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RESEÑA CRÍTICA DE LECTURA

Schüssler Fiorenza, Elisabeth. “La formación del canon del Nuevo


Testamento y la marginalización de las mujeres”. En Los Evangelios:
Narraciones e historia, editado por Mercedes Navarro y Marinella Perroni,
33-44. Estella: Verbo Divino, 2011.

Curso: Nuevo Testamento I (CBX 109)

Docente: David Castillo Mora

Estudiante: Andrés Omar Ayala


La autora:

Elisabeth Schüssler Fiorenza (Cenad, Rumanía, 17 de abril de 1938) es una


teóloga feminista católica alemana nacida en Rumania de ascendencia
alemana. Es profesora de teología de Harvard Divinity School y ocupa la
cátedra Krister Stendahl de Sagrada Escritura e Interpretación.

a) Un resumen de los puntos centrales.

De inicio la autora afirma su conclusión, la cual pasará a desglosar en el


desarrollo de su escrito: “la formación y la imposición de un canon están
siempre implicadas en las relaciones de poder. El canon actual de las
Escrituras cristianas es una colección de diversos escritos que fue inestable
durante mucho tiempo y que no fue recogido en una edición autorizada hasta
la llegada del cristianismo imperial bajo Constantino. La motivación de dicha
colección canónica autorizada fue política y exclusivista". A partir de esa
afirmación, avanza hasta concluir que esa empresa “política y exclusivista” se
concentra principalmente en la exclusión de las mujeres.

Luego de una buena y sintética introducción al uso del vocablo “canon”, y un


no muy sutil giro para confirmar su argumento central, entra de lleno en la
hipótesis de una canon formado, fijado e impuesto por el Imperio: “la
formación del canon, propiamente dicha, no tuvo lugar hasta que se produjo
una intervención oficial por parte de los gobernantes en el proceso de
selección de la Escritura cristiana. La corrección de la doctrina cayó dentro
del ámbito de la maquinaria legal del Estado y fue obligada la obediencia bajo
la amenaza de la fuerza armada”, lo cual es una evidente exageración si no
una burda mentira.

Finalmente, como pináculo y ejemplo de su ruta argumentativa, la autora


examina el caso del evangelio de María Magdalena y su exclusión del canon
como una demostración del propósito explícito de la iglesia cristiana, reducida
a departamento funcional del imperio, de excluir a las mujeres de cualquier
rol, y de quitarles la voz y la existencia: “La canonización tuvo lugar como un
proceso imperial de exclusión, de imposición de etiquetas negativas y de
construcción dualista de la ortodoxia-heterodoxia. Fue un factor destacado en
la exclusión de las mujeres del liderazgo apostólico. Y, sin embargo,
debemos aproximarnos tanto a los evangelios canónicos como a los no
canónicos con una hermenéutica de la sospecha, en tanto en cuanto ambos
fueron formados por el lenguaje y la cultural kyriarcales del Imperio romano”.

b) Valoración crítica del argumento.

Con todo el respeto que merece una autora de la talla y erudición de


Schüssler Fiorenza, es imposible dejar de notar el profundo sesgo
autoconfirmatorio de su argumento. Para sostenerlo tiene que negar y
tergiversar bastantes hechos bien documentados de la historia del canon.
A fines del primer siglo y al inicio del segundo de la era cristiana se
multiplicaban los escritos apócrifos. Todos pretendían trasmitir la Palabra
revelada, la Revelación originaria, recibida de los Apóstoles o directamente
del Espíritu Santo. De esta manera, circulaban innumerables evangelios,
además de aquellos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que eran los
evangelios de Pedro, Felipe, Bartolomé, Bernabé, etc, incluso el de María
Magdalena, sobre el que la autora hace descansar buena parte de su
argumentación. Además, había confusión sobre la necesidad de aceptar los
libros del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Marción, los excluía a todos ellos
y también muchos del Nuevo Testamento.

Por otra parte, el cauce de la Tradición aparecía demasiado largo y


contaminado. Se llegó así a la determinación del Canon (es decir, de la regla
de fe o credo), que llegó a ser el criterio inderogable para un ulterior
desarrollo de la Tradición y el punto de referencia seguro tanto para la
catequesis como para la teología.

A despecho de la linea argumentativa sostenida por Schüssler Fiorenza, la


fijación del canon no fue obra de un Concilio, ni ecuménico ni local, mucho
menos de un Emperador (aunque no pueda obviarse su influencia), sino el
resultado de una progresiva convergencia de consensos en relación al uso de
los textos sagrados en las asambleas litúrgicas. La lex orandi llega a ser
progresivamente también lex credendi.

c) Reflexión y evaluación conclusiva.

La exclusión del Evangelio de María Magdalena del canon no responde a una


intención explícita de exclusión de las mujeres, sería bastante pueril querer
juzgar a personas de entre los siglos I y IV con el marco referencial de una
militante feminista del siglo XXI. Un texto de una comunidad marginal
(atribuido a una mujer o un hombre indistintamente) tenía casi nula
posibilidad de ser considerado canónico dado que no era conocido, leído ni
reconocido como autoritativo en las comunidades cristianas.

Este evangelio, como muchos otros testimonios de las comunidades


cristianas marginales, nos sirve para repensar no sólo el propósito y las
manifestaciones concretas del ministerio de Jesús, su recepción por las
diversas comunidades de sus seguidores y seguidoras, sino para iluminar
nuestro presente.

No es necesario recurrir a afirmaciones increíbles, o conspiraciones


imperiales, ciertamente la cultura de hace quince siglos era totalmente
diferente de la nuestra. Con cordura y respeto, podemos muy bien
acercarnos a las antiguas Escrituras y encontrar en ella inspiración, fermento
y motivación para el amor, la justicia y la inclusión de todas y todos.

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