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La Historia de Melínoe

Prólogo:
En medio de una plaza se encuentra un pequeño teatro de marionetas, con unas cortinas rojas
plegadas que no permiten ver el interior, un grupo de niños y adultos se congregan en sillas delante,
esperando a que el espectáculo comience, de repente, sus murmullos se callan y una voz suave
comienza a hablar – “Acercaos, Acercaos...dejad que os cuente un cuento, un cuento como nunca
habéis escuchado… la historia de Melínoe que portaba una capa roja y vivía con su madre en medio
de un bosque por el que no pasaba ningún camino” – y tras decir estas palabras las cortinas se
separaron mostrando una cabaña en medio de un bosque, estos decorados estaban pintados sobre
madera, unas marionetas comenzaron a moverse y la voz del narrador cambiaba según la marioneta
que se moviese.

Acto I: Algo más que cuentos.


La mayoría de los recuerdos de la infancia de Melínoe eran de su madre y su abuela, al contrario
que los de su padre que eran pocos y borrosos, no me entendáis mal, no es que las abandonara, su
trabajo le obligaba a estar siempre en los caminos, sin embargo, siempre que podía pasaba tiempo
en casa, el y la madre de Melínoe siempre respondían a sus preguntas diciendo que “trabajaba de
mercader y por eso se tenía que irse lejos tan a menudo”, “para vender su mercancía” repetían
constantemente, pero Melínoe sabía que sus manos solían oler a hierro y más de una vez le había
visto llegar portando espadas y ballestas, aunque el no sabía que la observaba desde lo alto de los
árboles que rodeaban su hogar, era un hombre peculiar, insistía en que debía saber manejar la
espada y saber disparar con una ballesta porque según sus palabras “el mundo era un lugar
peligroso, hija mía, y una chica debía ser capaz de defenderse sola” la madre de Melínoe era una
santa, su rostro resplandecía como el sol en verano y tenía una sonrisa refrescante como la brisa en
primavera, siempre olía a flores igual que su abuela, su abuelo había muerto antes de que naciera
ella y a su madre nunca le gusto hablar de él, al parecer había abandonado su hogar antes de nacer
ella y no se lo perdonaba. Cuando el padre de Melínoe, Alesandro, se encontraba en casa solía
contarle historias de monstruos temibles y grandes héroes que se hacían llamar “La Guardia
Plateada”, estos héroes portaban espadas de plata y bebían de la sangre de los monstruos para
hacerse fuertes, cuando era pequeña, Melínoe pensaba que su padre poseía una gran imaginación,
no fue hasta que cumplió los 16 que descubrió que las historias de su padre eran algo más que
cuentos.

Acto II: Virote de plata.


Era invierno,el frío calaba los huesos y las nieves cubrían hasta las lindes del bosque, tras limpiar
las mejillas de Melínoe con el borde de su delantal, su madre, Angelica, termino de preparar una
cesta con comida y mando a su hija a la casa de su abuelita que se encontraba en el otro extremo del
bosque. Tendría que recorrer una vez más el camino a través del bosque que había recorrido ya
cientos de veces en el pasado, no le apetecía nada, hacía frío pero era su obligación, “mi abuelita
necesita esa comida para aguantar el invierno” pensó Melínoe así que cogió su capa roja para
cubrirse del frío y partió.
El bosque era espeso y la nieve cubría los caminos, “si no me hubiese criado aquí me podría perder
con facilidad” pensó Melínoe, su capa dejaba un rastro allá por donde pisaba, cuando se encontraba
a medio camino escuchó un fuerte aullido que provenía del lugar al que se dirigía, preocupada por
su abuelita, apresuró el paso, comenzaba a anochecer. Cuando llegó a la puerta de la cabaña de
madera, esta crujía, estaba abierta de par en par y empujada por el viento golpeaba con fuerza al
cerrarse y abrirse – PAM, PAM, PAM – resonaba en todo el bosque– preocupada, comenzó a
correr hacía la cabaña de su abuelita, cuando llego, el interior estaba ligeramente iluminado por
velas, un rastro de sangre iba desde la puerta hacia el interior, había marcas de arañazos en las
paredes y en los muebles, y se escuchaba una respiración pesada, en la oscuridad brillaron unos ojos
de color amarillo – “¡Quien anda ahí!” grito Melínoe mientras se aferraba a su antorcha, contra la
luz de las velas se recortaba la silueta de una criatura que apoyada sobre dos patas babeaba
profusamente, goterones de baba resonaban al estrellarse contra los tablones del suelo – plic, plic,
plic – la criatura salio de la oscuridad dando pasos pesados camino a Melínoe, cada paso hacía
crujir la madera.

Melínoe se quedo quieta como una estatua, perdió el aliento al ver a la bestia, no se podía mover,
esta parecía un lobo pero era mucho más grande, se sostenía sobre sus patas traseras y sus garras
estaban manchadas de sangre, de un rápido zarpazo empujo a Melínoe y la dejo tirada en el suelo, el
golpe hizo que perdiera la antorcha y asustada intentaba interponer la cesta de comida entre la bestia
y ella – “¡Atrás! Grito Melínoe – la bestia se detuvo en seco al ver su rostro y su cara de monstruo
mostró un atisbo de humanidad, en ese momento desde la puerta volaron cortando el aire tres
flechas de color plateado que acertaron en el pecho de la criatura, la cual soltó un grito de dolor –
“AGGGHHHHH” – herida, la bestia escapo saltando por una ventana, entonces apareció una figura
humana, un hombre que se cubría el cuerpo con una capa negruzca y el rostro con una máscara de
lobo aún más oscura, en sus manos portaba una ballesta en la que recargaba un virote de plata.
Acto III: ¡Es mi padre! Y yo...yo le salvare
Melínoe se acerco a su salvador, asustada, su corazón latía con fuerza – “¿Qué era
esa criatura? ¿Y de quien era la sangre?” – le pregunto, una vez hizo la segunda
pregunta llego a una tercera en su mente – “¿Sería...de mi abuelita?” – Pensó y sin
mediar un segundo recogió la antorcha que aún ardía en el suelo y corrió hacía la otra
habitación, allí, se encontró con un espectáculo grotesco, la sangre salpicaba toda la
habitación y en el suelo se encontraba el cuerpo de su abuela, una herida de un
zarpazo cruzaba en diagonal su pecho, su respiración leve, a ratos amenazaba con
apagarse, quizás, para siempre. Melínoe corrió hacía su lado e intentó cubrir la herida
arrancando un pedazo de su capa, en ese momento grito a su salvador – “¡Ayudala!
¡No se quien eres, pe-pero me salvaste de la bestia!” – “Salvala por favor” – suplicó
Melínoe.

El desconocido se acerco y tras mirar brevemente a la ventana por la que se había


marchado la bestia se agacho para examinar a la anciana herida, poso dos dedos en su
cuello buscando un pulso y tras mirar sus heridas, saco un frasco que contenía un
líquido rojizo y apoyándolo suavemente en los labios de la mujer intento que bebiera,
esta tosío sangre y parte de la poción.

Desconocido – “Lo siento, pero es demasiado tarde para ella, ni mis capacidades ni
los brebajes que llevo podrían salvarle la vida” – y suspiro brevemente – “Debo
seguir a la bestia, te recomiendo que no camines sola por el bosque, no es seguro”.

Melínoe en ese momento se levanto, sobresaltada, como si las palabras del


desconocido le hubiesen cortado hasta la fibra más profunda de su ser. Las palabras
“es demasiado tarde” resonaban en su cabeza, no paraba de pensar “quizás si hubiese
llegado antes”,“quizás si hubiese corrido más rápido, mi abuelita no estaría a punto
de morir”. Entonces, una voz respondió en su cabeza.

Voz Profunda – “NO ES DEMASIADO TARDE, PORTAS MI SANGRE, TU


TIENES EL PODER” – era una voz profunda y grave.

Voz Profunda –“COLOCA TUS MANOS SOBRE EL PECHO DE PERSEFONE”

Haciendo caso a la voz, Melínoe coloco sus manos sobre el cuerpo de su abuela,
Persefone, y mientras las lagrimas de desesperación recorrían su rostro, noto como
una energía que nunca antes había notado recorría su cuerpo, se sentía agradable y
cálida, poco a poco sus manos se iluminaron con un brillo cegador y las heridas de su
abuela comenzaron a cerrarse, finalmente esta abrió los ojos y poso su mano sobre la
mejilla de Melínoe

Persefone – “¿Melínoe? ¿Eres tú? – le seca las lagrimas del rostro – ¿Porque lloras?

Desconocido – “oooooh, ¿Así que vienes de uno de esos linajes? Sí lo hubieras dicho
antes no habría desperdiciado una poción tan buena – el desconocido se levanta,
sacudiéndose el polvo de la capa – bueno, viendo que este problemita se ha
solucionado debo ir a lidiar con el otro problema, Alesandro aún anda suelto.

Melínoe que terminaba de ayudar a su abuela a recostarse en la cama y abrió los ojos
como platos

Melínoe – “¿Alesandro, has dicho? ¿Porque esa bestia comparte el nombre de mi


padre?

Perséfone – “Melínoe…yo le vi, era él antes de transformarse en esa vil criatura,


algo le pasaba, no era el mismo, estaba a punto de marcharse pero no paraba de decir
que le habían traicionado y de que iban a por su familia, que debía marcharme del
bosque yo también, le dije que se calmase y me explicara que pasaba pero entonces
algo le poseyó y se convirtió en…en esa cosa”.

Desconocido – “¿Alguien le traiciono? Tenía mis sospechas, por eso le seguí, pero
veo que el problema en la orden esta más arraigado de lo que creía.

Melínoe – “¿Conoces a mi padre?”

Desconocido – “Tu padre trabaja para mi, y quería marcharse de la orden, le intente
convencer de que no, al final le di mi beneplácito pero se ve que otros miembros no
estaban de acuerdo con su marcha” – el hombre enmascarado mira hacía la ventana
pensativo y luego hacia Melínoe y le lanza una espada de plata – “Será mejor que
vengas conmigo, quizás puedas salvar a tu padre, coge eso por si necesitas
defenderte”.
Persefone – “No...no” – la anciana tose
profusamente – “No te vayas Melínoe,
esa bestia ya no es el hombre que una
vez fue... te...te matará”

Melínoe duda durante un instante,


primero mira las marcas y rastros de
sangre que hay en la casa, luego mira
hacía la espada y decidida la coge y
responde.

Melínoe – “¡NO! ¡No es una bestia!


¡Es mi padre! Y yo...yo le salvare”.

Acto IV: Nada que pudiera hacer.

El hombre desconocido se presento mientras salían de la cabaña .

Desconocido – “Mi nombre es Hades y como en las historias de antaño, soy el


guardián del inframundo y el líder de la orden del lobo o como me gusta llamarla a
mi la guardia plateada”.

Melínoe – “¿Hades? Y entonces, mi padre, trabajaba para ti ¿no era mercader?”.

Hades – “Tu padre era algo más que un simple mercader, hizo un pacto de proteger
al mundo de la oscuridad, tu padre era un miembro de la guardia plateada, se podría
decir que mi segundo, vaya… tras todos estos años nunca supe que tenía una hija o
una familia, eso explicaría sus largas ausencias”.

Melínoe – “¿Contra la oscuridad?”.

Hades – “si, el mundo es un lugar cruel y la oscuridad habita en muchos lugares, hay
criaturas monstruosas y horrendas que cazan a los más débiles y ahí es donde
entramos nosotros, protegemos cuando podemos proteger y cazamos a los
cazadores”.

Mientras charlaban por el camino Hades se movía agilmente entre los árboles,
siguiendo un rastro a través de las nieves, a Melínoe le costaba seguirlo a pesar de
haberse criado en este bosque y de conocerse prácticamente cada piedra, cada árbol y
cada sendero que podía conocerse.

La espada de plata se tornaba fría y pesada en sus manos, su padre le había enseñado
a pelear pero nunca había tenido una espada tan afilada entre sus manos, curiosa paso
un dedo por el filo y se corto.

Melínoe – “Ah!”.

Hades – “cuidado, las espadas no son un juguete” – dijo antes de soltar una carcajada
por el estúpido error de Melínoe.

Al rato llegaron a la casa de Melínoe, allí se encontraron a la bestia que era su padre,
enzarzada contra otra criatura similar, alrededor suyo había tirados por la nieve
cuerpos de otros hombres, con capas y ropajes parecidos a los que llevaba Hades,
marcas de garras y salpicaduras de sangre llenaban la escena, esat imagen grotesca le
revolvió las tripas a Melínoe que se tuvo que llevar una mano a la boca para contener
las ganas de vomitar.

Alesandro estaba lleno de heridas por todas partes, detrás suyo armada con una
ballesta se encontraba Angelica, la madre de Melínoe, esta se agarraba el brazo
derecho, el cual goteaba sangre, la bestia con la que se encontraba enzarzada su
marido en combate era más grande que él pero se movía de forma más torpe, Melínoe
comenzó a correr espada en mano mientras gritaba – “Bestia ¡Alejate de mi padre!” –
la criatura viendo a la muchacha avanzar hacía ellos se lanzo sobre ella sabiendo que
eso distraería a su rival, efectivamente cuando Alesandro se abalanzo para proteger a
su hija, su rival giro sobre sus talones y atravesó el pecho de Alessandro con una gran
garra.

Bestia – “¡Y AHORA VAIS VOSOTRAS!” – exclamo la bestia acercándose a


Melínoe.

Melínoe se acerco a la bestia gritando – “¡MALDITA BESTIA!” – al llegar a ella


esta lanzo una zarpazo al aire, confiada, pensó erroneamente que sería una presa fácil.
El cuerpo de Melínoe se movió de forma instintiva, todo lo que le enseño su padre le
hacía moverse sin pensar, esquivo el ataque y zafando el brazo de la criatura se
coloco justo debajo de su corazón, empujando con todo su cuerpo clavo la espada de
plata que Hades le había dado, la bestia exclamo – “¿Co-como es posible?” – y fue
haciéndose cada vez más pequeña hasta que su cuerpo se volvió del mismo tamaño
que el de un humano normal y corriente.
Melínoe, apartando el cuerpo del hombre que acababa de matar, corrió hacía su
progenitor que yacía en forma humana en el suelo, tosiendo sangre, cuando ella se
acerco, este le dirigió una sonrisa y le dijo – “Si-siento haberte mentido, Melínoe,
te...quie…” y sin poder terminar la frase, exhalo su último aliento y murió.

Melínoe intento volver a invocar el poder que antes había usado pero la voz que antes
había resonado en su cabeza no parecía responder y por mucho que juntaba las manos
sobre el pecho de su padre, nada pasaba. El cuerpo de su padre se tornaba cada vez
más frío, suplico por la ayuda de Hades, pero este, negaba con la cabeza indicando
que no había nada que pudiera hacer.

Acto V: Quiero formar parte de la Guardia Plateada.


Al día siguiente Melínoe había enterrado a su padre en medio del bosque junto a un altar que ella
misma había montado, había ido a buscar a su abuela y la había traído con su madre que
afortunadamente seguía viva, había tratado sus heridas y había dado de comer al hombre
desconocido que se hacía llamar Hades. Cuando todo esto fue hecho y no antes, se enfrento a Hades
y a su madre para que le contaran todo lo que no le habían contado sobre Alesandro, su padre.

Melínoe se quedo boquiabierta, las historias que su padre le había contado de pequeña no eran
cuentos, eran la realidad que él había vivido, y el entrenamiento que le había dado era el mismo que
él había recibido en la orden. Al parecer el solía pasarse siempre que podía por esta casa, a los
miembros de la orden no se les permitía contraer matrimonio o tener familias para que nada les
distrajese de su cometido. Las tensiones en la orden habían aumentado años atrás y algunos de sus
miembros dudaban del liderazgo de Alesandro y Hades, de alguna forma descubrieron que tenía
familia y de cuando iba a volver a visitarlo, le tendieron una emboscada de la que consiguió
escapar, y en ese momento fue a casa de la abuela de Melínoe para avisarla de que se fuera, pero las
heridas sufridas despertó su sed de sangre y le obligo a transformarse en aquella bestia, al parecer
era un poder con el que contaban los miembros de la orden, Alesandro perdió el control y por algún
milagro consiguió recuperarlo al ver a su hija, Melínoe, a pesar de los virotes de Hades, escapo de
la casa y regreso a su hogar para enfrentarse a los traidores de la orden y defender a Angelica, el
resto de la historia, Melínoe ya la conocía.

Cuando Hades estuvo a punto de marcharse, Melínoe le agarro de su capa y dijo las palabras que
cambiarían para siempre su vida y su destino “Quiero formar parte de la Guardia Plateada”.

Epílogo:
“¿Queréis saber como continua la historia?” – dijo el narrador desde detrás del pequeño teatro – “si
respondieron los niños al unisono”, “¡Genial! Pero eso es un cuento para otro día” – las cortinas del
teatro de marionetas se cerraron y los niños comenzaron a aplaudir divertidos pidiendo otra historia.

Una muchacha que porta una capa roja ,tan larga que casi la lleva arrastrando, camina apresurada
por la plaza, busca a alguien o a algo entre la multitud y en su cintura se pueden observar dos
espadas plateadas.

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