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Las discrepancias entre Cochrane y San Martín alcanzaron tan alto grado que sólo la
moderación de O'Higgins, impidió un rompimiento definitivo entre ellos. Asimismo, fue
necesaria su directa participación para apaciguar al Almirante y evitar que hiciera
efectiva su renuncia presentada en más de una ocasión.
Oportuno es destacar que la Expedición Libertadora del Perú, Escuadra y Ejército, fue
prepa rada y equipada enteramente por el Gobierno de Chile, a costa de grandes
sacrificios. Las dificultades que afrontaba el Gobierno de Buenos Aires, donde existía
prácticamente una anarquía, le impedían cualquier apoyo a esta expedición; es más, se
dispuso que San Martín regresara con los restos del Ejército de los Andes, a fin de
sofocar las revueltas existentes en ese país. En todo caso, tanto la Escuadra como el
Ejército Libertador portaron la bandera de Chile. Asimismo, es conveniente mencionar
que, en el plano estratégico, la Expedición Libertadora del Perú era de gran
significación para el afianzamiento de la independencia de Chile y, en lo naval, la
destrucción de las fuerzas navales existentes en El Callao, un imperativo para la
consolidación del dominio del mar que ejercía la Escuadra Nacional.
“la expedición libertadora: Bahía de Paracas”
El 7 de septiembre la Expedición Libertadora arribó a las playas del Paracas al mando
del general José de San Martín y Matorras llegó a la bahía de Paracas, iniciándose al día
siguiente en donde instaló su cuartel en Pisco, el desembarco de las tropas que se
prolongó El desembarco del Ejército en Paracas se inició al día siguiente, empleándose
tres días en ello. Para dar seguridad a la operación, la primera división marchó
inmediatamente sobre Pisco, abandonado por la guarnición realista; a su vez, la
Escuadra destacó a las fragatas “O’Higgins” y “Lautaro”, para que hicieran lo propio
desde el mar. Además, el Almirante envió a reconocer El Callao y las fuerzas navales
allí presentes al bergantín “Araucano” y a la corbeta “Independencia”, con el propósito
de no ser sorprendidos por las fuerzas españolas.
Lo anterior, afectó a las fuerzas navales que se vieron obligadas a una pasividad
enervante. La Escuadra estaba atada al convoy, a las instrucciones de O'Higgins y a la
autoridad de San Martín. No obstante, capturaron algunas naves mercantes españolas
sorprendidas en el área, entre ellas los bergantines “Cantón”, “Rebeca” y “San
Antonio”.
Situadas las fuerzas expedicionarias a tres millas de El Callao, todo hacía suponer que
se atacaría de inmediato al grueso del ejército hispánico. Cochrane era de opinión que
debía atacarse simultáneamente Lima y El Callao. Mientras, San Martín persistía en su
idea de parlamentar y fomentar el alzamiento peruano y que fueran ellos quienes
decidieran su propio destino. Felipe Pérez Soldán, historiador peruano, acota al respecto
que si San Martín hubiese adoptado el plan de Cochrane, con sólo 1.000 hombres se
habría conquistado Lima y se hubiese terminado la campaña en ese momento.
Además de eso San Martín instaló su cuartel en Pisco y recibió el apoyo de la
población, dirigió una proclama para que sus tropas no cayeran en abusos, con líneas
principistas.
En los días siguientes, las conferencias continuaron entre los delegados, que se
reunieron en Miraflores y finalmente a bordo del Cleopatra, barco neutral anclado en la
rada del Callao, pero estas conferencias terminaron en fracaso.
No se logró ningún acuerdo porque los puntos de ambas partes eran inconciliables. Por
el lado español se intentó que los patriotas reconocieran la autoridad del Rey de España
bajo el amparo de la Constitución liberal de 1812 que acababa de jurar. San Martín, por
su parte, exigió el reconocimiento incondicional de la independencia de América.
Lo más interesante de estas Conferencias, fue lo que propuso muy reservadamente San
Martín, por intermedio de sus delegados, acerca de la instalación de una Monarquía
Constitucional en el Perú independiente, con un príncipe español a su cabeza. El Virrey
eludió dar una respuesta, pues era un tema que solo competía decidir a la corte de
Madrid.
Por ese motivo, el 31 de mayo de 1822 el marqués de Torre Tagle estableció una
versión formada de tres bandas verticales, de color rojo en los extremos y blanco en la
central, con el sol rojo al medio de la banda blanca.
La forma final de nuestra bandera se estableció el 25 de febrero de 1825, durante el
gobierno de Simón Bolívar, a través de la promulgación de la ley de símbolos patrios.
Esta determinó que: “El pabellón y bandera nacional se compondrán de tres franjas
verticales, las dos extremas encarnadas, y la intermedia blanca, en cuyo centro se
colocará el escudo de las armas con su timbre, abrazado aquel por la parte interior de
una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda entrelazadas”.
La única modificación desde entonces fue una simplificación que se realizó en 1950,
durante el gobierno de Manuel Odría. Para facilitar la confección de nuestro símbolo
patrio, se decidió que la presencia del escudo no fuera necesaria. Desde entonces,
empleamos la bandera actual y solo las instituciones del Estado o ceremonias oficiales
incluyen el escudo.
El 7 de junio se celebra el Día de la Bandera, en conmemoración del aniversario de la
batalla de Arica; y el 28 de agosto la Procesión de la Bandera, en la ciudad de Tacna.
Primera Bandera Nacional del Perú fue creada por el libertador José de San Martín en
Pisco, con la que liberó a la ciudad de Ica el 21 de octubre de 1820, con el sol naciente
Por su parte, San Martín estaba acompañado por el general Juan Gregorio de Las Heras,
Mariano Necochea y James Paroissien. Luego, San Martín en persona viajaría a Madrid
para solicitar de las Cortes que escogieran a un infante de España, un príncipe Borbón,
que debía ser proclamado Rey del Perú. En un primer momento, a La Serna no le
pareció inaceptable este plan y consideró incluso la voluntad de San Martín de ir a
España como un gesto de buena voluntad. Al parecer, esa también fue la primera
impresión de sus oficiales, que departieron con los delegados patriotas en medio de
brindis y chanzas.
El virrey pidió dos días para consultar a todos sus oficiales y, según parece, se impuso
entonces el criterio de sus dos generales más importantes, Canterac y Valdés, que vieron
en el plan de San Martín solo un pérfido ardid para ganar tiempo. La Serna se abstuvo
entonces a dar una respuesta a San Martín, aduciendo que no tenía instrucciones para
decidir en asuntos tan trascendentes. No obstante, las conversaciones continuaron,
nuevamente entre delegados. Así se frustró en Punchauca el esfuerzo efectuado por San
Martín para evitar una guerra cruenta, ante la negativa de los españoles a reconocer la
independencia.
No han faltado, sin embargo, autores que sostienen que San Martín era consciente de
que la corte de Madrid nunca ratificaría un acuerdo de tal índole y que su objetivo real
era ganar tiempo. Punchauca fue la última conversación entre los realistas y San Martín.
Posteriormente La Serna evacuó Lima y San Martín ingresó a la capital.
"Están perdidos. El Callao es nuestro. No tienen víveres para quince días. Los auxiliares
de la sierra se los van a comer. Dentro de 8 días tendrán que rendirse o ensartarse en
nuestras bayonetas". Comunicación de San Martín a Las Heras.5
Tras realizar una junta de guerra en el Callao, Canterac optó por regresar a la sierra, sus
hombres abandonaron las fortalezas con entusiasmo y dando vivas al rey pues creían
que se dirigían a combatir sin embargo al virar hacia el norte, atravesar el río Rímac y
ante la penosa perspectiva de volver a atravesar la cordillera, se esparció la
desmoralización en el ejército realista siendo que las deserciones aumentaron a niveles
alarmantes y aunque las tropas reales mantuvieron victoriosas acciones de retaguardia
contra las montoneras y partidas que San Martín había enviado en su persecución al
mando del general Guillermo Miller, al regresar a Jauja el ejército se encontraba
seriamente reducido en hombres y elementos.
El virrey José de La Serna abandona Lima y se abre paso rumbo a la sierra central con
4,000 soldados. En el Pacificador Peruano de Huaura, órgano de divulgación del
Ejército Libertador, se describe en abril de 1821 que “la capital fue reducida a las más
triste y calamitosa situación La Serna tiene ya sofocados a estos habitantes con la
tiranía que ejerce y las contribuciones. Ya no hay valor y para resistir tanta persecución,
para soportar las ejecuciones y clandestinas y arbitrarias, para sufrir la carestía de
víveres. El arroz está a 12 pesos botija, y el maíz 10 pesos fanega De carne no se hable.
Semejante estado me hace temer, que si no hay alguna variación dentro de un mes,
perece la mitad de esta población”*.
LIMA QUEDA A MERCED DE LOS INSURGENTES. El 6 de julio, el virrey La
Serna emprende la retirada de Lima con su ejército. La marcha por la quebrada de Mala
hasta alcanzar las alturas de Yauyos es hostigada por las montoneras patriotas. El
Ejército Libertador se apresta a ingresar a la capital del virreinato sin derramar una gota
de sangre.
LIMA QUEDA A MERCED DE LOS INSURGENTES. El 6 de julio, el virrey La
Serna emprende la retirada de Lima con su ejército. La marcha por la quebrada de Mala
hasta alcanzar las alturas de Yauyos es hostigada por las montoneras patriotas. El
Ejército Libertador se apresta a ingresar a la capital del virreinato sin derramar una gota
de sangre.
LA SERNA ABANDONA LIMA
Una de las razones del golpe militar contra Joaquín de la Pezuela en enero de 1821
había sido el destino de Lima: la prioridad del anterior virrey era defender la capital,
mientras que los golpistas, con José de La Serna a la cabeza, temían perder el Perú por
defender Lima.
Cuando fracasaron las negociaciones de paz de Punchauca, el virrey La Serna decidió
que era el momento de abandonar la capital del virreinato. Con su estado mayor había
analizado la situación militar y consideraba que había perdido el control del mar
incluyendo el bloqueo del Callao. Como consecuencia había desabastecimiento y
hambre en Lima. Encima una peste diezmaba a la población y cundía la
desmoralización. A sus ojos, el ejército realista se estaba desintegrando. Por el
contrario, su plan era subir a la sierra, encontrar avituallamientos, reclutar indígenas y
entrenar sus tropas. Pensó que perdida la costa había posibilidad de librar una segunda y
decisiva batalla por el país desde la sierra.
En ese momento, la expedición de Arenales aún se hallaba en la sierra central y
constituía una amenaza puesto que había alentado la formación de guerrillas patriotas
que participaban activamente del hostigamiento a las fuerzas del rey. Para enfrentarlo, el
virrey había despachado una división a cargo del coronel José de Canterac, quien había
salido de Lima preparando el camino para la retirada general.
Pero el costo de abandonar Lima era enorme porque significaba abandonar a la elite
económica que había contribuido significativamente con la causa realista. La riqueza
material de la capital quedaba atrás y en manos del enemigo.
Mientras tanto, en el campamento patriota en Huaura la situación era completamente
distinta. La estrategia de San Martín ha quedado retratada en la tradición de Ricardo
Palma que se titula “Con días y ollas venceremos”. Según el tradicionalista, el libertador
se había propuesto liberar Lima sin batalla, ganando para su causa la voluntad de sus
habitantes. Para lograrlo su ejército había cercado Lima por el norte, los guerrilleros
actuaban en diversas quebradas estrechando el cerco y, además, la marina patriota era
dueña del Pacífico.
Para ganarse a la gente requería tiempo y persuasión. A ello alude la palabra “días” de
la tradición de Palma. Por su parte, la palabra “ollas” alude al procedimiento empleado
para hacer llegar mensajes secretos y alentar sus redes en la capital. El destinatario era
el sacerdote Luna Pizarro, quien poco después fue el primer presidente del Congreso. El
procedimiento era fabricar en Huaura ollas artesanales de doble fondo y hacerlas llegar
con mensajes escondidos. El artesano era un indígena costeño anónimo, que representa
en esta tradición la participación del pueblo en la causa patriota.
En el momento de la partida, La Serna dejó una guarnición de dos mil hombres en los
castillos de El Callao y unos mil enfermos. La retirada fue bastante penosa, porque las
tropas estaban maltrechas y hubo muchos rezagados. Su destino era el valle del Mantaro
y hasta ahí llegaron menos de cuatro mil hombres. La ruta que tomó el virrey era por
Yauyos, donde el frío y la altura terminaron de golpear a las fuerzas del virrey.
Por otro lado, los patriotas se encargaron de hacer más miserable su marcha. Una
división del ejército patriota los siguió a cierta distancia capturando prisioneros. Luego,
sus flancos fueron hostilizados por guerrillas que realizaron incesantes ataques. Los
choques más duros ocurrieron en Yauyos, donde se distinguieron las guerrillas patriotas.
Pero, a pesar de todas estas penalidades, desde un punto de vista estratégico a los
realistas les convenía esta retirada y la lograron ejecutar a pesar de las dificultades. Así
lo reconoce García Camba, un coronel español que participó del bando realista hasta
Ayacucho y luego escribió una memoria de la última lucha de las armas realista.
“ENTRADA DE DON JOSÉ DE SAN MARTÍN A LIMA”
Las tropas realistas abandonaron Lima al darse cuenta que eran débiles frente al ejército
patriota, un grupo se encerró en la Fortaleza del Real Felipe y el otro grupo marchó
hacia la sierra.
La ciudad de Lima quedó sin protección de las autoridades españolas y a merced de los
ataques de los montoneros.
Don José de San Martín ingresó a Lima la noche del 12 de julio de 1821. Al saber que
estaba cerca de Lima fue visitado por un par de frailes que lo quisieron saludar como si
se tratara de un virrey.
La noticia se difundió rápidamente en toda la ciudad y los curiosos comenzaron a llegar,
Don José de San Martín decidió cambiar de alojamiento para evitar más visitas y aceptó
hospedarse en la casa del marqués de Montemira ubicada camino al Callao en los
extramuros de la ciudad.
"En vez de venir con pompa oficial, como tenía derecho a hacerlo, esperó que
obscureciese para entrar a caballo y sin escolta, acompañado por un simple ayudante.
En realidad fue contrario a su intención primitiva de entrar a la ciudad ese día, pues
estaba fatigado y deseaba ir tranquilamente a descansar en una quinta situada a legua y
media de distancia para entrar la mañana siguiente al venir el día.
Había desmontado, en consecuencia, y apenas alojado en un rincón bendiciendo su
estrella por estar alejado de los negocios, cuando entraron dos frailes que por uno u otro
medio habían descubierto su retiro. Cada uno le dirigió un discurso que fue escuchado
con su habitual bondad."
Basil Hall que acompañó a San Martín en su ingreso a Lima describe a los visitantes
que llegaron a saludarlo, en especial, a las mujeres de Lima, que querían conocer al
famoso General argentino. Durante su ingreso a la ciudad San Martín siempre estuvo
acompañado de damas y tapadas que lo admiraban y acompañaban a todas partes.
El 13 de julio llegó al Palacio de los virreyes y dos días después firmaría el acta de la
Independencia.
En todo momento el general Don José de San Martín quiso pasar desapercibido, pero
fue imposible, a pesar del miedo de los criollos y la desconfianza de los sectores
populares, ambos grupos no podían dejar de sentir una gran fascinación por este soldado
que vino de muy lejos a cambiar el destino de un país. (Juan José Pacheco Ibarra)
"Entrada del general San Martín a Lima".
“Declara la independencia del Perú”
La declaración y proclamación de la independencia del Perú constituye uno de los
hechos más trascendentales de la historia de América, ya que la liberación del Perú era
muy importante para la seguridad de las naciones circundantes, al hallarse allí el núcleo
del poderío español en Sudamérica.1 Por ello fue que el Ejército Unido Libertador del
Perú, al mando del general José de San Martín, arribó a las costas peruanas procedente
de Chile.2 Ya en territorio peruano, las tropas libertadoras recibieron el apoyo de la
población, especialmente en la costa norte, donde una inmensa jurisdicción colonial, la
Intendencia de Trujillo, se sumó a la causa independentista sin violencia, bajo el mando
de su intendente José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle.
El Acta de Independencia del Perú es el documento mediante el cual el Perú declaró
solemnemente su independencia de la Corona Española. Redactada por el ariqueño
Manuel Pérez de Tudela, fue firmada el 15 de julio de 1821 por los vecinos notables de
la Ciudad de los Reyes (Lima). La ceremonia de la Proclamación de la Independencia se
realizó el 28 de julio del mismo año, en la Plaza Mayor de Lima y en otras dos plazuelas
más de la capital.
“San Martin proclama la independencia del Perú”
El sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos virreinales, José de San Martín
salió del palacio de Lima a las 10 a. m. junto a un numeroso séquito a caballo. Lo
componían, en primer lugar, las autoridades de la Universidad de San Marcos vestidas
con toga y birrete, luego, los altos miembros del clero y los priores de los conventos,
después, los jefes militares del Ejército patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y
los caballeros de las órdenes de caballería, acompañados por los oidores de la Real
Audiencia y los regidores perpetuos del Cabildo. Precedido de este cortejo, venía San
Martín flanqueado por el conde de San Isidro, a la izquierda, y el marqués de
Montemira, a la derecha, quien como portaestandarte llevaba la flamante bandera
diseñada por el libertador.
Detrás de ellos iban el conde de la Vega del Ren, los altos jefes del Ejército y un
escuadrón de húsares. Flanqueaban la marcha los Alabarderos de la Guardia Real.
Según testigos de la época, aproximadamente 16.000 personas presenciaron la
ceremonia en la cual el Libertador, con la flamante bandera peruana en la mano,
exclamó:
"Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de
los pueblos y por la justicia de su causa que dios defiende. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la
libertad!, ¡Viva la independencia!".
En un principio el general se había negado a aceptar el cargo de Protector de Perú, pero
el clamor popular y los consejos de su amigo y secretario Bernardo de Monteagudo, le
hicieron dar cuenta que el peligro realista estaba latente; su presencia era imprescindible
para terminar con el dominio español.
“San Martin: Protectorado”
El 3 de agosto, San Martín inicia un breve gobierno conocido como el Protectorado en
el que puso las bases para la formación del Estado Peruano creando varios ministerios,
los símbolos patrios y la Biblioteca Nacional, aunque también dio los pasos necesarios
para dejar instalada una monarquía constitucional en el país sin mayor éxito. Luego del
fracaso que significó la Entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, San Martín
renunció a toda ambición política y abdicó el mando del Perú dejando la banda de
gobernante al recién instalado Primer Congreso Constituyente el 20 de setiembre de
1822, con la finalidad que los peruanos establezcan el plan de guerra a seguir contra las
fuerzas realistas y elijan la forma de gobierno para el Perú.
Conoceremos más de esta expedición en el conversatorio a cargo de Juan Alberto San
Martín Vásquez.
Tras la proclama de la Independencia el 28 de Julio 1821, don José de San Martín se
proclama Protector del Perú. Al asumir dicho cargo, asumía también el mandato político
y militar de nuestro país
Cuando José de San Martín envistió el título de Protector, el Perú estaba dividido militar
y administrativamente en dos territorios: el norte y Lima, los cuales se encontraban en
manos de los independentistas; y el centro, sur y Cuzco, los cuales se encontraban en
manos de los realistas.
Hay quienes sostienen que el protectorado de San Martín fue una dictadura y que lo que
perseguía el general era el dominio completo de nuestro país. Esta afirmación queda
desmentida por el mismo general cuando, el 13 de noviembre de 1818, señala “que se
permitiese a los pueblos adoptar libremente la forma de gobierno que creyeran
conveniente, cuya deliberación espontánea será la ley suprema de mis operaciones”. San
Martín siempre creyó y aplicó que eran los ciudadanos los únicos que podían y debían
decidir el tipo de gobierno que querían.
Sus intenciones nunca fueron las de quedarse en el poder como vitalicio y mucho
menos como dictador lo cual es demostrado cuando el 12 de febrero de 1821 declara el
“Reglamento provisorio”, donde afirma que “todas las leyes, ordenanzas y reglamentos
quedan en su fuerza y vigor, mientras no sean derogadas o abrogadas por autoridad
competente”.
San Martín tuvo que tomar la decisión política de quedarse en el Perú porque, en la
práctica esa independencia no era una realidad debido a que el ejército realista
permanecía intacto en la parte central y sur del Perú. La tarea pendiente era,
fundamentalmente, militar y política. Para enfrentar militarmente a los realistas San
Martín diseñaría su campaña a puertos intermedios. Sin embargo, esto exigía una
decisión política: asumir el gobierno del naciente estado. Es por esta razón que el 3 de
agosto de 1821 asume el mando supremo del Perú con poderes absolutos, bajo el título
de Protector.
“SAN MARTIN Y SU CONGRESO”
San Martín ocupó Lima y reunió un cabildo abierto el 15 de julio de 1821. El 28, ante
una multitud en la Plaza de Armas de Lima, declaró la Independencia del Perú y fue
nombrado Protector del Perú con autoridad civil y militar.
Formó su ministerio con los ministros Hipólito Unanue, de Hacienda, Juan García del
Río, de Relaciones Exteriores, y Bernardo de Monteagudo, de Guerra y Marina. En
octubre dictó un Estatuto Provisorio de Gobierno, en el cual se establecía la división
territorial, la libertad de vientres y la libertad de los indígenas de los tributos
específicos. En lo jurídico, el Reglamento establecía:
Todas las leyes, ordenanzas y reglamentos quedan en su fuerza y vigor, mientras no
sean derogadas o abrogadas por autoridad competente.
Ese año fundó la Biblioteca Nacional del Perú, a la que donó su colección de libros, y
creó la Orden del Sol, hoy llamada Orden El Sol del Perú.
Desde Ancón, y luego desde Lima, San Martín envió una serie de campañas para
incorporar al Protectorado al resto del Perú, pero algunos triunfos parciales no pudieron
evitar que el Virrey se hiciera fuerte en la Sierra y fijara su capital en Cuzco; el
Protector no tenía fuerzas para enfrentarlo con probabilidades ciertas de triunfar.
Durante su protectorado recibió una carta del general Antonio José de Sucre,
lugarteniente de Bolívar, para la campaña en el territorio de la Presidencia de Quito
(actual Ecuador), en el que reclamaba la incorporación a la misma del batallón
Numancia. A poco de desembarcar San Martín en territorio peruano, se había pasado a
sus filas. San Martín se negó a perder la excelente unidad, y en su lugar envió una
División Auxiliar al mando de Andrés de Santa Cruz ―en su mayoría compuesta por
tropas inexpertas― que participaron en las batallas de Riobamba y Pichincha.
En lo que respecta a la expedición patriota enviada al sur y que estaba comandada por
Rudecindo Alvarado, acabó en total fracaso tras sufrir las derrotas de Torata y
Moquegua (19 y 21 de enero de 1823). De entonces data la letrilla que los españoles
difundieron desde su campamento situado a poca distancia de Lima, en la que se
burlaban del Congreso.
“Motín de balconcillo”
El 29 de setiembre de 1822, se instaló el primer Congreso Constituyente del Perú,
presidido por Francisco Javier de Luna Pizarro, ante quien renunció San Martín al cargo
de Protector. Ante esto, el Congreso asumió el poder ejecutivo a través de una Junta
Gubernativa, presidida por el general José de la Mar, quien de inmediato, trató de
impedir el fortalecimiento del ejército virreinal, acantonado en la sierra; como no
disponía de un plan propio, se tomó el que había preparado San Martín, antes de
retirarse del Perú.
Este plan contemplaba una expedición a Puertos Intermedios, desde donde el ejército
debía internarse en la sierra para atacar a los realistas. El procedimiento era muy
complejo y llevado al campo de acción, resultaron los fracasos de Tarata y Moquegua,
por lo que la Junta Gubernativa cayó en un profundo desprestigio y su situación se hizo
precaria. De aquella época es la famosa burla salida del campamento español:
El 26 de febrero, los jefes de los cuerpos peruanos acantonados en Miraflores, enviaron
una representación ante el Congreso para pedir la destitución de la Junta y el
nombramiento del coronel José de la Riva Agüero como presidente, en caso contrario
abandonarían sus puestos de comando; esta conspiración fue también apoyada por los
cuerpos cívicos de Lima.
Los jefes que firmaron esta solicitud al Congreso fueron: el general del Ejército del
Perú, Andrés Santa Cruz; el coronel del Nº 1, Agustín Gamarra; el coronel de
¨Cazadores del Perú¨, Ramón Herrera; el coronel de Húsares, Francisco de Brandsen; el
coronel del Nº 2 del Perú, Félix Oyarzábal; el teniente coronel del Nº 1, Juan Bautista
Eléspuru y los jefes Antonio Gutiérrez de la Fuente, Ángel Antonio Salvadores, Ventura
Alegre, José María Plaza, Salvador Soyer, Eugenio Garzón y Enrique Martínez.
Al no obtener respuesta, los jefes militares se trasladaron el día 27, a la hacienda
Balconcillo, donde se amotinaron y exigieron una respuesta del Congreso. Esa misma
noche, el ultimátum dio resultado, el Congreso aprobó la designación de Riva Agüero
como presidente de la República, al mismo tiempo otorgó ascensos a los principales
protagonistas del motín: Santa Cruz fue ascendido a general de división, Ramón Herrera
y Agustín Gamarra a generales de brigada. Posteriormente ascendió a Riva Agüero al
grado de Gran Mariscal, pese a no tener formación militar.
Este episodio marcó el inicio del ¨primer militarismo¨, que abarcaría hasta 1872, cuando
se eligió al primer gobernante civil de la época republicana, Manuel Pardo y Lavalle.