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Día 316 de 365

LAMENTACIONES 3 Progreso: 86,6 %

La aflicción de Jerusalén Lectura de hoy:


Lamentaciones 3
1 Yo soy el hombre que ha soportado la miseria bajo la vara Eclesiástico 24,18-34
de su furor. Juan 13

2 Él me condujo y me hizo caminar por las tinieblas, y no por


la luz.

3 Sólo contra mí, una y otra vez, vuelve su mano todo el día.

4 Él marchitó mi carne y mi piel, quebró todos mis huesos.

5 Edificó contra mí un cerco de veneno y fatiga.

6 Me confinó en las tinieblas, como a los que murieron hace mucho tiempo.

7 Me tiene cercado y no puedo salir, hizo pesada mi cadena.

8 Por más que grite y pida auxilio, cierra el paso a mi plegaria.

9 Cercó mis caminos con piedras talladas, entorpeció mis senderos.

10 Fue para mí un oso en acecho, un león agazapado.

11 Me apartó del camino y me desgarró, me dejó desolado.

12 Apuntó con su arco e hizo de mí el blanco de su flecha.

13 Me clavó en los riñones las flechas de su aljaba.

14 Fui la irrisión de mi pueblo, el motivo constante de sus cantos burlones.

15 Él me sació de amargura, me abrevó con ajenjo.

16 Partió mis dientes con un guijarro, me revolcó en la ceniza.

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17 Ya no hay paz para mi alma, me olvidé de la felicidad.

18 Por eso dije: "Se ha agotado mi fuerza y la esperanza que me venía del Señor".

La misericordia y la justicia del Señor, motivo de esperanza

19 Recordar mi opresión y mi vida errante es ajenjo y veneno.

20 Mi alma no hace más que recordar y se hunde dentro de mí;


21 Pero me pongo a pensar en algo y esto me llena de esperanza:
22 La misericordia del Señor no se extingue ni se agota su compasión;
23 ellas se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!

24 El Señor es mi parte, dice mi alma, por eso espero en él.

25 El Señor es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan.

26 Es bueno esperar en silencio la salvación que viene del Señor.

27 Es bueno para el hombre cargar con el yugo desde su juventud.

28 Que permanezca solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone.

29 Que ponga su boca sobre el polvo: ¡tal vez haya esperanza!

30 Que ofrezca su mejilla al que lo golpea y se sacie de oprobios.

31 Porque el Señor nunca rechaza a los hombres para siempre.

32 Si aflige, también se compadece, por su gran misericordia.

33 Porque él no humilla ni aflige de corazón a los hijos de los hombres.

34 Cuando se aplasta bajo los pies a todos los prisioneros de un país;


35 cuando se conculca el derecho de un hombre ante el rostro del Altísimo;
36 cuando se perjudica a alguien en un pleito, ¿acaso no lo ve el Señor ?

37 ¿Quién dijo algo y eso sucedió, sin que el Señor lo ordenara?

38 ¿No salen de la boca del Altísimo los males y los bienes?

39 ¿De qué se queja el hombre mientras vive? ¡Que domine más bien su pecado!

40 ¡Examinemos a fondo nuestra conducta y volvamos al Señor!

41 Levantemos en nuestras manos el corazón hacia el Dios del cielo.

42 Hemos sido infieles y rebeldes; ¡tú no has perdonado!

43 Te has cubierto de indignación y nos has perseguido, ¡has matado sin piedad!

44 Te has cubierto con una nube para que no pase la plegaria.

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45 Nos has convertido en basura y desecho en medio de los pueblos.

46 Abren sus fauces contra nosotros todos nuestros enemigos.

47 Nos asaltan el terror y la fosa, la ruina y el desastre.

48 Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, por el desastre de la hija de mi pueblo.

49 Mis ojos lloran sin descanso, no hay un alivio,


50 hasta que el Señor vuelva su mirada y observe desde el cielo.

51 Mis ojos me hacen sufrir al ver a las hijas de mi ciudad.

52 Me han cazado como a un pájaro los que me odian sin razón.

53 Ahogaron mi vida en un pozo y arrojaron piedras sobre mí.

54 Las aguas corrieron sobre mi cabeza, y yo exclamé: "¡Estoy perdido!".

55 Entonces invoqué tu Nombre, Señor, desde lo más profundo del pozo.

56 Tú escuchaste mi voz: "¡No cierres tu oído a mi grito de auxilio!".

57 Te acercaste el día que te invoqué y dijiste: "¡No temas!".

58 Tú has defendido mi causa, Señor, has rescatado mi vida.

59 Has visto el daño que me hacen, ¡defiende mi derecho!

60 Has visto su sed de venganza, todos sus planes contra mí.

61 Has escuchado sus insultos, Señor, todos sus planes contra mí.

62 Los labios de mis agresores y sus maquinaciones están contra mí todo el día.

63 Míralos cuando se sientan o se levantan: soy el motivo de sus cantos burlones.

64 Tú les darás su merecido, Señor, conforme a la obra de sus manos.

65 Les endurecerás el corazón, y tu maldición caerá sobre ellos.

66 Los perseguirás con saña y los exterminarás debajo de los cielos.

ECLESIÁSTICO 24,18-34

18 [Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa
esperanza. Yo, que permanezco para siempre, soy dada a todos mis hijos, a los que han
sido elegidos por Dios.]

19 ¡Vengan a mí, los que me desean, y sáciense de mis productos!


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20 Porque mi recuerdo es más dulce que la miel y mi herencia, más dulce que un panal.

21 Los que me coman, tendrán hambre todavía, los que me beban, tendrán más sed.

22 El que me obedezca, no se avergonzará, y los que me sirvan, no pecarán».

23 Todo esto es el libro de la Alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés
como herencia para las asambleas de Jacob.

24 [No dejen de buscar su fuerza en el Señor; permanezcan unidos a él, para que él los
fortalezca. El Señor todopoderoso es el único Dios y, fuera de él, no hay otro salvador.]

25 Ella hace desbordar la Sabiduría como el Pisón y como el Tigris en los días de los
primero frutos;

26 inunda de inteligencia como el Eufrates y como el Jordán en los tiempos de la


cosecha;

27 prodiga la instrucción como el Nilo, como el Guijón en los días de la vendimia.

28 El primero no terminó de conocerla y el último ni siquiera la vislumbra.

29 Porque su pensamiento es más vasto que el océano y su designio, más profundo que
el gran Abismo.

30 En cuanto a mí, como un canal que brota de un río, como una acequia, salí a un
jardín

31 y dije: «Regaré mi huerta y empaparé mis canteros». ¡De pronto, mi canal se


convirtió en un río, y mi río se transformó en un mar!

32 Aún haré brillar la instrucción como la aurora e irradiaré su luz lo más lejos posible;

33 aún derramaré la enseñanza como una profecía y la dejaré para las generaciones
futuras.

34 Porque yo no he trabajado sólo para mí, sino para todos los que buscan la sabiduría.

JUAN 13

1 Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los
amó hasta el fin.

2 Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de


Simón, el propósito de entregarlo, 3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en
sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, 4 se levantó de la mesa, se
sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.

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5 Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

6 Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a
mí?».

7 Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero
después lo comprenderás».

8 «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no
te lavo, no podrás compartir mi suerte».

9 «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la
cabeza!».

10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque
está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos».

11 El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están
limpios».

12 Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
«¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?

13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy.

14 Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben
lavarse los pies unos a otros.

15 Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

16 Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más
grande que el que lo envía.

17 Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.

18 No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que
se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.

19 Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo
Soy.

20 Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe,
recibe al que me envió».

21 Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro


que uno de ustedes me entregará:.

22 Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.

23 Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús.

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24 Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere».

25 El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?».

26 Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y
mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.

27 En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza
pronto lo que tienes que hacer».

28 Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.

29 Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús
quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar
algo a los pobres.

30 Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.

31 Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y
Dios ha sido glorificado en él.

32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy


pronto.

33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo
les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: «A donde yo voy, ustedes no pueden
venir».

34 Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he
amado, ámense también ustedes los unos a los otros.

35 En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan
los unos a los otros».

36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy,
tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».

37 Pedro le preguntó: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».

38 Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes
que me hayas negado tres veces».

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