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TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

Tengo que juntar estos apuntes con el ppt en la carpeta para armonizar
EVALUACION, INTERVENCION Y MANEJO DEL RIESGO DE CONDUCTA
VIOLENTA

1. INTRODUCCION

La violencia es acción y omisión (privar a alguien algo o dificultar el desarrollo normal del ser
humano). No solo se considera violencia la ejecución de un acto, sino que la tentativa de
realizarlos (que luego no ocurran por azar) también es considerado violencia.

Es necesaria la intención para la violencia.

Steven Vinker  documental que analiza la violencia a lo largo del tiempo.

La violencia (cultural) es exclusivamente humana. La agresividad (instintiva, hormonal) es un


instinto que se pone en marchah para proteger nuestra integridad, y esto es común a todos.
Un comportamiento agresivo puede generar agresión, pero no tiene por qué ser violento.

2. CONCEPTOS

Diferencia entre:

- Violencia: intención, acción u omisión mediante la cal intentamos imponer nuestra


voluntad sobre otros generando daños de tipo físico, psicológico, moral o de otros
tipos.
- Agresividad: emoción adaptativa e inherente en los seres humanos.
- Agresión: cualquier forma de conducta que pretende herir física y/o psicológicamente
a alguien.

El ser humano es agresivo por naturaleza, pero pacifico o violento se basa en función la cultura
en la que se desarrolle.

Son muchas las teorías que tratan de explicar la violencia, pero realmente no existe un
consenso.

La violencia se relaciona con los diferentes ambientes en los que se mueve la persona (macro,
micro y exosistema).

Según la OMS la violencia es “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado
de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas posibilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del
desarrollo o privaciones”.

Pare ser definida como violencia, una conducta debe cumplir 3 criterios:

1. Producirse en un contexto social interpersonal o intergrupal.


2. Intencionalidad.
3. Daño como consecuencia del acto agresivo.

IDENTIDAD MASCULINA
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Yo, aunque me identifique con una identidad masculina, tengo socializado lo que es una
identidad femenina y viceversa.

1. EVOLUCION DE LOS PROGRAMAS DE INTERVENCION

Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en España hay más de
120.000 denuncias al año por violencia de género y se dictan más de 30.000 órdenes de
protección. A 28 de febrero de 2015, casi 16.000 mujeres tenían protección policial. A pesar
del gran esfuerzo que la sociedad española está realizando para su erradicación, la violencia de
género sigue siendo un problema de primera magnitud, con más de 50 mujeres asesinadas
anualmente a manos de sus parejas o exparejas

Una de las estrategias puestas en marcha en la lucha contra la violencia de género ha sido la
implementación de programas de tratamiento para agresores, que tienen sus orígenes en los
años setenta en Estados Unidos.

La intervención con el colectivo de hombres maltratadores evita el fenómeno de la transmisión


intergeneracional de la violencia, previene futuras situaciones de victimización - tanto de
nuevas parejas como de otros miembros del contexto familiar-, y previene nuevas situaciones
de revictimización ya que, en muchos casos, agresor y víctima siguen conviviendo juntos.

En nuestro país, este abordaje se inició a finales de los años 90 en contexto comunitario y en
formato individual (Echeburúa, Sarasua, Zubizarreta y De Corral, 2009). En el ámbito
penitenciario, la intervención con los hombres condenados por delitos de violencia de género
a penas privativas de libertad se inició con una experiencia piloto en el año 2001-2002. En
2005 esta intervención se formalizó con la publicación del Programa de Tratamiento en Prisión
para Agresores en el Ámbito Familiar, (DGIP, 2005), programa basado en el enfoque clínico
cognitivo-conductual y que se implementó de manera generalizada en los centros
penitenciarios de la Administración General del Estado. Unos años después se constató la
eficacia terapéutica del programa.

En 2004, la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de


Protección Integral contra la Violencia de Género supuso un cambio importante a nivel del
tratamiento de los agresores. Por un lado, se endurecieron las penas privativas y no privativas
de libertad asociadas a este tipo de delitos y, por otro, se incluyó la necesidad de que los
hombres condenados por violencia de género fueran sometidos a tratamiento. Así, aquellos
cuya pena privativa de libertad es suspendida o sustituida, tienen que participar, en todo caso,
en programas de intervención como parte de las reglas de conducta impuestas (art. 83 y 88.1
del C.P.). Además, se especifica la necesidad de que los hombres condenados a penas de
prisión por delitos de violencia de género sean sometidos igualmente a programas de
intervención (art. 42.1 L.O. 1/2004).
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Ante esta nueva realidad penitenciaria, en 2009 la Secretaría General de Instituciones


Penitenciarias decidió, en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, revisar el
programa de intervención que se estaba aplicando hasta el momento. El objetivo era modificar
el programa teniendo en cuenta los modelos y programas que habían probado su eficacia en el
ámbito internacional incorporando, junto con el enfoque cognitivo-conductual, la perspectiva
de género adoptada por la Ley Orgánica 1/2004 como explicación del fenómeno de la violencia
contra las mujeres en las relaciones de pareja.

El resultado fue el Programa de Intervención para Agresores (PRIA) (SGIP, 2010). Dicho
programa se basa en las evidencias que proporciona la literatura científica en relación con
factores de riesgo como la falta del control de impulsos, la falta de empatía o la presencia de
distorsiones cognitivas relacionadas con el género. A partir de 2010, el programa PRIA se
empezó a utilizar tanto en los programas de intervención con penados a prisión como con los
penados a medidas penales alternativas (MPA).

2. EFICACIA DE LOS PROGRAMAS

Eficacia de los programas Probar la eficacia de las intervenciones psicológicas que se llevan a
cabo con delincuentes es uno de los problemas más importantes que hay que enfrentar. ¿Son
eficaces?, ¿vuelven a reincidir las personas que los realizan?, ¿hay un cambio en el
comportamiento de los penados?

En el ámbito de la violencia de género este tema es aún más relevante, ya que el tratamiento
de agresores de pareja ha sido especialmente criticado desde algunos sectores de la sociedad
que ven en la asignación de recursos para este fin una desatención a las víctimas de estos
delitos. Existe, por tanto, una especial presión social para probar que los programas que se
realizan realmente modifican la conducta de los agresores y evitan nuevas víctimas.

Desde el enfoque de la intervención basada en la evidencia, el programa de tratamiento PRIA


desarrollado en nuestro país ha sido recientemente evaluado en su aplicación en prisión y
MPA. En relación al programa desarrollado en situación de privación de libertad, la eficacia del
tratamiento ha sido evaluada a partir de la evolución clínica de los internos en las variables
psicopatológicas tradicionalmente asociadas a la violencia contra la mujer en las relaciones de
pareja (conductas violentas en general y sobre la pareja en particular, tácticas de control y
celos, consumo de alcohol y drogas, desajustes en la base de personalidad de tipo límite y
psicopático, impulsividad, y expresión y regulación de la ira). Dependiendo del grado de
desajuste que presentaban en las citadas variables se han establecido distintos niveles de
riesgo de los sujetos. Así, el grupo que más se beneficiaría del tratamiento serían aquellos
sujetos que presentan un nivel de riesgo más alto, produciéndose una evolución clínica más
positiva en las variables tratadas. Este estudio ha contado con grupo control en lista de espera.
Las medidas pre y postratamiento se realizaron mediante autoinformes.

Respecto al programa de intervención para penados que cumplen una MPA, su eficacia ha sido
evaluada nivel nacional en una muestra de 770 penados tanto en relación a cambios
terapéuticos (medidas de autoinforme pre y post tratamiento) como atendiendo a índices de
reincidencia (nuevas denuncias policiales). Este estudio también contó con grupo control en
lista de espera. Los datos arrojados muestran una evolución positiva de los penados tratados
en todas las variables analizadas: actitudes sexistas, celos, abuso emocional, conflictos de
pareja, asunción de responsabilidad, empatía, impulsividad, hostilidad y expresión y manejo de
la ira.
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Cuando se compara el grupo experimental con el grupo control, el tratamiento parece incidir
de forma más positiva sobre las actitudes sexistas, la atribución de responsabilidad y la
impulsividad, y en menor medida, sobre sus conductas de abuso emocional en la pareja y la
expresión y control de la ira. Este estudio también determina las características de los penados
con mayor nivel de riesgo en función de la presencia de diferentes variables criminológicas:
proceso socializador desajustado: abuso infantil, historia de violencia o delincuencia en la
familia de origen, consumo de alcohol y drogas en la familia de origen; presencia de factores
de vulnerabilidad individuales: ser testigo de violencia familiar, victimización infantil, consumo
de tóxicos, antecedentes de violencia en otras relaciones de pareja; y variables relacionadas
con el modus operandi del delito que motiva la intervención: gravedad del delito, cometerlo
utilizando armas o bajo los efectos de tóxicos, estar en proceso de separación con la víctima y
reincidencia con la misma víctima. En los sujetos con un perfil criminológico más severo
también se produce una mejora en las variables psicológicas evaluadas. Respecto al índice de
reincidencia de los penados que pasaron por el programa, los datos arrojan valores muy bajos.
En el año posterior a la realización del programa, sólo el 4,6% de los penados había vuelto a
delinquir. En la actualidad se está llevando a cabo un nuevo estudio para evaluar la
reincidencia del mismo grupo de penados cinco años después de haber realizado el programa
de intervención.

Otros estudios españoles que han evaluado los niveles de reincidencia de los penados que
realizan programas en MPA han encontrado también niveles bajos, como en el caso del
programa desarrollado en la administración penitenciaria catalana que encontró un nivel de
reincidencia del 8,8%.

Los datos de eficacia de la intervención encontrados en España son similares, o incluso


mejores, que los aportados por la investigación a nivel internacional. En líneas generales, la
investigación apoya la eficacia de los programas de intervención en la reducción de los niveles
de reincidencia. Las cifras oficiales informan de una tasa base de reincidencia de los agresores
de pareja del 21%, registrándose un 35% si la fuente de información son las víctimas. Sin
embargo, los índices de reincidencia de los hombres maltratadores que se someten a
programas de intervención son inferiores, en torno a un 8,4% según los resultados
encontrados por Coulter y VandeWeerd (2009), informando de un efecto positivo del
tratamiento frente al no tratamiento.

Sin embargo, como ocurre con otros estudios que evalúan la eficacia de las intervenciones en
otros ámbitos de la delincuencia, existen limitaciones significativas en la evaluación de la
eficacia de los programas en el campo metodológico. Las principales tienen que ver con los
instrumentos de evaluación (autoinformes que son fácilmente manipulables por los sujetos y
que en muchas ocasiones no están baremados para esta población), con la medida de la
eficacia tratamental (utilizándose la evolución positiva de las variables individuales tratadas
y/o el nivel de reincidencia, que puede ponderarse de distinta forma: registros oficiales –
denuncias policiales o judiciales, sentencias judiciales, ingresos penitenciarios-, informes de la
víctima o informes del propio agresor) y con la falta de acceso a grupos control en este ámbito.
Además, la falta de homogeneidad en los diseños experimentales utilizados por las
investigaciones dificulta la comparación entre los distintos trabajos.

Estas dificultades metodológicas junto con estudios que no han encontrado datos tan positivos
en cuanto a la eficacia de los programas, han llevado a algunos expertos a cuestionar la
utilidad de estas intervenciones. Sin embargo, lejos de apoyar la idea de la inutilidad de estos
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programas de tratamiento, la situación actual invita a la reflexión científica y a proponer


iniciativas que mejoren las intervenciones actuales.

3. LA IMPORTANCIA DEL CONTEXTO EN LA INTERVENCION

La importancia del contexto de la intervención La investigación empírica también se ha


centrado en el análisis de los perfiles psicológicos de los hombres que ejercen este tipo de
violencia. Concretamente, hay estudios que han comparado el perfil de los usuarios del PRIA
que cumplen condena en prisión y de los que están sujetos a MPA. Estos estudios señalan
diferencias significativas en los factores de riesgo estudiados, además de en la gravedad de la
agresión expresada hacia la pareja. En concreto, los agresores en prisión presentan una mayor
inestabilidad sociolaboral, tienen mayores antecedentes delictivos, muestran más ideas
distorsionadas sobre los roles de género y sobre la violencia como forma de resolución de
conflictos, informan de una mayor experiencia subjetiva de malestar psicológico, y presentan
más ideación autolítica. También, se han encontrado diferencias en la estructura de
personalidad de base, presentando los sujetos privados de libertad mayores y más variados
desajustes en esta área. Además, como se puede observar en la tabla 1 existen claras
diferencias en los niveles de riesgo detectados entre los agresores que cumplen el programa
en prisión o en medidas penales alternativas.

Este conjunto de investigaciones indican la existencia de características y necesidades de


tratamiento diferenciales entre los penados que realizan el programa en prisión y los que lo
realizan en libertad como consecuencia de una MPA.

Además, el contexto de intervención es muy distinto. Mientras que los condenados a prisión se
someten al programa de manera voluntaria y en un contexto de privación de libertad, los
condenados a MPA están obligados a realizar el programa si no quieren ingresar en prisión, lo
cual se traduce en muchos casos en una escasa motivación intrínseca para realizar el
programa. Por otra parte, los hombres que realizan el tratamiento en la comunidad están en
libertad, por lo que existe una situación constante de potencial riesgo que hay que gestionar.

4. REVISION, DIAGNOSTICO PREVIO Y PROCESO DE ELABORACION DEL PROGRAMA

Debido a la constante preocupación por parte de la institución penitenciaria de mejorar la


calidad de sus propuestas terapéuticas, en mayo de 2014 se creó un grupo de trabajo, formado
por especialistas de la institución penitenciaria y de las entidades que colaboran en la
administración de estos programas para llevar a cabo una revisión del programa PRIA.

En una primera fase, el grupo de trabajo encargado de revisar el PRIA revisó la investigación
nacional e internacional más reciente en relación al tratamiento de agresores de pareja, para
extraer conclusiones que les orientaran en la elaboración de esta nueva propuesta terapéutica.
Algunas de las conclusiones más relevantes recogidas de esta revisión son:
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 Es fundamental tener en cuenta la escasa motivación al cambio que presentan estos


sujetos, posiblemente explicada por el carácter obligatorio de la intervención, en el
caso de los penados en MPA, y la escasa conciencia de problema que tienen. De ahí
que se señale la necesidad de atender a la asunción de responsabilidad, el desarrollo
de la empatía con la víctima, y la motivación al cambio como aspectos importantes de
la intervención.
 A nivel terapéutico hay que atender a los factores de riesgo dinámicos que la literatura
proveniente del trabajo clínico con agresores ha asociado al riesgo de violencia. Por
ejemplo, el pobre autoconcepto y la baja autoestima, los sentimientos de perjuicio
respecto a la ruptura de la pareja (consecuencias legales y socioeconómicas derivadas
del proceso legal) que se convierten en ideas obsesivas (rumiaciones), sentimientos de
rencor y venganza hacia la pareja, un estilo de apego ansioso en la relación de pareja,
la presencia de desajustes psicológicos de significación clínica, la ausencia de red de
apoyo social, falta de habilidades de resolución de conflictos, y la coexistencia de
distintos estresores vitales. Junto con la incursión de estos factores de riesgo debería
atenderse también a los factores de protección (fortalezas) tanto a la hora de predecir
el riesgo como en el programa de intervención.
 Atendiendo a la diversidad de los programas de intervención existentes sería
aconsejable que desde los mismos clarifiquen contenidos, técnicas y diseño de su
intervención para poder comparar los distintos resultados obtenidos en los diferentes
programas.
 Hay que prestar atención al mantenimiento de los resultados terapéuticos a largo
plazo, lo que requiere delimitar las variables relacionadas con la recaída.
 Es necesario variar las estrategias terapéuticas adecuándolas a las características
socioculturales de los penados (alto nivel de extranjeros con problemas con el idioma y
bajo nivel de instrucción). En este sentido, se sugiere utilizar estrategias de orientación
práctica y dinámica.

En una segunda fase, el grupo de trabajo recogió las valoraciones técnicas sobre el PRIA de
los profesionales que aplican este programa en MPA en la actualidad. Para recoger la
impresión técnica del colectivo de profesionales se diseñó el “Cuestionario de Valoración
del PRIA” con los siguientes objetivos:

1. Evaluar desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo el grado de satisfacción de


los profesionales con el contenido y metodología del PRIA.
2. Detectar las dificultades en la aplicación práctica del PRIA.
3. Identificar aspectos susceptibles de mejora en el PRIA que puedan aumentar la eficacia
y efectividad del programa de tratamiento.

Este cuestionario fue remitido a los 60 profesionales de I.I.P.P. que aplican el PRIA, en los
55 Servicios de Gestión de Penas y Medidas Alternativas del territorio nacional (excepto
Cataluña). Finalmente, la muestra cuenta con las respuestas aportadas por 29
Psicólogas/os y una Trabajadora Social procedentes de 21 Servicios de Gestión de Penas y
Medidas Alternativas. En total, participaron 30 terapeutas (24 mujeres y 6 hombres), que
suponen el 50% de los profesionales que aplican el PRIA en MPA.

El colectivo de profesionales consultado presenta una alta competencia profesional y en


algunos aspectos superior a los estándares de calidad recomendados para la aplicación de
estas intervenciones (Geldschläger, Ginés, Nax y Ponce, 2014; Gondolf, 2012; Maiuro y
Eberle, 2008; Price y Rosenbaum, 2009). A nivel de instrucción cuentan con formación
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específica en violencia de género y tratamiento de agresores de pareja además de una


experiencia mínima de siete años en la aplicación de este tipo de programas. En relación
específica al PRIA, lo llevan implementado desde su publicación en 2010.

El “Cuestionario de Valoración del PRIA” se estructura en dos partes:

a) Recogida de información Cuantitativa. Una primera parte cuantitativa donde se pide a


los/as terapeutas que realicen una valoración general del programa en relación a una
escala del 1 al 10 en su grado de satisfacción con el mismo (1 puntuación mínima y 10
puntuación máxima). Posteriormente, se solicita una valoración del contenido y la
metodología de cada una de las 11 unidades específicas de intervención.
b) Recogida de información cualitativa. Se solicita a cada terapeuta que proponga
sugerencias para mejorar la eficacia y efectividad del PRIA en relación al contenido y
metodología de cada unidad que lo compone. En este sentido, se pregunta sobre qué
contenidos consideran que no se abordan en el PRIA y cuáles deberían incorporarse o
ser modificados (ampliación, reducción, eliminación, cambios en el orden de
implementación). Por último, el cuestionario incluye preguntas relacionadas con la
metodología general del PRIA (procedimiento de evaluación general, evaluación del
riesgo, número de sesiones, seguimiento y dificultades en la aplicación).

Finalmente, para el análisis de datos, con las respuestas obtenidas de los cuestionarios se
codificaron los datos cuantitativos y se registraron las áreas temáticas que presentaron
mayor prevalencia en las distintas áreas evaluadas.

A. RESULTADOS DEL CUESTIONARIO DE VALORACION DEL PRIA

Tras el análisis cuantitativo de las respuestas aportadas, se observa que la valoración media
general del programa cuenta con una alta satisfacción por parte de los profesionales,
obteniendo una puntuación media de 7.28 puntos (DT 0.98) sobre 10. Como se puede observar
en la tabla 2 las unidades terapéuticas que obtienen una mayor valoración de su contenido y
metodología son las correspondientes al abordaje de la Violencia Psicológica (unidad 8) y el
Abuso e Instrumentalización de los Hijos (unidad 9). Mientras que las unidades del programa
que cuentan con puntuaciones más bajas de satisfacción en estas áreas son la unidad 1
(Presentación y Motivación al Cambio), la unidad 3 (Distorsiones Cognitivas y Creencias
Irracionales), la unidad 10 (Género y Violencia de Género) y la Unidad 11 (Prevención de
Recaídas). Por otra parte, se observa una clara discrepancia entre la satisfacción manifestada
en relación a los contenidos de las unidades y la metodología terapéutica propuesta por el
programa. De forma general, los/las terapeutas indican una mayor satisfacción en todas las
unidades con los contenidos M=7.42 (DT: 0.38) que con la metodología M=6.86 (DT: 0.4). Esta
cuestión indica la necesidad de orientar la presente revisión del programa especialmente a la
adaptación de aspectos metodológicos. En la tabla 2, se detallan las puntuaciones medias
alcanzadas en cada uno de los módulos en relación a sus contenidos y metodología
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A nivel cualitativo, de forma global el colectivo de profesionales confirman que las áreas
incluidas en el programa son las adecuadas y deben mantenerse. Además, proponen que
deberían ampliarse y complementar algunas temáticas:

- Incorporar una unidad específica de habilidades de comunicación y afrontamiento de


conflictos tanto a nivel general como de pareja en particular. Además, este contenido
debería tratarse de manera trasversal a lo largo de todo el programa.
- Ampliar los temas de autoestima, dependencia emocional, asunción de
responsabilidad en relación a la violencia y paternidad responsable.
- Incluir información en relación al uso y abuso de alcohol y otras drogas y su relación
con el comportamiento violento.
- Ampliar aspectos relacionados con los celos.
- En relación a la unidad de género, se propone incluir no sólo aspectos sobre la
desigualdad entre mujeres y hombres, sino adoptar un enfoque sobre el desarrollo de
nuevas masculinidades y un modelo positivo de masculinidad basado en la igualdad.
- Incorporar un enfoque de empoderamiento de las mujeres, apuntando no sólo su
victimización histórica sino también su papel fundamental en el desarrollo humano.

Asimismo, el grupo de trabajo analizó las valoraciones cualitativas específicas que los
profesionales aportaron para cada unidad, tanto a nivel metodológico como de contenido.
Estas valoraciones han sido tenidas en cuenta en la elaboración del nuevo programa, el
PRIAMA.

5. DESTINATARIOS

Los destinatarios del PRIA-MA son los hombres condenados por delitos de violencia de género
que tienen que cumplir una medida penal alternativa.

6. MODELOS TEORICOS

Los factores individuales, sociales y estructurales que explican la violencia de género han sido
objeto de debate desde diferentes perspectivas teóricas y modelos etiológicos. Según Murphy
y Eckhardt (2005), existen cuatro enfoques psicoterapéuticos a la hora de intervenir con
maltratadores, en función del modelo etiológico en el que se basan:
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a) socioculturales, que, desde un enfoque de género, entienden la violencia de género como


una forma de mantenimiento de la desigualdad histórica existente entre hombres y mujeres,

b) cognitivoconductuales, centrados en presentar la conducta violenta como una conducta


aprendida,

c) psicodinámicos, que trabajan fundamentalmente las problemáticas del individuo en relación


con el apego y

d) sistémicos, que entienden la violencia como una interacción disfuncional dentro de la


pareja. Actualmente, tanto en Europa como en Norteamérica la mayoría de las intervenciones
con hombres maltratadores tienden a integrar dos enfoques: el enfoque de perspectiva de
género y la terapia cognitivo-conductual.

Por otra parte, los modelos criminológicos que sirven de base a la intervención con la
población delincuente también han sufrido una evolución en los últimos años. El modelo de
referencia a la hora de diseñar programas de intervención en el ámbito penitenciario es el
Modelo de Riesgo, Necesidad y Responsividad (RNR).

Este modelo propone la identificación de los factores de riesgo presentes en la población


delincuente, en función de la etiología delictiva, y diseñar intervenciones que aborden dichos
factores de riesgo. Es un hecho aceptado por la comunidad implicada en el tratamiento de
delincuentes, que los programas efectivos han de adherirse a los principios propuestos por
este modelo. Sin embargo, recientemente se ha iniciado un debate sobre la intervención
basada exclusivamente en el concepto de riesgo. Resulta difícil conseguir una adecuada
motivación para el cambio en los agresores si los programas se centran únicamente en los
déficits que presentan los sujetos objetos de intervención. Como alternativa, se propone la
incorporación en los programas de elementos basados en el Modelo de las Buenas Vidas
(Ward y Brown, 2004), de tal forma que los programas sean más individualizados y estén
centrados en las fortalezas de los individuos y en la importancia de trabajar los valores y los
objetivos prosociales como una alternativa al modo de vida delincuencial. En función de la
revisión realizada sobre los modelos etiológicos y criminológicos de la violencia de género, el
programa PRIA-MA ha sido diseñado teniendo en cuenta los principios del modelo RNR y del
modelo de las Buenas Vidas, llevando a cabo un enfoque terapéutico de tipo cognitivo-
conductual que integra elementos de la perspectiva de género.

6.1 Modelo RNR

El modelo RNR se basa en tres principios fundamentales. El principio de Riesgo señala que ha
de dedicarse mayor intensidad de intervención a aquellos delincuentes de mayor riesgo de
reincidencia. El principio de Necesidad indica que los programas han de buscar modificar
aquellos factores de riesgo que están vinculados con la reincidencia (necesidades
criminógenas). Por último, el principio de Responsividad afirma que las intervenciones han de
diseñarse adaptándose a las características de la población a la que van dirigida (Andrews y
Bonta, 2006). Por lo tanto, un programa efectivo para el tratamiento de los penados por
delitos de violencia de género debe seguir estos principios básicos (Stewart, Flight y
SlavinStewart, 2013). Siguiendo el principio de Necesidad, para la elaboración del PRIA-MA se
ha realizado una extensa revisión bibliográfica sobre los factores de riesgo vinculados a la
violencia de género. Cada una de las unidades terapéuticas que integran este programa aborda
uno o varios de estos factores, que se encuentran tanto en la esfera emocional, como en la
cognitiva y la conductual.
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Para atender al principio de Responsividad, se ha diseñado un programa que tiene


como finalidad adaptarse al ritmo terapéutico y a la capacidad de aprendizaje de los
participantes. Por una parte, se ha diseñado una Fase de Evaluación y Motivación, que
se llevará a cabo de manera individual con los participantes antes y durante la Fase de
intervención. Durante esta fase se busca mejorar la motivación al cambio de los
participantes, diseñar con cada uno de ellos un Plan Motivacional Individualizado y
adaptar los contenidos terapéuticos del programa a sus necesidades individuales.
Además, se ha modificado el orden de los módulos con respecto al programa PRIA
original, con el objetivo de ir introduciendo los temas terapéuticos de manera
progresiva en función de su contenido y dificultad. Por otra parte, se han diseñado un
amplio abanico de dinámicas y ejercicios terapéuticos para abordar cada unidad, para
que el/la terapeuta pueda seleccionar aquellos que mejor se adecúan al estilo de
aprendizaje de los participantes. Se han incluido también una gran variedad de
ejercicios de tipo audiovisual con el mismo objetivo.
En esta misma línea, se ha tenido en cuenta el principio de Riesgo, ya que el programa
está diseñado para que el/la terapeuta pueda reforzar el trabajo terapéutico con los
usuarios que presenten una mayor vulnerabilidad, tanto a través de las sesiones
individualizadas de la Fase de Evaluación y Motivación como a través de la selección de
las dinámicas más adecuadas en cada caso. La prevención de recaídas, basada en el
concepto de riesgo, es una estrategia aplicada derivada directamente del modelo RNR.
Su uso en los programas de tratamiento de delincuentes es generalizado. Se trata de
una estrategia para el mantenimiento de los cambios terapéuticos importada del
mundo del tratamiento de las drogodependencias (Ward y Gannon, 2006). La asunción
básica de este modelo es que existe un proceso predecible y más o menos lineal por el
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que un sujeto de riesgo comete un delito de violencia de género. El modelo pone


especial énfasis en aquellos factores de riesgo (situaciones, pensamientos, emociones,
estímulos) que constituyen un antecedente de un posible fallo y de una recaída
(reincidencia) y se entrena al usuario en técnicas para su afrontamiento o evitación. Se
trata por lo tanto de una perspectiva que asume la reincidencia como una posibilidad
real, y que se centra en qué situaciones o eventos evitar (Marlatt y Gordon, 1985).
Para el diseño del programa PRIA-MA se han tenido en cuenta los conceptos más
importantes de este modelo. Sin embargo, se ha producido un cambio de enfoque
respecto al programa PRIA. Según la información obtenida por los/las terapeutas, era
necesario adaptar el proceso de prevención de recaídas a la población diana de este
programa. Para ello, se han diseñado ejercicios que buscan reflejar situaciones
cotidianas de la vida de los participantes. 4.2. Modelo de las Buenas Vidas El modelo
de las Buenas Vidas incorpora elementos de la psicología positiva y humanista y tiene
como finalidad que el sujeto aprenda a identificar objetivos vitales prosociales y a
mejorar sus fortalezas personales. Este modelo propone que el fin terapéutico no sea
exclusivamente la no reincidencia, sino que debe potenciarse también que los
participantes desarrollen otros objetivos personales positivos que les alejen de la
conducta delictiva. Se plantea que el delito ha sido una forma inapropiada de
conseguir objetivos vitales comunes a todas las personas (intimidad, sentido de
excelencia, sentido de pertenencia a una comunidad, paz interior). El tratamiento, por
lo tanto, ha de incluir también estrategias para conseguir aquello que se desea de
forma no delictiva (Ward y Brown, 2003). En el diseño del PRIA-MA, el modelo de las
buenas vidas ha sido utilizado en todas las fases. Antes de iniciar la intervención grupal
y de manera transversal a lo largo de la misma, en la Fase de Evaluación y Motivación,
los participantes trabajarán sus objetivos prosociales como una forma alternativa a la
conducta delictiva. Identificar objetivos vitales reales que puedan alcanzar y que
motiven el cambio conductual es fundamental para conseguir una mayor implicación
de los participantes en el trabajo terapéutico que deben realizar. La aplicación de este
modelo en la Fase de Evaluación y Motivación se explicará en mayor detalle en la
introducción de dicha fase. Para la construcción de los módulos terapéuticos que
componen la Fase de Intervención también se han utilizado elementos de este
modelo. Las unidades terapéuticas tienen como finalidad trabajar factores de riesgo
asociados a la violencia de género pero, también, proponer conductas alternativas que
mejoren la vida de los usuarios en el plano personal, social y de pareja.
4.3. Enfoque psicoterapéutico El programa PRIA-MA tiene un enfoque
psicoterapéutico cognitivo-conductual que integra elementos de la perspectiva de
género. Estudios anteriores han demostrado la eficacia de la intervención cognitivo-
conductual en los programas psicoterapéuticos con delincuentes (Wormith, Althouse,
Simpson, Reitzel, Fagan y Morgan, 2007). El objetivo de la intervención es la
eliminación de conductas violentas y el aprendizaje de conductas alternativas más
adaptativas. Para ello, se abordan los factores de riesgo referidos anteriormente
centrándose, entre otros, en el manejo de las emociones, los pensamientos erróneos,
las habilidades de relación y la resolución de problemas. A lo largo del programa de
intervención, se entrena a los participantes en técnicas de modificación de conducta,
técnicas de reestructuración cognitiva y técnicas de autocontrol emocional, basadas en
los principios de la terapia cognitivo-conductual. La perspectiva de género pone el
énfasis en realizar intervenciones de corte educativo con el grupo de maltratadores. El
objetivo sería la instauración en los hombres violentos de comportamientos
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igualitarios en conjunción con una reestructuración de los roles de género


tradicionalmente aceptados. Como se decía anteriormente, gran parte de las
intervenciones que se llevan a cabo con hombres maltratadores en EE.UU y en Europa
incorporan elementos de la perspectiva de género, integrándolos con elementos de
corte cognitivoconductual. Además, tanto Inglaterra como Alemania, con amplia
experiencia en la intervención de este tipo de población delincuente, como el Consejo
de Europa, incluyen entre los criterios de calidad de los programas de intervención con
hombres que ejercen la violencia de género, la necesidad de que estos programas
incorporen la perspectiva de género como eje transversal de la intervención
(Geldschläger, 2011; Consejo de Europa, 2014). En este programa se han integrado
elementos de la perspectiva de género de una manera transversal al trabajo cognitivo-
conductual descrito anteriormente. Respecto al programa PRIA, se ha realizado un
cambio de enfoque en cuanto a la manera de incorporar el género en la intervención
con maltratadores, con la finalidad de evitar las resistencias de los participantes a la
hora de abordar este tema y de adaptarlo a su evolución terapéutica. El objetivo sigue
siendo la eliminación de las creencias sexistas de los participantes incorporando
elementos de educación en igualdad y haciendo hincapié en la influencia que la
desigualdad existente entre hombres y mujeres tiene en la violencia de género. Sin
embargo, el enfoque de género del programa PRIA-MA incorpora también el concepto
de nuevas masculinidades, de tal forma que los participantes reflexionen sobre las
ventajas que una nueva conceptualización de la masculinidad y de los roles en la
pareja tiene tanto para la mujer como para el hombre. En este sentido, adquiere un
gran protagonismo la interiorización por parte de los participantes de la influencia que
los procesos de socialización tienen en la formación de las actitudes y las creencias en
relación a los roles y estereotipos de género. El programa incorpora un módulo
específico de educación en igualdad en diferentes ámbitos de la vida (familiar, laboral,
etc.). Además, a la hora de enfocar la intervención sobre el resto de factores de riesgo
(celos, dependencia emocional, inadecuada gestión de los conflictos en pareja,
paternidad, etc.) se tienen en cuenta las creencias de los participantes sobre los roles
de género y se ofrece siempre una alternativa de actuación basada en la igualdad de
género. Se detallan a continuación algunos ejemplos de cómo se ha introducido este
enfoque en los diferentes elementos terapéuticos del programa. Por ejemplo, en el
tratamiento de la variable celos, es fundamental analizar el ámbito social y cultural en
el que emergen, se nutren y son mantenidos los celos en la relación de pareja, y más
concretamente, en la violencia hacia la pareja o expareja, y las conductas abusivas o de
control asociadas a los mismos. Así, resulta de interés prestar especial atención a la
denominada socialización diferencial de hombres y mujeres en relación, entre otros
muchos aspectos, a la actividad sexual y a determinadas variables ideológicas como la
cultura del honor (Canto, Moreno, Perles y San Martín, 2012) o las creencias previas de
los participantes sobre la forma de manifestar el amor (mitos de amor romántico). A su
vez, en el caso concreto del desarrollo de una autoestima equilibrada, es importante
que los participantes aprendan a detectar cómo ésta se construye a través del proceso
de socialización y cómo los valores sociales y las expectativas básicas que se siembran
en cada uno por el mero hecho de ser hombre o mujer influyen en la propia imagen
que tienen de sí mismos. La consecución de una autoestima sólida, alejada de la
dependencia emocional de la pareja o de los roles tradicionales en torno al género
constituye una pieza fundamental en el tratamiento de los participantes. En relación a
la adecuada gestión de conflictos en las relaciones de pareja es necesario que los
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

participantes entiendan que la primera norma es asumir que la relación de pareja la


componen seres humanos en igualdad de condiciones, no existiendo abuso de poder o
control. Para la consecución de este objetivo, se revisan y modifican aquellas
expectativas culturales sobre cómo tiene que comportarse un hombre y una mujer en
la interacción de pareja. La consecución de una nueva masculinidad constituye un
objetivo principal en el módulo dedicado a los menores, fomentando en los
participantes la adquisición de habilidades parentales positivas basadas en el
desarrollo de una adecuada afectividad y en el establecimiento de un apego seguro
con los/las menores, alejado de un estilo parental tradicional y autoritario. A su vez, es
de suma importancia que los participantes asuman que sus comportamientos modelan
a los/las menores y por tanto, si se muestran como modelos igualitarios y no violentos
ayudarán a sus hijos/as a no desarrollar actitudes o comportamientos negativos en un
futuro (evitación de la transmisión intergeneracional de la violencia de género).
En resumen, el presente programa incorpora las siguientes premisas:

5. Objetivos terapéuticos El programa PRIA-MA es una propuesta terapéutica para


hombres condenados por delitos de violencia de género adaptada al contexto cultural
español y a la realidad de los Servicios de Gestión de Penas y Medidas Alternativas. Sus
objetivos generales son:  Erradicar las conductas violentas y reducir el nivel de
reincidencia de los participantes.  Modificar aquellos factores de riesgo dinámicos
que la literatura señala como relevantes en los delincuentes de género.  Facilitar la
adherencia y receptividad al tratamiento por parte de los penados mediante un
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

enfoque positivo del tratamiento.  Introducir mejoras en el funcionamiento


psicológico de los participantes. 6. Novedades del PRIA-MA Como se ha descrito a lo
largo de esta introducción, el programa PRIA-MA incorpora novedades importantes
respecto al programa PRIA. Se resumen en este apartado las principales novedades del
PRIA-MA, en cuanto a su enfoque teórico, estructura, evaluación y contenidos. En el
enfoque teórico  Integración del Modelo de las Buenas Vidas con el modelo RNR. 
Integración del enfoque cognitivo-conductual con elementos de la perspectiva de
género.  Cambio en el enfoque de la unidad de género, incorporando el concepto de
nuevas masculinidades como eje central. Además, el enfoque de género se utiliza de
manera transversal a lo largo de todo el programa.  Cambio de enfoque de la
prevención de recaídas, con ejercicios que se adaptan a la realidad diaria de los
participantes. En la estructura  Incorporación de una Fase específica de Evaluación y
Motivación al cambio, previa a la Fase de Intervención. Esta fase busca evaluar a los
participantes e iniciar el trabajo terapéutico de motivación al cambio.  Inclusión de
sesiones individuales tanto al inicio del programa como a lo largo de la intervención. 
Cambio en el orden de los módulos respecto al PRIA, para conseguir una mejor
adaptación a la progresión terapéutica de los penados.  Aumento de la duración total
del programa.
En la evaluación  Incorporación de una selección de instrumentos psicométricos para
la evaluación psicológica inicial y final de los participantes. Se incluye la descripción de
los instrumentos, los ítems, la forma de corrección y, en su caso, los baremos.  Diseño
de un instrumento de evaluación cualitativa que los profesionales podrán utilizar para
valorar el cambio terapéutico de los participantes en cada una de las áreas trabajadas
en cualquier momento del programa. En los contenidos  Actualización de la revisión
bibliográfica que justifica los contenidos del programa. Esta información ha sido
ampliada para dotar a los profesionales de un amplio bagaje teórico que pueda
facilitarles el trabajo terapéutico.  Diseño de contenidos específicos para abordar
temas que en al anterior programa se presentaban de manera menos detallada, como
por ejemplo influencia del consumo de alcohol y drogas en la violencia, habilidades de
comunicación, resolución de conflictos de pareja y celos.  Énfasis en la motivación
para el cambio como un elemento terapéutico crítico para la eficacia de la
intervención y que debe trabajarse de manera transversal.  Ampliación de algunas
áreas temáticas, como por ejemplo violencia psicológica, dependencia emocional y
habilidades de autocontrol.  Eliminación de la unidad de violencia sexual,
integrándose estos contenidos en la unidad “Afrontando la ruptura y construyendo
relaciones de pareja sanas”.  Énfasis en la adquisición de conductas alternativas a la
violencia, en el ámbito emocional, cognitivo y conductual.  Cambio de enfoque
terapéutico respecto a la asunción de la responsabilidad delictiva. El objetivo del PRIA-
MA es que los participantes, de manera progresiva a lo largo del programa, reconozcan
haber ejercido violencia en su relación de pareja y eviten las externalizaciones de la
responsabilidad en la misma. No se busca centrarse exclusivamente en que los
agresores reconozcan explícitamente el delito por el que están condenados, ya que
insistir en el reconocimiento de esos hechos específicos genera en muchas ocasiones
resistencias que impiden el avance terapéutico. El trabajo de la asunción de la
responsabilidad se ha realizado de manera transversal en el programa, ya que según la
experiencia de los/las terapeutas en este ámbito, un abordaje longitudinal y no
confrontativo de este tema resulta más eficaz.  Ampliación y mejora de las dinámicas
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

terapéuticas. Teniendo en cuenta la valoración de los profesionales que aplican


diariamente el programa, se han seleccionados las dinámicas mejor valoradas del
antiguo PRIA y se han diseñado algunas nuevas, para que el/la terapeuta pueda
seleccionar, dentro de un amplio abanico de dinámicas y ejercicios, los más adecuados
en función del caso.  Adaptación de las dinámicas al estilo de aprendizaje que
presentan los participantes, aumentándose el contenido audiovisual e incidiéndose
más en los conceptos básicos.  Incorporación de un apartado de recursos
terapéuticos ante posibles dificultades en la introducción de los módulos, como guía
para el/la terapeuta.

7. Estructura y Duración2 El programa tendrá una duración de diez meses, distribuidos


en tres fases:  Fase de Evaluación y Motivación  Fase de Intervención  Fase de
Seguimiento 7.1. Fase de Evaluación y Motivación Uno de los principales retos a los
que deben enfrentarse los profesionales que trabajan con población condenada por un
delito de violencia de género, es lograr unas condiciones terapéuticas al inicio de la
intervención que favorezcan la reducción de sus resistencias y su rechazo a la misma.
Lograr la adherencia al tratamiento es una condición necesaria para que la
intervención sea posible y, en su caso, efectiva. Para facilitar la adherencia a la
intervención, la generación de una alianza terapéutica adecuada y promover la
motivación al cambio, se ha creado una Fase específica de Evaluación y Motivación. El
material de esta fase ha sido elaborado por Marisol Lila Murillo y su equipo de
investigación de la Universidad de Valencia, especialistas en la motivación al cambio en
el trabajo terapéutico con delincuentes. Esta fase tiene una duración de un mes y
consiste en:  Tres Entrevistas Motivacionales Individuales, a realizar de manera
independiente con cada participante, con una frecuencia semanal. Durante estas
entrevistas se realizará una evaluación psicológica en profundidad de los participantes
y se elaborará el Plan Motivacional Individualizado (PMI). Para complementar la
información de las entrevistas, se ha seleccionado una batería de instrumentos
psicométricos que evalúan las principales variables psicológicas relacionadas con la
violencia de género. Además, se incluye un instrumento de evaluación cualitativa
elaborado expresamente para este programa que los/las terapeutas podrán utilizar
para valorar el cambio terapéutico de los participantes en cualquier momento de la
intervención.  Una Sesión Grupal Inicial para conocimiento del grupo, información
sobre el programa, resolución de dudas, establecimiento de normas y puesta en
común de los objetivos motivacionales de cada participante. Sin embargo, la
motivación de los participantes y su PMI no puede trabajarse exclusivamente durante
esta fase. Por ello, de manera transversal a lo largo de las fases de intervención y
seguimiento se llevarán a cabo sesiones específicas individuales y grupales para
continuar trabajando el PMI, y, de esta manera, reforzar los objetivos motivacionales
de los participantes y mejorar su implicación y aprovechamiento del programa.
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

7.2. Fase de Intervención En la Fase de Intervención, en primer lugar se ha incluido el


instrumento cualitativo que permite evaluar terapéuticamente a los participantes a lo
largo de la intervención. Posteriormente, se abordan las necesidades criminógenas de
los participantes a lo largo de 10 módulos terapéuticos.
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

La duración total de la Fase de Intervención es de ocho meses, con 32 sesiones


grupales de periodicidad semanal. En la siguiente tabla se ofrece la distribución de
cada módulo por número de sesiones.

A lo largo de la Fase de Intervención, se llevarán a cabo también sesiones y ejercicios


para continuar generando el PMI de cada uno de los participantes. En concreto, se
realizará:  Una sesión individual de seguimiento con cada participante a mitad de la
intervención. El/la terapeuta citará a los participantes de manera individual en paralelo
al desarrollo grupal del Módulo 5. El/la terapeuta utilizará estas sesiones para
individualizar, en la medida de lo posible, los contenidos terapéuticos que están siendo
trabajados de manera grupal y reforzar cómo el programa está ayudando al
participante a conseguir los objetivos de su PMI.  Una revisión grupal de los objetivos
de trabajo de cada participante que se realizará en la última sesión del Módulo 5. 
Una revisión grupal de la evolución y cambios realizados a lo largo del proceso de
intervención por todos los miembros del grupo, que se realizará en la última sesión del
TEMA 1: EV., DIAG. E INT EN EL AMBTO JURIDICO FORENSE SANITRARIO.

Módulo 10. 7.3. Fase de Seguimiento Una vez finalizada la Fase de Intervención, se
programarán sesiones individuales de seguimiento con cada uno de los participantes
para evaluar su evolución y las posibles dificultades que hayan podido tener a la hora
de poner en marcha las estrategias y habilidades aprendidas. El/la terapeuta, podrá
utilizar los mismos instrumentos – psicométricos y cualitativos- de la Fase de
Evaluación y Motivación, para valorar los cambios terapéuticos de cada participante.
En esta fase se revisará junto con el participante la consecución de su PMI y el
mantenimiento de los logros alcanzados en el programa, y se dará por finalizada la
intervención.
8. Formato El programa ha sido diseñado para realizarse en formato grupal. Se sugiere
la realización de grupos no superiores a 12 usuarios. En caso necesario se puede
adaptar fácilmente al formato individual. 3 La sesión de seguimiento se hará, en todo
caso, en formato individual. 9. Estructura de los módulos terapéuticos Cada módulo
del programa ha sido estructurado de la siguiente forma: Introducción: donde se
expone, en primer lugar el objetivo general del módulo y las razones por las que ese
tema se ha introducido en ese momento temporal del programa, relacionándolo con el
resto de unidades. Posteriormente, se explica la necesidad de trabajar
terapéuticamente el contenido que se aborda en la unidad, incluyéndose una extensa
revisión bibliográfica de la evidencia empírica disponible al respecto. Por último, se
ofrecen algunas orientaciones sobre el abordaje terapéutico utilizado en la unidad y
sobre las posibles dificultades terapéuticas con las que puede encontrarse el
profesional. Objetivos terapéuticos: se destacan los objetivos que el/la terapeuta debe
alcanzar durante las sesiones dedicadas a cada unidad. Sesiones terapéuticas: los
módulos han sido divididos en un número de sesiones determinado en función de la
extensión y dificultad de la temática abordada. Cada sesión presenta la siguiente
estructura:  Introducción y bienvenida: información para el/la terapeuta sobre cómo
llevar a cabo el inicio de la sesión.  Exposición psicoeducativa: narración que el/la
terapeuta puede utilizar para explicar los contenidos psicoeducativos de la unidad. 
Ejercicios y dinámicas: ejercicios que el/la terapeuta desarrollará con los participantes,
para abordar los objetivos de la unidad. Cada ejercicio incluye un apartado de
objetivos de ese ejercicio en particular, documentos a utilizar y una guía para que el/la
terapeuta pueda enfocar adecuadamente la actividad. En algunos módulos se incluyen
dinámicas optativas que el profesional utilizará si considera que pueden ser útiles para
los participantes con los que esté trabajando. Del mismo modo, el/la terapeuta elegirá
las dinámicas que sean susceptibles de trabajo entre sesiones, para fortalecer los
conocimientos y habilidades adquiridos durante el programa. El número de ejercicios
que se propone en cada sesión es muy amplio. El objetivo no es que se realicen todos
ellos, sino que el/la terapeuta disponga de un amplio catálogo de actividades
terapéuticas para utilizar las que sean más adecuadas en función del grupo de
participantes y de su propio estilo terapéutico.  Cierre y despedida: información para
el/la terapeuta sobre cómo finalizar la sesión.

10. Estructura de las sesiones Cada sesión tendrá una duración de dos horas. Se
sugiere realizar dos bloques de 50 minutos cada uno, con un descanso de unos 10
minutos aproximadamente. Sin embargo, esta distribución temporal debe ser tomada
como una sugerencia, adaptándola el/la terapeuta a las necesidades del grupo o del
individuo con el que se está realizando la intervención. Se propone el siguiente
esquema:
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11. Metodología Cada sesión tiene unos objetivos concretos que son abordados a
través de exposiciones psicoeducativas y dinámicas terapéuticas. La exposición
psicoeducativa pretende trasladar a los usuarios del programa los contenidos básicos
de cada materia. Se debe evitar convertir las sesiones terapéuticas en clases didácticas
de mera transmisión de conocimientos. Sin embargo, sí es necesario trasladar a los
usuarios cierta información sobre conceptos psicológicos básicos con un lenguaje
sencillo. La exposición psicoeducativa presenta gráficos y tablas que hacen más fácil la
comprensión de esta información. El manual del participante incluye la misma
información psicoeducativa que el manual del/la terapeuta. De este modo, los
usuarios podrán seguir con facilidad las explicaciones del/la terapeuta, sin necesidad
de tomar notas, o de tener que trasladar esta información a formato audiovisual. El
momento de la explicación psicoeducativa cobra importancia también cuando el
programa se aplica en un formato grupal, ya que las opiniones y conocimientos de
otros miembros del grupo facilitan la adquisición de conocimientos. En caso de realizar
el programa en un formato individual, el/la terapeuta adaptará estas explicaciones al
caso concreto.
Las dinámicas y ejercicios incluidos en este manual pretenden ayudar a los usuarios a
modificar pensamientos erróneos, mejorar sus habilidades y cambiar sus actitudes y
comportamientos. Algunos de los ejercicios que se encuentran en el programa son: 
Visionado y análisis de contenidos audiovisuales.  Comentario de textos.  Debates y
discusiones dirigidas.  Trabajo en parejas.  Análisis de noticias reales.  Role-playing.
 Redacción de autobiografías.  Ejercicios individuales de análisis personal.  Técnicas
de autocontrol emocional y conductual.  Dinámicas para trabajar contenidos en
imaginación. Las actividades y dinámicas han sido diseñadas para ser realizadas en
formato grupal. Es conocido el efecto facilitador que supone el grupo en el cambio
psicoterapéutico, por lo que estas dinámicas van dirigidas a generar ese clima grupal.
En caso de formato individual, el/la terapeuta elegirá las actividades que mejor se
adecuen al usuario. En algunas ocasiones, se ha mostrado más eficaz empezar las
sesiones con las dinámicas y ejercicios, para avanzar posteriormente hacia las
conclusiones psicoeducativas de la unidad. Este formato será elegido por los/las
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terapeutas cuando los contenidos a trabajar, el perfil de los usuarios, así como su
propio estilo terapéutico lo aconsejen. 12. Habilidades terapéuticas El programa PRIA-
MA deberá ser realizado por profesionales de la Psicología. Carbajosa, Boira y Tomás-
Aragonés (2013) recogen las dificultades asociadas al proceso terapéutico con los
hombres agresores que han sido estudiadas por la investigación. Fundamentalmente,
destacan las complicaciones derivadas del contexto de intervención, entre las que se
encuentran los problemas para establecer una relación de cooperación con el agresor,
las dificultades inherentes a la obligatoriedad del tratamiento y la obligación del/la
terapeuta de informar a las autoridades judiciales sobre la evolución de los agresores.
Las propias características de los agresores pueden ser también problemáticas,
especialmente la falta de motivación, la negación o minimización de su conducta, la
presencia de mecanismos de defensa, la presencia de actitudes hostiles y los altos
niveles de deseabilidad social. El/la terapeuta, por su lado, también presenta
dificultades, ya que tiene una duplicidad de funciones (ayuda versus control), es
probable la aparición de síntomas de burnout a lo largo de su trayectoria profesional y
debe mantener la objetividad y controlar la posible interferencia de sus propias
creencias de género. Para contrarrestar estas dificultades, los autores recomiendan
fortalecer las siguientes habilidades terapéuticas:  Definir de manera adecuada el
marco de la intervención y los límites de la relación terapéutica. El profesional debe
explicar a los participantes en qué va a consistir el programa y su obligación de
mantener informada a la autoridad judicial respecto a su evolución. Una vez claras las
normas de la relación terapéutica, debe ser capaz de proporcionar un clima basado en
la confianza y el apoyo.  Mejorar la motivación y la participación de los participantes
en el programa. El/la terapeuta tendrá en cuenta la fase de motivación en la que se
encuentra cada participante, para poder adaptar adecuadamente el trabajo
terapéutico.  Manejar los mecanismos de defensa y las culpabilizaciones a la víctima
que se puedan producir a lo largo de la intervención. Para ello, el/la terapeuta
presentará una actitud equilibrada, es decir no será defensiva ni confrontativa, ni
tampoco en extremo empática. El objetivo es que el/la terapeuta cree una atmósfera
que favorezca la introspección y evite el conflicto directo. Utilizará preguntas abiertas
para fomentar la participación de los agresores y reforzará sus actitudes positivas. 
Ser capaz de compaginar el doble rol como terapeuta y como agente de control de una
manera equilibrada.
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