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“No hay tormenta que dure para siempre, y tras ella llega la

paz que se desea”

Allá por el siglo XVIII en mi país, Inglaterra, estábamos transitando por una
época de transformaciones profundas y radicales; en lo económico, social y
“tecnológico”. La piedra angular de esta revolución fue constituida, entre
tantos cambios, por la electricidad, desencadenado nuevas técnicas y
tecnologías laborales quienes, nosotros, los trabajadores debíamos
implementar.

Tuvimos que adaptarnos... no fue fácil. La realidad laboral de la época no se


caracterizaba por brindar las mejores condiciones, sino por lo contrario.
Empezando por la ausencia total de garantías, jornadas de trabajo excesivas,
¡por doce horas o más! No había sistemas de previsión, de salud y menos de
salarios mínimos, la suma de dinero que recibíamos no cubría nuestras
necesidades básicas. Algo aún mas triste era el lugar donde nos tocaba vivir.
En condiciones de hacinamiento con falta de higiene. En los suburbios que
vivíamos, en nuestro propio hogar, si así podemos llamarlo, nos
contagiábamos de epidemias y de todo tipo de enfermedades. Estos tipos de
malestares atravesábamos día a día,

Y como se dice en algún lugar... “No hay tormenta que dure para siempre, y
tras ella llega la paz que se desea”. Llegó, nalmente llegó ese momento tan
esperado en el que logramos organizarnos. Trabajadores provenientes de
todos los rubros, como ser artesanos, obreros, tejedores ingleses, entre
muchos otros, decidimos tomar el modelo de los gremios medievales. Nos
organizamos en hermandades y comenzamos a unirnos como nunca antes
para avanzar, ayudarnos mutuamente y reclamar las mejoras laborales que
merecíamos, hasta un punto que llegamos a cuestionarnos la
industrialización. El trabajo en equipo era fundamental, a la hora de
plantear un reclamo o mejora siempre se hacia en equipo.

Recuerdo que; los primeros en repudiar las condiciones económicas fueron los
ludistas, un movimiento sindical que surgió en el siglo XIX. Estos se oponían
a la incorporación de maquinarias en los procesos de producción textil. Tan
fuerte era la oposición que hasta los llevó a quemar maquinarias que
lentamente esta conducta in uiría también en la de los trabajadores rurales.
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Con el tiempo descubrimos que no nos encontrábamos en contra de las
maquinarias, sino en contra de los empresarios, en contra de la burguesía.
Ellos eran quienes decidían sobre nuestro salario, el tiempo de nuestras
jornadas labórales y entre todos los temas que nos llevaron a la
desconformidad y a levantarnos por la mejora de nuestras condiciones
laborales y ademas por nuestros derechos políticos, como la libertad de
expresión, el voto y la asociación.

Nuestra lucha y rebeldía, huelgas y manifestaciones traían adjuntos algunos


problemas y enfrentamientos. Todos nosotros, los trabajadores, fuimos
víctimas de la opresión por parte de los empleadores, rechazados por parte de
la sociedad, sufrimos represión por parte de las fuerzas de seguridad y
despidos masivos, pero aún así, logramos la limitación de la jornada laboral,
prohibición del trabajo infantil, y de mujeres y adolescentes en mineras,
aprobación de leyes que garantizan la seguridad en las fábricas y el
surgimiento de sistemas de seguridad social.

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