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“La expedición libertadora: lord rumbo a Perú”

El 20 de agosto de 1820, partió de Valparaíso, Chile, con destino al Perú, la Expedición


Libertadora del Perú al mando del general don José de San Martín. El jefe de gobierno
chileno, Bernardo O'Higgins, realizó grandes esfuerzos para hacer realidad esta costosa
y arriesgada empresa.
El vicealmirante Thomas Cochrane contaba con un ejército de 4.118 efectivos, de
nacionalidad chilena, argentina, adecuadamente uniformados y pertrechados alió de
Valparaíso con ocho buques de guerra con 247 cañones y víveres para seis meses,
tripulados por 1600 marineros y soldados, y 16 transportes con más de siete mil
toneladas y once lanchas cañoneras. La escuadra navegó bajo bandera chilena.
La finalidad de la expedición era desembarcar cerca de Lima, establecer una cabeza de
playa segura y realizar una rápida incursión militar que aislara a la capital y permitiera
enfrentar de manera disgregada al ejército realista. Un hito clave de la estrategia era
tomar Lima, hasta entonces llamada Ciudad de los Reyes, y proclamar la independencia,
nombrándose San Martín Protector del Perú, para desde esta posición llamar a sumarse
a la causa patriota al resto del Perú.
El 21 de agosto de 1820 se embarcó en Valparaíso la Expedición Libertadora del Perú
bajo bandera chilena. Contaba con un ejército de 4.118 efectivos, alió de Valparaíso con
ocho buques de guerra con 247 cañones y víveres para seis meses, tripulados por 1600
marineros y soldados, y 16 transportes con más de siete mil toneladas y once lanchas
cañoneras.
Las dos campañas navales desarrolladas anteriormente en el litoral del Virreinato
peruano, fueron exitosas en lo referente a la neutralización del poder naval español en el
interior de El Callao, pero no se logró su destrucción.
Aun cuando los buques enemigos entregaron el control del mar a la Escuadra chilena,
en el frente terrestre el ejército virreinal mantenía a sus habitantes sometidos
férreamente a las autoridades españolas.
Era necesario que desde Chile se enviara una expedición por mar con un ejército capaz
de adentrarse en pleno territorio peruano y conquistar el principal enclave que tenía el
Rey de España en América del sur.

A su regreso a Valparaíso, el 06 de marzo de 1820, el Almirante Cochrane requirió del


Director Supremo, General O'Higgins, la preparación de la campaña contra el Perú a la
brevedad posible, aprovechando la inmovilidad de las fuerzas navales españolas en El
Callao. En su apreciación, bastaría un ejército de 2.000 hombres cuyo mando sugería
dar al General Ramón Freire para la ocupación de Lima y el derrocamiento del gobierno
virreinal. Tal proposición no fue aceptada por el gobierno de Chile, tras el cual estaba
San Martín, en razón a que ya se había resuelto que la expedición sería conducida por el
General argentino.
Lo anterior no fue muy del agrado del Almirante suscitándose dificultades entre éste y
el Gobierno por el mando en jefe, al extremo de tener que establecerse una rígida
diferenciación entre el mando de la Escuadra Libertadora, que ejercía Cochrane, y el
mando del Ejército Libertador que tenía San Martín. Sin embargo, el mando de la
Expedición Libertadora no era más que uno y era ambicionado por ambos caudillos.
Cochrane muy pronto debió convencerse que sería el perdedor. En efecto, así fue, y
desde ese momento comenzaron los problemas por la falta de pago a la tripulación,
abastecimiento insuficiente de los buques y del alistamiento de la expedición en general,
siendo el principal problema la falta de tripulaciones adecuadas para los buques, en
razón a que los mejores hombres se habían ido por el no pago de sus salarios y de su
participación en las presas.

Las discrepancias entre Cochrane y San Martín alcanzaron tan alto grado que sólo la
moderación de O'Higgins, impidió un rompimiento definitivo entre ellos. Asimismo, fue
necesaria su directa participación para apaciguar al Almirante y evitar que hiciera
efectiva su renuncia presentada en más de una ocasión.

Oportuno es destacar que la Expedición Libertadora del Perú, Escuadra y Ejército, fue
prepa rada y equipada enteramente por el Gobierno de Chile, a costa de grandes
sacrificios. Las dificultades que afrontaba el Gobierno de Buenos Aires, donde existía
prácticamente una anarquía, le impedían cualquier apoyo a esta expedición; es más, se
dispuso que San Martín regresara con los restos del Ejército de los Andes, a fin de
sofocar las revueltas existentes en ese país. En todo caso, tanto la Escuadra como el
Ejército Libertador portaron la bandera de Chile. Asimismo, es conveniente mencionar
que, en el plano estratégico, la Expedición Libertadora del Perú era de gran
significación para el afianzamiento de la independencia de Chile y, en lo naval, la
destrucción de las fuerzas navales existentes en El Callao, un imperativo para la
consolidación del dominio del mar que ejercía la Escuadra Nacional.
“la expedición libertadora: Bahía de Paracas”
El 7 de septiembre la Expedición Libertadora arribó a las playas del Paracas al mando
del general José de San Martín y Matorras llegó a la bahía de Paracas, iniciándose al día
siguiente en donde instaló su cuartel en Pisco, el desembarco de las tropas que se
prolongó El desembarco del Ejército en Paracas se inició al día siguiente, empleándose
tres días en ello. Para dar seguridad a la operación, la primera división marchó
inmediatamente sobre Pisco, abandonado por la guarnición realista; a su vez, la
Escuadra destacó a las fragatas “O’Higgins” y “Lautaro”, para que hicieran lo propio
desde el mar. Además, el Almirante envió a reconocer El Callao y las fuerzas navales
allí presentes al bergantín “Araucano” y a la corbeta “Independencia”, con el propósito
de no ser sorprendidos por las fuerzas españolas.

Desembarcado el Ejército, San Martín estableció su cuartel general en Pisco, esperando


la reacción de los realistas. Esta acción produjo consternación en Lima, siendo la
primera reacción del Virrey Pezuela parlamentar, lo que fue aceptado por San Martín.
Las conversaciones llevaron a un armisticio de muy corta duración, que condujo a una
inactividad del Ejército en dicho lugar por más de 50 días.

Lo anterior, afectó a las fuerzas navales que se vieron obligadas a una pasividad
enervante. La Escuadra estaba atada al convoy, a las instrucciones de O'Higgins y a la
autoridad de San Martín. No obstante, capturaron algunas naves mercantes españolas
sorprendidas en el área, entre ellas los bergantines “Cantón”, “Rebeca” y “San
Antonio”.

En un reconocimiento efectuado por el bergantín “Araucano” a El Callao, el 08 de


octubre de 1820, se observó que las fragatas “Prueba” y “Venganza” estaban
preparándose para zarpar. Su salida fue confirmada dos días después, sin conocerse su
destino, además, se tuvo conocimiento de actividades a bordo de la “Esmeralda”,
“Sebastiana” y otros buques que indicaban un próximo zarpe.

En el intertanto, San Martín, presionado por Cochrane, determinó mover su Ejército a


las cercanías de Lima, eligiendo Ancón como punto de desembarco. La misión de la
Escuadra fue prestar cobertura a este movimiento, para lo cual Cochrane, con el grueso
de sus medios bloqueó El Callao y con el resto de ellos, navío “San Martín”, bergantín
“Galvarino” y goleta “Moctezuma” dio protección directa al convoy en su
desplazamiento de Pisco a Ancón.

Situadas las fuerzas expedicionarias a tres millas de El Callao, todo hacía suponer que
se atacaría de inmediato al grueso del ejército hispánico. Cochrane era de opinión que
debía atacarse simultáneamente Lima y El Callao. Mientras, San Martín persistía en su
idea de parlamentar y fomentar el alzamiento peruano y que fueran ellos quienes
decidieran su propio destino. Felipe Pérez Soldán, historiador peruano, acota al respecto
que si San Martín hubiese adoptado el plan de Cochrane, con sólo 1.000 hombres se
habría conquistado Lima y se hubiese terminado la campaña en ese momento.
Además de eso San Martín instaló su cuartel en Pisco y recibió el apoyo de la
población, dirigió una proclama para que sus tropas no cayeran en abusos, con líneas
principistas.

“Conferencia de Miraflores V.Pezuela-San Martin”


Al momento del desembarco de la Expedición Libertadora, el virrey Joaquín de la
Pezuela, se hallaba en preparativos para jurar la Constitución liberal de 1812,
cumpliendo así la orden del rey Fernando VII (que a la vez se había visto obligado a
jurar y cumplir dicha Constitución por obra de los liberales españoles que instauraron el
llamado Trienio liberal en España). La noticia del desembarco de San Martín llegó a
Lima el 11 de septiembre de 1820, pero pese a ello, se realizó la ceremonia de la
juramentación el día 15 de septiembre. Pezuela creyó que el cambio político en la
península ibérica podría ayudar de algún modo a lograr un acuerdo con San Martín y los
patriotas.
Pezuela envió una carta a San Martín ofreciéndole entrar en negociaciones, el 14 de
septiembre de 1820. Al día siguiente, San Martín aceptó negociar. A partir del 25 de
septiembre, los comisionados de ambos bandos iniciaron las tratativas en Miraflores, al
sur de Lima. Los delegados de San Martín eran: su ayudante de campo coronel Tomás
Guido y su Secretario de gobierno Juan García del Río. Los representantes del Virrey
eran: el Conde de Villar de Fuentes, el teniente de navío Dionisio Capaz e Hipólito
Unanue. Se iniciaron así los intentos diplomáticos para dar término al conflicto por la
independencia hispanoamericana, San Martín propuso que España reconociera la
independencia del Perú, Chile y Río de la Plata, y que se instalara en el Perú una
monarquía constitucional encabezada por un príncipe español. La Serna se inhibió de
dar una respuesta, aduciendo que carecía de instrucciones de la corte de Madrid en ese
sentido. El día 26 de septiembre, a las cinco de la tarde y como paso y medida previa
indispensable para el mejor y mayor resultado de cualquier negociación, se firmó un
armisticio.

En los días siguientes, las conferencias continuaron entre los delegados, que se
reunieron en Miraflores y finalmente a bordo del Cleopatra, barco neutral anclado en la
rada del Callao, pero estas conferencias terminaron en fracaso.

No se logró ningún acuerdo porque los puntos de ambas partes eran inconciliables. Por
el lado español se intentó que los patriotas reconocieran la autoridad del Rey de España
bajo el amparo de la Constitución liberal de 1812 que acababa de jurar. San Martín, por
su parte, exigió el reconocimiento incondicional de la independencia de América.

Lo más interesante de estas Conferencias, fue lo que propuso muy reservadamente San
Martín, por intermedio de sus delegados, acerca de la instalación de una Monarquía
Constitucional en el Perú independiente, con un príncipe español a su cabeza. El Virrey
eludió dar una respuesta, pues era un tema que solo competía decidir a la corte de
Madrid.

Y así finalizaron las conferencias de Miraflores. No se ha precisado el local en que se


llevaron a cabo.

“Crea la 1era bandera”


Si bien los historiadores difieren en el origen real, la anécdota es inspiradora. Lo cierto
es que la primera bandera peruana fue diseñada por el propio San Martín, mediante un
decreto publicado el 21 de octubre de 1821 que indicaba que “se adoptará por bandera
nacional del país una de seda, o lienzo, de ocho pies de largo, y seis de ancho, dividida
por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e
inferior, y encarnados los laterales; con una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un
Sol”.
La primera modificación de nuestro símbolo patrio fue realizada durante el gobierno de
José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle y supremo delegado de la República,
que reemplazaba interinamente a San Martín cuando el Libertador viajó a Guayaquil. La
nueva composición establecía una franja blanca transversal entre dos de color rojo de la
misma anchura, con un sol rojo en el centro. Según el propio Torre Tagle, la
modificatoria fue necesaria debido a los inconvenientes que demandaba la elaboración
de la primera bandera.
Si bien la Independencia del Perú fue declarada en 1821, el proceso independentista se
consumó recién en 1824, con las batallas de Junín y Ayacucho como los dos grandes
enfrentamientos que sellaron finalmente la emancipación peruana. Durante estos años,
la bandera suponía un gran problema: en el campo de batalla era difícil de diferenciar
del estandarte español, pues la única diferencia era el color de la franja central, que en el
caso de los europeos era amarilla.

Por ese motivo, el 31 de mayo de 1822 el marqués de Torre Tagle estableció una
versión formada de tres bandas verticales, de color rojo en los extremos y blanco en la
central, con el sol rojo al medio de la banda blanca.
La forma final de nuestra bandera se estableció el 25 de febrero de 1825, durante el
gobierno de Simón Bolívar, a través de la promulgación de la ley de símbolos patrios.
Esta determinó que: “El pabellón y bandera nacional se compondrán de tres franjas
verticales, las dos extremas encarnadas, y la intermedia blanca, en cuyo centro se
colocará el escudo de las armas con su timbre, abrazado aquel por la parte interior de
una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda entrelazadas”.
La única modificación desde entonces fue una simplificación que se realizó en 1950,
durante el gobierno de Manuel Odría. Para facilitar la confección de nuestro símbolo
patrio, se decidió que la presencia del escudo no fuera necesaria. Desde entonces,
empleamos la bandera actual y solo las instituciones del Estado o ceremonias oficiales
incluyen el escudo.
El 7 de junio se celebra el Día de la Bandera, en conmemoración del aniversario de la
batalla de Arica; y el 28 de agosto la Procesión de la Bandera, en la ciudad de Tacna.
Primera Bandera Nacional del Perú fue creada por el libertador José de San Martín en
Pisco, con la que liberó a la ciudad de Ica el 21 de octubre de 1820, con el sol naciente

detrás de las montañas. Entró en vigencia el 28 de julio de 1821.


Segundo diseño oficial, establecido por Torre Tagle.

Tercer diseño oficial, establecido por Torre Tagle.


Cuarta bandera del Perú, creada en 1825 y usada hasta 1884.
MOTIN DE AZNAPUQUIO
29 de enero de 1821 se llevó a cabo el Motín de Aznapuquio, en el que dieciocho jefes
realistas obligaron al virrey Pezuela a entregar el mando al general José de La Serna
debido a las escasas acciones que realizaba para evitar el avance de las tropas patriotas y
las condiciones insalubres en las que mantenía al ejército realista. Este hecho fue uno de
los detonantes que aceleró el final del virreinato del Perú. No obstante, el 3 de
diciembre de ese mismo año, el realista «Batallón Numancia» con sus más de 600
integrantes bien apertrechados se pasaron al lado patriota, provocando una conspiración
y la posterior deposición del virrey Joaquín de la Pezuela.
INSALUBRE
La hacienda Aznapuquio se localizaba en el cruce del camino real costeño con el que se
iba a la sierra central –más conocida como la «Repartición»– y se convirtió en el punto
de control y vigilancia de la capital, monitoreando el ingreso de personas y productos.
Entre los días 10 y 12 de noviembre de 1820, el virrey Pezuela ordenó establecer un
campamento militar en Aznapuquio, ante las noticias del desplazamiento de las fuerzas
patriotas en el norte del virreinato peruano. Durante varios meses, la defensa de Lima
dependió de Aznapuquio y con ella el destino del virreinato. Se dice que diariamente
ingresaban a los sanatorios limeños varios soldados procedentes de Aznapuquio
VIRREY PUES
Si bien el virrey Pezuela no había muerto para ser reemplazado, no obstante, la
percepción que se generó entre sus oficiales fue el ser «incapaz» de enfrentar de manera
victoriosa el avance patriota. Las deserciones y derrotas militares en el lado realista
hicieron que los oficiales ibéricos exigieran tener mayor injerencia en los asuntos del
gobierno, a lo que Pezuela cedió, conformándose una Junta Directiva de Guerra
presidida por el general José de la Serna e integrada por oficiales afines a este último.
Pezuela solo tendría derecho a opinar, pero no a decidir sobre ella. De Arequipa llegaba
el general José Canterac al mando de un batallón y dos escuadrones que fueron
recibidos en Aznapuquio.

Canterac arribó a Lima sin comunicárselo previamente al virrey, reuniéndose en la


noche tras su llegada con los coroneles Seoane y García Gamba para finiquitar los
detalles del derrocamiento. Reunido el resto de jefes militares, Canterac anunciaba su
intención de sacar del poder a Pezuela, recibiendo el respaldo de la mayoría de los
convocados. Pezuela presintiendo el final de su mandato convocó desesperadamente a
dicha Junta encabezada por La Serna. Rodeado y escuchando los argumentos de los
amotinados, se dio cuenta de que todo esfuerzo sería inútil, viéndose obligado a
renunciar al cargo de virrey al quedar sin el respaldo militar, entregando su investidura
al general La Serna, conforme lo exigían los golpistas de Aznapuquio.
El flamante virrey José de la Serna premió la acción de Canterac nombrándolo General
del Estado Mayor, mientras que Seoane y Valle umbroso partían a España con el
propósito de justificar el golpe y pedir refuerzos a la corona con urgencia. Los que se
quedaron junto con el nuevo virrey se encargarían de desprestigiar al antiguo
gobernante caído.
LAS CONFERENCIAS DE PUNCHAUCA
Los delegados patriotas fueron instruidos para que se abstuviesen de llegar a algún
acuerdo en tanto que no fuese reconocida la independencia de las Provincias Unidas de
Río de la Plata, Chile y Perú. Se decidió solo un armisticio de 20 días y se programó
una entrevista personal entre los jefes adversarios, es decir, entre La Serna y San
Martín. La entrevista entre La Serna y San Martín se realizó el 2 de junio.
Acompañaban al virrey, el general José de La Mar y los brigadieres José de Canterac y
Juan Antonio Monet.

Por su parte, San Martín estaba acompañado por el general Juan Gregorio de Las Heras,
Mariano Necochea y James Paroissien. Luego, San Martín en persona viajaría a Madrid
para solicitar de las Cortes que escogieran a un infante de España, un príncipe Borbón,
que debía ser proclamado Rey del Perú. En un primer momento, a La Serna no le
pareció inaceptable este plan y consideró incluso la voluntad de San Martín de ir a
España como un gesto de buena voluntad. Al parecer, esa también fue la primera
impresión de sus oficiales, que departieron con los delegados patriotas en medio de
brindis y chanzas.

El virrey pidió dos días para consultar a todos sus oficiales y, según parece, se impuso
entonces el criterio de sus dos generales más importantes, Canterac y Valdés, que vieron
en el plan de San Martín solo un pérfido ardid para ganar tiempo. La Serna se abstuvo
entonces a dar una respuesta a San Martín, aduciendo que no tenía instrucciones para
decidir en asuntos tan trascendentes. No obstante, las conversaciones continuaron,
nuevamente entre delegados. Así se frustró en Punchauca el esfuerzo efectuado por San
Martín para evitar una guerra cruenta, ante la negativa de los españoles a reconocer la
independencia.

No han faltado, sin embargo, autores que sostienen que San Martín era consciente de
que la corte de Madrid nunca ratificaría un acuerdo de tal índole y que su objetivo real
era ganar tiempo. Punchauca fue la última conversación entre los realistas y San Martín.
Posteriormente La Serna evacuó Lima y San Martín ingresó a la capital.

CANTERAC ABANDONA LIMA


Mientras tanto, desde el Cuzco, su cuartel en la sierra, el virrey La Serna había
proyectado una incursión sobre el valle de Lima, la cual dirigida por el general José de
Canterac, al mando de 3100 soldados y 9 piezas de artillería, partió de Jauja a fines de
agosto. Tras el cruce de la cordillera andina en una difícil travesía y teniendo que hacer
frente a las partidas de montoneros, llegó a las inmediaciones de la capital el 8 de
septiembre, donde encontró al ejército patriota formado en batalla pero manteniendo
una actitud defensiva. San Martín aunque contaba con un ejército numéricamente
superior no se decidió a atacar pese a las insistencias del general Las Heras, permitiendo
así la marcha de Canterac hasta su entrada en el Callao.

"Están perdidos. El Callao es nuestro. No tienen víveres para quince días. Los auxiliares
de la sierra se los van a comer. Dentro de 8 días tendrán que rendirse o ensartarse en
nuestras bayonetas". Comunicación de San Martín a Las Heras.5
Tras realizar una junta de guerra en el Callao, Canterac optó por regresar a la sierra, sus
hombres abandonaron las fortalezas con entusiasmo y dando vivas al rey pues creían
que se dirigían a combatir sin embargo al virar hacia el norte, atravesar el río Rímac y
ante la penosa perspectiva de volver a atravesar la cordillera, se esparció la
desmoralización en el ejército realista siendo que las deserciones aumentaron a niveles
alarmantes y aunque las tropas reales mantuvieron victoriosas acciones de retaguardia
contra las montoneras y partidas que San Martín había enviado en su persecución al
mando del general Guillermo Miller, al regresar a Jauja el ejército se encontraba
seriamente reducido en hombres y elementos.

El virrey José de La Serna abandona Lima y se abre paso rumbo a la sierra central con
4,000 soldados. En el Pacificador Peruano de Huaura, órgano de divulgación del
Ejército Libertador, se describe en abril de 1821 que “la capital fue reducida a las más
triste y calamitosa situación La Serna tiene ya sofocados a estos habitantes con la
tiranía que ejerce y las contribuciones. Ya no hay valor y para resistir tanta persecución,
para soportar las ejecuciones y clandestinas y arbitrarias, para sufrir la carestía de
víveres. El arroz está a 12 pesos botija, y el maíz 10 pesos fanega De carne no se hable.
Semejante estado me hace temer, que si no hay alguna variación dentro de un mes,
perece la mitad de esta población”*.
LIMA QUEDA A MERCED DE LOS INSURGENTES. El 6 de julio, el virrey La
Serna emprende la retirada de Lima con su ejército. La marcha por la quebrada de Mala
hasta alcanzar las alturas de Yauyos es hostigada por las montoneras patriotas. El
Ejército Libertador se apresta a ingresar a la capital del virreinato sin derramar una gota
de sangre.
LIMA QUEDA A MERCED DE LOS INSURGENTES. El 6 de julio, el virrey La
Serna emprende la retirada de Lima con su ejército. La marcha por la quebrada de Mala
hasta alcanzar las alturas de Yauyos es hostigada por las montoneras patriotas. El
Ejército Libertador se apresta a ingresar a la capital del virreinato sin derramar una gota
de sangre.
LA SERNA ABANDONA LIMA

Una de las razones del golpe militar contra Joaquín de la Pezuela en enero de 1821
había sido el destino de Lima: la prioridad del anterior virrey era defender la capital,
mientras que los golpistas, con José de La Serna a la cabeza, temían perder el Perú por
defender Lima.
Cuando fracasaron las negociaciones de paz de Punchauca, el virrey La Serna decidió
que era el momento de abandonar la capital del virreinato. Con su estado mayor había
analizado la situación militar y consideraba que había perdido el control del mar
incluyendo el bloqueo del Callao. Como consecuencia había desabastecimiento y
hambre en Lima. Encima una peste diezmaba a la población y cundía la
desmoralización. A sus ojos, el ejército realista se estaba desintegrando. Por el
contrario, su plan era subir a la sierra, encontrar avituallamientos, reclutar indígenas y
entrenar sus tropas. Pensó que perdida la costa había posibilidad de librar una segunda y
decisiva batalla por el país desde la sierra.
En ese momento, la expedición de Arenales aún se hallaba en la sierra central y
constituía una amenaza puesto que había alentado la formación de guerrillas patriotas
que participaban activamente del hostigamiento a las fuerzas del rey. Para enfrentarlo, el
virrey había despachado una división a cargo del coronel José de Canterac, quien había
salido de Lima preparando el camino para la retirada general.
Pero el costo de abandonar Lima era enorme porque significaba abandonar a la elite
económica que había contribuido significativamente con la causa realista. La riqueza
material de la capital quedaba atrás y en manos del enemigo.
Mientras tanto, en el campamento patriota en Huaura la situación era completamente
distinta. La estrategia de San Martín ha quedado retratada en la tradición de Ricardo
Palma que se titula “Con días y ollas venceremos”. Según el tradicionalista, el libertador
se había propuesto liberar Lima sin batalla, ganando para su causa la voluntad de sus
habitantes. Para lograrlo su ejército había cercado Lima por el norte, los guerrilleros
actuaban en diversas quebradas estrechando el cerco y, además, la marina patriota era
dueña del Pacífico.
Para ganarse a la gente requería tiempo y persuasión. A ello alude la palabra “días” de
la tradición de Palma. Por su parte, la palabra “ollas” alude al procedimiento empleado
para hacer llegar mensajes secretos y alentar sus redes en la capital. El destinatario era
el sacerdote Luna Pizarro, quien poco después fue el primer presidente del Congreso. El
procedimiento era fabricar en Huaura ollas artesanales de doble fondo y hacerlas llegar
con mensajes escondidos. El artesano era un indígena costeño anónimo, que representa
en esta tradición la participación del pueblo en la causa patriota.
En el momento de la partida, La Serna dejó una guarnición de dos mil hombres en los
castillos de El Callao y unos mil enfermos. La retirada fue bastante penosa, porque las
tropas estaban maltrechas y hubo muchos rezagados. Su destino era el valle del Mantaro
y hasta ahí llegaron menos de cuatro mil hombres. La ruta que tomó el virrey era por
Yauyos, donde el frío y la altura terminaron de golpear a las fuerzas del virrey.
Por otro lado, los patriotas se encargaron de hacer más miserable su marcha. Una
división del ejército patriota los siguió a cierta distancia capturando prisioneros. Luego,
sus flancos fueron hostilizados por guerrillas que realizaron incesantes ataques. Los
choques más duros ocurrieron en Yauyos, donde se distinguieron las guerrillas patriotas.
Pero, a pesar de todas estas penalidades, desde un punto de vista estratégico a los
realistas les convenía esta retirada y la lograron ejecutar a pesar de las dificultades. Así
lo reconoce García Camba, un coronel español que participó del bando realista hasta
Ayacucho y luego escribió una memoria de la última lucha de las armas realista.
“ENTRADA DE DON JOSÉ DE SAN MARTÍN A LIMA”
Las tropas realistas abandonaron Lima al darse cuenta que eran débiles frente al ejército
patriota, un grupo se encerró en la Fortaleza del Real Felipe y el otro grupo marchó
hacia la sierra.
La ciudad de Lima quedó sin protección de las autoridades españolas y a merced de los
ataques de los montoneros.
Don José de San Martín ingresó a Lima la noche del 12 de julio de 1821. Al saber que
estaba cerca de Lima fue visitado por un par de frailes que lo quisieron saludar como si
se tratara de un virrey.
La noticia se difundió rápidamente en toda la ciudad y los curiosos comenzaron a llegar,
Don José de San Martín decidió cambiar de alojamiento para evitar más visitas y aceptó
hospedarse en la casa del marqués de Montemira ubicada camino al Callao en los
extramuros de la ciudad.
"En vez de venir con pompa oficial, como tenía derecho a hacerlo, esperó que
obscureciese para entrar a caballo y sin escolta, acompañado por un simple ayudante.
En realidad fue contrario a su intención primitiva de entrar a la ciudad ese día, pues
estaba fatigado y deseaba ir tranquilamente a descansar en una quinta situada a legua y
media de distancia para entrar la mañana siguiente al venir el día.
Había desmontado, en consecuencia, y apenas alojado en un rincón bendiciendo su
estrella por estar alejado de los negocios, cuando entraron dos frailes que por uno u otro
medio habían descubierto su retiro. Cada uno le dirigió un discurso que fue escuchado
con su habitual bondad."
Basil Hall que acompañó a San Martín en su ingreso a Lima describe a los visitantes
que llegaron a saludarlo, en especial, a las mujeres de Lima, que querían conocer al
famoso General argentino. Durante su ingreso a la ciudad San Martín siempre estuvo
acompañado de damas y tapadas que lo admiraban y acompañaban a todas partes.
El 13 de julio llegó al Palacio de los virreyes y dos días después firmaría el acta de la
Independencia.
En todo momento el general Don José de San Martín quiso pasar desapercibido, pero
fue imposible, a pesar del miedo de los criollos y la desconfianza de los sectores
populares, ambos grupos no podían dejar de sentir una gran fascinación por este soldado
que vino de muy lejos a cambiar el destino de un país. (Juan José Pacheco Ibarra)
"Entrada del general San Martín a Lima".
“Declara la independencia del Perú”
La declaración y proclamación de la independencia del Perú constituye uno de los
hechos más trascendentales de la historia de América, ya que la liberación del Perú era
muy importante para la seguridad de las naciones circundantes, al hallarse allí el núcleo
del poderío español en Sudamérica.1 Por ello fue que el Ejército Unido Libertador del
Perú, al mando del general José de San Martín, arribó a las costas peruanas procedente
de Chile.2 Ya en territorio peruano, las tropas libertadoras recibieron el apoyo de la
población, especialmente en la costa norte, donde una inmensa jurisdicción colonial, la
Intendencia de Trujillo, se sumó a la causa independentista sin violencia, bajo el mando
de su intendente José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle.
El Acta de Independencia del Perú es el documento mediante el cual el Perú declaró
solemnemente su independencia de la Corona Española. Redactada por el ariqueño
Manuel Pérez de Tudela, fue firmada el 15 de julio de 1821 por los vecinos notables de
la Ciudad de los Reyes (Lima). La ceremonia de la Proclamación de la Independencia se
realizó el 28 de julio del mismo año, en la Plaza Mayor de Lima y en otras dos plazuelas
más de la capital.
“San Martin proclama la independencia del Perú”
El sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos virreinales, José de San Martín
salió del palacio de Lima a las 10 a. m. junto a un numeroso séquito a caballo. Lo
componían, en primer lugar, las autoridades de la Universidad de San Marcos vestidas
con toga y birrete, luego, los altos miembros del clero y los priores de los conventos,
después, los jefes militares del Ejército patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y
los caballeros de las órdenes de caballería, acompañados por los oidores de la Real
Audiencia y los regidores perpetuos del Cabildo. Precedido de este cortejo, venía San
Martín flanqueado por el conde de San Isidro, a la izquierda, y el marqués de
Montemira, a la derecha, quien como portaestandarte llevaba la flamante bandera
diseñada por el libertador.
Detrás de ellos iban el conde de la Vega del Ren, los altos jefes del Ejército y un
escuadrón de húsares. Flanqueaban la marcha los Alabarderos de la Guardia Real.
Según testigos de la época, aproximadamente 16.000 personas presenciaron la
ceremonia en la cual el Libertador, con la flamante bandera peruana en la mano,
exclamó:
"Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de
los pueblos y por la justicia de su causa que dios defiende. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la
libertad!, ¡Viva la independencia!".
En un principio el general se había negado a aceptar el cargo de Protector de Perú, pero
el clamor popular y los consejos de su amigo y secretario Bernardo de Monteagudo, le
hicieron dar cuenta que el peligro realista estaba latente; su presencia era imprescindible
para terminar con el dominio español.
“San Martin: Protectorado”
El 3 de agosto, San Martín inicia un breve gobierno conocido como el Protectorado en
el que puso las bases para la formación del Estado Peruano creando varios ministerios,
los símbolos patrios y la Biblioteca Nacional, aunque también dio los pasos necesarios
para dejar instalada una monarquía constitucional en el país sin mayor éxito. Luego del
fracaso que significó la Entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, San Martín
renunció a toda ambición política y abdicó el mando del Perú dejando la banda de
gobernante al recién instalado Primer Congreso Constituyente el 20 de setiembre de
1822, con la finalidad que los peruanos establezcan el plan de guerra a seguir contra las
fuerzas realistas y elijan la forma de gobierno para el Perú.
Conoceremos más de esta expedición en el conversatorio a cargo de Juan Alberto San
Martín Vásquez.
Tras la proclama de la Independencia el 28 de Julio 1821, don José de San Martín se
proclama Protector del Perú. Al asumir dicho cargo, asumía también el mandato político
y militar de nuestro país
Cuando José de San Martín envistió el título de Protector, el Perú estaba dividido militar
y administrativamente en dos territorios: el norte y Lima, los cuales se encontraban en
manos de los independentistas; y el centro, sur y Cuzco, los cuales se encontraban en
manos de los realistas.
Hay quienes sostienen que el protectorado de San Martín fue una dictadura y que lo que
perseguía el general era el dominio completo de nuestro país. Esta afirmación queda
desmentida por el mismo general cuando, el 13 de noviembre de 1818, señala “que se
permitiese a los pueblos adoptar libremente la forma de gobierno que creyeran
conveniente, cuya deliberación espontánea será la ley suprema de mis operaciones”. San
Martín siempre creyó y aplicó que eran los ciudadanos los únicos que podían y debían
decidir el tipo de gobierno que querían.
Sus intenciones nunca fueron las de quedarse en el poder como vitalicio y mucho
menos como dictador lo cual es demostrado cuando el 12 de febrero de 1821 declara el
“Reglamento provisorio”, donde afirma que “todas las leyes, ordenanzas y reglamentos
quedan en su fuerza y vigor, mientras no sean derogadas o abrogadas por autoridad
competente”.
San Martín tuvo que tomar la decisión política de quedarse en el Perú porque, en la
práctica esa independencia no era una realidad debido a que el ejército realista
permanecía intacto en la parte central y sur del Perú. La tarea pendiente era,
fundamentalmente, militar y política. Para enfrentar militarmente a los realistas San
Martín diseñaría su campaña a puertos intermedios. Sin embargo, esto exigía una
decisión política: asumir el gobierno del naciente estado. Es por esta razón que el 3 de
agosto de 1821 asume el mando supremo del Perú con poderes absolutos, bajo el título
de Protector.
“SAN MARTIN Y SU CONGRESO”
San Martín ocupó Lima y reunió un cabildo abierto el 15 de julio de 1821. El 28, ante
una multitud en la Plaza de Armas de Lima, declaró la Independencia del Perú y fue
nombrado Protector del Perú con autoridad civil y militar.

Formó su ministerio con los ministros Hipólito Unanue, de Hacienda, Juan García del
Río, de Relaciones Exteriores, y Bernardo de Monteagudo, de Guerra y Marina. En
octubre dictó un Estatuto Provisorio de Gobierno, en el cual se establecía la división
territorial, la libertad de vientres y la libertad de los indígenas de los tributos
específicos. En lo jurídico, el Reglamento establecía:
Todas las leyes, ordenanzas y reglamentos quedan en su fuerza y vigor, mientras no
sean derogadas o abrogadas por autoridad competente.
Ese año fundó la Biblioteca Nacional del Perú, a la que donó su colección de libros, y
creó la Orden del Sol, hoy llamada Orden El Sol del Perú.

Fundó la Sociedad Patriótica, formada por 40 ciudadanos peruanos, a quienes consideró


los más ilustrados entre los decididos por la causa independentista. Esta se enfrascó en
discusiones sobre la forma más conveniente de gobernar, entre la monarquía
constitucional que apoyaba San Martín y defendían los ministros Unanue y
Monteagudo, y la república, que defendían Manuel Pérez de Tudela y Mariano José de
Arce. En apoyo a sus ideas monárquicas, envió a García del Río y Diego Paroissien a
Europa, a conseguir un príncipe de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, para que reinara
en el Perú. También debieron contratar un empréstito para continuar la campaña militar.

Estableció la libertad de comercio y la libertad de imprenta, pero no permitió otro culto


religioso que el católico. Expulsó a miles de españoles contrarios a la independencia y
confiscó sus bienes.

Desde Ancón, y luego desde Lima, San Martín envió una serie de campañas para
incorporar al Protectorado al resto del Perú, pero algunos triunfos parciales no pudieron
evitar que el Virrey se hiciera fuerte en la Sierra y fijara su capital en Cuzco; el
Protector no tenía fuerzas para enfrentarlo con probabilidades ciertas de triunfar.
Durante su protectorado recibió una carta del general Antonio José de Sucre,
lugarteniente de Bolívar, para la campaña en el territorio de la Presidencia de Quito
(actual Ecuador), en el que reclamaba la incorporación a la misma del batallón
Numancia. A poco de desembarcar San Martín en territorio peruano, se había pasado a
sus filas. San Martín se negó a perder la excelente unidad, y en su lugar envió una
División Auxiliar al mando de Andrés de Santa Cruz ―en su mayoría compuesta por
tropas inexpertas― que participaron en las batallas de Riobamba y Pichincha.

Entrevista de Guayaquil entre José de San Martín y Simón Bolívar.


Entre el 26 y 27 de julio de 1822, se realizó la Entrevista de Guayaquil, donde se reunió
con Bolívar. El tema más importante fue la liberación del Perú, principal baluarte
realista en Sudamérica. Tras una conversación privada, cuyo contenido solo se puede
conjeturar, cedió a Bolívar la iniciativa y conclusión de la campaña libertadora.
Poco después decidió retirarse de todos los cargos y volver a su país.
He convocado al Congreso para presentar ante él mi renuncia y retirarme a la vida
privada con la satisfacción de haber puesto a la causa de la libertad toda la honradez de
mi espíritu y la convicción de mi patriotismo. Dios, los hombres y la historia juzgarán
mis actos públicos.
José de San Martín (carta a Bolívar. Lima, 10 de septiembre de 1822).
Su gobierno duró desde el 3 de agosto de 1821 hasta el 20 de septiembre de 1822.
Regresó a Argentina con solo ciento veinte onzas de oro, el estandarte de Francisco
Pizarro bordado por Juana La Loca y la campanilla con que la Inquisición de Lima
convocaba a los tribunales. El cirujano argentino René Favaloro interpretó el estandarte
como «símbolo de la dominación y esclavitud sufrida por el Imperio de los incas, […]
definitorias en cuanto a las convicciones del Libertador»
“La Suprema Junta Gubernativa”
La Suprema Junta Gubernativa del Perú fue un cuerpo colegiado que se hizo cargo del
poder ejecutivo tras la renuncia de José de San Martín, hasta entonces Protector del
Perú. Fue creada el 21 de septiembre de 1822 por el primer Congreso Constituyente del
Perú. Los miembros de la Junta fueron escogidos de entre los diputados del mismo
Congreso y fueron los siguientes: José de La Mar (presidente), Felipe Antonio Alvarado
y Manuel Salazar y Baquíjano. La misión primordial de esta Junta era terminar la
Guerra de Independencia, pues las fuerzas realistas al mando del virrey José de la Serna
resistían todavía en el sur y centro del Perú. La Junta organizó la llamada Campaña de
Intermedios, que culminó en fracaso; acto seguido, estalló el Motín de Balconcillo, una
rebelión de oficiales del ejército patriota que presionaron al Congreso para que
disolviera a la Junta y eligiera a un presidente único, lo que ocurrió el 27 de febrero de
1823.
Cuando José de San Martín renunció como protector del Perú el 20 de septiembre de
1822 ante el recién instalado primer Congreso Constituyente del Perú, los legisladores
decidieron entregar el poder ejecutivo a un grupo de tres diputados, que conformaron un
cuerpo colegiado denominado la Suprema Junta Gubernativa.
La Suprema Junta de Gobierno, tratando de cumplir su misión primordial, esto es,
finalizar la guerra de la independencia, organizó una expedición militar contra los
españoles que todavía dominaban el sur del Perú. Esa expedición se conoció como
“Campaña de los puertos intermedios” o simplemente “Campaña de Intermedios”, pues
el plan era atacar a los españoles desde la costa sur situada entre los puertos de Ilo y
Arica. Este plan había sido bosquejado por el mismo San Martín, pero originalmente
contemplaba, además del ataque desde la costa sur peruana, una ofensiva combinada de
los argentinos por el Alto Perú y de los patriotas de Lima por el centro del Perú. Sin
embargo, la Junta no pudo lograr el concurso del gobierno de Buenos Aires, abrumado
por dificultades internas, y no otorgó al ejército que guarnecía Lima los medios
necesarios para que iniciara oportunamente una ofensiva a la sierra central. La partida
del colombiano Juan Paz del Castillo influyó también para que se paralizaran los
preparativos del llamado ejército patriota del Centro.

En lo que respecta a la expedición patriota enviada al sur y que estaba comandada por
Rudecindo Alvarado, acabó en total fracaso tras sufrir las derrotas de Torata y
Moquegua (19 y 21 de enero de 1823). De entonces data la letrilla que los españoles
difundieron desde su campamento situado a poca distancia de Lima, en la que se
burlaban del Congreso.
“Motín de balconcillo”
El 29 de setiembre de 1822, se instaló el primer Congreso Constituyente del Perú,
presidido por Francisco Javier de Luna Pizarro, ante quien renunció San Martín al cargo
de Protector. Ante esto, el Congreso asumió el poder ejecutivo a través de una Junta
Gubernativa, presidida por el general José de la Mar, quien de inmediato, trató de
impedir el fortalecimiento del ejército virreinal, acantonado en la sierra; como no
disponía de un plan propio, se tomó el que había preparado San Martín, antes de
retirarse del Perú.
Este plan contemplaba una expedición a Puertos Intermedios, desde donde el ejército
debía internarse en la sierra para atacar a los realistas. El procedimiento era muy
complejo y llevado al campo de acción, resultaron los fracasos de Tarata y Moquegua,
por lo que la Junta Gubernativa cayó en un profundo desprestigio y su situación se hizo
precaria. De aquella época es la famosa burla salida del campamento español:
El 26 de febrero, los jefes de los cuerpos peruanos acantonados en Miraflores, enviaron
una representación ante el Congreso para pedir la destitución de la Junta y el
nombramiento del coronel José de la Riva Agüero como presidente, en caso contrario
abandonarían sus puestos de comando; esta conspiración fue también apoyada por los
cuerpos cívicos de Lima.
Los jefes que firmaron esta solicitud al Congreso fueron: el general del Ejército del
Perú, Andrés Santa Cruz; el coronel del Nº 1, Agustín Gamarra; el coronel de
¨Cazadores del Perú¨, Ramón Herrera; el coronel de Húsares, Francisco de Brandsen; el
coronel del Nº 2 del Perú, Félix Oyarzábal; el teniente coronel del Nº 1, Juan Bautista
Eléspuru y los jefes Antonio Gutiérrez de la Fuente, Ángel Antonio Salvadores, Ventura
Alegre, José María Plaza, Salvador Soyer, Eugenio Garzón y Enrique Martínez.
Al no obtener respuesta, los jefes militares se trasladaron el día 27, a la hacienda
Balconcillo, donde se amotinaron y exigieron una respuesta del Congreso. Esa misma
noche, el ultimátum dio resultado, el Congreso aprobó la designación de Riva Agüero
como presidente de la República, al mismo tiempo otorgó ascensos a los principales
protagonistas del motín: Santa Cruz fue ascendido a general de división, Ramón Herrera
y Agustín Gamarra a generales de brigada. Posteriormente ascendió a Riva Agüero al
grado de Gran Mariscal, pese a no tener formación militar.
Este episodio marcó el inicio del ¨primer militarismo¨, que abarcaría hasta 1872, cuando
se eligió al primer gobernante civil de la época republicana, Manuel Pardo y Lavalle.

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