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ec

Os aklo .Ri.ver.a V.

PERCEPCIONES LINGUISTICAS
POPULARES

INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES


DEL CONVENIO ANDRES BELLO
EDICIONES IADAP
INSTITUTO ANDINO DE. ARTES POPULARES
DEL CONVENIO ANDRES BELLO
Casilla 91-84 - Sucursal 7
Quito - Ecuador
Julio de 1988

DIAGRAMACION Y EDICION: Departamento de Promoción


y Difusión
ILUSTRACIONES: Fabián Vallejos
PORTADA: WUfrido Acosta Pineda
3

INT R ODUCCION

Penetrar en los secretos y las interpretaciones de ciertos ángulos


del lenguaje renovando las concepciones y riquezas de los objetos, ex­
perimentando analogías, sintiendo sus alcances, significa reconocer la
pujanza y el temple idiomáticos. Palpar acústicamente las impresio­
nes fisico-fisiológicas, asociar conceptos para pulsar los elementos
psíquicos � inquirir el pasado mediante comparaciones entre grupos,
contribuye a cualificar aspectos individuales y sociales de la comuni­
cación.

El sistema fonético o conjunto de sonidos articulados expresa el


fruto de Íos sentimientos, sin los cuales las palabras no asegurarfan
sus perspectivas, representaciones, imágenes, acciones, intenciones,
simbologfas y mitos, concentrados en los ámbitos geográficos de las
comunidades. Cada circunscripción cuenta con palabras y expresio­
nes que vislumbran formas utilizadas según los oficios, ocupaciones,
costumbres y tradiciones.
4

La serie de sensaciones interiores nuyen por las impresiones re­


cibidas del mundo exterior, constituyéndose en ideas y actos del en­
tendimiento, los cuales anoran y adquieren conslstencia cuando
matices y significaciones, según el mundo y las costumbres, impactan
y sobreviven a los tlempos.

En efecto, las impresiones van acumulándose. A veces se apa­


gan, sobre todo el momento en que se ligan a las formas de expresión
contemporánea; pero pasa el tiempo y vuelven porque esas impresio­
nes visuales son fuertes y seguras. Añádase la latencia ancestral y el
signo que independiente de los sonidos se afina dulcemente y se in­
jerta produciendo reflexiones caudalosas y ricas dentro de la vida
popular.

Todo lo que se ha manifestado a través de los pensam!entos y


sentimientos de nuestro pueblo, antes y después de la conquista,
seduce por la riqueza cultural, las costumbres, expresiones quichuas,
e injertaciones con el castellano. Desaparecieron sus formas materia­
les pero hasta hoy se conservan sentimientos e impresiones aborfge­
nes como fruto. del pensar y el actuar. Creencias, vestidos, expresio­
nes populares, costumbres,. folclor, leyendas, son de valor inestima­
ble. Ellos han permitido dilucidar sobre la prehistoria e historia de
nuestro pafs.

.. .- .
· · Por esas consideraciones las "PERCEPCIONES UNGUISTICAS
POPULARES" registradas con unción social aumentan -aunque en
mfnima parte- el venero de riqueza expresiva que atesora nuestra
Patria. Detrás de los registros de palabras, se mueven objetos y
vibran acciones que invitan a la reflexión y a comportamientos ejem­
plares, dignos de reconocimiento imaginativo, interpretación y serios
. alcances de las variantes quichuas y castellanas, pegadas a nuestro
diario vivir.
Es e ritual ind ígena tonsiste en ,bajar el féretro al suelo p�ra de­
.. p,osi arí sobre un poncho o manta de color 'preferido por el d ifunto.
Inmediatamente se brinda chicha, aguardiente o agua gorque existe
a creencia efe que se mitiga la se la gran jornada del (jifunto. Los
a. ompañantes lavan la negrura y la trist za en chorros de l uz q ue
laboriosamente carcomen al si enci
En los momentos de desean o los recuerdos salen a f lote y los
alaridos del viento se mezcl n al 11 to de los Jam i l iares el difunto.
Las hond uras i nsondables d la muerte giran en�re las so ras y las
manos ju ntas rasgan las tinieblas de la vida, cuya curvatu a esparce
l lamas de esperanza y el descanso se deti ne al umbral de tiempo.
6

Ayazamana se incrusta en la vida y en la muerte. Ella circu nda,


alza la frente y mira a la tumba donde revientan las estrellas. El
polvo es �n cirio, mientras se ovilla un rumor negro y se rel lenan
oquedades. Las gentes al rededor del difunto l loran y se estremece
el viento en los árboles y resbaladeros.
En medio del silencio negro, acompañantes y familiares termi­
nan de beber. Alzan el féretro y continúa el desfi le. Arboles, tapias,
h ierbas y maizales quedan detrás. Es preciso comprender el dolor y
mirar �ómo la tierra exhala paz. Asimismo del cielo azul cae un
aire de nostalgia amalgamándose a la extensa sol idaridad humana.
Ayazamana es l ugar de tránsito donde lloros y gemidos i nd íge­
nas anuncian el pasado del d ifunto. Voces y quejumbres quedan
como espinos. Canta el gallo y lad ra el perro buscando algo en el
suelo hú medo, m ientras sigue el cortejo.
Los pasos lentos, las voces y lamentos semejan el ruido de las
hojas q ue caen en verano. Es viaje mi lenario. Cada paso deja una mi­
rada acurrucada en el camino o lágrimas que van de bruces a los
huesos.
Llega el difunto al cementerio y los gritos retorcidos rebotan en
las piedras. Un fuerte viento alza los rebozos y los ponchos. Las mi­
radas ind ígenas tienen el sabor del arado y la espiga. Se entierra el
ataúd y se enfr ían las palabras. Las sombras se levantan y se compri-
men los lamentos.
·

La gente regresa a sus quehaceres. Ayazamana, negro tránsito,


espera otro ritua l, otros gritos. En ese lugar ha q uedado un pondo de
barro y el. viento penetra en él. Desprendida del tiempo, ayazamana
despide al eterno viajero.

Ayazamana, mira a la tu mba donde revientan las estrel las. Sus


pálidas ra íces anuncian funestos signos. Es un espacio de descanso
eterno por donde desfilan las sombras y las l uces. Un viento amarillo
acompaña a l pondo y el olor a multitud parece u na estatua erigida
sobre ásperos cansanc ios.
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Tottavía el arado, el yugo, la charina y los bueyes, operan en


preparación de las tierras para el barbecho y la siembra. Indios y
/ mestizos acuden las mai\anas al campo, junto con sus ovejas y h u mi l·
des asnos, al compás de la música o el errante silbo, a efectuar la fae­
na de labra99r sobre la tierra.
k· a gente il r:nina
cir de ,los buey
en l corral y
. /.

barbecho.
a.a.t- .. U'l:;

inos polvorientos, ramajes, an imal y la vida campesina ad­


qu iere un gesto de seq u ía y esperanza. La fiesta de la arada ha termi­
nado. Es tarde y los gorriot:les van a sus nidos. El perro fiel espera la
merienda. El horizonte vive y se refleja en los árbo les pero ·en el cam­
po rueda la tristeza y el cansancio. Al lá los �radares cifrados de
sem i l las se sirven agua y tostado . Un poco de l una cae rodando en la
choza lejana.
Llega la siembra y la arada o .. yapushca", adquiere un ambiente
�.;epompas. Sol , viento y semi l las, acarician al arado y a los bueyes.
Los arados adelante, atrás los sembradores con siluetas de piedra y
gestos de espigas, abren el surco y depositan la semi lla. Se d i r ía que
la vida tiene palpitación de gloria y las manos laboriosas fluyen como
vientos dorados de luz.
Ovejas, perros, asnos y ganados, desnudos en las sombras, mira n
los pasos del n iño, del joven y de los viejos, quienes preparan la· comi­
da estrechando la vida que pasa tranquila o reparten su 11micuna"
(bastimento) . Perfiles humanos alumbrados por el sol , como si fue­
sen hechos de roca .gol peada por huracanes y relámpagos. Así se yer­
guen en so ledad abriendo la puerta de la esperanza, m ientras allá lejos
guerreros amaril los y rapados enturbian las m ieses y el cielo, entrete­
n idos con cohetes y misi les obscuros.
La sem i l la duerme ensombrecida al calor de la tierra. Mañana
donde fi ltra la tierra sus granos, la silueta de arador y sembradores
será sudor pesado en balanzas electrónicas. Continuará la arada al
fondo del risco y la hondonada, con los mismos vestidos y la misma
esperanza, e�tre las viejas formas y costumbres.
La arada es oración de frutos, silencio unánime de labranza, jú­
bilo de primavera. El rebuzno tendrá la l ibertad humilde para safarse
y buscar su estaca. Los n iños irán a cazar mariposas y regresarán a
saborear en las antiguas alacenas, situadas en el poyo del tapial. M ira­
rán el arado. como si fuese estrella ; y, con los mismos troncos cons­
truirán la nueva casa.
Después de la arada el labrador cruza el sendero. Un eco de
sem i l las suena en su sonrisa. La puerta ancha le espera, penetra y se
sirve el a limento. No es sudor, es el cansancio desti lado que el ni ño
succiona con ter nura.
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ieve formas y actitudes qua mar-


11as nutren la istencia co a ella
esencia popu lar, mantenié
do y acogedor. ,;•

Ind ígenas y mesti�. p lan ifican su trabajo para dtas y myses.


En determinadas épocas, especialmente, después de las cosechas, cada
semana preparan el bastimento; es decir, cereales, harinas, pol vos,
sean estos de ma íz, arveja, ha ba y otros granos q ue la tierra les brinda
para prevenjr el ali mento de todos los d ías.
Basti mento, en voz quich ua significa .. micuna" o comida. En
otras palabras, la persona se sirve el a l imento como consecuencia de
haber organizado su plan, a fin de recoger las cosas más i mportantes
para su preparación. Generalmente, los padres ven e· n esta previsión,
razón de vivir y la necesidad de identificarse atra ídos por una fuerza
especial q ue une los ánimos y alimenta la vida.
Cuando el bastimento adqu iere otra dimensión se denom ina
.. cucayno" o .. cucayo". El "cucaycu ", sirve para el viajero q ue se
traslada a grandes distancias o también en su trabajo de todo el día
y no recibe com ida algu na. Esos bastimentas de ' cam ino, son prepa­
rados según la meta. Los hay secos y rápidos como papas, cuyes,
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conejos y chicha. Pero para sitios lejanos, a más de las carnes, los via­
jeros l levan habas tostadas, ma íz tostado, pan de trigo o harinas para
ordenar se preparen en las posadas o sitios de descanso obligatorio
paga ndo cierto costo.
El bastimento en sí anuncia la recolección de com ida o la de te­
ner listos los ingred ientes para prepararla. Consecuentemente de las
dos formas el "cucayo" surge como preocupación y movil idad vital.
Bastimento apunta una alegría o una desped ida y responde a la acti­
vidad sensible de la existencia que requiere ordenamiento para sobre­
vivir. Aqu í se abre u na i magen cuya armadura lleva alborozo que d is­
tingue previsión y séguridad.
Siempre la tierra y el hombre, el viento, la casa y el camino,
estremeciéndose dentro del corazón. Las perspectivas del ser pu lsan
distancias. La vida se rehace, se fortalece a través del a li mento, por
eso el hombre tiene que acariciar los muslos de la tierra mediante
surtidores de agua, mientras las cimas parpadean su i nfin ito azu l .

E l bastimento y el "cucayo" , dispersos o enlazados significan


vida, i ntimidad y ra íz porque están en la vasija o el pondo de barro.
Es proclama q ue repercute en la vida campesina. Es grito auténtico
para el hombre y la d istancia. O tal vez un aroma q ue camina l i bre
como un tótem.
No están en las nuevas alacenas hechos conservas. Laten en el
desgarre del · risco o de la choza. Corren por los caminos y en los
brazos delgados de la raza. Bastimento y "cucayo", cosidos por el
fuego ancestral de los árboles viejos, muy cerca al trabajo y al sudor,
a la sed y a la angustia.
Por el los, la vida se yergue triu nfante, la tierra del surco hu me­
dece más la semil la. Los anima les domésticos aprisionan las h ierbas,
el chaq uiñán es corto, el sudor es agua pensativa y la vida campesina
enciende más su sonrisa ocu ltando el dolor entre los pencos. Basti­
mento y "cucayo", ox ígeno-alimento que l legan hasta los labios y se
abren para acariciar la entraña de los hombres.
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t 1

De esta ma nera, aparecie n labras q4ichu f m�s


expresivas, sin máscaras, sin oc Ha s para haoér con er IJa-
y
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gas sociales. Y pasó el lenguaje co huracán 'i: espin a p;nc � ar
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torres señoria les. Pues, el lenguaje es sistema de cómunic ión qú� a
l:
través de la experiencia se anal iza en cada comu rl(dad -al primi� el )\j\
grito, el comportamiento, la palabra y la frase. ·:
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� ;!.
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La palabra "caraja", es imagen que arde y sá� e por 1 �ojos y el


1'

corazón ; es deshoje de sentimientos, color de sigl �� . d ista ia del sol


y cóndor, lágrima y sonrisa, dolor, elocuencia y r � cor.
rollada dentro de la tierra. Blando sonido, grito e strident
en los bosques y montañas.
12

El Diccionario de la Lengua, Edit. Argos-Barcelona, alude que


caraja es "miembro viril", ..vos mal sonante". La primera acepción
podría referirse a u na actitud de valentía ; recordemos q ue el teatro
incásico al evolucionar entregó la representación denominada ..guara­
chicoy", escenificado en la f iesta de la viri lidad . Otros diccionarios
señalan q ue ca raja es interjección equivalente a caramba! o también
..cosa sin i mportancia", ..sin interés". Despectivamente sign ifica
..tratar o despedir con malos modales", "mandar al ca rajo"_; es decir ;
insu ltar hasta el extremo enviando por los suelos a u na persona. En
esencia, esta palabra-concepto presenta fenómenos y anécdotas capri­
chosos como fruto del desgaste semántico q ue a fuerza de repetición
au menta o pierde el significado.
En el caso de la pa labra carajo, no ha sido domesticada, amansa­
da, ni se ha arrugado. Todos la util izan, sean pusi lánimes y exa lta­
dos, grandes y peq ueños, insertando rasgos de cólera, admiración o
neutra lizándola con salpicaduras atri butivas a sosiego o en momentos
tensos cuando los temperamentos humanos provocan : caraja! No
vuelvas más! Carajo! pórtate bien!, etc.
Caraja, palabra rica en su expresión, indica asombro, a legr(a,
espanto, dolor, odio, protesta, sorpresa, incredulidad , desprecio, pon­
deración, al iento, emoción, al considerársela como interjección. Pero
esta palabra -med io de intel igencia entre las personas- opera sustan­
tivándose, o sea, después de haber ex presado la naturaleza i nmanente
de acuerdo con las variables correspond ientes : .. Este caraja rompió
las cosas".
El famoso novelista Jorge l caza, sobre todo en su obra "Huasi­
pu ngo", uti l izó la palabra caraja. El teniente poi ítico al decir "tra­
bajen fuerte caraja! ind ica orden . El i nd ígena d ice ..Ayayay, cara­
juuu !, esto constituye u n grito invadido de dolor intenso. Al ser pre­
guntado el ind ígena : Y quién le quita?, contesta : Yo caraju!, con
demostración de va lentl' a . El teniente poi ítico amenaza cuando dice :
"Caraja, manaval i, y a verás!".
En 1� novela ..Sumag Allpa" de G . H . Mata, se escribe : Qué
estará pes el toro bruto, ca rajo", denotando preocupación. Bueno,
vay . . . ca rajo!, i ndica aceptación . Ca rajo, perras ladronas! es i nsu lto;
·.r3

o llama la atención al decir: ..Carajo! que se pongan delante m ío".


Asimismo, el escritor César Dávila Andrade, en su inmortal obra .. Bo­
letín y E legía de las Mitas", escribe: "Y él dio cabeza contra la ma­
dera de q ue murió. Leche de plata hubiera mamado un d (a, Carajú".
Según estas expresiones, carajo es palabra y voz que se mueve, ges­
ticu la ocu lta en la roca escudriñando la entrada del val le. Carajo es
vol untad epopéyica prendida en el risco o en el mar fl uyente. Grito
aferrado a la montaña cuando la luna incita a la próxi ma aurora. ·
Carajo, palabra de voz adentro, acción sangrienta , actitud, com­
portam iento, protesta hortigada, corre por las arterias. Palabra de es­
tirpe altiva señala silencios terri blemente elocuentes. Carajo, es pu lso
de acción debajo de la lengua que fustiga y estimu la. Es mensaje de
angustia, cólera, dolor, coraje y protesta, cuando el momento denota
agresión, quebrantamiento, hostil idad, f lagelamiento, codicia, d iscor­
dia, ignom inia, mortificación y prevalecencia.
Carajo, contiene voluntad enorme para atravesar caminos áspe­
ros y propendér al éx ito. Es resurgir de idea les frente al vibrar de es­
cudos y banderas. Es orientar la marcha de un pueblo marcando
rutas mejores, aún cuando los gritos salgan de las l lagas. Pero tam­
bién gozo y risa su biéndose al cerro para real imentarse de voluntad .
Carajo : voluntad, mensaje y protesta, dolor acorralado, recorre
montañas y valles, sincro" n iza abalorios verbales, se estira en furiosos
corceles hasta contener la sombra, irritase en los mercados del poder,
persevera frente a la agresión y prefiere morir antes q ue ver la ira de
cloaca manchando la luz .

..
El árb ol de cap u' t q u e nos ofrf!ce madera y fruta, constituye
erdadera atracción. Quien no saborea la fruta en_ medio de aventu-
ras. La sustracción y el robo anecdótico destaca más..su sabor y dul­
-�

lt
zur •

En terreno seco y en apu l í se lo


ve enh iesto entregando ínme bá sido obje-
to de i nspiración, ya sea por radicional belleza o la exqu isitez
de la fruta. Además, es filtro rificador del aire y r:notivo de l.tni 11
.

y fiestas cuando fam i as inte se congregan ara servirse la fruta.


'
- -

1
Cook, mal!lifesta ·q le cAp ulí corresponde al ént¡�ro "pru-
i . 1
nusH en inglés y como. 'u f. qu ichua EL gén prum u s
F.

tíene dos especies: usa . �"'�""""',;""'*eza de Colo bia uador; y,


'' "

/'capol l rr'� o c.er\lza d Mex:i


'rl

-�
15

Tanto la copa redonda como el follaje verde intenso impacta no­


tablemente y su fruta por lo dulce es auténtico manjar.
El geobotán ico, Dr. Masial Acosta Sol ís, nos dice. q ue "capul ín "
es voz azteca y en Suramérica existió desde e l tiempo de los i ncas con
el nombre de "ussun". Al pasar los anos su nombre ha variado. Los
i nd ígenas lo denominaban "capol(n". El científico indica q ue el an-
tecedente más remoto se encuentra en los escritos del ind io Garcilaso
·

de la Vega que d ice: ..Tuvieron u na su�rte de ciruelos q ue los indios


l lamaban .. ussun": son colorados y dulces"
E l i nvestigador E. Choy, insiste que "prunus", capul í, es de
origen andino·, y P . .. serotina" es de origen mexicano. Se asegura que
el capu l í se extendió de México al Perú, desde mucho antes de la era
cristiana, esto es de c inco a diez mil años antes de ahora ; el ind ígena
al domesticar y aprovechar este i mportante árbol , por su fruto y por
su lena, por su sombra y como compaf\ero siempre presente, actuó
como agente de dispersión y esto fue desde muchos siglos atrás":
El Dr. Acosta Sal ís afirma q ue el árbol de capu l í existió antes
de la conquista e spañ o l a ; pues, -existieron lugares denom inados
"ussupamba" que sign ifica .. tierra o l lanura de o con capu lfs". Por
otra parte existen muestras arqueológicas de madera de capu l í,.lo
cual indica que el árbol existió antes de. la l legada de los españoles.
En fin, el árbol de capu l í lo vemos a cada paso en val les y col i­
nas, ostentando su magnificencia o como am igo más cercano y servi­
cial del hombre. N uestro deber será conservarlo con su sol y .su cán­
taro de .soledad, m ientras los pájaros transporten la alegría en el
viento.
16

oj/

J .
;


17

El chaquit\án en nuestra civilización incásica, fue la ruta más di­


recta par.a unir a los pueblos. Dulce, amargo, corto o l argo, siempre
el camino fue amigo, set\aló la l iberación y nos ligó a l a organización
social, a la comunicación y al comercio. Las antiguas civi l izaciones
tuvieron prendidos en el corazón los caminos y grabadas fas huellas
en la unión social. El chaquh'\án abrazá al flujo y reflujo de vidas que
llegaron o se despidieron. Mientras pasan los d(as Y. _los anos P.Or el
chaquinán volvieron aquellos que huyeron y se sentaron a la mesa
quienes regresaron desconcertados a buscar reconciliación.

El chaquinán, fue el medio más propicio para el transporte de


los productos alimenticios y el comercio entre Sierra, Costa y Orien­
te, utilizado por los aborígenes. Por l os chaquinanes hombres y
anima les con alegda o incertidumbre avanzaron a su destino. D(a y
noche el aborigen anduvo con fuerza poderosa transportando el fruto
del trabajo, sin importarle el polvo, el viento y la lluvia. Productos
de diferente orden recorrieron por los chaquinanes de los valles y las
cordilleras. Su vibración se escucha en los secretos de las hondonadas
y montanas, chorrea en la manigua, salpica entre encomiendas y lágri­
mas, se amplía en las ferias donde los ponchos y l os anacos. fueron
pedestales de piedra, barro, agua y sol .

Recordemos como a l son del aire, ante las sombras y l a luz del
sol, el chasqui llevaba y traía la correspondencia. Hombres ágiles, au­
ténticas gacelas, constituían l a forma de correo usado por los incas.
Los chasquis que en quic;hua significa ..el que lleva el correo", forma­
ban renombradas postas. Nadie reparaba en l as distancias, el mensaje
llegaba y otro lo recog(a hasta hacerlo llegar a su destino. Ninguna
civilización contemporánea al incario util izó; por ell o, este sistema
postal, es el pr�cursor de los correos y el medio más rápido de comu·
nicación.

E l chaquinán hasta en esta época nos acampana. Está adherido


a las grandes pistas y carreteras. Quien sabe acaso de sus amables es­
pacios tendidos como página limpia leída por las energ(as humanas,
l as pisadas y los mensajes. El chaquinán estimul6 al viajero, aventaja
a otros servicios, seduce con su soledad, asegura los mensajes, acorta
distancias, ayuda al desvelo y da vigor a quien va de prisa. El viaje
por un chaquinán ensancha las ideas, restablece el amor propio y
18

permite analizar la gloria y las raíces de las metas. Además, el cha­


quiñán nos recibe con más sol , luz y holgura cuando de otros cami­
nos nos echan.
El chaquiñán es sol y l l uvia para las sombras y el po lvo. Es pa­
ñ uelo para las despedidas. Cada vez que encontramos los huesos de
los chasq uis, en los poros del chaquiñán dejamos nuestro sudor. Por
esto su sonrisa de montaña rubrica aliento de horizontes en cada bos­
q ue, en cada piedra. Pero el agua con su traje azul vierte sus intimi­
dades en la arena del camino y en el viajero jadeante que levanta la
libertad entre los riscos. El chaquiñán no fue construido por ninguna
máq uina ; se hizo a fuerza de anda y andar todos los d ías.
Al chaquiñán no le importa las cadenas ni 'e l empavonamiento
de las amplias carreteras ni del pu l po del petróleo ; él acoge a los pies
descalzos de los niños y de los viejos. Sabe de la risa de la nieve y de
las nuevas pisadas de las aves y del paso del cóndor por los Andes.
Sabe de la intimidad del montuvio que crece en el ancestro del trópi­
co y llega al mar orgulloso a custodi�r los pies de los viajeros.
El chaquiñán resiste al vendaval del tiempo recordando el amor
de las ñustas y la conquista del español. Escucha el ruido de las
botas, las pisadas de los misioneros, el suplicio de los fugitivos y los
desgarres e injusticias de los hombres. El chaquiñán hasta ahora én­
vejece con la sonrisa de las mieses y la ternura de la 1 uz que cae sobre
la piedra vestida de musgo.
El chaquiñán resiste adornado por los cántaros, por el rocío, el
corazón de las vertientes, el sonido del yugo y de la solidaridad pren­
dida en los volcanes. El chaquiñán y las pisadas esperan cada día oír
el ruido de los tendones del trópico y las montañas hecho u nidad y
mensaje de l ibertad por los siglos de los siglos

. '
19

En época de cosechas, campesinos ind ígenas y mestizos, contri-


buyen al deshoje d ma íz, corte de trigo, de cebada y otros cereales.�
- •

Antes en las grandes haciendas, el d ueno organizaba las cosechas y los


trabajadores se dedicaban p len mente a r coger los granos� LLC&gO-
del trabajo, el propietario les permitía roe� restos de ceee�Jes que-
por la rapidez del t jo n fueron toma n a o los
dieron de propósito . ,.
Este procedimiento de recoger restos de granos después del tra­
bajo del d ía, se denomina "chugchi'•. En otras palabras. recoger las
sobras q ue en quichua se denom ina "chugchi tandanaca puchu".
Condiciones favorables que repercut ían y repercuten en la econo m {a
y organización de la familia.
La cantidad adquirida por el .. chugchi" depende del número de
personas q ue trabajan en torno al padre de familia y. se u n ían a la
" ración", q ue a más del dinero pagado por d {a, el propietario ten ía la
obligación de entregar. De esto se infiere la importancia del .. chug­
chi" dentro de las formas de vida campesinas, lo cual hasta ahora
acontece más en los sectores de la Sierra y del Oriente.
Experimentar hechos campesinos nos lleva a observar al conjun­
to en sus más amp lias manifestaciones de trabajo. Por un lado la tie­
rra, en orden a facilitar los frutos, constituye el pu nto de partida ; por
otro, los aromas de julio y agosto que cubren a los chugchidores de
luz, árboles amarillentos y de viento fuerte. Las manos se vuelven
transparentes y todo lo traspasan. Los gestos d uros y las sonrisas
núbiles entran en el espacio donde las siluetas ágiles de los chugchido-
20

res están rodeadas de val les y montañas para después golpearse contra
muros ásperos.
En lo más secreto de las fuerzas de la sangre se recogen los fru­
tos al compás del sol. El olor a cereales en hondonadas y cerros, se
riegan en el ambiente. Las sombras beben hasta la entraña granos en
fuga que van a dar alrededor de los cabuyos. De esta manera, el
anhelo del .. chugchi" se mueve como un r ío de sangre o como ágil
truco.
La faena continúa en medio de júbilos, de armo nías de cereales,
de ángulos azules donde los árboles se aprestan a recibir los colores
del ocaso. Viejos, jóvenes y niños, de voces broncas penetran con
sus ojos en las cosas y el "ch ugchi" cifrando huel las pasa vestido de
alegr!'a.
El "chugchi" ha recorrido varios sitios, va amontonándose poco
a poco. La manos lo acomodan y los rostros sonreídos elevan las
miradas hacia el cielo, mientras los perros ladran balanceando prego­
nes de alegr ía. El los también toman parte en el "chugchi " cuando
son domesticados.
Ponchos, anacos, costales l levan el "chugchi". Las mantillas,
macanas y pañ uelos de vistosos colores que tienen las chugchidoras,
q ueman su piel de cántaro de junio. Por eso el .. chugchi" protagonis­
ta y compañero, ocu lta en el rincón de la sementera un sueño a plazo
fijo. Sudor y herida entreabiertos de ternura se transforman en vic­
toria.
El "chugchi" es sudor antiguo, escondido en las sombras sagra­
das. Tal vez oleaje de delirio llevan los chugchidores cuando entran a
las chozas. Se conjuga el crepúsculo al arquear la sementera sus últi­
mos futgores.
Después, d tro de las chozas y las casas, la sot edad se extiende
y la noche comienza a be be r en su vaso su propia obscurida� . E l
sueño de los chugchidores se estremece y es pe q u ena l a pausa p o r q u e
maf\ana u na n ueva realidad de cereales arderá en los cabuyos de las
claves secretas.
21

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ti
"'� '

El chuleo es planta tallosa con flor q ue ofrece u n producto tu-


berculoso conoidal comible de saber fresco y d ulce. El tal o suele
masticarse y su jugo es agridulce. Crece generalmente en los desnive­
les altos de los terrenos pedregosos. También es ornam�ntal, se plan­
ta en los jardines de los centros urbanos. En ciertos l ugares de la
serranía al producto se Jo denom ina .. chirsique" .
E n todas las épocas se observa a los adolescentes y jóvenes fu­
madores de los centros urbanos masticar el tal lo del chu leo porque se
tiene por seguro que al masticar desaparece el olor del tabaco. De
esta manera el joven va a sus casa sin temor de que el pad re comprue­
be q ue ha fumado cigarril lo. Por estas consideraciones, la plantita se
traduce en fluido animador y milagroso, a más de otras uti l idades .
Por otra parte, el chu leo es ca ldo preparado con cebol la, queso,
manteca, sa l, leche y huevos que sirve de alimento en los hogares
acomodados y no acomodados. E l plato de chuleo por ser sopa rápi­
da permite no ocupar mucho tiempo en prepararla. Los trances ca­
racter ísticos de la vida moderna, relacionados con la prisa de vivir y
las ocupaciones incesantes, mediante este plato, son abreviadas, en­
tonces la familia se desenvuelve de acuerdo con las metas trazadas.
El plato de ch uleo, por ser alimento q ue salva en situaciones de
considerable ocupación, no q uiere decir q ue carezca de importanciil.
Su valor nutritivo es sustancioso y a veces la sopa se la sirve con pan
o papas con cáscara, lo cua l constituye muestra de gustos y preferen­
cias que seña lan caracteres festivos y matizados efectos de la r.�esJ
llena de cordialidad y eternos sueños q ue no acaban de configurarse.
22

En casas ricas y pobres, el plato de chuleo, revive ar\oranzas,


concilia urgencias, auspicia solidaridades, destierra escrúpu los y por
ser sustancioso n utre en todo momento. Este p lato como otros tiene
la sign ificación de vincu larnos más examinando que el compa rtir no
es sino d isfrutar el trabajo y el esfuerzo del ser hu mano en las cruza­
das por la vida.
Chu leo tiene también connotación económica cuando expresa­
mos el término ch ulquero, refiriéndonos a la persona que presta
dinero y cobra i ntereses excesivos. Asimismo, se expresa ..dar plata
al chu leo", con el sentido de abuso económico, de mezq uindad y
avaricia. Actitud de escamoteo y robo frente a la necesidad y angus­
tia econn· .ica del individuo que sol icita prestado algún dinero para
cu brir sus apremiantes situaciones.
El chu lquero opera con procedimientos implacables, olvida el
sentido humano, carece de solidaridad , es perito para los litigios, se
limita al enriquecimiento, liga subterráneamente sus ganancias ; la
prestación transforma en limosna. Para él la displicencia le vuelve
abyecto y desagradable, insensible y escéptico. A menudo su serie­
dad y su oportu na sonrisa, demuestran al corazón menguado y duro
por hacer un servicio.
El chu lquero conspira contra la sociedad. Chu lqueros no son
solo los individuos. Los hay en organizaciones económicas naciona­
les y extranjeras q ue viven domesticados a la propia avaricia, impo­
niendo su poder y su fuerza para aniquilar a los pa íses. Las deformes
configuraciones económicas dirigidas al servicio de l as sociedades,
acaban por desarticular los equilibrios sociales sonriéndose frente a la
entraña de la miseria.
La palabra chuleo con sus alegres y dolorosas dimensiones, per­
dura, modifica y oprime. No obstante, ella entre volúmenes, varia­
ciones y perspectivas, continuará sujetando cristales opacos y la figu­
ra del sol para q ue exista salud y la armoniosa regularidad contornea­
da de afanes y esperanzas.
23

stóricos, el mito ha acompaftado � la cu ltu­


tienen us m itos que .sirvieron para u ni se, espe­
cia l nte, en tiempos prtmitivos. Al margen de la-exper.iencta,'se ha
la,.OOla

dlctlo que et mito se caracteriza por ser una ..creación histórica que el
de u na eolectlvidad acepta como cierta' . "Nace, sé rans-
a cómpli , prolifera, muere y es reempl.a ado, pero no falta
is", af ! rma el filósofo Alejandro Korn .
..supay" en q uichua, se lo representa como diabli-
c con i d umenfarla gris de pastor y el látigo o
ito que a arlcia las chozas abandonadas y que-
· •

bra . Entre lo lnd ígenas el duende o diablillo ha sido observado


como s(mbolo de fuerza y de poder sobrenatural.
"'En e cruce i:le los r íos, en los molinos abandonados, hornos,
-1

/ acequias profu ndas, lugares solitarios, aparece el d uende a las doce


del d ía o de la noche. Nadie puede pasar o cruzar por estos sitios. Si
la familia ind ígena l leva un nlno, segu ramente le "pega el malaire".
Poderes extraf\os vuelven sumisas a las personas. Entonces el
diablil lo o d uende, ·mastica fuego y hasta la leyenda dice que cohabi­
ta con las ind ígenas solitarias. E l viento, testigo del encuentro, es ci­
catriz pálida q ue por momentos guarda silencio en los hoyos.
Todav(a entre riscos y montañas, el duende se levanta de sitios
abandonados y da vueltas al acial. Nadie puede contra el duende :
amautas valerosos se encolerizaron y co lgaron en los árboles más
altos la sombra de los cóndores.
Después de la conquista española, apareció el duende'con "som­
brero de alas descomunales y con ojos grandes y saltones". Este sir­
vió pJra castigar al muchacho ocioso y vagabundo. E l miedo y el sus­
to encaminaron a mirar al duende golpeados el corazón. El ser taci­
turno y su temor a una segunda vida vengadora, anuncia el remordi­
miento en partes desoladas.
El duende o supay, antepasado de indumentaria gris, acial en la
mano y con sombrero enorme, despierta en los d ías y en las noches o
toma la forma de animal con el propósito de hacer el ma l más que el
bien . Sonde frente a la soledad donde u na palmada de infinito ali­
menta a los abismos.
La intuición sensible con su carga sobrenatural, es v{ncu lo de las
agrupaciones y, el duende, produce espanto, atraviesa caminos so lita­
rios, casas abandonas, sitios silenciosos. Solamente la imaginación
necesita abrigo, el cielo se oscurece y la presencia del duende debilita.
Queda la leyenda lamiendo al aire, el espanto que arde sobre
torbellinos de hierbas, los h uesos q ue adquieren un fdo desolado y el
duende q u.e se esconde contaminado de azufre. U na esfinge primitiva
su ministra humedad y gotea por sus ojos el mito de sal y espuma.
El "ma laire" hormiguea, se embrujan las profu ndidades de las
quebradas, las piedras acariciadas por el viento recuerdan la luz del
firmamento. El acial y el sombrero del duende ofrecen la palpitación
del sol y la blasfemia del huracán q ue rozó el vientre a bierto de la
eternidad .
25

ígenas y mestizos pa f1 urar: se va len de c u yes y otros a nlma-


).

_les vivos o muertos. Estos anirritt es son cog i d os por l os C\,.lranderos y


1n

pasado a lrededor de la t ushpa ara l ue go de cortas i nvocaciones ro­


�arlos en los cuer os huma os afectad
26

La persona melancól ica sigue el cam ino trazado por la costum­


bre en los tratamientos y éstos cobran tanta importancia que la cura­
ción refleja todo u n acontecimiento. Gestos, confusión, peri pecias,
delirios y gritos giran en torno del fogón ocu ltando tras la pesada
som bra vértigos colmados de invocaciones para aislar a la estal lante
aparición diabólica generadora del espanto.
Visiones quemantes del cu randero, soplo de l icor en los cuerpos
enfermos, aplicación emplastos, bebidas sobre base de hierbas, gesti­
culaciones, golpes de latas viejas, conforman episodios de impulsos
solitarios que dan la i mpresión de misterio. En esas acciones d ramá­
ticas aparece la lucha contra la muerte y las sensaciones repercuten
en patetismo y pasión ardiente, cuyos ecos se escuchan ond u lantes y
ceñidos al ropaje de los mitos.
E l ma l de espanto, como perturbación supranormal , atribuido a
l os esp íritus, a los aparecidos y ru idos extraños, es un estigma social
q ue necesita de instru mentos r ígidos para desterrarlos. Requ iere de
filtros, operaciones mágicas o de aquel rosario de z ímbalos aplicado
al cuel lo del enfermo.
Amor, dolor y sentimientos palpitan en las entrañas sociales y
l legan al barro del hombre. Le hablan con lenguaje metaf ísico y pe­
netran actitudes angustiosas cu briendo a l enfermo de gestos y son i­
dos misteriosos para rodearlo de resplandores extraños.
El val le ·y la montaña son testigos de los objetos q ue se mueven ,
de luces extrañas, fríos helados, olores desagradables y fantasmas de
grados diferentes que conforman la intemporal idad sin l inderos.
El ma � de espanto embosca a la vida y ella se acuesta en extensas
sombras donde la estrel la misteriosa deposita su luz en los pechos de
las colinas. Queda la persecución de d uendes y aparecidos y un he­
chizo golpeándose contra la ciencia.
27

,.
·�,
t

·;@��

. ... .

E l eucalipto, hermoso árbo l que presta utifidad y tiene diversas


aplicaciones, merece ser ponderado. Hace más de 200 años llegó a
estas tiei'T� desde Austral ia, Nueva G u inea, Tasmania y Nueva Ze­
landia. Los botá icos ase uran q ue las especies de esta planta apare­
cieron en el p í o e tee o �ac millones de años ; por esto el ..gé-
nero eucalip1us u no de los más extensos del rei no ve tal y el más
i mportante de la •tia mirtácea, se calculan alrédedor de 400 ó 500
especies de eucali diseminadas por todo el mundo" _ , 't

Algu nas esp de eucral i pto contienen aceite volátil, es com­


bustible y se usa preparación de medicinas apl icadas a as enfer­
medades ,pulmon Se usa también en perfumer ía ; p es, us acei­
tes fragantes, sus � r s � uberosas, generan esendas val iosa .

rece en lugares arenosos y quebrados, pedregosos


áridos. Los b ues son de gran valor. S madera se usa en las �
cohstruccione , muebles y otras apl icaciones. La gran resistencia y
y

durabil idad es sugestionable. Además los bosq ues de eucaliptos con-


2&

tribuyen al d renaje de pantanos, sirven para estabilizar dunas, para


rompevientos, conservación de suelos erosivos y como fuente de ma­
dera y combusti ble.
El euc�lipto por ser consu midor de agua se lo emplea para dese­
cam iento de los pantanos. A veces, se teme plantar estos árboles pen­
sando q ue esteri l izan el suelo. Podría suceder que grandes bosq ues
de eucaliptos agoten las reservas de agua ; de todas maneras, los bene­
ficios son incalcu lables.
La producción de madera para muebles, construcciones, postes,
durmientes, pu lpas,. madera pesada, carbón, leña, son i mportantes y
útiles. No obstante, la madera, las fibras y cortezas tiene múltiples
apl icaciones ind ustriales. Aseguran que en Australia los abor ígenes
fabrican "canoas", techos, zapatos, cables y hasta vestuario".
Las cortezas de eucalipto son de distintas clases debido a las ca­
racter ísticas especiales. Las hay fibrosas, filamentosas, correosas, du­
ras, cortas y otras delgadas y escamosas. Llama la atención la corteza
por su tonal idad, coloraciones y profusión de policrom ías.
Las muestras de cortezas de los eucal iptos evidencian la existen­
cia de pigmentos que dan lugar a la coloración .Púrpura, amari lla y
azul de las flores. Se asegura q ue .. las caracter ísticas de los pigmen­
tos están estrechamente asociadas a la acu mulación de azúcares en la
planta".
Interesante profund izar en las coloraciones de las cortezas. En
efecto, bajo las escamas de las cortezas, se presentan matices extraor­
d i narios, cuyas tonalidades infu nden placer y bel leza.
Obl igación permanente de todos los ecuatorianos es la de defen­
der y conservar este árbol porque constituye valioso recurso natural.
Su forestación y repoblación del arbolado en gran escala proporcio­
nar ía riq ueza. Areas sin árboles de eucal ipto en nuestra serra nía, es
signo de despreocupación. 1 ndudable amparar la econom ía rural por
med io de la plantación de este árbol y otros cuyo valor social y
económico representa defensa natural y fomento del arbolado.
29

.l

P�n�llt� ��R nrmas de vida rural, marginal y urbana, hasta hoy se ob­
'

n denominado en idioma q u ichua ni na : ca.n dela, fuego.


mi lenarias ttNierpn el fuego, al agua y al aire como fun­
a existencia. Por esta razón , el fogón campesino es lo
de la vida esculpid .en la col i na, el val le, el risco . El
ria palpitante, al im to y esperanza de los pueb los.
se valen del fogón para preparar
��.u:ta 9l fogón recubriéndolo de
bajo d� las cuales se pone
el fogón los platos, pailaS'
-���t M.I@Js .. canastos y más utensi-

El fogón, no es sQlamente Ja candela ·o fuego ; constituye una


forma de organización o la unión de la fa mili ofrece r�os so ..
-__::;- · ... •

ciales val iosos. Lo impor nte es reunir lnstrum�ntos y personas qu


están dispersos para producir cQmprensión y alegtía de vivir. Tam­
bién el fo g ón, es signo de comercio : ta c lient 1 goza del espacio y
despierta reverencia por las comidas populares d redilecci n.
30

La tushpa, en cambio se la defi ne como "fogón i nd ígena cons­


t ru ido sobre tres piedras toscas". Allá por el trópico y la serran ía, la
tushpa es el signo social más antiguo y la manifestac ión de vida laten­
te en nuestra naturaleza campesina. Por formar la tushpa con tres
piedras toscas se aplica de torpe o que no entiende, a una persona.
La tushpa, humilde fogón donde se prepara las comidas, con­
vierte a la vida sal udable y al gozo y al martirio en descanso o se lo
quema dentro del fuego. Alrededor de la tushpa, las cosas y los seres
se elevan al plano heroico y la vida se reviste de grandeza corporal.
La tushpa y sus tres piedras toscas, representan la superficie pro­
fu nda, lo limitado y lo bueno ; lo luminoso y el reposo ; la salud y la
lucha constante por vivir amando al ma íz, al cántaro y a la escudi l la .
E s altar humilde dentro de la choza. Allí las piedras y el fuego ben­
dicen la comida. El tiempo con su ternura antigua descubre la olla
que es diadema y pulso de ceniza para el viento. La tushpa une a los
hijos ausentes, conjuga el nombre del padre de la casa y conserva a
la familia que crece empolvada de distancias.
La tushpa, candela, h umo y ceniza, desata de su fondo señales
ancestrales, limpia el dolor y la tristeza. La salud y la costumbre ad­
q uieren el color del pan. La tushpa es patriarca de antigua manse­
dumbre q ue abraza a los h ijos durante la com ida, diciéndoles aquella
oración de tierra desde donde brota el dios de la sem illas e i nduce,
hecho espiral de amanecer a preparar advenim ientos.
Del calor de la tushpa y el fogón, por siglos, las luces sensitivas
han conservado el amor social. Al amanecer, al medio d ía y al ano­
checer, la boca campesina se ha alimentado y perci be la savia de la
tierra. El - instinto y la razón han escuchado los mensajes de las ra íces
y montañ as. La inteligencia enrojecida, al galope del trueno, ha
levantado sus ideales y el dorado aletazo de la aurora ha puesto el
norte en los cami nos.
Tushpa y fogón, anuncian el destierro de pieles a némicas con la
salud de siglos. Allí el calor preserva la vida y danza la salud hasta
convertirse en trabajo que ha desterrado a los hidrocarburos y al
u ranio.
32

Por el val le, el páramo, el trópico, la tenacidad del chagracama


osci la entre el descifrar de las pisadas y el escuchar deten idamente el
ruido de las aguas y los signos de las ra íces perdi das bajo la luna y el
sol . Una especie de l lave abre la puerta de las cosas, mientras las aves
cantan y se asustan. Pero también sobre la escarcha nocturna sabe el
chagracama del son ido y aleteo del buho cuando deja el esca lofr ío
l leno de 1 {neas rojas dentro de la comarca y más a l lá de los ojos de las
rocas de cristal .
El recorrido durante e l d {a no tiene l a intensidad d e l a noche.
El chagracama se afirma unánimemente con la colectividad y está au­
torizado para ordenar ciertas tareas de seguridad . Su influjo es
mayor cuanto más apremiante es el problema. De él depende las rela­
ciones entre uno y otro y del papel que le toca desempeñar en los
cuidados. Con voluntad firme explora los l i nderos y analiza los pel i­
gros que ocasionan los propietarios aledaños. Al descansar el d {a,
tiene la oportunidad de buscar correlaciones para deducir lógicamen­
te las acciones que le permitan indagar hechos relativos al perju icio
de las sementeras.
Durante la noche el chagracama recorre las sementeras con si­
gilo. El perro compañero entre las sombras se esfuma y retorna. Le
mira al chagracama con anhelos de estrellas dormidas en las puntas de
las rocas. Ambos viajan por rutas secretas con la reciedumbre del
viento en l os chaparrales. Cansados descansan, el sueño vierte ron­
cos son idos tenebrosos y u na mordiente i mpaciencia despréndese en­
crespada. Nuevamente despierta y continúa por tortuosos caminos.
De cuando en cua ndo, bancos de piedra, chozas abandonadas,
recodos apartados, son uti l izados por el chagracama. Por él los triga­
les, maizales, porquerizas, cebadales y rediles permanecen cu idados y
en orden. La mad rugada vuelve a sentarse en el �orizonte. Vendrá
la noche a tostar el alma del chagracama de azul bajo la luna o entre
sombras ebrias danzarán los retorcidos rincones del peligro.
Y segu irá el chagracama dentro de las sementeras y espantajos.
El delimita, balancea y rastrea. De los peligros sale i leso, es reflex ivo
en los litigios, oportu no en las redadas, ági l en los rescates y recla­
mos, severo en descubrir los engaf\os y servicial en los aprietos.
.3 3

E l chagracama, robusto como árbo l , andador como el viento, es­


clarecedor de enigmas y huellas, insistente en su trabajo, resignado a
los peligros, tiene el rostro de cristales pálidos, los pies hechos para
las espinas, la mirada de asombro, las manos l lenas de a lturas ; y , su
corpulencia de roca que soporta las duras curvaturas de la i ntemperie.

Adentro en los maizales y trigales, no le importa el trueno, n i la


áspera noche de escombros y tumbas, ni la pesadilla, el sueño incon­
cluso y el viento salpicado de hielo. El chagracama henchido de si­
lencio perforará caminos nocturnos y con su o ído eternamente escu­
chará el eco de los pasos enroscados dentro de los recodos por donde
los hombres perjudican a sus semejantes.

Su perfil a ltivo de resonante val le y ebriedad de bosques, se lo


observa saeteante y listo para encenderse en los abismos. Aún se
siente caer su sombra y sus cabel los a la luna. Siempre será un perfil
llagado sigu iendo obstinadas trayectorias. El chagracama de itinera­
rio nocturno, el hombre del regreso con la nueva . herida o el ser que
pu lsó el peligro, sediento acaso de próximas guaridas.
34

E l amor, ra íz de to existencia, es u na manifestaci9n de cariño,


de- ternur de reciprocidad d caracter.es y d� cuerpos. Entre los i nd í­
genas, amar f uyana) reviste de significación individual y soc'i al, suje­
ta a costum bres y apegos ancestra'es que han afirmado y desarroll ado

cual idades ocu ltas y as virtu es más si n u lares.


1
- -:s- ..

En idioma quichua, huayna es mozo u .. hom bre que tiene rela­


ciones Il ícitas con alguna mujer". Es decir, huayna es el ama nte o
.. cuyag", hombre q ue gozaba de simpat ía en la región ; era bien visto
--

por las mujeres y 1ratado con recelo por los hombres.


35

En el incario el hombre pod ía tener varias m ujeres. A veces


cuando mor ía el ind ígena poderoso, la preferida era enterrada viva,
según las costumbres, regiones y épocas. Después de las fiestas, los
ind ígenas turbados los séntidos y durante las noches, al amparo de la
l u na y frente a extrar\os rituales, se relacionaban con las mujeres que
estaban cerca a el los.
En el caso de ser amante u na mujer, era mal vista. Se recuerda
la angustia de Cori·Kiusta, ama nte de Huáscar, por quien el inca se
apasionara y olvidara sus deberes. Cuando Cori·Kiusta, huyera con
Huáscar se hizo amante del enemjgo de su amante el general Duchice­
la Qui lacu, a quien sorprendió con sus encantos.
El hechizo del amor siempre obnubiló la mente de los hombres.
Solo un equ i l i brio basado en el corazón, evita consecuencias mayo­
res. El huayna apasionado en extremo amó hasta los defectos de la
persona amada. Si le redujo a la esclavitud de sentimientos pronto se
dio cuenta de la l ibertad que esperaba.
Ante la bel leza y la vida, el huayna fortalece su acción con el
convencimiento de que su razonamiento penetra en las fibras del sen­
timiento humano: adversidad y gloria enrrolladas bajan hasta la
sombra de la conciencia. Por eso se ha d icho q ue "una vez confesado
el amor, para nada cuenta el respeto ; el amo y la esclava dejan de
existir como tales no bien se convierten en amantes".
El huayna· adherido al campo, al trabajo y al amor, tiene aliento
para llegar hasta el sacrificio y de esa tristeza surge su fuerza para so­
brevivir. El amor es el sentimiento más apropiado para establecer el
orden social y la inqu ietud . .Los grandes amores l lenos de impetuosi­
dad por se complejos, edifican a lgo duradero. Por estas consideracio­
nes nuestra m úsica popular expresa : .. El amor es una planta/ que
crece con el halago,/ asimismo se marchita/ con la som bra de un mal
pago".
El huayna, amante del l lano, del r ío, el campo seco, del cántaro
y del trabajo, tiene tiempo para a mar desmedidamente. La propor­
ción del amor, las penosas afl icciones, son fuerzas por donde fluyen
energías destinadas a hacer del amor d istancia madura y de la espiga
tierna su gu ía permanente.
36

es durante las cosechas han term mado el deshoje


pasado a lgún tiempo y se han secado las mazorcas:
� �chas "guayungas" han colgado en los chaguarqueros de las
ozas, otras se encuentran listas para el .. desgrane". En sitios apro­
piados se u bican varones y mujeres. Entre risas, silbid.os y juegos de­
ciden desgranar las mazorcas. Apreciar la existétlda de acciones
homogéneas y d inamismos afectivos, i mpl ica i rradiamtenlos fuer­
�as creadoras que asientan su vigor en respaldo de su p ropia existen-
cia. •
'
,1-

La choza está de f iesta. El p-adre de la casa, corr ; resa y


.
firma fa acción en rne.dkt de un colorido especial : se acomodan los
ponchos y las tupushi nas de colores verdes y amaril los. Las tórtolas
ean V se escucha rel inchos ladridos lejanos. A� fi-lt rarse el
�� vier¡tQ en la hol1$ ·

y los árboles envía n a los


pájaros para que iTi w s m azor m a t'z . Blanqaeado el val le,
con la energ í fos ramajes, el m a '
�1
los r ítmicos aletazos de las aves vi�je
desgranadores
maril lo y v�5l� ��==­
�s donde se iBMIIñ
37

semi llas, otros el ma íz mediano para la chicha de jora, aquellos el


ma íz para tostado y harina. Los podridos q ue se encuentran en la
parte superior de la mazorca, son clasificados para el alimento de los
ani males. Los desgranadores pequeños aladearán las tusas que sirven
para abono y para quemarlas y coci nar.
El v iento se levanta a veces sobre los contornos. Los desgra na­
dores reciben la frescura en la manos que ági les van recogiend'o los
granos de ma íz. La frotación de las mazorcas dejan un ruido pareci­
do al rumor del viento en las h ierbas. Asim ismo, se observa y se escu­
cha el pisotear de mazorcas dentro de costales, a fin de agi l itar el tra­
bajo. El ma íz amar i l lo resplandece en las esteras y otros lugares. No
faltan las manos de los n i ños traviesos que con ·algarab ía inocente
espergean los granos de ma íz produciendo malestar entre los desgra­
nadores.
E l padre de la casa se transforma en "tupag" o medidor, qu ien
a la tarde prolijamente, medido el grano, va depositando en los costa­
les y grandes pondos. Luego los organizadores del desgrane ofrecerán
comida y la ración de tostado. La alegría está en derredor como aire
para dar vital idad a la fam i l ia campesi na. La u nión hace sagrado el
desgrane y verde la esperanza.
Los rostros manchados de polvo sienten satisfacción por el tra­
bajo, justiprecian su valor. En cada grano recogido madura la exten­
sión de la sem i l la que luego será l lave de amor y de nuevos frutos. La
ración de ma íz entregada al desgranador y depositada en su vasija de
barro, constituye el mensaje del pan que aumentará en la mesa con el
gesto solar del habitante que ordenó sembrar el ma {z desde la l uz más
alta.
" l shcu na" o desgranador, significa júbilo transparente. Fiesta
amarilla, fragancia de la tierra donde hasta el gusano metido en la ma­
zorca y aturd ido en la arena, recibe un momento de luz. Los granos
altivos giran y anuncian reafirmación de la existencia. Por las manos
de los desgranadores se encrespa el recuerdo del surco y el sol l leva al
alma campesina el cántico terrestre, el origen común y una batalla
más que la sangre vegetal transforma en gloria l lenando de ma {z sus
pondos y sus cántaros vacl'os.
\

JAPINÁ
'

Japi en id ioma q u ichua significa cogida o agarrón . De este tér­


mino d�r iva japina, es decir coger, aprehender, asir, dur�n e la cose­
cha, de fr�tas o granos. La palabra se all)pl !'a té\mbién � coger las reses
ariscas o reclutarlas. Además japi �1 tornarse en japinacuna, tiene la
acepción de ayudar a coger los frutos entre varias personas.
En nuestra serra n !'a japina es instrumento uti lizado por los cam­
pesinbs. La necesidad o el i ngenio les l leva a valerse de la japina par'a
recoger las frutas cuando los árboles son altos y frondosos y no dan
la o¡:>ortunidad de aprovechar las manos. E l lo explica la presencia de
la japina, hermosa palabra y úti l instrumento, peq�ei\o o grande q ue
observamos junto a los 'rbo les de capul í, de peras, claudias, duraz-
nos, etcr
l:a japina trabajada a prop6sito o cortada de las ramas de los ár­
boles, es un palo recto con u na curvatura en la punta, a manera de
garfio que sirve para asir o coger fuertemente las frutas.

t.
39

Cuando los árboles ofrecen sus frutas, la japina va de mano en


mano durante la aurora o el crepúsculo. Mide a l viento y sei'\ala el
color del cielo, consumida de miel y aferrada a los árboles. N o le
importa la lluvia, ni el sol , e l la al imenta las bocas con una hi lera de
gorriones y una sonrisa terrenal que cu ida su reposo.
La japina va de mano en mano con su salud de frutas. Ni la tris­
teza andina puede menoscabar esa salud campestre. No hay mano
que no sienta su pulso d ilatado, ni hierba q ue no ostente la miel en
sus espa ldas. Hasta las hojas muertas al compás de los vientos,
rodean su cuerpo cuando abandona a los árboles.
Cientos de veces ha ca ído en el agua, en la piedra, en el cabuya
y en los mu ros. Sin embargo, regresa a buscar en l as frutas el sabor
del rocío y aquel dolor solemne que escuchamos al romperse las
ramas. La japina pal pa la nostalgia de las frutas y le duele cuando
son despedidas o escucha sangrar sus corazones.
La japina descansa en el patio, la pared o junto a los árboles.
Pero llega la mano a acariciarla, entonces entierra sus recuerdos en la
sombra y sigue adelante entre soles y v ientos buscando frutas y cose­
chas. Su humi ldad tiene la inqu ietud del cazador furtivo, tal vez por­
q ue las manos q ue la conducen son gitanos escondidos entre nubes y
aleros de estrellas.
La japina protagon ista de alegr ías, ayer y hoy, desmenuza sen­
saciones, atisba co lores, abastece y modera deseos. Los árboles y la
tierra son depositarios de su abnegación. Sostenerse de mano en
mano y extenderse por ramajes, es su oficio. E l la se yergue y se ha
ergu ido por siglos y aún camina de brazo de un árbo l . La soledad
·

ahora ret iene sus pasos y la luz guarda su acción entre los sonidos del
viento y los árbo les.
40

J TARIG ..,

La energ ía emocional humana ensay dentro de perspectivas


teleológicas objetivQs y acciones trascenden les. N ormas de vida y
principios dan ocasión para sacudirse encaminándose hacia nuevas as­
piraciones e ideales. A un lado q uedan los rad icinalismos y los dog­
mas. Jatarig, es palabra l lena de contrastes : sal ir del reposo al levan­
tamiento constructivo. Acaso el hombre enval lecido m i ra desde la
tranquil idad una aurora de nuevas esperanzas.
Jatarig .en quichua significa .. el qu' se levanta". Jataricuna es
el q ue se levanta y va a cumplir a lguna misión. La m u lti pl icación de
ideales pasan por etapas y hallan fervores y acciones de superación.
Las personas y l os pueblos se mue n de abajo hacia arriba ubicando
las cosas y sus energías en lugares más altos. Fermentos de i ntel igen­
cia y sentimientos orientan a la efectividad creadora.
La accion de Jatarig demuestra a cada paso y trance, despega­
mientos espirituales, a través de los cuales no arredran distancias ni
amilanan obstácu los. Encauza a sus semejantes que yacen aislados
y_ tranqui los. La agil idad abre caminos, los impu lsos oportunos ras­
gan las sombras y los án imos parecidos a los vuelos de cóndores, ofre­
cen mensajes como si estos fuesen a lzamientos de ideas y agitación
41

d e pendones culturales, sin ren iegos y s i n exaltaciones a ídolos de


poca o ninguna i mportancia.
Jatarig, es acción que levanta y sacude los senti m ientos y los
cerebros en fu nción de la colectividad para crear, u nificarla y adq ui­
rir aquella fuerza de ..jatarinacuna" que eleva a varias personas a un
tiempo con el propósito de canal izar orientaciones nuevas apartán­
dose de los convencional ismos obédientes y sumisos.
Levantarse del descanso para empezar el trabajo, instituir idea­
les, erigir s ímbolos de conciencia social y justicia, puntualizar princi­
pios de comportamientos significativos, a lzar la voz frente a la igno­
rancia y la injusticia, advertir sobre los rojos aguijones encargados de
descuartizar al pa ís ; y, vigorizar la solidaridad senc i llamente porq ue
se rasgan las entrañas entre hermanos, son acciones y sel los inconfun­
d ibles de jatarig, a l reclamar a sus semejantes más progreso y mayores
encu mbramientos para a lcanzar el infinito.
Jatarig : insinuación , orden de lanzarse al trabajo, conti nuar con
lo previsto, dirig irse siempre al norte, vig'ilar y ofrecer ayuda a q uien
asciende para que se responsabil ice por todos. Compartir y reso lver
los prbblemas de siglos, tomar la misma arcilla q ue moldea desti nos.
Jatarig, es la puerta más ancha de esperanza por donde cruzan todos
los que gritan cuando los explosivos caen en las sementeras. U n
propio resplandor q ue ilumina al mar, a l aire y a l a tierra perci bien­
do las mieses y el sudor de las piedras.
Jatarig : a ltura y redención sobre la base del trabajo en todos los
órdenes, del amor y sacrificio. Ascender es misión de sem illa y fru to.
Levantarse es pedir audiencia al volcán y a la montaña, con acerca­
miento del r ío cuya vibración se escucha en todos los secretos natura­
les. Jatarig, acción creativa y proclamas, tonificación y conducción
de ideales .p ero suministrados de sangre andina.

Jatarig, levantarse y ascender. No hay descanso para la intel i­


gencia y el músculo. Al lá en la cima se mu ltiplica el paso al compás
del vuelq_ del cóndor, se encrespa el esp íritu , se l lena de l uz el orifi­
cio, la aurora se t ransforma y se justiprecia el mensaje y la gloria.
42

Los ind ígenas en época de corte de cebada y de trigo, mientras


el viento golpea recio a los frutos y el sol acompaña a las mujeres que
traen de las fuentes los cántaros l lenos de agua, el los entonan silbos y
canciones populares, especialmente, su 111alahuay" o canto de los
segadores a labando a los dioses y a las ard ientes ra íces de la sangre.
La práctica colectiva del ,.laJahuay", antiguamente se expresaba
con júbilo y formas mel6dicas regando la ma nifest ión m s
espontánea de alegr ía en respuesta a la cosecha 1 trigo y la cebada,
venidos del viejo mundo. HastCJ hoy, con la músic popu lar def la­
huay " , la vida ca mpesina refuerza los sentimientos de agradeci
••

to, colaboración y sol idaridad.

Dos o tres frases melódicas de escala penta ón ica


.....

las voces ind ígenas en las celebraciones de las Cti4i�as.


de satisfacción se u nen a los instrumentos �rnA1C:MIII �• �-•
cusión : cañas, huesos, barro y madera. LOs
beben ch icha y el ambiente vespertino, hecho l u� rM�C!J.:l•
flejábase en los rostros. El viento contorsionándose �
refresca el sudor y los ani ma4es en sus estacas asus·
mida sin escap e.
43

flejábase en los rostros. El vtento contorsionándose sobre los cuerpos


refresca el sudor y los ani ma les en sus estacas asustados buscan la co­
mida sin escape.
Todav ía, en estos tiempos, se escucha cantar el "lalahuay '', por
val les y páramos, acompañado del tambor con sigse y el pi ngullo.
Sus melod {as pegadas al a lma ind {gena se diluyen en la sangre y re­
tornan a la sonrisa del segador y la doncel la. Ambos con su volcán de
alegn 'as 1 impian el cielo oscuro y depositan la hoz cerca de las es­
p igas.
La danza, la música y el canto se vuelven harina. Desde
. enton­
ces los hijos buscan en las ventanas el pan f uturo. Sin e mbargo, allá
entre árboles y cabuyas un dolor resumido guarda el ll anto. Después
se palpa las curvas segadoras y los músculos q ue van cortando el trigo
y la cebada. Las gavil las parecen peq ueñas tolas q ue van i l umi nán­
dose de nuevos horizontes y de viejos mol inos.
Tambor, si lch i , pingu l lo, quena y si lbatos, acompa ñan los can­
tos. Los segadores mirando las gavi l las con abu ltada sensi bil idad y
largas traves tas cantan y la c a n c i ó n penetra den t r o de l as espigas, d e n
tro de los árboles, cabuyas y corazones. El canto envuelve, vivifica y
­

descubre que la cosecha es pan en cada aurora.


Danza, música y canto, mezcla de pesimismo, opti m ismo y
dolor, se reconcentran d u lcemente y el esp íritu del segá h.�; va por
abras y collados andi nos, l levando angustias y m�lancol (as crepuscu­
lares tan sentidas q ue la rebeld {a es un risco abri llantado por la l u na y
el sol por aonde aflora aquel la música ancestral suave y los arranques
de trágicas desesperaciones.
Las frases ñucanch ic allpa (nuestra tierra) o ñucanchic cuchuy
(nuestro �egador) , se escuchan durante los cortes de cebada y trigo.
El eco sube a las montañas y el azu l en hervores baja a mezclarse con
el amaril lo de las sementeras de trigo y de cebada.
El .. lalahuay" adquiere el sabor de la sangre jubi losa que jatea
por los ojos,. mientras los segador�s con sus cimbreantes. brazos l levan
la espiga y en su entraña la ternura perma n ente de la gavil la. .
,44

En los grupos humanos se desarrollan los comRortamientos de


u na u otra manera, de acuerdo con el ambiente y las semejanzas y d i­
ferencias sociales. Una tra mpa de eacciones ofrecen proced imientos
positivos o ne�ativos en los acon imientos del vivir cote tivo . Cos­
tumbres, motivos, vacilaciones, cr encías y tropiezos n picen de la
compleji ad de ser humano.
La vida .sgcia ind íg , espontánea y aislada, da por resultado el
valor agropecuario .en el sentido de aprovechamiento colectivo. El
desenvolvimiento cultural plasma la for ma de pensar y to portarse.
De ah í q ue, a manera de ejemplo, nos encontremos con l a patabr�
.. l l umi", referida a la persona testaruda, empedernida y endureci-da
en sus criterios.
El .. l lum i " denominado en quichua .. rumiyashca", impu lsa sus
acciones independientemente. Es silencioso y anhela imponer su vo-

1'1'WWdldtiJttndenc· dom i na al grupo. La terquedad, a


veCes, en aparenta y sirve a terceras con
facil idad y entregá totat
le
45

El "l lumi", moviéndose en su mundo i nterior, se vigi l a y vigi la.


Su asno, oveja, cerdo, sembríos y frutos son los primeros. Se sitúa a
distancia de los demás. La desconfianza le i nvita a reflex ionar frente
a los extraños, duda de el los e inclusive de sus am igos.
El "llumi", taciturno y tensionado, no escucha. Su comporta­
miento desencaja del consejo, queda enmarcado en su criterio así
sea negativo. Al bloquearlo en enorme rincón su sonrisa hi riente no
faci l ita n inguna comprensión . La mental idad es de piedra, no admite
receptividad alguna. Su porf ía e i ntransigencia tiene el sabor del agua
turbia y el golpe i ncesante del viento sobre el m ismo objeto.
Sin embargo de esto, el "llu mi" acierta en sus actos y se mira
triu nfante y se aplaude a s í mismo. La volu ntad resu lta embriaguez
y se consagra a figurar con esfuerzo deteriorado por las circunstan­
cias. Obsti narse a las apariencias es para él apartar las mejores opor­
tunidades de tolerancia y un amor social que podr ía enriquecer sus
estados confusos.
R igidez y endurecimiento aceleran precipitaciones e n el anál isis
las vivencjas. La f isonom ía an ímica envuelve el p a n o t a m a s o c i a l e n
auscu ltamientos severos y divisiones. N o obstante, e l '' l lumi " se
y

apena porque va quedándose solo. Siente pero no cede.


El " l lumi" es porfiado y su arrojo le da energ ía y vigor. N o i m­
porta si no desiste. Los l íderes y orientadores sabrán c n r<. ·er h a r sus
rasgos e identificar la conducta para que la acción seu productiva.
..

Todo depende del estud io de sus reacciones, de asignarle acciones de


acuerdo con l os imperativos y reducir el sentido exagerado de pose­
sión que mantiene, mediante incentivos de cari ño y amor, compren­
sión y tolerancia ; entonces, romperemos los prejuicios q ue le enca­
denan.
El " l lumi", no es i ncógnita e i mpenetrabil idad ; su rigidez y en­
durecimiento se transformará en vigor creativo que comparta y com­
prenda a sus semejantes para obtener la mejor orientación colectiva.
La satisfacción de necesidades, el anhelo de ser apreciado , abre el
horizonte y lo aumenta en toda dimensión vital.
46

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IIISIN

No se trata de un misil o una cápsula de los cohetes-mi l i res y


espaci ales q u e la ciencia actual ha puesto al hombre boca a bajo. ' E l
misin es u n pa lito de madera puntiagudo d e unos 1 5 cent ímetros de
largo q ue sirve a los campesinos en el deshoje de ma íz. El misin abre
la parte superior de la mazorca q ue aún conserva el denom inado
. .. cutu l "

Otra clase de misín más largo se lo uti liza para cobijar y asegurar
..

las chozas campesinas. Cuando el trabajador , valiéndose de u na por­


ción de paja, cu bre la choza, usa este misin para mediante una soga
de cabuya t ie r n o llamad o .. chi l pe'•. atravesar el i nstrumento desde el
mtenor de la habitación hacia el exterior E l trabajador que está
afuera lo recibe y se cu mple de esta manera la tarea de cobijar
cas� de paja, rastroJO o sagse
47

En ttem po de cosechas, las pequeñas o grandes sementeras de


ma íz, se ven ocupadas por numerosas personas q ue acuden al desho­
je del ma íz. Mingas o trabaj adores i nd ígenas laboran ofreciendo una
estampa de colorido excepcional por sus vesti mentas, costumbres,
canciones y com idas especiales como el .. runauchu" o mazamorra de
arveja preparada con huevos, aj í, papas y cuyes. A esta com ida se la
denomina también aj í del i nd io.
El misín asegurado mediante un cordel en la mano derecha, abre
la mazorca de ma íz. Trabajo campesi no adherido al sonido de las
hojas secas y al viento, suena como lamento de la tierra de donde
brota el pan de cada d ía. No importa el cansancio porque los desho­
jadores en verano son una vasta sonrisa de polvo que reparte la ternu­
ra con la fraternidad del bosque.

El júbi lo, con una pecu l iar conformación de ánimo, se d ispone


al si l bo, al diálogo y el alma campesina conti núa en su trabajo. El
m isín desafía al aire, al sol canicular, mientras pasan volando las tór­
tolas. Los indios campesi nos juegan con las mazorcas ador nando el
trabajo con i l u si ones y miradas ti ern as de si gnific ación po rque el
alma vaga al compás de la tierra percibiendo ocu ltos secretos.

El misín vuelve cada mi nuto a la mazorca. Los granos cal ientes


parecen sonre ír en u n gran cántaro. A veces los gusanos apresurados
mueren sobre la arena. Los deshojadores ponen su voluntad con la
misma tenacidad del sol . La gran tarea va a term inar y las ovejas sin
. pastor duermen su siesta debajo de los árboles. ·

El misín recibe el sudor y la abnegación se sumerge en las �i li­


dades hu manas. El viento cruza por las plantas de ma íz y refleja ya
en el rostro del sembrador cuyo aroma se disuelve en su sangre. E l
mat'z y e.l mis ín parpadean acostados sobre la tierra inmensa para
sobrevivir al tiempo.
Los deshojadores se alistan para abandonar el trabajo. Tiembla
el misín entre las manos que bril lan como estrofas cariñosas. El
perro mide el tiempo del ma íz y fija el ú ltimo cam ino de la tarde por
donde va el deshojador con su carga de maíz. Misín y mazorca son
48

imágenes forjadoras de estaciones, solamente una alondra se hace la


misma pregunta.
Los deshojadores absorben la tierra amaril la. El viento fresco de
la tarde se filtra en los rostros. Ponchos, anacos, costales, alpargatas
y rebozos en un fondo gris andi no, hacen derroche de gracia y armo­
n ía. Movidos por el viento, un rojo profundo se mezcla con el gris de
la montaña. Parece que el sol cansado depositara en sus ponchos y
rebozos, horizontes de pompas.
Ha pasado el deshoje, la tierra cal iente exprime am o r y de las
hendiduras sale el aire hecho música. En los muros de las chozas está
el misín esperando la próxima cosecha.
El tapial es un viejo antiguo y blanco que cuida el misín y él
vive en el corazón de la comarca visitado por el amanecer y el ocaso.
Alrededor un si lencio amaril lo, tras el arbusto verde y el canto de los
pájaros, acompaña al misín, hermano del ma íz y revelador de teso­
ros oc u Itas.
49

/
NANAY

qu iere decir dolor, senti m iento, com­


naysa : dolorido, compadecido. Además,
por la q ue demuestra dolor. En algu nas
ay tiene q ue er con el sentim i ento de ale­
hermosos o juguet que si rven para entreteni-

En todas. las épocas y circunstancias, la vo lu ntad s desenvuelve


mediante pensamientos y emociones. Las sensaciones gobiernan y
·

dirigen nuestros estados mentales, según los motivos internos o exter­


nos. Con la i ntervención de la volu ntad , la vida consciente en sus
etapas y grados se rea l iza prod uciéndose una serie de reacciones.
Entre· los elementos de la vol untad surge el ju itio, el deseo, la
creencia. A tta�s de el los nos sentimos atraídos por a lgo que roza
nuestros senti mientos de c61era, dolor, compasión etc .. Es as í como
nuestros indígenas, mestrzos y blancos activan la volu nt, d por dife­
rentes motivos.
En páramos y val les, los i nd ígenas a más de la acción cooperati­
vista, i mpu lsan los sentimientos de sol idaridad adhir iéndolos al
ambiente, a las costu mbres, a las formas de organ ización, especu la­
ciones y vuelos de arte. Asimismo, esos sentimientos son el reflejo de
los sufrim � entos y a legr ías.
La espontaneidad brota cuando muere a lguna persona.
ces, sobreviene e l sentimiento de pesar, el l lanto y la ayuda en dife­
rentes formas. Asf queda grabada la gratitud, sin dejar de constituir
un desenvolvüniento senti mental que trae consigo deudas permanen­
... tes. En las fiestas y celebraciones especiales como constr�ciones de
50

viviendas, cosechas y otros trabajos, no se deja esperar la ..jocha .. o


aquellas facil idades en dinero, herramientas, personas que luego
q uienes reciben devolverán en operaciones si milares. Esto significa la
li bre expansión de actos cuyas energ ías contri buyen al adelanto de la
sociedad.
Los sentimientos de compasión frente a enfermedades y desgra­
cias, representan reflexión desinteresada, acción noble y serena. En
el estado actual de las sociedades humanas, a d iferencia de este senti­
miento de colaboración impera el ego ísmo y la falta de solidaridad.
E n definitiva, prevalece un automatismo severo y la esclavítud espiri­
tual justificada por ta uti lidad y el cálcu lo i nteresado.

Allá en las regiones campesinas, los senti mientos abiertos a una


sa ludable vida llena de confianza, toma el mejor de los cauces. Las
fuerzas aisladas no son bien vistas porque empequeñecen la existencia
colectiva. Es una vida i nterior cuya sensibi l idad penetra en cada ser
humano con la reverencia del manantial cuando l lega suti lmente a la
arena.

La facultad del esfuerzo actúa en momentos difíciles : robos,


pérdidas, compl icaciones fami l iares, incendios, malos tratos, disgus­
tos entre vecinos, desgracias. Con razón José Enrique Rodó, expresa :
.. N o es sólo más hermosa, sino mayor la caridad q ue enhela transm i­
tirse en las formas de lo delicado y Jo selecto ; porque e l la añade a sus
dones un beneficio más, una d ulce e inefable caricia q ue no se susti­
tuye con nada y q ue rea liza el bien que se concede como un toque de
luz".

Los sentimientos de dolor, compasión, gratitud, servicio i nd íge­


nas, en estos tiempos de explotación y miseria espiritual repletas de
forzada caridad y mentido altru ísmo, constituyen ejemplo de acción
humanizante. Cuando la colectividad está sumida en el dolor. falta la
beUeza interior, la justicia y la verdad ; y. hasta eJ amor es triste. Por
el lo, los sentimientos ind ígenas merecen destacárselos como funda­
mento de arman ía, cuyo acorde se reproduce en páramos y chozas
con abrazos que so�o las montañas demuestra n en acercam iento de
auroras y crepúscu los.
51

intel igencia son organismos que se apegan a la


e la P.ers na. El bienestar depende de esa tierra y
�r-nmn�llllh 11bs i es y h umanos. El hombre dentro de la
t bajo, enciende la l uz en las montanas,
.

�t� funde el gest i nd ígena y castellano .


s y selvas:_La

e os, hasta hoy


ras tri buta r i as
-""

o mado por los si-


en cada corazón el dolor desparra-
, allá lejoS o cerca, la tierra n ra ofrece la espiga y una
nda h tzo de luz
boscados, H uayna Cá
voz preso : 'L&acta
/

encargo, os encomiend tas tierras". Más al lá del encargo hay una


intensa transformación so · el choque de ca lor y de nieve hizo


recob la p\J isacl6 "zul • entrana dio estructura a lo ruidos y
il para en�r� cer fa
nte y amiga. Fuego, aire
iciar tu rostro y mar
�·"" �"'·"' los y aletazos
a las lágri
52

Klucanchic l lacta : después sobrevino la fusión de las razas y tu


piel pal ideció a fuego lento. Catedrales de piedra, revol uciones, ra í­
ces de ideales y hombres de ascensión colectiva escogieron Las rutas
del sol . Escarnios, bofetadas y muertes. La l i bertad pescó estrel las
en el agua porque todav ía nos duele y seguimos buscando el color
amarillo de las m ieses, el sudor de las piedras, la adormecida frescura
de l os trópicos y el crepitar del sol en las montañas;

Klucanchic llacta, patria nuestra, en tí vimos crecer el ma íz y el


trigo, miramos d ismi nuir el pan, restregar los l inderos, resaltar idea­
les, red ucir el espacio de las viviendas, lasti mar cuerpos por la conta­
minación. Nadie quiere humanizarse �n tus entrañas, muchos tecnó­
cratas insensibles destrozan tu cuerpo y lo ex primen en favor de inte­
reses creados. Deterioran tu integridad porque las confrqnt_aciones
bél icas han acabado los elementos esenciales. Excesos de explota­
ción natural perjudican los recu rsos, no se preserva el medio. Tierra
nuestra, hace falta solidaridad y a_mor para tus entornos . No i mpor­
ta, todav (a el viento acude diciendo su mensaje, el fuego atado a l
mismo sitio conserva los frutos, las aves asustadas desca lzan la ternu­
ra sobre la arena . Patria nuestra, en tu cuerpo queda escrito un true­
no u niversal de l ibert�d que el bosque propagará un ido a l a_ sol idari­
dad del agua.

Klucanchic llacta, patria nuestra, geograf ía de minerales, prima­


vera, otoño y verano, lugar de hombres iluminados, caminos de barro
con viajeros levantados, instituciones, lecciones, surco y sacrificio y
mar suavizando piedras. Te invoco para que vuelvas a ser más fruct í­
fera y radia-n te, más aurora, más h i mno, más cántaro y ventana a
través de la cual miremos estandartes de luz.

Tierra nuestra : luz y sombra, piedra y cielo, por tus aguas sa­
gradas va el amor hecho harina y hecho puente para unir a los justos
que han real izado las mayores acciones. Nadie dida nada si no toca­
ran la' tierra, si no participaran de tu bondad , equ i l i brió . Y f��ia. Pa­
tria nuestra, en tu inmensidad q ueda escrita una aurora universal de
ideales donde fas h ombres enfrentando ! �j usticias beban la e � o � ió'n
de la luz todos los d ías.

' · "' s- i •' '-
·

... .: .: ,!'j 1 :
. -

- ---: -

Las cu ltu ras pri m i ti v


l o n ómada a lo en

u est ra cu ltu ras ant tguas de Costa y ierra fueron agr ícolas y
i'
a l far«as y su im ct6 p or los f in os aca bados� La Va ld ivia
se im de · o a las figu ras f emen i n as de carac es sexuales que
i n vocaron fuerzas sobrenat rales tomando como 1 fedu ndi dad
de la m ·er y de l a t ieua. La cu J t u ra Macha l i l l a c;:on f i n os grabados
e l íneas- r ojas, r taron a n i ma les y p lant En la
orrera preva l ec i ó l a ·ca de sup ar �
dest�· �le- t!llft
54

La cu ltura ToHta, con su mode,lado espedal h izo menctón al


med io y a las divin idades. Rind ió culto a la natura�a y mediante
la plástica dio movimiento a las figuras ceremoniales y a las escen as
de amor. La cu ltura J ama-Coaque, desarrol ló una cerámica orna­
mental l lena de adornos y movimientos gracias a l pastil laje. Cerca
de ella estuvo la cultüra Bah ía de grandes proporciones. La cultura
G uangala fue dueña de la cerámica geométrica de signos mág icos,
colores claros entre los cuales resaltaron el café y amaril lo. La cul­
tura Tuncahuán entregó platos y compoteras grávidos de ornamen­
tación. La cultura panza leo creó vasijas delgadas y otros recipientes
de color tomate, gris y blanco de .. estilo ultrabarroco".

Frente a esta realidad , la olla o "manga", hecha por el manga­


catug (ol lero) . ha sido testigo de grandes vivencias cu lturales llenas
de costumbres, trad iciones y ali mentos, tanto en épocas preincásicas
como i ncásicas. La olla, vasija redonda de barro con cuel lo y boca
anchos y redondos y asas para uti l izarla con seguridad, está sobre el
fogón destinada a la cocina. En el la prepara la comida el campesino
y hasta ahora se la emplea con este fi n.

La olla de barro, a. más de aprovecharla para cocinar, sirve en


otras circu nstancias. Dentro de ella se depositan gra nos, harinas,
agua. Cada campesino o campesina la l leva.en brazos o en sus espa l­
das. Su del icadeza ex ige cuidado para que al borde de sus l íneas y
en su fondo esté la soledad , por ella se desagua la tristeza y e l rostro
campesino, después de la comida, adquiere un aire de árbo l donde
arri ma la siesta para continuar su trabajo.

La olla encantada en las fiestas campesinas l leva adentro ani­


males domésticos preparados, animales vivos u o't ros q ue prod.u- cen
asco y l'!liedo. Los competidores al rompe� las se dan con la .s or pre­
sa causándoles satisfacción o miedo. J.\ctual mente las ol las de barro
s � n 'uti l lz�das para cumpleaños infantil és. Las ol las 'repletas de ju­
guetes, confites, plata, caramelos y más golosinas � so n colgad�s c'o n
u na soga en palos horizontales. El cu mpleañero y los convidados, ,
vendados los ojos: dándoles la vue.l ta, las rompen y son. dueños de
todo el contenido ; pero a veces, los mirones se arrojan a recoger las
golosinas y ros objetos.
55

La olla de barro t 1ene propiedades térmicas q ue permiten al­


canzar mayor circu lación del s1stema sangu íneo o para curar la
artrosis, es decir . el envejecimiento del sistema óseo. Por estas razo­
nes antiguamente el barro especial tuvo poderes mágicos. De todas
maneras cualquiera que sea el barro la o l la es fuente de a li mento
que viaja por l ugares de piedra y de arena. Junto al fogón, a todas
horas despide humo. El la enseñó el evangelio del plato y la cuchara
de palo cuando el a l imento es aleteo de gorrión cautivo . Enseñó del
humo la manera sagrada de abrir paso entre nubes. 1 ndicó la forma
de llevar la leña como tesoro en alforjas de sudores y sonrisas.
Olla de barro que calmó la sed y el hombre. Que soportó a l
tiempo d e voz jadeante y formas progresistas. Por t í l a comida es
más buena y la vital idad perd urable Por t í las sombras de los yana­
ca n a s se cu bren de nebl inas, la epopeya de los gorriones se prende
en las montañas y el trino musical amanece en tu boca. A tu alrede­
dor danzan los g r a n o s y el viento embriagado derrocha cereales.
Olla de bar ro-pueblo, compañera de hombres dormidos desde
s1empre el o l o r d e ch1cha. E l r umor del viento circu la entre los
h uesos Del icado r ec i p i e n te , en tu fondo parpadea el ma íz america­
con

no El árbol hecho leña ofrece la porción de luna , mientras el fogón


acancia el cuerpo de la olla con esa soledad de p iedra sin son ido y la
corona con la penumbra del h umo . Olla de barro-pueblo, historia
hecha ra í ces y j i netes de humo .
La olla de barro-pueblo coronada de h istoria repercute en el
espacio y en el tiempo y sigue robusteciendo la materia y el alma .
Olla d e barro-pueblo, d e tu boca se fuga e n postre azu l , un anaco,
u n poncho, envueltos en las mieses efímeras ; y, u n rostro andino
desde la colina golpea la puerta de tu vientre.
56

u
jübilo redondo en­
aricias del viento a los pañuelos.
con­
--

Paca ll1-

narbola espera
el re gio. Lo secret 9s sufre y sol lozan baj la noche y la aurora.
Despertar es u temb(or de anhelo alargándos al l ibre movimiento
de la luz. Se umbran seres ha ta beber la ciar dad.
il las las aves se sirven los al ime tos. La choza recibe
la alegría de 1 s n idos. O until las se hospe a el roc ío en las h ier-
bas, así tamb én el o humede e el brazo de amor en un
rincón de pen os y tar anza de la l l uvia como
si u na nube o u lt
Furtiva . Cal lado el pan se in­
letean entre las ramas ;
57

los animales viajan solos a beber en las fuentes ; y , la eternidad cal la­
da se desnuda en la tierra para entregarnos el amor i nfinito hecho
acuarela de al imentos.
Pacal l ito, por su acción, el amor tiende redes azu les, el trabajo
es alabanza, el apretón de manos se vuelve cuerpo fraterno, la ver­
tiente toma el cauce de la vida piadosa. Por su acción silenciosa se
abren las ventanas y se esboza u n destino y cada d ía enciende el
fuego alma adentro con pasos de labrador, mientras sus manos cal lo­
sas adelgazan l a vida de los cerea les.
A hurtad il las se labran las acciones más nobles y se escuchan
los mensajes cálidos. El amor se vuelve trino, tempestad o cascada.
El secreto se d isuelve dando un olor humilde como si Dios se hun­
d iera al fondo de la tierra cargado de almas blancas.
En el campo, en la ciudad, en los páramos y el trópico, la ac­
ción secreta se vuelve júbilo, el amor transforma, el dolor ocu lto se
apacigua, el odio tras largas tormentas abre aban icos de compren­
sión ; y , toda la naturaleza adqu iere la del icia de vivir en sus cosas y
hasta el agua ocu lta calma la sed ofreciendo su ardencia de estrellas.
Compartir la soledad y las cosas con amor y ternura furtiva­
mente, sin h ipocres ías, sino con circundantes transparenc ias, signifi­
ca rasgar el corazón y las cadenas. Cada cosa, cada ser, tanta
materia se vuelve amor a escond idas; y, con u n deseo de sentir el
espíritu libre, oprimi mos la cosecha y las evaporaciones de aquel
amor simple cargado de horizontes.
Pacal lito, acción de agrupado fondo, de cal lada ti niebla i lumi­
nada, mira la choza donde se posa el sol como ángel que atrae un
azu l fresco y sandal ias de estrel las en cada palpitación .
La huella campesina sangra tras de encontrar unáni me porve­
n ir. Esa acción seguirá entre aromas de absolutas presencias. Baja­
rá a la mañana o a la tarde con infinito amor y som bra entre los
labios. El secreto pondrá a la entraña encinta, así no l legue la luz a
la ventana. Los escond idos seres encuentran su cam ino aún cuando
esté manchado el horizonte.
58

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1 oam esin con vehemend de viento ha trabajado en sus se­


ment ras La época d granos tiernos f i mpia la prader ía y los rostros
alegres exhalan un am iente obstinado de ternura para on los sem­
b (os. L chdzas na ivas aparecen rodea s de plantaciones verdes
'y el rato del campesino coh la t ierra -constituye algo fami l iar, ínti­
mo y rítm i c o do nde l a v i b rac i ó n l u m i n osa e nc ie r ra, si l e n c i o $ y el
rnovimi�nto de los árboles y sementeras prod uce u n j ubileo como si
,

r�voloteara el sol sobre los campos.


-
De t ro de estas ma ifestaciohes campesmas p redomina la se­
me tera de maíz verde. La majestact inquaeta de la primavera se fi ltra
por todos los costados pero la sementará de ma íz roba los ojos. A l
bordé de las fuentes son r íe el cántaro y el sol hi ncha los sem brados
escuchándose los movimientos de la planta de ma íz . Cada u na es u n
o oqu io d e rerra v viento. Las hojas tímidas se abren más al roce
del vuelo de las aves. Solamente a la tar:de el cansancio del crepúscu-
o n o percibe la fragancia del ma íz."
L' Hemos oa ído hablar de la planta de ma íz hecho señorita, con su
la ci ma y en el medip la mazorca f o r má nd ose y sal idos. los
f l o r en
pelos del chodo ; es decir, se ha producido la .. quiqui na" porque han
brotado las flores hembras del ma íz, o sea, la flor hembra del ma íz
cuya mazorca empieza a formarse y los gr.anos tiernos conjugan ya el
estado del choclo .
59

El ma íz está en senorita o en ..q uiqui" se escucha por esa época.


Frente a la sementera se sientan los n inos, los perros y el asno rebuz­
na agradecido. Los labradores maduros vagan por la col i na cubiertos
de un rebozo verde y al bajar las gal l i nas con la cordialidad de las
hojas les sal udan . El ma íz está en senorita y los labradores son más
tiernos cuando beben el agua y m iran ascender de la choza el humo :
el o lor de la com ida traspasa los rostros. Es q ue la voz de las sombras
verdes les invita a pasar por la puerta.
La palabra "quiqui", en a lgunas regiones se ha transformado en
.. qu ique" para referirse a la comadreja. No obstante, entre nosotros
tiene el significado de dar pequenos golpes en la cabeza de los ninos
o también de gente madura, con demostración de juego y aprecio . El
"qui que" representa golpe pequeno y caricia joven escond ida.
Entre los campesinos la planta de ma íz en senorita, explica la
adolescencia y la juventud, el aire primaveral de las mujeres, el cora­
zón joven q ue suena bajo los árboles o las sementeras de ma {z, aspi­
rando a un futuro mejor. No solo se escucha la risa de los árboles y
las hierbas, surge un amor primaveral temb loroso, es el brote de la
mujer que imprime de esperanza la v i da ca m pesina, e s el amor q u e
despierta para asom brar al mundo ; y, es el material del nido q ue sus­
pira en cada rama .
El ma íz a l i mento americano, segui rá nutriéndose de d iversas
maneras. Durante siglos lo ha hecho y hoy, pese a los avances consi­
derables de la ciencia, ofrece ali mentación diversa. Por tanto, el ma íz
influye poderosa mente en el destino de las sociedades. Si la vida es
áspera, dura y trágica, los cu ltivos peq uenos y grandes de ma íz, nos
dará optimismo y esperanza. N os l igará más a la tierra y a la unión
para convertirnos en imágenes deseosas por hacer de la existencia un
valor perseverante de redención, donde cada uno reciba su parte y se
den las manos en todos los caminos.
La sementera de ma íz en "qu iqui" : alfombra verde, sensibi l i­
dad terrestre y esperanza del grano que más tarde será harina y a li­
mento nutricio, representa la certidu mbre del trabajo, el desvelo del
surco, la ef)Carnación de la semi l la y, la tierra misma , que con su
al iento genera la fecundidad eterna.
60

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Las civif izaciones mi lenarias se agiga11.taron sobre la base de la


P.iedra. Egipcios, babilonios, indúes, chinos, aztecas e Incas ofrecie-
on al mundo onumentos extraordinarios que dejan sorprendidas
a Jas dvil izacion s del hierro, cemento y idrio. La etern·i dad r d�a
a la p1edra porque del i rtfinito az1J,I I la p iedra, ha F�eci bido su aroma
e nsUtuyéndose en d iadema :errestre aapaz de resistir el peso del
univér:.So.
61

La piedra, ayer, hoy y siempre, ha sido la base o fundamento de


l as cosas. Por ella el río adquiere majestad , las rocas rebeld ía y los
m uros liberalidad. Por eUa es más enérgico el camino del agua y en
los val les relu mbra la promesa del sol . En ella se grabaron palabras
y signos o se cubrieron a los cuerpos hu ma nos de gloria .
La piedra filosofal , renovó promesas o qu iso curar y prolongar
la v ida. La piedra pómez aprisionando la lava 1 íquida se. liberó del
peso por ·solid ificación ; la piedra de moler o .. uchu rrum i ", fraccionó
los granos para n utrir la v ida campesina ; la piedra .. yacurrumi", ad­
quirió redondez por la caricia del agua ; y, la i ra terrestre transformó
al vaHe en Uanura4e piedlas (rur:rMpamba) .
Siemp.re la piedra ejerció su dureza co n doci lidad y amor,
cuando cariñosamente se la util izó en las chozas, fogones, templos,
·

rascacielos y ciudades. Dormida y despierta, hospeda el cansancio de


los seres y el cielo. Se retuerce en los truenos y catacl ismos, congrega
a la luz de las estrel las y a los hombres, derrite al sol en su pecho, es­
conde a los rebeldes e idealistas del pel igro, oye rezar en las iglesias a
los creyentes.
' Por las piedras cam inaron los i ncas, sacerdotes, amautas, las v ír­
genes del sol y luego de la conquista, los monarcas, marqueses, con­
des y autoridades españolas. Acaso la piedra dio grandiosidad a los
actos sagrados y civiles y fue también a l bergue de sem i l las y cadáve­
res. · Ahora rajada y solitaria i nd ica sus orácu los guardando en las
grietas albas y crepúscu h:>s, únicos compañeros del tiempo y el espa­
cio.
La piedra solemne reci be la tempestad sin inmutarse. Su cora­
zón presintió los destrozos y la sangre derramada, pero empujó a fa
sol idaridad para que el escultor personificara la sabidu r ía, la gloria, la
ciencia y · la grandeza de los hombres que dieron muestras de servicio
y beneficiaron a la h u manidad.
E l la sirvió a todos, nadie la ha cu idado. Recordemos que el i nca
se miró en su "ingahirpu" o piedra semejante a u n espejo en el que
reflejaba su cara. Solamente el barro acarició eternamente su rostro,
mientras las máquinas de los transportes y de las i ndustrias lo man-
62

charon. Hasta el vieJO molino todav ía da vueltas espergeando la


harina para el pan amargo y reducido .
· La piedra está en todo: en las ceremonias cuando ponemos la
primera p iedra para· in iciar las constru cciones ; en la destrucción m ien­
tras expresamos .. no dejar piedra sobre piedra" ; en momentos de i n­
dignación o pendencia, al decir .. la piedra del escándalo"; cuando
hacemos �año a otro ocu ltando nuestras acciones : .. tirar uno la
piedra y esconder la · mano". También los antepasados ind ígenas l la­
maban .. ru miumas" a los testarudos y empecinados ; y, .. rumiag" o
.. rumiyashca" , a las personas obstinadas o endurecidas .de senti­
m ientos.
La piedra para el viajero y su descanso, para que el sol se refres­
q ue, para la risa del agua. Ella guarda el secreto de la luna y de la
lluvia, los sollozos del cielo, la soledad del artista, el mensaje de las
piesadas, el sonido de las campanas, la tristeza del l impiabotas y el
mend igo, la ternura del gorrión y la majestad del cóndor. Todos
quieren vivir y morir en su pecho milenario porq ue su amor guarda
el a b razo cordial del amanecer y del crepúscu lo.
A la piedra la visten, la desnudan, la dividen, la acarician. Fuego,
aire, basuras industriales, agua sórdida, rayos, catacl ismos, aceites,
escupitajos sociales y guerras, caen sobre su cuerpo. Su consistencia
in igualable ha recibido todo y nada ha perd ido. Su corazón ha sido
golpeado por muchedumbres durante siglos ; mas, ella i nm utable con­
serva su serenidad porque hasta oyó los diálogos de buitres q ue anhe­
laban comprar el. mundo o q uer ían despedazarlos.
....
63

Sacha runa es el h ombre de ra montaf\a o del cerro y q ue vive cu­


bierto de h de árbol Es el i nd (gena que en tiempo de tos shi ris
bai l ó per nificando a s pu eb los. Pajo na t es y valles fueron tes t ig s

de sus movimientos r(tuales. Acaso el rn.ito se. d sar ro ll dra ática­


mente durante a siembra, as cosechas e> la de ración de Qt.1 r ra .
Posi emert� f repres ntaciones teatrales o '' u is .. , prov
de ieron ani madas coh m úsica de ai l f a o r
y d a zas. a con su b e cortaba la frag3(lci� d la ·err
enla ' ndo s de a íces y vegetales.
.
Para o ros nve el sacha una era enmasc
t

asist ía, dura e la col las procesiones para a lejar a 1


dores amonto ados y a nazar a los n i ños. En los campos e
del enmascarado parecía u n rel ieve que resaltaba los sembn
cosechas. Sus brazos 5e agigantaban como árbole�. no i mpor que .
el espolón del águi la con son ido de flecha rompa el orbel lino del
racán o el al ma celestq del i nfinito.
·
En algunas regiones de la serran ía los sacharunas bai laban en las
fiestas junto a otros personajes : diablos, payasos, monos. El l átigo,
la máscara y la ropa cosida a ella hojas o ramas recogidas de las mon­
tanas, dan respetabi l idad e i nfunden miedo. Su esp íritu m ítico
impu lsa emociones rel igiosas tratando de poner orden y u n idad. El
sacharuna está pegado a la tierra, a la selva, al r ío, a la montana, con
su máscara secreta, pero moviéndose se reintegra a los espectadores
con las ramas y vegetales en su cuerpo y la fragancia de los dioses
para desaparecer en el bosq ue.

Con el significado de .. hombre salvaje", adornado de hojas y


p l u mas, l o s sacharunas semidesnudos, producen pánico. El miedo y
el t�r r o r , segú n las creencias, purgan a qu ienes le observan. El sacha­
r u na d i Jeño del si lencio conoce de la o ndulación que estal la y empu­
ja a los abismos. Por sus ojos se derrama fuego ard iente y en las
m a d r i u u e ras los rayos de la luna se esconden en las grietas.

el le configuran como animal selvático ,.de


en toda d i recc i ón" . .. Vive en cuevas y sale so­
Ta m b i én sach a r u n a

l a m e n te p o r la n oc h e " . Asust a y h a st a mata a su s v ícti mas. Se de­


d o s ca ras que ca m i n a

fiende con "leños encendidos". Cam ina y cam ina por selvas y mon­
tañas, pero entre noche y noche su andar- y sus leños encendidos son
lanzas i ndomables que tienen la insistencia del rayo ; y, su soledad la
correspondencia del sol y la l luvia.

Pero el. sacharuna con agudeza y perspicac ia afronta los pel igros
mientras los buitres merodean y le atacan . Osos y pumas son venci­
dos porque la ira crece dentro como trueno ahogado entre male­
zas. Solo el sueño con estertor de ocaso encoge su cuerpo y la sangre
encubre los latidos.
El sacharuna : indio del cerro rodeado. de árbo les, enmascarado
de las procesiones, bailador, hombre sa lvaje y anima l selvático con
dos caras, abarca espacios negros, atraviesa como flecha los velos soli­
tarios, graba en el peñón su perfi l helado, manotea árboles y r íos,
pinta los gestos de los huesos. El sacharuna, llagado y errante, lame
su propia soledad y el la por el camino más corto le i ndica el siti o
donde descansar.
65

LA TRABILLA

Entre los primitivos i mplementos de labr a figura la trabi lla.


Junto con el arado, la reja, el yugo, la horq el horcón y la hoz,
la trabil la acarició las plantas y los frutos del po. La cintura de
la cebada, del trigo, del ma íz, de la alfa lfa y otr prod uctos hallaron
su apretón y en ella quedó las huellas de las p
ras. Afortunada la trabi l la absorbió el aroma , OlllFléXl?l
frutos y con ardencias .d e auroras y crepú.;)\.ol.li, .,Jj,,�m»•"­
que cineron la espalda del trabajador agrícola
El diccionario define a la trabi l la como cuero
q ue pasa por debajo del pie para sujetar los b el pan-
talón, de la polaina" ; o también es .. tira de la que p espalda
ciñe a la ci ntura una prenda de vestir". Las i se adhieren a las pa­
labras y cobran im portancia de acuerdo con aplicaciones.
En nuestro pa ís la trabi l la es u n pequ
ra, extraído de ramas de árbo les que tiene
do pra asegurar un montón de prod '"+.l"'lrlP'�� "
ma íz, trigo, etc., y que son transpo�atM��
de ciertos animales como el
tiene ranuras, a cuyo aJs.�etJ<>r
es decir, asegura eJ.o1DJ;otm LI O:i�
'..3Sioltlli9,....�MJes.i no cargado de p lan-
"'l""!:!wm:ith s repletas de pisadas es-
a n u el , co n su � ojos disueltos
� � ; � � � � ¡�;������ po, solamente el
i-=���
viento succion y encorva los
cuerpos. Cualq uier peso alivia la espera
La trabil la abraza la carga entrelaza l os gesto
al compás del pulso no l levando la V de la vic t"""',...��....-
aunque caigan las heladas. El la genera la multi plicación de 1 nos
y hace la semi l la para ponerla en los labios del surco. La trabil la
-hija del árbol- conoce el secreto .de las "<te laS"" auroras y
sabe donde se encuentran los frutos rodeando a los linderos.
66

La trabil la contrae sus músculos y se ofrece como la piedra, el


agua o la tierra. Su sol idaridad levanta horizontes. Cuando el sol
acaricia sus venas, el la desborda el sudor y embriaga las espa ldas de
los cargadores. Si acaricia la ci ntura de tos frutos, bajo el ceño preo­
cupado de los pájaros, la trabil la los recoge con amor de hiedra entre
sus brazos.
Ancestro, forma y victoria, encienden la sangre campesina y re­
corren los campos. Redobla la eleg ía del anhelo y la trabi l la deposita
su amor en el regazo de las p lantas y los frutos. Hoy no es una rel i­
q u ia, conti núa su acción adherida al barro y al cántaro, arrimada al
tapial de la choza q colgada en los árboles ju nto a la soga que adorna
el busto de las ñustas.
veces arrimada al chaguarq uero recibe salutaciones de la luna .
Qué importa, la aurora le levanta y prosigue s u acción solidaria de
A

rama l de nobleza. La trabi l la de lángu idas flexiones e i nsolaciones, se


e s c a pa i r resist i b l e con su ternura a cuestas y su d ialecto de cristal en
medio de h u r acanes.
La trabi l la arri mada en los patios o activándose en los campos,
humi ldemente atiza el fuego de victoria abrazando las plantas de
ma íz, de lenteja, d e trigo, etc. Si el sudor resbala a rozar sus mej i l las,
un poco de amor antiguo se incl i na hecho hombre-planta, hombre­
árbol, hombre-fruto para ceñ ir con la grandeza del arado que penetra
amoroso en el pecho de la tierra.
La trabi l la, nacida de melod iosos árbo les, después de bregas y
sol idar idades, vive arrimada a la luna y a las auroras. Vive junto a las
sementeras y a los agricultores, besando con u nción las ra íces y las
plantas. La trabil la es ternura maternal o un patriarca firme de rama l
de nob leza que u ne con su victoria las plantas verdes o maduras que
l levan frutos en medio de ru borizados pájaros.
La trabi l la arropó nuestras planicies y consagró el triunfo cuan­
do el pan l legó a las bocas y el asno escapó a las vertientes. Ella que
con azules manos cubrió los h uracanes y levantó las bru mas acarician­
do el surco propicio a la labranza, merece reconoci m iento porque
abasteció de frutos al agricu ltor que retornó a m orir donde naciera.
68

La uyansa Implica agraciar sin extremos, mientras más sencil lo


sea el agrado se descubre el suceso. Depende además del análisis para
revelar el gusto de la persona que lo va a recibir. El auténtico sentido
de la uyansa es forma cultural y costumbre. El activador de la uyan­
sa sabe exteriorizar los sentimientos con i ntimidad y trascendencia.
En los campos observamos el espectá c u lo de la uyansa como
sel lo tradicional, envuelto en abundante sonoridad de afecto para
quien supo agradecer. Hecho que a lcanza su rel ieve por la sensibi l i­
dad fo,rtalecida de una obligación social generada de la propia convi-
vencia humana. ·

Debajo del poncho, de la tup ush i na o del pañolón, la persona


con gesto reverente entrega las cosas que a bien tiene. En el ind ígena
la m isión es transparente, el gesto tierno, la sonrisa sugerente, el ves­
tido resaltante y la acción creadora se colma de festividad y alegr ía.
La uyansa, por el rasgo singu lar, no consagra etiqueta sino franqueza
e inti midad, cuyas consecuencias l levan a la fecunda meditación
abriéndose al sel lo histórico de respeto.
En nuestro tiempo también en i nstituciones la uyansa, con otros
nombres, deja huel la de sentim iento y gratitud. El compañerismo
preserva, u ne y se i ntensifica .. La uyansa como atri buto social revela
plen itud y goce. En el afán de reconocimiento sincero, la sensibi l i­
dad tiene bel leza, la alegría semeja altos surtidores y l a amabilidad
elabora i mágenes en las cua les se refleja la. mancomunión espiritual de
caracteres, constituyéndose en trasunto de sonrisas y abrazos.
La uyansa festiva o silenciosa, exhi be el aliento de cordialidad .
Poco a poco se ensancha murmurando delicadeza . Mientras haya
demostración abierta y sosegada, sin van idad n i posturas postizas, se
retirarán l os cálculos sociales y las máscaras mutiladoras del afán gen­
til y la correspondencia amable.
En q uien da y en quien reci be la uyansa, se fortalecen los afec­
tos y la solemn idad adquiere concentració n de reciprocidad y júbilo
color de las siembras. En la uyansa hay mezcla de sentimientos, de
apretadas cosechas, vientos aborígenes y consagración de vasijas,
cuyo empeño de r ío gotea por sus ojos de siglos.
69

• •

VERBORREA

Dentro de la sociedad, una convivencia organ izada ma ri


moral tiene fines permanentes de cooperación para estabfecet e i�n
com ' , cuya unidad efectiva contiene armon ía de pensa fJl ie \OS,
. de vol u d y coordinación de mecii o s, lo cual espe 'fica-
oncor r�
mente nos a que la sociedad es nec saria y libre, compJQta
ci i l o r o�. Co ingr 1entes su desenvolví
· ••�e1ra teno de
·4 -
tes -ad ui en contextura y entend·-
el i ioma · si y la comprens1.6n, fa soc · d
i exagera el lenguaje para cnftf...,. ai�)a
11 , destruye, desu

· perativos y i nes.

�¡u4acs campañas
ociándose a m j postor, due
ando la patria que
de las piaras'\ re
ta: .. Bajo cien mas se observa
r

guá dad humana : donde hubo h m­


1

igftos y t ros domésticos. . . La u-


gana Es reciabl e siempre el adulón
evolencia vu lgar o por el
.
70

La verborrea, gracias a la educación no produce tanto efecto ; no


obstante, el poder de i nformación mediante los programas rad iales y
televisivos, obnubilan a la sociedad. Estas formas de contagio publi­
citario sujetan la conciencia y distorsionan la reflexión, no solo en
poi ítica sino en la resolución de tantos problemas agrarios, de vivien­
da, de cooperativismo. All í la verborrea hace gala con . as�ucia y
engaño por falta de cu ltura y de ideales.
En la antiguedad Jos abor ígenes campesinos castigaban severa­
mente al "yachirimag" que uti l izaba la verborrea con finalidad de
engaño y alteración de la tranqui lidad social. La asamblea espiritual
de los Yachay (sabios, instruidos) no solo que les echaban piedras ;
el "ama Llu l la" : no mentir, debía cumpl irse con seria responsabi l i­
dad, caso contrario, el rechazo o la censura social ca ían en los sujetos
enérgica y rigu rosamente.

La mentada verborrea por su locuacidad y labia, entrega dema­


siada palabrer ía y relumbrón . La práctica del charlatán y hablador
·..

abarca determinado goce para acrecentar el engaño y disfrutarlo con


pasi ón porque toda moderación y ecuanimidad es para él inclinación
perversa. Quien cu ltiva la verborrea se ofrece con pasi ón enfermiza ,
actúa con la máscara d e l a risa mordaz para adquirir fama, poder y
posesión de bienes materia les. Perci be la realidad abultándola y de­
prime a los demás, exalta lo que le conviene y menosprecia las virtu­
des de otros seres ; adu la con pa labras corteses y demuestra afecto a
1 os desamparados glorificándose de sus propios ardides. Tiene arte
para engañar con la mentira ; y, carece de lealtad y constancia en sus
principios.
La verborrea se la util iza en muchas actividades pol íticas y so­
ciales ; sin emb�rgo, tiene la acepción de la voc ingler ía del hombre vi­
vidor y va r iable a las circunstancias que a él le i nteresan. Frente a
esto, conviene que se agoten formas i ntegrales de educación y cultura
para evitar estas experiencias q ue descomponen la esencia del equi li­
..

bdo social. No desear íamos que el campo de acción de la verborrea


continúe explotando concien c ias ni sirva para la degeneración y ex­
plotación sociales.
7l

.
. .. " ,
� r :

1 '

YAPA

En Ec ador, Perú, Bolivia y Argentina, el verbo yapar denota


acción de adir algo más a la compra ; es decir, una porción pequeña
que por af cto, costumbre o gracia entrega el vende r al comprador,
1

aumentan un poco más p a compra de determi ados productos,


i
especialme e, los de prim ecesidad. Gesto i portante cuando
brota por o encía de sentimientos altru (stas.

y avaricia.

dad sino el
la angustia.

o se prefiere
72

adorar al becerro de oro. La sensibi l idad del negociante y vendedor


está subordinada a la grosería, al desdén, al enfrentamiento, al i nsu l­
to, a la opresión. De un d ía para otro el recargo desmedido y el enca­
recimiento no t ienen mesura ni moderación. El comportamiento
del vendedor en esta época es el abuso y la humil lación. Se encrespa
ante algún pedido, pacta con el engaño, se r íe frente a la miseria, cu l­
tiva la hipocresía cuando reza en la iglesia y se domestica al cu lto de
la tacañería.
Raros son los negocia ntes comprensivos. En el los la yapa encar­
na la conciencia de h u manidad. Saben que añadir algo a lo que ven­
den , signifi·c a beneficiarse con la clientela ; sobre todo, conservar en
cierta manera un principio de servicio y una actitud q ue sensibi l iza
los campos de la pobreza y la miseria. Estos negociantes saben que
.. el que no puede dominar su gen io, su atención y su semblante será
propio para negocio de n inguna especie".
La yapa, porción pequeña añadida sin valor a la compra , es
renuncia a la poquedad y fomento al bienestar. Todos, menos los ne­
gociantes inescrupu losos, sienten que esta palabra y act itud siembra
agradecimiento. En cambio aquel los q ue nada sienten od ian la pala­
bra aferrándose a la avaricia y desprendiéndose de lo que vale la fe,
el amor y la comprensión.
La sociedad no pide caridad, anhela trabajar orientándose hacia
lo más generoso y más humanitario. Los bienes que solicita no deben
llevar el sel lo de la humil lación y la explotación. El abuso es u na en­
fermedad q ue necesita ser tratada con grandes dosis de sol idaridad.
Por estas consideraciones, la yapa es u na actitud consagrada a l enri­
q uecimiento espiritual , contraria a los anhelos desmedidos de riqueza
q ue l levan a satisfacer vanidades inmediatas.
campos más q ue por ciudades, esta tradición conserva sus
oferencias, rescata el contacto de la amistad y solidaridad. L a yapa
Por

con su pequeña luz a nóni ma huce girar desprendimientos y sus pro­


yecciones nobles, atacan a las sombras del ego{smo tan usual ante los
requerimientos sociales. La yapa nos l levará al apretón de manos co'n
aquellos gestos de complacencia que solo los encontramos en corazo­
nes bul liciosos de generosid ad y sentimientos superiores.
73

.. .

,. .

' .

. .

\. ,

1
..J

Todas 1 personas por i nq u'et d o


se mediante j uegos, los cual d i vierten y alcanzan el proceso d e re­
creación. Especialmente los ni ños j uegan al p oner e n ac t i v i ad sus
energías. El fo les �irve para despertar la imaginación , perder 1- te·
mor, adquirir confianz y segur idad , ampliar los orizontes, desper­
tar habi l idades porque el j uego iene g r an poder ed cativo natural en
determinadas edades de los niños.
En el caso de l a pa l abra zu m ba mb i co, significa juego que se
practica muy poco en los centros u r b a nos y los sectores rurales. Este
juego cons iste en afirmar la superfcie de una lata redonde, g eral­
mente se u� t tapa de c iertas botel las denominada .. platitlo". N i ños,
jóvenes y d ltos, depositan la tapa en los ri les del tren obteniendo
el platillo r d do afilado.
74

Los ninos a más de gozar con el zumbido, cortan papeles val iéndose
del zumbabico o juegan entre dos acercando el juguete y tratando de
cortar el hilo de la parte contraria. Quien logra dividir el hi l o triunfa
en el juego.
Los gestos infantiles y la habilidad permite el júbilo y la seguri­
dad . El zu mbambico sil ba y sil ba, según los giros que el n i ño sabe
imprimir. Cada uno cuida el juguete evitando el corte del hilo. Al
fin entre triunfadores y perdedores el regocijo es total.
Muchos j uegos infantiles como éste ayudan a la perfección de
los sentidos y del entendimiento. Los niños a veces registran las co­
sas del juguete, relacionan, preguntan y se desarrol lan verba l y men­
talmente. Aumenta la curiosidad que desemboca en conocer el mo-
vimiento por el cual madura y se proyecta esa curiosidad . Los niños
se sumergen en el mu ndo de las cosas, de la imitación y la participa-

ción. 1
-..

E l juego del zu mbambico ha llevado a otras significaciones por


rela c ión. Muchos nombran con esa palabra zumbambico a los indi­
v i d u os i nq u ietós q ue no desc a n sa n en fastidiar y no está n tranqu ilos
n i u n momento. D a n la i mpresión que producen movimientos que
perturban y actitudes que alegran, l legando en circunstancias a ex­
tremos cuando el ambiente necesita tranquilidad .
Asimismo esta palabra zumbambico se apl ica a las personas que
por sus i n q u ietu des revelan perspicacia, imaginación y sobre todo i n­
teligencia para los movimientos alegres y los chistes oportu nos. Tam­
bién a los individuos q ue reflexionan acertadamente p roduciendo
impacto frente a los problemas y aspectos de la vida.
Tanto el juego f lamado zumbambico como las aplicaciones de
comportamiento humano, son ra íces sociales q ue matizan las recrea­
ciones y costumbres destinadas a la solidaridad del barrio, de la ...

escuela y de la fami lia, cuya alegr ía múltiple nos hace palpar la ternu­
ra social que i mpulsa recuerdos y nos encam ina a buscar en los o bje-
tos el sueño de los niños.
·

\ 1 • ' i . '
75

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ESPAN TO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . 25
E U CA L I PTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . • . . . . . 27
FOG O N Y TUSHPA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . 29
G U AR DASE M E N T E R AS ( C H AG R ACAMA) . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . • . . . . 31
HAYNA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . • . . • . 34
I SHCU Y ( D ESG R AN E ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . 36
JAP I N A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
JATAR I G . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . • . . • • . . . . . . • . 40
LA LAH UAY . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . 42
L L U M I L LU M I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . • . • . . . • . 44
M ISI N . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . • . • • . . . . . • . . 46
N A N AY . . . · . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . 49
Ñ U CAN CH I C LLACTA • . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . • . . . . • • . . . . . 51
O LLA D E BAR R O . . . . . . . . . . • . . . . . . • . • • . . . . • • . . . . . • . • • . • • . • 53
PACA L L I TO • . . . . . . . . . . . • . . . . . . • . . • . . . • • . . . • • • . . . • . • • . . . 56
OU I OU I . . . . . . . . . • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . • . . • • . • • • • . • • • . 58
R U M I ( P I E D RA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . • . . • • . • • 60
SAC H A R U N A . . . . . . . . • • . . . . . . . . . • . . . . . . • . . • • • • . . • • . • . . . . • 63
LA T R AB I L LA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
U YANSA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . 67
V E R OO R R EA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . • . . . . . • • . • . . . . 69
Y APA • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • • • • . . • • • • • . . • . • • • • • • • . 71
Z UMBAMS I CO • . . . • . . • . . . . . • . . . . . • • . • . . • • . . . . • • • • . . . • • . . . 73
80

IMPRESO EN LOS TALLERES GRAFICOS


DEL INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES
DEL CONVENIO ANDRES BELLO
QUITO - ECUADOR
J u li o - 1988

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