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MOCASE
C.P. 4200
Introducción
La defensa del territorio por parte de las comunidades campesinas e indígenas organizadas en nuestra
provincia es histórica. En esta ponencia haremos un breve repaso de los derechos de los que son
sujetos y que sucede ante una disputa por el territorio que se plantea con una parte que tiene el
llamado “título dominial”. Tomaremos como base el análisis de 20 expedientes judiciales (civiles y
penales) de los que son parte las familias organizadas en el MOCASE, como así también de
entrevistas a referentes.
Nuestra intención es reflejar que la disputa judicial no ofrece garantías ni herramientas sensibles y
respetuosas de los derechos de las comunidades campesinas e indígenas. Analizaremos dichas
herramientas y lo que sucede en el territorio en disputa.
Las comunidades campesinas e indígenas han vivido por generaciones en el mismo territorio. En este
han producido de acuerdo a sus saberes ancestrales que fueron transmitidos oralmente de generación
tras generación, su forma de producir está íntimamente ligada a los vínculos sociales que se
construyen en las comunidades y al territorio en el que habitan. Señalamos este punto como central
puesto que como explicaremos más abajo, al momento de discutir sobre los derechos territoriales en
el Poder Judicial un elemento clave es el sistema productivo, que se traduce no solo en términos
económicos sino de modos de vida, de habitar el espacio, esto impacta directamente en la extensión
del territorio sobre el cual se ejercen los derechos.
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Mi abuela, Braulia Vera, me contaba que ellos sus padres, que en la zona habitaban pueblos
originarios, que hacían señas con el humo, donde había humo había una comunidad indígena, con
el humo se guiaban para juntarse las comunidades. Porque la otra comunidad tenia los caballos y
tenían que juntarse las dos para salir a cazar, juntar algarroba o ir a visitar otra comunidad que
estaba más lejos. Se abuela le cuenta cuando ella era grande si las familias no tenían para comer y
uno tenía una cabra la carneaban y repartían y así iba rotando por familias. Ellos se reconocían
como sanavirones, en la zona tejían mucho, criaban ovejas, hilaban, juntaban muchos frutos del
monte… costumbre que se mantiene hasta ahora, sembraban el maíz, lo molían en el mortero, para
hacer la mazamorra, tostaban eso hacia la mujer en la olla, hacían la sopa, el bolanchao, tb hacían
el arrope de tuna con la harina del maíz tostado, mazamorra con el maíz molido del mortero,
sacaban leche de la cabra sin hervir tomaban.
Vivian a campo abierto, sin límites, de forma comunitaria, eso se mantiene hasta el día de hoy, un
solo limite si los animales se juntan con los del otro vecino este avisaba para q vaya a buscar. El
aguada, represa grande tb es comunitaria.
Ellos nunca usaron cortar el árbol para hacer carbón, solo pueden cortar para hacer sus casas,
para hacer ahí adentro, no para cortar, eran acuerdos históricos, solo tenían cerrado pocas
hectáreas con cerco para que los animales no entren. (entrevista 9/2020)
En el caso de las comunidades campesinas, hay un vacío legal en el reconocimiento de sus derechos
y formas de vida de comunitarias, por lo que en clave de derechos para la defensa de sus territorios
se debe recurrir a otros derechos como ser a culturales, ambientales, etcétera, contenidos en
instrumentos internacionales. Este vacío se reproduce a nivel local, y este es el primer límite que
encontramos en el ordenamiento jurídico para garantizar los derechos humanos y formas de vida de
estas comunidades. Las soluciones que ofrece el Código Civil y Comercial en lo ateniente a
derechos reales (en esta categoría se incluye el derecho a la tierra) se refieren a la defensa de la
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posesión, la tenencia y los modos para adquirir la propiedad. Ahora bien, tanto la posesión como la
tenencia son reconocidas como relaciones de hecho y no de derecho por el mismo Código por lo que
no ofrecen seguridad ni garantías a largo plazo si esto no se convierte en el derecho a la propiedad.
Para llegar a esta situación los y las campesinas deben recurrir a un juicio de prescripción, que
implica discutir en los Juzgados su derecho sobre el territorio, más de los costos monetarios que
implica este proceso y que no todos están en condiciones de afrontar, se disputa bajo la lógica de las
normas vigentes y la concepción de un juez. Por otro lado, la manera comunitaria de habitar (vivir,
producir, ser) en el territorio no encuentra correlato con los derechos reales enumerados en el Código
de fondo, pues tanto el dominio como el condominio heredados del derecho romano revisten los
caracteres de individuales, perpetuos, absolutos, todo esto se contradice con las características de la
propiedad comunitaria; por lo cual muchas comunidades deciden no prescribir ni avanzar de otra
forma en el reconocimiento dominial de los territorios porque alegan que esto sería mercantilizar su
hábitat, “tener un título es entrar en la lógica capitalista”.
En el año 2018 en el ámbito de las Naciones Unidas se aprobó la Declaración de las Naciones Unidas
sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Por primera vez
un instrumento internacional de esta jerarquía muestra el rol del campesinado en la lucha contra el
hambre y la protección de la naturaleza y reconoce derechos que deben ser protegidos por los
Estados. Se trata de un logro que es producto de casi diez años de trabajo del movimiento campesino
mundial. Dicho instrumento establece que el Estado tiene la obligación de: Limitar la concentración
y el control excesivo de la tierra. Velar por la función social de la tierra y adoptar medidas
apropiadas para reconocer legalmente los derechos de tenencia sobre la tierra. Prohibir los desalojos
forzosos arbitrarios e ilegales, la destrucción de zonas agrícolas y la confiscación o expropiación de
tierras y otros recursos naturales. Garantizar que les campesines puedan acceder a la justicia para
resolver conflictos, pedir que se investiguen y sancionen las violaciones de sus derechos humanos.
Entre otros.
El acceso a la justicia
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En la práctica, garantizar este derecho para quienes viven en comunidades rurales tiene ciertas
particularidades a saber: las distancias que separan sus lugares de residencia de los tribunales o
centros de recepción de reclamos, siendo muchas veces el contacto más cercano una comisaría, aun
así esta puede quedar a más de 100 kilómetros de lugares donde viven, y muchas veces las
dependencias policiales no reciben las denuncias de los campesinos e indígenas (ya sea por orden de
algún superior del Poder Judicial o por desconocimiento de la legislación sobre la materia); otro
punto se refiere a los costos para articular un reclamo sobre la vulneración de sus derechos, los
campesinos e indígenas no se encuentran en condiciones de pagar honorarios de un abogado y demás
técnicos necesarios que deban asistirlos en la producción de pruebas para acreditar la verosimilitud
de sus derechos; debido a al contexto sanitario actual estas dificultades se han profundizado debido a
que todos los tramites se hacen por medios virtuales lo cual se torna imposibles si tenemos en cuenta
que a la mayoría de las comunidades campesinas e indígenas no llega el internet, o señal de teléfono
y muchas veces ni la electricidad.
“Primero hacíamos reunión decidíamos quien hacia la denuncia. Íbamos a la comisaria y no nos
querían recibir porque no teníamos papeles, q los papeles los tenían los dueños del campo. Nos
decían no le vamos a recibir váyanse de aquí. Volvimos hicimos una asamblea y fuimos 30
compañeros a pedir una reunión con el jefe, no nos dejaban pasar a todos, exigimos que nos dejen
pasar a todos, y ahí nos dejaron pasar. Volvíamos y hacíamos otra asamblea, y evaluábamos porque
no nos querían recibir la denuncia a 4 y si a 30. Era importante que reclamamos muchos. Nos dimos
cuenta que la organización vale un montón, así fuimos aprendiendo. Nunca íbamos dos o tres sino
dos camionetas a denunciar.” (Entrevista a una referente del Movimiento Campesino)
El MOCASE desde que se organizó fue aprendiendo y construyendo formas para sortear los
obstáculos, que permitan a las y los campesinas e indígenas acceder al reclamo judicial y
administrativo de sus derechos. El primer paso la formación, aprender sus derechos es una tarea
fundamental para la organización y para esto se generan instancias de dialogo, las asambleas, y por
otro lado la difusión masiva por las radios comunitarias. El segundo paso es la organización colectiva
para realizar los reclamos, tal como cuenta nuestra entrevistada, ante las negativas de la policía de
recibir las denuncias se organizaban en grupos e iban a reclamar por sus derechos; luego en estas
instancias de asamblea se comenzaron a evaluar los pasos a seguir para lograr el acceso a la justicia,
se socializan los conflictos y se decide la estrategia más conveniente, se delegan quienes harán las
gestiones ante la comisaria y ante el Poder Judicial. Con el tiempo se decidió articular con abogados
de forma tal de hacer un trabajo coordinado y en conjunto por todos los conflictos de tierra que se
presentaban con familias miembros de la organización. Al día de hoy el Movimiento Campesino
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cuenta con un grupo de abogados que hace parte de la organización, las decisiones sobre las
estrategias judiciales se continúan discutiendo en asamblea, y los delegados en articulación con los
mencionados profesionales son los encargados de recorrer los primeros pasos en el acceso a la
justicia en cada caso concreto.
Lograr el acceso a la justicia implica poner en marcha un andamiaje que debería al menos garantizar
ciertos derechos a las partes como ser: ser oídas, tenidos en cuenta sus argumentos y pruebas, que
quien juzgue y tome las decisiones sea imparcial, sin prejuicios, y conozca las realidades sobre las
que está ejerciendo sus funciones jurisdiccionales. En la práctica, la mayoría de las veces esto no
sucede.
Los procesos judiciales que deben afrontar las familias campesinas son tanto civiles como penales.
Empecemos por estos últimos que son mayores en cantidad respecto a los primeros.
En las disputas por el territorio con empresas que, en la mayoría de los casos cuenta con título
dominial (no siempre), los y las campesinas e indígenas son denunciados por usurpación, hurto de
productos forestales, daños, y otros delitos. Como pruebas los denunciantes presentan, en general, los
títulos, autorizaciones de organismos estatales como la Dirección Provincial de Bosques (que les
otorga permisos para producir que se traducen en deforestación del lugar) y testimonios de
empleados que pretenden hacer trabajar en el territorio en conflicto. Solo con estos elementos en la
mayoría de los casos se ha ordenado la detención (con la firma de un juez) de campesinos e
indígenas. Todas estas causas terminan sin condena por falta de pruebas, ni siquiera llegan a la
instancia del debate oral. Esto es la criminalización de la defensa del territorio, pues se busca
hostigar a quienes viven en el lugar a fin de que desocupen lo que la empresa reclama, o bien que
acuerden vivir en un territorio de menor extensión o en otro sitio.
Una práctica recurrente, denunciada por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, son las
acciones de hecho por parte de los empresarios, es decir sin mediar denuncia y/o demanda ante el
Poder Judicial, estos ingresan a los territorios en el que viven las familias, y lo hacen de forma
violenta, con grupos armados. Esto pasó en zonas de Quimili, Ojo de Agua, Sumampa, Campo
Gallo, recientemente, con distintos niveles de gravedad, al día de la fecha no hay detenidos ni
imputados por esto.
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Los campesinos e indígenas, ante cada avance sobre sus derechos al territorio (y a la vida) realizan
las denuncias penales, en general los tipos de delitos se repiten: usurpación, amenaza, daño,
portación de armas, tentativa de homicidio; las pruebas que presentan son: personería jurídica y
carpeta de relevamiento territorial aprobada por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas cuanto de
se trata de comunidades indígenas, y siempre fotos, documental y testimonios que acreditan la
posesión y el tiempo de la misma. Estas denuncias nunca desembocan en detenciones de los
denunciados, ni siquiera en indagatorias ni imputaciones. El único caso de un empresario detenido
fue por el homicidio del indígena Cristian Ferreyra en el año 2011.
En el caso de los juicios civiles estos versan sobre acciones posesorias y reales, en los que se
discuten el derecho a la posesión. Las pruebas que aportan las partes en estos procesos se repiten a
las descriptas en el párrafo anterior, se podría agregar más documental como ser el pago de
impuestos, planos de mensura, etc. Aquí vale aclarar que en el caso de acciones posesorias, que son
la mayoría de los juicios civiles, no interesa quien tiene el título pues lo que se discute no es la
propiedad (titularidad dominial). En muy pocos casos las familias campesinas e indígenas han
recurrido a los tribunales civiles, por las razones que mencionábamos antes: los costos que implican
estos procesos (profesionales, planos, etc.), la imposibilidad de “encajar” sus formas de producir y de
vivir en las herramientas de prueba que ofrece el sistema normativo, y el tiempo que duran estos
juicios.
Desde la perspectiva legal es en estos últimos procesos en los que se debe discutir quien tiene la
razón en cuanto a sus derechos sobre el territorio, aún así nos encontramos con órdenes de desalojo
emanadas de jueces del fuero penal, como ser el caso de la Comunidad Indiegna Yaku Kachi de Bajo
Hondo, en el cual la misma jueza reconoce que es en el ámbito civil donde se discute derechos sobre
la tierra y de igual manera dicta orden de desalojo, a pesar de que el empresario que pretende
desalojarlos inicio también un juicio civil en la jurisdicción federal.
Ahora bien, como decíamos en estos juicios se discuten quien tiene mejor de derecho a vivir en el
territorio (la posesión), pues bien si dejamos de lado el titulo (que hace solo es un instrumento
notarial, un documento escrito que en todo caso otorga el derecho a reclamar y no basta en si como
prueba para acreditar el derecho a poseer), la discusión a lo largo del proceso se centra en quien
posee o poseía el territorio, el tiempo, y aquí además de la documentación que se presente como
prueba se ofrecen testigos y fotos, descripciones y constataciones en el lugar para que el órgano
judicial tenga un conocimiento real de lo que hace cada parte en el territorio, lo que en el Código
Civil y Comercial se define como actos posesorios, según el art. 1928 constituyen actos posesorios
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sobre la cosa los siguientes: su cultura, percepción de frutos, amojonamiento o impresión de signos
materiales, mejora, exclusión de terceros y, en general, su apoderamiento por cualquier modo que
se obtenga. Esta enumeración es meramente enunciativa. El conflicto se presenta al momento de
juzgar si las pruebas presentadas por los y las campesinas e indígenas son suficiente para acreditar la
posesión de la extensión que se reclama o defiende. Y aquí es clave la concepción o formación del
juzgador sobre las necesidades del modelo productivo optado por cada parte. Y nos encontramos con
el conflicto de ideología y cosmovisión, de un lado las empresas cuya producción se basa en el agro
negocio, la producción de monocultivo a gran escala, que utiliza vastas extensiones de tierra sin
monte nativo y sin productores, y por otro lado la producción campesina e indígena basada en la
agroecología, es decir en el respeto por el momento, una producción a menor escala, destinada a
fortalecer la soberanía alimentaria, garantizar alimentos para los pueblos cercanos a cada comunidad,
sin agroquímicos y en armonía con el hábitat, con los bienes naturales, es por esto que el monte se
vuelve un componente fundamental para garantizar la producción bajo esta concepción.
Uno de los principios que rige nuestro ordenamiento normativo es la igualdad ante la ley, que hace
entre otras cosas a la imparcialidad del juzgador a la que hacíamos referencia en párrafos
precedentes. Pero nos preguntamos, está un campesino o indígena en igualdad frente a una empresa,
por un lado tomando en cuenta los recursos materiales (por ejemplo la posibilidad de afrontar gastos)
y por otro lado simbólicamente, las interpretaciones del poder judicial sobre quien tiene un mejor
derecho, aquel que posee el título dominial o quienes han vivido, producido y cuidado el territorio en
el que habitan. Esto nos lleva a la pregunta de cuanto influye el modelo productivo dominante en
estructuras como el Poder Judicial, aquel modelo definido y sostenido por los Estados, como lo es el
agroexportador, que se erige como la columna de las financias públicas, del cual se obtienen los
recursos económicos destinados a gran parte del gasto público. Este modelo, además forma parte de
la cultura occidental hegemónica que impone el capitalismo.
Analizando diversos expedientes de juicios en los que se discute el derecho a la posesión de las
comunidades campesinas e indígenas, nos encontramos en la etapa probatoria y en la sentencia con
las siguientes características comunes, a las cuales clasificaremos según la etapa:
Pruebas:
Testimoniales:
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Intérpretes: en Santiago del Estero no se prevé en la legislación procesal el derecho a
contar con intérpretes para quienes hablan la lengua Quichua. Siendo este requisito
(interpretes), condición básica para el acceso a la justicia, de hecho en muchas provincias
por ejemplo Chaco, la figura del intérprete en el proceso judicial fue incorporado hace
mucho tiempo.
Incapacidad de los operadores judiciales de interpretar conceptualmente las declaraciones
de los miembros de las comunidades campesinas e indígenas. Nociones como el tiempo,
las distancias, las formas de producir, los espacios, no son tenidos en cuenta o son
erróneamente interpretados por los agentes judiciales, por lo que muchas veces se llega a
conclusiones como que “no podían precisar el tiempo de su posesión”.
Constataciones oculares en el territorio: consiste en la visita al inmueble en litigio por parte
ya se del juez/a, juez de paz u oficial de justicia. En los expediente que revisamos, las actas
incorporadas como fruto de estas constataciones solo son descripciones sin contextualizar de
las mejoras (actos posesorios) que el agente judicial observa, no se hace referencia a la forma
de producir, ni al vínculo con los bienes naturales y el monte nativo. Se da cuenta de la
extensión de territorio que se ocupa con mejoras, la extensión “desocupada” o sin mejoras
según la concepción de dichos agentes y los límites.
Estas pruebas son tomadas como fundamentales por los jueces a la hora de sentenciar, así en la
mayoría de las causas son sentencia en contra de las comunidades campesinas e indígenas los
argumentos más comunes son: “no han logrado demostrar la ocupación de toda la extensión del
inmueble que pretenden”, “los testigos no logran precisar el tiempo de posesión”, “la constatación da
cuenta que los limites no coinciden con la efectiva ocupación, la cual se reduce simplemente a las
mejoras como casas, cercos, pozos, etc.”.
Ningún código establece el procedimiento a seguir para determinar la extensión de la superficie que
corresponde en cada caso, esta tarea corresponde a la “sana critica del juez”. Entonces nos
planteamos como evalúa un juez los distintos modos de vida de las comunidades cuyas realidades
desconoce, más aun cuando se supone que todos tenemos los mismos derechos ante la ley, ¿no es
también el caso del derecho a producir, a la identidad cultural, etc.?
Vale destacar, que la función social (prevista en el Código Civil y Comercial) de la propiedad, de la
conservación del medio ambiente, no es tenida en cuenta como una mejora o aporte a la sociedad en
ningún sentencia analizada. Por el contrario, los jueces analizan que la deforestación es signo de
trabajo y mejora, a favor de quien la invoca, en este caso la empresa que pretende el territorio
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campesino e indígena. Lo cual muestra el vacío y atraso en cuanto a reconocimiento de derechos si
se considera el nuevo constitucionalismo incluso en la región, en países como Bolivia y Ecuador.
Nunca encontramos la justicia del Estado q nos defienda, nunca estuvo a favor de los campesinos
indígenas, para nosotros la única justicia es la organización, conocer los derechos, poder seguir
viviendo y produciendo en el territorio. Derechos y formación, gracias a lo que uno se va formando
va conociendo los derechos que uno tiene. (Entrevista a una referente del MOCASE, 7/2020).
Que vamos a comer si no producimos en la tierra. Ahí tenían un cementerio, de más de 200 años.
Hace poco entró la empresa la SOLAGRO, en el 2000 o 2002, paramos las topadoras porque
SOLAGRO quería pasar por encima, solo había un camino para entrar a prender vela. El
cementerio era de madera de quebracho colorado.
La policía recorría la casa haciendo creer que iban oficiales de justicia de Añatuya, a mentir allá
que los Ramírez ya han arreglado ustedes tienen que arreglar para hacerle firmar papeles y la gente
decía no si ellos están más firmes que nosotros nosotros no vamos a firmar.
Siempre la policía, los oficiales de justicia y los jueces nos querían hacer creer q los dueños son los
empresarios que tenían los papeles y no nosotros que vivíamos ahí, eso aprendimos con la
organización.
Aprendimos con cada desalojo, aprendimos de derechos, que hora se puede desalojar por ejemplo.
Con los años siempre vimos que la policía siempre estuvo a favor de los empresarios. Nosotros
siempre marcábamos que el gobierno, la justicia y la policía estaban a favor de los empresarios, en
aquellos años Ruiz como vicegobernador, siempre a favor de los empresarios.
El empresario cuando venía fuerte los primeros años, a la noche tapaban los pozos de agua, cuando
vos reclamabas ibas a reclamar la policía te decía ellos tienen derechos, porque tienen los papeles.
La policía nunca ha mirado bien a los poseedores de más de 5 generaciones, por más que sean
policías que te conocían, porque les daban plata por abajo. (Entrevista a una referente del
MOCASE 7/2020)
Entonces en base a los expedientes analizados y a las entrevistas realizadas, cabe preguntarse cuál es
la igualdad de derechos para las familias campesinas e indígenas. Y como pueden probar su forma de
vivir su cosmovisión frente a un Poder Judicial cuyas herramientas de acceso a la justicia son rígidas,
formales e interpretadas desde la legalidad formal – occidental.
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El Código Civil y Comercial reconoce como fuente del derecho los usos y costumbres, que son
aquellas prácticas que se repiten de manera constante en una comunidad con la convicción de su
obligatoriedad. Ahora bien, la práctica productiva y modo de vivir comunitario no es tomado por los
jueces como usos y costumbres que generen derechos.
Y aquí cabe mencionar rol del juez, este debe solo aplicar la ley, es decir encajar la realidad en la
norma o además debe interpretar la ley, de modo que las realidades e identidades diversas tengan su
correlato en cuanto a derechos.
La actual estructura del Poder Judicial con una mirada netamente jurídica no permite un abordaje
interdisciplinario de los procesos, esto trae como consecuencia que no hay otras miradas sobre la
vida de las comunidades, siendo limitadas a la aplicación o interpretación de profesional del derecho.
Las comunidades organizadas en el Movimiento Campesino han aprendido y enseñan que la defensa
de sus derechos, de sus territorios y formas de vida no pasa por la disputa judicial, sino por el
ejercicio constante y consiente en ser parte de la tierra. Vivir, resistir, y crear desde el territorio,
todos los días, producir y defender cada árbol es la bandera de dicha organización.
La disputa cultural, por lo simbólico, también es un eje fundamental, en ese sentido, se cuestiona
desde ese Movimiento entre otras cosas el término “propiedad” para referirse a los territorios que
habitan, este habitar se traduce en una relación material y espiritual con el territorio, en su sentido
integral con todos aquellos bienes materiales e inmateriales que lo componen. El termino propiedad
como nosotros lo conocemos no se corresponde con la cosmovisión de los pueblos originarios y
campesinos comunitarios, hoy la concepción dominante y hegemónica en nuestro ordenamiento es la
propiedad occidental, “encarnada en las nociones legales e ideológicas de propiedad privada
individual,… vista como el producto de un largo proceso evolutivo y civilizatorio para unos o de
alienación para otros.” F y K Benda-Beckman sostienen que las nociones de propiedad y soberanía
fueron impuestas por los colonizadores a los pueblos colonizados, y que su carácter individual era
visto como una evolución de la civilización a diferencia de lo comunal que era visto como un
comunismo primitivo y arcaico. Fue cuando los colonizadores se establecieron en las colonias y
pasaron del comercio de esclavos a las grandes extensiones de plantaciones que se comenzó a
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privatizar territorios a gran escala, esta política de privatización se mantiene hoy desde organismos
internacionales como el Banco Mundial y la mayoría de los Estados latinoamericanos.1
En este sentido el MOCASE trabaja desde cada familia que se siente convocada a defender la tierra.
Se organizan y dan la disputa en el territorio, en el Poder Judicial y por la cultura, por su
representación intercultural.
La difusión de derechos, como decíamos, es un paso inicial, a partir de ahí el camino es la conciencia
sobre el modelo productivo, la extensión del territorio en base a la agreecología y la importancia de
la comunidad.
Hay familias que se organizan y se sienten parte de la tierra y hay otras familias que veían que otros
tenían papeles y entonces esos eran los dueños. Había distinta conciencia. Entonces venían los
empresarios y los encerraban en pequeños lugares, no tenían ni de dónde sacar leña. Esa familia se
terminaba yendo, se iban al pueblo, morían de depresión. Otros morían en el lugar de depresión, sin
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Franz y Keebet von Benda-Beckmann, Un análisis funcional de los derechos de propiedad, con referencias al caso de
Indonesia. Plurarismo jurídico e interlegalidad: textos esenciales.
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conocer los derechos. Si íbamos y los hablábamos no nos creían, nos decían no el empresario es
buenito nos deja aquí y le da trabajo a nuestros hijos,
Hay muchas formas en que actúa el empresario, diciendo bueno te dejo vivir aquí en una pequeña
parcela. Los animales se empiezan ir, los empresario matan a los empresarios. Entre vecinos
empiezan a pelearse porque los animales les pasan.
Los límites del Poder Judicial para dar respuestas a los reclamos y realidades de las comunidades
campesinas e indígenas ha llevado al MOCASE a exigir soluciones en otros ámbitos, como ser los
poderes legislativos y judiciales, y buscar el apoyo de la sociedad mediante la difusión de la
problemática en torno a la tierra y la importancia de su defensa.
Nuestro ordenamiento legal no reconoce el pluralismo jurídico como parte integrante de este, sin
embargo este es fácticamente practicado a diario entre otros por pueblos campesinos e indígenas.
Los procesos de reconocimiento de los pueblos, en mayor o menor grado, ejemplo del primero son
Ecuador y Bolivia y del segundo Argentina, nos plantea la necesidad de pensar (y trabajar en pos) de
una posible convivencia de modelos culturales distintos.
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La interculturalidad es una realidad, no solo por los pueblos indígenas y campesinos sino también
por los migrantes, y otras diversidades culturales, por lo que un Estado que promueva una nación,
una cultura, una forma del ser, que intente colonizar – disciplinar a quienes no responden a los
patrones hegemónicos occidentales, ya no es posible a largo plazo.
El interrogante que nos queda es como el Poder Judicial actual, desde su visión legalista formal,
occidental, se plantea (si es que lo hace) garantizar los derechos de los pueblos cuyas culturas
desconoce y no encajan en el modelo productivo/de vida hegemónico, siendo que las herramientas
que ofrece el sistema para la disputa legal no han sido suficientes en las causas en trámite y
concluidas hasta el día de hoy.
Conclusión.
Con este trabajo intentamos plasmar reflexiones en torno a la legislación y a la realidad de las
comunidades campesinas e indígenas, las respuestas del Poder Judicial.
La lucha de los pueblos originarios y campesinos en la defensa de sus derechos es histórica y es por
la vida. Los Estados ya no pueden ignorar que otras formas, culturas e identidades habitan los
mismos territorios.
Los pueblos indígenas nos enseñan que el vínculo con la naturaleza no está limitado a la propiedad, y
que en definitiva esta no tiene solo una función económica.
Bibliografía.
- Barbetta, Pablo (2005). “El Movimiento Campesino de Santiago del Estero: luchas y sentidos
en torno a la problemática de la tierra” en Giarracca, N. y Teubal, M., El campo argentino en
la encrucijada. Tierra, resistencia y ecos en la ciudad. Buenos Aires: Alianza Editorial.
- Barbetta, Pablo (2009). En los bordes de lo jurídico. Conflictos por la tenencia legal de la
tierra en Santiago del Estero¸ Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires.
- Von Benda-Beckmann Franz y Keebet, Griffiths Anne y John, y Hoekema André. Pluralismo
jurídico e interlegalidad: textos esenciales. Lima, Peru. 2014.
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- Walsh Catherine. Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de)coloniales de nuestra época.
Quito, Ecuador. 2009.
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