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Pigmentos y brillos en la costa del Ecuador precolombino / PIGMENTS AND


SHEENS ON THE COAST OF PRE-COLUMBIAN ECUADOR

Chapter · June 2018

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1 author:

Alejandra Sánchez Polo


Universidad de Salamanca
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PIGMENTS AND SHEENS
ON THE COAST OF PRE-COLUMBIAN ECUADOR
FUNDACIÓN TOLITA EXHIBICIÓN /EXHIBIT
presidente /president Curaduría /curatorship
Mario Ribadeneira Alejandra Sánchez-Polo
vicepresidente /vicepresident diseño museográfico /museography design
Daniel Klein Karina Barragán
miembros /members Jazmín Buitrón
Carmen Viteri edición de textos /text editor
Manuela Ribadeneira Valentina Bravo
Joaquín Ribadeneira
Pigmentos y brillos en la costa
del Ecuador precolombino
MUSEO DE ARTE PRECOLOMBINO
CASA DEL ALABADO dirección editorial /editorial direction
María Fernanda Cartagena
directora /director
Alejandra Sánchez-Polo
María Fernanda Cartagena
textos /texts
área educativa /education department
Alejandra Sánchez-Polo
Coord. Constanza Mendoza
Leonardo López Luján
Saralhue Acevedo Gómez de la Torre
Gabriel Prieto
Jimena Muhlethaler
Richard L. Burger
área de curaduría /curating department Martha Romero Bastidas
Coord. Alejandra Sánchez-Polo Michelle Mármol Villaroel
área administrativa /administrative Fernando Espinoza Guerra
department
diseño /design
Coord. Cornelia Guzmán Karina Barragán
Segundo Caiza
Luvy Villavicencio fotografías /photography
Valeria Campaña Karina Barragán
Fanny Puma Christoph Hirtz, Cat. 29
Pierre-Yves Dhinaut, Cat. 08, 09, 10, 11 y 16
Cuenca N1-41 y Bolívar
Quito - Ecuador edición de textos /text editor
+593 (2) 228940 La Caracola Editores
alabado.org traducción al inglés /english translation
ISBN: 978-9942-9976-7-8 Anthony Papworth
impresión /print
Imagen Digital
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Por esta publicación. For this publication.
Copyright 2018.
Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado
Quito, Ecuador

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CONTENIDO

10 PRESENTACION / FOREWORD
María Fernanda Cartagena

20 PIGMENTOS Y BRILLOS EN LA COSTA DEL ECUADOR PRECOLOMBINO


/ PIGMENTS AND SHEENS ON THE COAST OF PRE-COLUMBIAN ECUADOR
Alejandra Sánchez-Polo

54 LA MATERIALIDAD DEL ARTE: LA PIEDRA Y LOS COLORES


DE LA TLALTECUHTLI
María Barajas Rocha, Leonardo López Luján,
Giacomo Chiari, Jaime Torres Trejo

65 EL USO DEL COLOR ROJO ENTRE EL 1500 A.C. Y EL 1600 D.C. EN LA


COSTA NORTE DEL PERÚ: EL CASO DE LA BAHÍA DE HUANCHACO
Gabriel Prieto

70 EL PIGMENTO CINABRIO PREHISPÁNICO Y EL ECUADOR ANTIGUO:


UNA PERSPECTIVA CRÍTICA
Richard L. Burger

76 LOS PIGMENTOS DEL DESARROLLO REGIONAL EN LA COSTA


ECUATORIANA: HALLAZGOS DE LOS ANÁLISIS DE LABORATORIO
Martha Romero Bastidas, Alejandra Sánchez-Polo,
Michelle Mármol Villarroel y Fernando Espinoza Guerra

84 CATÁLOGO / CATALOGUE

94 SOBRE LOS AUTORES / ABOUT THE AUTHORS

95 BIBLIOGRAFÍA / BIBLIOGRAPHY

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8
9
19
20
PIGMENTOS Y BRILLOS
EN LA COSTA DEL ECUADOR PRECOLOMBINO

Alejandra Sánchez-Polo
curadora
museo de arte precolombino casa del alabado

Hacia a una arqueología del color


El color forma parte de nuestra manera de relacionarnos Color de Suelos o Pantones. El uso de esta herramien-
con el mundo. Lo envuelve todo. Comprender cómo se ta no está exento de problemas por su propio manejo.
percibían los colores en el pasado es sustancial para un Depende de si la luz es cálida o fría o si el objeto o suelo
acercamiento más holístico a la concepción del mundo está húmedo o seco, etc. Sin embargo, la crítica más
y de las sociedades precolombinas. Las culturas de la cos- importante es epistemológica, ya que este instrumen-
ta ecuatoriana compartían la cosmovisión andina, que to reconoce únicamente los colores, sin su contexto de
entendía que los objetos estaban imbuidos de espíritu, origen ni su materialidad (Jones y MacGregor 2002: 6).
denominado camay en quechua (Bray 2009). Esta fuerza Con estos antecedentes y precauciones, se expone
vital viene dada por su proveniencia del mundo natural, a continuación el primer estudio en Ecuador sobre el
que, en la cosmovisión prehispánica, estaba animado. Las cromatismo precolombino incorporando aportes cien-
entidades y objetos más excepcionales por su colores, bri- tíficos, históricos, arqueológicos y estéticos. Para apro-
llos y formas, portaban esta energía. El color, como pro- ximarnos a la paleta cromática en la costa ecuatoriana,
piedad intrínseca de la materia, debe ser reconectado con se presentan los resultados de este estudio a través de
su contexto de producción y uso. varias ópticas. Por un lado, se propone un recorrido por
En los últimos 25 años, la disciplina arqueológica ha los colores de la cerámica, que invita a percibir las to-
comenzado a prestar atención a la percepción de los co- nalidades de las arcillas a lo largo de más de 5000 años
lores y a la composición de los pigmentos, ya sea desde de historia. Otra mirada se dirige hacia los minerales
las tecnologías del color, simbolismo, percepción o uso empleados para colorear figuras cerámicas que han per-
(Gage 1999: 112). Para registrar el color de suelos en ex- manecido velados hasta este momento y que, mediante
cavaciones o en cerámicas y poder expresarlos de forma minuciosos análisis, han sido rescatados. Por último, se
“objetiva” y sin barreras lingüísticas, en arqueología, se destacan bellos objetos sagrados y cargados de energía,
emplean los sistemas de color, como la Tabla Munsell de por su brillo y poder simbólico.

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y posteriormente cocerla. La cultura Machalilla (1500-
Paleta cromática precolombina
800 a.C.) incorpora el engobe crema con decoraciones
La cromática se refiere a un conjunto o gama de colores. lineales rojas, pintadas antes de cocerlas, y se destaca
En la cerámica se pueden apreciar las paletas de las dife- frente a períodos anteriores por sus botellas con cuello
rentes culturas, al ser el material que mejor se conserva en forma de “asa de estribo”. Con el paso del tiempo,
y el más estudiado desde la arqueología para organizar los cuencos decorados de esta manera, se convertirán en
diacrónica y culturalmente los miles de fragmentos pro- platos y compoteras.
venientes de las excavaciones. Recipientes como cuen-
Las comunidades Chorrera (1200-300 a.C.) elabora-
cos, ollas, platos, compoteras y ralladores, que se usaron
ron finos recipientes dedicados a las actividades ritua-
en ceremonias y en la vida cotidiana, agrupados por cul-
les. La gama cromática de esta cultura es fácilmente
turas y tonos, permiten vislumbrar la larga historia de
reconocible por emplear rojos muy vivos que inundan
los colores de la arcilla.
toda la pieza y tonos crema que se conjugan creando
La escala de tonos de las culturas del Formativo (4000- diseños bicolores. El pulimento intenso de las super-
500 a.C.) resulta difícil de captar visualmente debido ficies dio lugar a cerámicas muy brillantes. Entre las
a la semejanza de las arcillas. Se trata de un conjunto innovaciones de esta cultura está la pintura iridiscente,
reducido de colores terrosos, ligeramente rojizos. que consiste en dotar de decoraciones lineales y pun-
Las comunidades Valdivia (4000-1500 a.C.), elabora- tuales –seguramente efectuadas con los dedos–, usada
ron sus vasijas con arcillas locales, en colores tierra y con para decorar la parte interna y externa con un tono
formas similares a los zapallos, sus primeros recipientes. rojizo metálico brillante (Klumpp 2013). Estas deco-
La gama de tonos varió del marrón al rojo oscuro, con raciones recuerdan a constelaciones celestes y pueden
una textura áspera, propia del barro poco procesado. ser apreciadas nítidamente al ser mojadas. Las culturas
Para dotar a las piezas de coloraciones distintas y tam- Guangala y Bahía, del Desarrollo Regional, continua-
bién impermeabilizarlas, se aplicaron engobes y alisaron ron el uso de esta técnica.
sus superficies. La técnica del engobe consiste en sumer- En el período de Desarrollo Regional (grosso modo 500
gir total o parcialmente a la cerámica en una solución a.C.-500 d.C.) tuvo lugar una explosión de colores, aca-
arcillosa decantada para luego alisarla, pulirla o bruñirla bados y tipos de recipientes, en relación con transfor-

22
Cat. 04

maciones socioculturales y contactos con otras áreas de El conjunto cromático empleado por la cultura Jama
América. En ese momento, las comunidades reforzaron Coaque (350 a.C.-1532 d.C.) en sus recipientes fue
culturalmente las diferencias identitarias en lugar de reducido: sus pastas eran predominantemente ana-
poner énfasis en las semejanzas, mediante colores, or- ranjadas. En general, su vajilla estaba conformada por
namentos y estilos. Mientras las culturas norteñas como recipientes de superficie áspera: cuencos polípodos y
La Tolita-Tumaco o Jama Coaque gestionaron su vida platos de pie bajo, como por ejemplo la compotera que
política a través de centros ceremoniales; Guangala, en se encontró en una tumba femenina de esta cultura
el sur, se organizó de forma heterárquica (Gutiérrez Usi- (Herrmann 2016: 192). En cierta armonía regional,
llos 2011; Masucci 2008). los colores de las pastas de la cultura La Tolita-Tuma-
La cultura Guangala (100 a.C.-800 d.C.) se destaca co (600 a.C.-400 d.C.) presentan más variaciones: son
por una rica paleta con la que embelleció sus recipientes blanquecinos tirando a grises, con acabados pulidos,
antes de cocerlos. Elaboraron, por un lado, piezas cu- y rojizo claro, arenoso y compacto. Ambas culturas
biertas en su totalidad por un negro brillante. Por otro, aplicaron pintura rojo, blanco, amarillo, verde y negro
en cerámicas de fondo crema, plasmaron finos diseños después de cocer el recipiente, mediante negativo.
geométricos en tonos marrón oscuro a violáceo, y aña- A partir del 700 d.C. tuvieron lugar cambios orien-
dieron un rojo intenso a ciertas metopas. Estos elabo- tados a la reorganización política de la costa, en lo
rados trazados geométricos plasmados en finas paredes que se conoce como período de Integración. Los
de cerámica dan cuenta de la maestría de los ceramistas centros político-ceremoniales de La Tolita-Tumaco
Guangala y son una expresión excepcional de cromatis- decayeron, los de Jama Coaque resistieron, quizá
mo y destreza alfarera. en relación con el fortalecimiento de los dirigentes

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religiosos mediante la intensificación de las prácti- crema, rojizo, gris y negro conforman el abanico cro-
cas ceremoniales. En la zona de influencia Bahía, mático que permite diferenciar unas culturas de otras,
aparecerán los Manteño-Huancavilcas, grupo que incluso a través de fragmentos de sus recipientes.
dominó gran parte de la costa, desde el río Chone a
la península de Santa Elena, pasando por la desem-
Fuentes y metáforas del color
bocadura del río Guayas hasta El Oro.
Una explosión del color sobrevino en el Desarrollo Re-
La cerámica manteña es fácilmente reconocible por
gional. Las culturas aumentaron significativamente su
su acabado que evoca al metal, debido al intenso pu-
paleta y elaboraron pigmentos nunca antes usados. Aho-
limento de las superficies exteriores de color negro.
ra, los colores se pintaron sobre todo en figuras cerámicas
Platos, botellas, cuencos y compoteras de pie alto
humanas, animales e híbridas, sumando nuevas capas de
comparten este atributo, además con decoraciones
contenidos y generando un nuevo lenguaje ritual.
escaleriformes y retículas elaboradas mediante puli-
mento diferencial e incisiones geométricas. La dis- El contacto continuo con culturas peruanas costane-
persión de esta vajilla fue amplia a lo largo del litoral ras y del occidente mesoamericano quizá dio lugar al
porque, seguramente, sirvió para difundir los men- intercambio de ideas y artefactos con la costa ecuatoria-
sajes de las élites mediante rituales de comensalidad na (Hosler 1994). Los murales mochicas, los cuencos
(Stothert 2006). Paracas y la escultura monumental mexica evidencian
que las diferentes culturas hicieron uso extensivo de los
La paleta de la costa precolombina se percibe como
colores para transmitir mensajes (Wright 2010; DeLeo-
una sucesión de colores ligados a la tierra que varía
nardis 2016; López Luján 2017).
conforme transcurre el tiempo. En sus inicios, el pro-
cesamiento de las arcillas era un trabajo menos depu- La Tolita-Tumaco, Jama Coaque y Bahía elaboraron
rado y dio lugar a colores terrosos y texturas ásperas, miles de figuras en cerámica mediante moldes, a las que
propios de las cerámicas más antiguas. Las siguientes añadieron apliques como narigueras, collares, pendien-
culturas ampliaron los alcances de las técnicas y tra- tes o detalles del tocado. Luego de su cocción, aplicaron
bajaron intensamente los barros para lograr superfi- pigmentos elaborados a partir de arcillas de color verde, o
cies finas, alcanzando una mayor diversidad de tonos: su variación azul-grisáceo, blanco, amarillo, negro y rojo.

24
A partir de estudios arqueométricos (científico-
arqueológicos) realizados para esta investigación1, se ha
identificado que estos pigmentos proceden de diversas
fuentes minerales que se encuentran en la costa: el verde
proviene de la glauconita, el amarillo de la goethita, el
negro de carbón y magnetita, y el rojo de hematita. El
blanco, obtenido de la caolinita, fue empleado gracias al
contacto regional con el sureste del Ecuador.
También se ha evidenciado que los ceramistas de cada
cultura procesaron los pigmentos de forma diferente y de
acuerdo a sus tradiciones artesanales. Los Tolita-Tumaco
molieron en húmedo los pigmentos hasta conseguir granos
nanométricos. Este intenso trabajo manual remite al pro-
ceso llevado a cabo por orfebres de esta cultura en la sinteri-
zación del platino (Lleras Pérez 2015: 38-39). Las culturas
Jama Coaque y Bahía, en cambio, elaboraron sus pigmen-
tos tamizando las arcillas, seguramente con cedazos, para
eliminar los granos de mayor tamaño. El resultado fue una
pasta con granos de medidas dispares. Estas culturas no
estuvieron interesadas en trabajar a profundidad la pasta,
sino en resaltar de forma efectiva los detalles de las piezas a
través del color. Los Jama Coaque aplicaron gruesas capas

1 Estudios multidisciplinares se desarrollaron durante


2017 junto con el Laboratorio del Instituto Nacional de
Patrimonio Cultural, liderado por Martha Romero. Los
hallazgos del proyecto se dan a conocer en un capítulo de
esta publicación. Cat. 11

25
Cat. 09

26
de pigmentos para fijarla a la pieza, lo que ha permitido su tadas en sociedad con un tocado especial que involu-
conservación. En cambio, según lo detectado en las escasas craba pelar la cabeza, su dote entre las piernas y la cara
piezas Bahía estudiadas, los artesanos superpusieron varias pintada de amarillo. Este color puede haberse asociado
capas de colores, en lugar de reservar los espacios, como a lo femenino ya que se asemeja a los campos de maíz
hacían las otras culturas. dorados en la época de la cosecha. También aparece, in-
El color ha sido poco tomado en cuenta en estudios tercalado con líneas verdes, pintando los rostros de las
iconográficos de estas culturas. Por este motivo, es sacerdotisas. Las figuras masculinas presentan pintura
necesario incorporar interpretaciones sobre sus posi- facial, frecuentemente en negro, amarillo, blanco y ver-
bilidades simbólicas. La paleta cromática precolom- de, creando cuatro espacios. Este tipo de diseño cromá-
bina poscocción estaba restringida al verde, amarillo, tico reforzaría el concepto de cuatripartición andina. La
rojo, blanco y negro. Como en mitos de origen del elección de colores según el rol y género del individuo
universo de todo el continente, estos colores debie- puede advertirse también entre los chamanes masculi-
ron ser análogos a los puntos cardinales, a los elemen- nos. Los de la lluvia, que portan caracoles en su tocado,
tos –tierra, agua, fuego, aire–, y a divinidades pri- suelen llevar ponchos de color azul verdoso, indicando
migenias. Es interesante notar que ciertos colores se una asociación con el líquido elemento. La cara y las
asocian con la fertilidad en la cosmovisión mesoame- manos, teñidas de rojo, y la uña larga para degollar a
ricana y lo femenino en la andina, mientras que otras la víctima son atributos de los sacerdotes que oficiaban
gamas se relacionan con lo masculino. Esto indicaría sacrificios (Gutiérrez Usillos 2011).
un grado elevado de ceremonialismo que requiere de Por último, se han realizado lecturas simbólicas a re-
líderes espirituales encargados de vigilar los tabúes y cipientes muy especiales que aparecen desde Chorrera
normas asociados con el color. hasta Jama Coaque. Se trata de vasos de base rectan-
Los colores tuvieron una codificación particular que gular, paredes altas convexas y superficies engobadas,
difiere de las atribuciones más simples en torno al ne- que cuentan con una cabeza antropomorfa modelada
gro, blanco y rojo. Suele pensarse que el rojo se asocia a en arcilla y pintada de verde. Se trataría de un artefacto
la fertilidad; sin embargo, las figuras que representan a ceremonial que evoca la apertura de puertas entre los
mujeres púberes, en edad de matrimonio, eran presen- mundos por parte de los sacerdotes (Cummins 2003).

27
En pocas palabras, mediante análisis de laboratorio, se a las tonalidades rituales en Jama Coaque advierte que
ha logrado obtener un primer esbozo de los minerales sus aspectos tecnológicos y simbólicos constituyen un
empleados y las formas de elaboración de los pigmen- desafío para la interpretación.
tos. En relación con lo simbólico, es un desafío superar
asociaciones convencionales que vinculan determina-
Brillo sagrado: piedras, espejos y conchas
dos colores con significados fijos, como por ejemplo,
el rojo con la sangre y la feminidad, ya que obstaculi- En la América precolombina, el brillo expresaba la cua-
zan el surgimiento de nuevas interpretaciones. A tra- lidad de lo trascendental, y los materiales relucientes eran
vés de algunas representaciones, se transparenta que considerados entes suprahumanos. Objetos excepcio-
ciertas gamas y diseños cromáticos estaban asociados nales formaron parte del “indumento chamánico” que,
al género y rol social del portador, logrando entrever- según el antropólogo Mircea Eliade (2001 [1951]: 65),
se tabúes y ritos de esta sociedad. Del mismo modo, constituyen una manifestación de la propia divinidad y
entidades de la naturaleza como el sol, el agua y las de los elementos cósmicos. Los colores y brillos de estas
plantas, fueron el origen alegórico de los significados piezas posiblemente remitían a los orígenes de la creación
atribuidos a los colores. Este acercamiento preliminar y eran asociados con lugares míticos (Young 2006: 174).

Cat. 18

28
Es frecuente encontrar mitos, a lo largo de toda Amé- a verde por la oxidación natural, fueron colocadas
rica, que refieren a la sacralidad con la que estaban en contextos funerarios tardíos debido al carácter
investidos accidentes naturales como lagunas, cerros, simbólico de su coloración.
“minas”, etc. (Bray 2009). La divinidad Umiña, una Los denominados “espejos” son artefactos confeccio-
gran esmeralda adorada por los habitantes de la Manta nados en pirita, jade, obsidiana, antracita, mica, piza-
prehispánica debido a sus poderes sanadores, fue un rra o concha (Saunders 2002: 215), de tamaño varia-
lugar de peregrinación: ble y superficies brillantes. Estos se utilizaron desde
[adoraban] una gran esmeralda, que dicen Norteamérica hasta Sudamérica. Una crónica que data
era poco menor que un huevo de avestruz. En de mediados del s. XVI describió que el cacique de
sus fiestas mayores, la mostraban, poniéndo-
Colonche (provincia de Santa Elena) empleaba una de
la en público; los indios venían de muy lejos
a adorar y sacrificar y traer [como] presen- estas piedras como oráculo, “para ver más allá” (Ben-
tes otras esmeraldas menores (Garcilaso de la zoni 1985 [1565]).
Vega 1985 [1609]).
Los metales prehistóricos suelen ser estudiados desde
Esta fascinación por el verde brillante es antigua. la técnica, funcionalidad o economía, obviando aspec-
Piedras de este color fueron colocadas en entierros tos míticos para explicar la transformación del mine-
desde tiempos Valdivia, pero especialmente en tum- ral en metal. Oro, plata, cobre, platino y sus diversas
bas Chorrera. En el Occidente de México, también aleaciones suelen estar relacionados, en Mesoamérica y
se encuentran desde el Formativo Temprano, ex- los Andes, con los cuerpos celestes y sus poderes espi-
tendiéndose su uso a partir del 900 a.C. en toda rituales. Al parecer, en las tumbas puruháes y cañaris,
Mesoamérica, al ser depositadas en tumbas (Jai- el cobre se asocia con las mujeres y el oro con los hom-
me-Riverón 2010). El uso de piedras verdes (ser- bres (Fresco, com. pers. en Yépez R. 2004: 61). El me-
pentina, sodalita, jadeíta y turquesa, entre otras) tal era una sustancia sagrada y moralmente reservada
en contextos funerarios también se encuentra en a una minoría social devota a los rituales y ceremonias
el área andina, siendo, en ambas zonas, materiales cíclicas para mantener el equilibrio cósmico.
exóticos y codiciados. Quizá las hachas-monedas de Los cristales de roca, en ocasiones translúcidos, permi-
cobre, que transmutan rápidamente su color de rojo ten el paso de la luz. Los incas asociaban estas piedras

29
con la lluvia y las perlas, mientras que los Desana (Ama-
zonía colombiana) con el orden cósmico y el líquido
seminal (Saunders 2003: 20).
Las conchas Spondylus, con su escala cromática de na-
ranja a violeta, fueron recolectadas en las costas del Ecua-
dor prehispánico durante milenios e intercambiadas con
pueblos del sur andino. Su uso era un llamado a la abun-
dancia de la tierra y al agua en zonas secas de la costa
ecuatoriana. Un ejemplo es el depósito ritual localizado
Cat. 22 en la base de la albarrada (represa antrópica de agua) de
Achalán (provincia de Santa Elena), donde tres grandes
conchas Spondylus fueron depositadas en época Chorrera
(Stothert 1995: 144). Además, esta bivalva fue considera-
da como alimento de los dioses por los incas y ofrendada
a los volcanes sagrados o apus en sacrificios propiciatorios
para la fertilidad del imperio (Currie 1995: 54).
La concha Madre Perla, por su brillo iridiscente, era
asociada por los incas con los fenómenos celestiales y,
por tanto, con la dinastía real. Era un símbolo que re-
presentaba el linaje femenino del Inca y, en ocasiones,
el agua de lluvia, el arco iris, el granizo, el trueno y el
rayo (Mester 1990: 198).
El color contenido en una materialidad provenien-
te de diversos orígenes naturales, activó la creación de
objetos especiales y animados, vinculados energética-
Cat. 24
mente con lo sagrado. Los mitos, las crónicas y la in-

30
formación proveniente de excavaciones arqueológicas,
nos permiten atisbar los posibles significados atribui-
dos a estos coloridos artefactos.

Reflexiones finales
La historia del color de la costa precolombina puede
entenderse desde dos aristas que deben confluir. Por un
lado, se evidencia la creación de una paleta desde los
inicios de las sociedades humanas. Con el paso del tiem-
po esta fue creciendo en complejidad y se atribuyeron
significados a las nuevas coloraciones. Por otro lado, la
cromática no estaba exenta de la sustancia, que al ser
trabajada (pulida, tallada o modelada) activaba un in-
trincado sistema de metáforas y evocaciones simbólicas.
Existen múltiples aspectos positivos de los resulta-
dos antes narrados en torno al color en el mundo
precolombino. Además de revisitar la potencia de sus
significados simbólicos, se ha evidenciado la multipli-
cidad de tecnologías asociadas a su tratamiento y se
han revelado, a finos rasgos, las fuentes naturales de
su obtención. Sin embargo, más estudios arqueomé-
tricos e iconográficos que incorporen la cromática ac-
tivamente son necesarios para realizar comparaciones
entre las diferentes culturas. En Ecuador, esta exhi-
bición es un primer aporte para comenzar a escribir
Cat. 26
una historia inédita del color.

31
PIGMENTS AND SHEENS
on the Coast of Pre-Columbian Ecuador

Towards an archaeology of color


Color forms part of the way we relate to the world. It envelops everything.
Understanding how colors were perceived in the past is fundamental to
a more holistic approach to the view of the world and of pre-Columbian
societies. The cultures of Ecuador’s coast shared the Andean worldview,
this being that objects were imbued with spirit, known as camay in
Quechua (Bray 2009). This life-giving force stemmed from the natural

Cat. 01

32
world, which according to the pre-Hispanic world view, was animate. The
entities and objects that were most exceptional due to their colors, sheens
and shapes, bore this energy. Color, as an intrinsic property of matter,
should be relinked to its context of production and use.
During the past 25 years, the field of archaeology has begun paying
attention to the perception of colors and the composition of pigments, be it
from the technologies of color, symbolism, perception, or use (Gage 1999:
112). To register the color of soils in excavations or pottery and be able
to express them “objectively” and without linguistic barriers, archaeology
makes use of color systems such as the Munsell Soil Color Table or Pantones.
The use of this tool is not without its problems due to the way it is handled.
It depends on whether light is warm or cold, or if the object or soil is damp
or dry. Its most important drawback, however, is epistemological, since this
instrument only recognizes colors, without their context of origin or their
materiality (Jones and MacGregor 2002: 6).
Given that background and those precautions, the following paper is the
first study in Ecuador on pre-Columbian chromaticism to incorporate
scientific, historical, archaeological and aesthetic considerations. To provide
an idea of the chromatic palette on the Ecuadorian coast, the results of
this study are presented through several perspectives. One such perspective
proposes an examination of the colors used in ceramics, by studying clay
tones over more than 5,000 years of history. Another approach involves
examining the minerals used to color ceramic figures, which had remained
hidden until now and have been recovered through painstaking analyses.
Lastly, emphasis is placed on beautiful objects that are sacred and charged
with energy, due to their sheen and symbolic power.

33
The pre-Columbian color palette
Chromaticism refers to a set or range of colors. Pottery highlights the
palettes of different cultures, since it is the material that is best preserved
and the most studied in archaeology for the purpose of diachronically and
culturally organizing the thousands of potsherds found in excavations.
Vessels such as bowls, pots, plates, small dishes and graters that were used
in ceremonies and in daily life, classified by cultures and tones, make it
possible to discern the long history of the colors of clay.
The scale of tones of the Formative period (4000-500 B.C.) is difficult to
appreciate visually due to the similarity of the types of clay. They consist of
a limited range of earthy, slightly reddish colors.

Cat. 07

34
The Valdivia communities (4000-1500 B.C.) made their pots using local
clay, in earthen colors and bearing shapes similar to pumpkins, their first
recipients. The range of tones varied from brown to dark red, with the rough
texture of little-processed clay. To give pieces different colorings and make
them weatherproof, a engobe was applied and the surface smoothed. The
engobe technique consists of partially or totally dunking pottery in a poured
clayey solution, then smoothing, polishing or burnishing it prior to firing it.
The Machalilla culture (1500-800 B.C.) incorporated a cream engobe with
red linear decorations painted prior to firing, and stands out in comparison to
previous periods for its bottles with “stirrup handle” necks. With the passing
of time, bowls decorated in this fashion turned into plates and small dishes.
The Chorrera communities (1200-300 B.C.) made fine recipients for use in
rituals. This culture’s chromatic range is easy to recognize for its use of very
bright reds that cover the piece entirely and cream-colored tones that blend
to create bicolored designs. The intense polishing of surfaces produced very
shiny ceramics. This culture’s innovations include the use of iridescent paint,
which consists of applying line and dot decorations –no doubt with fingers—
and was used to decorate the inside and outside with a shiny metallic red tone
(Klumpp 2013). These decorations remind us of celestial constellations and
can be clearly appreciated by wetting them. The Guangala and Bahía cultures,
of the Regional Development period, continued the use of this technique.
In the Regional Development period (grosso modo 500 B.C.-500 A.D.)
happened an explosion of colors, finishes and types of vessels reflecting
socio-cultural transformations and contacts with other parts of America.
During this time communities culturally strengthened their differences of
identity rather than placing emphasis on their similarities in terms of colors,

35
ornaments and styles. While northern cultures such as La Tolita-Tumaco
and Jama Coaque administrated their political life through ceremonial
centers, Guangala, to the south, organized itself as a heterarchy (Gutiérrez
Usillos 2011; Masucci 2008).
The Guangala culture (100 B.C.-800 A.D.) stands out for the rich palette
with which it embellished its pottery prior to firing it. On the one hand,
they made pieces coated entirely in a shiny black; on the other, in pieces
with a cream-colored background, they drew fine geometrical designs
in dark brown to violet tones, adding an intense red to certain metopes.
These elaborate geometric designs drawn on the surfaces of the ceramic
show the mastery of Guangala potters and are an exceptional expression of
chromaticism and pottery-making skill.
The chromatic range employed by the Jama Coaque culture (350 B.C.-
1532 A.D.) in their recipients was limited predominantly to orange tones.
In general, their pottery was made up of recipients with a rough surface:
polypod bowls and pedestal plates, such as the small dish found in a woman’s
tomb pertaining to this culture (Herrmann 2016: 192).
Following a certain regional harmony, the pottery colors used by the
La Tolita-Tumaco culture (600 B.C.-400 A.D.) show greater variations:
they are grayish white, with polished finishes, and a light, sandy, compact
red. Both cultures applied red, white, yellow, green and black paint after
negatively firing their ware.
Changes involving political reorganization in the coast began taking
place as of 700 A.D., during what is known as the Integration period. La
Tolita-Tumaco political-ceremonial centers declined, while those of the

36
Cat. 05

37
Jama Coaque culture resisted, perhaps due to the strengthening of religious
leaders through the reinforcement of ceremonial practices. The Bahía
area of influence saw the rise of the Manteño-Huancavilcas, a group that
dominated much of the coast, from the Chone River to the Santa Elena
peninsula, passing from the mouth of the Guayas River to El Oro.
Manteño pottery is easy to recognize for its finish, which has a metallic hue
due to the intense polishing of black external surfaces. Plates, bottles, bowls
and high-pedestal plates share this attribute, in addition to ladder-shaped
decorations and grids made through differential polishing and geometrical
incisions. This type of ware was widespread throughout the coast because
it presumably served to disseminate the messages of the elite through
commensality rituals (Stothert 2006).
The palette of the pre-Columbian coast can be perceived as a succession of
earth-related colors that varies with the passing of time. At the outset, clay
processing was a less refined task, giving rise to the earthy colors and rough
textures that characterize the oldest ceramics. The cultures that followed
broadened the scope of techniques and worked intensely with the clay to
achieve fine surfaces in a greater variety of tones: cream, reddish, gray and
black make up the chromatic palette that makes it possible to distinguish
one culture from another, even on the basis of potsherds of their ware.

Sources and metaphors of color


An explosion of color took place during the Regional Development period.
Cultures broadened their palettes significantly and made pigments never
Cat. 08
used before. Now colors began to be painted above all on human, animal and

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hybrid ceramic figures, adding new layers of content and creating a new ritual
language. Continuous contact with Peruvian coastal cultures and those of the
Mesoamerican west may have given rise to the exchange of ideas and artefacts
with the Ecuadorian coast (Hosler 1994). Mochica murals, Paracas bowls and
Mexica monumental sculpture show that different cultures made extensive use of
colors to convey messages (Wright 2010; DeLeonardis 2016; López Luján 2017).
The Tolita-Tumaco, Jama Coaque and Bahía cultures made thousands of
pottery figures using molds, to which they added appliqués such as nose rings,
necklaces, earrings or headdress details. After firing, they applied pigments made
from green (or their grayish-blue variation), white, yellow, black and red clays.
The archaeometric (scientific-archaeological) studies conducted for this
research1 show that such pigments stem from different mineral sources that are
found on the coast: green comes from glauconite, yellow from goethite, black
from charcoal and magnetite, and red from hematite. White, obtained from
kaolinite, was used as a result of regional contact with south-east Ecuador.
There is also evidence that each culture’s potters processed pigments in
different ways and in accordance with their artisanal traditions. The La
Tolita-Tumaco culture ground moist pigments down to nanometric grains.
This intensive manual work is reminiscent of the process conducted by
this culture’s goldsmiths to sinter platinum (Lleras Pérez 2015: 38-39).
Conversely, the Jama Coaque and Bahía cultures made their pigments by
sifting clays, no doubt using sieves to eliminate larger grains. The result was
a paste composed of uneven-sized grains. These cultures were not interested

1 Multidisciplinary studies were conducted in 2017 in conjunction with the


Instituto Nacional de Patrimonio Cultural led by Martha Romero Bastidas.
The project’s findings are set forth in a chapter of this publication.

39
40
in working the paste in depth, but rather in making details of pottery pieces
stand out effectively through the use of color. The Jama Coaque applied
thick layers of pigments to fix the paste onto the piece, which has enabled
their preservation. However, as detected in the few Bahía pieces that have
been studied, artisans superimposed several layers of colors instead of setting
aside spaces as other cultures did.
Color has not been taken into account much in iconographic studies of
these cultures. There is therefore a need to add interpretations as to their
symbolic possibilities. The post-fired pre-Columbian chromatic palette was
limited to green, yellow, red, white and black. As is the case with myths
on the origin of the universe throughout the continent, these colors must
have been analogous with cardinal points, the elements –earth, water, fire,
air— and primal divinities. It is interesting to note that certain colors are
associated with fertility in the Mesoamerican world view and the feminine
in the Andean, whereas others relate to the masculine. This seems to indicate
a high degree of ceremonialism that required spiritual leaders in charge of
safeguarding the taboos and norms associated with color.
Colors had a particular coding that differs from the simplest attributions of
black, white and red. It is often thought that red is associated with fertility;
however, the figures that represent pubescent girls of marrying age were
presented in society with a special headdress that involved shaving their
head, placing their dowry on their legs, and painting their face yellow. This
color could have been associated with the feminine, since it is reminiscent
of golden fields of maize at harvest time. It also appears, alternating with
green lines, on the painted faces of priestesses. Male figures show facial
Cat. 16
paint, frequently in black, yellow, white and green, creating four spaces.

41
Cat. 14

This kind of chromatic design was to strengthen the concept of Andean


quadripartition. The choice of colors in accordance with the individual’s role
and gender can also be seen among male shamans. Rain shamans, who bear
shells in their headdress, tend to wear greenish-blue ponchos, indicating
their association with the element of water. Faces and hands painted red and
a long fingernail with which to slit a victim’s throat are attributes of priests
who conducted sacrifices (Gutiérrez Usillos 2011).
Lastly, symbolic interpretations have been made of very special recipients
that appear from the Chorrera to the Jama Coaque cultures. They are
glasses with a rectangular base, high convex sides and engobed surfaces,
bearing an anthropomorphous head modeled in clay and painted green.
They are ceremonial pieces that evoke the opening of doors between
worlds by priests (Cummins 2003).
In a nutshell, a laboratory analysis made it possible to arrive at an initial outline
of the minerals used and the ways pigments were prepared. As regards symbolism,

42
it is challenging to overcome conventional associations that link particular
colors to specific meanings, such as red with blood and femininity, since they
hinder the possibility of arriving at new interpretations. Some representations
reveal that certain color spectrums and designs denoted the subject’s gender and
social role, while suggesting the taboos and rituals of this society. In the same
way, elements of nature such as the sun, water and plants were the allegorical
origin of the meanings attributed to colors. This preliminary approach to the
ritual tonalities of the Jama Coaque culture provides an indication that its
technological and symbolic traits are a challenge to interpretation.

Sacred sheen: stones, mirrors and shells


In pre-Columbian America, sheens expressed a transcendental quality, and
shiny materials were considered superhuman entities. Exceptional objects were
part and parcel of the “shamanic accessories” that according to the anthropologist
Mircea Eliade (2001 [1951]: 65) is a manifestation of divinity itself and of
cosmic elements. The colors and sheen of these pieces possibly alluded to the
origins of creation and were associated with mythical places (Young 2006: 174).
It is common to find myths, throughout the Americas, that speak of the
sacredness with which natural accidents such as lakes, hills, “mines”, etc.
were imbued (Bray 2009). The Umiña divinity, a great emerald worshipped
by the inhabitants of the pre-Hispanic Manta for its healing powers, was a
place of pilgrimage:
[they adored] a large emerald, that they say was almost the size of an
ostrich egg. During their main festivities they displayed it, placing it in
public view; Indians came from very far to adore and sacrifice and bring
other smaller emeralds as gifts (Garcilaso de la Vega 1985 [1609]).

43
44
This fascination for brilliant green is ancient. Stones of this color were placed
in burials since Valdivia times, but particularly in Chorrera graves. In Western
Mexico they have been found as of the Early Formative, their use extending
throughout Mesoamerica from 900 B.C. on being placed in burials (Jaime-
Riverón 2010). The use of green stones (serpentine, sodalite, jadeite and
turquoise, among others) is also found in the Andean region, and in both
cases were exotic, coveted materials. Perhaps copper axes-coins, whose color
rapidly changes from red to green due to natural oxidation, were placed in late
funerary contexts due to the symbolic nature of their coloring.
So-called “mirrors” are artefacts made out of pyrite, jade, obsidian,
anthracite, mica, slate or shell (Saunders 2002: 215), of varying sizes and
with shiny surfaces. These were used from North to South America. A
chronicle dating from the 16th century states that the ruler of Colonche
(province of Santa Elena) used one of these stones as an oracle with which
“to see beyond” (Benzoni 1985 [1565]).
Pre-historic metals are usually studied from the standpoint of technique,
functionality or economy, leaving out mythical considerations to account
for their transformation from mineral to metal. Gold, silver, copper,
platinum and their various alloys tend to be associated, in Mesoamerica and
the Andes alike, with celestial bodies and their spiritual powers. It would
seem that in Puruhá and Cañari tombs copper is associated with women
and gold with men (Fresco, pers. com. in Yépez R. 2004: 61). Metal was
a sacred substance and morally reserved for a social minority devoted to
rituals and cyclical ceremonies to maintain the cosmic balance.
Rock crystals, which are sometimes translucent, allow the passing of light. The
Incas associated such stones with rain and pearls, whereas the Desana (Colombian
Cat. 19
Amazon) with cosmic order and seminal fluid (Saunders 2003: 20).

45
Cat. 17

Spondylus shell, whose chromatic range varies from orange to violet, was
collected on the coasts of pre-Hispanic Ecuador for millennia and exchanged
with peoples of the Andean south. They were used as a call for the abundance
of the earth and of water in dry areas of the Ecuadorian coast. One example
is the ritual deposit located at the base of the albarrada (anthropic water
catchment reservoir) of Achalán (province of Santa Elena), where three
large Spondylus shells were deposited in Chorrera times (Stothert 1995:
144). Furthermore, this bivalve was considered a food of the gods by the
Incas and given as an offering to sacred volcanoes or apus in propitiatory
sacrifices for the empire’s fertility (Currie 1995: 54).
Due to its iridescent shine, the Incas associated mother-of-pearl shell with
celestial phenomena and therefore with the royal dynasty. It was a symbol
that represented the Inca female lineage and, on occasion, rainwater,
rainbows, hail, thunder and lightning (Mester 1990: 198).
The color contained in materials of diverse natural origins sparked the
creation of special, animate objects energetically linked to the sacred.
Myths, chronicles and the information stemming from archaeological
excavations enable us to discern the possible meanings attributed to
these colorful artefacts.

46
Cat. 21

Final reflections
The history of color on the pre-Columbian coast can be understood from
two perspectives that need to be combined. On the one hand, there is evidence
of the creation of a palette from the beginnings of human societies. With the
passing of time it became increasingly complex and meanings were attributed
to new colorings. On the other, chromaticism was not removed from the
substance, which on being worked with (polished, carved or modeled)
activated an intricate system of metaphors and symbolic invocations.
There are multiple positive aspects to the aforementioned results
regarding color in the pre-Columbian world. In addition to revisiting the
power of its symbolic meanings, the multiplicity of technologies related
to its treatment has been demonstrated and the natural sources from
which colors were obtained have been revealed in detail. Nonetheless,
additional archaeometric and iconographic studies to actively incorporate
chromaticism are needed to establish comparisons between different
cultures. In Ecuador, this exhibition is an initial contribution with which
to begin writing an unknown history of color.

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AUTORES / AUTHORS

María Barajas Rocha: Coordinadora de restauración del Proyecto Templo


Mayor, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Richard L. Burger: Director de Estudios de Posgrado en Arqueología,


Universidad de Yale, Estados Unidos América.

Giacomo Chiari: Jefe del Departamento de Ciencia en el Instituto de


Conservación Getty hasta 2013.

Fernando Espinoza Guerra: Laboratorio del Instituto Nacional de Patrimonio


Cultural, Ecuador.

Leonardo López Luján: Director del Proyecto Templo Mayor, Instituto


Nacional de Antropología e Historia, México.

Michelle Mármol Villarroel: Laboratorio del Instituto Nacional de


Patrimonio Cultural, Ecuador.

Gabriel Prieto: Profesor Universidad Nacional de Trujillo, Programa


Arqueológico Huanchaco, Perú.

Martha Romero Bastidas: Laboratorio del Instituto Nacional de Patrimonio


Cultural, Ecuador.

Alejandra Sánchez-Polo: Curadora del Museo de Arte Precolombino Casa


del Alabado.

Jaime Torres Trejo: Profesor-investigador de la Escuela Nacional de


Conservación, Restauración y Museografía, México.

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101
PATROCINADOR
MUSEO CASA DEL ALABADO:

AUSPICIANTES
MUSEO CASA DEL ALABADO:

COLABORADORES
PIGMENTOS Y BRILLOS EN LA COSTA
DEL ECUADOR PRECOLOMBINO:
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