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CRÓNICA DEL NUEVO

GÉNESIS

Alexiel Vidam

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PARTE 1

I
El Secuestro

Cuando todo empezó, corría el año 37 del Nuevo


Génesis. Mi madre había fallecido después de
luchar varios meses en coma contra esa extraña
enfermedad. El entierro se realizó justo antes del
toque de queda, por esa aversión que mi padre
sentía hacia el sol.
Aún con el cielo naranja y las primeras
nubes negras sobre el firmamento, Víctor Barich
llevaba los anteojos oscuros. Ni una lágrima sobre
el rostro. Albert y yo nos tomábamos de la mano.
Yo lo sostenía fuerte. De alguna forma, aquel
acontecimiento era descorazonador para ambos;

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para él, porque con sólo diez años, supongo,
todavía existía esperanza; para mí, por comprobar
que no sentía absolutamente nada.
Para ser sincera, tenía la sospecha de que
era así desde hacía ya algún tiempo. Albert y yo
nos abrazábamos bajo la mesa para no recibir el
impacto de los vidrios que salpicaban con gotas de
lluvia tóxica y sangre. Albert siempre preguntaba si
mi padre llegaría, tal cual se lo preguntaba yo a mi
madre, sentada con la mirada perdida y soltando
bocanadas de humo. Sus ojeras eran lo que más
resaltaba en aquel rostro amarillento de frente
brillosa. La noche en que mamá cayó en coma, yo
me quedé sin saber a quién preguntar, y creo que
también perdí el interés en hacerlo.

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Al día siguiente del entierro, decidí acompañar a
Albert a la escuela. Habían anunciado lluvia ácida,
así que hubo que ponerse la mascarilla y el
impermeable de neopreno. Parecíamos dos bichos
humanoides con enormes ojos de mosca y trompa
de zancudo. Cuando la lluvia por fin paró, pudimos
observar con mayor claridad los efectos de la
masacre de la noche anterior.
Los zombis siempre dejaban sus restos de
comida desperdigados por doquier, y los militares
siempre dejaban los restos de sus tristes victorias
pudriéndose en el asfalto.
Hacía diez meses que las cosas estaban
fuera de control, y mes a mes se corría el rumor de
que acabaríamos por desaparecer. Sin embargo,
ello no ocurría; por más deprimente que fuese el
panorama, la gente no dejaba de procrear; y es que
el gobierno adoptaba políticas muy fuertes para
impulsar la natalidad. Y no sólo aquí… sucedía en
todo el mundo. Se veía en las noticias. Desde

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medidas dictatoriales hasta beneficios a los cuales
los más desesperados acababan por aferrarse… a
estas alturas del partido, todos estábamos
desesperados, sólo que unos nos dábamos menos
cuenta que otros.
Yo era de quienes menos lo notaban. El
entretenimiento más popular durante mi infancia,
era el juego del “coche-bomba”. Todos
simulábamos lo que veíamos día a día a nuestro
alrededor, en las pantallas de nuestros televisores
y en las noticias que llegaban desde el ordenador y
por todos lados: autos cargados de explosivos
estallando al costado de la población civil, dejando
desperdigados los restos de niños, ancianos,
mujeres y hombres sin distinción de edad, sexo,
raza, profesión o condición social. Uno de los niños
alzaba la voz del “¡Coche-bomba, coche-bomba,
corran!”, y todos debíamos correr. Quienes no
corrían, estaban muertos.

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Cuando dejé a Albert bajo techo, ambos nos
quitamos las máscaras. Antes de pasar a sentarse
en su carpeta, me miró fijamente y preguntó:
“¿Crees que ellos se llevaron a mamá?”. Yo no supe
qué responderle, así que dio la media vuelta e
ingresó con paso resignado. Yo volví a colocarme la
máscara y salí.
La escuela secundaria estaba a unas pocas
cuadras. Albert y yo, en cierto modo, éramos niños
privilegiados, pues seguíamos asistiendo a clases y
nuestras aulas no se caían por pedazos. Ahí
asistíamos los hijos de los políticos y la gente con
dinero en general. Mi padre era Víctor Barich,
vicepresidente de la organización Genius. Yo no
sabía mucho de él, pero en las noticias y en la
escuela decían que era un hombre muy
importante. Parte de nuestra educación consistía
en comprender la importancia de Genius y su

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papel fundamental en combatir a la amenaza de
los Knights.
Si mi padre era un sujeto tan poderoso…
¿cómo es que no había conseguido acabar con los
Knights en diez años? Por el contrario de mejorar,
las cosas parecían ir a peor… sobre todo desde que
los Knights soltaron ese terrible virus o lo que sea
que creaba a los zombis.
No, mi madre no había padecido de ese
virus, pero yo sentía que su muerte —post-coma y
depresión— tenía mucho que ver con todo lo que
nos rodeaba y también con mi padre. Así que
cuando Albert me preguntó si ellos se llevaron a
mamá, yo en el fondo tenía ganas de decirle: “Sí
Albert, ellos y nuestro padre se llevaron a mamá”.

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Aquella tarde muchas personas se acercaron a
darme el pésame.
Es incómodo que de pronto, mucha gente
con la que nunca intercambias palabra, se acerque
a ponerte la mano sobre el hombro porque vio
sobre la muerte de tu madre en las noticias.
Esa misma tarde tocaba el chequeo general.
La Organización de las Nuevas Naciones Unidas,
en cooperación con Genius y los ministerios de
salud de los distintos gobiernos, organizaban esos
exámenes desde el final de las Guerras Científicas.
Tenía sentido, pues el mundo estaba sumamente
contaminado y aún afectado por la radiación en
varias zonas; a menudo, uno de tres hijos nacía
con alguna enfermedad extraña.
Los maestros siempre me habían dicho que
Genius era la organización que velaba por la paz y
el uso correcto de la tecnología y la ciencia después

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de la catástrofe de las Guerras Científicas. Mi
padre velaba por la humanidad.
En el fondo, hubiese querido saber más
sobre mi padre de lo que me contaban por ahí…
Sin embargo, aquella tarde grisácea y plagada de
aire contaminado, descubrí que era mucho mejor
no enterarse.

“Estire el brazo” —me dijo la enfermera mientras


pinchaba por enésima vez en el mismo lugar.
Siempre le ofrecía el brazo contrario y siempre me
pinchaba sobre la misma vena morada de la
revisión anterior.
Luego seguían una serie de tomografías,
resonancias… muestras de todo tipo, incluso de
cabello piel, saliva… y un montón de métodos que

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nunca supe bien para qué servían, pero ya eran
parte de la rutina de chequeos mensuales. La
mayoría de mis compañeros odiaba esas rutinas;
yo aprendí a insensibilizarme ante ellas. Es mejor
poner la mente en blanco o trasladarte
imaginariamente hacia otra parte, especialmente
en ese momento en que un montón de sujetos en
guardapolvo y mascarilla blanca te desviste y
comienza a palpar tu cuerpo de forma invasiva.
Cuando todo acabó me puse nuevamente el
uniforme escolar. Era hora de recoger a Albert.
Al llegar a casa, me obligué a mí misma a
contarle algunas historias y anécdotas inventadas,
mientras servía la comida para ambos. Sólo
comeríamos ramen —y la culpa era mía, pues me
había olvidado de hacer las compras—, pero a
ninguno de los dos le importaba.

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Ya en su cama, le costó un rato cerrar los
ojos, pero cuando lo hizo, durmió profundamente.
Se sentía agotado.
Yo me dirigí a mi habitación, me puse el
pijama y me acosté.

Lo que me despertó, fue la intensa y violenta


penetración de una aguja delgada y filuda sobre la
vena morada de mi brazo. Sentí cómo el alarido de
dolor emergía desde mis entrañas como una
inmensa bola de fuego, para ser inmediatamente
atorado por una mano forrada de látex. Me taparon
la boca y la nariz. Mientras tanto, mis párpados
perdían fuerza y mi cabeza giraba y giraba
mientras en mis ojos se iban volviendo cada vez
más borrosas las cuatro imágenes de seres con
bata blanca.

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Perdí el aliento.

Las Guerras Científicas se iniciaron en el año 2025


D.C., y se extendieron hasta el año 2033 de ese
mismo calendario. Según los registros, todo
comenzó con una “inocente” visita por parte de
investigadores norteamericanos a laboratorios en
Rusia y Ucrania, con el fin de realizar un
intercambio de conocimientos. En realidad, se
trataba de una investigación militar encubierta.
Los espías estadounidenses descubrieron que en
esa zona se realizaban experimentos humanos que
eran financiados por el gobierno chino, y apoyados
militarmente por el Estado norcoreano.
Alegando una intervención en pos de los
derechos humanos y de evitar la posibilidad de
alguna guerra con armas biológicas, Estados

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Unidos invadió y destrozó los laboratorios secretos
de Kiev, donde se realizaban los experimentos que
tomaban de base cruentas investigaciones
realizadas durante la Guerra Fría y la II Guerra
Mundial. Volvieron a sonar los casi olvidados
nombres del Dr. Mengele y el Dr. Aribert Heim,
también conocido como “Doctor Muerte”. Por
supuesto, las personas de las zonas cercanas
también murieron durante el bombardeo final a
Kiev.
De manera inevitable, surgió el conflicto que
terminaría aliando y enfrentando a las principales
potencias en dos diferentes bandos. Se inició la III
Guerra Mundial, también conocida como Guerra
Científica.
Abrí los ojos. Papá se encontraba sentado al
pie de mi cama. Él nunca había tenido ese tipo de
gestos. De hecho, era muy raro verle en casa a esa
hora. Generalmente, se iba incluso antes de que
Albert y yo nos fuésemos al colegio.

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—¿Cómo te sientes esta mañana, Alexia?
—me preguntó.
Miré hacia un costado y lo pensé un
momento.
—Creo que bien —le dije—. Sólo tuve una
pesadilla.
—¿Qué tipo de pesadilla...?
Nuevamente quedé en silencio unos
segundos.
—Es extraño —contesté—, pero no la
recuerdo bien… más allá de ese pinchazo. Luego
tuve una serie de recuerdos sobre cosas que hemos
visto en clase. Lo cierto es que no parecía haber
mucha ilación entre una cosa y otra…
Mi padre me acarició la pierna por encima
del edredón.
—Debes estar muy estresada —me dijo, y
por primera vez en mucho tiempo, fui consciente

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de que le veía sin lentes de Sol—. Es normal, Alex,
lo de tu madre es aún muy reciente… —Se calló
unos segundos—. Tienes unos hermosos ojos,
iguales a los de ella. ¿De qué color son? Verdes,
amarillos, pardos… Esa mezcla de cosas
indefinibles que te hace especial. Lástima que tu
hermano heredase los míos.
Mis iris cambiaban de color según la luz, y a
veces pienso que también según las cosas que
pasaban por mi cabeza. Mi madre me dijo alguna
vez que los suyos eran así, sólo que durante los
últimos años, cuando no se volvió a levantar,
siempre lucían de un color café oscuro, casi tan
oscuro como el de los ojos de papá.
Albert tenía los ojos de ese color, sólo que su
mirada era mucho más dulce.

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—La siguiente pregunta significa dos puntos extra
en el examen —dijo el maestro.
Un rayo de luz cegadora se colaba entre las
nubes y provocaba un reflejo perturbador en las
ventanas. Levanté la mano hacia el rostro más por
instinto que por interés en la pregunta.
—Aún no he hecho la pregunta, Barich.
Escuché las risillas a mi alrededor.
—Profesor, ¿puedo cerrar las persianas?
Tampoco era capaz de percibir los ojos del
maestro por culpa de los vidrios de sus gafas, que
tenían el mismo efecto de las ventanas ante ese
rayo de sol rebelde entre las nubes.
—Adelante.
Me levanté.

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—¿En qué año del antiguo calendario se
fundó el Acuerdo de Paz de la Tierra Unida?
—continuó el maestro.
Sin llegar a sentarme, levanté otra vez la
mano.
—Barich, ¿qué sucede ahora con las
persianas?
—Nada, profesor; es que sé la respuesta.
Los cuchicheos no se hicieron esperar; no en
vano me había ganado la fama de “empollona”1.
—Te escucho.
—En el año 2025 después de Cristo.
Inmediatamente, me senté.
—Muy bien, Barich. ¿Y nos puedes contar
qué otros acontecimientos de repercusión mundial
se dieron durante ese año?

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Me detuve a pensar por algunos segundos.
—¿El año, señor? —pregunté.
—Sí, alumna, eso es lo que he dicho.
Otra vez las risillas.
—Quise decir —añadí—, que si se refería al
año en el sentido de 365 días en conjunto, o
específicamente al número de año.
La clase quedó en silencio. El maestro se
acomodó la montura de los anteojos e hizo una
media sonrisa.
—Sí, alumna; me refería al año en cuanto a
lapso de tiempo.
—Bien —contesté—. Durante ese año se
fundó el calendario del Nuevo Génesis, pasando el
año 2033 D.C. a ser nominado como año 1 A.N.G.,
por las siglas del inglés “After New Genesis”.
Durante el año 1 A.N.G., el único año de la historia
con menos de 12 meses, se plantearon las nuevas

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fronteras, pero la última negociación acerca de
éstas se realizó en la primera mitad del año 3.
Tomé un poco de aire.
—Volviendo al año 1, entonces se fundaron
también la Organización de las Nuevas Naciones
Unidas y la organización Genius.
La imagen de mi padre vino a mi cabeza.
—Muy bien, Barich —contestó el maestro—.
Los dos puntos son tuyos.
Hubo protesta por parte de algunos
compañeros. La gente solía pensar que llamarse
“Barich” implicaba alguna ventaja. Nada más lejos
de la realidad.
En ese momento me salvó el timbre; la
llamada a recreo hizo que se olviden de mí.
Todos salieron, pero yo fui detenida por el
maestro.

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—¿Sucede algo, profesor? —pregunté.
—El director quiere hablar contigo en su
oficina.

Mientras caminaba hacia la oficina del señor Prats,


me preguntaba qué clase de mala noticia tendría
que darme.
Antes de llegar al despacho, pasé por la
puerta de la cafetería, donde se escuchaba desde
adentro el sonido de la radio anunciando la muerte
de cincuenta personas a causa del último
atentado.
Sudé frío por un instante, pero justo en ese
momento llegó un mensaje telefónico de Albert.
Respiré aliviada.

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Supuse que me llamaban por algún tema
académico, pero tampoco tenía idea de qué podía
ser, pues no solía tener problemas de ese tipo.
Toqué la puerta de la oficina y la voz del
director me invitó a pasar. Entré. Estaba
acompañado por dos hombres grandes y fornidos
vestidos con traje negro. Los lentes oscuros de los
sujetos se parecían a los de mi padre.
—Estos dos señores son tus
guardaespaldas, Alexia.
—¿Guardaespaldas…? Yo nunca he tenido
guardaespaldas.
—Todos los alumnos de esta escuela los
tienen, Alexia, sólo que tu padre, así como la
mayoría de padres de los alumnos, consideran más
adecuado tenerlos en secreto hasta de sus propios
hijos.

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Hace algunos años, los terroristas mataron a
los guardaespaldas de un compañero. Supuse que
lo que decía el señor Prats tenía sentido.
—Ellos siempre te han estado vigilando, sin
que tú lo supieras.
Aun viviendo en medio de una guerra no
declarada, la frase “ellos siempre te están
vigilando”, me hizo sentir bastante incómoda.
—Debe venir con nosotros, señorita —dijo
uno de los dos hombres.
—¿Adónde…? —pregunté.
—Su padre quiere verla.
Afuera había un coche negro de lunas
polarizadas. El conductor tenía un rostro
inexpresivo, así como la misma vestimenta y
fisonomía que los guardaespaldas; como si
hubiesen sido fabricados en un mismo lugar y a
una misma medida.

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El primer sujeto entró en la parte trasera del
auto y el otro me abrió la puerta para que ingrese.
Subí y luego él subió.
Lo que vino después, fue un pañuelo
tapándome la cara.

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II
Amigos o enemigos

Pasé bastante tiempo preguntándome qué habría


después de la muerte. Cuando la muerte camina a
diario junto a ti o detrás de ti, y masacra todos los
días a un centenar de gente, te preguntas
constantemente qué es lo que viene después. O
—mejor dicho— sientes la necesidad de creer que
hay algo después.
Después de un tiempo, yo concluí que, si
había algo, tampoco importaba, pues de ningún
modo sería yo.
Me quedaba claro que un cadáver no era
igual a la persona viva. Cuando pasaba por alguna
calle y me topaba con un cuerpo desangrado e

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inmóvil, lo reconfirmaba. Los cadáveres tienen un
color de piel desteñido, casi como el de la tiza; su
textura parece de cera y se ve tan densa como la
piel de los pollos en el mercado. También tienen un
hedor particular y se percibe, aún sin tocarlos, que
pesan mucho. Incluso pareciera que el rostro
pesara —si acaso estuviese completo—. Ese cuerpo
no se mueve, no respira, no habla, no camina… es
incapaz de sentir; no es un “yo”.
Sin embargo, la energía que mueve el
cuerpo, tampoco es un “yo” por sí mismo. Nuestros
deseos, sentimientos, emociones, sensaciones,
necesidades, se traducen en hormonas, neuronas,
neurotransmisores… Podemos decir que nuestra
capacidad de sentir, que sería lo que nos hace
humanos, depende íntimamente del cuerpo; así,
cuando sentimos sed, bebemos agua, cuando
sentimos hambre, comemos, y cuando sentimos
necesidad de amor, queremos un abrazo… El amor,
se traduce en esa necesidad del ser humano de
reproducirse, de sentir el calor físico de alguien, y

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de comunicarse a menudo para confirmar su
propia identidad. Cuando nos comunicamos,
entendemos que existimos. Es por esto que
necesitamos el cuerpo, y es por eso que tu “alma”
tampoco eres tú. Tú desapareces cuando tu cuerpo
y tu “alma” se separan; ya no estás.
La pregunta verdaderamente enigmática
es… ¿qué pasa cuando un día, de pronto y de
manera brusca, te despiertas siendo otra persona?

Realmente me costó recordar cómo los había


matado. Creo que no era yo en ese momento.
“¡Se ha salido de control!” —un sujeto de
blanco gritó exaltado. Inmediatamente después, su
cabeza se desprendió y rodó junto a su cuerpo. En

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el momento en que me limpié la sangre del pecho,
noté que estaba desnuda. En los brazos todavía
tenía las marcas de los cables y en mi frente latían
aún los pinchazos de las inyecciones y las
descargas eléctricas. La pared que tenía en frente
se hizo pedazos y corrí a través de ella.
“¡Rápido, presiona la alarma!” —escuché
tras de mí.
La alarma empezó a sonar. No paré de
correr.
Cada pared que se me atravesaba caía
hecha trizas.

Alcancé la calle y ya estaba oscuro. Ya había


empezado el toque de queda. La vía parecía
desierta, pero sabía que los militares no tardarían

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en aparecer. Mi cuerpo percibía el frío, pues traía
la piel de gallina, pero yo no era capaz de percibirlo
realmente. La adrenalina o lo que sea que hubiese
sucedido en aquel laboratorio, me había
endurecido. Ni siquiera sentía vergüenza por mi
propia desnudez.
Me apresuré en movilizarme por las
esquinas. Por alguna razón, me sentía más rápida
que nunca. En la escuela era hábil para los talleres
de atletismo y de Artes Marciales, en los cuales me
refugiaba por horas cuando no quería volver a
casa, pero esto que estaba ocurriendo era fuera de
lo común. Lo que antes tardaba minutos, ahora
tardaba unos pocos segundos, lo que antes eran
segundos se había transformado en milésimas. Tal
vez así conseguiría alcanzar a Albert para escapar.
Frente a la entrada de la casa, sin embargo,
recordé que antes ya había buscado a Albert.
Recordé su mirada de terror a la hora de obligarle
a despedirse.

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Entonces me di la media vuelta y los vi. No
eran los militares; era una manada de zombis.
“No hay tiempo para pensar” —me dije. Hice
con ellos lo mismo que con las puertas del
laboratorio. Sólo tuve que pensarlo y estallaron en
pedacitos.
Caminé por encima de sus restos sin rumbo
fijo, guiándome únicamente por el instinto. En mi
ruta me topé con varios soldados armados y otra
pila de muertos-vivos.
Todos volaron. No hice distinción alguna.
Los militares empezaron a disparar; conseguí mirar
entre las balas y moverme. Ninguna me tocó. Los
zombis tampoco me alcanzaron. Varios cayeron
entre las municiones perdidas de los militares.
Algunos zombis devoraron a uno que otro soldado.
Mientras tanto, yo empezaba a incomodarme
con el hedor de la sangre que me había salpicado

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por todo el cuerpo. En ese preciso instante, ellos
aparecieron.
Eran dos. Llevaban una especie de coraza
plateada hecha de un material que no conseguía
reconocer. Estaba muy ceñida al cuerpo y su forma
era bastante particular, pues poseía una serie de
protuberancias y formas que hacían recordar a la
anatomía de los insectos. Los sujetos tenían el
rostro parcialmente cubierto por una visera
cristalina de la cual emergía un par de antenas. La
parte descubierta del rostro revelaba una piel
albina, que traslucía algunas venas azul-verdosas.
Las cabelleras blancas quedaban al descubierto.
El de larga melena se me acercó. Por la
fisonomía y la voz, distinguí a una mujer.
—Debes venir con nosotros —me dijo.
Quise hacer lo mismo que con mis otros
perseguidores y la aventé hacia atrás sin siquiera
tocarla, pero se incorporó rápidamente. No tuve

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tiempo de pensar en un modo de escapar; los
zombis reaparecieron.
—Yo me hago cargo —dijo el otro sujeto.
Instantáneamente, vi los cuerpos
putrefactos de los zombis elevarse y comenzar a
chocar entre ellos. El sujeto los estaba
manipulando mentalmente. Luego la mujer se
acercó y de su armadura se desprendió una lluvia
de tentáculos que enrolló a los zombis y los hizo
pedazos.
—Nunca puedes con tu genio… —dijo el
otro.
—No hay tiempo para discutir —contestó su
compañera—, se aproximan más.
Efectivamente, se veía venir una marea de
muertos-vivos. Yo me había quedado paralizada
por el espectáculo. Entonces reaccioné y decidí que

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era hora de echar a correr. No fue posible. Alguien
me tumbó.

Si tuviese que denominar al dios de nuestra era,


éste podría tener varios nombres: la ciencia, la
tecnología, Genius, la ONNU, los propios Knights,
las grandes corporaciones o la humanidad entera…
Hace 37 años, el hombre creó nuevas
fronteras entre países; luego de haber causado el
Apocalipsis con sus propias manos, hubo que unir
los restos de tierra que quedaron en pie; aquellos
que no se volvieron polvo o se hundieron en el
fondo del mar. Ante la política de formación de los
nuevos países, surgieron los nuevos movimientos
xenófobos, pero éstos fueron oprimidos o incluso

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abolidos por las políticas de Estado que
fomentaban la natalidad a niveles desesperados.
La humanidad construyó un nuevo mundo
desde las cenizas. La ciencia construyó y
deconstruyó sus propias leyes, y con ella, nuevas
formas de vida… o de vencer a la muerte.

Abro los ojos y me encuentro completamente


perdida. Intento reconstruir las imágenes vagas
que llegan a mi mente. Intento recuperar mi
identidad.
Observo la ropa que traigo puesta y distingo
una bata de hospital. Estoy en una camilla, con un
electrocardiograma al costado. La habitación es
blanca.
La puerta se abre. Por ella entra una mujer
de unos treinta y dos o treinta y tres años. Por la

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vestimenta puedo notar que es alguna doctora o
científica. El cabello rubio amarrado en una cola y
detrás de sus lentes se distingue un par de ojos
azules. Trae una libreta consigo.
—Veo que por fin despertaste —dice.
—¿¡Dónde estoy!?
Nuevamente, una tremenda punzada
eléctrica atraviesa mi cráneo.
—Es mejor que evites exaltarte o hacer
mucho esfuerzo —responde fríamente—. Al menos
por ahora. Al haber invertido tanta energía de
golpe, nos ha costado cierto trabajo mantenerte
con vida. Eso sin contar con que Tanya tuvo que
desmayarte para que no causes problemas.
Cuando la furia te taladra el cráneo, no
tienes más remedio que tragarla.
—¿Qué es lo que ha pasado? —es todo lo
que atino a decir.

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Esta mujer, sin embargo, parece no
escuchar mis preguntas.
—Soy la Doctora Lucrecia Crawford —me
dice.
Yo no se lo había preguntado.
—Te encuentras en la base de los Knights,
sede Nueva Hispania. Como verás, todas tus
heridas han sido curadas.
Apenas en ese momento, soy consciente de
que traigo algunas cicatrices.
—Además, nuestro líder, el señor O’Brian,
ordenó que se te retirase el parásito del cráneo.
Aidan O’Brian, el criminal más buscando a
nivel internacional. Era el cabecilla del grupo
terrorista autodenominado “Knights”.
—¿¡Parásito!? —reacciono de pronto.

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Para variar, la mujer siguió hablando sin
escucharme.
—Ha sido una operación difícil; un ser
humano cualquiera no hubiese podido resistirla,
pero tú lo hiciste, lo cual ha corroborado el interés
de nuestro líder hacia tu persona…
Silencio.
—Para liberarte, presiona el botón rojo de tu
extremo derecho.
Presiono el botón. La única información que
he logrado procesar, es que quiero largarme de
aquí.
En lugar de conseguirlo, comienzo a ser
electrocutada.
—¡Ah!, lo siento, olvidé apagar el sistema de
seguridad.
La científica baja una palanca en la pared.
Yo quiero arrancarle la cabeza. Me paro

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rápidamente y pretendo caerle encima para
anularla y salir, pero sigo tan mareada que caigo
de cara al suelo. La científica trata de ocultar una
risa. Me lanza una tarjeta con un código.
—Aquí tienes la llave de la gaveta. Es la que
está ahí en la pared, a tu mano izquierda. Ahí
podrás encontrar ropa limpia. Te dejaré un
momento para que te cambies.
Da unos pasos hacia la salida y gira un
momento sobre su hombro.
—Te recomiendo no perder el tiempo
intentando buscar alguna ventana por dónde
escapar… Nos encontramos en una base
subterránea.
Sale y cierra la puerta.
En el casillero encuentro unos jeans, una
camiseta, ropa interior, un par de medias y unos
tenis. También hay una cinta para el cabello, pero

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la ignoro completamente pues siempre he odiado
amarrármelo. Me visto rápidamente y salgo.
En la puerta hay dos guardias. Los derribo y
empiezo a correr. Alcanzo el elevador y entro.
“Rápido, al piso 1”.
Me invade un recuerdo repentino: Albert y
yo corriendo escaleras abajo.
“¡Rápido, Albert, tenemos que salir de aquí!”
Alcanzamos la salida y avanzamos varias
cuadras. Él ya no puede correr. Entramos en un
callejón y paramos ahí. Me asomo un momento y
veo a los guardaespaldas en traje negro.
Vuelvo al presente. He recordado que ya les
había visto antes de aquella vez en la escuela…
No era la primera vez que escapaba de aquel
laboratorio.

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Se marca el piso 1. No es tiempo de interpretar
recuerdos ni lagunas mentales.
Se abre el ascensor. Hay más guardias con
ametralladoras.
“¡Alto!” “¡Ni un paso más!”
No me detengo. Empiezan los disparos.
Nuevamente, la escena se llena de sangre; sangre
que no me pertenece.
He sido yo.
Matar o morir. Se llama “instinto de
supervivencia”.
En medio de la confusión, ellos también se
disparan los unos a otros.

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Vislumbro una puerta. Presiono el botón y
sin pensarlo dos veces, atravieso. Pero no es la
salida.

Habitación oscura. Lo único que está iluminado, es


el escritorio de ese hombre de traje, cabello
engominado y rostro impenetrable. Al costado de
él, se encuentra una joven de cabello negro y tez
blanca.
Empiezo a perder la paciencia.
—¿¡Dónde está la salida!?
Silencio.
—¿¡Es que no me has escuchado!? ¡Puedo
destruir todo esto si quiero!

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—Aún no sabes cómo controlar ese poder
—responde el sujeto sin inmutarse.
Decido hacerlo explotar, pero algo me
detiene. Un rodillazo me ha dejado repentinamente
sin aire. Alzo la mirada y la joven de cabello negro
está frente a mí. Me incorporo tan rápido como el
dolor me lo permite. Abro la palma de la mano;
vislumbro por primera vez esa llama azul que es
capaz de arrasarlo todo y decido quitarle la vida.
La voz de O’Brian se dirige a mí nuevamente.
“Si sobrepasas el límite, tu cuerpo
explotará”.
Cuando termina la frase, me veo atrapada
por una telaraña de hilos metálicos que emanan
del cuerpo de la joven que tengo en frente. Son
demasiado resistentes. No soy capaz de romperlos.
Comienzo a gritar hasta que se me apaga el aliento.
—Buen trabajo, Tanya —dice el sujeto.

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La muchacha asiente y, haciendo un
movimiento de manos, me libera. Los hilos
desaparecen. Caigo pesadamente al suelo. O’Brian
le hace otra señal. Ella saca una botella de agua de
su chaqueta y me ofrece un poco.
“Bebe” —me dice, y yo reconozco la voz de
mi secuestradora; la mujer de coraza plateada. “Te
odio” es todo lo que quiero decirle, pero en vez de
eso trago el agua.
—Es mejor que dejes de causar tantos
problemas, Barich, o no podremos ayudarte —dice
el hombre.
Sigo tragando agua.
—Sé que quieres salvar a tu hermano y yo
soy el único que puede ayudarte con eso… pero
antes, debes recordar algunas cosas y para eso
necesito que te quedes quieta.
O’Brian hace una señal hacia uno de sus
costados y esta vez un muchacho de unos veinte

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años, aparece de entre las sombras. Se me acerca y
me pone la mano sobre el hombro. Siento que
empiezo a recuperarme.
—¿Te sientes mejor? —me dice
amablemente.
Reconozco la voz del otro secuestrador con
armadura.
Me incorporo y miro a O’Brian directamente.
Las luces se encienden de golpe y casi me dejan
ciega. Cuando soy capaz de observar con claridad,
descubro que estoy rodeada de soldados y que hay
otros dos sujetos albinos con caparazón plateado
entre la multitud.
—Medidas de seguridad —dice O’Brian—. No
eres una chica fácil.
Toma un cigarrillo de la cajetilla sobre el
escritorio y lo enciende.

43
—Si me encontrase en condiciones de
hacerlo, actuaría de manera práctica y mandaría a
los chicos a eliminarte —dice—. Pero resulta que
ahora mismo te necesitamos —su rostro se
difumina en una bocanada de humo.

44
45
III
Flashbacks

Hubo una época en que mis padres se veían muy


unidos. Eso fue antes de que naciera Albert. Reían
juntos muy a menudo, y mi madre siempre decía
que papá era un hombre muy inteligente. Se
notaba que admiraba su trabajo y quería apoyarle
en lo que fuese posible. Inclusive, cuando él tuvo
aquel accidente, ella dividió todo su tiempo entre
verle en el hospital y tomar el mando de sus
investigaciones; a veces me hacía acompañarle;
otras veces me dejaba en casa. A mí todo eso del
laboratorio se me hacía alucinante, a pesar de que
no lo entendía.

46
Mientras mi padre se había dedicado a la
política, mi madre había estudiado para enfermera.
Cuando se casó con papá, él le dio posibilidad de
convertirse en una científica de renombre, así que
dejó lo suyo para ser parte en los proyectos de él.
Ella esperaba dejar una huella importante en la
historia. Los amigos más cercanos de mis padres,
eran el doctor Vladimir Mendeléyev y su esposa, la
doctora Anna Scherbatskaya. Todos ellos
trabajaban juntos.
Sin embargo, mi madre nunca logró su
sueño de convertirse en una gran científica, porque
al poco tiempo de empezar a trabajar con mi padre,
su salud comenzó a decaer, e inmediatamente,
ambos se empezaron a distanciar.
Aun así, nació Albert. No sé bien en qué
circunstancias, pues entonces a mis padres ya no
se les veía acompañados, salvo cuando iban a las
revisiones médicas de mamá.

47
Luego se supo que nunca se curaría.
Tras ello, se hundió en esa profunda
depresión que la siguió hasta que cayese en coma.
Mis recuerdos son interrumpidos repentinamente.
O’Brian continúa mirándome fijamente y el resto
de sus secuaces permanece a mi alrededor. Otro de
los albinos ha dado un paso adelante y tiene la
mano sobre mi cabeza. Lo aparto bruscamente.
Instantáneamente y justo en frente de mis ojos, el
“bicho” inicia una metamorfosis bastante
nauseabunda.
Cada fragmento de aquel caparazón metálico
se fusiona en una masa viscosa que se absorbe por
su frente. El proceso de absorción completa me
revela a una chica; la única realmente albina —al
margen de la transformación—; la forma de sus
ojos manifiesta rasgos orientales.
El cuarto sujeto con estas características
camina hacia mí como si supiera que debe

48
revelarme algo también. Pasa por el mismo
repulsivo proceso y me encuentro ante un joven de
expresión arrogante y contextura atlética; tiene
una melena oscura bastante tupida y los ojos
azules.
O’Brian se dirige a la chica de ojos y cabello
plateado que permanece mirándome. Ella vuelve a
extender su brazo hacia mí, pero yo reacciono
echándolo hacia un costado.
—Kaede es quien te ha traído ha devuelto
ese recuerdo —pronunció O’Brian.
Yo lo miro confundida. Hacía tiempo que no
pensaba en mis padres antes de que naciese
Albert. Los ojos de Kaede se mantienen fijos en mí
a un nivel perturbador.
—Ella puede leer la mente de quienes toca y
devolver recuerdos perdidos —continuó O’Brian.
También tiene la habilidad de teletransportarse
captando la presencia de algún conocido. Si

49
combina ambas capacidades, puede hacer que
incluso te traslades físicamente a algún recuerdo…
aunque sólo por unos segundos.
—¿¡Qué!? ¡Eso es imposible! —exclamo
atónita.
O’Brian volvió a echar humo por la boca.
—¿Quieres una nueva demostración?
No lo dudo un segundo y asiento con la
cabeza. O’Brian sonrió. El joven fornido me sujeta
fuerte del brazo.
—No pongas resistencia —se adelanta
O’Brian—. Tanya, Giovanni y Klaus se encargarán
de vigilarte por el momento. Kaede te dará las
pruebas que necesitas, pero no aquí. Necesitarán
más espacio para eso, y no quiero que vayas a
destrozar mi oficina.

50
O’Brian da una señal a sus cuatro soldados
especiales. La puerta detrás de nosotros se abre y
salimos por ella hacia una próxima habitación.

No hay tiempo que perder. Ponte ropa y saca a


Albert de ahí.
Buscas los trajes de neopreno.
No están; alguien los ha quitado.
“Ellos esperaban que huyera.”
Sólo agarra a Albert y sal.
Él está agitado.
“¡Alex, adónde vamos!”
“Te lo explicaré en el camino.”

51
El silencio reina durante el toque de queda. Es
necesario actuar con sigilo. Corre entre calle y calle
y luego detente. Es necesario también que él pueda
respirar.
Por un instante su impulso es contradecirte.
Le tapas la boca, lo cargas y corres tantas cuadras
y tan rápido como te es posible llevando peso. Él te
muerde la mano. Gritas y no te queda otra que
meterte y meterle en un callejón. Le pegas una
bofetada. Él llora; le dices que lo sientes. Lo
consuelas, pero entonces ese taladro invisible
vuelve a penetrar en tu cabeza y el dolor te deja sin
aire y sin palabras. Caes sobre tus rodillas.
Albert está asustado.
“¡Alex, qué tienes!”

52
Retomas el aire.
“Al, nos están persiguiendo. Tengo que
sacarte de aquí.”
Pero en ese momento comienza llover y
entran en pánico, se abrazan y lloran. No hay
trajes de neopreno. Están a punto de morir.

.
.
.
Recuperan el aliento. No es ácido. Sólo es
mugre líquida. Es sólo otra lluvia contaminada.

53
Siempre hay una vez para todo, incluyendo el que
tu hermano pequeño te vea asesinar a una docena
de hombres. Ellos parecen encontrarte en cada
esquina, en cada rincón, entre cada laberinto o
forma de escondite.
Tienen tus coordenadas exactas. Es
momento de separarse.
La única vía de escape es la alcantarilla; ese
agujero lleno de mugre, ratas y excrementos. Aun
así; existe la posibilidad de que sobreviva.
Le das la mano como quien le ayuda a bajar,
pero inmediatamente lo sueltas.
Lo observas desaparecer en ese río de
mierda, a la vez que la angustia te quema las tripas
y tu mente intenta convencerse de que es lo mejor
que has podido hacer.

54
Te levantas para seguir con lo tuyo, pero la
nave ha llegado. Alguien te toma por sorpresa y
una nueva aguja somnífera se clava en tus venas.
Mientras el avión se eleva, con los ojos
pesados pero aún abiertos, te asomas a la ventana.
Una jauría de zombis aparece para engullir los
pedazos de hombres muertos.

“¡Oye! ¡Oye, despierta! ¿¡Te encuentras bien!?”


“Kaede, ¡para ya con eso!, parece que no lo
resiste.”
Estás jadeando. Te encuentras sentada
sobre un asiento metálico asegurado con
restrictores. La joven albina te tiene una mano

55
puesta sobre la frente y sus otros tres compañeros
se encuentran a sus costados. Ella se aparta.
—Parece que has tenido un mal viaje —te
dice uno de ellos; es el chico que te ayudó a
sentirte mejor luego del ataque en la otra sala.
—¿¡Por qué me tienen atrapada aquí!?
La otra joven suspira.
—No queríamos hacerlo, pero entraste en
crisis y empezaste a atacarnos, así que Klaus tuvo
que noquearte un rato para atraparte ahí y que
pudieses completar la visión.
Ella observa al muchacho fornido. Él
permanece de brazos cruzados.
—Quiero que me suelten…
Ella se muestra cerrada.
—Ah, vamos, Tanya —le dice el muchacho
amable—. No creo que vuelva a atacarnos; estoy

56
seguro de que ella quiere seguir descubriendo qué
pasó. ¿No es así?
No le contestas. Él se acerca, sonríe y te
guiña el ojo.
—Soy Giovanni Stingray. No tienes nada que
temer. Aunque no lo parezca, nosotros somos los
chicos buenos.
El otro sujeto ríe con sarcasmo.
—¿Estás seguro de lo que dices, Stingray…?
Stingray se enfada.
—¡Oye Wagner, ¿puedes colaborar?! ¡Claro
que lo somos!; ¿sino, por qué estás con nosotros…?
—Esa pregunta es muy estúpida.
—¡Oigan, ya cállense! —interviene Tanya;
luego gira hacia ti—. Está bien, te soltaremos…
pero más vale que no ocasiones problemas.

57
La miras con recelo. Ella se acerca al control
que tiene en la pared y los seguros se sueltan. Te
levantas.
—Lo que vi es lo que ocurrió —dices.
—Así es —responde Tanya—. Kaede te llevó
al instante en que intentaste rescatar a tu
hermano. En ese momento, fuiste secuestrada por
tercera vez.
—¿¡Por tercera vez!?
—Sí. Genius borra tus memorias luego de
cada revisión o experimento previo a la finalización
del proceso. Así evitan que te rebeles o intentes
escapar; pero a veces las cosas no salen bien y el
individuo tiene alguna especie de flashback o
sueño terrorífico que le impulsa a huir. Tú lo
tuviste apenas despertaste del segundo
experimento; aquella vez en que te llevaron los
guardaespaldas…

58
—¿Cómo es que saben de eso?
—También te hemos estado observando
—interviene Kaede.
Todo se ve muy confuso.
—Tú —señalas a la chica de pelo blanco—.
Quiero que me lleves al momento en que me
hicieron alguno de esos experimentos.
—¿¡Cómo!? —interviene Giovanni—. No hay
forma, eso sería muy peligroso.
—¿Y cómo puedo saber que no son ustedes
los que me están mintiendo? ¿Cómo puedo estar
segura de que esta mujer no ha metido falsas
memorias en mi mente?
—¿Es la primera vez que sientes que has
vivido esto?
Klaus Wagner es quien ha soltado la
pregunta. Ha dado en el blanco.

59
Esperas unos segundos.
—No importa lo que yo sienta o crea sentir
—aprietas los puños—. Necesito estar ahí para
estar segura.
—¡Pero…!
Tanya interrumpe a Giovanni.
—Déjala, Giovanni. Es mejor que lo vea por
sí misma.
Luego se dirige a Kaede.
—Haz lo que pide.
Kaede asiente.
—Pero recuerda, Barich —te dice—; si se
quedan más tiempo del debido, no podrán volver.
No respondes.
—Sujétame del brazo —dice Kaede.

60
La sujetas.
—Cuando lleguemos, tu mente se trasladará
a tu cuerpo de aquel instante y yo tendré que
esconderme. No hagas nada extraño.
—¿Existe la posibilidad de que, si voy en
contra del plan, pueda evitar lo que ya ocurrió?
—No. Necesitas mantener la calma y entrar
en comunión con tu yo del pasado. Si no lo haces,
se generará un conflicto entre tu mente actual y la
de ese momento. Es muy probable que pierdas el
control, y si eso sucede, no tendré tiempo de
resolverlo y de hacerte volver.
Asientes con la cabeza.

Algo que solía pasarme cuando era niña y a lo cual


desarrollé bastante miedo, era esa sensación de
caída que se producía después de algún sueño

61
muy pesado. A menudo soñaba que me desprendía
de mi propio cuerpo y me dejaba arrastrar por una
inmensa sombra que me elevaba por los aires.
Al principio era excitante. Se sentía como
estar volando. Pero luego notabas que no tenías
control sobre tu cuerpo y comenzabas a caer. La
caída era eterna hasta que volvías a elevarte sin
ningún motivo. Todo esto, para finalmente caer
sobre tu propio cuerpo, abrir los ojos y permanecer
un buen rato sin poder moverte.
Ello se volvió más frecuente cuando
aparecieron los zombis, los bombardeos en zonas
civiles y la enfermedad de mi madre.
Yo creía que mis últimas sensaciones de
vuelo y caída no eran más que ese efecto indeseado
que acompañaba mis pesadillas.
Pero entonces, al verme a mí misma echada
en esa cama llena de correas y alambres,

62
comprendí que mis pesadillas se habían
terminado… o mejor dicho, se habían vuelto reales.
Aun así, debo seguir las órdenes. Debo
permanecer con los ojos cerrados.

—¿Estás seguro de que merece la pena invertir


tanto en ella, Víctor?
—Tiene los genes de su madre, Vladimir.
—Y ya sabemos lo que le ocurrió a ella…
—Su cuerpo reaccionó mejor que todos los
anteriores. Todos esos cuerpos defectuosos con los
que probamos antes acabaron hechos carroña, o el
parásito tomó el control y se comió su cerebro.
Claudia soportó, aguantó el parásito y no acabó

63
convertida en zombi; el problema con ella no fue
genético, fue una cosa de edad.
—Esperemos entonces que sus genes
predominen, Víctor… ya lo intentaste contigo
mismo y sabemos que no te fue nada bien. Por
poco y te quedas parapléjico.
Sonido metálico.
—Te recuerdo, Vladimir, que yo estoy al
mando de esta investigación.
—Tranquilo amigo… No es necesario que
andes tirando las cosas. Yo sólo decía que la
organización está metiendo mucho dinero en esto,
y ni tú ni yo queremos que el presidente Johnson
nos saque del proyecto.

64
“¡Basta! ¡Basta, que se acabe ya!”. Estoy jadeando.
Miro a mi alrededor y he vuelto. Tengo en frente a
Giovanni, Tanya, Klaus, y Kaede.
Tanya me mira con fastidio.
—Afortunadamente no se te ocurrió gritar
cuando aún estabas ahí —me dice.
Yo siento que comienzo a odiarla un poco.
—Ya, compréndela Tanya, eso ha sido muy
duro —interviene Giovanni.
—Creo que nos estamos perdiendo de lo
importante —esta vez es Klaus quien interrumpe.
Yo, mientras tanto, me froto la cabeza para
aminorar la jaqueca que me ha invadido.
—Barich —me dice.
Alzo la mirada.

65
—De qué lado estás.

66
IV
Morgan

La única verdad, es que la “verdad” es un


concepto. Lo que para un ser humano es rojo, azul,
verde, para un murciélago son tonos en una escala
de grises. Los ojos de los seres humanos —y de los
seres en general— son individuales. No percibimos
el mismo color, aunque lo sepamos nombrar.
Tomando en cuenta que además contamos con una
psicología única que interpreta los estímulos a su
modo, cada quien es un mundo distinto. Aun así,
hemos logrado organizarnos para saber reconocer
las cosas dentro de un esquema humano “común”.
Desde esta perspectiva, entendemos que
ningún ser tiene la verdad… vivimos de

67
perspectivas y convenciones. Aun así, si
descubrimos que algo escapa de nuestro esquema
de “verdad”, nos sentimos perdidos. Si de pronto
todo aquello que hemos aprendido y repetido desde
pequeños, o incluso desde generaciones anteriores
acaba siendo falso, literalmente, es como si el
mundo se derrumbase ante nuestros ojos…
Así me sentía yo.
En unas horas, mi mente se había llenado
de imágenes que habían derrumbado el mundo en
el que viví.
Mi padre, la persona ausente a la que yo
—realmente— admiraba, y reprochaba su falta de
afecto, había sido responsable de la muerte de mi
madre, y de todo lo que estaba viviendo a partir de
ahora. No era sencillo de asimilar.
Mientras tanto, Klaus Wagner repetía la
pregunta fijando su mirada penetrante y fiera.

68
“De qué lado estás”.
Yo me observaba las palmas de las manos y
visualizaba en mi mente la sangre derramada de
los soldados que maté. Soldados que seguramente
tendrían padres, hermanos, hijos, parejas y amigos
esperándoles. “¿Qué tan distinta era yo de mi
padre?”, era la pregunta.
—Ninguno de nosotros eligió —intervino
Kaede; tenía la mano sobre mi frente.
La aparté bruscamente.
—¿También lees los pensamientos
presentes?
Tanya se adelantó a contestar.
—Kaede tiene razón —dijo—. Ninguno de
nosotros ha elegido realmente. Tenemos poder de
elección sobre nuestras propias vidas, sobre
aquello que nos parece correcto dentro de nuestras
limitadas posibilidades… pero sabes que tu padre

69
pudo elegir mucho más que eso, y en eso te
diferencias tú de él. No puedes evitar lo que ya
sucedió, pero puedes ayudar a detenerlo.
Observé a Tanya fijamente. No me agradaba
su forma de mandar sobre el resto, ni su manera
de hablar como si supiese más sobre mí que yo
misma… pero al mismo tiempo, mientras
pronunciaba sus últimas palabras, no podía evitar
el recuerdo de mi hermano cayendo por la
alcantarilla…
Si había algo que pudiera hacer, tendría que
hacerlo.
—Bien… estoy con ustedes —contesté.

Los Knights utilizaban procesos similares a los de


Genius. O’Brian había pertenecido alguna vez a

70
aquella organización. Según explicaciones de
Tanya y la Dra. Crawford, O’Brian estaba en contra
de los fines oscuros que tenía Genius. Ellos
pretendían llevar al ser humano a su máxima
evolución a fin de crear soldados con habilidades
psíquicas. Por eso, el primer paso, era llevar las
capacidades físicas y cerebrales a su máxima
potencia.
Se realizaron experimentos masivos entre la
gente de clase baja; aquellos sin nombre ni huella
en la historia. La mayoría no resistió y aparecieron
las primeras hordas de zombis. Luego empezaron
los secuestros selectivos. Mis padres fueron los
únicos voluntarios en aquellos experimentos. Mi
padre no resistió más de unos segundos de proceso
y estuvo al borde de la muerte. Con mi madre… ya
sabemos lo que pasó.
—Tú ya superaste la primera etapa —me
dijo O’Brian—. Eres un caso prodigio. La “primera
niña” que resiste al método de Genius. Mis

71
soldados han pasado por un proceso algo más leve,
que reduce la cantidad de riesgos.
Cuando O’Brian hablaba, casi parecía
considerado.
—El siguiente paso, es colocar un parásito
en el cráneo de los usuarios. El parásito, además,
contiene un chip GPS. Por eso los soldados podían
rastrear tu ubicación. Para tu suerte, en nuestras
bases no hay señal.
—¿Para qué es el parásito? —pregunté
sobresaltada.
—Así es como Genius se asegura de que sus
niños no se rebelen. Si lo intentasen, ellos
activarían el dispositivo que despierta al parásito, y
éste sería libre de devorar su cerebro hasta
asesinarlos o convertirlos en muertos-vivos como
los que ya conoces. Si no te llegaron a matar, será
que esperaban recuperarte… Nosotros no

72
insertamos nada en el cráneo de nuestros
usuarios. De hecho, hemos retirado el tuyo.
Apagó la colilla de su cigarro y encendió
otro. O’Brian siempre estaba fumando.
—¿No tienen ningún método de control?
—pregunté.
—Tenemos algo… bastante más inofensivo
—respondió—. Si decides irte en algún momento,
tendremos que borrar tus memorias… por
seguridad, ya sabes. Lamentablemente, hay veces
en que se pierden más memorias de las que uno
quisiera. Puede que pierdas sólo lo correspondiente
a nosotros, como que despiertes en plena calle sin
saber cómo te llamas.
No pude evitar soltar un bufido sarcástico.
—Nadie es verdaderamente bueno en esto,
¿verdad?

73
—Es una guerra —contestó—. El siguiente
paso…
—¿Por qué nos llaman “niños”?
—interrumpí.
—Proyecto “K.I.D.S.” —contestó—. “Kiev’s
Investigations of Domination Soldiers”.
—Ah…
—El siguiente paso es la inserción del
Knight Suit… la armadura plateada que has visto
en el equipo. Tú portarás una también.

Portar una armadura, de buenas a primeras puede


sonar muy cool, pero no lo es cuando esta
“armadura” realmente es una crisálida que se
inserta dentro de tu cuerpo. En el laboratorio,

74
Genius realizó experimentos con diferentes tipos de
oruga, llegando a construir un insecto mutante
capaz de crear crisálidas a partir de microtejido
metálico; un material ultra-resistente y ligero, cuya
comercialización se inició para exploraciones
espaciales. Las células de la oruga son mezcladas
con las del individuo humano, quien una vez más
corre el riesgo de morir. La armadura es necesaria
para protegernos de los ataques enemigos,
especialmente los de aquellos con habilidades
similares a las nuestras.
Éste es el nuevo proceso al que debo
someterme.

75
Abro los ojos. Otra vez una habitación blanca, una
bata que huele a limpieza extrema y una cama
llena de cables. Casi no siento mi cuerpo.
Consigo alzar un poco la mano izquierda.
Necesito comprobar que se encuentra ahí. La miro,
y ante mis ojos, la misma comienza a petrificarse;
una especie de caparazón grisáceo la cubre y no
me permite moverla.
—Detenla con la mente —me dice una voz.
Giro lentamente la cabeza y observo la
espalda ancha y la tupida cabellera negra del
muchacho. Él está de pie observando un cuadro en
la pared. En él hay un hombre de barba blanca con
un cuchillo apuntando a un joven que luce
aterrorizado. Detrás del hombre viejo, lo que parece
ser un ángel.
Yo sigo sin poder mover la mano mientras el
chico permanece observando la pintura.

76
—Entonces Dios habló a Abraham y dijo:
“Toma a tu hijo, a tu único hijo, al que tú amas, a
Isaac, y vete a la región de Moria. Allí lo ofrecerás
en sacrificio, sobre un monte que yo te indicaré.”
Sólo después de pronunciar estas palabras
voltea hacia mí.
—La Dra. Crawford anda ocupada y Tanya
está un poco cansada de lidiar contigo; así que me
ha tocado cuidarte.
—Nadie te lo ha pedido —contesto.
Klaus sonrie irónico.
—Entonces no me necesitas…
Trato de inclinar la cabeza para sentarme,
pero las piernas me lo impiden. Las siento
sumamente pesadas bajo la sábana. Klaus suspira.
Me quita la sábana de encima y yo le insulto
instintivamente pensando que me vería

77
descubierta; pero no, ahí se encuentra esa
crisálida, cubriendo la mitad inferior de mi cuerpo.
—Tienes que concentrarte —me dice.
—¿Siempre es así? —pregunto.
—Con la práctica podrás activarla y
desactivarla como desees.
—¿Cómo es que pueden moverse con esto?
—En realidad es bastante ligera, sólo que
estás débil, y no te has acostumbrado a ella. Así
como aprenderás a llamarla, aprenderás a moverla.
Comienzo a desesperarme, intento mover el
otro brazo pero se ha petrificado también.
—Uhh… ¿dónde quedó toda esa fiereza del
comienzo?
—¡Cállate!

78
Y entonces la crisálida me alcanza hasta el
cuello y siento que apenas puedo respirar.
—Respira… cierra los ojos y concéntrate.
Se me acerca.
—Respira profundamente —me dice.
De pronto su voz se ha vuelto más apacible y
yo tengo el impulso de hacerle caso. Tampoco es
que tenga opciones.
—Tú tienes el control —me dice—… Ahora el
Suit es parte de tu propio cuerpo. Domínalo.
Piensa, que te estás tocando, que te estás
moviendo, que te estás sintiendo… es sólo una
extremidad más, como tus brazos, como tus
piernas, como cada uno de tus dedos… Eres tan
dueña de él como de tus propias manos.
Respiro. Abro los ojos y estoy de vuelta. Mi
cuerpo ha regresado a la normalidad. Entonces
noto mi zona inferior descubierta y me cubro

79
rápidamente con las sábanas. Él se ríe un poco y
se da la vuelta.
En ese momento se abre la puerta e ingresa
la Dra. Crawford.
—Así que ya despertaste, Morgan.
—¿Morgan? —pregunto extrañada.
—Es tu nombre clave.
Me entrega una tarjeta.
—Tu identificación, para casos de extrema
seguridad… Tenemos algunos espías dispersos por
ahí.
—¿Los demás también tienen nombres como
éste? —pregunté observando la tarjeta.
—De hecho, sí, y debes aprenderlos de
memoria… —termina la frase y me alcanza una
lista.

80
La hoja de papel contiene información que
identifica a cada uno de mis compañeros con su
nombre clave de batalla:
Tanya White (líder): Knight Master Iron
Giovanni Stingray (2do al mando): Knight
Master Zero
Klaus Wagner: Knight Master Falcom
Kaede Shinohara: Knight Master Kairos
Al final de la hoja se encuentra mi nombre:
Alexia Barich: Knight Mater Morgan
La Doctora Crawford se dirige a Klaus.
—¿Le explicaste? —pregunta.
—Acababa de explicarle cuando usted entró
—responde él.

81
—Bien. O’Brian quiere que vayas a la sala de
entrenamiento —dice ella.
—¿Tan pronto? —la voz de él suena
preocupada—. No creo que se haya recuperado aún
—dice volteando hacia mí.
—Descuida, yo me haré cargo.
—Bien…
—Puedes irte, Wagner.
—Sí, doctora.
—¡Yo también quiero ir! —exclamo.
—Nada de eso —dice la doctora, que para
ese momento se encuentra a mi costado
incrustando una aguja con algo que me pone los
párpados sumamente pesados…

82
Los días pasan y me siento enjaulada en este
hueco subterráneo. Nunca pensé que llegase a
extrañar la podredumbre del mundo exterior; pero
lo cierto, es que llegas a echar de menos la
contaminación, las paredes manchadas con humo
y los grafitis que dejaban las pandillas que aún se
atrevían a salir después del toque de queda.
Recuerdo muchos garabatos con frases vitoreando
a los Knights, como si de un grupo anarco se
tratase; de aquellos que pensaban que los zombis
eran una suerte de ente liberador destinado a
arrasar con la basura humana para crear un
mundo mejor desde cero.
Cuán poco sabían de nosotros… cuán poco
sabían de todo.

83
Mientras tanto, yo paso mis horas útiles entre el
gimnasio y la sala de entrenamientos. Esta última
es un espacio acondicionado especialmente para
simular escenarios de batalla. Está equipado
también con armas de distinto calibre que le “dan
realismo” a la práctica. Puedes salir gravemente
herido si es que bajas la defensa.
Me he pegado también con el programa
intensivo de Artes Marciales. No tiene nada que ver
con lo que te enseñan en la escuela; esto realmente
está hecho para matar. Y eso es lo que me interesa.
Me paso las noches conteniendo la ira y
tomando calmantes para poder dormir. La primera
semana leí libros enteros hasta el amanecer sin
llegar a conciliar el sueño un solo segundo. Los
doctores de aquí dijeron que se trataba de una
crisis de ansiedad.

84
¿Hasta cuándo tendría que esperar para que
me manden a batalla?

Ingreso en la sala de entrenamiento. Hoy me siento


particularmente molesta. Han enviado a mis
compañeros a combate y esperaba que esta vez me
dejasen ir, pero no ha sido así. Presiono el botón de
“Activar sistema de simulación”.
¿Qué tiene de especial ser la primera
superviviente del proyecto K.I.D.S. si no puedo ir a
pelear? Ni siquiera me han dejado salir de la base y
buscar a mi hermano.
La habitación se transforma en un paisaje
de escombros. Aparece una horda de zombis,
soldados enemigos y vehículos atacantes. Me

85
camuflo entre los restos de cemento. Ataco
selectivamente a distancia. El sistema detecta mi
avance y eleva el nivel de dificultad. Activo el
Knight Suit.
Después de varias semanas de
entrenamiento, he conseguido no vomitar después
de cada transformación. Elijo a mis presas cuerpo
a cuerpo. Disfruto cada segundo en que arranco
sus corazones. El sistema ha vuelto a detectar un
progreso y eleva el nivel de dificultad. Esquivo
ataques, doy un par de volteretas, y elimino al
enemigo de una sola descarga energética. Caigo en
cuclillas. La dificultad aumenta nuevamente.
Alzo casualmente la mirada y observo a
Tanya a través de una ventana de la habitación. Su
rostro luce asustado. Permanecería mirándole,
intentando descifrar el significado de su espanto,
pero tengo a un zombi encima y debo destruirlo.
Explota en pedazos.

86
—¿Me dejas probar a mí?
Una voz masculina interrumpe mi atención.
La sala vuelve a la normalidad. Los zombis, los
soldados y los tanques desaparecen.
—Wagner… ¿qué estás haciendo?
—Pienso que los zombis ya están muy por
debajo de tu nivel.
Ese cumplido me halaga… pero me frustra
al mismo tiempo. ¿Es que O’Brian no lo ha notado?
Klaus activa el Knight Suit y se convierte en
un hombre-bicho igual que yo. Se lanza al ataque.
No es un tercio de rápido de lo que puedo ser, pero
supera los límites del humano normal. Se agita.
Lanzo una descarga energética. La onda está a
punto de atravesarle pero una barrera de energía la
bloquea. Sus poderes son defensivos. Es raro que
sea admitido como guerrero elite a pesar de que su
distinción consiste netamente en una buena
defensa. Aun así, noto que se siente bastante

87
tranquilo y en control. Eso le convierte en un buen
soldado.
Emito otra descarga. Su barrera crece y me
toma por sorpresa. Rebota mi propia energía. Me
muevo rápidamente. Mi propio ataque ha estado a
punto de matarme. Demonios. Menudo hijo de
puta el que tengo en frente. Me incorporo. Me lanzo
contra él y logro tumbarle. Le arremeto. Siento un
golpe seco en la boca del estómago. Me veo volar.
Tomo impulso en la pared y contraataco. Él viene
hacia mí.
Alto.
Las luces se encienden. La cámara de
entrenamiento vuelve a su aspecto habitual y
completamente común. Él y yo caemos al suelo en
cuclillas. Nos ponemos de pie.
—Ha sido suficiente por hoy.
Tanya ha detenido el sistema de simulación.

88
—Es hora de ir a dormir —nos dice.
Klaus absorbe el Knight Suit en su cuerpo y
abandona la sala.
—Yo seguiré entrenando —afirmo sin
titubear.
—No te agotes —dice Tanya.
—No estoy agotada —respondo.
—No sabemos en qué momento puedan
atacar. Es mejor que vayas a dormir.
—¿¡Esto es una broma!? —protesto—. ¡No
me han sacado a una sola batalla!
—Debes conservar tus energías.
—Deja de comportarte como si fueras mi
madre, ¿quieres? No necesito una.
—Pues estás actuando como una niña.

89
Absorbo el Knight Suit al mismo tiempo que
exhalo con frustración..
—Como tú digas… idiota.
Me retiro. No miro hacia atrás. Pero puedo
sentir a mi impuesta líder apretando los puños y
odiándome desde lo más profundo de su ser.

Me he detenido un instante frente a la máquina de


gaseosas. Le he metido un patadón y he logrado
que la soda caiga sin meterle una moneda. Me
retiro a mi habitación con la lata en la mano.
En mi camino, se cruza la puerta
semiabierta del despacho de O’Brian. No puedo
evitar el morbo. Me quedo de pie, en silencio, sin
mover un solo músculo, escuchando.

90
Tanya se encuentra con él.
—¿Tienes algo que decirme, White?
—pregunta O’Brian.
—Es sobre Barich y Wagner, señor…
—¿Algún problema con ellos?
—No exactamente… Es sólo que… No lo sé,
a veces me resultan demasiado eficientes…
Pareciera que la muerte no los asustara…
O’Brian suelta una risa corta.
—¿Te atemoriza trabajar con ellos?
—No, no es eso; es sólo que…
—Descuida. Sé que tienen suficientes
razones para no rebelarse, sólo preocúpate por el
control de sus poderes… Un exceso podría
costarles la vida… y ya que hablas de Alexia; es

91
posible que su cuerpo no haya terminado de
recuperarse después de las operaciones.
—Comprendo.
—Debemos tener cuidado… Los inexpertos
tienden a confiarse.
Silencio.
—No sé si sea adecuado seguirles llamando
“inexpertos” —interviene Tanya—. Es cierto que
Barich parece ansiosa y arrogante, pero también es
verdad que la evolución en el control de sus
poderes en tan corto tiempo es monstruosa…
—Ah, vamos. Uno de los peores errores que
puedes cometer, mi querida Tanya, es dejarte llevar
por el orgullo que proyectan esos dos. Para dejar de
ser inexpertos, deben ganar también madurez
mental, y en ese aspecto les falta mucho…
Tanya se sonroja. Yo me presiono los labios
con los dientes mientras contengo la respiración.

92
—Tiene razón, señor O’Brian —contesta
Tanya.
—Puedes retirarte —responde él—.
—Como ordene.
Yo me escondo tras la sombra de la puerta.
Ella se retira.

93
94
V
Batalla en Kao Sung

“Tanya tiene miedo de mí y O’Brian me subestima”;


éste era el pensamiento que ocupaba mi cabeza día
y noche y que no me dejaba dormir. El que
primaba mientras me exigía cada vez más en los
entrenamientos.
Tanya siempre me decía “¡Alexia, para ya!”, y
me advertía sobre el peligro que corría al utilizar
tanta energía. Pero para mí, ella había perdido toda
credibilidad. No sé si era cosa de voluntad u otra
de mis habilidades, pero rara vez me cansaba, y
cuando lo hacía, me recuperaba bastante rápido. A
menudo observaba en Tanya una mirada de recelo,
mientras que su segundo al mando se bufoneaba

95
constantemente y le decía que no debía perder los
estribos. Mis otros compañeros eran más bien
neutrales. Kaede era el ser más apático de la Tierra
y Klaus, aunque a menudo me retaba verbalmente,
parecía bastante satisfecho de tenerme como rival
de combate. Yo me consideraba superior, pero
admiraba su temple.
Por el contrario, el poco respeto que aún
podía conservar por Tanya, fue desapareciendo
progresivamente según me hacía más consciente
de sus continuas visitas a O’Brian, en su despacho
o en su habitación.

“Concéntrate… y ataca”. Primera salida al frente.


Me lidio cuerpo a cuerpo con los experimentos
fallidos de mi padre… Hay cientos de ellos. “Esto
debe ser frustrante para ti, vicepresidente Barich”.

96
Esquivo el ataque de dos muertos-vivos. Chocan
entre ellos. Los fulmino con una descarga
energética. Alcanzo a un tercero y lo atravieso con
el brazo. Le arranco el corazón y lo destrozo.
—¿Puedes creer que estos monstruos alguna
vez hayan sido humanos? —es la voz de Giovanni,
Knight Master Zero, observando los restos de los
zombis.
—Humanos… monstruos… ¿Encuentras
diferencia? —responde Knight Master Kairos a su
costado.
Yo volteo hacia mi izquierda y observo a
Falcom partiendo en dos a un zombi de una
patada. La líder se acerca hacia Zero, quien acaba
de quedar atónito ante la efectividad de Falcom.
—Iron, ¿has visto eso? —pregunta Zero
exaltado.

97
—¡No pierdas el tiempo y sígueme!
—responde la histérica líder.
En ese momento comenzó el bombardeo.
—¡Iron, detrás de ti!
—¿¡Eh!?
La líder se encuentra a punto de perder ante
el misil, pero Kairos se aproxima a cubrirla y llegan
a esquivarlo. Los misiles siguen llegando. Falcom
crea una barrera de energía para cubrirnos. Iron
nos llama hacia la barrera. Yo la ignoro y corro en
sentido contrario.
“¡Morgan! ¿¡Adónde vas!?” —escucho la voz
de Iron detrás de mí, pero yo ya me encuentro tras
unos escombros. Desde aquí puedo ver el avión
que envía los proyectiles. Apunto y grito tan fuerte
que siento vibrar la boca del estómago. La flama
celeste que emana de mí alcanza el avión y lo hace
pedazos. Cae, se enciende en llamas y destroza
una construcción cercana. No llego a divisar si se

98
trata de una casa o un edificio… pero debe ser una
casa, por el tamaño de los escombros. El lugar
empieza a incendiarse.
Escucho la voz de Zero: “¡Vámonos de aquí”.
Me aproximo satisfecha por lo que acabo de lograr;
avanzo con paso firme. Los demás se apresuran en
obedecer al segundo líder.
Iron se impacienta: “¡Apresúrense, antes de
que abran los refugios!”. En un despliegue de
agilidad, alcanzo rápidamente al grupo. Observo
directamente a Iron. Puedo sentir su miedo y su
molestia contenida.

Nos movilizamos a la sede de Kao Sung, en el país


de Chieng, fundado a partir de lo que quedó de la
antigua China. Es el único país anterior a las

99
Guerras Científicas que logró conservar la mayor
parte de su territorio, así como su cultura y sus
tradiciones. Los chinos eran tantos en el mundo,
que era imposible que desaparecieran por
completo, a diferencia de lo que sucedió con
muchos países, que se esfumaron de la faz de la
Tierra o se vieron obligados a unir los retazos que
les quedaron con los que quedaron de sus vecinos
más cercanos. La muralla de Chieng es del poco
patrimonio histórico que queda de aquel pasado.
Irónicamente, siendo el país “más
conservado”, es también el que está más infestado
de zombis.
“Es por el sistema que domina el país” —me
dijo Stingray en una ocasión. Para ser segundo al
mando, me caía bastante mejor que Tanya; era
menos mandón y mucho más carismático. Él me
explicó que Genius solía soltar el virus en zonas de
marginados o donde hubiese un Estado totalitario,
como en el caso de Chieng, donde la dictadura

100
tenía el control casi absoluto de la masa. Ahí
realizaban las pruebas masivas. En cambio,
cuando consideraban a un individuo “elite” —como
había sido en mi caso—, realizaban experimentos
individuales y mucho más controlados. Vaya
consideración…
—¡Rápido Iron! —grita Zero.
—¿¡Ah!?
—¡Está detrás de ti!
Iron logra seguir la advertencia de su
segundo y esquiva el ataque del zombi. Luego
convierte su mano en un arma-láser y dispara.
—¡Justo a tiempo, Zero!
—No me des las gracias a mí, es Pyro quien
lo ha notado antes que yo.
El chico nuevo es Tao Shen Chen, alias
“Knight Master Pyro”; él es el motivo de que nos
hayamos movido hacia esta ciudad. El recién

101
reclutado es hijo de Lao Tzun Chen, un espía de
los nuestros infiltrado en Genius. Tao tiene catorce
años y es un piroquinético; puede hacer fuego con
las manos.
—¿Pyro?
—¡Aquí! —el chico nuevo se hace visible
junto a la líder.
Ah, lo olvidaba… también puede hacerse
invisible.
—Todavía no logro acostumbrarme a tu
habilidad… —dice Iron.
Y yo cada vez me convenzo cada vez más de
que ella no debería ser la líder.
—¡Aún hay más! —exclama Pyro.
Hace brotar fuego de sus manos formando
una hilera de aros. Los zombis quedan atrapados y
se incendian.

102
—Realmente eres bueno, chico nuevo
—sonríe Zero.
El joven asiente con la cabeza recibiendo la
felicitación. En ese momento un zombi intenta
atacarlo con la espalda, pero él reacciona
rápidamente y responde con una patada bastante
marcial.
—¡Cuidado Pyro, llegan más! —exclama Iron.
—¡Me haré cargo!
Me aproximo.
—Fuera de mi camino.
Me he puesto en medio y le he destrozado
con una onda de energía.
—Lo siento, pero a éste lo tenía en la mira.
Me froto las palmas para quitarme la
podredumbre de encima.

103
—¡Eh… Morgan, párala ya! —exclama Zero.
Iron voltea a ver y observa la onda que sigue
su curso y crece cada vez más.
—¡La onda de energía! ¡Detenla, Morgan, o
destruirá la habitación!
En ese momento, una barrera absorbe la
descarga.
—No será necesario.
Se trata de Falcom.
Iron se muerde los labios.
—Es todo por hoy —dice.
Yo la observo de reojo. La líder absorbe el
Knight Suit y vuelve a su forma humana. La
habitación de entrenamiento también vuelve a su
aspecto habitual. Tanya se retira.

104
Es una noche oscura y lluviosa en las calles de
Ciutat Catell, capital de Nueva Hispania. Yo y mi
paraguas negro caminando por las calles.
Es necesario no olvidar el paraguas para no
ensuciarse. No es lluvia ácida, pero hace años que
no cae una sola gota de agua limpia.
El frío va en aumento y podría congelarme
hasta los huesos… o el alma, si acaso es que aún
la conservo. Mas, un ser sin alma no debería
soñar… y yo tengo demasiadas pesadillas.
Constantemente, me veo en la camilla llena de
cables, o veo a mi hermano cayendo al desagüe.
Observo a los pocos transeúntes que nunca
sonríen. Ya casi ni lloran. Uno se acostumbra
inclusive a los atentados. Ciutat Catell es la
imagen urbana de la soledad y la apatía.

105
En una pared, el afiche de los soldados
pisando una montaña de zombis hechos trizas. El
rostro duro y triunfante del soldado alzando la
bandera.
¿Cuándo me tocará a mí?

Despierto. Me encuentro en mi habitación en la


base de Kuo Sung. Ha sido otro sueño. Las
pesadillas continúan, e incluso tengo unas dentro
de otras.
Escucho el televisor que he dejado
encendido. Lo observo con los ojos entrecerrados
para no quedarme ciega. Luego termino de
abrirlos.
Y aquí tenemos las imágenes más
significativas de lo que han provocado los últimos
ataques terroristas. Como vemos, algunos de los

106
refugios más seguros han sufrido daños. A
continuación, el testimonio de uno de los
damnificados…
Tomo el control y cambio el canal.
Cada día son más fuertes los cambios
climatológicos producidos por la fuerte
contaminación que provoca la guerra contra el
terrorismo internacional. Los últimos ataques
provocados por los Knights han generado un
impacto diez veces mayor en los últimos meses…
Apago el televisor. Nadie sabe nada de nada.

Ubicación Tiempo-Espacio: Campo de batalla.


Distrito abandonado de Fang Shan, ciudad de Kao
Sung, país de Chieng. 6 de Setiembre del 37 A.N.G.

107
Han pasado seis meses desde que me uní a
los Knights; desde que me uní a los “terroristas”
que buscan acabar con los experimentos humanos
de la organización en la que trabaja mi padre.
Iron convierte su brazo derecho en un
taladro y atraviesa a su enemigo. Acaba tan
despedazado que cuando cae, no puedo reconocer
si se trata de un zombi o de un humano… que
finalmente son lo mismo, ¿verdad?
La líder se teletransporta detrás de cada
enemigo. Busca sorprenderlos, pero éstos siempre
vienen en aumento.
Pyro crea un campo de fuego. Kairos
comienza a lanzarlos contra la llamarada. Zero
corre a hacer de apoyo. Camino libre. Zombis y
soldados muertos. Yo trabajo por mi lado.
Iron da la orden. La seguimos. Nos
resguardamos tras unos escombros.

108
—Será mejor actuar con cautela —dice.
—Es cierto —señala Zero—. Genius ya sabe
que nos encontramos cerca de su base… Debe
sospechar que los hemos encontrado.
Ruidos de explosiones. Pyro grita.
—¡¡¡CUIDADO!!
Falcom nos cubre con una barrera. Han sido
granadas.
—Efectivamente, ya saben que estamos aquí
—interviene Falcom.
—¿Por qué no te teletransportas al interior
de la base y robas esos documentos? —pregunto a
la líder, quien inmediatamente percibe mi reto.
—La teletransportación requiere que yo
reconozca una energía familiar; tiene que haber
alguien que conozco en el lugar. Sólo puedo

109
teletransportarme a corta distancia si estoy
interactuando con desconocidos.
—La base está casi en frente de nosotros
—respondo.
—Corta distancia son unos pocos pasos,
Morgan.
—Ok —insisto—. Yo me encargaré.
—¿Qué dices?
—Yo traeré esos documentos.
Iron se queda unos pocos segundos en
silencio mientras Falcom contiene la barrera.
—No duraré mucho tiempo más con esto
—advierte.
—Está bien… —responde Iron—. Después de
todo, puede que tu velocidad nos sirva. Tú irás por

110
esos documentos. Nosotros nos encargaremos de
los guardias y esperaremos la señal de retirada.
Sonrío satisfecha.

Me muevo rápidamente y tomo escondite entre otra


pila de escombros. Mis compañeros se aproximan a
la base y toman distintas puertas. A cierta
distancia puedo observar a Iron sorprendiendo a
los guardias y envolviéndolos con los cables que
salen de su cuerpo. Mueren electrocutados.
Acelero. Me ha dejado el camino libre. Entro.
Zero y Kairos han ingresado por otra
entrada y me ayudan a limpiar el camino. Se arma
la masacre. La salpicadera de sangre me cubre la
cara. Debo limpiarme los ojos para poder ver. Sigo

111
corriendo. Siento el corazón en la boca y el ego tan
excitado como el pulso.
Otra fila de soldados aparece. Es entonces
Falcom quien se encarga de atravesarlos con los
puños y las piernas. Me cubre de las balas con una
barrera. Debo agacharme para pasar bajo la
barrera y luego alzarme y brincar sobre los cuerpos
de los cadáveres.
Llego a la puerta señalada. Destruyo el
control de la entrada y la puerta se abre. Escucho
las voces de mis compañeros peleando bastante
cerca. Debo apurarme. Comienzo a tantear botones
en los monitores encendidos. En ese momento un
solado me cae encima. Le parto el cuello. “No es
personal” —le digo.
Según las indicaciones de O’Brian, la clave
de la máquina es “Proyecto Legion”. Marco y lo
logro. Inserto el dispositivo y descargo la
información.

112
113
114
VI
Zona de emergencia

He tomado la información de la computadora de


Genius. Inmediatamente ha sonado la alarma.
¡ALERTA! ¡ZONA RESTRINGIDA! ¡ALERTA!
“Maldición…”. Me apresuro. Descargo
energía y destrozo la computadora, pero la alarma
no se detiene. Corro hacia la salida.
¡ALERTA! ¡ZONA RESTRINGIDA! ¡INICIANDO
SISTEMA DE SEGURIDAD!
Rayos láser empiezan a desprenderse de las
paredes. Los esquivo. Tengo que apurarme. Los
disparos me persiguen como si tuviesen

115
conciencia. Rompo la puerta e ingreso en otra
habitación. Lo que observo en ella es espeluznante.

Es una habitación oscura. Enciendo una de las


luces. El foco se encuentra casi quemado, pero
logro notar que las paredes se encuentran
manchadas de sangre. Camillas ensangrentadas y
una serie de máquinas cuya función no puedo
descifrar.
Percibo entonces aquel hedor bastante
particular e imposible de confundir. Dirijo la
mirada al suelo y veo pedazos de manos y pies
deformes, casi en estado de putrefacción.
¿Humanos o zombis?

116
“Así que es aquí donde los crean…” —me
digo a mí misma— “… Tanta tecnología y tantos
experimentos fallidos.”
Otro rayo láser se desprende de una de las
paredes exteriores y por poco me alcanza. Tiro
unas camillas al suelo y las uso como trinchera.
“Tengo entendido que el proceso empleado
por Genius es mucho más potente pero también
mucho más peligroso que el de los Knights… por
ello muy pocos logran resistirlo y, en consecuencia,
surgen tantos de esos bichos…” —Observo hacia
un extremo de la habitación y percibo varias
cápsulas gigantes en los que varios cadáveres
flotan en líquido verde. “Reconozco este lugar…”
—miro hacia una de las camillas—. “Recuerdo
haber estado en una como éstas… Pero… ¿seré
realmente la única sobreviviente del proyecto
K.I.D.S.?”
De pronto las cápsulas se rompen y los
zombis recién despiertos salen de ellas. Empiezo a

117
sudar frío. Sólo atino a salir de mi escondite y
correr a toda velocidad. Mis compañeros se
encuentran a pocos metros. Doy la señal de
retirada y nos aproximamos a la salida; es hora de
huir.
—Parece que lo logramos…
—¡¡¡ZERO, CUIDADO!!!
Falcom planta su barrera. Los misiles son
disparados hacia el cielo.
—¿Pero de dónde vienen…?
—¿Acaso no es obvio? —respondo.
En ese momento los muertos-vivos empiezan
a salir de la base. Iron da la señal.
—¡Rápido, divídanse por lados!

118
No hago caso y voy tras el vehículo que sigue
disparando. Esquivo sus ataques y caigo sobre él.
Sigue en movimiento.
—Desde la ventana del carro blindado
consigo ver a mi padre. Empiezo a golpear el techo
y las lunas del coche que sigue moviéndose a toda
velocidad. De pronto pierdo el equilibrio. Caigo de
espaldas. El vehículo abre un par de alas y
empieza a elevarse. No pretendo dejarle escapar.
Me concentro y suelto la carga de energía más
potente que las fuerzas me permiten.
Me estrello contra el suelo sin aire y pierdo
mi transformación. Soy Alexia Barich indefensa y
sangrando por la boca y el estómago. El maldito
hijo de puta tenía un campo reflector. He sido
destrozada por mi propio ataque.

119
—Alexia! ¡Alexia, ¿te encuentras bien?! —Tengo a
Zero a mi costado sacudiéndome para que
despierte.
Consigo abrir los ojos. En ese momento llega
la alerta de Kairos.
—¡Se aproximan!
Los muertos-vivos nos tienen rodeados.
Kairos se lanza sola en ataque suicida. Pyro y Iron
aparecen y van en su ayuda. Logro ver a Falcom
llegar y soltar su barrera protectora.
—¡Manténla Falcom! Yo me ocuparé de curar
a Alexia.
Siento las manos de Zero generando calor
sobre mi cabeza, mi estómago, mis hombros, a la
altura de mi corazón.

120
Cuando logro incorporarme, todo ha terminado.
Ellos están heridos, pero están con vida. Me pongo
de pie. Iron se me acerca. Está furiosa.
—¿¡Te das cuenta de lo que has hecho!? ¡Nos
has dejado cuando necesitábamos tu ayuda!
No la escucho y me revisto con el Knight Suit.
—Por tu culpa escapó…
—¿¡Qué dices…!?
—Por tu culpa escapó de mis manos…
—Hey, chicas, no es momento de discutir, ¿no
creen? —Zero interviene.
En ese momento aterriza una de nuestras
naves.

121
—Debemos irnos —insiste.
Iron da la vuelta hacia la nave y me da la
espalda.
—¿No te da vergüenza que nuestro peor
enemigo se haya escapado por culpa tuya?... Si nos
hubieses enviado a todos tras esa nave, tendríamos
al vicepresidente de Genius, y yo le hubiese
matado.
Ella voltea indignada.
—¡Deja de decir tonterías! ¡Ni siquiera sabes
si él estaba ahí!
—Estaba ahí… Lo he visto; sé que estaba
ahí… Pero tú preferiste enfrentar a esos estúpidos
muertos-vivos…¿¡Qué clase de líder eres!?...
Cualquiera de nosotros podría hacerlo mejor que
tú. Yo podría hacerlo mejor que tú.
—No la escuches, Iron… —Zero interviene
nuevamente intentando parar lo inevitable.

122
—¿Realmente servirás para dirigir, Tanya
White?... —insisto— ¿Por qué no nos dices cuántas
veces te acuestas con O’Brian para que te
mantenga al mando?
Silencio total.
—¿¡Qué has dicho!?
Por fin la he sacado de sus casillas. Intenta
golpearme, pero le detengo el brazo rápidamente y,
de una palanca, la tumbo al piso.
—Tú me has golpeado ya dos veces White…
pero vamos a ver quién golpea ahora.
Iron logra liberarse con dificultad y retrocede
tres pasos. Coloca una rodilla en el suelo, se
concentra y los restos de máquinas y armas
destrozadas por el campo empiezan a tomar la
forma de cables que me envuelven y me impiden el
movimiento.

123
—Supongo que con esto será suficiente…
—Iron suena confiada, pero esta vez me está
subestimando. Suelto un rugido violento. Mi aura
resplandece y los cables se destrozan. También se
rompe la visera de mi rostro. Mis ojos rojos de
mujer-bicho quedan al descubierto. Iron luce
asustada.
—Tiene que detenerse —interviene Kairos—.
Es demasiada potencia.
—¡No debes pasar el límite Alexia! —añade
Falcom.
Yo sigo hacia Iron.
—¿Ahora serás más valiente y me
enfrentarás cuerpo a cuerpo, o prefieres seguir
llamando a tus maquinitas para que te ayuden?...
Tal vez debería hacer esto —absorbo el Knight
Suit—. Para que esté más parejo.

124
Iron se muerde los labios. Absorbe el Knight
Suit en su cuerpo.
—¡Vamos a ver quién está siendo
considerada con quién!
—¡No Tanya, no caigas en su juego! —Zero
intenta detenerla sujetándola del brazo.
—¡Déjame Giovanni! ¡Alguien tiene que
poner en su sitio a esta mocosa!
El ataque ha cesado; los refugios están a
punto de abrirse; los civiles pueden volver a sus
actividades.
Es la voz de alerta. El piloto de la nave abre
la ventana y grita.
—¡A qué esperan! ¡Tenemos que volver a la
base!
Zero absorbe el Knight Suit en su cuerpo y
vuelve a ser Giovanni Stingray.

125
—¡Rápido, no hay tiempo para peleas tontas!
¡Debemos irnos antes de que salgan los civiles!
Tanya aprieta los puños y los dientes
—Está bien…

Nuevamente, ¿qué es la verdad? Se dice que


cuando una mentira es repetida tres veces se
convierte en verdad… Se convierte en verdad en la
mente de quien repite la mentira, y en la de
quienes reciben su influencia.
Durante el siglo XX de la antigua era, un
hombre llamado George Orwell escribió acerca de
un universo donde las mentiras se convertían en
verdades. El Ministerio de la Verdad se encargaba
de cambiar las noticias y textos históricos para
favorecer al Partido. Inclusive el diccionario era

126
sintetizado, eliminando palabras como “libertad” o
“rebelión”, en las cuales se esperaba que el sujeto
nunca pensase.
Y como la realidad supera a la ficción, en
nuestro mundo, existe el Servicio de Información y
Sabotaje (“SIS”), un organismo secreto conformado
por políticos, militares, hackers, y cargos
importantes en los medios de comunicación de
diferentes partes del mundo.
Su líder es Fausto Musolini, dueño de
Teleboing, el canal de televisión más exitoso de
Romana. Debido a su tremenda popularidad por
ofrecer programas de espectáculo y
entretenimiento fácil, Musolini alcanzó la
presidencia de su país con mayoría de votos en
primera vuelta. Tras su ascenso al poder, se dedicó
a comprar el resto de canales de televisión, la
mayoría de periódicos, portales online y
frecuencias radiales; también a bombardear con
propaganda a favor de su propio gobierno. Entre

127
otras cosas, se hizo de un programa de seis horas
consecutivas en el canal del Estado, en el cual él
mismo aparecía recibiendo llamadas telefónicas de
la gente y ofreciendo soluciones cortoplacistas a
sus problemas.
Fausto Musolini es odiado por muchos, pero
amado por una mayoría ciega e ignorante. Por ello,
después de ganar la reelección, optó por un
“autogolpe”, disolviendo el Congreso de la
República Romana y consolidándose en el poder
gracias al apoyo militar. Pocos civiles reaccionaron
en su contra; esos pocos, fueron eliminados. Al día
siguiente de cada muerte, los medios de
comunicación informaban que tales individuos
habían sufrido accidentes de tránsito, sido víctimas
de algún asesino al paso, o que habían huido del
país por descubrírseles culpables de acciones
subversivas. Para perseguir a sus opositores y a
todo aquel que se atreviese a manifestar alguna
opinión contraria a su gobierno, el presidente se
valió de un servicio especial dentro de la policía, al

128
cual llamó "Policía del Intelecto". Este nivel de
control dentro de su país, fue el que le ganó a
Musolini su lugar en la organización Genius y la
presidencia del SIS.
Siendo más específicos, el Servicio de
Información y Sabotaje se dedica a expropiar
medios de comunicación de manera secreta (o, en
todo caso, sobornar o amenazar a sus directivos), a
“recrear la historia y la noticia” a partir de lo que
conviene a Genius (y a los gobiernos cuyos
mandatarios forman parte de Genius o al Sistema
de Información y Sabotaje), a hacer esa nueva
información pública, y a eliminar o deportar a
cualquier individuo que se hallase sospechoso de
atentar contra los objetivos de ambas
organizaciones.
O’Brian y su socio Lao Tzun Chen —padre
de Tao Shen Chen— alguna vez tuvieron rangos
secundarios dentro del SIS, guardando sus
secretos. O’Brian asegura que él y su socio

129
pensaban que los experimentos K.I.D.S. podrían
traer algún fin beneficioso a la humanidad aun a
costa de cierto número de vidas humanas.
¿Es incorrecto si no le creo del todo…?
Según las crónicas de O’Brian, cuando
dichos experimentos se fueron realizando de
manera indiscriminada, él ya mantenía contactos y
vínculos fuertes con varias personas de influencia
económica —y política— a nivel mundial. Fue
entonces que se rebeló contra Genius y se convirtió
en el comandante de la agrupación Knights.
Al día siguiente de la batalla en el distrito de
Fang Shan, los periódicos y canales de televisión
anunciaban el asalto a la base local de Genius por
parte de “los terroristas Knights”.
Una total tragedia en la que cientos de
valientes soldados entregaron sus vidas por
proteger nuestra seguridad de su sanguinario
equipo de asesinos, y de sus monstruosos zombis,

130
de los cuáles se ha encontrado cientos de restos al
interior de la base.
Yo dedicaba mis tiempos libres a estudiar los
documentos antiguos y registros secretos
ultrajados por O’Brian. Sólo así conseguía
conservar la impresión de que lo que hacía era
correcto.

Es otra noche en que me dedico a espiar a Tanya.


A veces ya no sé si esta obsesión está
fundamentada en el recelo o en la fascinación. Sin
embargo, todas las noches, en puntas de pie, la
sigo hasta el despacho o la habitación de O’Brian.
O’Brian está sentado en su escritorio. Frente
a él se encuentra White. Ella le entrega el
dispositivo que he robado de la base de Genius.

131
—Adrien, ésta es la información que
obtuvimos durante el asalto.
Deja el dispositivo sobre la mesa del
escritorio. O’Brian lo toma y lo coloca en su
ordenador.
—Así que Isabelle Dumont, de Versalles, y
Ryoji Shinomori, de Nueva Japan… ambos
residentes en Cyberia. Mucha gente migró hacia
allá después de que su país se volviese inhabitable.
—Es curioso… Tenía entendido que el nivel
de seguridad de Nueva Japan era casi tan sólido
como el de Cyberia…
—Lo era… y tal vez hasta lo siga siendo…
pero los japaneses son unos locos de la
experimentación serial. Siempre tratando de estar
a la cabeza… No les importa si para ello tienen que
sacrificar a dos tercios de la población.

132
—Es terrible… —dice Tanya con la cabeza
gacha—. Entonces, deben estarse dirigiendo hacia
allá.
El tono de voz de O’Brian se vuelve mucho
más serio.
—Exactamente. Debemos tener mucho
cuidado; estas fichas son una señal sumamente
peligrosa para nosotros…
White se ha quedado helada.
—Ya no serán solamente los zombis,
Tanya… La verdadera guerra está por comenzar…
—Pero Adrien, nosotros tenemos ya un
grupo reunido, y con esta información les llevamos
aún más ventaja…
—No te fíes. Se me hace extraño que lo
hayan conseguido tan fácilmente.
—¿Fácilmente?

133
—¿No te esperabas algo más complicado por
parte de Genius?
—Bueno…
—Su sistema de protección anti-hackeo es
invulnerable incluso para nosotros. Y luego
ustedes llegan y consiguen la información sin
muertes o heridas graves.
Tanya lo observa con preocupación. Yo sigo
acumulando motivos para dudar de las
motivaciones de O’Brian. Él rompe el silencio.
—Igual no tenemos otra opción que
arriesgarnos. Sea cual sea el objetivo de Genius, ir
a investigar nos dará alguna respuesta. Ha llegado
el momento de que los Knight Masters dominen
todo el poder que sus cuerpos resistan…
—Pero sabemos que es muy probable llegar
al exceso y morir… ¿verdad? —Tanya parece un
poco dubitativa.

134
—No podemos confiarnos de la frágil
anatomía humana… pero es necesario. Si nuestros
enemigos son tan poderosos como pienso…
White luce agobiada.
—Sí… una situación escalofriante —dice
O’Brian mirándola fijamente.
—No, Adrien —responde ella—. Nosotros
conocíamos desde un inicio la enorme carga de
pertenecer a los Knight Masters.
Silencio. Yo siento que estoy sudando frío,
observando entre las rendijas del armario en el que
me encuentro escondida.
—Entonces el siguiente paso es mudarnos a
Cyberia.
—Debemos encontrar a estos dos y
reclutarlos antes de que Genius lo haga.

135
—Reclutarlos antes de que Genius lo haga…
Teniendo en cuenta que los civiles nos odian, eso
quiere decir que…
—Tendremos que secuestrarlos.
Tanya asiente y queda pensativa. El método
de secuestro, al parecer, es una técnica frecuente.
—¿Contrariada?
Tanya niega con la cabeza, aunque la
expresión de su rostro parece decir otra cosa.
—No, Adrien. Tú quieres acabar con los
experimentos humanos de Genius a como dé lugar.
Incluso perdiste todo lo que amabas por ello.
Viéndolo así, hay cosas que son necesarias… Sin
embargo, ellos sólo nos ven como una amenaza…
¿Cómo es que puedes continuar?
O’Brian acomoda lo que parece ser un
portarretratos en su escritorio.

136
—Precisamente es eso lo que me motiva…
No puedo quedarme de brazos cruzados —levanta
la mirada—. Lamento agobiarte tanto… pero tengo
toda mi confianza puesta en ti. Sé que tú puedes
dirigirlos.
Ella se estremece.
—¡No digas eso! Yo te debo demasiado… Tú
me rescataste y me protegiste cuando la armada de
Genius ocupó Eustasia. Yo no hago más que
retribuir…
O’Brian la observa con atención.
—Traeré la victoria en Cyberia. Iré a
prepararlo todo.
Ella sale. Luego de varios minutos, él apaga
las luces y sale. Yo sigo conteniendo la respiración
en mi escondite. Debo esperar quieta hasta que sea
el momento adecuado para salir. No sé por qué

137
tengo la impresión de que es inútil… de que él
siempre ha sabido que yo me encontraba ahí.

138
VII
Rivalidad

En el año 37 del Nuevo Génesis (37 A.N.G.), las


ciudades de distintos lugares del mundo se ven
aterrorizadas por zombis caníbales, resultados de
experimentos fallidos con seres humanos. Según
las autoridades, los responsables son los miembros
de un grupo terrorista llamado “Knights”.
La verdad, sin embargo, o la verdad que he
ido descubriendo hasta este punto, es que los
experimentos son realizados por la organización
Genius, liderada por el presidente Nicholas
Johnson, y su mano derecha, mi padre, el
vicepresidente Víctor Barich.

139
Los Knights, son un grupo opositor que se
ve obligado a complotar por lo bajo, utilizando
técnicas subversivas. Su líder —nuestro líder—, es
Adrien O’Brian, antiguo miembro de Genius,
prófugo de la justicia, quien trabaja apoyado por
empresarios millonarios de distintas
nacionalidades, opuestos a los fines de la
organización. Varias de estas organizaciones tienen
fines poco nobles, como el tráfico de drogas o la
evasión de impuestos, pero son las que nos
mantienen en pie.
El proyecto “K.I.D.S.” de Genius, no es otra
cosa que la continuación de los experimentos que
provocaron las Guerras Científicas. Los individuos
que no soportan la intensidad de los
procedimientos mueren o se convierten en zombis;
sin embargo, quienes sobreviven, obtienen
habilidades psíquicas y están destinados a
convertirse en soldados elite de Genius. Como
medida de precaución Genius coloca un parásito
con microchip en el cráneo de cada soldado

140
psíquico, con el objetivo de rastrearle y de
convertirle en zombi en caso de insubordinación (al
despertar al parásito, éste devora parte del cerebro
del huésped, convirtiéndole inmediatamente en
una de estas criaturas). En otras palabras, los
soldados psíquicos no son realmente soldados
como tales; son armas biológicas.
Yo soy Alexia Barich, la “primera niña”, la
primera sobreviviente del proyecto “K.I.D.S.”. Es
por eso que tuve que huir de Genius dejando a mi
hermano menor en el camino. Luego fui
secuestrada por los Knights, quienes me
convirtieron en una de los suyos.

141
Me encuentro en el comedor de la base,
memorizando nuestras distintas sedes, las
características de cada país y sus poblaciones.
Aprender cosas nuevas evita que los
recuerdos me acosen 24/7. Me he convertido en
una máquina de absorber datos, al igual que de
matar.
Alamannia: Lo que quedó de Alemania, parte
de Polonia y parte de Suiza.
Chieng: Antiguo territorio chino.
Cyberia: Formada por varios de los que en
alguna época formaron el bloque de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. Uno de los países mejor
desarrollados a nivel tecnológico, pero también con
uno de los climas más complicados debido a la baja
temperatura. Este país se caracteriza porque sus
construcciones tienen la posibilidad de resguardarse
de manera submarina o subterránea en caso de
algún ataque en zona civil.

142
Eustasia: Formado por lo que quedó de las
antiguas Inglaterra, Irlanda, Escocia y Holanda.
Éste es el país del cabecilla de los Knights, Adrien
O’Brian.
Israel: Durante las Guerras Científicas, la
Guerra del Medio Oriente se vio involucrada y uno
de los bombardeos más grandes de la historia
dividió la zona en conflicto en dos. La parte
palestina decidió adherirse a la nación de Mogonda.
Por su parte, los israelitas bautizaron su nueva isla
con el nombre de “Israel” y decidieron formar su
propia nación, aislada del resto del mundo, razón
por la cual son rechazados por muchas naciones;
sin embargo, cuentan con el respaldo económico y
militar de la nación de Texas, con la cual tienen
excelentes relaciones comerciales. A pesar de ser un
territorio pequeño, es una de las naciones más ricas
y modernas debido al comercio.
Mogonda: Aglomeración de varios de los
antiguos países árabes. Incluye parte del antiguo

143
territorio en conflicto durante la Guerra del Medio
Oriente (la zona ocupada por la población palestina).
Nueva Japan: Conformado
predominantemente por las islas japonesas, aunque
se añadieron algunos territorios de Corea del Sur,
que durante las Guerras Científicas entraron en
conflicto con su contraparte de Corea del Norte; el
acuerdo fue que esos territorios conservasen los
nombres de las ciudades originales, las costumbres
típicas, y que sus pobladores poseyeran doble
pasaporte. A fines del conflicto, también se anexionó
la isla de Taiwán —bajo las mismas condiciones
que los territorios Surcoreanos—, después de
negarse a pertenecer a la nación de Chieng (antiguo
territorio de la República Popular China). Su capital
es Neo-Tokyo y el idioma oficial es el japonés, pero
se habla también el coreano y el chino mandarín.
Romana: Formado por lo que sobrevivió de
Italia, Grecia y parte de Bélgica.

144
Seiran: Conformado por lo que sobrevivió de
varios países escandinavos.
Texas: Conformado por Estados Unidos, la
parte norte de México, y parte de Canadá. La
principal potencia mundial, tanto militar como
política y económica. El presidente de Genius,
Nicholas Johnson, proviene de este país. Es también
en dicho país que se encuentra la base principal de
la organización. Acoge a grandes masas de
inmigrantes latinos, orientales y judíos.
Versalles: La parte norte de Francia, Bélgica,
Luxemburgo y parte de Suiza. Acoge a grandes
masas de inmigrantes africanos y orientales.
 Me he detenido a leer al final sobre mi
propio país, Nueva Hispania, quizás por el poco
arraigo que siento hacia algún lugar determinado,
o por los malos recuerdos que tengo de allá.
Nueva Hispania: Formado por el territorio
español, parte del sur de la antigua Francia y

145
Portugal. Acoge a grandes masas de inmigrantes
árabes, judíos y sudamericanos. Su capital es
Ciutat Catell.
Me encuentro terminando de memorizar la
lista y sorbiendo los últimos chorros de café helado
cuando Klaus se acerca y se sienta en la silla de en
frente. Apoya la taza sobre la mesa.
—Han asesinado al presidente Johnson
—me dice—. Todo indica que fue veneno. Según los
informes del padre de Tao, puede ser una
estratagema de Barich para tomar el poder, pero ya
sabes cómo se pintan las cosas…
—Que los culpables somos nosotros.
—Tal cual.
—Así que mi padre es el nuevo presidente de
Genius…
Me tomo de golpe el último sorbo de café.

146
—Ahora qué, ¿nos movemos?
—A Ciudad Plateada, Cyberia —responde
Klaus—. Salimos en dos horas.
—Debí suponerlo…

La nave sobrevuela un paisaje plateado. Las calles


lucen cubiertas por una hermosa capa de nieve y
hielo. Puedo asegurar que no he visto un paisaje
tan hermoso en el tiempo que llevo viva. Hay una
especia de “magia” en esta ciudad. Sin embargo,
tengo sentimientos encontrados con esta imagen…
me provoca melancolía. Visualizo en mi mente la
figura de un cristal hecho pedazos.
—Por fin hemos llegado —señala la líder
mirando por la ventana.

147
—¡Wow! ¡Miren esos edificios —Tao Shen
está verdaderamente asombrado.
En ese momento interviene Kaede con su
habitual voz parca y entonación robótica.
—Cyberia es un país muy desarrollado
económica y tecnológicamente. En poco tiempo
recubrieron todas sus construcciones de un metal
especial que las hace más resistentes a los
bombardeos. También mejoraron los sistemas de
seguridad.
—¡Increíble!
—Sí, ¿verdad? —Giovanni se une a la
conversación—. Y eso no es todo. Los edificios más
importantes de la ciudad pueden sumergirse bajo
el agua.
—¿¡Bajo el agua!? ¿¡Con el frío que hace
aquí!?

148
Tao Shen, luce congelado de espanto.
Giovanni suelta una pequeña risa.
—Sus sistemas de calefacción también son
muy buenos —responde risueño.
Tao repira aliviado.
—Oye Giovanni —interviene de nuevo—,
¿por qué el señor O’Brian no viaja con nosotros?
De hecho, eso era algo que también había
despertado mi curiosidad, pero intuía que la única
que podría responderme era Tanya, y los términos
en que nos encontrábamos no eran como para que
me acerque a preguntarle.
—El jefe O’Brian rara vez viaja con nosotros
—contesta Giovanni.
—¿Y eso por qué? ¿No se supone que somos
la guardia elite?

149
—Adrien suele tener reuniones con Soldats
antes de hacer jugadas importantes —interviene
Tanya.
—¿Soldats…? —pregunta Tao.
—Son nuestros principales financiadores
—contesta Giovanni.
“Soldats”… es la primera vez que escucho
ese nombre. No se me había ocurrido que nuestros
patrocinadores —o una parte importante de ellos—
pudiesen estar organizados como entidad. En
realidad, tenía bastante lógica.
—Nos encontramos sobre zona apartada
—añade White, cambiando de tema. —Bajaremos
en paracaídas; será menos llamativo que
estacionar la nave.
Se dirige a la cabina del piloto para dar las
indicaciones.

150
Alzo la mirada y la nave ya se ha marchado. Nos
encontramos en zona montañosa, lejos del centro
de la ciudad.
—Debemos camuflar los paracaídas entre la
nieve —ordena Tanya—. Luego el equipo especial
vendrá a recogerlos.
Dejamos los paracaídas. A pesar de nuestros
trajes térmicos, el frío nos penetra hasta los
huesos.
—¿En serio tenemos que ir caminando hasta
la base? —protesta Tao Shen.
—Así llamaremos menos la atención
—contesta Tanya.
—¡Es que hace mucho frío! —Tao Shen
enciende una pequeña llama en su mano.

151
Tanya se apresura y cierra de golpe el puño
de Tao.
—Nada de poderes fuera del entrenamiento o
del combate.
Tao tirita y se disculpa. A pesar de ser un
niño mimado, Tao conserva ciertos rasgos de su
cultura, como esa manía por la formalidad y la
necesidad de disculparse por todo.
—No te preocupes, la base está a sólo unos
cuantos kilómetros de aquí —le dice un risueño
Giovanni.
—¿¡Kilómetros!? —se espanta Tao Shen.
—Vamos, no es tan malo —dice Giovanni
con su habitual relajo—. Mira a Klaus y a Alexia;
ellos no han dado una sola queja… De hecho, no
han pronunciado una sola palabra desde que
subimos a la nave.

152
Yo a veces no sabía si Giovanni se esforzaba
en hacer el idiota o le salía natural. Por la mirada
de Klaus, puedo intuir que él se pregunta lo
mismo.

Efectivamente, bajamos la montaña a pie y nos


desplazamos con bastante dificultad a través de un
terreno árido y completamente congelado. Sin
embargo, para suerte de todos —y especialmente
de Tao— cuando estábamos a punto de morir de
hipotermia, una especia de trineo futurista con
caparazón de tanque apareció frente a nosotros.
Según Kaede, este medio de transporte era
bastante común en las estepas cyberianas.
El vehículo abrió sus puertas.

153
—¡Capitana White! —saludó un soldado
desde adentro. Tanya le respondió con un saludo
militar.
—¿Realmente pensaron que iríamos hasta la
ciudad caminando? —rió Giovanni ingresando en
vehículo. Su nariz se veía morada de frío.
—Gracias a Buda —tiritó Tao,
aprensurándose a entrar.
—Cuando lleguemos a la ciudad, habrá que
caminar de nuevo —intervino la voz robótica de
Kaede.
—Eso es cierto —añadió el soldado—, no es
seguro para ustedes llegar con el trineo.
Tao casi se desmaya sobre su asiento.

“Hospital Central de Ciudad Platada”, eso era lo


que decían las letras de la fachada.

154
—Es aquí —dijo Giovanni.
—¿Es en serio? —cuestionó Tao Shen.
—Muy en serio —respondió Tanya.
—Ok, creo que he comprendido la indirecta
del hospital —contestó Tao.
—¿Te han dicho que para ser chiengo
cuestionas demasiado?
Tao se sonrojó ante la pregunta de su líder y
bajó la cabeza como pidiendo disculpas. Una vez
más, su educación privilegiada y su cultura local
entraban en conflicto.
—Si no entrenamos duro, acabaremos en la
sala de operaciones de ese hospital —intervino
Kaede; como siempre, sus palabras no desprendían
emoción alguna.
—Sí, eso es lo que entendí —contestó Tao.

155
Entramos. Tanya se acerca a la recepción.
Nosotros esperamos tras ella.
—Buenos tardes. ¿En qué puedo servirle?
—pregunta la recepcionista.
—“El holocausto es un lugar desolado”
—responde Tanya.
La recepcionista dibuja una leve sonrisa de
complicidad.
—Bienvenida, líder Iron —dice—. Sigan al
enfermero de la puerta F.
Tanya asiente y nos indica seguirle. Nos
dirigimos a una puerta cercana. Tanya le habla al
enfermero.
—“El holocausto es un lugar desolado”
—repite.
—Oh, entiendo —sonríe el enfermero.
Bienvenidos. Por aquí por favor.

156
Cruzamos la puerta F, que aparenta no ser
más que una sala de rayos X. El enfermero
presiona un botón y una de las paredes se abre.
—Este ascensor nos llevará hacia el
“holocausto” —dice—.
Señala el número de piso en el ascensor y
éste comienza a ascender
—Hemos llegado.
La puerta del ascensor se abre. Nos
hallamos ante un pasadizo oscuro.
—Supongo que ya deben estar
acostumbrados a la oscuridad de las bases —dice
el enfermero—, así que sólo debo decirles que sigan
de frente y luego doblen hacia la izquierda, donde
encontrarán otro pasillo. Cuando lleguen al final,
tengan cuidado con el piso.
El enfermero vuelve a entrar al ascensor y se
marcha. Los demás seguimos las indicaciones.

157
—Es aquí —dice Tanya.
El piso se abre, pero gracias a la indicación
del enfermero logramos caer de pie. Las luces se
encienden. Frente a nosotros se encuentra el
escritorio de Adrien O’Brian.
—Me da gusto que hayan llegado sin
problemas a pesar de la situación crítica. Asumo
que ya están enterados y tienen una idea acerca de
cuál será la próxima misión.
Tanya da un paso al frente.
—Ya han sido informados, señor. Saben que
debemos encontrar a esos muchachos antes que
Genius.
—Perfecto —contesta O’Brian—. Actuaremos
por la noche. Genius no puede adelantarse a
nosotros o los civiles se darían cuenta de todo.
—Me tomé la molestia de destrozar su
computadora —intervengo—.

158
—Eso nos ayuda a ganar tiempo, pero sin
duda tendrán copias de seguridad. De hecho, lo
más probable es que se trate de una trampa, así
que tendré un ejército listo para entrar a
respaldarles.
—Son dos personas a las que debemos
encontrar —interviene Tanya—. Debemos actuar
con mucha rapidez para no perder a ninguno.
—Tendremos que dividir al grupo en dos.
“¡Perfecto!”, me digo a mí misma, “ésta
puede ser mi oportunidad”.
—Tanya tú dirigirás al grupo 1; estarás al
mando de Alexia y Tao Shen. Giovanni, tú quedas
a cargo del grupo 2; te acompañarán Klaus y
Kaede.
Soy la única que no responde con el saludo
militar seguido de un unísono “¡Sí, señor!”. O’Brian
lo nota de inmediato.

159
—¿Sucede algo, Barich?
—Permítame dirigir uno de los grupos
—respondo con firmeza.
Puedo sentir los rostros anonadados de mis
compañeros. No los miro; me quedo con los ojos
fijos en O’Brian, pero puedo sentirlos claramente.
O’Brian no se inmuta.
—Los grupos ya están formados —dice.
—Entonces déjeme buscar a uno de los
objetivos yo sola.
Las miradas a mi rededor se vuelven más
intensas.
—¿¡Estás loca!? —reacciona Tanya.
—¿Por qué te exaltas, White? ¿Sigues
irritada por tu vergonzosa actuación en Chieng…?

160
Tanya aprieta los puños y los dientes con
indignación.
—¡Basta! —interviene O’Brian—. ¡Barich, no
permitiré este tipo de conducta! ¡Aún no estás lista
para dirigir a un grupo y mucho menos tomar una
misión sola!
Luego regresa a la calma y entrega un
dispositivo a White y otro Stingray. De cada uno se
desprende un holograma a modo de ficha, con el
rostro y los datos de los dos objetivos.
—Son ellos a quienes deben ubicar. Tanya
irá por Isabelle Dumont y Gioanni irá por Ryuji
Shinomori.
Yo me he quedado paralizada un momento,
pero no me permito dejar que las cosas se queden
así e intervengo nuevamente.
—¡Adrien O’Brian! Cuando llegué, usted me
pidió que lo ayudara, a total conciencia de quién
era yo. Usted me dijo que si aceptaba portar el

161
Knight Suit y me sometía a su entrenamiento
podría volverme muy fuerte, más que cualquiera.
Con esa idea, he entrenado día y noche sin
detenerme, alimentándome de la propia rabia, del
deseo de vengarme y de volver a ver a mi hermano.
¡Pero hasta ahora no he conseguido ni una ni otra
cosa! Yo ahora soy ese ser superior del cual usted
habló. Me he convertido en lo que usted esperaba y
he seguido sus órdenes. ¡Ahora cumpla su parte y
permítame hacerme cargo!
El humo del cigarro de O’Brian me roza la
cara pero me esfuerzo en no estornudar.
—Es cierto que tu poder es sorprendente…
pero todavía te falta mucho Barich, demasiado.
—¿¡Qué!?
—Tu ira y tu soberbia son tu peor enemigo.
Ahora ve y prepárate, porque hoy por la noche
apoyarás a Tanya; de lo contrario, puedes quedarte
en la base sin hacer nada. Tú decides.

162
Una bola de ácido parece quemar el interior
de mi estómago. Me muerdo la lengua y me doy la
media vuelta. Camino lentamente a la salida.
—Estaré lista —digo, y salgo
inmediatamente.

VIII
Primera caída

Las circunstancias no podían estar más en mi


contra. Me sentía frustrada. No sólo extrañaba con
furia a mi hermano y me veía sumamente lejos de
encontrarle, sino que además me sentía
menospreciada en mis habilidades. Sentía como si
me hubiesen manipulado para convertirme en un

163
soldado más en pos de una causa con la que ni
siquiera me sentía identificada.
¿Qué diferencia existía realmente entre
Genius y los Knights? ¿Nada más que un
porcentaje de riesgo?
En un escenario tan confuso y donde la
verdad parecía ser algo fácilmente alterable, de lo
único que me sentía segura, era de que detestaba a
Iron con todas mis fuerzas.
—Por tu rostro de ira, parece que estás
pensando en Tanya.
Giovanni interrumpe mis pensamientos. Yo
estaba alistando mis cosas para la misión que nos
acababan de encargar.
—Si también lees los pensamientos,
empezaré a tomar mi distancia contigo —contesto.
Lo sabía —ríe Giovanni—. No leo los
pensamientos. Eso lo hace Kaede cuando toca a las

164
personas; pero en tu caso, creo que sé reconocer
las expresiones asociadas con Tanya… En verdad,
creo que sé descifrar todo lo que tiene que ver con
ella —dijo con un toque melancólico.
—¿Estás enamorado de ella, verdad?
—pregunto con toque sarcástico.
Él evade mi pregunta. 
—Tanya y yo nos conocemos desde niños.
Ambos somos de Eustasia, pero mi madre era
inmigrante de Romana y, por ese motivo, casi
ningún niño quería jugar conmigo. Los de Eustasia
siempre han visto a los romanos como la última
rueda del coche dentro del continente. Pero Tanya
no era como la mayoría.
—Ok, no esperaba haber acertado, pero lo
hice… Lo siento mucho —digo honestamente
avergonzada.
Giovanni suspira.

165
—Ella sólo tiene ojos para O’Brian. Y tiene
sentido… Él la rescató cuando sus padres fueron
convertidos en zombis. Nos rescató a los dos. Mis
padres sufrieron la misma suerte. Pero nosotros
resultamos inmunes y O’Brian nos rescató antes
de que Genius nos encontrase… Yo también le
debo mucho a él.
La historia de Giovanni me provoca cierta
tristeza; por eso me quedo callada mientras
termina su relato.
—Ella no es tan mala, ¿sabes? —me dice—.
En el fondo ella te aprecia.
A pesar de la situación, no puedo evitar reír.
—¿Es una broma? —digo.
—Para nada; ella misma me ha dicho que
cuide de ti.
—¿Qué cuides de mí? Yo no necesito que
cuides de mí…

166
—Como sea, pero ella piensa que te
convertirás en líder próximamente. Y eso me puso
muy triste, ¿sabes?
—¿Tanto te enfada que yo los supere a
ambos? —pensar en Tanya me devuelve mi
habitual tono retador.
—No es eso. Es que… creo que ella piensa
que va a morir…
Giovanni se encoge de hombros. Yo me
siento confundida, y no atino a hacer otra cosa que
ponerle la mano sobre el hombro, en solidaridad.
—Dime una cosa, Giovanni…
—¿Ah?
—¿Te enlistaste por ella?
Él sonríe levemente, mas no responde.

167
Media noche. Cuando llegamos al Orfanato N° 147
de Ciudad Plateada, la alerta de evacuación había
sido dada, pero obviamente, no por nosotros. Un
ataque de muertos-vivos se daba justo en el lugar
del objetivo. Definitivamente, se trataba de una
trampa.
Nos abrimos paso en medio de los
escombros del orfanato, pero en lugar de encontrar
zombis, encontramos sólo sus restos,
entremezclados con los de la gente que parecen
haber atacado. ¿Quién podría haber acabado con
ellos?
—Siento una presencia —dice Iron—. Hay
alguien vivo en este lugar.
Subimos rápidamente las escaleras hasta la
tercera planta. El lugar entero apesta a sangre y a
putrefacción. Todo se encuentra en estado caótico,

168
destrozado y completamente desordenado, como
siempre que los zombis pasan por ahí. Pyro se
encarga de quemar algunos restos de vísceras; sólo
así podemos soportar el hedor del ambiente.
—Es probable que ella misma los haya
matado —señalo.
—¿A quién te refieres? —pregunta la líder.
—Al objetivo. Lo que sea que mató a los
zombis no parce haber utilizado armas comunes.
Lo más probable es que alguien como nosotros los
haya eliminado.
—Tienes razón —asiente Iron.
—¿Puedes captar de dónde viene la
presencia? —le pregunto, y soy consciente de que
es la primera vez en que la líder y yo parecemos
ponernos de acuerdo.
—Es extraño; por momentos se apaga… pero
parece ser que… ¡el techo!

169
Los tres corremos por la escalera de caracol
que lleva hacia la azotea. Hay una chiquilla de
cabellera rubia y ojos verdes sentada en una silla.
La reconozco enseguida, es Isabelle Dumont; es el
objetivo.
No se mueve en absoluto. Sus pupilas se
encuentran dilatadas y mirando en dirección recta,
hacia el infinito.
—Está en trance… —señalo.
—Debemos sacarla de aquí cuanto antes
—ordena Iron.
—Yo me hago cargo —Pyro se acerca para
llevarla en brazos, pero algo parece golpearlo de
lleno en el estómago. Él cae de rodillas.
—¿¡Qué sucede!? —exclama Iron.
Entonces una suerte de líquido verdoso le
cae sobre el hombro y comienza a carcomer su
armadura… y lo que hay debajo de ella.

170
En un abrir y cerrar de ojos, Pyro está
completamente inhabilitado. Su armadura está
destrozada y él ha perdido el conocimiento.
Estamos en shock. Luego de unos segundos Iron
reacciona y va en su ayuda, pero es golpeada por
esa misma fuerza invisible. Entonces veo aparecer
a dos cuerpos de entre las sombras. Tienen un
aspecto muy similar al mío, con la tez y el cabello
albino y una armadura biotecnológica, sólo que
ésta es de color negro. Una tercera figura aparece
de la nada, desde el espacio vacío que parecía
haber golpeado a Iron. Tiene el mismo aspecto que
las otras dos. Identifico a los dos primeros
individuos como varones y a la última como mujer.
No tengo tiempo para pensar, cargo energía
y me dispongo a lanzarla, pero la mujer que acaba

171
de aparecer, desaparece de nuevo. Otro de los
sujetos multiplica réplicas de sí mismo, siéndome
imposible identificar al verdadero. El tercero me
toma por sorpresa y me suelta un golpe directo a la
boca del estómago.

¿Dónde estoy? Me veo flotando en medio de la


nada. El Knight Suit ha desaparecido.
El entorno se transforma. Me veo en una
calle. Llueve. Me encuentro corriendo entre
charcos. Alguien me persigue. Volteo, distingo a un
zombi tras mis pasos. El zombi me alcanza en
velocidad e intenta atraparme por la espalda. Salto
sobre él. Lo pateo. Caigo, me incorporo y sigo
corriendo. ¿Ahora por qué corro? Volteo hacia un
costado. Veo a Albert a mi lado.

172
“Es cierto. Ya lo recuerdo. Debo poner a
Albert a salvo.”
Un muerto-vivo aparece ante nosotros. Nos
ataca. Cubro a Albert. Caemos juntos hacia un
lado. Me levanto y le tomo la mano. Corremos.
“Cómo es que siempre me encuentran…”
Un resplandor cae sobre mis ojos. Lo
recuerdo. Recuerdo las cápsulas de los laboratorios
de Genius. Recuerdo los cables, y a los hombres de
blanco, y el olor raro de la sala de operaciones, y
las agujas. Una aguja larga y delgada se hunde en
mi frente. Grito. Abro los ojos. Sigo corriendo. Debo
salvar a Albert.
Volteo a verle. Él está en el suelo,
ensangrentado, con el pecho abierto. No respira.
Me quedo petrificada.

173
Es tarde. Mi hermano ha muerto. Lo he
entendido. No le volveré a ver. He perdido el
propósito.
Caigo en cuclillas. Las manos en la cabeza.
Klaus Wagner aparece frente a mí. Se sienta a mi
lado.
“He perdido el sentido” —le digo. Él no
responde. Se sienta a mi lado y apoya mi cabeza en
su hombro.
“Hace frío en la soledad…” —le digo.
De pronto Klaus se transforma en un
inmenso zombi que muestra su tremenda
mandíbula abierta y empieza a tragarme.
Me ahogo…

174
“¡Despierta! ¡Morgan, despierta!”
Esa voz… de quién es…
“¡Morgan, despierta! ¡No puedes rendirte!”
Abro los ojos otra vez. Me veo cubierta por
una masa viscosa hasta el cuello.
“Es Iron… es Tanya llamándome… necesita
ayuda.”
“¡Morgan!”
Reacciono. Mi entorno resplandece. Me
quedo ciega nuevamente.
Despierto. La niebla a mi alrededor se
esfuma.

175
Cuando regreso, Iron está en el suelo, sangrando a
mi lado. Pyro sigue herido e Isabelle Dumont
sentada sobre esa silla, en trance.
—¡No puede ser, ha despertado de mi
pesadilla!
Uno de los enemigos se encuentra exaltado.
—Creí que tus pesadillas eran infalibles,
Nightmare —le reclama su compañera.
Me lanzo sobre Nightmare rápidamente y le
tumbo al suelo. Mientras tanto, los otros dos caen
sobre Iron. Quiero ir a ayudarle, pero Nightmare se
incorpora y crea otra imagen múltiple de sí mismo.
Sus distintas réplicas me tienen rodeada y no logro
distinguir al original. Cae sobre mí con una lluvia
de golpes.
A mis espaldas, suenan los gritos de dolor
de la líder de los Knight Masters.

176
“Si no puedo distinguirte con los ojos… te
encontraré con el resto de mis sentidos”. Junto los
párpados con fuerza y me concentro. Trato de
evitar por un momento los gritos de Iron. Escucho
el sonido del viento, las pisadas, el movimiento.
Puedo sentir su olor a sudor y a sangre.
Golpeo. Siento a Nightmare caer hacia atrás.
Puedo sentir su sangre caliente en mi puño. Puedo
visualizarlo en mi mente. Cargo energía. Descargo.
Lo he dejado en el suelo.
Abro los ojos. Corro hacia donde se
encuentra Iron. Tomo por sorpresa a sus dos
atacantes. Una de ellos se recupera y me suelta su
baba verde y venenosa. Mi armadura comienza
hacerse pedazos y siento cómo el veneno me

177
calcina la carne. Me retuerzo. Veo las dos figuras a
punto de caer sobre mí.

Estaban a punto de matarme, pero pareciera que el


capricho de algún cargo superior me ha salvado el
pellejo. Un avión militar sobrevuela el edificio. Una
voz por megáfono ordena retirada.
¡NIGHTMARE, SHADOW, POISON,
RETIRADA! ¡NO DEBEN EXCEDER EL LÍMITE! ¡LA
MISIÓN SE HA DECLARADO CUMPLIDA!
Entonces les lanzan la escalera.
Se marchan.

178
“No deben exceder el límite” —pienso—. “Entonces
ellos también tienen un tope para usar sus
poderes”.
Inmediatamente, recuerdo a Iron. Absorbo el
Knight Suit para conservar algo de energía y
arrastro hasta donde se encuentra. Está en medio
de un charco de sangre. Su Knight Suit también ha
desaparecido por lo débil que está. El cielo se ha
oscurecido.
—¡Resiste! —grito.
Ella apenas puede hablar.
—No hables —le digo.
Hago un esfuerzo y me incorporo
ligeramente, apoyando el peso sobre una de mis
rodillas.
—Te llevaré a la base y Giovanni te curará.

179
—Ya no hay nada que hacer, Alex…
—Shhh… calla.
—Sólo… me hubiese gustado despedirme de
Gio...
—¡Deja de hablar! ¡No debes hacer esfuerzos!
Además, ¡todo va a estar bien!
—Es una oscuridad… tenebrosamente
bella… Adrien, lamento no haber sido tan fuerte
como tú esperabas…
Saco las pocas fuerzas que me quedan y la
cargo.
—No vale la pena, Alex. Además, debes llevar
a Isabelle y a Tao a la base. Ella formará parte de
nuestro equipo.
—¡No te abandonaré! ¡Puedo llevarles a los
tres!

180
—No vale la pena… A partir de ahora, debes
madurar rápidamente… dejar de lado ese ego que
tienes… Ahora tendrás que dirigir a los Knight
Masters…
No le hago caso. Avanzo con ella en brazos,
hasta donde está Tao Shen. La cargo
acomodándola sobre mi otro hombro. Apenas
puedo avanzar… Debo alcanzar a Isabelle, que
sigue petrificada en su sitio.
—Basta, Alex…
—¡Para tú de decir idioteces! ¡Pronto te
repondrás! ¡Debes sobrevivir para pelear conmigo,
¿entiendes?! ¡Sólo yo puedo ganarte!
—Ya lo hiciste…
La voz de Tanya se apaga… Sus ojos se van
cerrando…
—No eres tan mala como crees, Alexia
Barich…

181
Ella suspira por última vez. En su rostro se
dibuja una tenue y última sonrisa.

182
183
IX
Invasión

Aquella noche sentí que había perdido dos veces mi


razón de existir. No sólo no sabía nada de mi
hermano (e intuía ya que podía estar muerto). Sino
que, de pronto, mi afán de superar a Iron se había
convertido en una quimera de lo más estúpida.
Tanya White estaba muerta. Yo no había
podido salvarla. Llegué a la base con un Tao Shen
terriblemente herido y una posible nueva recluta
en estado casi vegetativo, para encontrarme un
panorama no más alentador.

184
Giovanni estaba paralítico. Kaede se hallaba
casi moribunda. El único que tenía heridas leves
era Klaus, quien había logrado rescatar a Ryuji
Kusanagi. Ellos también habían sido atacados
sorpresivamente por tres “Dark Warriors”, que era
como se hacían llamar los solados elite de Genius.
¿Quién había matado a los zombis? Aún no
teníamos respuesta. Cuando Ryuji recuperó la
conciencia, dijo no recordar absolutamente nada.
Isabelle despertó luego de varias horas en cuidados
intensivos. O’Brian decidió esperar a que termine
de recuperarse para insertar el Knight Suit en su
cuerpo. No se le ha dado a escoger; simplemente le
han informado que su vida pertenece ahora a los
Knights, sus “salvadores”.
Por otra parte, hemos tenido varias caídas
en el ejército de soldados regulares. Al parecer,
mientras nosotros ─la elite─ peleábamos, cada uno
en su punto, contra los Dark Warriors, nuestros
cadetes peleaban con zombis y soldados enemigos

185
en las calles. Fue por eso que nunca nos llegaron
los refuerzos.
Yo, al igual que mis compañeros heridos,
tuve que pasar nuevamente por el quirófano. No
sólo para curar heridas; también para regenerar
las partes de Knight Suit destrozadas por la
batalla.
Después de tres días en cuidados intensivos,
pude movilizarme hasta mi habitación, donde me
encerré durante tres días más. Sólo recibía la
merienda por la rendija inferior de la puerta, como
la reciben los reos o los locos en los manicomios.
Al cuarto día vi a Giovanni en el comedor.
Estaba en silla de ruedas. Me dijo que nunca más
podría volver a combatir.
—Aun así he decidido quedarme —me dijo—.
Puedo apoyar con mis poderes curativos y el jefe
dice que puedo ayudar a armar operaciones,
gracias a mi experiencia en combate. De otro

186
modo, borrarían mis memorias, y yo no quiero
olvidar a Tanya, ni dejar que su muerte sea en
vano.
Las palabras de Giovanni fueron lo más
conmovedor que escuché en mucho tiempo. No
obstante, lo más impactante que vi durante ese
día, fue a Kaede Shinohara —quien antes estuviese
moribunda— caminando en sus dos pies como si
nada, sin un sólo rasguño o venda post-operatoria.
La detuve mientras se dirigía a su
habitación.
—¡Kaede! —le dije— ¿Estás bien?
—Sí —contestó cortante.
—Me dijeron que estabas moribunda, pero
se te ve muy bien. Pensé que estarías peor que
Giovanni.
—Una versión de mí lo estuvo —contestó.

187
—No entiendo nada… —insistí—. Él no
puede ni caminar. Tú pareces como nueva.
—Lo soy —contestó.
Luego entró en su cuarto y cerró la puerta
tras de sí. Yo me quedé con más interrogantes.
Durante todas nuestras misiones, Kaede era el tipo
de persona que parecía elegir los roles más
suicidas dentro de cada misión. Así como había
protegido a Giovanni, había cubierto anteriormente
a Tanya, a Klaus, a Tao, e incluso a mí, a pesar de
que nunca le había pedido que lo hiciera (nadie lo
había hecho, a decir verdad).
Si alguien tenía que arriesgar el pellejo, era
ella, a pesar de que no podía considerársele
realmente poderosa. Gracias a su habilidad para
leer mentes y teletransportarse, podía anticipar los
movimientos de sus oponentes y adelantarse; sin
embargo, seguía siendo una de los menos fuertes
del equipo

188
Lo curioso es que no parecía sacrificarse por
altruismo, sino por una especie de desapego para
con su propia existencia. La muerte no parecía
provocarle emoción alguna. No parecía que tuviese
ganas de morir; simplemente parecía que morir o
seguir con vida le importaba poco.
Kaede nunca habla de su vida, ni de su
pasado. En realidad aquí hablamos poco sobre
nosotros mismos, pero si alguien se caracteriza por
las frases cortantes y demasiado precisas, ésa es
Kaede. Lo poco que sé de ella, es un rumor sin
confirmar, algo que se le escapó a Giovanni y de lo
cual tampoco parecía muy seguro: que O’Brian
había rescatado a Kaede directamente de los
laboratorios de Genius.
Eso, sin embargo, se me hacía bastante
inverosímil. ¿Cómo habría logrado O’Brian escapar
de los laboratorios de Genius, con una chica sin
Knight Suit ni poderes ofensivos, y salir ileso?

189
No hubo funeral para Tanya. Por precaución, se
decidió incinerar su cuerpo.
No pasó ni una semana para que el jefe
decidiera que era hora de volver a las actividades
normales. Isabelle y Ryuji, luego de su
recuperarse, pasaron por el proceso de mutación
para despertar sus poderes, así como la inserción
del Knight Suit. Después de eso comenzaron sus
entrenamientos con los cuatro antiguos Knight
Masters que seguíamos en pie y físicamente
habilitados.
La Dra. Crawford nos avisó que las prácticas
estarían siendo evaluadas para determinar al
nuevo líder y al nuevo segundo.

190
Ryuji Shinomori —denominado “Knight
Master Silver”— resultó ser un telequinético;
también ha despertado la habilidad de crear
multi-imágenes de sí mismo —al igual que nuestro
enemigo Nightmare—. Por su parte, Isabelle
Dumont —denominada “Knight Master Saber”—, a
pesar de sus escasos trece años de edad, ha
sorprendido a todos con un nivel de maquinismo
mayor al de Iron, además de la habilidad de levitar.
Algunos han empezado a llamarla “la niña
prodigio”.
Aun así, dudo que, al ser nuevos sean
considerados para liderar. Lo más probable es que
quede entre Klaus, Kaede, Tao Shen y yo.
Desde mi perspectiva, Klaus tiene la
suficiente sangre fría y racionalidad como para
convertirse en líder.
Yo, por mi parte, no tengo verdadero interés
en liderar. He descubierto que mi antigua rivalidad

191
con Tanya se debía a mi único y ferviente deseo de
no ser dominada.
No sé si es que ahora pienso que realmente
nadie nunca podría gobernar sobre mí, o si, por el
contrario, pienso que finalmente, todos los Knight
Masters somos simples marionetas.

Habíamos pasado ya varias pruebas de


supervivencia, combate y organización. En cuanto
a lo último, no era un grupo difícil de maniobrar.
Los nuevos se sentían bastante agradecidos porque
hayamos salvado sus vidas, ya que ellos también
habían sido atacados en un primer momento por
los Dark Warriors. Noté que Isabelle, en particular,
trataba de agradarme, como si pensase que yo, en
particular, había sido quien la salvó. Si supiera que

192
hasta el momento en que la secuestramos no
dejamos de llamarla “objetivo”…
Esta vez no nos hicieron entrar en la sala de
entrenamientos, sino en un nuevo ambiente
acondicionado con divanes, cascos y cables con
sensores que debían conectarse a nuestros
cuerpos.
—Bien, Knight Masters —dijo la Doctora
Crawford—; ya tenemos una serie de puntajes
anotados. Sin embargo, ésta es la prueba más
significativa, la cual definirá quién será el o la
encargada de comandar al resto del equipo.
—¿Aquí? —pregunté.
—Sí, Barich —contestó la doctora—. Es una
prueba de resistencia física y psicológica. Un líder
debe ser fuerte no sólo físicamente, sino también
mentalmente. De su mente dependerá su
estabilidad en el campo de batalla y también el
control de sus poderes.

193
—Eso suena fuerte… —dijo Tao Shen.
En ese momento, Giovanni ingresó. Se le
veía más hábil para manejar la silla de ruedas,
pero también tenía una expresión sombría. Se
notaba que los últimos acontecimientos le habían
endurecido.
—Fue idea mía —dijo Giovanni—. Si no
pueden controlar sus miedos más insoportables,
tendremos una situación como la vivida durante el
primer encuentro con los Dark Warriors… y no
quiero ver morir a uno más.
La frase fue enfatizada en esa última parte.
Entendí a qué se refería. Él realmente estaba
sufriendo por la caída de Tanya, y podía percibir
que, en el fondo de su corazón, sentía verdadero
aprecio por todos nosotros.
Cada uno se colocó en un diván. El casco
fue puesto sobre nuestras cabezas y los sensores
se esparcieron a lo largo de nuestros cuerpos.

194
La prueba no fue difícil de superar para mí. ¿Qué
más podría asustarme? Ya habían ultrajado mi
cuerpo con múltiples experimentos, había perdido
a mi madre; podríamos decir que también había
perdido a mi padre y a mi hermano, y había visto
morir a una compañera ante mis ojos. Lo que vi en
mi cabeza, fueron más repeticiones de lo que ya
había visto frente a frente. Creo que pude manejar
la rabia y la impotencia porque sentía que ya lo
había observado todo.
Fue así que se cumplió la profecía de Tanya.
A los pocos días me nombraron líder de los Knight
Masters, y Klaus fue ascendido a segundo. Nuestra
insensibilidad y nuestra falta de emoción hacia el
futuro, habían ganado la posta.

195
Para los otros no fue tan sencillo. Tao Shen se
despertó a media noche con gritos desesperados.
Isabelle y yo, que éramos las que dormíamos
más cerca de su cuarto, corrimos a verle. Había
soñado con el asesinato de su padre. Fue la misma
visión que tuvo durante la prueba psicológica.
—Mi padre va a morir… —dijo—. Mi padre
va a morir y nos van a matar a todos…
—Tranquilo, Tao, eso no va a pasar, fue sólo
una prueba… —Isabelle se había sentado a su
costado para tranquilizarle.
Sin embargo, en ese momento entró Klaus
bastante agitado.

196
—¡Rápido! ¡Las fuerzas de Genius están
invadiendo la base!
—¿¡Cómo!? —exclamé.
—Nos han encontrado. ¡Hay soldados
ingresando!
—Pero no es posible; esta base es una de las
más secretas y con mayor seguridad…
—¡Han matado a mi padre! —gritó Tao—.
¡Eso significa que han matado a mi padre!
El padre de Tao era un espía de los nuestros
infiltrado en Genius… Las cosas estaban dichas.

—Han matado a mi padre! —repitió Tao Shen,


quien tenía un aspecto débil y empequeñecido.
—¡No hay tiempo para eso! —exclamó
Klaus—. Debemos poner a O’Brian a salvo, y huir.

197
¡El sistema de seguridad destruirá la base en tres
minutos!
Tao Shen, sin embargo, estaba petrificado y
no podía moverse.
—Klaus, toma la delantera —dije—. Isa y yo
sacaremos a Tao de acá. Enseguida iré a tu
encuentro.
Klaus miró a Tao Shen ahogado en su
crisis.
—Bien, no queda otra. Iré con Ryuji y Kaede.
Klaus salió rápidamente. En las puertas ya
se escuchaban los tiroteos. “¿Estarán esos
sujetos?” —me pregunté. Si estaban esos sujetos,
las cosas se iban a poner realmente difíciles.
Isabelle y yo activamos el Knight Suit
inmediatamente.
—Debemos llegar a la nave de emergencia.

198
Knight Master Saber asiente.
En ese momento destrozan la puerta. No son
los Dark Warriors, es sólo un montón de escoria
zombi. Cargo energía y con un par de ráfagas, dejo
el camino libre.
—Saber, carga a Tao. Yo me encargaré de
limpiarte el camino.
—No agotes demasiada energía —advirte
ella.
Asiento y salimos de la habitación. No hay
tiempo que perder. Afuera hay soldados
esperándonos.
—¡Son personas! —advirte Saber. Entonces
recuerdo que ella nunca ha estado en combate real
hasta el momento.
—¡Por supuesto que son personas!
—exclamo.

199
Sin perder el tiempo me lanzo contra ellos y
empiezo a reventar cabezas. Cuando estoy por
asesinar al último, Saber deja al petrificado Tao en
el suelo y corre a detenerme.
—¡Qué haces!
—¡Morgan, no lo mates!
—¿¡Dejaste a Tao Shen solo!?
Me suelto del brazo de Saber, pero el soldado
aprovecha mi distracción y apunta hacia Tao. Lo
derribo a tiempo y desvío la bala. La pierna de Tao
está herida, pero él está vivo y en ese momento
vuelve en sí. Tiene lágrimas en los ojos.
—¡¡¡Han matado a mi padre!!! —grita
enfurecido. Inmediatamente activa el Knight Suit y,
cual si no hubiese recibido herida alguna, se lanza
contra la cabeza del soldado. Ésta cae a un costado
mientras el cuello vacío chispea sangre. Saber se
tapa los ojos.

200
—No es tiempo para tonterías —digo
observándola—. O los matamos nosotros, o nos
matan ellos.
“Es raro que no hayan mandado a sus
soldados elite”, me digo a mí misma. Pero no hay
tiempo que perder. Alcanzamos la nave y llegamos
a subir a tiempo. Sólo llegamos a escapar el grupo
de Knight Masters, O’Brian, la Dra. Crawford, y la
tropa que protegía a ellos dos. Todos los demás
soldados, amigos y enemigos, vuelan en pedazos
junto a los zombis.
Ryuji e Isa se encuentran impactados. A mi
este tipo de acciones ya no me sorprende.

1 de Octubre del año 37 A.N.G. Esta vez nos hemos


trasladado a la base de Texas. Ésta se encuentra

201
justo debajo de una zona urbana. Según O’Brian,
es lo menos sospechoso y donde Genius menos
pensaría en atacar. Yo me puse a pensar en que
—realmente— Genius no tenía cuidado en soltar a
sus zombis en cualquier zona civil. Esta vez
nuestra fachada de entrada y salida era una
casa-hogar para adolescentes huérfanos. ¿Y
quiénes serían los huérfanos? Evidentemente, cada
uno de nosotros, incluyendo a Tao Shen, quien ya
no desentonaba del resto en aquel sentido.
No tuvimos una sola noche de descanso
desde que llegamos a este lugar. Lo primero que
hizo O’Brian fue revelarnos el motivo principal de
la caída de nuestra base en Cyberia; el mismo que
provocó la muerte del padre de Tao.
—Genius quería eliminar algo que nosotros
le robamos… algo que Lao Tzun Chen le robó.
Tao Shen se encogió de hombros y miró
hacia abajo.

202
—Tu padre murió como un héroe, Tao.
Entonces él alzó la mirada y asintió.
—Gracias a tu padre, podremos elevar su
nivel para ir a la par con el de los Dark Warriors.
—¿Cómo el de los sujetos de negro?
—preguntó Ryuji.
—Sí, como los soldados que les atacaron a ti
y a Isabelle.
O’Brian miró hacia la Doctora Crawford,
quien se hallaba a su costado. Ella le recibió la
mirada y salió un momento. Luego regresó con un
tubo de ensayo donde se observaba una oruga
color plomo oscuro con pequeños ojos rojos.
—¿¡Qué es eso!? —exclamé—… No querrá
decir que…
En el fondo sí sabía lo que quería decir…

203
—Mejoraremos sus armaduras…
—Este gusano mutante mejorado también es
capaz de incrementar sus habilidades —intervino
la doctora—. Además, sus antenas les permitirán
comunicarse telepáticamente, lo cual servirá
mucho para armar estrategias de combate.
—Lo sabía… —volví a intervenir.
Nos enviaron al quirófano una vez más.

204
PARTE 2

I
Triángulo

Si mi instancia en Texas tuviese nombre y apellido,


se llamaría Abril Bosch. Abril fue lo mejor y a la vez
lo peor que me pudo pasar desde que me
despidiese de Albert.
Todo ocurrió en una noche de lluvia; o al
menos eso es lo que yo pensaba, porque el
principio de todo, había sido varios meses antes,
en Nueva Hispania, nuestro país natal. Abril venía
de Ciutat Catell, igual que yo. No era una ciudad
demasiado grande, y con los pocos lugares seguros
por donde los jóvenes aún podíamos deambular,

205
parecía raro que nunca antes nos hubiésemos
visto.
Yo acababa de matricularme en la
International Academy of the New States. Ahora
habían decidido exponernos completamente y
usarnos como una suerte de detectives de medio
tiempo (y soldados el otro medio). La excusa de
O’Brian era que también sería bueno asistir a
clases, para no estar tan retrasados cuando
volviésemos a nuestras vidas normales. Estoy
segura de que, ni siquiera él, pensaba que
volveríamos a algún tipo de vida “normal”.
El cielo empezó a llenarse de nubes
marrones. No eran de lluvia ácida, pero sin duda,
pronto empezaría a llenarme de mierda; no existía
en nuestro mundo algún tipo de lluvia que no
fuese ácida o mugre en estado líquido, así que esta
última, era la menos mala de las dos.
Estaba en la banca del paradero esperando
el bus. Cerré el libro de golpe para que no se

206
estropee cuando empiece el goteo. No sé si le dio
pena verme sin paraguas o es que realmente le di
curiosidad.
—Siempre me ha intrigado ese libro —me
dijo.
Yo estaba leyendo una novela existencialista
de uno de esos autores del mundo perdido. El
Túnel, decía la portada.
—Me lo han recomendado cientas de veces
—añadió en un pésimo inglés que a leguas no era
texano—, pero soy algo floja para los libros.
Siempre se me acumulan —dijo con cierta
vergüenza.
—Yo me quedé observando sus grandes ojos
castaños.
—¿Eres hispana? —pregunté reconociendo
el acento.

207
—Sí —sonrió, e inmediatamente cambió de
idioma—. ¿Tú también?
—Claro —contesté en español.
Entonces empezó a caer el goteo y ella abrió
su paraguas. Era amarillo vivo; muy en contraste
con lo oscuro del paisaje.
—¿No traes paraguas? —preguntó.
—No —le dije, e inmediatamente ella se
sentó a mi costado y nos cubrió a ambas con su el
suyo—. Gracias —le dije. —Hacía tiempo que nadie
era tan amable conmigo.
Ella sonrió.
—¿También tomas la 4? —me preguntó.
Asentí con la cabeza.
—Pues vamos juntas —me dijo—. Mira, ahí
viene.

208
Subimos al bus. Yo elegí el asiento de la
ventana y ella se sentó a mi costado.
—Hace mucho que no veía gente de mi país,
¿sabes? ¿De qué parte de Nueva Hispania eres?
—De Ciutat Catell —contesté.
—¡Somos de la misma ciudad! —dijo ella
emocionada—. ¿Cómo te llamas?
Me tardé unos segundos en responder, por
la falta de costumbre.
—Alexandra —dije—. Alexandra Ariza.
Era el nombre que había adoptado para mi
nueva vida de civil.
—Me gusta, ¿te puedo decir “Alex”?
No me dio tiempo de contestar.
—Alex, me gusta tu pelo —dijo—.

209
—Ah. No es mío; acabo de teñirlo—le dije–.
En realidad es castaño oscuro —e inmediatamente,
noté que me había ido de lengua.
—Pues como sea —contestó—. Te va bien el
rojo —y sonrió nuevamente.
Yo nunca me había cambiado el color de
pelo, pero esta vez lo que parecía un capricho
estético era una obligación; otra medida de falsa
seguridad para lo expuestos que estábamos. En
ese momento, también llevaba lentes de contacto
color violeta. Una parte de mí se sintió culpable por
la fachada.
—Yo soy Abril Bosch —dijo—. ¿No te parece
curioso que nuestras iniciales sean casi las
mismas? Tu apellido empieza con “A” y el mío con
“B”, y nuestros nombres empiezan ambos con “A”.
Yo no podía decirle que mi apellido también
empezaba con “B”.

210
Abril había perdido a toda su familia en una
explosión en Nueva Hispania. Ella se salvó de
milagro, pero estuvo varios meses en el hospital.
Estaba convencida de que los Knights le habían
robado todo lo que tenía.
—Estábamos celebrando el cumpleaños de
mi sobrina —me dijo—. Toda mi familia estaba
reunida: mis padres, la yaya2, mi hermana… y su
hija de ocho años, la cumpleañera.
El dolor se dibujaba desgarradoramente en
su rostro. Por un momento, pensé que lloraría,
pero no lo hizo; lo tragó todo muy adentro.
Yo era consciente de que la gente moría a
diario de las peores formas, pero nunca me había
imaginado detalladamente cómo sería la muerte de

211
una pequeña niña en una explosión. Tal vez, las
ansias por sobrevivir, o por no acabar de perder la
cabeza, me habían separado de todas esas
imágenes, construyendo un muro invisible que me
hiciese incapaz de sentir algo por las muerte de
todos esos desconocidos.
Ahora, al tener a esta joven de mi edad,
tratándome tan amablemente e intentando
socializar conmigo, me imaginaba vivamente la
agonía de la pequeña, y la de cada uno de sus
familiares. De pronto, sentí que me ahogaba en
una tristeza terriblemente profunda.
No sé si Abril leyó mi expresión de persona
rota, pero colocó sus manos encima de una de las
mías y sonrió por un momento. Mi mirada quedó
fija por un instante en sus guantes rojizos.
Parecían bastante cálidos.

212
—¿Sabes, Alexandra Ariza? —me dijo—.
Pareces alguien capaz de escuchar —. Y sonrió de
nuevo.
Luego no volvimos a pronunciar palabra por
un buen rato, pero, por alguna extraña razón, me
sentí particularmente cómoda el resto del camino;
al punto en que llegué a lamentar cuando Abril se
puso de pie.
—Aquella es mi casa —dijo—. Ven a
visitarme cuando quieras.

Cuando ingresé en la sala de entrenamientos, todo


andaba hecho un desmadre. Lleno de serpentinas,
globos, y de botellas ni se diga. En el medio de
todo, una mesa con mis subordinados con cara de
haber bebido más de la cuenta… Las únicas

213
excepciones eran Kaede —que permanecía con su
habitual rostro apático— y Klaus Wagner, que no
se encontraba en la habitación.
Inmediatamente miré al que intuí
responsable del escenario.
—¡Ryuji, ¿puedes explicarme qué significa
esto?!
—¡Hey jefa! —se levantó de inmediato el
sospechoso—. ¡Qué bueno que llegaste, así puedes
unirte a la fiesta!
—¿Cuál fiesta? ¿¡Qué hace todo este alcohol
desperdigado por todos lados!?
—Jefa, ¿ya te dijeron que te pones muy sexy
cuando te molestas?
—Aleja tu tufo horrible de mí y no cambies
de tema.

214
—Ay jefa, qué mala… sólo estábamos
celebrando el cumpleaños de Kaede…
Volteé hacia Kaede.
—¿Es tu cumpleaños?
—No.
Silencio total. Kaede volvió a romper el hielo.
—No sé cuándo es mi cumpleaños.
Luego de mirarnos todos con cara de
desencajados, volví nuevamente hacia Ryuji para
retomar el tema anterior.
—¿Cuál es tu cuento ahora?
Ryuji me jala a un costado.
—Jefa, ¿no ves que estás arruinando la
sorpresa?

215
Lo escucho desconfiada y tratando de
soportar su aliento a cerveza.
—En realidad tuve esta idea porque todos
andaban un poco bajoneados por los últimos
acontecimientos… especialmente Tao Shen, quien
acaba de perder a su padre…
—Ya…
—Además, acá entre nos, al hombre le gusta
la chica seriezota ésa de allá —señaló a Kaede—. Y
estaba buscando darle un empujoncito para
hacerles socializar.
—¿¡Y por eso tenías que generar todo este
caos!? ¿No se te ocurrió decirle que la invite a salir,
o que le regale una mascota a ver si con eso se
vuelve más expresiva?
—También lo hice —rió señalando hacia un
costado, donde un conejo de pelaje gris y cuello

216
blanco estaba llenando todo el suelo de alfalfa y
zanahoria.
—¿Es en serio…?
—Maki Sushi es adorable —rió Ryuji—.
—¿Le pusiste de nombre Maki Sushi?
—Sí, es por un conejo que sale en una
película de terror que vi hace tiempo.
—Ok, basta de bromas.
Volteé hacia el grupo.
—¡Ustedes, limpien todo esto y déjenlo como
estaba! Kaede, Tao, el conejo puede…
—La coneja —interrumpió Ryuji.
—Cállate Ryuji.
—Perdón jefa —Ryuji se apoyó en la mesa
para no caerse.

217
—La coneja —retomé— puede quedarse
siempre y cuando esté lejos de la sala de
entrenamientos o de cualquier espacio importante;
ustedes mismos se encargarán de alimentarla.
Tao asintió con la cabeza. Kaede se quedó
muda, como solía hacer; opté por interpretar eso
como un “sí”.
Isabelle se acercó corriendo a hacerle cariño
a la mascota.
—¿Ves, Maki Sushi? Ahora eres parte de los
Knight Masters —dijo risueña.
A mí me costaba creer lo inocente que podía
llegar a ser a veces.
—Por cierto, ¿dónde está Klaus? —pregunté.
—Ah, ese aburrido no quiso participar de la
fiesta —contestó Ryuji un poco fastidiado.
—Afortunadamente… —suspiré.

218
—Yo lo vi entrar a hablar con O’Brian y
luego salir de la base —respondió Isabelle.
—Seguro ya ha ido a matricularse… —dije.
—¿¡Matricularse!? —noté el rostro de horror
en los rostros de Ryuji e Isa.
—Sí, señores… nos mandan a la escuela. No
todo podía ser diversión. La Dra. Crawford les
entregará teléfonos celulares con un GPS especial
que sólo puede ser captado por gente de nuestra
organización.
—¿Y cuál es el motivo de mandarnos a
estudiar? —protestó Ryuji.
—La verdad es que yo tampoco comprendo
el objetivo… —agregó Tao Shen, con cierta timidez.
—Ya conocen la misión que nos han
impuesto ahora —contesté—. Tenemos que
investigar donde sea que nos encontremos, y
frecuentar lugares que frecuentarían otros jóvenes

219
como nosotros. Y adivinen cuál es uno de esos
lugares…
Los demás me miraron de hombros caídos.
—Además —retomé la palabra—, según
O’Brian, así no estaremos tan atrasados cuando
volvamos a nuestras vidas…
Como era de esperarse, Kaede tenía que
intervenir con un toque de sarcasmo no planeado.
—Lo más probable es que muramos antes.
Todos quedaron en silencio.

Es de noche y subo a mi habitación. Busco en mis


bolsillos y no encuentro la llave. “Para variar, debo
habérmela olvidado dentro” —pienso. Así que voy

220
al escondite donde guardo el duplicado; se
encuentra detrás del cuadro de Saturno devorando
a su hijo. O’Brian había obtenido una copia en
Nueva Hispania; sin embargo, resultaba bastante
creepy tenerlo como parte de la decoración.
Saco el duplicado y vuelvo a la puerta de mi
habitación. Abro y entro. Estoy a punto de
desvestirme cuando una voz me toma por sorpresa.
—Es mejor que se detenga Knight Master…
Salto del susto.
—¿¡Quién anda ahí!?
Enciendo la luz rápidamente y veo a Klaus
Wagner apoyado en el escritorio de mi recámara.
—Por poco y me revelas más de la cuenta
—ríe él en tono sarcástico.
—¿A ti no te han enseñado a tocar la puerta
antes de entrar? Además, ¿¡cómo entraste!?

221
—No seas malpensada, vine a entregarte
esto —me arroja las llaves de la habitación. Yo las
atrapo.
—Así que tú las tenías…
—Las encontré por casualidad; no deberías
dejar tus cosas tiradas.
Yo siento que la cara se me ha puesto
ligeramente caliente.
—Lo sé, es que aún no me acostumbro…
Antes prácticamente no dejábamos el subterráneo,
y de pronto nos dicen que asistiremos a clases y
hasta debemos tener una vida social.
—Las cosas cambian, las personas debemos
adaptarnos a los cambios; pero es bueno que
mantengas la esencia… Quizás en eso soy como
tú… Me niego a dejar de ser yo, a pesar de todo.
Ese comentario me sorprende un poco.

222
—¿En qué se supone que eres como yo…?
—pregunto con desconfianza.
—Te he observado más de lo que crees… y
pienso que te conozco, aun cuando no digas
mucho.
Clavo mis ojos en los suyos y me quedo
mirándole. Normalmente las personas no podían
sujetarme la mirada por tanto tiempo, pero él lo
hace.
—¿Sabes…? —le digo—. En realidad sí te
creo. Es que… a veces he sentido lo mismo.
Él suelta una leve sonrisa. Es la primera vez
que lo veo sonreir con sinceridad, sin esa aura
sarcástica o sombría que normalmente lo rodea.
—Sé que cuestionas todo —dice—, y que
muchas veces te asustas incluso de ti misma…
Esa cercanía que empiezo a sentir hacia él
me desencaja. De pronto me siento algo incómoda,

223
como si me estuviesen despojando de todas mis
capas, dejándome totalmente descubierta.
—Me pasa igual… —añade—. Sólo… espero
que “la criatura” que hay en mí, no aparezca…
salvo —de pronto su rostro se vuelve sombrío—…
cuando tenga en frente a esos hijos de puta de
Genius.
De momento me ocasiona un poco de miedo.
Tengo el impulso de retroceder medio paso.
—Tú no eres el caso perdido, Alex… No eres
una falla como yo.
No entiendo lo que dice. Él parece descubrir
mi confusión.
—¿No lo sabes…? —cuestiona—. Pensé que
los líderes sabían todo de sus subordinados.
Por un momento, nos quedamos en silencio;
yo no me atrevo a moverme. Luego, él respira
hondo y retoma la conversación.

224
—Mi padre también era miembro de
Genius… uno de los cargos más importantes de la
organización, de hecho.
Recuerdo haber escuchado el apellido
“Wagner” alguna vez, en una conversación
telefónica de mi padre.
—Fue asesinado después de su enorme
falla… una enorme falla, que lleva mi nombre.
Klaus pronuncia estas palabras y yo
contengo la respiración.
—Yo debía ser el “primer niño”, Alex, pero no
llegué a desarrollar los poderes que ellos
esperaban. Mis habilidades son netamente
defensivas… El señor Wagner no estuvo contento
conmigo… y sus superiores, tampoco. “El niño 0”,
me llamaron… el “prototipo”. El modelo de
pruebas, el “0”, es igual a nada.
Toma aire y permanece en silencio unos
segundos. Yo por fin me animo a acercarme

225
despacio hasta donde se encuentra él, y me coloco
a su costado. Él continúa.
—Me sometieron a todo tipo de torturas. Me
tenían días enteros sin comer, o soportando
descargas eléctricas… Querían ver hasta dónde
podía llegar… Estaban haciendo lo que fuese
posible por alcanzar a ese ser humano
superpoderoso que ansiaban a toda costa, y no
tendrían reparo en causarme dolor si eso les
llevaría a su objetivo. Yo… debía servir para que
aparecieses tú.
Espero encontrar una chispa de rencor en
sus ojos, pero ésta no aparece.
—Pensé que si algún día me encontraba con
ese experimento humano superpoderoso, querría
acabar con su vida, por ser el causante de mis
mayores desgracias… Pero luego te estuve
observando, y me di cuenta de que tú tampoco
tenías la culpa de nada, y que tal vez eras similar a
mí —hizo una pausa—. Despué de todo… los dos

226
escapamos como pudimos, luego O’Brian nos
secuestró y aquí estamos, exactamente en el
mismo lugar, peleando por todo lo que queda…
Mientras tanto, yo lo observo hipnotizada.
No hay nada adecuado que decir, así que sólo
escucho. Puedo sentir el desgarro en lo más
profundo de su corazón. De pronto, acerca su
rostro al mío hasta que lo tengo a menos de un
centímetro.
—No confíes en nadie, Alexia… O’Brian nos
oculta cosas. Hoy ha llamado a Kaede sin notificar
a ninguno de nosotros dos… La he visto
casualmente cuando iba con Crawford al despacho
del jefe, pero ellas no me vieron.
Entonces rompo el silencio.
—¿Piensas que tiene instrucciones secretas?
—Instrucciones o cualquier cosa que no
quieren que sepamos…

227
Me quedo mirándolo fijamente. Él retira la
mirada y se marcha hacia la puerta. Sale.

228
II
Enigma

Aquella mañana, Isabelle había perdido la mitad de


su larga melena. Ahora tenía el cabello hasta los
hombros, teñido de naranja, mientras que Ryuji
lucía una cresta punk con picos color verde y
lentes de contacto color gris. Era necesario
camuflar su identidad. Al igual que yo, llevaban
identificaciones con nombres falsos. Esto último
suponía una pequeña intervención quirúrgica
—otra de tantas—, pues el gobierno de Texas había
dictado una ley que obligaba a la población a
insertarse un chip con sus datos personales.
Según ellos, para prevenir posibles enfermedades,

229
pero por supuesto, no era más que otra fachada
para controlar a las personas.
El chip se insertaba en el pabellón de la
oreja, así que a todos nos abrieron esa zona con un
bisturí y nos colocaron la identificación falsa. De
ese modo, la computadora de la escuela no
revelaría la verdad. Aparte de esta precaución,
Crawford nos entregó un paquete con muestras de
sangre, cabello, piel, saliva, orina y heces de otras
personas (sí, esto último por poco y nos hace
vomitar). Debíamos guardarlos en el pequeño
refrigerador que cada uno tenía en su habitación, y
llevarlos con nosotros cuando el colegio fuese a
realizar los exámenes médicos.
Klaus asistiría a la Liberty High School of
Texas; los demás estábamos divididos en distintas
escuelas secundarias —según O’Brian, eso
facilitaría las investigaciones—. A Isabelle le tocaba
el primer año en The School of the Talent, a Ryuji y
Tao Shen les tocaba el segundo año en la Nicholas

230
Johnson School, y Kaede asistiría a la
International Academy of the New States; al tercer
año, al igual que yo, a pesar de que ella decía que,
al no recordar su cumpleaños, tampoco andaba
muy segura de su edad.
Era una mañana de lluvia ácida, así que nos
tocó llevar los trajes de neopreno. Mientras
caminábamos por la acera, Isabelle brincaba a mi
alrededor como si fuese un saltamontes con cabeza
de zancudo (era imposible no relacionar esa
máscara con la cabeza de un insecto). Isabelle me
provocaba melancolía. Con su actitud —a veces tan
infantil, a veces tan pensativa—, me hacía pensar
mucho en Albert; Albert tenía esas actitudes.
Cuando fue momento de dividirnos, ella dijo
“qué pena que no asistamos a la misma escuela”.
Días antes me había sorprendido; me confesó
repentinamente que, en el orfanato, había deseado
tener una hermana que la defienda.

231
Cuando Kaede y yo ingresamos al salón de clases,
los alumnos estaban sentados desordenadamente;
algunos encima de las carpetas, conversando entre
ellos y haciendo barullo. Kaede se acercó
silenciosamente hacia uno de los pupitres en la fila
más cercana a la ventana. Nadie volteó a mirarla.
Yo quise evitar la atención del resto, al igual
que ella, así que me senté del otro extremo, en una
de las carpetas pegadas a la pared, e
inmediatamente saqué mi libro para empezar a
leer.
No logré mi objetivo, pues una chica con
acento cyberiano se me acercó de inmediato y tuvo
la desfachatez de quitarme el libro de la cara.
—Privet, extraña —me dijo.
“¿Qué diablos es ‘privet’?”, pensé yo.

232
—Veo que eres nueva por aquí.
—Yup.
—Ya Natasha Nikoláyevna Scherbatskaya.
Me quedé mirándola sin entender nada. Ella
suspiró como si se tratase de algo obvio.
—Que soy Natasha Nikoláyevna
Scherbatskaya, de Cyberia, y ella —señala a una
chica de cabello rubio a su costado— es mi mejor
amiga Giselle Scheryll.
La tal Giselle puso rostro de orgullo.
—Y esos de allá son Yusuke y Hans.
Señaló a dos chicos a su otro costado.
—Natasha es la chica más popular de esta
escuela —dijo Hans con orgullo—. Pertenece a una
de las familias más importantes de Cyberia. Yo, por

233
mi parte, nací en Alamannia y soy hijo del
embajador Jung.
—Ah, qué bien… —respondí con
aburrimiento.
—¿¡Se puede saber qué te pasa!?
—reaccionó Natasha.
—¿Qué me pasa de qué?
—¿Siempre eres así de antipática o te estás
esmerando?
Preferí no contestar. Intenté retomar mi
libro, pero esa pesada no se calló.
—Lamento ofenderte —le dije—, pero no me
interesan ni tus amigos ni tú.
—¡Cómo te atreves!

234
En ese momento se acercó otro chico del
salón, uno que tenía el cabello bastante
alborotado.
—Oye Natasha, no seas odiosa; no a todos
nos encanta estar pendientes de ti.
—¡Idiota! —se indignó Natasha.
En ese momento entró el profesor.
—A ver alumnos, todos a sus asientos…
En voz baja, le agradecí al recién llegado,
quien se sento justo en la carpeta de mi izquierda.
—De nada —dijo risueño—. Yo tampoco la
soporto. Por cierto, buen libro… —dijo mirando mi
portada.
—Gracias —contesté.
—Soy Isaac Jacobs.

235
—Alexandra Ariza —respondí—. ¿Eres de
Israel?
—En realidad nací acá, pero asumo que mis
padres nacieron ahí.
—¿No los conoces?
—No…
—¡A ver, qué tanto barullo hacen allá atrás!
—exclama el profesor.
Inmediatamente nos quedamos en silencio.

Isaac se convirtió en la única persona con la que


me gustaba socializar en la escuela. Me contó que
creció en un orfanato. Yo le dije, que yo vivía en
uno. En la pubertad fue adoptado por una familia
texana que quería tener un hijo ahorrándose los
problemas de partos y cambios de pañales. No

236
esperaban que el bendito hijo tuviese peleas en la
escuela ni problemas de drogas. Según Isaac, ya lo
había dejado. Sólo fumaba “un porro de vez en
cuándo”.
Me gustaba la franqueza de Isaac y su deseo
de no meterse con nadie, a diferencia de Natasha,
quien nada más arrancando el recreo tuvo que
buscar otro blanco.
Kaede estaba sentada en una banca,
observando algo en la mochila semiabierta. La
gente no solía salir con la mochila al recreo, pero
Kaede era rara en todo sentido.
Natasha se acercó hacía donde estaba ella,
seguida por Hans y Giselle.
—¡Oye tú, devochka! ¿Qué es lo que llevas
ahí?

237
Kaede cerró instintivamente la mochila. Vi
que Natasha y los otros dos bullyies se acercaban
más. Isaac y yo decidimos ir a intervenir.
Kaede tomaba la mochila y la abrazaba
contra su pecho.
—¡Te estoy diciendo que me la des! —exigió
Natasha. Entonces Hans se acercó a Kaede y le
arrebató el bulto.
Isaac se apresuró y le metió un puñetazo. Yo
le arranché el bolso y se lo devolví a Kaede.
—¡Jacobs! ¿¡Qué estás haciendo!? —se
enfadó Hans—. ¿No eras uno de los nuestros?
—Yo nunca estaría con ustedes… —contestó
Isaac.
Hans se tragó la rabia y se fue con la cara
moreteada. Natasha y Giselle se fueron con él.

238
—¿A qué se refería con que eras uno de los
suyos?
—Nada; es un idiota —contestó Isaac
restándole importancia.
Entonces vi que Kaede abría la mochila con
cuidado y verificaba que lo que estuviese dentro se
encontraba bien. La pequeña Maki alzó la cabecita
y sus enormes orejas salieron de la bolsa.
Yo me encogí de hombros.
—¿Por qué la has traído? —le dije.
—A nadie le gusta estar tanto tiempo solo
—contestó Kaede.
A partir de entonces, Kaede nunca se
separía de Maki, salvo cuando había que ir a
pelear.

239
Aquella tarde, Isaac y yo nos ganamos nuestro
primer castigo. Una vez que los maestros vieron a
Hans, el “hijito del embajador” con un moretón en
la cara, nos enviaron a la dirección y, en
consecuencia, debimos quedarnos horas extra en
la escuela resumiendo capítulos enteros de un
libro de Historia… por supuesto, de la “Historia”
tergiversada que contaba Genius.
Caída la noche, yo me sentía cansada, pero
no tenía demasiadas ganas de irme a la base. Por
alguna razón, me quedé pensando en la frase de
Kaede: “A nadie le gusta estar tanto tiempo solo”…
e instintivamente me subí al bus de la línea 4, pero
en lugar de bajar en mi estación, me bajé en Saint
Patrick. Me paré frente al edificio y recordé que no
le había preguntado el número del piso.
Curiosamente, empezó a llover, como aquella vez.
Otra lluvia marrón empezaba a dejar sentir sus

240
enormes chorros y, en medio de la suciedad, vi
aparecer su paraguas amarillo.
—¡Hola! —me dijo muy sonriente—. Estaba
esperando a que vinieras.
Yo la miré extrañada. No le había avisado
que aparecería. Ni siquiera tenía su teléfono.
—Te había dicho que vengas, ¿verdad? —me
dijo.
—Sí —contesté.
—Pues eso —sonrió nuevamente—. Mi piso
es el 4B. No hay ascensor; es un edificio barato y
un poco viejo, así que hay que subir bastantes
escaleras.
Efectivamente, hubo que subir bastantes
escaleras.
—Perdona el desorden —me dijo cuando
entramos en su habitación.

241
Sin preguntar, comecé a caminar y a
observar los detalles del espacio. Las paredes color
salmón, un gran espejo, un escritorio, algo de ropa
sobre una silla, libros, dibujos y fotos pegadas en
la pared. Un lugar especialmente cálido… y extraño
para alguien como yo.
—Son los últimos recuerdos que me quedan
de Nueva Hispania —me dijo observando las
fotos—. ¿Tú con quiénes vivías en Ciutat Catell?
—Mis padres, y un hermano…
—¿Ellos vinieron contigo? —me preguntó.
—No —le dije—. Ellos están muertos. Vivo
en una casa para jóvenes huérfanos.
—Ah, lo siento mucho… —me dijo—. Sé
cómo se siente. Yo tenía un tío aquí, pero luego de
un tiempo preferí vivir sola.
Entonces me abrazó. Tal vez sintió que yo lo
necesitaba luego de pensar en mis familiares.

242
Cuando dijo eso, empecé a sentirme un poco
extraña… como si un calor agradable pero invasivo
a la vez se colase en mi cuerpo. Me solté de manera
un poco brusca.
—¿Has sufrido, verdad…? —me dijo—.
Siempre que me necesites, estaré para ti. Ya no
estás sola.
Tomó mi teléfono móvil y me hizo escribir la
clave. Yo lo desbloqueé y ella guardó su número.
—Ahora estaremos más cerca—sonrió.
En ese momento las lunas explotaron.
Instintivamente me lancé sobre Abril y la protegí.
Los vidrios me golpearon y algunos se me pegaron
a la ropa. Me deshice de la chaqueta.
—¿¡Estás bien!? —reaccionó Abril.
—Sí —le dije—, por suerte sólo fueron unos
golpes; pero ha sido una explosión bastante

243
cercana. Seguro los militares han salido a
“limpiar”… Hemos podido volar en pedacitos.
“Limpiar” era el término oficial para señalar
a militares matando zombies, aunque en realidad,
se trataba de militares estatales matando a
nuestros soldados. O’Brian decía que ellos también
colocaban los coches-bomba en zonas estratégicas,
sea para destruir alguno de nuestros focos
militares o simplemente para asustar a la
población y que ésta siguiese comprando la farsa.
Entonces solté a Abril; me di cuenta de que
la había abrazado y otra vez me invadía ese calor
incómodo.
—¿Todavía sueñas con eso, verdad? —me
dijo.
—¿Con qué?

244
—Con los coches-bomba… eran bastante
frecuentes en Nueva Hispania y te asustaban
mucho cuando eras más chica.
—Cómo lo sabes… —pregunté.
—Yo también me asustaba…
Abril parecía leerme bastante bien. Eso me
intimidaba un poco, pero a la vez me hacía sentir
comprendida y acompañada.
En ese momento, alguien entró bruscamente
en la habitación.
—¡Abril! ¡Abril, ¿estás bien?!
Era una chica con una larga coleta oscura.
Tenía los ojos azules y llevaba anteojos.
—Estoy bien, Karen —dijo Abril.

245
Yo noté cierta mirada de recelo en el rostro
de Karen cuando me percibió ahí, tan cerca de
Abril.
—Ah, ella es Alexandra Ariza —dijo Abril—.
Alex —me dijo—, ella es Karen McKenzie, mi
compañera de piso.
—Mucho gusto —dijo Karen, aunque sentí
que seguía mirándome con recelo.
Yo para esas alturas, ya me sentía bastante
intimidada, tanto por la facilidad de tacto de Abril,
como por las miradas de Karen, así que decidí
irme. Me despedí de Abril y le dije que volvería
pronto.

La tarde siguiente no fui a verla; preferí quedarme


entrenando con Klaus. Él andaba más taciturno de
lo normal, y más concentrado y efectivo que nunca.
Me puso difícil la pelea cuerpo a cuerpo, he de

246
admitirlo. Creo que se había visto afectado por su
confesión del otro día.
Como sea, no hubo tiempo de conversarlo
porque en ese momento ingresó Stingray.
—O’Brian quiere reunirse con nosotros tres
—nos dijo.
La verdad es que a pesar de ser los primeros
al mando, yo sentía que O’Brian no se comunicaba
con Klaus y yo como lo hacía con Tanya. De hecho,
nosotros dos actuábamos más como líderes de
entrenamiento y de campo de batalla, pero los
planes eran básicamente armados por él y
Giovanni; y si se trataba de cosas científicas o
—me atrevería a decir—, incluso de temas de más
cuidado que los planes de batalla, O’Brian recurría
a la Dra. Crawford. Si O’Brian nos había llamado,
era que estaba pensando en un plan de ataque,
que era algo de poca importancia o, por el

247
contrario, algo imprescindible y que no se podía
ocultar de ningún modo.
—Barich, Wagner —dijo O’Brian—. Stingray
acaba de confirmar que las identidades de Ryuji es
Isabelle están fuera de peligro.
—Según nuestros agentes infiltrados
—intervino Stingray—, la misión de identificar a los
objetivos quedó al mando de la unidad especial de
un agente de nombre Snyder, quien trabajaba
directamente para Genius, pero también realizaba
tareas para el SIS. Snyder y su unidad estaban
involucrados en actos de corrupción, y habían
empezado a vender datos clasificados. Nuestros
agentes aprovecharon este panorama, y le pagaron
a Snyder para que elimine las copias de la data,
luego de que Alexia robase la información de la
computadora principal.
—¿Pretende decir que Genius nunca recibió
los datos de Ryuji e Isabelle? —intervine.

248
—Snyder tenía acceso a las computadoras
de la organización y actuó justo a tiempo
—contestó O’Brian.
—De cualquier modo, es importante que
mantengan oculta su verdadera identidad —agregó
Giovanni.
Klaus y yo intercambiamos miradas de
desconfianza.
—Eso no tiene mucho sentido —dijo Klaus.
Si Víctor Barich no tenía los datos… ¿quién dirigió
a los Dark Warriors hacia donde se encontraban
los objetivos durante el ataque sorpresa que nos
dieron?
—Snyder y su equipo lo hicieron; era un
escuadrón con cierto rango y poder de decisión en
acciones de asalto —dijo Giovanni.
—Aún así… —tomé la palabra— ¿Cómo
podemos fiarnos de un cabecilla militar corrupto?

249
Giovanni volteó hacia mí.
—Ya lo eliminamos.
Aunque todo parecía tener sentido lógico, en
el aire se respiraba una atmósfera bastante
extraña e inquietante. Busqué en la mirada de
Giovanni alguna respuesta a esa sensación, pero él
permaneció impenetrable; al parecer la tragedia y
su nuevo puesto de Jefe de Operaciones le habían
endurecido. Klaus posó sus ojos penetrantes sobre
mí, como quien advierte de algo.
En ese momento alguien llamó a la puerta.
O’Brian dio la orden de que Klaus y yo saliésemos
del despacho. A la hora de salir, nos cruzamos con
Kaede.

250
La noche siguiente fue noche de zombis y carne de
cañón. Matamos a unos cien entre todos. Luego
llegaron los soldados y matamos a otros cien. Los
nuevos ya van acostumbrándose a matar personas,
y van comprendiendo también que los zombis son
—o fueron— personas. A veces es necesario
tragarse ese cuento de “nosotros los buenos,
ustedes los malos” por cuestión de supervivencia,
para poder salvar nuestras vidas o, simplemente,
para no cuestionar cada detalle hasta volvernos
locos.
Después de todo, nosotros éramos los
buenos, ¿verdad? Genius quería seguir con los
experimentos; nosotros queríamos pararlos,
aunque en el camino, hayamos formado parte de
otros experimentos…

251
Entré a la ducha a quitarme la sangre de encima.
Los zombis sangraban rojo, igual que los otros
humanos. Terminaba de quitarme las manchas
cuando alguien tocó la puerta de mi habitación con
mucha fuerza. Parecía urgente. Tomé la toalla, me
cubrí y entreabrí la puerta.
Era Klaus, quien se vio un poco sonrojado a
pesar de estar viendo apenas por una rendija.
—Quiero hablar contigo, Alexia —me dijo.
—Dame un minuto —contesté.
Cerré la puerta, me vestí y le hice entrar.
—¿Qué sucede?
—He notado algo interesante… —me dijo
tomando la libertad de sentarse en mi cama.
—Cierra la puerta —dijo.
Procedí a cerrar. Luego Klaus cerró la
persiana de la habitación, se quitó la chaqueta y la

252
puso sobre la pantalla del ordenador, tomó la toalla
sobre la cama y la puso sobre un cuadro de la
pared. Me quedé mirándole extrañada.
—¿No habías notado las cámaras?
—preguntó.
De pronto tuve la perturbadora imagen de
O’Brian observándome mientras me vestía.
—No —dije sonrojada.
—Extraño, para el nivel de desconfianza que
sueles tener en todo…
Me sonrojé todavía más.
—¿Cuándo fue la última vez que vimos a los
Dark Warriors? —me preguntó.
Yo me puse a calcular mentalmente.
—Antes de venir para acá —le dije—. Desde
entonces, sólo hemos visto zombis. En ocasiones,

253
los soldados aparecen después que los zombis,
pero eso tiene sentido.
—Explícate.
—Es probable que los soldados, o por lo
menos los de bajo rango, no sepan que los zombis
son creados por Genius; es por eso que salen
después y muchas veces ellos también matan
zombis.
—Has tenido buen ojo para eso —me dijo—.
¿Qué crees que estoy pensando entonces?
Di un paso hacia adelante y me quedé
mirándole a los ojos.
—¿Piensas que los Dark Warriors tampoco
están enterados?
—Es una teoría —me dijo.
—Pero la vez en que encontramos a Isa y a
Ryuji había zombis en los alrededores, ¿verdad?

254
—Sí… despedazados —dijo—. Y ni Isa ni
Ryuji recordaban haber despertado su poder en
ese momento. O’Brian dijo que podía haber sido
por una especie de shock, pero… ¿shock por parte
de los dos? Poco probable; no imposible, sin
embargo…
—Es verdad, suena extraño. Puede,
entonces, que los Dark Warriors hayan acabado
con los zombis.
—Así es —me dijo.
Me quedé muda por un momento. De
pronto, nuestro enemigo se parecía muchísimo
más a nosotros.

255
256
III
Frente a frente

Abril e Isaac se convirtieron en mis únicos amigos


fuera de mi mundo de sangre. Isaac y yo nos
convertimos en los “anti-bullyies” de la escuela,
mientras que Abril se convirtió en aquella persona
con quien compartía mi poco tiempo libre fuera de
los estudios o de mi trabajo de asesina.
A menudo me arriesgaba después del toque
de queda. Después de todo, ¿a quién temería? Los
zombis y los soldados no eran rival, y los Dark
Warriors, si las sospechas de Klaus eran correctas,
eran soldados elite de misiones especiales; no
estarían particularmente interesados en cubrir un
toque de queda, a no ser que hubiese una pista

257
previa. Del modo que fuese, creo que yo olvidaba
los riesgos cuando se trataba de estar con Abril.
Llegué a sentirme tan confortada en su presencia,
que a menudo dejaba de lado mi verdadera misión
de investigadora. ¿Quién podría culparme? Yo
arriesgaba mi vida a diario y ni siquiera estaba
segura de lo que estaba haciendo. Lo más probable
era que Kaede, quien parecía ser el ente sin
emociones dentro del equipo, estuviese haciendo
muy bien su trabajo.
Aquella noche llegué a la puerta de su
edificio y ella me esperaba en el portal con su
paraguas amarillo; yo sujetaba uno de color negro.
—¿Qué haces aquí? —le dije— ¿No tienes
miedo del toque de queda?
—¿Tú no tienes miedo del toque de queda?
—me respondió.
—No… —le dije y sonreí; era difícil
arrancarme sonrisas, pero ella siempre lo lograba.

258
En ese momento escuché una voz a nuestra
espalda.
—¡Ustedes dos, al suelo! —dijo la voz.
Yo volteé ligeramente a ver al soldado, pero
la bala ya había salido de su arma, y se dirigía
directamente al cráneo de Abril. Mis ojos eran tan
rápidos como el resto de mi cuerpo, así que logré
echarla al suelo esquivando a las justas la bala que
me rozó el hombro y me causó una herida bastante
dolorosa. Comencé a sangrar a borbotones.
El soldado se acercó a nosotras y pasó el
escáner portátil por nuestras orejas. Se detuvo
momentáneamente en el holograma de mi
identificación falsa. Luego perdió el interés y, sin
prestar importancia a mi herida, se largó diciendo
que no volvamos a salir en toque de queda.
Era la segunda vez que me lanzaba sin
pensarlo dos veces a proteger a Abril. Ella me llevó
con cuidado escaleras arriba. Me obligó a descubrir

259
el torso y empezó a curar mis heridas ante la
mirada celosa de Karen. Ella no había bajado la
guardia conmigo, a pesar de mis visitas regulares a
su compañera de piso.
Yo sabía que, llegando a la base, luego de un
sermón bien merecido, podrían dejar mi hombro
como nuevo, pero en ese momento necesitaba
atención inmediata y me gustaba sentir que Abril
me protegía.
Una vez curada la lesión, me dijo que quería
mostrarme algo especial, y me hizo subir hasta la
azotea del edificio.
Cuando llegamos al último piso, Abril puso
una manta sobre el suelo y nos sentamos. Desde
donde estábamos, se observaba el cielo ya
despejado de nubes contaminadas y
completamente estrellado. Las estrellas brillaban
entre los rascacielos de la ciudad de Nueva Ellis.
—Es bonita… —dije— la ciudad.

260
—Lo que queda de ella —suspiró Abril—.
Poco a poco se vuelve casi tan peligrosa como
Ciutat Catell.
Yo me quedé observando el rostro
entristecido de Abril, que de un momento a otro se
tornó sumamente sombrío y furioso, como nunca
antes lo hubiese visto.
—¡Es culpa de los Knights! —exclamó—
¡Ojalá que alguien los mate de una maldita vez!
Me estremecí.
—¿Genius…? —pregunté tímidamente.
—Quien sea —contestó.
Entonces notó el espanto en mis ojos.
Contuvo unas cuantas lágrimas. Luego volvió hacia
mí y su semblante volvió a ser amable. Cambió de
tema.

261
—Me encanta cómo se ve el cielo desde
aquí… —me dijo, y apoyó la cabeza sobre mi
hombro bueno.
—A mí también —contesté—. Siento que
ayuda a olvidar todo lo que me tocó ver en Ciutat
Catell…
—Pobre Alex —dijo Abril—. Tú también has
sufrido mucho, ¿verdad? —y sentí cómo una de
sus manos se posaba sobre una de las mías y la
estrechaba—. Hay algo que no te conté acerca de
cómo murió mi familia…
Yo me quedé mirándole con atención y, sin
entender por qué, experimenté un ligero escalofrío.
—Yo vi a quien los asesinó —me dijo.
—¿En serio…? —contesté—. Eso es
horrible… —y la abracé con fuerza.
—Era una mujer —me dijo—. Lo supe por la
forma de su cuerpo. Estaba tras una nave.

262
Recuerdo que estaba cubierta con una especie de
armadura de un metal plateado bastante extraño…
Entonces ella soltó una especie de luz muy
potente, y luego todo explotó…
Me quedé helada por varios segundos.
Rápidamente, una serie de flashbacks invadió mi
mente: Yo con el Knight Suit, apuntando a la nave
de misiles de Genius y haciendo explotar todo a mi
alrededor… “Yo maté a la familia de Abril” —dije
para mis adentros— y sin pensarlo, rompí a llorar.
“No me merezco nada…”.
Abril se conmovió de verme tan frágil y me
abrazó con mucha fuerza. Pensó que me había
conmovido con su relato. De pronto, empecé a
sentirme invadida nuevamente por esa extraña
sensación que penetraba en mi cuerpo y en mi
cabeza. Vi que los ojos de Abril se abrieron como
platos y se mostró confundida.
En ese momento, apareció Karen.

263
—Abril —dijo—. Ya es tarde, mañana
debemos madrugar.
—Cierto —dijo Abril—. El entrenamiento de
gimnasia, ¿verdad?
—Sí —dijo Karen bastante fría.
—Olvidé comentarte sobre eso —Abril me
sonrió, volviendo a su expresión habitual
amable—. Ya me tocaba practicar algún deporte.
Me pareció un poco raro que a Abril se le
pasase contármelo, pues solía contarme todos los
sucesos de su día, pero en ese momento yo estaba
más abstraída por el horrible descubrimiento que
acababa de tener. El pecho me dolía con
muchísima fuerza, de un modo más desgarrador e
insoportable que cualquier herida física que
hubiese recibido alguna vez.
Abril me acompañó a la salida del edificio y
me abrazó una vez más… Yo sentí que mis ojos se
llenaban de lágrimas de nuevo. Antes de darle la

264
espalda y marcharme, me quedé mirándole un
momento.
—Abril… —le dije—. Te quiero.
Y me marché.
Aquella noche no pude dormir… ¿Cómo podría
volver a verle la cara a Abril después de lo que
acababa de descubrir?... ¿Por qué tendría que
suceder ahora, cuando amaba a alguien después
de mucho tiempo?
Yo pensaba que nunca más podría
conmoverme con nada, y entonces apareció ella, y
ahora resulta que soy la asesina de su familia. “Si
acaso lo supieras… me odiarías para siempre”.
A la mañana siguiente me levanto muy
temprano para ir a la escuela. Tengo las ojeras
muy marcadas por haber pasado la noche en vela,
naufragando entre mis pensamientos.

265
Mientras camino, me siento como flotando,
fuera de la realidad, y así permanezco hasta que
Isabelle suelta una pregunta de lo más básica pero
que, por algún motivo, logra atraer mi atención.
—Alex, mañana es tu cumpleaños, ¿verdad?
“Mañana…” —pienso— “22 de Octubre… Es
verdad, lo había olvidado. Ya son dieciséis años y
sin embargo pesan como cien… Hace un año,
Tanya era la líder. Giovanni peleaba con nosotros,
el padre de Tao Shen estaba vivo, mi hermano y yo
estábamos juntos… y yo no había matado a la
familia de Abril…”
—¿Alex? —insiste Isa, quien rara vez desiste
ante alguna duda.
—Sí … mañana cumplo 16 años
—contesto—. ¿Cuándo es tu cumpleaños, Isa?
Isabelle parece emocionada porque le
pregunto sobre su vida.

266
—El 4 de julio —sonríe—. Todavía me faltan
varios meses bastante para cumplir catorce.
Me quedo pensativa. “4 de julio… El mismo
día del cumpleaños de Albert.”
Mientras yo recuerdo estas cosas, Ryuji
molesta a Isa.
—Buen intento —le dice en tono burlón—.
Tal vez en diez años logres sacarle otra pregunta.
Isabelle le gruñe a Ryuji. Mientras tanto,
Tao Shen intenta, inútilmente, sacarle
conversación a Kaede. Esta última, está más
entretenida dándole pequeños bocados de alfalfa a
Maki, quien se oculta en su mochila semiabierta.
Repentinamente, sentimos la explosión.

267
—¡Qué fue eso! —exclamo.
—¡Es una presencia muy poderosa!
—exclama Kaede.
—¡Son ellos! —grito estremeciéndome—.
Rápido —doy la orden—, hay que encontrar un
escondite donde activar el Knight Suit.
—No será necesario, jefa —dice Ryuji, y
utiliza su telequinesis para mover una fila de autos
y crear una barrera.
—Ahora sí —doy la orden—. ¡Activar Knight
Suit!
Kairos se da el tiempo de esconder su
mochila entre unos escombros.

268
—Quédate aquí, Maki… —susurra y se une
al resto de nosotros.
Ya transformados, abandonamos la barrera.
Es hora de plantar cara a nuestras contrapartes.
Frente a nosotros se encuentran los seis Dark
Warriors: Kobold, Nemesis, Evil, Shadow, Poison y
Nightmare. A nosotros nos falta Falcom; estamos
en desventaja.
—Por fin volvemos a cruzarnos —ríe Poison.
Utilizo las antenas de la nueva armadura y
envío un mensaje a Falcom. “Ven rápido, los Dark
Warriors están aquí” —le digo y envío mi ubicación.
En ese instante, Kobold se lanza contra de mí. Su
agilidad es tan potente como la mía, de modo que
es difícil alcanzarle. En un principio, aparte de esta
habilidad, no parece tener otra que la de un
perfecto combate cuerpo a cuerpo; hasta que
consigue tomarme del cuello sorpresivamente y me
siento invadida por un calor que parece penetrar
entre mis poros… De pronto me suelta y veo que

269
una descarga de energía exactamente igual a la
que yo poseo viene directamente hacia mí. Soy
incapaz de evitarla.
He cerrado los ojos por impulso. Cuando los
abro, noto que la descarga no me ha alcanzado, y
es que hay una barrera protegiéndome. Falcom ha
llegado.
—Siempre te metes en problemas —dice él.
En ese momento, un grito profundo llama mi
atención; se trata de Saber, quien ha sido
alcanzada por el ataque de Poison. Cierro los ojos y
agudizo los oídos. Percibo la presencia de Poison y
me lanzo a un ataque de potencia máxima. Poison
cae hacia atrás.
—¡Saber, debes concentrarte en el sonido!
—exclamo.
Ella está herida, pero se incorpora. “En este
momento serían útiles los poderes de Giovanni”
—pienso. Pero no es momento para lamentarse.

270
Saber y yo seguimos la pelea. Cerca de nosotras
se escucha la voz de Silver batiéndose contra
Nightmare.
—¡Deja de multiplicarte, maldito cobarde!
—Está bien… —el rival ríe— ¡Mejor prueba
mi pesadilla!
En ese momento sudo frío. Si Nightmare
logra golpear a Silver, éste caerá en el miedo
infinito y tendremos que pelear sin él. Sin embargo,
luego escucho a Nightmare gritar aterrorizado.
—Yo no tengo familia, recuerdos importantes
ni nada que perder… —ríe Silver—. Tus pesadillas
no sirven conmigo.
Se escucha la voz de Pyro.
—¡Silver, detrás de ti!
Abro los ojos. Veo a Saber batiéndose a
ciegas contra Poison, quien sigue en su modo

271
invisible. Ha logrado concentrarse en sus otros
sentidos.
—¡Yo puedo manejarla! —me dice—. Ve a
ayudar a Silver.
Asiento y me apresuro. Nemesis ha tomado
a Silver por sorpresa. Lo controla con telequinesis
y lo derriba. Pyro llega a apoyar y enciende un aro
de fuego para cerrarle la salida. Las llamas se
elevan y persiguen a Nemesis cada vez que ésta
levita.
Volteo hacia a mi izquierda y veo a Kairos
luchando con Evil. “Al parecer Pyro tiene
controlada a Nemesis” —pienso, y me acerco hacia
Kairos. Evil controla ondas de energía, igual que
yo, pero tiene la capacidad de retroceder el tiempo
unos segundos. Constantemente, lo veo
desaparecer y aparecer luego detrás de ella,
haciéndola retroceder en su movimiento. Descargo
energía y ataco a Evil, quien está concentrado en

272
Kairos. Lo veo caer y me lanzo contra él con una
lluvia de golpes.
—No te interpongas —me dice—. Esto es
entre yo y la otra como yo.
No entiendo lo que me dice.
—Kairos es la otra como yo —insiste él—.
Ella y yo poseemos el mismo origen. Nuestra
naturaleza nos hace hermanos gemelos; es por eso
que nadie debe interferir; los gemelos deben
unirse.
—¡Cierra la maldita boca!
Lo golpeo con todas mis fuerzas, pero él usa
su habilidad de tiempo; lo sé porque mi velocidad
me permite observar su movimiento y el momento
preciso en que retrocede mi ataque. Me clava una
patada en el estómago y me deja caer sin aire. Lo
veo volver a lanzarse sobre Kairos a la vez que Pyro
se lanza furioso sobre Nemesis.

273
—¡Esto es por mi padre! —grita furioso y
una tremenda flama se desprende de él hacia su
enemiga. Nemesis parece resignada a morir frente
a aquel ataque.
—¡Nemesis! —grita Kobold, huyendo de
Falcom y acercándose hacia ella.
El grito de Kobold hace reaccionar a
Nemesis.
—¡No puedo morir aquí! —grita Nemesis—
¡No puedo morir aquí! ¡Si yo muero, Kobold volverá
a quedarse sola! ¡No dejaré que vuelvas a quedarte
sola!
Mediante la telekinesis, Nemesis logra
controlar la flama de Pyro y las llamas que forman
un aro, cerrando el espacio de lucha. Todas las
llamas caen sobre Pyro, quien se desespera y
comienza a gritar. No puede detener su propio
fuego. Nemesis logra escapar del tremendo

274
incendio. Mis compañeros gritan desesperados el
nombre de Pyro.
—¡Rápido, hay que detener el fuego! —grita
Falcom.
Me incorporo y utilizo mi energía para
destruir parte del suelo. Se rompe una cañería y
un enorme chorro de agua salta sobre el fuego que
comienza a extinguirse. Pero ya es demasiado
tarde.

El cuerpo de Pyro yace carbonizado. Silver corre


hacia el cuerpo de su mejor amigo y agita tu su
cuerpo intentando hacerle reaccionar inútilmente.
—¡Resiste…! —solloza.

275
—Lo logré… —balbucea Nemesis.
Silver voltea hacia ella, furioso. Prepara el
contraataque contra Nemesis, pero ésta vuelve a
manipularlo con telequinesis.
—¡Era mi mejor amigo! —grita él. De su
rostro se desprenden lágrimas de rabia.
Nightmare llega al lado de Nemesis y vuelve
a lanzar su ataque ilusionista contra Silver, quien
esta vez queda fuera de combate.
—Parece que ahora sí tienes miedo… —ríe—.
Tu mejor amigo, ¿verdad? Ahora no es más que un
montón de chatarra y pellejo quemado.
Mientras tanto, yo acabo de salir del shock…
Es como si se repitiera ante mis ojos la muerte de
Iron. Primero Tanya… ahora Tao. Las imágenes
pasan y me siento fuera de la realidad, como si mi
cuerpo flotase en medio de la nada. Aun así, no

276
hay tiempo que perder. Si no quiero que se repita,
tengo que moverme.
Corro hacia Nightmare y lo derribo. Él se
levanta, suelta su imagen múltiple y cae sobre mí
como una avalancha. Falcom me defiende y se
enfrenta a él, pero Nemesis viene hacia mí. Yo me
enfrento a Nemesis.
—Si antes pude sobrevivir, ahora no puedo
dejar que tú me mates… —Nemesis luce furiosa—.
¡Tú eres la responsable de todo! —exclama—.
¡Alexia Barich!
“Sabe quién soy…” —me sorprendo. Nemesis
me sujeta y levita conmigo para luego dejarme caer
con todas sus fuerzas contra el asfalto.
—¡No voy a morir! —grita Nemesis— ¡No
dejaré que Kobold esté sola nunca más, y menos
por culpa tuya!
Ella utiliza su telequinesis para controlar
mis movimientos, pero yo no estoy dispuesta a

277
dejar que otro de mis compañeros muera. Elevo mi
energía y opongo resistencia. Descargo un
tremendo rayo contra Nemesis. Ella esquiva e
intenta controlar mi ataque, como antes lo hiciera
con las flamas de Pyro, para enviarlo de regreso. Lo
consigue. Mi propio ataque regresa a mí y no soy
capaz de huir de él.
—¡Lo logré! —exclama Nemesis triunfal, pero
yo me levanto de los escombros y elevo mi energía.
Percibo que la visera de mis ojos se ha roto y mis
ojos rojos de mujer-bicho arden como llamaradas.
—¡Esos ojos! ¡Esos ojos, dónde los he visto!
—exclama Nemesis desesperada.
Lanzo energía. Nemesis vuelve a esquivar.
Me apresuro y voy contra ella. Nemesis saca una
espada de su armadura. Yo hago lo mismo. Nos
batimos en lucha cuerpo a cuerpo. Percibo que es
hábil, pero mi velocidad es superior. Consigo atajar
varias veces sobre el cuerpo de mi enemiga. Ella
escupe sangre. Aun así, logra usar nuevamente su

278
levitación e intenta usar su telequinesis desde lo
alto para atacarme, mas no lo consigue; ha
desgastado su energía. No puede utilizar su
telequinesis; sólo puede pelear cuerpo a cuerpo.
Está perdida.
Nemesis vuelve al ataque, pero esta vez no
hay nada que pueda hacer contra mí. Lanzo una
ráfaga de energía que le hace caer definitivamente.
Agoniza. Me observa acercarme lentamente. De
pronto, parece reconocer algo en mí.
—¡Eres tú! —me dice.
Yo no comprendo sus palabras. Tampoco
reflexiono demasiado. Me acerco a ella, coloco el
pie sobre su cabeza, y la hago explotar.

279
Kobold reacciona y viene contra mí, pero Falcom se
pone en frente y la detiene. Shadow se aproxima
para enfrentar a Falcom. Kobold queda libre
nuevamente y se me acerca velozmente.
Lo más difícil de pelear contra Kobold es que
tiene la habilidad de copiar mis habilidades cada
vez que me toca, de modo que es capaz de imitar
mi estilo de combate y mi habilidad para lanzar
energía. Aun así, ambas —como todos los demás—,
estamos bastante cansadas, y las cosas se ponen
cada vez más difíciles e indefinibles.
Es entonces cuando aparece una avalancha
de zombis invadiendo el lugar de la batalla.
—¡Llamaron a refuerzos! —me increpa
Kobold.
“Es como lo decía Klaus” —pienso—. “Ellos
no se enteran de nada…”.

280
Los zombis empiezan a atacar a unos y a
otros sin distinción. Por suerte, una nave aparece
sobre nosotros. O’Brian ha enviado al equipo de
rescate. Mis compañeros llegan a ser recogidos por
la nave, pero yo tengo a Kobold encima de mí.
Alguien cae sobre ella. No logro reconocer
quién es hasta que, muerta de agotamiento, siento
que mi cuerpo se eleva y la escalera de la nave se
recoge. Estoy a salvo. Saber es quien me ha
rescatado. Isabelle absorbe su armadura.
—Te la debía —me dice—. Tú me salvaste la
primera vez.

281
IV
Kobold

Era la primera vez que me veía obligada a


retirarme desde que asumí el liderazgo… Perdimos
a Tao Shen, y de no haber sido por Isa, yo tampoco
estaría aquí ahora.
Me pregunto si acaso te equivocaste al
escogerme a mí, Tanya… Han pasado demasiadas
cosas y yo ya no estoy tan segura de ser tan hábil
como pensaba…

282
En ese momento, alguien ingresa en mi
cuarto. Es Klaus.
—Ah, eres tú… —digo.
—No le pusiste cerrojo —dice él.
—Será que ya me estoy acostumbrando a
que invadas mi privacidad.
—Qué interesante —ríe él con tono
sarcástico.
Segundos de silencio. Creo que Klaus ha
adivinado que no me encuentro bien y cambia de
expresión.
—Lo siento.
—No hay problema —respondo—. Tenía
ganas de verte. Lo he sabido cuando te he visto
entrar.
Yo me encuentro sentada en la cama. Klaus
se acerca despacio y se sienta a mi costado. Casi al

283
mismo tiempo, nos recostamos mirando hacia el
techo.
—¿Cómo van las heridas? —pregunta él.
—¿Las físicas? Esas ya no duelen tanto.
—Son las otras las que duelen más…
—Pues sí.
Quedo unos minutos en silencio.
—Me quedé pensando en lo que me contaste
esa vez —le digo—… Sobre tu pasado.
—Ah… Lamento si hablé más de la cuenta.
—No me molestó.
Él sonríe levemente. Poco a poco, me voy
acosumbrando a verle esa expresión.
—¿Sabes…? Nunca le había contado eso a
nadie —dice—. Supongo que es difícil admitir que

284
en el fondo soy un niño llorón con complejo de
inferioridad.
Río un poco.
—Yo no lo veo así… Eres un excelente
soldado, y eres muy analítico. ¿Sabes…? —le
digo—. Jamás pensé que pudiese conectar con
alguien de nuestro bando como lo hago ahora. No
imaginé que pudiésemos llegar a hablar como lo
estamos haciendo.
—¿Quieres que te diga la verdad…? Yo
tampoco.
—La desconfianza está siempre presente… y
en el fondo, yo también tengo miedo.
—¿A morir….?
—Sí… pero no es sólo eso… Yo creí que el
deseo de venganza me haría invencible… pensé que
tendría todo bajo control. Ahora me doy cuenta de

285
que no soy tan fuerte como creía… y hay personas
que temo perder…
Él se inclina hacia mi costado.
—Yo también… —me dice.
—¿Sabes? —le digo—. Hoy soy un año más
vieja.
—Feliz cumpleaños… —dice él.
—Vaya manera de celebrarlo… —dije y traté
de reír un poco.
En ese momento, creo que ambos nos
sentimos incómodos ante tanta intimidad.
—Sólo vine a decirte que O’Brian quiere
hablar con nosotros. En diez minutos debemos
estar en su oficina. Parece que es importante.
—Gracias —le digo.
Él me mira unos segundos.

286
—… por avisar —completo la frase.
Cuando ingresamos en la oficina de O’Brian,
Giovanni ya está ahí, a su costado. O’Brian se ve
más consternado que nunca.
—Era obvio que sabían dónde atacar
—señala O’Brian bastante alterado.
—Tal vez nunca perdieron el rastro de
Isabelle y Ryuji… —contesta Giovanni.
—¡Esa falla es inadmisible! —se altera
O’Brian—. Los Knight Masters no deben volver a
salir de la base.
La noticia me cae como un baldazo de agua
helada. ¿No volvería a ver a Abril?
—¡Pero señor! —protesto— ¿Qué hay de las
investigaciones?

287
O’Brian no contesta. En lugar de eso,
presiona un botón en el intercomunicador de su
escritorio.
—Doctora Crawford —dice—. Venga
enseguida, y traiga a Kaede con usted.
Klaus y yo intercambiamos miradas.
Crawford no tarda en ingresar en la oficina
trayendo a Kaede tras de sí. Kaede lleva algunas
vendas en la cabeza y a la pequeña Maki en sus
brazos.
—¿Me ha llamado, señor? —pregunta.
Kaede es quien nunca cuestiona las órdenes.
Es también aquella persona que nunca revela nada
de su pasado, si es que acaso lo conoce. A menudo
dice, simplemente, que no recuerda las cosas.
Todos pensábamos que no tenía sentimientos,
hasta que Tao Shen le regaló a Maki.

288
—¿Tienes la información? —pregunta
O’Brian.
Yo me quedo muda prestando atención.
—Tengo todo hasta la última batalla
—informa Kaede.
—Bien.
Kaede coloca a Maki sobre la mesa del
escritorio de O’Brian. De entre del pelaje del
animal, Kaede retira un dispositivo.
—Ésta es la información registrada durante
mis movimientos como civil. Y ésta otra… —saca
otro dispositivo de entre sus cabellos— es la
información recaudada durante el combate.
Pone los dos dispositivos sobre el escritorio.
—Excelente, Shinohara —dijo O’Brian—
ahora retírate.

289
Kaede toma a su mascota en brazos, hace
una venia y sale.
—¿Qué es lo que contienen los dispositivos?
—pregunta Klaus.
Por alguna extraña razón, yo siento que mi
corazón late muy pero muy fuerte.
—Esto, es lo que definirá nuestra victoria en
la batalla —contesta O’Brian—. Es la identidad de
los Dark Warriors.
Mi corazón sigue latiendo con mucha más
violencia. Giovanni coloca los dispositivos en el
ordenador de O’Brian. Inmediatamente, en una
gran pantalla frente a nosotros, se muestran los
rostros y nombres de nuestros enemigos.

Natasha Scherbatskaya: Dark Warrior Poison


Hans Jung: Dark Warrior Shaadow

290
Yusuke Kusanagi: Dark Warrior Evil
Isaac Jacobs: Dark Warrior Nightmare

En este punto empiezo a experimentar


náuseas, pero mis verdaderas ganas de ahogarme
en mi propio vómito llegan inmediatamente
después.
Karen McKenzie: Dark Warrior Nemesis

Y
.
.
.
Abril Bosch: Dark Warrior Kobold.

291
Renunciando completamente a mi racionalidad,
echo a correr. Escucho la voz de O’Brian, la de
Giovanni y la de Klaus llamándome, pero no me
detengo.
Esta vez no hay soldado que me detenga; yo
tenía todas las claves y —hasta minutos antes—,
había estado autorizada a entrar y salir de la base
a mi antojo. Para cuando den la orden de pararme,
será demasiado tarde.
¿Hacia dónde me dirijo? Al departamento de
Abril, a estar con ella por última vez, aunque no
me lo mereciera, aunque hubiese acabado con todo
lo que pudiese significar un poco de felicidad para
ella. Aun así, deseo verla y dejarme abordar por ese
calor extraño que siempre me abarca al estar a su
lado.

292
Tal vez, en el fondo de mi ser, estoy
esperando a que Abril me mate.

Afuera llueve, como todas las veces en que he


venido a ver a Abril, pero esta vez, después de
tiempos inmemorables, se trata de una lluvia
limpia, como si quisiese limpiar todos los pecados
que he cometido. “¿Un milagro?” —pienso—. “¿Es
que acaso podrías perdonarme?”
Por fin llego hasta el edificio; llamo al timbre
y ella, con la voz entrecortada, me responde, y me
deja entrar. Subo corriendo las escaleras y pronto
estoy frente a su puerta.
Ella me abre. Está llorando. De pronto,
observa las vendas que llevo en los brazos y en las

293
manos y seca sus lágrimas. Me pregunta: “¿Estás
bien?”.
—Nada, sólo estuve cerca de una explosión
—le contesto.
Ella también trae un brazo vendado, y cojea
de una pierna. Me abraza con intensidad y rompe a
llorar desconsoladamente.
—¡Karen! —llora—. Karen está muerta…
¡Fue culpa de los Knights!
La sujeto fuerte contra mí.
—Alex, no quiero perderte —me dice—. Es
que ya no puedo soportarlo…
Me quedo temblando sin saber qué
contestar.
—Abril, yo…

294
—¡Qué pasa, Alex!... Qué es lo que te hiere;
qué es lo que siempre te esfuerzas en ocultar.
Sorpresivamente, me besa, cuando menos lo
esperaba. Es un beso largo y hermoso, y entonces
me dejo abrazar por esa sensación cálida y extraña
que me invade de modo repentino cuando ella me
toca de un modo en particular.
“¿Esto es amor”? —me pregunto, pero
segundos después, me doy cuenta de que no es eso
lo que me invade. Recuerdo que ya he
experimentado esta sensación penetrante alguna
vez. Recuerdo cuando Kaede me leyó los
pensamientos…
Abril me suelta de golpe y da un paso hacia
atrás. Su rostro luce sombrío y contrariado.
—Tú eres… ¡Tú eres Alexia Barich!
—¡Abril, yo…! ¡Lo siento! ¡Yo no quería! ¡Yo
no quería!

295
—¡Tú mataste a Karen! ¡Y a mi familia! ¡Tú
eres Morgan!
Se lanza contra mi cuello y no pongo
resistencia. Dejo que me asfixie. Siento que mi
mente es invadida otra vez mientras una esfera de
energía se planta de lleno mi estómago.
Caigo de rodillas. El impacto me corta el aire
y deja una herida profunda en el abdomen. La
sangre brota de mi boca. Me voy de bruces contra
el suelo y estoy a punto de dejarme aniquilar. En
ese momento, alguien abre la puerta de golpe y
distrae su atención.
—¿¡Qué es todo este escándalo, Abril!?
Era Hans. A su lado, Natasha y Yusuke.
Isaac no estaba con ellos.
—¿¡La chica nueva!? ¿¡Qué hace aquí!?
—exclama Natasha.

296
La sorpresa despierta mi instinto de
supervivencia. Corro hacia la ventana y me dejo
caer.

Caigo. Caigo. ¿Deseo morir?... Mi lado animal se


aferra a la vida y llego a activar el Knight Suit
antes de estrellarme contra el suelo. Consigo caer
en cuclillas. Echo a correr. Finalmente me
encuentro en un callejón sin salida donde, me veo
rodeada por varios zombis.
Lanzo un grito que me sale de las entrañas y
un centenar de rayos de luz se desprenden de mi
cuerpo. Los zombis caen hechos pedazos.
Abandono el callejón, sigo corriendo sin
rumbo fijo. Todo empieza a dar vueltas a mi
alrededor. Estoy mareada. Veo incendios e
imágenes borrosas… Logro distinguir la figura de
mis compañeros. Los Knight Masters peleando

297
nuevamente contra los Dark Warriors. Corre
sangre.
Estoy de rodillas. Mis fuerzas me han
abandonado. Algunas lágrimas caen de mis ojos.
Llega a mi mente la imagen de la casa de Abril
hecha escombros en Nueva Hispania… la mirada
celosa de Karen… la imagen de Abril destrozada…
Yo, asesinando a Karen cruelmente. Yo misma
peleando contra Abril en el campo de batalla…
En ese momento, Falcom desenvaina el
sable de su armadura. Corta limpiamente la
cabeza de Poison, que cae justamente a mi costado
y vuelve a su forma humana.

298
PARTE 3

I
Kaede

Otra vez estoy aquí, en la camilla, con los ojos


cerrados y, esta vez, sin ganas de volver a abrirlos.
Escucho las voces de los doctores a mi
alrededor.
“Es increíble que pueda seguir con vida…”
“Pero esta vez sí estuvo muy cerca… Ha
tenido demasiada suerte.”
“Sí, fue una suerte que Genius tuviese que
emprender la retirada.”

299
“¿Será que el imperio de Genius se está
desarmando?”
“Victor Barich está perdiendo popularidad,
pero no es para confiarse.”
Mantengo los ojos apretados y me veo
flotando en medio del espacio vacío.
¿Qué es esto? ¿Sueño? ¿Realidad? ¿Verdad?
¿Fantasía? ¿Vida? ¿Muerte?... Un mundo vacío, sin
preocupaciones… algo fuera de la horrible
realidad… Es mejor así, sin despertar ni desear
nada… Un mundo sin humanos, sin máquinas, sin
zombis, un mundo en el que pudiese dormir para
siempre… No hay dolor, no hay angustia, no hay
pasiones desenfrenadas… No hay deseo de
venganza, ni odio… ni amor.
Me veo de pie en medio del espacio negro.
Miro hacia abajo y me veo caer a toda velocidad.
Alzo un brazo como quien intenta sujetarse a algo.
Dejo de caer, pero la oscuridad empieza a tomar

300
formas monstruosas que intentan devorarme;
intento evadir las sombras. Veo ante mí la muerte
de Tanya, la de Tao Shen, la muerte de Karen, la
mirada de rabia de Abril.
Abro los ojos con fuerza, intentando escapar
de las imágenes Me veo en la camilla, con la
respiración agitada. Hay una enfermera a mi lado.

Los medios empezaron a publicar la caída de la


popularidad de Víctor Barich.
La muerte del doctor Mendeléyev y la
doctora Anna Scherbatskaya —quienes, por cierto,
eran los padres de Natasha— se sumaron a la
extraña muerte del ex presidente de Genius
Nicholas Johnson. Aunque la culpa fue atribuida a
los Knights, los medios empezaron a especular

301
sobre la forma en que mi padre se habría
beneficiado de aquellas pérdidas.
Al parecer, Musolini tenía interés en
derrocar a mi padre como presidente de Genius y
estaba filtrando información entre los periodistas.
Víctor Barich empezaba a volverse vulnerable.
“Todo indica que los doctores Mendeléyev y
Scherbatskaya estaban a cargo del proyecto
Legión, destinado a la destrucción absoluta del
grupo terrorista Knights” —decía la televisión—.
“Hay sospechas de que el actual presidente de
Genius, Victor Barich, habría tenido discrepancias
con los científicos y habría querido eliminarlos
para tener el control total del proyecto. A esto, se
suman los rumores antes opacados que
implicarían a Barich con la muerte de su
antecesor, el fallecido presidente de Genius,
Nicholas Johnson.”

302
Desde ese momento, distintas bases de Genius en
distintas partes del mundo comenzaron a caer. Se
volvió más fuerte el apoyo a Musolini, con lo cual,
mi padre fue perdiendo poder y O’Brian aprovechó
el caos para enviar a nuestros soldados a atacar.
Aparte de la base de Texas, las únicas que
quedan bajo el mando de Barich, son las bases de
Genius de Nueva Hispania, Israel y Versalles.
Alamannia, Cyberia, Eustasia y Romana ya están
bajo el mando de Musolini. El resto de bases de
Genius, ya no existe. Finalmente, nuestros
soldados sienten que sus vidas son algo más que
carne de cañón para que los Knight Masters hagan
su trabajo.
Por otra parte, los entrenamientos se han
vuelto más intensos. O’Brian habla de “hacer
evolucionar las armaduras”. Según Stingray, el jefe

303
cuenta con nuevos espías, pero no le revela los
nombres —o por lo menos eso nos dice—. Los
espías dicen que nuestras armaduras tienen la
capacidad de “evolucionar” haciendo que nuestros
poderes se multipliquen, o incluso que
desarrollemos más habilidades. Por supuesto, eso
pondría nuestra vida en peligro. La cuestión es que
nos están llevando al límite de las capacidades que
podamos soportar, aumentando el peso que
debemos cargar en el cuerpo mientras entramos al
simulador, elevando la velocidad de nuestros falsos
oponentes, aumentando o disminuyendo
extremadamente la temperatura de la habitación
de entrenamiento, insertándonos imágenes
mentales que nos lleven al límite del estrés en
medio de la batalla…
Hace unos días, Ryuji sufrió dos ataques de
pánico. La muerte de Tao Shen Chen lo marcó. En
medio del entrenamiento se quedó paralizado; tenía
taquicardia, no podía mover los brazos ni las
piernas y decía que dolían como si le estuviesen

304
arrancando las extremidades. Para lo que gritaba,
no puedo imaginar el dolor que estaba sintiendo.
Nunca le había escuchado gritar así, ni siquiera en
medio de la pelea. El daño en él no era físico, pero
cuando el cerebro no trabaja bien… ¿qué podemos
esperar? La solución de O’Brian y Crawford ha sido
drogarlo con una mezcla de anticonvulsionantes,
ansiolíticos y antipsicóticos… Ryuji no está
enajenado, pero ha tenido pesadillas constantes, y
a Crawford le parece conveniente medicarlo con
semejante coctel. Ayer recuperó cierta lucidez y lo
devolvieron a los entrenamientos extremos con el
resto de nosotros.
Por otra parte, nuestras salidas de la base,
en calidad de civiles, han sido anuladas. O’Brian
ya tiene la información que quería, así que no es
necesario dejarnos libres; de hecho, sería un
inconveniente, pues el enemigo podría
encontrarnos. Aun así, de cuando en cuando me
las ingenio para escapar, tumbando a uno que otro
guardia. Lógicamente, ya no he pensado en buscar

305
a Abril —ni a nadie—, pero me cuesta vivir sin
romper las reglas.
A pesar de ello, O’Brian ha tenido que
soportarme, pues destaco en los entrenamientos (y
ahora es más que notorio). Luego, cuando parecía
que su paciencia realmente comenzaba a
resquebrajarse, mi armadura mutó.

A O’Brian se le ocurrió que, para enfrentar a los


Dark Warriors, tendríamos que enfrentarnos a
algún ente similar en capacidades, bajo
condiciones de mucho estrés, de modo que
organizó duplas en el equipo, de tal modo que
pelearíamos uno contra uno mientras una serie de
alucinaciones grotescas —causadas por una
inyección previa— abordaría nuestra mente.

306
Ahora, sin embargo, éramos sólo cinco, de
modo que alguien debía pelear dos veces, y O’Brian
decidió que yo pelearía primero con Klaus y luego
con Kaede.
El entrenamiento con Klaus en realidad no
me estresó demasiado. Las alucinaciones que me
llegaron fueron más de lo mismo: mi hermano, mis
padres, Tanya, los coches-bomba, gente
desangrándose… Además, Klaus me transmitía
una extraña confianza, y por la forma en que se
desenvolvía, intuyo que yo también se la transmitía
a él. Por alguna extraña razón, tener de compañero
—y en este caso, oponente— a Klaus, me hacía
sentir segura.
Con Kaede, en cambio, sucedió de manera
muy distinta.

307
“Kaede sabía todo”, era lo que decía mi cabeza.
Era algo que no había podido borrar de mi mente
en ningún momento desde que supe que Abril
pertenecía a los Dark Warriors. Kaede, esa chica
inexpresiva y sin sentimientos, que parecía
únicamente conmoverse con una mascota a la que
igualmente era capaz de exponer en las
investigaciones.
Kaede, esa suicida siempre dispuesta a
obedecer, aunque las misiones estuviesen muy por
encima de sus capacidades; esa chica, que, sin
tener mayor vinculación con nadie, nunca moría.
Lo que vi en mi cabeza en esta ocasión, fue a
Abril ahorcándome. Yo tenía ganas de abrazarla y
decirle que la quería y que lamentaba todo lo que
había pasado, pero sólo sollozaba y aceptaba mi
destino. Sin embargo, repentinamente perdía el
control de mi cuerpo y éste empezaba a moverse
por sí solo. Tomaba el cráneo de Abril y lo

308
estrellaba contra el suelo repetidas veces hasta
desfigurarlo. Luego me abordaba una furia animal
y las uñas me crecían descomunalmente. El olor de
la sangre de Abril encendía mis sentidos y unos
dientes filudos que sobresalían de mi boca
empezaron a devorar su vientre y después sus
órganos.
“¡¡¡NO!!!” —grité desde mis adentros, pero no
me detenía. Entonces la rabia y la desesperación
me abordaron y me dejé explotar. Una serie de
descargas energéticas se desprendió de mi cuerpo.
Empecé a elevarme por los aires, puntas metálicas
empezaron a desprenderse desde mis hombros y
garras se añadieron a las extremidades de mi
armadura; dos terribles rayos azules se dispararon
desde mis ojos contra el enemigo que tenía en
frente.
Cuando volví a la realidad, el cuerpo de
Kaede estaba abierto y vomitando sangre. Fue
inmediatamente llevada a cuidados intensivos.

309
Al volver en mí misma, O’Brian y Crawford
parecían sumamente emocionados con el resultado
de mi entrenamiento, pero yo sólo quería aislarme,
escapar. Por más que no sintiese mucho aprecio
por Kaede —y menos después de los últimos
acontecimientos—, mi intención nunca había sido
poner su vida en peligro. Después de todo, esa
chica debía tener debía tener alguna especie de
problema serio, para ser tan sumisa ante las
órdenes. La cuestión es que yo no pretendía
lastimarla… o no así, al menos. Me escapé varias
horas de la base y luego, ya siendo de noche, me
encerré en mi cuarto, pero estuve dando vueltas
sobre la cama sin poder dormir. Entonces,
instintivamente me levanté y caminé por el pasillo

310
hacia un lugar que me parecía particularmente
seguro.
Toqué la puerta y Klaus me abrió. Parecía
que tampoco había podido dormir. Seguía con la
ropa puesta y lucía bastante despierto; además, la
luz de su habitación estaba encendida.
—Pasa —me dijo.
Ingresé y vi sobre su cama un pasaje de la
Biblia abierto y subrayado. Me acerqué y leí:
“Entonces Dios habló a Abraham y dijo: ‘Toma a tu
hijo, a tu único hijo, al que tú amas, a Isaac, y vete
a la región de Moria. Allí lo ofrecerás en sacrificio,
sobre un monte que yo te indicaré.’, Génesis 22,
2—3.”
—¿Eres católico? —pregunté.
—No… no católico, ni cristiano ni nada…
—dijo—. Pero este pasaje me recuerda mucho a
nosotros dos.

311
Me quedé en silencio. Sabía a qué se refería.
—Kaede ya se encuentra bien —me dijo—.
¿No te parece raro que esa mujer nunca muera?
—me preguntó.
Era exactamente lo que yo pensaba.
—Ni siquiera se le ve herida —dijo Klaus—.
Ésta debe ser otra de esas tantas cosas que nos
oculta O’Brian.
—Estoy de acuerdo… —fue lo único que
atiné a decir.
—Ese bastardo se esmeró especialmente
contigo —dijo—. El enfrentamiento de los demás
fue bastante más suave… incluso el de nosotros
dos; pero, por alguna razón, él quería que estalles
con Kaede y sólo con Kaede.
Suspiré y me quedé mirando al suelo,
sentada en la cama junto a él.

312
—Estoy cansada —le dije—. Ahora mismo no
quiero pensar; sólo me alivia saber que Kaede está
viva y aparentemente bien.
Klaus pasó su mano por mi espalda.
—No estás sola… —me dijo.
Lo abracé con mucha fuerza. Creo que esa
era, precisamente, la frase que necesitaba
escuchar.
En ese momento decidí no pensar… sólo
apagar mi cerebro y entregarme a las sensaciones
de calor y abrazo que mi cuerpo exigía. De pronto
nos besamos. Y entonces apagamos la luz.
No sé si me despertaron los primeros rayos del Sol
o si acaso fue la pesadilla que estaba teniendo.
Desperté con el corazón acelerado y la luz
dejándome ciega. Él me acarició e intentó
tranquilizarme. Yo aún estaba agotada por el

313
terrible entrenamiento y por ese abrupto encuentro
carnal.
—Klaus… —le dije despertándole.
—Dime… —contestó aún medio dormido.
—Tú tienes razón… Hay muchas cosas
extrañas que pasan a nuestro alrededor y ni nos
enteramos.
—O’Brian es un hijo de puta —contestó.
—¿Entonces por qué lo sigues?
—Nunca podría apoyar los proyectos de mi
padre —dijo—. Pero eso tampoco significa que
confíe plenamente en O’Brian.
En verdad las motivaciones de Klaus se
parecían muchísimo a las mías. Hacía tiempo ya
que había perdido la esperanza de volver a ver a
Albert, y hacía tiempo también que había dejado de

314
llorar por ese asunto cuando me encontraba a
solas.
—No confío en Kaede —le dije.
Él terminó de abrir los ojos.
—No me malinterpretes —agregué—. No
quería que le pasara nada, pero siento que ella sí
sigue ciegamente a O’Brian, y no parece ser por las
mismas motivaciones que Tanya. Estoy segura de
que Tanya estaba enamorada de O’Brian, y creía
que él era una buena persona, pero Kaede… es
como si no sintiere nada… casi como si no fuese
una persona…
—He pensado lo mismo —contestó él.
—Además es raro que nunca muera, ¿no
crees? Siempre se ha expuesto más que cualquiera
de nosotros.
—¿Qué sugieres? —preguntó Klaus.

315
—No lo sé, robar documentos… Supongo
que amenazar a O’Brian o a Crawford por ahora no
son opciones.
—No… —me dijo luego de pensar un rato—
pero existe un ratón algo más indefenso, ¿no
crees?
—Giovanni… —contesté yo.

No sé si debíamos sentirnos mal de atacar a un


minusválido, pero lo cierto es que era lo único que
quedaba en estas circunstancias.
Desde que había quedado paralítico, el
mejor pasatiempo que había conservado Giovanni,
era salir al jardín de nuestra casa de huérfanos a
regar las plantas. Para esto, se desplazaba por los

316
caminitos de piedra pulida, que parecían
estratégicamente colocados en aquel jardín.
Al observarle, así, todo venido a menos, nos
pareció sencillamente patético, completamente
alejado de la figura del chico vigoroso y de buen
humor que había conocido cuando recién llegué a
la base de Nueva Hispania.
Klaus y yo nos escondimos entre unos
arbustos hasta verle aparecer, le tapamos la boca y
lo tumbamos en la zona más espesa de ese
pequeño bosque que teníamos por jardín.
Giovanni cayó abruptamente de la silla y
hubo que taparle nuevamente la boca, con mucha
fuerza, para que no gritara.
—Es mejor que no grites, Stingray —advirtió
Klaus en tono agresivo.
Yo no podía evitar sentir cierta lástima por
Giovanni, quien había sido el más amable conmigo
cuando recién conocí a los Knights, pero sabía que

317
actuar así era necesario. No sé si por su devoción a
Tanya o acaso por miedo, Giovanni nos estaba
ocultando una serie de cosas que necesitábamos
saber.
Desde que había perdido el control sobre la
totalidad de su cuerpo, a Stingray le era imposible
usar su telequinesis para defenderse de nosotros;
con las justas conseguía el nivel de concentración
energética necesario para curar algunas heridas no
demasiado graves. En situaciones más graves, era
necesario ingresar al quirófano. De su antiguo yo,
no quedaba más que el cerebro estratega, porque
incluso su voluntad y su personalidad, ya casi se
habían desvanecido.
Stingray lucía temeroso.
—Chicos, qué les sucede… —dijo titubeante.
—Stingray, queremos que nos digas la
verdad —contesté—. Qué es lo que tanto nos oculta
O’Brian. Y cómo es que Kaede parece ser

318
inmortal… —y entonces sentí que me invadía la
ira—. Y dime, ¿tú conocías las identidades y la
ubicación de los Dark Warriors? ¡No te atrevas a
mentirme!
Giovanni estaba sorprendido. Cuando
llegamos a entablar cierta cercanía, yo siempre le
llamaba por su nombre. Estaba claro que ya no
éramos ni un poco amigos.
—Yo no sabía nada, lo juro —contestó—. En
realidad, yo apenas sé un poco más que ustedes en
cuanto a la estrategia militar, pero quien guarda
todos los secretos de O’Brian es la Dra. Crawford.
—¡No mientas! —exclamó Klaus—. Sabes
perfectamente que puedo reventarte la cabeza si es
que quiero.
—Lo sé —dijo Giovanni sosteniendo la
mirada de Klaus—. No hace falta que lo digas,
Wagner, conozco tu fuerza y sabemos

319
perfectamente que no estoy en condiciones de
defenderme.
La forma de responder de Stingray me
sorprendió; sentí que volvía a aflorar un poco del
Giovanni que conocí.
—Yo también tengo sospechas… —dijo
Giovanni—. Y tampoco sé nada sobre el pasado de
Kaede… De la identidad de los Dark Warriors, yo
me enteré al mismo tiempo que ustedes dos. Yo
conocía las órdenes de enviar a Kaede a investigar,
porque O’Brian pensaba que era la que tenía
mejores cualidades de detective, pero no conocía la
información que ella estaba obteniendo.
—¡Mientes! —exclamó Klaus, pero yo le
sostuve el brazo.
—Klaus, para —le dije—. Creo que está
diciendo la verdad…
Klaus se tranquilizó y me dejó hablar.

320
—Te creo, Giovanni —le dije mirándole a los
ojos—. Pero debe haber algo que sepas que pueda
servirnos… Creo que eres consciente de que Tanya
tampoco hubiese apoyado a O’Brian si hubiese
tenido las sospechas que tenemos, y que ahora
pienso que tú también tienes.
Giovanni quedó en silencio unos segundos,
observándome y tratando de mantener la calma.
—Sospecho de los espías que tiene O’Brian
—contestó—… Cuando se trataba de Lao Tzun
Chen, nunca nos ocultó de quién se trataba; a
nadie, de hecho; ustedes mismos sabían que era el
padre de Tao Shen y en qué consistían sus aportes
a nuestra organización. Sin embargo, ahora todo
queda entre O’Brian y Crawford… eso no me huele
bien. Hay alguna suerte de plan oculto y parece
que involucran a Kaede en ello, porque piensan
que es una especie de robot. No entiendo por qué
Kaede es siempre tan sumisa, pero he averiguado
que alguna vez tuvo un hermano gemelo, y que se

321
perdió. También sé que O’Brian baja
constantemente con ella hasta el sótano.
—¿La zona prohibida? —pregunté yo.
—Sí… O’Brian dice que ahí es donde se
esconde el armamento militar, pero lo cierto es que
hay una habitación más allá abajo… una que sólo
él y Crawford conocían, y que yo encontré
accidentalmente hace poco.
—¿Accidentalmente? —preguntó Klaus
desconfiado.
—Sí… Aquel día había decidido suicidarme.
Mi condición es patética… Pensé que como Jefe de
Operaciones aportaría más y estaría más enterado
de los planes de O’Brian, pero ya ven que no…
Quería acceder a un arma… pero encontré mucho
más.
—¡Habla! —exclamó Klaus.
Giovanni miró desconfiado a su alrededor.

322
—Aquí no —dijo—. Acabo de percibir un
dron.
—¿Una cámara? —dije yo.
—Algunos insectos de este jardín son drones
—contestó. Éste, al parecer, no ha captado nuestra
presencia, pero es mejor que nos vayamos. Les
daré indicaciones más tarde.
Me apuré en ayudar a Giovanni a subir de
nuevo a la silla de ruedas.
—Stingray —dijo Klaus—. Más vale que no
nos traiciones.
—No lo haré, dijo Giovanni.
Luego tomó control de su silla de ruedas y
se fue.

323
Para obtener acceso al cuarto prohibido, Giovanni
se había hecho de la identificación de un
comandante muerto.
“Sucedió cuando fuimos a secuestrar a Ryuji
para unirlo a nuestras filas —nos explicó—. Luego
de quedar paralítico y de que se me informase de la
muerte de Tanya, O’Brian ordenó retirada, pero yo
no tenía ganas de vivir. Robé el arma de un
comandante caído, pero ésta ya no tenía balas.
Entonces robé su identificación, recordando que
ellos tenían acceso a la sala del armamento.
Cuando me ofrecieron el puesto de Jefe de
Operaciones, mi deseo suicida se esfumó
temporalmente, pero nunca me deshice de la
identificación.”
Klaus y yo nos llevamos la tarjeta del militar
caído y nos escabullimos hacia el área prohibida.
Ahí, efectivamente, había un montón de
metralletas, pistolas, fusiles, repuestos de

324
armaduras metálicas que usaban los soldados de
infantería, municiones… pero también, había una
puerta escondida, casi imperceptible por su poca
ostentosidad. Era una puerta de madera vieja,
despintada, medio podrida; el más crédulo habría
pensado que se trataba de la entrada de un
depósito. Cuando la abrimos, encontramos un
montón de utensilios de limpieza amontonados,
pero escondido detrás de esos bultos, en la pared,
se hallaba un interruptor, que al ser presionado,
abría un pasadizo secreto.
Ingresamos en una habitación con una
camilla ensangrentada, un montón de tubos de
ensayo y máquinas extrañas. Era otro laboratorio.
No había papeles y los ordenadores estaban
apagados. No había forma de que podamos
adueñarnos de la data sin llamar la atención.
Seguramente se activaría alguna alarma o nos
pedirían alguna clave.

325
—Tenemos que volver con Isa —le dije a
Klaus.
—¿Cómo? —se extrañó él—. ¿Piensas
implicarla en esto?
—Es necesario —le dije—. Isa confía cree en
mí porque piensa que yo la salvé, y necesitamos su
habilidad para obtener la información.
Isa era nuestra “niña prodigio”, quien con
sólo trece años de edad, había desarrollado un
maquinismo superior al de Tanya. Si tuviese que
elegir a alguien para que me sucediera como líder
de los Knight Masters, en una nueva generación de
soldados elite, elegiría a Isa.

No volvimos la noche siguiente ni la subsiguiente.


Preferimos esperar. Acudimos a los entrenamientos

326
y O’Brian nos soltaba cuando aparecían las masas
de zombis. Los entrenamientos elevaron el nivel de
todos y yo ya contaba con dos nuevas habilidades:
la de volar, y la de lanzar rayos por los ojos. A
veces me enviaban sola a “limpiar” ciertos distritos
infestados de zombis, o de patrullas enemigas.
Tres noches después, decidí hablar con Isa.
Le expliqué que la necesitaba, pero no le di
explicaciones. Sólo le dije que requeríamos robar
una información de las computadoras secretas de
O’Brian. Isabelle dijo que estaba en deuda
conmigo, pues yo le había salvado la vida y le
había dado un nuevo sentido a su existencia.
Aquella noche, ella y yo nos infiltramos de
nuevo en la habitación secreta mientas Klaus hacía
la guardia afuera. Isa hackeó la computadora y
pudimos acceder a la información. En ese
momento, Klaus dio la señal de alerta. Tuvimos
que escabullirnos, cerrar rápidamente y
camuflarnos entre el armamento.

327
Cuando el soldado terminó de retirar las
armas que necesitaba, pudimos volver a respirar.
Esperamos aproximadamente una hora y nos
retiramos.
Cuando llegué a mi habitación, lo primero
que hice fue inspeccionar los lugares que
normalmente podían contener cámaras, y cubrirlos
de manera aparentemente casual. Luego encendí la
computadora y me dispuse a analizar la
información. Sin embargo, al abrir el archivo, mi
frustración fue mucho mayor. Todo lo que decía era
“Kaede número 5, gemelo en posesión del enemigo.
Experimento con simbiontes exitoso”.

328
II
Siempre junto a ti

No hubo tiempo de detenerse a realizar demasiado


análisis. Luego, todo se desencadenó de manera
muy rápida. Con la caída de la base de Genius en
Nueva Hispania, O’Brian decidió que era momento
de tomar la base central enemiga en Texas.
Yo estaba durmiendo en la habitación de
Klaus cuando la Dra. Crawford comenzó a reventar
la puerta. Yo para ese momento, ya había
empezado a acostumbrarme a botar mi frustración
y mi vacío en la cama de Klaus, como antes lo
hiciera en los abrazos de Abril, a quien sentía que

329
había acabado de traicionar (“soy un asco”,
pensaba a menudo).
Ambos nos vimos obligados a taparnos con
las sábanas, pues Crawford no esperó y terminó
por abrir la puerta con su propia llave que daba
acceso a romper la intimidad de cualquiera.
—¡Rápido, levántense! —ordenó—. O’Brian
convoca a todos los Knight Masters y fuerzas
Knights en conjunto.
—¿¡De qué se trata!? —pregunté intrigada.
—Es el ataque final —indicó Crawford, y
salió.

330
Mientras Klaus y yo terminábamos de alistar a
nuestro equipo, Giovanni daba órdenes militares a
las filas de soldados.
—¡Nuestros vehículos aéreos XR-300
alcanzarán el cielo enemigo a las 11:30 pm!
¡Inmediatamente, el grupo de infantería descenderá
y comenzará el fuego! ¡Nuestras naves se
enfrentarán con las naves de Genius! ¡Finalmente,
cuando la verdadera batalla haya comenzado, los
Knight Masters aprovecharán para infiltrarse en la
base enemiga! ¡Ese es el momento preciso!
¿¡entendido!?
—¡Entendido! —contestó un coro de
soldados.
Lo siguiente fue entrar junto a mi equipo de
elite en una nave, con nuestras armaduras
evolucionadas al límite. “¿Cuánto tiempo de vida
nos quedará después de todo esto?” —pensaba yo.
“Qué más da… O’Brian sólo necesita que vivamos

331
hasta esta batalla; por eso ya no importa cuánta
energía gastemos”.
—¿Cómo vas? —me preguntó Klaus a mi
lado.
Yo miré hacia la ventana.
—Estoy bien… —le dije.
Klaus me tomó de la mano y la sujetó. Creo
que sabía en qué, o, más específicamente, en
quién, estaba pensando.

Ubicación espacio-tiempo: Cielo de Texas. 11:30


PM. Nuestras naves van aterrizando en zonas
ocultas por la vegetación. Los soldados de
infantería son los primeros en salir y tomar
ubicaciones. Comienza el ataque. Llueven balas,

332
granadas y bombas. Aparecen las tropas y
vehículos de Genius. Es tiempo de que el equipo de
Knight Masters abandone la nave.
—Bien, ya saben a qué vamos —señalo al
grupo—. ¿Todos tienen el mapa?
Saber presiona un botón de su armadura y
un pequeño mapa flotante se desprende luminoso.
—Sí, todos lo tenemos —responde.
Hago recordar a cada uno qué puerta es la
que le corresponde y me despido del grupo. Es la
primera vez que cada uno de nosotros se dividirá
de manera individual.
Antes de partir, Falcom se me acerca. Hace
un saludo militar.
—Hasta luego, líder Morgan —dice; luego se
acerca y me murmura al oído—. Sé que será
difícil… pero confío en ti.

333
Yo trago saliva y respiro.
—Sé lo que me espera… —le digo.
—Te veré luego —él se da la media vuelta y
se va.

Ubicación: Puerta C de la base de Genius. Me lanzo


sobre uno de los soldados que vigilan la puerta.
Desprendo las garras de acero de mi brazo derecho
y lo clavo en el vientre del soldado. Luego tomo una
espada de mi armadura y le corto la garganta. El
otro soldado que vigilaba, queda petrificado y luego
echa a correr, pero lo alcanzo, me lanzo sobre él y
le rompo el cuello.
Cargo energía con las manos y destruyo la
puerta. Me dispongo a entrar, pero siento un
estremecimiento en el estómago cuando una

334
sombra conocida avanza varios pasos hacia
adelante.
Reconozco la voz de quien habla.
—Nos volvemos a encontrar… —me dice.

Kobold sale desde el interior de la base. Camina


con paso firme y pausado.
—Hola de nuevo, Alexia Barich —me dice.
Yo siento un nudo en el pecho y en la
garganta.

335
—Abril… —digo con dificultad—. En este
momento, eras la última persona a la que hubiese
deseado ver…
—Abril está muerta…
Da otro paso firme hacia el frente.
—No quiero pelear contigo… —insisto.
—¿Desde cuándo no te gusta matar?
Se lanza contra mí. La esquivo. Kobold ataca
con una lluvia de golpes. Me dedico únicamente a
evitarla con gran dificultad; eso la enfurece.
—¿¡Por qué no te defiendes!? —grita.
—¡No quiero matarte!
—¡Yo te mataré!
Kobold salta, ataca con una patada aérea.
La evado y caigo de espaldas. Me apresuro en girar
e incorporarme, pero Kobold planta una patada

336
giratoria que me devuelve al suelo. Kobold sonríe,
parece estar saboreando mi dolor. Sigo en el suelo.
La observo y observo en ella mi propia satisfacción
oculta al derrotar a mis enemigos… al saber que yo
vivo y ellos mueren. “Sin embargo, a ti no puedo
atacarte, Abril…”.
Kobold se lanza contra mí. Yo sigo en el
suelo; ruedo y la esquivo pero ella me alcanza y
sigue atacando. Trato de sortearla como puedo,
pero recibo varios ataques. Ella ha usado su poder
de lectura de mentes y plagio de habilidades.
Empieza a lanzarme descargas de energía. Yo sigo
sin defenderme. Kobold me pesca del cuello y
comienza a asfixiarme.
—Fuiste muy hábil para evadirme, pero yo
puedo leer tus próximos movimientos en cada
golpe que consigo darte —me dice.
Yo no puedo respirar. Siento que voy a
desvanecerme. Entonces recuerdo la frase de
Klaus: “Confío en ti”. Abro los ojos y dejo que mi

337
destello azul la lance hacia atrás. Cae entre unos
escombros. Sin embargo, se levanta sin dificultad.
—¡Abril, detente! ¡No quiero seguir peleando!
—insisto.
—¡Deja de llamarme Abril! —se desespera—
¡Abril ha muerto! ¡Ha muerto para siempre!
Detengo su ataque; le doy un empujón que
la obliga a retroceder varios pasos. A pesar de su
lectura de mentes, mi agilidad es difícil de seguir.
Ella es bastante rápida, pero yo he triplicado mis
habilidades. Aun así, Kobold logra mantenerse en
pie. Avanza en una lluvia de golpes y patadas.
Esquivo, bloqueo, contraataco. Activo las garras de
mi armadura y me lanzo contra ella. Ella
desenvaina un sable de la suya y me hace frente.
La espada de Kobold destruye mis garras. Saco el
sable de mi armadura y me lanzo al ataque. Kobold
salta, da una vuelta en el aire y prepara una
patada. Logro hacerme a un lado, giro y logro

338
patear a Kobold. Me lanzo sobre ella y le apunto al
cuello con el sable. Me quedo quieta.
—¿Qué pasa Barich? —me provoca ella—.
¿No te atreves a asesinarme como lo hiciste con
Karen?
—Karen… —balbuceo y trago saliva.
Me quedo dudando unos instantes, pero la
voz de Klaus vuelve a mi cabeza: “Será difícil…
pero confío en ti”. “¡No puedo fallar!” —pienso—.
“¡No puedo permitir que mueran Klaus y los
demás!”.
Alzo el arma como quien toma impulso e
intenta decidirse. Me dispongo a clavarla. El arma
se aproxima. Kobold logra liberarse a tiempo, hace
una tijera con las piernas sobre mi cuello. Caigo,
me asfixio otra vez. Ahora es ella quien está sobre
mí. No puedo respirar.
De pronto, me siento nuevamente invadida
por ese calor penetrante que me abarcaba durante

339
los largos abrazos de Abril, cuando ella ingresaba
en mi mente intentando robar pedazos de mis
recuerdos, intentando descifrar el significado de mi
tristeza. La recuerdo ahí, con su paraguas amarillo
bajo la lluvia, tomándome de la mano; la recuerdo
contándome la historia de su familia; la recuerdo
abrazándome… Sobre todo, abrazándome…
—¡¡¡Basta!!! —grita ella furiosa.
Entonces yo siento que las lágrimas
empiezan a caer de mis ojos sin siquiera pensarlo…
Creo que en el fondo, estoy feliz de volver a verla…
y si tengo que morir, prefiero que sea por ella.
Después de todo, yo eliminé a su familia… maté a
su única amiga, y soy responsable de su
infelicidad. “Lo siento, Klaus” —digo hacia mis
adentros—. “Es que yo no tengo derecho a ser feliz,
ni a que tú ni nadie me quiera”.
Cierro los ojos y me despido de las pocas
personas por las que alguna vez he sentido un
poquito de conmoción: mi hermano, Isabelle, la

340
pequeña Maki, Ryuji, Tao, Tanya, Giovanni, Klaus,
Isaac, Abril… Abril… Abril…
Mientras tanto, ella sigue gritando y llorando
a la vez. Yo acepto mi muerte, pero parece que ella
no lo consigue. Se entrega a llorar amargamente.
—No… No puedo ser tan débil… —solloza—.
¡Tengo que matarte!
Kobold no es capaz de lograrlo; su fuerza
disminuye y cae hacia un costado. Me libera.
Aprovecho para incorporarme y lanzarla lejos. Sólo
quiero alejarla para no sentirme contrariada y
tener que pelear con ella. Siento la voz de Klaus
nuevamente en mi cabeza y no sé cómo tengo que
actuar.
Kobold aprovecha mi indecisión, aparece
tras de mí y revienta una onda de energía en mi
espalda. Caigo.

341
—No volverás a engañarme, Alexia Barich.
No permitiré que vuelvas a dañar mis sentimientos.
Te aniquilaré, por todo lo que has hecho.
Con mucho esfuerzo, logro volver a ponerme
de pie. Estoy sangrando por todas partes. Mi
armadura también ha sido dañada.
—Abril… —llego a decir con dificultad—. Yo
no merezco perdón… Pero abre los ojos, Abril…
Genius no es lo que crees…
Kobold avanza despacio, como dubitativa,
pero se dispone a atacarme de nuevo.
—Abril —digo—… Yo no quería… Tienes que
darte cuenta…
Kobold eleva toda su energía. Un aura
gigante brilla alrededor de ella. Su energía es tan
potente que pequeños rayos en forma de descargas
eléctricas se desprenden de su cuerpo.

342
No muy lejos de ahí, escucho a Falcom
llamándome, y luego a Saber y a Silver… Mi cabeza
palpita. No hay nada que pueda hacer, salvo seguir
peleando. Elevo mi energía hasta la máxima
potencia. No puedo dejar que Abril mate a todos…
así que moriremos juntas.

Siento mis ojos encenderse como llamaradas. Mi


aura es mucho mayor que la de Kobold. De mí se
desprenden descargas eléctricas.
Ella se lanza velozmente hacia mí, pero mi
aura le impide alcanzarme. El campo energético
que se ha creado a mi alrededor empieza a hacerla
retroceder. Kobold no se rinde e intenta seguir
avanzando. Dispara una inmensa bola de energía ,
pero es tragada por mi aura, que sigue elevándose.
Finalmente avanzo, estoy dispuesta a llevármela

343
conmigo y explotar. La energía que siento en mí es
tan poderosa que varias partes de mi Knight Suit
salen volando por los aires y se precipitan al suelo.
Descargo un inmenso rayo que impacta como un
taladro de luz en Kobold y le atraviesa el estómago.
Kobold cae al suelo vomitando sangre. Por
un momento pierdo el control y caigo sobre ella
dispuesta a molerla a golpes. Sin embargo, la mano
de ella acaricia mi rostro sorpresivamente.
Abruptamente, vuelvo en mí y me quedo helada,
quieta. Kobold pierde la transformación y vuelve a
ser simplemente Abril Bosch... mi Abril Bosch.
Noto que ella llora… llora sin detenerse. Vuelvo a
sentir que ella lee mis pensamientos.
—Alex… perdóname… —dice—. Tenía que
leer tus pensamientos por última vez… Ahora… ya
comprendo…
—¡Abril! ¡Abril, resiste!

344
—Realmente no he sido rival para ti… —ríe
un poco— En parte… me da gusto… que hayas
sido tú… quien me reúna con mi familia, y con
Karen…
—¡Basta, Abril, basta!
Ella acaricia mi rostro una vez más.
—Yo… por fin pude comprender… Yo…
—¡No hables! ¡Voy a sacarte de aquí! ¡Te
llevaré a nuestra base y te curarás, y volverás a ser
la misma de siempre! ¡Volveremos a estar juntas!
Abril dibuja una leve sonrisa en su rostro.
—Es inútil… Debes seguir… Es bueno saber
la verdad ahora… En el fondo tú no tenías la
culpa… Voy…. Voy a extrañarte tanto…
—¡No hables! ¡No gastes tus fuerzas!
—¿Sabes…? —dice con los ojos
cristalizados—… Después de todo, ansiaba mucho

345
volver a verte… —su rostro se pone cada vez más
pálido.
—¡No, Abril, por favor!
—Alex… yo… te… —y suelta su último
aliento. Sus ojos permanecen cerrados. Su rostro
se congela en una leve sonrisa.
—¡Abril! ¡Abril, vuelve! ¡Vuelve! ¡Contesta!
¡Dime algo, te lo ruego!
—Es completamente inútil.

Permanezco echada sobre el cadáver durante


varios minutos. Le doy un beso en sus labios
helados. Finalmente, decido levantarme, seco mis
lágrimas; en ese momento, del cuerpo de Abril, una
suerte de sustancia viscosa y negra se desprende y

346
se une a los restos de mi armadura que
permanecen en su lugar. Cuando me observo a mí
misma, estoy cubierta por una armadura nueva y
fortalecida, con partes plateadas y negras.
Nuestra armadura es un organismo vivo;
está hecha a partir de materia biológica revestida
de un metal especial. Pero no… esto no hubiese
sido posible sin la voluntad de Abril. “Abril ha
entregado su vida para darme esta armadura…”
—pienso—. “Siempre estaremos juntas.”
Ingreso a la base de Genius.

347
III
Aliado inesperado

Las cabezas de los soldados ruedan por el suelo.


Éste se ha teñido de rojo. Me dispongo a avanzar
cuando una nueva sombra conocida aparece.
Distingo la figura de Nightmare delante de mí. Me
dispongo a atacarle velozmente, pero él alza los
brazos en señal de rendición.
—¡Alex! —me grita—. ¡Soy Isaac!
En ese momento pierde la transformación.
—¡Acabo de matar a mi mejor amiga! —le
grito—. ¿¡Crees que puedes conmoverme!?

348
—No espero conmoverte —me dice—. Espero
convertirme en tu aliado.
—¡De qué estás hablando! —le grito—. ¡Por
tu culpa, mi líder murió!
Me lanzo contra él, pero se multiplica y
vuelve a transformarse. Me tumba al suelo. Me
incorporo rápidamente, pero, sus palabras
consiguen detenerme.
—Alexia Barich —me dice—. Soy un espía de
Soldats. Conozco los planes del hijo de puta de tu
jefe. Mi trabajo era hacer el trabajo sucio, pero
O’Brian ha traicionado a todos; pretende tomar el
poder junto a Musolini.
Me quedo quieta por varios segundos, pero
estoy debatiéndome entre mi incredulidad y todas
las dudas que he ido acumulando hasta el
momento.
—¿Sabes cuál es la próxima acción de tu
jefe, Barich? —insiste—. ¡Asesinarte! ¡Asesinar a

349
todos para que no queden pruebas! Yo he venido
para ayudarte.
—No esperarás que confíe en ti, así de la
nada, ¿verdad? —me mantengo en guardia—.
Entonces Nightmare me avienta algo que
saca de entre las sombras. Es la cabeza de Hans
Jung.
—He sacado la basura por ti —me dice
Isaac—. ¿Creíste que no sabía quién eras? Lo supe
desde que estábamos en la escuela. ¿O acaso
pensabas que te hablaba por pura simpatía?
Yo lo dudo un momento, pero siento que mi
nueva armadura se calienta ligeramente y me
abraza. Entonces pienso que Abril me indica que
confíe en él.
—Bien —le respondo—. Confiaré en ti, Isaac
Jacobs; aunque seas escoria, ahora mismo nos
necesitamos.

350
Avanzamos juntos a través del laberinto de
la base de Genius, sólo para encontrarnos con otra
sorpresa más espeluznante.

Saber y Silver estaban siendo arrollados por un


zombi de tres metros. Nightmare y yo corrimos en
su ayuda. Nightmare logró cortar un brazo del
zombi, pero le creció otro rápidamente. Saber y
Silver cayeron al suelo. Al verme, por un momento
se pusieron en guardia; no reconocieron mi
rmadura
—¡Tranquilos, soy yo, Morgan!
—¡Jefa! —exclamó Silver—. ¿Qué hace ese
bastardo aquí con nosotros!?

351
—Es una larga historia —respondo—. Pero
está de nuestro lado.
—¡Jefa, ¿estás loca, acaso le crees?!
Me mostró algo muy convincente.
—¿¡Qué!? —intervino Isabelle mientras
Nightmare seguía peleando contra el monstruo.
—La cabeza de Shadow.
En ese momento, el monstruo estuvo a
punto de aplastarnos con uno de sus enormes
pies. Con las justas logramos esquivarlo.
—Yo tengo otra noticia que darle, jefa —dijo
Silver.
—¿Ahora qué?
—Esa cosa… —dijo—. Esa cosa es Kaede.
—¿¡Qué!?

352
—Apareció Evil —contestó Saber mientras
nos resguardábamos tras una pared rota—.
Empezaron a hablar de cosas muy extrañas… algo
de probetas y laboratorios…
—Luego él y su armadura se fundieron en
una sustancia viscosa que devoró Kairos y se
convirtió en ese monstruo —agregó Silver.
“El gemelo” —me dije a mí misma—. “Así que
a esto se refería.”
—Vamos todos juntos —dije—. Hay que
matar a esa cosa.
—¡Pero…! —intervino Saber—. ¡Es Kaede!
—¡Esa cosa no tiene sentimientos!
—respondí.
Nightmare seguía peleando; tenía serios
problemas para enfrentar al monstruo. Logró
evadirlo varias veces, pero sus golpes no
conseguían dañar demasiado al zombi; sus poderes

353
de ilusionismo tampoco eran efectivos ante una
bestia como ésa. Saber permanecía dubitativa,
pero Silver la hizo reaccionar: “¡Isa! ¡Ya perdí a mi
mejor amigo! ¡Esa cosa ya no es Kaede!”. Saber lo
miró conmovida, como recordando la muerte de
Tao.
El monstruo hizo caer a Nightmare y tomó a
Saber por sorpresa. Por un momento pienso que la
hemos perdido, pero entonces observo que no ha
recibido daño alguno. Ella estaba en el suelo, pero
Silver la había protegido del impacto.
—¡Silver, ¿estás bien?! —exclamó Saber.
Él la había cubierto con su cuerpo.
—Tenía… que protegerte… —contestó con
dificultad.
Mientras tanto, Nightmare se había puesto
en pie y luchaba contra la bestia.

354
—¡Rápido! ¿¡A qué están esperando!? ¡No
soportaré mucho tiempo!
Corrí en su ayuda. Saber reaccionó y
concentró toda su energía. Sus ojos se
encendieron. En el acto, todas las armas de los
soldados caídos se fundieron en una gran masa
metálica que envolvió al monstruo impidiéndole
moverse.
—¡Rápido! —exclamó Saber—. ¡Mantenerlo
así me toma demasiado esfuerzo!
—¡Allá voy!
Silver se levantó a duras penas y corrió en
su ayuda, usando su telequinesis para neutralizar
un rato más al monstruo. Era mi turno. Apunté al
corazón de la bestia y dejé que los rayos azules que
se desprendían de mis ojos lo atravesaran. Un
maretazo de sustancia viscosa cayó sobre nosotros.
El monstruo explotó.

355
Sólo minutos después, mientras seguíamos
avanzando en el laberinto, caímos en verdadera
consciencia de que habíamos matado a uno de
nuestros compañeros y no sentíamos el mínimo
remordimiento.

356
IV
Hermandad

Nightmare fue a encontrarse con una tropa de


soldados-espías rebeldes. Ellos se encargarían de
hacer volar nuestra base. Mientras tanto, nosotros
debíamos terminar nuestro trabajo aquí. Pasos
más adelante nos encontramos con Klaus, quien
había matado a centenas de soldados.
Ya no había más Dark Warriors, entonces
empezaron a aparecer los zombis, y por un
momento, nos sentimos confiados de haber logrado
la victoria. Hasta que Legión apareció.

357
Alzamos la mirada. Ha aparecido ante nosotros, un
sujeto de cabellos largos, alto y bastante delgado,
de movimientos flexibles y animalescos, con una
lengua larga y puntiaguda y colmillos afilados…
Inmediatamente, el desconocido activa un Dark
Suit; en uno de los brazos de su armadura figura
la inscripción “Proyecto Legión”.
El sujeto se abalanza sobre el cuerpo Silver,
y de un solo zarpazo le arranca la cabeza.
Comienza a devorarla. Falcom, Saber y yo nos
quedamos petrificados ante la escena.

—¡Lo… está devorando! —exclama Falcom atónito.

358
—¿¡Qué diablos es eso!? —chilla Saber
asustada.
El nuevo Dark Warrior se aburre de
mordisquear los restos de Ryuji y se levanta
luciendo sus colmillos ensangrentados y su lengua
de serpiente.
—¡Esto es horrible! —exclama Saber.
Falcom y Saber retroceden algunos pasos.
Me quedo quieta y en guardia. “¿Ahora qué
monstruo has traído, padre?” —pienso para mis
adentros. Legión viene hacia nosotros. Su
velocidad, agilidad y flexibilidad son alucinantes.
“¡Se mueve muy rápido! ¡Casi no puedo verlo!”
Saber atrae magnéticamente los restos de
objetos metálicos e intenta lanzarlos contra Legión,
pero éste es demasiado veloz; no consigue
acertarle.
—¡Deja de moverte, maldito monstruo!

359
—¡Saber, detrás de ti! —advierte Falcom.
Saber voltea, Falcom está a punto de
atacarla, pero Falcom la cubre. Sin embargo,
Legión también es increíblemente fuerte, toma a
Falcom del cuello sin problemas y lo lanza lejos.
—¡Falcom, ¿estás bien?! —exclamo
asustada.
Falcom logra levantarse a duras penas.
—¡Tiene una agilidad y fuerza
sobrehumanas!... —dice con dificultad—. Pero
entonces… dudo que pueda descargar energía.
—¿¡Cómo dices!? —exclama Saber.
—¡Con excepción de Alexia, nadie ha logrado
desarrollar más de dos habilidades!
“Perfecto” —pienso.

360
—¡Hay que atraerlo hacia el exterior!
—señalo—. ¡Tendré que utilizar mucha energía!
Empezamos a correr hacia la salida. Como lo
esperábamos, la bestia corre tras nosotros.
Ya fuera de la base, Saber y Falcom hacen lo
posible por distraerle mientras yo lanzo una
avalancha de rayos. El monstruo parece inmune.
Nada le hace daño. Abre la boca y se traga mi
ataque. Entoces levita y comienza un ataque aéreo
de ráfagas azules que se desprenden desde sus
ojos. Corremos a escondernos entre los escombros.
—¡Ese sujeto tiene cuatro habilidades…!
—exclama Falcom.
En ese momento Legión nos encuentra
desde el aire y lanza una bola de fuego con la
mano. Falcom recibe el impacto y cae malherido.
“¡Cinco habilidades…!” —grito aterrada para
mis adentros.

361
Corro a ayudar a Falcom y luego lo lamento
terriblemente. Legión ha bajado a tierra. Sorprende
a Saber. Le arranca la cabeza y comienza a devorar
su cuerpo.

Legión ruge. Voltea hacia nosotros y un bombardeo


de flamas se alza sobre nosotros. Veo a Falcom
caer hacia un lado. Consigo esquivar los ataques,
pero no logro ver en qué momento Legión se
encuentra detrás de mí y está a punto de
atacarme. Por fortuna, Falcom se incorpora a
tiempo y lo bloquea con una de sus barreras de
energía. Legión choca contra la barrera y cae hacia
atrás.
Legión se levanta tranquilo y sin mayor
apuro. Me lanzo contra él. Vamos casi a la misma
velocidad, pero Legión tiene algo de ventaja. Elevo
mi energía para moverme a mayor velocidad. Lo

362
consigo. Aun así, siento el corazón a mil, como si
se me fuese a salir del pecho. Este sujeto es
demasiado rápido y difícil de esquivar. Me siento
cansada, siento que estoy llegando a mi límite.

Caigo otra vez. Falcom acude a mi ayuda y toma mi


lugar. Intenta hacer que el monstruo pierda
energía. Falcom cae una y otra vez, y tiene el rostro
y el cuerpo embarrados de su propia sangre. No se
detiene. Intenta ayudarme a recuperar energía.
Una explosión se siente a varios kilómetros
de aquí, pero es tan fuerte que puedo adivinar de
qué se trata. Un último mensaje llega a las antenas
de mi armadura. Es la voz de Isaac: “Adiós, Alexia
Barich. Misión cumplida.”

363
La base de los Knights acaba de explotar,
con O’Brian, Crawford, Giovanni, Isaac, y Maki
adentro.

Un enorme rugido emerge de mis entrañas. Es más


de lo que puedo soportar. Siento que estoy
volviéndome loca y un impulso suicida me tienta a
abalanzarme hacia los dientes de ese monstruo.
Pero entonces la bestia ha abierto su
tremenda boca para devorar a Falcom y yo me voy
contra él impulsivamente. Lo tomo del cuello y
presiono con fuerza. Empieza a convulsionar. Todo
lo que me queda, es mantener a Klaus con vida.
Elevo mi energía al límite y me dispongo a
utilizar una descarga para hacer explotar la cabeza
del monstruo. En ese preciso instante, la nave de

364
mi padre aterriza a mi costado y él sale de ella.
Legión aprovecha mi sorpresa y se libera.
Retrocede algunos metros hasta donde están los
restos de Isabelle y sigue devorándolos.
—Legión necesita comer… Legión recuperar
energía… —ruge el monstruo.
Yo miro a mi padre.
—¡¡¡Tú, maldito bastardo!!!
Mi padre se acerca a mí con paso seguro y
me abraza, cosa que me toma completamente por
sorpresa.
—Hija… Yo siempre seré tu padre… —dice
él.
Me quedo paralizada. En ese momento,
Barich saca un arma y dispara un rayo láser
contra mi espalda.

365
—Gracias a seres como tú, estamos
desarrollando armas más interesantes… —dice.
Escupo sangre y retrocedo varios pasos casi
por inercia.
—Mi pequeña Alexia… —dice él—… Mi pobre
e indefensa Alexia… tan necesitada de amor… ¿Por
qué tenías que traicionarme?
Yo caigo al suelo de rodillas.
—¿Es que acaso vas a llorar, hija…? No…
Seguro que a tu hermano tampoco le gustaría verte
llorar…
“¿¡Mi hermano!?” —exclamo hacia mis
adentros. “¿¡Mi hermano está vivo!?”
Entonces veo a Víctor Barich voltear a mirar
a la bestia que devora los restos de mis amigos.
Como si no fuese suficiente con sus
palabras, Barich presiona un botón en un control
remoto que tenía en el bolsillo. Entonces el Dark

366
Warrior pierde su transformación por unos
minutos. En ese enorme y elástico cuerpo de
cabellos largos y oscuros, encuentro algo familiar.
En ese horrible rostro, reconozco los hermosos ojos
cafés de mi pequeño hermano Albert.
Me lanzo sobre Barich. Lo tomo del cuello, y
lo aviento a las fauces de su propio hijo. Legión lo
engulle.

367
V
Fin del Génesis

Esto significa el fin de mi existencia. Dejo la ira


arder hasta que la visera de mis ojos se destruye.
Volteo con mis ojos de mujer-bicho hacia donde
yacen los trozos de carne del cuerpo de Víctor
Barich. Legión no se inmuta y corre hacia otro
cadáver para devorarlo.
“Ese monstruo… es mi hermano Albert… del
que me separé desde hace como un año… del que
he querido saber desde hace tanto tiempo… ¿Es
que acaso yo podría…? ¿¡Es que acaso yo
podría…!?” Doy algunos pasos hacia delante,
tambaleándome. “No… No… ya tuve que matar a

368
Abril… luego perdí a Isabelle y a Ryuji… Y ahora…
¿Debo matar a mi hermano?”.
Legión aprovecha y se lanza encima de mí,
relamiéndose los colmillos. Tiene toda la actitud de
asesinarme. Falcom corre hacia nosotros e intenta
soportar al monstruo para que no llegue a
morderme. Con mucho esfuerzo, Falcom logra
tumbar a Legión a un costado y colocar una
barrera protectora sobre nosotros.
—Ya no me queda mucha energía. Pero me
prometí a mí mismo que lucharía a tu lado hasta el
final —dice él.
—Klaus…
Yo me quedo quieta.
—¡Vamos, Alexia, él ya no es tu hermano!
¡Ya no lo es más, ¿no entiendes?! ¡Si no haces
nada, él va a matarnos! ¿¡Quieres que las muertes
de los otros sean en vano!?

369
“No, no es mi hermano…” —trato de
convencerme—. “Él ya no puede ser mi hermano…”
—¡Piensa en Isa! —dice Klaus— ¡Ella sólo
tenía trece años! ¡Y nunca dejó de creer en ti!
“Si aún fuese mi hermano, no querría
matarme…” —digo para mis adentros.
—¡Ryuji te admiraba, y Tao! ¡Tanya confiaba
en ti!
“Él quiere destruirlo todo… Si no hago algo,
nada tendrá sentido… Si no lo hago matará a
Klaus” —reacciono.
La barrera de energía de Falcom comienza a
extinguirse.
—¡Morgan! —exclama él.
“Mi hermano está muerto… mi hermano
está muerto…” —repito para mis adentros.

370
En ese momento, Legión logra atravesar la
barrera, toma a Falcom de la cabeza, lo avienta
contra el suelo y con sus enormes uñas empieza a
desgarrarle la armadura. Ríe mientras lo hace. Ríe
a carcajadas como un desquiciado. No deja de
repetir la frase: “Legión destruir Knight Master”, y
sigue riendo.
Por fin reacciono.
Corro hacia Legión. Ambos nos elevamos por
el cielo y desde ahí peleamos cuerpo a cuerpo.
Comienzo a tomar ventaja; lanzo lejos a Legión y
refuerzo con una inmensa onda de energía que
lanzo con las manos. Legión cae en medio de unos
escombros. En ese momento, percibo la voz de
Falcom, en el suelo, tremendamente malherido.
—A-lex-ia…
Volteo a verle. Se ve terriblemente mal. Bajo
a tierra y corro rápidamente hacia él.

371
—¡Falcom! ¡Falcom, resiste!
Él termina de incorporarse. Yo pretendo
alejarle del foco de batalla para que pueda
recuperarse, pero él se suelta de mi brazo.
—Alexia Barich, tú todavía tienes trabajo por
hacer —me dice. E inmediatamente se lanza contra
Legión, elevando toda la energía que le queda.
Legión cae hacia atrás muy malherido, y
Falcom cae con él, haciendo explotar toda su
energía… y con ella, su cuerpo entero.

Finalmente, me he quedado sola. Klaus ha muerto,


Abril ha muerto, mis pocos amigos han muerto, y
ahora, estoy a punto de matar a mi último ser
querido, por el bien de la… ¿humanidad?

372
Por un instante, me siento poseída. Legión
escupe una inmensa flama por la boca. Logro
esquivarle. Él está furioso, y por primera vez en
toda la batalla le veo sangrar a borbotones. Se
eleva por los cielos y yo voy tras él. En los
alrededores, todo se va destruyendo. Las armadas
de ambos bandos comienzan a retirarse ante la
destrucción y corren a los refugios.
Veo casas de civiles desparecer. ¿Cuántas
Abril Bosch están perdiendo a sus familias en estos
momentos?

La tierra tiembla a nuestro alrededor. Yo ya no


tengo voz ni fuerzas para gritar. Sólo quiero que
todo termine. Peleamos cuerpo a cuerpo. Sujeto el
brazo de Legión y lo lanzo hacia la tierra. Legión
cae. Me lanzo contra él, pero antes de tocar el piso,

373
Legión logra disparar rayos por los ojos. Me da en
el hombro. Comienzo a caer. Ambos terminamos de
tocar el piso, uno a cierta distancia del otro. Me
levanto. Mi armadura está rota por partes. Observo
una de mis piernas; está herida. Empiezo a sentir
las fuertes palpitaciones de mi corazón. Me siento
cerca de la muerte.
Pierdo la transformación. Sin la protección
de la armadura, me alzo a duras penas. Ya no me
queda energía para mantener el Knight Suit, debo
concentrar todo lo que me queda en mi último
ataque. Legión se aproxima a gran velocidad. Me
preparo para detenerlo. Él muestra sus enormes
colmillos y me muerde el brazo. Ha logrado
arrancarme un trozo de carne y siento el dolor que
me atraviesa y me hace convulsionar. Legión se
relame los labios y se alza triunfante; luce más
espantoso que nunca. Vuelve hacia mí, me sujeta
la cabeza con una mano y me levanta. Soy incapaz
de defenderme. Legión muestra los dientes.

374
Comienza a pasar su asquerosa lengua entre mis
heridas. Las llagas me queman, grito de dolor.
Legión se dispone a devorarme el estómago,
cuando repentinamente, alguien cae sobre él.
Volteo a mirar y es Nightmare; consiguió escapar al
estallido de la base. Cae sobre Legión boca abajo y
le detiene un momento. Nightmare se incorpora y
sujeta a Legión por la espalda con las últimas
fuerzas que le quedan.
—¡Hazlo ya, Barich! —grita—. ¡Yo debí haber
muerto en esa explosión, pero estoy aquí para
ayudarte a acabar con esto! ¡Tienes mucho trabajo
por hacer!
Yo lo dudo un segundo, pero en el fondo sé
que tiene razón… Klaus ya no está… nadie está… y
lo más probable, es que después de este último
ataque, yo también muera.
Elevo mi energía hasta la máxima potencia.
El rayo taladra y fulmina, atravesando el cuerpo de

375
Legión junto al de Isaac Jacobs. Luego de esto,
caigo de rodillas y con los cabellos sobre el rostro.
Me arrastro hacia espacio vacío donde queda la
sangre de Klaus, quien se sacrificó para que yo
llegase hasta aquí. Me quedo echada boca arriba
mirando hacia el cielo, y observo que empieza a
aclarar. Ha llegado un nuevo día, a pesar de todo.
Cierro los ojos, esperando morir, pero pasan
las horas y mi corazón sigue en su sitio; no
explota. “Musolini permanece vivo…” —pienso—. Y
sigue dando vueltas en mi cabeza la frases de Isaac
y Klaus: “Tienes mucho trabajo por hacer”.
Entonces comprendo que el infierno que me
corresponde no está en morir de una manera cruel
y dolorosa, sino en seguir con vida hasta que todo
verdaderamente acabe.

376
*FIN*

TERMINOLOGÍA DEL NUEVO


GÉNESIS

377
378
PERSONAJES:

Knights:

Alexia Barich/Alexandra Ariza: Knight Master


Morgan
Tanya White: Knight Master Iron
Giovanni Stingray: Knight Master Zero
Klaus Wagner: Knight Master Falcom
Kaede Shinohara: Knight Master Kairos
Tao Shen Chen: Knight Master Pyro
Isabelle Dumont: Knight Master Saber
Ryuji Shinomori: Knight Master Silver

379
Adrien O’Brian: Político ex miembro de Genius y
actual cabecilla de los Knights.
Dra. Lucrezia Crawford: Científica y mano derecha
de O’Brian.
Lao Tzu Chen: Padre de Tao Shen Chen, político y
espía Knight infiltrado en Genius.
Maki Sushi: Mascota de Kaede. Medio de rastreo de
información.

Genius:

Abril Bosch: Dark Warrior Kobold


Karen McKenzie: Dark Warrior Nemesis
Isaac Jacobs: Dark Warrior Nightmare
Hans Jung: Dark Warrior Shadow

380
Natasha Scherbatskaya: Dark Warrior Poison
Yusuke Kusanagi: Dark Warrior Evil
Albert Barich: Dark Warrior Legión
Nicholas Johnson: Presidente de Genius
Víctor Barich: Padre de Alexia y Albert, político.
Vicepresidente y posterior presidente de Genius.
Dr. Vladimir Mendeléyev: Padre de Natasha.
Científico.
Dra. Anna Scherbatskaya: Madre de Natasha.
Científica.
Fausto Musolini: Presidente del Servicio de
Información y Sabotaje (SIS)

381
GLOSARIO:

Guerra Científica: Enfrentamiento mundial por


conocimientos científicos secretos que implicaban
alteración molecular a seres humanos. La
destrucción causada por estas guerras fue tal que
ciudades y países enteros desaparecieron
completamente; por ello, fue necesario establecer
nuevas fronteras y se decidió crear un nuevo
calendario. También conocida como “Tercera
Guerra Mundial”.

382
Guerras del Nuevo Génesis: Guerra no declarada
entre la organización internacional Genius,
apoyada económicamente por la ONNU, y la
organización subersiva Knights. También conocida
como “Cuarta Guerra Mundial”.
After New Genesis: Nuevo calendario creado a
partir de la finalización de las Guerras Científicas.
Se abrevia "ANG".

ONNU: Organización de las Nuevas Naciones


Unidas.

Genius: Organización derivada de la ONNU


dedicada, supuestamente, a restablecer la paz
entre las naciones y a velar por el desarrollo
científico y tecnológico a fin de crear una mejor
calidad de vida a nivel global. Sin embargo, su
verdadero fin es desenterrar los experimentos de
las Guerras Científicas llevando a cabo el “Proyecto

383
K.I.D.S.” a fin de hacerse del máximo poder militar
y obtener el dominio total de la política mundial.
Inicialmente liderada por Nicholas Johnson y
posteriormente liderada por Víctor Barich.

Proyecto “K.I.D.S.”: Experimentos mediante los


cuales se pretende hacer que ciertos individuos
dominen ciertas habilidades psíquicas que los
conviertan en soldados perfectos que luego puedan
ser manipulados con fines militares y represivos.
Se llama “K.I.D.S.” porque los individuos más
capacitados para los experimentos suelen ser de
muy corta edad (adolescentes). Los experimentos
fallidos pierden la conciencia completamente y se
deforman convirtiéndose en los llamados “zombis”.

Zombis: Experimentos fallidos del proyecto


“K.I.D.S.”. Alguna vez fueron seres humanos.

384
Knights: Agrupación que hace frente a la
organización Genius. Los civiles los consideran
terroristas debido a una cortina de humo creada
por Genius para los medios de comunicación. Son
liderados por Aidan O’Brian, un ex líder Genius
que se opuso al “Proyecto K.I.D.S.”.
Soldats: Sociedad secreta que existe desde el S.
XVIII del viejo calendario (D.C.). Hasta el momento
todo lo que se sabe de ella es que la conforman
millonarios y gente poderosa e influyente que
financia a los Knights.

Knight Masters: Grupo elite de jóvenes guerreros


psíquicos de la agrupación “Knights”.

Dark Warriors: Grupo elite de jóvenes guerreros


psíquicos de la organización Genius.

385
Knight Suit: Armadura de combate que el guerrero
psíquico Knight utiliza tanto para proteger su
cuerpo como para guardar en secreto su identidad.
El usuario la llama mentalmente y, al hacerlo, no
sólo se ve cubierto por la armadura plateada, sino
que también su piel se torna pálida, sus ojos rojos
y su cabello blanco, plateado, o grisáceo.

Dark Suit: Es el equivalente del Knight Suit pero


en su versión Genius. A diferencia de la armadura
Knight, la armadura de los Dark Warriors es de
color negro. Los otros cambios físicos son los
mismos que ocurren en los Knights.

386
GEOGRAFÍA:

Alamannia: Lo que quedó de Alemania, parte de


Polonia y parte de Suiza.

Chieng: Antiguo territorio chino.

Cyberia: Formada por varios de los que en alguna


época formaron el bloque de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Uno de los países mejor desarrollados a
nivel tecnológico, pero también con uno de los
climas más complicados debido a la baja
temperatura. Este país se caracteriza porque sus
construcciones tienen la posibilidad de
resguardarse de manera submarina o subterránea
en caso de algún ataque en zona civil.

387
Eustasia: Formado por lo que quedó de las
antiguas Inglaterra, Irlanda, Escocia y Holanda.
Éste es el país del cabecilla de los Knights, Adrien
O‟Brian.

Israel: Durante las Guerras Científicas, la Guerra


del Medio Oriente se vio involucrada y uno de los
bombardeos más grandes de la historia dividió la
zona en conflicto en dos. La parte palestina decidió
adherirse a la nación de Mogonda. Por su parte, los
israelíes bautizaron su nueva isla con el nombre de
“Israel” y decidieron formar su propia nación,
aislada del resto del mundo, razón por la cual son
rechazados por muchas naciones; sin embargo,
cuentan con el respaldo económico y militar de la
nación de Texas, con la cual tienen excelentes
relaciones comerciales. A pesar de ser un territorio
pequeño, es una de las naciones más ricas y
modernas debido al comercio.

388
Mogonda: Aglomeración de varios de los antiguos
países árabes. Incluye parte del antiguo territorio
en conflicto durante la Guerra del Medio Oriente (la
zona ocupada por la población palestina).

Nueva Hispania: Formado por el territorio español,


parte del sur de la antigua Francia y Portugal.
Acoge a grandes masas de inmigrantes árabes,
judíos y sudamericanos. Su capital es la ciudad de
Ciutat Catell.

Nueva Japan: Conformado predominantemente por


las islas japonesas, aunque se añadieron algunos
territorios de Corea del Sur, que durante las
Guerras Científicas entraron en conflicto con su
contraparte de Corea del Norte; el acuerdo fue que
esos territorios conservasen los nombres de las
ciudades originales, las costumbres típicas, y que

389
sus pobladores poseyeran doble pasaporte. A fines
del conflicto, también se anexionó la isla de Taiwán
—bajo las mismas condiciones que los territorios
Surcoreanos—, después de negarse a pertenecer a
la nación de Chieng (antiguo territorio de la
República Popular China). Su capital es
Neo—Tokyo y el idioma oficial es el japonés, pero
se habla también el coreano y el chino mandarín.

Romana: Formado por lo que sobrevivió de Italia,


Grecia y parte de Bélgica.

Seiran: Conformado por lo que sobrevivió de varios


países escandinavos.

Texas: Conformado por Estados Unidos, la parte


norte de México, y parte de Canadá. La principal
potencia mundial, tanto militar como política y

390
económica. El presidente de Genius, Nicholas
Johnson, proviene de este país. Es también en
dicho territorio que se encuentra la base principal
de la organización. Acoge a grandes masas de
inmigrantes latinos, orientales y judíos.

Versalles: La parte norte de Francia, Bélgica,


Luxemburgo y parte de Suiza. Acoge a grandes
masas de inmigrantes africanos y orientales.

391

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