Está en la página 1de 22

1

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO


FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES
ESCUELA DE HISTORIA
CÁTEDRA: SEMINARIO REGIONAL

GODOY SILVEIRA, Rosa Maria, “Região e História: Questão de Método” En: DA SILVA,
Marcos A. (coord.), República em Migalhas. História Regional e Local, Editora Marco Zero –
Programa Nacional do Centenário da República e bi-Centenário da Inconfidência Mineira –
MCT/CNPq, São Paulo, 1990, pp. 17-42. Traducción del portugués: Horacio M. H. Zapata*

REGIÓN E HISTORIA: CUESTIÓN DE MÉTODO**


Rosa María Godoy Silveira***

Pareciera obvio que la relación entre Historia y Región fuera, en última instancia, la relación
entre temporalidad y espacialidad; pero tal asunción no es tan, o casi nada, obvia en los estudios
históricos de Brasil. Nuestra producción historiográfica ignora completamente la problemática
en términos de su tratamiento teórico-metodológico. Prácticamente no existen reflexiones
sistematizadas sobre los varios abordajes acerca de la relación Región-Historia que se han dado
en los trabajos empíricos y sobre las implicaciones epistemológicas y políticas de tales enfoques.
La sorpresa que causa esa constatación nos debe conducir al entendimiento de las razones por
las cuales tal hecho ocurre, tanto más porque se trata de una cuestión importante para el avance
de nuestra ciencia histórica al nivel de la investigación y de la enseñanza. Basta con recordar que
la pertinencia de esta reflexión teórico-metodológica se coloca cuando el discurso oficial de
aquellos que dirigen los órganos de Educación y Cultura viene acentuando, con mayor énfasis
desde hace 10 años, la necesidad de regionalización de los currículos y de una óptica de la
cultura atenta a las peculiaridades regionales.
A nuestro modo de ver, nuestra producción historiográfica se asienta, de alguna manera, en
determinadas ópticas de abordaje acerca de lo que es la Región y, por extensión, de lo qué es el
Espacio, que no cuestionan su contenido. Por un lado, en la relación Región-Historia, el recorte
regional, sea cual fuere la configuración que se le haya dado, ha sido exactamente esto: un dato,
aceptado y acabado, un producto. No se presta atención para los conceptos de Región y de
Espacio en tanto construcciones, procesos históricos concretos y, por tanto, atravesados por la
temporalidad en esta inferfase. Una vez que los recortes espaciales ya no están definidos a priori,

*
[N. T.] En la presente traducción se han respetado los formatos de letras (cursivas, subrayados) y marcaciones
personales (grifos) presentados por la autora en el texto original.
**
Texto-base de la mesa redonda “História e região”, presentado en el XIIII Simpósio da Associação Nacional dos
Professores Universitários de História (Curitiba, 1985). Magíster y Doctora en Histórica Económica por la
FFLCH/USP. Docente del Depto de História da UFPB, João Pessoa.
***
Magíster y Doctora en Histórica Económica por la FFLCH/USP. Docente del Depto de História da UFPB, João
Pessoa. Es autora de Republicanismo e federalismo y O regionalismo nordestino y de artículos en diferentes
publicaciones. Participo de la Comisión de Publicaciones de la Associação Nacional dos Professores Universitários
de História en el período 1987/1989.
2

la relación Región-Historia no se constituye pues en un problema en sí. Por otro lado, la


multiplicidad de criterios de conceptualización de la Región conlleva que el “debate, que posee
un sentido político estratégico innegable, se transforma en una conversación de sordos, donde
cada cual viabiliza su propio discurso particular, sin ser oído, sin oír el de los demás”1.
Partiendo del presupuesto de que la Región es un “corte” de la espacialidad utilizado en la
prospección y representación de lo real de la misma manera con que la estructura, coyuntura y el
“évenement” [N. T. acontecimiento] son “cortes” o delimitaciones de la temporalidad con el
mismo sentido, y levantándonos en contra de aquellos dos “vicios” apuntados anteriormente
sobre la problemática regional si se quiere hacer avanzar el debate científico al respecto, es
necesario proceder a una revisión de las varias concepciones de Espacio y de Región corrientes
en la historiografía para detectar sus fundamentos y el nivel de alcance explicativo que ofrecen
para la comprensión de la realidad.

Las concepciones positivistas de espacio y región: una antihistoria de los lugares.


La ciencia histórica es poco afecta al tratamiento de la problemática espacial y, conforme ya
afirmamos anteriormente, asume de forma natural conceptos producidos por la ciencia geográfica
más habituada a lidiar con este objeto. Pero hasta el momento, la propia Geografía no se libró de
una enorme controversia a ese respecto.
Para la Geografía Tradicional, su objeto de conocimiento ha variado de la descripción de la
Tierra al estudio del paisaje, de la individualidad de los lugares y del espacio hasta las relaciones
hombre-medio. La concepción kantiana encara a la naturaleza como receptora de los fenómenos
sociales que se debe describir en una visión totalizadora. La Geografía del paisaje se bifurca en
una vertiente morfológica, descriptiva de los elementos presentes en el paisaje y de sus formas; y
en una vertiente fisiológica que, fundamentada en la Biología, naturaliza por tanto los elementos,
atenta a su funcionamiento. La singularidad de los lugares o de determinadas unidades espaciales
procura “abarcar todos los fenómenos que están presentes en un área dada, teniendo por meta
comprender el carácter singular de cada porción del planeta. Esta rama de la ciencia geográfica
se denomina Geografía Regional, significando la región una individualización del espacio
terrestre a partir de un carácter propio”2. En la concepción de la Geografía como estudio del
espacio, tres vertientes de comprensión del concepto se presentan: espacio en tanto categoría de
explicación, destituida de existencia empírica y, por lo tanto, en la medida que es un dato
presente en toda forma de conocimiento, no se constituiría en objeto específico de los geógrafos;
espacio en cuanto atributo de los seres, también en estos términos sin especificidad geográfica; y
espacio en tanto modo de ser específico de lo real. Finalmente, en lo que dice respecto a las
relaciones hombre-medio, también el significado es variado: el carácter determinista del medio
sobre el hombre, en cuya Historia este último es un elemento pasivo tutelado por las condiciones
naturales; o el carácter posibilista de la relación, en donde los fenómenos humanos interfieren en

1
Cf. MARTINS, Paulo Enrique N. Estado, Espaço e Regido: novos elementos metodológicos. Texto inédito y
mecanografiado, p. 1.
2
Cf. MORALES, Antonio Carlos Robert. Geografía. Pequena História Crítica. São Paulo, IIUCITEC, 1981, pp. 15-
16.
3

la transformación de las condiciones naturales, y la percepción de la relación como el propio


objeto de estudio, en donde interfieren tanto el hombre como la naturaleza.
Si miramos a este conjunto de definiciones, notaremos que a pesar de haber una
nomenclatura especifica en la ciencia geográfica para el estudio de la región, este concepto ha
estado atravesado por la variedad e imprecisión de aquellas definiciones que tendrían como
puntos de confluencia los siguientes: una base empírica de espacialidad, tomada como medio
físico, o lo que equivale a decir la reducción de la realidad al mundo de los sentidos –a excepción
de la concepción de espacio en cuanto cuestión filosófica–, un mundo pasible de mostrarse
directamente al cuentista observador; una transposición de los métodos de las ciencias naturales
al análisis de los fenómenos sociales, con la naturalización que conlleva la subsunción del
hombre al paisaje o a la superficie terrestre; y al coexistencia de ciertos principios
contradictorios: una superficie terrestre observada como totalidad versus una particularización de
los lugares; el dinamismo de la naturaleza versus a su fijación descriptiva formal; una conexión
de los elementos de la superficie terrestre versus una contraposición de las individualidades
espaciales; una manifestación de los fenómenos en una porción variable del planeta versus su
delimitación. Al decir de Antonio Robert Moraes,
“la actitud principista restringió una verdadera discusión de la metodología, dando
margen para la diversidad de las posiciones también en este nivel. La generalidad de
los principios permitía que posicionamientos metodológicos antagónicos
convivieran en aparente unidad.”3
Y además, esta disparidad de propuestas encierra los dualismos del pensamiento geográfico
tradicional: Geografía Física-Geografía Humana, Geografía General-Geografía Regional,
Geografía Sintética-Geografía Tópica y Geografía Unitaria-Geografías Especializadas.
Lo cierto es que esa gama de concepciones han repercutido sobre el conocimiento de la
espacialidad de diferentes maneras, de las cuales la ciencia histórica no escapa. El empirismo
provocó una producción descriptiva de la naturaleza y una producción de los sistemas
clasificatorios más dispares, orientados por criterios bastante diversos. Siendo un dato a priori,
el medio físico es caracterizado por procedimientos más ideológicos que científicos, una vez que
el positivismo juega con la pretendida neutralidad del observador delate de la naturaleza, que le
hablaría como el documento al historiador. De esta postura –“ora haciendo relaciones entre
elementos de cualidad distinta, ora ignorando mediaciones y dimensiones entre procesos, ora
formulando juicios genéricos apresurados. Y siempre concluyendo con una elaboración de tipos
formales, ahistóricos y, en tanto tales, abstractos (sin correspondencia con los hechos
concretos)”4–, resultan recortes espaciales tomados, por ejemplo, por la configuración externa de
la espacialidad, sus fronteras político-administrativas visibles, oficiales (país-estado-municipio),
dentro de cuyos límites acontece el proceso histórico, sin relación orgánica con aquella
espacialidad puesta en estos términos, o sin ninguna relación orgánica con ésta. Se trata de una
aprehensión formal del medio como continente del proceso histórico. Otros criterios parciales de
espacialidad son aquellos que recortan la base física siguiendo fenómenos climáticos –por
ejemplo, la región del Trópico Semiárido– o características de la morfología vegetal –región del

3
Idem, p. 26.
4
Ídem, p. 22.
4

Brejo, del Sertão, del Litoral, del Agreste, del Cerrado o de la Selva Amazónica– o geológica: la
división en continentes, que está siendo muy utilizada en la organización de los currículos de
Historia: Historia de América, de África, de Asia. Esos criterios revelan el peso de la concepción
naturalista. Otro tipo de criterio se delimita por la vida económica: los recortes son definidos por
ser la base de producción de determinados productos –zona de la región cañera-azucarera,
cafetalera, algodonera, pesquera o mineral. O por la distribución demográfica. O regiones, por la
influencia de la Sociología Política norteamericana, que se clasifican de acuerdo a criterios
culturales, étnicos y religiosos. Los criterios son muchos y los recortes varían en función de ellos,
las “fronteras” entre los mismos se desdoblan de acuerdo con la clasificación empleada, de modo
que hasta hoy la controversia en torno a qué es la Historia Regional es muy grande, ya sea como
un término aplicable a un área política, ora a un área climática, o a un área económica, etc. Si
existe un consenso genérico de que la Región sería la particularización de los lugares, su
individualización y cómo delimitar esas particularidades, aún cuando se supera la apariencia y se
profundiza su contenido, son materias polémicas. ¿Qué definiría esas particularidades?
En lo que respecta al naturalismo que impregna esas concepciones, éste tuvo como efecto,
aunque ajustando la relación hombre-naturaleza, escamotear la relación de los hombres entre sí
por el peso atribuido a las condiciones naturales (el medio) en la constitución de la vida social, es
decir, como determinación de esta última. El elemento humano es un componente más del
paisaje. Incluso en la Geografía de Vidal de la Blache, que introdujo el posibilismo en la relación
hombre-medio, refutando el determinismo de matriz ratzeliana, “el hombre (interesa) por sus
obras y en cuanto contingente numérico, presente en una porción de la superficie de la Tierra. La
Geografía habla de población, de agrupamiento, y nunca de sociedad; habla de establecimientos
humanos, no de relaciones sociales; habla de las técnicas y de los instrumentos de trabajo, pero
no de proceso de producción. En fin, discute la relación hombre-naturaleza sin abordar las
relaciones entre los hombres. Y por esta razón es que la carga naturalista es mantenida a pesar de
la apelación a la Historia contenida en su propuesta”5. Es conocido que los frutos directos del
naturalismo, sobre todo de origen alemán, fueron el Determinismo Geográfico y la Geopolítica,
que se constituyeron en soportes pretendidamente científicos para justificar el imperialismo. Esa
causalidad mecanicista del medio sobre el hombre aparece en la historiografía brasileña de modo
explicito en la caracterización de las secas nordestinas o de la diferenciación entre las áreas
consideradas desarrolladas –las de clima templado, con inmigración extranjera– y las
subdesarrolladas del país, de clima tropical, cuya formación étnica, a su vez, se constituyó en
base de contingentes provenientes de áreas climáticas semejantes: el nativo indígena o el esclavo
africano. O incluso para diferenciar al hombre brasileño, al o latino, o al africano indolente del
mundo de los trópicos, por tanto et pour cause subdesarrollado, del hombre europeo, cuyo medio
explicaría su “actividad civilizatoria”. La Blache, cuando caracteriza los “géneros de vida”, esto
es, la relación población-recursos, habla de contactos entre tales “géneros”, aquellos que
romperían los localismos y criarían “dominios de la civilización”6. La consecuencia práctica de
esta concepción fue crear un soporte justificativo de la expansión europea sobre los “géneros de
vida” africanos y asiáticos durante la carrera neocolonialista.

5
Idem, p. 77.
6
Ver al respeto la obra de Milton Santos. Por una geografia nova: da crítica da geografia a una geografia crítica.
São Paulo, HUCITEC, 1978.
5

La Geografía lablachiana produjo de forma elaborada el concepto de región, considerada,


entonces, en doble acepción: como unidad de análisis geográfica (instrumento teórico de
investigación) y como forma en que los hombres organizan la superficie terrestre (dato de la
realidad) cuya identificación y diferenciación serían realizadas por el método inductivo.
Teniendo por matriz a la Geografía Física o, más precisamente, a la Geología, el concepto fue
ampliado descriptivamente, desde las bases físicas a las demográficas, pasando por el
poblamiento histórico, hasta las estructuras económicas.
Esa amplitud dio margen a especialidades, entre las cuales emergió la Geografía Histórica, de
la cual fue exponente Lucien Febvre con su obra La Tierra y la Evolución Humana y que trataba
de la organización del espacio en el tiempo. Esa humanización del espacio geográfico
multicaracterizado mantuvo, sin embargo, una perspectiva del espacio como “producto de la
acción humana, no (para) los procesos sociales que (los) engendraban. Así, una Geografía
Humana, no una ciencia social”7.
El empirismo, el naturalismo y los demás principios vastos y vagos del pensamiento
geográfico generaron, de este modo, ciertos sesgos de aprehensión de la realidad bastante
arraigados en el pensamiento social más amplio sobre las sociedades humanas hasta la
actualidad: la ahistoricidad de la percepción, la entificación y la homogeneización del espacio.
En la medida en que la configuración espacial está dada a priori, más allá de seguir los
criterios más diversos de clasificación, se retoma la percepción de este recorte en un determinado
momento como un producto fijo y no en movimiento o en su proceso constitutivo-constituyente.
Se oculta, de esta forma, la idea de una transformación y, por consiguiente, de una acción
transformadora. Si es kantianamente neutra, no se establece la relación entre espacialidad y
temporalidad, y la espacialidad es externa a la temporalidad. Si se trata determinista, el espacio
interfiere en la temporalidad, pero también en un determinado momento, sin explicar las
mutaciones del proceso histórico ni sus propias transformaciones. Si es posibilista, el espacio
invierte la unilateralidad de la relación con la temporalidad: ésta última tiene un peso importante
sobre aquel pero, igualmente, no explica las mutaciones, produce un espacio fijo. Las teorías
descriptivas del espacio, que trabajan con resultados ya producidos en la base espacial,
vehiculizan claramente este vaciamiento de historicidad en cuanto transformación.
Por otro lado, el enmascaramiento de la relación espacialidad-temporalidad se complementa
con la unilateralidad parcelaria de los criterios utilizados para la delimitación de los recortes
espaciales. Cuánto más tradicionales en términos geográficos, en la acepción de una Geografía
Física, porque les falta la transparencia de la acción humana en la configuración. Cuánto más
próximos a una metodología de la ciencia histórica, como en el caso de los criterios económicos
o político-administrativos, porque les falta lo contrario, es decir, la transparencia de la base física
en donde se asienta la acción humana. Además, los dos conjuntos de criterios no recuperan,
además, ni la propia totalidad de esta acción ni sus varios niveles interrelacionados.
Otra deformación perceptiva derivada de tales corrientes es la autonomización de la
naturaleza en relación al sistema económico, social y político, autonomización resultante del ya
referido aislamiento entre espacialidad y temporalidad y que por consiguiente podemos
denominar como entificación del espacio. Esto es: el espacio, una dimensión esencial de la
7
Cf. MORAES, Antonio Carlos Robert. op. cit. pp. 82-83.
6

acción humana en el tiempo –la otra dimensión esencial–, aparece substituyendo aquella acción,
personificándola, protagonizándola. Descontando la Historia y sus agentes, naturalizándola, esa
representación de lo real hace del medio una entidad en sí, con vida propia, cuya formación no se
explica sino por factores tautológicos (los propios factores naturales) o por factores
extranaturales (metafísicos). Convierte al medio, además, en una totalidad homogénea, producida
también de esa manera. La historiografía es propensa a la incorporación de esta entificación: es el
caso de las muchas historias provinciales o estaduales que aparecen (o semejan estar)
desconectadas del proceso histórico brasileño, aisladas de la Formación Social que las envuelve y
con la cual, de hecho, interactúan. En una fase posterior, se establecen relaciones entre los
espacios, peor la entificación es reiterada. Así, es producida toda una historiografía en la cual
determinados eventos espaciales aparecen como mero reflejo de recortes espaciales más amplios,
ora en términos de superficies, ora en términos de divisiones político-administrativas: la Historia
de un determinado Estado o provincia repite los acontecimientos de la historia del Estado
brasileño o lo que se piensa que es la Historia del Estado brasileño y que se irradia desde sus
centros de decisión. En esta óptica, se hallan presentes algunos de los principios del Sumario
General del pensamiento geográfico: totalidad/parcialidad, con la idea de que ésta última se halla
contenido en primera, y que la primera, a su turno, determina a la última.
En la transición de la Geografía Tradicional positivista a la nueva Geografía, a principios del
siglo XX, se recupera la concepción kantiana del espacio con nuevas bases. Se produce una
renovación metodológica, superando el estadio de la descripción de las diferencias espaciales
para avanzar en las explicaciones consustanciadas con los conceptos de “área” e “integración”.
“El área sería una porción de la superficie terrestre diferenciada por el observador
que la delimita por su carácter, esto es, la distingue de las demás. Esa delimitación
es un procedimiento de elección del observador que selecciona los fenómenos
enfocados; dependiendo de los datos seleccionados, la delimitación será deficiente
(pues la amplitud de estos varia regionalmente). Así, en verdad, el área es construida
idealmente por el investigador a partir de la observación de los datos observados. El
área sería un instrumento de análisis (semejante al tipo ideal de Weber) al contrario
de la región o del territorio, que eran vistos como realidades objetivas exteriores al
observador. El área sería construida en el proceso de investigación”8.
La integración de los fenómenos seleccionados de un área sería su configuración. La
comparación de integraciones permitiría la generalización del análisis o lo que se denomina
Geografía Nomotética, que
“…posibilita la agilización del estudio regional, que iría al encuentro de los intereses
de la planificación pues abrió una perspectiva para trabajar con un número bastante
elevado de elementos, relacionándolos de acuerdo con los intereses del plan. Esta
segunda perspectiva instrumentalizó los ‘diagnósticos’ y dio posibilidades para el
uso de la cuantificación y de la computación en Geografía”9.
A partir de la década del sesenta, cambios históricos provocaron un cuestionamiento
definitivo al positivismo en la Geografía: el intervencionismo creciente del Estado, utilizando la

8
Idem, p. 88.
9
Idem, p. 90.
7

planificación económica, entre cuyos componentes incluyó la planificación territorial; la


mundialización de la economía; y la renovación de las ciencias y del pensamiento filosófico. Las
ciencias humanas ganan una renovada operacionalidad para la comprensión y la transformación
de la realidad.
En lo que la “cuestión regional” atañe, esta ganancia genera dos corrientes: la Geografía
Práctica y la Geografía Crítica.
La primera vertiente, influenciada por la economía neoclásica, ha sido caracterizada, a juzgar
por dos características fundamentales, como una perspectiva conservadora de la renovación de
los estudios sobre el espacio: 1) el no cuestionamiento de los fundamentos filosóficos del análisis
espacial tradicional ni de sus bases sociales. Apenas se critica sus métodos. 2) una óptica
prospectiva, que se vuelve a la producción del espacio presente y/o futuro, en contraposición a
una óptica retrospectiva, que describiría al espacio en tanto producto. De la primera alteración de
la postura “científica”, se generan procedimientos metodológicos que sustituyen el empirismo
positivista-neutro de la observación directa por el empirismo neopositivista-tecnicista (la nueva
capa de la neutralidad científica) de la abstracción estadística y de los modelos matemáticos y
sistémicos (la nueva capa del neutralismo) que mediatizan o estandarizan los fenómenos, cuyas
variables y respectivas interrelaciones continúan siendo seleccionadas apriorísticamente y
concibiendo al sistema como un todo equilibrado. Siguiendo esa interpretación, la región sería un
subsistema del sistema nacional. De esta interpretación emerge la categoría de los
“desequilibrios espaciales”, para cuya superación se recomienda la terapia de la planificación.
Recordemos, por ejemplo, el diagnóstico de Celso Furtado sobre el Nordeste, justificando la
creación de la SUDENE [N. T. Superintendência de Desenvolvimento do Nordeste]. Y más que
eso: recordemos que ese es el discurso oficial vigente en el país hace más de un siglo al respecto
de la problemática regional, acentuado con el progresivo intervencionismo del Estado en nuestra
organización territorial a partir de 1930. Eso comprueba que la sofisticación técnica de la
metodología de la Geografía Práctica, en verdad, mantuvo los presupuestos filosóficos
tradicionales. Creados entonces los instrumentos de análisis, de la segunda alteración se derivan
también las técnicas de intervención en el espacio, tomando por base a los diagnósticos (los
modelos o sistemas elaboradas) para “corregir los desvíos” pues “el modelo ya informa, de modo
más directo, el acto de elección, dirige la opción, orienta la estrategia adoptada”10.
De este modo, la Geografía Pragmática en sus varias líneas (Geografía Cuantitativa,
Geografía Sistémica, Geografía de la Percepción) mantiene y hasta profundiza el vaciamiento de
historicidad presente en el espacio. En primer lugar, porque se sustrae de la base concreta para
caer en un abstraccionismo formal y genérico, reduciendo la cuestión espacial a relaciones
matemáticas y, por lo tanto, deshumanizando las relaciones hombre-naturaleza y comprimiendo
igualmente las singularidades de estas últimas. En segundo lugar, porque las técnicas de
planificación tratan de procesos presentes o futuros, quitado tanto sus agentes históricos (tanto de
los procesos como de la propia planificación), bien como los productos espaciales ya
establecidos como, por lo tanto, la carga del pasado contenida en la organización presente del
espacio. Un efecto concreto y perverso de esta concepción –en la medida en que la
generalización de los modelos y de la visión jerarquizada de los espacios, contenidos en la visión

10
Idem, p. 107.
8

sistémica, constituyen extintores de la Historia y, por consiguiente, de las peculiaridades, de las


diferenciaciones– ha sido la exportación de procedimientos de análisis, ciertamente válidos para
países desarrollados, a los países denominados periféricos. Ese presupuesto de un equilibrio ideal
existente en la realidad reitera el “modelo” y los “desvios” deben volver al patrón deseable.
La teoría de las regiones nodales y de los lugares centrales, la teoría de los polos de
crecimiento y la teoría de los ecosistemas cumplen esa función al concebir al espacio como un
sistema jerarquizado en el que se establecen relaciones entre objetos espaciales en un
determinado espacio o entre espacios, en un sentido unilateral de dominación, con un espacio
polarizador. La especificidad de los espacios subordinados desaparece y ellos son encarados
desde afuera hacia adentro, como reflejo del espacio subordínate y de su dinamismo. Esta
autonomización del espacio, por lo tanto, describe la dominación y la reproduce como “natural”
más no la explica, profundizando la vieja postura de encarar la base espacial como un continente
demostrativo de determinados objetos, más no como un contenido representativo de las
relaciones entre los hombres en un determinado medio. De ahí la particularización de la
naturaleza, la población como un todo que se relaciona con el conjunto de recursos o
equipamientos en ella contenidos, los recursos que se relacionan entre sí y los equipamientos
entre sí. Los desvios sudestecéntricos con los cuales han sido producidos una significativa
parcela de análisis referidos a nuestro proceso histórico, la generalización que incurre de un
espacio sobre otros espacios (Centro Sur hegemónico sobre las demás “regiones”), la
homogeneización que sobrevuela cada uno de esos espacios regionales, se encuadran en esta
visión jerarquiza entre espacios entificados. La concepción dualista de la espacialidad brasileña,
materializada en la formulación de los “dos Brasil”, es otro ejemplo concreto de esta
deformación perceptiva: hoy ya se dispone de críticas para sostener que uno de los errores de la
perspectiva del GTDN [N. T. Grupo de Trabalho para o Desenvolvimento do Nordeste], que
sirvió de fundamento para la creación del SUDENE y, por lo tanto, de una práctica política, fue
la visión de un Nordeste autonomizado y entificado en el que la intervención del Estado
mediante la planificación podría generar grandes transformaciones, sin tener en cuenta la carga
histórica asentada en el interior de lo que se delimito como Recorte Regional Nordestino, y
mucho menos sin considerar los determinantes amplios de la Formación Social Brasileña. El
proceso histórico, interfiriendo en el proyecto original de creación del órgano, demostró
cabalmente el equívoco de un espacio ideologizado, construido separado de su concreción. Así
como que el ejemplo a ser alcanzado como modelo para superar el desequilibrio del
subdesarrollo nordestito fue el Centro-Sur desarrollado, urbano e industrial, de la misma manera
el patrón para el Brasil y los demás países subdesarrollados es aquel del desarrollo de los países
hegemónicos. Esto es la “matriz civilizatoria” lablachiana revestida de aparatos técnicos y
lenguajes más contemporáneos –los desequilibrios regionales–, pero en esencia mantiene la
concepción de un espacio idealizado.
Así, la Geografía Práctica cumple su función: no solo mantiene sino también expande el
sistema de dominación y las clases que lo controlan.

La concepción histórico-estructural del espacio y la región: la historia devuelta a los


lugares
9

La segunda vertiente del movimiento renovador de los estudios espaciales es la llamada


Geografía Crítica, que recibe esta denominación por la contestación que emprende contra los
postulados filosóficos de la Geografía Tradicional y de la Geografía Práctica. Sus representantes
asumen el contenido político de su ciencia y la encaran como un instrumento para la
transformación de la sociedad y, en consecuencia, critican el carácter clasista de las otras
concepciones del espacio:
“…las vinculaciones entre las teorías geográficas y el imperialismo, la idea del progreso
vehiculizando siempre una apología de la expansión. Muestran el trabajo de los geógrafos
articulando las razones de Estado. Desmistifican la pseudo ‘objetividad’ de este proceso,
mostrando como el discurso geográfico escamotea las contradicciones sociales. Muestran así su
carácter ideológico que, ya sea a concibiendo la organización del espacio como algo armónico, o
la relación hombre-naturaleza en una óptica que solapa las relaciones entre los hombres, o de la
población de un territorio dado como un todo homogéneo, no prestan atención a la división en
clases”11.
El libro clásico que expresa esas críticas fue el de Yves Lacoste: A Geografia serve, antes de
mais nada, para fazer a guerra12 [N. T. La Geografía sirve, antes de que nada, para hacer la
guerra], en la cual caracteriza dos prácticas geográficas conectadas y ambos instrumentos de
dominación de la burguesía: la “Geografía de los Profesores” que muestra el conocimiento
geográfico como neutro, vaciando el contenido político de la reflexión sobre el espacio. Lacoste
admite “que los detentores del poder (sea el Estado o la gran empresa) siempre poseen una
visión integrada del espacio, dada por la intervención articulada en varios lugares. Por otro lado,
el ciudadano común tiene una visión fraccionada del espacio pues solo concibe los lugares
abarcados por su vivencia cotidiana, y sólo esporádicamente posee informaciones (aunque sean
truncadas) de la realidad de otros lugares”13. De ahí las necesidades de “construir una visión
integrada del espacio en una perspectiva popular y socializar este saber, pues éste posee un
fundamental valor estratégico en los conflictos políticos”. En este sentido, “la Geografía es una
práctica social en relación a la superficie terrestre”14.
Esta politización explicita del contenido geográfico emerge de una vertiente de la Geografía
Regional francesa en proceso de apertura para la contribución de otras ciencias, marcadamente a
la Economía Política, a la Historia no positivista y a la Filosofía. Henri Lefebvre, un filósofo,
contribuyó con un importante libro al análisis de la problemática regional: A questão urbana. Por
su parte, Manuel Castels, un sociólogo, aportó en igual sentido con otros dos: A produção do
espaço y Espaço e Política. Los conceptos del materialismo histórico penetran en el análisis
espacial y se produce un cambio cualitativo completo en la ciencia geográfica en términos de
fundamentación teórica y de procedimientos metodológicos: se elabora una distinción conceptual
entre medio y medio geográfico; el elemento humano pasa a ser enfocado como preponderante
sobre el elemento físico en la construcción del espacio; se establecen las correlaciones entre
Modo de Producción y organización del espacio así como también las vinculaciones entre

11
Idem, p. 113.
12
Cf. LACOSTE, Yves. A geografia serve, antes de mais nada, para fazer a guerra. Lisboa, Iniciativas Editoriais,
1977. El título al que hacemos referencia fue dado a una edición clandestina de Brasil.
13
Cf. MORAES, Antonio Carlos Robert. op. cit. pp. 115-116.
14
Idem, p. 116.
10

Estado, territorio y recursos; se caracterizan las contradicciones sociales visibles en la


organización del espacio; se identifican sus historicidades en términos dialécticos; se contrapone
la Geografía Activa (Pierre George) a la Geografía Aplicada. En síntesis, las formas espaciales
pasan a ser encaradas como procesos sociales, así como éstos últimos conllevan procesos
espaciales en la expresión de David Harvey, uno de los estudiosos que integra ese movimiento de
sistematización de la Geografía Crítica15.
Ciñéndonos más específicamente a la problemática de la cuestión regional, ¿cómo queda su
conceptualización después de esta revisión que se emprende en el pensamiento geográfico?
Como se trata, inclusive, de una conceptualización que asumimos en nuestra práctica profesional
en tanto expresión, en el nivel más amplio, de una determinada concepción del mundo y de la
Historia, optamos, a partir de esta sección del texto, por caracterizarla en sus elementos
fundamentales y, a medida que lo hacemos, señalar la contribución de la Geografía Crítica y de
los varios autores en la elaboración del concepto. Esta propuesta se atendrá a tres preguntas
atinentes a la relación entre Historia y Región: a) ¿cómo aborda el concepto la relación entre
espacialidad y temporalidad?; 2) ¿cómo, en consecuencia, encara los diferentes planos o niveles
de espacialidad disponibles hoy en el arsenal teórico y que en verdad corresponden, a pesar de
las distorsiones, a los varios planos o niveles reales de espacialidad?; y 3) ¿cuáles son los
elementos que caracterizan a una región y cómo delimitar las fronteras entre un recorte y otro?
Retomando lo que ya dijimos en la introducción de este trabajo, en la medida que la región
representa un corte de la espacialidad, la identificación de la primera supone una clara
conceptualización de la segunda. En este sentido, informados por la lógica dialéctica que preside
la renovación del análisis geográfico, el concepto de Espacio, en cuanto realidad y en cuanto
categoría capaz de representar y explicar tal realidad, significa una ruptura con la lógica formal
presente en el empirismo positivista y vehiculiza una concepción de lo real en cuanto totalidad.
Milton Santos, uno de los geógrafos brasileños que más profundizó, a nivel teórico y
práctico, la vertiente crítica, conceptualiza al Espacio como un hecho social, producto de la
acción humana, una naturaleza socializada que, a su vez, actúa en el proceso social no sólo por la
carga de historicidad pasada sino también por la carga inherente de historicidad posible de ser
construida en la medida que es la instancia de determinación del movimiento real, de
transformación de este último, en otras palabras, de determinación de la Historia a ser construida.
Harvey lleva más lejos el concepto: distingue un espacio absoluto dotado de materialidad
propia, idea que contiene una concepción newtoniana del espacio, de un espacio relativo
organizado por la relación entre los lugares y además un espacio relacional que contiene en sí un
conjunto de relaciones. Alain Lipietz define al “espacio social” como fundamento del espacio
empírico con el cual interactúa: “(…) el espacio socioeconómico, siguiendo al autor, puede ser
analizado en términos de articulación de espacialidades propias, las relaciones definidas en las
diferentes instancias de diferentes modos de producción existentes en una formación social. Esas
espacialidades consisten en al correspondencia entre presencia/distancia (en el espacio) y

15
Cf. HARVEY, David. The Geography of Capitalist Accumulation: A reconstruction of the Marxian Theory. En
Richard Peet (org.) Radical Geography; alternative viewpoints on contemporary social issues. Chicago, Maraoufa
Press, 1977.
11

participación/exclusión (en la estructura o relación considerada), o que puede ser mejor


entendidas por la distribución de los lugares en el espacio y en la relación”16.
Sin lugar a dudas, estos conceptos abrevan en la visión marxista clásica de la segunda
naturaleza en la que se distingue el espacio como un ser previo a la sociedad del espacio como
atributo de los seres, como construcción social:
“El hombre, sin embargo, cuánto más se aparta de la animalidad, más adquiere el
carácter de una acción prevista su influencia sobre la naturaleza/ambiente, que se
desenvuelve siguiendo un plan, dirigida en el sentido de los objetivos
anticipadamente conocidos y determinados.
…………………………………………………………………………………………
El animal apenas utiliza la Naturaleza, produciendo modificaciones en ella
solamente con su presencia; el hombre la somete, poniéndola al servicio de sus fines
determinados, imprimiéndoles las modificaciones que juzga necesarias, esto es,
domina la Naturaleza. Es ésta la diferencia esencial y decisiva entre el hombre y los
animales y, por otro lado, es el trabajo lo que determina esa diferencia.
Más no nos regocijemos excesivamente en base a estas victorias humanas sobre la
Naturaleza. Por cada una de esas victorias, ella ejerce su venganza. Cada una de
ellas, en verdad, produce, en primer lugar, ciertas consecuencias con que podemos
contar, pero en segundo y tercer lugar, produce otras muy diferentes, no previstas,
que casi siempre anulan esas primeras consecuencias”17.
La consecuencia de esta interrelación entre sociedad y naturaleza así considerada, es la
reconceptualización de lo que es el medio geográfico: de condición para el desenvolvimiento de
la sociedad humana y, por tanto, externa a esta última, a un complejo global de condiciones
materiales de desenvolvimiento social (o mejor dicho, histórico) de la cual la sociedad humana
como tal, con sus leyes específicas, es un componente más.
Dos elementos fundamentales de la Historia están presentes en esta reconceptualización de la
problemática espacial: la acción humana y la idea de movimiento no en un sentido linear, sino en
la acepción dialéctica. El espacio equivale a la incorporación del trabajo humano en la superficie
terrestre y guarda las contradicciones del tiempo social:
“…el espacio construido, el tiempo histórico que se transforma en paisaje,
incorporado al espacio. Las rugosidades nos ofrecen, aún sin traducción inmediata,
restos de una división del trabajo internacional, manifestado localmente por
combinaciones particulares del capital, de las técnicas de trabajo utilizadas.
Así, el espacio, espacio-paisaje, es el testimonio de un modo de producción en sus
manifestaciones concretas, el testimonio de un momento del mundo.
…………………………………………………………………………………………

16
Cf. A. LIPIETZ, Alain. Le capital et son espace. Paris, Maspéro, 1977.
17
Cf. ENGELS, Friederich. A dialéctica da natureza. 2º Ed. Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1977. p. 222 e 223. Grifo
del autor.
12

El espacio, por lo tanto, es un testimonio; este testimonia un momento de un modo


de producción a través de la producción por la memoria del espacio construido, de
las cosas todavía asentadas en el paisaje. Así el espacio es una forma, una forma
durable, que no se deshace paralelamente al cambio de los procesos: al contrario,
algunos procesos se adaptan a las formas pre-existentes en cuanto que otros crean
nuevas formas para insertarse dentro de ellas”18.
Esta noción de tiempo, entonces, es definida en el contexto de un espacio geográfico como
categoría objetiva:
“El tiempo no es absoluto, es relativo, no es el resultado de la percepción individual
(subjetiva), es un tiempo concreto; no es un continuum, pero debe ser dividido en
secciones, cada una con sus características específicas. Luego debemos encontrar
una periodización basada en parámetros mensurables, considerados no individual o
separadamente sino en sus interrelaciones. De esta forma encontramos verdaderos
sistemas de tiempo”.
Así también
“Las relaciones entre periodos históricos y la organización espacial también deben
ser analizadas. Ellas nos revelaran sistemas espaciales siguiéndose sucesivamente no
obstante que los valores relativos de los lugares cambien a través de la Historia”19.
En la medida en que la espacialidad tiene su configuración determinada socialmente por el
modo con que los hombres se relacionan con la naturaleza, se infiere que cada modo de
producción de una sociedad genera simultáneamente una organización peculiar del espacio que
obedece al sentido de aquel Modo de Producción. “La relación espacio-tiempo (proceso
histórico) resulta, pues, en que cada período de la Historia –periodicidad configurada a partir de
un Modo de Producción que estructura la sociedad– produce un espacio específico, expresión de
la sociedad que lo organiza. Además, no siendo el tiempo histórico lineal, pero encerrando
contracciones, el espacio que lo expresa condensa el modo de producción determinado en sus
varios momentos o condensa también modos de producción (procesos productivos) anteriores”20.
Es por esto que Milton Santos, utilizando el concepto de rugosidades, afirma:
“En cada momento histórico las nuevas formas representan el modo usual de
producción. Pero es la formación socioeconómica la que les da su significado real-
concreto dentro del sistema. (…) Los modos de producción garantizan la
continuidad histórica, inclusive la continuidad histórica de las formas.
Pero es apenas dentro de la formación socioeconómica específica que las formas
adquieren un papel social efectivo”21

18
Cf. SANTOS, Milton. op. cit. 138. Grifos nuestros.
19
Cf. SANTOS, Milton. Relações espacio-temporais no mundo subdesenvolvido. São Paulo, Associação dos
Geógrafos Brasileiros, dez. 1976. (Seleção de textos, 1) p. 20.
20
Cf. SILVEIRA, Rosa Maria Godoy. O regionalismo Nordestino: existência e consciência da desigualdade
regional. São Paulo, Moderna, 1984. 49.
21
Cf. SANTOS, Milton. A totalidade do diabo. Contexto, nº 4. São Paulo HUCITEC, nov. 1977. p. 41.
13

A partir de esa concepción, caracterizada aquí de forma exigua, es que se reconceptualizar la


Región: como una singularidad de la totalidad de la que habla el geógrafo:
“Los procesos no son nada más que una expresión de la totalidad, del que una
manifestación de su energía se da en forma de movimiento; ellos son los
instrumentos y el vehiculo de la metamorfosis de la universalidad en singularidad
por la que atraviesa la totalidad. El concepto de totalidad constituye la base para la
interpretación de todos los objetos y fuerzas”22.
Pues “el espacio es el resultado de una acumulación desigual del tiempo”23.
Con esto, el autor quiere decir que la división internacional del trabajo constituye un
principio ordenador del espacio total con un sistema de tiempo en escala mundial, siendo externo
y dotando de significado a todos los otros sistemas, externos e internos, del tiempo. La noción de
centro y periferia aparece en esta afirmación pues los lugares expresan una combinación desigual
pero articulada de capital, trabajo, tecnología y trabajo muerto que se suma a la cultura y a la
organización social de una sociedad dada; en otras palabras, una articulación de “variables
asincrónicas funcionando sincrónicamente”. Las diferencias de organización del espacio entre
los países y las llamadas “disparidades regionales” resultan de este desfasaje. Complementando
su pensamiento, el autor considera que la unidad de análisis geográfica debe ser el Estado
nacional, que intermedia el tiempo externo y el tiempo interno, y que es el agente de
organización espacial orientado por el sentido del Modo de Producción dominante, pero teniendo
en cuenta lo que denomina fuerzas internas. Es el Estado-Nación el que elige áreas, establece una
división territorial del trabajo, impone una jerarquización de los lugares por medio de una
dotación diferenciada de equipamientos.
La concepción de Milton Santos tiene puntos de convergencia y puntos de divergencia con la
de otro estudioso, Alain Lipietz24, cuyos ejes de análisis son la dimensión política de la
espacialidad y las relaciones entre espacio y poder. Teorizando al espacio de una forma más
amplia que el geógrafo brasileño, conforme puede ser entrevisto en la citación referida en este
texto, lo que torna su concepto en una tesis aplicable al análisis de otros modos de producción
que no son sólo capitalistas, Lipietz enfoca al espacio como “un campo de acción por excelencia
de las fuerzas políticas” y el Estado es dotado de un doble carácter: comprendiendo,
reproduciendo, imponiendo o transformando contradicciones horizontales (las espaciales, como
por ejemplo, entre el campo y la ciudad, entre comunidades locales) y contradicciones verticales
(las sociales, de clases, entre dominantes y dominados). En cuanto al nivel vertical, cabe a la
instancia política asegurar condiciones de reproducción del modo de producción e intervenir para
acelerar, incluir o revertir el proceso de articulación de los modos de producción co-presentes en
la formación social; a nivel horizontal de la espacialidad, le cabe intervenir para asegurar la
espacialidad de los modos de producción, o sea, cuidar de la organización territorial así como
articular espacialmente los modos de producción, es decir, promover la acción regional sobre la
evolución de las estructuras regionales. Siendo un Estado clasista, se trata de una apropiación
privada del espacio social a través de la mediación técnica (creación de infraestructuras) y de la

22
Idem, p. 40.
23
Cf. obras citadas en las notas 18 y 20.
24
Cf. op. cit. en la nota 16.
14

mediación jurídica (reglamentación del derecho de la propiedad y reglas administrativas sobre la


utilización del espacio social). Al respecto de las configuraciones sociales regionales, el autor
dice específicamente:
“La especificidad del cuadro nacional único (en relación al desenvolvimiento
desigual internacional) habla precisamente al respecto de la unicidad del espacio
político: es sobre el conjunto del territorio que el Estado debe desempeñar su papel
en la manutención de la formación social sobre la dominación de modo de
producción capitalista”.
…………………………………………………………………………………………
“Pero la intervención unificadora del Estado no conlleva –muy por el contrario– a la
uniformización. Si en última instancia la contradicción principal de la sociedad
(burguesía/proletariado) se regula al nivel del Estado nacional en tanto detentor del
monopolio de la fuerza haciendo aplicar el derecho de la clase dominante (…), en
contrapartida, el sistema hegemónico que no solamente encuadra a nuestras
poblaciones sometidas a formas de explotación variadas sino también asocia el
capital monopolista a las clases dominantes, clases también variables según las
regiones, el sistema de hegemonía, entonces, puede y debe ser moldeado según las
regiones.
Una configuración regional puede precisamente ser considerada como una zona
concreta al nivel de la cual se regulan las contradicciones secundarias entre las
clases dominantes, sobre la base de una fase alcanzada por la articulación de los
modos de producción y de la etapa alcanzada por el capital local”25.
Apoyado en la teorización gramsciana, Lipietz procura conceptualizar lo que entiende por
bloque hegemónico regional: un sistema de explotación y de articulación de modos de
producción, forma y base de alianzas entre las clases dominantes; forma y campo de dominación
ideológica sobre las clases dominadas. Aún en una visión gramsciana, Lipietz señala que el
proceso de articulación de modos de producción en la fase de capital monopolista implica la
transformación de los explotados a la manera antigua en ejército industrial de reserva para el
capital monopolista en el mismo lugar o en otros lugares; y (supone) la revisión de los
compromisos con las clases dominantes locales (notables e intelectuales tradicionales) y su
sustitución por clases-apoyos modernizantes. Por consecuencia de este proceso, se puede
desencadenar una lucha de clases que opone los detentores del “antiguo espacio” en “nuevo
espacio”, con las clases dominantes locales envolviendo a las clases trabajadoras respectivas en
una lucha que, en última instancia, es la lucha para preservar la organización espacial. A la
acción modernizadora del Estado –regionalizadora– el autor contrapone, así, el regionalismo,
ideología para al preservación del antiguo orden espacial y según la cual ésta es representada
como “natural”, no contradictoria y comunitaria. Esta lucha así configurada tiene por defecto
colocar a los trabajadores del antiguo orden espacial contra los trabajadores del nuevo orden, ora
situados en el espacio regional, ora fuera de éste, bajo la máscara de una lucha del espacio contra
el espacio. El regionalismo nordestito ejemplifica claramente esa interpretación de Lipietz.

25
Cf. op. cit. pp. 142-143.
15

Aunque tanto Milton Santos como Alain Lipietz estén informados por una concepción de
espacios articulados y diferenciados, y aunque se refieran a la organización social de un lugar
dado como un proceso que interfiere en su estructuración en términos espaciales, el geógrafo
brasileño, tal vez por su propia formación, se concentró mucho más en el proceso de difusión de
la variable tecnología como elemento diferenciador de espacios y en la acción de intervención
del Estado-Nación como intermediario de este proceso; Lipietz, como se comprueba, centra su
análisis en el papel del Estado-Nación en tanto expresión de dominación de clase.
El análisis de Francisco de Oliveira sobre el Nordeste brasileño en su libro Elegia para uma
Re(li)gião26, que causó un impacto importante sobre los estudios regionales en el país, se
aproxima al elaborado por el estudioso francés. Delimitando la validez del concepto de región
para el sistema capitalista, el economista pernambucano igualmente enfatiza la instancia política
sin, no obstante, profundizar su comprensión de la base territorial.
Una región
“…sería, en suma, el espacio donde se imbrican dialécticamente una forma especial
de reproducción del capital y, por consecuencia, una forma especial de lucha de
clases, donde lo económico y lo político se fusionan y asumen una forma especial de
expresión en el producto social y en los presupuestos de la reposición”27.
Su caracterización del Nordeste, colocando en jaque la configuración oficial y enmascaradora
de la región, aún ciñéndose a los Nordestes azucareros y algodonero-pecuarios, avanza en el
mismo sentido con que lo hace Lipietz para la problemática regional en Francia, pero es taxativo
al mencionar la tendencia a la homogeneización del espacio y a la consecuencia desaparición de
la región.
Estos autores, cuyo pensamiento expusimos aquí a vuelo de pájaro, representan hoy
expresiones primigenias en la conducción de los estudios que han procurado redimensionar la
cuestión espacial y regional en el país. Sus concepciones, unos más, otros menos, tienen en
común la matriz del materialismo histórico que recuperó, para el análisis espacial, la centralidad
del trabajo humano en la organización de la superficie terrestre, refutando la naturalización de las
concepciones anteriores y, por lo tanto, cuestionando su postura ahistórica o, mejor dicho,
antihistórica. La teoría del valor posibilita, entre otras contribuciones, comprender la distinción
entre valor contenido y valor creado en el espacio, el primero de los conceptos equivaliendo a los
recursos disponibles en la naturaleza (valor del espacio) y el segundo al valor agregado al
espacio por la acción humana (valor en el espacio) o “tiempo materializado” del que habla
Milton Santos y actúa como capital fijo en nuevos procesos de generación de valor. Permite,
igualmente, redimensionar algunos conceptos como Espacio, Territorio y Región: el Espacio
como una categoría lógica que posibilita la comprensión del Territorio y el Territorio como
categoría más referida a lo empírico que, en la acepción marxista, es un proceso de apropiación
de determinadas porciones del globo terrestre, resultante de la dialéctica entre el valor contenido
y el valor creado. La Región sería un concepto para instrumentalizar la diferenciación de formas
en el proceso. De cualquier modo, conviene remarcar que la epistemología del materialismo

26
Cf. OLIVEIRA, Francisco de. Elegia para uma Re(li)gião. SUDENE, Nordeste. Planejamento e conflito de
classes. Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1977.
27
Idem, p. 29.
16

histórico aún se resiste a una mayor profundización en lo que a la cuestión regional refiere: la
obra clásica al respecto es la de Lenin, Formação do Capitalismo na Rússia28, en el que el autor
procura caracterizar la diferenciación del espacio ruso a partir de la desarticulación de antiguas
organizaciones espaciales y su rearticulación en la lógica del proceso capitalista en aquel país.
Señala cómo la acumulación de capital en manos de una clase ocurre paralelamente a un proceso
de acumulación de recursos (valor creado) en una determinada área de Rusia. Esa obra brinda
fundamentos para la teoría del desenvolvimiento capitalista desigual y combinado, hoy
largamente difundida notablemente entre los economistas, y que nos permitiría conceptualizar la
región de la siguiente forma:
“…una ‘región’ sólo será plenamente caracterizada si es analizada en su complejo
de imbricaciones y relaciones: en la relación con la formación social, de la cual es
un ‘corte’ espacial delimitado histórica y por lo tanto dinámicamente, el aspecto
básico a ser vislumbrado es el nivel de articulación de las actividades productivas de
la región al modelo de acumulación dominante; en la relación con los demás cortes
espaciales, cuyas “fronteras” están en continuo reacomodamiento, el aspecto básico
es la forma específica de reproducción del capital y, por lo tanto, la diferenciación y
articulación entre los cortes; y finalmente, en el ámbito interno de la propia región,
el aspecto básico es el nivel de sus fuerzas productivas y sus relaciones de
producción”29.
Así conceptualizada la región, es posible caracterizar el sentido común que la unifica, dado
por el sentido del Modo de Producción que domina la organización de su espacio, aún cuando no
este plenamente implantado en aquel espacio determinado; porque en el caso del Modo de
Producción Capitalista, el espacio se estructura para realizar la acumulación. Las varias formas
de reproducción del valor permitirán caracterizar las singularidades espaciales, constituidas por
la concreción de las leyes de reproducción del Modo de Producción y además por la carga
histórica incorporada al espacio. Y la identificación de las fuerzas productivas y de las relaciones
de producción permitirá, en suma, caracterizar la singular estructura de clases del recorte
regional, pero articulada a las estructuras de clases específicas a los demás cortes y a la
estructura global de clases del sistema. Muchos conceptos correlativos precisan ser aquí mejor
dimensionados, pero las limitaciones de este texto nos impiden hacerlo. Así, la cuestión de la
Formación Social y del mercado externo-interno que con ella se imbrica la dejamos apenas
mencionada para posteriores reflexiones.
Sin duda, fue la Cuestión Meridional gramsciana la que permitió el avance en la elaboración
del concepto de espacio regional tanto en nivel de la unificación de las clases dominantes en el
sistema capitalista y de sus especificidades espaciales de acuerdo con las diferentes formas de
generación de valor, como en el nivel de sus relaciones con las clases dominadas. Su acepción de
Bloque Histórico devela la esencia del Estado-Nación como instancia mediadora entre la
necesidad que conlleva imprimir la nueva organización social y territorial (de acuerdo a la lógica
del sistema capitalista en el proceso de su reproducción) y la organización social y territorial ya
dispuesta históricamente, siendo ésta última el resultado de un Modo de Producción anterior o de

28
Cf. El desarrollo del capitalismo en Rusia. E proceso de la formación de un mercado interior para la gran
industria. Barcelona, Ariel, c. 1974.
29
Cf. SILVEIRA, Rosa María Godoy. op. cit. p. 52.
17

etapas previas del capitalismo y cuyos agentes (de organización social y territorial) se
posicionan, a partir del lugar social que ocupan, de diferentes maneras en relación al nuevo
proceso que se pretende configurar. Recordemos la configuración de la problemática dada por
Lipietz. Así, los recortes nacionales se constituirán como componentes de la estrategia del capital
para expandirse vertical y horizontalmente, viabilizando la construcción de un mercado interno
(en la acepción de Lenin y de Rosa Luxemburgo)30 distinto del mercado externo, sin que haya –
enfatizamos– rebatimientos entre los límites del mercado y la territorialidad (fronteras nacionales
fijas, visibles, demarcadas). Las fronteras son incluso explicadas siguiendo la concepción
materialista de la Historia.
“En el caso de la Nación, los puntos de separación entre el “dentro” y el “afuera”
son más claros: éstos son dados por las fronteras modernas del Estado burgués. Esas
fronteras no son creadas por condicionantes políticos propiamente dicho. Esta
necesidad política de demarcación de “fronteras modernas” nace cuando la fijación
de las actividades productivas genera una división territorial de producción y
división territorial del poder político, hasta el punto en que la creación de un aparato
de Estado especialmente localizado y adaptado para generar la reproducción del
capital en el control de las luchas sociales se torna un imperativo”31.
En cuanto a los recortes regionales, éstos también formarían parte de la estrategia del capital.
Si el Estado-Nación coordina las espacialidades por y para el capital, la región (y, huelga decirlo,
quien la comanda) coordina la visibilización de una cierta forma de reproducción del valor
articulado por y para el sentido general del Modo de Producción Capitalista. De igual forma, las
“fronteras” de los recortes regionales no coinciden con las fronteras político-administrativas de
una cierta área, por ejemplo los recortes provinciales o estaduales.
Es preciso distinguir:
a) espacialización: esto es, acción intervencionista del Estado con el objetivo de organizar
el territorio según intereses bien definidos y que, por lo tanto, es un hecho social,
dinámico, en proceso, en determinada época; sinónimo de regionalización, acción de
crear regiones.
b) espacialidad: una organización del territorio ya producida y codificada sobre la
expresión de fronteras legales que acaban siendo rebasadas por la sobredeterminación
del proceso de espacialización. Sinónimo de región ya creada.
Esa diferencia, queremos creer, es fundamental para derribar la idea simplificadora que
opone lo nacional y lo regional y para pensar en la superposición de sistemas espaciales sobre el
territorio, pero que guardan simultáneamente puntos de articulación y puntos de especificidades.
Basta que pensemos en la regionalización emprendida por el Estado en el Nordeste a través
de SUDENE. La propia área delimitada para la actuación rebasa las fronteras estaduales,
incluyéndose el norte de Minas Gerais; y aún cuando el lenguaje es reduccionista,
homogeneizando espacios al configurar estados como áreas de intervención de aquel órgano, el

30
Cf. LENIN, V. L. op. cit. y LUXEMBURG, Rosa. A acumulação do capital. 2º Ed. Rio de janeiro, Zahar, 1976.
31
Cf. MARTINS, Paulo Henrique N. op. cit. en la nota 1, p. 22.
18

proyecto tiene una dirección bastante nítida: son determinadas porciones de los territorios
estaduales los que interesan a la acción del planificador.
Paulo Henrique Martins, en un texto inédito, señala las dificultades para demarcas las
“fronteras internas” del Estado nacional: su importancia secundaria en relación a la frontera
nacional, la mayor movilidad histórica de sus límites y la multiplicidad de límites fronterizos
regionales. Para el autor,
“Las ‘fronteras internas’ tienen en el fondo la misma importancia estructural que las
‘fronteras externas’ para la supervivencia del Estado burgués. Ellas trazan límites
que permiten al Estado clasista sustentar la división conflictiva de las clases sociales
al mismo tiempo que este Estado ejerce un efecto polarizador sobre el conjunto de
esas clases sociales. Los límites de las ‘fronteras externas’, creando un territorio
nacional, permiten la organización de un pueblo-nación cuya existencia real termina
por montar un arco de solidaridad entre individuos que, en la práctica, se hallan
socialmente diferenciados. Del mismo modo, los límites de las ‘fronteras internas’ –
éste es el aspecto al que prestamos particular atención– son el soporte de los
territorios regionales, donde se organizan pueblos-regiones cuyas existencias reales
también crean arcos de solidaridades que contribuyen para enmascarar la existencia
de individuos socialmente diferenciados”32.
Aunque podríamos comentar algunas discrepancias que tenemos en relación a esta cita,
consideramos más importante apuntar que la tentativa de reconceptualizar la región a la luz del
materialismo histórico todavía no resolvió cómodamente –por el propio hecho de que es una
producción bastante reciente– dos cuestiones fundamentales en términos epistemológicos:
1) en el interior del propio concepto, en la explicación para el proceso de
homogeneización/heterogeneización del espacio, Francisco de Oliveira opta por la
interpretación de que el capital monopolista tiene por tendencia homogeneizar el espacio
y así conducir a la desaparición de la región. Otros autores lo repiten. Ese enfoque es
crucial para el historiador en la medida que de ser verdadero, su consecuencia lógica
última sería el cuestionamiento de la noción de singularidad.
“Creemos que, de cierto modo, falta en este abordaje, tal vez como síntoma de su
reacción a los fundamentos geográficos tradicionales (contenidos en las nociones
conservadoras de región) el concepto de espacio en al acepción de la propia geografía
contemporánea de vertiente marxista. Espacio en tanto producción-producto de la
relación naturaleza-sociedad. Espacio en tanto expresión de historicidades incorporadas
en el paisaje.
Razonando en función de este concepto y en la medida que, por lo tanto, los espacios son
especificados por recursos naturales y por acciones humanas diferenciadas, generando
cargas históricas desiguales, inclusive sobre la acción del capita, ¿cómo es posible
pensar que la acción homogeneizadora de este último pasaría por encima de esas
historicidades?
(…)
32
Idem, p. 23.
19

…la homogenización del espacio nacional no elimina sus desigualdades internas pues,
en caso contrario, se colocaría en cuestionamiento la propia concentración de capitales.
La homogenización del espacio nacional, a nuestro entender, significa exactamente, en
términos teóricos, la generalización de las relaciones capitalistas de forma articulada
entre los varios espacios que se subsumen entonces al capital, pero en condiciones
desiguales. El término nacional debe tener como substancia la articulación de las
relaciones y no la uniformización de estas últimas”33.
2) La segunda cuestión tiene que ver con la validez y aplicación del concepto para otras
temporalidades históricas que no son aquellas producidas por el Modo de Producción
Capitalista. Esta cuestión supera, en estos términos, las dimensiones propuestas en el
trabajo y las limitaciones de la autora. Sin embargo, consideramos que debe ser
registrado como un problema teórico de alta relevancia.
Es innegable que la mayor parte de los estudios de la llamada “cuestión regional”
concentraron sus análisis y sus elaboraciones teóricas en el proceso de constitución del
capitalismo. Francisco de Oliveira es taxativo al identificar región y generación de valor
capitalista. De cierta forma, en un trabajo anterior, aceptamos esta caracterización.
Si reflexionamos sobre el hecho de que el concepto de región, tanto ayer como hoy, está
atravesado centralmente por la problemática de las diferencias consubstancias en las formas
espaciales, y si utilizamos el concepto histórico-estructural del espacio que, a su vez, guarda una
determinada visión de las relaciones Hombre-Naturaleza, creemos en su aplicabilidad para
representar y explicar otras organizaciones espaciales producidas a lo largo del proceso histórico.
La elaboración del concepto de territorio en Marx como “proceso de apropiación de
determinadas porciones del globo terrestre” fue acompañada de una serie de ejemplos aplicados
a otros períodos de la Historia: “Lo que hace que una región de la tierra sea un territorio de
caza es el hecho que las tribus cacen en ella; lo que transforma el suelo en una prolongación del
cuerpo del individuo es la agricultura. Habiendo sido construida la ciudad de Rosa, y sus
tierras circunvecinas cultivadas por sus ciudadanos, las condiciones de la comunidad difieren
de aquellas que habían existido anteriormente”34. Allí se halla emplazada la noción de valor
creado en el espacio así como éste encierra las condiciones naturales de existencia, es decir, el
valor contenido en el espacio. Y así queda explicita la relación entre territorio, cuya producción
significa el dominio y apropiación de la naturaleza, y la región, cuya raíz etimológica, inclusive,
deriva de regir, comandar, gobernar. Así, la región es la porción del territorio de comando.
Consideramos todavía válido pensar los tres niveles de caracterización de una región para
otros Modos de Producción, la relación corte-espacial (espacio de las actividades productivas) y
el sentido general de la Formación Social y del espacio dado por el Modo de Producción
dominante; la relación entre los recortes-espaciales y las relaciones intra-corte espacial
(relaciones sociales de producción). La sutileza de las articulaciones espaciales en el Modo de
Producción feudal, con una organización digamos fragmentada, no significa que no hubiera un

33
Cf. SILVEIRA, Rosa Maria Godoy. A Questão Regional: gênese e evolução. João Pessoa, mimeo. Texto
presentado en el Seminario “O nordeste e a Questão Regional”, dentro de las actividades del Encontro Paraibano de
História, del 10 al 14 de junio de 1985.
34
Cf. MARX, K. Formações Econômicas Pré-Capitalistas. Rio de janeiro, Paz e Terra, 1975.
20

Estado mediando la apropiación del territorio y ordenándolo de acuerdo al sentido general del
sistema. Hay una articulación de instancias y de espacios, diferente en intensidad del Modo de
Producción Capitalista. Otra diferencia residiría en la distinción cualitativa de la temporalidad.
Dado que es el capitalismo el que provoca, mediante la creación del mercado y su
mundialización, la profundización de las articulaciones extensivas (espaciales) y verticales
(sociales), el espacio regional estaría en este Modo de Producción atravesado, en el decir de
Milton Santos, por varias temporalidades externas. En otras palabras, la intensificación del valor
cambia de intercambio caracteriza la articulación espacial capitalista por la subordinación de
otros Modos de Producción. En etapas anteriores del proceso histórico, la organización espacial
sería determinada por una temporalidad interna y el valor de uso del territorio sería
preponderante sobre el valor de cambio. En síntesis, si las diferencias espaciales anteriores al
Modo de Producción Capitalista eran dadas por “rugosidades” específicas y por los usos
desiguales, las diferencias espaciales posteriores serían dadas por las “rugosisdades” y por los
intercambios desiguales. La complejidad conceptual del asunto hizo que otro geógrafo, Armando
Correa da Silva35, distinguiese entre región aislada, región marginal y región complementaria,
usando como referente la circulación.
No poseemos, al menos en esta fase de nuestros estudios personales, elementos para
responder con claridad a esta cuestión teórica de mucha importancia para la comprensión de la
relación Región e Historia. Pero consideramos esencial retomarla para la reflexión y someterla a
la contribución de la cual, sin duda, emergerá el debate público.

Conclusión
Ya vimos cómo la utilización del arsenal teórico positivista y neopositivista produjo serias
distorsiones en la comprensión de la realidad y, en consecuencia, en las prácticas políticas. Así,
por ejemplo, la naturalización de loa propia naturaleza retiró al Hombre de la Historia; en
definitiva, produjo una presentación antihistórica de lo real, encerrando el determinismo y
camuflando cualquier perspectiva de transformación social. La expresión última del
determinismo, la Geopolítica, ha reiterado el imperialismo. Por su parte, la entificación del
espacio y su interpretación autonomizada tiene como consecuencia los regionalismos
reaccionarios y localismos de toda (o ninguna) cualidad. Esto significa decir que las mediaciones
que aseguran la dominación espacial burguesa están siendo utilizadas categorías pretendidamente
explicativas de la realidad para mantener la opacidad de comprensión de los procesos sociales:
así ha sido con la categoría región que desplaza para un nivel geográfico (físico) la
determinación de un proceso que ocurre en otras esferas.
La reconceptualización de la región se torna necesaria para que comprendamos y
expliquemos la realidad de lo más aproximadamente posible de lo que ella es y, así, la
instrumentalicemos para acciones políticas contemplando su transformación. Pensando en la
revisión del proceso histórico brasileño asentado en esta óptica, la materialización del uso del
concepto sería un nuevo mapa del Brasil que aprehendiese mejor no sólo las fronteras legales
sino las múltiples, superpuestas y conectadas espacialidades. Significaría configurar otro
Nordeste que no sería ya esa sumatoria oficial de Estados pero cuyo espacio tampoco sería
35
Cf. SILVA, Armando Correa da. O Espaço fora do lugar. São Paulo, HUCITEC, 1978.
21

contiguo, sino que incluiría también, por ejemplo, el territorio paulista. Significaría explicar por
qué el separatismo no se concretiza en nuestro proceso histórico a pesar de las tendencias
existentes.
Es innegable que esa reconceptualización tiene profundas implicaciones para que se
vehiculicen acciones concretas en términos de enseñanza y de investigación de la ciencia de la
Historia. En la enseñanza,
“los criterios para recortar la realidad (cronológicos o espaciales o culturales), al
ser insertados en los curriculums, tácitamente ya portan ‘cargas ideológicas’ de
consenso, homogeneizadoras de una realidad no homogénea cuyos determinantes
son, de este modo, enmascarados”
…………………………………………………………………………………………
…Del mismo modo que la fronterización nacionalista, la fronterización regional de
los curriculums puede estar viabilizando fronterizaciones regionalistas que no
permitirán aprender el real proceso histórico de la región pues las fronteras
regionales geopolíticas o geográficas no constituyen las verdaderas fronteras de la
región, que sólo serán coincidentes con la realidad regional si en el proceso de
conocimiento de la misma ingresa la cuestión del trabajo, que es elemento de
definición de la Humanidad y, por lo tanto, de la Historia.
…………………………………………………………………………………………
…Si la falta de la Historia Regional aparta al educando de su aspecto cotidiano y
genera el equivoco de que éste piensa ese cotidiano como si fuese lo mismo que el
resto del país, el simple hecho de invertir la propuesta curricular pero sobre la base
de los recortes regionales tradicionales podrá implicar una percepción
fragmentada, aislada de la Historia Regional, destituida, por medio de un proceso
de homogeneización geopolítica, de sus diferencias internas, de sus articulaciones
externas en el espacio brasileño y fuera de éste”36
En relación a la investigación, uno de los hechos que puede resultar como producto de
esta revisión teórico-metodológica de la cuestión regional es una estructuración de los
Centros de Documentación y de Investigación Regional, al posibilitar elementos para la
caracterización y delimitación de las áreas de estudios de tales Centros, o inclusive,
fortalecería las indicaciones de los propios temas y problemas a ser documentados e
investigados.
Peor si la problemática regional se constituye hoy en la tónica de la ciencia histórica,
tal suceso proviene del hecho de que se constituyo, primeramente, como un problema
colocado en el proceso histórico actual, asociado inequívocamente a las desigualdades
espaciales y, por así decir, sociales. Restringiéndonos a guisa de ejemplo a nuestro proceso
histórico, cuestiones esenciales del ámbito espacial se colocan en el debate político sobre
el reordenamiento de la sociedad brasileña ahora en curso: en la fase actual del capitalismo
36
Cf. SILVEIRA, Rosa Maria Godoy. Nova Forma de Dominação: a Regionalização dos Currículos. En
Licenciatura de História: estudos e propostas. Trabalhos apresentados no II Encontro Estadual de Reformulação dos
Cursos de Formação do Educador. São Pessoa, junho de 1984. pp. 24-25.
22

en el Brasil, ¿qué estrategia territorial será más adecuada para la manutención del sentido
del sistema capitalista? La publicitada “recuperación del Federalismo” cuya tendencia de
viabilizarse se está configurando a través del “pacto de gobernadores”, ¿hasta qué punto
representa una fuerza democratizante, obstaculizando o deteniendo la expansión del capital
conforme lo que el discurso aparentemente hace creer? ¿O hasta qué punto, en verdad,
representaría una nueva estrategia del capital configurada espacialmente? ¿Cuál sería la
estrategia territorial más adecuada para promover la transformación en un sentido social
democratizante?
Tales indagaciones por sí sólo demuestran la relevancia del tema de este debate y el
sentido más profundo de la Historia que orientó su elección.

También podría gustarte