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José Miguel Sánchez Lozano

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El Octavo Arte
Cuando tenía once años tuve la fortuna de ir a París, Francia a ver en persona a la
Mona Lisa. Como cualquiera al que le hayan contado la historia de la pintura más
famosa e importante del mundo, estaba emocionado. Me habían contado sus
misterios sobre si está sonriendo o no, o si la vez que fue robada realmente fue
regresada. Toda esa historia me generaba una intriga enorme que solo
aumentaban más mis ganas por conocerla. Después de haber cruzado el gran
charco, hacer una gran fila para entrar y escabullirme entre toda la multitud por fin
pude estar delante de ella. Me tomé mi fotografía obligada y de ahí curiosamente
no sentí nada. Nada había evocado esa pintura en mí, parecía haber sido una
pérdida de tiempo. ¿Realmente habrá valido la pena viajar tanto por la pintura de
una mujer italiana? 
Muchos podrán argumentar que era muy joven para entender el arte, pero a los 16
fui a ver a las Dos Fridas y a los 19 fui a ver a Las Meninas de Velásquez y de
igual manera, no sentí nada. No es que las pinturas para mí no signifiquen nada,
yo he logrado disfrutar de la bella Guernica de Picasso o los controversiales
grafitis de Banksy. Así que el arte de las pinturas no es problema aquí. Y también
puedo admirar un buen libro, una magnífica película o una poderosa canción que
al contrario de las obras antes mencionadas, sí evocan sentimientos en mí. Como
se podrá asumir, para mí el arte es todo aquello que nos evoque alguna sensación
o nos haga reflexionar sobre nuestra condición humana.
Menciono todo esto y pongo en duda lo que es arte porque dentro de todos estos
productos artísticos, existe cierto conjunto de obras que es ignorado por los
críticos y especialistas. Hablo de los videojuegos, los que para mí son el octavo
arte. Opinión controversial sin duda alguna ¿Por qué un producto de
entretenimiento causante de adicciones en niños, adolescente e inclusive adultos
podría llegar a ser considerado un arte? 
Remontémonos nuevamente a mi undécimo año de vida, año en el que conocí el
primer videojuego que me cambiaría la vida, Mario Galaxy 2. Para mí fue toda una
experiencia recorrerlo de principio a fin. Explorar cada planeta, superar cada nivel,
vencer a cada jefe, cada nuevo reto que se me presentaba suponía una emoción
José Miguel Sánchez Lozano
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diferente. Desde alegría, enojo, desesperación, risa, satisfacción, cada emoción
que pasaba por mi mente se convertía en un recuerdo del reto que fue para mí el
completar este juego. Cada detalle impuesto en el juego hacía que lo amara cada
vez más y empezaba a formar en mí la idea de lo que estaba experimentando en
esos momentos no podía ser otra cosa más que arte. A la fecha sigo pensando
que todo aquello que te rete y te haga dudar de tus capacidades, pero que al
mismo te demuestre que sí eres capaz, te invita a reflexionar sobre tu condición
humana.
Con 17 años tuve la fortuna de jugar, y no solo jugar sino también vivir, lo que en
mi opinión es el mejor producto narrativo. Hablo del videojuego Red Dead
Redemption 2 (RDR2), que para quienes no estén familiarizados con este, les doy
un breve resumen. RDR2 es un videojuego de mundo abierto ambientado a finales
del siglo XIX en Estados Unidos, cuando los vaqueros seguían estando presentes
en la sociedad. Precisamente es a un vaquero al que encarnamos en esta travesía
llena de asaltos, traiciones y muertes. No quiero revelar muchos más detalles de la
historia, ya que yo invito a cualquiera que lea esto a darle la oportunidad a este
magnífico juego. Seas un video jugador o no, te aseguro que no te arrepentirás de
jugar tremenda obra de arte.

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