente, hay algo de todo eso en el habla, pero esa “economía” (que no casa
precisamente con el hecho de ser expresivo o afectivo en el habla) determina la
técnica constructiva en lo sintáctico.
- Yo que tú no iría (si yo fuera tú, no iría) condensación sintáctica
- ¡Qué alto qué está! (“que” expletivo)
- Yo sí que lo sé (yo creo que sí lo sé)

En alguno de los casos anteriores, hay una clara sobreabundancia, informaciones


aparentemente sobrantes o innecesarias (redundancias, repeticiones, tautologías,
etc.).

Rara vez alguien que pregunta por una dirección recibirá una respuesta escueta; lo
más probable es que se le proporcione todo un plano dibujado con palabras y gestos:

- Usted coge esta calle y tira pa(ra) (ade)lante…; cuando llegue al primer cruce, no;
al segundo, tampoco; a tercer, tuerce usted pa(ra) l derecha.
- Así me gusta a mí viajar. Por la mañana, se levanta uno, se levanta uno, como uno
un poquillo… y pa(ra) (ade)lante; y parándose donde a uno le gusta.

Tal gusto por el exceso verbal y por los recursos no verbales no es sólo lúdico, sino que
cumple un claro papel socializador (uno de los objetivos más importantes del uso de la
lengua es comunicación humana).

Pocas veces puede calificarse realmente de redundante la repetición; suele actuar


como mecanismo intensificador:

- Vete ya, anda, vete ya.


- Que sí, hombre, tranquilo, que sí, que se lo doy.
- Eso depende… depende de la cantidad… y depende del precio.
- Ese, lo que es, es un imbécil, eso es lo que es, un imbécil.

No solo son repeticiones, también se producen alteraciones en el orden, con tonos


específicos, con acompañamiento de gestos, etc. Todos estos recursos ayudan a
conseguir cohesión en el discurso:

a) ¿No te he dicho que vi ayer a Paqui con Manolo?


b) ¡A Paqui con Manolo!

a) No sé si te gusta la paella
b) ¡Que si me gusta la paella! ¡A quién no le gusta la paella!

Algo parecido sucede con las redundancias:

- Después pasa lo que pasa


- Aquí no llueve mucho, pero cuando llueve… llueve
- Hombre es que hay mujeres… y mujeres

No son simples tautologías, las inflexiones tonales y las pausas se encargan de reflejar
el complejo proceso de enunciación subyacente.
Con todo, parece que los hablantes no nos decidimos por unos determinados
esquemas constructivos exclusivamente por economía o comodidad, sino que las
motivaciones de determinados usos tienen que ver con el propósito y la eficacia de la
comunicación.

7- Lógica, orden y entonación


Mucho se ha discutido sobre si el español es una lengua del tipo S(ujeto)-V(erbo)-
O(bjeto), orden calificado como “lógico”, como el que se aprecia en “tu hermana ha
estropeado el pan”, tomado como el más frecuente, básico, neutro, no marcado frente
a “ha estropeado el pan tu hermana”, “ha estropeado tu hermana el pan”.

En estos casos, suele hablarse de dislocación (orden no ajustado al lógico) o de


focalización.

a) ¿Sabes que me ha quita(d)o el médico el alcohol?


b) Pues lo tienes mal, porque, tú dices que no, pero tú… vino… bebes. Y whisky,
también.
c) ¿Yo? Yo, vino, bebo solo cuando como, y poquito, y lo demás, ni lo pruebo.

La anteposición del objeto “vino” al verbo “beber” contribuye a resolver la verdadera


intención comunicativa de B (advertir a A sobre los riesgos del consumo excesivo de
alcohol); pero ese propósito no se logra solo con el cambio de orden ya que, además,
el enunciado queda entonativamente desvinculado de lo que sigue.

Otro ejemplo: se afirma que en la llamada pasiva refleja se prefiere la posposición del
sujeto (se venden pisos, se llama grúa, etc.); sin embargo, esas secuencias no
pertenecen a la lengua hablada (cuando se da esta construcción en el habla, lo normal
o frecuente es su anteposición):

- El carnet, nunca se debe dar, se puede…. Enseñar.


- Niños, eso no se hace, los niños no se pelean… y, además, cuando se sale uno da la
habitación, las luces… se apagan.

Estos enunciados están modalizados no solo por el orden, también por el valor
generalizado del presente de indicativo y la configuración melódica.

Estos fenómenos no pueden comprobarse del todo si se observan como enunciados


aislados, y no como enunciados insertos a modo de respuestas o réplicas en el
intercambio verbal en que se produce.

La disposición secuencial de:

- Comida, te puedo dar; pero dinero, no tengo.


- Yo, lo que tenía, hasta que no fui a un médico de Córdoba no me s’ha quita(d)o.
- ¡Las noches de juerga que se tira tu hermana! Yo no sé cómo aguanta.

Se explican sin perder de vista el tipo de discurso al que pertenecen. El sentido total no
resulta de la mera suma de los significados de los enunciados. En apariencia se
suceden sin trabazón y de forma incoherente.

To(do) está igual. Mira tú el tráfico. Yo no sé, desde luego, qué arreglo le pueden dar a
esto. To(dos) los días, los periódicos, venga muertos, venga muertos, venga muertos; y
na(da), que no hay quien lo arregle. Y ahora la droga ¿Tú te crees que pueden terminar
miles de criaturas como terminan?

Como conjunto global, enunciados de este tipo no carecen de vertrebación, su


articulación obedece a una estrategia en la que actúan solidariamente los esquemas
semántico-sintácticos utilizados y los procesos de contextualización.

La explotación de las posibilidades melódicas orientan significativamente los


enunciados que se diferencian sintácticamente:

- ¡Cuidado que es bestia tu hermano!


- Pero bestia
- Pero simpático

El caso de infinitivos usados de forma que no siguen las reglas de su empleo:

- Llover, ha llovido… pero llover-llover, no ha llovido.


- Comer, no come mucho… pero beber, no para.
- Aburrirte, no te vas a aburrir, pero, vamos, que no te lo vas a pasar como tú te
crees.

Por tanto, son los rasgos prosódicos los que van estableciendo las unidades de
contenido y configuran el sentido de lo que se dice.

La línea melódica particularmente variada de las hablas andaluzas constituye una de


sus características más destacables, con diferencias entre unas zonas y otras.

Gracias a la entonación algunas estructuras tienen un sentido ponderativo elativo


contrario al literal:

- ¡No ha vendí(d)o este año mantecados ni na(da)!


- ¡Bastante me importa a mí que me vean!

La actuación conjunta de prosodia y sintaxis es constante y decisiva. Obsérvense las


diferencias que se logran en la expresión conversacional en el uso de “claro que”:

- Claro que no me importa.


- Claro, que si tú no quieres…
- Claro que se lo dije
- Claro, que no siempre se gana
- Claro, y tú ahí tan tranquilo

Otro ejemplo:

- ¿Usted sabe para qué sirve esto?


- No lo saben los que están ahí dentro / lo voy a saber yo…

La pausa y la inflexión melódica sostenida final son claves para descifrar el sentido
contrastivo del enunciado.

Los recursos entonativos, junto con los gestos y movimientos, contribuyen


poderosamente a acentuar el aire parcelado de la sintaxis de la conversación
espontánea.
Con todo, la sintaxis de la lengua hablada no puede verse, sin más, como
deficientemente configurada y vertebrada o como menos elaborada que la de la
lengua escrita.

Más bien, sucede que no está planificada de la misma manera.

¿Es tan simple la sintaxis del habla coloquial?

Coordinación frente a subordinación: se suele decir que en la lengua conversacional


predominan los enunciados simples frente a los complejos, no obstante, las
conclusiones obtenidas de los escasos recuentos que se han llevado a cabo no son muy
revalorados. No todas las oraciones subordinadas con de tan escaso empleo como
suele decirse, tal es el caso de las estructuras comparativas yk consecutivas elativas
son moldes habituales para la ponderación: Te gastas menos que Tarzán en
pantalones.

El hecho de que a menudo no se haga explícito el término de la comparación no


significa que la estructura quede truncada o inacabada; su indeterminación refuerza el
carácter elativo:

- Anda, que eres más tonto…


- No sé qué me pasa que duermo menos…

Esto NO ES EXCLUSIVO de hablantes andaluces. Ciertos géneros periodísticos están


plagados de comparaciones cuyo descifrado requiere estar en posesión de un sinfín de
claves y presuposiciones.

A veces, también se ha dicho que muchas estructuras coordinadas o yuxtapuestas


están en lugar de las subordinadas:4

- Fue entrar, y empezar a llover (Cuando entramos…)


- Mi padre tiene setenta años…, y me da cien vueltas (Aunque mi padre tiene setena
años…)

En estos ejemplos, no se trata de que la conjunción “y” se convierta en elemento de


subordinación, sino que, por establecer un engarce inespecífico, no constriñe la
orientación de la relación de la relación, que deriva de factores diversos como la
redundancia:

- Es que hay profesores… y profesores.


- Lo bueno de mi casa es que está en Sevilla… y no está en Sevilla.

En su contexto, los ejemplos anteriores, será el contorno entonativo el que se encarga


de proporcionar el verdadero sentido a estas pseudocoordinaciones. Por los mismos
motivos, la conjunción “y” no se limita a tener un valor de suma: el orden de los
sumandos casi siempre es pertinente y su alternación provoca cambios de sentido:

- Mi hermana y su marido pusieron un bar y se hincharon de ganar dinero.


- Mi hermana y su marido se hincharon de ganar dinero y pusieron un bar.

La conjunción negativa “ni” actúa muchas veces como recurso intensificador:

- No digas nada, porque ni mi padre lo sabe.


- Ni se me había ocurrido.
- Está enfermo, y no me dejan ni verlo.
- Llevo tres años pasando por aquí, y ni me había fijado.

El debate entre lo que es más simple o complejo no se ciñe únicamente a la


coordinación o subordinación. Construcciones como:

- De fría que estaba, no me lo podía beber.


- De la pena que tiene, no es capaz ni de salir a la calle.

¿Son realmente más fáciles que “estaba tan fría que no me la podía beber”?
¿por qué?¿Para quién? ¿Desde qué punto de vista?

- Esta bueno, lo que es que tiene muchas raspas.


- Siempre se las apaña para llevarme la contraria, er tó que tó (el todo que todo) es
no dejarme en paz.

Otros ejemplos: los usos extendidos de los tiempos verbales de indicativo cuando las
situaciones son claramente hipotéticas o irreales:

- Si lo sé no vengo // si lo hubiera sabido, no habría venido.


- Si tuviera dinero, me la compraba ahora misma (me la compraría)
- ¿Cómo no lo voy a conocer, si son de mi pueblo? (no hay ninguna condición aquí)
- Había mucha gente en la piscina para ser lunes (no hay finalidad)

Al hablar conversacionalmente, nos valemos de ciertos moldes o previstos en las


clasificaciones gramaticales, explotamos todos de formas diferentes.

8- La sintaxis parcelada del hablar


Ya hemos apuntado que una de las peculiaridades de las hablas andaluzas es su línea
melódica particularmente variada. El empleo constante de inflexiones melódicas
acentúa más el aspecto parcelado que presenta la sintaxis coloquial en general.
Hemos apuntado también el gusto por las repeticiones y enumeraciones, con
numerosos incisos aclaratorios y justificativos:
- Compré una esterilla, que no tenía, compré crema, que se estaba acabando,
compré una toalla… total, treinta euros.
- Entre el cachondeo que se liaba en clase, lo poco que a mí me gustaba el latín y 9-
demás… total, que no aprendí na(da).

9- Eficacia o eficiencia comunicativa


La preferencia en la conversación coloquial por estas técnicas constructivas no puede
verse como resultado de la impericia, falta de dominio o mero descuido de los
hablantes.
No debe establecerse una confrontación valorativa en términos absolutos de las
distintas modalidades de uso, sino más bien en función de la adecuación a las
condiciones propias de cada una.
Al no responder a la planificación tradicional codificada en las gramáticas, muchos
serán los hechos del habla para los que todavía no hay una explicación convincente,
como sucede en las construcciones escindidas:
- María sí va, la que no va es Pepi.
- En casa es donde nos teníamos que haber quedado.
- A la feria, lo que hay que venir, es, sin niños.

Estas construcciones no son más costosas, sino que responden a una solución de
mayor relevancia por implicar más supuestos.

Cuanto mayor es la familiaridad y complicidad entre los interlocutores, y de carácter


más inmediato y práctico para la comunicación, el caudal de información que puede
resultar novedoso es, por fuerza, menor.

La eficiencia no está ligada tanto al logro de nuevas representaciones como sí lo está a


la tensión permanente que se busca provocar. Los hablantes tratan de ejercer su
aptitud y sus facultades para lograr efectos. No todo se basa en ser comprendidos de
forma rápida y directa, sino que, además, buscamos influir en los demás, persuadirlos
e, incluso, hacer que actúen en consecuencia.

Toda conversación, por más trivial que resulte, tiene mucho de negación constante, de
confrontación de pareceres e intenciones, en la que cada uno trata de imponerse
(mecanismos de atenuación y de intensificación).

Conclusiones:

En suma, la gramática del andaluz es básicamente la del español hablado. Mientras esa
gramática no sea mejor conocida, será muy arriesgado hablar de las peculiaridades
andaluzas.

Las divergencias en la morfología tampoco son muchas.

Puede establecerse como propio del andaluz la especial explotación de la línea


melódico a la que se vincula el orden de los elementos enunciados.

Es necesario establecer una caracterización más rigurosa sobre la gramática de habla


coloquial y dejar atrás caracterizaciones como la de “simple”, “menos elaborada” y
“menos madura”, con más “incorrecciones”.

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