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En la era del hervor global, ¿quiénes son


los responsables?
Por José Seoane | 12/08/2023 | Ecología social

Fuentes: Rebelión [Imagen: Una de las olas de calor más extremas de 2023 se está produciendo en pleno invierno
austral. MetDesk]

La onda de calor en pleno invierno registrada en los días pasados en la región central sur de Sudamérica es
un aviso para nuestros pueblos de lo que viene sucediendo en el hemisferio norte, a nivel global y sobre lo
que vendrá.

Casi un mes atrás, en el primer artículo de esta serie, señalamos estas anomalías climáticas que ya
despertaban las preocupaciones de científicos y activistas: récord en la temperatura de superficie en el
Atlántico Norte, en la de los océanos a nivel global, en la retracción del crecimiento del hielo antártico en
plena temporada fría, en la de la superficie terrestre. Y referíamos también a las trazas de sequías e
incendios que se desplegaban por diferentes partes del mundo.

En este breve tiempo, el problema no ha hecho más que agravarse. Con una ola de calor histórica
recorriendo parte del hemisferio norte, el 27 de julio pasado la Organización Meteorológica Mundial y el
Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Comisión Europea confirmaron que el mes de julio fue el más
caluroso jamás registrado en la historia de la humanidad y se estima que, en términos anuales, el 2023
alcanzará similar récord. El propio Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en
conferencia de prensa afirmó: “la era del calentamiento global ha terminado; ha llegado la era del hervor
global […] El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es sólo el principio […] La única sorpresa es la
velocidad del cambio […] Las consecuencias son claras y trágicas” (Guterres, 2023, la traducción es nuestra).
Y dirigiéndose a los líderes mundiales exclamó “No más vacilaciones. No más excusas. Basta de esperar a
que otros actúen primero. Ya no hay tiempo para eso. Todavía es posible […] evitar lo peor del cambio
climático […] Pero sólo con una acción climática drástica e inmediata […] No más green washing (maquillaje
verde).  No más engaños” (ídem). Una interpelación que recuerda el tono de las advertencias formuladas por
Greta Thumberg y tantos activistas y movimientos a lo largo de años pasados.

Estas aseveraciones del Secretario General de Naciones Unidas tienen lugar cuando, al mismo tiempo,
avanza la persecución de estos movimientos en el Sur y también en el Norte. Recordemos que sólo un mes y
medio atrás, el pasado 21 de junio, el gobierno de Macron en Francia ilegalizó y decretó la disolución de la
organización socioambiental Les Soulèvements de la Terre bajo la acusación de terrorismo; y sólo, tras las
intensas críticas que esa decisión despertó a nivel local e internacional, el propio Consejo de Estado en
agosto suspendió dicho decreto. Les Soulèvements es un colectivo fundado en 2021 que cuenta con más de
180 comités locales a lo largo del país, y que, en marzo pasado, había promovido una multitudinaria acción
por el agua en la localidad de Sainte-Soline con la participación de más de 30 mil manifestantes. En la
misma dirección, en España y el resto de Europa se incrementaron los procesos judiciales a activistas, en un
contexto de emergencia ambiental donde estos movimientos crecen y avanzan, cada vez más, con formas de
desobediencia civil y acción directa. En Nuestra América y el Sur global conocemos bien estas
persecuciones y la trágica marca de asesinatos y amenazas, y de represión brutal a las protestas que
golpean a nuestros pueblos; particularmente, a los que se enfrentan contra el despojo extractivista, como
hoy sucede en la provincia de Jujuy en el norte de la Argentina.  

Mientras tanto, “el clima extremo se está convirtiendo en la nueva normalidad”, como lo definió Guterres en
la conferencia mencionada, afirmando que “todos los países deben responder y proteger a su población del
calor abrasador, las inundaciones mortales, las tormentas, las sequías y los incendios furiosos que se
derivan de ello [es necesario] salvar millones de vidas de la carnicería climática [climate carnaje en el
original]” (ídem). Y sólo es una cita textual de lo dicho por el propio Secretario General de las Naciones
Unidas días atrás.  

Ahora bien, conociendo las causas, la probable evolución y las consecuencias de esta catástrofe; sabiendo
perfectamente lo que hay que hacer para impedirla o morigerarla; ¿Cómo es posible que hayamos llegado a
esta situación? ¿Quiénes nos han conducido hasta esta pretendida “nueva normalidad”? ¿Quiénes son los
responsables de que ahora debamos pensar en sobrevivir en la “era del hervor global”?

El calentamiento global es resultado del incremento sustantivo en la atmosfera de los llamados “gases de
efecto invernadero” (GEI), particularmente del dióxido de carbono (CO2), y la solución obvia es reducir o
eliminar su emisión. Repasemos brevemente los datos científicos disponibles sobre ello. Si analizamos la
distribución de estas emisiones de GEI por país, sabemos que los 20 países más industrializados y ricos son
responsables del 80% (Guterres, 2023). Solamente, EE.UU., la Unión Europea, China, India, Rusia y Japón
emiten más del 65% del CO2 (Marchini, 2022). Si bien, considerando el total por país, el principal emisor hoy
es China; la distribución es completamente diferente si examinamos el tema en relación con la población,
siendo que los países con mayores emisiones de CO2 per cápita son los Estados del Golfo Pérsico, EE. UU.,
Australia y Canadá (ídem). A todas luces, los responsables del cambio climático resultan principalmente los
países más ricos, del norte y, en especial, los del viejo centro del capitalismo industrial. Tal es así, que la
Convención y los primeros acuerdos de Naciones Unidas sobre esta cuestión reconocían explícitamente
estas responsabilidades diferenciadas. Una desigualdad que se ensancha más aún si consideramos la
contribución por país a las emisiones de CO2 en términos históricos, un rubro donde sólo las emisiones de
EE.UU. y la Unión Europea representan el 47% (ídem). Siendo que el dióxido de carbono permanece en la
atmósfera por cientos de años, la emisiones incrementadas desde la I° Revolución Industrial, por Inglaterra
primero, en base a la máquina de vapor y el consumo de carbón, constituyen una deuda climática
significativa que tiene el Norte con el Sur.

Examinemos el aspecto social del cambio climático. El 50% de la población mundial con menores ingresos
solo es responsable del 7% de las emisiones mientras que el 10% más rico es el culpable de casi el 50% de las
emisiones de CO2 anuales (Chancel y Piketty, 2022). De modo incuestionable, el cambio climático está
vinculado a un modo de vida imperial del que goza solo una pequeña porción de la sociedad (Brand y
Wissen, 2021) y su resolución conlleva cuestionar este patrón de distribución y consumo donde
inevitablemente la justicia climática y la social marchan íntimamente unidas. La injusticia es de tal
magnitud que los países y poblaciones que menos han contribuido y contribuyen al cambio climático, los
más pobres y menos industrializados, son los que más sufren y sufrirán los efectos de esta catástrofe en
progreso.

Finalmente, podemos considerar las emisiones de CO2 por sector de actividad económica y matriz
energética. Considerando todos los gases de efecto invernadero, según mediciones de 2019, el 34% de las
emisiones proviene de la industria, el 22% de la agricultura, y el 16% del transporte y de la infraestructura
edilicia (Marchini, 2022). Resulta claro que una reducción radical de las emisiones supone una
transformación profunda de las formas de producción y de vida. Respecto de las fuentes de energía, los
datos son aún más elocuentes; para 2019 más del 84% de las emisiones corresponden al consumo de los
llamados combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que, paradójicamente, sigue incrementándose a nivel
global (ídem).
No se trata sólo de un problema de resolución tecnológica, no se soluciona simplemente con el desarrollo de
energías renovables y menos si la transición queda bajo control corporativo. En su excelente libro, Andreas
Malm (2020) demuestra, con una sustanciosa evidencia empírica, que la opción por una industrialización en
base a la máquina de vapor y el uso del carbón en la Inglaterra del siglo XIX no se basó en un cálculo de
rentabilidad ni de eficiencia tecnológica sino en el hecho de que resultaba la mejor opción para los
industriales ingleses en el objetivo de debilitar las demandas y fuerza de los trabajadores. Una opción del
capital contra el trabajo. También, a principios del siglo XX se fabricaban autos eléctricos -el famoso Detriot
Model D, entre otros-, pero socialmente se impuso el del motor de gasolina. Las opciones tecnológicas se
sustentan en intereses sociales.

Cuando las olas de calor nos agobien, o las lluvias inunden la vida de las poblaciones urbanas, o las sequías
provoquen desertificación e incrementen los precios de los alimentos y los incendios vuelvan irrespirable el
aire, cuando se intensifique lo que ya está sucediendo, sabemos bien quienes son los responsables, quienes
defienden sus escandalosas ganancias y su super-bienestar a expensas de la mayoría de la población
mundial. Enfrentar esos sectores e intereses, ese es el desafío que el cambio climático le impone a nuestros
pueblos  y a la humanidad.

Bibliografía:

Brand, Ulrich y Wissen, Markus 2021 Modo de vida imperial (Buenos Aires: Tinta Limón).

Chancel, Lucas y Piketty, Thomas 2022 “La descarbonización exige redistribución” en Thumberg, G. (comp.)
El libro del clima (Madrid: Lumen)

Guterres, Antonio 2023 “Secretary-General’s opening remarks at press conference on climate”, 27 de Julio.
Disponible en http://www.un.org/sg/en/content/sg/speeches/2023-07-27/secretary-generals-opening-
remarks-press-conference-climate (la traducción al español es nuestra)

Malm, Andreas 2020 El capital fósil (Madrid: Capitan Swing)


Marchini, Timoteo 2022 “El efecto invernadero”, en AA. VV. Clima (Buenos Aires: El gato y la caja)

Seoane, José 2023 “El futuro (colapso ecológico) ya llegó. El super Niño en la super crisis climática”

José Seoane. Sociólogo, investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), Fac. de
Ciencias Sociales, UBA.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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