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Acoso sexual a las mujeres en la Metrovía, Guayaquil

Daniela (nombre protegido) relata que cuando tenía 16 años fue víctima de acoso sexual

en el transporte público Metrovía. Ella recuerda que un día cualquiera hace varios años, más o

menos a las 11:30 salió de su hogar para dirigirse al colegio con su uniforme que era un vestido

blanco. Mientras estaba viajando inesperadamente sintió que alguien colocó la mano bajo su

vestido y unos dedos alcanzaron sus partes íntimas. La víctima de acoso se asustó de inmediato

y, en medio de tantas personas, no pudo hacer nada, se quedó petrificada y no sabía cómo

reaccionar. Lo único que pudo hacer fue seguir allí esperando que el miedo que sentía

desapareciera, hasta que llegó a la parada de su colegio y bajó a toda prisa asustada. Nadie se

dio cuenta del abuso que sufrió.

A pesar de que han pasado varios años desde aquel incidente, Daniela todavía lleva

consigo el amargo recuerdo de haber sido víctima de acoso sexual.

Para que este tipo de violencia no quede impune, en el Ecuador se emplea por parte de

las autoridades el artículo 170 del Código Orgánico Integral Penal para sancionar los tocamientos

y masturbaciones sobre las usuarias del transporte público bajo la forma penal de abuso sexual.

“La persona que, en contra de la voluntad de otra, ejecute sobre ella o la obligue a ejecutar sobre

sí misma u otra persona, un acto de naturaleza sexual, sin que exista penetración o acceso

carnal, será sancionada con pena privativa de libertad de tres a cinco años”, según indica el

artículo.

Fernanda Carrión, de 22 años, quien se moviliza a diario en los articulados de la Metrovía,

califica como deficiente la seguridad que se brinda a las mujeres, porque se permite el exceso

de pasajeros y es ahí cuando algunos hombres se aprovechan para manosear.

Ella también sufrió de acoso verbal y sexual hace varios años. Recuerda que una vez un

señor la tocó en la parte de atrás cuando utilizaba uniforme. Se sintió rara y sucia creyendo que
era su culpa, por esa razón, nunca pidió ayuda, porque pensaba que nadie la defendería. En

cambio, en la actualidad, piensa que nunca fue su responsabilidad y lo correcto es reaccionar

hacia el acosador.

Para evitar que se le arrimen los hombres recurre a los insultos o a defenderse por sí

misma debido a su sentir de que ninguna de las personas presentes lo haría. La joven afirma

que una de las medidas que deberían de tomar las autoridades para solucionar este problema

es priorizar más a las mujeres al momento de contarles lo que les sucede, ya que a veces la

Policía lo toma a la ligera, les dicen que se calmen y ya, cuando no debería ser así. “La manera

de vestirse no les autoriza irrespetar, no les da el derecho de sobrepasarse”.

Entre los casos de acoso sexual que más conmoción social causó fue el guardia de

seguridad que lanzaba besos a pasajera. Ese incorrecto comportamiento originó su

desvinculación con la empresa.

La usuaria denunció públicamente un video en una red social para demostrar el acoso

del que fue objeto por parte de un guardia de seguridad de una de las paradas, ubicadas en el

sur de Guayaquil. En la denuncia, la joven señaló que por cuatro ocasiones el guardia del lugar

le lanzó besos, mientras le decía “mamacita”.

La Fundación Metrovía informó a través de un Comunicado el despido inmediato del

empleado que había sido contratado para ofrecer seguridad a los pasajeros, pero incumplió con

sus funciones al tener un comportamiento inapropiado a una ciudadana. Tras conocer la

separación de su acosador, la denunciante publicó en redes sociales “finales felices”.

Otra gestión positiva es la creación de una de las líneas de acción de la Municipalidad

de Guayaquil para combatir todas las formas de violencia contra la mujer, concretamente el

caso ocurrido en el transporte público. Existen iniciativas para denunciar el abuso en los

medios de transportes públicos como: ‘Que no te toque’. La campaña se enfoca en frenar


el abuso sexual en el transporte público y cuenta con el respaldo de la Policía Nacional como

también existen varias fundaciones que trabajan en la prevención de la violencia de género.

Marcela Camposano, de la Fundación Metrovía, explica que elaboraron una ruta de

auxilio. En cuanto se detecte un acto de abuso contra una pasajera, el resto de los usuarios

puede reportarlo al conductor del bus, quien se detendrá en la siguiente parada para entregar al

presunto agresor a los agentes de seguridad. Estos se contactarán con la Policía, mientras la

víctima es dirigida a la Fiscalía para presentar la denuncia.

Jonathan, chofer operante del Terminal Metro Bastión, relata que a lo largo de sus

jornadas de trabajo ha recibido varias quejas de que algunos señores “se arriman mucho”

refiriéndose a que interfieren en el espacio personal de algunas usuarias, llegándolas a

incomodar hasta punto tal que las mujeres acosadas recurren a él para quejarse. Según su

criterio es que debido a la gran aglomeración de gente, la Metrovía es el transporte público, es

el que más casos de acoso sexual se presenta.

Lastimosamente, aun cuando Jonathan cree que es necesario que exista una sanción

contra los agresores que perpetúan el caso sexual, esta no existe. El chofer de este transporte

considera que la justicia no es del todo eficaz señalando que cuando se denuncia un caso de

este tipo, las autoridades correspondientes informan que necesitan evidencias para poder

proceder, mostrándose reacias a ayudar y piensa que se trata de una situación que debería

cambiar lo más pronto posible.

Afirma que, últimamente, las personas prefieren no actuar ante un caso de acoso,

puesto que “no sacan nada quejándose, porque el guardia no hace nada tampoco”, dejando al

descubierto la indiferencia de las autoridades sobre el acoso sexual en el transporte público

Metrovía.
Carlos Gómez, guardia de la parada de Terminal Metro Bastión, cuenta como están

capacitados para actuar en caso de que se enfrenten a casos de acoso sexual.

Una de las acciones que primero hacen los guardias es agarrar al acosador y bajarlo de

la unidad, luego detenerlo para, posteriormente, llamar a la Policía y así la victima pueda

contarles lo sucedido para que logren llevarlo preso o llegar a un arreglo. Ya con la presencia

de los uniformados se continúa el procedimiento donde se le pregunta a la víctima si quiere

denunciar para poder ayudarla con las cámaras de vigilancia, puesto que existen veces en el que

las mujeres se arrepienten y no quieren acusar por miedo a represalias.

No obstante, el guardia considera que la manera en que se visten las mujeres influye en

el acoso sobre todo cuando utilizan shorts chiquitos, blusas recortadas que muestran el ombligo

y eso es lo que inquieta al hombre e incluso manifestó que sería una exageración si solo hubiese

transportes públicos donde únicamente puedan utilizar las mujeres, pero que como existen

transportes particulares donde trabajan damas la idea sería genial para el género femenino, ya

que así se sentirían un poco más seguras.

Gómez también cuenta que tuvo una experiencia en agarrar a un acosador en la parada

del Parque California, norte de la ciudad, donde la chica tuvo una actitud valiente y denunció al

hombre.

María, quien forma parte del personal de limpieza, dice que sí ha sido testigo de acoso

sexual en el transporte Metrovía: “Yo lo he visto, gracias a Dios no me ha pasado, pero si

observo a personas que van con el son de tocar aprovechando las aglomeraciones, te empujan

y te van como quien dice tocando”. Sin embargo, aunque María no ha sido víctima de acoso

sexual en la Metrovía sí lo ha sufrido en otro transporte público, específicamente, en los buses.

La trabajadora de limpieza también afirma que es necesario denunciar a quiénes

causan este tipo de acoso puesto que, si uno no lo denuncia, es probable que los casos
persistan, sobre todo en las niñas que no cuentan con los recursos emocionales necesarios

para defenderse o para contarle a alguien que pueda defenderlas. Sin embargo, tiene claro que

las denuncias no suelen llegar muy lejos y que más bien en muchos casos, se toman

represalias contra las denunciantes.

El acoso sexual a mujeres en los medios de transporte público masivo es un problema

social que generalmente ocurre con reiteración, dado que las usuarias se enfrentan

regularmente a contactos de carácter sexual no deseados que pueden ser físicos, verbales y

no verbales, considerado como uno de los modos más comunes de violencia de género,

provocando un entorno hostil, afectando la libre y adecuada movilidad de las usuarias mujeres

del servicio del sistema de transporte público masivo Metrovía.

Por ello, desde el 8 de marzo de 2016, el sistema Metrovía ha diseñado un protocolo de

atención orientado a eliminar y reducir el índice de abuso sexual a niñas y mujeres en el

transporte. El protocolo permite generar alertas ante un evento dirigido a mujeres de todas las

edades. Como resultado de estas iniciativas, se judicializaron 24 casos, en 14 de los cuales los

autores fueron condenados a entre 1 y 4 años de prisión.

Por otro lado, desde que el sistema Aerovía entró en operación el 21 de diciembre de

2020, tiene como objetivo prevenir el acoso y abuso sexual de niñas y mujeres mediante el uso

de medios tecnológicos disuasorios instalados por el personal desplegado en cabinas de

pasajeros y estaciones. La cabina está equipada con botones de emergencia, sistema de

monitoreo de cámaras y comunicador de emergencia.

Una joven de 14 años pasó la peor experiencia de su vida mientras se transportaba en

la Metrovía. Un hombre, que ronda los 30 años, habría aprovechado la multitud que existía

para pararse detrás de ella y empezar a molestarla. Mientras el bus se movía, ella sintió

sensaciones extrañas por lo que se hizo a un lado y vio que este sujeto tenía el miembro
afuera. La aglomeración y la cantidad de personas que suscitaban en el trasporte le impedían

alejarse de su agresor, hasta que la joven se armó de valor para quedarse en una de las

paradas y denunciar el hecho.

La psicóloga Cecilia María Viteri, del Instituto de Neurociencias, describe el perfil del

acosador: una persona que acosa sexualmente a otra generalmente tiene un déficit psicosocial

y podría tener un trastorno de personalidad antisocial, según el cual se le es imposible controlar

sus impulsos y procede a realizar actividades negativas como acosar sexualmente a los demás

sin importarle las consecuencias que esto acarrea consigo.

Por otro lado, también dice que las personas que son víctimas de acoso sexual pueden

llegar a desarrollar un trastorno de ansiedad generalizada o ansiedad en general, cualquiera de

los cuales tiene consecuencias negativas en la vida de las personas y puede desencadenar

síntomas como trastornos del sueño, tensión muscular o dolores, temblores, irritabilidad; además

de afectar el desempeño escolar y el estado emocional de la persona en general.

Finalmente, la profesional de la salud mental afirma que el acoso sexual es un problema

de gran relevancia para la sociedad puesto que afecta no solo a las víctimas, sino a todos como

sociedad. Otro punto que la psicóloga considera importante en cuanto a este tema es el uso de

las redes sociales, puesto que señala que a través de estas se ha dado lugar a varios

movimientos que buscan acabar con el acoso sexual.

Para la mayoría de las mujeres que no pueden transitar libremente en determinados

espacios públicos sin ser violentadas, este tipo de violencia que sufren es una criminalidad

creciente no siempre denunciada.


Nuestro equipo de fotografía logró captar las siguientes imágenes:

Aglomeración de personas en Metrovía.

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