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Derecho a la Vida..............................................................................
La CrIDH en el Caso Villagrán Morales se refirió al derecho a la vida en los
siguientes términos: “El derecho a la vida es un derecho humano
fundamental, cuyo goce es un prerrequisito para el disfrute de todos los
demás derechos humanos. De no ser respetado, todos los derechos
carecen de sentido”
I- Obligaciones y responsabilidad estatal.............................46
El reconocimiento del derecho a la vida genera para los Estados
obligaciones tanto de tipo negativo, como positivo el CDHONU3, citado
por la CrIDH en el Caso Villagrá n Morales, se ha referido respecto de la
posible responsabilidad Estatal por violaciones al dere- cho a la vida en
los siguientes términos: “El Comité considera que los Estados Partes
deben tomar medidas no só lo para prevenir y castigar la privació n de la
vida causada por actos criminales sino también para prevenir los
homicidios arbitrarios cometidos por sus propias fuerzas de seguridad. La
privació n de la vida por autoridades del Estado es una cuestió n de suma
gravedad. En consecuencia, el Estado debe con- trolar y limitar
estrictamente las circunstancias en las cuales una per- sona puede ser
privada de su vida por tales autoridades”.
“Un nuevo grupo de limitaciones aparece a propó sito del género de delitos
que podrían acarrear dicha pena. Por una parte, se dispone que la pena de
muerte no podrá imponerse sino para los delitos má s graves (artículo 4.2)
y por la otra, se excluye de modo absoluto su aplicació n por delitos
políticos o por delitos comunes conexos con los políticos (ar- tículo 4.4).
La circunstancia de que la Convenció n reduzca el á mbito posible de
aplicació n de la pena de muerte a los delitos comunes má s graves y no
conexos, es reveladora del propó sito de considerar dicha pena aplicable
só lo en condiciones verdaderamente excepcionales. Por ú ltimo, en
relació n con la persona del convicto, la Convenció n excluye la imposició n
de la pena de muerte a quienes, en el momento de la co- misió n del delito,
tuvieren menos de dieciocho añ os o má s de setenta y prohíbe su
aplicació n a mujeres en estado de gravidez (artículo 4.5)”.
“En esta materia la Convenció n expresa una clara nota de progre- sividad,
consistente en que, sin llegar a decidir la abolició n de la pena de muerte,
adopta las disposiciones requeridas para limitar definitiva- mente su
aplicació n y su á mbito, de modo que éste se vaya reduciendo hasta su
supresió n final” 10.
A. Desaparició n forzada.......................................................62
De Acuerdo con el Art. II de la Convenció n Interamericana So- bre
Desaparició n Forzada de Personas22 se considera desaparició n forzada:
“La privació n de la libertad de una o má s personas, cualquie- ra que
fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o
grupos de personas que actú en con la autorizació n, el apoyo o la
aquiescencia del Estado, seguida de la falta de informació n o de la ne-
gativa a reconocer dicha privació n de libertad o de informar sobre el
paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos
legales y de las garantías procesales pertinentes”.
B. Ejecuciones extrajudiciales.............................................67
La Ejecució n Extrajudicial, no es má s que la supresió n de la vida de un
individuo por la acció n de agentes estatales, o particulares que cuentan
con el apoyo o aquiescencia de aquellos, sin que haya una sentencia que
ordene o autorice está supresió n de la vida y sin que la misma se realice
bajo los procedimientos consagrados en la ley. La ú nica manera por
medio de la cual un Estado puede privar a una persona de su vida es
conforme a una sentencia que se dé de acuerdo al derecho interno del
Estado y de acuerdo a las normas de Derecho Internacional aplicables a
ese Estado.
La razó n por la que estos crímenes llegan a ser tratados por las
instancias internacionales es porque los organismos de justicia de los
Estados no los investigan y mucho menos sancionan, es por eso que en
virtud del principio de complementariedad los organismos del SIPDH
entran a investigarlos, para asegurar que los Estados cumplan sus
obligaciones internacionales de prevenir, investigar y sancionar a los
culpables y que las victimas sean efectivamente reparadas.
Veamos qué dice la CIDH en relació n con este punto, en el men- cionado
Caso Remigio Domingo Morales y Otros en Guatemala: “Un aspecto
esencial de esta prá ctica que estimula su perpetuació n fue la falta de
capacidad o de voluntad de parte de las autoridades perti- nentes de
reaccionar a las ejecuciones como lo exigió la ley. Durante este período,
la Comisió n acotó que en lo referente a los hechos vio- latorios de los
derechos humanos los ó rganos de la administració n de justicia llamados
a investigar y sancionar tales hechos no actú an, lo cual pone en
evidencia su ineficacia para prevenir o responder frente a esas
violaciones. Las pocas personas que han sido presentadas ante los
tribunales acusadas de haber participado en violaciones al derecho a la
vida no fueron sancionadas, unas veces por falta de voluntad política y
otras veces por deficiencias en la administració n de justicia. La ma-
yoría de las ejecuciones arbitrarias cometidas por agentes del Estado se
complementaron con otros actos y maniobras orientadas a evitar o
entorpecer la investigació n de los jueces, intensificando el clima de
impunidad”32. Esto para ver un poco en situaciones concretas lo que
explicá bamos en el primer capítulo de este Manual.
“La prohibició n general que tienen los agentes estatales de abste- nerse
de privar arbitrariamente de la vida a un individuo [...] sería inefectiva,
en la prá ctica, si no existiera un procedimiento en el que se revisara la
legalidad del uso de la fuerza letal por parte de dichas autoridades. La
obligació n que impone el artículo 2 respecto a la pro- tecció n del
derecho a la vida, tomada en conjunto con la obligació n general[...] del
Estado [...] de ‘asegurar a todos los individuos bajo su jurisdicció n el
goce de los derechos y libertades en la Convenció n’, requiere la
realizació n de [...] una investigació n oficial efectiva, cuan- do algú n
individuo haya fallecido como consecuencia del uso de la fuerza.
Entre las diferencias hay que aclarar que no toda desaparició n forzada
termina en ejecució n de la persona desaparecida, en algunos casos (muy
pocos por cierto) la persona detenida logra escaparse o es puesta en
libertad por sus captores. Otra diferencia esencial está en que no
siempre la ejecució n extrajudicial comenzaba con el secuestro y
ocultamiento de la víctima (desaparició n forzada), en ocasiones la
ejecució n se producía en el mismo lugar donde los agentes armados
encontraban a la víctima.
C. Genocidio.................................................................................71
El genocidio ha sido cometido o intentado muchas veces a lo largo de la
historia. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), el Imperio Otomano
deportó a las á reas desérticas de lo que hoy es Siria a dos terceras
partes de sus ciudadanos armenios que habitaban en Anato- lia oriental
(en la actual Turquía asiá tica), estimados entre 1 milló n y
1.800.00............................................................................................ Muchos de los
deportados murieron, como consecuencia de masacres, o de inanició n y
deshidratació n. El actual gobierno de Turquía niega la responsabilidad
otomana en las muertes de los armenios y discute que aquellos hechos
puedan ser calificados como “ge- nocidio”. Sin embargo, ésa es la
definició n que tales acontecimientos han merecido para el Consejo de
Europa, el Parlamento Europeo y los ó rganos legislativos de Bélgica,
Canadá , Francia, Estados Unidos y otros países, así como para distintos
especialistas. Pero sin duda, el ejemplo má s trá gico de genocidio
contemporá neo sería el realizado por la Alemania nacionalsocialista
durante las décadas de 1930 y 1940 para aniquilar la població n judía de
Europa. Al final de la II Guerra Mundial en 1945, en torno a seis millones
de judíos habían sido asesi- nados en campos de concentració n por los
nazis.
Otros trá gicos ejemplos de prá cticas genocidas se han producido entre
Nigeria y Biafra en 1969, en Uganda en la década de 1970, sobre el
pueblo kurdo por parte de Irak (desde 1986) y durante la guerra de la
Antigua Yugoslavia a lo largo de los primeros añ os de la década de 1990.
En 1994, durante el conflicto entre las etnias Hutu y Tutsi en Ruanda, los
Hutus fueron acusados de emprender una política de genocidio
planificado; hubo, sin embargo, actos violentos por ambas partes, que se
repitieron con la reaparició n de la rivalidad entre ambos grupos en
1996 en el este del Zaire.
(a)........................................................................................................ Matanza de
miembros del grupo;
(b)........................................................................................................ Lesió n grave a la
integridad física o mental de los miembros del grupo;
(c)........................................................................................................ Sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existen- cia que hayan de
acarrear su destrucció n física, total o parcial;
(d)........................................................................................................ Medidas
destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
(e)........................................................................................................ Traslado por la
fuerza de niñ os del grupo a otro grupo”.
V.-El aborto...........................................................................................75
El aborto, es decir, la terminació n de la vida del producto de la concepció n antes
de que éste llegue a nacer, es uno de los temas re- lativos al derecho a la vida
respecto a los cuales no se ha alcanzado todavía un verdadero consenso.
Esto se debe a que la duda sobre si el feto debe considerarse un ser humano
o no, difícilmente puede ser resuelta por la ciencia jurídica por sí sola, es
una cuestió n que co- rresponde realmente a otras disciplinas como la
medicina, la religió n, la bioética o la filosofía. Para complicar aun má s la
situació n, la res- puesta de considerar al feto como “una vida humana
potencial” que es la má s adecuada para otras disciplinas jurídicas como el
derecho civil, no presenta una conclusió n aceptable para el DIDH: “El que el
embrió n deba ser reconocido como una persona humana potencial no
resuelve el problema, porque un ser considerado como potencial no es
necesariamente un ser, y puede de hecho, por implicació n conversa, no ser
uno. Sobre la vida, y por ende, el punto en que la vida comienza, toda
persona tiene su propia concepció n. Todo esto prueba que existe quizá s un
derecho para una persona potencial a una vida potencial; para los juristas,
sin embargo, hay un mundo de diferencia entre lo potencial y lo
presente”36.
El Juez Rozakis en una opinió n que fue compartida por los Jue- ces Caflish,
Fischbach, Lorenzen y Tomasen consideró : “La Corte se rehú sa a sacar
conclusiones relevantes, léase que en el estado pre- sente del desarrollo de
la ciencia, ley y moral, tanto en Francia como a través de Europa, el derecho
a la vida del niñ o no-nato está todavía por ser garantizada. Incluso si uno
acepta que la vida empieza an- tes del nacimiento, eso no concede
automá tica e incondicionalmente a esta forma de vida humana un derecho a
la vida equivalente al de- recho correspondiente de un niñ o luego del
nacimiento. Esto no signi- fica que el no-nato no goza de protecció n por la
sociedad humana, ya que -como la legislació n relevante de los Estados
Europeos, acuerdos Europeos y documentos relevantes muestran- la vida
del no-nato ya es considerada merecedora de protecció n. Pero mientras leo
los ins- trumentos legales relevantes, esta protecció n, pese concedida a un
ser considerado merecedora de la misma, es, como ya ha sido expresado,
distinta de esa dada a un niñ o luego del nacimiento, y mucho má s
restringida en alcance. Consecuentemente transpira del estado actual de
desarrollo de la ley y la moral en Europa que la vida de un niñ o no-nato,
aunque protegida en algunos de sus atributos, no puede ser equiparada a la
vida post-natal, y, entonces, no goza de un derecho en el sentido del derecho
a la vida, tal y como es protegido por el Artículo 2 de la Convenció n”38.
El Juez Costa en una opinió n compartida por el Juez Traja, en el comentado caso,
consideró : “En resumen, no veo ninguna buena razó n legal o consideració n
decisiva de política para no aplicar el ar- tículo 2 en el presente caso. En un
nivel general, yo creo (en compañ ía con varios cuerpos judiciales en
Europa) que hay vida antes del naci- miento, dentro del significado del
Artículo 2, que la ley debe entonces proteger dicha vida, y que si la
legislació n nacional considera que tal protecció n no puede ser absoluta,
entonces só lo debe derogar de ella, particularmente respecto a la
terminació n voluntaria del embarazo, dentro de un marco regulatorio que
limite el alcance de la deroga- ció n. Las circunstancias del caso de la señ ora
Vo hacían má s apropiado encontrar que el artículo 2 era aplicable: ella tenía
seis meses de em- barazo (compá rese esto -solo para efectos ilustrativos-
con la opinió n de la Corte Constitucional Alemana de que la vida empieza
luego de catorce días de gestació n), había entonces todo prospecto de que el
feto fuera a nacer viable y, finalmente, el embarazo fue claramente
terminado por un acto de negligencia, contra los deseos de la peticio-
naria”39.
El Juez Mularoni en una opinió n compartida por el Juez Strá žnická expresó :
“Aunque la personalidad legal es só lo adquirida al nacimiento, eso a mi
parecer no significa que no debe haber reco- nocimiento o protecció n del
derecho de todos a la vida antes del nacimiento. Precisamente, este me
parece un principio que es compartido por todos los Estados miembros del
Consejo de Europa, ya la legisla- ció n doméstica para permitir la
terminació n voluntaria del embarazo no hubiese sido necesaria, si el feto no
fuera considerado como titular de una vida que deba ser protegida. El
aborto entonces constituye una excepció n a la regla de que el derecho a la
vida debe ser protegido, incluso antes del nacimiento”40.
Por su parte el Juez Ress adoptó la siguiente posició n: “Ya que considero que el
Artículo 2 aplica a los seres humanos incluso antes de que estos nazcan, una
interpretació n que me parece acorde con el planteamiento de la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unió n Europea, y como Francia no ofrece
suficiente protecció n al feto contra actos negligentes de terceras personas,
yo encuentro que ha habido una violació n del artículo 2 de la Convenció n. Al
respecto de las medidas específicas necesarias para cumplir tal obligació n
positiva, ese es un asunto para el Estado demandado, que debe ya sea tomar
medidas disciplinarias estrictas u ofrecer la protecció n del derecho penal
(contra homicidio no intencional)”41.
Como vemos en este caso “paramount” sobre la materia, la mayo- ría de los jueces
encontraron difícil separar el asunto de la responsa- bilidad estatal respecto
a la terminació n de la vida de un feto del tema de la terminació n voluntaria
del embarazo, y efectivamente ambos asuntos desde el punto de vista
filosó fico, moral e ideoló gico son im- posibles de separar, pues dependen
esencialmente de la consideració n que se le dé al feto como persona o no,
aunque desde el punto de vista jurídico podría existir normativa que ofrezca
al feto la misma protec ció n frente a extrañ os que a los niñ os ya nacidos y a
la vez dar a las madres libertad para terminar el embarazo o puntos medios
dentro de ambos extremos como efectivamente ocurre dentro de legislacio-
nes internas de varios estados. Ese no es el caso ni del PIDCP ni de la CEDH
que no hacen referencia expresa alguna sobre este tema por lo que ambos
asuntos deben ser analizados conjuntamente. En el caso de la CADH sí existe
una referencia expresa a la obligació n de proteger la vida desde la
concepció n por lo que en nuestra opinió n bajo el SIPDH las obligaciones
tanto negativas como de protecció n horizontal son idénticas respecto a los
fetos y los niñ os ya nacidos.
En el Caso Keenan v. The United Kingdom en que la peticiona- ria alegaba que había
responsabilidad Estatal por la muerte de su hijo que se había suicidado en prisió n, la
CrEDH consideró que si bien existe cierta obligació n estatal de tratar de evitar el
riesgo de que un prisionero se cause dañ o él mismo las medidas que tomará el Estado
para ese fin no podrían ser contrarias al principio de la autonomía de la voluntad y a
los demá s derechos humanos internacionalmente reconocidos.
En cuanto a la llamada eutanasia, se entiende que el Estado tiene la obligació n de
proteger la vida de una persona que está , por ejemplo, en coma incluso
contra los deseos de sus familiares53. Sin embargo, existe una notable
controversia en el caso de una persona que está en pleno uso de sus
facultades mentales pero que sufre de un estado físico que le causa una
angustia severa, y esta persona manifiesta su voluntad de morir pero
precisamente sus impedimentos físicos le ha- cen imposible alcanzar ese fin
por sí misma. Esta cuestió n no ha sido muy desarrollada por la
jurisprudencia, sin embargo le fue planteada a la CrEDH en el Caso Pretty v.
UK, pronunciá ndose ésta de la si- guiente manera:
“El artículo 2 no puede, sin una distorsió n del lenguaje, ser inter- pretado como
confiriendo el derecho diametralmente opuesto, léase un derecho a morir;
tampoco puede crear un derecho de autodetermi- nació n en el sentido de
conferir a un individuo el derecho a escoger la muerte por sobre la vida...”
“La Corte encuentra que ningú n derecho a morir, sea a manos de una tercera
persona o con la asistencia de una autoridad pú blica, pue- de ser derivado
del artículo 2 de la Convenció n”54.