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El sistema
sanitario peruano recién se construye durante el siglo XX. Sin embargo, su crecimiento se vio
continuamente afectado por inadecuadas políticas gubernamentales y por las corrosivas y
contantes acciones de corrupción. En el siglo XXI, un sistema algo reconstruido, pero de muy
bajo presupuesto padece de costumbres venales que impiden un desarrollo óptimo. El presente
artículo describe las bases antropológicas que subyacen las acciones humanas que llevan a la
corrupción, asimismo hace un repaso de las principales estrategias de corrupción en todo el
sistema sanitario peruano, que además esta fragmentado tanto en el sector público como en el
privado. Además, se mencionan factores externos influyentes como la industria farmacéutica.
La situación sanitaria resultante no lo hace fuerte para enfrentar crisis sanitarias como el COVID-
19. Finalmente, se esbozan algunas propuestas de cambio
INTRODUCCIÓN
En los últimos 40 años, el Perú ha pasado de ser un país de bajos ingresos y altos
niveles de pobreza, a uno de ingresos medios per cápita en la segunda década del
siglo XXI. Los niveles de pobreza se han reducido de 58,7% en 2004 a 20,0% en el
2018 y la expectativa de vida ha aumentado de 48 años en 1960, a 76 años a
finales del 2016 1.
Los indicadores son claros, pero como toda cifra estadística encubre algunos
detalles. A pesar del crecimiento económico persiste una desigualdad social
significativa, tanto en términos cuantitativos como cualitativos 2,3. Debido a los
mejores niveles de vida, la pobreza ha sido desplazada por la inseguridad
ciudadana y la corrupción como los principales problemas de la sociedad. Existe
además una pobre y generalizada desconfianza en las instituciones del Estado, así
como también, se percibe un relativo abuso de las instituciones privadas que
proveen servicios públicos.
Lamentablemente, los casos de corrupción son vistos en América Latina como parte
del status quo o como una medida de supervivencia, afectando a los más
vulnerables de la sociedad. Transparencia Internacional (TI) afirma que dos tercios
de países del mundo poseen sistemas sanitarios corruptos 7; y esboza algunas
potenciales soluciones como: el reforzamiento de las instituciones, el cambio de la
forma de pensar de la gente -haciendo que los beneficios de un acto corrupto sean
significativamente menores al remordimiento y las sanciones punitivas-, disminuir
los incentivos a la corrupción como el poder no contrapesado; y finalmente ,
erradicar la cultura que premia el éxito financiero y es blanda con la corrupción. Sin
embargo, el artículo no menciona que el Ministerio de Salud ya posee un
documento normativo al respecto 8.
SITUACIÓN PERUANA
El Perú es un país diverso y complejo, por lo que todo diagnóstico situacional y todo
enfoque de gobierno debe contemplar las distintas dimensiones y aristas del
sistema sanitario peruano, tanto el público como el privado. El sector público es
diverso entre sí y cuando se le analiza debe considerarse a cuál sub sector se
refiere; ya que, el Ministerio de Salud y el Seguro Social no son precisamente como
dos gotas de agua, y ni qué decir del privado. En general, tan corrupto es un
sistema que permite que sus trabajadores no cumplan con la labor encomendada,
que deriven fondos públicos en beneficio propio o que su incompetencia
administrativa permita que los ciudadanos tengan una atención de baja calidad;
como corrupto es un sistema que infla los precios de las pruebas de laboratorio,
medicamentos o de hospitalización, que privilegie el exceso de pruebas
diagnósticas o procedimientos sin una base clínica real o cuyas decisiones se basen
en el lucro por sobre las necesidades reales de los pacientes.
PROPUESTAS DE CAMBIO
COMENTARIOS FINALES
– Finalmente, se nos presenta un aspecto singular propio del desarrollo político de nuestro país
en la década de los años 90. Me refiero al sistema político autoritario impuesto por el régimen
de ese momento y que engendró un acentuado nivel de corrupción política sin precedentes en
el país. Corrupción de corte instrumental a efectos de mantener el poder gubernamental sin
posibilidad de control. De ello da cuenta la situación que atravesó el Poder Judicial, el Ministerio
Público, el Congreso de la República, la Academia Nacional de la Magistratura, el Tribunal
Constitucional, la prensa, entre otros entidades estatales y privadas. Esa concentración del
poder determinó que la corrupción avanzara a niveles que ninguno de nosotros imaginó. A eso
se debe la importancia de un sistema de administración de justicia independiente en el contexto
de un Estado democrático que necesita consolidarse.
EFECTOS
Pues bien, esta generalidad y extensión de la corrupción, así como las nuevas características que
viene adquiriendo en este último tiempo, llevan consigo efectos sumamente graves en la vida
política, económica y social de un país7 .
Como puede apreciarse, esta frase de Ackerman es ciertamente aplicable a la realidad política
peruana, si no, recordemos el periodo del régimen del gobierno aprista que precedió al régimen
autoritario que gobernó el Perú durante la década de los años 90. Finalmente, la corrupción
también reproduce y consolida la desigualdad social, consolida el clientelaje político y perpetúa
la ineficacia de la burocracia y, por lo tanto, impide contar con una administración pública
eficiente al servicio de la satisfacción de los derechos de los peruanos.
3. Pero el efecto más grave, y en ello compartimos las ideas de Pásara, es que la corrupción
atenta contra una de las condiciones necesarias de la vida en sociedad: la confianza recíproca
entre los ciudadanos y en la colectividad, debido a lo imprevisible del comportamiento entre
unos y otros. Este sentimiento de desconfianza en las instituciones y entre los propios
conciudadanos quiebra las bases del contrato social llevándonos a un clima de anomia y
desestructuración social. Como bien señala Díez Picazo, “es cierto que los gobernantes no
encarnan el Estado en su conjunto y es asimismo cierto que concretos casos de criminalidad
gubernativa no convierten al Estado en una organización criminal; pero es incuestionablemente
cierto que los gobernantes son órganos del Estado, y sobre todo que representan la imagen
visible del mismo. La conclusión es evidente: la criminalidad gubernativa tiende a difuminar la
ecuación entre Estado y legalidad y, por consiguiente, tiende a deslegitimar el Estado ante los
ciudadanos”
Como hemos visto en otras partes del mundo, la respuesta del gobierno a la
pandemia de Covid-19 parece haber aumentado las oportunidades para la
corrupción. Entre marzo y agosto de 2020, los fiscales anticorrupción de todo
el país abrieron casi 1500 investigaciones por presunta corrupción
relacionada con el COVID-19 . Durante una gran crisis de salud, la corrupción
cuesta vidas. Es importante no perder de vista estas investigaciones, ni la
necesidad de adoptar mejores mecanismos de transparencia y control en
situaciones de emergencia.
Las elecciones de abril ofrecen una oportunidad para exigir que se refuercen
y profundicen las reformas en curso, que se reinicien otras reformas -
estancadas por varios años (como la del servicio civil)- y que se revitalicen
las investigaciones de casos como el de Odebrecht, respetando poderes y
autonomías constitucionales.
Y es que la corrupción, en el contexto actual, presenta tres aspectos singulares que la hacen
potencialmente lesiva al desarrollo de nuestras incipientes sociedades democráticas. Gabriela
Zabarburú (4/3/15, 17:13:23)
La puntuación que obtuvo Perú en el análisis de Transparencia
Internacional fue de 36. Si bien es una leve mejora en comparación al
2018, año en que nuestra nación se encontraba en el puesto 105 con 35
puntos, puede considerarse que el país “desaprobó”.
Así lo explica Samuel Rotta, director de Proética. “Lo que queda claro es
que seguimos jalados y todavía nos falta mucho para llegar al grupo de
países donde quisiéramos estar. El promedio de los países OECD es 66,
casi el doble de lo que hemos obtenido esta última medición”, señala. A la
vez, Transparencia Internacional investigó a fondo el problema de la
personas que emplean campañas políticas para intereses particulares. El
estudio postula que en los países donde no hay rigurosidad en la revisión
de donaciones a campañas, existe una mayor corrupción.
“Las revelaciones del caso ‘Lava Jato’ muestran que las regulaciones
existentes en el Perú fueron groseramente burladas por los partidos
políticos durante años, con un consecuente impacto en el nivel de
corrupción del país”, expresó Samuel Rotta