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Calentamiento global y sindicatos

La lucha ambiental y la lucha de clases


Rel – UITA. Enildo Iglesias
Septiembre 2017

Un reciente informe responsabiliza a las compañías de combustibles fósiles (petróleo,


carbón, gas natural y gas licuado del petróleo) como las principales culpables del cambio
climático. Y asegura que desde 1988, sólo cien empresas producen más del 70% de las
emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Solamente son cien, de los varios millones de millones existentes, las empresas que producen
desde 1988 más del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
La información surge de un estudio de The Carbon Majors una organización sin fines de lucro.
Las cifras son más alarmantes si se toman a nivel de algunos países, por ejemplo, en España son
solamente 10 las empresas que producen el 70% de todo el CO2 generado de forma directa por
las instalaciones industriales del país.
La lógica indica que, por su reducido número, estas empresas resultarían muy fáciles de controlar,
lo que evidencia la existencia de una política tendiente a privilegiar y proteger a este puñado de
empresas. Resulta inconcebible que permitamos pasivamente que el afán de lucro de un centenar
de empresas nos esté llevando, inexorablemente, al fin de la vida en el planeta.
Las cosas por su nombre
Las petroleras ExxonMobil , Shell, BP y Chevron están entre las empresas más emisoras. El
informe concluye que si los combustibles fósiles siguen siendo extraídos al mismo ritmo durante
los próximos 28 años, las temperaturas medias subirían cerca de cuatro grados centígrados para
el final del siglo.
Llamamos gas de efecto invernadero a un gas atmosférico que absorbe y emite radiación dentro
del rango infrarrojo. Este fenómeno se está acentuando por la emisión de ciertos gases, como el
dióxido de carbono (CO2) y el metano debido a la “actividad económica humana”. Estos gases
evitan que la energía del sol recibida por la tierra vuelva inmediatamente al espacio, produciendo
un efecto similar al que ocurre en un invernadero.
Hemos entrecomillado “actividad económica humana” porque es la manera en que aparece en la
prensa y otras publicaciones. Sin embargo, esta denominación es falaz y tendenciosa, ya que la
actividad económica humana como tal, no existe.
Lo que existe es una humanidad dividida en clases y una de ellas es la que detenta el capital
convirtiéndose en la mayor responsable del incremento de la emisión de gases de efecto
invernadero y sus consecuencias negativas sobre el cambio climático y la biodiversidad. Por lo
tanto el efecto invernadero y la crisis ambiental son, en su mayor parte, producto del
sistema capitalista.
Cuando acuerdos nacionales o internacionales presionan para modificar los esquemas actuales de
producción y tecnología, provocan un giro en la orientación de las ganancias. Lo que motiva que
los grandes capitalistas protesten y presionen y que los que gobiernan para ellos se apresuren en
obedecerles.
Así ocurrió con el Acuerdo de Río (1992) y con el Protocolo de Kioto (2002) rechazados por los
Estados Unidos con el argumento del entonces presidente Bush que “en cuanto a la
biodiversidad, es importante proteger nuestros derechos, nuestros derechos económicos”.
Por su parte, Donald Trump acaba de retirar a su país del Acuerdo de París contra el cambio
climático, sus argumentos fueron: “No vamos a perder empleos. Por la gente de este país salimos
del Acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo
para sus trabajadores, contribuyentes y empresas”. ¿A cuál de estos tres sectores piensa el lector
que priorizará y beneficiará?
Frente al cambio climático, en lugar de adoptar las medidas políticas que la situación impone, se lo
aborda en términos de cotizaciones en Bolsa, de créditos de emisión y de pólizas de seguro para
quienes no puedan adquirir esos créditos cuando les hagan falta.
Desde 1992 se vienen movilizando grandes sumas de dinero de las Naciones Unidas para
enfrentar el cambio climático. Fondos que son administrados por el Banco Mundial, pese a que
son conocidas las críticas que el mismo ha recibido por impulsar proyectos contaminantes o
porque esos fondos terminan beneficiando a las grandes transnacionales.

Primera conclusión
En el libro citado anteriormente y escrito hace ya casi dos décadas, Guillermo Foladori afirma:
“No discutir la forma social de producción en el momento en que la crisis ambiental alcanza escala
mundial e impactos de largo alcance temporal sobre la biosfera y la especie humana es una
actitud totalmente clasista, porque implica, aunque sea por omisión, suponer que la forma
capitalista es la única posible, contra lo que enseña la historia de la humanidad. Al hacerlo, se está
defendiendo una determinada manera de distribución de los medios de producción, y con ello del
acceso diferencial de la naturaleza”.
Aseverando más adelante que, “Como resultado, se busca corregir los efectos de la producción
capitalista por la vía técnica; esto es, poniendo filtros aquí y allá, estableciendo cuotas o impuestos
en otros casos, etc. Sin discutir aquí la eficiencia de tales medidas técnicas, es evidente que
ninguna de ellas afecta la forma social capitalista de producción”.
Mientras no se acepte que la forma capitalista de producción es la principal causante, entre
otros males, del cambio climático, estaremos atacando los efectos y no la causa. Mientras
tanto, la situación ha llegado a tal estado de gravedad que ya se habla del conflicto capital-vida.
Segunda conclusión
Algunos ambientalistas pretenden enfrentar el cambio climático combatiendo la producción
ilimitada y el consumismo. Olvidan que la tendencia a la producción ilimitada no es una
consecuencia natural de la especie humana, sino particular y específica de la producción
capitalista.
La tendencia a la producción ilimitada es resultado directo de una organización económica que
responde a la producción de ganancia y no a la satisfacción de las necesidades directas.
En consecuencia, resultan inútiles las críticas a la producción ilimitada y al consumismo si
no se establece al mismo tiempo la crítica a la organización capitalista de la sociedad
humana.

Tercera conclusión
La forma de producción capitalista es, como se sabe, el origen del desempleo, del trabajo precario
y del fenómeno migratorio. Siendo este último agravado por los millones de personas que,
afectadas por el cambio climático, tienen que abandonar su lugar de origen. Son los que
conocemos como “refugiados o desplazados ambientales”.
Mientras a fines de 2014, los refugiados políticos en el mundo eran 12 millones, los desplazados
por consecuencias del cambio climático eran 25 millones.
Según los cálculos de ACNUR (la agencia de la ONU para los Refugiados), en los próximos 50
años entre 250 y 1.000 millones de personas se verán obligadas a abandonar sus hogares y
trasladarse a otra región de su país o incluso a otro Estado si no se frena el cambio climático.

De esto no se habla
A todo esto, es notoria la desinformación y el ocultamiento de las consecuencias globales del
cambio climático. En las últimas semanas todos hemos visto en los noticiarios de televisión y leído
en la prensa sobre el huracán Harvey y las inundaciones sin precedentes que provocó en la
ciudad estadounidense de Houston. Existe la noticia, pero no el análisis.
Además, nada se dice que al mismo que el Harvey, fenómenos similares estaban ocurriendo en
otras partes del mundo. Algunos ejemplos: Al menos seis personas murieron tras el paso de la
tormenta Lidia en Los Cabos (México) que dejó 4.200 personas desplazadas. Las inundaciones
en India, Bangladesh y Nepal que han dejado 1.200 muertos y millones de desplazados, también
han sido ignoradas por los medios informativos de nuestro continente. Parecería que pretenden
convencernos que lo que no aparece en televisión no existe.
Lo que se pronostica
En la revista Nature, un grupo de científicos prevé que si dentro de tres años las emisiones de
efecto invernadero no fueran estabilizadas, el planeta pasará a otro tipo de clima con
consecuencias catastróficas: aumento del número de muertes causadas por el calor, incendios,
crecimiento del número de refugiados, además de una merma en las cosechas agrícolas.
Según un estudio realizado por investigadores del MIT y de la Universidad Loyola Marymount, el
calor puede convertir al Sudeste asiático una región inhabitable antes de 2100.
Un estudio realizado por investigadores estadounidenses y mexicanos muestra que el número de
especies de vertebrados disminuye a un ritmo sólo comparable al desaparecimiento de los
dinosaurios hace más de 60 millones de años. Hablan de la “sexta extinción en masa” y analizan
las “consecuencias catastróficas” de esa “defaunación“ para los ecosistemas, la economía y la
sociedad en general.
De acuerdo a un artículo de Science Advances, el derretimiento de los casquetes polares en
Groenlandia –región donde el calentamiento ocurre dos veces más rápido que en el resto del
mundo– se acelerará en los próximos años y si el hielo desaparece completamente, el nivel del
océano subirá siete metros.
Confirmando esta tesis, recientemente un buque gasero atravesó el pasaje Nordeste,
generalmente bloqueado por bancos de hielo sin ayuda de un rompehielos, haciendo realidad el
sueño de unir el Atlántico con el Pacífico a través del Estrecho de Bering.

¿Qué tienen que ver los sindicatos con el cambio climático?


En primer lugar, debemos definir claramente que una cosa es salir de la crisis y volver a recuperar
cierto nivel de actividad económica, y otra es salir del sistema. Mientras tengamos capitalismo
siempre tendremos crisis recurrentes. Podemos salir de la actual, pero volveremos a tener crisis
recurrentes.
Recién cuando sistemas como el esclavismo y el feudalismo entraron en crisis fueron
reemplazados por otros. El capitalismo, sistema hegemónico en el mundo, hace décadas que se
encuentra sumido en una profunda crisis, de la cual el cambio climático es apenas una muestra.
Pese a ser una crisis que ha llevado a la especie humana al borde de la catástrofe global, la
humanidad, encandilada por el consumismo, se resigna a sufrir los males renunciando a cualquier
intento de reemplazar el sistema que los provoca.
Partiendo de la base que solo no tiene fuerzas suficientes para derrotar al capitalismo, ¿cómo
puede contribuir el movimiento sindical es esa lucha? Sin intentar agotarlas, veamos algunas
posibilidades.
-Debemos convencernos y convencer que la lucha ambiental debe ser considerada como una
lucha de clases global entre el trabajo y el capital. Estas opciones posiblemente nos lleven a
revisar nuestra estructura y organización clásicas.
-Construir un frente unitario con las demás organizaciones y movimientos que se ocupan de los
temas climáticos y ambientales, teniendo en cuenta que muchas veces los mismos son vistos
como una amenaza al empleo.
-Frente a la crisis de representación política que experimenta un mundo, donde la extrema
derecha se perfila como una amenaza real, el movimiento sindical debe hacer oír su voz
reivindicando la necesidad de poner en el centro a la vida, las personas y la naturaleza, en vez del
lucro y los mercados.
-Enfrentar la opinión arraigada en nuestras propias filas y en la sociedad en general, de que
cambiar el actual estado de cosas es imposible, tan imposible que ni siquiera podemos imaginar el
fin del capitalismo. Por lo tanto, estamos obligados a imaginar otra forma de organización social.
El anticapitalismo no puede limitarse a la denuncia de la injusticia, es necesario elaborar y
construir una alternativa.

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