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Los vestigios de los derechos de las personas pueden ser encontrados en Roma cuya tutela se

materializaba con el derecho penal (actio iniuriarum); en la Ley de las XII Tablas protegiendo
derechos como el honor y la fama (reputación) y de igual forma a través de otras épocas hasta
llegar a nuestros días. Si bien las mencionadas formas de tutela resultan incompletas, hoy en
día los derechos de las personas tienen pleno reconocimiento y diversas formas de tutela:
constitucional, civil, penal y administrativa.

Los derechos de la personalidad son derechos subjetivos que no solo cuentan con un
contenido extrapatrimonial sino también patrimonial. Por ejemplo, en el caso del derecho a la
intimidad nadie negaría que los titulares de tal derecho podrían obtener lucro explotando los
mismos como cuando entran a un reality show.

Cuando hablamos de derechos humanos, derechos fundamentales y derechos de las personas


entendemos que entre los dos primeros hay una sinonimia conceptual y entre estos y los
terceros una relación de género a especie. Siendo los derechos humanos/fundamentales
aquellos atribuibles a los sujetos de derechos por su condición de tal (de seres humanos) y los
derechos de las personas como aquellos derechos civiles y esenciales comprendidos por los
derechos humanos. Teniendo estos tres tipos de derechos en común intereses públicos como
intereses privados correspondiéndole al derecho civil regular los intereses relativos a la
persona natural y persona jurídica privadas y a los otros las relaciones de carácter público
(relaciones entre privados y el Estado).

El derecho es a la vida es aquella piedra angular o derecho base a partir del cual el resto de
derechos de las personas cobran vida, desarrollo y merecimiento de tutela. Involucra el no
dañar, lastimar o atentar contra la integridad, así como contra la vida de las personas. Siendo
posible que algunos derechos que las personas hayan tenido en vida sigan vigentes incluso
después de la muerte como el honor, la intimidad, la imagen y la voz. Además, el derecho a la
vida no solo involucra la salud o aspecto psicosomático del individuo sino también el desarrollo
de su proyecto de vida.

El derecho a la integridad es aquel que contempla tanto al soma como a la psique como una
entidad única e indivisible permitiendo los actos de disposición sobre el cuerpo solo por estado
de necesidad, de orden médico o quirúrgico o si están inspirados por motivos humanitarios.
Cabe resaltar que la prohibición de atentar contra la integridad psicosomática del individuo
recae también en los terceros quienes en caso de hacerlo corren el riesgo de responder civil y
penalmente.

La libertad está dividida en dos vertientes, la ontológica y la fenoménica constituyendo dos


caras de una misma moneda. La primera es inherente y exclusiva de los seres humanos
diferenciándonos de los animales (estática). La segunda involucra la realización del proyecto de
vida del ser humano o sea sus aspiraciones, sueños, metas, motivaciones, etc (dinámica).

El derecho a la identidad comprende dos tipos de componentes, la identidad estática y la


identidad dinámica. La primera es aquella que diferencia a los individuos los unos de los otros,
esto es, los individualiza con sus características propias producto de una información genética
la cual, junto a las huellas digitales, son en principio inmodificables. A esa información genética
se le aúnan el nombre, el apellido, fecha y lugar de nacimiento, filiación, etc. La segunda es
aquella que el sujeto de derecho va desarrollando a la largo del tiempo, de su vida, de sus
experiencias, sus interacciones con la sociedad y comunidades, la cultura. Todo este plexo de
ingredientes que van conformando y moldeando los rasgos propios de su personalidad, entre
otros elementos que son variables.

Dada la variabilidad de la identidad consideramos que entre la identidad pasada y la identidad


actual se debe referir solo a la actual y quien ose hacer lo opuesto responderá civil y
penalmente.

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