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Las Bambas La tercera palabra

LUIS GÁRATE
ABRIL2019
Las Bambas: volvemos a los ciudadanos de segunda
En los últimos días estamos viendo una gran cobertura del conflicto social en la zona aledaña al proyecto
minero Las Bambas. Como en años anteriores. Vemos que de ciertos voceros empresariales y algunos
medios hay un tratamiento superficial y un intento por deslegitimar las demandas de las comunidades
que protestan.
En términos generales, en este conflicto el Estado no ha cumplido con su papel de garante de los
derechos de la comunidad de Fuerabamba en una relación con una empresa que ha realizado diversos
cambios al proyecto sin consultar o informar adecuadamente a las comunidades afectadas por – en este
caso- la construcción de una vía que casi exclusivamente es usada por los camiones pesados que
transportan los minerales.
Pero en publicaciones recientes de noticiarios televisivos, prensa escrita y redes sociales hemos visto
circular noticias denunciando que los miembros de la comunidad se habrían “enriquecido” con los
acuerdos de la mina, y han mostrado documentos de propiedad de automóviles, motocicletas y
propiedades de los comuneros y sus dirigentes.
No preguntamos, ¿acaso no es válido que en un multimillonario proyecto minero (y hablamos de miles
de millones de dólares), compense adecuadamente a las comunidades que se van a ver afectadas por su
proyecto, lo que implica reubicaciones, compra de tierras y otro tipo de compensaciones? ¿El hecho de
que los comuneros hayan obtenido beneficios, quiere decir que no pueden reclamar si es que no han
sido adecuadamente consultados sobre la construcción de una vía por la que pasan más de 370
camiones pesados a diario con minerales que les afectará con ruidos y polvo?
Como en muchos otros temas, en este caso comprobamos que existe un doble estándar para tratar a los
ciudadanos. Por un lado las élites de la ciudad están acostumbrados a entablar juicios si es que un
privado afecta tu propiedad, por si una municipalidad no cumple con sus compromisos de obras, o por
obras mal hechas. Sin embargo una comunidad campesina que ha recibido algún tipo de compensación
minera solo serían unos “vivos”, “aprovechados” o incluso hasta “extorsionadores” si quieren negociar
mejores términos sobre afectaciones que no habían estado previstas.
Si bien sabemos perfectamente que las tomas de carretera y los actos de violencia están penalizados por
la ley, la pregunta es ¿por qué la comunidad de Fuerabamba ha tomado a acciones de fuerza como el
bloqueo del ingreso a la mina? Es conocido en el Perú que cuando todas las vias del diálogo no
funcionan y los pueblos y comunidades no se sienten escuchados es que llegan a las medidas de fuerza
colectiva. No las justifica, pero se explican en un contexto donde muchas veces las élites que dirigen el
Estado son incapaces de atender o resolver demandas a tiempo (recordemos si no tantos problemas
previos como 2 conflictos en Las bambas años anteriores, Conga, Espinar, Bagua, entre tantos otros).
Hemos escuchado al empresario minero Roque Benavides pasearse por casi todos los medios toda una
semana diciéndole al gobierno que es lo que debe hacer. Exigió un gabinete de gestores que destraben
los proyectos de inversión privada, como los mineros. Y claro está, que pongan mano dura donde hay
conflictividad y problemas.
No se trata de un dilema entre buenos y malos. No se trata solo de “una comunidad contra todo el
Perú”, o de una postura paternalista hacia los comuneros. Hay un cierto discurso nos hace recordar la
infeliz frase de Alan García sobre los indígenas amazónicos, cuando dijo que “no eran ciudadanos de
primera clase”. Si queremos ser una República democrática se supone que todos los ciudadanos somos
iguales ante la ley, y por lo tanto el estado debe hacer respetar sus normas, empezando por cumplir sus
propias normas y buscar un real papel de garante de derechos en un conflicto entra partes que son
claramente desiguales.

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