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Este es un cuerpo energético más sutil que los dos anteriores y, al igual que éstos,
tiene diferentes niveles de vibración según nuestro nivel de conciencia. Una
vibración baja de este cuerpo energético es el pensamiento lineal y unidimensional.
La función pura de la mente es liberarse de las energías bajas del cuerpo astral,
que nos alejan de la trascendencia, y sintonizarnos con las energías de la sabiduría,
dicha o amor, que reflejan un cuerpo astral saludable que resuena con las energías
espirituales.
Cuando el cuerpo mental se conecta con el cuerpo más sutil de todos, nuestro
cuerpo causal, está en capacidad de desarrollar la intuición, la percepción elevada
que nos abre la puerta al conocimiento universal.
Este vehículo de nuestro ser metafísico trabaja, de esta manera, como una unidad
con el cuerpo astral. Algunas veces se toma como parte de un mismo cuerpo
intermedio entre el corpóreo y el espiritual. Está en un nivel más alto de vibración
que el astral, pero funcionan de manera interrelacionada.
En una persona que no tiene este cuerpo energético demasiado desarrollado, este
se manifiesta como una sustancia opaca y sin color, vibrando en frecuencias bajas,
pensamientos unidimensionales y mundanos, mientras que quienes tienen el cuerpo
mental más desarrollado, en conexión con el sexto chakra y séptimo chakra, y
abierto a la existencia en su plenitud, tendrán un aura será brillante, clara y
luminosa, de colores suaves.
La rosa y la cruz genera un camino que nos da las herramientas para obtener esa
conciencia y el compromiso y la disciplina para sanarnos interiormente y liberarnos
de los sufrimientos del ego. Lo que en la tradición yóguica se llama el ego, se refiere
precisamente al sentimiento de individualidad por el cual generamos rechazos,
apegos, temores y sufrimiento.